Cantos de la cultura mapuche

Cantos de la cultura mapuche

Carina Carriqueo, cantora y divulgadora de su pueblo, cuenta el esfuerzo que significa hacer presente las voces originarias. Las peripecias de sus presentaciones y la recepción de su voz en una sociedad alejada de la cultura indígena.

Hace poco diste un show en la Biblioteca Nacional, que fue el corolario de un montón de iniciativas para lograr acercar a los pueblos originarios del país ¿Cómo fue estar en un ámbito oficial que siempre estuvo alejado de los pueblos originarios?

Es una experiencia muy conmovedora. Empezó en el año 2021 con la iniciativa de la Biblioteca Nacional de incorporar un taller sobre oralidad de pueblos originarios. Es ahí cuando empiezo a tener contacto con la Biblioteca. Todos sabemos que, al ser una biblioteca nacional se trata de libros, y a nosotros, las comunidades originarias, nos cuesta mucho escribir nuestros propios libros. Entonces fue una iniciativa de empezar con un registro oral de los mayores. Así empezó esto de poder transmitir en un taller que hice. Tuvo muchísima aceptación, hubo una inscripción de 1.500 personas de todo el país. Desbordó los Zooms, no había forma. Se armó una comunidad paralela donde se grababa el que no podía entrar y se lo pasaba a alguien de Salta, de San Juan. Ahí dividí todo lo que tiene que ver con la cultura: la música, cómo abarcamos la cultura en las escuelas, las ceremonias que tenemos, el arte originario propio. Un montón de temas que fueron ampliándose y dieron lugar a este ciclo de músicas originarias, con una propuesta con las voces orales. Pero no solamente un concierto, sino que tenga que ver con la transmisión del conocimiento de cada cultura entre tema y tema. Y de hecho, encontramos a varias músicas y músicos que lo hacen y que recorren el país así como lo hago yo, de esta forma, en mi caso con el kultruncito solo y dos o tres instrumentos, nada más. Pero sí se va entrelazando la voz cantada y la palabra. 

En Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires, no estamos tan acostumbrados a este tipo de propuestas. ¿Cómo fue la reacción del público?

 Se comenzó con este ciclo a principio de año. Al principio tuvimos muy poquita gente, pero se empezó a correr la voz. Y hay un público para este tipo de conciertos didácticos. Encontramos un público siempre, a cada lugar al que vamos. En los lugares más ruidosos, a veces se encuentra un público que hace silencio desde que comienza hasta que termina el espectáculo. Si dura diez minutos, o cuarenta, o una hora, se mantiene ese clima. Es como un viaje al pasado, un viaje en el tiempo, un viaje a través de la Cordillera y a través de lo musical, que la gente lo disfruta mucho. Y después los comentarios: son muy lindas las devoluciones, a veces entre tanto ruido y tanta distracción tecnológica es lindo disfrutar de estos espacios. 

En pleno ciclo, comenzó la represión en el sur, ¿se resignificaron de alguna manera los espectáculos?

 SÍ, no estuve ajena a este tema. Justamente en ese concierto tuve una serie de recibimientos de la palabra y del apoyo de muchos hermanos, de colegas, para con la cultura, porque de hecho mi familia está en el sur. O sea, también me atraviesa y me atravesó estando en este ciclo. Creo que ahora se ha hablado mucho más, a favor y en contra. Siempre ocurre lo mismo. En el caso de los que hacemos el arte y nos encargamos de difundirlo, porque cuando a veces ocurren este tipo de situaciones, que estamos en todos los canales y los medios, y alguno a favor y otros muy muy en contra, tratan de poner a los mismos hermanos en contra. Nosotros lo sufrimos también. Porque se bajan muchas fechas, hay personas que a lo mejor nos querían llevar y les da temor la palabra “mapuche”, porque se empieza a asociar con terrorismo, con cosas absurdas totalmente, que mucho tienen que ver los medios de comunicación que desconocen realmente cuál es el problema. Hay situaciones que la Justicia es la que tiene que determinar y la ligamos todos, nos atraviesa a todos, y nos castiga, duele, nos entristece que ocurran estas cosas. Y, con más orgullo, justamente me tocaba en esos días viajar al norte, a representar la música y la cultura, y no iba feliz ni contenta, pero sí con orgullo. Es cuando menos debemos rendirnos, cuando ocurren estas cosas es cuando más fuertes nos tenemos que poner.

