Los represores siguen en silencio

Los represores siguen en silencio

Había gran expectativa en torno a la novena audiencia del juicio por la desaparición de José Manuel Pérez Rojo y Patricia Roisinblit, en la que se encuentran imputados Omar Rubens Graffigna, Luis Trillo y Francisco Gómez, apropiador del hijo menor de la pareja. Los abogados de la defensa habían manifestado en el último encuentro que sus clientes declararían hoy -29 de junio- luego de haberse negado a hacerlo en la primera instancia. El lunes pasado -en el marco de la inspección ocular a la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) a la que asistieron tanto los acusados como las querellas- el presidente del Tribunal, Alfredo Ruiz Paz, confirmó que hoy se daría lugar a sus testimonios, luego de que declarara el último testigo de la causa, el actual director general de inteligencia de la Fuerza Aérea, Hugo Eduardo Schaub.

Las preguntas que las querellas tenían preparadas para el comodoro mayor Schaub tenían el objetivo de dilucidar las funciones que Gómez llevó a cabo como personal civil de inteligencia en la RIBA. La estrategia de la defensa es demostrar que su labor tenía que ver con actividades de maestranza y por lo tanto no habría estado involucrado en la detención clandestina y posterior desaparición José Manuel y Patricia en 1978. Este argumento resulta difícil de sostener dado que el imputado fue condenado por la justicia por la privación de la identidad del hijo menor de la pareja, Guillermo Pérez Roisinblit, uno de los querellantes en la causa.

Omar Graffigna.

El último testigo

Las alas desplegadas que rodean al escudo nacional, símbolos de la Fuerza Aérea, parecían brotar de la campera azul del uniforme del comodoro Schaub sobre su pecho, del lado del corazón. Durante su declaración, el hombre respondió a cuentagotas una serie de preguntas técnicas. Schaub recién ingresaba a la Fuerza en la época de la desaparición de José Manuel y Patricia pero, en su rol de director general de Inteligencia, se considera competente para responder preguntas acerca del funcionamiento del organismo a finales de los 70.

– ¿Sabe a qué se denominaba personal civil de inteligencia en 1978? -preguntó Alan Iud, uno de los abogados de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo que representa a Rosa Tarlovsky -madre de Patricia- y Guillermo Pérez Roisinblit.

– Se trata de personal civil que trabaja en el Área de Inteligencia que fue incorporado por la ley secreta 19.373 -respondió el comodoro.

– ¿Puede darnos una definición de a qué se llama realizar una tarea de inteligencia?

– Realizar una tarea de inteligencia es analizar una información y sacar una conclusión.

– ¿Qué tipo de labor realiza un personal de civil que a su vez hace ‘tareas efectivas de calle’? -preguntó Iud, en referencia a la descripción que consta en el legajo de Gómez.

– Significa que realiza tareas fuera de las instalaciones de las Fuerzas Armadas.

Los abogados de las cuatro querellas –la conformada por Abuelas, la de Mariana Eva Pérez, la de la Secretaría de Derechos Humanos Nacional y de la Provincia de Buenos Aires- y los jueces del tribunal -Ruiz Paz, Marcelo Díaz Cabral y María Claudia Morgese Martín- indagaron al testigo durante una hora tratando de conseguir definiciones que permitan decodificar el legajo de Gómez. El documento constata que el apropiador de Guillermo cobraba un suplemento por realizar ‘tareas de riesgo’, pero el comodoro aclaró que la mayor parte de los integrantes de las Fuerzas Aéreas lo cobraban en ese entonces y lo siguen cobrando actualmente: «Era público y notorio que las Fuerzas Armadas corrían un riesgo per sé, y corrían un riesgo mayor en esa época. No tengo constancia de las otras tareas que mencionan que el personal realizaba en ese entonces, solo sé lo que se dice en la prensa», expresó Schaub.

En cuanto a los trabajos extraordinarios que se mencionan en el legajo, el comodoro aclaró que pueden ser actividades de cualquier índole: «Todos los integrantes de la fuerza están obligados a cumplir lo que le ordene alguien de autoridad», señaló más de una vez.

Luis Tomas Trillo, procesado.

El defensor de Graffigna y Trillo (foto) solicitó postergar el testimonio del ex Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea para una próxima audiencia el 11 de julio.

