Señas románticas

Señas románticas

Los autores del libro «Amor en tiempo de lengua de señas» señalan que su historia funciona como un puente de comunicación entre las personas sordas y las oyentes y apunta a la urgente necesidad de una sociedad más inclusiva.

Agata Fornasa, y Rubén Lesgarte.

En Amor en tiempo de lengua de señas, publicada por Editorial Dain, por la fundadora de la organización Señas en Acción (SEA), Agata Fornasa, y el dramaturgo Rubén Lesgarte, exploran los desafíos cotidianos de las personas sordas en un mundo que no siempre está preparado para sus necesidades.

La novela es una adaptación de la obra de teatro Sordoyentes, que tras siete años en cartel encuentra una nueva manera de poner en relieve la importancia de la Lengua de Señas para una comunicación inclusiva. En diálogo con ANCCOM, sus autores revelan cómo esa experiencia escénica los impulsó a la escritura y a visibilizar una realidad que en muchos casos pasa desapercibida.

También reflexionan sobre el proceso de escribir a dúo un trabajo que, según ellos, solo fue posible gracias a “la confianza mutua y una profunda amistad”. Con una invitación a reconsiderar el rol de las personas oyentes en la sociedad, la novela busca emocionar y motivar a los lectores a convertirse en agentes de cambio.

 

¿Qué idea los inspiró?

Agata Fornasa: La obra de teatro fue la que validó el libro. Quienes nos iban a ver nos acercaban sus experiencias y nos contaban cosas peores de las que nosotros creíamos o de las que habíamos interpretado en la obra. Incluso, padres y madres que no tenían nada que ver con la sordera ni con la lengua de señas nos decían que era una obra para aprender de los hijos. Nos quedamos muy impresionados con esos comentarios y vimos que el abanico era muy grande y que había una necesidad de entender el tema, por eso pensamos en el libro. También para llegar a todas las casas porque no todo el mundo puede ver una obra de teatro. Si bien hicimos una gira muy grande y recorrimos varios lugares del país eso no alcanza, porque el territorio es gigante y no podemos llegar a todos lados. Entonces la idea del libro fue también para que una maestra de cualquier lugar pueda a partir del texto provocar un interés en los alumnos y que todos pudieran leer la realidad sin tener que ver una obra de teatro.

 

¿Cómo fue trabajar en conjunto la escritura?

Rubén Lesgart: Fue un desafío y un aprendizaje enorme. Tratar de incorporar todo lo visual de la obra de teatro en un formato literario fue complicado, porque nos dimos cuenta de que teníamos que profundizar el doble. Eso es lo bueno que también tiene el libro, que profundiza sobre un montón de situaciones que son reales. Fue un proceso muy intenso y fue una de las cosas más difíciles que nos ha tocado hacer respecto a visibilizar la existencia de una lengua de señas. Incluso hay una fuerte autocrítica a nosotros como sociedad, porque no podemos vivir tranquilos pensando en que hay gente que no puede acceder a cosas básicas del día a día. El libro cuenta la importancia que tiene la lengua de señas en un mundo que está estandarizado.

AF: Sí, además no hubiéramos podido hacer este libro si no hubiésemos sido tan amigos. Hacer un libro de a dos es difícil, porque uno quiere poner lo que uno quiere y ese ida y vuelta es complicado. Trabajamos en no prestar atención a los propios egos, confiar en el otro y tener fe de que lo que está diciendo va a funcionar. Fue muy interesante poder compartirlo con Rubén porque cada uno desde su lado aportaba cosas. Yo quizás decía: “Esto no me cierra, esto no lo haría nunca una persona sorda”. Y por ahí él me guiaba más desde lo literario sobre qué cosas podíamos poner y cuáles no.

RL: Codirigir es difícil, pero coescribir también. Cuando empezamos con la obra hace siete años las escenas eran larguísimas y quienes sabían del tema me decían que había que acortarlas porque para las personas sordas todo lo que es largo enseguida se les dispara la atención para otro lado. Si yo hubiera sido necio me hubiese negado y quedado en la postura de hacerlas largas porque las obras de teatro se escriben así. Pero no fue el caso, acá nos validábamos entre los dos absolutamente todo. Y eso es muy lindo. De hecho, nos pasa con el libro que quizás leemos un párrafo y no reconocemos que escribió uno y que escribió el otro.

AF: Tal cual. Lo leo y no me doy cuenta. Hay cosas que realmente digo: “¿Quién es el que puso esta idea?”. Y eso está buenísimo porque da igual. Nos seguimos emocionando cada vez que lo leemos y que vemos la obra.

 

¿En qué se diferencia de la versión teatral?

