Peligra una biblioteca mapuche

Peligra una biblioteca mapuche

La Municipalidad de General Roca intenta desalojar a la Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación, creada hace doce años por la comunidad originaria.

La Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación de General Roca (Fiske Menuco), en Río Negro, funciona allí hace más de 12 años, pero en este momento está siendo el epicentro de un intento de desalojo por parte del municipio de la ciudad. Desde el espacio de Educación Autónoma Mapuche Menoco Newen, que trabaja en el lugar, ofrecen resistencia y llaman al diálogo.

El 11 de marzo, luego de varias amenazas y la quita de parte de la cartelería exterior, el municipio de General Roca, liderado por María Emilia Soria, habilitó el desalojo del lugar. De manera unilateral, la municipalidad roquense cambió la cerradura del espacio, prohibió la entrada del lugar y sustrajo gran parte del material que allí se encontraba; material de la cultura de los pueblos, especialmente de la comunidad mapuche, que aún hoy sigue sin aparecer.

Con el correr de los días, y durante tareas de mantenimiento y pintura, algunos integrantes de la biblioteca decidieron ingresar al lugar. Mauro Huenchul, vocero de la Asamblea de la Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación de Fiske Menuco, conversó con ANCCOM y denominó ese accionar como una “recuperación del espacio”.

Durante esos días de marzo la biblioteca continuó con las actividades previstas, aún con la policía en las inmediaciones del lugar. Pero la situación escaló a niveles más violentos. Durante las primeras semanas de abril, las fuerzas policiales se presentaron en el lugar, sin orden judicial, según denuncian desde Menoco Newen, con intenciones de desalojo. Una vez allí, y luego de un forcejeo, exigieron la documentación de todas las personas que se encontraban dentro del lugar, y los acusaron de ser usurpadores. De esta manera, y ya con la policía instalada en la puerta, se prohibió tanto la salida como la entrada, y todas las personas fueron obligadas a permanecer allí. Inmediatamente los referentes de la biblioteca convocaron a una conferencia de prensa, donde denunciaron sentirse secuestrados, imposibilitados hasta de concurrir al baño, que se encuentra en las afueras del lugar.

El caso llegó a la Justicia y las partes se encontraron en una audiencia donde se determinó levantar cargos por usurpación a 8 de las personas que se encontraban dentro al momento del desalojo. También, se acordó una mesa de diálogo para llegar a un acuerdo entre ambos.

Desde el Ministerio sostienen que el lugar donde se encuentra funcionando la biblioteca fue un espacio cedido al Teatro de la Estación, que se encuentra justo al lado, para la realización de actividades culturales, pero que luego fue devuelto. Según explica Huenchul, en principio, el gobierno de Soria parecía querer respetar la ubicación de la biblioteca y formalizar su permanencia allí con alguna personería jurídica para que haya un responsable. Pero, la única solución que han recibido hasta ahora, por parte de las autoridades, es el traslado a un barrio aledaño. La respuesta de los referentes de Menoco Newen es contundente: “Nosotros reclamamos que se respete la identidad de la biblioteca, queremos seguir funcionando en el mismo lugar, ya que la Biblioteca de Arte y Cultura es un espacio consolidado en el tiempo, con identidad propia”, explicó Orlando Carriqueo, vocero del Parlamento Mapuche Tehuelche de Río Negro.

 

Espacio privilegiado

Los motivos del desalojo parecen ser varios. En primer lugar, su ubicación privilegiada, ya que se encuentra en el centro de la ciudad y su accesibilidad es inmejorable. En segundo lugar, el tipo de actividades que allí se vienen realizando desde hace más de una década, “actividades contraculturales”, en palabras de Mauro Huenchul. Son las mismas que parecen no agradar a los vecinos de la biblioteca; la Secretaría de Turismo y el Teatro de la Estación. «Muchas de las agrupaciones que se juntan allí están reclamando derechos que el mismo Estado vulnera. Supongo que es un lugar incómodo para el Municipio», afirmó el vocero de la Asamblea de la Biblioteca. Por último, las personas que habitan el espacio son minorías y calificadas de marginales. En los últimos años, las actividades fueron llevadas a cabo por la comunidad mapuche del grupo Menoco Newen, por lo que Huenchul lee la situación como «un acto de racismo y xenofobia por parte del municipio». 

Desde la biblioteca señalan que las mesas de diálogo pactadas fueron canceladas y leen ese accionar como una falta de interés, de parte del municipio, al diálogo y a la negociación. «Las razones del desalojo son xenofobia, racismo e ignorancia. Hay algo de malicia también porque se cierran al diálogo.  A ellos no les interesa lo que nosotros queremos hacer», señaló Huenchul. 

 

La causa sigue abierta y a la espera de una solución que parece no verse en el horizonte. Mientras tanto, el grupo Menoco Newen responsabiliza a la gestión municipal de Soria, del Partido Justicialista, por la imposibilidad de mantener las puertas abiertas de la biblioteca, y la equiparan con el presidente Javier Milei. La acusan de querer despegarse del discurso del presidente de la Nación, pero actuar de la misma forma que él, despreciando la cultura en general. «El cierre de un espacio cultural y de una biblioteca implica un ataque a la cultura”, declaró Carriqueo. Pero, sobre todo, apuntaron sobre el menosprecio a la cultura mapuche, fuertemente bastardeada por el actual gobierno; «Las comunidades originarias en general son un estorbo para el Estado porque nosotros siempre vamos a defender la tierra y el territorio. Y ellos no tienen esa misma intención, quieren explotarla y apropiársela. Entonces siempre va a haber ese choque entre esas dos formas de cosmovisión”, sentenció Huenchul.

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

Presentado en la Feria del Libro, “Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación” reúne a 139 especialistas que definen más de 100 conceptos, en una obra que busca diferenciarse del clásico diccionario.

Coordinado por el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Diego de Charras, la directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Larisa Kejval, y la docente e investigadora Silvia Hernández, Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación reinstala el debate sobre el objeto de la comunicación, sus fundaciones y sus límites. Con una función pedagógica, se propone como una herramienta de consulta para estudiantes e investigadores. La relación entre sociedad, medios y tecnologías, los problemas de los lenguajes y las significaciones, y las relaciones entre procesos culturales, identidades, política y economía, son algunos de los ejes que atraviesan el libro publicado por Taurus.

