May 27, 2019 | Novedades, Vidas políticas
Agustín Tosco con delegadas de Luz y Fuerza. Foto Carlos Ardiles.
Obreros y estudiantes, unidos contra la dictadura militar que comandaba Juan Carlos Onganía. Eso fue el Cordobazo. La historia de esas jornadas recuerda a líderes gremiales como Agustín Tosco, Elpidio Torres y René Salamanca, pero poco se ha dicho sobre el rol que cumplieron las mujeres. ANCCOM rastreó, ubicó y dialogó con algunas de ellas, que rememoraron esos días, su militancia y cómo se abordaba la cuestión de género.
El Sindicato de los Mecánicos y Afines del Trasporte Automotriz (SMATA) y el Sindicato de Luz y Fuerza habían convocado a un paro activo por 36 horas en Córdoba. La huelga desembocó en una movilización masiva y posterior represión durante los días 29 y 30 de mayo de 1969.
Soledad García Quiroga, profesora de Letras y sindicalista docente, quien hasta la actualidad continúa viviendo en Córdoba, recuerda aquellos días, de los que formó parte. “No se luchaba en general por mejores salarios, por paritarias como hoy, se pedía, por supuesto, cuando había situaciones de gremios postergados, pero mucho más eran las ocho horas, las condiciones de trabajo en los comedores de fábrica que no eran comedores, o sea, las compañeras comían en las máquinas, con suerte, o en un rincón de un salón, explica. “Lo mismo en las propias situaciones de las escuelas, tampoco teníamos lugares aptos para reunirnos a comer y socializar, a lo sumo podía haber más adelante una cantina privada pero no teníamos condiciones adecuadas para poder intercambiar, interactuar y debatir, que eso es lo necesario en un colectivo de trabajadores”, agrega.
Soledad tiene la certeza absoluta de que las mujeres tenían un papel protagónico. “Había voz, si algo teníamos era voz. Quizás no éramos escuchadas o esas voces eran invisibilizadas, pero tratábamos de tener voz. Yo hablo también de una realidad muy concreta del contexto, que era el sindicato docente en donde he militado toda mi vida, entonces, quizá allí sí la teníamos”, dice, aunque reconoce: “Lo que no teníamos a veces era incidencia en las decisiones. Pero sigue pasando, las mujeres participamos, participamos en lo barrial, lo social, lo político, pero después no tenemos incidencia en el poder de decisión.”
Nene Peña, delegada bancaria, en el Cordobazo.
Las mujeres del Cordobazo fueron partícipes activas, desde los lugares que les tocó vivenciar la revuelta de aquellos días. De diversas maneras, aportaron a la historia desde sus realidades.
Los sucesos de mayo del 69 son contados en fotografías y tapas de diarios de distintas maneras, pero en general se ha omitido la participación de mujeres; muy poco se habla de que ellas también formaron parte de esas jornadas.
Susana Romano Sued, como Soledad, también vive actualmente en Córdoba, y en aquel entonces era estudiante de Letras Modernas y militante universitaria de izquierda. Asegura que en las universidades las revueltas eran constantes y la participación femenina activa. “Iba a las asambleas en el comedor, suspendíamos clases contra los profesores que eran pro dictadura y que se habían atenido a la intervención. Nos rebelábamos. Yo era muy activa y había dos profesoras que también se aliaron pero no teníamos roles destacados ocupando cargos importantes. Por ejemplo, yo escribía muchos panfletos.Teníamos mucho coraje, que se había hecho masivo entre las mujeres”, recuerda Susana.
Respecto de aquellos días de organización y lucha, describe: “Con las compañeras nos dirigimos a los barrios para descentralizar, nos encontramos con montones de camiones llenos de obreros que se dirigían en sentido contrario, en los barrios quedaron las amas de casa. Fue un sentimiento de emancipación frente a las fuerzas represivas. En el barrio Clínicas, donde vivían en pensiones muchos estudiantes, las que defendían las pensiones eran mujeres. Se amplió una protección masiva femenina.”
Susana afirma que “el Cordobazo fue un punto de inflexión en la conciencia de las mujeres.” Por su parte, María Ledesma, hoy catedrática de la Universidad de Buenos Aires e investigadora en Teoría del Diseño, cuenta que si bien durante aquellos años recién comenzaba militancia universitaria, participó junto a otras mujeres a la par de los varones, durante la represión “Nosotras también nos enfrentamos en la represión, ayudamos a armar las barricadas y tirábamos piedras a la par de los compañeros”. señala.
Soledad García Quiroga, sindicalista docente.