Los testimonios de los acusados

Cuando llegó el turno de declarar para los acusados, Javier Miari -defensor de Graffigna y Trillo- solicitó postergar el testimonio del ex Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea para una próxima audiencia. A su pedido se sumó Sergio Díaz Dalaglio, defensor de Gómez. Ambos alegaron que sus defendidos necesitaban más tiempo para prepararse. Trillo estaba dispuesto a presentarse ante los jueces en ese mismo momento, pero el presidente del Tribunal decidió que los tres presten testimonio en la siguiente audiencia pactada para el lunes 11 de julio.

Guillermo Roisinblit se mostró decepcionado a la salida del juzgado: «Me había pedido el día de trabajo especialmente para escuchar el testimonio de mi apropiador», expresó.  Si bien en un principio se esperaba que el juicio finalizara antes de la feria judicial, Ruiz Paz confirmó que los alegatos tendrán lugar recién el mes próximo.

Antes de pasar a cuarto intermedio, se reprodujeron veinte minutos del testimonio grabado de Miguel Ángel Osses, brigadier mayor de la Fuerza Aérea, condenado a prisión perpetua en 2015, en el que admite haber recibido la orden de encargarse de la “lucha contra la subversión” en los partidos de Merlo, Moreno y Morón.

La  inspección ocular de la RIBA

A la octava audiencia -que consistio en una inspección ocular de la RIBA- solo pudieron asistir las partes, la fiscalía, los imputados -excepto Gómez que no se presentó-, los miembros del Tribunal, el arquitecto Gonzalo Conte de la agrupación Memoria Abierta -que elaboró los planos del lugar- y los testigos que declararon haber estado detenidos en la Regional: María del Carmen Ramallo y Víctor Calefa. El Tribunal no admitió la presencia de público ni prensa.

Francisco Gómez, procesado en la causa.  El juicio oral por los crimenes de lesa humanidad cometidos contra Patricia Julia Roisinblit y de José Manuel Perez Rojo en el CCD conocido como RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires), que pertenecía a la Fuerza Aérea, tuvo inicio el 2 de mayo del corriente. El día 30 de mayo declararon las testigos Nilda Noemi Actis Goretta, Amanda Larralde y Miriam Lewin, quienes estuvieron secuestradas en la ESMA, lugar donde Patricia Roinsinblit dio a luz a su segundo hijo.  Se encuentran imputados Omar Graffigna (quien entonces era jefe de estado Mayor de la FAA, de quien dependía la Jefatura de Inteligencia, a su vez responsable directo de la RIBA), Trillo (que era el Jefe de la RIBA en ese momento) y Gómez (que era personal Civil de Inteligencia de la RIBA). Este se lleva a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5 de San Martín (Dres. Ruiz Paz, Díaz Cabral y Morgese) ubicado sobre la calle Pueyrredón 3734, de la localidad.

Francisco Gómez (foto) no se presentó a la inspección ocular de la a la Regional de Inteligencia de Buenos Aires.

Luego de la inspección, Guillermo Pérez Roisinblit confirmó a ANCCOM que tanto Calefa como Ramallo reconocieron nuevamente haber estado detenidos en ese lugar. «Yo ofrecí participar para que quedara claro que no estaba mintiendo respecto de mis recuerdos en la RIBA -explicó-. Yo tenía no más de cinco años cuando iba a ese lugar, y la defensa puede llegar a desestimar la credibilidad de mi testimonio por la edad que tenía. De hecho, las defensas hicieron hincapié en eso nuevamente durante la inspección ocular».

Mariana Eva Pérez, hermana de Guillermo, debió recorrer todas las instalaciones de la casa en la que estuvieron detenidos sus padres, acompañada por el imputado Trillo, a quien le permitieron circular sin esposas al lado de la querellante. «Fue macabro. Explicaron que se trataba de una medida para cuidar la integridad física de Trillo conforme subía y bajaba escaleras», comentó Guillermo con disconformidad.

 

Actualizado 29/06/2016

“Patricia gritaba que pidiéramos un abogado»

“Patricia gritaba que pidiéramos un abogado»

Cuatro testigos se presentaron a declarar el lunes 13 de junio en el marco de la séptima audiencia del juicio por el secuestro y desaparición de José Manuel Pérez Rojo y Patricia Roisinblit el 6 de octubre de 1978. En la causa están imputados Omar Rubens Graffigna -Jefe del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea-, Luis Trillo –a cargo del centro clandestino de detención en el que estuvo secuestrada la pareja- y Francisco Gómez, apropiador del hijo menor de la pareja. La querella está conformada por Rosa Tarlovsky y su nieto Guillermo Pérez Roisinblit unificados en Abuelas de Plaza de Mayo; Mariana Eva Pérez; la secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la de la Provincia de Buenos Aires.