En el concierto mencionabas que tus antepasados no solían hablar en lengua mapuche por el acoso que recibían. Ahora estamos hablando de ser miembro de un pueblo originario con orgullo. ¿Hay una nueva forma de llevar adelante la lucha?

Sí.  “Hay que estar bien fuerte de espíritu”, decimos nosotros. Porque hoy hay algunos hermanos, gente muy mayor, que por ahí le vuelve a dar ese temor y vuelve a silenciarse y quedarse en casita, y trata de no salir para no recibir agresiones. Porque la gente se transforma cuando suceden estas cosas y el que sentía un poquito de resentimiento, lo siente del todo, y no hay ningún filtro. Si tiene que gritar una agresión, la grita con mucha violencia. No es el caso de nuestra parte, llevamos una mochila cargada de episodios como estos. Si estoy yo acá es porque mis antepasados lo pasaron y sobrevivieron, entonces es fortaleza espiritual, ante todo.

 En Una Excursión a los Indios Ranqueles, Lucio V. Mansilla contaba que mucho del odio a los pueblos originarios venía de su desconocimiento. ¿Creés que esto es lo que ocurre también hoy?

Sí, la discriminación sigue. Por más que digamos que estamos en una sociedad donde se ha avanzado mucho, la discriminación sigue, el estereotipo… Los morochos estamos predestinados a cumplir determinadas funciones. Hace poquito me tocó ir a un lugar donde no me dejaban entrar y cuando logré entrar, el guarda hace un llamado a Seguridad y dice: “Atento, atento, acaba de ingresar personal de limpieza”. Claro, morocha y con una trenza ¿Qué otra cosa puedo ser? Me causó gracia y a esta altura estoy muy acostumbrada a este tipo de situaciones, en las que prefiero a veces no decir nada y pasar, y hacer esa tarea que me toca hacer, que es difundir y aportar. Pero la discriminación continúa y está todo el tiempo muy presente. Yo creo que sí, es el desconocimiento. Lucio Mansilla describe muy bien lo que es el arte de la oratoria en el pueblo originario, lo que nosotros llamamos los “Trabun”, que son esos encuentros que él recuerda que a veces duraban días; esas conversas de presentación, donde tenían la palabra todos y hoy la tienen también, mayores, niños, adolescentes, tenemos la palabra y la oportunidad para expresarnos, para una bienvenida, para conversar con alguien; el uso del silencio para oír. Y después, la libertad de hablar, de no tener un tiempo lineal, sino circular. En el Rehue (lugar sagrado exclusivamente reservado para las ceremonias religiosas), en ese lugar de la pureza, siempre giramos caminando despacito, en el sentido contrario a las agujas del reloj. Es esa circularidad que también nos muestra la vida misma y que los abuelos nos han enseñado: que todo vuelve, y la palabra también, que debe fluir. Y para los niños es un aprendizaje.  

Volviendo a la música, ¿se puede componer hoy en día música mapuche? ¿O solo quedan los cantos ancestrales?

Sí, se puede componer. De hecho, yo tengo muchos cantos propios, que acompaño con el instrumento. Son creaciones. Y también, por supuesto, traer el canto de los antiguos está muy bien para no olvidar de dónde venimos, sobre todo. Pero también esto de poder animarse a crear y con el mismo formato: con el kultrún, el trompe o las cascahuillas, de poder continuar con este camino musical. 

¿Hay problemas para conseguir lugares donde tocar?

Sí, no hay mucho. No hay muchos que quieran hacer esto, sobre todo en los jóvenes que les gusta la música, pero les gusta más el éxito que la música en sí. El canto mapuche es muy hacia adentro, primero. En Los Toldos sí hay cantoras. Susana Carranza es una. Y junto con ellas se está armando el coro mapuche con otros integrantes que, con muchísima timidez, pero con muchísimo coraje, también están llevando adelante esta iniciativa por primera vez en el noroeste de la Provincia de Buenos Aires, creando un movimiento musical de esta magnitud. Es muy importante y es para celebrar. Para el lado de Junín, para el noroeste, hay muchas comunidades y muy fuertes también. De hecho, el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires hizo un relevamiento de comunidades y creo que hay más de 60 ya organizadas en toda la provincia.

¿Cómo ven a la escena folklórica nacional desde los pueblos mapuche? Porque muchas veces hay una gran reivindicación a nuestras raíces, pero las voces predominantes son blancas.

