La cultura popular a través del filtro de Instagram

La cultura popular a través del filtro de Instagram

«La Changuita», la obra de Alejandro Lifschitz, indaga -entre el humor y la ternura- en la crisis económica, la cultura del rebusque y la pérdida de identidad de una pareja de laburantes argentinos frente al brillo globalizado de lo “cool” y lo saludable.

Un carrito en la Costanera, una pareja de cocineros que apenas logra vender un choripán y un influencer extranjero que promete veinte mil dólares para el ganador de un concurso viral. Con esos elementos, La changuita, escrita y dirigida por Alejandro Lifschitz, arma una comedia dramática tan hilarante como punzante sobre la cultura popular en tiempos de “popuchallenges” y filtros de Instagram. La obra puede verse los viernes de noviembre a las 20.30 en Fandango Teatro (Luis Viale y Acoyte, Villa Crespo).Ambientada en un chiringuito venido a menos, la historia gira en torno a Gloria (Graciana de Lamadrid) y José (Javier Barceló), un matrimonio de laburantes que se desvive —y se pelea— por mantener su puestito de choripanes en pie. “Espantan a los clientes con el cuento de la artritis”, les reprocha Antonio (Aníbal Tamburri), el padre de Gloria, poeta maldito del oeste y alcohólico en huelga de hambre porque su familia no lo deja tomar vino. La escena, tragicómica, condensa el tono de toda la obra: humor, ternura y crítica social en dosis exactas.

El equilibrio se rompe con la llegada de Andrew (interpretado por el propio Lifschitz), un influencer yanqui que transmite en vivo “la esencia de la cultura popular argentina” para su canal y promete un premio en dólares para el puesto más auténtico. Pero detrás de su entusiasmo se esconde una mirada colonial y superficial: Andrew romantiza la pobreza y transforma el sufrimiento en estética. “Andrew es odioso a propósito”, confiesa Lifschitz en diálogo con este medio. “La obra la empecé a escribir hace cuatro años y cobró una vigencia que jamás imaginaba. Antes no había tantos influencers ni extranjeros que llegaran con su propia cultura. La changuita no busca dar respuestas, sino generar preguntas sobre el poder del dinero, la identidad y la cultura popular.”

Mientras José y Gloria discuten entre el orgullo de “defender la cultura popular” y la tentación de reconvertirse en un puesto de sushi o comida tailandesa, Antonio emerge como la voz lúcida del despojo. Sus poemas, llenos de lunfardo y belleza dolorosa, son verdaderos manifiestos. En uno de los momentos más brillantes, le recita a Andrew una oda a la patria y termina insultándolo sin que este lo note. Esa poesía lo vuelve viral y Andrew, excitado por los likes, grita que “la democracy son los followers”. El poeta responde, entre risas y rabia: “El arte que no incomoda solo entretiene y el arte que solo entretiene no sirve para nada”.

La obra, sin embargo, también se da el lujo de discutir esa afirmación: José defiende que el arte puede ser “simplemente bello”, y en esa tensión La changuita construye su núcleo dramático.

Andrew dice que en la Costanera hay una “enemistad entre la cultura popular y la billetera”, mientras glorifica la necesidad y declara que “daría todo por haber nacido en una villa”. Sin embargo, calla a José cuando este canta folclore y exige probar “gatopan”, la supuesta delicatessen local. Antonio, con picardía criolla, lo engaña dándole un sándwich de bondiola y lo resume en verso: “Patria cerda que maulla por los morlaquitos extranjeros”. En esa tensión entre lo auténtico y lo impostado, La changuita muestra la lucha desigual entre el yuyo popular y la moda extranjerizante que arrasa con los sabores, los lenguajes y las costumbres locales.

Al salir de la función que presenció ANCCOM, una espectadora se acercó a la actriz Graciana de Lamadrid y le dijo: “No sé cómo no tiene más prensa: es excelente”. Y lo es: La changuita consigue hablar de la crisis, la desigualdad y las falsas acepciones de lo popular, con humor filoso y una ternura que se cuela entre el humo de la parrilla. Una cita imprescindible para reír, pensar y reconocerse —aunque duela— en el reflejo de un país que todavía busca su sabor propio.