Desde las nueve y media de la mañana se encontraba montado el sistema de videoconferencia con el Consulado de Barcelona, donde reside Edith Clutet. Ella estuvo presente la noche en la que la hija mayor de la pareja, Mariana Eva Pérez, fue devuelta a su familia luego de haber sido secuestrada junto a su madre. «Yo tenía once años pero recuerdo perfectamente lo que ocurrió esa noche, me quedó grabado a fuego -expresó la testigo-. A mí no me dejaron salir de la casa pero escuché desde adentro que Patricia gritaba que pidiéramos un abogado». La declaración de la testigo fue breve ya que el intercambio con los militares en el porche de la propiedad ya había sido relatado por su primo, Marcelo Moreyra, en la tercera audiencia del juicio. Él fue el único familiar que los vio con vida esa noche.

Rosa Roisinblit

Archivo ANCCOM. Rosa Roisinblit en una de audiencias del juicio. 4 de mayo de 2016

«Que pase Teresa Izaguirre», ordenó Alfredo Ruiz Paz, presidente del Tribunal, una vez finalizada la declaración de Clutet. Izaguirre se desempeñaba como empleada en el local de cotillón de José Manuel el día en que tanto él como Gabriel Perneau –otro empleado- fueron secuestrados por personal vestido de civil y nunca más fueron vistos con vida. La testigo parecía incómoda en el estrado. No se quitó el sobretodo y se mantuvo aferrada a su bolso colgado al hombro. Su testimonio resultó confuso, quizás debido a su avanzada edad. Luego de su declaración, no quedaron claras las fechas ni las horas en las que acontecieron los hechos el día del secuestro de José Manuel, tampoco se pudo saber en qué momento ella y su marido -ya fallecido- le devolvieron las llaves del local al padre de él. Mencionó haber sido llevada a una comisaría pero no recuerda con exactitud cuándo ocurrió, y asegura que solo la retuvieron ahí un rato sin declarar y luego la dejaron ir sin firmar ningún documento. También hizo referencia a visitas en su casa de ‘abogados de los militares’. «Pasaron muchos años, señores», se quejó ante las repreguntas y agregó: «El día que se los llevaron yo pensé ‘si se los llevan así, es por algo’, pero conmigo eran personas excelentes».

La tercera testigo fue Esperanza Cabrera. Entre 1987 y 1989, había sido empleadora de Teodora Jofré, apropiadora de Guillermo Pérez Roisinblit, el hijo menor de Patricia y José Manuel que fue encontrado en el 2000. Jofré en principio había sido citada para declarar el lunes pero la defensa de Gómez finalmente desistió de su testimonio.

Archivo ANCCOM. Guillermo Pérez Roisinblit y su hermana Mariana Eva Pérez en una de las audiencias. 30 de mayo de 2016

Cabrera recordó que en 1987 necesitaba contratar a alguien para que trabajara con cama en su casa y  le recomendaron un lugar de madres solteras con hijos. «Así vino Dora -Teodora- con Guillermo, quien era su hijo en ese momento. Me dijo que su marido era muy violento», afirmó y dijo que desconocía detalles acerca de si la violencia era física o psicológica. «¿Se parece al papá?», le preguntó Cabrera a Jofré en ese entonces, al dar cuenta de las diferencias en los rasgos genéticos entre ella y Guillermo. «Me dijo que su marido había trabajado en el Hospital Naval y que el chico era hijo de una mujer que había fallecido allí. No me hizo comentarios sobre la muerte de la madre. Dora era una mujer de pocas palabras, no me dijo nada más, y en ese entonces yo no tenía registro de las cosas que habían sucedido en el país», relató. Realizó la denuncia en Abuelas de Plaza de Mayo diez años más tarde, luego de ver a Estela de Carlotto en un programa de televisión: «Dijo que estaba buscando a su nieto Guido, y ahí pensé que quizás Guido era Guillermo. ¿Por qué no podría ser? No pude dormir esa noche». Cuando ella finalmente llamó a Abuelas, le contaron que un día antes se había dado con el paradero de Guillermo, hermano de Mariana. «Dos días después ella me llamó, quería saber cómo había sido su hermano de chico. La invité a mi casa a tomar café pero el encuentro nunca se concretó, ella se estaba por ir a Alemania», recordó la testigo. Luego de declarar, Cabrera permaneció entre el público junto con su pareja hasta el final de la audiencia para poder intercambiar unas palabras con Mariana, a quien no conocía personalmente.

