Una cantante de película

Una cantante de película

Delfina Campos, la intérprete y compositora que aporta su música a Envidiosa, acaba de realizar una gira y se presenta nuevamente en Buenos Aires. El rock el rock, el folk y pop el pop pensados como imágenes de cine.

El sonido invade la terraza del Centro Cultural Recoleta y rompe con la calma del domingo. Delfina Campos y su banda realizan la prueba de sonido, mientras la gente se amontona alrededor de las cintas que delimitan el escenario. “Chicos, esta es la prueba de sonido. El show arranca a las 6”, dice la artista al micrófono, un poco incrédula, entre risas. Los espectadores se quedan ahí, para vislumbrar lo que será una nueva presentación de Películas Perdidas, el último álbum de la cantante, que a lo largo de nueve canciones recorre el amor, la desilusión y la transformación personal.

Cuando la prueba concluye, Campos y su banda se retiran. Una hora después, regresan ante un público ya multiplicado, que cubre casi por completo la terraza. Algunos aseguran su lugar sentados en colchonetas de colores; el resto espera de pie. La música comienza y el público responde de inmediato: los cuerpos se mueven al ritmo, las voces corean cada letra y varios celulares registran fragmentos del show. En las últimas canciones, la cantante llama a los espectadores a romper el orden establecido y a acercarse al escenario para bailar. Así comienza una fiesta a corazón abierto.

Luego de presentar su show en el Centro Cultural Recoleta, y antes de una fugaz minigira que la llevó por el exterior, Campos habló con ANCCOM acerca del proceso creativo de su segundo disco, de sus futuros proyectos y del lugar de las mujeres en la escena musical argentina. Ya de vuelta en Argentina, tiene una nueva fecha en CABA, este sábado 24 a las 20, en ArtLab Centro Cultural, Roseti 93.

¿Cuál fue el punto de partida para construir Películas Perdidas?

Fue algo que me estaba pasando cuando tocaba en vivo, una necesidad de mayor potencia y más organicidad en las canciones. Mi disco anterior tenía canciones con batería acústica, pero también con beats programados. Sin embargo, me pasaba que el vivo me pedía más rock, más potencia, otro tipo de registro y de intensidad. El punto de partida fue sensorial, quería grabar un disco que fuese pop rock, en el que yo disfrutara y se sintiera de una determinada forma al tocarlo en vivo. Después hubo muchas canciones que eran notas de voz perdidas en el celular, algunas de las cuales había escrito hace muchos años, y otras hace no tanto tiempo, pero no había grabado. Algunas las recuperé, por eso el título hace referencia a ellas. Muchas veces la gente me dice que mi música tiene una cualidad visual, como si fuese cinematográfica, el título también juega con eso.

 

¿Cómo fue el proceso de redescubrirlas e integrarlas al disco? ¿Cambiaron mucho de su forma original?

El proceso se dio a partir de unas sesiones para componer con otros compositores y productores en el estudio de Warner Chappell, mi editorial. Me encontré en una situación de: “Bueno, tengo estas jornadas de composición, ¿qué ideas o disparadores que ya haya hecho antes puedo llevar?” En esa cosa de buscar entré a mis notas de voz y las encontré. Fue muy interesante, porque encontré por ejemplo la grabación de la guitarra y voz de “Balada para el fin del mundo”. Se la mostré a Percii (Gastón Porro), un productor que conocí en el marco de estas jornadas, y armó una propuesta de producción para la canción que yo jamás me hubiese imaginado. Me fascinó, y ahí decidí que quería laburar con él como productor del disco. A nivel composición no sé si las canciones cambiaron mucho de su forma original, pero de golpe hay algo de la dirección que pueden tomar desde producción que a veces sorprende. En esas sesiones también hubo algunas canciones que surgieron de cero, como “Testigos”, que la compusimos con Juana Aguirre, Nico Landa y los chicos de Hipnótica.

Tanto en Películas Perdidas como en Cómo bailan los demás tus letras muestran una gran conciencia: hay una mirada muy lúcida sobre lo que sentís, sobre el otro y las consecuencias de las acciones. ¿Esa claridad también te acompaña en la vida cotidiana, o es algo que aparece con el tiempo, cuando tomás distancia de los hechos?

Soy una persona muy introspectiva, estoy muy en contacto con mis emociones, con mis pensamientos. Soy muy reflexiva, por ahí eso transpira mucho en mis canciones. Me es muy fácil componer desde un contacto con mi mundo emocional interno y me resulta más difícil hacerlo desde algo más mental. Lo intimista e introspectivo es el combustible creativo que más usé hasta ahora. Puedo empezar a intentar componer desde otros lugares, pienso en artistas que componían desde lo político, pero mi mundo emocional me resultó el lugar más intuitivo al que acudir.

 Si Películas Perdidas fuera una película, ¿de qué género sería y de qué trataría?

En algún lado leí que alguien decía que tal o cual canción del disco podría servir de soundtrack de un coming of age. Los yankees utilizan este término para llamar a las historias que hablan de un personaje joven o adolescente que atraviesa una experiencia la cual lo convierte en la persona que tiene que ser, en un adulto o en lo que sea. Creo que Películas Perdidas podría ser una película donde una persona a través de sus vínculos o relaciones amorosas se vuelve más adulto, o más maduro, como si fuera un coming of age argentino. Me gusta pensar que la última canción del disco es la más madura también, en muchos sentidos, por los temas que trata y aborda. “500 años luz” es una canción que quita el foco de lo interpersonal y lo vincular, y lo pone en hacerse preguntas más existenciales. En ese sentido, el disco empieza con “Testigos”, que tiene un registro más despechado, y termina con “500 años luz”, que es una cosa más madura. También pienso que definitivamente la película transcurriría en una ciudad, probablemente de noche, porque son los escenarios de mis canciones.

 

¿Hay algún sonido, formato o territorio creativo que te gustaría explorar en tus próximos proyectos?

Hay muchas cosas que tengo ganas de hacer. Hubo un descubrimiento para mí con este disco, definitivamente esto de que me interesa un camino más orgánico. Desde las producciones me gusta el territorio del rock, del folk también. Creo que en algún momento voy a hacer un disco más folk, es algo que me lo debo. Hay una triada entre el pop, el rock y el folk que es en donde mejor me hallo. A veces fantaseo con que quiero hacer un disco de boleros. Quiero hacer mil discos, pero es probable que el próximo se mantenga en esos géneros. También hay algo que siempre quise hacer: grabar un disco en vivo. Es un proyecto que eventualmente me encantaría.

 

Entre tu presentación en un festival masivo como el Quilmes Rock y la incorporación de tu música en la serie “Envidiosa”, ¿sentís que tu música está alcanzando otros espacios o públicos inesperados?

Si hay algo que me importa, que quiero y que pienso mucho, es que ojalá mi música siga creciendo y pueda llegar a más gente, que personas nuevas la descubran. El Quilmes y “Envidiosa” fueron plataformas para que eso sucediera. Sentí que estuvo pasando, y espero que ocurra cada vez más.

 

¿Cómo ves el lugar de las mujeres en la escena del pop y del rock argentino?

Hay ciertos prejuicios hacia la mujer, muchas veces es como si se desconfiara de su agencia creativa, por ejemplo con la idea de que atrás tiene que haber un hombre produciendo. Eso existe en todos los géneros, no solo en el pop o en el rock. En el rock creo que el público argentino es muy snob con ciertas ideas. Está el rock nacional, donde son todos hombres. Obvio que hubo un montón de mujeres, pero es un territorio esencialmente masculino, donde creo que es muy difícil ganarte el respeto de esa tribuna de hombres que determina que entra o que no en ese panorama del rock argentino. Hay una especie de cultura del rock chabón, donde olvidate que entre una mina. Está habiendo exponentes femeninos espectaculares en el rock y me encanta, pero me parece que todavía hay mucho camino por recorrer. Creo que está cambiando, y va a cambiar, pero siempre fue un territorio muy masculinizado. Y los que siguen determinando quien entra, quien sale, como los programadores de los festivales del género, siguen siendo predominantemente hombres.

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

La especialista en ciudadanía digital Lucía Fainboim publicó “Cuidar las infancias en la era digital”, un libro que explora los desafíos, oportunidades y tensiones que surgen en la crianza contemporánea. Con una mirada crítica pero constructiva, invita a repensar el rol de las familias, las escuelas y el entorno digital en la vida de niños, niñas y adolescentes.

Lucía Fainboim acaba de publicar Cuidar las infancias en la era digital (Editorial Noveduc), en el que refleja su larga experiencia en la compleja relación entre infancias y tecnología. Para especialista en ciudadanía y crianza digital, y Cofundadora de Bienestar Digital, es fundamental que la familia mantenga siempre un canal de comunicación abierta con los menores para que logren hacer un uso crítico de lo que le llega a través de las pantallas. Para eso es imprescindible que los adultos también reflexionen sobre sus propias prácticas.

En tu libro hablás de las oportunidades que ofrece la era digital. ¿Cuáles son las más subestimadas por los adultos?

Hay una tendencia a pensarlo todo en términos dicotómicos: o sos tecno-fóbico o sos tecno-optimista; la tecnología se piensa como muy buena o muy mala. Pero no es sólo una herramienta, es una expresión de época, de un momento histórico, político y económico. Claro que hay usos problemáticos, pero también oportunidades. No se trata de si es neutra, sino de entender cómo nos transforma.  El desafío está en poder distinguir entre esos usos: cuáles nos transforman de forma negativa y cuáles nos potencian.

Señalás que la conexión constante puede modificar la forma en la que los chicos se perciben a sí mismos y al mundo. ¿Cómo influyen, en los niños, las plataformas digitales?

Los niños crecen imitando lo que ven a su alrededor. La imitación de lo que ven en estas plataformas empieza a moldear su forma de ser y de experimentar. Lo planteo en el libro y  tiene que ver con el impacto de este uso excesivo, porque en la vida real no hay estímulos tan intensos y los niños empiezan a necesitar de la gratificación inmediata que los juegos y los videos cortos les proveen. Ahí es cuando el consumo de plataformas se empieza a volver excesivo, y los chicos pierden experiencias necesarias para su desarrollo, como el juego libre, la imaginación, y el aburrimiento. Es una competencia desleal: las pantallas ofrecen estímulos intensos, fragmentados, inmediatos, y después es muy difícil que prefieran jugar con un juguete o imaginar una historia. Desde edades muy tempranas, la exposición constante a la tecnología afecta el desarrollo de habilidades fundamentales, como la creatividad.

En ese sentido y siguiendo lo que expresás en el libro acerca del rol del adulto, ¿qué desafíos enfrenta una madre o padre que quiere acompañar la vida digital de sus hijos sin ser experto en tecnología?

Un gran desafío tiene que ver con suponer los usos de los chicos y las chicas, así es imposible generar estrategias para realmente ayudarlos, porque no los entendemos. La cuestión no es conocer o restringir todas las apps, sino entender para qué las usan sus hijos. No hay que suponer ni subestimar. No le podés decir a tu hijo que el ciberbullying no es real o que tener amigos por internet no cuenta porque estás invalidando su experiencia y la importancia que los niños y adolescentes le dan a lo que les pasa ahí. Es clave que las madres y padres se abran con sus hijos y traten de entender la importancia que ellos les dan a sus interacciones digitales. Observar, escuchar y compartir tiempo frente a la pantalla permite ver cómo se apropian de esos espacios y qué experiencias buscan.

El libro menciona el concepto de “porno scroll”. ¿Qué estrategias proponés para evitar la sobreexposición sin caer en la censura?

Las plataformas buscan maximizar el tiempo de permanencia. Y muchos de los contenidos más adictivos son los que más problemáticas generan: la pornografía, por ejemplo, tiene una presencia enorme y puede ser muy violenta, muy machista. No se trata sólo de restringir el acceso, sino de acompañar, de generar conversaciones sobre lo que ven, lo que sienten. No hay que castigar la curiosidad, sino acompañarla. Si hablamos de estrategias, lo primero sería evitar el acceso indiscriminado y sin supervisión a dispositivos con conexión a internet en la niñez. Porque una vez que tienen estos dispositivos, claramente pueden entrar en contacto con pornografía, está al alcance de sus manos. Después, tenemos que acompañar con un control progresivo, consensuado y con diálogo. Hay que reconocer que la curiosidad por la sexualidad es natural. Lo que preocupa es el tipo de contenido al que acceden: sobreestimulado, machista y violento. Es clave habilitar conversaciones honestas, ofrecer materiales adecuados, información acerca de sus cuerpos y mostrarse disponibles para escuchar sin juzgar.

