«En Argentina siento libertad»

«En Argentina siento libertad»

La guerra en Ucrania rompió las fronteras del silencio en un grupo de la comunidad LGTBIQ+ rusa que decidió migrar. En Argentina, sus integrantes pudieron construir sus vidas respetando sus identidades en forma pública, casarse y ser madres. 

Nazar toma el mazo de cartas de Tarot y lo apoya sobre la mesa ratona. Respira profundo y se sienta. Es una mañana fresca pero agradable en la Ciudad de Buenos Aires y los rayos del sol, lejos de tímidos, dan su presente a través de la ventana de la casa que Nazar habita hace algunos meses junto a su esposa y su hija chiquita. En el último tiempo vivió en una variedad de casas, pero ningún hogar; mientras cuenta y ordena las cartas piensa que quizás, tal vez, ahora sí tiene uno. Sabe que por la tarde le espera una reunión aventura con una persona que no conoce, en la que va a hablar de temas que jamás habló con nadie más que con su esposa. No está segure de qué sentir. No sabe si podrá contar todo lo que aconteció en los últimos años. No sabe si le saldrán las palabras. 

Vuelve su atención hacia el Tarot. Las cartas le devuelven el reflejo de una señal que le descomprime el pecho y disipan sus acuciantes preguntas. Sobre la mesa, encima de un mantel celeste, se ve la figura de una mujer en tonos terrosos y sepia. Es la Reina de Bastos, conocida en el Tarot por su asociación con la autoafirmación, el florecimiento y, sobre todo, la comunicación. 

ANCCOM habló con tres personas rusas de la comunidad LGTBIQ+ refugiadas en la Ciudad de Buenos Aires. Nazar es una de ellas. Desde el comienzo de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero del 2022, se estima que más de 22 mil personas dejaron Rusia para mudarse a Argentina. Cientos de ellas pertenecen abiertamente a la comunidad LGTBIQ+, y ahora se encuentran frente a un horizonte de posibilidades en lo que refiere a la libre expresión de sus identidades, lejos de un país donde hacerlo es repudiado e incluso penalizado.

Les tres cuentan lo mismo sobre la situación de Rusia: en el país el orgullo y la diversidad sexual están atravesados por un pacto de silencio social y legalmente impuesto. Por ejemplo, actualmente rige una ley que prohíbe hablar públicamente sobre temas relacionados a la comunidad LGTBIQ+ de forma positiva o neutral. Contenidos en internet, programas de televisión, películas, sólo pueden incluir personas de la comunidad o hablar del grupo si esto es hecho de forma negativa. Hasta 2013, la ley ejercía esta prohibición sólo en la comunicación con personas de hasta 18 años, a modo de protección – según las autoridades – de la integridad de niños, niñas y adolescentes. Pero hace algunos años la normativa se amplió y ahora aplica universalmente, sin restricción etaria. 

Otro ejemplo es que las parejas de hombres gays, en particular, no tienen derecho a adoptar hijos: sin una mujer en la fórmula -considerada una figura natural y necesaria en el acto de criar-, la adopción es calificada como inconstitucional e inmoral y condenada a ser imposible. Pero tampoco es fácil para las parejas de mujeres lesbianas. “Es imposible ser dos mamás -cuenta una de las entrevistadas, Ann- porque legalmente solo una mujer puede ser mamá. La otra madre no va a tener ningún derecho sobre su hijo. Además, las personas no van a reconocerlas como dos madres: sos meramente la amiga de mamá”. Incluso las familias que logran avanzar con la adopción a pesar de las restricciones, se enfrentan a diario con el miedo de que alguien las denuncie bajo el pretexto de estar ejerciendo violencia doméstica, aunque la única “violencia” en cuestión sea ser LGTBIQ+.

“No sé qué pasaría si volviera hoy a Rusia”, reflexiona Nazar, mirando al frente, hacia el desfile de árboles del Jardín Botánico. “Porque ahora hablo libremente. Vivo libremente. Y no puedo, es imposible, volverme a cerrar”. 

Tiene 33 años, vivió en Ucrania hasta los 21 -cuando se mudó a Moscú- y llegó a Argentina hace tres meses. Sostiene que, más allá de las leyes recientes, el silencio es algo socialmente establecido y respetado hace mucho más tiempo. El silencio y la mentira. “Mentir es parte de la vida. Y tal vez es la razón por la que empezó la guerra, porque como país no tenemos verdad en nuestra esencia. Es un lugar de mentiras gordas, y las leyes anti-LGTBIQ+, así como la guerra, son continuaciones de ello”, expresa Nazar. 

Desde chique, a los tres o cuatro años, elle ya sentía y sabía que era diferente. Especial. Cuenta que conocía algunas identidades LGTBIQ+, y que incluso por momentos, en un intento por darle un nombre a lo que sentía en su interior, trató de contentarse con la idea de ser transgénero, pero algo le decía que su identidad verdadera estaba en otra parte. “Sabía que era algo pero no el nombre -explica Nazar-. Un día lo encontré: no binario. Y supe que era lo que había estado buscando toda mi vida, todos mis treinta años de vida. Me sentí tan contente. Y la historia de ese primer encuentro con mi identidad es graciosa, porque fue viendo una serie… Sex Education. Un personaje se da cuenta que su género es fluido y pensé: ‘¡Soy yo!´.”

Se acomoda el pelo rubio y largo hasta los hombros, y cuenta que se halla a sí misme abriendo los ojos, observando la ciudad y preguntándose cómo es posible estar acá. Siente que los árboles son distintos, el aire es distinto, y la gente es amable y sonriente. “Mi casero me dijo que en Buenos Aires nadie sonríe -cuenta Nazar- y yo le respondí: ‘Ay, Gonzalo, eso es porque no viviste en Moscú’”. Se ríe. 

“Un día vi a dos hombres caminando de la mano…”, dice Nazar, hace una pausa, suspira, y luego pide perdón, porque sus ojos se le llenaron de lágrimas. Suelta el aire y continúa, aunque no logra terminar su oración: “Es que no me creo todo esto, pero es verdad, aunque a mi mente y mi alma les cueste creerlo. En Argentina siento libertad. Me siento verdadere. Buenos Aires es la ciudad de la verdad para mí. Quiero decirlo más poéticamente pero no tengo palabras”, expresa. Lo que no sabe es que todo lo que dijo fue, sin duda alguna, un poema. 

