Samanta Alonso prefiere hablar de gordoodio y no de gordofobia. “Decir que es una fobia es patologizarlo”, explica.
Desde que se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio comenzó una nueva normalidad limitada al interior del hogar. Esto hizo que tome fuerza la idea de que otra pandemia está al acecho: la obesidad. Así lo evidencian los memes que inundaron las redes sociales anunciando que de la cuarentena “vamos a salir rodando”.
Jesica Lavia, nutricionista y coautora del libro Pese lo que pese, explica: “A mí me molesta mucho cuando se habla de obesidad como pandemia porque la obesidad no es una enfermedad contagiosa, así que es imposible que sea una pandemia”. Lavia plantea que la obesidad no es una enfermedad “sino que es un factor de riesgo para otras enfermedades”. Y remarca: “Es importante correr el foco puesto en el peso. Tenemos tanto el ojo puesto en el peso que nos olvidamos de todo lo demás. Lo único de lo que hablamos es de hacer dietas para adelgazar y no para tener una alimentación saludable. Me interesa hablar de una alimentación saludable más allá del tamaño de nuestros cuerpos, porque una alimentación saludable en la diversidad corporal es posible”.
Para Lux Moreno, profesora en Filosofía y activista gorda, es interesante que en una situación de emergencia sanitaria aparezca como una preocupación central la posibilidad de engordar. “Lo que pasó con el aislamiento fue un refuerzo de las normas sociales sobre los cuerpos que implican que no sólo tenés que cumplir con la cuarentena, sino que también tenés que cuidar tu cuerpo y no subir de peso. Porque lo primero que te puede llegar a pasar es subir de peso. Entonces, ¿por qué le tenemos más miedo a engordar? El miedo a engordar tiene que ver con ser visible socialmente, con el éxito social. Y un cuerpo fuera de la norma es un cuerpo que no es productivo ni cumple con las expectativas de mercado”, afirma Moreno.
“No solo hay que cumplir con la cuarentena, sino que hay no subir de peso en ella», dice Moreno.
El miedo a engordar se conoce con el nombre de gordofobia. Aunque la Real Academia Española no reconozca el término, se lo entiende como el rechazo hacia las personas que no tienen un cuerpo hegemónico. Sin embargo, desde el activismo gordo prefieren hablar de gordoodio. “Decir que es una fobia es una manera de patologizarlo”, explica Samanta Alonso, activista gorda y directora de la agencia de modelos de talles grandes Plus Dolls. “La discriminación y las violencias que se ejercen tienen que ver con una construcción social de lo que implica ser gordo o gorda en un mundo pensado solamente para personas flacas. Se asocia la gordura con algo negativo y con una persona enferma, quedada, que no es atractiva. Y llevar todo eso a un contexto de cuarentena, trae esta cuestión de ‘si no podemos hacer nada, comemos. Y si comemos vamos a terminar gordos’. Eso habla del vínculo que tenemos con la comida, hay mucha gente que le tiene miedo. ¿Cómo hay gente que no pueda disfrutar de tomar mates con medialunas?”, se pregunta Alonso.
Lo que hizo la cuarentena fue poner en relieve problemáticas sociales ya existentes. “Aumentó la intensidad de la discriminación -indica Alonso-. Quedó en claro que el miedo a la gordura es real, no queremos ser gordos. Y haríamos cualquier cosa por no serlo”. Desde la ONG Anybody, una de las impulsoras de la Ley Nacional de Talles, advierten que los cuerpos que no encajan con los estándares de belleza son cuerpos en peligro de extinción. Por eso, plantean la necesidad de visibilizar la diversidad corporal. “No tenemos por qué normalizar nuestros cuerpos en pos de alimentar una industria que se llena de dinero con nuestras inseguridades y que trae problemas alimenticios en muchas personas, sobre todo en la adolescencia. Cada vez son más jóvenes las personas que registran que su cuerpo no está bien, que no es el deseado”, expresa Mercedes Estruch, integrante de Anybody. Argentina es el segundo país en el mundo con mayor cantidad de casos de trastornos de la conducta alimentaria, según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA).
