La cultura huarpe llega al cine

La cultura huarpe llega al cine

«Lagunas”, documental del director mendocino Federico Cardone, que cuenta con la participación de la escritora santafesina Liliana Bodoc, relata la historia de la comunidad originaria, su transformación frente a las sequías y en paralelo la historia de un cine que ya no existe.

El viernes 16 de agosto se proyecta Lagunas, un documental que aborda cómo los recuerdos se transforman con el paso del tiempo. Lejos de una mirada melancólica, indaga en cómo el pasado puede conectarse con el presente y transformarse en algo nuevo. “Creo que es interesante la idea de poder construir el propio recuerdo en vez de padecerlo”, expresa Federico Cardone, su director.

¿Cómo surgió la idea de realizar el documental? ¿Cómo fue que Liliana Bodoc llegó a ser parte?

La idea de hacer el documental Lagunas nació de las ganas de poder filmar en en el desierto de Lavalle, al norte de Mendoza. Esta zona, que antes era rica en lagunas, fue el principal asentamiento de los huarpes, quienes vivían de la pesca. Con el tiempo, las lagunas se secaron, obligando a este pueblo indígena a cambiar completamente su economía y enfrentarse a problemas que habían tenido siempre, como la persecución, la pobreza y la falta de apoyo del Estado. Esto llevó a que la comunidad que vivía alrededor de las lagunas quedara prácticamente olvidada y que muchos aspectos de su cultura y su vida desaparecieran. Nos pareció un tema muy interesante y decidimos planteárselo a Liliana Bodoc, quien tenía un profundo conocimiento de la tradición cultural de los pueblos aborígenes de Latinoamérica, pero curiosamente, no sabía mucho sobre los huarpes de Mendoza, a pesar de haber vivido allí muchos años. Le pareció súperinteresante esta posibilidad de poder encontrarse con esta cultura y este paisaje que ella desconocía.

¿Qué pasó con el documental cuando ella falleció? ¿Se transformó el proyecto?

La muerte de Liliana Bodoc fue un shock terrible para todos nosotros. En ese momento ya habíamos hecho un primer corte de la película, y su fallecimiento nos hizo cuestionar si tenía sentido continuar con el proyecto. Decidimos ir a ver a su familia en San Luis, donde ella vivía, y descubrimos que en el lugar donde ella trabajaba, en el escritorio donde ella escribía y que su familia lo había dejado tal cual ella lo había dejado, estaba arriba de todo un cuaderno especial, que ella llevó en blanco, especialmente para estrenar en el documental, era un cuaderno verdaderamente muy hermoso, con una hoja muy especial de papel de arroz. Al ver ese cuaderno sentimos que ese viaje y lo que ella había escrito no podían quedar ahí. Era un cuento que escribió especialmente para el documental, en el que los chicos de la escuela con los que ella trabajó al llegar al lugar con motivo de este rodaje, le hacían dibujos y anotaban sus propias historias. Entonces entendimos que Liliana estaba profundamente comprometida e involucrada con todo lo que estábamos haciendo. Eso nos dio la fuerza para seguir adelante con la película.

¿Cuáles son sus expectativas con la presentación del documental?

La expectativa ante todo es que el público pueda conectar emocionalmente con la mirada del pueblo huarpe y cómo ellos veían su entorno. Por otro lado, también es llegar al mayor número de personas posible, llevando historias que quizás no son las más conocidas. Sin embargo, el documental no se enfoca tanto en la temática sino más en una aproximación emocional. No es un documental clásico con una historia que la gente necesite ver para aprender.

¿Con qué desafíos se encontraron a la hora de entrevistar a los huarpes? ¿Qué es lo que más les sorprendió de su forma de vida?

No tuvimos grandes problemas al trabajar con la gente del lugar, muchos de los cuales eran huarpes. Al principio, algunos se mostraban distantes, lo cual es comprensible, ya que en el pasado se hicieron documentales en la zona que nunca se completaron o no se presentaron allí, lo que generaba desconfianza. Sin embargo, nuestra cercanía y el enfoque cálido de Liliana Bodoc ayudaron a romper esas barreras. Liliana tenía una capacidad especial para acercarse a las personas, lo que facilitó mucho nuestro trabajo. Al final, no enfrentamos desafíos significativos más allá de los que podrían surgir en cualquier otra comunidad o cultura.

¿Cómo fue que se te ocurrió relacionar reflexiones de tu propia niñez con la cultura de los huarpes? ¿Tiene que ver con la concientización por preservar la diversidad cultural?

Siempre me han interesado los documentales porque permiten una gran libertad creativa, especialmente en comparación con la ficción. En este caso, sentí que había una conexión interesante entre mi experiencia personal y la historia de los huarpes. Durante mi infancia, trabajaba en un cine que estaba a punto de mudarse y quedar vacío. Y encontré un paralelismo entre ese cine vacío y las lagunas secas en las que los huarpes solían pescar. A partir de ahí, empezamos a trazar líneas de conexión entre mi historia personal, la cultura huarpe y la vida de Liliana Bodoc.

 

El documental “Lagunas” será proyectado en el cine Cacodelphia este viernes, 16 de agosto, a las 19.

