Por Carola Brandariz
Fotografía: Julieta Ortiz

La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra.

La obra anunciada es L’Enfant et les sortilèges (El niño y los sortilegios), de Maurice Ravel. Falta poco para salir al escenario del porteño Teatro del Globo. Jeans y remeras son reemplazados por coloridos atuendos, pelucas y maquillajes. Estos chicos y chicas que ahora charlan de series, se sacan selfies frente al espejo y vocalizan con la ayuda de un celular, cuando salgan de los camarines darán vida a personajes diversos: un niño travieso, animales, muebles que cantan, árboles heridos, un reloj sin péndulo o un fuego que quema a los malos y calienta a los buenos. Bea Odoriz, la directora escénica de la Compañía, los convoca y todos se reúnen: “¡Esto se va para arriba!”, exclama para animarlos. “Es un placer y un orgullo tantos talentos jóvenes”, agrega Santiago Cano, director del coro Carlos López Buchardo, que junto con el Ensamble de Percusión de la UNA se sumaron a la misión de interpretar esta “ópera de bolsillo” –dura menos de una hora– del compositor francés.

La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra. El espacio brinda la posibilidad de que los estudiantes tengan una práctica en escenarios y se propone, a su vez, generar nuevos públicos “Por eso vamos a las escuelas. Es importantísimo que vean que los intérpretes son jóvenes, que se tiran por el piso, que andan por el aire y que no se paran como señoras gordas a cantar una ópera”, dice Marta Blanco, a cargo de la dirección musical. “En el último tiempo hay un revival de la ópera en Buenos Aires. Este año cumple veinte años Juventus Lyrica, una compañía que se propuso acercar a la juventud y darle una oportunidad a los nóveles cantantes de subirse a un escenario con una orquesta y una puesta, cosa que antes no existía”, afirma Santiago Cano.

Con música de Ravel y libreto de la popular Colette, El niño y los sortilegios fue estrenada por primera vez en 1925 y cuenta la historia de un chico rebelde que esconde un corazón dulce. Después de un reto de su madre por no hacer las tareas del colegio, el pequeño rompe las hojas de su cuaderno y continúa en su afán destructivo hasta que descubre que todo a su alrededor empieza a cobrar vida y las travesuras pasadas se le vuelven en contra. Animales y objetos intervienen en la fantasía que se despliega sobre tablas, mientras el protagonista contempla, a veces asustado y a veces fascinado. “Estos roles se prestan a una gran imaginación, que los chicos tienen muchísima y los grandes esperemos que no la pierdan demasiado. La música es maravillosa, con pocos elementos muestra un mundo. Queremos mostrárselo así a la gente. No es una cosa alambicada ni de otro siglo”, asegura Marta Blanco.

“Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, directora escénica.

El trabajo físico es uno de los desafíos que los alumnos deben atravesar. Si el personaje es la rana, el intérprete se agacha y salta, el gato se relame, la taza china y la tetera bailan. “Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, la directora escénica que acompaña a los estudiantes en materia actoral. “Se ejercita con la dificultad, siempre con la idea de que es un proyecto pedagógico y ellos tienen que aprender esto, no es solamente algo estético”, añade.

“La obra me encanta, me llega, es hermosa y emotiva. Tiene un montón de momentos que pasan muy rápido, pero cada uno es especial y complejo dentro de lo breve”, destaca Maia Wierzwinsky, que integra La Compañía y en próximas funciones representará el papel principal. “Como el niño está todo el tiempo en escena, hay que practicar mucho cuál es la reacción de cada momento, cada uno es diferente y hay que saber transmitirlo”, subraya. “En la ópera tenés que bailar, cantar, actuar, aprender idiomas, coreografías, cantar con otros y con instrumentos, mirar a un director mientras lo hacés. Es muy complejo pero es como jugar, eso es lo que me gusta”, refiere Myriam Rojas, quien interpreta a una princesa y a un murciélago.

“Nosotros en realidad hacemos conciertos. Esta es la primera vez que hacemos algo así”, cuenta Lourdes Bandeira, integrante del Coro López Buchardo. “Es como un sueño, algo increíble, porque producir una ópera lleva un montón de dinero, contratar director de orquesta, músicos, cantantes, escenografía, el lugar y todo esto es ad honorem, gratis. Algunas personas quisieron ayudar y se comprometieron sólo por amor al arte”, concluye entusiasmada.

La Compañía continuará haciendo presentaciones de la obra en escuelas y la llevará a la Manzana de las Luces en un evento también destinado a establecimientos educativos. Para más información: musicalesysonoras.una.edu.ar