AF: En el libro profundizamos muchísimo más sobre los personajes, ya que en la obra no tenemos el tiempo necesario para contar la historia de cada uno de ellos y el trasfondo de sus actitudes. Acá aprovechamos a contar de dónde vienen, cómo son sus familias y sus motivaciones. En el libro tuvimos la posibilidad de plasmar realmente de qué familia venían, justificar la intención de poner a uno de los personajes en un estrato social un poco más alto y al otro más bajo, por ejemplo. Son cuestiones que capaz en la obra no se pueden explicar literalmente y en el libro sí. Hay motivos para cada cosa que escribimos y fue algo que lo fuimos pensando, rearmando y hablando con las personas sordas. Les fuimos consultando sobre las vivencias de los personajes e incluso sobre cómo imaginaban a los padres de Lucas, uno de los protagonistas. Fue un proceso que nos hizo volar la imaginación y también nos ayudó a estructurar nuestros propios espacios creativos al escribir. Emocionar en palabras es mucho más difícil porque tenés que poner el punto justo, mostrar la emoción justa y transmitir con calma las palabras y cómo se sienten los personajes. El libro está para poder traducir en palabras lo que pasaba en la obra.

 

¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrentan los personajes?

RL: Buscar la forma de comunicarse. Por un lado, tenemos dos personajes que son los hijos adolescentes cuyo desafío es el amor, el encuentro y romper las barreras. Por otro lado, están las madres y los padres que tienen un desafío más jugado porque deben dejar caer estructuras y aprender diferentes formas de comunicarse con sus hijos.

AF: Sí, y también nos ayudó mucho la comunidad sorda para poder validar nuestras creencias y resolver nuestras dudas. Había cosas que quizás nos parecían muy fuertes, como por ejemplo que una persona oyente le patee la cama a su hijo para despertarlo siendo una persona sorda, y ellos nos decían que teníamos que ponerlo porque es una situación real. También nos pasó de querer incluir la palabra “monos” como una manera en que las personas oyentes se refieren a ellos, pero nos parecía muy crudo y fueron ellos los que nos pidieron que lo pongamos para ilustrar lo violenta que es la realidad y el modo en que los tratan. Entonces si bien hay cosas de ficción, la historia tiene mucha información trasladada de la realidad. Tratamos de suavizar con la historia de amor las cosas tan duras por las que atraviesan las personas sordas y que por desgracia y porque mucha gente no aprende la lengua de señas, tienen que seguir sufriendo todos los días.

 

¿Qué mensaje buscan transmitir cuando abordan estos temas?

AF: Por un lado, hacer más corto el proceso de entender qué significa ser una persona sorda en el mundo oyente y por el otro, el choque que existe entre la cultura de los padres sordos con hijos oyentes. Nos pasó de llegar a esos padres que quieren que sus hijos arbitren de intérpretes todo el tiempo o que se hagan cargo de ciertas situaciones que no tienen por qué hacerlo ni a temprana edad ni cuando son grandes. Tratamos de que entiendan que son sujetos que han nacido en esa familia, que son sus hijos y no una herramienta más para poder hacer conexión con el mundo. Muchas veces esa información que empiezan a tener desde que son chicos y esa obligatoriedad de tener que aprender lengua de señas y formar parte de una comunidad a la que no pertenecen porque son oyentes termina siendo contraproducente para su vida. Nosotros como personas oyentes tenemos miles de errores y los dejamos afuera todo el tiempo, pero ellos también deben tener cuidado con esos niños que nacen en sus familias y que pretenden que sean algo que tal vez no quieren ser. Pero para eso es muy importante que todos entendamos que la lengua de señas es parte de la comunidad sorda y que todos debemos aprenderla para comunicarnos con ellos. El libro es una forma de seguir sembrando con el arte la concientización sobre la lengua de señas.

¿De qué otras maneras piensan que las personas oyentes pueden contribuir a mejorar la accesibilidad para las personas sordas?

RL: Las personas oyentes tenemos que buscar la forma y hacernos el tiempo de aprender lengua de señas, eso sería fundamental. Es necesario que se aprenda en los colegios.

AF: Uno cree que es difícil, pero en realidad es fácil comunicarte con las personas sordas. Hace poco, con la Organización SEA, tuvimos la experiencia de viajar en avión con personas sordas en donde los tripulantes de cabina que los recibían no estaban capacitados en lengua de señas, pero sí en accesibilidad de la comunicación. Eso hizo que ellos se sintieran bienvenidos y que quizás con dos o tres señas, que ni siquiera eran de la lengua propiamente dicha, se pudieran comunicar sin problemas. Yo frente a eso pensaba en qué fácil es para un equipo que se preparó con poca información poder entablar una comunicación y como para otros resulta tan difícil.

 

¿Qué esperan que los lectores reconsideren después de leer el libro?

RL: Esperamos que visibilicen la historia y entiendan que el mundo en el que vivimos no es el mundo de otros. Es un proceso y requiere su tiempo. Hoy son las personas sordas, pero mañana pueden ser las personas ciegas. Queremos que el libro invite a un proceso.

AF: Nos está pasando mucho que papás, mamás, familiares de las personas sordas y hasta docentes nos están pidiendo el libro para entender más la temática, para abrir un poco más la cabeza y comprender de qué se trata ser una persona sorda y vivir en una casa con personas oyentes.

 

¿Están satisfechos con el resultado obtenido?

AF: Sí, estamos muy contentos y también agradecidos con Marisa Barossi de la Editorial Dain que nos abrió las puertas desde el primer momento y entendió desde la emocionalidad hacia donde íbamos. No es fácil encontrar editoriales y personas que se interesen en el tema de manera tan genuina desde la comunicación y que tengan ganas de incorporarse en este nuevo mundo. Eso fue fundamental también para sentirnos felices en cada momento de lanzamiento y de cada entrevista. Eso nos dio muchas ganas de seguir adelante.

