“Yo nombraba a quienes sabía que ya no estaban en el país”

“Yo nombraba a quienes sabía que ya no estaban en el país”

Un sobreviviente de la Brigada Aérea de El Palomar y la hija de una secuestrada en la Mansión Seré que logró salir con vida de allí declararon en una nueva audiencia del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en el circuito represivo del oeste bonaerense.

“Esta clase de vivencias no podían ser habladas con nadie en aquellos años. Los efectos están a la vista. Los recuerdos me conmueven como si los hubiera vivido ayer”, relató Daniel Ricardo Diulio, sobre las consecuencias de haber sobrevivido al cautiverio en la Brigada Aérea de El Palomar. La vigésimo quinta audiencia de debate por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II, se desarrolló de manera dinámica y rápida, con apenas hora y media de duración.

El primer declarante, Daniel Diulio, participó anteriormente en la instrucción realizada por el Juez Daniel Rafecas. En aquella oportunidad reconoció fotográficamente al imputado de esta causa José Juan Zyska, excabo 1° de la brigada donde estuvo detenido. En la declaración que fue leída durante esta audiencia, Diulio había encontrado similitud entre una fotografía de Zyska por “el corte de la cara, el bigote, y las cejas”, con los rasgos del guardia “que tenía más rango que el resto” y se apodaba El Puma”.

Juan Carlos Rubic, a quien identificó en dicha instrucción como “Capitán Roberts”, fue quien les aseguró que estaban detenidos en la ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada). “Yo me quedé con eso hasta que en mi primera declaración ante la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) describí el espacio donde estuve detenido. Un especialista determinó que el croquis armado con mis descripciones no tenía coincidencias con la ESMA. Al tiempo me volvieron a llamar, porque el croquis armado con las declaraciones de otra detenida coincidían en espejo con el mío”, relató el testigo sobre el momento en que conoció que sus 15 días de secuestro fueron en la  Brigada Aérea de El Palomar. Tomó sentido así un paño que había visto colgado durante el cautiverio y que le llamó mucho la atención, con la inscripción Fuerza Aérea Argentina.

Diulio relató, además, que fue el mismo genocida quien les explicó que estaban allí porque los “había marcado” Daniel Darío Palomeque. “El Capitán Roberts, a cara descubierta, nos dijo que Daniel era irrecuperable para la sociedad y que lo iban a matar. En cambio, a nosotros como no teníamos nada que ver, nos iban a liberar. A Daniel lo conocía del comedor universitario, había estado viviendo en mi casa un tiempo, y alternativamente en casa de otros compañeros”. El testigo dijo intuir que “aunque nos dijeron que nos liberaron por no estar involucrados con los hechos que ellos consideraban delictivos, estimo que lo nuestro fue en realidad una juntada de gente al boleo, que coincidimos en que Daniel Palomeque nos conocía”, ya que él no reconoció a ninguno de sus compañeros de cautiverio que eran “no menos de 5 o 6 en la habitación”.

Cuando se presentaron en su domicilio de La Plata, ciudad donde estudiaba Medicina, “golpearon la puerta diciendo ser Daniel. Eran más de las 10 de la noche y, como me demoré en abrir, comenzaron a golpear y dar patadas a la puerta hasta que entró un grupo de personas. Me ataron las manos, taparon los ojos y me subieron a la caja de una camioneta. Me hicieron marcar la casa de una compañera de estudios, que por suerte no estaba esa noche. Siguieron con un recorrido de largo rato, dando varias vueltas y subiendo gente a la caja del vehículo”, relató Diulio sobre el momento del secuestro. El suceso fue en el mes de septiembre de 1978, tiempo en el cual declaró no tener militancia. Sin embargo, mencionó que hasta 1974 participó en la FURN (Federación Universitaria de la Revolución Nacional), “una organización universitaria peronista. Fui militante de superficie, es decir, no colaboré dentro de organizaciones armadas. Cuando se formó la JUP (Juventud Peronista), me aparté”.

El sobreviviente relató que durante los interrogatorios, “me preguntaron por mi filiación política. Para no comprometer mi situación dije que era un estudiante de familia radical. Pero una voz detrás mío me dijo que no mienta, que había participado en una marcha cuando Juan Domingo Perón había vuelto a la Argentina y que era de la Juventud Peronista. Como les había mentido me comenzaron a golpear y pegar. Yo no conocía a esa persona, pero claramente ella sabía sobre mí”. De la habitación con colchones en el piso que compartían con compañeros de cautiverio, era trasladado a otra donde se hacían las sesiones de tortura. Sobre estas, recordó que “me hacían acostar sobre un elástico y desvestir. Me ponían la picana eléctrica en todo el cuerpo mientras me preguntaban por gente y me pedían que diera nombres. Yo nombraba a quienes sabía que ya no estaban en el país”.

La segunda declaración de la jornada fue la de Adriana Beatriz Basualdo, testigo del secuestro de su madre Juana Elsa Ulloa, ocurrido el 13 de abril de 1977 en el domicilio de su familia en Ituzaingó. A la vivienda ingresó un grupo de personas “encapuchadas y vestidas de negro, que mataron a nuestros perros. A mis hermanos mayores y a mi padre los golpearon, a mi madre la encerraron en el baño. Mi hermano menor y yo fuimos apartados en otra habitación en la que nos apuntaban a la cabeza con ametralladoras. Sobre mi cama pusieron un bolso lleno de granadas y armas. Yo pedía por mi mamá y recuerdo que un hombre de ojos celestes me dijo que no le iba a pasar nada. Se la llevaron en el baúl de un Ford Falcon después de romper y dar vuelta toda la casa”, explicó la testigo que tenía 12 años al momento de los hechos.

Luego continúo la declaración, ya no con lo que vio en primera persona y la convierte también en sobreviviente, sino a partir de los relatos de su madre sobre lo vivido en el centro clandestino de detención. “A mi mamá la violaron y le lastimaron todo el cuerpo. La interrogaban constantemente y la torturaban con picana eléctrica, principalmente en sus partes íntimas. Incluso hacían simulacros de que la iban a matar. Ella me contó que escuchaba a otras personas detenidas pero que nunca las vio. Recordaba particularmente a una señora que trabaja en un banco y que estaba embarazada. Escuchó cómo a esa mujer le decían ‘¿te sentís más liviana ahora que te sacamos el guacho?’. Mi padre había hecho una denuncia sobre la desaparición de mi madre, pero se la rompieron en la cara. A través de un amigo de la familia supimos que ella estuvo en Mansión Seré.” Aunque fue liberada luego de un mes, “nuestra familia se sintió siempre vigilada”, dijo Basualdo. Juana Ulloa, en aquella época, trabajaba en la Escuela Primaria N°113, “haciendo la comida para los chicos. Conocía y tenía algunos amigos que militaban. Pero no era su actividad”.