«Muchos hablan en nombre de la salud, pero en verdad no les importa. Porque la salud también es mental», dice Alonso.
Frente a la viralización de discursos discriminatorios durante la pandemia, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) ha publicado un informe sobre gordofobia, en el que se invita a reflexionar sobre “los resultados violentos y excluyentes que generan los discursos gordofóbicos”. También, se indica que la obesidad y el sobrepeso se ubican en el segundo lugar dentro de los tipos de discriminación más mencionados. Sin embargo, la discriminación por el aspecto físico suele ser minimizada. Alonso explica que muchas veces se tilda a los activistas de exagerados: “Nos dicen que ya no se puede hacer chistes con nada, pero cuando un chiste hace daño deja de ser un chiste”. En línea con esto, Moreno plantea que “los memes gordofóbicos son replicantes culturales. Esto quiere decir que de forma masiva expanden sistemas discursivos gordofóbicos. Con los memes expandemos situaciones de violencia y la reproducción de esa violencia es sostenida como algo que está bien. Burlarse de una corporalidad específica tiene que ver con señalar que esa corporalidad no es normal, y no sólo que no es normal, sino que no es deseada. Eso permite el gordoodio, la violencia sobre los cuerpos diferentes”.
A su vez, la expansión de los memes tuvo su correlato con el aumento de la opinión sobre el cuerpo de los otros. “Hay un recrudecimiento de los dispositivos de vigilancia, de los policías de los cuerpos en las redes sociales- advierte Moreno-. Pero no nos ponemos a pensar sobre algunos privilegios, como el espacio físico para hacer ejercicios o el privilegio de la alimentación. No todo el mundo tiene acceso a los alimentos y eso lo vemos con el creciente trabajo en los barrios vulnerados con los operativos de bolsones de alimentos”.
“Los memes gordofóbicos son replicantes culturales», señala Lux Moreno.
Para ponerle un freno a la gordofobia, tanto Moreno como Alonso coinciden en que se puede empezar cambiando conductas en lo cotidiano, como dejar de naturalizar los memes. “Creemos que tenemos el derecho de opinar sobre el cuerpo de otra persona y la realidad es que no. Con la opinión uno puede hacer un daño. Muchos hablan en nombre de la salud, pero en verdad no les importa nuestra salud. Porque hablar de salud también es hablar de nuestra salud mental. Entonces, la opinión en el bolsillo”, concluye Alonso.
Si nos ceñimos al imaginario popular, el heavy metal es terreno de varones, de “machos”. Gran cantidad de artistas, bandas y productores, tanto nacionales como internacionales, se han encargado de fomentar esa imagen. Sin embargo, desde sus mismísimos orígenes, las mujeres estuvieron presentes. Y no solo como meras espectadoras o groupies, sino como reales hacedoras de la movida, como protagonistas directas de la historia del metal. Ahora bien ¿qué significa ser mujer música? Y, además: ¿Cómo es serlo en un género musical minoritario?
En el ámbito nacional, ya desde los años ’80 hubieron quienes se plantaron en bandas mixtas, como Mabel Díaz quien supo ser la bajista de Thor; o Graciela Folgueras, que constituyó la primera banda Argentina de metal con todas integrantes mujeres. Graciela fue creadora, guitarrista y voz de la banda Las Brujas, una agrupación con una tormentosa vida producto de sus continuos cambios de integrantes, lo cual demuestra que no solo a fines de los ’80 y principio de los ’90 era complicado encontrar compañeras músicas de metal, sino también mantener una formación estable. Al recordar esa época, Folgueras señala que, más allá de los continuos cambios, “los ensayos no eran tal como pretendíamos. Necesitábamos tiempo para crecer, afianzarnos y encontrar nuestro propio estilo e identidad.”
