Por Leo Pastorutti
Fotografía: Diego Castro

Más de 100 mil ucranianos llegaron a la Argentina entre fines del siglo XIX y mediados del XX, en tres oleadas migratorias diferentes. Cuenta su historia y la de sus antepasados para explicar el conflicto bélico de hoy.

Jorge Danylyzsyn, presidente de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita.

Mientras caen misiles rusos sobre territorio ucraniano, ANCCOM visita la sede de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita, en el barrio porteño de Palermo. Allí, el presidente de la entidad, Jorge Danylyzsyn, cuenta la historia de la colectividad ucraniana en la Argentina.

La llegada se fue dando por oleadas. Con la ocupación del territorio ucraniano por polacos y rusos, comenzó la primera. “La mayoría de los inmigrantes entre 1898 y 1930 arribaron a la Argentina justamente de esa región de Europa. Por eso nuestros ancestros llegan al país, casi todos, con pasaportes polacos”, explica.

“Muchos pertenecían a la religión greco-católica, es decir, reconocían la autoridad del Papa. Por el contrario, quienes venían de la Ucrania central, que eran menos, eran ortodoxos”, agrega. Labradores en su tierra, los inmigrantes de la primera oleada se radicaron principalmente en la provincia de Misiones para trabajar la tierra. “Esta inmigración se interrumpió en 1914, con el inicio de la guerra”, aclara Danylyzsyn, para reanudarse en el período de entre guerras.

“La segunda oleada se instala en la Ciudad de Buenos Aires, Berisso y en el conurbano bonaerense. La comunidad empieza a desarrollar asociaciones y, hacia 1924, se funda esta Asociación Ucrania de Cultura Prosvita. Finalmente se unificarán en una sola asociación que a lo largo del tiempo ha llegado a tener unas 50 filiales”, señala Danylyzsyn.

A diferencia de la primera ola, en la segunda llegan trabajadores industriales. “En ese momento, los ucranianos se dedicaban al tendido de vías, a la construcción de puertos, de usinas y otros emprendimientos de envergadura”.

 

«Tenemos el derecho a sabernos herederos de la cultura de la Rus de Kyiv, que en su variante moderna se llama Ucrania”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, unos siete mil ucranianos –que huyen de la zona de conflicto– arribaron al país. “Esta tercera ola se suma a las cerca de 100 mil personas que habían llegado antes. Sin embargo, la mitad de esos siete mil termina emigrando hacia Estados Unidos y Canadá. Con la experiencia militar traída de la contienda bélica, estos más de 3.000 inmigrantes tienen una visión más patriótica y comienzan a forjar estructuras para la difusión de nuestra cultura”, relata Danylyzsyn.

“Ellos buscaban popularizar la cultura del pueblo y que nos sintiéramos identificados porque aspiraban a una Ucrania libre, como alguna vez lo fue. Nosotros tenemos el derecho a sabernos herederos de la cultura de la Rus de Kyiv, que en su variante moderna se llama Ucrania”, afirma.

Hubo una cuarta y última oleada, durante los años 90. “(El entonces presidente Carlos) Menem les promete trabajo, salud y educación gratis –rememora Danylyzsyn–. Pero cuando se termina la convertibilidad, juntan sus cosas y emigran al norte del continente y una pequeña porción vuelve a Ucrania”.

Hoy, el grueso de la comunidad ucraniana está formado por argentinos y argentinas descendientes de la primera y segunda ola. “Los que vinieron después no llegaron a integrarse y somos los hijos de ucranianos quienes nos encargamos de difundir la cultura y el idioma en el país”, dice.

Consultado sobre la invasión rusa en curso, Danylyzsyn asegura que para entender lo que está sucediendo es necesario remontarse a la historia, necesariamente entrecruzada, de ambos países. “Las tribus que habitaban la zona ubicada entre el Mar Negro hasta el Mar del Norte conformaron un estado medieval al que denominaron la Rus de Kyiv. Con un idioma y cultura en común, su organización social se estructuraba en principados, ducados y gleba”, cuenta.

Unos 800 kilómetros al este, donde se sitúa hoy la capital de Rusia, se erguía otra estructura medieval conocida como Moscovia. Sendos territorios fueron creciendo producto del avance de las tribus bárbaras. Con la llegada de Pedro el Grande como zar, Rusia amplió sus fronteras y ambas zonas pasaron a conformar parte del ejido imperial.

Con la ocupación de la Rus de Kyiv por el Imperio Ruso se produjo un borramiento forzoso de todo símbolo ucraniano. El idioma fue prohibido, la literatura quemada y las artes y costumbres fueron reemplazadas por las tradiciones populares moscovitas.

Entrado el siglo XX, Ucrania pasó a ser parte de la URSS hasta su desmembramiento, en 1991. “Con la Revolución Bolchevique, Ucrania se declara Estado independiente. En 1921, Argentina la reconoce como nación libre y soberana. No obstante, los bolcheviques terminan ocupándola, y en el oeste son conquistados por Polonia, los dos imperios que van dominando la historia de Ucrania”, puntualiza Danylyszyn.

Bajo el régimen totalitario de Stalin, aconteció lo que se conoce como el genocidio de Holodomor. Frente a la resistencia a la colectivización, el líder soviético ordenó la incautación de las cosechas, además de medidas represivas, lo que condujo a una hambruna generalizada entre 1932 y 1933 que, se estima, causó la muerte de entre cuatro y diez millones de ucranianos. Stalin también prohibió el idioma, la cultura y la literatura en un proceso que se conoció como la rusificación de Ucrania.

 

 

 

“A esta región se la repobló con familias rusas y, como consecuencia, hoy existen zonas que se consideran prorrusas”, opina Danylyszyn y añade: “Pretendieron unificar el país con una única lengua, una única cultura y una única raíz histórica. Prohibieron el idioma, los libros, y entonces el ucranio pasó a ser un idioma de casa adentro, no se podía hablar en público”.

Luego de la caída del Muro de Berlín, Ucrania se declaró de nuevo independiente y, a partir de allí, se inició un proceso que, hasta hoy, oscila entre la hiperdependencia de Rusia y un nacionalismo autónomo que boga por la incorporación del país a la Unión Europea (UE).

Entre 2004 y 2005 se produjo la Revolución Naranja. Víktor Yúshchenko, nacionalista y proeuropeo, gana las elecciones a presidente. En 2010, lo sucede quien había sido su contendiente en aquellos comicios, Víktor Yanukóvich. En 2014, cuando parecía todo arreglado para firmar la entrada a la UE, tras una reunión con su par ruso Vladimir Putin, Yanukóvich cambia de opinión. En ese momento, se desatan las revueltas conocidas como Euromaidán que terminan con el mandatario destituido y expulsado del país. Lo reemplaza interinamente Alexander Turchínov, quien, a tono con las consignas esgrimidas durante las manifestaciones, retoma una tradición proucraniana.

Aquel año, al advertir el giro proeuropeo de Kiev, Putin decidió la anexión de la estratégica península de Crimea, sobre el Mar Negro. Ocho años más tarde, luego de firmar el reconocimiento de los territorios del Donbás, ordenó el ataque masivo que hoy mismo está en desarrollo.

Para Danylyszyn, las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk son la puerta de entrada del ejército ruso a Ucrania por una razón: “Precisamente porque son rusos implantados en suelo ucraniano”, concluye.