Una obra sobre la incomprensión

Una obra sobre la incomprensión

“Lejos de todo lo que hace mal” cuenta la experiencia de muchos adolescentes y jóvenes que tienen que esconder su sexualidad. ANCCOM fue al estreno y dialogó con el director y con el autor de la obra, quien además integra el elenco. “Hay que seguir contando estas historias”, dicen.

Un matrimonio de clase media en los años noventa se prepara para un viaje a Nueva York. Sin embargo, pequeños silencios y mentiras comienzan a resquebrajar la aparente armonía familiar. Juan Cruz, un adolescente que ya no quiere jugar al rugby y enfrenta definiciones que no sabe cómo comunicar, y Lucía, la menor, con una relación secreta, son los protagonistas de esta trama donde la necesidad de decir la verdad y de vivir con autenticidad se vuelve urgente.

Lejos de todo lo que hace mal, estrenada en El Método Kairos la noche anterior a la última Marcha del Orgullo LGBTQ+ –aunque Santiago Girard y Maximiliano Galeano, autor y director respectivamente, aseguran que fue casualidad–, ofrece una experiencia teatral intensa, íntima y humana y cuenta la historia de muchos adolescentes que tuvieron que esconder su sexualidad de sus padres por miedo al rechazo.

La obra surge de la historia personal del Girard quien, en diálogo con ANCCOM, relata: “Es algo bastante autorreferencial, tiene mucho que ver con parte de mi vida, con salir del clóset, con ese proceso, y nació desde ese lugar. Fue un trabajo muy personal e introspectivo”.

Girard, además se animó a actuar y a interpretar a la figura del padre frente a su propia familia, presente la noche del estreno. “Fue difícil al principio, porque hay que ponerse en el papel de alguien con quien conviviste toda la vida. Me tocó en muchos lugares personales. Tuve preguntas de mis viejos, del tipo: ‘¿Vos lo sentiste así?’. Se generaron charlas que estuvieron buenas, porque en algún punto también fue sanador”, reflexiona.

Desde el living de la casa de una familia típica, la obra aborda temas profundos como la hermandad y la desigualdad entre la maternidad y la paternidad. “Hay una escena donde los hermanos son más amigos y otra donde son más enemigos. Me parecía muy importante que se vea que esa es la hermandad, explica Galeano, el director. Y Girard agrega: “Yo quería que se viera. Una madre que lleva adelante la casa y el padre que está ahí con su diario”.

Galeano destaca la red de apoyo que se construye en el teatro independiente cuando hay algo que contar. “Nos conocimos en un taller y un día Santi me mandó un texto y me pareció maravilloso. Le hice unos comentarios y le ofrecí darle una mano si quería llevarlo a cabo. Y de golpe, la próxima vez que nos vimos, me ofreció dirigir la obra. Fue completamente inesperado”.

“Fue todo a pulmón”, afirma Girard. “La escenografía la resolvimos nosotros, con ayuda de familiares y amigos –señala Galeano–. Fue un enorme trabajo porque queríamos respetar la década lo más posible. Apareció un teléfono y capaz que no era ese teléfono”.

Galeano vive su vida a través del teatro. Es profesor en una escuela, tiene su propio proyecto donde forma actores, a veces se sube a los escenarios con algunos papeles y ahora también dirige. Además, concibe el teatro como un espacio “dentro de la realidad donde se arma otra historia. Que todos estemos en una comunión creyendo eso, a mí me parece como una locura pactada entre todos. Eso es algo que no va a reemplazar la IA, porque es vivo. Con el público la obra se termina de hacer”.

Para Girard, profesor de matemática, Lejos de todo lo que hace mal “fue un reencuentro con el teatro, y en eso tuvo mucho que ver Maxi, porque yo había dejado hacía bastante tiempo. Arranqué a estudiar teatro en mi adolescencia porque sentí que el teatro era un lugar donde, y esto nunca se lo conté a nadie, se podía llegar a conocer gente, porque el ambiente es de la comunidad. Y me enamoré del teatro, pero nunca me animé a ir a fondo y vivir de eso”.

