“Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”

“Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”

 

Gloria Bustamante perdió a su marido, José Alfredo Zelaya Mass, durante la última dictadura cívico militar. Lo desaparecieron por su militancia peronista el 6 de octubre de 1978. Unos días antes, mientras ella estaba de visita en la casa de una amiga, recibió un llamado. “Primero me sorprendió que me llamaran a la casa de una amiga a la que había llegado hacía quince minutos. Después sentí que me estaban vigilando”, relató. La llamada era de una cochería. Y agregó: “Me dijeron que yo había dejado mi número para contactarme, pero no era verdad. Pensé que me estaban persiguiendo”. 

Su marido le dijo que era mejor separarse por su seguridad, así no la asociaban a él, que tenía reuniones con sus compañeros de militancia. Luego de su desaparición, los amigos le aconsejaron a ella que se fuera del país y decidió radicarse un tiempo en Paraguay. A sus ochenta y tres años, Bustamante aún recuerda el día preciso del secuestro aunque no otros datos y fechas, producto del paso del tiempo y la edad. 

Yamila Tejerina de la Rosa tuvo una historia diferente, teñida por el mismo miedo e incertidumbre, pero además, ligado al desconocimiento sobre su propio origen. Sabe que es adoptada, pero su madre, Aurelia Tejerina, nunca le dijo la verdad y, en cambio, le dio varias versiones diferentes sobre quienes podrían ser sus padres biológicos. “Me escondía de todos, no me dejaba ver a amigos, vecinos ni a nadie”, reveló. Además le prohibió tocar unos papeles que tenía guardados. “Una vez los vi, cuando ella no estaba. Eran recibos de sueldo de un tal Jesús de la Rosa, su marido”, le contó a la abogada Valeria Moneta de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.

Jesús de la Rosa había sido desaparecido y era militante en el sindicato de la fábrica donde trabajaba. Aurelia Tejerina le había dicho, en una de sus muchas versiones, que él era su padre, pero ella nunca lo conoció. En busca de respuestas, y ya en un período democrático, Yamila Tejerina insistió a su madre para saber sobre su padre. Le preguntó si era cierto que era hija de su hermana, como se decía en el barrio. “Me dijo que la verdad era demasiado cruel y que nunca me la iba a decir”, recordó. La historia de la familia Tejerina de la Rosa estuvo signada por la persecución y las desapariciones. Primero el hermano de Jesús de la Rosa, luego él mismo; casos de los que Yamila Tejerina se enteró de grande, cuando comenzó a investigar. Más tarde, secuestraron al hermano de Aurelia Tejerina. “La última fue mi mamá. Lo hicieron para que hable y como lo hizo, la soltaron”, teorizó. Cree que la llevaron a Campo de Mayo, pero su madre nunca le contó qué pasó durante los días que estuvo desaparecida. Se llevó la verdad a la tumba.

Yamila Tejerina.

La última en dar testimonio fue Olga Murillo, secuestrada durante tres días en Campo de Mayo. Fue durante enero de 1978, dos años después de la desaparición de su marido. “Me agarraron en la calle, caminando con mi mamá. Me dijeron que iba a declarar y cuando me subí al auto, sentí que me ponían una capucha en la cabeza”, recordó. Cree que la llevaron a Campo de Mayo, donde estuvo con otros secuestrados a los que no pudo ver. Les ponían un número y los llamaban de a uno. “Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”, explicó. La llevaron a un cuartito donde había fotocopias de fotos en una mesa y le pedían que reconocieran los rostros. “No conocía a ninguna de esas personas”, afirmó. 

Durante los tres días que duró su secuestro, sufrió diferentes vejaciones. La insultaron, la golpearon con bolsones de arena y casi la violan. Un militar con acento paraguayo, recuerda Murillo. Cuando le estaba por bajar el pantalón lo llamaron y se tuvo que ir. “El último día escuché una conversación entre ellos que se preguntaban qué hacer conmigo”, contó. La violencia física se detenía a veces, pero la psicológica era constante, sucedía todo el tiempo. Le decían que la iban a matar, que la iban a tirar al río, que de ahí no iba a salir. “El último día que estuve, me metieron en el piso de un auto y me encañonaron. A la mitad del camino pararon en una estación de servicio y uno me dijo: ‘Si llegás a gritar, te meto un tiro’”, recordó. La dejaron en una ruta entre las 10 y las 11 de la noche, encapuchada. Tenía que esperar que no se escucharan más el auto, pero ella se la sacó mucho tiempo después. 