Ana Noguera es Doctora en Historia, profesora de la Universidad Nacional de Córdoba y especialista en el estudio de la militancia política de las mujeres en los años ’70. Aunque ella no participó del Cordobazo, afirma sobre ese hecho histórico: “Si bien hay una participación, porque lo hacen desde su lugar de trabajadoras obreras, o participan también muchas estudiantes que se habían empezado a acercar a distintas agrupaciones que va a tener la universidad, no tiene un carácter masivo. Y eso también tiene que ver porque los sectores que convocan al Cordobazo son sectores que están compuestos básicamente por varones”.
En los años ’60, se había empezado a gestar un gran crecimiento industrial en Córdoba, aunque las mujeres no lograban insertarse en sectores laborales que se hallaban mayoritariamente representados por la presencia masculina. Noguera sostiene que las mujeres se encontraban condicionadas por estereotipos ligados al género, y que este aspecto influía en los puestos laborales. “En el censo del ’70, por ejemplo, las muestra todavía muy ligadas a las industrias como ‘tradicionalmente femeninas’, o que ellas siempre ocuparon ese lugar, como puede ser la industria textil, la industria del calzado, el sector de alimentación, docentes por supuesto, y crecientemente más vinculadas al comercio, lo que es el sector terciario de la economía, bancos, comercios, seguros. Entonces, sí hay una división sexual del trabajo en la época, lo sigue pasando en la actualidad también”, cuenta.
En Córdoba se dieron varias “puebladas” durante aproximadamente una década, desde 1966 hasta 1976. El Cordobazo del ’69 fue el comienzo de un proceso prolongado que tenía como objetivo derrocar al gobierno dictatorial de Onganía, aunque no fue su efecto inmediato, ya que su dimisión se produjo el 7 de junio de 1970; sin embargo, la protesta fue un antes y un después en la lucha organizada, un puntapié para la organización popular en la que se unieron diferentes actores sociales.
No es novedoso que la historia no tenga registros acerca de la participación de las mujeres en hechos concretos; lo cierto es que al Cordobazo también lo parieron compañeras, obreras, estudiantes y amas de casa.
Bibiana Fulchieri, fotógrafa, periodista e investigadora cordobesa, es quien se dedicó arduamente a recuperar y registrar las memorias de aquellas voces: las de las mujeres.
A través de la fotografía, recopiló testimonios de protagonistas que formaron parte del Cordobazo. “Llegó el momento de incorporarlas en la memoria, de ponerles nombres y apellido y, de justificar los 50 años o más, que están en la calle, aún hoy. Para lograr su objetivo de reivindicar las memorias de las mujeres, ni más ni menos que hacerlas visibles a ellas y a su compromiso social, y darles el lugar en la historia, que se merecían y se les había negado”.
Fulchieri se interesó en reconstruir este hecho, tomarlo y agregarle perspectiva de género, reunió así 20 testimonios de mujeres protagonistas, hilando fino logró la edición de su libro El Cordobazo de las mujeres, de la Editorial Las nuestras. Allí les dio nombre propio a cada una de ellas. Una anécdota respecto de la investigación fue la clave para enfatizar su trabajo. “Mire señora, acá es el Archivo General de la Nación. Y acá, se guardan las memorias del Estado, se ve que al Estado no le interesa guardar algunas memorias”, le contestaron a Bibiana cuando intentaba llegar a datos concretos en esa dependencia. Ella enfatiza sobre la importancia de analizar los registros y asegura que lo que se guarda y se recuerda de hechos históricos es lo que termina definiendo la memoria.
“Cada vez que yo encontraba un lugar donde había mujeres, me fue abriendo un panorama enorme. Fui armando como un rompecabezas en donde cada vez mi búsqueda se fue intensificando más en función de saberlas dónde. Los lugares en donde ellas estaban ubicadas laboralmente: enfermeras, maestras, industrias del calzado, el vidrio, autopartistas, sindicatos de salud, algunas otras profesionales y estudiantes”, relata Fulchieri.
Las mujeres del Cordobazo existieron y desde sus lugares y vivencias cotidianas contribuyeron a la lucha colectiva; lo hicieron a través de la militancia activa, de los cuidados hogareños, como trabajadoras remuneradas y no remuneradas o como estudiantes. Hicieron y formaron parte de la Historia, con mayúsculas.
Nov 28, 2018 | Culturas, Novedades
«Esto no es un golpe» reconstruye los hechos del levantamiento militar contra el presidente Raúl Alfonsín en 1987.
Los meses de marzo y abril de 1987 no fueron un segmento más en la vida política y social del país. La flamante democracia había sido puesta en vilo ante una concatenación de sucesos que llegaron a su punto crítico en Semana Santa. Bajo la mirada panóptica del director y productor Sergio Wolf, Esto no es un golpe se presenta como un thriller documental que, a través de varios personajes, reconstruye los hechos acaecidos antes, durante, y luego del alzamiento militar que significó un punto de ruptura en la relación entre el presidente Raúl Alfonsín y el pueblo que lo había ungido como el reestructurador de la vida democrática nacional.