Se olvidan mucho de los cantos de las primeras naciones y de la música. Me pasa, en lo personal, que en los festivales folklóricos no me convocan por no arengar al público, por no levantar palmas. Entonces ahí se cierra una puerta. En un festival de rock, si bien muchas veces se habla de la tierra y del amor a la tierra y los pueblos originarios, tampoco encaja. El canto originario es algo que anda solo y está un poco huérfano, pero que se mantiene. No queda otra que mantenerlo y en el lugar donde nos toque, ahí brindarlo. Pasa que se cierran muchas puertas a la hora del arte. Se habla muchísimo de los pueblos originarios, se muestran muchas banderas, pero pocas veces le damos el lugar que merecen. 

¿Cómo han vivido todos estos años de debates sobre el rol de la mujer y el género dentro de las comunidades mapuche?

Tenemos mucha inclusión. En las comunidades que yo visito, sobre todo en Los Toldos o en el sur mismo, hay mucha apertura. De hecho, hay mapuche que por ahí se han reconocido, tener su libertad de poder mostrarse, de ir con sus parejas a la ceremonia y de vestirse con ropas tradicionales, con nuestra ropa típica con mucho orgullo. Tenemos cantoras trans también. Es una bandera que llevamos mucho, es una voz pocas veces oída la de nuestros reclamos. A veces buscamos espacios… Sobre todo, a la gente mayor hay que escuchar y convocar para tomar ciertas decisiones en ciertos lugares, en lugares sagrados que hay, o iniciativas que se quieran tomar. Siempre hay que consultar a los mayores, para eso tenemos a nuestros Lonko, nuestros representantes de todas las comunidades, que son personas líderes de pensamiento. Y que ellos, además de mantener en unidad la comunidad con todos sus integrantes, son capaces de representar también a toda la comunidad. Hace falta oír la voz y tener la representatividad nacional de una persona de las primeras naciones, sea cual sea.

Y ahora que mencionás a las primeras naciones: ¿Con qué te encontrás cuando recorres las diferentes comunidades? ¿Tienen problemas similares, distintos?

Los problemas son muy similares. Por empezar, se vive el desánimo muchas veces. La tristeza en el rostro, en las miradas. A los más jóvenes, o no tan jóvenes como es mi caso, nos lleva al impulso, a la iniciativa de animar a otros hermanos a que hagan. Pero lo cierto es que nos encontramos con muchísima tristeza de muchos años, acumulada por la discriminación, más que nada. Y es muy difícil levantarse de la discriminación que se sufrió desde la generación de mis padres, mis abuelos y mi generación misma. Tengo muchos pares que siguen con mucho desgano y se resignan a veces a continuar, pero bueno, hay que estar siempre llevando la palabra de ánimo, de iniciativa, para poder levantar esos espíritus nuevamente que es lo que necesitamos. 

A lo largo de la entrevista hablamos de puertas cerradas, discriminación, violencia… ¿De dónde salen las energías como para seguir recorriendo el país con la música?

La verdad no lo sé, porque a veces me toca recibir agravios, palabras de mucha violencia, y obviamente me entristece muchísimo. Pero, a esta altura, digiero muy rápido las agresiones, entonces al día siguiente me levanto con más ideas y con otro impulso, y con otras ganas. Y en seguida me olvido muy rápido de eso. Es que las pasé tantas veces… Llegó un momento en el que dije: “Bueno, tengo que ir largando esto”. Y la forma de deshacerme de los malos tratos es creando buenos tratos, creando cosas. Si no es con la música, es con teatro, que ahora voy a retomar. Y animando, siempre de la mano con otros músicos que se animen y me acompañen, como el caso de Juan Curilén u otros mapuche. Hay mapuche que hacen artesanías y hay alguien que necesita, y en seguida hay que hacer los contactos para que también circule el arte nuestro en todos los aspectos. Pero la verdad es que no sé de donde salen las energías. 

Un cumpleañitos de diez

Un cumpleañitos de diez

Más que Unx festeja sus 10 años arriba de los escenarios este sábado 15 de octubre. La banda, referente del movimiento LGBT+ se propone seguir escribiendo la historia sin dejar de pasarla bien.

La banda de rock Más que Unx, que viaja por distintos géneros, invita a sus seguidores a  festejar su décimo aniversario en Buenos Aires Club (Perú 571) el 15 de octubre a las 20 en una fiesta que promete sorpresas e invitados.