Reencontrarse con uno mismo en el cine

Reencontrarse con uno mismo en el cine

Este jueves se estrena «La Práctica», la nueva película de Martín Rejtman, que cuenta con la musicalización de Santiago Motorizado.

En esta nueva película Martín Rejtman, director de Silvia Prieto (1999), Los guantes mágicos (2003) y Dos disparos (2014) entre otros, presenta a Gustavo (Esteban Bigliardi), un profesor de yoga recientemente separado de Vanesa (Manuela Oyarzún). Ella se queda con el departamento, él con el estudio de yoga que antes compartían en la ciudad de Santiago de Chile. Entre alumnos, exalumnos que reingresan a su vida y hechos desafortunados que se suceden, Gustavo buscará la manera de volver a encontrarse con la práctica del yoga, de algún modo consigo mismo, y así continuar con su vida. Rodada casi enteramente entre Chile gracias al apoyo de productoras como Quijote Films, Rosa Filmes y Un Puma, el film de 91 minutos sumerge al espectador en una historia en la que más de uno puede sentirse identificado.

La forma de hablar pausada de los personajes, el tiempo que hay entre un texto y otro, y la voz en off, características muy marcadas del estilo del director, están presentes en La Práctica. Los diálogos y sus consecuentes silencios permiten al espectador pensar en lo que se dicen y no se dicen los personajes, y la voz en offcompleta las acciones del protagonista.

“Es fundamental para mí, para que las escenas funcionen de la manera en que las pienso cuando escribo el guion, que los textos sean dichos de una manera determinada y con una velocidad determinada. Soy más de diálogos, que de acciones. En esta película hay algunas escenas más físicas, pero por lo general me gusta más que las escenas se vayan hilando a través de los diálogos”, señala Rejtman.

En la película también cobra gran protagonismo el diseño sonoro a cargo de Guido Deniro, que de alguna manera termina de dar sentido a las escenas. Al transcurrir mayoritariamente en exteriores, entre la ciudad y las sierras, el film se apoya mucho en el tratamiento minucioso del sonidoambiente.

Endiálogo con ANCCOM, Rejtman remarcó:“A mí me gustaba que el sonido estuviera muy presente y tuviera mucho protagonismo. No es algo que pensé en la escritura. Lo vi en el momento de tener el material y empecé a pensarlo ahí. Cuando empezamos a trabajar concretamente con el sonido, por ejemplo en los crujidos de ramas y de hojas en la naturaleza, mantuvimos el sonido directo de muchas escenasy otras se rehicieron en postproducción”.

La música, a cargo de Santiago Motorizado, también tiene un peso importante en la película. Hay que tener en cuenta que esta es enteramente diegética, no hay música por afuera de la película sino que las músicas que aparecen pertenecen a los distintos lugares en donde transcurren las escenas.

En el plano de la historia, la película toca una fibra íntima. El protagonista transita la ruptura de su pareja y la pérdida de su hogar. Su trabajo, la práctica, se transformará en el último y único recurso para encauzar su vida. “Hay algo de reencontrase consigo mismo porque él busca reencontrarse con la práctica, que es lo que define su vida. Y el hecho de irse y perderse un poco en la naturaleza, en ese mundo salvaje, tiene que ver un poco con eso”, reflexiona Rejtman.

El trabajo conjunto entre el diseño de fotografía a cargo de Hugo Azevedo (AIP) y la estructuración del guion y las escenas permiten la ambigüedad de sensaciones, una vez finalizada la película. Entre diálogos y planos abiertos en los que Gustavo se pierde, el espectador puede encontrar uno o varios sentidos, completar lo que la película tiene para decir o simplemente quedarse pensando mientras vuelve a casa, como el protagonista.

La prácticase estrena este jueves 5 de septiembre en salas de todo el país.

Teatro para todos

Teatro para todos

“Más Teatro”es un programa de subsidios a cooperativas teatrales que busca fomentar el trabajo actoral. Este año, el ciclo ofrece 44 obras independientes con entrada gratuita hasta el 13 de noviembre.

La tercera edición del programa “Más Teatro”, impulsado por la Fundación SAGAI en apoyo a proyectos teatrales independientes, busca promover la cultura mediante el acceso gratuito a obras de teatro.

“Está dedicado a la gente que quiere llegar a los actores y actrices”, afirma, en diálogo con ANCCOM, María Fiorentino, secretaria de la Fundación que preside su colega Jorge Marrale. “Vale la pena que las personas que no pueden pagar una entrada puedan tener acceso a esta propuesta”, agrega.

Todos los lunes y miércoles, la sala “Hugo Arana”, ubicada en 25 de Mayo 585, microcentro porteño, colma su capacidad de 70 butacas, y en algunas funciones, incluso permite el ingreso de hasta 90 personas para que puedan disfrutar el espectáculo de pie. “Es hermoso ver tanta gente moviéndose por el lugar y que me digan que se sienten como en su casa”, expresa Fiorentino.