En diálogo con ANCCOM, De Charras, Kejval y Hernández reflexionan acerca de la importancia de contar con un vocabulario donde quienes forman parte del campo puedan verse reflejados.

 

¿Cómo surgió la idea del libro?

Diego De Charras: Más que surgir, fuimos catalizadores de una idea que estaba desde hace muchos años dando vuelta por la comunidad de la Carrera de Ciencias de la Comunicación. Existieron varios intentos de gestar un diccionario propio para esta ciencia social, pero ninguno llegó a ver el sol, entonces nos propusimos poner en marcha este proyecto y llevarlo al final. Y por suerte lo logramos.

 

¿Por qué no se pudo gestar antes un vocabulario?

Larisa Kejval: Uno de los motivos quizás es que se trata de un campo que es relativamente joven, ya que comienza a institucionalizarse a partir de los años 80, con la creación de las carreras de Ciencias de la Comunicación tanto en Argentina como en el resto de América Latina. Como es poco para un campo de conocimiento, era necesario recorrer algunas décadas para madurar un proyecto de estas características. Otro elemento tiene que ver con que es muy difícil de hacer. De alguna manera, lo que hace un diccionario es, provisoriamente, poner un borde a un campo, es decir, delimitar cuáles son sus conceptos principales y quiénes pueden ser los referentes para dar cuenta de esas nociones. Silvia, en todo el proceso de hechura, estaba muy insistente con una palabra que yo no conocía, “balizar”, que significa poner un señalamiento provisorio dentro de un campo que fluye en el transcurso del tiempo mediante el debate, pero que también es ancho, lo cual implica trazar esos bordes en relación con otras disciplinas o formas de abordaje de lo social.

Silvia Hernández: Sí, yo agregaría que son 40 años de institucionalización que igual no agotan el pensamiento de lo comunicacional, porque si uno mira las referencias bibliográficas más fuertes del libro, eso se extiende mucho más en el tiempo.

 

¿Por qué eligieron la palabra vocabulario y no diccionario?

LK: Todo el tiempo oscilamos entre esas dos palabras, porque fue una idea que formó parte de muchas conversaciones. Siempre fue nombrado diccionario porque era el término con el que conocíamos a este tipo de publicaciones en otras disciplinas. En el momento en el que nos pusimos a pensar el nombre terminamos eligiendo vocabulario porque expresaba mucho más la intención de no pretender abarcar todo, sino un conjunto de nociones que forman parte de nuestro hablar y de nuestros intercambios en una comunidad académica.

SH: Uno podría pensar que el vocabulario es un punto de llegada. En parte sí, cuando concebimos el proyecto tratamos de hacerlo no como un punto final o de decir “esto que hay acá es el campo de la comunicación”. El vocabulario no tiene un propósito normativo de decir qué sí y qué no, sino que en una época en donde la comunicación parece ser todo y que no se puede hacer nada sin ella, necesitábamos una imagen en la que vernos reflejados. De ver qué cosas pudimos hacer y qué no, qué agenda tenemos y también poder observar qué estuvo haciendo un compañero. Me parece que funciona como un mojón en sí mismo para ver cuáles son nuestras referencias.

¿Cuándo empezó el proceso de creación?

LK: Cuando Silvia no quiso ser más secretaria académica (risas). Yo le dije: “Si me vas a dejar, yo sólo te pido que concretemos este libro”.

SH: Empezó en agosto del 2022 y hubo un primer momento caótico de pensar qué metodología íbamos a utilizar y qué queríamos lograr. Eso llevó tanto tiempo como el que tuvieron los autores para escribir y el posterior período de edición. El armado de la idea también supuso pensar qué queríamos hacer, “peinar” otras referencias importantes del campo, ver qué habían hecho otros y realizar consultas. Incluso formamos un comité asesor con un conjunto de docentes de la Carrera para que nos acompañen en los primeros momentos. También tuvimos que decidir qué hacer con los términos clásicos y con los emergentes que, si bien no están reconocidos por todo el campo, queríamos apostar por ellos. Una vez definido el mapa de términos, teníamos que ver si hacían sistema, qué figura componían y quiénes serían los encargados de escribir.

LK: Sí, y todavía hoy nos levantamos pensando en nociones que deberíamos haber incluido, pero a sabiendas de que el vocabulario no abarca todo.

 

¿A qué público está dirigido el libro?

DDC: Es un proyecto que tiene distintas aristas. Una claramente es pedagógica, pensamos en nuestros propios estudiantes, tanto presentes como futuros, como en nuestros colegas, para que funcione como una herramienta de consulta permanente. Tratamos de hacer un documento que jugase en ese filo entre algo que pueda ser leído por alguien externo al campo, pero de las Ciencias Sociales, como para alguien que fuera externo a ambos lugares, pero con un interés por la comunicación y que lo pueda comprender y al mismo tiempo pudiera funcionar dentro de la academia. Por otro lado, tiene una función académica y política en el sentido de que queríamos contener a toda la comunidad docente y de investigadores de la Carrera para que pudieran quedar expresadas distintas líneas de pensamiento, matrices teóricas y perspectivas epistemológicas. Fue un hojaldre que se amasó muchas veces antes de pedir los artículos.

LK: Sí, y creo que hacia adelante va a ser interesante ver cómo repercute en otros territorios, tanto de nuestro país como de América Latina. Si bien es un proyecto que de alguna manera nace en la UBA y en Argentina, hay que ver cómo resuena en otras geografías, qué otros términos han tenido un eco allí y qué no hemos tenido en cuenta. Por ejemplo, nosotros decidimos incluir la noción de “memoria”, que no sé si en otros países de Latinoamérica es igual de significativa que para nuestra historia político comunicacional.

 

¿Cómo definieron cuáles serían los conceptos?

SH: Primero hicimos una especie de conjetura acerca de cómo podríamos ordenar este campo. Para eso, imaginamos tres subzonas: una que piensa la relación entre medios y sociedad, una que reflexiona sobre el problema de los lenguajes y la significación, y otra que medita sobre el vínculo entre identidades, cultura, política y poder. Eso permitió definir un conjunto de términos y ver cómo se ordenaban según esos ejes, pero no es una división tajante, sino que se intersectan de maneras múltiples. Con respecto a la autoría, algunos términos ya venían con su nombre, ya que hay representantes casi exclusivos de algunos conceptos. También había algunas áreas emergentes que nos interesaba que estuvieran, pero que todavía no tenían un concepto decantado, y en esos casos era el nombre del autor o autora el que nos ayudaba a definir la noción encargada de albergar esa zona de interrogaciones.