Ana, a diferencia de Nazar, tuvo la suerte de encontrar el nombre de su identidad cuando era muy chica; siempre supo que le gustaban las mujeres. Explica que desde que tiene memoria habitó su identidad con relativa normalidad porque, según ella, vivió la mayor parte de su vida en Rusia en una burbuja bastante tolerante. Pero también reconoce que su experiencia fue una cuestión de suerte. “Sé de otras personas que sí atravesaron algunas situaciones, por ejemplo de haber sido agredidas en la calle, o una amiga que se quedó sin su trabajo después de que se supo que era lesbiana. Yo nunca tuve un incidente así pero constantemente lo esperaba, entendía que podía pasar en cualquier momento, por eso con mi esposa intentamos no hacer nada en público: no abrazarnos, no besarnos”. 

Para Ana la situación cambió completamente cuando se dio cuenta de que quería tener hijos. Entendió que sería insostenible para ella tener que enfrentarse con los obstáculos que se presentan para las madres lesbianas en Rusia: enseñarle a sus hijos a no hablar en público sobre sus mamás, vivir el terror de que las autoridades pudieran llevárselos en cualquier momento. La claridad de la situación era absoluta; la decisión de irse, simple. Así fue como, hace poco más de cinco años, se mudaron a Argentina junto a su esposa. 

 “Argentina nos dio exactamente lo que necesitábamos. Acá nosotras recibimos el derecho de ser dos mamás, y eso que todavía no teníamos ciudadanía, no teníamos nada, llegamos como turistas pero recibimos este derecho. Nos sentimos muy agradecidas”, expresa. Poder hablar, poder contarle a la directora del colegio o a la pediatra que sus hijas tienen dos mamás, son cosas que rescata constantemente en su día a día, sabiendo que pueden parecer momentos básicos o insignificantes para los demás, pero conociendo perfecta y profundamente la importancia que guardan. “En Rusia da mucho miedo ser visibles, ser visibles y decir lo que queremos, siempre entendimos que teníamos que filtrar todo. Acá ni pensamos en esto”, subraya Ana. 

Lleva el pelo recogido en una media colita, lo que le permite lucir las mechas azules, rosas y violetas que reposan sobre sus hombros. Es una imagen que dista de lo invisible. 

Irse de Rusia para ella fue finalmente empezar a vivir su vida como quería. Durante los primeros años en Argentina siguió escribiendo en su blog en ruso, y dirigió sus publicaciones particularmente hacia el fin de ayudar a otras personas de la comunidad a emigrar al país. Pero dice que con el tiempo este espíritu se le fue yendo y no escribe más sobre estos temas. “Me siento tan lejos ahora de esto, ahora me parece que es algo de otro planeta, no puedo hablar más con personas rusas porque lo siento como una retraumatización, siento todo de nuevo. Prefiero pasar más tiempo con amigos de acá, vivir esta vida normal, diaria. Creo que ahora hay menos de activista dentro de mí, pero más de persona”, reflexiona. 

Sostiene todo el diálogo con ANCCOM en español, y explica que aunque su manejo de la lengua no es tan bueno como el que tiene con el ruso o el inglés, se siente mejor hablando en español. Es parte de las pequeñas cosas que riegan y hacen florecer algo preciado para ella: la vida diaria en Buenos Aires.

El idioma fluctuó un poco más en la última conversación de la que participó ANCCOM, en este caso con un matrimonio de dos mujeres: Ann y su esposa. Llegaron a Argentina hace tan solo siete meses, con lo cual la charla fluye de un español a un spanglish y del spanglish a un inglés final y definitivo, lo que causa algunas confusiones simpáticas y risas varias. Cuentan que tienen clase con un profesor de español dos veces por semana; por ejemplo, ahora están viendo el subjuntivo y lo odian. 

“Yo digo “ir” y el profesor me corrige: “andar”… ¡¿Por qué?!”, se queja cómicamente la esposa de Ann. Sentada, apaga su cigarrillo mientras sostiene en sus brazos un somnoliento border collie marrón y blanco de cuatro meses. Prefiere no compartir su nombre, argumenta razones de seguridad.

Su familia no sabe de su identidad ni tampoco de su matrimonio. Así es como el pacto del silencio se hace presente una vez más. “El silencio es una parte fundamental de la vida -dice Ann-, podés vivir cómoda mientras te quedes callada y mientras digas que tu novia es tu amiga o tu hermana. Después entendés que tal vez algo está mal, tal vez no es la situación en la que quieres vivir”. 

La posibilidad de irse de Rusia estuvo en sus mentes durante varios años, pero la decisión no se hizo efectiva hasta que comenzó la invasión a Ucrania. Compraron los pasajes de avión y tan sólo dos semanas después estaban legalmente casadas y viviendo en Buenos Aires. 

“En Rusia no tenemos orgullo, no hay cosas de las que podamos tener orgullo -expresan-. Allá en realidad no somos luchadoras, nos dimos cuenta que no es posible serlo en Rusia, por el gobierno y por la mentalidad de la gente. Creo que estamos realizando una especie de orgullo aquí y estamos en camino a entender que podemos hacerlo”. Pueden hablar, pueden ser una familia. Pueden colgar la bandera LGTBIQ+ en el balcón, aunque esto último no fue exactamente algo planeado: su border collie, Kenny, un día hizo sus necesidades sobre la bandera; una vez lavada la colgaron para que se seque y decidieron que se veía muy bien ahí. La dejaron.

Dicen que en cinco años se imaginan viviendo cerca del océano, en Mar del Plata tal vez. A la esposa de Ann le gusta surfear. Después, Ann empieza a contar que para ese entonces cree que ya van a estar pensando en tener hijos. Cuando expresa esta expectativa, su pareja agranda los ojos y se apresura a corregirla: “No, no, no -dice-, pensar no. Empezar a tener hijos”. Ann se ríe y le da la razón. “Soy una persona pensadora -admite Ann-, ella es una persona que hace. Nos complementamos”. Comparten una mirada cómplice. Kenny sigue profundamente dormido. 

La bandera, sea en la Ciudad de Buenos Aires o en la Costa Atlántica, sigue y seguirá flameando sin miedo.