Larro Carballido, guitarrista, cantante, compositora e integrante de la banda propone un repaso por toda la trayectoria de Más que Unx. La idea es ingresar a un verdadero cumpleañito de diez, es decir, una experiencia más allá de lo musical. Entre el disfrute y el desprejuicio la banda aspira a seguir por ese camino, componiendo nueva música, experimentando y jugando con cosas nuevas.

Más que Unx a lo largo de los años se ha transformado y ha crecido al calor de los cambios en la sociedad argentina. La letra de Arder se ha convertido en la voz de numerosas marchas feministas. Con su participación en la campaña por la legalizacion del aborto y de la comunidad LGBT+ la banda invita a cambiar, repensar y luchar.

En el año 2021 lanzaron su single Mutar y cambiaron su nombre, dando cuenta de la necesidad de tomar conciencia y dar visibilidad a otras identidades. La banda busca reivindicar el uso del pronombre “unx” ,la sensación identitaria y de pertenencia que genera para quienes rompen con el binarismo de género.

El colectivo travesti, trans y no binarie, y su fuerza por tirar abajo todo lo establecido es una inspiración para la banda. En su canción Tu Caminar, Larro destaca una frase que los define: “La historia la hace quien la escribe, quizás hoy te toca escribir a vos” y agrega entre risas “No hay nada escrito, escribamos nosotres y hagamos lo que nos pinte. Pasemosla bien”.

Su décimo aniversario promete ser una fiesta para seguir jugando, mutando y escribiendo su propia historia.

«Acá también pasan cosas buenas»

«Acá también pasan cosas buenas»

Percy Big Bang obtuvo el premio Discos Cardinales por su obra «Quid a Me» y cantará esta semana en la Usina del Arte. Cómo es y qué significa ser un artista villero.

Percy Big Bang (Mauro Ponce) es un artista de rap nacido y criado en la Villa 21-24. Con 19 años, lanzó su primer álbum conceptual en Youtube titulado QUID A ME, donde retrata en primera persona sus vivencias en el barrio durante la pandemia. El álbum ganó el concurso “Discos Cardinales» y este 25 de septiembre va a  presentarlo en la Usina del Arte. Sus palabras sincronizadas entre barras son un altavoz frente a la injusticia que atraviesan los sectores vulnerables.

Desde la esquina de Iriarte y Luna comenzamos una caminata a través de pasillos zigzagueantes hasta llegar al pasaje Lavardén, en el centro de la villa. Un mural con la imagen de su mejor amigo Nahuel indica que ya estamos en su casa. Mauro terminó la secundaria el año pasado. Vive junto a su madre, dos hermanas, una hermanastra con discapacidad y su padrastro. El apoyo de su familia, dice, fue fundamental para iniciar su camino como artista.

¿Cómo fue tu inicio en la música?

A los siete años empecé con poesías cortas, me gustaba escribir sobre lo que sentía. Dos años después me subí por primera vez a un escenario y me sentí muy cómodo. Mi hermana me hizo escuchar “La bella y la bestia” del rapero español Porta, me llamó mucho la atención como rapeaba, tenía mucha letra y siempre rescataba algo nuevo. Eso me motivó a escribir canciones y a los 14 años saqué mi primer tema. Me representa mucho el concepto de hermandad, unión y la idea de transmitir un mensaje que tiene el hip hop. Hay que aprovechar el arte como herramienta de transformación y creo que el rap es eso. Si sabes rapear, llamas la atención y si además decís algo con letra llegas más todavía.

 

¿ Hay espacios para la creación musical dentro del barrio?

Mis  primeros pasos fueron en Orilleres, ahí me motivaron a subir a los escenarios y a perder la vergüenza. Ese fue mi primer contacto con la música. Hacia el año 2016 vi un cartel en Casa Cambalache que decía taller de rap y ahí encontré pibes a los que les gustaba lo mismo. Empecé a compartir con gente que curtía la misma y formamos Villeros Criú. Hoy somos cinco integrantes junto con El Cáceres, BaccoLoco, BeatBlunt y Ezel. También conocimos a Danger Crew, que era otro taller oculto en el barrio. Nos unimos en el colectivo BajoMundo Family, una crew grande de artistas de Villa 21-24 y Zavaleta. Estamos todos pateando para la misma, siempre fuimos sapo de otro pozo en el barrio y con el tiempo terminamos formando una gran familia. 

¿Cómo es ser un artista villero?

