La salud mental en una trama cinematográfica

La salud mental en una trama cinematográfica

«Cielo Rojo (Gigantes de Metal)», dirigida por Marcelo Leguiza, aborda desde el género de terror una problemática que cada vez es menos tabú.

Este jueves se estrena en el Cine Gaumont Cielo Rojo (Gigantes de Metal), dirigida por Marcelo Leguiza y producida por Morbo. La película cuenta con las actuaciones de Noe Antúnez, Susana Varela, Germán Baudino, Gabriela Valenti, PaulaMazone, y la participación especial de Esteban Prol y Victoria Carreras. La trama sigue a Bianca, una mujer que es engañada y secuestrada por el líder de un culto conspiranoico que utiliza su cuerpo, y el de su compañera de cautiverio para experimentar científicamente.

El verdadero terror se desencadena cuando Bianca logra escapar. El estrés postraumático, combinado con la tendencia a la alucinación que arrastra desde su infancia a raíz de un abuso, y la falta de tratamiento psicológico debido a la estigmatización de la salud mental en su familia, generan una ruptura en su percepción de la realidad, que se entremezcla con pesadillas del pasado reciente y lejano.

En su recorrido, el film transita distintos géneros como el drama, el terror psicológico y el horror corporal para narrar temáticas relacionadas a la salud mental, la disfuncionalidad familiar, el tratamiento mediático de las víctimas y su repercusión social. “Lo interesante de esta película es que toma el terror para narrar otras cuestiones que acontecen a diario, como los abusos y el uso de psicofármacos,” afirma Varela, actriz que interpreta a la psiquiatra

A través del constante juego con la mezcla de tiempos y la progresiva disolución de las fronteras entre lo real y lo imaginario, la historia se convierte en una experiencia inmersiva para el observador, quien debe discernir qué hechos narrados ocurrieron realmente. “Mi idea –reconoce Leguiza con orgullo- era que el guión no explique nada y que el espectador pueda formar su propia interpretación, cualquier cosa que entienda está bien. El objetivo siempre fue ese. La película pasó por un montón de montajes y puestas para tratar de mantener eso, que también busqué en las anteriores películas.”

En este sentido, afirma haberse sorprendido por el paso del film por un festival LGBTIQ+ en Francia, dado que el interés recíproco entre Bianca y su custodia policial no ocupa un lugar importante en la trama y solo se sugiere a través de sutiles interacciones.

Durante la construcción del guion, el director señala haber trabajado con psicólogas y psiquiatras para retratar correctamente el trastorno de salud mental de Bianca. Al referirse a este tema, menciona que surgieron debates acerca de los límites que puede transgredir un profesional en su trabajo cuando un paciente corre riesgo. Varela, por su parte, añade que hay distintos tipos de profesionales, cada uno con maneras diferentes de relacionarse con sus pacientes, y habló sobre el desafío de su interpretación: “Me tocó un rol complejo. La dificultad de mi papel estaba en el doble juego entre el personaje en sí, y el que la protagonista imagina, donde el tema era no develar.”

El rodaje se llevó a cabo en dos semanas durante  2021, en plena pandemia. Desde entonces, recorrió distintos festivales, entre ellos Fantaspoa (Brasil), Dracula International Film Festival (Rumania), Festival de Cine Fantástico y de Terror Rojo Sangre de Buenos Aires (Argentina), Gato Negro Festival Internacional (Bolivia) y XI Festival Boca del Infierno (Brasil). Leguiza recuerda las dificultades de esta etapa: “Estábamos limitados de presupuesto así que tuvimos que juntar contactos de contactos y darle lástima a los organizadores, decirles ‘che, soy argentino’, contarles la situación del país y la dificultad de pagar la tasa de interés en dólares. Y funcionó, así pudimos presentar una película independiente en distintos festivales.”

Las actrices hablaron sobre la difícil situación que están atravesando los actores, directores y técnicos. Manzone concluye: “Esta película viene de un proceso largo, tiene mucho trabajo y pasión por el cine. Es parte del ADN de nuestra cultura. Poder estar estrenando es una manera de seguir apoyando el cine nacional.”

 

Cielo Rojo estará en cartelera hasta el 6 de noviembre con funciones diarias a las 20:50 en el cine Gaumont (Rivadavia 1635).

Cartas desde la cárcel

Cartas desde la cárcel

Se reestrena la obra «Y con esta Luna», basada en la correspondencia de Charo Moreno, una militante uruguaya exiliada en la Argentina, que fue detenida por la dictadura militar.

Vuelve a escena la obra Y con esta Luna, dirigida por la actriz y directora uruguaya, Charo Moreno, quien fue presa política en Argentina desde 1974 hasta 1984. En la obra documental cuatro actrices le ponen voz y cuerpo a las cartas que la militante devenida en dramaturga envió a su madre desde distintas cárceles argentinas.

El golpe militar en Uruguay, en 1973, obligó a muchos militantes a exiliarse en Argentina, como fue el caso de Moreno. Pero un año después resultó detenida en Buenos Aires, cuando tenía 18 años y estaba embarazada. A través de las palabras que le envía a su madre se accede al cotidiano de esa joven y sus compañeras de cárcel. 