En diálogo con ANCCOM, Wolf recuerda su vivencia particular de aquel domingo pascual que lo encontró en la Plaza de Mayo con otras miles y miles de personas, experiencia que relaciona directamente con la realización de la obra. “Algo de esa sensación de incomodidad y perplejidad respecto al final de ese conflicto quedó flotando y fue el germen del documental, me gusta pensar que algunas preguntas generadas en ese domingo de 1987 fueron las que me hice actualmente a la hora de escribirlo y filmarlo”, aclara el también guionista. Uno de los rasgos distintivos del film es justamente la omnipresencia del autor, quien mediante una potente voz en off plantea un viaje que recorre tanto puntos geográficos como testimonios clave a la hora de conocer el detalle de los hechos.
Sergio Wolf es el director y productor del nuevo thriller documental «Esto no es un golpe».
Desde el afiche de presentación hasta el último centímetro de la cinta, hay un dualismo que marca el pulso del relato. De un lado Aldo Rico, líder carapintada y estandarte de la rebelión; del otro Raúl Alfonsín, primer mandatario y “padre” de la nueva era democrática luego de la etapa más oscura del país. En el medio, personalidades políticas y militares que pugnan por sus intereses mientras una sociedad civil pujante se organiza para no regresar al pasado reciente de penumbras. “Hice una selección de personajes teniendo en cuenta su cercanía con los sucesos de Semana Santa, es decir, no simplemente gente que haya formado parte del gobierno, sino que también haya presenciado todo lo que pasó en esos cuatro días. Luego Pablo Chernov y Gabriel Kameniecki se ocuparon de contactar y convocar a las personalidades”, aclara Wolf, destacando a quienes, junto a él, se encargaron de la producción.
La presencia de Rico amerita un párrafo aparte. Sarcástico, impetuoso, con la impronta castrense rayana en el paroxismo que lo caracteriza, el ex dirigente del Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN) da su visión particular mediante aseveraciones que son tan controversiales como difíciles de apelar en la inmediatez. Al respecto, el director explica que el militar retirado “siempre fue pensado como un protagonista, incluso no sabiendo lo que podía llegar a decir más allá de ciertas presunciones debido a declaraciones anteriores. Dice muchas cosas que pueden incomodar al espectador, pero a la vez también aporta datos que no muchos consiguen”.
La presencia de Aldo Rico, más allá de sus aseveraciones controversiales, aporta datos que de otra manera hubieran sido difíciles de conseguir.
En el otro extremo, los movimientos de cámara y la diversidad de planos permiten que el espectador pueda situarse en el lugar del ex presidente y pueda observar sus movimientos entre la Casa Rosada, su casa de descanso y Campo de Mayo, cubriendo de alguna forma el vacío testimonial que implica su ausencia física. “Hay desplazamientos de cámara que ponen de relieve la subjetividad de narrador, o en este caso del propio Alfonsín que no está en cuerpo presente, por ende la cámara intenta reconstruir ciertos recorridos del ex líder radical, sobre todo antes del segundo discurso (NdeR: el que da luego de su reunión con los militares)”.
La multiplicidad de voces presentes en el documental se combina con una variedad de información que, lejos de tomar un cauce unidireccional, muestra perspectivas diferentes con una narrativa despojada de cualquier preconcepto o cariz ideológico. No obstante, Wolf entiende que el film lejos está de ser objetivo o de buscar una respuesta absoluta a las problemáticas planteadas en el momento histórico recorrido. “No encaré la película desde el lado de la objetividad, de hecho no creo en la objetividad, todo lo contrario. Tampoco la hice con un juicio previo, no se puede hacer una película con prejuicios. Siempre pensé hacer la película con Aldo Rico, por ejemplo, más allá de las discusiones que he tenido con mi grupo de trabajo o de mis propias diferencias ideológicas para con lo que él dice o hace. Para mí lo importante era la palabra de él, la película necesitaba su presencia”, asegura.
Al no contar con la presencia de Alfonsín, los movimientos de cámara y la diversidad de planos permiten que el espectador pueda situarse en el lugar del ex presidente.
En la misma línea, el documentalista entiende que la subjetividad es precisamente lo que enriquece la obra. “La película tiene un marco dentro del cual hay un relato pormenorizado de muchas zonas de conflicto, aunque nunca se busca una verdad ni nada parecido, sino que se muestran personas que son un conjunto de subjetividades en tensión. Aún si hubiera estado vivo el propio Alfonsín no hubiéramos llegado a esa verdad, ya que hay muchas lecturas de lo que pasó e incluso puntos de vista cruzados entre personajes del mismo sector” afirma Wolf, quien convierte esa tensión en el suspenso que deja al espectador pegado a la butaca desde el mismo instante en el que se apaga la luz.