Te lleva a ser la voz del barrio, a contar que acá pasan cosas buenas también. Desde afuera sólo te dicen que está lleno de delincuentes pero no es así. Somos una verdadera vecindad, nos ayudamos entre todos. Yo camino por Palermo y veo que los vecinos ni se conocen, acá nos conocemos todos. Hay movimientos culturales, artistas y gente que hace mucho por el barrio pero eso no es noticia. También implica demostrar que no es que vas a la villa y apenas entras te comés un tiro. Hay muchos pibes y pibas con ganas de buscar otros caminos. Busco que el arte sea una puerta a cosas nuevas, que cambie mentes. Que los guachos sepan que tienen el hombro de artistas que están en la misma y que todo es en grupo. La onda es siempre expandir horizontalmente y no subirse solo.

Mauro pasó rápidamente de tirar freestyle y organizar batallas con amigos en plazas a componer canciones con un fuerte contenido social. Las problemáticas que aborda en su álbum  tiene puntos de contacto con el artista boquense Trueno, quien ocupa un lugar destacado en el “mainstream” de la música urbana. Sus letras hablan sobre la desigualdad social, las injusticias y la violencia policial que viven los jóvenes de barrios vulnerables.

 En los últimos años ocurrieron casos significativos de gatillo fácil en el barrio como los casos de Cristian Toledo (25), Nahuel Acosta (18), el asesinato de Kevin (9) y del jugador de Barracas Central Lucas Gonzáles (17).

En poco tiempo su música traspasó, primero a través de redes sociales y luego en plataformas como Youtube y Spotify, las barreras del barrio. Tuvo presentaciones en el festival Ciudad Emergente, Centro Cultural Recoleta, Niceto Bar y en la Casa de la Cultura de Barracas. 

 ¿Qué experiencias te marcaron en lo personal?

En el 2019 la policía mató de un tiro a mi mejor amigo, Nahuel Acosta. Fue un caso de gatillo fácil. Veo que muchos pibes se acostumbran y eso no tiene que pasar, es algo fuera de lo normal que estamos normalizando. Esa secuencia me marcó mucho y me dió mucha fuerza para seguir adelante. Sé que desde arriba él está haciendo todo para que yo salga, saque canciones y se me den oportunidades. Por eso, junto a otro artista del barrio, El Big Punta de Zavaleta, hicimos “Anti giles”, trata sobre Kevin que era un pibito menor de edad que quedó en medio de un tiroteo entre transas, donde la policía dejó la zona liberada. Una bala pérdida lo mató y eso nos dio mucha bronca. El tema también está dedicado a todos los pibes del barrio víctimas del gatillo fácil.

  ¿Cómo ve la gente del barrio a las fuerzas de seguridad?

Hay muchas situaciones que se viven por culpa de la policía, por la represión o porque hacen abuso de poder. A veces agarran a un pibe que no tiene nada que ver, sólo por cómo está vestido o terminan cometiendo errores muy graves como con el pibe de Barracas Central. Es violento que se paren ahí en la esquina con un arma como diciendo acá estoy yo y tengo más poder que ustedes. A veces están ubicados en lugares donde no pasa nada y te rompen las pelotas por fumar un porro en la plaza. Eso genera bronca, por eso hacemos temas para que nos escuchen y decirles que está todo mal con los pibes.

 ¿Sentiste discriminación por ser un artista villero?

Te subestiman diciendo que sos un pibe de barrio y que vas a venir a cantar cumbia. Al final terminan escuchando sobre una realidad que ellos no ven ni escuchan y terminan sorprendidos. Al ser uno genuino e ir como villero siempre terminan bajando un cambio al escuchar nuestra música. Con LWLO, qué es artista y mi manager, hicimos el tema “Wacho pistola” que habla de la discriminación y de las etiquetas que te pone la gente. Cuando vamos como Villeros Criú te miran raro como diciendo qué harán estos. Mostramos la identidad de lo que somos, de cómo vivimos y sentimos. Ser villero en nuestra forma de vivir, nacimos acá y eso no nos hace ser más ni menos que nadie.

 ¿Cómo surgió la idea de hacer un álbum conceptual?