Como ya ha sucedido en audiencias pasadas, la Defensa objetó la incorporación de las declaraciones previas de la testigo. Por ello, Manuel Castro, el abogado defensor privado de José Juan Zyska y Ernesto Rafael Lynch, comenzó el interrogatorio de Basualdo preguntándole si se consideraba víctima de la última dictadura militar y pidiendo detalles sobre las secuelas del secuestro, la vigilancia y las “visitas” posteriores. Esta actitud de los abogados defensores fue una constante a lo largo de las audiencias: intervenir elevando el tono de voz, tutear a los sobrevivientes y hasta confundir sus nombres. Ya ha sucedido en este juicio que en la misma audiencia, como en esta, coinciden testimonios relatados por primera vez junto a otros que deben volver a revivir el dolor para ser oídos por defensores de bufetes privados cuya estrategia pareciera ser revictimizar y extender al infinito el proceso judicial que involucra a sus clientes alejando a los sobrevivientes de la justicia y la verdad.

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Finalizadas las dos declaraciones, la próxima audiencia de este juicio quedó programada para el 8 de julio a las 12 horas.

“Me voy a arrepentir toda la vida de no haber preguntado muchas cosas”

“Me voy a arrepentir toda la vida de no haber preguntado muchas cosas”

En una nueva audiencia del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad ejecutados en Mansión Seré y el circuito RIBA, declararon el nieto restituido Ezequiel Rochistein Tauro quien, siendo bebé, fue apropiado y criado por el imputado ya fallecido Juan Carlos Vázquez Sarmiento y la sobrina de uno de los imputados, Ernesto Rafael Lynch.

“Por muchos años no quise saber quién era. Me voy a arrepentir toda la vida de no haber preguntado muchas cosas, pero era abrir una caja de Pandora que no quería afrontar. Nunca pensé que podía ser hijo de desaparecidos”, dijo Ezequiel Rochistein Tauro, uno de los bebés robados durante la última dictadura cívico militar. Hijo biológico de los aún desaparecidos María Graciela Tauro y Jorge Daniel Rochistein, fue apropiado y criado por el imputado de esta causa Juan Carlos Vázquez Sarmiento y su entonces esposa Stella Maris Emaldi.

En la vigésimo cuarta audiencia por la megacausa Mansión Seré II y RIBA IV declararon cuatro testigos, de los cuales dos relataron sus infancias en entornos militares y de verdades a media. El testimonio de Rochistein Tauro se centró en el largo y difícil proceso de recuperar su identidad, restituida el 1 septiembre 2010, siendo el nieto recuperado N°102 por Abuelas de Plaza de Mayo. “Cuando yo decidí y quise avanzar sobre la verdad, él me fue dando información suelta, acomodando la realidad a su conveniencia. Yo esperaba tener una conversación en la que me dijera cómo había sido todo pero nunca lo hizo. Me costó mucho comenzar a llamarlo Vázquez Sarmiento. Por suerte ahora ya lo tengo bien asimilado. Perdí todo contacto con él en 2013”, relató el testigo, y remarcó la diferente relación que tiene con “la que al día de hoy considero mi madre, Stella Maris Emaldi, quien fue uno de los vértices por los que por muchos años no quise saber de mi identidad”, explicó.

En diálogo con ANCCOM el testigo mencionó que le hubiera gustado declarar cuando aún estaba vivo Vázquez Sarmiento, imputado que falleció en febrero de 2025 cuando cumplía la condena por su apropiación y era juzgado en este juicio por su accionar en la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA). “Yo esperé a que el Tribunal me convocara y a veces los tiempos judiciales no son los de las personas. Pero también, me hubiera gustado ir a verlo a la cárcel y darle la última oportunidad de que me dijera la verdad. Finalmente no pude. Cuando me contaron que él estaba grave me costó creer. En principio pensamos que era una estrategia de la defensa, pero en verdad estaba senil. Por ese mismo motivo, si yo hubiera ido a verlo al penal tampoco me hubiera dicho nada”, explicó el testigo. Una pregunta que sí pudo hacerle fue por la elección de su nombre. Resultó que Ezequiel era el nombre de guerra que utilizaba Vázquez Sarmiento.

Rochistein Tauro relató el momento en que, en diciembre de 2000, Vázquez Sarmiento recibió la citación a juicio por su apropiación: “Lo primero que leí fue ‘Vazquez Sarmiento y otros por delitos de sustracción de menores’. Pensé que lo estaban citando a él a declarar. Pero más abajo estaba mi nombre. Ahí quedé un poco impactado y comenzaron a cerrarme algunas cosas, en principio desconectadas”, aunque reconoce que no pudo afrontar su verdad hasta 2010. Para abril de 2001, fecha en que debía presentarse a declarar Vázquez Sarmiento, ya se había fugado, situación en la que permaneció por casi dos décadas.

En esos pocos meses (entre la recepción de la citación y la fecha en que debía presentarse), Vázquez Sarmiento comenzó a contarle a Ezequiel versiones diferentes de su origen. En una de ellas le afirmó “que era hijo de Graciela y que había nacido en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada). Me dijo que la había cuidado y que la salvó sacándola de contrabando. Se jactaba de ser de los pocos de RIBA que tenían nexo con la Armada e iban a ese centro clandestino. Me llegó a decir que Graciela estaba viva y que se la había cruzado en Madrid. A partir de sus relatos, estoy seguro de que fue él quien entregó a Francisco Gómez el bebé de Patricia Roisinblit, Guillermo Pérez Roisinblit”, rememoró el testigo. Agregó que una de las 13 denuncias que recibió Abuelas de Plaza de Mayo sobre su identidad fue realizada por Julio César Leston, cabo 1° de RIBA, también acusado en esta megacausa-. “Afirma que Guillermo Pérez Roisinblit fue entregado a (Francisco) Gómez como yo a Vázquez Sarmiento. Si Leston sabe algo más, me gustaría que me cuente”, dijo mirando al banquillo de acusados. Según lo que recuerda, Leston y Vázquez Sarmiento eran compañeros de promoción.

Rochistein Tauro, mencionó diferentes anécdotas sobre su apropiador con las que ilustró la personalidad militar. “Rotaba constantemente el auto y siempre andaba armado. Se jactaba de participar en la guerra contra la subversión y no ocultaba su vínculo con la represión ilegal. Incluso decía que tenía contacto con Emilio Eduardo Massera”.

Una anécdota familiar que siempre escuchó fue que Vázquez Sarmiento había sobrevivido a un tiroteo. Durante el proceso de conocer su identidad, el militar le contó el resto de la historia. “Quien casi lo mata en ese tiroteo fue Jorge Rochistein. Recuerdo que me dijo ‘tu viejo se rebancaba la tortura’ y que durante las sesiones, Jorge lo había reconocido”.

