Dos miembros del Poder Judicial acusados por crímenes de la dictadura

Dos miembros del Poder Judicial acusados por crímenes de la dictadura

Contra el resurgimiento de los discursos negacionistas, los juicios de lesa humanidad siguen su marcha: empezó La Escuelita VIII en Neuquén, con un juez y un fiscal en el banquillo.

Comenzó el octavo tramo de los juicios “La Escuelita” en el Tribunal Oral Federal de la provincia de Neuquén. Se trata de un nuevo proceso por delitos de lesa humanidad cometidos contra veintitrés personas, pero tiene la particularidad de tener como acusados a dos ex funcionarios judiciales de la última dictadura cívico-militar: Pedro Duarte y Víctor Ortiz, quienes se desempeñaron como juez federal y fiscal federal de dicha provincia.  

“La Escuelita” fue un centro clandestino de detención que funcionaba en un predio del Ejército bajo el control del Destacamento de Inteligencia 182 y de la VI Brigada de Infantería de Montaña. Iniciado en 2008, este es el octavo tramo que se realiza en Neuquén, pero mientras que en los anteriores fueron condenados exintegrantes de las fuerzas de seguridad y armadas, en esta ocasión la responsabilidad recae en funcionarios judiciales. 

Duarte y Ortiz están acusados como autores del delito de omisión de promover la persecución penal y como partícipes del delito de privación ilegal de la libertad. Además, Duarte se encuentra imputado por prevaricato, ya que cerró investigaciones y dictó sobreseimientos basados en información falsa. De esta forma, se tendrá en cuenta la actuación de los exfuncionarios frente a las denuncias y los habeas corpus que no fueron investigados y que favorecieron las detenciones ilegales, la aplicación de tormentos, la desaparición forzada de personas, como también la impunidad de las fuerzas represivas en esos hechos. 

De las veintitrés personas detenidas que pasaron por este centro, nueve aún se encuentran desaparecidas. Uno de ellos es Oscar Alfredo Ragni, estudiante de Arquitectura en La Plata y militante universitario quien fue secuestrado en la puerta de la casa de sus padres en Neuquén el 23 de diciembre de 1976. Desde entonces, su madre, Inés Rigo, con un pañuelo blanco en su cabeza, lo ha buscado incansablemente y hoy pide que se haga justicia. “Esta causa muestra la actuación que tuvo la justicia como parte del plan desplegado por las fuerzas represivas, pero también por sectores civiles de la sociedad al no impulsar las investigaciones. Queremos dar a conocer y mostrar esta parte que faltaba de todo el andamiaje, de cómo se llevó a cabo este plan genocida en la región”, dijo Natalia Hormazabal, abogada del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh) que representa a Inés, en diálogo con ANCCOM. También señaló que en el caso de Oscar Ragni, de quien también es letrada querellante en este debate oral, se han sumado a los delitos de los que se acusa a los exfuncionarios el delito de genocidio por el que deben ser condenados “porque creemos que hace no solo a la verdad jurídica sino también a nuestra verdad histórica”. 

Como integrantes de la justicia federal, sendos imputados cumplieron un rol central al darle un trámite meramente formal a presentaciones judiciales como Hábeas Corpus o amparos, presentados por familiares de las personas secuestradas y luego desaparecidas. Y lo hicieron sabiendo que esos hechos ocurrían bajo las órdenes de las autoridades de la Subzona 5.2 del Comando de la VI Brigada de Infantería de Montaña VI.

Los querellantes en este juicio a cargo de los jueces Sebastián Foglia, María Paula Marisi y Alejandro Silva, son la Asociación Madres de Plaza de Mayo, filial Neuquén y Alto Valle, la Asamblea por los Derechos Humanos (APDH), el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), Grupo por la Memoria y Compromiso con las Madres y los 30.000; HIJES, Red por la Identidad y Jóvenes por la Memoria. La primera jornada del viernes 20 solo contó con la lectura de las acusaciones de la Fiscalía, se realizará una audiencia cada quince días y se prevé que no finalizará hasta febrero o marzo del próximo año. 

En un contexto de discursos que tienden a la negación de los hechos perpetrados durante la última dictadura cívico-militar, o directamente de apología de la misma, en este momento se están llevando a cabo veinte juicios orales en diez provincias del país, y en dos de cada tres de ellos la Secretaría de Derechos Humanos es querellante.

 

Tribunal integrado por la jueza federal María Paula Marisi y los jueces Alejandro Silva y Sebastián Foglia.  

El pogo de la memoria

El pogo de la memoria

Los estudiantes secundarios marcharon para conmemorar el 47 aniversario de La Noche de los Lápices. En un contexto marcado por el resurgimiento del discurso negacionista, la manifestación estuvo signada por las consignas contra el avance electoral de la derecha.

Por el espacio que sus apretados cascos permiten,  un par de hombres miran con desconcierto y detienen sus motos sobre Belgrano y Solís. Cientos de estudiantes cruzan la calle dando saltos. Una de ellas aminora la marcha, se detiene sobre la senda peatonal  y les grita mientras agita sus brazos “Tocá bocina si apoyas la educación”. Uno a uno,  se le suman sus compañeros, ninguno tiene más de 17 años. Cuando el coro es imposible de ignorar, llegan tímidas las bocinas. Satisfecho, el grupo festeja la victoria y sigue la columna.

 Este 15 de septiembre fue la víspera de un nuevo aniversario de La Noche de los Lápices que significó la desaparición, en la ciudad de La Plata,  de seis estudiantes secundarios y militantes.  La quietud que predominaba en las proximidades del sitio de memoria y ex centro clandestino de detención, en Virrey Cevallos 630, se interrumpió a las 15:40, con la llegada de los primeros centros estudiantiles. Organizados detrás de banderas que distinguían sus colegios, cantaban: “Tomala vos, damela a mí, por el boleto estudiantil”. Cuando el agite parecía disminuir, otros proponían: “No seas facho, no seas gil, los compañeros siempre fueron 30.000”. Desde los balcones se veían los primeros vecinos curiosos. 

 El horror de la dictadura se transformaba en cada grito en la fuerza que los movilizaba. Los rostros impresos de quienes los precedieron, y eran estudiantes como ellos, circulaban pegados en los carteles. En sus brazos, llevaban dibujados los pañuelos de las Madres y, en las mochilas, telas pintadas rezaban “Ni olvido, ni perdón”. Todo se mezclaba entre abrazos, pogos y rondas.

 Los docentes también se hicieron presentes, como  Maximiliano, miembro de AGD UBA: “Acompañamos al centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini que nos da ánimo para venir  y mantener viva la memoria”.

Julia Auchterlonie, estudiante y secretaria general del colegio Lenguas Vivas, conversó con ANCCOM sobre el contexto en que se daba la marcha: “Es un día especial, este año se cumplen 40 años de democracia, pero vemos el avance de la derecha. Las baldosas que recuerdan a les desaparecides aparecieron vandalizadas con grafitis que decían “Milei 2023” o “zurdos de mierda”. Son cosas que nos hacen reflexionar, disputar el espacio,  y entender que ahora, más que nunca, hay que salir a las calles”. Además, destacó que “en la ciudad más rica del país, el presupuesto en educación se recorta todos los años. Hoy continuamos el reclamo al Gobierno de la Ciudad por las condiciones edilicias de nuestros colegios: los techos se caen, hay ratas o alacranes, faltan calefacción y vacantes.”

El colegio María Claudia Falcone, cuyo nombre recuerda a una de las estudiantes desaparecidas, se ubicaba en la cabecera donde los rayos de sol todavía llegaban. En el centro  de la ronda, una joven de pelo corto  y anteojos golpeaba su redoblante al ritmo de “A ver, a ver, quién dirige la batuta, los estudiantes o los bien hijos de yuta, yuta, yuta”. La energía vibrante se replicaba y parecía aumentar con cada salto. Algunos para refrescarse compartían helados de todos los colores.

“El sadismo no es una ideología política”, se podía leer en el cartón que Valen, con un perfecto delineado y flequillo colorado, sostenía . “En octubre la derecha o los derechos”, decía el que agarraba su compañera. Ambas formaban parte de la agrupación “La Che Guevara” y vivían la fecha como “resultado de la acumulación de dichos negacionistas que explotó con el acto de Villarruel”.