Cuándo empezó la pandemia me puse a escribir más intenso, pasaron los meses y armé todo el proyecto del disco. Ahí conocí a LWLO y juntos hicimos un tema mientras yo seguía trabajando en mi proyecto. Ella me ayudó a conseguir todo lo necesario para producir y grabar. Juntos creamos QUID A ME, un álbum de 16 canciones con todos los videos conectados entre sí. El concepto trata de lo que fue empezar de cero en la pandemia, de conocer el interior profundo de uno. El titulo es un juego de palabras que se refiere a cuidar lo que uno tiene, es la idea de un agujero negro en el pecho que absorbe todo lo que la gente y la vida te transmite. Así nació Percy, que es un apodo de pibe, todo eso que fui absorbiendo en mi pecho y que explotó en un Big Bang se convirtió en mi apellido artístico.

 

Una de las frases que más resuena en el álbum dice “si lo que quiero es comida, mantener a la familia, vivir de esta vida de una manera digna”, una declaración de principios del artista como portavoz del día a día de los sectores vulnerables. El debut musical de Percy Big Bang generó ruido en el ambiente de la música emergente y lo llevó a ganar el concurso “Discos Cardinales». Gracias a este premio, este domingo 25 de septiembre a las 18.30 hs va a estar presentando el álbum junto a su banda en la Usina del Arte, en Agustín R. Caffarena 1, La Boca. Será el primer artista de rap de la Villa 21-24 en presentarse en ese escenario.

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

Luis Pescetti lleva vendidos más de dos millones y medio de libros para niños en toda hispanoamérica. Acaba de publicar «Cómo era ser pequeño explicado a los grandes», donde equipara las infancias con las migraciones.

Luis Pescetti lleva publicados más de treinta libros entre novelas y relatos, y lleva vendidos más de 2.500.000 de ejemplares en toda hispanoamérica. Además, cuenta con trece discos, y siete audiovisuales. Recorrió teatros de Estados Unidos, España, Colombia, Chile, Brasil, Perú, Uruguay y Cuba. En México y Argentina, también participó en programas de radio y televisión durante años.  

Recientemente publicó Cómo era ser pequeño explicado a los grandes (Siglo XXI), una propuesta para mirar la vida desde las infancias que llegan como extranjeros, revalorizando la empatía como una guía para comunicarnos. El artista recorre sus pensamientos y experiencias, poemas y textos para que las personas adultas podamos acompañar a niñas y niños en los años donde miran sin referencias, ya que lo hacen por primera vez.

Con el silencio de antesala a cada respuesta y eligiendo cuidadosamente las palabras, el músico y escritor reflexiona  sobre su última obra: “Quise hacer como un mago sin mangas; de aquí nacen estas ideas, mis propios recuerdos”.

¿Cómo nace el libro?

Yo había tomado el compromiso de escribir un libro sobre emociones e infancias para Siglo XXI. Cuando empecé a escribir fue saliendo en esa nube, en ese magma, la metáfora del niño como inmigrante. En realidad no es una metáfora para explicar a los chicos, sino para que el adulto haga clic. Si lográs una representación del otro bien eficaz, la comunicación es más fluida, rápida y menos violenta. Entonces empecé a escribir por ahí, aun cuando era un ensayo. Venía leyendo El Mal de Escuela, ya admiraba mucho el estilo de ensayo de Daniel Pennac; es un libro en donde -como dice el título-, pone a la escuela como parte del mal -el problema-, no al estudiante. Otro es El hombre desplazado de (Tzvetan) Todorov donde cuenta el traslado desde Bulgaria hacia Francia y Estados Unidos. Y después Fuera de Lugar, de Edward Said. Son todos ensayos de una profunda reflexión sobre los temas que los copan que nacen de sus propias vidas, sus infancias. Me parecía la manera más alta y generosa de la reflexión, casi como una parábola. Entonces quise ensayar hacer eso mismo.

¿Y la metáfora del inmigrante?

Junto con eso yo venía leyendo, por gusto, la biografía que hizo Robert Graves de Lawrence de Arabia. Cuenta la intervención donde están los árabes contra los turcos, aparentemente a favor de los árabes. Pero después los dejaron afuera, charlaron Inglaterra y Francia, y ellos después les contaron la decisión. En toda esa mirada paternalista de los conquistadores hacia los árabes, vi  que había similitud. Después leí a Toni Morrison,  que habla de la esclavitud y también hay similitudes, semejanzas, más allá de la metáfora. Estando en un lugar de poder, siempre tendemos a tratar al otro tutelándolo. Entonces me di cuenta que entre niños, inmigrantes, desplazados y tercera edad había una semejanza. No disponen del tiempo. No disponen plenamente de su persona ni de las decisiones sobre su persona.

¿Cómo fuiste profundizando la idea?

