La noche en que los caballos entraron a la universidad

La noche en que los caballos entraron a la universidad

Este martes que se cumplen 59 años de La Noche de los Bastones Largos, cuando la policía de la dictadura de Onganía intervino las facultades de la UBA y expulsó a palazos a docentes, autoridades y estudiantes. Así lo recuerdan los protagonistas.

Un mes después del derrocamiento al presidente Arturo Illia, la dictadura militar del teniente general Juan Carlos Onganía, intervino violentamente las universidades nacionales la noche del 29 de julio de 1966. La madrugada terminó a palazos y detenciones de alumnos, profesores y decanos de la Universidad de Buenos Aires. Hoy, a casi 60 años después, exalumnos y docentes reflexionan sobre el pasado dictatorial, y el presente democrático de la vida política universitaria.

En su momento, la violencia fue justificada por el gobierno de facto como respuesta a la toma de las instituciones por parte de los estudiantes, en acción de repudio al Decreto-Ley Nº 16.912. La medida disolvía el gobierno tripartito de estudiantes, profesores y graduados en las casas de estudio, al mismo tiempo que sometía a rectores y decanos al Ministerio de Educación. Esto pretendía desarticular la autonomía aprobada por el Estatuto Universitario en 1958, bajo la premisa de que las facultades eran el centro de la rebelión y la cooptación ideológica comunista. Junto con el decreto, Onganía determinó un plazo de 48 horas para que las autoridades educativas aceptaran el nombramiento de los interventores. Pero las fuerzas represivas del nuevo gobierno dictatorial irrumpieron mucho antes de que pudieran cumplirse las primeras 24 horas.

“Me acuerdo de haber entrado al aula gritando: “¡La cana, la cana!”, dice Ricardo Chorny mientras su café se enfría. Con 86 años recuerda ese instante y vuelve a ser un joven que nunca dejó de militar. “Esa noche había una asamblea en Arquitectura, que funcionaba en uno de los galpones al lado de la Facultad de Derecho”. “Yo salí del aula para ir al baño, y en ese momento vi que entraba la policía. Nos corrieron, alguno ligó un palazo, pero no fue tan violento como en Exactas”, cuenta. “Nos escapamos. Al día siguiente, intentamos hacer otra asamblea, pero vino la policía montada. Se agachaban para pasar por la puerta y nos corrieron por la Facultad a caballo”.

Según Chorny, este tipo de enfrentamientos, aunque riesgosos, eran habituales para los estudiantes “en el corazón de la resistencia”, como él lo llama: “Estábamos continuamente en la calle”. Chorny, militaba y estudiaba arquitectura, con apenas 20 años, integraba la Federación Universitaria Argentina, y participaba de numerosos “gestos” de rebeldía contra el régimen militar. Marchas relámpago, panfletos y “monedazos” eran algunas de tantas formas de mostrar el descontento: “Aprovechábamos cualquier situación que podíamos. Dejar la mano del decano colgada al momento de la entrega de diplomas, o decir unas palabras por los compañeros que estaban presos”.

“Cuando uno es joven es más inconsciente, y nosotros hacíamos cosas muy osadas”, reflexiona el arquitecto Carlos Vales en el estudio de su casa. Las paredes están cubiertas de libros, e incluso un par de bibliotecas, se elevan hasta el segundo nivel de la propiedad. En 1966, Vales tenía veinte años, no militaba en ningún partido, pero participaba de las asambleas y de las acciones de protesta: “Íbamos a la estación retiro y nos sentábamos en los andenes a tener clase. Cuando la gente bajaba del tren no podía salir porque estábamos tapando la salida. ¡Podrían habernos agarrado a palazos ahí mismo! Era una época de muchos enfrentamientos. Había facciones universitarias contrarias, y a veces se agarraban a tiros. Tuve amigos a los que les quedó en la pierna la cicatriz de una bala”, cuenta Vales, y continúa: “Ir a la facultad era peor que ir a la conscripción; yo no vi volar un tiro cuando fui a la colimba”.

En 1970, Marta Slemenson, integrante del Instituto Torcuato Di Tella, realizó una investigación recuperada por el periodista Sergio Moreno que dio nombre a los hechos de La noche de los bastones largos. Según Slemenson, en la Universidad de Buenos Aires renunciaron 1.378 docentes, es decir el 22,4% del total. En Exactas, las dimisiones llegaron al 77,4 % del plantel docente y al 51,3 % de los profesores titulares; en Filosofía y Letras al 68,7 % de sus docentes; y en Arquitectura al 47,7 %.

“Ese día tenía entrega, dejé mis trabajos y salí de la facultad. Unos minutos después llegó la policía y me enteré cuando llegué a casa”, comenta Vales. “Habían echado a los profesores y nosotros esperábamos las notas. No teníamos quién nos corrigiese. Nos encontrábamos como delincuentes con los ayudantes de cátedra en un bar o una casa para corregir los trabajos”, asevera. Vales aún conserva la libreta universitaria que le fue entregada ese fin de cuatrimestre. Un comité con el que los alumnos nunca tuvieron contacto resolvió sellar las planillas vacías, sin calificación, en las que solo se lee “Promovido”.