LK: Somos un equipo muy complementario, entonces también tuvimos roles entre nosotros. A Silvia lo que más le preocupaba era la lógica interna y estos conjuntos. Yo en varias oportunidades amanecía pensando en conceptos que no podían faltar y muchas veces eran un nombre propio. Los roles nos permitieron ir y venir en un buen complemento con los énfasis que cada uno de nosotros le puso en base a su trayectoria. Por ejemplo, hay que reconocer en Silvia una enorme experiencia editorial y una cabeza para llevar la carga mayor de este libro que tuvo que ver con el proceso de hechura, de elaboración de directrices y de seguimiento cotidiano del equipo.

SH: Es un campo joven y acá tenemos la posibilidad de acceder a la palabra de las personas que han hecho contribuciones sustantivas con sus definiciones, entonces recuperar esas voces para nosotros es súper valioso.

 

Ustedes lo definen como una obra coral…

SH: Todas las entradas fueron escritas al mismo tiempo, ya que si todos escribían en diferido hubiese tardado mucho más en salir el libro. Igualmente, tratábamos de informar que otras entradas conexas a las que les tocaba escribir iba a haber en el listado final y eso les permitía descartar y saber qué términos no eran necesarios que definan, ya que otra persona se iba a encargar de eso. Nosotros propusimos de base la idea de recuperar debates y en algunos casos a la hora de la elección de los términos y las autorías tomamos algunas decisiones que apuntaban a que eso ocurriera. Por ejemplo, hay algunas entradas que tienen un único término definido por más de un autor, para decir que hay distintas perspectivas desde las cuales se han venido abordando estos conceptos y que son divergentes. Lo fuerte de este proyecto viene ahora en el sentido de cómo será leído. Hay un punto en que somos responsables del proyecto, de la elección de los términos y de las autorías, pero cada uno hizo su camino, volcó su trayectoria y su mirada acerca de eso. Ahora es la comunidad la que tiene que responder sobre esto.

LK: Yo creo que también tiene que ver con el conjunto de directrices bastante exigentes que recibieron las autorías para poner en pocos caracteres una noción que a veces requiere un libro entero. Las sugerencias por parte del equipo editorial, la propuesta de abordaje y genealogía que incluía los principales debates y la delimitación de la extensión o la cantidad de citas que se podían incluir en cada una de las entradas también ayudó a que sea un material abordable y amalgamado.

 

¿Qué términos les gustaría haber sumado y no incluyeron?

LK: No los voy a decir ahora, de ninguna manera (risas). Eso será para futuras ediciones. Ahora estamos disfrutando lo que pasa en la comunidad con un proyecto de estas características que logra construirse como una obra colectiva. Trabajamos muchos y muchas en este proceso, no solo nosotros tres. Desde un equipo editorial formado por Gonzalo Zubia y Magalí Bucasich, que tuvieron la enorme tarea de recibir las entradas, de revisarlas y de editar los trabajos. Roberto Montes, profesor de nuestra Facultad que hizo el enlace con la editorial. Y un comité de asesores con quienes fuimos probando, compartiendo y validando las ideas iniciales, conformado por Washington Uranga, María Graciela Rodríguez, Felisa Santos, Oscar Steimberg y Stella Martini. También colaboró el equipo de Dirección de la Carrera en diferentes momentos.

 

¿Cuál es el principal aporte del libro?

DDC: Yo creo que es una radiografía de un momento histórico. Logra captar una imagen en movimiento que sintetiza una historia y deja una foto para el futuro.

LK: Es un mojón en una conversación, ya que además de condensar abre un montón de charlas entre las mismas páginas y también hacia el futuro. Nos invita a conversar, a volver a debatir y a discutir y eso está buenísimo. Un propósito de este libro es recuperar la conversación entre escritos y entre perspectivas, algo que fue tan central en la conformación de nuestra carrera y que hoy en nuestra sociedad sigue siendo tan necesario. En ese sentido, me parece que seguramente vengan además de las lindas reverberancias, los reclamos y las molestias. Nos hacemos responsables de ello reconociéndonos humanos y humanas, pero dándole la bienvenida.

 

SH: Yo creo que reivindica algunas cuestiones importantes que están en el título: la crítica y la idea de ciencia. Es el nombre de una carrera, pero también es una demanda por el conocimiento. Me parece que es una apuesta a situarnos, a recuperar esas palabras y hacernos cargo de ellas, por eso funciona como un gesto hacia adelante y de revisión. Hay una politicidad en redefinir y pensar el objeto de la comunicación no sólo al interior del campo sino para el conjunto de las Ciencias Sociales. Vivimos en un capitalismo que se dice informacional, entonces la cuestión de la comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos y universitarios. Esperamos que el libro pueda llegar un poco más allá también.

 

¿Además de generar debates, puede saldar ciertas discusiones?

DDC: Creo que sí. A lo largo de su proceso de existencia, nuestra Carrera fue conteniendo debates, perspectivas y tensiones. Tratamos de abarcar eso y darle una cristalización. Quisimos expresar eso que conocimos y conocemos y con lo que nos formamos y seguimos formando personas. De alguna manera, convertir eso en un conjunto de entradas y términos con sus descripciones consolida una historia y una parte del campo de las Ciencias de la Comunicación. Por lo menos de nuestra Carrera, que dialoga con otras ciencias sociales y humanas y con el campo de la comunicación del resto del país y de América Latina. Entonces, ahí hay algo que termina de tomar una forma, no definitiva, siempre precaria, pero que se termina de consolidar.

 

¿Están satisfechos con el resultado?

SH: Es algo que nos propusimos, que intenta reunir proyectos múltiples que ya han existido y que ojalá hayamos logrado hacer justicia a las expectativas de toda una comunidad. Ahora se abre eso con las lecturas, los debates y la alegría de las autorías cuando se encuentran con el libro y ven que se publicó tal cual fue prometido y que todo el esfuerzo dio lugar a este producto.

LK: Retomando lo que dijo (la docente e investigadora) Cora Gamarnik hace unos días, es un proyecto necesario porque viene a ocupar un lugar de vacancia, es colectivo, en el sentido de lo coral y de que fuimos muchos los que lo hicimos posible y es perdurable. Son cosas que están haciendo falta en nuestra sociedad.