Sin embargo, las vicisitudes comunes a toda agrupación no eran las únicas que afectaban a Las Brujas. Como la misma cantante y guitarrista lo cuenta: “Todo era difícil y complicado en un ambiente machista y, más aún, tratándose de ese estilo musical”. Incluso, aún cuando ya estaban consolidadas como banda, con giras y material circulando, recuerda que “cada presentación era un desafío, un examen a rendir, ante un público machista que desde abajo nos miraba con extrañeza, intentando tal vez premeditadamente, abrir un juicio ni bien sonaban los primeros acordes. Una pifiada o algún error, como lo suelen cometer las bandas de hombres, no pasaba desapercibido.”
A pesar de todo, Las Brujas siguieron para adelante. La perseverancia las convertiría, con el paso de los años, en una banda de culto. Y aunque en 1992, luego de grabar “El habitante solitario”, hayan tomado la decisión de separarse definitivamente, aún hoy son respetadas y recordadas. Muchos años más tarde un productor de Portugal de nombre Fernando Roberto –dueño de la discográfica Metal Soldiers-, contactó a Graciela Folgueras para reeditar las canciones en un nuevo álbum llamado “La Reencarnación”. Además de eso, en la actualidad ella se encuentra componiendo y grabando para Brujaza, su disco solista.
Estos inicios dentro de la escena metalera no serían meros experimentos aislados, sino que constituirían un despegue para que, dentro de la movida, otras bandas se abrieran paso. A fines de 1993 surge otra agrupación argentina, también conformada íntegramente por mujeres, pero de características musicales muy diferentes: Sarkástica. Con influencias de los estilos thrash y death, la banda contaba con la novedad de que su vocalista y guitarrista, Brenda Cuesta, cantaba gutural. Este tipo de canto se produce cuando los sonidos graves y similares a gruñidos se hacen al crear una constricción detrás del velo del paladar. Cantar ‘podrido’ o ‘extremo’ implica, aún hoy, correrse de los estándares dentro del heavy metal, que asocia el rol de cantante femenina a lo lírico, a lo operístico.
Si bien no fue la primera en cantar este estilo, Silvina Harris es actualmente el ejemplo paradigmático de canto femenino gutural en Argentina. Supo ser la cantante de Betrayer y Climatic Terra. Hoy, vuelta a las tablas tiene, además de su banda tributo Doomsday, un proyecto personal próximo a salir. Harris es, sin dudas, una luchadora del metal. Pero no solo por su voz “podrida”, sino también por todo el trabajo que logró para la escena desde abajo del escenario. Fue manager y prensa de bandas de la talla de Azeroth o Lethal, y productora de eventos como el primer Tributo Argentino a Iron Maiden.
En lo que refiere a sus inicios como música, en 2004 y siendo bajista, tuvo la intención de conformar una banda de metal extremo femenina. Consiguió el resto de las chicas para tocar, menos a la vocalista, y así fue como se animó a asumir ese rol. Sin embargo, ese proyecto inicial quedó en la nada y empezó como cantante en Climatic Terra primero, sumándose a Betrayer tiempo después.
En lo que se refiere a la respuesta que tuvo en la música, Harris cuenta que “en general, tuve buena recepción. No solo cantando, sino siendo productora y manager también.” Pero enseguida hace la salvedad: “El estilo que yo hago es 99% machista… el metal extremo es para hombres. Por suerte a mí me fue muy bien, pero hay que reconocer que yo ya era una figura conocida dentro de la movida y eso me ayudó mucho.” La vocalista afirma que, en general, no sufrió faltas de respeto explícitas ‘por ser minita’, pero “sí sentís que te miran más. Es obvio. Aunque te digan que no va a haber prejuicio, siempre van a sacar el cuero cuando sale una mujer al escenario. Se van a fijar dónde le vas a pifiar, a buscar el error”. Harris defiende a muerte que si una mujer quiere hacer metal tiene que hacer las cosas muy bien. No hay otra opción.
