Iluminada por Saer

Iluminada por Saer

La fotógrafa Pilar Camacho expone «Con los ojos abiertos», una muestra en donde sus imágenes blanco y negro del verano cordobés dialogan con textos extraídos de «El limonero real».

“Hace mal quedarse en las casas, siempre en las casas”. La frase corresponde a un fragmento del libro de Juan José Saer El Limonero real (1974) y, a la vez, es el texto que acompaña la primera foto de la muestra Los ojos abiertos de la fotoperiodista Pilar Camacho, presentada el sábado pasado en el Centro Cultural Nuevo Uriarte, en el barrio porteño de Palermo, y disponible online.

En su muestra fotográfica, Camacho tomó un rumbo diferente del que venía transitando con respecto a su vocación. Tras haber pasado por la Agencia de Comunicación de Ciencias Sociales (ANCCOM) como practicante en 2019, hoy trabaja de fotoperiodista y asegura: “La agencia te construye un oficio, yo le debo todo, es lo que hoy me está dando de comer. Venía con ese chip y tuve que cambiar del formato estándar del fotoperiodismo, que es digital y a color, al formato analógico en blanco y negro, para ver si podía hacer una búsqueda distinta.”

En esa exploración por lo diferente, como el comienzo de una sucesión de hechos alineados, tomó la cámara analógica, compró rollos en blanco y negro, lo cargó en la valija y en el verano de 2020, sin siquiera suponer lo que vendría después –covid19 y confinamiento obligatorio- se dirigió rumbo a las sierras cordobesas. “Mi familia es de Córdoba, eso ya tiene una cuota emocional para mí, mi lugar en el mundo son las sierras. También tenía mucha carga por ser lo último que pude hacer afuera de mi casa”, expresó la fotógrafa.

Entonces vino la pandemia, el aislamiento social, preventivo y obligatorio. “Durante el encierro leí el Limonero real, de Saer. Es el libro con el que combino las fotos. Lo estaba leyendo, y me decía: ‘Esta persona describe cómo a mí me sensibilizaron las fotos que hice, lo que a mí me llevo tomarlas, las descripciones que hace el sobre la luz y cómo la gente habita el tiempo en función de la luz’. Leí el libro como tres veces buscando esos fragmentos en que encontraba esa conexión”, manifestó Camacho.

El camino hacia una veta más artística resultó de una concatenación de hechos en sintonía: las vacaciones, el libro y la propuesta del Centro Cultural Nuevo Uriarte para la exposición final de ese transitar emocional. “La fotografía analógica tiene otro tiempo y el de las vacaciones es muchísimo más personal; llevarlo a una novela de ficción fue un camino re lindo que no había transitado nunca. Terminé haciendo un pdf que quedó y cuando me propusieron hacer una muestra en el Uriarte y con la temática del ‘verano’ (por las fechas), dije: ‘Justo tengo esto’. Lo seguimos trabajando junto con Daniela Caracuel, diseñadora gráfica, que me ayudó a montar las cosas. Me ordenó todo y la idea de las fotos es que parezcan partes del libro, hasta la tipografía intenta parecerse a la de la edición del libro como para seguir visitándolo”, agregó.

El libro de Saer transcurre en un solo día: el último del año y describe el paso del tiempo a partir de la luz que permiten pasar los árboles en una casa de una familia reunida a orillas del río en Santa Fe. “Va contando cuándo es la tarde, el mediodía y cómo se vive el calor, cómo te refrescás y demás, en función de cómo la luz da en los árboles. El paso del tiempo está marcado por la luz. El libro tiene un conflicto, que es el único: el hijo de uno de los personajes que se fue a la ciudad y nunca volvió. Está ese duelo, el calor que agobia, el cierre de del año y lo cíclico del tiempo que amanece y atardece y así. Es una historia sencilla y para mí lo jugoso del libro es la descripción de la luz y, también estando encerrada, poder leer sobre la luz en la naturaleza a lado del riío que era la que más extrañaba yo”, enfatizó.

Sin embargo, las imágenes no siguen un orden cronológico ni se asemejan a la narrativa literaria del Limonero real. El punto de encuentro tiene que ver con la relación que existe entre el tiempo marcado por la luz natural y la nostalgia. “Las fotos no necesariamente hablan con la historia, sino que es un encuentro con amigues desde lo sensible y siempre sobre la luz, la foto en blanco y negro para mí es mucho sobre la luz. A mí me encanta la fotografía en blanco y negro porque la foto se arma cuando hay una luz que puede marcar bien contraste y la figura”, afirmó la fotógrafa.

Es que en sus fotos se pueden ver cuerpos reflejados por la luz solar y las sombras que reproducen sobre ellos los árboles. También se aprecian el mate, el río, una guitarra, pudiendo ser solo el recuerdo de unas vacaciones o significar, también valorando con los ojos abiertos el paso del tiempo y con él la nostalgia de amaneceres y atardeceres.