Cines en fuga

Cines en fuga

La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declaró “de interés general y comunicacional” al libro “Cines porteños”, una obra que releva viejas salas en las que hoy funcionan templos, supermercados o bancos, entre otras cosas. Los vecinos que luchan por la vuelta de las pantallas al barrio.

El salón Raul Alfonsín, de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, albergó este martes 13 un reconocimiento al libro Cines porteños, declarado “de interés cultural y comunicacional”, gracias al impulso del diputado de Unión por la Patria Franco Vitali. Cines Porteños”. El volumen  forma parte de un proyecto encabezado por Laura Gómez Gauna y Pablo Tesoriere, que contempla un segundo tomo y hasta un próximo documental.

El libro describe un pasado en que los cines argentinos se ubicaban de cara a las calles en los corazones de grandes y pequeños centros urbanos, salas que han ido desapareciendo dando lugar a cadenas internacionales que en formato multisala distribuyen las pantallas en una cantidad mucho menor de inmuebles y en lugares geográficos más concentrados.

En el camino quedó un tendal de exoesqueletos que a pesar de su fachada ya no proyectan películas: ahora son templos, estacionamientos, bazares, bancos, entre otros variados rubros que han reemplazado la actividad cinemática por otras supuestamente más rentables. De las casi tres mil salas que tuvo el país hoy solamente quedan 300. El espíritu de Cines Porteños se ve bien reflejado en las palabras de Ana Broitman, licenciada en Ciencias de la Comunicación, quien en su intervención en la presentación expresó: “El cine es una experiencia, un intercambio, una vinculación con algo de nuestra historia, los espacios donde vemos las películas son tanto o más importantes que las propias películas”.

Los cines de hoy necesitan estar contenidos en lugares grandes, con muchas vías de acceso, visibilidad y movimiento, por eso encuentran en el shopping su zona de confort. Otros están en las avenidas de mayor tránsito (aunque cada vez hay menos), otros alejados de los centros urbanos, están estratégicamente ubicados para recibir público de todas partes al hallarse a la vera de grandes autopistas.

Ante esta nueva lógica de esparcimiento y consumo en relación al cine, los viejos cines de barrio fueron cayendo en desgracia, convocando a cada vez menos gente. La atracción de los centros comerciales arrasaba y el cine viejo quedó estéticamente vetusto. Con esta nueva forma de consumo establecida, las pantallas de los lugares céntricos también empezaron a sufrir coletazos. Ya no se pensaba en la pizza después de la función, si no en el patio de comidas o en el “pasar el día” en el shopping. El cine de esta forma paso a coronar la experiencia del paseo a cielo cerrado

“Hay un esquema de negocios que cambia, lo que se vende ya no es solo la película si no toda la experiencia en torno a ella, la comida, la bebida, el pochoclo, cosas que hoy se estiman que son más de la mitad de la recaudación de estas cadenas de cine”, comenta Federico Bonazzi, trabajador del SINCA, ente que releva los consumos culturales del país.

Cines porteños hace un racconto focalizado en la Ciudad de Buenos Aires, develando lo que queda de aquel prolífico mercado exhibidor que brilló décadas atrás. Uno de los barrios esplendorosos en pantallas fue La Paternal, que supo tener siete cines en apenas quince cuadras. Hoy todos albergan otras actividades, excepto uno, el más grande y emblemático de todos, el Taricco, único que en estado de abandono espera ser rescatado.

Los vecinos de este cine han iniciado una lucha que lleva tres décadas sin concretar el ansiado resultado. “Lamentablemente al no ver resultados las fuerzas se van cansando y se abandonan las luchas”, admite con pesar Norberto Zanzi, vecino que encabeza la pelea por la recuperación del Taricco. “Hoy solo nosotros estamos luchando por recuperar un cine en la ciudad. Había muchos grupos pero creo que quedaron todos inactivos”, declaró a ANCCOM en relación a las diferentes agrupaciones vecinales que con el paso del tiempo fueron cesando sus actividades.

“Luis Taricco proyectaba películas en su cafetería, posteriormente compró los terrenos linderos y armó un cine teatro, el cual estuvo abierto desde 1920 hasta 1970 cuando cerró por la muerte de su dueño”, comenta Norberto Zanzi, recordando los 50 años durante los cuales el cine y teatro funcionó activamente.

En esa época, el esplendor cinematográfico tenía su cenit en la célebre calle Lavalle, que llegó a contar con quince salas en apenas cuatro cuadras, rodeadas de pizzerías y bares que se llenaban noche tras noche en la célebre peatonal que se volvía intransitable por el caudal de personas que la visitaba.

Los carteles luminosos y pintorescos eran el apogeo de ese cine opulento caracterizado por salas únicas y de enormes dimensiones, un auténtico paraíso cinematográfico que en pequeña o mediana escala se veía replicado en los diferentes rincones del país.

Los barrios grandes de Buenos Aires tenían más de cinco salas cada uno: Villa Urquiza, por ejemplo, supo albergar siete cines diferentes mientras que en la actualidad quedó huérfana de salas comerciales. En el conurbano pasaba lo mismo. Casi todos los barrios tenían un cine, en general más pequeño y modesto que los capitalinos. Sin embargo, emulaban algo de aquella mística en pequeña escala. En el interior del país no era diferente, las ciudades más pequeñas y hasta los pueblos tenían su sala de cine. Las grandes ciudades contaban con varios: Rosario llegó a tener alrededor de 60 salas en simultáneo, hoy apenas hay 21 en toda la provincia de Santa Fe, un tercio de lo que hace medio siglo había solo en su ciudad más poblada.