Para Norberto Fernández Lamarra, licenciado en Ciencias de la Educación, que ya se desempeñaba como docente a fines de 1960, la violencia repartida por la policía dejó marcas, no solo en la vida de los alumnos y docentes golpeados, sino que dejó heridas mucho más severas: “Estas medidas sobre la educación tuvieron un efecto no solo inmediato, sino también a largo plazo. Se trataba de un nivel de investigación y desarrollo que aún no hemos recuperado. El vaciamiento se siente en el país, no solo en la universidad”, afirma.  

Oscar Alpa, actual rector de la Universidad de La Pampa, y presidente del Consejo Interuniversitario reflexiona: “Lo que estamos recordando en esta fecha no se refiere solo a lo ocurrido en un momento no democrático y violento de nuestra historia, sino que nos muestra que la discusión de fondo es otra: ¿cuál es el modelo de país que queremos?, ¿Estamos logrando la formación que queremos?”.

En comparación con la actualidad, Fernández Lamarra reconoce: “Estamos atravesando un período muy duro que está afectando fuertemente el funcionamiento actual y futuro de las finanzas nacionales. Es posible que en no mucho tiempo veamos jóvenes que sean afectados por estas políticas, dejando la universidad, imposibilitados de recibir una buena formación, o que no puedan hacer investigación”, advierte. Si bien siempre hubo disputas por el presupuesto universitario, la actualidad tiene características especiales. “Se trata del congelamiento de los salarios frente a una inflación, que existe, pero se niega”. Y agrega: “Lo más contradictorio, es que se trata de un gobierno elegido democráticamente”. Pese a que la represión en las universidades no es física, seis décadas más tarde, los mecanismos de control, desprestigio y desfinanciamiento se convierten en las nuevas armas.  

El Cordobazo en blanco y negro

El Cordobazo en blanco y negro

A 54 años del levantamiento contra la dictadura de Onganía, se estrenó el documental «¡Quemenlos!», que recupera las crónicas televisivas de la época.

El 28 de mayo en la sala Argentina del Centro Cultural Nestor Kirchner tuvo lugar el estreno de ¡Quémenlos!, el proyecto más reciente del cineasta Adrian Jaime. El documental narra los hechos acontecidos en Córdoba, en 1969, cuando miles de estudiantes universitarios y trabajadores salieron a las calles para resistir a la dictadura de Juan Carlos Onganía: aquellas protestas quedaron en la historia como “El Cordobazo”. El documental fue realizado con videos originales de los canales de televisión que transmitieron lo ocurrido en las manifestaciones. Gracias a este intenso trabajo de archivo se pudieron ver las imágenes de la primera marcha silenciosa, los homenajes al estudiante y obrero Santiago Pampillón (asesinado por una bala policial), los violentos cruces y represiones que tuvieron lugar en el centro cordobés y en la Universidad de Córdoba. Las únicas voces narradoras que ofrece el documental son las de los propios conductores de televisión de esos años.

Lo que se hizo para el documental fue “un trabajo arqueológico”, según lo define el director, refiriéndose al tratamiento de sonidos e imágenes que se llevó a cabo. “Trabajamos con un volumen de materiales muy grande, de archivistas en Córdoba y en Buenos Aires. No fue una tarea sencilla porque hubo que seleccionar entre cientos de horas”, explica Jaime. Junto con Pablo Pérez Montiel, sonidista que participó en producciones musicales de Fito Paez y Cerati, fue recolectando el material sonoro para la elaboración de un documental histórico que busca transmitir un clima de época. La reconstrucción de voces fue realizada desde cero. Para varias de las imágenes reproducidas se utilizaron sonidos de marchas más recientes, como la del 28 de diciembre en el gobierno de Macri, por ejemplo.

“Yo lo que trato de trabajar son las imágenes visuales y sonoras. Cuando trabajás con una voz en off trabajás como en otro plano dentro de la narración. Yo lo que consideraba es que debía poder escucharse por sí misma la situación sin tener a un ´otro´ que narrara aquellas cosas que acontecieron”, explica Jaime sobre la elección de la estrategia narrativa. “A diferencia de otras veces retiramos la palabra y le dimos mayor autoridad y trabajo a la construcción de escenas e imágenes tanto visuales como sonoras”.

La recopilación de archivos sonoros comenzó en plena pandemia. El documental nació como un proyecto sobre los libros quemados en la última dictadura al que se dedican las primeras imágenes del documental.  Luego de ese inicio se transitan varios momentos clave que marcaron el principio del fin del gobierno de Onganía y que tienen como protagonistas a las juventudes militantes de la época, en su mayoría hombres trabajadores provenientes de las industrias automotrices. La participación de jóvenes adolescentes y mujeres tampoco fue un detalle menor, así como la aparición de figuras políticas relevantes como la de Agustín Tosco, líder sindical que se manifestó en contra del gobierno dictatorial y murió años más tarde en la clandestinidad.

