Una obra sobre la impiedad

Una obra sobre la impiedad

“La chica de la lámpara” comienza con humor absurdo y se oscurece a medida que los personajes actúan en torno al embarazo de una protagonista que irradia controversia y mucha soledad.

Sábado por la noche, en una sala de pisos negros, vacía excepto por una mesita con vasos llenos de vino tinto, media centena de personas aguarda que comience la función en El Excéntrico de la 18ª, espacio teatral ubicado en la calle Lerma de Capital Federal.

El director Manuel Vignau recupera una obra tensa y desconcertante sobre la maternidad, escrita por la dramaturga española Marta Aran que se basó, para sorpresa del público, en una experiencia personal. Al inicio sale a la luz el porqué del título, La chica de la lámpara, que es, a su vez, es el nombre que el marido de Alba, la protagonista, pretende ponerle a su gran proyecto artístico: una mujer que, desnuda, con una pantalla en la cabeza y un tampón con hilo que cuelga entre las piernas, permanece inmóvil, sin marcas que permitan darle identidad, para que los transeúntes puedan tirar del hilo y prenderla o apagarla a voluntad.

“Uno piensa que es ficción, pero Marta lo trajo de la realidad, con algo que le pasó con una pareja”, cuenta Vignau, en diálogo con ANCCOM. Alba trabaja en una galería de arte moderno y está cerca de conseguir el puesto de directora artística. Mauricio, su marido, es allí su asistente. Pero el embarazo tiene complicaciones y ella cae en un ineludible reposo absoluto, que deja en manos del marido, de juicio cuestionable, y de otra mujer, organizar un importante evento que se aproxima. En este contexto, aparece la hermana de la protagonista, Gema, recién llegada de triunfar laboralmente en Japón.

“Me parece bien que Marta ponga un sólo personaje masculino. Tres miradas femeninas y una masculina que habla por los hombres, dejándonos en un lugar que es para reírse un poco, y también para hacerse cargo. Hay cosas que repensar, desde el lugar de cómo podemos acompañar a una pareja en un proceso de crianza”, afirma Vignau.

La obra coloca a la protagonista, encarnada por Antonella Jaime, en una tensión constante. Su éxito profesional se ve interrumpido por el deseo de tener un hijo, que comienza a vislumbrarse como un deseo impuesto por su marido, y no como propio. El público se sumerge en una reflexión sofocante: qué implica un embarazo, y a qué debe renunciar una mujer para que aquello siga su curso.

 “Es una obra escrita claramente por una mujer, que no podría haber sido escrita por un hombre, porque hay una zona intransferible… a mí me interesaba detenerme ahí, en esa fibra femenina”. La trama consigue alterar los nervios y despertar frustración. El escenario se vuelve un pequeño mundo en el que Alba es una incomprendida, y todos giran a su alrededor en un torbellino de indiferencia. La hermana, Gema, se aproxima con cierta calidez que nunca llega a concretarse, de modo que la protagonista permanece sola, con un bebé que no quiere tener.

Vignau remarca una palabra que le parece fundamental: impiedad. “Sin eso no habría obra, si los personajes no fuesen profundamente egoístas, la obra no tendría potencia. Y es incómoda en ese sentido. Hay una lógica de empatía muy particular. Algunos personajes generan rechazo, pero es difícil empatizar con la protagonista. Más para las que son madres felices o que tuvieron procesos de maternidad idílicos”.

Pese a la previa incertidumbre sobre los efectos que tendría un tema tan delicado, con orgullo Vignau relata que la obra despierta reacciones enriquecedoras. Tras cada una de las funciones ya realizadas, alguien se acercó a él para hacerle una confesión, para revelarle una historia personal.

“Esas aperturas implican que algo funciona. Madres que han tenido procesos parecidos, y desde el lado del hombre también… Para pensar en qué lugar estamos en la búsqueda de construcción familiar. ¿Si la mina queda embarazada, vemos? ¿Lo buscamos, lo proponemos, cómo podemos proponerle a nuestra compañera buscar familia? Hay un lugar del hombre muy pasivo, sin saber qué hacer, supeditado al deseo de la compañera. Y no está bueno porque esa construcción debería ser conjunta. Con la obra se está abriendo un confesionario que está buenísimo”.

 

La chica de la lámpara puede verse todos los sábados de julio y agosto, 22.30 hs, en El Excéntrico de la 18ª (Lerma 420, CABA). Las entradas pueden adquirirse desde la web de Alternativa Teatral.

