¿Viva la patria?

¿Viva la patria?

Como si fuera un niño, el presidente Javier Milei jugueteó arriba de un tanque en el desfile que organizó para el Día de la Independencia. La estrella más esperada fueron los tanques y hubo banderas reivindicativas a los carapintada.

Son las nueve treinta de la mañana, hace unos cinco grados, propios de esta altura del año. Es un 9 de julio distinto: el presidente Javier Milei organizó un desfile militar para celebrar el Día de la Independencia a la antigua usanza, una manera de acentuar su alianza con el sector castrense y aprovechar para subrayar su posicionamiento negacionista.

Llegar a Avenida Libertador por Godoy Cruz implica pasar por un primer vallado, donde un policía espera al lado de su moto. En la calle somos un puñado, sumados al elenco de runners y ciclistas que, sin considerar los festejos, recorren la avenida cortada.

Además de la gente, concentrada en las esquinas donde el sol apenas pasa entre los edificios, con sus mates y parlantes, llama la atención la cantidad de efectivos de la policía que, a pie o subidos a cuatriciclos, circulan rabiosos entre las personas. 

La gente está dispersa pero todos caminan por Libertador hacia el centro. Otra parte, no menor del elenco, son los comerciantes: puestos dedicados a la venta de banderas, de tres mil a diez mil pesos, escarapelas para todos los santos, incluso una con el contorno de Perón. José, que está a cargo de uno de estos puestos, dice que armaron su stand a las 8 de la mañana y que desde entonces están vendiendo. Hay unos tres puestos por cuadra, algunos más improvisados, pero muchos idénticos en armado y productos. “Se organizaron”, dice José. Por el medio de la calle pasa otro mercader, con un cartel en el que se lee: “Patitos kawaii patrios” que vende a mil pesos la unidad.

A medida que se va acumulando, las personas comienzan a formar una columna, que la policía atraviesa veloz en cuatriciclos y motocicletas. En el fondo se oye, difusa, una voz femenina por los altoparlantes. Con ella, se desencadena una cacofonía de sirenas y las personas comienzan a agitarse.  Un zumbido se escucha a lo lejos. Al fondo de la avenida, se ve como se levantan las banderas. Los perros comienzan a ladrar y se escuchan acercarse los aplausos. Pronto todo esto encuentra su explicación: nos sobrevuelan los aviones de la armada. Primero se ven dos de gran tamaño, volando en solitario, y luego les siguen grupos de cuatro de menor envergadura. Parecen muy cercanos a los edificios. Luego de unas dos docenas de aviones, el sonido de sus turbinas se ve eclipsado por otro aún más potente: la hélice de una decena de helicópteros, que recorren el tramo de Agüero a Dorrego a una altura muy baja. 

La gente sale de los balcones a mirar y muchos cierran sus ventanas ante el estruendo.  “Tengo miedo”, le dice una nena a su madre. La gente aplaude de todas formas.

Aún más cuando vuelven a pasar tres aviones de caza que, al estilo americano, dejan una estela colorida. El del medio, una estela blanca, y los del costado una azul que se funde con el cielo de fondo. La reacción disminuye cuando vuelven a pasar sin los gases celestes. 

“Es un día peronista: se robaron hasta las nubes”, le dice un viejo a otro. Entre el murmullo, la voz del parlante se mantiene difusa y distante, así como el aplauso que muere prematuro. La gente comienza a caminar con más aplomo, mientras que oficiales van formando un perímetro que hará de pasarela.

El desfile da comienzo. La acumulación es pausada, pues en el medio circulan excombatientes de Malvinas y agrupaciones militares. Esporádicamente, suenan vitoreos en respuesta a la consigna que dan quienes desfilan: el “¡Viva la patria!” de siempre, los cánticos de Ar-gen-tina. La mayor parte de la multitud se mantiene en silencio.

Entre tandas de oficiales retirados, la gente aprovecha para cruzar al otro lado y amontonarse en la vereda. Se forma un cordón de espectadores a ambos costados de Libertador y Coronel Diaz, pero detrás de ellos la gente circula tranquila, incluidos corredores, transeúntes y turistas sorprendidos. 

A medida que avanzamos hacia la voz, que no se aclara a pesar de la distancia, la concentración de personas se mantiene constante. Militares y civiles pasean al interior de la columna, pero solo son aplaudidos por unos pocos. Policías en moto atraviesan el desfile en contramano.
El apoyo se renueva cuando empiezan a circular banderas con consignas de Malvinas. Se reanudan los cantos: “¡Viva la patria! ¡Viva! Viva la patria carajo”. ¿Viva?

Un niño me dice que es muy importante el país. No tengo tiempo para responderle, algo cambió en el desfile: ya están circulando la primera fila de militares, los abanderados. Los primeros son los cadetes del colegio militar; circulan liderados por oficiales mayores que saludan como estrellas de rock de antaño a su público. Sus bigotes bien peinados y sus banderas flameando en el aire despiertan algún aplauso, que se acompaña de vítores en algunos sectores.

Un grupo de jóvenes cargan con otro aire. Dicen estar acá “por amor a la patria”. “Ellos tenían mi edad cuando fueron a la guerra”, dice Adrián, uno de ellos, que lidera el coro de “Viva la patria carajo”. 

En el espacio entre filas, los militares se acercan a sacar fotos con el público. Una señora, a mi lado, se emociona, rompiendo en llanto. Un niño celebra alguna victoria percibida: “Al fin, ¡ganamos!”, exclama. ¿Ganamos? 

Siguen desfilando los distintos cuerpos, con sus propias vestimentas: boinas verdes, gorros de marinero, boinas rojas, cascos camuflados, incluso algunos envueltos en capas de un rojo intenso. 

“Imposible circular”, dice un señor, parado en un claro entre la multitud. “Yo lo voy a ver por la tele que se ve bárbaro”, añade. Un runner se para a sacarle fotos a la multitud. Es inglés, me confiesa en su idioma, vino por trabajo y salió a correr igual. No se esperaba un desfile militar. 

“¿Y los tanques?”, escucho que pregunta un niño.
Las sirenas vienen en aumento y ahora vienen de todas partes. El desfile, propiamente dicho, ha comenzado. La policía trata de hacer retroceder el perímetro, pero la gente no responde. No hay aplausos ni “Viva la patria”, ahogados por las sirenas y el ruido de los motores.
“Ahí vienen los milicos, eso quería ver”, dice un señor, envuelto de pies a cabeza en merchandising de la fecha. Una niña estalla en llanto.

Detrás de la primera fila de banderas, circula la banda militar, que entona la Marcha de San Lorenzo. La gente no acompaña sus estrofas, pero se escucha a niños coreando el “Muchaaachos”, quizás por la costumbre. 

Los soldados caminan ordenados en filas de 10, rifles, mosquetes y bayonetas en punta. Pasan dos, tres, cuatro, diez. Unas 150 puntas al aire. La gente aplaude tímida, amuchada en la puerta de los edificios y encima de los canteros de la vereda. Están viendo, pero son pocos los que cantan y aplauden. ¿Viva la patria? ¡Viva!

Un chico, de marcado acento caraqueño, me dice que vino “a apoyar al presidente” antes de salir despedido para adelante.