La inauguración de la sala, en 2022, dentro de la nueva sede de la entidad, permitió expandir el proyecto. Además del apoyo económico, brindan un espacio para que las cooperativas teatrales se presenten y formen parte de la programación cultural. “Intentamos tender redes, sabemos que dimos un paso que nadie más ha dado”, aseguraFiorentino.

Desde su creación, en 2009, Fundación SAGAI ha apuntado más a lo audiovisual, pero el éxito de “Más Teatro” los ha llevado a considerar nuevos proyectos, desde la inclusión de cortometrajes que sean óperas primas, hasta buscar espacios más grandes en los que los artistas puedan desplegar sus talentos.

“La idea es extendernos fuera de la sociedad de gestión para ir a la sociedad civil”, explica Fiorentino.“Más Teatro”, que va por su tercera edición, se encuentra en línea con otras acciones que impulsa la organización, como el Concurso de Piezas Audiovisuales Independientes y el ciclo de talleres y cursos de formación profesional destinados a intérpretes y artistas. 

Aunque la entrada es gratuita, al finalizar las presentaciones, el público tiene la opción de brindar un bono contribución. Este dinero se destina a cubrir los costos técnicos de la sala, así como el traslado de la maquinaria, escenografía y los vestuarios.

En un contexto desafiante para la cultura, propuestas como las de la Fundación SAGAI constituyen un refugio. Fiorentino sostiene que se trata de “un espacio de encuentro, de reflexión y de aprendizaje que se necesitaba” y destaca: “Los actores y actrices nos han hecho llegar su agradecimiento porque no hay otro lugar que los invite así”.

Con nueve obras más que en la última edición, la programación de este año se caracteriza por presentar dramaturgias que atraviesan temáticas históricas hasta situaciones cotidianas de amor y amistad. Entre las obras seleccionadas para septiembre sobresalen: Los otros Duarte, una historia sobre los hermanos y hermanas de Eva Perón; La gravedad de las burbujas, una propuesta experimental que investiga las narrativas simultáneas; y Trinidad Guevara, un unipersonal que retrata la vida de una de las pioneras del teatro rioplatense. 

Las entradas pueden conseguirse a través de la página web de la Fundación SAGAI o por Alternativa Teatral. Las reservas se habilitan los miércoles para las funciones de los lunes y los viernes para las funciones de los miércoles.

El valor de la cultura

El valor de la cultura

Bajo el argumento que no es rentable, el gobierno de Javier Milei emprendió un feroz desfinanciamiento a la cultura. ¿Cómo se mide el aporte de una canción, una película o una obra de teatro? ¿Es sólo una cuestión económica?

Frente al desfinanciamiento permanente que el Gobierno de Javier Milei impulsa de instituciones y políticas culturales, distintos actores del sector, paradójicamente, intentan una defensa utilizando parámetros economicistas y eficientistas.

Desde ese paradigma, es un hecho el aporte de la cultura en términos cuantitativos. La Cuenta Satélite de Cultura del INDEC (CSC), mide la incidencia económica de la cultura en la Argentina para contribuir con la toma de decisiones, la formulación y evaluación de políticas públicas y privadas en el área. El informe indica, por ejemplo, que en el año 2022 la producción de bienes y servicios culturales generó un valor agregado bruto de 1,28 billones de pesos, lo que representó un 1,8% en la economía argentina. Los sectores de publicidad, libros y publicaciones y audiovisual concentraron una participación de 62,5% de ese valor agregado. El sector cultural, además, registró 341.300 puestos de trabajo formales, lo que significa un 1,6% del empleo total. La rama que más participó en el empleo cultural fue el audiovisual, representando 3 de cada 10 puestos. Le siguieron el diseño, la publicidad y los libros y publicaciones.

También existen otras herramientas de medición: las reproducciones, las ventas de entradas, los likes en redes sociales, etc. Ahora bien, ¿qué es lo que escapa a esas medidas? ¿Cómo se mide una canción que te conmueve? ¿Qué aporta la cultura en la sociedad para su armonía, identidad y calidad de vida? Hacernos estas preguntas, también nos permite preguntarnos: ¿Qué está en disputa cuando el Gobierno ataca a la cultura?

Para responder estas preguntas ANCCOM dialogó con Carlos Rottemberg, empresario teatral, también con el dramaturgo Mauricio Kartun y con la doctora en Ciencias Sociales Margarita Martinez.

Mauricio Kartun.

¿De qué hablamos?

Rottemberg se encuentra en su escritorio, en el cuarto piso del teatro Multiespacio en calle Corrientes. Detrás de él, un cuadro con la imagen de un ladrillo con una inscripción que dice “Vos con esto hacés un teatro”. Para empezar a hablar de la cultura el director piensa en su propia historia. Se traslada inmediatamente a un hecho de su infancia. Piensa en cómo él encontró su vocación, ya que no proviene de una familia del espectáculo. Recuerda una escena de cuando él tenía 8 años, en la que estaba junto a su madre viendo La novicia rebelde en el cine: “Si la cultura, en ese caso la cinematográfica, no me hubiese llevado a movilizarme de la manera que lo hizo, y hacerme llorar de la manera que me hizo llorar y decirle a mi vieja en el cine, yo quiero dedicarme a eso, yo no sé si esto hubiese pasado” cuenta y reflexiona que “la cultura es la suma de individualidades”.