La verdulería paradiso

La merma en la cantidad de salas es innegable y se palpa al caminar por las calles de la ciudad. Los antiguos cines se camuflan entre la indiferencia y el olvido de la vorágine cotidiana. A algunos todavía se puede seguir entrando, aunque ya no para ver películas. Eso pasa en la avenida Belgrano al 1800, donde funciona un mayorista de verdulería, un local profundo y amplio donde decenas de personas ingresan y egresan, tiene un tráfico casi tan agitado como el de la propia avenida. La gente no se detiene en la fachada. Sin embargo, una simple pregunta a una pareja de ancianos con bolsas cargadas de frutas destraba el recuerdo:

-Disculpe, ¿en este lugar había un cine?

-Sí, pero hace como 40 años, pasó mucho tiempo desde que cerró… éramos jóvenes.

 

Para otros vecinos el recuerdo es más difuso: “Es verdad, acá a la vuelta donde está la verdulería, fíjate ahí, ahí había un cine cuando yo era chica, la verdad es que no me acordaba, pero si, ahí funcionó un cine muchos años”, dice contenta una comerciante de la zona antes de regresar a la florería que tiene en la esquina de Entre Ríos y Belgrano

Otros directamente no recuerdan el pasado cinematográfico de la actual verdulería: “No me acuerdo, esto antes de ser verdulería fue un garaje, al lado había una casa de cambio. Pero del cine no me acordaba, no soy tan viejo”, comenta jocosamente un vecino de Balvanera que también se abasteció de verduras en el recinto que antiguamente albergó al Cine Teatro Cervantes.

La caída de un modelo

El auge de las salas de cine nacionales se estiró hasta fines de los años 60, seguido de un pronunciado declive que comenzó en los años 70, principalmente por las políticas implementadas por la última dictadura cívico militar. En esos años bajó considerablemente la producción de películas argentinas y el problema se extendió durante las siguientes décadas con la introducción de nuevas formas de consumo cinematográfico: el vhs, el boom de los videoclubs y la posterior llegada del cable, que acentuaron la merma en la asistencia a los cines durante la década de los 80. En la actualidad, y según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales, el 36% de la población asiste al cine anualmente. Número que si bien no es malo, expresa un descenso en términos proporcionales si se lo compara con otros tiempos. “Argentina al contar con alta población urbana cuenta con tipos de consumo como el cine. Hay una cultura cinéfila en el país bastante extendida que se remonta desde la década del 30”, afirma Federico Bonazzi, Coordinador del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SINCA), ente que releva los consumos culturales del país.

Sin embargo, el principal declive para el cine nacional no se dio en términos de asistencia si no en relación a la cantidad de recintos existentes para la exhibición. La introducción de capitales internacionales durante el gobierno de Carlos Menem permitió el emplazamiento de atractivos espacios multisala y cadenas todopoderosas. De esta forma, los cines más convocantes abandonaron la calle para afincarse en los shoppings, sembrando una nueva estructura de difusión y consumo. La experiencia de ir al cine cambió y aquellos cines viejos, los de los barrios, mutaron. Muchos lugares que gozaban de un buen equilibrio entre su pequeña población y su único cine se vieron en jaque ante la imposibilidad o inviabilidad de contener dentro suyo a recintos que contuviera a las salas múltiples, con muchas vías de acceso, visibilidad y movimiento. “Estas salas aparecen vinculadas a un nuevo espacio de ocio y consumo como es el shopping. Pasamos a una sociedad de consumo con otras prácticas espaciales”, explica Bonazzi en diálogo con ANCCOM acerca de las espacialidades imperantes en el consumo del cine actual.

En consonancia con esto último, Norberto Zanzi rememora: “Cuando antes ibas al cine era distinto, no es comparable, iba muchísima gente, te encontrabas con tus vecinos, tenía una función más social. Hoy vas al cine y no sabes a quien tenés al lado. El cine se volvió muy impersonal, muy individualista”.

Ante esta nueva lógica de esparcimiento y consumo, los cines de barrio, que ya venían en crisis, cayeron en desgracia, convocando a cada vez menos gente. Ya no se pensaba en la pizza después de la función, si no en el patio de comidas o en el “pasar el día” en el shopping. El cine de esta forma pasó a coronar la experiencia del paseo a cielo cerrado.

“Hay un esquema de negocios que cambia, lo que se vende ya no es solo la película si no toda la experiencia en torno a ella, la comida, la bebida, el pochoclo, cosas que hoy se estima que son más de la mitad de la recaudación de estas cadenas de cine”, sintetiza Bonazzi.

El triunfo del modelo multisala no solo responde a una cuestión espacial, también está vinculada al capital detrás de estos recintos: “La llegada de capitales internacionales implicó mayores facilidades para comprar y distribuir más películas. La multiplicidad de oferta es un factor clave y beneficioso para atraer al público”. De esta manera, explica Bonazzi: “Lo que se configura es un nuevo proceso, hay más capital, más espalda para soportar algunos años no tan buenos y más diversificación: al tener más salas podés captar a más públicos diversos”.