La obra se compone con recortes de 140 cartas. Fueron seleccionadas y ordenadas en relación a cuatro ejes: la vida en la cárcel, la política penitenciaria, el sol y su hijo Andrés, quien nació a comienzos del encierro. Cada carta lleva sellada la palabra “censura”, que paradójicamente significa que pasó por el control de los represores antes de ser enviada. Ellos decidían, en última instancia, qué estaba permitido decir y que no.

El título de la obra retrata un momento que se repetía en la cárcel. Entre las compañeras se hacían caballito para que una de ellas pudiera espiar la luna desde una pequeña ventana. Siempre había alguna que se lamentaba “Nosotras acá adentro y con esta luna allá afuera”. Ese gesto resume varios de los temas que se abordan en la obra: el compañerismo, la vitalidad en las pequeñas cosas, la búsqueda de conexión con el afuera y la esperanza. A pesar de tratarse de 10 años de prisión y todo lo que eso implicó, el tono de la obra es optimista. El hecho de que sean cartas dirigidas a una madre, hace que la ternura esté presente en cada palabra.

La puesta en escena

En la primera escena, las actrices dicen a la vez: “La cárcel es la primera escuela de un revolucionario”, frase de Ho Chi Minh, citada en una carta escrita desde la Brigada de Avellaneda. Mariela Lacuesta, una de las cuatro actrices de la obra, en diálogo con ANCCOM y sostiene: “Nuestra maquinaria es como un instrumento que lo afinamos con esa primera escena”.

En la obra se utilizan elementos brechtianos y las protagonistas se sirven del recurso del extrañamiento que provoca ser fieles a los textos. “La actriz está hablando, no está actuando, es la persona la que lo está diciendo”, explica Lacuesta y agrega: “Las cartas se dicen de una manera neutra, no estás comprometiéndote sentimentalmente con lo que estás diciendo”.

Al finalizar cada obra, las actrices y la directora cuentan por qué hoy en día, luego de 9 años de su estreno, consideran importante seguir poniéndola en escena. Esa convicción también es un gesto militante, así como la búsqueda de intervenir en la realidad a través del arte. Lacuesta sostiene que es crucial hacer la obra en este momento, cuando los movimientos de derecha avanzan en todo el mundo. Por su parte, Moreno subraya desde el escenario que ofrece una voz que no está del todo presente en estos tiempos, la de una juventud resistente y optimista, así como las voces de las presas políticas.

Cuando hicieron la obra por primera vez, en 2015, Lacuesta tenía casi la misma edad que cuando Moreno fue detenida. Hoy ya no son las mismas. Para reestrenar la obra, tuvieron que hacer ajustes. “No queremos recrear a esa chica de 18 años, porque no tenemos esa edad, pero sí acercarnos a esa vitalidad de una piba de 18 años que está escribiendo en la cárcel convencida de lo que cree”, explica la actriz.

Comenzaron trabajando a la gorra, buscando llegar a un público amplio. Recorrieron el país, presentándose en distintos teatros y espacios. Incluso fueron a escuelas, donde para muchos chicos significó la primera experiencia de ver teatro, así como también fue conocer esa parte de la historia. “Te enseñan en la escuela sobre el golpe militar, pero no te hablan de los presos políticos”, afirma Lacuesta. En muchas oportunidades, abren el espacio para debatir con el público después de la obra.

“La devolución de la gente fue siempre muy fuerte”, afirma Lacuesta. Recuerda la actriz una vez que ofrecieron la obra en Neuquén; había muchas ex compañeras de cárcel de Moreno en el público que cantaron las canciones a la par de la obra. También rememora una oportunidad en que realizaron la obra en una escuela y los chicos respondieron escribiéndoles cartas. “Es la maravilla del teatro. No sabés qué fibra le va a tocar al otro”, afirma Lacuesta.

Una de las formas más efectivas para que la obra continúe es el “boca en boca”. Y con esta luna puede verse todos los viernes de noviembre a las 21:00 en Área 623, con entradas disponibles en alternativa teatral. Luego de esta temporada la obra se exhibirá Uruguay.

Borges, Cortázar y María Elena Walsh, vistos por Sara Facio

Borges, Cortázar y María Elena Walsh, vistos por Sara Facio

Con el objetivo de celebrar la trayectoria de la fotógrafa fallecida en junio de este año, se presenta la última exposición aprobada por ella, que incluye imágenes inéditas de su vida y obra.

La Fundación María Elena Walsh, en colaboración con la Secretaría de Cultura de Vicente López, despliega a lo largo de cuatro salas un homenaje a la fotógrafa argentina Sara Facio, que se podrá recorrer hasta el 9 de noviembre en Quinta Trabucco.

La muestra, curada por sus amigas Graciela García Romero y Silvia Mangialardi, reúne una cuidada selección de su vasta obra, poniendo en diálogo a figuras como Borges y Cortázar y revelando imágenes de su vida junto a Walsh.

En diálogo con ANCCOM, Romero y Mangialardi comparten detalles sobre el proceso de selección de fotos, la historia detrás de retratos inéditos y lo que esperan que los visitantes se lleven de la obra de una artista comprometida con capturar la esencia humana.

¿Cómo surgió la idea de la muestra?