A pesar del pacto de silencio de su apropiador, Ezequiel pudo reconstruir información de sus padres. La pareja Tauro-Rochistein fue secuestrada el 15 de mayo de 1977 de su domicilio en Hurlingham. “Cuando mi abuela se enteró comenzó a hacer recorridos. Estaba convencida de haber visto el DNI de mi mamá en la Comisaría de Castelar. Ya en democracia, un compañero detenido en la ESMA, le comentó que el embarazo había llegado a término y que yo había nacido. Ahí me empezaron a buscar”. Por sobrevivientes, se sabe que Graciela Tauro estuvo en la Comisaría de Castelar y en Mansión Seré y que fue trasladada para parir a la ESMA. Aún se desconoce el paradero de los padres de Ezequiel, que nació algún día de 1977 y tiene 47 años: “Siempre digo creo, porque no sé cuando nací”, le dijo a la jueza Claudia Moreguese.

A pesar de la oposición por parte de las defensas, también declaró Noelia Raquel Lynch, sobrina por lado paterno del imputado Ernesto Rafael Lynch, exteniente de la 8° Brigada Aérea Mariano Moreno. La testigo nació en una familia de tradición militar en donde dice que era moneda corriente escuchar expresiones como “zurdos o judíos de mierda”, incluso dirigidas hacia ella. “Mi tío se cuidaba más en sus expresiones, pero en su casa siempre se escuchaba la expresión ‘la defensa de la causa’. Para uno en ese entonces no tenían mucho sentido esas palabras, pero luego las cosas empezaron a cuadrar”. Declaró haber dudado de su identidad “por las características de mi familia”.

Su testimonio estuvo plagado de recuerdos que ilustraron el abuso psicológico y sexual dentro de la familia Lynch, de la cual se alejó cuando tenía 16 años. Por su incomunicación con ellos quedó en shock cuando Manuel Barros, el abogado defensor de su tío, le dio la noticia de que su padre, Héctor Lynch, había fallecido en enero de este año. El comentario fue minutos después de que la testigo relatara escenas de abuso sexual infantil perpetradas por hombres de la familia. Conectados en la virtualidad, Barros y su defendido Lynch dialogaban fumando un cigarro durante la exposición de Noelia Lynch.

“Toda mi vida ha estado supeditada a la búsqueda de la verdad. Lo que relato son vivencias de una niña. A medida que me hice mayor y conocí la historia de nuestro país comencé a pensar que mi familia estaba involucrada. Pero no tenía ningún hecho concreto que lo justificara, salvo algunos relatos, que resultan verosímiles por los movimientos de mi familia”, expresó la testigo que se enteró por los medios de la elevación a juicio de la causa de su tío, hecho que le dio la certeza de que “no estaba loca como ellos me decían”.

Sobre su tío, Ernesto Rafael Lynch, recordó su participación en los levantamientos carapintadas (serie de sublevaciones militares ocurridas en la Argentina entre 1987 y 1990) y contó anécdotas que le permitieron pensar sobre su accionar ilegal dentro de las Fuerza Aérea. En una ocasión, sus padres fueron detenidos en Moreno por un grupo de camionetas y su madre señalaba que se habían salvado porque “tu tío reconoció a tu papá”. El relató coincide con las camionetas “Las Tres Marías” que utilizaba el Grupo de Tareas 12, cuyo mando se adjudica a Ernesto Rafael Lynch. Algo extraño también sucedió cuando desapareció un matrimonio del edificio donde vivían y la hija de la pareja quedó en su casa. La testigo recordó que por recomendación de su tío “para que quedara todo legal” devolvieron a la niña a sus abuelos mediante escribanía.

Gabriel Leston, hijo del imputado Julio Cesar Leston, fue citado a declarar por pedido del abogado defensor de su padre, Nicolas Aguilar. Le tomó más tiempo en el banquillo virtual la presentación de la causa y lectura de formalidades sobre sus derechos por parte de la jueza, que su escueta declaración en la que desmintió la del sobreviviente Norberto Urso, quien había declarado que su encuentro con Leston fue concretado a través de una llamada atendida por su hijo Gabriel Leston, lo cual fue desmentido por el declarante finalizando su presentación.

La última declaración de la audiencia fue la de Roberto José Estrampres, que junto a otros dos amigos, José Francisco Quevedo y Noemí Graciela Colombo, fueron secuestrados el 13 de mayo de 1977 por estar haciendo música en las inmediaciones del centro clandestino Mansión Seré. “Un grupo de personas salió y nos llamó. Cuando estábamos cerca sacaron armas largas y nos metieron en la casa. Nos separan de Graciela, a quien subieron por una escalera”. Fueron liberados pasadas algunas horas y trasladados en el baúl de un auto hasta las cercanías de la Brigada Aérea de Morón. Sin embargo, al día siguiente, personas vestidas de civil allanaron su casa: “Por suerte no estaba ese día. Pero a Graciela la volvieron a llevar, en esa ocasión a la Comisaría de Castelar”, relató Estrampres, sobre su amiga que fue liberada nuevamente luego de 5 días de detención ilegal.

Con este cuatro testimonio finalizó la vigésimo cuarta audiencia de esta megacausa que nuclea 130 casos de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar en diversos centros clandestinos de detención del oeste del conurbano bonaerense. La próxima audiencia de este juicio quedó programada para el martes 24 a las 9 horas en modalidad virtual.

«A mi marido le dolía recordar»

«A mi marido le dolía recordar»

En una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad ocurridos en el centro clandestino Mansión Seré y en el circuito RIBA, declararon un sobreviviente y la mujer de un secuestrado.

“¡¿Pero vos entendes pendejo que te podemos matar y no se entera nadie?!”, relató Gustavo Daniel Romano, sobreviviente del excentro clandestino Mansión Seré, sobre el simulacro de juicio que debió padecer mientras padeció su secuestro. ”Me llevaron a una habitación donde éramos varias personas y me dieron tres opciones de lo que podrían hacer conmigo: matarme, hacerme pagar una culpa que al día de hoy desconozco, o liberarme. Yo les dije taxativamente que me liberen”, relató el primer declarante de la audiencia número 23 por la causa 4.118, conocida como Mansión Seré IV y RIBA II. Romano declaró en dos oportunidades anteriores, en el juicio a las Juntas Militares de 1985 y en el año 2009. Este martes volvió a relatar con un testimonio rápido, detallado y preciso, casi sin atisbos de dolor, los padecimientos provocados por la privación ilegítima de su libertad.

