Sep 29, 2019 | Comunidad, Géneros, Novedades

Pañuelos verdes de la Campaña por el Aborto Legal se mezclaron con los barbijos que resisten el cambio climático.
Dos movilizaciones se unieron el viernes último en tiempo y espacio con un mismo deseo: justicia social. Las agrupaciones Fridays for Future, Jóvenes por el Clima y Alianza por el clima, convocaron a la Tercera Movilización Mundial por la Crisis Climática. Le pidieron al Estado nacional medidas concretas y exigieron cambios estructurales: “Los discursos vacíos ya no alcanzan, hay que llevar a cabo acciones”, subrayaron. Al unísono, en la misma plaza, la Campaña Aborto Legal organizó un grito global en el marco del “Día por la Despenalización y Legalización del Aborto en América Latina y el Caribe”. Hubo talleres, charlas y actividades como fútbol, boxeo y tango.
Los asistentes se reunieron a las 15 en Plaza de Mayo y, a alrededor de las 16, marcharon hacia el Congreso Nacional por Avenida de Mayo. La mayoría eran adolescentes, jóvenes y organizaciones ambientalistas. Pero también había niños y adultos. Mientras caminaban, cantaban consignas tales como “Justicia Climática, YA”, “El pueblo, consciente, defienda el medio ambiente”, “Fuera el opresismo, fuera la opresión, queremos un sistema de conciencia e inclusión”. Muchos de los carteles que sostenían, tenían mensajes que hacían referencia a los perjuicios de la ganadería para el medio ambiente: “Go vegan”, “El futuro es vegano”, “Ganadería es cambio climático”, “Cambiá tu dieta”, “¿Si comés carne que hacés acá?”, entre otras. De hecho, cuando llegaron al Congreso, se toparon con puestos de venta de choripán y cantaron: “Carne es muerte”.
Pasadas las 17, comenzó el acto con la presentación del periodista ambiental Cruz Ruax: “Sabemos que la crisis climática y ecológica nos atraviesa a todos, pero no a todos por igual. Como toda crisis social los sectores históricamente marginados y discriminados son los más perjudicados. Sabemos que no es lo mismo hablar de ecologismo en Europa o en Norteamérica que en América Latina”.

“Hace 30 años les investigadores comenzamos a alertar sobre el calentamiento global», denunció Bera, del Conicet.
Luego, procedió a leer las reivindicaciones de la movilización: elevar aún más la ambición de los tratados internacionales firmados como la Convención Marco y el Acuerdo de París; realizar un cambio profundo en el sistema de producción de alimentos; el cumplimiento de la Ley 26160 para evitar los desalojos de los territorios indígenas y la tala indiscriminada.
También, se pidió que comunicadores y gobernadores reconozcan que Vaca Muerta no es el futuro. Se rechazó el decreto 591/2019 que elimina el requisito de certificación de inocuidad, flexibilizando el ingreso de residuos tóxicos al país. Los oradores pidieron penalizar a las industrias contaminantes, promover la educación ambiental integral en todos los espacios educativos y garantizar la protección de zonas estratégicas de agua y otros recursos naturales, entre otros reclamos.
La primera en subir al escenario fue Carolina Bera, investigadora de cambio climático de El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad de Buenos Aires (UBA): “Hace más de 30 años les investigadores comenzamos a alertar y a proporcionar evidencias de que el calentamiento global y sus impactos iban a ocurrir y que había que hacer algo. Fue en el 1988 cuando la ONU nos escuchó y estableció el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, del cual formo parte”.
A su vez, contó que durante los años 2017 y 2018 elaboraron un reporte especial en el que dieron mensajes contundentes a los gobiernos para enfrentar el cambio climático. Pero no recibieron ni la atención ni la respuesta esperada por parte de los jefes de Estados. “Sin embargo, hoy en un mundo de un grado de calentamiento global llegan ustedes, les jóvenes de todo el mundo, reclamando la solución. Es algo que la sociedad y los gobiernos no pueden dejar de prestar atención”, sostuvo Bera.
Además, explicó que el problema del cambio climático no es ni físico ni tecnológico, sino que es social, se vincula a “cómo en nuestras sociedades se desarrolla el consumo”.

Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, encabezó la columna ambientalista.
Luego, en representación de los pueblos indígenas de la región NOA, subió al escenario Walter Barraza, del Consejo de la Nación Tonocoté Yutki de Santiago del Estero. y Néstor Jerez, cacique del pueblo jujeño Ocloya de Tilquiza. “La Madre Tierra no se negocia, los recursos naturales no son un negocio. Nos van a sacar con los pies para adelante de los territorios”, gritó el santiagueño.
Jerez explicó que con políticas en nombre del desarrollo y del progreso, el poder político y económico está destruyendo el planeta y está poniendo en riesgo la vida de las futuras generaciones. “Por eso decimos basta de violencia, basta de genocidios a los pueblos originarios, basta a los poderes y a los gobernantes de turno”, reclamó. Agregó que considera importante tomar conciencia y escuchar a los pueblos originarios que hace décadas vienen transmitiendo este mensaje. “Hoy, los científicos están reconociendo que teníamos razón cuando decíamos que se estaba dañando nuestra Madre Tierra”, concluyó.
Los representantes de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR) contaron, a su vez, que hace tres años vienen batallando por una Ley de Envases, importante no solo para su sector, sino para que no existan más basurales a cielo abierto, de los cuales nadie se hace cargo. “En esta patria debe haber un servicio de reciclado con inclusión social que pertenezca absolutamente a todos, estamos rotundamente en contra del decreto para importar residuos que firmó el presidente Mauricio Macri y no vamos a permitir ser el basurero del mundo”.

Jackie Flores, referente de la CTEP y Promotora Ambiental.
Casi al mismo tiempo y cuando ya caía el sol, frente al Congreso, sonaba la batucada de mujeres Talleres Batuka y varias chicas jugaban al fútbol, boxeaban y bailaban tango en la calle. Mientras tanto, en dos gazebos se daban talleres llamados “Legalización y formación: educación y pedagogía feministas en torno al derecho al aborto”, o “Legalización, periodismo y comunicación feminista: abortando la neutralidad”. Sobre el escenario, ubicado en la calle Entre Ríos varias organizaciones hablaron sobre sus proyectos.
Josefina, estudiante de obstetricia, habló en representación de la Cátedra del Aborto como problema público de las Facultades de Ciencias Médicas y Farmacia y Bioquímica de la UBA. “En la Facultad no se habla de estos temas, y cuando se habla se hace desde una perspectiva espantosa, así que tomamos la batuta de lo que la academia no nos enseña y nos organizamos nosotres para aprender”, contó.
Las integrantes de Socorristas en Red, subieron al escenario luciendo pelucas rosas y enunciaron: “Somos activistas feministas que armamos socorros rosas. Nos articulamos para pasar información y acompañar a mujeres y otras personas con capacidad de gestar que deciden abortar, para que lo hagan de manera segura, para que atraviesen esa decisión acompañadas y cuidadas”.
Comunicaron que entre 2014 y 2018 acompañaron a 19.361 personas en su decisión de abortar. Dijeron que el aborto insiste y está en la vida cotidiana: “En 2018 irrumpió en las calles, se instaló, llegó a la mesa familiar, transitó por todos los medios de comunicación y vino para quedarse”. Por último, dijeron que es muy cruel lo ocurrido en agosto de 2018 porque el Senado está al tanto de lo que sucede. “Lo escuchó innumerables veces de sectores que aportamos estadísticas, experiencias y relatos. Pero no les importó, votó con su pasión conservadora, fundamentalista, y criminilizadora.
A las 19.30, todos los asistentes se reunieron frente al escenario y se hizo un pañuelazo al grito de Que sea Legal, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.
Sep 26, 2019 | Culturas, Novedades