Volver a la vida normal no fue fácil para ninguna de las tres mujeres. “No tuve contención, ni ningún lugar a dónde ir. Tenía que hacerme cargo de mis cuatro hijos que tenían miedo y querían estar conmigo todo el tiempo”, reflexionó Murillo. Yamila Tejerina de la Rosa aún sigue buscando saber quién es su padre. Gloria Bustamante ya no recuerda muchas de las situaciones y personas que estuvieron involucrados en los fatídicos días del secuestro de su marido y no quiere volver a hacerlo. A todas les faltó la contención y el acompañamiento que, luego de años, pudieron encontrar en los organismos de derechos humanos; pero que en un principio, tuvieron que resignificar solas. “Hice una obra de arte con mi vida porque no recibí contención de nadie”, finalizó Murillo.

Olga Murillo.

Tecnópolis también vuelve

Tecnópolis también vuelve

Tecnópolis, el predio estatal que une cultura, ciencia y tecnología, reabrió sus puertas para la edición 2020. Este año tiene el ingrediente especial de volver a ser gestionado por el flamante Ministerio de Cultura Tristán Bauer, quien en el acto inaugural estuvo acompañado por el titular de la cartera de Educación, Nicolás Trotta, y por su par de Desarrollo Social, Daniel Arroyo. Miles de concurrentes de de todas las edades fueron recibidas por el característico dinosaurio de escala real y con un acompañante muy simbólico para estos tiempos: una estatua de José de San Martín, en la versión  del dibujo animado «Zamba». La amplia agenda ofrece artistas folclóricos, milonga feminista, ajedrez, homenajes a María Elena Walsh, y hasta una muestra sobre Da Vinci. Con estas temáticas, habrá actividades hasta el primero de marzo.

“Lo primero que voy a comprar es leche y yogurth para mi bebé»

“Lo primero que voy a comprar es leche y yogurth para mi bebé»

Una de sus medidas gubernamentales más urgentes para responder a la emergencia alimentaria es la tarjeta AlimentAR, una herramienta para aquellas personas que se encuentran en extrema vulnerabilidad, como los niños.  Es por ello que su rápida implementación, en el marco del Plan Argentina contra el Hambre,  resulta muy importante para sobrellevar la crisis. La localidad de Moreno, uno de los municipios más golpeados por la  situación económica, fue también uno de los primeros en donde se desarrolló la iniciativa.

La tarjeta  se lanzó con un propósito general:atacar el problema de la inseguridad alimentaria.  En los operativos de entrega, tales como el que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Moreno, las  beneficiarias y los beneficiarios  reciben la tarjeta que les permitirá adquirir alimentos esenciales y, a su vez, asisten a una charla en las que se les brinda información sobre qué alimentos son recomendados para tener mayor valor nutricional en las comidas.  De la movida participan, aparte de la universidad, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que es el encargado de implementar el programa,  ANSES y RENAPER, entre otros organismos.

Con más de 600 mil habitantes y por la dura situación económica que se ve en los barrios, Moreno fue uno de los primeros municipios del Conurbano en donde se hizo efectivo este beneficio, con la entrega de más de 26 mil tarjetas. Fueron distribuidas entre madres y padres de niños y niñas menores de 6 años;  el monto de gasto que cada plástico permite es de cuatro mil pesos para quienes tienen un hijo y por seis mil pesos para quienes tienen dos o más. “Lo primero que voy a comprar es leche y yogurth para mi bebé, también cereales. Estoy muy contenta, más por ellos. La chiquita de cinco años es la que más me pide”,  comenta Lucy, de 35 años, con tres hijos, que vive en el barrio La 25.

“Vamos a poder comprar más nutrientes o más cantidad. Recibo otras ayudas, como la AUH, pero igual no alcanza. Voy a poder comprarle más cosas a los chicos, porque antes tenía que prohibirle y decirle ‘esto a la tarde, esto dejalo para mañana’ pero esta ayuda me va a permitir comprar un poquito más”,  dice Lorena, que tiene siete hijos y vive en el barrio Villa Anita, de Moreno. Limitar comidas o comprar productos más baratos no es nada nuevo en las mesas de los argentinos pero esto se agrava aún más cuando se pregunta a una persona de bajos recursos. Muchas veces, para estirar las comidas o para realizar más raciones,  dejan de lado el valor nutricional. Se posterga la idea de calidad para privilegiar la cantidad. Esta tarjeta viene a ayudar a que los alimentos que estas familias consumen puedan ser más variados y de mejor calidad.