Un segundo contingente de la banda militar viene llegando, pero no reconozco la melodía que entonan. La gente no vitorea, pero se escucha a algunos acompañar el canto de “la valiente muchachada de la armada” filmando con sus celulares. Le pregunto a una de las señoras por qué filma, pero se rehúsa a elaborar: “Por gente como vos llegamos acá”, me dice.

Los desfilantes intentan propulsar un nuevo “Viva la patria”, pero cada vez es menor la respuesta. Pasan chicos con el pelo al estilo militar, pero sin uniforme. “Juega River, ¿sabías? contra el equipo de Falcao”, se escucha que comentan mientras caminan adelante. 

En la fila, se acercan dos chicos con boinas en la mano. “Deben ser de segundo año”, comentan entre sí.. Dicen que ya no forman parte de las FFAA, pero que venían a apoyar a sus compañeros, toman una foto de la fila y se van.

“¡Viva la patria!”, gritan los soldados.
“¡Viva!”, responden dos personas.

Un niño pasa con un globo en forma de sable corvo. 

Una sirena rompe con el silencio, haciendo que la gente gire la cabeza. Es un contingente de boinas rojas, que indican retroceder: viene el Regimiento de Patricios. La llegada de la fila y su banda causa un levantamiento de celulares.

Cuando intento preguntarle a un señor con una gorra del Intrepid y cara de enterado porque tanto revuelo, me encuentro con la misma negativa: “No hablo con periodistas”.

Escuchó que uno dice al pasar: “Hay que aceptar que no somos el centro del mundo. Hay que hacer plata”. En medio de una fila de policías federales vestidos de all-black, surge una fila de militares camuflados, con visores tácticos, RPGs y rifles de asalto.

“¡Mira mamá! ¡Como en las pelis!”, se escucha que dice una nena.

“Esto le encanta a la gente pobre”, dice otro.

Una fila de cadetes desfila con skis deportivos.

A mi espalda, un niño se quiere ir, a lo que su padre le sugiere que se siente en el suelo, que ya vienen los tanques. “Pero quiero ir al baño”, le dice, a lo que el padre sentencia “Ellos que están desfilando tampoco pueden mear, ni cagar, ni nada”.

“¡Viva el comando 101”, estalla una voz. Los aplausos están ausentes hace rato.

“Aguante la Villar”, grita el otro. Ahora los que desfilan tienen la cara pintada y los distintos uniformes se suceden en una fila única. Su armamento se hace cada vez más pesado, con los últimos cargando morteros. Los de la cara pintada pasan por una bandera negacionista que los reivindica: “Los carapintada tienen razón”, se lee en el que quizá sea el primer apoyo explícito y público en las cuatro décadas de democracia al grupo de militares que intentaron darles golpes militares tanto a Raúl Alfonsín como a Carlos Menem.

Un señor, emocionado, le saca fotos a la columna y me confía, “No pensé que los volveríamos a ver así”.

Los de la cara pintada pasan por una bandera negacionista que los reivindica: “Los carapintada tienen razón”, se lee en el que quizá sea el primer apoyo explícito y público en las cuatro décadas de democracia al grupo de militares que intentaron darles golpes militares tanto a Raúl Alfonsín como a Carlos Menem.

Desfila ahora la policía, lo que causa que el aplauso se haga más fuerte que nunca. Un niño me explica que los aplauden porque “son los buenos”. Desfilan con su clásico uniforme, pero también con sables, bastones y bayonetas. Quien conduce la fila, con aptitudes de showman, le dice al público: “A ver si nos acompañan” y vitorea: “¡Viva la patria!…”

La liturgia de la Policía de la Ciudad se ve interrumpida por indicaciones de retroceso. Escucho que los niños gritan: “¡Los veo! ¡Los veo!”. Al fondo de la columna se asoman vehículos marrones y verdes. “Mamá, ¡vienen los tanques!”, dice un infante. “Disfrutalos hijo”, le responde.

El tour-de-force está en su pico, pero el aplauso sigue tímido. La gente saluda, vitorea, le chifla al tanque, que más bien es un camión acorazado. Su desfilar es sorprendentemente silencioso, aún estando cargado de oficiales que saludan desde las armas montadas, tocando la bocina. No sabía que los tanques tenían bocina. Algunos se hunden en aclamaciones emotivas, vivas y aplausos.

En uno de los tanques va el presidente Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel. El mandatario simula disparar un arma. Parece un niño jugando a la guerra.

Los tanques son protagonistas y se van ovacionados: “¡Si! Para sacar a los que entran ilegalmente”, grita un señor, envuelto de pies a cabeza en banderas.

Circulan también ambulancias, camiones de comunicaciones con aires acondicionados, jeeps camuflados, motos. Todo es sorprendentemente silencioso.

Ahora sí, se pueden ver los verdaderos tanques, que vienen en dos camiones IVECO de eje cuádruple, seguidos de otros que recorren la avenida. La gente aplaude rabiosa y solo se pueden ver los celulares en el aire. Los cañones apuntan hacia atrás. Los soldados saludan felices desde los puestos de artillería. La multitud enloquece.

Una vez que pasaron, la desconcentración es casi inmediata. Los boinas rojas intentan contener al público, instándolos a esperar a que termine el desfile, pero la gente sigue saliendo al paso. 

“Ahí vienen más tanques”, dice un padre a su hijo que comienza a bailar.

Se acerca una fila de mamotretos de color marron claro, una fila de tanques de mayor tamaño, que hacen temblar el aire y expulsan un calor notable que calienta el rostro. Sus cañones apuntan hacia adelante. 

“¡Viva la patria!” dicen los soldados.
“¡Viva!”, le responde la multitud.

Una vez que pasaron la multitud voltea apurada. Ya son las 14..

Por último, según informó un oficial, desfilarán los Granaderos montados a caballo.
“¿Cuándo vuelven los tanques?”, pregunta un niño.
Para cuando pasaron los últimos granaderos, ya no queda nadie aplaudiendo, solo una multitud heterogénea: viejos, jóvenes y niños que aplauden a una patria propia, hecha a su medida. Los niños cantan “¡Viva Scaloni! ¡Viva!”, “¡Viva Messi ¡Viva!”, “Viva Aimar ¡Viva!”. Los jóvenes hablan del acto, si Milei domó a los zurdos o si es raro ver al presidente en un tanque. Los viejos hablan de actos militares de otros tiempos, la pérdida de la autoridad o el miedo de volver a lo de antes. ¡Viva la patria! ¿Viva?

 

Bases y condiciones para privatizar

Bases y condiciones para privatizar

Con su primera ley aprobada en el Parlamento, el gobierno de Javier Milei quedó habilitado para vender varias empresas públicas. La necesidad de dar razones oficiales para volver a los 90.

Le llevó seis meses al Gobierno y ceder en algunas pretensiones pero finalmente la Cámara de Diputados le aprobó en la madrugada del 28 de junio la Ley Bases y el paquete fiscal que la gestión de Javier Milei venía empujando con prisa y sin pausa desde diciembre. El ambicioso paquete de reformas original contaba con más de 600 artículos que atravesaban todas las áreas, desde lo impositivo, privatizaciones, seguridad, reformas laborales, jubilaciones y más. En un semestre de intensas negociaciones -y un rechazo de diputados de por medio- el proyecto fue mermando a una versión más escueta y “suavizada” que la original, que tuvo su aprobación definitiva en el Congreso Nacional, luego que Diputados acompañara la norma con 147 votos positivos, 107 negativos y dos abstenciones.

Uno de los puntos más polémicos del proyecto fue el capítulo de las privatizaciones de empresas estatales. Originalmente, se pretendía poner a la venta 40 empresas del Estado, entre las cuales se encontraban YPF, Aerolíneas Argentinas y Banco Nación. Luego de un intenso tira y afloje -que caracterizó el debate de ley en su totalidad- se redujo a 11 (entre las que se quitó a YPF y al Banco Nación) y finalmente en el Senado se quitaron de la lista a Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino y los medios públicos.

Según el texto aprobado por el Congreso, las empresas sujetas a una privatización completa son cuatro; Intercargo SAU; Enarsa; Nucleoelétrica Argentina; Yacimientos Carboniferos de Río Turbio. A su vez Agua y Saneamientos Argentinos S.A., Belgrano Cargas y Logística S.A., Sociedad Operadora Ferroviaria S.E (SOFSE) y Corredores Viales S.A. quedarán disponibles para su privatización o concesión.

En conversación con ANCCOM, Karina Forcinito, experta en privatizaciones, docente investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Universidad Nacional de Luján y en la Maestría en Estudios Sociales Latinoamericanos de la UBA, afirmó que el plan de Milei está “vinculado con la necesidad de hacerse de reservas y dinero para financiar el programa del gobierno”. Según Forcinito, la decisión de poner algunas empresas estatales a la venta se enmarcaría en la “concepción anarco neoliberal de Milei, donde el Estado es el principal problema de la economía y es por eso que debe reducirse a su mínima expresión”. El mismo mandatario liberal se calificó a sí mismo como “el que destruye el Estado desde adentro” en una entrevista reciente en el medio internacional The FP Honestly.

Forcinito destacó que algunas de las empresas funcionan bien en las manos del Estado: “Intercargo da ganancia, de los corredores viales el 25% de las rutas del país son superhabitarias”. Igualmente, aclaró que todo dependerá de la forma en la que “se desarrollen las privatizaciones y la bajada de línea que determine el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI)”, foro destinado al arreglo de diferencias entre inversionistas y Estados en la mayoría de los tratados internacionales de inversión.

La investigadora celebró la quita de Aerolíneas Argentinas de la lista de empresas a privatizar. Para ella la aerolínea “tiene la carga del servicio universal y asume todas las rutas deficitarias que ningún privado quiere asumir. Si se hubiera privatizado quedarían desconectados muchos lugares”.

Por último, la experta en privatizaciones afirmó la necesidad de poner en discusión los términos de las ventas con “gente que entienda que el Estado, según la Constitución, tiene funciones indelegables que tiene que cumplir en materia de servicios públicos y entienda la diferencia entre un servicio público y uno privado. Lo que pasa es que este gobierno no ve la diferencia, entiende que todo es negocio y no le importa”.

José Castillo, economista, dirigente nacional de Izquierda Socialista y docente investigador de la Universidad de Buenos Aires, conversó con ANCCOM y afirmó que la estrategia de incluir el capítulo de privatizaciones tiene que ver con una necesidad de “mostrar esa imagen de desregulación, una línea ideológica de privatizaciones, que se integra al programa de ajuste estructural clásico del Fondo Monetario Internacional (FMI) y que se conforma de tres patas: reforma laboral, reforma jubilatoria y reforma fiscal”.

En relación a esta ley, Castillo aseguró: “Hay una desesperación del gobierno de mostrarle a los organismos internacionales, sobre todo al FMI y a los inversores, que tienen la posibilidad de pasar alguna ley. Desde afuera aplauden el proyecto de Milei pero dudan de su viabilidad política. Milei no está logrando ningún acuerdo político”. El recorte del ambicioso proyecto original de la Ley Bases anuncia lo mismo: Milei tuvo que bajar del “trono” y empezar a hacer concesiones entre los partidos al estilo “casta” para poder lograr apoyo del Legislativo.

Siguiendo a Castillo, el gran desafío que tiene Milei para accionar su plan político es “la estabilización de la economía y no está logrando conseguir esos dólares. El FMI tampoco está dispuesto a prestarle de nuevo a Argentina. Este es el gran problema de corto plazo que tiene el gobierno: no tiene plata ni para pagar las exportaciones hoy, ni siquiera pudo abrir el cepo”. El historial de préstamos y cesación de pagos del país se suma al “miedo que tienen los inversores extranjeros a la gobernabilidad de Argentina. Están de acuerdo con el programa económico pero quieren resultados de estabilización y acuerdo político”, afirmó Castillo. En este sentido, la aprobación de la Ley Bases significa un triunfo; logró finalmente llegar a un primer acuerdo político en su gestión, que podría mandar señales de estabilidad a los inversores extranjeros.

En cuanto al plan a largo plazo del gobierno, el dirigente apuntó: “Está muy claro: que se derrumben los salarios y las jubilaciones, que desaparezca la legislación laboral argentina. Argentina pasaría a ser una economía de enclave, en condiciones de competir con otros países, como los del sudeste asiático. Es un esquema donde vienen empresas extranjeras en búsqueda de mejores precios de producción pero no para mejorar la economía local sino para exportar. Para hacer eso tenés que lograr la tremenda derrota para los derechos a los trabajadores” cerró Castillo.

Las privatizaciones en los ‘90

ANCCOM también conversó con Emiliano Libman, doctor en Economía e investigador asistente del CONICET, sobre el esquema de privatizaciones de los ‘90 y las resonancias con esta ley: “Durante el gobierno menemista efectivamente el esquema de privatización generó una mejora en las cuentas públicas: atrajo ingresos frescos y un atractivo para los inversores internacionales. Buena parte de los activos de las empresas públicas formaron parte de toda la estrategia de reestructuración de la deuda que Argentina y los demás países de América Latina tenían desde los ‘80”. Pero fue una estrategia que sólo funcionó “en el corto plazo para eliminar los problemas fiscales”. Tiempo después y a raíz de la convertibilidad el país volvió a endeudarse y terminó la década con una deuda muchísimo más grande que con la que la había empezado.

“Milei elogia al gobierno menemista, pero el contexto es muy diferente. Hoy Argentina no tiene el mismo acceso al crédito que tenía en los noventa. Queda por verse que si Milei puede sostener el ajuste en estos niveles, que es muy fuerte”, concluyó Libman.

Un paseo con Perón

Un paseo con Perón

A cincuenta años de la muerte de Juan Domingo Perón, ANCCOM recorrió la mítica Quinta de San Vicente junto a su sobrino nieto. Entre fotografías, objetos, el mausoleo con los restos del líder, la visita es una inmersión en el inagotable universo peronista.

Alejandro Rodríguez Perón es uno de los últimos herederos de Perón.  

En las 19 hectáreas del Museo Quinta “17 de Octubre” se respira peronismo. Por donde sea, hay vestigios de una época que ya no volverá. Las miradas de Perón y Evita están en todas partes y observan a los visitantes de lo que alguna vez quiso ser su refugio privado. Pero sólo lo hacen desde las fotografías, porque sus estatuas –situadas en la zona central del predio– fueron decapitadas. Aun así, han sido colocadas allí como símbolo del odio y la proscripción que sufrió el movimiento y su líder tras la autoproclamada Revolución Libertadora.

La Policía Bonaerense custodia la entrada del Museo, cuya gestión está a cargo del Gobierno provincial. Su director, Cristian Scollio, politólogo egresado de la UBA, es el director desde hace cuatro años. Desde entonces, afirma, y con la ayuda presupuestaria del gobernador Kicillof, el sitio ha recobrado el esplendor de antaño.

La propiedad había sido adquirida por Perón gracias a un crédito del Banco Hipotecario, tiempo antes de convertirse en presidente de la Nación. Luego de demoler la estructura preexistente, construyó la quinta que hoy se mantiene en pie pese a varias décadas de abandono. Previo a ser expropiado por el Gobierno bonaerense en 1989, el lugar funcionaba como un centro de recuperación para discapacitados. En la pileta todavía están los pasamanos de ese período.

En el edificio principal sólo quedan unos pocos muebles originales del primer peronismo, ya que grupos antiperonistas y militares destruyeron y robaron casi todo lo que había. Detrás de un cordón de protección, hay unos sillones, escritorios y una máquina de escribir; a un costado, una barra de tragos frente a un hogar que alguna vez fue encendido. La cocina es más moderna que el resto de la casa. Los años 70 se notan en los muebles de fórmica blanca y en los azulejos. En todos los rincones hay condecoraciones, estatuas y bustos. Scollio cuenta que Christian Dior visitó la quinta y que incluso hay fotos de la ocasión. Más tarde, en una entrevista, el diseñador diría: “La única reina que vestí fue a Eva Perón”.

Para llegar al área más íntima de la casa, hay que atravesar un largo pasillo empapelado. Decenas de cuadros decoran las paredes con fotos de Juan y Eva en momentos cotidianos. Junto al cuarto de huéspedes, se encuentra la antigua habitación de Evita, pero sin ningún rastro de su presencia, ya que Estela Martínez de Perón, después de ser derrocada y enviada a Neuquén por la última dictadura, a su retorno a la quinta, ordenó convertir la pieza en un vestidor.

Como si se tratara de una reencarnación, un hombre se acerca a hablar con ANCCOM.Es uno de los últimos herederos de Perón. De igual porte, su voz posee una carraspera similar a la de su tío abuelo, además del pelo negro y la sonrisa. Alejandro Rodríguez Perón es nieto de Eufemia Jáuregui y Mario Avelino, hermano mayor de Juan Domingo. Su madre, Dora Alicia Perón, era sobrina y ahijada del ex Presidente. Cuando murió Perón, Alejandro era un adolescente de trece años, pero recuerda a su tío con cariño y admiración. “Yo hice el inventario de todo lo que hay acá”, dice orgulloso mientras toma la posta como guía del recorrido.

Alejandro se aloja los fines de semana en la casa del cuidador, al lado de las viejas cabellerizas traídas en 1948 para su tío abuelo. Su responsabilidad es mantener el legado peronista intacto. Sabe el camino de memoria, agrega detalles de la vida que alguna vez compartió con su tío abuelo y de las anécdotas familiares que le han transmitido.

En el edificio principal sólo quedan unos pocos muebles originales del primer peronismo, ya que grupos antiperonistas y militares destruyeron y robaron casi todo lo que había. MIRÁ LA GALERÍA. 

El 1° de julio de 1974 al mediodía se anunció públicamente la muerte de Perón. Tras el multitudinario velorio en el Congreso de la Nación, al que asistieron cientos de milesde personas durante cuatro días, sus restos fueron llevados a la Quinta de Olivos. Cuando Isabel ordenó traer de Europa el féretro de Evita, los depositó juntos en el Cementerio de Chacarita, donde permanecieron hasta que los restos de Perón fueron profanados y sus manos, cortadas y robadas. Nunca se esclareció el hecho ni fueron castigados sus culpables. Según Alejandro, se trató de un conflicto político. “Para mí, las manos siguen estando en algún lugar del cementerio”. Luego de idas y venidas, los restos fueron trasladados a la Quinta de San Vicente en 2006, pero lo que pretendía ser un homenaje se transformó en una batalla campal entre agrupaciones justicialistas.

También integran el recorrido el torreón desde donde Perón transmitió algunas cadenas nacionales, el tren presidencial increíblemente conservado,y el museo fotográfico. En el centro del predio, sobre una pequeña colina, se encuentra la piscina. El fantasma de López Rega, mentor de la banda parapolicial conocida como Triple A, se cuela en la visita. Alejandro comenta que “El Brujo” mandó a construir un sauna tan solo a unos metros de allí, instaló un billar y un juego del sapo. No quedan rastros de esos lujos. Lo único original allí es la piedra que rodea a la pileta.

El museo fotográfico guarda todo tipo de recuerdos del peronismo, como juguetes de la Fundación Eva Perón, escritorios repatriados desde Puerta de Hierro e incluso autos regalados por sus fabricantes que Perón no llegó a conducir. El mausoleo es la parte más interesante y el fin del recorrido. Tras pasar por una larga pared llena de placas que el mismo Alejandro Rodríguez Perón trajo desde la Chacarita, se encuentra el lugar de reposo de su tío abuelo. Imponente pero minimalista, entre un retrato y una bandera argentina, está la piedra que oculta el féretro.

Alejandro aclara que Perón no está embalsamado, pero que tuvo un proceso que permitía su exhibición a cajón abierto en fechas especiales. Sin embargo, al ser profanado y entrar en contacto con el aire, las bacterias hicieron estragos, y para ser mostrado nuevamente debería ser recompuesto con otros materiales.

Al ser consultado por su relación con “Isabelita”, Alejandro responde que sólo mantienen contacto a través de abogados. Las disputas familiares por la sucesión de Juan Domingo hicieron que rompan los lazos. Al no haber dejado descendencia, la herencia se dividió entre los sobrinos y la viuda, que reside en España en total hermetismo, ajena a lo que sucede en la vivienda que un día ocupó bajo vigilancia militar. A fin de cuentas, como dijo el propio Perón días antes de morir, ante una Plaza de Mayo repleta: “Mi único heredero es el pueblo”.

Los muchachos fotografistas

Los muchachos fotografistas

Se cumple medio siglo de la muerte del tres veces presidente Juan Domingo Perón. Los fotoperiodistas Carlos Pesce y Eduardo Di Baia, autores de varias de las imágenes emblemáticas de su velatorio, recuerdan su trabajo en aquellos días signados por el dolor de multitudes.

Carlos Pesce era uno de los reporteros gráficos de la revista ilustrada Siete Días

Sostienen sus cámaras y sus lentes mientras cubren sus equipos de la lluvia y del frío que no para desde hace cuatro días y el olor a flores podridas carcomidas por la humedad del clima es intenso. En una larga cola, que viborea cuadras y cuadras, las personas aguantan el temporal con angustia y dolor: es la última oportunidad de despedir al General.

Entre los reporteros gráficos se rumorea que a Perón lo van a sacar por la explanada de la Avenida Entre Ríos del Congreso escoltado por caballos y oficiales para llevarlo a Olivos. Carlos Pesce, fotógrafo de la revista Siete Días, está colado entre la fila de gente para conseguir la mejor fotografía. El cajón aparece; él sale disparado al costado del féretro y de pronto ve cómo un jóven soldado acongojado despide con un saludo militar al cajón: “En ese momento vi al soldado llorando y pensé: esta puede ser una gran foto, pero el soldado solo no me sirve, tengo que retratarlo a él y al acontecimiento”, recuerda. Ese soldado era Roberto Vassie y ese retrato se convertiría en uno de los más conocidos del velatorio de Juan Domingo Perón.

El sepelio del mandatario tres veces electo por el voto popular se realizó en el Salón Azul del Congreso de la Nación el 2 de julio y, por la masiva convocatoria de personas que se acercaban a despedirlo, se extendió hasta el día 4. Los diarios, revistas y agencias de prensa relatarían visualmente a través de las lentes de los reporteros gráficos el funeral de un líder popular. Las coberturas fotoperiodísticas que realizaron diarios como Crónica, Noticias, La Razón, Clarín, revistas como Siete Días, Gente, o la agencia de noticias norteamericana Associated Press, se dividían entre lo que sucedía dentro del Congreso por un lado, y la vigilia desde afuera en la Plaza del Congreso por el otro. Cada medio tenía entre dos a tres fotoperiodistas distribuidos en el evento.

Eduardo Di Baia cubrió el funeral para la Agencia norteamericana AP. La circulación de las imágenes estaba prohibida para el territorio nacional y sólo podían publicarse en el extranjero. MIRÁ LA GALERÍA.

El Gobierno, que había quedado a cargo de María Estela Martinez de Perón, declaró tres días de duelo nacional que paralizó el país. Eduardo Di Baia, que por entonces trabajaba para la agencia AP, habla con el sereno de un edificio de oficinas ubicado en la esquina Av. de Mayo y Sáenz Peña para hacer algunas fotos desde arriba. Sube a uno de los departamentos que está vacío para fotografiar una cola de personas que se pierde por la calle: “Casi todas las imágenes del velatorio son hechas desde arriba de los departamentos. En aquel momento pedías permiso y entrabas a cualquier lado y nadie te decía nada. Estaban todos sobre el balcón mirando el velorio, les hacía señas desde abajo y te decían que subieras. Hoy no podrías porque nadie te abriría la puerta, pero en aquella época era una cosa normal”, explica Di Baia e ilustra: “Lo normal e ideal es sacar este tipo de fotos en el primero o segundo piso y que no haya árboles debajo porque si no te tapan la toma”. 

Di Baia cubrió dentro y fuera del Congreso, a diferencia de Pesce, que lo hizo en las inmediaciones del Palacio Legislativo y recuerda: “En la calle había olor a flores podridas. Con la lluvia las coronas se pudrían y eso daba una atmósfera de angustia y tristeza que tenía que ver con el clima que se vivía”.

Diario Noticias, 5 de julio de 1974. Fotografías de Eduardo Grossman y César Cichero (derecha a izquierda)

 

Cora Gamarnik, doctora en Ciencias Sociales e investigadora en la materia, autora del libro El fotoperiodismo en Argentina, opina que las fotos más significativas e importantes fueron las reacciones del público: “Sobre todo porque las fotografías se basaron en los gestos, la tristeza, en la gente grande y humilde que estaba allí sosteniendo un cartel, una foto, una bandera, un periódico”.

Gamarnik recuerda dos fotografías potentes publicadas del diario Noticias, tomadas en el Salón Azul por los fotógrafos César Cichero y Eduardo Grossman y diagramadas en la doble central por el jefe de arte del diario, Oscar Smoje: “En una se ve cómo queda la lámpara encendida en el lugar donde estaba el cajón, flores en el piso y el espacio vacío. Es una foto muy simbólica, muy bella estéticamente. También es una imagen que muestra cómo un fotoperiodista no solo mira lo que sucede y saca fotos de la urgencia, sino que se puede planificar la toma, construirla primero mentalmente y después llevarla a la práctica -que es lo que habían hecho aquellos dos reporteros gráficos-. Para mí es una de las más significativas del velorio: el espacio vacío que dejaba esa muerte”. Di Baia en este sentido cuenta: “Vos podés pensar en una estructura previa de lo que va a ser la foto, pero llegado el momento hacés lo que podés. También hay que tener en cuenta que era otra época muy distinta a la de ahora, ya que tenías que hacer todo a mano; medir la luz, diafragmar, enfocar; no había nada automático”.

Calcular la toma no era tarea fácil. Los reporteros gráficos utilizaban cámaras analógicas con las que, a diferencia de hoy en día, debían aguardar a llegar a la editorial para revelar sus negativos en el laboratorio y visualizar las fotos que habían tomado. Las experiencias de las imágenes quedan grabadas en la memoria de los fotógrafos, pero faltaba la aprobación del medio luego de ser reveladas en papel. “Voy caminando a la editorial de Siete Días, porque ese día no había colectivos ni nada, que quedaba en la intersección de Alem y Paraguay. Cuando llego me dicen: ‘Pesce, tenés una foto fantástica’; pero yo hasta que no la vi publicada no sabía qué foto era”, cuenta Pesce, quien con 22 años recibió el elogio de la revista por su icónico retrato a Vassie.

Silvia Pérez Fernández, socióloga, fotógrafa y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, reflexiona sobre una posible cobertura de tal magnitud en la actualidad: “Hoy sería una cobertura muy distinta del acontecimiento. Era muy diferente cuando el relato dependía de la mirada de los medios y el conocimiento de los fotógrafos profesionales, a diferencia de ahora que cualquiera con sus celulares puede recopilar material, hacer una edición y generar una publicación”.

“Distribuimos fotos en todo el mundo, pero los diarios argentinos no podían usarlas. En esa época había una prohibición para las agencias internacionales de divulgar fotos en el país”, explica Di Baia. En 1973, por el decreto N°587/73 firmado por el presidente Raúl Lastiri, se estableció que la difusión de informaciones de los medios de comunicación nacionales debía ser suministrada por agencias de noticias nacionales fomentando la circulación del material periodístico y una visión nacional de la información. Con lo cual las agencias estadounidenses y europeas sólo podían informar sobre los sucesos en Argentina hacia el exterior.

 Los medios gráficos expusieron el duelo de distintas maneras, generalmente fieles a la línea editorial acostumbrada por cada uno. La Nación cubrió el fallecimiento colocando la cámara en los ojos de la política; en sus hojas, el diario imprimió las fotografías protocolares de los legisladores y de quien heredó por ese entonces el cargo de presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón. Son escasas las fotos del cajón en las páginas de este diario, a diferencia de Clarín, que realizó una cobertura fotoperiodística en profundidad del “desconsuelo popular” dentro y fuera del Congreso, donde se fotografiaron incluso los desmayos ocasionados por la conmoción de la despedida y la congoja alrededor de sus restos.

Los diarios Crónica Noticias coincidieron en dividir sus coberturas entre lo que sucedía dentro del Congreso y la vigilia desde la Plaza. «Cúspide de congoja» y “A las 20:30 el cielo comenzó a llorar” eran los títulos de Crónica que acompañan las fotografías del cajón abierto rodeado por funcionarios y ciudadanos que se acercaban en fila a despedir al mandatario. Noticias también se centró en la multitudinaria convocatoria popular, pero además puso el foco en los homenajes de los dirigentes de Montoneros y en las columnas de las demás agrupaciones peronistas dentro y fuera del Congreso.

Un diario importante de la época, La Opinión, se caracterizó por no tener fotografías en sus páginas; sus titulares de esos días se centraban en las reacciones partidarias y en la incertidumbre política sobre el futuro del país. La Razón, por el contrario, rebosaba de fotografías: el público, el féretro, las calles y una Isabel vestida de luto de pies a cabeza, acercando su mano al cuerpo expuesto sin vida del General. Ante esto, Gamarnik señala el carácter de documento y archivo histórico del ejercicio del fotoperiodismo: “Las fotografías no son ilustraciones, son una forma de construir relatos visuales de la historia”.

“En realidad, lo que se muestra en la mayoría de los medios extranjeros es la reacción de la gente ante un determinado hecho. La exhibición de los cadáveres se presenta con mayor recurrencia en los medios argentinos y en algunos otros países, pero en Estados Unidos y Europa la gente es muy reacia a ese tipo de imágenes, especialmente en primera página”, refiere Di Baia al reflexionar sobre cómo la agencia AP evidenció al mundo el fallecimiento del líder argentino. Agrega también que en los códigos éticos de la agencia norteamericana prevalece no mostrar imágenes que sensibilicen.

En el caso de la tapa de Siete Días, bajo el título “La muerte de Perón: el homenaje de su pueblo”, se publicó una foto hecha por el fotógrafo Mario Paganetti, una doble página con Perón reposando en el cajón abierto: “Hay un impacto de la imagen, de lo que ves, del momento. La revista lanzó un suplemento entero dedicado al velorio”, explica Pesce, quien también tuvo su participación en doble página con una fotografía del féretro del General dejando el Congreso de la Nación escoltado por una caravana de oficiales. Ki Chul Bae, fotógrafo que en ese entonces trabajaba para la revista Gente, también fotografió al soldado Vassie. Sin embargo, dicha revista la publicó en su edición en un tamaño pequeño a diferencia del mismo retrato que hizo Pesce que se publicó en una página completa de Siete Días y que difiere en el ángulo de la toma: “Fue una secuencia. Yo venía corriendo al lado de la cureña donde estaba el féretro y veo al soldado llorando. La foto que hizo Bae puede ser en Vietnam, Camboya o donde sea, por yo tomé la decisión de juntar las dos cosas; la cureña y el soldado. Cuando me vieron sacar la foto al soldado había otros cincuenta fotógrafos y ellos también le tomaron la suya. Yo no soy el único autor, debe haber varias fotos, pero la mía es esa”, relata Pesce.

El martes 2 de julio de 1974 jóvenes, adultos, niñas y niños se comenzaron a concentrar en largas filas de las calles que rodeaban el Congreso de la Nación, algunos lograron ingresar al Salón Azul para despedir a Perón, otros se quedaron sin poder hacerlo. La lluvia no cesó, pero el pueblo resistió y la masiva convocatoria y despliegue ante el deceso de Perón fue única en su tipo. Pesce recuerda lo que su madre le contó sobre la cantidad de personas que había en el velatorio de Eva Perón y lo compara con el calibre del evento histórico que a él le tocó vivir: “Cuando me encuentro con el velorio de Perón se me vino a la mente el relato de mi mamá, lo que me contaba de chico de cómo fue la muerte de Evita”.

Pérez Fernández afirma que no se puede soslayar que toda persona que haya estado viva en esos días, desde niñeces en adelante, no tenga algún recuerdo de la muerte de Perón: “Fue un hecho que marcó absolutamente todo”.

«El recuerdo más vivo de esos días fue la emoción de la gente, muchas personas llorando -concluye Di Baia-. Nunca he visto que hicieran eso por ningún otro presidente, ni con Kirchner (que también fue impresionante por las colas que se formaron y el fervor). Perón realmente fue un mito. Hubo gente que todo lo que hizo fue por sus políticas, por lo que no es casual que 50 años después se lo siga recordando. Eso habla de lo que fue”.

 

Los últimos días del General

“Con gran dolor debo transmitir al pueblo el fallecimiento de un verdadero apóstol de la Paz y la no violencia”, comunicó Isabel Perón alrededor de las 14. El fallecimiento de Juan Domingo Perón era una posibilidad que se avecinaba y las agencias y los diversos medios, tanto nacionales como internacionales, lo sabían muy bien. Los fotorreporteros estaban a la espera de un deceso ya advertido por el estado anímico del Presidente: “A partir del 20 de junio ya había rumores permanentes de que estaba con una neumonía muy aguda”, recuerda Di Baia quién estuvo en el último viaje con él y agrega: “En Asunción hacía un frío terrible. Desde Paraguay ya sabíamos que venía mal. Se había enfermado y el último día de su estadía en el país ya estaba muy engripado. Luego del 12 de junio, cuando salió al balcón, ya no se lo vio más. Se sabía que estaba mal y que empeoraba cada día, hasta que el 1° de julio anunciaron que había muerto. Todo el proceso duró veinte días”.

El país estaba en luto y se decretaron tres días de duelo nacional. La situación obligó a los fotoperiodistas a cumplir con su trabajo y cubrir de lleno el hecho. “Este acontecimiento hizo que tenga que postergar la fiesta de mi casamiento”, expuso Paganetti en su cuenta de Instagram para referirse a la última foto que le tomó a Perón: “Prácticamente estuve dos días sin salir del Congreso Nacional mientras lo velaban. Pude hacer esa foto que, al día de hoy, me sigue impactando”.

A pesar de cumplir con su labor, el evento tocaba una fibra sensible en aquellos fotorreporteros, que se veían atravesados emocionalmente por su cercanía ideológica a Perón: “Como peronistas nos angustiaba, pero mi posición era la de fotógrafo”, recalca Pesce. Las incesantes lluvias que aclimataron el suceso también ponían en riesgo el prolongado desempeño de los fotoperiodistas durante esas fechas: “Me mandaron una semana antes a cubrir afuera del Congreso. Después en el velorio fueron cuatro días de lluvia en los cuales rogaba que no se me mojara la cámara porque si no perdía todo el trabajo hecho”.

El Estado sigue despidiendo trabajadores

El Estado sigue despidiendo trabajadores

El Gobierno de Javier Milei ahora cesanteó a más de 1.200 trabajadores del INCAA, INTI, del exministerio de Desarrollo Social y el exministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otros organismos, que se suman a los 15.000 despidos que llevaba desde que esta gestión asumió. Fuertes críticas y denuncias desde los gremios y la oposición.

Apenas aprobada una versión reducida de la Ley Bases, el gobierno de Javier Milei sigue desmantelando el Estado. La tensión con los trabajadores estatales se remonta desde los primeros meses de gobierno con cierres de organismos y vencimientos de contratos. Este viernes se convocó a una reunión paritaria y a la tarde llegó una nueva ola de despidos.

El 30 de junio vencen 50 mil contratos que habían sido renovados por tres meses, luego de la primer tanda de despidos del Estado. Dos días antes del vencimiento despidieron a más de 1.200 trabajadores que estaban en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el exministerio de Desarollo Social y el exministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. En este último, el 80% del plantel recibió la notificación de despido por mail. Carlos Zapata, diputado nacional de La Libertad Avanza Salta, justificó la medida en diálogo con ANCCOM: “Lamentablemente es una medida necesaria e imprescindible para poder redimensionar el Estado y dejarlo en un tamaño absolutamente manejable para que pueda trabajar con eficacia y eficiencia la relación entre recurso empleado y el resultado obtenido. Hace tiempo ya los políticos argentinos utilizaron el Estado como refugio o como medida de compensar a los militantes que los ayudaron a llegar al poder y así pasar integrar las filas del Estado personas con escasa preparación”.

Le respondió Clarisa Gambera, secretaria de Género de ATE, que explicó a ANCCOM: “Están atacando a las áreas que ellos consideran estratégicas para su batalla ideológica. Es de una crueldad impactante. Esto no tiene que ver con el ahorro, sino que tiene que ver con inscribirse en una agenda de derecha y mostrarle a un sector de la sociedad que arrasa con lo que él dijo que iba a arrasar: las políticas vinculadas a derechos, la promoción de derechos, al trabajo contra la desigualdad, a la protección de personas en situación de vulnerabilidad”.

Desde el Áea de Géneros de Nuevo Encuentro declararon: “No hay políticas públicas de género y diversidad sin trabajadorxs especializadxs. Este Gobierno hace de la destrucción una política de Estado”. Mónica Macha, diputada nacional y miembro de ese espacio, dijo que estos despidos implican un desguace de las políticas públicas de género del Estado nacional y la “destrucción absoluta” de los programas. Además, en diálogo con ANCCOM, agregó: “Tenemos un presidente misógino que  viene a restaurar la violencia por motivos de género como política de Estado. La destrucción del Ministerio (de Mujeres, Géneros y Diversidad) es la única promesa que cumplió Milei. No hay un problema presupuestario, hay un modelo social que quieren instaurar”.

Para la diputada de Unión por la Patria, estas medidas dan un mensaje “claro y peligroso”: que la violencia hacia las mujeres y las diversidades no importa. “Pasamos de ser un país de vanguardia en materia de género, a sufrir un retroceso de más de treinta años. Vamos elevar una citación general, que no sea de un único bloque, a Mariano Cúneo Libarona, como responsable de lo que queda de políticas de género”, advirtió Macha.

Para ejemplificar los efectos de “un Estado en retirada del territorio”, Gambera toma el caso de la desaparición de Loan: “Desguazar el programa de trata hace que no se active un protocolo inmediato que hubiera bloqueado las fronteras, desmantelar las políticas públicas vinculadas a la protección de las niñeces contra el abuso hace que no haya respuestas ni preventivas ni de intervención con la familia o de respuesta inmediata cuando la situación se agravó. Retirar al Estado del territorio y desmantelar las políticas públicas de protección de derechos tienen consecuencias concretas en la vida cotidiana de las personas por más que haya triunfado una narrativa que habla de que el Estado no sirve para nada. La realidad es que vamos a estar todas las personas más desprotegidas a partir de hoy. Las mujeres, las niñeces y adolescencias en particular con el desmantelamiento de todas estas áreas”. Además, recalcó que entre los despedidos, hay gente con más de 16 años de trayectoria, que están trabajando en esta temática desde antes de la conformación del Ministerio.

En esa línea, Luci Cavallero del colectivo Ni Una Menos, declaró a ANCCOM que “los despidos masivos que está habiendo en varias dependencias estatales, pero principalmente la Secretaría contra la violencia, transforman al Estado en cómplice de la violencia por razones de género al incumplir compromisos internacionales. En este momento no contamos ya con políticas estatales de ningún tipo a nivel nacional. Esto va a sobrecargar las redes feministas y genera como primer efecto un desamparo generalizado”.

Esteban Paulón, diputado nacional de Hacemos Coalición Federal, resaltó que los despidos en los programas remanentes de este ex-Ministerio se dan en el Día del Orgullo LGBT y en vísperas de fin de mes. “Son una demostración de la crueldad, la inhumanidad y la insensibilidad del gobierno de Javier Milei, que ha venido a destruir y a llevarse puestas todas las políticas públicas. Es insoportable esta situación en la cual hay un total desprecio por las políticas públicas y por la vida de las mujeres y las disidencias. Esperamos que la acción sindical y la acción en la calle permita que se revierta esta situación”, dijo para ANCCOM. Los trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos declararon en un comunicado que entienden los despidos “como el comienzo del desmantelamiento de la Secretaría y de las políticas de derechos humanos que este pueblo consensuó hace muchos años” y convocan a una asamblea para decidir las próximas acciones.

Zapata, el diputado libertario, indicó que si bien “varias familias quedarán sin ingresos, tiene que asumirse que trabajar en la política tiene como objetivo el bien común. El bien individual de los militantes no puede ser una pesada carga para el resto de las personas, para los argentinos de bien, que necesitan el funcionamiento de un Estado equilibrado”. Además, no acuerda con la opinión opositora que recortando estas políticas se desampara al pueblo. “No podemos exigir contribuciones para abonar sueldos elevados o tratar de justificar la existencia de empleos que no hacen absolutamente nada. El empleo público es una necesidad que tiene que estar encuadrada en los principios de eficiencia y efectividad. Básicamente está justificada su existencia en la vinculación con algún servicio real y presente. Siempre va a haber opiniones diversas, pero el Estado como refugio de militante o elemento para dar favores políticos o personales no debe ser concebido como una cuestión que puede perdurar en el tiempo. Es la destrucción misma y está en contra de la razón de la existencia del Estado”, consideró.

Una de las poblaciones más afectadas por estos despidos es la comunidad trans. Para Manu Mireles, activista LGBTI+ y cofundadora y secretaria del Mocha Celis, el cupo travesti-trans y las políticas de género “son políticas que garantizan la democracia para todas las personas y su profundización. El Estado y la sociedad argentina es mejor en cuanto puede garantizar que todas las personas podamos tener derechos y tener una vida digna. Es necesario que podamos habitar un mundo donde haya muchos mundos posibles”. Si bien la ley de cupo no se había logrado terminar de implementar, los despidos ilegales del cupo en la Era Milei ya acumulaban un 10%. “Recibimos denuncias de personas travestis trans y no binarias que, habiendo entrado por el cupo y teniendo la garantía de un trabajo registrado, vuelven a estar en una situación de profunda vulneración del derecho al empleo”, agregó Mireles.

“El gobierno de Javier Milei tiene una saña particular con las políticas de género, con las políticas de memoria y derechos humanos, con los sectores que están más movilizados y que han propuesto procesos de sensibilización a la sociedad que van en contra de este modelo individualista que ellos quieren implantar. Esta ultraderecha tiene un modelo de odio y de crueldad: no sólo de ajuste, sino también un disciplinamiento general de la sociedad”, concluyó Cavallero.

¿Quiénes son los cinco manifestantes contra la Ley de Bases que aún quedan detenidos?

¿Quiénes son los cinco manifestantes contra la Ley de Bases que aún quedan detenidos?

Cuatro hombres y una mujer siguen detenidos en penales federales acusados de delitos graves. Los que fueron liberados continúan con procesos abiertos debido a la apelación del fiscal Stornelli.

Durante la jornada del 12 de junio, mientras se debatía la Ley Bases, el Congreso de la Nación fue el foco de atención durante el día. Pero los protagonistas exclusivos no fueron los senadores ni los artículos que se discutieron, sino la feroz represión que se vivió en las afueras e inmediaciones del Parlamento. El resultado de la violencia de las Fuerzas de Seguridad dejó un saldo de más de 600 heridos y 33 detenidos. Luego de unas horas, 17 de ellos fueron liberados en el transcurso de las horas posteriores, otros 16 resultaron excarcelados seis días después, luego de que una Plaza de Mayo repleta de personas reclamara por su liberación. Pero aún quedan cinco arrestados, acusados de un sinfín de delitos.

Cuatro hombres, cuatro historias

Cristian Valiente de 41 años, extrabajador de un supermercado chino y oriundo de la Provincia de Buenos Aires, arribó a la plaza para el momento de la desconcentración, durante la tarde, de manera individual. Minutos después fue uno de los 33 detenidos por la Policía Federal y de la Ciudad. Es acusado por los delitos de intimidación pública en concurso ideal con atentado a la autoridad. Según la versión policial, al momento de la detención fue encontrado con una granada de gas lacrimógeno en su mochila. Según la versión de Valiente, un aerosol de gas pimienta vencido en 2022 con inscripciones del Ministerio de Seguridad, que encontró minutos antes de su arresto y que guardó para mostrar luego debido a la caducidad del mismo.

Roberto María de la Cruz Gómez también es acusado por los delitos de intimidación pública en concurso ideal con atentado a la autoridad. Fue detenido por efectivos de la Ciudad a varias cuadras de la Plaza Congreso, sobre la Avenida de Mayo y Sáenz Peña. Manifestó, en su declaración, haber sido golpeado al momento de la detención.

Facundo Ezequiel Gómez vende café en Plaza Serrano junto con su hermana. Esa tarde del 12 de junio se acercó al Congreso, como muchos otros, para manifestarse contra la Ley Bases. Lo hizo por su cuenta, sin la compañía de amigos u organizaciones. Fue detenido alrededor de las 19:30 en Entre Ríos y Rivadavia, frente al Congreso, al lado de una valla policial, mientras hablaba por celular con su madre. 

En principio, fue arrestado por averiguación de antecedentes. Luego, según el testimonio de un policía, por saltar el vallado policial, de dos metros de alto, que se encontraba a su lado al momento de la detención. Según su declaración en la causa, un testigo observó toda la situación e intentó frenar el arresto explicando la situación. No hubo caso, era un policía contra dos manifestantes. En ese momento, cuatro uniformados se arrojaron sobre él y lo detuvieron. Su mamá, con problemas de salud, al otro lado del teléfono, fue testigo del suceso. Actualmente se lo acusa, entre otras cosas, de incitar los disturbios y se lo señala como uno de los que arrojó piedras a la policía. Mientras tanto, aguarda su libertad en una cárcel común de Ezeiza.

David Oscar Sica, de 33 años, se encontraba en situación de calle al momento del arresto. Según su propio testimonio, no estaba participando de la manifestación, se dirigía a la iglesia San Expedito, a dos cuadras del Congreso.

David Oscar Sica, de 33 años, se encontraba en situación de calle al momento del arresto. Según su propio testimonio, no estaba participando de la manifestación, se dirigía a la iglesia San Expedito, a dos cuadras del Congreso. Según su testimonio, iba a allí en busca de ropa y comida. No llegó a su destino, ya que fue interceptado por fuerzas policiales que le arrojaron gas pimienta y lo arrestaron por una supuesta patada a una mujer policía. Otra vez, la versión de los uniformados, sin más pruebas que sus palabras, contra la versión de civiles. Está acusado de atentado a la autoridad y es investigado, a pedido de la jueza María Romilda Servini, por incitación a la violencia colectiva.

La única mujer detenida

Patricia Daniela Calarco Arredondo es la única mujer que aún continúa detenida. Es lesbiana, militante social, LGBT y feminista, luchadora ambiental, referente del Movimiento Teresa Rodríguez y trabajadora despedida del exministerio de Desarrollo Social. Trabajó allí desde el 2019 hasta marzo de este año. Tenía más de un motivo para rechazar la Ley Bases y manifestarse en contra. Así lo hizo, junto con su compañera Emilia, militante también. 

Fue arrestada a la salida de un local de comida rápida. «La detuvieron cuando ya estábamos desconcentrando, a varias cuadras del Congreso. Fue un plan de cacería, lleno de motos que se tiraban encima de la gente, gases y balas de goma», afirmó Emilia Manazza, compañera de Daniela, a ANCCOM.

Se la acusa de intimidación pública, como al resto de los detenidos, pero también por daño agravado de un bien público, más precisamente las bicicletas de la Ciudad. «Hubo varias irregularidades. Primero, a Daniela la detuvo un personal de civil, sin identificación ni voz de alto. Entonces, ¿de qué resistencia a la autoridad hablan?», contó Emilia. Y agregó: «Además, a ella la detuvo un policía masculino. Segunda irregularidad. El personal femenino se demoró entre 30 y 40 minutos».

Criminalización de la protesta

 Mientras tanto, La Red Federal por la Defensa de los Derechos Humanos y la Democracia, junto con otros organismos y otras personalidades, se presentaron como amicus curiae en la causa. Cuestionan la criminalización de la protesta social impulsada por el gobierno nacional y exigen la inmediata liberación de todos los detenidos. “Este Gobierno quiere criminalizar la protesta, pero darle una vuelta de tuerca a nivel represivo”, sostuvo ante ANCCOM Daniel Vázquez, abogado de Frente de Abogadxs por los Derechos Humanos y el Socialismo (Fadhus) y defensor de Calarco Arredondo.

 Al mismo tiempo, organizaciones comenzaron a llevar a cabo una serie de colectas para recolectar alimentos, abrigo y dinero, tanto para las personas que aún continúan en prisión como los que ya están fuera y siguen a la espera del cierre de la causa. “Mucha gente piensa que todo terminó cuando se liberó a la gente, pero no es así. La causa sigue para los 33 detenidos ya que Stornelli apeló la falta de mérito de todos y todas”, aclaró Vázquez. Y agregó: “Lo más importante es la organización y la solidaridad”.

 Silvia Oliva, mamá de Camila Juarez Oliva, una de las personas liberadas, convocó este próximo martes 2 de julio a las 18 en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) a una nueva reunión para exigir la liberación de quienes aún continúan presos y debatir sobre cómo seguir de ahora en más. “La idea es continuar con la coordinación y fortalecer la unidad que logramos”, imploró en su pedido.