Karambenor nació para dar a conocer la cultura senegalesa en el país y generar recursos para la ayuda solidaria.
Un grupo de jóvenes lleva bandejas de un lado a otro mientras empiezan a llegar los invitados, la cocina del Club Eslovaco es pequeña, pero hacen falta muchas manos para llevar adelante un almuerzo para cerca de 100 personas. Cada vez que alguien entra a la cocina deja escapar por la puerta un aroma que hace que la mayor parte de invitados se empiece a concentrar cerca de la comida. Ibrahima es uno de ellos. Tiene 28 años, estudia Programación y trabaja en una panadería. Hace dos años llegó a Buenos Aires, es la primera vez que asiste a un almuerzo organizado por Karambenor. “Me siento bien, como en familia, además es una gran oportunidad para volver a comer comida de mi país”, cuenta.
Karambenor Argentina nació en 2012 del interés de un grupo de mujeres senegalesas en dar a conocer su cultura y, a la veza como una forma de ayudar a la comunidad tanto en Argentina como en Senegal. Karambenor significa ayuda mutua en diola, uno de los idiomas principales del país. Seynabou Sane, la principal referente llegó al país en el 2000. Explica que la idea nació mucho antes, pero por la cantidad reducida de compatriotas la concreción de Karambenor tuvo que esperar al menos una década. “Recién entonces logramos reunirnos unas 10, hasta llegar a las 15 que somos ahora ”, señala.
Las senegalesas agrupadas en Karambenor son de la región del río Casamance, al sur de su país. Esta zona limita al norte con Gambia y al sur con Guinea Bissau. La vegetación de la parte sur del país y un río de cuatro kilómetros de ancho que la recorre, mantiene al paisaje de un color verde intenso, que no se encuentra en el norte, donde está ubicada la capital, Dakar.

Con mucha simpatía, las senegalesas ofrecen comidas regionales y muestran su vestimenta y música típica .
“Cuando viene un senegalés de Casamance a Buenos Aires, lo primero que hace es ver dónde están los de su región, así es como nos conocemos”. Seynabou cuenta que Karambenor tiene entre sus objetivos principales la integración en la Argentina, dar a conocer la cultura de Casamance y también encontrar formas de ayudarse mutuamente. “Cuando llegás a un país extranjero, donde estás solo porque tu familia está lejos, donde no tenés muchos recursos, necesitás apoyo. Entonces Karambenor es una asociación de apoyo económico y también espiritual”, dice.
Lo recaudado en los almuerzos se destina a un fondo de ayuda mutua. “Cuando alguno necesita un crédito pequeño que tal vez el banco no te resuelve, lo otorgamos de ese fondo y el compañero o compañera lo va pagando cómo puede”, agrega. En otros casos, la solidaridad llega hasta Senegal: “No es mucho lo que podemos mandar, pero siempre que podemos lo hacemos”, añade Seynabou.
En la actualidad, la situación de los recién llegados al país es complicada. “La mayoría trabaja en comercio, sobre todo venta callejera, alguno tendrá su local, pero en general es venta callejera y la situación está difícil. Si ya lo es para los argentinos, para nosotros no va a ser menor, pero igual tenemos que ir a trabajar para salir adelante”.

Lo recaudado en cada Karambenor se destina a créditos solidarios otorgados a los miembros de la comunidad. También se envía una parte a Senegal.
En la entrada del salón principal hay un grupo de adolescentes que además de recibir a los invitados están atentas a los pedidos que puedan surgir de la cocina. Se conocieron en las reuniones mensuales que organizaban sus madres agrupadas en Karambenor. Desde hace un par de años han asumido un rol más activo en la agrupación. Se hacen llamar las mini Karambenor; Adamaa (20) Cristina (17), Aissatou (16), Rokhaya (13). “Nos empezamos a conocer en las reuniones, nuestras madres nos llevaban y ahí nos hicimos amigas, nos divertimos mucho cuando nos encontramos”, cuenta Aissatou. Adamaa la interrumpe suavemente con un reclamo amistoso dice: “Ah, pero en realidad nos tendríamos que juntar más seguido”. Las amigas se ríen y reconocen que, como a todo grupo de amigas, a veces dejan pasar el tiempo sin verse.
En el patio, dos amigos esperan que empiece el almuerzo, Ibrahima tiene 19 años y Omar 18, los dos están cursando el secundario y sus madres también participan en Karambenor. “Me gusta porque hay comida, baile, creo que hasta un desfile de moda”, cuenta Ibrahima y rápidamente aclara que él no participará como modelo. Amadou, de 55 años, entra al salón principal y un grupo de las mini Karambenor se le acercan corriendo mientras le piden: “Tío, tío, comprate un número para la rifa, van a sortear telas y un juego de aros para que le regalés a la tía”. “Estas reuniones hacen que me sienta en África, todos me dicen tío”, bromea él, que llegó a la Argentina en la década de 1990, cuando no había muchas personas de Senegal en el país, y actividades como las de Karambenor no existían. Amadou es miembro de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina y trabaja en una fábrica de papel. El movimiento de comida saliendo de la cocina le recordó que debía ir a buscar un asiento para almorzar con Karina, su pareja de origen argentino con quien formó una familia.
Karambenores y mini Karambenores empiezan a participar en la distribución de platos. Angelina, de 41 años, está en la entidad desde su inicio, aunque ella es de Guinea Bissau. En su mano lleva uno de los platos más representativos de la cocina de Casamance: chebu jen (carne estofada con zanahoria, morrón, repollo y berenjena acompañada de arroz). Explica que hay dos opciones más: cous cous con carne en salsa de maní y la opción vegetariana: arroz con porotos y vegetales. “Cuando hacemos esta comida nos sentimos como si estuviéramos allá, tratamos de hacer esta actividad cada año, con mucho esfuerzo hemos logrado organizar hasta dos almuerzos anuales.

«Las mujeres tienen más facilidad para hacer comunidad y transmitir los valores”, considera Ousmane.
La comida va llegando a su destino. Ousmane, de 31 años, reparte los distintos platos entre los invitados, la mayoría ya espera sentado a que llegue alguna de las tres delicias de la cocina de Senegal del sur. El joven arribó a la Argentina hace diez años y cuenta que antes de Karambenor no había una agrupación que organizara estas actividades. “Creo que las mujeres tienen más facilidad para hacer comunidad y transmitir los valores, así como para ayudarnos entre nosotros”, considera.
A medida que los platos se vacían, avanzan las actividades preparadas por Karambenor. El percusionista Abdoulaye Badian da inicio a la música en vivo, lo acompañan dos argentinos que fueron alumnos suyos en alguna de las dos escuelas de percusión que fundó Badian en Buenos Aires. El ritmo de los tambores se intensifica. Badian explica que lo que hay es un diálogo entre tambores, una suerte de conversación familiar. El ritmo se replica en los pies de los invitados, que empiezan a moverse con agilidad debajo de las mesas. Algunos se paran y empiezan a bailar. Un aroma a café y clavo de olor viene de la cocina y llega hasta las mesas acompañado de beñé (similar a un buñuelo). De pronto, las Karambenor y mini Karambenor entran al salón, esta vez vestidas con los atuendos tradicionales de Casamance. Las mujeres forman una fila que baila hasta llegar al frente, donde las esperan los tres percusionistas que bajan del escenario para acompañar de cerca los círculos de baile o sabar. Una vez que termina la danza, las mujeres vuelven a formar la fila, siguiendo el ritmo de los tambores que van detrás de ellas e invitando a todos unirse, el baile finaliza -o recomienza- en la vereda de la calle José Mármol, en el porteño barrio de Boedo, a miles de kilómetros donde nació, en el sur de Senegal.