El testigo había sido secuestrado con 18 años, el 5 de octubre de 1977, de su domicilio en Boedo: “Mi casa era un lugar de encuentro, nos dedicamos a la actividad social”, dijo el militante de la Juventud Peronista. Recordó el ingreso violento de cuatro civiles portando armas largas, que preguntaban por él. “Me dijeron que me iban a llevar pero sin especificar ningún motivo. Me vendaron los ojos y me pusieron en la parte de atrás de un auto. Luego de un largo viaje, me subieron por una escalera y me tiraron en una cama, y alguien caminó por arriba de mi espalda”. Sobre las torturas explicó, de manera general, que solían ser con electricidad.

“Nuestro oído estaba agudizado, a lo que nosotros dábamos importancia que era la llegada de La Patota, antesala de una nueva sesión de tortura. Había mucha diferencia entre quienes nos cuidaban y La Patota”, relató el sobreviviente. Sobre la estancia en la mansión del terror recordó la comida “de olla” una vez por día, la falta de higiene y la imposibilidad de ir al baño: “Me bañaron una sola vez con una manguera”, dijo. Compartió lugar de encierro con Alejandro Astiz y luego con Juan Carlos Brid. En relación a Brid, recordó que “habíamos acordado que el primero en salir iría a la casa del otro para avisar que estábamos vivos. Al momento de mi liberación, yo no tenía mis zapatillas y solo estaban los zapatos de Juan Carlos. Me los llevé puestos”.

Para su liberación, Romano, fue trasladado a la comisaría de Haedo en el baúl de un auto. “Me metieron en un calabozo, que al recordarlo ahora me genera claustrofobia, pero en ese momento estaba feliz porque significaba volver a la vida. Allí un policía me tomó los datos y tuve visitas de familiares, incluso ellos me vinieron a saludar: ‘Chau Romano, portate bien’, me dijeron. Estuve dos meses allí y luego en la cárcel de La Plata, hasta que me liberaron por un decreto del Poder Ejecutivo. Con el tiempo rehice mi vida, voy camino al medio siglo de aquello”, finalizó su declaración el sobreviviente.

La segunda declaración de la audiencia fue la de María Alejandra Hernández, testigo del secuestro de su esposo Gustavo Mensi. “Lo secuestraron el 23 de noviembre de 1977, yo tenía 21 años y él 22.”, relató Hernández.

Sobre la noche del secuestro, recordó que varias personas primero pasaron por la casa de sus suegros, donde Mensi había vivido hasta antes de casarse. “Luego fueron a nuestra casa, tocaron el timbre, mi marido se despertó y fue a abrir. No lo volví a ver por un mes”, expresó la testigo angustiada por la reminiscencia de los hechos. “Una vecina luego de muchos años, nos contó que había visto como a Gustavo lo subían a una camioneta blanca, en la que había más de cuatro personas, que eran las que habían ingresado en la casa vestidos de verde. Los que entraron, comenzaron a revolver, me pedían las libretas de teléfono y me preguntaban por antiguos compañeros de militancia que mi marido había conocido en el secundario. Yo tuve lo mío en Devoto, pero ambos dejamos la política en 1975”. En la habitación, contemplando el interrogatorio a su madre, estaba el hijo del matrimonio, Pablo Mensi, de un año y medio. “Por esas cosas raras del destino no me llevaron a mí, ni a mi hijo”, argumentó la testigo.

Durante el mes de secuestro de Mensi, Hernández realizó averiguaciones de todo tipo para encontrarlo, así le llegaron a confirmar que “se lo habían llevado los de aviación”. Tuvo incluso un encuentro con el Vicealmirante de la Marina, Rubén Chamorro. “Ellos sabían todo sobre nosotros, mi militancia en Devoto y la de Gustavo. Me dijeron ‘podría haber sido usted también´. Se sentían todopoderosos”, relató la testigo.

“El 22 de diciembre de 1977, cuando volvíamos con mi hijo del jardín, lo encontramos sentado afuera de la casa. Lo habían dejado en la zona de San Martín, en las vías del tren, con unas monedas que usó para tomarse un colectivo que llegaba a la casa de sus padres. Estaba extremadamente flaco, con la misma ropa que se había ido”. Pese al paso del tiempo su marido habló muy poco del tema. “Le dolía recordar”, dijo, pero algunas de las vivencias que alguna vez él le contó fueron reproducidas por Hernández en su declaración: “Gustavo supo que había llegado a la Mansión por las declaraciones de un antiguo compañero de militancia a quien habían torturado hasta matar. Ese era su mayor miedo”. También le contó que se había dado cuenta que “en las sesiones de torturas ellos tenían unas fichas y cuando se equivocaba le volvían a golpear, como si supieran todas las respuestas”, añadió en su declaración.

Para finalizar su testimonio, Hernández relató las secuelas posteriores que afrontó la familia, como la enfermedad de su suegra o las pesadillas recurrentes de su hijo, presente en el momento del secuestro. “Cuando abrió la CONADEP fuimos a hacer la denuncia, pero había tanta gente que Gustavo no pudo hacerlo, teníamos mucho miedo. Por lo mismo, durante varios años no tuvimos DNI: no podíamos pisar una comisaría o un juzgado”.

Luego de una audiencia dinámica, los inconvenientes se sucedieron cuando la jueza y presidenta del Tribunal Federal Ora N 5l, María Claudia Morgese, comenzó a leer a la testigo parte de una declaración previa. A esto se opusieron el defensor oficial Leonardo Miño, quien suele repetir los destratos hacia la magistrada, y el abogado defensor Mauricio Castro, quien manifestó su adhesión al pedido de no lectura aludiendo a que la jueza estaba “ejerciendo una actividad propia de la acusación que no se corresponde con la imparcialidad por la que debe velar este tribunal”. Por su parte, el fiscal Félix Crous, con la adhesión de las querellas, manifestó que la declaración de Hernández debería incorporarse al juicio: “No tengo objeción de que se lea la declaración que ya debería estar incorporada” y recordó que esto no sucedió por la oposición de los abogados defensores. Al respecto, volvió a pedir al tribunal que revise los motivos de las objeciones de la defensa para evitar “escenarios en que las personas deben exhibir su dolor, y aún con gratitud de estar frente al sistema judicial para hacer justicia. Sé que algunos disfrutan con el dolor ajeno, para eso hay un significante: sadismo”, concluyó. Luego de los ida y vuelta generados, la jueza cerró de manera directa la audiencia recordándole al defensor oficial Miño que, si así lo consideraba, podía elevar una petición sobre su accionar como magistrada.

 

La próxima audiencia de este juicio será el martes 17 de junio, y se adelantaron cómo próximas fechas el 24 del mismo mes y el 8 de julio.

Un encuentro con el diablo

Un encuentro con el diablo

En una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad en la Mansión Seré, Norberto Urso, sobreviviente de ese centro clandestino de la dictadura, relató su reunión con el imputado Julio César Leston en 2009. Otro testigo mencionó la complicidad empresarial con los represores.