Una celebración argenchina

Una celebración argenchina

Llegó el año del Conejo de Agua a la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo lo vivieron los argentinos y
la comunidad china en el país?

Argentinos y chinos coparon la Plaza Parques Nacionales en el barrio porteño de Palermo para festejar el Año Nuevo Chino representado por el Conejo de Agua. Debido al calendario lunisolar, esta vez tocó el 22 de enero. No está claro qué pasó hace 4721 años y se cree que los festejos empezaron bastante después, tal vez en el siglo XIV a.C. La leyenda vincula los festejos a Nian, un dragón cuyo nombre significa “año”.

El evento comenzó al mediodía y se extendió hasta cerca de las 19 horas. La temperatura superó los 35 grados durante toda la tarde, pero no fue impedimento para que miles de personas se acercaran a los alrededores del escenario montado en la esquina de la plaza. Desde pantallas gigantes se podía ver un abanico de espectáculos que incluyó desde música y bailes tradicionales hasta demostraciones de artes marciales. En la periferia del lugar había decenas de puestos que ofrecían comida, bebida y merchandising, siempre llenos, con clientes esperando su turno. En el cielo, cientos de banderitas de Argentina y China flameaban colgadas entre los postes de luz y los árboles. 

Lyla Peng es productora de moda. Sus padres son de origen chino, pero ella nació en nuestro país, por lo que se autodefine “argenchina”. Ella fue la vestuarista y una de las conductoras de la celebración. En diálogo con ANCCOM, señaló que se sintió muy feliz de ver que mucha gente viniese pese al calor y muy agradecida y honrada de su interés por la cultura china. Lo que tienen en común los argentinos y los chinos es la pasión, asegura: “El chino o la china es como que no se anima a demostrarlo, lo hace de otras maneras. En cambio, el argentino o la argentina es mucho más extrovertido, pero lo que importa es que se demuestre”.

A medida que pasaban las horas, la temperatura y el despliegue artístico aumentaba, al igual que la cantidad de personas que llegaban. Entre ellas estaba Gabriela Chen, una joven china de 22 años de edad que vive desde hace once en el país. Lucía un vestido tradicional llamativo: el público se acercaba a pedirle fotos con ella: “Estoy muy contenta, me siento como en China. Como es una fiesta de nosotros, es muy difícil disfrutarla en otro país”, afirma. Y agrega: “Con mi vestido quiero mostrar que es de China, no es de Japón ni de Corea. Ellos también tienen su vestimenta, pero lo que quiero hacer es que se conozca un poquito de este que es de China”.

Eugenia Romina Ramos es una argentina de 33 años que viajó con su hija pequeña desde el Partido de Quilmes, en el conurbano bonaerense, hasta la Capital, solo para festejar la llegada del año 4721. Tenía el pelo atado y una chaqueta tradicional roja con un diseño y ornamentación típicos de la cultura de esa nación: “Además de ser argentina y que me guste nuestra cultura, me gusta informarme de otras, más de las asiáticas. Me encantan los peinados, la vestimenta, la comida y a mi hija le inculco esto y no solamente comer asado y locro para fechas patrias”. 

Cerca de las 18.30, empieza a bajar el sol, aparecen algunas nubes cargadas y el viento se hace presente. Sube al escenario el cantante chino A Long Zhang: el público se levanta con su energía y sus canciones de pop. Las banderitas de Argentina y China, entregadas hace minutos por la organización, se agitan al ritmo de la música. En diálogo con este medio, el músico explicó que está agradecido con los fans que lo apoyan, que este evento es para que todo el mundo pueda participar, tanto la comunidad china, como argentinos y extranjeros: “Estoy sorprendido de que haya tanta gente, porque venimos de la pandemia. No pensaba que tantos iban a participar. No solamente vinieron a ver los shows, sino también a disfrutar de todos los stands de comida”.

El festejo culmina con la tradicional danza de leones y dragones. El escenario y varios metros del césped que lo rodean están vallados y al cuidado de personal de seguridad. Por allí se realizaron ejecuciones artísticas con música a todo volumen y encabezadas por figuras de dragones coloridos que eran sostenidos por varios artistas. Con sus típicos movimientos ondulados, los seres mitológicos bailaban y pasaban por al lado de las vallas. El público más cercano pudo tocarlos: la tradición indica que hacerlo atrae la buena suerte y permite cumplir los deseos que se le pidan, aunque la buena suerte fue para todos los presentes: disfrutar el año nuevo chino desde la Ciudad de Buenos Aires.

El enviado de Karl Marx a la Argentina

El enviado de Karl Marx a la Argentina

Néstor Leone publicó “Soplar sobre cenizas”, su primera novela de ficción basada en la llegada al país de Raymond Wilmart, un estrecho colaborador del autor de «El Capital». ¿Era posible la revolución en Buenos Aires? Entrevista publicada el 12 de octubre de 2022.

Néstor Leone es sociólogo y periodista. Este año publicó su primera novela sobre Raymond Wilmart, un personaje de quien poco se conoce. Fue el enviado de Karl Marx a la Argentina luego de la Primera Internacional Socialista. ANCCOM conversó con el autor quien contó cómo fue el proceso de investigación y elección del género.