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

El historiador Martín Baña, especializado en la Revolución Rusa y las culturas eslavas, da su mirada de la invasión de Putín a Ucrania. Entrevista publicada el 10 de marzo de 2022.

Martín Baña es historiador y experto en Rusia. Se desempeña como investigador en el Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH) de la Escuela de Humanidades (EH). Además, es autor de los libros Quien no extraña al comunismo no tiene corazón y Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución Rusa.

Las características de Rusia que lo cautivaron tempranamente se deben al mismo interés por el cual decidió estudiar la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires: “Me parecía que había que cambiar el mundo. Y cuando descubrí la revolución rusa, que es el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó, me dije ‘acá es donde tengo que estudiar’”, expresó Baña en diálogo con ANCCOM.

Hoy el mundo está cambiando. Rusia lo está cambiando. Por eso ANCCOM dialogó con este especialista.

 

Ucrania y Rusia son de dos países en tensión a lo largo de la historia, ¿a qué momentos claves nos tendríamos que remontar para comprender el conflicto actual?

Hay un país, que es Rusia, que está interesado en Ucrania particularmente. Un elemento central para entender este conflicto es el avance de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) sobre los países de Europa del este y particularmente sobre las ex repúblicas soviéticas. Algunas ya entraron a la OTAN como Letonia, Lituania, Estonia. Eso ya hace dos décadas que viene avanzando y creciendo en un contexto diferente, que era la guerra fría y donde la OTAN se planteaba como una alianza defensiva más que ofensiva.

 

¿Cuál es el rol de la OTAN en este momento?

El rol es avanzar torpemente sobre un territorio que Rusia entiende que es su área de influencia o que, en todo caso, pone en peligro su seguridad nacional. Cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991, los líderes de Estados Unidos y Europa le garantizaron informalmente a la dirigencia rusa que la OTAN no iba a expandirse. Pero no hubo un tratado. Entonces el presidente [Vladimir] Putin quiso garantizar que efectivamente eso no vuelva a suceder, así que pidió por escrito que EEUU garantizara el no ingreso de Ucrania a la OTAN y EEUU se negó. Por lo tanto, hay un temor por parte del putinismo de que -efectivamente- Ucrania ingrese a la OTAN en algún momento. Esa es responsabilidad de la OTAN: en ningún momento hizo nada para que el conflicto no escalara. Más bien, con sus actitudes terminó provocando de algún modo. Esto no justifica la invasión pero ayuda a entender por qué Putin toma la decisión que toma: porque entiende que Ucrania es un territorio de Rusia, que cualquier presencia de la OTAN o incluso de la Unión Europea pone en peligro la seguridad nacional de Rusia y que, por lo tanto, tiene que defenderse.

En cuanto a la cronología de eventos que concluyeron finalmente en la invasión rusa a Ucrania, Baña explicó que “podemos remontarnos a 2014, cuando entre Rusia y la provincia Crimea, que en su momento pertenecía a Ucrania. Se desarrolló una guerra civil dentro de éste país con dos repúblicas que plantean una separación de Ucrania: Danesia y Dombás. En ese entonces, una firma de distintos tratados de Minsk (un acuerdo para poner fin a la guerra en el este de Ucrania firmado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk el 5 de septiembre de 2014) buscaron una solución al conflicto. Pero no fue resuelto y la tensión creció cuando Putin tomó la determinación de invadir Ucrania”, explicó el historiador.

Sobre este punto, Baña destacó que al principio Rusia “argumentó razones defensivas sobre el avance de la OTAN, que incluso uno podría considerar legítimas en algún punto. Pero después reforzó un discurso más de ataque, más de invasión, que resuena en sus palabras al discurso imperialista de principios de siglo XX”. En ese sentido, explicó que Putin expresó discursivamente que Ucrania “se trata de un invento de los bolcheviques, y de Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) en particular”, apuntó Baña, aagregando que “por tanto, considera que él tiene que restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)”.

Sin ir más lejos en el tiempo, recordó que «en julio del año pasado Putin publicó un discurso en la página oficial del Kremlin donde hablaba de los pueblos rusos y ucranianos como hermanados”.

Baña recapituló que durante febrero “hubo una serie de charlas diplomáticas entre Putin y líderes de Europa y EEUU que no llegaron a ningún acuerdo aún cuando, días anteriores, el mandatario ruso había reconocido la independencia de Donetsk y Lugansk”.

 

Una frase que caracterizó la política internacional de Rusia, y que recuperás en tus publicaciones, es: “Es mejor que haya diez años de conversaciones que un día de guerra”. ¿Qué sucedió con este posicionamiento? ¿Cómo se explica el viraje en el enfoque?

La frase es de Andrey Gromyko (legendario ministro de Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985, político y economista) conocido en Rusia como el Patriarca de la diplomacia soviética. Actualmente, lo que sucede es que muchos antiguos anhelos son retomados por otros sistemas y otros gobiernos. Sucedió también cuando (Iósif) Stalin en la década del 40 retomó un viejo anhelo que era el de una puerta de entrada fluvial a Europa a través del Río Danubio. El gobierno stalinista retomaba políticas del gobierno zarista. De la misma manera, en el caso de Putin está acercándose a la idea de una suerte de imperio sovietico, al tratar de configurar ese mundo ruso que él entiende como aquel donde forman parte Bielorrusia y Ucrania. O por lo menos Ucrania, que debería estar dentro de esa órbita rusa o declararse neutral y no ingresar a la Unión Europea o a la OTAN. Entonces ahí se juegan cuestiones de más largo plazo en donde hay una coyuntura particular, se recuperan tradiciones u objetivos que ya venían desde antes.

 

¿Cuál es tu análisis sobre las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia?

En 1962 Rusia instaló misiles en Cuba y quedaron como los agresores pero fue como respuesta a los misiles que EEUU anteriormente había instalado en Turquía. O sea, servía para demostrar una actitud defensiva. En esta situación se ve algo parecido: EEUU avanza con la OTAN sobre el territorio y por lo menos Putin dice “hay que defender la seguridad nacional del país”.

Con respecto a EEUU, el vínculo depende del enfoque. Después de 2001 hubo un intento de colaboración en lo que fue considerado la lucha contra el terrorismo: Rusia permitió que se instalaran algunas bases norteamericanas en Asia Central y también logró que EEUU hiciera “la vista gorda” respecto de los derechos humanos durante las guerras en Chechenia. Sin embargo, esto no prosperó, porque EEUU no invitó a Rusia a participar en ninguno de los organismos multilaterales que existen alrededor del mundo. De modo que es una relación más bien tensa y conflictiva: para EEUU, Rusia es la reencarnación de todos los males y Putin es el peor villano.