Silvia Mangialardi: Sara estaba por cumplir 92 años y teníamos ganas de festejarlo haciendo algo especial. Justo coincidió con que a Graciela le habían propuesto desde Quinta Trabucco hacer una muestra y fue ahí que se nos ocurrió armar esta idea. Se demoró la inauguración por unos problemas eléctricos que hubo en la Quinta y en el medio de esa espera por solucionarlos falleció Sara, así que lo que iba a ser un festejo por sus 92 años se convirtió en una muestra homenaje. Igualmente llegamos a mostrarle cómo lo íbamos a presentar y nos dijo que era el mejor regalo de cumpleaños.

Graciela García Romero: Sí, además Sara sabía que era la última muestra y sentía que ésta la honraba. Cuando la vio, nos dijo que estaba orgullosa y emocionada porque además de ser un reconocimiento, tenía el plus de que lo estábamos haciendo nosotras. No es que la armó cualquier curador, sino que venía de sus amigas. La muestra es un planteo que pone en valor su obra y que, si bien ella la llegó a ver, la elección de las fotos fue nuestra. Sarita lo único que hizo fue darnos el visto bueno, como en general hacía con otras curadurías que no fueran suyas. En general, siempre fue muy respetuosa de cualquier curador que se acercaba y le proponía una idea. Nunca la escuché criticar ni tratar de cambiar nada.

¿Cómo fue el proceso de selección de las fotos?

SM: Como la obra de Sara es muy amplia, decidimos tomar algunos puntos que merecían destacarse. Hicimos una edición absolutamente acotada porque a lo largo de toda su trayectoria ha tomado fotos de muchos escritores, cantantes e incluso figuras políticas como Perón. Quisimos hacer algo del orden de lo íntimo y que fuera apropiado al espacio de Quinta Trabucco.

GGR: Para armar la muestra empezamos trabajando con los planos de la sala. Hay una que lleva el nombre del escritor Jorge Luis Borges, con lo cual fue casi obligada la idea de trabajar con las fotos que Sarita le hizo. Se nos ocurrió como una idea interesante hacer dialogar esas imágenes con las que le tomó a Julio Cortázar, por ser exponentes de distintas épocas. De hecho, cuando los visitantes entran, se encuentran con la imagen de los dos escritores sentados en el living de sus propias casas, al lado de la ventana, reflejando la idea de querer recibir a quien los visita.

¿Hay fotos inéditas en la muestra?

GGR: Sí. Mucha gente cree que son las de Borges, porque se sorprenden de verlo hablando por teléfono o dictándole a la asistente, pero en realidad las inéditas son las que aparece María Elena Walsh y la vida de ellas dos. Particularmente hay una muy especial que es del primer viaje que hacen juntas a Mar del Plata que muestra la complicidad que tenían. La imagen es picada de arriba y se ve a María Elena de joven, con un abrigo y la felicidad de ese amor que recién empieza. En ese sentido, nos pareció que estaba bien dedicar una sala al vínculo de pareja entre ellas dos y mostrar a través de los retratos casi 40 años de relación. Aunque no son de galería, se ve en esas fotos de estudio la habilidad que tenía Sara con el retrato.

SM: Además es interesante porque representa muy bien su estilo. Sara decía que ella no quería ser una paracaidista, sino que quería fotografiar lo que ella sentía, lo que estaba cerca y lo que quería. Haber podido investigar su archivo sin dudas fue toda una aventura. 

¿Qué es lo que hace única a la mirada fotográfica de Sara?

SM: Creo que hay cosas que no se pueden definir. Lo que sí puedo decir es que Sara logró hacer que su estilo sea reconocible. La no-pose, el cuidado en el laboratorio y el acercamiento a los temas son cuestiones que uno ve y sabe que son de Sara.

GGR: Se nota en sus fotos que el paisaje que le interesaba era el ser humano y buscar la esencia de la persona retratada desde un lugar estético. Ella siempre se preocupaba de que estuviera feliz y cómoda.

¿Qué enseñanzas les dejó su vínculo con Sara? 

SM:  La idea de hacer lo que uno cree que tiene que hacer y no darle importancia a lo que los demás piensen. Sara hizo siempre lo que quiso, cuándo y cómo quiso y trabajó muchísimo por los demás, pero sin preocuparse demasiado por lo que pensaran de ella.

GGR: Sara era como una flecha, desde que nació supo quién iba a ser y nada la detuvo. Por ejemplo, para llegar a este punto de mi presente tuve que atravesar varias situaciones y Sara fue la persona que más me ayudó a enfrentarme con mi destino.

¿Qué esperan que los visitantes se lleven de la exposición? 

SM: Me gustaría que se queden con la emoción de mirar el mundo desde los ojos de Sara. Que la puedan sentir a ella y su amor por la fotografía.

GGR: Yo querría que pudieran reconocer y distinguir a Sara del resto. Me gustaría que los jóvenes sobre todo se lleven la pasión, que era una característica de la vida de Sara. Ella cuando iba al estudio no lo hacía por obligación sino por la gran pasión que sentía por lo que hacía. Tanto por las fotos como por la edición, la gestión y por los libros. También me gustaría que los ayude a formarse estéticamente. Siento decirlo, pero cuando Sara llegó a tener una cámara en la mano, ya tenía una formación en la plástica como creo que ningún fotógrafo tuvo y eso se notaba en sus fotos. Por último, ojalá la muestra aporte en la pregunta por la identidad, porque Sara tenía una noción de país y un amor por la patria increíble.   