“Nos encontramos en Morón. Le pregunté por temas sobre los que él ya había declarado y otras cosas que yo ya conocía”, dijo Norberto Pedro Urso, sobreviviente del centro clandestino ubicado en la antigua casona de la quinta Mansión Seré, en relación a su reunión con uno de los imputados: Julio César Leston. Urso fue el primer testigo en declarar en la nueva audiencia por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II de este martes 27 de mayo.

Mientras Urso trabajó en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, tuvo acceso al testimonio de Leston en la causa Roisinblit. “Noté que tenía intenciones de hablar porque luego de su primera declaración decidió ampliar su testimonio. Por eso en 2009, lo contacté”, explicó el autor del libro Mansión Seré, un vuelo hacia el horror. “Encontré su número en la guía telefónica, me contacté con la abogada Julieta Paradela, que hizo de intermediaria y logró una cita en su estudio jurídico”. Se reunieron solo una vez, porque Leston nunca asistió a un segundo encuentro.

El testigo sentado en un pequeño escritorio frente a la jueza María Claudia Morgese informó que tenía allí mismo diez páginas de transcripción de su puño y letra de la conversación. Explicó que dicho material nunca fue incorporado de manera completa a ninguna causa judicial anterior por su miedo de incurrir en falso testimonio al citar, sin tener como constatar, lo que le relató Leston: “En otros tramos de la causa de Mansión Seré no di cuenta de la conversación porque Leston no estaba imputado”. El tribunal determinará la pertinencia de la incorporación del material aportado.“Leston me comentó que había una comunidad operativa y que a su cargo estaba el Comodoro [Julio César] Santuccione, y luego en orden de jerarquía estaban los oficiales [Mario] Rulli, Basilio, [Juan Carlos] Herrera y Acosta. Sobre Herrera, exteniente de la 1° Base Aérea del Palomar, Leston le había dicho que “estaba permanentemente en Seré y era violador”. En aquella conversación, Leston también se había referido a José Juan Zyska, excabo 1° de la Brigada del Palomar, como alguien que “periódicamente iba a RIBA” y sobre Juan Carlos Vázquez Sarmiento como “una mala persona”.

Sobre otras informaciones referidas por el actual imputado, el sobreviviente recordó: “Me contó sobre una casa operativa en Paso del Rey, a 150 metros de la ruta sobre la lateral del Río Reconquista, que fue apropiada a un desaparecido y a donde llevaban el botín robado de menor valor. Lo más valioso iba a la caja fuerte de RIBA. También que cuando alguien fallecía mientras era interrogado y torturado, en muchos casos, eran inhumados dentro del predio. De motus propio me habló de Zoraida Martín, sobre quien había recibido la orden de vigilar, y lo hizo durante un tiempo largo”. Esta información fue confirmada por Urso con Zoraida personalmente, hecho que en este juicio fue relatado por su hermana, Adriana Martín, en audiencias pasadas. El testigo también dijo que Leston se refirió a Víctor Carranza como alguien que “estaba en RIBA y participaba siempre de los allanamientos. Era un hombre petiso, morocho y morrudo”, imagen que coincidía con su recuerdo del hombre que participó en el momento de su secuestro el 23 de noviembre de 1977. Aquella persona que “apuntaba con una escopeta recortada a mi mamá mientras que Daniel Scali y Mario Rulli me interrogaban por algunos nombres. Me preguntaron por ‘el Tano’, a quien dije no conocer y me pusieron la pistola en la cabeza. Rulli trajo a Jorge ‘el Tanito’ Infantino, a quien yo sí conocía del Centro de Estudiantes del Colegio Secundario N° 13. Me pusieron un pullover en el rostro y me subieron a una camioneta”, relató el sobreviviente, agregando que por la forma en que fue atado pudo ver “que la calle estaba cortada, en un operativo de 20 o 25 personas. A mi casa entraron unas 15, que dieron vuelta todo”. Durante el viaje dieron muchas vueltas para finalmente llegar a la casa de Claudio Tamburrini. “De esto me enteré después. Él había ido al mismo colegio que yo pero no éramos muy conocidos en ese momento. Un par de autos se quedaron esperando a Tamburrini y a mí me llevaron directamente a la mansión”.

Sobre su estadía en el centro clandestino, Urso rememoró la violencia física y psicológica que vivió personalmente y de las que fue testigo, y la convivencia con otros detenidos como Tamburrini y Saverio Chinquemani. Identificó momentos donde pudo reconocer la presencia de la Fuerza Aérea en el lugar y cuando oyó por la radio “Palomar – Atila. Palomar – Atila”, imitó el sobreviviente. “El 14 de diciembre de 1977 dijeron que me iban a liberar. Me hicieron bañar y afeitar mientras desde la puerta un señor me apuntaba con un arma y me decía ‘con esta te mato esta noche’. En el almuerzo les deje la comida a mis compañeros, porque ya no la necesitaba: me liberaban o me mataban. Finalmente, me subieron a una camioneta con dos chicas que estaban en la habitación de enfrente, desde la que escuchábamos gritos cuando eran violadas, y un hombre mayor que nunca pude saber quién era. En Lugano las bajaron a ellas y a mí me sacaron la venda y las esposas. Llegando a General Paz y Rivadavia, me bajaron con la orden de que contara hasta 100 sin mirar hacia atrás porque sino me mataban”, finalizó su declaración.

El abogado que en esta audiencia representó a la querella de la Asociación Civil, Moreno por la Memoria, Sergio Gómez, en diálogo con ANCCOM, explicó: “Sería importante que se incorpore a la causa como nueva prueba la transcripción de la conversación entre Leston y Urso porque contiene afirmaciones autoincriminatorias del imputado, además de dar cuenta del procedimiento de vigilancia y persecución posterior para garantizar impunidad. La información involucra al resto de los imputados y podría comprometer de manera más directa a Leston”.

En relación a la puesta en duda por la Defensa sobre la veracidad de la información presentada por Norberto Urso, el abogado agregó: “No deja de ser un aporte de un testigo en el marco de su declaración testimonial bajo juramento de decir verdad, lo que ya de por sí tiene su propio valor como prueba. Seguramente, la defensa del imputado intentará descartarla o desbaratarla en su valor probatorio, como todo el resto de la prueba producida hasta ahora, pero serán los jueces quienes determinarán el grado de importancia de la pieza para la dilucidación de la verdad”.