Después de 48 años de silencio, la Feria del Libro tiene sus jornadas de literatura originaria

Después de 48 años de silencio, la Feria del Libro tiene sus jornadas de literatura originaria

A lo largo de tres jornadas, escritores y poetas de distintos pueblos presentaron sus trabajos. «Era una deuda», subrayó Ezequiel Martínez, director de la Feria.

Este miércoles se inauguró en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el ciclo de charlas La palabra indígena. Diálogo con escritoras y escritores originarios. El encuentro se puso en marcha por primera vez en este 2024, ya que nunca antes en los 48 años que lleva funcionando el acontecimiento cultural más importante de la Argentina se había reservado una sala exclusivamente para que los autores indígenas de diferentes latitudes pudieran visibilizar sus voces y escritos.

“El año pasado, durante la Feria, unos cinco o seis adolescentes que venían de la Patagonia me trajeron dos libros bilingües en castellano-mapuche, que hablaban sobre lo que hacían en su comunidad. Me dijeron: ‘Nosotros queremos que sepa que escribimos en nuestra lengua y queremos que tenga estos libros’. Yo me re emocioné, todavía lo hago”, dijo Ezequiel Martínez, Director General de la Fundación El Libro, en el discurso inaugural. Comentó que meses después de ese encuentro Fabián Martínez Siccardi —quien hoy forma parte de la coordinación del ciclo de charlas junto con Diego Antico y Fiona Martínez— le propuso realizar un diálogo de lenguas indígenas. “Era una asignatura pendiente que tenía la Feria. Hay 15 lenguas originarias activas todavía y si no las ponemos sobre el escenario, corren el riesgo de perderse. Esta sala tan colmada demuestra que no nos equivocamos”, concluyó Martínez.

El encuentro se dio en la Sala Alfonsina Storni del Pabellón Blanco, la cual efectivamente estuvo desbordada de gente. El número de sillas ubicadas en el lugar quedó corto y muchas personas presenciaron la apertura de pie. El evento estuvo protagonizado por Martínez Siccardi —quien, aparte de coordinador de este ciclo de charlas, es escritor— y por Liliana Ancalao, poeta de la comunidad mapuche-tehuelche Ñamkulawen, que vive en Comodoro Rivadavia, Chubut, y quien, además, es profesora en Letras e investigadora.

“Queríamos mostrar que somos las dos caras de una historia. Yo soy descendiente de colonos asturianos y ella es descendiente del pueblo mapuche. Somos personas similares, es decir, nacimos en la misma geografía patagónica, tenemos la misma edad, los dos somos escritores. No hay grandes diferencias en lo superficial, pero sí las hay en lo que no se ve. Yo siempre supe mi origen. En el caso de ella, no fue tan así”, aseguró Martínez Siccardi para dar pie a lo que se convertiría de ahora en más en un diálogo constante entre ambos escritores. “Yo crecí sin saber quién era. Nací en un barrio petrolero de Chubut, Diadema, que estaba partido por una vía que dividía dos barrios: el de los jefes y administradores de la empresa petrolera y el de los obreros. En la escuela, las maestras a mí me llamaban por el apellido y a los hijos de los administradores, por el nombre. Yo pensaba que esa diferencia era social pero con el tiempo me di cuenta de que había algo más”, afirmó Ancalao. Comentó que en los veranos, cuando visitaba a su abuela en Cushamen, tenía la oportunidad de escuchar la lengua mapuche. “Cuando, ya grande, supe que yo era mapuche —con la palabra de mi abuela empezó a cohesionarse todo lo que hasta el momento había estado suelto—, también supe que en realidad no íbamos al campo sino a una reserva mapuche, que era una parte del Wallmapu, del territorio ancestral. Supe, además, que el mapuzungún era mi lengua materna y paterna”, agregó. También dijo que su familia se comunicaba con “palabras impuestas para disimular ese origen”, un hecho que describió como “operaciones de la desmemoria y del avergonzamiento, cuyo lugar de adoctrinamiento fue la escuela”.

Más tarde, el diálogo entre ambos autores viró hacia la pregunta sobre desde qué lugar escribe cada uno, a lo que Ancalao respondió —alternando la lengua mapuche y el castellano—: “Escribo con indignación, impotencia y tristeza cuando recuerdo las atrocidades cometidas en la Campaña del Desierto, como el genocidio fundante, el despojo del territorio y los arreos humanos por cientos de kilómetros. También escribo con nostalgia, de ese idioma que nos perdimos todos, el mapuzungún, y de ese modo de construir el mundo donde todos somos parientes, incluso con los animales, los ríos y las plantas, con quienes nos debemos una buena convivencia. Además, escribo con responsabilidad porque las operaciones de la desmemoria nos abarcan a todos —soy una aprendiz de mi cultura, entonces no quiero tergiversar— y escribo concentrada en mi corazón, donde está mi gente”. Después leyó tres de sus poemas, titulados: La tarde del sábado para lavar la ropa, Una foto en la ruta 40 y Casos de pewma.

Hacia el final, Martínez Siccardi permitió que el público hiciera preguntas a Ancalao. ANCCOM le consultó si siente que se pierde el sentido original de lo que quiere transmitir cuando hace el pasaje del mapuzungún al castellano, y ella respondió: “Lamentablemente no soy hablante del mapuzungún, soy aprendiz de esa lengua. Así que mis procesos de escritura no tienen que ver con ese movimiento. Yo busco las experiencias de espiritualidad de mi pueblo, paso por mi cuerpo el mapuche kimün que me fue negado, después escribo en castellano y me autotraduzco al mapuzungún. Seguramente entre ambos pasajes se pierde y se gana. No son traducciones literales”.

Entre el público presente estuvo Ignacio Prafil, músico del pueblo mapuche y amigo personal de Ancalao, quien en diálogo con ANCCOM aseguró: “Esta convocatoria hace que, después de muchos años, haya participación plena de los pueblos originarios. En un lugar tan emblemático como lo es la Sociedad Rural, está bueno venir a hablar y decir que estamos vivos. Además, sabiendo que iba a estar Liliana, no podíamos estar ausentes”.