Yo vengo de una familia de inmigrantes. Por otra parte, a los 18 años me vine a vivir a Buenos Aires y a los 29-30 me fui a México. Es algo muy presente la mirada desplazada que tenés cuando no sos del lugar. Tengo clarísima la sensación de, por un lado, estar en una gobernación o en Migraciones esperando que me entreguen los documentos. Por otro lado, los veo en todas sus singularidades dentro de una cultura. Es una mirada mezclada de inferioridad operativa y superioridad observativa. Es un poco lo que les pasa a los chicos y adolescentes en la escuela, están sujetos a que tienen que estudiar esto y nos miran teniendo opiniones superiores. Me di cuenta que era muy eficaz. Cada vez que yo decía: “Acordate cuando eras chico”, nadie se acuerda. Pero una manera muy potente y muy activa de la vocación es decir: “Imaginate que hoy sos inmigrante”. Te da la sensación de cómo se siente un niño, inválido, siente que te dicen: “No toquen los botones” y está ávido de hacerlo, de ser autónomo y a la vez no sabe qué es ser autónomo y qué implica ser autónomo.

¿Cómo pensás esa relación entre la infancia y la adultez?

No están cerradas, siempre dialogan. El otro día yo decía que voy a hacer un libro que se llame Ni aquí ni ahora porque nunca estamos en un punto de percepción del mundo que es aquí y ahora; toda tu historia no se borra para dejar lugar a que ese instante impacte, sin que le anden cuchicheando los viejos del pueblo. Cada instante impacta, dialoga o cae en el molde de otro recuerdo. A la vez, yo lo veía como una ética. La forma de tratar al pequeño es una forma de vida, es una responsabilidad. No puedes disponer del otro, sí desde un lugar de oficio como el cirujano o el piloto de un avión. En todo lo que excede al campo de oficio, seguís siendo un semejante. Lo que muestra el libro es que, cuando vos pequeño te sentís tratado como semejante, vos pequeño sos más eficaz en el mundo y, además, sos más copartícipe con quién te convoca a hacer algo. Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia. Entonces, por un lado hay un diálogo entre infancias y pequeños, pero por sobre todo una ética y una regla de oro de la eficacia.

Parte de esa ética y uno de los ejes que aparece es el de la mirada, ¿por qué?

Me viene un verso de Miguel Hernández: “Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,

que son dos hormigueros solitarios…” Lo normal es que vayamos construyendo nuestra identidad junto con cómo miramos a los demás, cómo logramos que nos miren, cómo interactuamos, nos peleamos y modelamos con la mirada del otro. Nos vamos a otro lugar, emigramos, porque ya no toleramos cómo nos miran. El niño es el más vulnerable a estar sujeto a cómo lo miran los demás. A mí me duele mucho cuando el niño cree que es el que está equivocado y se porta mal por impotencia, bronca, cuando en realidad está en un sistema que está planteando algo que está mal. Entonces el chico no sabe que es el sistema y confirma que está mal, la mirada que tiene sobre sí mismo es un crimen del sistema.

¿Cuál es la importancia de llenar de historias la casa?

Tenemos que tener historias para hacer visibles, para sentirnos sólidos. Tenemos historias, tenemos que contarlas. No podemos criar a los chicos como espectadores de historias que ocurren afuera porque estás criando inmigrantes. Cuando dejamos que otro haga una representación o una versión de nuestra historia, estamos en una situación de inferioridad porque somos los relatados por otro. Tenemos que ser los titulares de nuestro propio relato y esa es la importancia de la cultura. Los jóvenes que miran las noticias sobre Elon Musk twitteando, van a querer emigrar a ese lugar donde ocurren los hechos como cuando viajas a Nueva York y esperas ver el subtitulaje abajo de tus pies. Esa es la razón para invertir en cultura, para coincidir en tiempo, cuerpo y alma con tu presente.

¿Hay temas que se pueden hablar y otros no?