Mauricio Kartun da el ejemplo de las canciones que hacen emocionar a un grupo. Sostiene que “la cultura es la identidad de los pueblos”. Explica que la identidad contiene algo que va más allá de las costumbres comunes, para él abarca la forma de los vínculos, los pensamientos, “una metafísica de los pueblos”, algo difícil de evaluar en términos visibles.

“Siendo un mecanismo de identidad, podría haber pueblos sin esa identidad, lo que inevitablemente los vuelve más frágiles. Sin un lazo que establezca la pulsión de defensa común por ejemplo”. Kartun, piensa a la cultura en relación al cuidado del otro, como un elemento humano muy importante: “La cultura une y, por lo tanto, instala por encima de ella una serie de mecanismos complementarios, como la ayuda para el desarrollo del que está junto a vos. Es un lazo de unión. Es una forma de establecer que un grupo de personas se transforman en una comunidad”.

 

Carlos Rottemberg.

¿Cuál es su aporte social?

Para Margarita Martinez, la cultura aporta “la capacidad de mirar al mundo con otros ojos por un rato y que ese modo de mirar no nos abandone nunca”. Sostiene que si tuviéramos que medir cuánto vale eso no podríamos. Reflexiona que “sin embargo está al alcance de cualquiera. Y digo “de cualquiera” sabiendo explícitamente que no cualquiera tiene los medios de pagar costosos productos culturales, ni de hacer el camino que lo lleva a valorar un acervo letrado. Esto último debería estar garantizado por la educación pública y universal. Hoy no lo está”.

Kartun sostiene que un pueblo unido por la cultura es un pueblo muy difícil de romper; por el contrario, un pueblo sin cultura es de una fragilidad extrema: pierde la condición de pueblo. “Se transforma en ciudadanos aislados, de pensamientos e intereses absolutamente diversos y que, por supuesto, frente a cualquier desafío que exige la fuerza popular, no la tienen, porque no tienen esa cultura común que las une”. Argentina, en ese sentido, es muy sólida y por eso es tan peligroso que se avance con la desinversión en cultura. Kartun sostiene que más allá de los lugares comunes de la cultura Argentina, como podría ser el tango, tenemos un montón de elementos “que nos unen, que nos amalgaman y que, por lo tanto, nos dan fuerza”.

 

Margarita Martinez.

¿Se puede medir?

Plantea Rotemberg que hay un número económico que tiene que ver con lo cultural, y se demostró en la pandemia. “Cuando en la pandemia se cierran los teatros en Times Square, en Nueva York, se muere todo el circuito, lo mismo pasó acá en calle Corrientes”. Sostiene que el 73% de las personas que van a las salas de espectáculos, después consume gastronomía, se moviliza en los taxis, compra en los kioscos de la cuadra, las librerías… Rotemberg destaca que el gran porcentaje de público que ve artes escénicas es connacional, eso es algo muy particular que tiene el público de nuestro país.
Para Margarita Martínez lo que podemos leer a través de mediciones es el éxito de determinado producto en un mercado dado, por ejemplo, a través de compras directas, validaciones en redes. Pero aclara que “todos sabemos que hay creaciones que simbolizan lo más alto de la cultura y que, en el momento de su aparición, no tuvieron éxito en el mercado. En la historia humana eso ha sucedido muchas veces y sigue sucediendo”. Observa que “hoy las antiguas figuras de la cultura letrada empiezan a actuar como operadores del mercado o bien, lisa y llanamente, como publicistas”. Da el ejemplo de las reseñas de libros, para ella no existen lecturas críticas de libros, son publicidades más o menos encubiertas.
En este sentido, Martínez se pregunta: “¿Esos juicios miden acaso el valor de lo que hablan (o de lo que venden, si hablamos claro)?”. Se responde que no, “los lectores no sólo que no miden nada, sino que en muchos casos tampoco “dicen nada” sobre aquello respecto de lo cual quieren saber algo. Y esto es trágico: la confusión entre hacer algo que vale la pena y hacer creer a otros que algo vale la pena por el éxito de su difusión afecta a cada vez mayor cantidad de desorientados de la gestión de la cultura. Y digo trágico porque vemos cómo se le ofrecen contratos editoriales a influencers que no demostraron ninguna capacidad literaria, o se arman mesas redondas para tratar temas de gran densidad animándolos con personajes de moda de diverso cariz. Y esto es lamentable porque hay gente de perfil más bajo que realmente escribe, trabaja y piensa que queda en la absoluta oscuridad”.
Para Kartun no hay parámetros matemáticos para medirla, pero hay una existencia dimensional: se puede ver una cultura común. “Por supuesto, las culturas se desarrollan alrededor del propio quehacer del pueblo”. Y agrega: “Lo contrario es cuando la cultura está en manos de la corporación, es decir, cuando la cultura está en manos del comercio, está en manos de aquel que produce cultura con un fin puramente rentable”.
Para Kartun, hay activos que escapan a la medida economicista de la cultura que también –dice- “cumple una función ecológica extraordinaria”. Explica que la cultura crea una red conceptual. Se establece un parámetro de lo que está bien, lo que se usa y la gente aprueba, un círculo dentro de lo cual está todo lo permitido. Pero continuamente –sostiene Kartun- aparecen artistas, que en lugar de trabajar dentro de ese círculo, se paran al borde y dan un paso afuera. Empiezan a hacer algo que nadie conocía, algo totalmente distinto. Esos son los artistas experimentales. “Pueden pasar dos cosas: que la gente no lo acepte porque es diferente o que efectivamente le vaya bien y la gente empiece a disfrutar de algo que no conocía, que no se parece a nada de lo que viene disfrutando y que, sin embargo, le crea un gran placer”. Para el dramaturgo, a estos artistas experimentales le debemos que se agrande el perímetro: “Que ahora que empezaste a disfrutar de escuchar a ese músico, que hace algo muy distinto a los demás, empieces a escuchar a muchos otros músicos que hagan lo mismo que él”.
En relación a las mediciones algorítmicas, Martínez sostiene que aquello que se les escapa suele ser lo que se sale de la norma, incluyendo a lo que mejor se produce. “No todo lo que sale de la norma es bueno, pero lo que sí es seguro es que lo realmente bueno sale de la norma” Reflexiona que “muy pocas veces ocurre que algo que forma parte de lo verdaderamente trascendente en el campo de la creación (y cuando digo trascendente no lo digo para el individuo que lo creó como algo narcisista sino para la sociedad toda) logre tener un éxito mensurable e inmediato”. Sostiene que un error común es confundir “elemento de la cultura” con “elemento de culto” y con “producto de moda”.
Martínez acompaña su afirmación con una anécdota personal: “Un día, cuando yo era muy jovén y leía mucho, me quejé ante un amigo más grande y gran lector de los precios de los libros que yo ambicionaba. Mi amigo me respondió que no era verdad que nunca iba a poder tener una buena biblioteca. Me dijo que las mejores bibliotecas que vea, una biblioteca incluso como la de él, se podía armar mayormente a partir de libros de saldos”. Mirando hacia atrás, sostiene que su amigo tenía razón, ya que hoy en día, ella tiene una biblioteca llena de rarezas y clásicos. “Muchos de esos libros los compré casi a precio de regalo. ¿Por qué? “Justamente por no ser novedad para el mercado pero, no obstante, son textos trascendentes para la cultura”.