Al día de hoy, según el sitio Ultracine, el mercado exhibidor argentino se ha estancado desde hace 15 años en aproximadamente 800 pantallas de las cuales aproximadamente el 50% están en manos de empresas extranjeras, siendo estas en su totalidad complejos cinematográficos con cuatro o más pantallas. Este mercado se reparte entre tres empresas: Hoyts, Cinemark y National Amusements. Entre las tres acaparan más del 60% del mercado. Queda menos de un 35% en manos nacionales: Atlas y Cinemacenter son las empresas locales más grandes. También se acentuó la concentración de las salas en los grandes centros urbanos de las provincias más pobladas y de mayor poder adquisitivo, algo que se expresa claramente en el mapa cultural realizado por el SINCA.

.Sistema alternativo

Ante los innegables cambios en las formas de ir al cine, la nostalgia aparece como la primera respuesta. Eso es lo que probablemente motiva los intentos reiterados por recuperar algunos de esos cines del ayer. Uno de los casos más notables es el del histórico cine Aconcagua de Villa Devoto, cuya lucha quedó agotada luego de que los reiterados intentos de los vecinos por activarlo fracasaran. Jose Luis Alesina, nieto de Jose Patti, constructor y primer dueño del cine Aconcagua, se hizo presente en la Legislatura en el reconocimiento a Cines Argentinos, su participación en el evento estuvo marcada por una triste noticia: “El cine Aconcagua será dentro de poco un centro de asistencia posventa del rubro automotor, otra sala pérdida”.

Los años de lucha que comenzaron en 2010 y no lograron su efecto a pesar de una ley de expropiación para hacer un centro cultural, la cual fue vetada por el entonces jefe de gobierno Mauricio Macri. Como si fuera un designio del destino pareciera que los recintos que en algún momento fueron cines no pudieran volver a recoger una magia.  “Cines Porteños” la evoca y resignifica a la vez que revaloriza las excepciones de aquellos espacios que durante las últimas décadas se han convertido en centros culturales y que, sumados a nuevos espacios alternativos de difusión audiovisual, conforman un segmento que propone una alternativa diferente para los espectadores.

“Hay otros tipos de espacios por fuera de las salas comerciales: clubes de cine, centros culturales, salas itinerantes, que llevan otro tipo de regulación y son más difíciles de cuantificar”, afirma Bonazzi remarcando que en el AMBA estos lugares se han consolidado, aunque resaltando el hecho de que siguen siendo de nicho. “Por más que están atravesando un buen momento no dejan de ser un consumo marginal. El público del cine club no es el mismo de la cadena, es algo similar a lo que pasa con el teatro under y comercial. Hay un tipo de público que va a determinados lugares y que no va a otros”.

Estos espacios rescatan una herencia de los viejos cines argentinos, se ofrecen como un espacio alternativo, económicamente más accesible y estilísticamente más atractivo para quienes quieren ver otro tipo de cine, menos pochoclero y comercial, también para los nostálgicos y fetichistas que añoran los tiempos en donde iban a ver los estrenos a su propio barrio.

En esa búsqueda se hallan desde 1994 los vecinos del Taricco. “Nuestra idea es lograr algo similar a lo que se consiguió con el 25 de mayo de Villa Urquiza”, afirma Zanzi, dejando en claro el modelo a seguir. “La idea es un manejo mixto entre el Gobierno de la Ciudad y los vecinos, a través de representantes de diferentes entidades barriales. Queremos algo abierto a la comunidad, donde se cobre una entrada accesible y allá algunos espectáculos gratuitos, además podríamos albergar talleres y cursos”. Lamentablemente para Zenzi, como para tantos otros vecinos, la recuperación de un cine es una tarea muy compleja, aunque por ahora los vecinos del Taricco aguantan la pelea y sostienen su esperanza en los hitos conseguidos: “En el 2004 se consiguió que se lo declare sitio de interés cultural, en 2005 se hace una ley de expropiación aprobada por el Gobierno de la Ciudad, acompañada de la apropiación de un presupuesto específico para comprar el inmueble, en ese momento eran 800 mil pesos”, recuerda. Sin embargo, a pesar del presupuesto asignado, el por entonces jefe de Gobierno Jorge Telerman no compró el inmueble, tampoco lo hicieron las gestiones que le siguieron y la ley de expropiación caducó.

A pesar de las frustraciones, los vecinos del Taricco presentan cada dos años proyectos de ley para la reactivación del espacio para que deje de ser uno de los inmuebles huérfanos de cine presentes en Cines porteños e insertarse en aquel selecto grupo conformado por espacios que lograron trascender el abandono y recuperar la magia del cine dentro suyo. Espacios municipales como el Cine York en Olivos, el 25 de Mayo de Urquiza o el Seminari en Escobar, espacios INCAA de todo el país y cineclubs como el “Hugo del Carril” en Córdoba, son algunos de los que conforman este pequeño universo que emula aquellas experiencias de antaño, mostrando cine en salas con características propias, con una pantalla única y sin pochoclo de por medio.

Una familia de antes pero como las de hoy

Una familia de antes pero como las de hoy

«El zoo de cristal», el clásico de Tennesee Williams volvió a escena con Ingrid Pellicori como protagonista, dirigida por Gustavo Pardi, en una adaptación realizada por Mauricio Kartún.