El último testigo de la jornada fue Gonzalo Conte, el arquitecto que acompañó el trabajo de relevamiento en la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) en su descubrimiento en 2004 y elaboró los planos que se utilizan en este juicio. Explicó las características de la propiedad y las fechas aproximadas en las que se habían realizado las reformas en la casa. Dató en el año 1977 la construcción de una pequeña pieza en donde se cree que estuvo secuestrada Patricia Roisinblit. Guillermo Miari, el defensor de los acusados Trillo y Graffigna, intentó demostrar que el trabajo de Conte para la ONG Memoria Abierta había interferido con su labor como arquitecto en la RIBA, y apuntó al hecho de que su asesoría no había sido rentada. «Esta presidencia convoca a Conte a la inspección ocular en la Regional de Inteligencia de Buenos Aires para colaborar en cuestiones técnicas», expresó el juez Ruiz Paz, ante las quejas del defensor.

Francisco Gómez

Archivo ANCCOM. Francisco Gómez, apropiador del hijo menor de la pareja, en la audiencia del 30 de mayo de 2016.

La inspección ocular se llevará a cabo al mediodía del lunes 27 de junio, y solo podrán estar presentes los querellantes Guillermo y Mariana, el arquitecto Conte y Carmen Ramallo y Víctor Calefa, que en este juicio declararon haber estado detenidos allí. No se permitirá el ingreso de público o prensa. La última audiencia de testigos antes de los alegatos será el día miércoles 29 de junio, en la que  prestará declaración un oficial actual de la Fuerza Aérea.

Antes de que finalizara la audiencia, las defensas avisaron al Tribunal que sus clientes desean declarar, luego de haberse negado a hacerlo en primera instancia. No está confirmada aún la fecha en que tendrán lugar sus testimonios.

 

Actualizada 15/06/2016

«Mi nombre no siempre fue así»

«Mi nombre no siempre fue así»

«Mi nombre no siempre fue así», aclaró Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit al inicio de su declaración en la tercera audiencia del juicio por la privación ilegítima de la libertad de sus padres, Patricia Roisinblit y José Manuel Pérez Rojo, desaparecidos desde el 6 de octubre de 1978. Dio su testimonio a sala llena ante el Tribunal Oral Criminal Nº 5 de San Martín presidido por Alfredo Ruiz Paz. Estaban presentes su hermana Mariana y su abuela Rosa, y también su esposa, quien llevaba en sus brazos a Helena, la menor de sus tres hijos, que nació hace apenas tres semanas. En el recinto también estaban los tres imputados: su apropiador Francisco Gómez, Omar Rubens Graffigna y Luis Tomás Trillo, custodiados por el Servicio de Penitenciaría Federal.

Dos horas y media duró la declaración de Guillermo, el nieto recuperado nacido en la ESMA que supo acerca de su verdadera identidad recién en el 2000, cuando su hermana lo fue a buscar al trabajo para comunicarle que probablemente era hijo de desaparecidos. Durante 21 años de su vida, según su DNI, su nombre era Guillermo Francisco Gómez, hijo único de Francisco Gómez y Teodora Jofré. «¿Podés vivir el resto de tu vida sin saber si tenés o no una hermana?», le preguntó su jefe en el patio de comidas en que él trabajaba en ese entonces. Esa misma tarde, Guillermo se dirigió a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y él mismo se pinchó el dedo gordo para dar su muestra de sangre.

Durante su testimonio, Guillermo contó las dificultades que encontró para dar cauce a ese impulso inicial que lo movilizó a averiguar más sobre su verdadero origen. En principio decidió ocultarle a su apropiador el hecho de que había ido a visitar a las Abuelas de Plaza de Mayo, pero le expresó sus dudas. Luego de varios encuentros, Gómez decidió decirle la verdad en un viaje en auto: rompió en llanto y le confesó que era hijo de una “montonera judía estudiante de Medicina y un montonero”, le relató que su madre había pasado el último mes de su gestación con los ojos vendados en una habitación de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), y que él, que en ese momento trabajaba en el lugar, le había suministrado alimentos a escondidas y a veces la sacaba a pasear por el jardín para que tomara aire.

Guillermo afirmó que conoce el lugar donde estuvieron cautivos sus padres porque ocasionalmente acompañaba a Gómez a su lugar de trabajo durante sus primeros años de vida. Recordó cómo de niño jugaba con el tambor de la pistola de uno de los oficiales. A veces algunos de ellos, incluso, lo llevaban a tomar helado. Las visitas a la RIBA finalizaron cuando él y su apropiadora huyeron de Gómez luego de reiterados episodios de violencia doméstica, que incluyeron amenazas con cuchillos y golpes a la mujer. «¿Por qué un simple jardinero de la RIBA tenía en su casa armas y balas?», se preguntó en voz alta.