La muestra “Sara Facio: soy fotógrafa argentina” se puede visitar de manera gratuita en Quinta Trabucco (Carlos Francisco Melo 3050, Florida) de martes a sábados de 10 a 18, hasta el 9 de noviembre inclusive.

De autómatas, zombies y humanos danzarines

De autómatas, zombies y humanos danzarines

“Vivimos desconectados de nosotros mismos, de los demás y de la Tierra”, plantea Valentina Camus, directora de Electrocardiograma, un largometraje coreografiado en el que su protagonista rompe con su rutina gracias a un corazón que le cae del cielo.

Bailar puede ser un medio para redescubrir la autenticidad y liberar las expectativas sociales. Eso parece sugerir Electrocardiograma, el largometraje dirigido y coreografiado por Valentina Camus: su personaje, Alexis, se encuentra con un corazón que le cae del cielo mientras espera el colectivo para ir a trabajar, y el suceso la lleva a experimentar una transformación que la saca completamente de la rutina. La película se convierte así en una reflexión sobre la deshumanización en la vida moderna, planteando que la transformación personal no solo es posible, sino necesaria en un mundo que a menudo impone un ritmo que desconecta a las personas de sí mismas y de los demás.

Camus nació en 1995 en Viña del Mar, en la Región de Valparaíso, pero a sus 18 años se mudór a Buenos Aires, y cuenta que cuando iba a la escuela artística, y se encontró con la materia de Filosofía, comenzó a preguntarse sobre los grandes existencialismos humanos, las grandes preguntas de la humanidad y la filosofía en sí. Cuenta que de ahí surgió un enojo relacionado al dibujo del corazón, ya que para ella, es simple en comparación con su imagen anatómica. En el filme, que podrá verse hoy en el cine Gaumont, el corazón anatómico tiene un rol central para Alexis, en palabras de Valentina, el corazón la lleva a reflexionar sobre lo que significa este órgano para el ser humano y cómo se relaciona con el amar, el deseo, los vínculos y como el ser humano además de amar, sufre. 

La directora cuenta que al primer fotograma del storyboard -una chica que espera un bondi y le cae un corazón del cielo- ya lo había imaginado en Chile, como un hallazgo fortuito, algo aleatorio que no tiene mucha información y es así como inicia la película.

¿Creés que, como Alexis, muchas personas viven en “automático”, atrapadas en rutinas sin cuestionar lo que realmente sienten o quieren?

Alexis, en parte, soy yo, somos todes quienes vivimos en un mundo que nos automatiza, que nos hiperproductiviza. Hay un ritmo de vida citadino —al menos puedo hablar desde este lugar—, que te chupa los rasgos vitales, ¿no? Te vuelve un poco un zombi. Y por eso el corazón. Lo vivo contrasta con algunos transeúntes, por ejemplo los personajes que están esperando el colectivo o que aparecen en la escalinata, que están como muertos por dentro. El ser humano, con su forma de civilización, nos lleva a este automatismo, a estas rutinas, a no cuestionar, a repetir: al autómata. De hecho, cuando estábamos investigando las consignas coreográficas, desde el casting incluso, la pregunta o la investigación que hacíamos era: ¿cómo sería el movimiento de un autómata? ¿Cómo se mueve un autómata? Esta película, además de expresar inquietudes por la danza y la figura del corazón, está impulsada por muchas preguntas sobre la humanidad y sobre cómo nos estamos llevando al colapso, la destrucción climática pero también social.

En un momento Alexis pierde su corazón para encontrar su propia danza: ¿es una metáfora de desprenderse de las expectativas sociales y los automatismos para poder ser realmente libre?

Sí, puede leerse así: a esa danza la llamamos “la danza salvaje”, porque Alexis es un personaje con una personalidad sobreadaptada. Literalmente se ve al espejo y se ve de verdad. Se quita esa máscara de persona que nunca decidió por sí misma, que se dejó llevar por lo que debía hacer. El impacto de este yo que no tomó su deseo frente a su verdadero yo es tal, que experimenta algo cercano a un brote psicótico, pero lo expresa a través de la danza, como si «se volviera loca».

¿Creés que hoy muchas personas solo “bailan” siguiendo el ritmo impuesto por la sociedad, sin encontrar su propio paso?

La película habla de bailar como una manera de acercarte a tu propio cuerpo, a tu propio territorio, de empoderarte, de entenderte, de escucharte. La película también surge de un gran amor por la danza, ese gran amor que sentí cuando empecé a bailar y cuando decidí dedicarme a esto. Hablo un poco de ese proceso, de cómo la danza te abre paso, te acerca un poco más a las personas y a lo humano. Y cómo acercarte a tu cuerpo es volver a ser un poco más humano después de tanto cubículo, tanta oficina, tanto transeúnte, tanto habitar ciudades que no duermen, que van de un lado para el otro, que comen comida chatarra, que utilizan plástico para todo, que dependan del planeta Tierra, que no entienden de dónde vienen los frutos, verduras y granos que comemos. Acercarse al planeta es acercarte a las olas del mar, entender que vamos y venimos de la Tierra, comprender que hay un corazón que palpita dentro, que hay otras personas que también tienen sus corazones, que hay otros seres vivos con los que coexistimos. Y, en el fondo, entender que la salida a este colapso no es individual, es colectiva.