 

¿Qué implicancias tienen las medidas de otros países, como por ejemplo Francia, que rompió relaciones con artistas e instituciones culturales de Rusia por la invasión a Ucrania?

Las cancelaciones fueron culturales pero también fueron académicas y deportivas. De hecho, sancionaron a algunos equipos de fútbol, incluso a la propia sSelección de Rusia. Esto tiene que ver con varios elementos. Uno es cierta “rusofobia” que existe en Europa y en EEUU y que en momentos como estos sale a la luz o se refuerza. Poco tiene que ver un deportista o un músico con las decisiones que toma su presidente. También hay acciones casi policíacas como lo que pasó con la famosa soprano, Anna Netrebko, que tuvo que manifestarse en contra de su propio país para poder seguir trabajando. Creo que se confunden las cosas. Las sanciones culturales que refuerzan el antagonismo no ayudan en la resolución del conflicto: más bien todo lo contrario. ¿Qué sentido tiene cancelar una ópera o una sinfonía cuando la tradición artística rusa siempre estuvo cerca de la crítica a los conflictos bélicos y regímenes autoritarios? De modo que, al revés, incorporando elementos de la tradición artística rusa podemos reforzar un mensaje pacifista, más en contra de un gobierno autoritario.

Lo que hace Europa es reforzar esa distancia con Rusia que en este caso no aporta sino que genera todo lo contrario.

Baña tiene colegas residiendo en Rusia y sobre cómo viven esta situación, relató que “hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”. Al primer grupo “no le interesa lo que sucede a nivel de la alta política. La vida continúa casi con normalidad: Hay poca propaganda por parte del gobierno: las fotos que nosotros vemos de civiles durmiendo en el metro, allá no se ven. Está muy controlado”. Desde la propaganda rusa, la invasión se trata de “una operación militar especial en la cual se está avanzando y ya”, subrayó Baña. Y agregó: “Después hay intelectuales que están realmente con miedo y con tristeza porque saben de lo que se trata, saben que si llegan a mencionar la palabra ‘guerra’ pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos”, expresó el historiador.

 

Hay intelectuales que están con miedo y con tristeza , saben que si llegan a mencionar la palabra «guerra» pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos

Martín Baña

En esa línea, apuntó que “en lo que va de la guerra hay cerca de 8.500 detenidos en toda Rusia simplemente por salir a manifestarse en contra de la guerra”. Además, Baña especificó “no se puede decir la palabra guerra. Tanto Twitter como Facebook fueron censurados. De modo que es muy difícil poder expresarse en contra de la guerra y hay que ser muy cuidadoso con las palabras que se usan”.

De esta manera, “para el gobierno ruso es una operación militar especial y decir guerra es arriesgarse a que te detengan y que la guerra se desarrolle no solo contra los ucranianos si no contra los nacionalistas”, explicó Baña. “De forma que hay que ser muy cuidadosos. Es una situación que genera mucha impotencia no solo por la situación bélica sino por lo que pueden hacer los intelectuales a la hora de manifestar su desacuerdo”, señaló.

“Sin embargo, hay personas que se animan a salir a la calle, protestan y hacen ruido en este sentido”, concluyó el historiador.

La historia y la transformación del mundo

Desde su época de estudiante secundario, Martín Baña recuerda que “tenía un interés por la política, creía que había que cambiar el mundo”. Hoy sostiene que todavía ese interés se mantiene vivo. “Me parecía que la Historia me iba a ayudar a entender cómo funciona el mundo y así, tratar de cambiarlo. Fue entonces cuando entré a la Carrera (Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y descubrí la Revolución Rusa: el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó. Y me dije: ‘esto es lo que tengo que estudiar’”, expresó Baña. Reflexionó que “lo que pasa con Rusia es que entrás por un motivo, que es la revolución, y después terminás descubriendo un mundo y una tradición política y cultural fascinante”. De hecho, concluyó sus estudios “haciendo una tesina sobre la música y la política en la Rusia del siglo XIX”. Para el historiador, esa fue “la puerta de entrada” al mundo ruso y luego, “ya me quedé ahí”. Hoy estudia particularmente el siglo XIX y siglo XX ruso y soviético. “No tengo familiares ni ancestros pero hablo el idioma. Estuve en Rusia. Eso es fundamental, leer el idioma e ir allá para buscar fuentes y materiales para tus investigaciones”, destacó Baña

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

El historiador Martín Baña, especializado en la Revolución Rusa y las culturas eslavas, da su mirada de la invasión de Putín a Ucrania.

Martín Baña es historiador y experto en Rusia. Se desempeña como investigador en el Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH) de la Escuela de Humanidades (EH). Además, es autor de los libros Quien no extraña al comunismo no tiene corazón y Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución Rusa.

Las características de Rusia que lo cautivaron tempranamente se deben al mismo interés por el cual decidió estudiar la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires: “Me parecía que había que cambiar el mundo. Y cuando descubrí la revolución rusa, que es el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó, me dije ‘acá es donde tengo que estudiar’”, expresó Baña en diálogo con ANCCOM.

Hoy el mundo está cambiando. Rusia lo está cambiando. Por eso ANCCOM dialogó con este especialista.

 

Ucrania y Rusia son de dos países en tensión a lo largo de la historia, ¿a qué momentos claves nos tendríamos que remontar para comprender el conflicto actual?

Hay un país, que es Rusia, que está interesado en Ucrania particularmente. Un elemento central para entender este conflicto es el avance de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) sobre los países de Europa del este y particularmente sobre las ex repúblicas soviéticas. Algunas ya entraron a la OTAN como Letonia, Lituania, Estonia. Eso ya hace dos décadas que viene avanzando y creciendo en un contexto diferente, que era la guerra fría y donde la OTAN se planteaba como una alianza defensiva más que ofensiva.

 

¿Cuál es el rol de la OTAN en este momento?