Sep 25, 2019 | Comunidad, Novedades

Los jóvenes ecologistas lograron en julio pasado que se declare la emergencia climática en el país.
Las agrupaciones Alianza por el Clima, Jóvenes por el Clima y Fridays for Future convocan para el próximo 27 de septiembre a la tercera Movilización Mundial Por la Crisis Climática en la ciudad de Buenos Aires. La marcha que podría haber pasado desapercibida, estará en la agenda de los medios luego de que Greta Thunberg, se convirtiera en la gran protagonista del primer encuentro de jóvenes sobre el cambio climático que organizan las Naciones Unidas en Nueva York. El sábado la joven sueca fue ovacionada por su discurso sobre la emergencia del cambio climático, le apuntó a la clase dirigente, acusó a la Argentina de contaminar el mundo y aseguró que los jóvenes son los que van a sufrir las consecuencias.
Las organizaciones que luchan por el activismo climático en Argentina lograron en julio de este año que se declare la emergencia climática y ecológica en el país. Y uno de sus representantes, Bruno Rodríguez, estudiante de Ciencia Política de 19 años, fue ovacionado esta semana en la ONU por su discurso en defensa del ecosistema.
La convocatoria del próximo viernes espera intervenciones artísticas, musicales, degustación vegana, y un acto oficial con oradores de los pueblos originarios, la comunidad científica, trabajadores y estudiantes. En las últimas horas, se informó que confluirán con el colectivo de la Campaña Nacional por el Derecho Al Aborto Legal, Seguro y Gratuito ya que “ambos reclaman por los derechos humanos y los convoca el mismo deseo de justicia social.”
Los activistas de Fridays For Future, un movimiento internacional principalmente estudiantil que todos los viernes se manifiesta para denunciar el calentamiento global y el cambio climático, protestaron el viernes último en Buenos Aires en contra del decreto 591/19. La norma flexibiliza el ingreso de residuos sin control de toxicidad de origen a la república Argentina. Con barbijos verdes que llevaban la sigla S.O.S, sostenían carteles con consignas como “No hay planeta B” o “Justicia climática”. Al lado de ellos, un grupo de niños de entre 7 y 16 años de la Organización Ambiental de Jóvenes repetía una y otra vez el mismo cántico: “¿Qué queremos? Cambio sistemático, no climático / ¿Cuándo lo queremos?”. Beatriz, de 11 años, fundadora de la agrupación, explicó: “Empecé hace unos meses porque mi abuela me regaló un libro sobre lo que está pasando en el planeta y me hizo pensar en lo que puede pasar en el futuro”.
Todos estos activistas forman parte de los millones de jóvenes que fueron inspirados por Thunberg. El año pasado, la adolescente sueca comenzó a faltar cada viernes a la escuela para manifestarse por la crisis ambiental. De esa manera, fundó Fridays for Future.

Fridays For Future es un movimiento internacional estudiantil que todos los viernes se manifiesta para denunciar el calentamiento global y el cambio climático.
Marcos Wagner, con 24 años, es uno de los integrantes más grandes de Fridays for Future Buenos Aires, ya que el promedio de edad de los activistas es de 18. En conversación con ANCCOM, contó que siempre fue consciente del impacto de la basura, “sobre cuánto contamina el plástico y cuánto tarda en degradarse”. Explica que en Fridays for Future no tienen líderes ni jerarquías. Dado que es una organización horizontal, cualquiera puede participar en las comisione tanto de Comunicación como de Planificación y Logística. “Lo único que pedimos es cierto compromiso con todo el movimiento siempre que haya tareas”, afirma.
Sostiene que su principal reclamo es que se diga la verdad sobre la cuestión ambiental, “que el Estado reconozca y que actúe acorde a la crisis climática que ya está entre nosotros”. Entre otras cuestiones, buscan que se eliminen los plásticos de un solo uso, que se fomente una alimentación basada en plantas y que se promueva la conciencia ambiental.
Cuenta que se movilizan donde creen que pueden lograr un mayor impacto. “Fuimos a las Embajadas de Brasil y Bolivia en Buenos Aires por lo que sucedió en el Amazonas y estuvimos en la pasada Exposición Rural de la ciudad. No es bueno que, a esta altura, se fomenten este tipo de eventos, con toda la deforestación que causa la ganadería”, afirmó.

Los militantes ambientalistas tienen como referente a la adolescente sueca Greta Thunberg.
Para Wagner, el problema ambiental más urgente del país es la emisión de gases de efecto invernadero que provoca justamente la industria ganadera. Por otro lado, sostiene que para ellos, el hecho de que se esté invirtiendo en Vaca Muerta es muy doloroso. “Queremos exigir y fomentar una mayor generación de energías renovables”, reclama.
Con una sonrisa expandida cuenta que la semana pasada tuvieron una videollamada con la tía de Greta, para conversar de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) que se llevará a cabo en diciembre en Chile. Agrega que también se contactaron con varios países de Latinoamérica. “Siempre estamos dialogando, compartiendo ideas, cánticos, carteles. Con la situación del Amazonas decidimos cuáles eran nuestras principales exigencias para mostrar una unión en América Latina, ya que acá la lucha siempre toma un sentido distinto al europeo”, detalla.
Con respecto a los logros, sostiene que llegaron a muchas personas y conversaron con gente que influye en posibles medidas. También, lograron una buena unión a nivel global. Sin embargo, cree que la mayor victoria es “estar en la agenda de los políticos”.

Marcos Wagner, con 24 años, es uno de los integrantes más grandes de Fridays for Future Buenos Aires.
Wagner cuenta que tanto este gobierno como otros han tomado medidas, pero no son suficientes. Además, denuncia que hay leyes que no se cumplen, como por ejemplo, la de protección de bosques. “Se atajan con lo de los tachos de basura pero el reciclado no alcanza. Es útil pero hoy lo que hay que fomentar es la eliminación de plásticos de un solo uso”, expuso.
Con respecto a la actitud de los profesores de las escuelas frente al activismo, Marcos sostiene que hay algunos que se interesan y preguntan, y otros que la cuestión no les incumbe. “Estamos convocando a la huelga estudiantil. Amnistía Internacional emitió un comunicado a las instituciones educativas para pedirles que permitan a los estudiantes asistir a la marcha y que tengan la falta justificada porque reconocen que este es un problema serio”, sentenció.
Con respecto a las expectativas para el próximo viernes, guarda emoción al respecto, ya que estuvieron trabajando arduamente con otras organizaciones. “La convocatoria va a ser muy buena”, concluyó.
Otra de las organizaciones que impulsa la movilización del 27 es Jóvenes por el Clima, una agrupación que nació entre amigos. “Vimos el impacto que Greta Thunberg estaba teniendo en Europa y nos sorprendió que no haya ningún movimiento argentino que luche por el planeta, así que nosotros nos organizamos y lo creamos”, sostiene una de las integrantes, Sofía Bianchimano.
La cuestión del cuidado del medio ambiente estuvo presente durante toda la vida de esta activista de 16 años. “Es algo que aprendí mirando a mi alrededor y entendiendo que todos nuestros recursos son finitos”, contó.
Reveló que, desde Jóvenes por El Clima, buscan que la clase política tome medidas concretas en torno a la crisis climática, “porque es únicamente desde el cambio estructural que podemos frenar esta crisis”.
Además, dijo que es un movimiento es a partidario y presiona a todos los funcionarios públicos por igual. “Vemos lo que está pasando actualmente y la verdad que preocupa que ocurran cosas como el decreto de la basura de Mauricio Macri, que está ignorando por completo lo que pasó hace dos meses en el Senado con la declaración del Estado de emergencia”, sentenció.
Bianchimano explicó que ya presentaron tres iniciativas parlamentarias: la declaración de Estado de Emergencia Climática, Ecológica y Ambiental y dos proyectos de ley: uno sobre la Declaración del Estado de Emergencia Climática, Ecológica y Ambiental, y la creación de una comisión conformada por diferentes sectores de la sociedad civil y la comunidad científica para la producción de políticas públicas efectivas en cuanto al cambio climático. Y, por otro lado, un segundo proyecto de ley que propone plazos para llegar al 2050 utilizando 100% energías renovables.

Con respecto a cómo los reciben los políticos, sostiene que hay de todo: “Algunos nos reciben muy bien, y otros no nos dan bola, porque la verdad es que hay muchos que son financiados por grandes petroleras, entonces es lógico que no escuchen a alguien que les dice que lo que están haciendo está mal, está arruinando al planeta, y les está sacando el pan de la boca a las próximas generaciones”.
En relación la movilización del 27, sostuvo que esperan que haya más gente que en las primeras, porque la gravedad de los incendios del Amazonas hizo que la cuestión climática interpelara a muchas personas que quizá no se habían preocupado por el tema. “A las personas que no militan les diría que la militancia funciona. Los espero a todos y a todas en las calles este viernes para poder luchar en contra de los Estados que ignoran la crisis climática, porque es un asunto de derecho humanos”, concluyó.
Sep 25, 2019 | Comunidad, Novedades

“Lo que es muy habitual en la actualidad es el autodiagnóstico”, señala Appiani.
Las patologías mentales siempre han existido, pero sin embargo no siempre hubo el acceso a la información –y a los diagnósticos– que se tienen hoy en día. En los últimos años, este tipo de padecimiento ha comenzado a ser más difundido, a la vez que se han incrementado. Las nuevas tecnologías y la velocidad a la que avanzan, han significado una creciente aceleración del ritmo de vida de las personas. ¿Consecuencias de este fenómeno? Excesos de medicación psiquiátrica, un tema poco explorado.
Estamos inmersos en una sociedad en la que los mandatos sociales, la competencia y la obsesión por la inmediatez, tiene como consecuencia la aparición de padecimientos mentales como el estrés, la ansiedad o la fobia social. Damián Martínes, médico psiquiatra y parte del staff del Programa Andrés, sostiene que “la hiperconectividad, la autoexigencia, el ritmo de vida apresurado y la baja tolerancia a la frustración son factores que inciden en el incremento de estas patologías”.
Existen las patologías de carácter endógeno, como la bipolaridad o la psicosis, y las patologías externas, como los trastornos adaptativos, que se relacionan con el estrés. “El estilo de vida hace que este último tipo de patologías se incrementen”, agrega Martínes. El psiquiatra Francisco Appiani, a cargo de la unidad neurofarmacológica del Hospital de Clínicas de la UBA, aporta que, en sus veinticinco años de experiencia como profesional de la salud, se puede notar que “los trastornos de ansiedad son las patologías más comunes”. Y agrega: “Lo que es muy habitual en la actualidad es el autodiagnóstico”. Los pacientes se autodiagnostican, luego de haberse provisto de información en Internet, y llegan a la consulta con un diagnóstico de crisis de pánico, por ejemplo, cuando no es lo que padecen. En este sentido, Appiani sostiene que “suele haber un contagio social de patologías”.

“La mayoría de los pacientes asiste a la primera consulta buscando algo mágico”, cuenta Codino.
A raíz de esta problemática, se da en el mundo, y específicamente en nuestro país, un notable exceso de medicalización psiquiátrica. No existe una única visión sobre este tema, sino que es abordado desde distintas perspectivas.
En la Argentina existe un gran déficit en materia de salud mental: la ausencia de un ente regulador que controle la cantidad de recetas que un médico prescribe. Si bien todas las prescripciones que indican medicamentos farmacológicos son archivadas, no hay un seguimiento real sobre su destino. Esto representa un gran riesgo si tenemos en cuenta que no todos los padecimientos requieren necesariamente de un tratamiento psiquiátrico. La psicóloga Soledad Codino, especializada en terapia cognitivo-conductual , comenta que “la mayoría de los pacientes asiste a la primera consulta buscando algo mágico” y sostiene que los psicofármacos no son a priori necesarios “excepto en casos graves, como la psicosis, en la que se sufre una desconexión con la realidad”.
Un aspecto que se incluye dentro del problema del exceso de medicalización psiquiátrica es la automedicación. La directora del Centro Integral de Psiquiatría y Psicología (CIDEPP), Ana María Vaernet, comenta: “Cuando viene un paciente por primera vez, le pregunto: ‘¿Qué estás tomando?’, porque sé que todos toman alguna medicación.” Además, explica que es muy común que un paciente que abandona su tratamiento y más tarde vuelva, confiese que nunca dejó de tomar la medicación y que la consiguió con otro médico o por otros medios. “Es necesario que el paciente sostenga un tratamiento psicológico y, de ser necesario, un control psiquiátrico”, añade Vaernet.
Silvana Garbi es doctora en Ciencias Sociales y participa de Surcos, una asociación civil que trabaja en la promoción de condiciones de vida más saludables. En relación al consumo de psicofármacos, declara que “en el último tiempo ha habido un uso más aceptado socialmente” y, por ende, “no hay una estigmatización en relación a su consumo”. Esto se debe a que, a diferencia de otras sustancias, los ansiolíticos son legales y, por lo tanto, no son propensos a la censura social.
Según el informe del Observatorio Argentino de Drogas de la SEDRONAR de 2017, que se realizó a nivel nacional, “15 de cada cien personas ha consumido medicamentos psicofármacos bajo tratamiento médico o bien por su cuenta”. Además, el informe arroja que la edad en la que las personas se inician en el consumo de tranquilizantes sin tener una receta médica, se ubica cerca de los 25 años.
Otro gran déficit en relación a la salud mental en nuestro país es la escasez de informes estadísticos. Francisco Appiani observa que “no hay otros informes además del de la SEDRONAR”. Lo que sí existe, continúa el médico, es “desde ANMAT –Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica–, un programa de fármacovigilancia mediante el cual cualquier profesional de la salud puede reportar efectos adversos. Sin embargo, el porcentaje de reportes es muy bajo, debido a que no hay cultura de reporte en el mundo.” Que la salud pública en general está desfinanciada no es novedad y la investigación sobre problemáticas de salud mental no escapa a esa situación.
La ley de Salud Mental 26567, sancionada en 2010, “tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional”. No obstante, al momento de redactar la ley, “no se consultó a las instituciones mentales”, sostiene Vaernet. El principal cambio que introduce esta legislación es una desmanicomialización, es decir, evitar internar a los pacientes en centros especializados en salud mental, excepto que corra riesgo su vida o la de su entorno.
Con el fin de evitar la discriminación del paciente, la ley propone que se realicen tratamientos ambulatorios en hospitales generales. Sin embargo, la mayoría de los profesionales de la salud coinciden en que el gran problema que representan estas modificaciones es la falta de infraestructura. “El problema es que los hospitales no cuentan con la infraestructura ni la cantidad de profesionales necesarios para llevar a cabo esta propuesta”, afirma Martínes. En relación a la medicación, la ley establece que se administrará “exclusivamente con fines terapéuticos y nunca como castigo” y que los tratamientos farmacológicos deben ser abordados de manera interdisciplinaria.
Desde otras vertientes, Ingrid Romero, psicóloga y terapeuta floral, implementa en sus consultas las flores de Bach, la homeopatía y la aromaterapia. Con respecto a su formación, asevera: “Aprendí a tratar al paciente de una forma holística, es decir, acompañando y cuidando su desarrollo en las seis dimensiones: física, emocional, mental, social, valórica y espiritual”. Este tipo de terapias, conocidas como alternativas, son complementarias y pueden ser “combinadas con tratamientos de remedios alopáticos”, sin perjudicarlos. Si bien muchos profesionales de la salud tienden a desmentir la efectividad de estos métodos bajo el argumento de que no están avalados por la ciencia, otros ven a las terapias complementarias como “inofensivas”. Rosana Deza, psicóloga social y acompañante terapéutica, sostiene que estas últimas “funcionan a partir de la creencia del paciente, como placebo”.
El índice de consumo de psicofármacos sigue en aumento y los únicos sectores completamente beneficiados son los laboratorios y las farmacéuticas. El mundo sigue su ritmo y las patologías mentales crecen. ¿Queda en manos solo de de los pacientes elegir seguir siendo parte de ese círculo u optar por complementar sus tratamientos de manera natural?
Sep 24, 2019 | Novedades, Trabajo

Eran las 6 de la mañana. Los empleados que iban llegando de a poco a la puerta de la empresa gráfica R.R.Donnelley, en el km.36,7 de la Panamericana, Garín, leían con estupor el comunicado de la empresa, escrito sobre una hoja pegada con cinta en el portón de entrada:
“Escobar, Agosto 11, 2014
Estimado colaborador:
Lamentamos profundamente tener que comunicarle que, afrontados a una crisis insuperable y habiendo considerado todas las alternativas viables, estamos cerrando nuestras operaciones en Argentina y solicitando la quiebra de la empresa, luego de 22 años de actividad en el país.
Esperamos pueda usted entender esta situación no deseada por nosotros, pero desgraciadamente inevitable. Deploramos las dificultades que esta decisión le causará.
Para mayor información respecto a esta situación, puede llamar al siguiente teléfono: 0800-345-1442.
Atentamente,
R.R. Donnelley Argentina, S.A.”
Ni siquiera habían dejado firma o sello oficiales para anunciarles a sus 400 trabajadores que quedarían en la calle. Sólo aquel 0800 al que nadie llamó.
Se cumplen cinco años de aquel momento, pero la historia de la Cooperativa Madygraf no comenzó esa mañana ni al día siguiente, cuando los trabajadores decidieron tomar la fábrica y ponerla en producción por ellos mismos. Se remonta muchos años atrás y carga con millares de momentos de resistencia y lucha. Tires y aflojes, idas y venidas.

La imprenta creó una jugoteca para los hijos de los trabajadores.
Historias en el pasillo
María de los Ángeles Plett invita a ANCCOM a hacer una recorrida por la fábrica. Es lo que hacen los y las trabajadoras siempre que alguien visita Madygraf por primera vez. “Éste es un lugar que está abierto a la comunidad. Acá puede venir cualquier vecino o vecina a decir ‘quiero hacer una recorrida’ y alguien va a cubrir eso”, cuenta. No se trata, sin embargo, de dar simplemente una vuelta por las instalaciones. “Nuestra apertura es política. Es para que vean que hay un ejemplo distinto, que se puede pelear y resistir”.
El ingreso es a través de un pasillo cuyo final se pierde en la distancia. A los costados se abren puertas y ventanas que dan acceso a todos los sectores de la imprenta: Pre-prensa, Prensa, Encuadernación, Despacho y un gran número de otros lugares más pequeños. La disposición del espacio no es azarosa, como quizás podría pensarse. “Antes había una división muy importante entre los compañeros. Prensa se enfrentaba con encuadernación, por ejemplo. Eso estaba fomentado desde la patronal, como política para que los trabajadores no se unan. Bueno, es lo que pasa en todas las fábricas: si sos contratado cobrás menos. Lo mismo si sos tercerizado o mujer”, explica María de los Ángeles. Desde el comienzo había pocas mujeres en Donnelley, recluidas en Calidad y Administración. Lentamente fueron desplazadas, quedando sólo unas pocas en éste último sector. Se trataba de una fábrica eminentemente masculina. “Se había generado un clima muy machista, muy de enfrentamiento. Era una cuestión de ego, de puestos de trabajo. ‘Yo soy maquinista y tengo más autoridad que el que pone pliegos’, ponele. O un tema de ‘no me gusta tu cara’ directamente. ¿Vieron que los varones son así?” dice riéndose. “La fábrica es un mundo aparte. Te tenés que ver 8, 12 o 16 horas con todos. Es difícil. Pero todo este clima -enfatiza- también lo generaba la misma patronal”.
Asoma el sector de Encuadernación y María de los Ángeles invita a pasar. Describe con soltura todo el proceso de trabajo y, apuntando con el índice bien alto hacia las máquinas, dibuja en el aire el recorrido que hacen las revistas hasta tomar su forma final. Es frecuente que en Madygraf una trabajadora conozca el funcionamiento entero de la fábrica. “Lo que hacemos es fomentar los puestos rotativos. Queremos que todos roten sus tareas, que los compañeros conozcan el proceso de producción. Es importante que ellos sepan de la A a la Z, lo que no te cuenta la empresa”, comenta. Y agrega: “Aparte, queremos evitar la burocratización. Por ejemplo, la directiva se cambia una vez al año. Y el que sale de la dirección va a la máquina. Volvés a tu puesto de trabajo. Todo esto discutido con los compañeros y votado en asamblea”.

«Queremos que todos roten sus tareas, que todos conozcan el proceso de producción», dice María de los Ángeles.
Cada paso permite conocer alguna situación, algún nombre, alguna historia. María de los Ángeles señala unos ductos. Se trata de un proceso subterráneo que, cuando sale una revista de la máquina, se lleva todo el sobrante de papel a través de un sistema de aire hacia otro lugar, en el exterior del edificio. “Cuando eso se trababa, porque entraba una revista o un alambre de los ganchos por ejemplo, lo que hacía la patronal era atarle una cuerda a un trabajador y meterlo ahí dentro para que lo destape con la mano. Fíjense el nivel de conciencia de todos, que permitían esas cosas. El compañero que lo hacía, que ya no está laburando acá, era `un palito`, lograba ingresar ahí. Entraba, empujaba todo y después lo sacaban. Y eso no es algo que está preparado para que entre la gente. Si se les quedaba el tipo ahí yo no sé cómo carajo iban a defender eso. Tuvo mucha suerte la patronal, haciendo ese tipo de cosas y que no le salieran mal”.
Esa no era una situación aislada, formaba parte de la dinámica que tenía la entonces Donnelley: jornadas de 12 horas y un régimen que implicaba trabajar incluso los sábados y domingos. “Los compañeros se internaban acá y las condiciones de laburo eran terribles. Hay algunos que tienen cinco hernias de disco. Tenían 30 años y estaban literalmente rotos. A eso se le sumaba todo el estrés laboral”, rememora María de los Ángeles.
Las marcas del tiempo quedan en los cuerpos y también en los lugares. Toda la cartelería, que indica sectores, oficinas, tableros de electricidad, tienen todavía estampado el logo de “R.R. Donnelley”. Los sillones y las mesas que llenan las oficinas de lo que fue la Gerencia General son los mismos en los que se sentaban los directivos de la compañía a planificar las medidas a ejecutar. Ahora son los trabajadores y trabajadoras quienes se reúnen allí a discutir el devenir de la cooperativa. En Madygraf, el pasado todavía se siente en el aire pero no con la forma de un trauma, sino como memoria y aprendizaje.
María de los Ángeles advierte: “Yo siempre en las recorridas le digo a la gente miren las paredes, porque las paredes de Madygraf hablan”. Tal cual: en uno de los muros se exponen, enmarcadas, las tapas de algunas revistas que imprimió la cooperativa. Y entre ellas, se encuentra una que se sale de lo común. “Este es nuestro cuaderno. Es una herramienta de trabajo, militancia y hermandad. Cuando vos lo abrís, tenés la historia de Madygraf. Lo llevamos a las escuelas en donde el Estado no llega y así tratamos de generar un lazo de solidaridad y acompañamiento con las docentes de la zona y de otros lugares también”, cuenta con orgullo.
También es una herramienta de lucha. En febrero de este año, los trabajadores de Madygraf protestaron frente al Congreso de la Nación a partir de un “cuadernazo”, o sea, la entrega gratuita en la vía pública de sus cuadernos, en reclamo por irregularidades durante una licitación pública en la que la fábrica recuperada había participado. La cooperativa había sido la mejor oferente y, sin embargo, no les otorgaron la licitación alegando que hubo problemas internos al Ministerio de Educación, que los sobres de Madygraf les habían llegado abiertos a las autoridades, y que, por lo tanto, deberían volver a llamar a licitación, beneficiando a las demás empresas que a partir de entonces sabrían cuál era la oferta preparada por Madygraf y así podrían ajustar las propias. Incluso hubo una represión aquel día, que terminó con un trabajador de Madygraf y un periodista de Página/12 detenidos. “No nos la dieron porque somos un ejemplo de resistencia, de decir que vos no tenés por qué resignarte si te echan de tu laburo. Madygraf es un ejemplo para la situación que se vive ahora, porque ataca profundamente la cuestión de la propiedad privada”, reflexiona María de los Ángeles.

Por la crisis y los cambios de hábitos a partir de las nuevas tecnologías, Madygraf bajó a un tercio su producción.
Casi al lado del cuaderno de Madygraf, está otra de las grandes conquistas de la cooperativa: la Juegoteca. No es ni más ni menos que la guardería en donde las trabajadoras pueden dejar a sus hijos e hijas durante el horario de trabajo. Allí están con docentes, trabajadoras sociales y practicantes de distintas universidades, divirtiéndose con juegos indescifrables, dando vueltas alrededor de las mesitas donde toman la merienda, corriendo de repente para desaparecer en algunos de los cuartos del fondo. Cuartos que pertenecieron -en las épocas de Donnelley- al sector de Recursos Humanos, donde se decidía la suerte de los 400 empleados que trabajaban en la empresa. “Nuestros hijos tienen juegos, cursos de Educación Sexual Integral…todo lo que no les da el Estado y la escuela, acá lo podemos aplicar. Y hay también una lucha propia por la Juegoteca. Esto lo conquistó la Comisión de Mujeres de Madygraf, que se la peleó en una asamblea a los compañeros. Y cuando salimos a reclamar, lo hacemos tanto por los subsidios para la fábrica, para las máquinas, para todo eso, pero también para la Juegoteca”, explica María de los Ángeles mientras saluda a las niñas que se cruzan.
Imágenes del pasado y realidades vivas del presente, todo se mezcla en el largo pasillo de Madygraf. María de los Ángeles no da dos pasos sin saludar a algún compañero que se dirige a una reunión, que tiene algún trabajo pendiente o que, simplemente, está llegando. “Todo esto se empezó a organizar desde el saludo. Se trataba de unificar desde ese lugar. Después se fue convirtiendo en un proceso mucho más profundo”, dice e invita a pasar a una de las oficinas del primer piso.
A ambos lados del portón
María de los Ángeles Plett trabajó desde muy joven en distintas fábricas de la Zona Norte del Conurbano bonaerense. Las rebeliones populares del 19 y 20 de diciembre de 2001 la encontraron con 23 años y como único sostén económico de su familia. “Yo estaba muy mal porque no entendía qué pasaba. Literalmente, no lo entendía. Mi mamá lloraba en el sillón diciendo ‘¿qué pasa?¿qué pasa?’. Hubo saqueos en el barrio y en todos lados. Hubo muertos y los mostraba la televisión”, recuerda. Por entonces, trabajaba en Pepsico. Allí conoció a Leonardo Norniella, miembro de la Comisión Interna de la fábrica y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). “Él me preguntó ‘¿Y?¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a ir a tu casa o vas a luchar?’ y yo le respondí que sí, que iba a luchar”. Así empezó a militar en el PTS. Su situación económica y personal -por diversos problemas familiares- la habían llevado a tomar conciencia sobre cómo funcionaba el mundo a su alrededor. Para colmo, al año siguiente la despidieron de Pepsico.“Ese fue un momento bisagra en mi vida. Me dije que este mundo no es el que yo quiero. Ni para mí ni para nadie. Empecé a entender que estaba en una sociedad de clases, donde unos pocos tienen todo y la mayoría no tiene nada”. Con el correr de los años transitó por diferentes trabajos precarios dentro de la industria alimenticia y autopartista. “Toda la generación del 2001 ha pasado por esto. Laburé siempre de forma contratada: cinco o seis meses. Donde pegaba un laburo, me metía. Mi único trabajo efectivo fue en Tyco Electronics, donde trabajé durante cinco años”, rememora. Hoy es una de las referentes en la lucha de Madygraf.