¿Tuviste alguna experiencia personal que te inspirara para contar esta historia? ¿Hay algún momento en tu vida en el que hayas sentido que estabas en automático y algo te sacudió, como le pasa a Alexis?

Es un collage de experiencias. Algunos de esos elementos son los cuestionamientos sobre el ser humano, sobre el colapso climático, sobre cómo el ser humano está llevando su vida hoy en día y cómo eso impacta en la Tierra. También me inspiró el amor por la danza, ver a mis colegas —mis compañeros y compañeras de la universidad pública en ese momento— bailar y pensar: qué hermosos y talentosos son. Sentí la necesidad de admirarlos y de querer decir: «A esto hay que registrarlo, hay que juntar fuerzas y hacer algo juntos».

La película toca el tema de la desconexión. ¿Hoy estamos más desconectados de nosotros mismos, aunque estemos todo el tiempo conectados a otras cosas?

Hoy estamos súper desconectados, es como una mamushka de desconexiones. Primero, está la desconexión entre lo que uno realmente quiere y las elecciones que hace en la vida, el verdadero deseo, y cómo se nos ha impuesto una manera de ser, de comportarnos, e incluso de identificarnos. Por ejemplo, el binomio hombre-mujer, o la idea de que hay que casarse dentro de esos dos géneros. Incluso dentro del mundo LGTBIQ, se reproducen algunas dinámicas donde se espera que uno se identifique con el género asignado al nacer, que elijas cierta carrera, que alcances cierto estatus, que bailes de cierta manera, escuches una música específica o te vistas de una forma particular. Esta desconexión nos separa de nosotros mismos y de los demás. Ni hablar de la desconexión social y colectiva, de la falta de comunicación con quienes nos rodean, de la incapacidad de conectar realmente, no sólo a nivel físico o superficial, sino a través de una mirada o un contacto auténtico. Y si seguimos abriendo esa matrioshka, la desconexión se hace más grande. Se trata de una desconexión con la tierra, con no ser conscientes de que la comida no aparece mágicamente en el supermercado. Esta manera de vivir tan alejada de la tierra es la que nos está llevando al colapso.

Electrocardiograma se proyectará hoy a las 20.15 en el Gaumont, Rivadavia 1635. En la previa, a las 19.30, se realizará una performance alusiva.

 

Oruro en Buenos Aires

Oruro en Buenos Aires

La comunidad boliviana desplegó danzas, vestidos y tradiciones en el centro porteño, para compartir y transmitir a las futuras generaciones la cultura de su país en Argentina.

Tambores y platillos resuenan en la Avenida de Mayo como un latido que atraviesa fronteras. Lentejuelas brillan en telas coloridas, mientras los bailarines siguen el compás de la banda que marca su ritmo. No es en el Carnaval de Oruro, sino en Buenos Aires. La XIV Entrada Integración Cultural Bolivia en Buenos Aires se desarrolló el pasado domingo, un evento que se convirtió en una tradicional fiesta para los 162.000 bolivianos que residen en Buenos Aires.

La fraternidad Morenada Gran Central de Oruro fue una de las 114 agrupaciones que participaron en el recorrido que sirve como puente cultural entre Bolivia y Argentina. Si bien el horario de entrada de esta agrupación era alrededor de las 15, el encuentro de los bailarines fue a las 13 en 9 de Julio y Belgrano. Algunos de sus integrantes, principalmente las mujeres, ya llegaban con su peinado y maquillaje listos, terminando de ponerse algunos accesorios en la calle, tales como sombreros con grandes plumas y botas con tacos altos.

En el caso de los varones, terminaban de armar sus trajes cual rompecabezas. “Fíjate que este derecho, y apílalos bien, no los cierres mucho porque después te encierra”,  le decía uno de ellos a un compañero que se encontraba armando la capa de los morenos. Mientras tanto, por el otro lado estaba Carlos Cardenas, uno de los bailarines, que estaba atendiendo a los últimos detalles de su vestimenta: con un cuchillo iba cortando un pedazo de goma espuma para luego colocarlo sobre sus hombros, para que el traje no lo lastime al bailar. “Es lindo que nunca pierdan la cultura, hoy por hoy se integró mucho el hijo del boliviano a bailar estas danzas, es un orgullo para nosotros poder bailar en un país hermano, que nos dejen hacer este tipo de eventos”, expresó Cardenas. Además, también explicó que, en esta ocasión, se encontraba bailando en nombre de su amiga Sandra Anibarro Cuenca, miembro fundadora de la fraternidad, quien falleció en 2023: “Me llegó al corazón su partida; por ella prometí que bailaba este año, en devoción a la mamita –la virgen- y en honor a ella”.

Esta fraternidad cuenta con unos 80 integrantes y está conformada por bolivianos, hijos de bolivianos e incluso argentinos. Hernan Ibarra, miembro fundador comentó que hace once años funciona esta agrupación, bailando en distintas celebraciones para lograr expandir y perdurar las tradiciones del altiplano. Los colores que identifican a la agrupación son el azul, amarillo y blanco: “El azul por el cielo, el amarillo por el sol que nos ilumina y el blanco la pureza de la virgen”, explicó Ibarra. Además, la agrupación también cuenta con un slogan que se logra leer en las chombas de los organizadores: “Fe, tradición y cultura”.

Gary Renteria, uno de los primeros integrantes de la fraternidad, apuesta a esta tradición va a perdurar “porque en cada fraternidad hay niños bailando y eso es lo que nos genera una esperanza para el futuro”. La hora iba transcurriendo y de a poco iban llegando algunos de los participantes de la Gran Central.

Simultáneamente, en Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini ya se encontraban danzando integrantes de las agrupaciones, tiñendo las calles de rojo, amarillo y verde.

Si bien en la tarde del domingo la temperatura era demasiado alta para esta altura del año, el calor fue impedimento para disfrutar de la tradición. Algunos de los espectadores fueron preparados con reposeras y sombrilla, listos para cantar a coro las canciones del folklore boliviano. Tal fue el caso de Oscar, quien se encontraba junto a su esposa aplaudiendo al compás de los Caporales: “Vinimos a ver a mi hija que hoy baila, para nosotros es un orgullo que participe de esta fiesta”, sonrió mientras sostenía la mano de su esposa.

Ya por la Diagonal Sáenz Peña, en dirección a Plaza de Mayo, el recorrido se desplegaba con paso lento pero alegre. Lejos de las vallas y en un lugar donde refrescaba la sombra que ofrecía uno de los edificios estaba Daniel, con una bandera de Bolivia atada a su cuello, a modo de capa que cubría todo su cuerpo. “Vengo todos los años”, expresó mientras mascaba coca.

Este evento es un mosaico identitario, no solo por la riqueza de la cultura de Bolivia que se iba desplegando a lo largo de las calles, sino por la diversidad del público presente. Porteños curiosos, turistas de paso y residentes de otras nacionalidades se detienen, con celulares en mano, intentando capturar la esencia de los movimientos. Para muchos, este es el primer contacto con las tradiciones bolivianas.

La fiesta no se reduce al baile, en cada esquina se encuentran vendedores ambulantes ofreciendo platillos típicos de Bolivia, y los espectadores no desaprovecharon la oportunidad de degustarlos. Además, en cada paso y en cada golpe de bombo hay una historia; muchos de los trajes que lucían los bailarines fueron confeccionados a mano, y cada uno de ellos cuenta historias de lucha y resistencias de un pueblo.

Cerca de las 16, la Morenada Gran Central de Oruro se encontraba lista para la acción. “Dale, avancen”, se escuchó decir a una de las organizadoras y eso fue suficiente para que todos entren en posición. “Desde niño bailo morenada, soy de la central, orgulloso me siento, orureño soy”, cantaban a coro los bailarines acompañando el compás de la banda que con bombo, platillo, tambor y trompeta, resonaba una de las canciones típicas. La voz de los espectadores también se lograba oír a la par, muchos de ellos movían sus cuerpos al ritmo de la música. “Ya no llores más negrita, la Pagador ha vuelto a la Central, a la Morenada de mis amores, a la Morenada de mis abuelos, a la Morenada de mis ancestros”, cantaban con orgullo muchos de los bailarines presentes.

“Yo bailo desde que tengo uso de memoria”, expresó con una sonrisa en su rostro Ana Mora Condori, integrante de Tinku San Simón, ya al final del recorrido frente a Plaza de Mayo. Por otro lado, también se encontraba Enzo Sánchez Velázquez, integrante de la fraternidad Tinkus Los Tolkas de la zona de Huachacalla: “Bailar es tradición y cultura, yo llevo en la sangre lo que es el Tinku potosino. La manera en que yo puedo representar la cultura boliviana es bailando Tinku”, expresó Sánchez.

A medida que el sol se esconde y las luces de Buenos Aires comienzan a iluminar la avenida, la fiesta no decae. Los rostros sudorosos de los bailarines demuestran el esfuerzo que hicieron a lo largo de ese recorrido, pero también el orgullo de pertenecer en algo que trasciende fronteras. En cada paso y en cada golpe de tambor, los participantes no solo recrean una tradición, sino que la reinventan dando vida a una identidad que no conoce fronteras. En el aire queda la sensación de que la cultura boliviana, lejos de diluirse en la inmigración, se refuerza, se transforma y encuentra nuevos públicos que la abrazan.

La estafa como medio de vida

La estafa como medio de vida

Esta semana se estrena «Tiempo de Pagar», la ópera prime de Felipe Wein, un film sobre la vida de “un arbolito” de calle Florida.

Tiempo de Pagar es una nueva película argentina que retrata un singular fenómeno de la Ciudad de Buenos Aires: la calle Florida y sus arbolitos, aquellos personajes que cambian divisas en la vía pública. El largometraje se centra en Richard, un hombre que siempre le debe plata a alguien, que engaña a su novia y al que siempre lo corre algo. Sin embargo, se las ingenia para salirse con la suya a último minuto. Con una duración de 62 minutos, la película hace un energético recorrido de un par de días de la vida de Richard, en los que su situación se complica cada vez más.

La combinación entre la corta duración del film con una acertada banda sonora y excelentes actuaciones hacen que el espectador se sienta completamente inmerso en la historia. La película fue parte del BAFICI 2024, tendrá su estreno el 7 de noviembre en el Cine Arte Cacodelphia y las entradas estarán disponibles para la venta a partir del 24 de octubre. Se trata de la opera prima de Felipe Wein, quien dialogó con ANCCOM de cara a su estreno oficial.

¿Cómo surgió la idea para esta película?

La inspiración viene de cuando estábamos haciendo la postproducción de un corto en el microcentro con mi socio, el productor de la peli, en 2021. Salíamos del estudio de sonido y nos encontramos en plena peatonal Florida o Lavalle, centro de Buenos Aires. Ahí veíamos estos personajes particulares y dijimos “estos tipos están para una historia”. Después pasaron cosas en el medio, agarré un par de trabajos,y no pude seguir con eso. Pero un año después nos sentamos y dijimos: “A ver, ¿qué tenemos?” Porque habíamos escrito varios guiones, un par que eran poco realizables para la cantidad de recursos finitos que teníamos, y dijimos “escribamos algo que podamos filmar; en el microcentro tenemos las locaciones”. Dimos con un primer borrador de unas quince, después hicimos diez páginas más. Teníamos como un mediometraje y a dos meses de filmar dijimos: “No vamos a hacer toda una movida por treinta páginas de guion, escribamos treinta páginas más y tenemos un largometraje”. El equipo acompañó desde siempre, desde el minuto uno, los actores también. Pero todo nació de scoutings de paseos. Yo estuve tres meses recorriendo el microcentro para entender toda la fauna de personajes que había. Y salió de esa manera.

¿Fue una decisión hacer una película corta?

Yo creía que tenía que ser corta. Esto de que primero era un corto y después se hizo largo  influyó bastante. Si hubiésemos tenido más dinero, quizá algo más contábamos, pero estoy bastante contento con la duración. Primero, porque ayuda a estar completamente inmerso, que nadie se pierda en la película, nadie relaja la mente, todos están demasiado adentro. Entonces, en la sala de montaje teníamos como una duración de una hora y cuarto en el primer corte. Y fuimos sacando cosas como para que la película esté 100% enfocada desde el punto de vista del personaje principal, de Richard, pero te diría que es una decisión compartida tanto de presupuesto como creativa, para poder ingresar fuerte en la cabeza del personaje.

En una charla que diste sobre la película dijiste que se agregaron escenas durante el rodaje ¿Cómo fue eso?

La filmamos en tres tandas, rodamos una parte en diciembre del 2022, otra parte en marzo del 2023 y unas últimas cinco jornadas en agosto 2023. Yo edité lo que filmamos en diciembre, en enero y febrero y dije: “Falta algo en la mitad de la película”, que es toda una secuencia en el casino. Y esa secuencia la escribí en la sala de montaje, pero por una decisión ya plenamente creativa, de decir “en el punto B de la película tiene que pasar algo, que se expandan los tiempos y que parezca que el personaje va a conseguir lo que tiene que conseguir en la película”. Me parece que estaba bueno como gancho para el espectador, para tensionar más, también porque era una escena que siempre quise filmar, una escena en un casino clandestino. Cuando uno va filmando se va dando cuenta de lo que le faltó la jornada anterior, entonces el día siguiente filmamos más planos para la escena de persecución, más planos para esto, filmamos de nuevo un detalle. Eso se va dando todo el tiempo por cuestiones lógicas de que algo te queda colgado en la jornada anterior y tenés que volver a filmar. Te quedas pensando durante la noche, yo soy bastante de no dormir en esos días que filmo. Me quedo pensando bastante.

¿Cómo fue la producción de la película?

Fue una producción muy pequeña, nosotros no teníamos nada más que los equipos que nos daba la universidad y diez o doce personas que pusieron algo de su dinero. Después yo conseguí algo más de plata, pero fue hecha muy a pulmón.

En los agradecimientos aparece un montón de personas que contribuyeron.

Mucha gente. Hay una película que se llama La Uruguaya, que la hicieron a través de Orsai, de Hernán Casciari. Armaban como bonos de 100 dólares, 200 dólares, y al final hubo como dos mil productores y cada uno tiene una parte muy pequeña de la película. Y de esa manera se fue formando el presupuesto, como un crowdfunding bastante amplio. Ese fue un ejemplo para el modo de producción, que está bastante bueno. Viendo que ahora el INCAA está frenado, son las únicas maneras de poder financiar una película.

¿Entonces vos no tuviste financiamiento del INCAA?

No tuve financiamiento del INCAA. Pero soy 100% defensor del INCAA.

Fue más por una decisión propia.