El nombre de la obra surge de una frase del guion que hace referencia al momento en el que uno debe irse a otro lugar para no tener que ocultar su homosexualidad. “A mí lo que me atrajo de la obra es el no sentirnos comprendidos por las personas que queremos”, expresa Galeano.

Girard comparte su propio proceso: “Fue muy solo, muy personal, porque no me animaba, porque tenía vergüenza, porque me daba miedo. El miedo al rechazo es bastante fuerte. Hasta que en un momento dije: ‘O sigo fingiendo una vida que no es la mía o me enfrento a lo que venga’”.

A diferencia de los años noventa, cuando había mucho más ocultamiento, “ahora las cosas son diferentes, aunque, en algún punto, estamos volviendo a algo que no me gusta. Por eso estas historias son importantes y que hay que seguir contándolas”, opina Girard.

Y concluye: “Si bien en su momento uno puede pensar ‘si pudiera elegir, elegiría otra cosa’, hoy no. Me gusta la vida que tengo, cómo la llevo adelante. En aquel momento, sí, claro, porque era más fácil vivir la vida que esperaban mis viejos, mis hermanos, mis amigos. Pero hoy no lo cambiaría por nada. La realidad es que, como termina la obra, yo también tuve un final feliz. Nunca me rechazaron, siempre estuve acompañado. Hoy vivo mi sexualidad con total libertad”.

Lejos de todo lo que hace mal se puede ver todos los viernes de noviembre y el 5 de diciembrea las 22.30 en el Método Kairós, El Salvador 4530 (CABA).Entradas en Alternativa Teatral.

La memoria puesta en escena

La memoria puesta en escena

“Qué hacer con todas estas cosas”, una obra de teatro documental que recupera el relato como archivo y plantea la construcción de la identidad a través de la mirada de los otros, la propia y de los objetos que nos rodean.

La obra parece no querer arrancar. Los actores repasan el guion aún con el público sentado. “Cuando yo digo esto, acordate que ahí entrás vos” le dice ella a él, que es condescendiente a sus indicaciones pero no se lo nota convencido. Se toman su tiempo pero finalmente, se miran; ya es hora. Los espectadores, que tarde o temprano se darán cuenta que ocupan el lugar de la cámara, habían mantenido el silencio durante todo ese rato. Ella, todavía con el guion en la mano, saca un control remoto y apunta hacia las luces del teatro. Como si se tratase de la directora, dice: “Escena cinco, toma uno, acción”. La obra empieza, pero claro, ya lo había hecho antes.

En diálogo con ANCCOM, Alejandra Endler, directora y guionista de la obra teatral documental Qué hacer con todas esas cosas, recupera lo que fueron sus principales inspiraciones: “La novela de Nathalie Léger Sobre Barbara Loden, es la historia de una periodista que tiene que escribir la biografía de una cineasta y actriz de los 60, y me resultó interesante cómo ella termina contando su propia historia a través de otra mujer. Pero hubo varios puntos de partida –agrega Endler–. El silencio de los cuerpos que caen, de Agustina Comedi, es un documental autobiográfico, pero que en realidad habla de su papá. Eso me despertó la idea de hacer documental en teatro, explorar ese recurso del relato en capas y que no sea lineal. El cuento de Hebe Uhart, Querida mamá, donde una mujer le escribe una carta a su madre muerta, es muy particular: habla acerca de los objetos que la rodean y en función de ello concluye que todas esas cosas son de su madre, y a ella no le pertenecen”.

La obra recupera el relato como archivo y habla de la búsqueda de la identidad, que según la directora, se define sobre lo que los demás dicen que eres, lo que se cree de sí mismo y los retazos de historia, de objetos, fotos y libros con los que uno se va armando. A Laura (Lisa Caligaris) le brota la necesidad de grabar un documental. No sabe bien cómo encararlo, pero necesita volver a narrarse, tras haber sido, a su criterio, erróneamente ilustrada en la novela de su hermano Lorenzo (Martín Elías Costa), quien hace años emigró a Nueva York y es un escritor de renombre. En la casa vacía, tiene todo embalado en cajas de cartón, porque no sabe qué hacer con todas esas cosas que, aunque parezcan insignificantes, funcionan como disparadores nostálgicos, como la propia memoria de la protagonista. Mediada por un realismo mágico, la obra se desenvuelve en un híbrido entre la realidad y la ficción, el presente y el pasado, paradojas de lugares que son pero que nunca lo fueron.