Las Tres Marías

A continuación, Elba Rodriguez prestó declaración como testigo de contexto por haber sido Directora del Centro Educativo Secundario N °49 (CENS) del cual fueron secuestrados dos profesores que dictaban clases de matemáticas e historia respectivamente: Alejandro Miceli y Aldo Ameigeiras, quienes declararon en las primeras audiencias del juicio. Rodríguez detalló situaciones en las que los militares hacían investigación sobre alumnos y profesores cuando el Centro aún funcionaba en la Escuela Primaria N° 4. Relató que solían aparecer las camionetas de la Fuerza Aérea conocidas como Las Tres Marías: “Se presentaban en Dirección y comenzaban a recorrer las aulas, revisaban los papeles y preguntaban nombres”, sostuvo y agregó que en una oportunidad recibió una citación redactada por la Comisaría de Moreno para presentarse en la 8° Brigada Aérea Mariano Moreno. Allí debió llevar una lista de los profesores y de los objetivos de la escuela. “Preparé esas dos listas y me presenté sola en la Brigada. En la entrada mostré la citación y me atendió un capitán. Debí volver en una segunda oportunidad, donde me atendió el mayor López -el jefe de Inteligencia-. Más que averiguar algo nuevo, estaba haciendo una exposición de lo que ellos ya sabían sobre la escuela”. Desde la misma Brigada recibió la orden de reunir a alumnos y profesores. “Nos dieron una charla para explicar qué era lo que ellos estaban haciendo, cuál era su misión: la vigilancia, cuidar el orden, discurso contra la subversión y la guerrilla”, rememoró.

Luego de sus visitas a la Brigada, cuando el CENS se había mudado al colegio San José de la parroquia de Moreno a cargo del sacerdote José “Pepe” Piguillem, “algunos miembros de las fuerzas se inscribieron en la escuela. Durante un tiempo, sospeché de uno de ellos porque me pareció raro que en el aula quisiera sacar fotos de las clases, del profesor y los alumnos. Luego de eso, fueron secuestrados Ameigeiras y Micieli”, relató la exdirectora.

«Los aeronáuticos se reunían una vez por semana con los jefes de personal de empresas de la zona, y los jefes les decían a qué empleados querían que desaparecieran”, describió Milstein.

“A usted lo quieren ver embalsamado en plomo”

Por último declaró el sobreviviente Rubén Wladimir Milstein, quien fue secuestrado por su actividad sindical el 24 de marzo de 1977 a las 11 de la mañana de la fábrica CIDEC (Compañía Industrial del Cuero) donde era mecánico de mantenimiento. El jefe de personal y el gerente de recursos humanos habían presentado una falsa denuncia que fue la excusa para su detención. “Estuve 35 días en un cuartito que solo se entraba sentado y creo haber comido dos veces. Me secuestró la Fuerza Aérea y me llevaron a Mansión Seré” y afirmó que reconoció a los aeronáuticos por el escudo de la fuerza en las camionetas de característico color azulado. Sobre aquel conflicto salarial explicó que “por el plan económico de Martínez de Hoz habíamos perdido la mitad del poder adquisitivo. Encabezamos una lucha y salimos ganadores. Pero a algunos jefes no les gustó y quisieron poner otra vez ‘las cosas en su lugar’. Se dieron despidos, mi secuestro y el de otro joven”, declaró el sobreviviente que en ese entonces era militante del Partido Comunista. Milstein miraba constantemente hacia el lado de los abogados defensores y los imputados presentes en la sala de audiencias: “No solo se robaron todo de las casas en que secuestraban. Tuvieron que matar a miles, hacían fuego y quemaban los cuerpos solo por pensar distinto y querer un país mejor”. También, relató dos conversaciones que tuvo con Santuccione, comodoro de la Fuerza Aérea: una antes de su secuestro para hablar sobre el tipo de reclamo que llevaban a cabo, y otra luego de haber sido detenido. En esa ocasión, el comodoro le confirmó que los aeronáuticos “se reunían una vez por semana con los jefes de personal de empresas de la zona, y los jefes les decían a qué empleados querían que desaparecieran”, y agregó que el vicecomodoro Alejandro Lazo le dijo “a usted lo quieren ver embalsamado en plomo y tirado en una zanja por pedir aumento de sueldo”.

Milstein fue liberado el 27 de abril de 1977, en la Avenida Pedro Diaz, desde donde se tomó un colectivo hacia la fábrica. “Un compañero me llevó a la casa de mi suegros donde estaba mi esposa”. Se tuvieron que mudar siete veces ese año y en su nuevo trabajo duro solo 15 días porque lo volvieron a buscar pero no lo encontraron: “No me arriesgue a que me encuentren porque sabía lo que me iba a pasar. Tuvimos que buscar otro lugar para irnos a vivir. Mi esposa no quería irse al exterior porque somos argentinos, nos queríamos quedar, aportar para que nuestro país cambiara. Y eso fue lo que hicimos”, finalizó su declaración.

 

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La próxima audiencia quedó programada para el 10 de junio al mediodía ya que los martes el Tribunal 5° de San Martín estará abocado a la causa de Campo de Mayo, acortando el tiempo para las audiencias de este proceso judicial.

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Un juicio de lesa humanidad víctima del ajuste

Un juicio de lesa humanidad víctima del ajuste

En la audiencia de Mansión Seré IV y RIBA II no estuvo la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a causa de los despidos y el recorte del gobierno libertario. Testimonios sobre el antisemitismo de los represores y el desarraigo del exilio.

Los recortes en materia de derechos humanos del actual gobierno llegó a la megacausa  Mansión Seré IV y RIBA II. La vigésima primera audiencia de este juicio comenzó con el una solicitud presentada por Daniel Dinuchi, último abogado que representó la querella oficial hacia el tribunal para que intime a la Secretaría de Derechos Humanos a dar respuestas por la ausencia de letrados representantes.

Durante el desarrollo del juicio se perdieron ya la querella de Mariana Eva Pérez y de Abuelas de Plaza de Mayor por el caso del nieto apropiado Guillermo Pérez Roisinblit tras el fallecimiento del imputado Juan Carlos Vazquez Sarmiento. Si la querella nacional deja de estar presente solo quedarían la Secretaría de Derechos Humanos de Provincia de Buenos Aires y la Asociación Civil Moreno por la Memoria. La abogada Clarisa Góngora representante de la Asociación aseguró que: “Es preocupante la constante desvinculación de letrados de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que exterioriza un modus operandi por parte del Estado, un abandono intencional. La política de desfinanciamiento en materia forma parte de un plan sistemático de negacionismo y vaciamiento de la memoria en nuestro pueblo. Y obviamente afecta en la tramitación de los juicios de lesa humanidad, los tiempos y las dinámicas del proceso. Nos preocupa pero también nos ocupan las políticas de memoria, verdad y justicia”.

El primer testigo en declarar fue Osvaldo Antonio López, postergado desde audiencias anteriores. Prestó servicio en la 8° Brigada Aérea Mariano Moreno, donde trabajaba como cabo de fuerza en mecánica, y conoció al exteniente Ernesto Rafael Lynch, imputado en la causa. Hasta diciembre de 2024 se desempeñó como coordinador en el “Espacio de Memoria excentro Clandestino Virrey Cevallos” -del que es sobreviviente- hasta que fue dado de baja también por las políticas de recorte del actual gobierno nacional.