«A tu madre no le hicieron daño mientras estuvo embarazada, pero tu papá no corrió la misma suerte», le dijo Gómez en su confesión dentro del auto. Guillermo le explicó al juez que en ese momento la intensidad de lo que estaba escuchando lo bloqueó y no quiso saber más, pero que hoy, quince años después,  se siente preparado para tener más detalles de lo que ocurrió con sus padres. “Necesito encontrar sus restos y hacer todo el ritual, para dejar de duelarlos”, afirmó al final de su declaración.

«Mi infancia no fue feliz», afirmó Guillermo varias veces durante su declaración. Además de los episodios de violencia doméstica, Gómez no mostraba muestras de afecto hacia él, ni siquiera cuando Guillermo lo iba a visitar a la prisión de privilegio en la que se encontraba mientras se llevaba a cabo el juicio por su apropiación. “No sé si iba por obligación, por algún tipo de lealtad o por culpa», planteó. El último encuentro con su apropiador tuvo lugar en 2003, cuando Gómez lo amenazó con asesinar a sus dos abuelas, a su hermana y a él cuando cumpliera su condena. Esa última conversación lo hizo cambiar de parecer al respecto de las contradicciones que le generaba la transición hacia su verdadera identidad. Aseveró también que entre 2002 y 2004 fue víctima de reiteradas amenazas para que no declarara en contra de sus apropiadores.

Guillermo aportó fotografías de sus cumpleaños infantiles a la causa, en la que se lo ve al lado de Ezequiel Vázquez Sarmiento, el nieto recuperado número 102, ahora Ezequiel Rochistein Tauro. El apropiador Juan Carlos Vázquez Sarmiento, suboficial de la Fuerza Aérea que se encuentra prófugo desde 2003, también aparece en una de las imágenes.

Rosa Roisinblit llega al tribunal a las 10 de la mañana del 2 de mayo, día que inicia el juicio acompañada por su nieto Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit.

Rosa Roisinblit llega al tribunal a las 10 de la mañana del 2 de mayo, día que inicia el juicio acompañada por su nieto Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit.

El último que los vio con vida

El último familiar que vio con vida a los padres de Mariana y Guillermo fue Marcelo Rubén Moreyra, primo de José Manuel. Durante su declaración contó cómo a sus 18 años recibió en la puerta de su casa en Olivos a una veintena de oficiales que se presentaron como miembros de «Coordinación Federal», algunos de civil y otros uniformados. «¡Abran la puerta o la tiramos abajo!», gritaron. Antes de abrir, encerró a su prima de 11 años y a su abuela en una habitación y salió a hablar con los militares, que le dejaron un moisés con Mariana, de quince meses de vida. Recordó la imagen de su primo con las manos atadas rogándole que la tomara. «Me la hubieras dado a mí», afirmó que le dijo un oficial a otro frente a él, en alusión a la beba. Uno de los presentes en el operativo era el prófugo Juan Carlos Vázquez Sarmiento, apodado «El Colo». «Yo pude encontrar a mi hermano. ¿Cómo se les puede perder un colorado?», se había preguntado Mariana ante el juez durante la segunda audiencia en la que ella declaró como testigo.

Moreyra reconstruyó en detalle la escena de esa noche de 1978 en la puerta de su casa. A Patricia no la veía desde las fiestas de fin de año y no sabía que esperaba un bebé. “¡Estoy embarazada y me llevan…!”, llegó a gritarle a Marcelo desde el asiento de atrás de uno de los autos cuando el oficial que la acompañaba le tapó la boca. Luego, el testigo dedicó algunos minutos a contar cómo era la relación con su primo desaparecido, a quién recordaba como el “líder de las aventuras” en su infancia: «Nuestro vínculo se selló luego de una tarde en que hubo una importante discusión sobre política en casa, durante una reunión familiar». Aseguró que para él era natural ser vigilado por militares, que lo persiguieron desde 1974 hasta 1978: «Una vez salí de la casa de un amigo y me esperaba la camioneta que me seguía a todos lados. Me acerqué y les dije a los cabos ‘si me van a seguir, llévenme en el camión’, y me llevaron hasta casa».

Las próximas audiencias del juicio en las que declararán el resto de los testigos están pautadas para los días 26, 27 y 30 de mayo.

 

Actualizada 18/05/2016