Presentada como el Proyecto de Graduación de la Licenciatura en Dirección Escénica en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), Endler investiga el lenguaje del recuerdo: algo que no cierra y que no siempre sabemos de dónde viene, pero que allí está. El juego entre escenografía e iluminación genera planos que señalan qué es lo que la protagonista elige contar a la audiencia y qué es lo que queda tras las sombras. Al ser una obra de muchas capas, en la que la historia se cuenta en fragmentos, la puesta en escena funciona como un elemento narrativo. “La obra mutó un montón –dice Endler–. Al principio, quisimos hacer un set de filmación. Pero aún con toda la parafernalia, estábamos en deuda porque algo siempre faltaba. Era un continuum de tratar de justificar un realismo que en la obra escrita no estaba. Entonces nos fuimos para el otro lado: la cámara es el espectador. Después, tuvimos que resolver cómo convertir a la luz en el ojo de la cámara, para que la protagonista sectorice el espacio, o el elemento, y que se creen diferentes atmósferas. Lo resolvimos con el control remoto, un dispositivo que nos permitió jugar con la ambigüedad de lo mágico”.

La puesta gira en torno al concepto de heterotopía que la directora recupera de Michel Foucault, “esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos», donde estallan múltiples tiempos y dimensiones afectivas, explica Endler. El praxinoscopio, la muñeca sin cabeza, el piano, son objetos que construyen y sintetizan el mundo donde Laura se ha desenvuelto a lo largo de su vida. Los actores están todo el tiempo in-praesentia, mientras sus roles se superponen en una ficción que intenta ser lo más real posible, sumergida en una realidad performática. El espacio teatral se convierte en un lugar para la experimentación del documental como un archivo de memorias; y quizá su toque más característico, lo real, ya no sea tan importante.

 

Qué hacer con todas estas cosas será presentada en el teatro El Grito (Costa Rica 5459) durante los miércoles de octubre y noviembre, a las 21h.

Rescate de un grande olvidado

Rescate de un grande olvidado

La Biblioteca Nacional presenta “Álvaro Yunque, El profeta de Boedo”, una muestra que recorre la obra y la vida del escritor que fudó el Grupo Boedo y el Teatro del Pueblo.

La exposición Álvaro Yunque, El profeta de Boedo, en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, cuenta con la curaduría de los coordinadores Emiliano Ruiz Díaz, María Redondo y Darío Benedetti, quienes hacen un recorrido integral por la obra del autor para volver a poner en agenda a una figura cuya producción abarcó todo el siglo XX, particularmente las décadas del 1920, 1930 y 1940 hasta llegar a los años sesenta. Se trata de un autor que supo contar con un público lector importante pero quedó olvidado y hoy vuelve a ser releído.

Álvaro Yunque, seudónimo utilizado por Arístides Gandolfi Herrero (1889-1982), fue un escritor humanista que usaba el realismo para darle voz a los relegados de la sociedad. La muestra parte del archivo personal del autor que contiene fotografías, libros, manuscritos, cartas, publicaciones de revistas, periódicos y cuadernos, que aquel comenzó a reunir desde 1903. “Es uno de los archivos personales más profuso que tenemos en guarda en la institución”, comenta Ruiz Díaz.
Luego de su muerte, en 1982, ese archivo quedó bajo la guarda de su esposa, Albina Gandolfi, que al morir se lo legó a su hija, Alba, quien lo conservó y continuó sumándole materiales como los recortes de prensa sobre la obra de Yunque y los homenajes póstumos. En 2012, Alba donó las 67 cajas que conforman su archivo a la Biblioteca Nacional que cuenta con un Departamento de Archivos y Colecciones Particulares que se encarga específicamente de ese tipo de material. Son nueve metros lineales de materiales, es bastante grande y gran parte está inexplorado”, revela Benedetti.
Al ingresar a la Biblioteca, un panel verde que introduce a la literatura de Yunque une las salas María Elena Walsh y Lugones, donde se desarrolla la exposición. En su entrada, cuelgan barcos de papel, en alusión al título de su libro de cuentos infantiles. Lo acompaña la ilustración de un hombre trabajando sobre un yunque que aparece en la portada de Antología Poética,de 1949, obra considerada como laboratorio de su estilo, según el catálogo de la muestra.