Una etapa por etapa, pero dicho así suena a viejo choto que dice: “No consumas etapas” y no es la idea. Hay un show buenísimo de John Leguizamo en Netflix. El tipo dice que hasta que vos no te ves reflejado afuera, sos invisible. Los chicos a lo largo de toda la niñez tienen que tener obras de teatro, películas y cuentos que los representen en esa experiencia. Si las obras de teatro, las canciones y las películas dan grandes saltos, hay años y años… Si todo fuera como son las franjas de edades de las plataformas 0 plus, hasta 7 años, hasta 13 años, estamos complicadísimos. Cada etapa tiene lo suyo, si no te vas sintiendo invisible en las cosas que te pasan. La libertad no solo va con la responsabilidad, en este punto va también con la identidad. No es que no sos libre de ver Stranger Things a los 9 años, no está bueno que estés consumiendo ese material a los 9 años porque está muy lejos de representar las cosas que te pasan a vos, de lo que sos capaz de asimilar, de que te queme la cabeza. Y, dicho metafóricamente, a la cabeza también le pasa que, si comes picante primero, la manzana después no va a tener sabor.

¿Cuáles historias contar?

Cualquiera. Los niños no esperan tipo Netflix, una historia donde corre peligro nuestra vida. Esperan que la contemos con ganas, le dediquemos un tiempo, estemos ahí contándolas porque si no somos como los periodistas que ponen a Elon Musk. ¿Por qué no contás lo que hace el INVAP o que se vendió un satélite o construyó una central nuclear? ¿Cuáles son nuestros relatos que nos hacen sentir sólidos? Estamos desde el gallinero mirando a Elon Musk escribir en Twitter. Por eso hay que contar historias, tenemos una épica también y hay que reconocerla y transmitirla. Los estadounidenses supieron hacer su propia Constitución, la supieron hacer y la supieron narrar. Yo tengo hijos chicos, un día para dormir, uno dijo: “Voy a contar un lío”. Ese fue el inicio de noches y noches contando líos en la pandemia. Nadie tiene ni tantos líos ni tantos recuerdos, pero ese es el valor de las propias historias, imaginate cuando eso falta, ¿qué falta? No lo digo para responder, sino para que quede el hueco de esa pregunta, ¿qué falta cuando eso falta? ¿Con qué se llena? Con la narrativa de otros. Hay una frase de uno de los versos de Martí que dice “¿qué es lo que falta que la aventura falta?”, que narres tu propia aventura.

Otro tango es posible

Otro tango es posible

«No es tango» es un espectáculo que busca reinventar la música porteña y romper con sus lugares comunes.

“Esto no es la repetición de un homenaje, no es un espectáculo “de tango”, es una pregunta que busca generar otra poética, otro lenguaje, otro universo. ¿Qué sucede cuando una música y una danza estrechamente atadas al pasado se sumergen en un presente lleno de deconstrucciones y rupturas?” Así se presenta No Es Tango, un espectáculo de 75 minutos donde conviven la danza y la música tanguera en una dinámica diferente a la que estamos acostumbrados.

La presentación consta de cinco bailarines y cinco músicos en vivo. El grupo No Es Tango junto con el Quinteto Revolucionario ofrecen una función donde lo que se intenta es apropiarse del género y abordarlo desde otro lugar. Problematiza algunos elementos clásicos para romper con el aura canónica del tango. “Buscamos sacarle el tango al tango, quitarle ciertos brillos y clichés”, resume Ollantay Rojas, director de la obra.

El espectáculo lleva su nombre por el grupo de danza que lo protagoniza, fundado por Ollantay Rojas, Lisandro Eberle y Milagros Rolandelli, en honor a las etiquetas recibidas por Astor Piazzolla en sus primeros tiempos. Ollatay Rojas explica: “Llamarnos así nos desligó de una mochila, de un legado que tiene Argentina. Decir que no es tango nos dio una luz verde para arriesgarnos a encarar diferentes posibilidades. Cuando uno niega una palabra tan descriptiva, tan asociada a preconceptos e imaginarios, surge la pregunta ‘Si no es tango, entonces ¿qué es?’ Ahí se abre un universo de posibilidades”.

La totalidad del show, desde la coreografía hasta la vestimenta, la disposición de los bailarines y los músicos, la intencionalidad y los tiempos, plantean una alternativa al tango clásico al que estamos habituados. “A la hora de crear, buscamos una construcción coreográfica desde lugares no habituales que tienen que ver con las formas de la danza contemporánea, del teatro, de la performance. Nos alejamos del imaginario del tango: no hay brillos, ni tacos, ni gomina, no usamos vestimenta de los 40, se rompe con la vinculación en parejas, se evita poner a la mujer en el lugar de ser revoleada como trapos de piso, etcétera” explica el director de No Es Tango para ANCCOM.

No Es Tango se presentará el 23 y 30 de Agosto y 6 de septiembre a las 20:00 en Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA).