“La película termina cuando empiezan las preguntas”

“La película termina cuando empiezan las preguntas”

Valentina Bassi protagonizó, junto a su hijo Lisandro Rosell, “Presente continuo” una mezcla de ficción-documental donde la actuación se confunde con la realidad. Dirigida y filmada por su exmarido Ulises Rosell, la película muestra cómo es el cotidiano de una madre con su hijo de 17 años que tiene autismo.

Desde una narrativa sencilla pero cautivante, Presente continuo entremezcla tensiones sociales, figuras maternas, soledades compartidas e interacciones únicas. Sin buscarlo, ganó en el BAFICI el premio otorgado por el voto del público, y se convirtió en un punto de apoyo y representación para familias que tienen niños y adolescentes con discapacidad.

“Muchas mamás con hijos con discapacidad me escriben que sienten alivio al verla; creo que se ven espejadas. Para eso sirve el arte, como espejo. Y personas que no tienen ni idea de lo que es el autismo se meten en un mundo que no conocían. Estoy segura de que si mañana se cruzan en el colectivo con alguien con autismo, no les va a ser tan ajeno, y ahí sirve para una integración. Esta peli es una ventanita a un mundo que no se conoce”, declara con una sonrisa Valentina Bass, protagonista de la película junto con su hijo Lisandro Rosell.

En un contexto de crisis política y económica, donde servicios y prestaciones por discapacidad están en riesgo y el gobierno de La Libertad Avanza ya anunció que vetaría la Ley de Emergencia en Discapacidad, en el caso de ser aprobada, esta película viene a plasmar el otro lado de la moneda, una historia de tantas que se ven perjudicadas cuando la salud y el acompañamiento público decae.

“La idea de un país medio desmoronándose y nosotros yendo de un lugar a otro con un chico diferente… teníamos ganas de que esté. Ulises filma el cotidiano, y en el cotidiano estaba eso. Encima filmamos el año pasado. Ahora está muchísimo peor, la emergencia en discapacidad está colapsando como nunca pasó”.

Para Bassi, una actriz con amplia trayectoria en cine, teatro y televisión, el estreno de Presente continuo fue el que más nervios le hizo pasar. Es una producción que expone su intimidad y la de su hijo, lo cual no da lugar a una mirada objetiva. La incertidumbre sobre las reacciones del público era total. Tampoco sabía si Lisandro disfrutaría de verse a sí mismo en pantalla.

“A Lisandro no le gusta el cine, intentamos llevarlo y nunca se quedó más de cinco minutos. Pero en la primera función en el BAFICI, en primera fila, ni pestañeó. Yo ni vi la película, me la pasé mirándolo a él: en silencio ahí sentado se reía, hacía las mismas cosas que en la película. Ahora vamos siempre a verla”.

El título Presente continuo refleja el ritmo con el que la película fue producida: al de Lisandro, siguiendo sus pasos, expresiones y modos. “Lisan vive en presente, y yo lo miro y digo qué envidia, porque nosotros estamos muy preocupados por el futuro, la escuela, los desafíos… Él no, él está muy cómodo con quien es. Cuando estoy y me conecto con él, es aquí y ahora, entrás a su universo, despojado del lenguaje. Es un presente purísimo y me gusta aprender de eso”, cuenta Bassi.

La actriz explica que, para no romper con la intimidad que pretendía mostrarse, el equipo de rodaje se resumió en una sola persona. El mismísimo director del filme y padre de Lisandro fue el encargado de fotografía, sonido e iluminación. “Ulises se maneja como pez en el agua de la adversidad, siempre está filmando cosas complicadas”.

Además de otorgar una obra poética, que se deja disfrutar, este biodrama invita a conocer cómo se maneja una familia diferente a la convencional, donde, por inercia, la sociedad la arrastra hacia cierto aislamiento y soledad. “Lisan es re sociable, muchas veces nos invitan a eventos, yo no recibo rechazo del entorno, y digo ‘pero la puta, si yo estoy soñando con un mundo inclusivo tendría que ir’. Pero digo ‘uh… un shopping, el ruido, el desamparo’, porque no hay paredes cercanas. Y termino sin ir, eso no está bueno”, dice la actriz.

En la película, Lisandro queda al cuidado de distintas personas, siempre designadas por la madre, que aparece como su cuidadora principal, pendiente y amorosa con su hijo en cada oportunidad. Ya cerca del cierre, Bassi muestra al fin cierto cansancio, una frustración por no poder hablar con Lisandro de la misma forma que lo hace con otros.

“Yo más que nadie sé que Lisandro se comunica. Soy actriz, y lo digo: el lenguaje hablado no es el único medio de comunicación, hay miles. Lisandro tiene un lenguaje necesario, inmediato, de decir: dame esto, tengo hambre. Pero trabajamos mucho para que tenga lenguaje expresivo, y no sucedió, entonces hay una frustración… A veces sueño que habla, que tenemos una charla, una charla con un hijo adolescente. Y, cuando me despierto, me angustio porque no puedo creer que era un sueño. Hay una angustia, eso está en algún lado. Y me gustó haberlo dicho en escena”.

“La película termina cuando empiezan las preguntas. Trata de una madre que va, va, va, hasta que en un momento arrancan las preguntas sobre el pasado, llega la tormenta, el viento, y se terminó. Yo me quedé con ganas de respuestas o de más preguntas, pero sólo viento y se terminó. Me parece que es un hermosísimo final”.

Un festival que resiste

Un festival que resiste

Con proyecciones gratuitas y diversidad de voces, vuelve el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos, una herramienta para pensar el presente y transformar la realidad. Estrenos exclusivos y más de 50 películas para ver.

Identidad, la ópera prima de Florencia Santucho.

Bajo el lema “Abriendo fronteras”, comienza una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (FICDH). El encuentro, que se llevará a cabo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre el 11 y el 18 de junio, vuelve a posicionarse como una plataforma para la exhibición de filmes con perspectiva crítica y compromiso social. “No sólo proyectamos películas, también proponemos actividades atravesadas por otras artes, el activismo y la academia”, sostiene Maximiliano Rottjer, productor ejecutivo del evento.

Organizado en secciones temáticas como Miradas de Género, Pueblos Originarios, Migrantes, Infancia y Juventud, Panorama y Salud, el festival incluye cortos, medios y largometrajes de ficción, documental y experimental. Las sedes elegidas para la 21° edición son el Centro Cultural San Martín, la Alianza Francesa de Buenos Aires, FADU-UBA (Ciudad Universitaria) y el Teatro Empire. Además de las proyecciones en salas tradicionales, habrá funciones especiales en espacios emblemáticos de la Ciudad como el Centro Cultural 25 de Mayo, el Cine Gaumont -en el marco de Cine Club Núcleo-, la Fundación Rosa Luxemburgo y el Museo de los Inmigrantes (MUNTREF).

Creado en 1997 por el Instituto Multimedia de Derechos Humanos (IMD), el proyecto cultural apuesta por un cine que funcione como un vehículo para la reflexión colectiva y la construcción de futuros posibles. En esta edición, el foco estará puesto en las fronteras materiales y simbólicas que nos atraviesan como humanidad, más allá de los límites geográficos. “Hoy el concepto de frontera no solo tiene que ver con la migración, también puede pensarse desde los cuerpos, el color de piel o el género”, afirma Rottjer.

Programación comprometida

La película elegida para inaugurar el festival es No Other Land, un retrato íntimo y poético sobre los desplazamientos forzados en Cisjordania. Codirigida por Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor, la obra fue distinguida como Mejor Documental en los últimos Premios Oscar y surgió de una coproducción entre Palestina y Noruega. “Tenerla en la apertura no es poca cosa: implica una gran negociación, el pago de derechos y, sobre todo, una decisión clara sobre qué tipo de cine creemos que hoy puede atraer al público a las salas”, señala Rottjer.

La programación, compuesta por 56 títulos, es el resultado de una curaduría rigurosa realizada por un equipo de más de 15 personas. El proceso de selección partió de más de mil postulaciones internacionales y dio como resultado una muestra representativa de 37 países, con obras que promueven la pluriculturalidad y el respeto por la diversidad. “El contenido que proponemos es muy enriquecedor porque permite conocer la visión que tienen del mundo en distintos lugares”, asegura el productor.

Una de las novedades que reafirma el compromiso del festival con la equidad de género y la diversidad en el cine, es que la mitad de las obras seleccionadas están dirigidas por mujeres. “Creemos que, para que las cosas cambien, tenemos que hacerlas nosotros y no esperar a los demás”, sostiene. Entre estas producciones se destacan Una casa, un documental de Agustina Moras que reconstruye el paso de cuatro mujeres en un centro clandestino de detención durante la última dictadura militar; y La Cárcova, de Ludmila López Pérez, una pieza que muestra cómo una biblioteca popular de José León Suárez se convierte en un pilar de identidad y cultura.

También sobresale el estreno del documental Identidad, la ópera prima de Florencia Santucho, que narra la historia de su hermano Daniel, quien fue apropiado y pudo reconstruir su historia gracias al trabajo incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo. La pieza, que cuenta con la codirección del corresponsal de guerra Rodrigo Vázquez Salessi, no sólo explora la búsqueda del nieto 133 sino también el entramado de adopciones ilegales y el plan sistemático de desaparición de personas llevado adelante en Argentina entre 1976 y 1983. La proyección será el domingo 15 a las 20 en el Centro Cultural San Martín.

Una casa, un documental de Agustina Moras.

Actividades especiales

Con el objetivo de fomentar el intercambio y la reflexión colectiva, cada proyección contará con la participación de directores y referentes vinculados a las distintas temáticas. “Poder hablar con quien hizo la película es el otro lugar tan enriquecedor que ofrece este festival, eso no pasa en Cinépolis o en el cine comercial”, destaca el productor. Al igual que en ediciones anteriores, el FICDH contará con invitados internacionales. En colaboración con la Embajada de España y el Centro Cultural de España en Buenos Aires, participará la activista Lucía Hellín Nistal; mientras que, junto al Instituto Italiano de Cultura, estará presente la cineasta italiana Claudia Brignone.

El festival además ofrecerá una serie de actividades paralelas que promueven la reflexión sobre los desafíos del presente desde una perspectiva de construcción común. Entre las propuestas se destaca Activar la memoria, proyectar lo común, un conversatorio que tendrá lugar tras la proyección de Trans Memoria (Suecia, 2024) y Nada menos que la igualdad, un corto documental realizado por Fundación Huésped. La propuesta invita a reconstruir colectivamente los procesos de organización y metodologías sociales de transformación en torno a los derechos de las identidades trans y las diversidades sexuales. “Hace ya un tiempo que en Argentina se percibe como una necesidad urgente visibilizar cómo se está violentando a la diversidad, y en particular al colectivo trans”, señala.

El FICDH contará con tres Competencias Oficiales: Largometrajes Internacionales, Corto y Mediometrajes Internacionales, y Documentales Latinoamericanos. También, se hará entrega del Premio RAFMA «Edgardo ‘Pipo’ Bechara el Khoury» (Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales), y una mención elegida por el voto del público.

 Celebración colectiva

Sostener un festival de esta magnitud en el contexto actual no es fácil. Con la falta de convocatorias nacionales, dificultades en la financiación y aumentos de los costos, los organizadores se enfrentaron a un escenario complejo. “En esta edición la creatividad en la búsqueda de fondos fue clave, ya que tuvimos que buscar empresas que nos patrocinen, algo que en otro momento no era necesario”, explica Rottjer.

Sin embargo, una de las decisiones más firmes del equipo fue mantener la gratuidad de todas las funciones, con excepción de dos proyecciones en el Cine Empire, cuyas entradas tienen un valor simbólico de $3000 para poder apoyarlo tras haber estado cerrado por mucho tiempo. En ese esfuerzo por pagar para ver una película, los espectadores también contribuyen al sostenimiento de un teatro histórico del circuito alternativo. “Estar presentes en estos espacios es un acto político, de resistencia y de transformación”, asegura.

Durante ocho días, el público podrá acceder a una programación diversa que trasciende lo cinematográfico y se proyecta como una plataforma de diálogo, pensamiento crítico y acción colectiva. “Buscamos que el público vuelva a enamorarse de un cine que tiene otros lenguajes y un fuerte compromiso social”, concluye.

La programación completa del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos se puede ver en: www.ficdh.imd.org.ar

 

Del papel a la pantalla

Del papel a la pantalla

En la Biblioteca Nacional, cine y literatura se cruzan en una muestra que recupera guiones, afiches originales y cuadernos de dirección vinculados al séptimo arte. Una invitación a conocer la cultura desde una perspectiva lúdica y cercana.

“Pienso que la sala de un cinematógrafo es el lugar que yo elegiría para esperar el fin del mundo”. La frase de Adolfo Bioy Casares, que recibe a quienes ingresan a Escritos en celuloide, abre paso a un recorrido que revela el diálogo creativo entre escritores y cineastas en la historia argentina. La muestra, que puede visitarse con entrada libre y gratuita hasta el 3 de agosto en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional, recupera la historia del cine argentino a partir de sus cruces con la literatura mediante una cuidada selección de manuscritos, guiones, fotografías, objetos y documentos. “Es una propuesta que invita a repensar el cine y mueve una fibra emotiva”, asegura Fernanda Olivera, curadora de la exhibición, en diálogo con ANCCOM.

La idea nació tras una visita al Museo del Cine, cuando Olivera y su equipo buscaban afiches para una muestra sobre seres mitológicos. Allí surgió la pregunta por las adaptaciones literarias en la pantalla grande. “Notamos que desde las instituciones dedicadas al cine nunca fue muy explotado el tema de las transposiciones, así que pensamos que utilizar los textos de la Biblioteca Nacional era una buena forma de contar esa historia”, explica. A partir de esa idea inicial, abrieron nuevas líneas de exploración y comenzaron a relevar no sólo novelas sino también poemarios y antologías de cuentos.

La curaduría se apoyó en los estudios del crítico y periodista Claudio España, quien a lo largo de varios libros recopiló la historia del cine argentino desde 1930 hasta la actualidad. “Tomando como base su trabajo armamos una línea cronológica estructurada en grandes períodos, donde destacamos películas de las que teníamos material y aquellas que no podíamos dejar de lado por ser clásicos”, señala. A lo largo de los paneles, la exposición repasa algunas de las más de 300 adaptaciones cinematográficas. Muchas de las piezas provienen del acervo de la Biblioteca Nacional e incluyen primeras ediciones de novelas como Cicatrices de Juan José Saer o El salvaje de Horacio Quiroga.

Si bien el criterio cronológico guía el recorrido, también hay ejes temáticos. Se destacan autores frecuentemente adaptados, como Jorge Luis Borges –interpretado por diferentes actores a lo largo del tiempo– y Bernardo Kordon, cuya obra fue resignificada por cineastas contemporáneos. Para Olivera, este último caso es especialmente relevante ya que “es un autor gigante que no había sido tan leído y el cine lo puso en el lugar que merecía”. También se destacan duplas creativas fundamentales para el cine nacional como Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson, o Michelangelo Antonioni y Julio Cortázar.

Lo que revela el archivo

Además del fondo literario, la muestra se nutre de archivos fílmicos como los de Estudios San Miguel, Lumiton, Argentina Sono Film y Estudios Baires, que aportaron afiches y documentos ausentes en la hemeroteca. Pero su valor va más allá del contenido: también permite pensar el rol que tuvieron las salas de cine en la vida cotidiana. “Los representantes de los grandes estudios nos hablaron de lo que significaba que existiera una ciudad cinematográfica en un barrio o que se inaugurara un cine al estilo palacio, como los que se construían a mediados del siglo XX, donde alrededor del ritual del cine se formaba una identidad barrial y una comunidad”, relata.

Olivera también destaca la colaboración generosa de directores y actores, quienes cedieron materiales de sus archivos personales para reconstruir sobre todo el último tramo histórico de la exposición, que va desde 1990 hasta la actualidad. “Lo que más me sorprendió fue ver los guiones manuscritos, con dudas sobre el título o palabras tachadas y vueltas a escribir. Ese material me pareció maravilloso”, recuerda. Entre las piezas más singulares se encuentran los storyboards de Aballay, el hombre sin miedo (2010), préstamo de su director Fernando Spiner, y los guiones originales de El viento que arrasa (2023) de Paula Hernández.

La exposición también se detiene en el rol de los medios de comunicación en la difusión del cine. La primera crítica de la que se tiene registro data de 1894, cuando un cronista relató el funcionamiento del mutoscopio, un dispositivo cinematográfico patentado por Herman Casla que se proyectaba como evolución del kinetoscopio creado seis años antes por Thomas Edison. Ya en el cine contemporáneo se exhiben ejemplares de El Amante o Kilómetro 111, revistas especializadas que renovaron la crítica cinematográfica en la Argentina y acompañaron sus transformaciones en el modo de filmar.

Cruce de generaciones

Uno de los aspectos más valiosos es su propuesta lúdica y sensorial. Para ilustrar cómo se filmaban las primeras películas de animación –técnica en la que el cine argentino fue pionero– se exhibe un muñeco articulado de cartón que simula el cuadro por cuadro del stop motion. “Tratamos de incluir objetos que permitan al público tener contacto directo con esas materialidades”, cuenta Olivera.

Entre los más llamativos se encuentra un folioscopio mecánico artesanal creado por Inés Girola, que genera la ilusión de movimiento al hacer pasar rápidamente una secuencia de imágenes. Este objeto recupera el espíritu de los orígenes del cine y se convierte en una puerta de entrada para quienes se acercan por primera vez a este universo, dispuestos a descubrirlo mientras juegan. En esa experiencia se revela una de las claves de Escritos en celuloide: conectar distintas generaciones a través de un lenguaje común.

La muestra también permite seguir de cerca el proceso de transformación de una idea en película. Uno de los casos más reveladores es el de El Patrón: Radiografía de un crimen (2014), que partió de una noticia policial, fue adaptado en formato libro y, más tarde, convertido en film. En el panel dedicado a esta historia se exhibe una copia de la causa judicial, el guion subrayado e intervenido por el director Sebastián Schindel y un hilo rojo que conecta cada elemento, evocando la tensión narrativa propia del thriller. “Es importante que la gente pueda tocar y abrir esos materiales para ver todo el trabajo que hay detrás”, enfatiza la curadora.

Esta combinación de juego y archivo también funciona como un puente. “Está pensada para las nuevas generaciones, pero también para quienes somos más grandes y recordamos no sólo las películas, sino cómo era ese cine que ya no está”, agrega Olivera. A la par del repaso por las adaptaciones literarias, la muestra narra la expansión de las salas a lo largo de las décadas y su progresiva desaparición, un recorrido que invita a reflexionar sobre los modos en se consume hoy el cine.

Memoria y resistencia

En tiempos difíciles para la industria cinematográfica, la muestra ofrece un mensaje contundente: el cine argentino es también una historia de resistencia y creación colectiva. “Cada uno de esos períodos, aunque claramente diferenciados, pasó por momentos de devastación, persecución e intentos de silenciamiento, pero siempre zafó. Esta muestra también es una forma de decir: ‘Esto también lo vamos a superar’”, sostiene.

Más que una cronología, Escritos en celuloide funciona como una puerta de entrada a nuestra historia cultural desde los libros, las películas y los objetos que la preservan. “La Biblioteca Nacional conserva la memoria de nuestra nación, por eso esta muestra, como todas las que hacemos, es una invitación a que conozcan los archivos, que investiguen y la pasen bien”, concluye Olivera.

Escritos en celuloide se puede visitar hasta el 03 de agosto de lunes a viernes de 9 a 21h y sábados y domingos de 12 a 19h en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Agüero 2502, CABA).

Infancias oscuras

Infancias oscuras

Se estrena La Quinta, la nueva película de Silvina Schnicer. Un thriller con algo de terror protagonizados por tres niños en unas vacaciones invernales de su familia.

Hoy se estrena en cines La Quinta, la nueva película de Silvina Schnicer, un thriller con un poco de terror que pone el foco en una familia que pasa las vacaciones de invierno en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires. El filme seguirá con más intensidad a los tres hijos de la pareja, que se ven atravesados por un evento cruelmente desafortunado en el medio de lo que parecía solo un juego.

Schnicer, directora y guionista de películas como Tigre y Carajita, cuenta que este film se trata de una obra ficcionalizada de su propia niñez: “La inspiración original son mis recuerdos de la infancia. Yo iba justamente veranos e inviernos en una quinta con mi familia, pasábamos los tres meses de verano ahí. Quería proyectar eso tan hogareño que tenían ciertas escenas de cuando era muy pequeña. Esos momentos me dieron el puntapié para armar el relato trayendo un elemento extraordinario, para construir la ficción. Quería irme de lo cotidiano y del recuerdo y pasar a ficcionalizar la historia y extrañarla.”

Incluso los nombres de los personajes remiten a los integrantes de su familia, el nombre de su padre Rudi, y el de sus hermanos en los niños protagonistas: Federico y Martín. Esto y otras características, como el canto alemán y las extrañas costumbres de su padre, atravesaron la pantalla para convertirse en suspenso.

En la historia parece delimitarse perfectamente el mundo de los adultos, que buscan resolver y seguir adelante sin involucrar a los más chicos.Y por otro el mundo de los niños, en el que también comienza a esbozarse un camino hacia la adolescencia. En ese proceso, el espectador se va sumergiendo en una oscuridad, en la que los niños empiezan a tomar conciencia de sus actos mas allá de una simple travesura.

“Yo creo que los chicos tienen una capacidad de lidiar con la oscuridad que a veces supera totalmente lo que podemos hacer nosotros como adultos, que estamos más condicionados, que tenemos más prejuicios y miedos instalados. El trabajo con los actores tuvo que ver con las preguntas que hacían. Cuando tuvimos el primer encuentro y empezamos a hablar, les dije que era parte de mi historia familiar. Me miraron y me dijeron:“¿Dónde está el álbum? Queremos ver a tu mamá, queremos ver a tu hermano”, dice.

“Estuvimos un día entero mirando fotos familiares. Me estaban pidiendo ver la realidad. Ellos tienen respuesta para las preguntas. Solo hay que preguntárselas”, reflexiona.

Acompañada por su amiga de toda la vida, Mana Mitre y Katia Szechtman, la directora encontró la encarnación perfecta para los personajes de sus hermanos. Milo Lis impresiona en el papel de Federico, un niño sensible que sufre por sus hermanos en silencio. Mientras que Valentín Salaverry impacta en la piel de Martín, quien experimenta las fisuras de su aparente inocencia. Schnicer también encuentra lugar para una pequeña Silvina, interpretada por Emma Cetrángolo, quien no tardará en ocultar sus propios secretos.

En referencia a la desolación que siente el joven escocés de Ratcatcher (1999), la película dirigida por Lynne Ramsay, tanto niños como adultos se ven envueltos en una dinámica cada vez mas solitaria, en la que todos esconden algo que nunca conversan: “Entendimos que la historia pedía cada vez mas esa incomunicación como protagonista”, agrega Schnicer.

Producida por Brava Cine y Werner Cine, con el apoyo del INCAA, el Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, el Fondo Minoritario de Coproducción del Ministerio de Cultura Chile, ANCINE, ICEC e Ibermedia. La película será proyectada hasta el lunes 8 en Cine Arte Cacodelphia, Avenida Roque Sáenz Peña 1150, CABA, a las 20:40.

“Casi todos los escritores tenemos que trabajar también en otra cosa”

“Casi todos los escritores tenemos que trabajar también en otra cosa”

Se estrena en el Gaumont El Piletero, el Metrodelegado y el Cadáver, una docupelícula dirigida por Eduardo de la Serna y protagonizada por los escritores Félix Bruzzone y Kike Ferrari. “Yo pertenezco a la clase de los que construimos el mundo, y eso lo ejerzo tanto cuando trabajo en el subte como también cuando escribo”, plantea Ferrari en esta entrevista.

Dirigido por Eduardo de la Serna, El Piletero, el Metrodelegado y el Cadáver es un documental mixturado con elementos de ficción que aborda la cuestión de aquellos escritores que no ejercen plenamente su oficio, sino que se ven forzados a realizar otras actividades para poder vivir. A través de charlas, entrevistas y participaciones de distintos eventos, se exhiben en el film distintos retazos de la vida de los escritores Kike Ferrari y Félix Bruzzone, cuyos principales empleos se encuentran alejados del arte y de las obras literarias. Ferrari trabaja desde hace más de diez años en el Subte de la Ciudad de Buenos Aires, mientras que Bruzzone se desempeña como piletero. El relato tejido a dos voces tiene como disparador la aparición de un cadáver anónimo en un túnel subterráneo, a partir del cuál se empiezan a elucubrar distintas teorías. El film retrata los pensamientos de sus protagonistas, su compromiso político y sus historias de vida.

Ferrari tiene 53 años y confluyen en él tanto su producción literaria como su trabajo a jornada completa como empleado del Subte de la Ciudad de Buenos Aires, que le valieron el apodo de “el escritor proletario”. Novelas y cuentos de género policial como Que de lejos parecen moscas (2011) u Operación Bukowski (2004) le valieron a Ferrari distintos reconocimientos en el ámbito literario, como el premio Silveiro Cañada de la Semana Negra de Gijón (España). Él tuvo, desde un primer momento, muy en claro que su principal fuente de ingreso no sería provista por la literatura.

¿Cómo fue el proceso de producción de la película?

Fue un proceso largo, raro y tropezado. Fue divertido, de las clases de cosas que me gustan, hecha muy a pulmón. Eduardo (De la Serna) me contactó en 2017 para proponerme esta idea. En un primer momento iba a ser solo documental, pero luego se le fue sumando mucho de ficción. Habla sobre la relación entre dos trabajadores que escriben o de dos escritores que tienen otros trabajos, que somos Félix Bruzzone y yo. En un momento pareció caerse el proyecto, por un tiempo no supe más de él. Supuse que podía ser como otros muchos proyectos que quedan en la nada. Después de la pandemia, en 2021, Eduardo se volvió a contactar conmigo para comunicarme que el proyecto volvía a las andadas y que teníamos que filmar nuevas cosas. Retomamos y hubo una segunda tanda de filmaciones. Armamos un poco juntos lo que nos faltaba. Seis o siete meses después se terminó de grabar. El año pasado nos enteramos de que todo eso que habíamos estado produciendo había llegado a buen puerto y que la íbamos a poder estrenar este año. Fue, entonces, un proceso muy largo, hecho por muchas capas, pero que disfrutamos mucho.

 

¿Vés en el audiovisual un lugar potencial para seguir desarrollando tu carrera?

Me interesa, pero estando siempre detrás de cámara. Para escribir. Escribí un guión y tengo algún que otro proyecto por ahí guardado. Es un lenguaje distinto que uno tiene que aprender. Tiene posibilidades distintas. A mí me interesan todas las formas narrativas de la ficción desde el uso de la palabra.

 

¿Creés que tu trabajo en el subte te ubica en otro lugar a la hora de escribir?

Lo que creo que me ubica en un lugar distinto es mi pertenencia de clase. Es mi decisión que el lugar que ocupo en la producción o en el trabajo sea una parte identitaria respecto a quién soy. Ya sea en el subte o en cualquier trabajo asalariado. Trabajé en el subte los últimos doce años de mi vida, y los veinticinco anteriores los trabajé también pero en otro oficio. Lo que me da esto es una pertenencia, un lugar desde el cual vivir. Por supuesto que eso se traduce también en lo que escribo, como todas las demás cosas que me componen. Objetivamente, uno siempre ocupa un lugar en el proceso productivo, más allá de lo que piense. Después podés tener una posición más renegada o no con respecto a tu clase.

Yo pertenezco a la clase de los que construimos el mundo, y eso lo ejerzo tanto cuando trabajo en el subte como también cuando escribo. Esto me acerca a los demás. Por eso tengo participación gremial y por eso me siento uno con mis compañeros del subte pero también con los maquinistas o los obreros de fábrica o los maestros. La decisión consciente está en ese acercamiento a los de mi clase, pero eso no significa que cambie mi lugar objetivo en el mundo, ese siempre es el mismo.

 

¿Qué tan difícil es poder vivir de la escritura en nuestro país?

Son muy pocos los compañeros que pueden vivir exclusivamente de la venta de libros. Después los demás tenemos que tener otras tareas para solventarnos económicamente, que pueden estar más o menos cerca del proceso de escritura. Hay compañeros que son docentes, o que dan clases de creación literaria o que corrigen textos para una editorial. Ellos están más cerca de la literatura. Otros, como Félix, que limpia piletas, o como yo, que trabajo en el subte, estamos más lejos. Pero casi todos, excepto un puñado de nombres, tenemos que trabajar en otra cosa.

 

¿Por qué tu decisión, entonces, de trabajar en algo tan lejano a la escritura?

Yo lo prefiero. De hecho doy muy pocos talleres, tal vez uno o dos por año. Corrijo muy de vez en cuando textos ajenos. No hago mucho más que eso por fuera de mi trabajo. Para escribir necesito estar fresco, necesito tener ganas de escribir, y de poder poner las ideas y la voluntad del trabajo con el lenguaje ahí, en mis textos. Cuando trabajo con textos de otras personas me pasa que cuando vuelvo a mi propio tiempo literario ya no tengo ganas, no tengo ya fuerzas para ponerme a escribir. Es por eso, entonces, que prefiero que el tiempo de mi otro trabajo, de aquel que me veo obligado a hacer para poder vivir, sea otra cosa.

Podríamos decir que gran parte de la producción de tu obra comienza a gestarse durante tu tiempo en el subte?

En ese tiempo que estoy trabajando no dejo de pensar en lo que estoy escribiendo. En el subte craneo mucho. Quizás si tuviese otro trabajo en el cuál es más difícil distraerse o que implica otros riesgos sería otra cosa. Mi trabajo en mantenimiento tiene mucho tiempo de laburo mecánico y físico. En un laburo que lo hacés con el cuerpo y nada más, es muy fácil que la cabeza se te vaya. En esos momentos me permito pensar y organizar ideas que después vayan a ser escritas tres o cuatro horas más tarde, que es cuando llego a mi casa y puedo sentarme a escribir frente a la máquina. En el mejor de los casos, en el durante, saco el celular y escribo o guardo alguna nota o idea para recordarla después. Pero sí, me permite tener mucho tiempo pensando en lo que después va a componer mi trabajo.

 

Si estás leyendo esto

 El 14 de febrero de este año el escritor publicó su última novela, titulada Si estás leyendo esto, en la que se reconstruye un presunto intento de suicidio de Jorge Luis Borges en la década del 30. Ferrari se vale de ese episodio para construir una historia, trayendo escritores de la talla de Ricardo Piglia como parte de la  ficción y entramando, por lo bajo, una historización de la literatura argentina.

 Respecto a la novela, Ferrari explica: “La primera vez que leí respecto a este intento de suicidio fue leyendo Borges: esplendor y derrota de María Esther Vázquez. Pensar en Borges agarrando un arma, queriendo matarse y no pudiendo me pareció una metáfora espléndida de la literatura argentina. Pensé que podía construir una historización de la literatura argentina alrededor de ese revólver que iba pasando de mano en mano, donde mucha gente lo tiene pero nadie lo dispara. Las manos por las que va pasando son autores de los 180 años de la literatura argentina, como Rodolfo Walsh, Sara Gallardo o Ricardo Piglia. Es una novela de ensayo en algún punto, pero escondida dentro de una novela policial de aventuras. Se puede leer de las dos maneras”.

Sobre su vínculo con la obra de Borges, exclama: “¡Creo que Borges es el mejor escritor de la lengua castellana del siglo veinte! Que hayamos tenido la suerte de que haya escrito desde acá, con todo lo que eso implica, es un privilegio enorme. Todo lo que pasó en la literatura argentina a partir del año 46 tiene que ver con cómo se posicionan los escritores frente a Borges. Algunos se mantienen en su estilo, otros enfrentan su poética, otros tratan de huir. Todos orbitan alrededor de esa obra, que es extraordinaria. Hay muchísimo para aprender ahí y para deleitarse del gozo de la lectura sobre todo”.