El día que Almagro se transformó en Almagrow

El día que Almagro se transformó en Almagrow

En el marco del Festival ENTRÁ, organizado para denunciar el vaciamiento del Instituto Nacional del Teatro, la obra «Gentrificadxs Almagro» convierte a los espectadores en “inversores” de un barrio ficticio (por ahora). Con humor y denuncia, la puesta recorre las calles porteñas para reflexionar sobre la gentrificación y la memoria barrial.

En un antiguo departamento sobre la histórica confitería Las Violetas, se pone en marcha un recorrido urbano atípico. Se trata de Gentrificadxs Almagro, una intervención teatral que satiriza los procesos de gentrificación que atraviesan barrios porteños y que, con humor e ironía, convierte a los espectadores en supuestos “inversores” de un futuro Almagro.

 

Una respuesta desde la resistencia cultural

El Festival ENTRÁ, Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa, es una movida cultural que durante la semana del 3 al 9 de julio invita a asistir a 385 obras de teatro “a la gorra” en todas las provincias del país en simultáneo con el fin de visibilizar la situación del Instituto Nacional del Teatro, INT, y llamar la atención de diputados y senadores para que deroguen el Decreto 345 que, entre otros perjuicios, le quita su autarquía.

El INT es un organismo público que tiene como objetivo fomentar, proteger y promover la actividad teatral en todo el país. Creado por la Ley 24.800, brinda subsidios, impulsa festivales, otorga becas y acompaña proyectos independientes en todo el territorio nacional, con una fuerte impronta federal. El Decreto 345/2025 modificó su estructura argumentando que la autarquía funcional no es indispensable para cumplir sus objetivos y señalando supuestas deficiencias en el control de los recursos públicos, el Ejecutivo decidió disolver su Consejo de Dirección y transformar el INT en una unidad dentro de la Secretaría de Cultura. A su vez, se creó un Consejo Asesor ad honorem y de carácter no vinculante.

Gentrificadxs Almagro es una de las tantas obras que busca visibilizar la situación del Instituto Nacional del Teatro, aunque lo hace desde una puesta en escena poco convencional. No hay sala, ni butacas, ni telón. Lo que hay es ciudad, ruido y caminata.

Los nuevos inversores

La función comienza en el tercer piso de un edificio antiguo, justo encima de la emblemática confitería Las Violetas, en Avenida Rivadavia al 3800. Allí, el anfitrión recibe a su público en la vereda. A lo largo de toda la obra los llamará “inversores”, con una sonrisa y un dejo de amenaza. Mientras se espera que lleguen todos, suena una canción que conjuga con ironía el verbo gentrificar: “ustedes gentrifican, nosotros gentrificamos, vosotros gentrificais, ellos también gentrifican…”.

Una vez dentro del departamento, el anfitrión se lanza a vender la zona: asegura que Almagro está a punto de transformarse en un polo de renovación urbana. Con humor, invita a los presentes a cerrar los ojos e imaginar un nuevo nombre para el barrio: Almagrow, el alma en crecimiento. El delirio inmobiliario empieza por ese mismo edificio construido en los años cuarenta, cuando Las Violetas ya abría sus puertas a la aristocracia barrial.

El plan -explica- es comprar todas las unidades del edificio y empujar a los vecinos a irse, incomodándolos hasta el hartazgo. En su lugar, propone un “shopping de gente que busca calidad”. La remodelación conectaría los tres pisos con la confitería, con los túneles del subte A que pasan justo por debajo y con el Coto de enfrente. “Como en Bulnes con el Alto Palermo, o en Carlos Gardel con el Abasto”, compara. Así, Almagrow podrá aspirar a otra expectativa de inversión. ¿El paso siguiente? Dejar que ciertas zonas del barrio se deterioren de a poco, para que el valor baje y comprar sea más barato.

Una vez presentado el proyecto a los “inversores”, el anfitrión invita a iniciar el recorrido barrial para ilustrar, en el terreno, su visión del futuro. Con un tono humorístico y una retórica empresarial, comienza a caminar las calles de Almagro -o Almagrow, como insiste en llamarlo- señalando los cambios que planea impulsar: renombrar calles, transformar los puestos de diarios en puntos de café cool, rebautizar plazoletas, remover baldosas en homenaje a los desaparecidos. Todo en nombre del progreso y la revalorización del barrio. La segunda etapa del plan es aún más ambiciosa: construir el majestuoso Almagrow Arena en el predio donde hoy se encuentra la antigua fábrica IMPA, un “territorio liberado” según su relato, degradado y listo para ser reciclado por el mercado.