¿Cómo puede la escuela integrar la tecnología sin que reemplace el contacto humano?

Todo depende del para qué. La tecnología no debería usarse porque sí. Si tiene un propósito pedagógico, si cumple una función dentro del proceso de aprendizaje, puede ser valiosa. Y en ese sentido, solo se debe incluir si es parte de una estrategia pedagógica. O sea, no es solamente voy a usar esta aplicación, sino que esta aplicación cumple con objetivos didácticos de aprendizaje. Sobre todo, la escuela debe fomentar habilidades críticas y reflexivas: enseñar cómo funcionan las plataformas, qué intereses hay detrás, qué modelos de negocio. Los docentes tienen que lograr que los chicos se pregunten, que no consuman de forma pasiva.

Empatía y diálogo

¿Qué señales indican un uso nocivo de las pantallas?
Algo que me parece interesante es observar el coste de oportunidad. Hay que ver qué dejan de hacer los chicos: si ya no juegan, no se vinculan, no pueden gestionar sus propias emociones, no toleran la espera o pierden autonomía, es probable que la tecnología esté desplazando experiencias fundamentales. Lo importante es detectar cuándo la pantalla se convierte en la única fuente de placer o distracción.  Esto gana especial relevancia en la pubertad y en la adolescencia: si un chico en la secundaria está demasiado tiempo aislado y no tiene vínculos significativos o hobbies por fuera de los videojuegos y las redes sociales, hay que intervenir y proponer alternativas de encuentros no virtuales: mandarlos a hacer un deporte, probar una clase de alguna manualidad y cosas por el estilo.

¿Qué lugar debe ocupar la interacción cara a cara en la crianza digital?
Las relaciones digitales también son reales, pero no deben reemplazar lo presencial. Esos vínculos también existen y nos afectan, aunque se dan de maneras distintas. Lo importante es no descalificarlos de entrada, sino entender cómo se dan, qué aportan, qué falta en la virtualidad. No podemos imponer nuestras definiciones. Hoy la amistad, el amor, la socialización también pasan por lo digital. Pero, si un chico no tiene motivaciones, amistades o intereses fuera de las pantallas, es una señal de alerta. Lo virtual debe complementar, no ocupar todo el espacio vincular. Volviendo a tu pregunta, la interacción cara a cara es fundamental y hay que estimular que nuestros hijos hagan cosas por fuera de la virtualidad y que las disfruten.

¿Qué rol juega la empatía para prevenir el abuso en línea?
Es central, porque siempre existe una brecha generacional entre los adultos y los chicos,  especialmente en adolescentes. “No los entiendo”, dicen los padres; es algo clásico. Pero hoy, esta brecha se profundiza por las distintas experiencias digitales, y lo que más profundiza la brecha es cuando menospreciamos lo que le pasa a los chicos. Muchas veces los adultos minimizan lo que les pasa a los chicos: “No es tan grave”, “Es solo un jueguito”, “Ese no es tu amigo”. Se estigmatiza y menosprecia lo que les pasa a los niños en internet. Pero si no entendemos por qué les importa algo, no podemos guiarlos. La empatía empieza por interesarse genuinamente en sus mundos. Y justamente la empatía va en que el adulto reconozca esto: A mí claramente no me importa perder en un jueguito. A mí por ahí no me importa tener pocos likes, a mí no me interesa tal cosa, pero puedo entender que a vos sí”. Si no hacemos un acercamiento, que era un poco lo que hablábamos al principio, es muy difícil darles herramientas para que se relacionen con la tecnología de forma saludable y crítica. La idea es que los adultos les comuniquemos a los niños que no entendemos pero queremos entender.

Las apuestas online afectan cada vez más a adolescentes. ¿Qué herramientas sirven para prevenir esta problemática?
No siempre se perciben las consecuencias rápidamente, porque no hay señales visibles. Es clave mostrar cómo funcionan estas plataformas, que los necesitan enganchados. Entender que son manipulados suele generar más impacto que simplemente hablar de “riesgos”.

¿Cómo podemos evitar que el miedo al mundo digital se convierta en una barrera?
Hablando. No desde el sermón, sino desde el interés. Contar qué hacemos nosotros en Internet, qué nos divierte o preocupa. Preguntarles a qué le dedican tantas horas y con quienes se relacionan de manera digital. Si solo aparecemos para retarlos, no vamos a generar confianza. O sea, hay que empezar a hablar, no solo levantarme para retarlos, para acusarlos de algo y para menospreciar lo que les molesta. Nunca es tarde para empezar a darles herramientas para lidiar con la digitalidad. Primero tenemos que arrancar por lo positivo, preguntándoles qué les divierte tanto y hablando regularmente de nuestros consumos en línea, como para que ellos sientan que la tecnología y su uso son un tema de conversación más. Y también, es muy importante fomentar espacios de ocio offline, recuperar el tiempo para aburrirse, para no hacer nada, para que los niños miren por la ventana. Es ahí donde aparecen otras formas de estar.

“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

El escritor y guionista Luciano Saracino pondera a El Eternauta como la más trascendente obra literaria argentina, leída apasionadamente desde que se publicó, en 1957, hasta la actualidad, en sintonía con la sensacional recepción de la serie de Netflix.

Luciano Saracino es escritor, guionista y, por sobre todas las cosas, un apasionado de El Eternauta. Su amor por las historias de aventuras pueden verse en las decenas de libros que escribió, parte de una obra que abarca novelas, historietas, guiones para cine, televisión, dibujos animados. En 2013 fue el encargado de escribir la serie Germán, últimas viñetas, donde retrata la vida de Oesterheld. La historia de Juan Salvo lo marcó desde muy chico y dejó en él una huella imborrable. “La serie de Netflix me parece un hallazgo desde un montón de lugares –dice–. Volvió a encender la llama de El Eternauta. Es una serie que tiene mucho para decir y le habla al presente, al igual que lo hacía cuando se publicó originalmente en 1957”.

  Saracino, que nació en Buenos Aires, en 1978, considera que El Eternauta es la obra más trascendente de la literatura argentina, una declaración que encontró un detractor inesperado: “Me parece que se le fue un poco la mano”, consideró el periodista Eduardo Feinmann en su programa de A24. Acto seguido, clasificó a Saracino como sarasero. Y luego, tras consultar una inteligencia artificial, consignó que la obra literaria más trascendental es Martín Fierro, de José Hernández. “Lo de sarasero es una chicana, lo importante es su respuesta sobre El Eternauta: ahí es donde quiero dar el debate –dice Saracino–. Lo que hice fue mencionarla como la obra literaria más trascendental de la historia argentina. Hay una provocación por mi parte, no es inocente la afirmación. Nada de lo que hacemos es inocente, todo es político. Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Lo que planteo es que empecemos a hablar de esta hermana menor que es la historieta, que siempre estuvo relegada. A la historieta le daban el permiso de existir, pero que no moleste demasiado. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

 

¿Por qué hablás de trascendencia?

Cuando hablo de trascendental no estoy hablando de mejor ni de más importante, sino en el sentido más literal. En ese sentido, El Eternauta quizás sea la obra literaria, si le permitimos a la historieta entrar en ese partenón, más trascendental. Trascendió su tiempo; se lee hoy en día tan placenteramente como se leía en el 57. Trascendió sus propias fronteras, ya que es publicada en todos lados del mundo. Trasciende inclusive su propio contexto, nace como historieta pero hoy en día es también una serie posicionada primera a nivel global en plataformas. Trasciende su propio libro. Uno ve la figura de El Eternauta y sin haber leído jamás el libro, puede detectar “esto es El Eternauta”. Eso no sé si lo logran otras obras. Rayuela, El Martín Fierro, El Facundo, por supuesto. No estoy hablando mal de ninguna de ellas. Yo simplemente planteo, ¿cuántos pibes hoy en día se acercan al Martín Fierro con placer y lo leen de manera independiente? Por otro lado, ¿cuántos pibes se acercan hoy a El Eternauta y lo leen apasionadamente? Eso es estar vivo. Eso, para mí, es haber trascendido. Quizás no es la obra más importante, pero es la más trascendente.

 

¿Cómo fue tu primer acercamiento con El Eternauta? ¿Qué recordás de aquel momento?

Leí El Eternauta por primera vez a los seis años, sobre la falda de mi viejo, que no me dejaba tocar las páginas porque eran tan finitas que se deshacían. Tuve la suerte de que él haya coleccionado y encuadernado esas revistas. Él amaba la historia y me hizo amarla a mí también. Me volví un gran divulgador de la historia. En mi colegio primario, yo hablaba de la historia con mis amigos todo el tiempo.

Había muchas cosas allí que me fascinaban: el partido de truco, la nevada. Otra cosa que recuerdo era la ansiedad que me generaba la aparición de los cascarudos. Recuerdo ser un niño que no se salteaba ninguna página, pero que estaba desesperado porque aparezcan. Era un nene que leía vorazmente porque quería llegar a esa parte en donde aparecían esos monstruos. He leído decenas de historietas después, e incluso muchas me han pesado hermosamente en la memoria, pero leer El Eternauta de chico fue algo único. No existían, por supuesto, el celular o internet. Había otros modos de enfrentarse al tedio y para mí, el mejor de todos era leer El Eternauta.

Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

Luciano Saracino

¿Qué lugar ocupaban las historias de aventura en tu infancia?

La aventura de chico era todo: las arenas movedizas, el piso de lava, los tesoros. La infancia es el territorio de la aventura y está repleta de ellas. Después aparecen los trabajos remunerados, la rutina, la escuela. Pero previo a eso, el piso es lava, y hay que saltar los sillones porque abajo lo que te toca te mata. Por eso es tan hermoso leer historias de aventuras, porque la infancia es un mapa repleto de aventuras. Además de la patria de uno, a la que uno nunca puede regresar, también es el terreno donde existió la aventura.

 

¿A qué atribuís tantas lecturas políticas acerca de la historia de El Eternauta?

El Eternauta es, desde su concepción, una historia política pero no partidaria. Es un libro político que habla sobre la solidaridad, el héroe colectivo y la idea del grupo. Para mí lo más espectacular de la historia y que trae como novedad es que el malo de la historia no se ve nunca, no tiene nombre, es una entidad que está por encima, los Ellos. Hoy en día lo vemos y decimos, ¿qué estaba diciendo cuando establecía que el mal no tenía nombre, cuando no podías verlo? Eso es política, por supuesto. Es una obra tremendamente ideológica pero no partidista.

El Eternauta en el 57 no fue escrito por un autor peronista. Te diría que lo contrario. Eso lo vuelve todavía más interesante. Depende de quién lo lea, El Eternauta va a hablarle a esa persona y la va a mirar a los ojos. Para todos va a tener una mirada y un modo de decir diferente. En su momento, el kirchnerismo utilizó como bandera el “Nestornauta”. Ese tipo de cuestiones hacen que mucha gente que no leyó la obra crea que esta adscribía a cierto tipo de ideas.

 

¿Qué te cautiva de la figura de Oesterheld tanto en tanto pensador como también creador de historias?

Oesterheld era un intelectual muy lúcido que sabía leer perfectamente su tiempo. En su época, la historieta era un medio masivo de comunicación. Llegaba a las masas, a la gente. Se leían historietas de género: westerns, gauchescas, ciencia ficción. El obrero, la ama de casa, el empleado; todos leían historietas. Las historietas en Argentina eran parte de nuestro consumo cultural diario. Oesterheld percibe todo esto. Se pregunta entonces, ¿por qué no darle al pueblo literatura de calidad? Historietas que tengan una profundidad que hasta ahí no tenían. Lo que hace, entonces, es estudiar los géneros para luego revertirlos. Géneros que venían ya un poco vetustos, que habían sido escritos miles de veces, Oesterheld los reescribe de una manera novedosa, como los westerns y el Sargento Kirk. La idea de hacer algo nuevo de eso que parecía totalmente viejo hasta ese momento.

¿Por qué Oesterheld se inicia en la militancia política?

Después del 57, lo que cambia en Oesterheld es el mundo que lo rodea. Cambia el contexto y la sociedad. Ese pueblo al que él le escribía, ahora era peronista. Él venía, si se quiere, del socialismo o del antiperonismo. Pero se reconvierte para entregar la vida por una causa a la que él inclusive había visto con malos ojos. Eso nos habla de una persona amplia, que se puede permitir cambiar de opinión y, por sobre todas las cosas, que amaba profundamente a sus hijas. Ellas fueron quienes empezaron a acercarse al movimiento y lo acercaron a Oesterheld también. No al revés. Él decidió que sus pasos iban a ser detrás de sus hijas y detrás de ese pueblo al que le escribía.

 

Germán, la serie sobre Oesterheld

En 2013 Saracino guionó la serie Germán, últimas viñetas, en donde retrata la vida de Oesterheld tras escribir El Eternauta. Allí vemos al escritor lidiar con editoriales tradicionalistas y una nueva generación de historietistas incipiente, con la dictadura militar como telón de fondo. La producción fue emitida por primera vez en 2013 por

“Una de nuestras propuestas es el impuesto a la vivienda ociosa”

“Una de nuestras propuestas es el impuesto a la vivienda ociosa”

Luca Bonfante tiene 26 años, es militante universitario de Historia y se presenta como candidato a legislador como segundo en la lista del Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad. Su vínculo con las redes sociales.

Estudiante de Historia de la UBA, fue allí, en la Facultad de Filosofía y Letras, donde comenzó a ganar popularidad durante el conflicto y las marchas universitarias de 2024. Esta notoriedad fue acompañada por un aumento de seguidores e interacciones en sus redes, ya que suele usar sus cuentas de X, Instagram y TikTok para subir videos de militancia o informativos y debatir con sus opositores políticos, especialmente libertarios. En unas elecciones legislativas donde el componente universitario está muy presente, Bonfante obtuvo un lugar expectante en la lista del FIT-U, compuesto por cuatro partidos: el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), al que pertenece, el Partido Obrero (PO), Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Será el segundo candidato en la nómina encabezada por Vanina Biasi.

 

¿Cómo fue pasar de la militancia universitaria a ser candidato?

Fue bastante repentino. El movimiento universitario que se puso de pie el año pasado, de manera muy abrupta. Veníamos movilizándonos en defensa de la educación pública después del 23 de abril y del 2 de octubre, pero la toma de facultades fue algo que se extendió de forma notablemente rápida no sólo en Buenos Aires, sino por todo el país, y ahí muchos militantes estudiantiles, no sólo en mi caso, ganaron una importante exposición política y mediática. Una particularidad de la izquierda es que siempre trata de reflejar las luchas en las listas, y creo que la visibilidad mía muestra también la simpatía que hay de un sector de la población hacia los estudiantes, por el reclamo universitario. Además, ese tema expone una de las principales debilidades del Gobierno.

¿Cuál fue la respuesta que recibiste en tu facultad a partir de tu candidatura?

Fue muy buena y me siento respaldado por los estudiantes porque formamos parte de un proceso colectivo. El movimiento estudiantil se caracteriza por tener métodos asamblearios, por organizarse en los cursos desde abajo, con comisiones de base y con los docentes, entonces muchos compañeros me dicen que sienten que están haciendo campaña por “uno de los nuestros”.

En caso de entrar en la Legislatura, ¿qué ofrece tu espacio que los demás no?

Lo que nos diferencia es cómo actúan nuestros espacios políticos. Hablando lisa y llanamente, el radicalismo habla mucho en defensa de la educación pública, pero después a la hora de las votaciones y cuando las papas queman, terminan dándose vuelta o panquequeando, como pasó con el senador (Eduardo) Vischi cuando se trató de poner en pie una comisión investigadora por la cripto estafa. También cuando se debatió la Lley de Presupuesto Universitario hubo radicales con peluca que votaron en contra y a favor del veto de Milei, y lo mismo sucedió cuando se trató el aumento de jubilaciones. Lo que diferencia a nuestro espacio político del resto es que nosotros no nos vendemos, no panquequeamos y tampoco nos pueden comprar. Si bien hay muchas personas que no comparten el 100 por ciento de nuestras ideas, sí reconocen las convicciones de nuestra parte.

La campaña de tu espacio es fuerte en las redes, ¿qué rol le asignan?

Las redes sociales juegan un rol muy importante partiendo de la base de que en estas elecciones no hay espacio publicitario gratuito en radio ni en televisión. Desde ese punto de vista estamos forzados a involucrarnos en ese mundo. Es cierto que ahí la derecha venía sacando ventaja, pero desde la izquierda hemos podido ponernos a la altura de las circunstancias y tomar ese desafío de lleno. Los propios resultados los reflejan: hoy las cuentas de la izquierda, particularmente la de Myriam Bregman y la mía, están a la misma altura, o incluso más, que las de candidatos que ponen muchísima más plata para hacer publicidad. Me meto de lleno en el proceso creativo, porque mis cuentas las manejo yo. Tenemos un grupo de compañeros que saben filmar, pero las ideas las pensamos entre todos.

¿Cuál es el objetivo de esos contenidos?

La idea en primer lugar es llegar a más personas que no piensan como uno, entonces ahí hay que intentar romper el cerco mediático que se arma con la izquierda y después tratar de meterse en la discusión de la actualidad, pero con una perspectiva diferente y tratando también de reflejar otros valores. Nos empeñamos en hablar distinto al lenguaje libertario, que usa siempre la expresión “domado” y todas referencias al sometimiento. Nosotros buscamos inculcar otro lenguaje que enseñe nuestros principios más solidarios, no homofóbicos, de no dejar a nadie tirado, y creo que cómo se dice habla mucho de lo que uno quiere decir.

Afirmás que, si bien una parte de la juventud está con las ideas libertarias, hay otra gran porción que está del otro lado, ¿qué te lleva a asegurar eso?

Hay varios ejemplos que demuestran que no toda la juventud se volvió libertaria. El año pasado hubo dos movilizaciones universitarias masivas, hubo tomas de facultades como hace mucho tiempo no había. Y también lo vemos este año, en la movilización que hubo el 1 de febrero después de los dichos de Milei en Davos. Las calles del país se llenaron de jóvenes que repudiaban profundamente lo que dijo porque no están de acuerdo con la homofobia. El gobierno de Milei quiere instalar una agenda que puede garpar en Estados Unidos, pero no en este país que tiene una gran tradición en defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas. Además, se viene reflejando en distintas situaciones, como en la calle acompañando a los jubilados, que una parte importante de la gente joven no se volvió de derecha. Yo a lo sumo opino que hay polarización y que hay una tendencia hacia eso, no solo en la Argentina sino en todo el mundo. En las elecciones que hubo en Alemania hace muy poco se vio eso: en el rango etario de 18 a 24 años la ultraizquierda salió primera e inmediatamente la ultraderecha salió segunda. Entonces creo que ese es el fenómeno global.