Cuando la cuadra ya estaba repleta de gente, empezó el primer acto y representantes de la Coordinadora de Estudiantes Terciarios, Familias por la Escuela Pública, la Federación Universitaria de Buenos Aires, Nietes y Cooperativas en movimiento, tomaron la palabra para reivindicar la lucha estudiantil. Atentos, los secundarios escuchaban y estallaban en aplausos cuando el discurso los interpelaba.

A las 17:40 comenzó la marcha hacia Plaza de Mayo. En cada grupo alguno dirigía el andar con un “apúrense chicos”. Si aumentaba mucho el espacio entre un colegio y otro, los últimos corrían mientras se reían a carcajadas. Cuando la caminata se detenía, buscaban rápidamente el lugar para trepar, copando tachos y postes de luz, desde donde cantaban con más fuerza. La columna ocupaba una cuadra y media.

En el recorrido se sumaron las wiphalas del Malón de la Paz y sus representantes luego tomaron la palabra: “Acompañamos a los estudiantes porque son el futuro, uno con libertad y democracia. En Jujuy estamos sufriendo persecuciones como en la dictadura, exigimos la nulidad de la reforma de Morales”.

Con la Casa Rosada a sus espaldas, los integrantes de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB)  armaron el escenario que daría lugar al cierre de la jornada. Banderas argentinas sobre el asfalto,  las fotos de los desaparecidos hace 47 años y un micrófono. Representantes de los centros de estudiantes secundarios se turnaron para leer el documento, ante la atenta escucha de quienes  permanecían sentados en el piso.

Las arengas apuntaban contra la injusticia y el modelo neoliberal, a la vez que señalaban la importancia de no resignarse: ”Ahora más que nunca es nuestro trabajo decirles a los discursos de odio, a la derecha negacionista, a los vendedores de la libertad y las propuestas de convertir la educación pública en negocio: ¡Nunca más!”.

Aplausos y gritos de emoción fueron el preludio del último gran pogo al ritmo de “Jijiji” y el Himno Nacional. Sonrientes y orgullosos, todavía cargaban sus consignas. Violeta, estudiante de la escuela de teatro Niní Marshall, se apuraba para sacarse la foto que había quedado pendiente y posó con el cartel que sostenía: “Sigamos escribiendo el futuro que ellos siempre soñaron”.

 

Atentan contra el auto de un militante por la memoria

Atentan contra el auto de un militante por la memoria

Pertenece a Ramiro Varela, referente de Palotinos por la Memoria. El ataque coinció con el impulso judicial que el juez Daniel Rafecas dio a la causa. También con el empoderamiento electoral de los grupos negacionistas.

Ramiro Varela es uno de los referentes de Palotinos por la Memoria, Verdad y Justicia, un colectivo dedicado a hacer conocer, mantener la memoria y aportar elementos para lograr esclarecer el mayor atentado contra la iglesia católica en Argentina: la masacre de los curas palotinos. A Ramiro, el pasado viernes por la madrugada, le vandalizaron su vehículo personal.

En diálogo con ANCCOM, Varela explica que “es raro porque estuve desde el 9 de julio hasta el 11 de agosto en San Nicolás y en La Rioja, donde llevamos la muestra Mártires del Pueblo. Volví a votar y a los pocos días me encontré con este panorama. Me es imposible disociarlo de todo lo que sucedió en este mes y medio: nosotros estuvimos con el aniversario de la masacre el 4 de julio, volviendo a instalar el tema, insistiendo. Nos fuimos. En el ínterin, finalmente el juez Daniel Rafecas decide investigar la masacre y cuando regresamos, también producto de todo lo que se visibilizó la muestra, nos encontramos con esta sorpresa”.

En un contexto de notoria expansión de discursos y acciones negacionistas que se validaron en las urnas del pasado 13 de agosto con la victoria de la fórmula Milei Villarruel, ésta última con una marcada agenda negacionista, la vandalización del vehículo de Varela levanta una alerta producto de la notoriedad pública que tomó el colectivo en el último tiempo. En particular,  a raíz de avances relevantes en la causa donde Palotinos por la Memoria es amicus curiae en el expediente judicial desde agosto de 2021 y por una serie de acciones que llevó a cabo el colectivo en busca de mantener viva la memoria de los curas asesinados.

“El contexto político es insoslayable –subraya Varela-; están reaflorando expresiones negacionistas donde Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de las fuerza política más votada del país, expresa las versiones más radicalizadas de esas ideas. Prácticamente todos los días tenemos noticias de algún símbolo de la memoria vandalizado. Es un microclima de época, no lo podemos aislar de ese contexto. Me encontré con la factura al llegar, otra explicación no le encuentro”.

Al avance de la causa, se le suma el ya sancionado cambio de nombre de la estación de subte Echeverría por el de “Mártires Palotinos”. Para Varela, “es un hito muy importante para seguir instalando la memoria en el espacio público, en el barrio, en la ciudad”. En el mes de septiembre se llevará a cabo el acto de inauguración del nombre.

Todas estas intervenciones en el espacio y la agenda pública le recayeron al colectivo en forma de mensajes de odio en redes sociales orquestados entre trolls y usuarios arengados por los primeros. Para Ramiro es “el manual de estilo básico del negacionismo”.

«Retratar el horror siempre es muy difícil»

«Retratar el horror siempre es muy difícil»

La muestra Destino final expone 20 años de trabajo del documentalista y fotógrafo Giancarlo Ceraudo sobre la dictadura argentina y sus vuelos de la muerte.

El fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo dedicó dos décadas de su vida a documentar en su proyecto Destino final los horrores de la última dictadura militar argentina. La muestra, de fuerte impacto visual, se exhibe en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con el objetivo de impulsar una “memoria activa” sobre lo acontecido.

Los aviones son el símbolo de los vuelos de la muerte, sus fotografías son el eje central de la exposición. En total fueron halladas cinco naves utilizadas con fines de exterminio. Dos de ellas se encontraban en las ciudades de Buenos Aires y Bahía Blanca, y las otras tres en Inglaterra y Estados Unidos. Ceraudo enfatiza que sus imágenes no solo abordan la cuestión de los vuelos, sino que estos son un engranaje fundamental para retratar el terrorismo de Estado.

La trayectoria de Ceraudo incluye la documentación de diferentes acontecimientos ocurridos en Latinoamérica y reconoce que al llegar a la Argentina rememoró momentos de su niñez. “Mi papá tenía un amigo piloto en un aeropuerto municipal de Roma. Me llevaba a ver los aviones y sobrevolar la ciudad, lo cual para mí era un sueño. Esas experiencias formaron parte de la decisión de lo que quería hacer en la vida”.

Siempre se sintió atraído por investigar sobre el nazismo, los campos de concentración e incluso las biografías de los genocidas. Mientras estudiaba Antropología en la universidad, despertó su pasión por conocer la historia de América latina. “A partir de eso me enteré de las dictaduras en el continente. La película Garage olimpo, dirigida por Marco Bechis, marcó un punto de inflexión en mi vida, ya que pude construir una visualización de lo que realmente había sucedido durante esa etapa. Me empecé a preguntar: ¿dónde están los aviones de los vuelos de la muerte? Fue en esa pregunta en donde encontré un hueco en el que residía un vacío”.

Ceraudo se desempeñó como reportero gráfico durante el estallido de la crisis del 2001. Luego decidió quedarse en el país para indagar más profundamente sobre la dictadura, por entonces “una herida abierta” debido a la vigencia de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que serían derogadas en 2003. “Allí me di cuenta que todavía ese período histórico estaba muy vivo y presente y que había mucho para contar”. Ceraudo se involucró con testigos, sobrevivientes y diversas fuentes, lo cual lo hizo desarrollar una empatía y un conocimiento a fondo del tema.

“Llegué a Miriam Lewin (periodista y sobreviviente de la ESMA) a través de un periodista norteamericano. Era una fuente importante para continuar con mi investigación ya que ella había vivido en carne propia los horrores de la dictadura”. Lewin fue central en el proyecto fotográfico. Ceraudo acudió a ella con el mismo interrogante sobre los aviones. “Cuándo le propuse buscar objetos que retrataran el período dictatorial ella se dio cuenta que con esa historia podría volver sobre su propia historia. Aquel fue el lugar que encontró para volver sobre su experiencia misma como periodista”. La colaboración de Lewin le permitió a Ceraudo emprender la búsqueda de los aviones, a partir de lo cual construyó un proyecto fotográfico de varios años que circunscribe desde la primera hasta la última fotografía realizada. Y enfatiza: “No se mantiene una atención narrativa constante por 20 años, sino que hay un punto en el que esto se convierte en parte de tu vida”.

“Para un fotógrafo –agrega–, retratar la memoria no es fácil, e incluso llega a ser frustrante, porque nuestro trabajo es muy dinámico. Retratamos la realidad en una marcha, en una crisis, en una guerra. Por otro lado, tenés un tiempo más extenso para reflexionar y crecer. Es un trabajo en el tiempo, a largo plazo”. El proyecto se asienta en un lugar sin tiempo, en donde todo se entablaba a partir de los recuerdos los cuales tienen un cierto grado de abstracción, por lo que el uso del blanco y negro en las fotografías juega un papel determinante.

 

“Reivindico la fotografía. La estética es un valor fundante para expresarse y llegar al público. En el arte se genera el contacto entre la belleza y lo humano. Las fotografías expuestas poseen una poderosa fuerza visual y estética. Gracias a la curadora Arianna Rinaldo y la coordinadora Florencia Guzzetti se pudo armar un relato que coincidiera con el trabajo hecho. Considero que ver desplegado veinte años de fotografías es muy fuerte estéticamente. Retratar el horror siempre es muy difícil. Se lo debe tratar con cierta atención, ética y también con estética”.

Recalca la importancia de que las generaciones más jóvenes tengan acceso a la historia, lo cual suele ser lo más difícil de narrar. Mostrar el patrimonio del país más allá de ser un objetivo se convierte en una necesidad. Como documentalista, Ceraudo acentúa la importancia de pensar, reflexionar y ver. “La memoria es parte del presente, es la base para ver hacia el futuro. Me llama la atención cuando se refieren a la memoria como algo anticuado, en especial en un país tan joven como Argentina en donde se distancia de hechos tan pesados e influyentes por un par de años a la actualidad. Quien dice eso es porque no le conviene que la gente reflexione sobre hechos pasados”.

 

La muestra Destino final puede visitarse hasta el 2 de julio, de miércoles a domingos, de 14 a 20, en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, Capital Federal).

«Somos todos Mugica»

«Somos todos Mugica»

El cura asesinado por la Triple A fue homenajeado en Mataderos al cumplirse 49 años de su muerte. El padre Paco Olveira y su amigo Ricardo Capelli -sobreviviente del atentado-, estuvieron presentes.

La Comisión Permanente de Homenaje al Padre Carlos Mugica junto a los Curas en Opción por los pobres y Curas Villeros realizaron ayer un acto conmemorativo a 49 años del asesinato del religioso, en la plaza Salaberry de Mataderos. Los vecinos, militantes y amigos le dedicaron algunas palabras en su memoria, reclamaron justicia y destacaron su compromiso de lucha por una sociedad justa e igualitaria.

Carlos Mugica fue un sacerdote, pastor, militante y luchador. El 11 de mayo de 1974 la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), en pleno gobierno de Juan Domingo Perón, lo asesinó luego de que celebrara misa en la Parroquia San Francisco Solano, de aquel barrio porteño.

El acto conmemorativo estuvo dividido en dos partes; comenzó pasada las 18, en la Plaza Salaberry, con oradores, la proyección de un documental y una posterior marcha de antorchas hacia la Parroquia San Francisco Solano, que culminaría con una misa especial celebrada por integrantes del grupo Curas Villeros.

Lorena Crespo y Alberto Espiño, militantes de la Comuna 9 y parte de la Comisión de Homenaje del Padre, resaltaron: “Estamos recordándolo no para la nostalgia sino para la obra, que su ejemplo de amor, compromiso y bondad sea lo que nos guíe en la lucha cotidiana”.

También destacaron la importancia de estar reunidos como cada 11 de mayo, por el “compañero, prójimo y amigo Padre Mugica” e invitaron a todas las organizaciones presentes a dejar sus adhesiones después de la proyección del video que mostraba momentos de su militancia.

Luego, pasó al frente para tomar la palabra y leer un poema popular del Padre Carlos, el actor y militante Raúl Rizzo: “Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos, quiero estar con ellos a la hora de la luz”, leyó en las líneas finales de la oración entre aplausos.

Amigo y compañero de militancia y testigo de su muerte, Ricardo Capelli también recordó, frente a todos, el día del asesinato y la bondad de su amigo: “Carlos era un tipo inmenso, desinteresado de todo lo que sea poder o cosas que lo pudieran beneficiarlo solo a él, siempre pensaba en el otro. A mí me estaban dejando morir y el pidió que primero me salven a mí”.

Además, invitó a la militancia a que esté más activa este año de elecciones para recuperar esos votos que se perdieron. “Hay que salir a las calles, a militar, hay que tomar conciencia y compromiso y cada uno de nosotros tenemos que ser Mugica. Somos todos Mugica”, remarcó.

 

Compañeros militantes de la Comuna 9 también leyeron en conjunto unas palabras para compartir quién fue Mugica, su recuerdo y se animaron a pensar que estaría haciendo él en este momento de la historia. “Siguiendo sus ejemplos, imaginamos que estaría luchando por la liberación de nuestro pueblo, por salarios y jubilaciones dignos. También reclamaría por la urbanización de las villas y por la libertad de Milagro Sala y de todos los presos políticos”, aseguraron.

El integrante de Curas en Opción por los Pobres, Francisco Paco Olveira, fue el último orador del homenaje y retomó el poema de Mugica para hablar del índice de la pobreza: “Nosotros podemos hacer huelga, pero los pobres no pueden hacer huelga de hambre porque nadie hace huelga con su propia hambre. En la época de Carlos había un 7% de pobreza, hoy tenemos en nuestra patria un 40% de pobreza”.

Para concluir, pidió a la iglesia y al padre que le den fuerza para que sigan respondiendo a diario con amor y justicia.  “Que el año que viene cuando celebremos los 50 años, podamos estar diciendo que otra historia comenzó en nuestra patria”, dijo.

En la segunda parte de la jornada, a partir de las 20, y con la gente dispuesta con una vela en sus manos, comenzó la marcha hacia la Parroquia San Francisco Solano. Entre el público presente se destacó la presencia de la  cofundadora de Madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñas.

Lorena Crespo definió a la misa como “especial, porque trasciende todas las fronteras religiosas”. La iglesia estaba colmada en toda capacidad y con un proyector se transmitió para quienes se quedaron afuera, que escuchaban atentos y con su vela encendida, que había repartido gente del Barrio Mugica (conocido popularmente como Villa 31 de Retiro). “Carlos siempre hablaba de ser luz, de querer estar con los pibes a la hora de la luz. Nos pareció una linda forma de representarlo a través de esta vela”, explicó el cura que ofició el inicio de la misa.

A su turno, otro de los sacerdotes celebrantes, Ignacio “Nacho” Bagattini, dijo: “Trajimos la cruz de la Capilla de Cristo Obrero para compartirla con ustedes, un arreglo floral y un relicario que tiene un pedacito del pantalón con sangre, que usaba ese día, cuándo lo asesinaron “.

Vecinas y vecinos  del Barrio Mugica, que es donde el sacerdote realizó buena parte de su trabajo pastoral y social, destacaron en todo momento la importancia de sentir la presencia de Carlos en la misa. Los curas agradecieron a los presentes, a Mugica “por guiarlos en su lucha” y reafirmaron su compromiso con la sociedad al decir: “Ahora, más que nunca, tenemos que estar junto al pueblo”. La misma frase que dijo el religioso cuando agonizaba en una camilla del Hospital Salaberry.