Media hora después de que terminó la apertura del ciclo de charlas, tuvo lugar en la misma sala la Mesa redonda I, moderada por Carolina Testa, la creadora de Inspirad@s, una iniciativa cultural que difunde arte y literatura latinoamericana en Canadá. En ese encuentro participaron Silvia Mellado —poeta e investigadora que integró la antología Lof sitiado. Homenaje poético al pueblo mapuche de Chile (2011, LOM ediciones)—, María Carbonetti —profesora del Departamento de Estudios Franceses, Hispánicos e Italianos de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá y creadora del proyecto Palabras Madres— y Javier Viveros —escritor y Secretario de Políticas Lingüísticas de Paraguay—.

La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires confirmó que hoy, jueves 9 de mayo, no suspenderá las actividades por el paro, pero aclaró que cerrará sus puertas a las 20. Este ligero cambio en la agenda hizo que las Mesas redondas II y III se adelantaran en el horario, por lo que comenzarán a las 17:30 y a las 19, respectivamente. Las Mesas redondas IV y V, que tendrán lugar mañana, viernes 10 de mayo, siguen con el horario que estaba previsto: a las 19 y a las 20:30, respectivamente.

 

 

Viajar a Malvinas sin comprar pasajes

Viajar a Malvinas sin comprar pasajes

Pensada y realizada en la universidad pública, una experiencia inmersiva permite recorrer de manera simbólica las islas, conocer las huellas de la guerra y transmitir a la juventud la idea de la soberanía nacional.

Con tecnología 3D y cascos de realidad virtual, la experiencia inmersiva Pisar Malvinas busca ser un puente entre la educación y el entretenimiento. El proyecto, ahora ubicado de manera permanente dentro del Museo Malvinas, en el predio de la exESMA, apunta a escuelas, familias y otras instituciones educativas. El foco está en propiciar la democratización de las tecnologías y que sean los museos los que se trasladen a las escuelas. En diálogo con ANCCOM, su creador, Federico Ledesma, reflexiona sobre su aporte a la memoria y a la construcción de soberanía en tiempos donde consensos que eran considerados básicos son puestos en discusión.

 

¿Cómo surgió el proyecto?

Nació como una tesis para la Tecnicatura en Animación 3D y Efectos Visuales de la Universidad de San Martín (UNSAM) y en el marco del concurso Activar Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación. En 2021 la Dirección Nacional de Museos buscaba contenidos que pudieran generar un acercamiento de las nuevas generaciones a los museos, sobre todo porque después de la pandemia estaban fundidos y había una desconexión muy grande con el público. La idea era ver de qué manera, desde la universidad, se podían hacer proyectos que sirvan para la reconexión. En base a esto planteé una tesis centrada en el Museo Malvinas, donde me alejé de la museografía tradicional y propuse un proyecto para pisar las Islas mediante la realidad virtual. Algo de la premisa tenía que ver con conocer un lugar al que nunca había tenido acceso y que, pese a estar en territorio argentino, se debía firmar un pasaporte de un país usurpador para visitarlo. Por eso me pareció que estaba bueno crear un recurso educativo que permitiese caminar por las Islas de una manera simbólica y generar un sentido de pertenencia con nuestro territorio.

 

¿Por qué la opción por la experiencia inmersiva?

Porque lo inmersivo permite que cuando una persona se coloca el casco de realidad virtual no sea espectador sino protagonista de la historia. Es decir, es ella quien pone la visión, no hay planos como en el cine que fijen el encuadre y guíen al espectador hacia algún lugar, sino que en la realidad virtual es la persona quien fija la mirada al vivir la experiencia. Esto es interesante porque hace que cada sujeto tenga su propia vivencia en la superficie, ya que algunos pueden conectar con el paisaje, otros con algún objeto arqueológico de la guerra y otros con alguna gráfica informativa sobre las Islas. Se da una riqueza y un diferencial que no tienen otras narrativas.

 

¿Cuánto tiempo llevó pensar la idea y concretarla?

Como esto se hacía en el marco de una tesina, tuve un año para hacer una investigación previa sobre el Museo Malvinas y pensar en lo que el espacio necesitaba y en qué podía ayudar con mi proyecto. Luego, pasé a una instancia de guión, de boceto y de construcción de un demo, en donde, con un casco de realidad virtual, se podía mirar algún paisaje e interactuar ciertos objetos. En 2022 lo pude llevar al Museo y mostrárselo a Edgardo Esteban, por entonces director del espacio, a quien le interesó tanto que quería que lo presentáramos el 2 de abril, en los 40 años de la Guerra de Malvinas.

 

¿Qué significa, como artista, que Pisar Malvinas sea hoy una muestra permanente del Museo?

Es un orgullo por lo que significa exhibir en un museo nacional. También me resulta gratificante que el contenido haya funcionado como una manera de reconectar con nuestro territorio, no sólo por parte de los alumnos sino también de sus familiares. Esto tiene que ver con que el proyecto no apunta a lo bélico en sí sino a un recorrido desde la actualidad del lugar. Obviamente abordamos la tecnología de la guerra, pero también la idea de la experiencia es ver la arqueología y el paisaje, conocer la flora y la fauna y la historia de Malvinas antes de la usurpación. El eje es ver todas las cosas que pasan en las Islas más allá de la Guerra.

 

También sigue funcionando como recurso itinerante que recorre el país…

Sí, el movimiento siempre genera nuevas cosas. Lo importante es que sea lo más federal posible. Si bien ahora está expuesta en un museo nacional, que es un lugar que me genera una satisfacción muy grande como desarrollador, si el proyecto se quedaba solamente en Buenos Aires iba a sentir que quedaba incompleta su misión. Que recorra el país de punta a punta como un contenido educativo que favorezca la democratización de la tecnología es un objetivo del proyecto. Así como también que cualquier escuela pueda contar con recursos como videojuegos de realidad virtual para que los docentes puedan explicarle la Guerra de Malvinas a sus alumnos de una manera más lúdica. Por eso mi mayor satisfacción fue cuando empezó a ir a provincias como Chubut, Tierra del Fuego, San Juan, Chaco y Córdoba…

 

Incluso salió al exterior en una una visita al Papa Francisco.

Fue una sorpresa grande, no estaba en mis planes que pudiera llegar a él. El director del Museo le llevó el proyecto a fines de 2022 y, si bien no tenemos registro de cómo lo experimentó, sabemos por Edgardo que lo recibió con mucha calidez. Incluso nos agradeció la creación del proyecto y lo hizo extensivo a la UNSAM. De hecho, la experiencia siempre se presenta como nacida en la universidad y que fue hecha por estudiantes y docentes de San Martín. Si bien yo hice el guión y el demo, necesitaba de más personas para terminar la estructura, por eso cuando tuve la oportunidad de armar el equipo, opté porque esté compuesto íntegramente por compañeros de la facultad. Y estoy seguro de que salió bien por eso, porque todo lo que se necesita para armar un proyecto así está en la universidad. En realidad, para hacer cualquier proyecto de este tipo, porque el recurso humano de allí es extraordinario. Toda esa simbiosis que se genera y el intercambio de conocimiento permiten que este tipo de experiencias sean posibles.

 

Y en ese sentido, ¿qué opinás del ajuste en educación, ciencia y tecnología?

Es una desgracia para el país, una pérdida de visión total y una falta de criterio y de conocimiento sobre las oportunidades que tiene la Argentina. Es todo muy caótico porque cuando te pegan por todos lados, no sabés por dónde comenzar a defenderte. El punto más importante de todo esto es no sólo defender nuestros derechos, sino también reflexionar acerca de la relevancia que tienen las distintas industrias del país. Por ejemplo, de la Tecnicatura en Animación y Efectos Visuales egresan profesionales que generan ingreso de dólares al país, porque además de crear un polo industrial interno en Argentina también pueden trabajar para otros países desde sus casas. Hay una falta de visión para entender que no todo es un gasto público, sino que hay cosas que tienen que ver con generar un valor agregado para producir nuevas industrias profesionales. Desde el punto de vista profesional, me resulta angustiante pensar que no se pueda tener una continuidad más allá de la política pendular del país y que no se pueda lograr un acuerdo en ciertas cuestiones básicas, como la universidad pública. La educación, al igual que la soberanía, deberían ser un consenso intocable.

 

Hablando de defender la soberanía, pudiste presentar el proyecto a excombatientes en Tierra del Fuego, ¿cómo fue?

Muy movilizante porque la estrenamos en Río Grande el 2 de abril de 2023 y pudimos vivir la vigilia y todos los preparativos. Yo no tenía una pretensión de que la muestra le guste a los excombatientes, me parecía muy ambicioso. Obviamente era un anhelo. Sin embargo, tras la inauguración, los excombatientes nos comentaron que les había gustado mucho e incluso nos invitaron a conocer su Centro de Veteranos, que no estaba abierto al público. Durante el recorrido, uno de ellos destacó la importancia del proyecto para mantener viva la memoria de Malvinas y cómo la realidad virtual generaba un puente con las nuevas generaciones para contarles la historia.

 

Hasta fue declarado “de Interés Tecnológico, Educativo y Cultural”.

Sí, es un reconocimiento que sirve mucho para generar un precedente, ya que apuntamos a que se convierta en un proyecto educativo que pueda moverse y que todas las escuelas lo puedan tener. También el año pasado fue declarado de Interés Social, Cultural y Educativo por la Legislatura porteña y el mes pasado de Interés Legislativo en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Estos reconocimientos sirven muchísimo para seguir proyectando, porque contamos con el aval de que se lo piensa como una política pública y abre una puerta de continuidad para continuar desarrollándolo.

 

Además de las distinciones, ¿qué es lo que más te enorgullece del proyecto?

El recibimiento que le dieron los excombatientes de Malvinas y que funcione como un pequeño aporte a la soberanía, ya sea desde lo educativo o lo social. Me gusta que sea una herramienta que ayude a conectar con el territorio y que apunte a ser lo más accesible e inclusiva posible.

 

Pisar Malvinas se puede visitar de viernes a domingos de 11:30 a 17:30 de manera gratuita con reserva previa de entrada en la página del Museo.

La crisis pegó de lleno en la Feria del Libro

La crisis pegó de lleno en la Feria del Libro

Ante la falta de políticas públicas, y con una disminución de las ventas de entre un 20 y un 50 por ciento, el encuentro cultural anual más esperado resultó víctima del ajuste.

La Cámara de la Industria Ferial Argentina (CAIFE), en su informe de este año titulado “Menos stands, menos inversión”, manifestó la preocupación respecto a la caída de las ventas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, una baja que ya el año anterior había sido del 24 por ciento en relación a 2022: “Esta tradicional y masiva Feria, fundamental para la cultura de nuestro país, cuenta con un espacio expositivo de más de 45 mil metros cuadrados, es una de las más grandes de América Latina y es un importante motor para el fomento del turismo por ser la más concurrida en el mundo de habla hispana. Sin embargo, este año tiene menos metros cuadrados construidos que los habituales y una inversión mucho más baja en los stands que fueron contratados”.

En diálogo con ANCCOM, el secretario general de CAIFE, Jaime Usach, sostiene: “La coyuntura económica que vive el país, donde hay inestabilidad y recesión, genera efectos sobre el poder adquisitivo de la población y modifica sus hábitos de consumo, incluyendo la compra de libros. Esto va acompañado de la competencia de los medios digitales, que aparecieron hace bastante tiempo, y la piratería”.

“Por otro lado, es destacable la ausencia del Gobierno nacional –prosigue–. La no participación con un stand en la Feria se puede interpretar como una acción política, acompañada de la falta de apoyo o de interés en la cultura y en la industria, no sólo del libro. Ahí hay una señal que va en concordancia con lo que está demostrando el Gobierno, que la cultura no tiene lugar en su lista de prioridades. También es notoria la reducción de stands de las provincias y, en general, de editoriales y librerías. Este recorte afecta directamente a nuestra industria, a todos los que somos proveedores, a muchísimas PyMEs, ya que nuestra cadena de valor está conformada por muchos rubros, como arquitectura y diseño, herrería, carpintería, pintura, gráfica audiovisuales, mobiliario, electricidad”.

Algunos, de hecho, fueron afectados por la decisión del Gobierno, que a través de su vocero afirmó que la participación en la Feria significaría un “gasto” de 400 millones de pesos. Según Usach, no logran entender que esto no es un gasto sino una inversión, porque estarían apoyando a la cultura, a la industria y a los negocios. “Desde CAIFE, además, podemos dar la certeza de que los valores dados no son correctos, ya que se hacen por mucho menos”, asegura Usach.

Las interrogantes se acumulan: ¿la crisis económica sólo daña las ventas durante la Feria o es un fenómeno a nivel nacional? ¿Por qué la gente ya no compra tantos libros? ¿Por qué un pueblo deja de invertir en la cultura literaria? ¿Qué rol cumplen los libros en la vida diaria de las sociedades y, particularmente, de la argentina?

Pablo Canalicchio, editor y director de la Carrera de Edición de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), afirma que la industria del libro atraviesa diversas problemáticas: “Es un escenario de alta complejidad, donde infieren factores como el precio del papel, el empobrecimiento de la gente, el recorte a la cultura y la crisis económica que azota al país. El ecosistema del libro está frágil y lastimado por la falta de políticas públicas, y así las librerías se achican y, en el peor de los casos, cierran. Por otro lado, está la cuestión de la competencia por el tiempo libre de la gente. Hay muchas empresas que compiten por ese tiempo libre, muchas son editoriales que compiten entre sí, pero también hay otras empresas con otros bienes culturales, donde entra en juego lo digital”.

“Se registra una crisis en las ventas desde el anteúltimo gobierno (el de Macri), que fue relativamente malo para la industria editorial. Hubo una falta de apoyo y, otra vez, de políticas públicas. Argentina es un país que, si lo comparamos con otros de la región, sale muy bien parado en casi todos los índices culturales, tenemos enormes cantidades de editoriales, bibliotecas, librerías y escritores. Muchos de nuestros autores nacionales consiguen premios y reconocimientos académicos internacionales. Es necesario proteger esta industria”, agrega.

“El libro es el centro de la cultura, es el objeto físico más importante que existe. Lo que pasa en un aula alrededor del libro, en una biblioteca, en una casa, no se puede reemplazar por ninguna otra cosa. Sí hay otros lugares que generan encuentros y desarrollo cultural, como el cine o el teatro, pero la capacidad que tiene el libro de estar ahí, en la biblioteca de una casa esperando que venga un chico y lo agarre en algún momento, no se compara con nada. La posibilidad de que haya bibliotecas en lugares de bajos recursos, donde puedan acceder niños, jóvenes y adultos, potencia la posibilidad de emparejar e igualar oportunidades. Los libros son de los principales y más cómodos, más efectivos y más económicos vehículos de aprendizaje, y por consiguiente de ascenso social. La potencia de los libros, cualquier tipo de libro, es inmensa. Una sociedad sin la literatura en el centro, como eje, es un pueblo más plano, sin herramientas para pensar, dialogar, cuestionar, proyectar, soñar y crecer”, concluye.

 

Un paseo por la Feria

Paola, personal del stand de la provincia de la Pampa, cuenta que “se ha vendido muy poco en relación a otros años. Hay público durante toda la Feria, pero las ventas han disminuido en relación al año pasado en un 50 por ciento”. En su puesto, lo que más busca la gente son poetas e investigadores pampeanos, muchos de la Universidad Nacional de la Pampa, que tiene su propia editorial. “Es notable en la provincia que, debido a la situación económica, hay otras prioridades, como comer. La literatura, como todas las artes, es una de las formas de expresión fundamentales para el desarrollo de cualquier persona, tan necesaria como todas las otras disciplinas para educarnos, desarrollarnos y expresarnos”, remarca Paola.

Tal como señaló Usach, en esta edición de la Feria fue llamativa la ausencia de varias provincias. Ramón Blanco, coordinador del stand de Corrientes, comenta: “Si bien tuvimos mucho interés durante las jornadas profesionales, que fueron el martes y el miércoles previos a la inauguración oficial, es cierto que, comparado con otros años, estamos vendiendo menos. Quizás llegamos a 400 ejemplares vendidos en total hasta ahora. Nuestro público en general son adultos de entre 35 y 60 años, más librerías que buscan autores autóctonos, el género que más buscan es historia”. Blanco dice que él es quien es “gracias a los libros”. “Celebrar el libro –añade– es una forma de celebrar la vida, no concibo mi vida sin los libros. Hay que seguir protegiendo e incentivando la lectura, sobre todo para la juventud”.

En la Feria también participan países de la región como Perú, Paraguay, Chile y Brasil, así como de otras latitudes, como Portugal e Italia. “La literatura ayuda a los pueblos a tener conciencia crítica y, sobre todo, a conocer sus raíces”, afirma Derlis Sosa, del stand de Paraguay, donde casi no se encuentra stock de libros sobre la Guerra de la Triple Alianza gracias al masivo interés que despierta en lectores, escritores, docentes y bibliotecarios argentinos. El segundo lugar en ventas lo ocupan los libros de gramática, antropología e historia de la cultura guaraní, junto con mitos y leyendas locales. “Tenemos un público consumidor autóctono con raíces paraguayas que quiere aprender el idioma o conocer la historia de nuestros pueblos hermanos”, puntualiza Sosa.

La caída de las ventas está en boca de todos, ¿pero cómo se sienten los lectores que visitan la Feria año a año frente a los precios en alza? Uriel Bitar (22) cree que, en comparación con años anteriores, son exponencialmente más caros: “Suelo comprar libros usados, por lo que a veces encuentro buenos ejemplares que se quedan ‘atrás en el tiempo’ con sus precios y cuestan lo que deberían haber salido meses atrás. Este año, en la Feria, compré un solo libro, porque encontré un descuento con mi tarjeta de crédito, pero años anteriores podía llevarme varios más. Es triste, ya que los libros cumplen un rol fundamental en la memoria histórica de los pueblos y en el registro cultural que cada momento y cada sujeto imaginario llega a la posteridad. Nos permite retrotraernos a distintos pasados, comprender diversas miradas, y analizar la realidad desde nuevos lentes. Una población sin inversión en la literatura sería un pueblo abandonado totalmente a la desmemoria y a la completa ignorancia de lo que lo hace pueblo, y en tanto pueblo, indefectiblemente libre”.

Esos músicos bajitos de Varela

Esos músicos bajitos de Varela

Cuando lo público está en la hoguera del Gobierno nacional, la Orquesta Escuela Villa Argentina, en Florencio Varela, avanza en la formación musical de niños. Dos veces fueron convocados para los recitales de Roger Waters.

Es un sábado hostil: llueve y el viento remolinea. La Escuela Secundaria N°5 de Florencio Varela está abierta. En el hall, una veintena de niños agarra violines con impaciencia. Una profesora entrega copias de una nueva partitura. Son las diez de la mañana. Arriba, por las escaleras, comienza a sonar el opening de Harry Potter. Estamos en la Orquesta Escuela Villa Argentina.