El rol es avanzar torpemente sobre un territorio que Rusia entiende que es su área de influencia o que, en todo caso, pone en peligro su seguridad nacional. Cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991, los líderes de Estados Unidos y Europa le garantizaron informalmente a la dirigencia rusa que la OTAN no iba a expandirse. Pero no hubo un tratado. Entonces el presidente [Vladimir] Putin quiso garantizar que efectivamente eso no vuelva a suceder, así que pidió por escrito que EEUU garantizara el no ingreso de Ucrania a la OTAN y EEUU se negó. Por lo tanto, hay un temor por parte del putinismo de que -efectivamente- Ucrania ingrese a la OTAN en algún momento. Esa es responsabilidad de la OTAN: en ningún momento hizo nada para que el conflicto no escalara. Más bien, con sus actitudes terminó provocando de algún modo. Esto no justifica la invasión pero ayuda a entender por qué Putin toma la decisión que toma: porque entiende que Ucrania es un territorio de Rusia, que cualquier presencia de la OTAN o incluso de la Unión Europea pone en peligro la seguridad nacional de Rusia y que, por lo tanto, tiene que defenderse.

En cuanto a la cronología de eventos que concluyeron finalmente en la invasión rusa a Ucrania, Baña explicó que “podemos remontarnos a 2014, cuando entre Rusia y la provincia Crimea, que en su momento pertenecía a Ucrania. Se desarrolló una guerra civil dentro de éste país con dos repúblicas que plantean una separación de Ucrania: Danesia y Dombás. En ese entonces, una firma de distintos tratados de Minsk (un acuerdo para poner fin a la guerra en el este de Ucrania firmado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk el 5 de septiembre de 2014) buscaron una solución al conflicto. Pero no fue resuelto y la tensión creció cuando Putin tomó la determinación de invadir Ucrania”, explicó el historiador.

Sobre este punto, Baña destacó que al principio Rusia “argumentó razones defensivas sobre el avance de la OTAN, que incluso uno podría considerar legítimas en algún punto. Pero después reforzó un discurso más de ataque, más de invasión, que resuena en sus palabras al discurso imperialista de principios de siglo XX”. En ese sentido, explicó que Putin expresó discursivamente que Ucrania “se trata de un invento de los bolcheviques, y de Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) en particular”, apuntó Baña, aagregando que “por tanto, considera que él tiene que restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)”.

Sin ir más lejos en el tiempo, recordó que «en julio del año pasado Putin publicó un discurso en la página oficial del Kremlin donde hablaba de los pueblos rusos y ucranianos como hermanados”.

Baña recapituló que durante febrero “hubo una serie de charlas diplomáticas entre Putin y líderes de Europa y EEUU que no llegaron a ningún acuerdo aún cuando, días anteriores, el mandatario ruso había reconocido la independencia de Donetsk y Lugansk”.

 

Una frase que caracterizó la política internacional de Rusia, y que recuperás en tus publicaciones, es: “Es mejor que haya diez años de conversaciones que un día de guerra”. ¿Qué sucedió con este posicionamiento? ¿Cómo se explica el viraje en el enfoque?

La frase es de Andrey Gromyko (legendario ministro de Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985, político y economista) conocido en Rusia como el Patriarca de la diplomacia soviética. Actualmente, lo que sucede es que muchos antiguos anhelos son retomados por otros sistemas y otros gobiernos. Sucedió también cuando (Iósif) Stalin en la década del 40 retomó un viejo anhelo que era el de una puerta de entrada fluvial a Europa a través del Río Danubio. El gobierno stalinista retomaba políticas del gobierno zarista. De la misma manera, en el caso de Putin está acercándose a la idea de una suerte de imperio sovietico, al tratar de configurar ese mundo ruso que él entiende como aquel donde forman parte Bielorrusia y Ucrania. O por lo menos Ucrania, que debería estar dentro de esa órbita rusa o declararse neutral y no ingresar a la Unión Europea o a la OTAN. Entonces ahí se juegan cuestiones de más largo plazo en donde hay una coyuntura particular, se recuperan tradiciones u objetivos que ya venían desde antes.

 

¿Cuál es tu análisis sobre las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia?

En 1962 Rusia instaló misiles en Cuba y quedaron como los agresores pero fue como respuesta a los misiles que EEUU anteriormente había instalado en Turquía. O sea, servía para demostrar una actitud defensiva. En esta situación se ve algo parecido: EEUU avanza con la OTAN sobre el territorio y por lo menos Putin dice “hay que defender la seguridad nacional del país”.

Con respecto a EEUU, el vínculo depende del enfoque. Después de 2001 hubo un intento de colaboración en lo que fue considerado la lucha contra el terrorismo: Rusia permitió que se instalaran algunas bases norteamericanas en Asia Central y también logró que EEUU hiciera “la vista gorda” respecto de los derechos humanos durante las guerras en Chechenia. Sin embargo, esto no prosperó, porque EEUU no invitó a Rusia a participar en ninguno de los organismos multilaterales que existen alrededor del mundo. De modo que es una relación más bien tensa y conflictiva: para EEUU, Rusia es la reencarnación de todos los males y Putin es el peor villano.

 

¿Qué implicancias tienen las medidas de otros países, como por ejemplo Francia, que rompió relaciones con artistas e instituciones culturales de Rusia por la invasión a Ucrania?

Las cancelaciones fueron culturales pero también fueron académicas y deportivas. De hecho, sancionaron a algunos equipos de fútbol, incluso a la propia sSelección de Rusia. Esto tiene que ver con varios elementos. Uno es cierta “rusofobia” que existe en Europa y en EEUU y que en momentos como estos sale a la luz o se refuerza. Poco tiene que ver un deportista o un músico con las decisiones que toma su presidente. También hay acciones casi policíacas como lo que pasó con la famosa soprano, Anna Netrebko, que tuvo que manifestarse en contra de su propio país para poder seguir trabajando. Creo que se confunden las cosas. Las sanciones culturales que refuerzan el antagonismo no ayudan en la resolución del conflicto: más bien todo lo contrario. ¿Qué sentido tiene cancelar una ópera o una sinfonía cuando la tradición artística rusa siempre estuvo cerca de la crítica a los conflictos bélicos y regímenes autoritarios? De modo que, al revés, incorporando elementos de la tradición artística rusa podemos reforzar un mensaje pacifista, más en contra de un gobierno autoritario.

Lo que hace Europa es reforzar esa distancia con Rusia que en este caso no aporta sino que genera todo lo contrario.

Baña tiene colegas residiendo en Rusia y sobre cómo viven esta situación, relató que “hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”. Al primer grupo “no le interesa lo que sucede a nivel de la alta política. La vida continúa casi con normalidad: Hay poca propaganda por parte del gobierno: las fotos que nosotros vemos de civiles durmiendo en el metro, allá no se ven. Está muy controlado”. Desde la propaganda rusa, la invasión se trata de “una operación militar especial en la cual se está avanzando y ya”, subrayó Baña. Y agregó: “Después hay intelectuales que están realmente con miedo y con tristeza porque saben de lo que se trata, saben que si llegan a mencionar la palabra ‘guerra’ pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos”, expresó el historiador.

 

Hay intelectuales que están con miedo y con tristeza , saben que si llegan a mencionar la palabra «guerra» pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos

Martín Baña

En esa línea, apuntó que “en lo que va de la guerra hay cerca de 8.500 detenidos en toda Rusia simplemente por salir a manifestarse en contra de la guerra”. Además, Baña especificó “no se puede decir la palabra guerra. Tanto Twitter como Facebook fueron censurados. De modo que es muy difícil poder expresarse en contra de la guerra y hay que ser muy cuidadoso con las palabras que se usan”.

De esta manera, “para el gobierno ruso es una operación militar especial y decir guerra es arriesgarse a que te detengan y que la guerra se desarrolle no solo contra los ucranianos si no contra los nacionalistas”, explicó Baña. “De forma que hay que ser muy cuidadosos. Es una situación que genera mucha impotencia no solo por la situación bélica sino por lo que pueden hacer los intelectuales a la hora de manifestar su desacuerdo”, señaló.

“Sin embargo, hay personas que se animan a salir a la calle, protestan y hacen ruido en este sentido”, concluyó el historiador.

La historia y la transformación del mundo

Desde su época de estudiante secundario, Martín Baña recuerda que “tenía un interés por la política, creía que había que cambiar el mundo”. Hoy sostiene que todavía ese interés se mantiene vivo. “Me parecía que la Historia me iba a ayudar a entender cómo funciona el mundo y así, tratar de cambiarlo. Fue entonces cuando entré a la Carrera (Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y descubrí la Revolución Rusa: el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó. Y me dije: ‘esto es lo que tengo que estudiar’”, expresó Baña. Reflexionó que “lo que pasa con Rusia es que entrás por un motivo, que es la revolución, y después terminás descubriendo un mundo y una tradición política y cultural fascinante”. De hecho, concluyó sus estudios “haciendo una tesina sobre la música y la política en la Rusia del siglo XIX”. Para el historiador, esa fue “la puerta de entrada” al mundo ruso y luego, “ya me quedé ahí”. Hoy estudia particularmente el siglo XIX y siglo XX ruso y soviético. “No tengo familiares ni ancestros pero hablo el idioma. Estuve en Rusia. Eso es fundamental, leer el idioma e ir allá para buscar fuentes y materiales para tus investigaciones”, destacó Baña

Paz

Paz

La comunidad ucraniana argentina marchó en el centro porteño para exigir en el cese de la invasión rusa.

La comunidad ucraniana, acompañada por organizaciones y agrupaciones sociales, marcharon este domingo desde Plaza de Mayo hasta el Obelisco con las consignas “estamos con Ucrania”, ”no a la guerra” y carteles pidiendo “paz” en el marco de una jornada que se extendió por algo más de tres horas.

Los manifestantes iniciaron la movilización a las 17.30 desde Plaza de Mayo y se dirigieron hacia el Obelisco. Un grupo marchó por Avenida de Mayo sosteniendo una bandera de Ucrania. Los carteles alertaban “están matando al pueblo ucraniano” o “no maten la tierra de mis abuelos”. Otras consignas, en cambio, estaban escritas en inglés “Stop war” (paren la guerra). Durante la marcha, sonaron los himnos ucraniano y argentino.

Irina Nazaryk, integrante de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita en Argentina y descendiente de ucranianos, destacó que “los principales reclamos son por la paz y para detener la guerra. Lamentablemente esto es todo lo que podemos hacer los descendientes de ucranianos y los ucranianos que vivimos acá”. Y agregó: “Y que Valdimir Putin detenga su violencia, porque se metió con civiles, bombardeando aeropuertos y ciudades. Está destruyendo cada parte de Ucrania”.

Por otra parte, Nazaryk explicó que “Ucrania quiere entrar en la Unión Europea y en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) desde el año 2014. Ahí es donde comenzó el conflicto Euromaidán, (nombre que se le otorgó a la serie de conflictos en Ucrania que concluyeron con el derrocamiento del presidente Yanukóvich en ese mismo año). Maidán es el nombre de la plaza central en Kiev (capital de Ucrania), donde empezó la revolución. Lo que Ucrania quiere es pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea y Vladimir Putin no quiere que pase eso, porque sino Ucrania va a tener más apoyo de los países de la región y hasta armamentístico por parte de la OTAN”.

En esa línea, Nazaryk remarcó que “para entrar a la OTAN, el país que quiera entrar no tiene que tener ningún conflicto armado. Y así, Putin consigue que Ucrania no cumpla con este requisito y, por ende, no pueda entrar a la OTAN. Es más, Rusia mandó aviones a Finlandia y a Suecia amenazando a estos países que también quieren sumarse a la OTAN”.

Según indicó Nazaryk, esta es “la tercera movilización que se realiza” y considera que “lamentablemente habrá más si esto no para”. “Somos los ucranianos autoconvocados e invitamos a toda la comunidad argentina que quiera sumarse. Hoy se sumaron la colectividad lituana, la comunidad croata, la italiana; no se vieron banderas solo de Ucrania, se vieron banderas de estos otros países pidiendo por la paz”.

“Esto me duele un montón, nunca pensé que iba a ver estas cosas, un bombardeo a Ucrania por la tele. Siempre lo vi muy lejano, como la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. Esta situación me parte el corazón, en mi casa y en la colectividad estamos todos muy tristes”, expresó Nazaryk.

Por su parte, Pedro Koroluk y su esposa, Marta, ambos hijos de ucranianos y familiares de ucranianos residiendo en Ucrania, contaron que son “parte de la comunidad” y sus hijos “también participan activamente”. Koroluk sostenía una bandera de Ucrania y Marta, por su parte, se movilizó llevando una imagen de la Virgen María impresa. “Pedimos alto el fuego, que se retiren las tropas de Ucrania, que nos devuelvan las tierras que tomaron y que nos dejen en paz”, sentenció Koroluk respecto a los reclamos. Mientras que Marta, agregó suplicando con voz quebrada: “Lo que pedimos es paz, que no ataquen más a los civiles porque no es una guerra entre civiles y que cada gobernante de cada país tenga un poco de amor en su corazón para parar esto que es una masacre realmente”. A este pedido, su marido agregó: “Y que no solamente sean promesas sino que cumplan con la ayuda que están prometiendo, más allá de la monetaria, que está llegando, también la ayuda diplomática”.

“Creemos que el conflicto pronto se va a resolver y va a haber paz, que nos van a devolver nuestra tierra. No podemos permitir que haya más muertes de civiles y de inocentes ni tampoco que mueran soldados rusos que los trajeron engañados a esta guerra, como muchos de los testimonios que vemos”, señaló Koroluk .

Los parientes del matrimonio Koroluk que residen en Ucrania se encuentran en una zona de frontera donde solo hubo un bombardeo en el aeropuerto. Sin embargo, viven “muy preocupados y alterados, porque temen que vengan tiempos peores, entonces se están preparando: algunos tienen refugio. Los que pueden emigran a Polonia y los que no, resisten”, explicó Pedro.

La movilización transcurrió entre aplausos y tronar de bombos. Alejandro Gotsch, hijo de ucranianos y quien llevaba una remera bordada con hilos de colores, expresó que es “integrante de la comunidad ucraniana” y que su vestimenta “es parte del traje folclórico del país”: “Hoy estamos reclamando por la paz, porque no haya más guerra”, manifestó Gotsch.

“Vamos a volver a tener un país soberano y que no tengan el pie encima de nuestra nación”, aseguró. “Tengo primos en Ucrania”, relató Gotsch y señaló que logró comunicarse con sus familiares. Sobre este punto, contó que “dentro de todo están cerca de Polonia, no están en zona de riesgo pero la situación preocupa igual”.

A pocos metros del Obelisco, la comunidad ucraniana leyó un comunicado en el cual se refirió a la duración del conflicto: “Llevamos diez días padeciendo una sangrienta invasión donde continuamente el odio del invasor se traduce en sangre y muerte. La pregunta es: ¿cuántos días más Ucrania deberá frenar las balas y misiles con el pecho de su pueblo? Pedimos al mundo que declare zona de exclusión aérea sobre el cielo de Ucrania. Pedimos a la Federación Rusa y al gobierno títere de Bielorrusia que retire sus tropas y armamentos de la totalidad del territorio ucraniano de manera inmediata”.

El comunicado concluyó con la súplica, a viva voz, de “¡Cubran el cielo de Ucrania, cubran el cielo de Ucrania!” y el pedido fue acompañado con aplausos.

A las 18.15 habló el presidente de la Representación Central Ucrania en Argentina, Pedro Lylyk, y luego Jorge Danylyszyn, miembro de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita.

“Solicito el apoyo a los organismos internacionales para exigirle a la Federación Rusa el inmediato cese del fuego en el territorio de Ucrania”, declaró Lylyk.

En ese marco, recordó que “el acto de la invasión viola la carta de las Naciones Unidas donde Rusia es garante de la soberanía de Ucrania y la inteligibilidad de sus fronteras desde el tratado de no proliferación de armas nucleares y desmantelamiento firmado en 1964”.

“Solicitamos ayuda para un arco de defensa de los cielos de Ucrania. El mundo debe ayudar, no puede ser que se sigan asesinando a civiles desarmados y entre ellos, niños”, manifestó Lylyk y especificó “tres de cada diez chicos están cayendo en esta invasión estúpida. Así que pedimos que se retiren inmediatamente las tropas rusas”.

Finalmente, Lylyk agradeció “a todos los argentinos, vecinos, compañeros de trabajo, integrantes del arco político, gobernantes y todos los que nos ayudaron en esta movilización”. Y agregó: “Agradecemos las muestras de respeto a lo largo y ancho del país en intendencias y gobernaciones, en la Legislatura. Es el mismo respeto que expresaron los ucranianos que defendieron las Islas Malvinas”.

En el marco del discurso, Lylyk concluyó que “mientras haya gente como ustedes que marche y crea en la democracia, Ucrania estará acompañada. Gracias por acompañarnos en el día de hoy, no nos dejen solos, estén con nosotros, por favor”.

Las organizaciones representantes de la comunidad ucraniana están realizando una campaña en la que toman donaciones en la Catedral Católica de Ucrania “Santa María del Patrocinio” ubicada en Ramón L. Falcón 3960, barrio de Floresta de la Ciudad de Buenos Aires, del lunes 7 al viernes 11 de marzo de 14 a 19 y sábados 5 y 12 de marzo de 10 a 16. Al respecto, Nazaryk especificó que se necesita enviar “mantas o frazadas. Ropa abrigada o térmica en todos los talles. Agua mineral envasada, vajilla descartable y también elementos de primeros auxilios, linternas con pilas y velas”.

La guerra explicada por la comunidad ucraniana argentina

La guerra explicada por la comunidad ucraniana argentina

Más de 100 mil ucranianos llegaron a la Argentina entre fines del siglo XIX y mediados del XX, en tres oleadas migratorias diferentes. Cuenta su historia y la de sus antepasados para explicar el conflicto bélico de hoy.

Jorge Danylyzsyn, presidente de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita.

Mientras caen misiles rusos sobre territorio ucraniano, ANCCOM visita la sede de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita, en el barrio porteño de Palermo. Allí, el presidente de la entidad, Jorge Danylyzsyn, cuenta la historia de la colectividad ucraniana en la Argentina.

La llegada se fue dando por oleadas. Con la ocupación del territorio ucraniano por polacos y rusos, comenzó la primera. “La mayoría de los inmigrantes entre 1898 y 1930 arribaron a la Argentina justamente de esa región de Europa. Por eso nuestros ancestros llegan al país, casi todos, con pasaportes polacos”, explica.