El uso de la tarjeta alimentaria es exclusivo para compra de comida, es por ello en que se pone el foco en que las personas que reciben el plástico tengan en claro esta premisa. “Tengo una nena de cuatro años, con esto voy a poder comprar leche, frutas y verduras,  lo que sea más saludable para ella. Antes no tenía ningún medio para comprarle cosas, mi marido trabaja, pero hay cosas que aun así no se pueden. Yo sólo tengo una, pero en el barrio hay mujeres que tienen cuatro o cinco chicos, ¿cómo haces para alimentarlos? Esto va a ser de gran ayuda”, dice Daiana, de 18 años que vive en el barrio Zapiola.

“Recién nos dieron una charla sobre lo que podemos comprar, sobre todo alimentos como carne y leche, se excluyen los productos de limpieza. Con esto voy a poder comprar un poco más de frutas y verduras porque está muy cara”, explica Laura,  del barrio Villa Anita, que tiene dos hijos menores de seis años.

La  inmediatez con la que se aplicó la medida sirve para ayudar a las personas con una complicada situación económica, en especial en municipios habitados por poblaciones vulneradas, como el de Moreno. La articulación entre diferentes eslabones del gobierno y la comunidad fue la Universidad Nacional de Moreno (UNM).

Natalia Cabral, docente de la UNM  y convocada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para esta acción, resalta: “En mi caso,  como soy de Moreno, pienso que tiene una importancia muy relevante. Esta medida tiene un alcance de 26. 356 tarjetas que vamos a entregar en dos semanas de operativo. Vienen a garantizar, en un contexto de crisis y de recesión económica, el derecho a la alimentación, en este caso priorizando una población específica que son los niños y niñas menores de 6 años, las embarazadas a partir de los tres meses y las personas que cobran Asignación Universal por Hijo por discapacidad”.

En el operativo, además de la entrega de la tarjeta, se realizan otras actividades como la tramitación del DNI, o del certificado de antecedentes penales en el RENAPER  o la actualización de datos en el ANSES. Además, la municipalidad local estableció un puesto de vacunación

Cabral continúa: “La respuesta de la gente es muy buena, hay predisposición y además tenemos comentarios de agradecimiento sobre el buen trato y sobre el poco tiempo que tienen que estar acá para obtener la tarjeta. La espera es muy poca y el trámite está muy agilizado. No es una solución última a los problemas, pero es inmediata,  acá las personas se van ya con el plástico cargado, listo para comprar alimentos y viene a saldar esta necesidad que está surgiendo ahora. Creo que es una respuesta muy rápida del gobierno nacional.”

Por su parte,  Marisol, del Barrio Reja Grande,  que tiene tres hijos, cuenta: “Ahora voy a poder adquirir muchos lácteos que están muy caros para darle a los chicos,  voy a tener prioridad en comprar eso. En cuanto a la situación económica,  se vive el día a día, en el barrio está muy complicado, hay muchos chicos que tienen que recurrir a merenderos”. El uso del monto asignado en las tarjetas sin duda es necesario para suplir las necesidades básicas insatisfechas que muchos hogares de la Argentina han desarrollado en los últimos años debido a la dura crisis económica.  Al menos, es un primer paso.

«Hacer esto es lo que más me divierte en la vida»

«Hacer esto es lo que más me divierte en la vida»

Guillermo Aquino, en el tradicional Café San Bernardo, en Villa Crespo.

Guillermo Aquino es guionista, actor y editor de El Sketch, escenas humorísticas breves en clave  irónica, ancladas en la actualidad. Comenzó en 2015, en el programa La Hormiga Imperial como un juego, a modo de apuesta tal vez. Pero ese zig zag entre los límites de lo no dicho, pisó fuerte para quedarse y ahora se instaló en el programa “Sobredosis de TV” de C5N. Con visualizaciones en las redes sociales que se multiplican vertiginosamente, coronó su reconocimiento con la yapa de que Cristina Fernández de Kirchner haya compartido dos de los sketchs en su Twitter, a modo de crítica social descontracturada: Malas noticias y el otro fue Principio de año vs. fin de año (2018). Es así que Aquino, casi sin querer, creó un humor que interpela al público desde la cotidianidad, tan simple y compleja.

Es viernes a la noche, y Aquino recién termina de editar su sketch semanal, para la emisión de “Sobredosis de TV” del sábado. Como lo único que quiere es relajarse un poco de la adrenalina, se sirve cerveza con sus dedos pintados de negro. Una uña sí y otra no, como la ambigüedad que caracteriza a su humor, que va y viene a toda velocidad de una punta a la otra. Y cuando el espectador cree que ya sabe dónde va a aterrizar le da una sacudida, dejándolo sumergido entre la risa y algún que otro pensamiento existencial.

Mientras mastica un tostado de jamón y queso, Aquino reflexiona sobre si los sketchs están atravesados por  “humor político”: “Algunos sí y otros no, el principal objetivo es que sea gracioso. También me gustan las temáticas más boludas, aunque en un año electoral es ineludible el tema. Se puede pensar que el sketch tiene un arco argumental, el de esta temporada es la crisis y ya mi personaje se volvió medio chaplinesco. No solo tiene un problema con una persona en particular, sino también con el Estado, con todo el país. La situación social es el nuevo enemigo. A la vez es el tipo de humor que tengo yo y la gente con la que me llevo bien. De todas maneras, tengo varios que me escriben y me dicen ‘yo soy tu fan macrista’, o ‘soy re zurdo, no me gusta cuando te metés en política, pero lo que hacés me causa gracia’”.

 

«Tengo varios que me escriben y me dicen ‘yo soy tu fan macrista’», cuenta Aquino,

En un contexto social como el actual, este humor es la crisis dentro de la crisis, llevando al espectador a que se ría sin estar seguro de qué: si de los personajes, de la sociedad o de sí mismo, representado por alguno de los personajes.

De hecho hay gente a la que solo le causa risa cínica, que se queda en la primera capa. Se ríen del atropello al más débil pero no entienden que detrás de eso hay un mensaje y una crítica. Hay mucha gente así, lo sé por los comentarios. De hecho en un momento pensé: “Voy a empezar a ser más explícito” y después dije: “No. ¡A la mierda! No subestimemos al público”. Porque esto está hecho para alguien que lo sabe entender perfectamente, si yo se lo muestro a un amigo sin decirle nada y lo entiende a la perfección, no es tan difícil. Igualmente, para mí por lo general hay un voto de confianza con quien lo ve, me tienen que dejar ser, como cuando un amigo dice una barbaridad y no se lo juzga porque se saben las intenciones.

(Es inevitable detenerse en la similitud entre cómo se expresa, se viste y se mueve el Guillermo Aquino que toma una cerveza mientras da una entrevista y el personaje de los sketchs, conflictuado para relacionarse con los demás y absorbido por la crisis social. Por más que claramente hay una composición, hay algo entre el personaje y la persona que se difumina.)

“El parecido está en ese sentimiento que tuve hace unos años de estar en contra del mundo, de no poder llevarme bien con nadie. Esa cosa de sentir que no hay manera de avanzar, ni un intercambio humano social que sea exitoso. Tuve muchas épocas así que no enganchaba con nadie, de creer que la gente es mala y están todos locos. Mi personaje tiene un poco de todo eso, pero también es como yo para que se sienta real. Cuando lo empecé, lo hacía como un súper cheto de clase media. Y de a poquito lo dejé, de hecho ya no tenía tanta ropa para vestirme así, de camisa, y entonces me empecé a vestir como mi yo normal. Todo lo demás es construcción, hay de las dos cosas. Siempre me toca hacer más del razonable, del menos malo, pero en realidad en todos tengo un costado medio forro. Es un personaje que me armé, de un tipo medio neurótico y bastante ignorante, pero también víctima de todas las circunstancias. La gente a veces siente la necesidad de clasificar a los personajes: éste es el que me representa y este otro es el garca. Y de repente no te podés identificar con ninguno porque sos un sorete vos también, y nadie es tan perfecto. A uno le encantaría ver que el protagonista haga mierda a los otros, pero al fin y al cabo somos todos un desastre, y no está mal. Creo que está bien que sea así.

Los Simpson, Seinfeld y Woody Allen son las referencias que inspiran a Aquino.

¿Cuáles considerás que son las influencias que fueron generando tu estilo artístico?

Son bastante cipayas: básicamente Los Simpsons y Seinfeld. Soy muy fanático de eso. También me gusta mucho Woody Allen, sobre todo porque el tipo actúa siempre de él mismo. ¡También hace como dos años que no consumo nada nuevo!  Igual, hasta ahora siento que todo lo que conozco, que tampoco es mucho, es suficiente por un tiempo como para procesarlo. Desde mis limitaciones fui encontrando mi estilo, no porque me sobraran cosas, sino por todas las que me faltaban. Cuando lo asumís bien, decís: ”¡Ahí vamos!” Mi estilo es “no sé hacer todo esto”. Aunque al principio lo tratás de ocultar, para mí se arma desde esas falencias. Y a partir de todas las carencias que tenemos se formó la identidad de estilo del sketch. Me parece que se desprende también de mantener lo autogestivo, muy artesanal y de a poquito.

(En algún momento de su pasado, Guillermo estudió cine: considera que aprendió a modo de pantallazo sobre las estructuras, pero nunca llegó a sentirse cómodo con las limitaciones que éstas le daban. Cree que en la composición de los sketchs hay un juego con lo casual y lo improvisado que conforma también las particularidades del producto terminado.)

“Es la manera que yo encontré para que funcione. Me frustré mucho tratando de filmar cosas cuando era más chico, haciendo cortos que siempre quedaban mal. La posta es encontrar lo que a uno le sirva. Lo primero que intenté sacar es la expectativa. En el caso de los sketchs hay algunos que están todos guionados y hay otros que son con una hoja a mano, con listas de chistes o temas. Yo prefiero ir y ver qué pasa en el lugar,. Ver cómo viene vestida la otra persona, que nunca lo sé, y cómo es el lugar, si le entra más el sol o está quemado. Y de ser así meto en el diálogo: ‘¡Uh! ¡Qué solazo!’, y ya se arregla. También la idea es tratar de que sea lo más parecido a la vida real posible. Grabamos con una cámara muy chica, casi sin luces, hay cero invasión. Es como jugar y que se vaya dando solo. El día que se invente una cámara del tamaño de un mosquito, me la voy a querer comprar. Para sumar a esta realidad también elijo trabajar con personas que no actúen profesionalmente, porque aporta en la onda. Cuando alguien no tiene muchas herramientas y lo ponés en una situación así, generalmente sale perfecta la situación, es como que la hace de verdad y surgen reacciones que son rarísimas. Hacer esto es lo que más me divierte en la vida, de verdad. Para mí es medio como una droga, una adicción que tiene ritmos que no son muy sanos, en el sentido de que a veces veo hasta dónde puedo llegar y qué tan rápido lo puedo hacer. Es re liberador sentir que salvaste un poco el día en el último minuto y me genera adrenalina.”

Desde 2015 Aquino pisa fuerte en este circuito y también en el teatro con la obra Antisocial, escrita y protagonizada por él. Es un humor similar a los sketchs, con ironía y cuestionamientos ácidos, pero atravesado por un estilo 100% rockero. La recepción del público es más que buena, y como ya se agotaron las entradas de la función del 14 de junio se agregó otra el 12 de julio en el teatro El Nacional. En un horario que roza la medianoche Guillermo propone un viaje de 90 minutos por el delirio que patea lejos los vaivenes alienados de la semana. En el elenco lo acompañan  Andrés Ciavaglia, Verónica Intile, Paola Rojas y Ximena Seijas.

¿Cómo nació y creció la obra?

La terminé de escribir en 2015 y se estrenó ese año, pero en el texto hay muchos guiños de actualidad que se van cambiando. Antisocial es como el capítulo cero del sketch, escribí la obra y enseguida empecé a hacer el sketch.  La escribí en un momento de crisis, en el que venía trabado creativamente. Estaba en una época de bastantes miedos, de reprimirme y de decir: ‘Tal vez si digo esto van a  pensar que soy así o asá’,y fue un: ‘listo, hagamos todo’. De ahí sale la obra. El personaje que hago se llama Gustavo Aquiles, pero soy el mismo de siempre. Es una especie de alterego, un chabón de treinta y pico que se dio cuenta que el rock le super mintió, que no tiene novia, ni amigos, ni fama y es como la resaca de sí mismo. Todo ese ideal de idiota del rock de la adolescencia lo llevó al fracaso total. Y ahí el chabón se dice a sí mismo: ‘Voy a dejar todo lo malo y me voy a conseguir una novia evangelista’. Se impone que se le acabó la joda y que se va rescatar para siempre, pero sale una última noche a modo de cierre de una etapa de su vida. Tiene cinco reglas: nada de alcohol, nada de drogas, nada de sexo, nada de violencia verbal ni física y nada de fuck you al mundo. Sale con buena onda a conocer gente, pero se cruza con lo peor de lo peor. Así transcurre la obra, derrapando entre el existencialismo y los chistes sobre enfermedades, en pocas palabras es como el sketch pero con anfetaminas.