Jaime agradeció el apoyo que recibió del Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales para realizar la película. También explicó las dificultades que presenta realizar este tipo de contenido, así como también la necesidad de una cinemateca y políticas públicas que protejan o equilibren la convivencia entre las grandes productoras multinacionales y las producciones nacionales. Actualmente los documentales se realizan con un 8% del presupuesto que tiene una película de ficción. Al trabajar con los porcentajes más bajos del presupuesto, aclaró el director, “siempre es un desafío para nosotros poder compatibilizar los deseos con la calidad”.

El documental podrá verse en el Cineclub Municipal Hugo del Carril de Córdoba, del 27 al 31 de mayo y en el Cine Municipal El Cairo de Rosario los fines de semana a partir del 27 de mayo.   

La domesticación de la cultura

La domesticación de la cultura

Se estrena Danubio, una ficción documental que da cuenta de las operaciones de inteligencia de la dictadura de Onganía sobre los artistas de Europa del este en el Festival de Cine de Mar del Plata.

Este jueves 9 de marzo se estrena Danubio, una ficción documental dirigida y producida por Agustina Pérez Rial que busca recrear lo que sucedía en el año 1968, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, cuando los servicios de inteligencia se dedicaban a vigilar “la infiltración del comunismo en la cultura”. La producción llega a la Sala Leopoldo Lugones de la Ciudad de Buenos Aires buscando interpelar al público a través de una historia inédita.

Siendo licenciada en Ciencias de la Comunicación y habiendo recorrido un largo camino en el ámbito académico, Agustina Pérez Rial decidió buscar su lugar en el mundo de lo audiovisual ya que “sentía que había algo de la forma académica y escrita que tenía un límite en cuanto a las personas que se podía llegar”, según contó en diálogo con ANCCOM. Fue en ese momento cuando Paulina Battendorff, compañera y  guionista de Danubio, le acercó unos legajos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) que hablaban sobre las persecuciones que se llevaron a cabo en el Festival de Cine Internacional de Mar del Plata, durante el gobierno de Onganía y en plena Guerra Fría, cuando el comunismo era objeto de terror y persecución.

“Ese legajo tenía solo tres hojas en las que se hablaba de una fiesta que había hecho una sociedad Danubio para que miembros del Partido Comunista local marplatense se pudieran acercar a las delegaciones de los países del este que vinieron al festival durante el año 1968”, relató la directora y comentó que “el primer trabajo fuerte era ver quiénes eran las personas que estaban en esos legajos porque todos los informes eran anulados por Habeas Corpus y Habeas Data para que los nombres no estuvieran expuestos. Más allá de eso, por la manera que tenían de describirlos fue posible averiguar quiénes eran haciendo un trabajo de contrainteligencia”. Es que, más allá de la ficción, la película fue fruto de seis años de una intensa investigación y recopilación de archivos mediante la cual se nos permite entrar en una época de la que poco se habla. Sobre esto, Pérez Rial confesó que “fue muy difícil encontrar los archivos, muchos estaban en manos de coleccionistas privados y eso nos hace pensar el problema del acceso público a los archivos que son parte de una memoria que está muy dispersa”.

La película fue fruto de seis años de investigación y recopilación de archivos.

Mediante una amplia recopilación de archivos de diferentes tipos, ésta ficción documental busca recrear una época en la que el cine, como referente de la cultura, era objeto de censura y de vigilancia por ser considerado peligroso. “En esa época se pensaba que una persona por ir a ver una película podía salir convertida en comunista. El miedo era directamente a la cultura, eso es lo más interesante de la época”, expresó la directora y agregó: “Primero vino la domesticación de la cultura y luego la de los cuerpos en los años posteriores, una domesticación que también era cultural pero que antes estaba más escondida”. Por lo que más allá de la época, Danubio intenta que el público pueda interpelar y repensar la relación entre la cultura y la política en la actualidad.

Danubio se presenta como una ficción documental que sobrepasa todos los límites de un documental tradicional porque hace hablar a la época desde el lugar de la mujer, un lugar de enunciación poco común en una sociedad ampliamente masculinizada. “La historia se cuenta desde la voz ficcional de una mujer rusa que en sí nunca existió, sino que está hecha de mil retazos de entrevistas e investigaciones y representa a todas las que podrían haber sido perseguidas en ese momento”, sostuvo la directora.

Por otro lado, se vuelve interesante pensar el lugar que ocupa la ciudad de Mar del Plata en ésta historia, aquella ciudad “feliz” en la que se realizaban operativos de censura y de inteligencia para controlar a los miembros del Partido Comunista. “Mar del Plata tiene un lado facho muy fuerte –subraya la directora-. Es una ciudad de tres meses de actividad y nueve meses de retracción. En su momento le molestó mucho el peronismo, sobre todo cuando las vacaciones fueron universales y empezaron a llegar las masas: lo necesitó pero le molestó”. Danubio también busca mostrar aquel lado de la “ciudad feliz” que está oculto y es importante conocer.

Después de recorrer festivales nacionales e internacionales Danubio llega a la Sala Leopoldo Lugones, perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires, del 9 al 12 de marzo a las 21 y del 14 al 16 de marzo a las 18, para invitarnos pensar, reflexionar y disfrutar de una historia nunca antes contada.