La exposición destaca su corta pero importante participación en el surgimiento del grupo de Boedo, del que fue uno de sus fundadores y donde aportó su poesía como rasgo literario del espacio. Junto a una fotografía del autor se destaca su primer libro de poesías, Versos de la Calle, publicado en 1924 por la editorial Claridad.
En otras vitrinas se encuentran libros editados por esa casa editora junto al manuscrito de su poema No te Metas, escrito en 1978 durante la última dictadura militar. Además, se puede leer una carta de Antonio Zamora, director de Claridad, evidenciando el contacto permanente entre ellos.
En una televisión se reproducen las entrevistas a Gito Minore, editor, compilador y prologuista de Luces Malas, a Nuria Dimotta, del Departamento de Archivos de la Biblioteca, a Leonardo Candiano, autor de Boedo, orígenes de una literatura militante, y a Adriana Petra, autora de Intelectuales y cultura comunista, quienes trabajaron desde distintos aspectos su obra.

Además, se rescatan los aportes de Yunque a la literatura infantil. Desde el título de su libro más reconocido Barcos de Papel. Cuentos de niños, el autor señala que su literatura no es para niños sino “de niños”. Son ficciones realistas que cuentan sobre las injusticias que sufren los niños proletarios y que, al mismo tiempo, son incomprendidos por los maestros o los adultos. A su vez, como sus relatos comienzan con un epígrafe también está escribiendo para los adultos que lo leen y son quienes deben garantizar el bienestar de los infantes.
En una pared blanca resaltan los libros Poncho, Jauja, y Lectura Libre junto a fotografías de Yunque rodeados de niñas y niños y una carta que le escribieron los estudiantes preguntándole qué libro de su autoría debían tener en la biblioteca de su escuela.
Se puede ver el alcance de su literatura en los libros que se tradujeron de él, como, Barcos de papel en búlgaro y Los muchachos del sur en ruso, ejemplares que en la muestra están acompañados por un telegrama enviado desde la Universidad de los Escritores de la URSS saludándolo y el memorándum emitido durante la última dictadura militar solicitando sanciones para uno de sus libros.

Asimismo, la obra recupera la amplia participación del autor en el teatro. Publicó más de veinte obras para adultos y niños, donde también vio un espacio para disputar la conciencia del público contando sobre las penurias de los explotados o caídos en desgracia, y a la misma vez a sus explotadores, comerciantes y tiranos.

Se comprometió con experiencias teatrales donde el arte era más importante que lo comercial, como fue su participación del Teatro Libre que un año después devino en el Teatro Experimental de Arte. Asiduamente colaboró con el Teatro del Pueblo dirigido por Leónidas Barletta, su compañero en el grupo de Boedo. También participó en la creación del teatro popular La Máscara, donde fue uno de sus fundadores y su asesor literario, y como militante en la creación del Teatro del Partido Comunista.

También se destacan las obras de Yunque que fueron llevadas a la pantalla grande como la pieza teatral La intrusa,  protagonizada por su hermano junto a su nuera, y el cuento Barcos de Papel, del que se puede visualizar y escuchar unos fragmentos.

En la sala Lugones, en tanto, se exponen otras esferas de su escritura en las que incursionó como un intelectual militante, aunque hay que entender su obra como una unidad.
Sobre la pared izquierda, se reconoce su trayectoria como escritor y se destaca un dossier que reconoce su obra en vida, la carta enviada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1979 por el otorgamiento del premio de honor. A su vez, se registra su participación en la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), dirigido por Aníbal Ponce quien lo introdujo al materialismo histórico, espacio donde los intelectuales de la época se organizaban contra el avance del fascismo en Europa. Y se puede encontrar la letra de la canción que compuso para la Agrupación Femenina Antiguerra (A.F.A) junto a fotografías que dan cuenta que su compromiso por una nueva sociedad lo llevó a visitar la Universidad de Moscú junto con su mujer, pero también a estar exiliado en Montevideo junto a Alfredo Palacios en 1945.

En otra pared se rescata su trabajo periodístico e historiográfico. Yunque, como gran lector de Tolstoi, era un humanista que se consideraba divulgador de sentimientos e ideas nuevas para contribuir al desarrollo de la humanidad, por eso escribió en diversos periódicos y revistas, incluso en los que se podrían considerar contrarios a sus ideas como fue el caso de El Hogar. “Al estudiar su obra podemos encontrar un humanismo cristiano, aunque él no sé consideraría como tal, ya que en su obra los personajes que sufren siempre logran redimirse”, cuenta Benedetti. 

También se destaca el abordaje del autor sobre la cuestión gauchesca, en la que se diferenció de la línea del Partido Comunista y de la celebración acrítica de la Conquista al Desierto. Desde una perspectiva evolucionista, que lo llevó a caer en estereotipos peyorativos, incorporó al indígena en la historia nacional señalando la lucha de algunos pueblos en la Guerra por la Independencia o realzando la figura de sus líderes. En ese sentido, se destaca el libro Calfucurá, publicado en 1956 junto a una edición del 2005 publicada por la Biblioteca Nacional junto al manuscrito original y afiches sobre sus charlas. 
A su vez, en una vitrina encontramos Breves historia de los argentinos donde resume su idea de la historia como dialéctica entre los procesos sociales y los sujetos que participan de ellos. Por eso, también, aparecen las biografías escritas por él como por ejemplo Leandro N. Alem, Esteban Echeverría en 1837: contribución a la historia de la lucha de clases en la Argentina, Rafael Barret y Aníbal Ponce.

Además, se destacan libros de varios autores que le dedicaron a Yunque, reconociendo la influencia de su obra  en sus producciones literarias. Ahí aparecen ejemplares de Política Británica en el Río de la Plata, del pensador Raúl Scalabrini Ortiz; Primer cielo de Buenos Aires, que le dedica Barletta por enseñarle a trabajar para el pueblo, Uno y el universo de Ernesto Sabato.

Al final, en una vitrina se muestra parte de los 91 cuadernos escolares que el autor rótulo como Pensamientos, donde como un asiduo escritor organizó 1.868 notas con frases célebres de distintos pensadores que luego utilizaba como epígrafe o problematizaba en sus escritos. La exposición se puede recorrer hasta el 2 de noviembre, lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19.

Malvinizar desde el escenario

Malvinizar desde el escenario

Con humor, ternura y memoria, Alguien contará esta historia, de Gina Cundari, recupera voces y cartas de excombatientes de Malvinas. La obra cruza ficción y realidad para rescatar lo colectivo y humanizar la experiencia de la guerra.

Alguien contará esta historia, escrita y dirigida por Gina Cundari, nace de relatos y cartas de excombatientes de la Guerra de Malvinas. En escena, un suboficial, su ayudante y dos soldados, en su humilde casita de madera, esperan órdenes, comida, mensajes de radioaficionados, bombas y cartas de las personas que aman.

En esta obra, la ternura y la risa aparecen como formas de resistir y recordar la guerra. El suboficial ayudante Barreiro —interpretado por Manuel Di Francesco— recibió una carta de su novia dejándolo y está en crisis: no come, no habla, no se levanta de la cama. Para devolverle la vida, sus compañeros le inventan una novia epistolar ficticia. En medio de la intemperie, un fogonero de luz ámbar calienta el centro de la escena. “Las cartas eran lo que nos hacía más felices”, comentó a ANCCOM el excombatiente Alejandro Martin. Una carta de amor como contradicción, como apuro, como espera, como querer volver.

El trabajo de Cundari, hija de un excombatiente, se apoyó en entrevistas con los veteranos. “Fue un archivo de primera mano, a partir de sus voces. Cada uno me mostraba uniformes, cartas, fotos y recuerdos que guardaron”, dice la directora.

La obra propone unas Malvinas vistas desde lo humano. Estos cuatro pichiciegos con la vista nublada, los oídos confundidos, las ganas de volver y los miedos se abrazan, se miran, se cuidan. El suboficial Saraza —interpretado por Martín Betella De Vitta— intenta sostenerlos: los escucha, les charla, los anima. “Nos van a recibir con aplausos, actos de honor, medallas. Esto no se va a olvidar, ¿saben por qué? Porque se recuerdan siempre los actos nobles”, repite el personaje. Una gota cae sin cesar contra una olla en medio del escenario.

La función terminó y entre los aplausos emergieron el verdadero suboficial Miguel Saraza —fuente del personaje— y tres excombatientes que compartieron sus memorias para construir el texto. Ficción y realidad se cruzaron y Saraza exclamó: “Esto que hemos visto hoy es Malvinizar. Si todo el mundo hace una lucha cultural como esta, las Malvinas van a ser argentinas hasta la eternidad”.

Saraza sostiene que la obra no habla del soldado como un ser victimizado “ni como un héroe de bronce, sino como un hombre que asume una actitud responsable. Ese compromiso con la Patria y con sus camaradas lo hace trascender aún más”. Para él, la lucha no es ni fue con armas, sino que es “cultura, interna y colectiva. Fue necesaria la unidad para no caer, ni dejar caer a ningún compañero en la tristeza y la depresión”.

Así, en la obra, el personaje de Saraza dice a sus soldados jóvenes y asustados Orfanotti y Palacios, interpretados por Tomi Capano y Lautaro Bakir: “Miedo no podemos tener nunca, soldados. Hay que hacer realidad las palabras del general Pueyrredón que decía: yo no quiero vida, sino la vida de mi patria y viviré por ella y moriré por darle vida”. Entre los apagones, repiquetea la gotera contra la chapa, suenan los llantos y sonidos de guerra, el tiempo de la obra se detiene, se congela.

Para la directora y dramaturga Gina Cundari, contar estas historias es urgente: “Hay algo de la memoria que está quedando solamente en los excombatientes y, si no se cuenta, muere con ellos. Me preocupa porque es lo que nos construye como pueblo, nuestra identidad. Si no lo conocemos por ellos, el día que no estén, será demasiado tarde”.

Alguien contará esta historia, que tuvo la asesoría de dirección del proyecto de Luciano Borges, también rescata lo colectivo frente al aislamiento. “En un tiempo donde el individualismo está tan presente, es importante saber que la salida solo puede ser colectiva”, dice Cundari. Y agrega sobre su decisión de llevar esta historia a escena: “Sentí la necesidad de compartir esta historia y rendirles homenaje. Hay algo muy complejo en su identidad: no terminan de reconocerse ni como víctimas ni como héroes. Con esta obra, intenta acercarse “a lo humano, porque creo que en esa dimensión se comprende lo que pasó y lo que sigue pasando en cada uno de ellos”.

Cundari y su obra recibieron el reconocimiento del dramaturgo y director Mauricio Kartun: “Hay en Buenos Aires una generación de dramaturgos muy jóvenes que le aseguran al oficio no solo la supervivencia sino la necesaria renovación estética. Conmueve ver a esa camada sub-30 que toma hoy este lenguaje de veinte siglos y juega con él, lo hace suyo, lo actualiza, lo revitaliza”. Al respecto, el excombatiente Martin comenta que están movilizados de que una joven que nació muchos años después les rinda homenaje a sus recuerdos con tanto cariño.

Mientras el gobierno mileísta presenta una política de desmalvinización y se discuten proyectos que ponen en peligro la soberanía en la Antártida y Atlántico Sur, Alguien contará esta historia hace visible y refogonea lo que el silencio y la nieve quieren esconder.

Alguien contará esta historia se puede ver los domingos de septiembre a las 17 en el Centro Cultural (Pedro Morán 2147, CABA). Entradas en este link.