“Años atrás era impensable que un chico de Villa Argentina, de Florencio Varela, pudiera tocar el violín, el oboe… -deja deslizar Soledad Noferi, coordinadora de la Orquesta-. No sólo por el valor de los instrumentos, que son de poco acceso para los trabajadores, sino porque no estaban estos espacios: tenías que ir con tu instrumento a un conservatorio. Hemos descubierto que acá hay buenos violinistas, fagotistas, violistas… Tenemos exalumnos tocando en el exterior, en el Teatro Colón, en el Teatro Argentino de La Plata o que siguieron otro camino, pero que aprendieron algo fundamental de la orquesta: trabajar con responsabilidad, organizadamente y en solidaridad con el otro”.

Los chicos de la orquesta inicial comienzan repasando una de las canciones que tocaron la semana pasada. Para algunos, con menos de un metro de altura, ese fue su primer concierto. Parecen conservar el calor de los aplausos en los ojos y el orgullo en la forma de agarrar el instrumento. Uno, con lentes y mirada preocupada, observa el violín y la partitura nueva. A esta sí la tiene que mirar, no la sabe de memoria. Sus compañeros acomodan bajo el mentón el violín, decididos. Con pánico, llama a la profesora. Ella explica cómo va a ser la canción y le acerca un atril fino al nene. Ahora, con todo en su lugar, puede empezar.

Todos los sábados, las seis orquestas escuela del distrito se llenan de música y vida. “Vimos la necesidad de que las orquestas se armen en los barrios más alejados porque había muchos pibes que no llegaban al centro de Varela”, resalta Noferi. La de Villa Argentina tiene un ensamble de guitarra, una orquesta inicial y una avanzada, un coro inicial y uno avanzado. En total, alberga a 260 chicos y jóvenes.

“Encontré lo que me gustaba, mi lugar. La gente siempre fue muy copada, siempre me ayudó. Es un segundo hogar, un lugar seguro. Fuimos a ver un montón de conciertos y a tocar en el Teatro Colón, en el CCK, en el Luna Park y con Roger Waters”, detalla Benjamín con la voz emocionada. Desde los 6 años va a la orquesta: acompañó a la hermana y se quedó.

Del grupo que estuvo en el escenario con el artista inglés es el que lo recuerda con más emoción, pero a todos les cambia la mirada cuando se acuerdan del concierto en el Estadio Único de La Plata en 2018. No se comparaba con la cantidad de público a la que estaban acostumbrados y las luces y el vestuario no ayudaban. “Teníamos unos atuendos y una máscara que en un momento nos teníamos que sacar. ‘Ya veo que me saco un pie’ pensaba”, dice entre risas Maxi. Su hermano, Axel, lo completa: “El miedo era sacarse la máscara en otro momento (habíamos visto vídeos donde pasaba en otros países) o que se trabe el atuendo, pero después estuvo lindo. No nos olvidamos la letra ni nos equivocamos con la coreo”. El grupo sonríe y todos enderezan las espaldas, orgullosos.

“Primero cantaba Roger y nosotros estábamos quietos con la cara tapada. Aún así, veías todas las luces y te ponías todo nervioso. Cuando te sacabas la máscara era peor, se te llena cada vez más el pecho, pero después es ‘wow, ¿en qué momento llegué acá?’”, asegura Benjamín con el pecho inflado, volviendo a vivir en presente aquel momento.

Doce chicos, de entre diez y quince años, de un coro varelense frente a más de 40 mil personas, cantando la mítica Another Brick in the Wall. “Estaba cagado en las patas”, sincera Leonel en un susurro. “Me retemblaban las piernas, cuando me saqué la máscara vi a toda esa gente”, agrega. Sus compañeros se ríen, pero él tiene ganas de sacar otras máscaras: “Yo no lo conocía, ninguno lo conocía, aunque parece que era muy conocido mundialmente -ironiza-. Después lo escuché y supe su historia”.

Roger Waters volvió a invitarlos para ver su concierto en 2023. En el camarín, lo abrazaron con ganas. Ahí, el inglés guardaba una foto de ellos que usó para comparar cómo habían cambiado esos nenes, ahora adolescentes. El coro inicial del que salieron tiene 16 niños y 16 preadolescentes. Cuando el profesor se sienta en el teclado, una voz aguda pregunta: “Profe-profe, ¿podemos cantar la del pescador?”. Con una sonrisa, asiente: “Sí, hoy vamos a agregarle la segunda voz, pero primero vocalizamos”. Caras de preocupación recorren el salón. Las notas salen del teclado, las cabezas se empiezan a mover y por sectores empiezan a cantar. Alguien está demasiado agudo.

– Lo tenés que sacar del pecho. Es más abajo el tono. Sentilo acá – apunta el profesor, presionando su propio pecho y haciendo una mueca como de quien no encuentra metáfora más clara.

En la clase de vientos, sucede algo similar. Hoy comienzan una nueva canción, “Danza brasilera”. Una chica mira de costado a la partitura: una nota tiene tres Fs. Iván, su profesor, le explica: “Es la nota más fuerte que puedas tocar. Tenés que sentir que el aire se suelta con más facilidad. Abrí la garganta”. Con señas trata de expandir la explicación, pero se resume a eso: sentir en el cuerpo el instrumento.

“Sentilo en el pecho” o “sentilo en la garganta” son frases que no descolocan a nadie. Es una nueva naturalidad, otros saberes que recorren los cuerpos. Así como se siente el sol picar preparando el cemento y así como se dobla la espalda de las costureras, se puede sentir una canción. El mundo de lo posible se expande con un par de notas. “Era todo desconocido, nunca había visto un violín, un cello, un trombón. Fue impresionante verlo… y después escucharlo”, relata Axel sobre la primera vez que conoció la orquesta. En 2017 fueron a su escuela y tocaron la canción de la Pantera Rosa. En ese momento, decidió que también quería tocar y arrastró a su hermano con él.

En un aula, Benjamín confiesa: “Estoy empezando mi mundo laboral con la Orquesta Municipal. Me gustaría ser profesor en algún momento de mi vida para pasar el conocimiento que me pasaron”. Minutos después, sube las escaleras y va a un taller. Se sienta al lado de un nene de diez que también toca el corno. En ese salón, los otros cinco chicos se dedican a la trompeta. Mientras la profesora se detiene a que una trompetista de nueve años encuentre el re sostenido, Benjamín le marca la partitura a su pequeño compañero. Soplando bajo, le muestra el camino.