El rol del Estado

En relación al fenómeno de lo experimental, Kartun afirma que “hace que la cultura sea una especie de Big Bang, produce una explosión y se va ampliando”, y explica que “la cultura vive en expansión. Y necesita de esos experimentales, que a su vez necesitan apoyo. Si no tienen lugares, si no tienen apoyos de todo tipo, el artista no puede desarrollarse. Si los gobiernos en lugar de pensar estas culturas de expansión, trabajan en el centro mismo de ese perímetro, buscando lo más cómodo, aparece el cine pasatista, la música pasatista, el teatro pasatista. Lo que queda sin experimentación, es la generación de una cultura que trabaja en el centro de ese círculo. Sin arriesgar absolutamente a nada”.

Kartun marca una diferencia: para él todo lo que une, lo que es creencia común, rito, es cultura, mientras que todo lo estándar, lo globalizado, para él es una cultura artificial, la llama “cultura de la disolución”. El dramaturgo, muestra preocupación al sostener que en este momento hay una política de disolución: “Si al cine le quitás el subsidio que hace que pueda ser una expresión popular, los únicos que podrían manejarlo son las empresas con sus intereses empresarios y no con intereses culturales”, plantea.

“¿Hubiese logrado Piazzolla componer varias de sus obras maestras sin el préstamo que recibió del Fondo Nacional de las Artes en sus principios?”, se pregunta Rotemberg. Martínez sostiene que la idea de “financiar la cultura” es un planteo equívoco, algo que corresponde a la burocracia y a la gestión. Afirma que “Cultura se hizo siempre con o sin financiamiento, con o sin prohibiciones, con o sin persecuciones. ¿Hay que destinar dinero público a ello? Sí, por supuesto. Pero la oposición entre la cultura y la no cultura no es la oposición entre los millones y los no millones destinados a tal o cual actividad sino la oposición entre tener algo que decir o nada”.

Todos los libros, el libro

Todos los libros, el libro

Se presentó en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales el Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación, un volumen que reúne escritos de 139 académicos, docentes y periodistas de la Carrera de Ciencias de la Comunicación que funciona como un caleidoscopio en el que se despliegan conceptos, lenguajes, géneros, soportes, identidades y tantos asuntos más.

Es semana de elecciones en la Facultad de Ciencias Sociales y el movimiento ya normalmente ajetreado de las tardes se convierte en frenético. En la entrada te reciben militantes con remeras de distintos colores para entregarte una colección de folletos de promesas de un mundo mejor; para luchar contra el FMI y también lograr tener papel en el baño de la facu –ambos difíciles de lograr–. En la calle, la bicisenda está bloqueda por una parrilla improvisada donde marchan chorizos y hamburguesas a precio amigo. La plaza seca o conversodromo Nicolás Casullo –su nombre oficial– aloja a un grupo de jóvenes que bailan al ritmo de una cantante que no se sabe si desafina por la calidad del audio o por falta de talento. Los pasillos colapsados alojan a amigos y compañeros de cursada, que se saludan con entusiasmo y charlan sobre las materias. La corriente hormigueante de los alumnos para entrar a las aulas te arrasta hasta el corazón del edificio: el auditorio. Esta imponente sala amarilla, alojó el miércoles 28 de agosto la segunda presentación de Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación, una especie de diccionario de conceptos clave del área donde colaboraron académicos y académicas emblemáticas

Vocabulario…, que fue presentado por primera vez en la Feria del Libro en mayo de este año, es un exitoso intento de darle voz a la comunidad de las Ciencias de la Comunicación. Los coordinadores del volumen, el vicedecano de Ciencias Sociales Diego de Charras, la directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación Larisa Kejval y la profesora Silvia Hernández, nuclearon a 139 autores, eminencias de la comunicación, para armar una publicación tan novedosa como necesaria: 114 entradas que comprenden un amplio abanico de temas relacionados con la comunicación, desde los vínculos entre sociedad, medios y tecnología a los lenguajes y las significaciones, pasando por las relaciones entre procesos culturales, identidades, política y economía.

Esta segunda presentación se propuso hacer foco no tanto en la forma en la que se compiló el libro, sino en presentar algunas de las lecturas que surgieron de él, y de ahí el nombre del evento: “Lecturas del Vocabulario, memorias de la carrera”. En el panel participaron seis de los colaboradores: Christian Ferrer, Santiago Gándara, Alejandro Kaufman, Stella Martini, Jose Luis Petris y Silvia Hernández (estos últimos dos en representación de Oscar Steimberg y Mónica Petracci, respectivamente).

Sumados a las personalidades del panel, Damián Loretti, Ricardo Forster, Washington Uranga, Pablo Alabarces, Sandra Carli, Marita Soto y María Rosa del Coto son otros de los prestigiosos nombres de los investigadores que participaron como autores.

Kejval dirigió el evento y afirmó que esta presentación pretendía ser “doméstica, como en casa”. Rescató también el rasgo plural de Vocabulario…, que convivan en él diferentes posturas y corrientes de pensamiento, sin una bajada global. Como si fuera una foto de la actualidad de esta particular área de conocimiento; con sus contradicciones, avances y problemáticas actuales que la atraviesan, desde lo social y lo económico hasta lo estatal. Siguiendo a Kejval en la apertura de la charla, el sistema universitario se encuentra en crisis y las conversaciones que se dan reflejan ese impacto. Las ciencias no son herméticas a lo que pasa en lo social y el libro, en su interior y como acto político, da cuenta de eso.

«El Vocabulario…es un albergue transitorio para la pasión por el saber. Esta pasión es mucho más fuerte que el sexo y más duradera, es lo que nos nuclea a todos acá, lo que hace que un estudiante pase horas estudiando para un final”, cerró Ferrer en tono jocoso y despertando risas en el público.

Christian Ferrer, sociólogo, ensayista y profesor, afirmó en el panel: “El libro es algo excepcional. Es difícil lograr que estén todos juntos a pesar de las diferentes corrientes epistemológicas y los egos. Generalmente las cátedras son como islas y es difícil armar comunidad. Eso es motivo de celebración”. En este sentido, el académico puso énfasis en la necesidad de proyectos de diccionarios que estén “en movimiento”, que abran a debate y no que busquen definiciones definitivas: “Todo diccionario es provisorio”, dijo. De esta manera los conceptos están vivos en cuanto y en tanto son discutidos en clase, en el espacio del aula. Vocabulario…“es un albergue transitorio para la pasión por el saber. Esta pasión es mucho más fuerte que el sexo y más duradera, es lo que nos nuclea a todos acá, lo que hace que un estudiante pase horas estudiando para un final”, cerró Ferrer en tono jocoso y despertando risas en el público.

Stella Martini, doctora en Ciencias Sociales y profesora en la carrera de Ciencias de la Comunicación, hizo énfasis en la decisión de nombrarlo «Vocabulario crítico» y no «diccionario técnico”. Siguiendo a Martini, “el Vocabulario…es un rompecabezas, es más abierto y menos impositivo”. A diferencia de un diccionario, que es un sistema cerrado, Vocabulario crítico remite más a términos de uso en el ámbito de una comunidad hablante y que además se entiende a sí misma como crítica.

En un tono más emotivo, la investigadora declaró que el compilado “hila una tradición de la facultad, de los compañeros contemporáneos, pero también de los que estuvieron en la fundación de la carrera hace más de 35 años; como Nicolás Casullo, Sergio Caletti o Margarita Graziano, entre otros”.

Por su parte Santiago Gándara, licenciado en Comunicación, docente de la Universidad de Buenos Aires y referente del sindicato docente AGD-UBA, dedicó tiempo de su discurso para explicar que el proyecto consolida intentos anteriores de unificar ciertos conceptos. “Todos hemos pensado alguna vez en la elaboración de un diccionario, hubo intentos de algunas cátedras que procuraron llevar adelante ese proyecto hacia el interior de la cursada, pero que finalmente terminaron decayendo”. En su mirada, Vocabulario… es la materialización de una idea que flotaba en el aire, que estaba presente en algunas cátedras y profesores. “Celebramos la iniciativa de una recopilación general”, cerró Gándara.

Por último Alejandro Kaufman, profesor universitario, crítico cultural y ensayista, remarcó la posición política que ocupa el libro. “Pensando en la estatalidad, Vocabulario… es un acto de gobierno”, manifestó. Corriéndose de las definiciones exclusivamente administrativas que circulan hoy en día sobre lo estatal, la posibilidad de un libro así pone de manifiesto una gestión de la facultad donde “el saber tiene un lugar indiscutido. Es un acto de gobierno universitario, es un acto de saber más allá de lo administrativo”, concluyó Kaufman.

Vocabulario… no se limita a ser un documento estático, sino que se propone como una obra en constante movimiento, abierta al debate y a la reflexión continua. Es, en esencia, un puente entre las diferentes generaciones de comunicadores, uniendo a los fundadores de la carrera con quienes hoy se forman en sus aulas, y asegurando que el conocimiento siga siendo una herramienta viva y dinámica, adaptada a los tiempos que corren.

Pantalla grande y bonaerense

Pantalla grande y bonaerense

Bajo el lema “la diversidad nos une”, comienza una nueva edición del festival de cine que busca insertar a la Provincia de Buenos Aires en el plano internacional. Estrenos exclusivos y más de 200 proyecciones.

Impulsado por el Instituto Cultural bonaerense, vuelve el Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires (FICPBA). Esta segunda edición, que se realizará en La Plata entre el 4 y el 14 de septiembre, busca poner en diálogo la identidad, la soberanía y la diversidad audiovisual. “No es una política que se ha decidido en un escritorio y de manera cerrada, sino que tiene que ver con la defensa de la cultura como un derecho”, sostiene Florencia Saintout, presidenta del Instituto.

En un contexto signado por políticas que desfinancian la cultura nacional –como la eliminación de la cuota de pantalla para el cine argentino y el cierre de la plataforma Cont.ar–, la cineasta Paula de Luque se enorgullece de poder llevar adelante el festival que funciona como una celebración cinematográfica de la identidad bonaerense. “Estamos defendiendo nuestro espejo, quiénes somos”, afirma la directora del FICPBA. Frente a medidas que atacan el patrimonio audiovisual, la proyección de 228 obras –que incluyen largo, corto y mediometrajes– durante 197 funciones, busca demostrar que la cultura juega un rol importante en la construcción de la identidad personal.

Una de las propuestas que mejor ilustran el espíritu del festival es “Cine al Barrio”, un proyecto que acerca a los territorios populares las herramientas audiovisuales para narrar su visión del mundo y ser protagonistas de su propia historia. El objetivo del ciclo es que las grabaciones sean incluidas en la programación del festival ya que “es una política que permite hacer cultura y no sólo verla”, asegura De Luque.

El FICPBA también contará con un conversatorio en el que diversas figuras destacadas del ámbito cinematográfico nacional podrán discutir y debatir el porvenir de la industria audiovisual. El ciclo de entrevistas estará a cargo del periodista y crítico de cine Lisandro Gambarotta y tendrá la presencia de Adrián Suar, Pablo Echarri, Julieta Díaz, Selva Almada, Demián Rugna y Marcelo Figueras. Además, más de 500 alumnos de diversas universidades públicas bonaerenses tendrán la posibilidad de asistir al segundo Encuentro Provincial de Estudiantes de Cine que incluye actividades, charlas y formaciones. El evento tendrá lugar en el Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino el próximo 5 y 6 de septiembre.

La novedad con respecto a la última edición viene con la incorporación del Mercado Internacional de la Industria Audiovisual de la Provincia, un espacio que busca facilitar la concreción de acuerdos de coproducción internacional. Del 5 al 9 de septiembre, los profesionales de cada sector podrán participar de mesas redondas y conferencias especializadas con el objetivo de promover la integración cultural entre países. “El FICPBA está armado para que la provincia de Buenos Aires dialogue con las cinematografías del mundo”, asevera De Luque.

Sesenta salas –20 más que la última edición– proyectarán la programación en distintos municipios bonaerenses de manera gratuita. Durante el festival, tendrán lugar la Competencia Internacional Largometraje Ficción (CILF), Competencia Largometraje Bonaerense (CLB) y Panorama Argentino (PA), entre otras. Además, habrá secciones especiales como Mujeres y Disidencias, Ventana Bonaerense y Panorama Internacional. Participan películas de más de 43 países, entre los que se encuentran Alemania, Canadá, Chile, Egipto, España, Francia, Indonesia, Singapur y Tailandia.

Entre los 45 estrenos internacionales se destacan Cidade; campo, de la realizadora brasileña Juliana Rojas, y Mãos no fogo, de la portuguesa Margarida Gil, ambos exhibidos en el Festival de Berlín y que ahora tendrán su premiére argentina en el FICPBA. También habrá espacio para homenajear a personajes célebres de la identidad nacional con la presentación de Norita, el documental que narra la vida de la entrañable Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y Había una vez un mago, la obra que en formato de entrevista que recorre de manera sensible la relación entre el afamado director Leonardo Favio y su hija María Salomé.

La programación completa del FICPBA se puede ver en la página web del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. La entrada a todas las proyecciones es libre y gratuita.