¿Cuáles serían tus proyectos primordiales en la Legislatura?

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay un gran problema ligado al transporte y a la vivienda. En ese sentido, una de las cosas que nosotros planteamos desde la izquierda, y por eso hemos presentado distintos amparos, es contra los aumentos en el subte. De hecho, muchas veces se han tenido que retroceder los tarifazos porque participamos de las audiencias públicas cada vez que hay aumento. Somos la única fuerza política que forma parte, porque el peronismo no lo hace, lo cual también refleja bastante cómo vienen cogobernando con el PRO. El peronismo maneja el 20 por ciento del presupuesto en esta ciudad, tiene 18 legisladores y como oposición se le conocen muy pocos logros. Eso habla de una complicidad con el oficialismo que no se puede negar. Además, hay que frenar el asbesto de forma inmediata, no puede ser que un material cancerígeno prohibido en varios países siga estando en el subte y se cobre la vida de varios trabajadores. El problema de la vivienda hay que resolverlo de forma inmediata y ahí el impuesto a la vivienda ociosa es una de las propuestas que planteamos de la izquierda. Consiste en poner un impuesto a estos grupos inmobiliarios que tienen 10, 15, 20 departamentos vacíos para que justamente les sea más redituable ponerlo en alquiler que usarlo para la especulación inmobiliaria.

¿Las críticas a la gestión de Jorge Macri más la fragmentación de la derecha pueden facilitar que la izquierda gane terreno en la Legislatura?

El conjunto de todo el escenario electoral refleja una fragmentación de todos los espacios políticos, porque si uno ve incluso las listas del 2023 y las de hoy, ve que todos se cambiaron de logo, de color y de nombre, salvo la del Frente de Izquierda Unidad. Si bien tenemos diferencia entre nosotros, priorizamos la unidad sobre todo en este momento. Las elecciones legislativas en general son una oportunidad para que la izquierda crezca, pero también veo que hay partidos políticos que quieren instalar que son ejecutivas, que se elige jefe de Gobierno y eso no es así. Se eligen 30 legisladores y la izquierda para conseguir dos necesita 120.000 votos.

«Me interesa escribir sobre otras formas de la existencia»

«Me interesa escribir sobre otras formas de la existencia»

El cordobés Chuit Roganovich ganó el premio Clarín 2024 con su novela «Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores» y el Premio Futurock 2022 por su obra «Quiebra el álamo». Aquí habla de sus trabajos, del impacto de los premios y de lo que viene. El sábado estará en la Feria del Libro.

Roberto Chuit Roganovich, escritor cordobés y doctor en Letras, obtuvo el Premio Clarín de Novela 2024 por su obra Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores. Anteriormente publicó Quiebra el álamo, galardonada con el Premio Futurock de Novela 2022.

Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores transcurre en cuatro épocas dispares (1504, 1888, 1945 y un futuro remoto), y es narrada por personajes que atraviesan un escenario similar: mientras la humanidad avanza y reflexiona sobre sí misma, un organismo milenario oculto bajo la tierra irrumpe de distintas maneras en la historia. Su sola presencia aterroriza y, al mismo tiempo, sugiere una promesa de redención. Ese enigmático ser subterráneo, testigo silencioso de los siglos, une los destinos de quienes lo conocen y les ofrece una oportunidad de salvación.

En la nota que hiciste en Eterna Cadencia contabas que al principio tu idea no era publicar. ¿Cómo fue ese pasaje de escribir en solitario a publicar en dos editoriales? ¿Pasaste del miedo al entusiasmo?

El paso a la publicación fueron los premios. La primera novela que escribí, Quiebra el Álamo, se publicó en Futurock en 2022, tras ganar el premio de novela de la emisora. Y Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores salió luego de obtener el Premio Clarín. Por supuesto que sentí miedo: en ambos casos ganaron novelas que yo no consideraba terminadas ni suficientemente pulidas. Pero también lo tomé como un punto final impuesto desde afuera, una instancia exógena que decidía que mi novela debía salir a la luz. Hasta entonces escribía porque me interesaba y, aunque la escritura requiera soledad para el primer borrador, el oficio verdadero surge en comunidad, cuando compartís tu texto con personas de confianza que te señalan qué falla y que puede funcionar. También creo que si Si Sintieras… ganó el Premio Clarín fue porque en el jurado estaban Mariana Enriquez, Samantha Schweblin y Alberto Fuguet. Si hubiesen sido otros, probablemente ganaba otra novela. Mariana y Samantha son exponentes de una literatura que explora otras formas de habitar el mundo, más cercanas al espanto, al temor, a otras cosas. A mí me interesa, además, por el hecho de ser argentino y de participar espiritualmente de este hemisferio sur. Hay heridas que todavía no han sanado.

¿Tiene un significado particular que a un cordobés gane un premio de un diario porteño?

Ganar el Clarín me hizo sentir muy bien, sobre todo siendo de Córdoba. Cuando era chico, veíamos por la calle a Luciano Lamberti, Federico Falco, Camila Sosa Villada, Eugenia Almeida… Íbamos a un slam de poesía o al cine y estaban ahí, cerca. Para los que empezábamos en Letras, eso devolvía la idea de que se podía escribir desde una provincia. Que se podía desde Córdoba. Cuando ganó Luciano el Clarín el año pasado, me alegré muchísimo. Primero porque lo quiero y segundo porque siento que necesitaba ese reconocimiento. Y ahora vengo yo, otro cordobés. Me da orgullo federal. Más aún porque estamos escribiendo algo distinto, más subterráneo. Me siento cómodo ahí.

¿Y cómo es tu método para escribir? ¿Algo ordenado: “dos páginas por día”, o más caótico, por rachas?

No tengo un método. Encuentro huecos para escribir entre trabajos y eso dificulta muchísimo volver al texto, sobre todo al principio. Después, una vez que el universo narrativo tiene coherencia interna y los personajes ganan entidad, las cosas empiezan a suceder casi solas. Pero el arranque es muy difícil. Escribo porque no puedo hacer otra cosa: a veces la lengua se vuelve un enemigo, la paso mal, pero no encuentro mejor forma de ocupar el tiempo vacío. En estos tiempos, escribir me parece un acto casi contracultural: demanda mucho tiempo y retorna muy poco, tanto económicamente como en legitimación.

Más allá del reconocimiento monetario, ¿sentís que algo de todo ese esfuerzo vuelve con los premios?

Sí. Creo que la retribución real, la que yo siento como verdadera más allá de la plata, que es bastante escasa, es el acercamiento de gente que no conozco y que me escribe mensajes profundamente conmovedores. Uno publica sin saber el efecto que puede tener en otro. A veces llegan mensajes muy largos, muy íntimos, de personas que se sintieron identificadas con alguna problemática o con algún personaje. La retribución monetaria aparece y se va, se esfuma en una salida a comer. En cambio, esos mensajes están ahí, en el teléfono, te llegan un domingo a la tarde, justo cuando no estás muy bien y te conmueven. Por ahora, me aferro más a eso que al dinero.

En tu novela hay un juego de saltar entre voces y géneros: la novela gótica del Siglo XIX, el fantástico que a la vez convive con la tradición del “New Weird”. ¿Cómo trabajaste ese cruce?

Cada arco narrativo requería entrar en un universo semántico y espiritual distinto. Para escribir a Catalina tuve que pensar y hablar como capellán de Isabel la Católica; para Traverso, sumergirme en la gótica victoriana; para Ishigata, entender la voz fragmentada de alguien consumido por un cáncer y por una planta que lo devora. No podía alternar un capítulo de cada uno en frío: primero iba la investigación previa y luego la disposición espiritual que cada personaje pedía. Además, me aburro si sostengo una sola voz 400 páginas; varias voces fueron también mi forma de divertirme y mantener vivas las estrategias narrativas. En cuanto a la ciencia ficción y el New Weird, me atrae mucho más lo que está pasando ahora en el género, más que esa tradición norteamericana de la «edad de oro», donde todo era muy técnico, muy mediado por la ciencia. Por supuesto que fue necesaria la existencia de Asimov, Clarke o Philip K. Dick, pero también sus desviaciones, como Ursula K. Le Guin. 

También hay una preocupación por la historia muy marcada en la novela. No son casuales los hitos ni las épocas que elegís. ¿De dónde viene esa preocupación por lo histórico? ¿Cómo se conjuga con la idea de lo moderno, del progreso? ¿Y cómo se articula con esta planta que, de algún modo, es eterna y subterránea?

En Quiebra el Álamo, el acontecimiento que marca su pertenencia al género New Weird es una irrupción exógena. Una radicalidad que llega desde fuera. En esta segunda novela, el recorrido es inverso. Me pregunté: ¿qué pasa si eso que nos interpela en lo espiritual, lo histórico o lo político, ya estuvo siempre acá, con nosotros? En general, me interesa escribir sobre formas otras de la existencia. La preocupación por la historia creo que es generacional. No siento que las generaciones más grandes tengan las mismas inquietudes. Nosotros vivimos la historia con una profunda melancolía. Las épocas doradas de nuestros padres, que nos fueron contadas como gloriosas, nosotros las leemos como épocas que tampoco fueron tan felices. Y tampoco creemos que el futuro vaya a serlo. Entonces, nos quedamos en ese limbo, sin pasado glorioso ni futuro prometedor, intentando al menos construir futuros ficcionales donde nos sintamos un poco más cómodos. Es como una lectura, de algún modo, esperanzadora del futuro. Yo no creo que escriba sobre el apocalipsis. Yo siento que escribo sobre formas otras de la existencia que podrían funcionar como un bálsamo al mundo horrible en el que vivimos plagado de hambre, guerras y bombardeo, etc. La colonización, por ejemplo, pesa mucho en nuestra cultura. La Campaña del Desierto sin duda también. Pero Hiroshima, Nagasaki, Auschwitz, Gaza… son modulaciones universales de la violencia y la demencia. Le pertenecen a la especie. Todos tenemos que hacernos cargo, hayamos nacido en Francia, Argentina o Ruanda. Después hay violencias más particulares, más nuestras, más latinoamericanas, sobre las que me quiero hacer cargo.

La planta que tiene un papel central en tu novela, opera desde lo sublime, como un salvavidas que a la vez aterroriza. ¿Te interesa esa ambigüedad horror‑belleza?

Sí, totalmente. Me fascina la caracterización que hace Kant de lo sublime: ese momento en que la razón se suspende y lo religioso, la revelación de tu pertenencia al mundo, se toca con lo terrorífico. En Si sintieras…, Ishigata teme a la planta porque desconoce su potencia mortífera, pero también se enamora de ella al entender que es la respuesta viva al universo, casi un dios. Ese doble movimiento de atracción y espanto me interesa, y aún gana espesor al conectarlo con mitologías originarias, donde la planta se vuelve algo eterno y subterráneo.

Anunciaste que vas a publicar pronto un ensayo con El gato y la Caja  ¿De qué trata tu próximo libro y qué desafíos te propuso escribir un ensayo en vez de una novela?

Es un libro que reflexiona sobre nosotros, quienes habitamos los campos de la izquierda y lo nacional‑popular. Usamos mucha tinta para debatir si Milei es o no fascista o alt‑right, pero seguimos sin preguntarnos quiénes somos, qué hicimos para llegar hasta acá y qué podemos hacer para construir un mundo digno de ser vivido. Es la primera vez que escribo un ensayo tan largo: antes era ficción o textos académicos fríos. Esta vez quise mezclar ambos lenguajes y jugar con las formas discursivas. La crítica está en crisis y el lenguaje críptico nos resta capacidad de acción, por eso busqué un texto lo más digerible posible, apto para cualquier lector sin formación específica.

Roganovich va presentar su novela, Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores en la feria del libro el 10 de mayo a las 19 en el Hall Central (Pabellón 9).

“Nuestro lugar en la Legislatura servirá como punto de apoyo para las luchas que se den fuera del recinto”

“Nuestro lugar en la Legislatura servirá como punto de apoyo para las luchas que se den fuera del recinto”

A días de las elecciones legislativas porteñas, ANCCOM dialogó con Vanina Biasi, Celeste Fierro y Agustín Romero candidatos a legisladores del Frente de Izquierda de Trabajadores-Unidad para conocer sus propuestas. ¿Qué hacer con las viviendas ociosas?

“Hay que construir una verdadera alternativa por izquierda, democrática y hecha por y para las y los trabajadores, que no arrugue con los empresarios y corporaciones”, dice Celeste Fierro, militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y candidata por el Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad (FIT-U) de cara a las próximas elecciones legislativas para la Ciudad de Buenos. En un territorio que durante años ha sido gobernado por el PRO y que actualmente tiene a Jorge Macri como Jefe de Gobierno, el FIT-U busca sumar más bancas en la Legislatura para hacer frente a la derecha. Al respecto de este contexto, Vanina Biasi, actual diputada nacional y quien encabeza la lista del FIT-U, señala que en la ciudad “hace falta defender realmente los intereses de quienes vienen siendo golpeados por estos gobiernos. Por eso planteamos que a Macri y a Milei hay que pegarles con la izquierda, porque tanto en las bancas que ocupa el FIT-U como en cada movilización somos consecuentes con lo que planteamos y la defensa incondicional de los trabajadores”.

Con la eliminación de las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) y la fragmentación de los partidos tradicionales, como el peronismo, el PRO e incluso La Libertad Avanza, los habitantes de la ciudad tienen un total de 17 listas para elegir en las próximas elecciones. Ante este escenario, Biasi afirma que esta “fragmentación es producto de la crisis política de varios de los partidos tradicionales e incluso de los que gobiernan hace tan solo dos años. La situación económica a la que nos han llevado y el rechazo de la población a estas medidas ha producido esta pelea por ver quién se salva y logra capitalizar este descontento”.

“Una ciudad para unos pocos”

Estas elecciones porteñas se realizan en un periodo en donde la gestión actual (el PRO) está siendo fuertemente cuestionada por varios espacios políticos, incluida obviamente la izquierda. “La reforma antieducativa, la precarización del sistema de salud, trabajadores municipales que cobran por debajo de la línea de pobreza y en muchos casos sin estabilidad laboral, entre tantos otros motivos. Son suficientes para evaluar la gestión del PRO como pésima”, señala Biasi. Y agrega: “Esa es la orientación que han sostenido estos 18 años de gobierno: una ciudad para unos pocos y expulsiva para las mayorías”. Al mismo tiempo, Fierro reflexiona sobre la relación entre el gobierno de la Ciudad y el nacional: “En represión, Jorge Macri ha sido el mejor alumno de Milei y Bullrich, es más hasta le entregó la autonomía de la Ciudad en ese sentido, todo para reprimir a jubilados y a quienes luchan por sus derechos”.

Para hacer frente a esta situación, entre las principales propuestas que se plantea la izquierda se encuentran tres problemáticas a abordar: la salud, la educación y la vivienda. Agustín Romero, quien también se presenta como candidato a legislador y es militante del MST, recalca que las propuestas fueron realizadas de manera colectiva: “Fuimos elaborando con vecinos, trabajadores, estudiantes, mujeres y disidencias, porque nuestra manera de hacer política es colectiva, las bancas abiertas y siempre al servicio de quienes nunca fueron y son escuchados”.

Por otra parte, Biasi destaca tanto la urgencia de incorporar a las enfermeras y enfermeros a la carrera profesional de salud como la real aplicación de la Ley 448 sobre salud mental. Asimismo, Fierro expresa la necesidad de llevar adelante un sistema único de salud en donde se ponga fin a los negociados privados en la materia.

También, para hacer frente a la situación habitacional en la ciudad, la izquierda plantea la incorporación de los más de 200 mil inmuebles ociosos en la ciudad al mercado de alquileres. Esto sería sobre la base de un impuesto progresivo a la vivienda ociosa para los grandes acaparadores que hacen negocio sobre la base de la expulsión de los trabajadores en el territorio. En simultáneo, Fierro habla sobre la idea de establecer “alquileres sociales, es decir sea solo el 15% del salario del inquilino”.

Y sobre la educación, Biasi menciona la derogación de la reforma “BA Aprende”, que no solo degrada los contenidos que se enseñan, sino que ataca la estabilidad docente de la mano del cierre de varios cursos. Además, “sostenemos -afirma Biasi- la defensa de la ESI frente al intento de imponer una regimentación de los estudiantes ante la realidad que viven con la educación pseudoemocional, aprobada en la Legislatura con el apoyo de todos los bloques políticos, con excepción del FITU, a fines del año pasado”.

Una alternativa

“La izquierda tiene que organizar la pelea para que se vaya Milei, un gobierno incompatible con los reclamos populares, que desde que asumió mantuvo un ataque constante sobre las mayorías, y para que los trabajadores intervengan con sus propios reclamos por el salario, las jubilaciones, el derecho a la salud, la educación y la vivienda”, dice Biasi. Y añade: “Nuestro lugar en la Legislatura servirá como punto de apoyo para las luchas que se den fuera del recinto y un canal para su organización. En la medida que logremos desarrollar esa perspectiva crecerá el voto al Frente de Izquierda”.

Además, Fierro subraya la necesidad de la unidad y cuestiona la oposición encabezada por el peronismo en la ciudad: “La salida hoy para echar a Milei es la unidad en las calles. Es organizar la bronca desde abajo, autoconvocarnos en cada sector de laburo, de estudio, en cada barrio, porque la CGT ya demostró no estar a la altura de esta tarea. Ni tampoco los dirigentes políticos del peronismo, como Santoro, que ni una palabra dijo desde que es diputado nacional y ahora se planta como la salvación de la derecha”.

En sintonía, Romero concluye: “Es necesario que la izquierda se postule como una alternativa, no solo electoral, sino también en todos los espacios que intervenimos. El proyecto de la izquierda no es personalista, sino que se construye colectivamente, democráticamente y sobre todo desde las bases. Porque la pelea contra la derecha, su plan de ajuste y de represión se lo enfrenta en las calles, así como lo hacen los jubilados, los sectores en lucha como el Bonaparte, el Hospital Garrahan y los piqueteros”.