Durante su declaración, detalló el período de cambio en que la Brigada dejó de ser una Base Aérea Civil y se transformó en la 8° Brigada Aérea. “Se empezaba a estructurar la seguridad y el perímetro alrededor de la base. Era un reacomodo lento, se construyeron grandes estructuras, entre ellas, la torre de control”, relató López. También aclaró que comenzaba a formarse la estructura de personal, con sus jerarquías y mandos, y recordó los nombres de la mayoría de los que conoció en sus años de servicio entre 1972 y 1977.

Abocado a la Base Aérea desde años previos al Golpe de Estado, el testigo detalló que en el año 1977 comenzó el armado de un grupo paramilitar que operaba por fuera de la Brigada y dependía de la División de Inteligencia: “Se habían incorporado dos autos civiles de un secuestro, con los que operaban junto a las tres camionetas azules, que hasta entonces utilizaban los soldados de la compañía militar para hacer rondines, pero luego se hizo una compañía aparte que tenían tareas específicas. En ese momento creo que se hizo cargo el Teniente Lynch con dos suboficiales. El recorrido incluía varias comisarías, la Comisaría 1° de Moreno, la Comisaría de Paso del Rey y otra que en ese momento todavía era una dependencia policial” con las que relató que solía haber conflictos porque los aeronáuticos tenían preponderancia sobre el personal policial. Relató que el trabajo que realizaba la División de Inteligencia fue en aumento y que todas dependían del Grupo de Tareas 100.

Al igual que testigos de audiencias anteriores, el exconscripto recordó situaciones de violencia vividas, desde el secuestro y despidos arbitrarios de compañeros mecánicos, hasta los “corrillos” que se generaban entre el personal y que hacían conocer al personal el accionar ilegal: “Dos cabos llevados a hacer guardia a Mansión Seré volvieron espantados y comentaron que allí había personal de la Brigada del Palomar y que operaba el Grupo de Tareas 100. También, me encontré con un cabo que estaba preparando un auto para, según me dijo, llevar a “Panchito” – Mario Valerio Sánchez- a Entre Ríos y luego se comentó que en una de las recorridas habían visto a la mujer -María Margarita “Coca” Miguens- en la Comisaria 1° de Moreno” -dijo López y agregó que- “Otro comentario de los soldados era que un oficial había traído a la Brigada a una mujer joven para violarla”, aludiendo a este hecho también detallado en la audiencia anterior por otro exconscripto.

Cuando la Aeronáutica conoció la militancia que tenía López, desde 1974 en PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), fue secuestrado: “Me esperaron en San Miguel, me interceptaron y pude ver al mayor López -jefe de Inteligencia-  a unos 20 metros, viendo todo. Ahí no tuve dudas de que era la Fuerza Aérea la que me llevaba. Me trasladaron a una zona de Morón que no logré identificar, ahí me torturaron toda la noche y a la madrugada me trasladaron a lo que después conocí que era la casona de Virrey Cevallos”. Allí estuvo detenido una semana hasta que logró escapar pero tras las amenazas que recibió su familia decidió volver y entregarse: “Me hicieron un Consejo de Guerra en Morón, y me condenaron a 24 años de prisión. Estuve hasta 1987, que logré salir porque apelé la sentencia a la Corte Interamericana y anularon la causa por falta de sostén jurídico”, sostuvo López.

Fue por las investigaciones que se realizaron desde el espacio Virrey Cevallos, que identificó a Juan Manuel Taboada, que tenía responsabilidad en RIBA -Regional de Inteligencia de Buenos Aires- como quien dirigió su secuestro. Según López, “RIBA era el órgano mayor de inteligencia, inmediatamente después de la jefatura de Inteligencia. Centralizaba toda la información de las unidades militares y operaba con la Policía Federal, que estaba a cargo de Virrey Cevallos. Físicamente la RIBA estaba en Morón, en las calles Buenos Aires y San Martín, en dos casas que compraron y unieron. Yo siempre tuve la duda, de si el primer lugar al que me llevaron no fue ahí”.

La revictimización como estrategia de la defensa

Una sobreviviente y un testigo, se tuvieron que volver a presentar a declarar en el marco de este juicio, por la negativa de la defensa de incorporar las declaraciones previas por regla práctica. Esta estrategia, la aplicaron a lo largo de todo el  juicio, no sin provocar roces con las otras partes.

Mauricio Castro, defensor particular de los imputados José Juan Zyska y Ernesto Rafael Lynch, argumentó que “solo nos hemos opuesto a la incorporación por escrito de los testimonios que fueron invocados por las distintas partes acusatorias para sostener lo que ellos entienden como elementos de pruebas de las acusaciones. Y dado que esas declaraciones fueron prestadas sin la intervención de estos defensores, creemos que tenemos derecho a escuchar y contrarrestar la prueba”. Criticó a la fiscalía por endilgarles que solicitan los testimonios pero luego no les hacen preguntas: “Si el testigo no aclara o no se acuerda de algo durante su relato, será cuestión de la fiscalía decidir si introduce o no declaraciones previas para retomar esa información. No nos puede obligar a nosotros como defensa a indagar e incentivar al testigo sin que haya declarado o al menos sin que antes haya mencionado a los imputados”.

Luis Alejandro Etchenique, declaró como testigo del secuestro de su hermana mayor Nora, y de su padre, Horacio Alejandro, el 1º de abril de 1977 en Ramos Mejía. Relató lo vivido con muchas dificultades y muy consternado, por rememorar los recuerdos y por la pérdida prematura de su familia, que “fueron los más perjudicados”. El testigo tuvo un cruce con los abogados defensores que argumentaron estar buscando “las pruebas objetivas que surgen del debate”, y a quienes reclamó: “El imputado tiene el derecho a la defensa que mi hermana y mi padre no tuvieron”.

En relación al momento del secuestro, Etchenique relató que “entraron uniformados y dijeron que venían a buscar a mi hermana. A ella le dijeron que se la iban a llevar. Y ella le pedía a los gritos a mi papá que no la deje sola”. Nora Etchenique era estudiante de Medicina y militante de la Federación Juvenil Comunista, y su padre, dirigente del Partido Comunista. “En mi casa había literatura marxista, y la ideología era censurada en esa época por estas personas que ostentaban el poder y que desconocían lo que es un estado de derecho y la libertad de opinión”. Sobre los padecimientos que le relató su hermana explicó: “Además de ser violada y padecido un aborto cuando fue liberada, tuvo fuertes secuelas psicológicas y sufrió constante amedrentamiento y acoso posterior. Recuerdo que tocaban el timbre o llamaban y preguntaban por Norita, que era el nombre que los secuestradores le habían puesto en Mansión Seré”.