María de los Ángeles Plett.
El camino hasta aquí fue largo y se enlaza con decenas de otros nombres e historias. Comienza, según el relato de María de los Ángeles, con Eduardo Ayala. Por el año 2003, era delegado de La Verde, o sea, de la Federación Gráfica Bonaerense, sindicato del sector. Eduardo había entrado también a trabajar en la Universidad Nacional de Luján y allí conoció a un grupo de estudiantes militantes del PTS. Hablaban de política en general y, con el paso del tiempo, sobre su trabajo en Donnelley. Discutieron, finalmente, sobre la necesidad de organizar a los empleados de la fábrica frente a las duras condiciones de trabajo que les imponía la patronal. “Lo primero que hicieron fue recuperar la Comisión Interna. Eduardo había hablado con algunos de sus compañeros con quienes tenía cierta afinidad. Se presentaron bajo una lista, que al final resultó la más votada. Ese fue el primer ladrillo, la base de la organización”, relata. A partir de entonces, la Comisión Interna comenzó a reclamar por el pase a planta permanente de los contratados y tercerizados, se manifestó en contra de los despidos y exigió mejoras en las condiciones de trabajo.
Mientras se desarrollaba esta experiencia, del portón de entrada para afuera también sucedían cosas. “Yo soy la fundadora de la Comisión de Mujeres de Madygraf”, declara María de los Ángeles. “Esta es una experiencia que arrancamos con otra compañera que actualmente no está acá. Empezó en Kraft, en 2009, cuando fue lo de la gripe porcina. Los compañeros tomaron la empresa porque había casos en la guardería y en planta, y a la patronal no le importaba. Eso llevó a que se organizaran y plantearan la situación. Igual, no era solamente la gripe, eso fue lo que terminó de desbordar el vaso. También estaba el reclamo por las condiciones laborales, el pase a planta de los contratados y tercerizados y la cuestión de las mujeres, o sea, la igualdad salarial. Allí se logró armar una Comisión de Mujeres que duró lo que duró el conflicto y después se disolvió. No se logró armar un núcleo duro, digamos”.
Este puntapié impulsó a María de los Ángeles para conformar una Comisión de Mujeres en Donnelley. Sin embargo, allí prácticamente no había empleadas mujeres. La misma María de los Ángeles no trabajaba en la empresa. ¿Quiénes la conformarían, entonces? “Las esposas de los trabajadores”, responde. Al lunes siguiente hubo 19 despidos. La Comisión Interna intervino y organizó un festival en la puerta, convocando a las familias. “Empezamos a invitar a todas las mujeres. ‘Compañera, venite, sumate, nos vamos a organizar desde afuera, vamos a luchar junto a nuestros compañeros, defendamos nuestra familia’. Hoy nos reímos cuando lo contamos, pero en aquel momento íbamos por ahí con el cartelito y las mujeres te decían ‘después veo’ o ‘estoy con la nena’… Pero tres nos dijeron que sí y a la primera reunión vinieron cinco. Nos encontrábamos en la casa de alguna porque no teníamos un lugar físico. Entonces terminamos siendo las mujeres con todos nuestros pibes dando vueltas alrededor, discutiendo cómo organizarnos. Así arrancó la Comisión de Mujeres, allá por 2011”, resume.
La primera tarea de la naciente comisión fue armar un comunicado sobre la situación que en ese momento vivían los empleados de Donnelley y llevarlo al Congreso de la Nación. Lo esencial era mostrarle a la patronal que, mientras los trabajadores luchaban dentro de la fábrica, puertas afuera también tenían una organización de peso que los respaldaba: nada más ni nada menos que sus familias. Finalmente, dieron marcha atrás con los despidos, pero la tensión seguiría creciendo.
En 2013, la organización de los trabajadores y las mujeres en Donnelley ya era considerable. Es entonces cuando la directiva empezó a plantear que la empresa se encontraba en crisis, en una “situación complicada”. Desde el Ministerio de Trabajo le concedieron el Repro (Programa de Recuperación Productiva), un subsidio mediante el cual el Estado cubre una parte del pago de los salarios. “¿Cómo puede ser? Imprimían Paparazzi, Gente, Billiken… ¡tantos títulos! Si las revistas salen igual, ¿cómo puede ser?”, remarca María de los Ángeles retratando el desconcierto que tenían. Los trabajadores descubrieron, con el correr de los días, que en realidad la patronal desviaba la producción. En otras palabras: hacía que las revistas se imprimiesen en otros talleres. “Lo que hicimos fue ir a esas fábricas y hablar con la Comisión Interna para decirles ‘mirá, la patronal nos está cagando. Ustedes laburen, pero nosotros no vamos a dejar salir las revistas, vamos a bloquear los portones’. Convocamos a toda la solidaridad que habíamos ido juntando en este tiempo: empleados de otras fábricas, estudiantes y nosotras, las mujeres. Estuvo bueno porque no fue algo hostil con los trabajadores, es más, les pedíamos que nos acompañen de alguna manera. Hubo muchas comisiones internas que incluso decidieron dejar de imprimir esas revistas”.
Paralelamente, la Comisión Interna de Donnelley se movilizó al Ministerio de Trabajo para reclamar que se levante el Repro. “Llevamos las pruebas que habíamos conseguido, demostrando que la crisis no era verdad, y les pedimos que se lo saquen. Era raro, porque los tipos del Ministerio nos preguntaban ¿pero ustedes qué quieren entonces? O sea, la gente va a pedir que les otorguen el Repro, no que lo saquen”. Desde el Ministerio levantaron el Repro, pero la empresa siguió insistiendo con el supuesto estado de crisis y con la necesidad de despedir personal. “’Averiguamos dónde vivía el gerente”, cuenta riéndose y sigue: “Vivía en un country… a todo trapo. Agarramos a nuestros hijos, los subimos al micro y fuimos. Hay un video de aquel día, en el que los chicos le cantaban “Vergara, Vergara, poné la cara” [n.de r. :Claudio Vergara era el nombre del entonces gerente]”.
Las rispideces iban empeorando entre unos trabajadores cada vez más organizados y una patronal que no encontraba forma de disciplinar la fábrica. Para mediados de 2014, Donnelley presentó un recurso preventivo de crisis: 123 despidos y una reducción del 40% en el salario. “Las últimas asambleas ya eran en el portón de entrada, con las mujeres afuera y ellos adentro. Nos dividía el portón cerrado”, recuerda. “Nos odiaban. La patronal prefería discutir con cualquiera, menos con las mujeres”. Todos sabían que el lunes se aplicaría el recorte. Durante el fin de semana, los trabajadores y las mujeres se organizaron para recorrer la zona, ya sea en auto, en bicicleta o caminando, haciendo guardia, y así poder evitar que la empresa vaciara la fábrica. Pero nadie se imaginó aquel cartel pegado en la puerta de entrada en la mañana del 11 de agosto.