Fue una decisión de producción. También había mucho papeleo en ese momento, era 2023. Yo no tenía puntos como para presentar un proyecto al INCAA, podía haberlo hecho pero me hubiese demorado mucho y ese momento era el que yo tenía libre para poder filmar. Venía de un año y medio de estar en un par de películas y una serie como asistente de dirección. El momento que se me dio, dije “es ahora que hay que meter esto, ahora sí o sí”. No filmaba ficción hacía tres años, había realizado mi primer corto en 2019. Y dije: “Es ahora que hay que hacerlo”. Estaba dado todo como para que sea ese mes, en ese momento, con Argentina jugando el Mundial. No podíamos demorarnos más y por eso lo hicimos de esa manera. Pero yo creo que tiene que existir la financiación del Estado, porque el cine es un ecosistema. Creo que eso lo dijo Llinás, el cine es un ecosistema en el que tienen que coexistir varias películas y no solamente las que puedan recuperar su dinero. Si lo pueden recuperar, mejor, pero tienen que existir todas. Es tristísimo lo que está pasando y hay mucha desinformación sobre cómo funciona.

Dicen que hay que películas que la ven cuatro espectadores…

Esa frase, “No vamos a financiar películas que no tengan espectadores”, es demagogia pura.  ¿Qué película no quiere tener espectadores? Primero que nada, no se puede saber desde el vamos qué película va a tener espectadores. Y como organismo tenés que ayudar, justamente, a conseguir espectadores. Un problema que tuvo el cine argentino es la distribución, la exhibición de esas películas. Entonces, creo que ahí es donde había que mejorar cosas. Y no tanto en censurar tipos de películas. Eso está mal, lógicamente.

Es muy extraño que decir “la censura está mal” sea controversial.

Tremendo, pero es así. Pero bueno, son así, son destructivos.

El final de la película se inspira y  hace un paralelo con Nueve Reinas. ¿Por qué decidiste hacer un final así?

No sé, como que en Argentina da la sensación de que todo está por explotar. Y a veces ha explotado, pero es como que todo el tiempo parece que algo va a pasar. Entonces, ese componente narrativo era una bomba como para guardársela para el final. Aparte, para mí lo que más importa no es la situación. O sea, es una película que tiene mucho contexto argentino, mucha política, un intento de mostrar lo real. Pero me importaba más el personaje, hacer como un estudio de él y que ese contexto esté hablando también de ese personaje. Entonces lo que pasa al final me parecía como que era lo natural, que puede pasar eso en la realidad en la que vive él. En la última escena, él tiene que resolver. Me parece que en esas situaciones, en las que los personajes están bajo presión, es cuando se ve su verdadero carácter. Entonces cuando le ocurre lo que le ocurre, él tiene que actuar.

El personaje es alguien que ve todo como intercambiable, tiene muchos amigos a pesar de que le debe plata a todos ¿Cómo surgió?

Lo primero que nació fue el personaje, por ahí antes que esto del microcentro, de ir con el productor y caminar por las calles, buscar ese mundo. Yo toda la vida fui un chico que me gustaron ese tipo de personajes, que no cumplen con el parámetro de la buena persona, con el manual de cómo hay ser en la vida, sino todo lo contrario. Son como más entrañables, más seductores, más incorrectos, también. Me parece que es mucho más divertido el cine cuando tenés personajes que tienen más fallas. Por ejemplo, en Taxi Driver, Travis Bickle es un perverso, un loco, por ahí tiene un buen corazón, pero es un tipo que es medio pervertido, medio raro. Hay una película que se llama Red Rocket, de Sean Baker, que es el ganador de la Palma de Oro de este año, que el protagonista es un actor porno que se dedica a estafar a mucha gente. Entonces me dije: “Voy a hacer una como Taxi Driver o Red Rocket”,. Tenía ganas de tener un personaje de ese estilo. Me parecía para dirigir, conseguir a ese actor. Y Juan Nemirovsky, que es el que hace de Richard, es magnífico. Cuando lo conocí, dije: “Es él”. Tiene todo para ser Richard. Me acuerdo que le dije al productor: “Esta película la hago con él, no hay otra persona. No puede haber otra persona”. Y para mí es lo mejor de la película, sin dudas, la actuación de él.

¿Cómo lo conociste a él, cómo lo encontraste?

Lo conocí trabajando en una serie, Felices los Seis, que salió este año, de HBO. Pero la hicimos en 2022, y me acuerdo que lo ví y le dije “vos vas a actuar en mi corto”. Él es rosarino, vive allá. En el rodaje de Felices los Seis  iba y venía, es un loco lindo. También tenía como una forma de caminar y de hablar que a mí me gustaba mucho. Después, cuando le dije que era un largo, él se copó, vino acá, se quedó en mi casa viviendo esas semanas de rodaje, vimos el Mundial juntos. Nos hicimos muy amigos y le puso una garra increíble. Creo que es un ejemplo, es un tipo de 41 años, es muy reconocido en Rosario, tiene mucho trabajo, tiene una escuela de teatro, no para de filmar publicidad y le mete mucho a su trabajo. Y accedió de todas formas a estar en una película independiente, en ese momento él no sabía quiénes éramos, me conocía a mí pero poco. Y se acopló al grupo técnico como si nos conociéramos de toda la vida.  Es un ejemplo de persona y aportaba una energía muy positiva para el rodaje. Siempre siguió adelante y eso que en la filmación le pasó de todo. En las persecuciones, los peatones creían que era un ladrón de verdad, lo tacklearon…  y él siguió adelante. O sea, cualquier actor te dice “No, basta, en estas condiciones yo no filmo más”. Y él todo lo contrario; se rió.