Además, el testigo volvió a mencionar el antiseminitsmo de los aeronáuticos, que secuestraron a Eduardo Salem, amigo suyo, quien en el momento del allanamiento ilegal estaba llegando a la casa de los Etchenique: “Llevaba puesta una campera de un viaje de intercambio que había hecho a Israel, y cuando dijo que venía a la casa de mi familia, se lo llevaron. Luego de ser liberado, se comunicó a mi casa y avisó que mi hermana estaba viva”. A pesar de la congoja el testigo terminó su declaración diciendo que “en memoria de mi familia, muchas gracias”.

Alejandra Tadei, sobreviviente que declaró por cuarta vez su secuestro y privación de la libertad en Mansión Seré, lo hizo ordenadamente y sin quebrarse, “40 años después seguimos declarando”, explicando que su primera declaración la hizo en el Juicio a las Juntas.

Tadei fue secuestrada el 13 de octubre de 1977 con 17 años, desde el domicilio en Barrio Norte, Capital Federal: “La patota me esperó en el palier del edificio, pero ya habían entrado abruptamente a mi casa, a los gritos, buscándome y habían encerrado a mi mamá y mi hermana. Cuando llegué, me enfrentaron con un muchacho y me preguntaron si lo conocía. Yo no lo reconocí, estaba muy demacrado, pero él sí dijo conocerme. Me sacaron del departamento y me metieron en un Falcon. Me empezaron a manosear. Al llegar a un lugar, bajamos del auto, noté pasto. Nos metieron en una casa. Con los días identifiqué que era Mansión Seré porque me sacaba la venda para hacer tareas domésticas que yo les pedía porque estar todo el día esposada era un martirio”. Allí sufrió interrogatorios, torturas y simulacros de fusilamiento: “Era muy marcado el odio contra los judíos en los interrogatorios, siempre empezaban preguntándome si era judíao o católica”.

Relató la sobreviviente que a la semana “me dijeron que si comprobaban que yo no tenía nada que ver me iban a largar. Esos eran los términos que ellos utilizaban. Me liberaron un viernes, junto a otra chica que estaba detenida conmigo, Patricia Dorrego, y un hombre. Me dejaron a una cuadra y media de mi casa, vendada. Con el tiempo supe quién era el hombre que me señaló. Era Carlos García. Yo lo conocía pero en ese momento estaba desfigurado”.

La última declaración programada para la audiencia era la de Horacio Silvio Fleischman, sobreviviente que declaró por primera vez, desde Estados Unidos, donde se refugió. Por pedido de la fiscalía se escuchó luego el testimonio de su esposa, Ana Maria Charving de Flischman, que completó los agujeros negros del relato de su esposo.

El sobreviviente, secuestrado el 23 de mayo de 1977 cuando se desplazaba en su automóvil en Moreno, relató: “Me detuvo un operativo masivo de patrulleros de la Fuerza Aérea. Me esposaron, encapucharon y en mi auto me llevaron a la comisaría de Moreno. Varios vecinos vieron la situación. Allí había una habitación enorme con muchísima gente detenida, algunos en muy malas condiciones”. Fue trasladado simultáneamente a otros centros clandestinos, pero siempre regresaba a la Comisaría 1° de Moreno.

En la Comisaría de Francisco Alvarez lo reconocieron, era médico y durante un tiempo había sido director del hospital Mariano y Luciano de la Vega, de Moreno. “Uno de los policías me ofreció contactar a mi familia, tenía que darle una notita. Se ve que fue descubierta porque como reprimenda me dieron una golpiza y me llevaron a otro lugar, donde no me dieron ni agua ni comida por días. Era desesperante”. Finalmente fue legalizado y trasladado al penal de La Plata como preso político. Su esposa relató que “recién a los tres meses lo vi de vuelta, exactamente con la misma ropa con la que se había ido a trabajar aquel día, pero era otra persona. Estaba delgado y afeitado del día anterior, que para él era estar en buenas condiciones. Pero estaba irreconocible. Dos años, un mes y 18 días lo fui a ver todas las semanas al penal. Iba con el bebé y a mi otra hija le decía que su papá estaba en un trabajo del que no podía salir”.

Durante su declaración, la mujer hizo hincapié en las múltiples dependencias que visitó y las peripecias realizadas para intentar conocer el paradero de su esposo, a pesar de las advertencias recibidas: “Me decían que me quede quieta y cuide a mis hijos. Mi familia tenía miedo de que me desaparecieran a mí también. Fui a hacer un habeas corpus, el abogado me hizo firmar papeles y me dijo que volviera a retirarlos en dos días. Cuando volví lo habían desaparecido. No sé quién era. No lo volví a ver nunca más”.

Fue un familiar desde Estados Unidos quien logró que la Embajada de ese país diera a la familia asilo político. Charving explicó que fue por la utilidad de sus profesiones y luego de comprobar que no pertenecían a ninguna “institución o comunidad política”. Viajaron a Brasil en un colectivo de turistas, y el sobreviviente relató las minuciosas indicaciones que recibió de la Embajada para llegar con éxito a destino, desde cómo cruzar el control policial fronterizo hasta en qué asiento sentarse durante el viaje. En Río de Janeiro fue recibido por la ONU donde fue entrevistado sobre lo que había visto y vivido en los centros clandestinos. “Me dieron un documento de refugiado de las Naciones Unidas. Había perdido mi nacionalidad, mi trabajo, mi profesión, estaba en el aire”, expresó Fleischman. Luego de dos meses pudieron llegar a Estados Unidos. Su esposa, se refirió al mismo sentimiento: “Me desarraigué de todo, pero estábamos vivos y muchos otros no. Yo quiero transmitir lo que madres y esposas que perdieron a los suyos no pueden hacer”.

“No sé si las cosas horribles que sucedieron en argentina podrán ser descifradas completamente -relató el sobreviviente en su primera declaración 48 años después de lo vivido y comparó lo sucedido en el país con el Holocausto, cuya verdad y sobrevivientes comenzaron a hablar muchos años después-.No es simple hablar”. Y recordó que en el penal de La Plata alguien le dijo que lo suyo había sido un caso de antisemitismo.

 En relación a las próximas audiencias, Clarisa Góngora, mencionó a ANCCOM que de los testigos propuestos por Moreno por la Memoria quedan aún cuatro declaraciones. Sin embargo resaltó la posibilidad de que vuelva a ocurrir una situación similar a la audiencia de la fecha, que por “la dinámica del juicio se incorporen nuevas declaraciones». Estimamos que se va a seguir en esta etapa de declaraciones y presentaciones durante el año en curso”.

 

La próxima audiencia está programada para el 27 de mayo de manera presencial en el 5° Tribunal Federal de San Martín, Pueyrredón 3510, Buenos Aires.