Nov 28, 2018 | Culturas, Novedades
«J. Timerman» la nueva obra de Eva Halac presentada en el Centro Cultural San Martín.
Jacobo Timerman fue un periodista de origen ucraniano que llegó a la Argentina con tan sólo cinco años. Nacionalizado en nuestro país, se inició tempranamente en el periodismo y fue fundador de algunos de los medios más importantes de la última mitad del siglo XX, como los semanarios Primera Plana y Confirmado, y el diario La Opinión. La dramaturga y licenciada en Ciencia Política, Eva Halac, cuenta los motivos que tuvo para “subir” a Timerman a escena: “Lo elegí porque lo vi como un gran personaje de teatro. Es un hombre con pasión, con contradicciones, con situaciones que lo obligan a tomar decisiones, a poner en juego sus convicciones, sus afectos y sus valores.”
Además, la autora señala que tuvo una vinculación con La Opinión al momento de la fundación del diario, en 1971: “Mi padre (nota de la re: el dramaturgo Ricardo Halac) fue periodista muchísimos años y de hecho trabajó con Timerman en el suplemento cultural de La Opinión. Fue un momento donde se conjugaba literatura y periodismo. Ése es el recuerdo que había en mi casa”. Halac se sirvió de un lenguaje que le resultaba ya familiar para crear la atmósfera de la época, que coincide con un momento de inflexión en la vida de Timerman.
Guillermo Aragonés, que interpreta a Timerman, precisa el acierto de la directora en cuanto al recorte histórico realizado: “Eva lo ubica en tres hechos muy puntuales: primero, el casamiento de la hija de (Alejandro) Lanusse, que yo lo recuerdo siendo adolescente, como un evento social muy importante. Segundo, el levantamiento de Azul y Olavarría , que fue producto de una interna del Ejército y, por último, el aniversario de la muerte del Che. Tres hechos muy significativos que sucedieron casi al mismo tiempo. Es un marco de fiesta y tragedia.”
Aragonés trabajó con Eva Halac en Café Irlandés, obra de la dramaturga donde también aparecieron personajes vinculados al periodismo -como Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martínez- y en la que comenzaron a construir el personaje de Timerman. Al respecto, el autor comenta: “Fue complejo. Hay una parte mía, generacional, de admiración hacia Timerman por haber sido tan importante en el mundo del periodismo. Yo no soy parecido físicamente pero debía hacer algo que me alejara de mí y me acercara al personaje, así que, además de leer y estudiar, lo observé en reportajes, en donde yo pude captar algo su manera de hablar, su comportamiento, no para imitarlo sino para entender su mundo interior y su forma de ser, que se ve reflejada en la voz.”
El actor precisa, en diálogo con ANCCOM, las características que se destacaban en Timerman: “Tenía apoyaturas en algunas letras, una cadencia judía que de a ratos abandonaba y seguía con una tonada porteña. También me puse a leer lo que él leía y a construirlo desde su interior y su inmenso universo cultural.”
El simbolismo del espacio tiene una fuerte pregnancia en el espectador, que no puede sacar los ojos de la escena que se desvanece mientras otra comienza a construirse.
La obra transcurre en un espacio vallado, donde los personajes se encuentran como “en tránsito”, no hay objetos análogos con la realidad. No se ve un escritorio, pero sin embargo se puede sentir que está en una redacción. Y si no se ven los invitados, el espectador es transportado al casamiento de la hija de Lanusse. El simbolismo del espacio tiene una fuerte pregnancia en el espectador, que no puede sacar los ojos de la escena que se desvanece mientras otra comienza a construirse.
La gente sale del teatro comentando, haciéndose preguntas, discutiendo animadamente. Uno de los espectadores, el periodista Jorge Landaburu, comenta: “El personaje logrado es Timerman. Yo trabajé con él y tenía todas esas cosas tremendas. Está muy bien captado y la obra es linda de ver”. También forma parte del público la actriz Rocío Sueiro: “No necesitás saber nada de historia ni política porque parece un thriller. Me encantó”, subraya.
La obra está dirigida a un amplio público; por un lado, los mayores encuentran personajes, acontecimientos y hasta melodías que formaron parte de sus vidas y, por el otro, los más jóvenes van a ver la acción y sentir la tensión de una época muy convulsionada, se van a despertar interrogantes sobre nuestra historia y van a conocer a un hombre con un gran poder y con la capacidad de influir sobre otros desde la redacción de un diario.
La obra está dirigida a un público amplio, desde personas mayores que quieran revivir momentos significantes de su vida, hasta jóvenes interesados en la historia.
«J Timerman» se presentará los jueves, viernes y sábados a las 20:30 y los domingos a las 20, en el Centro Cultural San Martín hasta el 9 de diciembre