Un punto importantísimo dentro del metal es la imagen, además de la música. Noelia Adamo, escritora integrante del G.I.H.M.A. (Grupo interdisciplinario de heavy metal argentino), afirma que las músicas metaleras están sometidas a un doble juicio: en primer término el estético, es decir, si se ciñen o no a los estándares de belleza imperantes en la sociedad. Luego, el musical, que refiere a sus dotes como artistas, a su desempeño con su instrumento. La autora insiste en que se ven como mujeres primero, y como intérpretes, después. A Harris esto no se le escapa: “Conozco bandas a las que, si la vocalista no se inscribe dentro de los cánones de belleza tradicionales, tiene rechazo. Automáticamente. Y no pasa lo mismo si es un hombre el que está al frente: un hombre con mal aspecto ‘es rock’. Pero si una mujer no es bonita, al toque le dicen que se tiene que bajar. Esa discriminación está. Aunque te digan que no, que es mentira, está.”
Si bien actualmente, en la movida metalera, las bandas con integrantes femeninas proliferan, el panorama está lejos de ser el ideal. El trío Furias, conformado por Gimena Zamorano en voz y bajo, Agustina Hidalgo en batería y Natalia Ré en guitarra, es parte de una nueva generación de agrupaciones que apuestan al talento, a ser reconocidas como músicas. Así lo dice Ré, la guitarrista: “Si bien queremos apoyar a las bandas de pibas que hay, entra en juego este doble debate de lo estético y del talento musical. En nuestro caso, armamos algo súper serio, no está hecho así nomás. Todo lo pensamos y realmente el trabajo que hacemos es conciencia. Individualmente, las tres nos perfeccionamos en nuestro instrumentos y, después, eso lo plasmamos en la banda.” Y sigue: “Tiene que ver con lo que vos querés proyectar como banda y cómo querés que te perciban. La idea es que nos escuches y no pienses en un género, sino que pienses en ‘estas tres personas’”.
Por su parte, la cantante y bajista Zamorano se corre del eje y pone la culpa de ese juicio puramente en el espectador: “Es un proceso de cada persona, como espectador, si se está fijando si sos mujer o no… Eso es totalmente indistinto al arte que estamos haciendo en el escenario. Y si una persona va a juzgar eso, porque es parte de lo que es social y culturalmente, bueno, no está bajo nuestro control. Nosotras solamente hacemos lo que tenemos ganas de hacer, lo que nos gusta, y lo hacemos de la mejor manera posible.”
La banda Furias saca su nombre de las divinidades griegas que custodian las puertas del infierno. Pero es un nombre que, además, resulta pertinente a la coyuntura actual donde los debates sobre problemáticas sociales y de género no son ajenos a los artistas. Si bien se formaron en 2012, fueron sufriendo algunos cambios hasta el 2015, cuando se cristalizan en el trío como el que actualmente tocan. Es en ese año cuando logran grabar su primer demo, de tres canciones.
Las integrantes de Furias contestan que es normal encontrarse con frases como “por ser mujer tocás bien”, o “las van a ver solo por ser mujeres”. Dicen que todavía hay gente a la que le falta ‘laburo’, ‘deconstruirse’, que todavía ‘bardean solo porque somos minas’. Pero entienden que, como sociedad, estamos camino a naturalizar todo. Estos últimos años se empezaron a sumar un montón de mujeres a la movida de la música metal. A estar más en circulación, no solo artísticamente, sino entre ellas, a estar más comunicadas a apoyarse mutuamente para construir, para perfeccionar la escena. Es menester, en este caso, usar una frase trillada al infinito, pero pertinente al fin: todas y cada una de estas movidas van conformando ‘un paso más en la batalla.