“No quiero vivir toda mi vida bajo tubos fluorescentes”, fue el pedido sofocante de Tom, el hijo y el único hombre de la familia Wingfield. Estrenada en 1945, El zoo de cristal de Tennessee Williams se mantiene como una obra de relevancia, abordando temas como los sueños rotos y las frustraciones diarias con una profundidad que resuena en la actualidad. Dirigida por Gustavo Pardi y con una adaptación de Mauricio Kartún, la obra revive en el teatro Hasta Trilce del barrio de Almagro.

La familia Wingfield recurre al pasado y al futuro como mecanismos para evadir la realidad. Esta visión contemporánea de la clásica obra revela las luchas internas de los personajes y su constante búsqueda de refugio en un mundo que pareciera acabar pronto con ellos.

La obra retrata a una familia sureña estadounidense en medio de la Gran Depresión, aunque sus conflictos y dinámicas resuenan con las problemáticas actuales. Las actuaciones son el corazón de la historia. Los personajes no son unidimensionales; no hay héroes ni villanos; buenos ni malos. A lo largo de la obra, abundan las emociones —desde enojos y disculpas hasta chistes y abrazos— que reflejan la complejidad de las relaciones humanas. Aunque en la trama todo parece imposible, subyace un profundo y persistente deseo de cambio, una carga y anhelo intenso que se mantiene de principio a fin.

Tom, el hijo de la familia y alter ego de Tennessee Williams, es interpretado por Agustín Rittano, y representa el punto de vista de la historia. Se trata de un empleado de una zapatería que en realidad quiere ser escritor. Su deseo de escapar de la rutina diaria para perseguir sus sueños entra en conflicto con su responsabilidad de mantener a su familia, lo que le provoca una gran culpa. Por su parte, Malena Figó interpreta a la hija de la familia, Laura, que denota soledad y eso fastidia al resto. Su soltería es vista como una carga, y su madre intenta encontrarle un pretendiente para que pueda casarse y formar una familia. Con gran destreza, Ingrid Pelicori interpreta a Amanda, la madre. Su actuación transforma las preocupaciones sociales en algo natural, convirtiendo el deseo de encontrar un novio para su hija y éxito profesional para su hijo en tareas habituales.

El gran trabajo de escenografía y vestuario recuerda que estamos viendo una obra de teatro, aunque constantemente se toquen temas que nos interpelan como sociedad, ya sea el rol de la mujer o la figura de jefe de hogar. Los diferentes objetos utilizados durante la obra armonizan con la estética del teatro y son, a su vez, el reflejo perfecto del mundo claustrofóbico de los Wingfield. El uso de muebles de época y un cuadro del padre subrayan la fragilidad y el desencanto que dominan la vida de los personajes. Este cuadro, iluminado y sonriente durante toda la obra, representa la presencia constante de un padre abandónico que, aunque físicamente ausente, sigue influyendo en la dinámica familiar.

Ningún personaje actúa de manera caprichosa: todos están atrapados en roles sociales que se espera que ocupen. Todos sobreviven en su agonía y eso los mantiene molestos, frágiles e inquietos. Amanda, la madre, no es viuda ni tampoco casada, sino una mujer que fue abandonada por su esposo alcohólico. Su hija padece una discapacidad que le genera dificultades al caminar: esto la mantuvo siempre inmóvil ante el mundo y encontró en su casa un refugio. Laura simplemente sobrevive y eso molesta e incomoda a sus parientes, ya que solo se ocupa de cuidar su colección de piezas de cristal. Tom, por su parte, recurre a bares nocturnos para sostener su agobiante rutina, evocando de alguna manera el pasado de su padre. Jim O’Connor, interpretado por Martín Urbaneja, es el amigo de Tom y un posible pretendiente de Laura. Es un hombre optimista que busca el éxito profesional.

En la obra, Williams muestra cómo quienes no se ajustan a las normas sociales son marginados y excluidos. La representación de la fragilidad y la lucha por escapar de una vida opresiva se entrelaza con momentos de humor que alivian la tensión, ofreciendo una visión multifacética de la condición humana.

La ilusión y, sobre todo, los sueños, están más presentes que la realidad. El deseo de cambiar sus condiciones materiales pesa en cada sobremesa que comparten. Y una sutil intención: mostrar lo arduo que son los vínculos familiares.

Ingrid Pelicori, quien lleva el papel de Amanda, supo interpretar también a Laura en 1992. En diálogo con ANCCOM, Ingrid expresa: Volver fue parte de un proyecto de Gustavo Pardi, el director de la obra. Me encantó la idea de ser Amanda. Tengo una un amor particular por esta obra, así que me resultó hermoso poder hacerla otra vez. Por lo general me gusta siempre hacer cosas diferentes.”

 

¿Qué es lo particular de la obra que te atrae?

Laura me parece hermosa, poética, universal. Todos los personajes son muy atractivos y cada uno te permite entrar por otro lado a la obra. Cuando yo interpretaba a Laura, me parecía que la obra hacía hincapié en el diferente. Ahora, haciendo de Amanda, me parece que la obra trata sobre el temor por el futuro de los hijos. Y si lo agarras por el lado de Tom,  seguramente tiene que ver con los deseos y los deberes; cómo hacer para seguir el propio deseo y al mismo tiempo tener que lidiar con responsabilidades. En el caso de Jim, también es aquel que fue una promesa. Cada uno toca problemáticas humanas y además tiene intriga y humor.