El recorrido finaliza en la Basílica María Auxiliadora y San Carlos Borromeo, a la que el anfitrión propone rebautizar como Basílica San Carlos Gardel. Allí sugiere, sin perder la ironía, reemplazar las escaleras por escaleras eléctricas y ascensores. Pero el juego performático se interrumpe: como parte del Festival ENTRÁ, Martín Seijo -actor y anfitrión- abandona su personaje para dirigirse directamente al público. Lee un texto que expone la crítica situación del Instituto Nacional del Teatro y el sentido de hacer obras “a la gorra”: “Exigimos que los diputados, diputadas, senadores y senadoras de nuestro país deroguen el Decreto 345 que vacía el INT, poniendo en peligro la existencia de nuestras salas, nuestra cultura y nuestra identidad. ENTRÁ porque es urgente. ENTRÁ porque nos necesitamos. ENTRÁ porque es ahora. Que no nos quiten la posibilidad de encontrarnos a imaginar”, concluye el texto final. Con esto, la ficción cede ante la urgencia, y los inversores vuelven a ser espectadores. Luego de dos horas de habitar un Almagrow imaginario, el público regresa al Almagro real: un barrio que muchos de ellos habitan, y que atraviesa una acelerada transformación urbana.

Cuando la ficción se detiene

Con la ficción ya disuelta, los espectadores se agrupan nuevamente fuera de la basílica. Ahora conversan cara a cara con el verdadero Martín Seijo. La charla fluye entre risas, preguntas sobre la obra y menciones a otros espectáculos del Festival ENTRÁ. Pero pronto la conversación se corre hacia temas más urgentes: el barrio, la memoria, el país.

“Yo justo vengo de la asamblea barrial -comenta uno de los asistentes- porque estamos haciendo una movida. Ahora recién está saliendo a la luz que hubo un centro clandestino en la calle Obrero Núñez, acá en el barrio. Hoy algunes compas estuvieron por esa zona repartiendo volantes y preguntando si sabían algo. Se les acercaron vecines a contar cosas tremendas”.

Las palabras resuenan en el grupo y revelan el pulso de un barrio que, más allá de los planes ficticios de “revalorización”, guarda memorias intensas y heridas abiertas. Seijo escucha con atención y devuelve su experiencia. Cuenta que muchas veces, en plena función, los vecinos se acercan con curiosidad o se suman al recorrido. Algunos apoyan lo que ven y otros no tanto, pero el contacto directo, dice, siempre genera algo.

Sobre el origen de Gentrificadxs Almagro y el contexto que la hace posible, Seijo reflexiona en diálogo con ANCCOM: “Los chicos que organizan el festival notaron que en las reuniones y en los abrazos al Instituto había muy pocos jóvenes, notaron que no estaba representada su generación. Entonces empezaron a ver qué podían hacer, se empezaron a juntar y así surgió la idea del festival para visibilizar. Siempre que hay una movida como esta trato de colaborar de algún modo, porque las historias se repiten y yo también estuve en movidas así”.

Teatro y territorio

Mientras en escena se fantasea con remover baldosas por desaparecidos o convertir fábricas recuperadas en arenas comerciales, en las veredas reales los vecinos siguen organizándose, denunciando olvidos y resistiendo al avance de la especulación inmobiliaria.

Con funciones a la gorra y en el marco del Festival ENTRÁ, Gentrificadxs Almagro no solo propone una experiencia teatral distinta, también se convierte en una herramienta para visibilizar una problemática urgente. En ese cruce entre ficción y realidad, entre parodia y denuncia, el teatro busca ocupar lugar en la vida pública.

Teatro pasado por agua

Teatro pasado por agua

En pleno corazón de Palermo, una obra de teatro convierte una pileta de natación en una experiencia inmersiva y sensorial. Sin apelar a golpes bajos, Subacuática reflexiona sobre la capacidad humana para superar adversidades y encontrar un camino a la superficie.

Lejos de las tablas convencionales, Subacuática transforma la pileta del Club Estrella de Maldonado en un escenario para narrar una historia profunda y de resiliencia. La trama sigue a Pablo, un padre primerizo que enviudó el mismo día en que nació su hija, Lola. Tras un duelo prolongado -tres años y seis meses dedicados por completo a la crianza-, encuentra por fin una media hora para sí mismo en el agua mientras su hija nada en otro andarivel.

La obra es una adaptación de la primera novela para adultos de Melina Pogorelsky, publicada en 2018. Hasta ese momento, la autora había explorado únicamente la literatura infantil y juvenil, con títulos como Nada de mascotas y Una ciudad mentirosa. Con Subacuática, toma otro rumbo y se sumerge en una historia atravesada por la pérdida, la paternidad y los mandatos sociales. “Conocía la pluma de Melina pero no este texto, y cuando compré la novela me la leí de un tirón, no pude soltarla”, recuerda Fernanda Ribeiz, directora de la obra teatral, en diálogo con ANCCOM.

Aunque su recorrido profesional está ligado al ámbito audiovisual, desde el principio -y sin poder explicarlo del todo-, Ribeiz imaginó la historia en clave teatral. Para materializar esa visión convocó a Luciano Cáceres, con quién la unía no sólo una amistad de años, sino también el deseo de trabajar juntos. “Me pareció que era una buena oportunidad para unir energías y puntos de vista distintos”, cuenta.

A esta dupla creativa, que fusiona una mirada narrativa visual con la experiencia teatral, se sumó la propia Pogorelsky, quien tuvo un rol activo en el proceso de adaptación. Por la carga personal que posee la historia, decidió involucrarse profundamente en la dramaturgia, mientras que el diseño general de la puesta en escena quedó a cargo del equipo de dirección. “Cuando se elige una obra para adaptar es importante involucrar a quien la escribió y respetar mucho su mirada y lo que tiene para decir”, sostiene Ribeiz.

Lo que diferencia a esta propuesta de otras dentro del circuito teatral es su naturaleza inmersiva. Al desarrollarse en un espacio poco convencional, los sentidos se potencian y se activan de formas inusuales. Para llegar al espacio de la función, el público primero atraviesa los vestuarios. Sin darse cuenta, forma una fila -como los días de colonia en la infancia- y espera con ansiedad ver la pileta, aunque sepa que no tendrá contacto directo con ella. Mientras la fila avanza, se escucha al encargado exclamar: “Todos con revisión médica en mano”, un guiño que despierta risas cómplices y anticipa una experiencia fuera de lo común.

Las butacas son simples sillas de plástico y el escenario, una pileta de varios metros. A los costados, salvavidas redondos y planchas de goma eva cuadradas completan la escenografía. En pocos minutos, el olor a cloro se vuelve parte del ambiente y comienzan a oírse sonidos que remiten a videos de relajación y que ayudan a entrar en sintonía con el ritmo de la obra. Durante los siguientes cincuenta y cinco minutos, el bullicio de los bares de Palermo queda atrás y el público se sumerge en una historia que lo interpela desde el inicio.

Joaquín Berthold, Juana Viale, Anahí Gadda y Maricel Santín encarnan los personajes principales de este mundo subacuático. La puesta se apoya también en las proyecciones e ilustraciones de Rocio Casal, la música y las voces en off a cargo de Norman Mac Loughlin y el diseño de Luces de Ricardo Sica. El resultado es una propuesta visual y sonora que construye un universo realista, en un escenario donde conviven historias que transcurren tanto dentro como fuera del agua. “Las imágenes aportan un equilibrio necesario a un texto tan poderoso y cargado de dolor”, asegura la directora.

Antes de pensar en las proyecciones surgió una pregunta clave: ¿cómo ubicar a los personajes en este mundo subacuático, si el agua no es sólo un recurso estético sino un personaje en sí mismo? Es allí donde Pablo, el personaje de Berthold, parece habitar su dolor suspendido, y donde encuentra también, un momento de cercanía con Mariela, su esposa. El equipo imaginó múltiples formas de escenificar ese estado: desde arneses que lo mantuvieran suspendido en el aire, cintas de correr que simularan el avance de la brazada, o incluso piletas más pequeñas que se llenaran sobre el escenario. Pero ninguna opción lograba lo que buscaban, hasta que, en una reunión, Cáceres propuso usar una pileta real que conocía y que podía ser útil para la representación.

Los ensayos empezaron fuera del agua, en una sala tradicional. Recién más adelante, cuando el club accedió a prestar su pileta, el equipo se trasladó allí. Al tratarse de un espacio compartido con otras actividades, las prácticas siempre fueron nocturnas, cuando terminaban las clases de natación. Anahí Gadda, quien se pone en la piel de Mariela y nunca había trabajado en un entorno acuático, recuerda que las primeras pruebas implicaron un gran esfuerzo físico y emocional para el elenco. “El agua es una de las cosas más locas e interesantes que tiene el proyecto, porque trae consigo el mandarse y ensuciarse, un gran desafío para quienes tenemos aspiración al arte”, dice.

Brazada a brazada, la obra despliega no solo una historia íntima, sino también una reflexión sobre la paternidad, la culpa, la resiliencia y el modo en que el duelo se acomoda en la rutina. “El teatro me parece convocante, es un momento que provoca cosas en los sentidos y en el cuerpo, que son distintas a las que se perciben en otras situaciones artísticas”, asegura Gadda. El agua, con su fuerza, envuelve a los personajes y los obliga a flotar, hundirse o simplemente dejarse llevar. Es el espacio donde nacen vínculos, pero también el lugar para recordar a quienes ya no están físicamente y acompañan desde otro plano. “Subacuática es una invitación a estremecerse con distintos recursos que hacen a lo teatral y a pensar cuáles son los elementos que nos conectan en las historias”, concluye.

Subacuática se puede ver los domingos a las 18 y 19:30h en el Club Estrella de Maldonado (El Salvador 5470, CABA). Las entradas se pueden adquirir por la página web de ticketek.

Memoria marica en escena

Memoria marica en escena

Saraos Uranistas es una obra de teatro musical de Juanse Rausch sobre las fiestas de travestis y maricas, basada en archivos de psiquiatría y notas periodísticas de principios del siglo XX en Buenos Aires. Con humor y fantasía la obra tensiona esos registros oficiales y recupera las voces silenciadas de las personas queer de aquella época.

En la sala, antes de empezar, una espectadora le pregunta a otra: “¿Qué significa Saraos Uranistas?”. Los médicos de la obra lo cuentan a su alumnado, el público: así llamaba el sistema médico y policial higienista a las fiestas de maricas y travestis del siglo XX en Argentina. Desde entonces, se comienza a delimitar en los registros qué es ser mujer y qué es ser hombre, qué es la normalidad en el deseo y en las relaciones. De esta manera, construía un régimen visual para los cuerpos, fija identidades y conductas “normales”, basados en las percepciones morales de los médicos y policías.

A partir de una investigación minuciosa y delicada del archivo de psiquiatría forense y notas periodísticas de inicios del siglo XX en Buenos Aires, el dramaturgo y director Juanse Rausch propone una intervención política y estética. Busca quebrar el registro de los oficiales, los normativos, que escriben la historia de las personas queer. Saraos Uranistas propone reescribir la memoria para la comunidad trans y marica recuperando esas voces y cuerpos silenciados en los archivos históricos por ser y desear diferente.
Acompañadas por un piano en vivo (interpretado y compuesto por Gabriel Illanes), Manon, Dolores, Aída, la Princesa de Borbón, la Bella Otero cantan sus historias y sus fantasías: las maricas que son y las que les gustaría ser. Infiltran sus anhelos en la rigidez del discurso médico policial y lo tensan. En este musical surreal, un mito urbano se hace realidad: una sirena florece de las aguas chocolatosas del Río de la Plata y acompaña a las mujeres y maricas a escribir su historia.

 

“El futuro está detrás”, dice uno de los personajes. La tensión del archivo histórico permite imaginar otros futuros posibles, a partir de una relectura poética y corporal del pasado. “Traer al presente la historia de estas maricas es una forma de reivindicar nuestra memoria colectiva y honrar la creatividad de quienes nos precedieron en el activismo y en el arte”, afirma Manuel Di Francesco, quien interpreta a Manón:
Las increíbles interpretaciones de Lucía Adúriz, Di Francesco, Emiliano Figueredo, Tomás Wicz y Manu Fanego (reemplazando a Maiamar Abrodos), oscilan entre el canto, el chiste y el baile. Cada uno se desdobla entre dos personajes: un médico forense que enseña a detectar “desviados” y una marica o travesti de los Saraos, con acentos y registros cambiantes, con una flexibilidad actoral alucinante.
En esta oportunidad, el teatro funcionano solo como escenario sino como espacio de resistencia y memoria. “El teatro ha sido siempre un refugio para las personas queer. Hoy seguimos fortaleciéndonos gracias a producciones que ponen en primer plano nuestra mirada sobre el mundo”, señala Di Francesco.

Aunque Saraos Uranistas transcurre en el siglo pasado, la violencia hacia las personas trans, travestis, maricas y lesbianas sigue siendo una realidad. Por eso, recuperar estas memorias no es solo mirar hacia atrás, sino construir futuro con lo que quedó fuera del archivo: los cuerpos, deseos, risas y dramas, para erradicar el odio que creó el discurso médico-policial años atrás.

Saraos Uranistas podrá verse a partir del martes 17 de junio en el Galpón de Guevara a las 21hs (ya están las entradas a la venta).

¡Abajo el telón!

¡Abajo el telón!

Alerta de las organizaciones de actores y directores argentinas ante el decreto que quita autonomía al Instituto Nacional de Teatro. La actividad en peligro.

Tras la victoria en las elecciones legislativas porteñas, el gobierno de Javier Milei incrementó la ofensiva sobre la cultura a través de los decretos 345 y 346/2025 publicados el jueves 22 de mayo, que transforman una serie de organismos en unidades organizativas integrantes de la Secretaría de Cultura. Entre los principales afectados se encuentra el Instituto Nacional de Teatro (INT), creado en 1997 a partir de la Ley N° 24.800 de promoción y apoyo a la actividad teatral. Bajo el argumento de que el carácter autárquico de la entidad derivó en un manejo ineficiente de los recursos públicos, la medida plantea centralizar su funcionamiento bajo la órbita de la Secretaría de Cultura, disolviendo el Consejo de Dirección para reemplazarlo por un Consejo Asesor ad honorem. Esto implica la eliminación de las representaciones provinciales y el carácter federal del Instituto, la pérdida de puestos de trabajo y el peligro de desaparición de espacios teatrales independientes.

Ante este escenario, la Asociación Profesionales de la Dirección Escénica Argentina,  (APDEA), la Asociación argentina de Teatro Independiente (ARTEI), Grupos Estables de Teatro Independiente (GETI), ESCENA y la Asociación Argentina de Actores (AAA) junto a numerosas organizaciones del sector teatral, convocaron a una conferencia de prensa bajo la consigna ¡No al fin del INT! este jueves 29 de mayo por la tarde. El evento tuvo lugar en el salón principal de AAA en la calle Alsina, a pocas cuadras del Congreso, y empezó con la transmisión de las intervenciones que tuvieron lugar el día anterior en la comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. Disertaron Luciano Linardi, director del departamento de Cultura de ATE y trabajador del INT, Gonzalo Pérez (ARTEI) y Luis Rivera López, presidente de AAA, que también estuvieron presentes en la conferencia.

El clima de urgencia sentó la pauta de establecer un plan de acción que empezará con un abrazo al INT el domingo 1 de junio a las 12 hs. El consenso fue unánime: la pérdida de territorialidad, recursos y puestos de trabajo no supone una mera modificación sino la eliminación del Instituto. “Necesitamos una hoja de ruta a partir del domingo para recuperar la Ley Nacional de Teatro”, sostuvo Gonzalo Pérez y agregó que ARTEI presentará un amparo para frenar el decreto, “tenemos que estar en alerta permanente”.

 

En tono encendido, los discursos giraron en torno a una serie de puntos: la defensa de la cultura, la voluntad de unidad y el imperativo de sostener “una militancia activa, creativa”, como expuso Graciela Camino del colectivo Escena. Abierto el micrófono a las intervenciones, el actor Pablo Echarri fue uno de los que hizo foco en las posibles estrategia legislativas para lograr la derogación del decreto. Consultado por este medio, Echarri advirtió que el avance sobre el Instituto supone “un plan de retroceso del Estado en general, en particular de la cultura que es la herramienta de visibilización, el espacio de multiplicación de la identidad de los ciudadanos. Es como un golpe en el corazón de la democracia. Esgrimen razones de mala administración, no dan soluciones y sin embargo le quitan la descentralización y la autarquía y la mandan a ser una oficina comandada por un inútil”. Ante la consulta respecto cómo sigue la lucha el actor sostuvo: “hay que tratar de estar en la calle, en las convocatorias de abrazo y de defensa, de cuerpo entero; pero hay que estar muy atentos a las opciones legislativas porque es ahí donde se cuece el ajo”.