Estrategias de autogestión
“Cerró la empresa, se fue. ¿Y qué pasó con los clientes? Porque había producción pendiente. La Editorial Atlántida tenía su papel para imprimir en uno de los depósitos. Cuando se enteraron, vinieron para llevárselo. Nosotros les dijimos que no. ‘¿Vos querés sacar las revistas? Bueno, dejá el papel. Las terminamos nosotros’. Claro, si le dábamos el papel a Atlántida nos quedábamos sin clientes”, recuerda María de los Ángeles.
Pedirles las llaves a los guardias y abrir el portón aquel 12 de agosto fue el primer paso. Pero después hay que seguir caminando. Ése es el verdadero desafío: continuar, sabiendo que nada termina. Hay una serie de videos bautizados por la Comisión de Prensa y Difusión como “Notigraf”, en uno de los cuales se puede ver a la enfermera de la fábrica, Alcira Landeira, hablando de cómo bajó el estrés laboral y lo beneficioso que era para evitar el ausentismo y accidentes. De todas formas, se presentaba el desafío de producir y organizar la fábrica por sus propios medios.
De los 400 empleados que tenía Donnelley, 200 se fueron tras el cierre. En un momento se presentó la tarea de imprimir la revista Billiken, que además de las hojas impresas llevaba un producto embolsado: vasitos, platitos de plástico o algún juguete circunstancial. Esta publicación implicaba un trabajo que no podían cubrir los empleados presentes, menos aún después de la merma post-toma. ¿Quiénes se encargaron de realizarlo? Las esposas de los trabajadores junto a la Comisión de Mujeres. Más adelante se presentó otra publicación similar y se empezó a discutir si las mujeres deberían también formar parte de la cooperativa. Aunque hubo un sector que se opuso, la asamblea fue favorable al ingreso, pero con una condición: “Votaron que por tres meses no podamos hablar en las asambleas. Con todo el proceso de lucha que habíamos tenido, con todo lo que habíamos hecho… Mirá lo que es el machismo, ¿no? Nosotras participábamos con un nudo en la garganta, pero lo tuvimos que bancar. Después discutimos mucho tiempo sobre eso”, cuenta.
Entre las dificultades que afronta la cooperativa, el contexto socio-económico es insoslayable. Las publicaciones en papel están siendo desplazadas por los medios electrónicos, achicando considerablemente el mercado. Madygraf pasó a imprimer un tercio de lo que hacía. Además, el naufragio del proyecto neoliberal impacta a la industria por todos los frentes: “Actualmente las gráficas están paradas. El papel está dolarizado, así que no hay precios estables. Aparte, nos están matando con los tarifazos. Todo eso complica la situación de la fábrica y el pago de los salarios”, lamenta María de los Ángeles.
Por otra parte, también se suma el problema constante del desgaste de las máquinas. “La patronal no invertía en la fábrica y nosotros aún pagamos ese costo. Lo pagamos y lo resolvemos, porque esto nos ayuda a profundizar lazos políticos, de solidaridad y de hermandad con los estudiantes universitarios. Vienen estudiantes de la UTN a darnos una mano e incluso laburan en equipo con los compañeros de mantenimiento. Ellos mismos crearon piezas para las máquinas que, de otra forma, tendríamos que pedirlas a Alemania”, explica.
Las soluciones que encuentran los trabajadores de Madygraf son proyectos que se balancean entre lo económico, la subsistencia de la cooperativa, y lo político. En los terrenos de la empresa, hasta hace cinco años prácticamente abandonados, Madygraf levantó el Club Obrero: una serie de instalaciones de recreación abiertas para el uso de la comunidad. La cuota es de 300 pesos, un valor simbólico pero que aporta al sostén de la fábrica. “Si hay un montón de gente que labura en las empresas y no puede acceder a los recreos, entonces ¿por qué no levantar uno nosotros? Los tercerizados, por ejemplo, no tienen ese derecho. Además vienen de facultades, vienen vecinos… hay un clima de hermandad. Aprovechamos eso también para charlar y discutir con todos”, explica María de los Ángeles.
La otra gran propuesta de Madygraf son sus festivales. Si bien se busca un rédito a través de la entrada y el bufet, su objetivo es el de convertirlos en espacios de participación política. Por eso, además de las bandas que se solidarizan con la cooperativa, siempre son invitados los distintos grupos y organizaciones que se encuentran en lucha.
Este 7 de septiembre pasado, por ejemplo, Madygraf organizó un gran festival para celebrar sus cinco años de gestión obrera. Más de dos mil personas escucharon a The Primentes, Las Manos de Filippi, Cadena Perpetua y El viejo Márquez. Fueron invitados a participar y tomar el micrófono numerosas organizaciones sociales, ecologistas, estudiantiles, de lucha contra el gatillo fácil -como los familiares de los chicos asesinados por la policía en San Miguel del Monte-, cooperativas y referentes de varias luchas en curso, como el reclamo docente en Chubut.
“Cuando tomamos la fábrica, no lo hicimos para nosotros. La tomamos como un lugar para aportarle a la sociedad. Y, desde ese punto de vista, ganar la conciencia del barrio, de otros trabajadores, de los docentes”, sostiene.
Ese es quizás uno de los mensajes que se impone a la vista cuando se ingresa a Madygraf. Ésta no es una imprenta como las demás. “Nunca vas a encontrar una fábrica que se pare durante ocho horas para realizar una jornada de discusión”, comenta María de los Ángeles.
Ultima pregunta obligada. ¿Por qué “Madygraf”? “Cuando se toma la fábrica nos preguntamos sobre qué nombre ponerle. Había distintas ideas… ”Cooperativa Panamericana”, por ejemplo. Pero Julio, un compañero, planteó que debía llamarse Madygraf. ¿Por qué? Por Madeleine. Ella es la hija de uno de nuestros compañeros, que tuvo un accidente cuando tenía tres años y quedó muy grave. Le dieron una expectativa de vida de 10 años. Y hoy tiene 20. Nosotros consideramos que Mady es una luchadora. Y que nosotros también lo somos”, concluye emocionada hasta las lágrimas.
Sep 24, 2019 | Culturas, Novedades

La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra.
La obra anunciada es L’Enfant et les sortilèges (El niño y los sortilegios), de Maurice Ravel. Falta poco para salir al escenario del porteño Teatro del Globo. Jeans y remeras son reemplazados por coloridos atuendos, pelucas y maquillajes. Estos chicos y chicas que ahora charlan de series, se sacan selfies frente al espejo y vocalizan con la ayuda de un celular, cuando salgan de los camarines darán vida a personajes diversos: un niño travieso, animales, muebles que cantan, árboles heridos, un reloj sin péndulo o un fuego que quema a los malos y calienta a los buenos. Bea Odoriz, la directora escénica de la Compañía, los convoca y todos se reúnen: “¡Esto se va para arriba!”, exclama para animarlos. “Es un placer y un orgullo tantos talentos jóvenes”, agrega Santiago Cano, director del coro Carlos López Buchardo, que junto con el Ensamble de Percusión de la UNA se sumaron a la misión de interpretar esta “ópera de bolsillo” –dura menos de una hora– del compositor francés.
La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra. El espacio brinda la posibilidad de que los estudiantes tengan una práctica en escenarios y se propone, a su vez, generar nuevos públicos “Por eso vamos a las escuelas. Es importantísimo que vean que los intérpretes son jóvenes, que se tiran por el piso, que andan por el aire y que no se paran como señoras gordas a cantar una ópera”, dice Marta Blanco, a cargo de la dirección musical. “En el último tiempo hay un revival de la ópera en Buenos Aires. Este año cumple veinte años Juventus Lyrica, una compañía que se propuso acercar a la juventud y darle una oportunidad a los nóveles cantantes de subirse a un escenario con una orquesta y una puesta, cosa que antes no existía”, afirma Santiago Cano.
Con música de Ravel y libreto de la popular Colette, El niño y los sortilegios fue estrenada por primera vez en 1925 y cuenta la historia de un chico rebelde que esconde un corazón dulce. Después de un reto de su madre por no hacer las tareas del colegio, el pequeño rompe las hojas de su cuaderno y continúa en su afán destructivo hasta que descubre que todo a su alrededor empieza a cobrar vida y las travesuras pasadas se le vuelven en contra. Animales y objetos intervienen en la fantasía que se despliega sobre tablas, mientras el protagonista contempla, a veces asustado y a veces fascinado. “Estos roles se prestan a una gran imaginación, que los chicos tienen muchísima y los grandes esperemos que no la pierdan demasiado. La música es maravillosa, con pocos elementos muestra un mundo. Queremos mostrárselo así a la gente. No es una cosa alambicada ni de otro siglo”, asegura Marta Blanco.

“Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, directora escénica.
El trabajo físico es uno de los desafíos que los alumnos deben atravesar. Si el personaje es la rana, el intérprete se agacha y salta, el gato se relame, la taza china y la tetera bailan. “Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, la directora escénica que acompaña a los estudiantes en materia actoral. “Se ejercita con la dificultad, siempre con la idea de que es un proyecto pedagógico y ellos tienen que aprender esto, no es solamente algo estético”, añade.
“La obra me encanta, me llega, es hermosa y emotiva. Tiene un montón de momentos que pasan muy rápido, pero cada uno es especial y complejo dentro de lo breve”, destaca Maia Wierzwinsky, que integra La Compañía y en próximas funciones representará el papel principal. “Como el niño está todo el tiempo en escena, hay que practicar mucho cuál es la reacción de cada momento, cada uno es diferente y hay que saber transmitirlo”, subraya. “En la ópera tenés que bailar, cantar, actuar, aprender idiomas, coreografías, cantar con otros y con instrumentos, mirar a un director mientras lo hacés. Es muy complejo pero es como jugar, eso es lo que me gusta”, refiere Myriam Rojas, quien interpreta a una princesa y a un murciélago.
“Nosotros en realidad hacemos conciertos. Esta es la primera vez que hacemos algo así”, cuenta Lourdes Bandeira, integrante del Coro López Buchardo. “Es como un sueño, algo increíble, porque producir una ópera lleva un montón de dinero, contratar director de orquesta, músicos, cantantes, escenografía, el lugar y todo esto es ad honorem, gratis. Algunas personas quisieron ayudar y se comprometieron sólo por amor al arte”, concluye entusiasmada.
La Compañía continuará haciendo presentaciones de la obra en escuelas y la llevará a la Manzana de las Luces en un evento también destinado a establecimientos educativos. Para más información: musicalesysonoras.una.edu.ar