 

El zoo de cristal es una obra inspirada por los recuerdos de la crisis económica de 1930, aunque hace eco en las épocas de hoy. En palabras de Ingrid: “Es una obra que siempre resuena. En estos tiempos difíciles que vivimos, solo podemos aferrarnos unos a los otros. Es una obra profunda, universal, que termina tocando la coyuntura”.

 

¿Qué es lo que más te gusta del teatro?

Prorizo lo grupal, el hecho de que es algo colectivo y construir entre todos, ponerse de acuerdo, respetar esos acuerdos cada día. Alan Badiou dice que “el teatro es la forma estética de la fraternidad” y a mí me suena mucho eso. Pero, por supuesto, también es la posibilidad de experimentar muchos aspectos de la condición humana.

El zoo de cristal es una obra que, a casi 80 años de su estreno, sigue adquiriendo nuevos significados y relecturas. Una obra que te hace reír al mismo tiempo que llorar, y que nos recuerda que, a pesar de los intentos por evadirla, la fragilidad es una constante.

El zoo de cristal puede verse los miércoles a las 20:30 en el teatro Hasta Trilce, con entradas disponibles en Alternativa Teatral.

Jugar a volar y a soñar

Jugar a volar y a soñar

«Vigilias», la obra de teatro de Germán CAbanas, transita de manera lúdica los bordes entre ficción y realidad.

Gracias a la magia teatral, cada domingo el Galpón de Guevara, ubicado en el barrio porteño de Chacarita, se convierte en un hábitat natural del aislamiento en el que sueño y realidad se confunden. 

Con dirección general e interpretación de Germán Cabanas, actor, acróbata, docente de artes escénicas y co-creador y director artístico de UOW, Vigilias propone una exploración lúdica y encarnada de la soledad que transita los bordes de la ficción y la realidad. 

Vigilias es una obra de teatro atravesada por la simpleza y la operación artesanal de sistemas de vuelo, que sin necesidad de diálogos pone en juego lo onírico, la ruptura del tiempo cronológico y la entrega del cuerpo. En conversación con Germán Cabanas, exploramos la historia detrás de la puesta en escena.

Hace más de 10 años, la idea de lo que hoy es Vigilias nació gracias al disfrute, el juego y la exploración de nuevos dispositivos técnicos. “La idea de la obra fue mutando con el tiempo. Se nos ocurrió un sistema de poleas y arrancamos a jugar con eso, cada vez que teníamos un tiempo libre nos poníamos a jugar con esos elementos. Llegado a cierto punto, quisimos mostrar el material y pensé cómo le daba una forma escénica a esto”, comenta Cabanas, haciendo memoria de los primeros encuentros con Santiago Castello, encargado de la dirección técnica y el diseño de sistemas.

¿Cómo se le da forma a una obra de este calibre? Para Cabanas, el proceso de creación fue a la inversa de lo que acostumbramos, buscando la excusa dramática al encantamiento con los elementos: “Me gusta mucho la fisicalidad, me es difícil pensar una dramaturgia desde lo intelectual y muchas veces parto del movimiento. Arrancando desde ahí, desde la improvisación y el juego, termino construyendo más que cuando me siento en el escritorio y trato de tener una idea”.

Entonces, Vigilias nace y crece del juego a la idea, de la idea al papel, del papel a su primer estreno en México, en la apertura del Festival Internacional de Teatro de Nuevo León. “Fue muy loco porque el festival, con compañías de todo el mundo, elige esta obra para la apertura. Fue una experiencia espectacular de lanzamiento, en una sala de 1.500 personas, una presión importante”, recuerda el director e intérprete.

Desde su lanzamiento en México, pasando por dos temporadas consecutivas en 2014 y 2015 en El Galpón de Guevara, hasta la versión que se presenta en la actualidad, Vigilias absorbió lo mejor del paso del tiempo y se transformó.

Con una actuación más naturalista, el despojo de ciertos elementos escenográficos y sin textos de guía, la obra se tornó más neutra, más limpia, más cercana. “Tuve la necesidad de actualizarla y relacionarla con todo lo que pasó en estos años: la salud mental después de la pandemia y cómo nos afectó estar encerrados. En este tiempo cambió la tecnología, la velocidad de las imágenes, la explosión de las redes sociales; cambiaron nuestras formas de pensar y yo mismo cambié mucho. Actualizarla tiene que ver con que sea una obra que hoy me interpele”.

Una cama, un lavatorio, un perchero. Luces azules, oscuridad, luces blancas y Cabanas: un mundo nuevo que despierta los ojos de los espectadores, que siguen atónitos cada salto y cada vuelo. “Cada uno puede tener una interpretación diferente y eso es lo que me gusta. Si logramos que los espectadores entren en lo que están viendo y se dejen llevar, me da mucha satisfacción porque apuntamos a algo profundo, en relación a lo que vivió cada espectador y lo que se va reflejando en cada escena”, reflexiona el autor e intérprete

 

Vigilias se presenta todos los domingos de agosto a las 20 horas en El Galpón de Guevara, ubicado en Guevara 326, Chacarita, Ciudad de Buenos Aires. Las entradas están disponibles por Alternativa Teatral

 

El despertar de la mujer en el tango

El despertar de la mujer en el tango

“In The Bodies”, tercera pieza teatral de la obra Tango Tanz Trilogy, indaga sobre nuevas miradas al universo femenino en la danza del 2×4. La obra -que tuvo sus primeras etapas de manera virtual- es de producción austríaco argentina, y se presenta desde este jueves de manera presencial en el Centro Cultural San Martín.

El jueves 8 de agosto, en el Centro Cultural San Martín, se estrena In The Bodies, la tercera pieza de una trilogía que fusiona el tango con la tecnología. La obra que forma parte del proyecto Tango Tanz Trilogy, de la compañía austriaco-argentina, IN Tango Tanz, conformada por Liliana Tasso, Claudia Grava y Verónica Litvak, realiza esta última pieza donde se pone el foco en la intimidad del universo femenino en el tango.

‘’En un principio, no estaba pensada una obra con tecnología. Estaba pensado que Liliana y Verónica viajarán a Austria, donde yo vivo, para hacer una obra juntas y pasó la pandemia’’ cuenta Claudia Grava, codirectora del proyecto a ANCCOM. ‘’Empezamos a trabajar por zoom, a tirar ideas y se armó un concepto de ensayar por zoom y aprovechar la tecnología’’. La trilogía comenzó en 2021 con una performance virtual, In the room, donde no solo  el público se encontraba disfrutando del espectáculo vía zoom sino que cada integrante de la obra se encontraba en su habitación haciendo su performance. Continuó con In Shared Spaces al año siguiente, donde la obra tenía lugar en dos escenarios diferentes pero conectados; una parte de los intérpretes se encontraba en Argentina y la otra parte en Austria, pero ya contaban con un público físicamente presente. A través de las pantallas, en Argentina se veía lo que sucedía en Austria y al revés. 

‘’Cuando estábamos construyendo la segunda pieza dijimos ‘tenemos que concluir esta trilogía con una pieza que realmente nos encuentre a todos juntos en el escenario’, que había sido el principio del proyecto’’ dice Liliana Tasso, también codirectora de la obra. ‘’Y así surge In the Bodies, que es este momento donde parte del equipo ha viajado para Buenos Aires y luego el resto de nosotros viajará para allá’’.

Liliana Tasso, codirectora del proyecto Tango Tanz Trilogy.

Esta tercera pieza cuenta con ejecución de instrumentos y danzas en vivo y también con imágenes de videos que fueron tomadas de las obras anteriores, ‘’como una especie de mamuschka que se va convirtiendo en otra pieza’’. A través de una cámara web, se amplifican y se pone el foco en detalles y en la sensibilidad de la danza a la vez que se construyen imágenes entre el material de archivo y lo que sucede en el escenario. De esta manera, la cámara va captando lo que sucede en el momento y proyecta de una manera que le da otra mirada, otra significación, a la situación. 

‘’El tango y la tecnología conviven en esta obra. La tecnología le busca a la estética del tango una mirada diferente. Al poder amplificar esos pequeños detalles del universo tanguero  femenino, con los zapatos, los aros, las lentejuelas, la cámara lo estructura y los codifica para transformarlos en objetos enormes’’, explica Tasso. ‘’Al cambiar las proporciones también cambia su significado y su relación con los otros objetos.’’ Así, el tango en esta obra tiene una mirada completamente diferente a lo que son los espectáculos tradicionales del género. 

Además de tener a estos dos conceptos como centrales, la obra sale de la imagen tradicional de la mujer en el tango para ubicarla en un nuevo lugar. ‘’Hace unos años hubo un despertar de la mujer que se replantea su lugar, su rol y el tango es una danza que viene de una tradición bastante masculina. Están cambiando cosas dentro del tango y nosotras, como bailarinas mujeres, nos cuestionamos a nosotras mismas sobre nuestro lugar’,’ continúa Tasso. ‘’Cuando uno cambia las cosas de lugar es como que las ve de nuevo, con nuevos ojos y te cuentan otras cosas.’’

In The Bodies estrena este jueves a las 21 y también se presentará el viernes 9, sábado 10 y domingo 11 a las 19. Las entradas se pueden conseguir online en entradasba.buenosaires.gob.ar o en boleterías del Centro Cultural.

Miles de lectores en busca de su autor

Miles de lectores en busca de su autor

Más de 340 editoriales participaran de una nueva edición de la Feria de Editores que este año se realizará entre el 8 y el 11 de agosto en el Complejo C Art Media.

“Si lees, hay un libro para vos” es el lema de la Feria de Editores (FED), un evento que reunirá a editores, lectores y escritores del 8 al 11 de agosto en el Complejo Art Media, avenida Corrientes 6271, en la CABA. 

Con más de 340 editoriales independientes de habla hispana, la FED abrirá sus puertas desde las 14 hasta las 21 con stands, charlas exclusivas, sorteos y visitas especiales. Este espacio busca que quienes deseen visitarlo puedan relacionarse de primera mano con quienes se encuentran del otro lado de la literatura que consumen.

“Cuando decimos ‘Si lees, hay un libro para vos’, intentamos no ser grandilocuentes ni decirte leer es bueno, sino que si te si te interesa esto, podes encontrarte aca con un montón de gente que le pasa lo mismo”, afirma Víctor Malumián, uno de los organizadores de la feria.

“Es un lugar de encuentro”, comenta Constanza Brunet en diálogo con ANCCOM, periodista y directora de Marea Editorial, y continúa: “Es una feria muy de lectores. A diferencia de la Feria del Libro de Buenos Aires, que además es un paseo, la FED es de lectores que van en busca de sus próximas lecturas y otro tipo de literatura”. 

La ya tradicional FED, que es de entrada libre y gratuita, contará con sellos editoriales de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú, Uruguay, y España. Por otro lado, asistirán personalidades como autores y autoras nacionales, entre ellos, Alejandra Kamiya, Luis Gusmán, Federico Falco, Romina Paula y Iosi Havillo. También, harán su aparición escritores internacionales como Marie-Pier Lafontain, de Canadá; el noruego Thomas Reinertsen Berg; la francosenegalesa Seynabou Sonko; la española Luna Miguel y la estadounidense Deborah Eisenberg.

Como es costumbre en la feria, quienes concurran pueden adquirir un libro de regalo, cuya temática cambia año tras año. La del 2022 fue la espera, en referencia a un chiste interno de parte de la organización sobre la fila de gente que se arma para entrar a la FED los sábados y domingos, y en el 2023 se trató la traición. En esta ocasión, el libro de la FED se centrará en la violencia, con capítulos escritos por María Sonia Cristoff, Diego Golombek, Betina González, Juan Mattio, Elena Medel, Luna Miguel, Diego Muzzio, Ricardo Romero y Andrea Toribio. Además, contará con ilustraciones del equipo de Ilus.P, un Programa de Ilustración Profesional Posgrado FADU, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). 

Si bien el eje temático del libro es la violencia, cada autor y autora puede responder a la consigna desde el género de su elección, por lo que no se trata de capítulos puramente de ficción o de no ficción. Respecto a la elección de esta temática, Víctor Malumián comentó en diálogo con ANCCOM: “Este año el eje es la violencia, un poco por todo lo que estamos viviendo. Las formas que tienen a veces altos mandatarios para comunicarse con otras personas, este clima de época en donde pareciera que lo astuto es ‘bardear’ al otro en lugar de entenderlo”. Sobre esto, Malumián reflexiona: “Es más importante un latiguillo que el argumento propio o comprender las ideas del otro”.

La literatura como resistencia

Con la inflación, medidas que perjudican a la pequeña y mediana empresa local, como la Ley Bases, los continuos ataques a la industria cultural, y la conversación política que se está dando en detrimento de lo nacional y popular, integrantes de la feria destacan la existencia de estos espacios literarios.

“En este contexto de agobio, sujeción y violencia, la literatura tiene muchísimo para dar, más que nunca”, afirma el editor Maximiliano Papandrea, del sello Sigilo, y continúa: “Puede ser un gran refugio y la oportunidad de cambiar de tema, aparte de darnos herramientas para pensar y buscar formas de vida y de emancipación distintas”. En consonancia con esto, Brunet asegura que “este año, la feria tiene un lugar importante por la crisis profunda que estamos atravesando. Los libros están sufriendo, el sector cultural, las universidades y nuestros lectores. Es un momento crucial para las editoriales independientes desde lo económico y desde el encuentro”.

Papandrea, que este año en la feria tendrá a su cargo un taller de escritura en vivo junto con la escritora Paula Puebla, reflexionó sobre el lugar de las editoriales: “Para nosotros, publicar libros siempre tuvo un profundo sentido político. Algunos títulos lo hacen más explícito que otros, pero lo político está presente en todas las decisiones que tomamos.”

En línea con esto último, y sobre los catálogos que exhibe cada editorial, Brunet comparte: “La feria es el momento de mostrar este trabajo que hacemos todos juntos. Nuestro catálogo editorial es una obra de creación con una lógica, por lo que es muy interesante mostrarlo en su conjunto”.

Entre la turbulencia económica y política del país, la venta de libros registra una caída de alrededor del 40%. Si bien el precio promedio de las grandes editoriales ronda los $30.000, la propuesta de la FED es de alrededor de $19.000.

“Lo importante es que la feria se cristalice como un espacio de encuentro para pensar relaciones más equitativas entre los eslabones de valor de la cadena del libro y para trazar nuevos encuentros con las y los lectores que leen los libros que producen las pequeñas y medianas editoriales”, afirma Malumián. Aún así, el escritor y editor admite que, si bien el mantenimiento de estos vínculos entre editores y lectores es la base de la feria, también se busca poder vender los libros, aunque debido a la crisis no espera que sea “la edición más rutilante en ventas”.

Sobre las ventas, Papandrea comparte: “Es una feria de conversación viva, a la que vamos a vender tanto como a afianzar el lazo con la comunidad que fuimos armando a lo largo de los años. Y también es una gran oportunidad para mostrar nuestro trabajo a los que se acercan por primera vez, que cada vez son más.”

En consonancia con esto último, Malumián agrega: “La feria no solo surge por la necesidad de un espacio donde pequeñas y medianas editoriales se puedan encontrar con su comunidad lectora, sino también para ampliar esa comunidad lectora.”

Podés acceder al cronograma de actividades ACÁ.