“Muchos pertenecían a la religión greco-católica, es decir, reconocían la autoridad del Papa. Por el contrario, quienes venían de la Ucrania central, que eran menos, eran ortodoxos”, agrega. Labradores en su tierra, los inmigrantes de la primera oleada se radicaron principalmente en la provincia de Misiones para trabajar la tierra. “Esta inmigración se interrumpió en 1914, con el inicio de la guerra”, aclara Danylyzsyn, para reanudarse en el período de entre guerras.

“La segunda oleada se instala en la Ciudad de Buenos Aires, Berisso y en el conurbano bonaerense. La comunidad empieza a desarrollar asociaciones y, hacia 1924, se funda esta Asociación Ucrania de Cultura Prosvita. Finalmente se unificarán en una sola asociación que a lo largo del tiempo ha llegado a tener unas 50 filiales”, señala Danylyzsyn.

A diferencia de la primera ola, en la segunda llegan trabajadores industriales. “En ese momento, los ucranianos se dedicaban al tendido de vías, a la construcción de puertos, de usinas y otros emprendimientos de envergadura”.

 

«Tenemos el derecho a sabernos herederos de la cultura de la Rus de Kyiv, que en su variante moderna se llama Ucrania”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, unos siete mil ucranianos –que huyen de la zona de conflicto– arribaron al país. “Esta tercera ola se suma a las cerca de 100 mil personas que habían llegado antes. Sin embargo, la mitad de esos siete mil termina emigrando hacia Estados Unidos y Canadá. Con la experiencia militar traída de la contienda bélica, estos más de 3.000 inmigrantes tienen una visión más patriótica y comienzan a forjar estructuras para la difusión de nuestra cultura”, relata Danylyzsyn.

“Ellos buscaban popularizar la cultura del pueblo y que nos sintiéramos identificados porque aspiraban a una Ucrania libre, como alguna vez lo fue. Nosotros tenemos el derecho a sabernos herederos de la cultura de la Rus de Kyiv, que en su variante moderna se llama Ucrania”, afirma.

Hubo una cuarta y última oleada, durante los años 90. “(El entonces presidente Carlos) Menem les promete trabajo, salud y educación gratis –rememora Danylyzsyn–. Pero cuando se termina la convertibilidad, juntan sus cosas y emigran al norte del continente y una pequeña porción vuelve a Ucrania”.

Hoy, el grueso de la comunidad ucraniana está formado por argentinos y argentinas descendientes de la primera y segunda ola. “Los que vinieron después no llegaron a integrarse y somos los hijos de ucranianos quienes nos encargamos de difundir la cultura y el idioma en el país”, dice.

Consultado sobre la invasión rusa en curso, Danylyzsyn asegura que para entender lo que está sucediendo es necesario remontarse a la historia, necesariamente entrecruzada, de ambos países. “Las tribus que habitaban la zona ubicada entre el Mar Negro hasta el Mar del Norte conformaron un estado medieval al que denominaron la Rus de Kyiv. Con un idioma y cultura en común, su organización social se estructuraba en principados, ducados y gleba”, cuenta.

Unos 800 kilómetros al este, donde se sitúa hoy la capital de Rusia, se erguía otra estructura medieval conocida como Moscovia. Sendos territorios fueron creciendo producto del avance de las tribus bárbaras. Con la llegada de Pedro el Grande como zar, Rusia amplió sus fronteras y ambas zonas pasaron a conformar parte del ejido imperial.

Con la ocupación de la Rus de Kyiv por el Imperio Ruso se produjo un borramiento forzoso de todo símbolo ucraniano. El idioma fue prohibido, la literatura quemada y las artes y costumbres fueron reemplazadas por las tradiciones populares moscovitas.

Entrado el siglo XX, Ucrania pasó a ser parte de la URSS hasta su desmembramiento, en 1991. “Con la Revolución Bolchevique, Ucrania se declara Estado independiente. En 1921, Argentina la reconoce como nación libre y soberana. No obstante, los bolcheviques terminan ocupándola, y en el oeste son conquistados por Polonia, los dos imperios que van dominando la historia de Ucrania”, puntualiza Danylyszyn.

Bajo el régimen totalitario de Stalin, aconteció lo que se conoce como el genocidio de Holodomor. Frente a la resistencia a la colectivización, el líder soviético ordenó la incautación de las cosechas, además de medidas represivas, lo que condujo a una hambruna generalizada entre 1932 y 1933 que, se estima, causó la muerte de entre cuatro y diez millones de ucranianos. Stalin también prohibió el idioma, la cultura y la literatura en un proceso que se conoció como la rusificación de Ucrania.

 

 

 

“A esta región se la repobló con familias rusas y, como consecuencia, hoy existen zonas que se consideran prorrusas”, opina Danylyszyn y añade: “Pretendieron unificar el país con una única lengua, una única cultura y una única raíz histórica. Prohibieron el idioma, los libros, y entonces el ucranio pasó a ser un idioma de casa adentro, no se podía hablar en público”.

Luego de la caída del Muro de Berlín, Ucrania se declaró de nuevo independiente y, a partir de allí, se inició un proceso que, hasta hoy, oscila entre la hiperdependencia de Rusia y un nacionalismo autónomo que boga por la incorporación del país a la Unión Europea (UE).

Entre 2004 y 2005 se produjo la Revolución Naranja. Víktor Yúshchenko, nacionalista y proeuropeo, gana las elecciones a presidente. En 2010, lo sucede quien había sido su contendiente en aquellos comicios, Víktor Yanukóvich. En 2014, cuando parecía todo arreglado para firmar la entrada a la UE, tras una reunión con su par ruso Vladimir Putin, Yanukóvich cambia de opinión. En ese momento, se desatan las revueltas conocidas como Euromaidán que terminan con el mandatario destituido y expulsado del país. Lo reemplaza interinamente Alexander Turchínov, quien, a tono con las consignas esgrimidas durante las manifestaciones, retoma una tradición proucraniana.

Aquel año, al advertir el giro proeuropeo de Kiev, Putin decidió la anexión de la estratégica península de Crimea, sobre el Mar Negro. Ocho años más tarde, luego de firmar el reconocimiento de los territorios del Donbás, ordenó el ataque masivo que hoy mismo está en desarrollo.

Para Danylyszyn, las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk son la puerta de entrada del ejército ruso a Ucrania por una razón: “Precisamente porque son rusos implantados en suelo ucraniano”, concluye.