 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de Soplar sobre cenizas?

Surgió de manera abrupta. Hace unos años no me hubiese visto escribiendo novelas, lo mío son los textos periodísticos y el ensayo político. Pero me estaba rondando la idea en los últimos años. La novela la escribí de manera muy rápida, en menos de un año y creo que le encontré la voz, el registro al personaje y eso favoreció. Wilmart llegó a mi de manera indirecta y de distintas formas, había leído la novela de Andrés Rivera El Farmer y ahí aparecía marginalmente en un párrafo la existencia de ese belga que había venido enviado por Marx a la Argentina. Después, en dos libros de Horacio Tarcus, hay una breve biografía y las cartas que le envió a Marx desde Buenos Aires y para mí fue una intriga. Empecé a escribir de esa manera, soltando un poco la pluma, prefiriendo más la novela como género en vez del ensayo o la biografía. Me parecía que de esa manera podía desplegar mejor las tensiones, las contradicciones, los fantasmas que fui viendo que atravesaban la vida de Wilmart. Cuando empecé a pensarlo encontré otras aristas que me parecieron mas ricas todavía, su historia. Por ejemplo, su vínculo con Mansilla, su participación en la represión de la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, la pregunta sobre las categorías que traía consigo para ver en ese levantamiento del otro, la barbarie y no el sujeto a desplegar o a desarrollar. Y después su relación con la élite. Esas me parecieron facetas muy ricas para desarrollar en una novela y que puestos en un ensayo o una biografía me parecía que lo iba a encorsetar.

 

¿Cuánto tiempo le tomó investigar sobre Wilmart?

La investigación caminó a la par de la escritura. Comencé a escribir, tenía algunos datos biográficos sobre su vida, conocía mucho el contexto de época entonces me fue más fácil desarrollar. Seguí haciendo la investigación, leyendo lo poco que había sobre su vida y el origen de ese marxismo preliminar en la Argentina. Pero no quise tener más que esos diez o quince datos biográficos que me permitieron estructurar la novela ya que pretendía que hablase el personaje desde su ancianidad para reconstruir su historia y, de alguna manera, también para cambiar ese pasado, por lo menos, hacerlo dialogar con ese presente en la década del treinta. Me di cuenta que debía situarlo en la década infame que es una época de grandes cambios a nivel global y también en la Argentina, de grandes transformaciones que pudieron haber hecho entrar en crisis a las certezas con las que él venía y con las que se había formado y había desarrollado su tarea académica y como abogado. Me pareció que en una época en que también habían entrado en crisis sus valores y sobre eso no había información, no había textos de Wilmart. Cuando digo que llegó el 19 de octubre de 1872 la fecha es real y concreta, cuando digo que se alistó en el ejército regular de línea para sofocar la rebelión de López Jordán es tal cual, lo mismo cuando va a reagrupar o, por lo menos eso intenta, a los comuneros que habían huido a Córdoba de la represión de la Comuna de París. Lo mismo respecto de su relación con una hija de la élite cordobesa, son todos datos concretos y certeros lo mismo que su regreso a Europa en 1911, luego del centenario. También su relación con Marx y Paul Lafargue, el yerno de Marx, o su vínculo con Mansilla. Eran todos datos biográficos concretos, y me propuse la tarea de ver qué hacer con ellos, convertirlos en ficción, ver cómo desde la ancianidad él podía reconstruir esa historia, ponerla en tensión y de alguna manera abordar ese pasado resignificándolo. Esa fue la tarea, no me quise ceñir a más datos biográficos duros porque me parecía que la historia iba por otro lado, es en definitiva un hombre con una larga historia de contrastes y antagonismos frente a la muerte. Una cosa bien universal que trascendió las meras cuestiones biográficas, que están de hecho.

En la novela, Wilmart le habla a un otro que no podemos saber quién es y reitera en varios pasajes los casi 85 años que está por cumplir.

¿Quién es ese otro? ¿Él mismo?

Esa fue la idea, que su interlocutor no tuviera nombre, no tuviera rostro, no tuviera historia. Solo el dato que tienen la misma edad que tenía él al llegar a Buenos Aires. La novela es una especie de larga entrevista de cinco encuentros. Se puede pensar como un simple joven interesado en la historia de este hombre que tenía mucho para contar, se puede pensar como un enviado de la familia para rescatar los documentos, las cartas, las fotos que él atesora y que compromete ese status ya consolidado en su relación con lo que era Marx en ese contexto: un hecho maldito de la historia para una familia burguesa miembro de la élite. O podría pensarse como el otro en los términos de Borges, ese diálogo con un espejo que es él mismo cuando tenía los 22 años preguntándole sobre el recorrido posterior de su vida. En la novela no está resuelta la cuestión, lo dejo ahí. Se puede leer como cualquiera de las tres opciones. Es deliberado, tomé la decisión de que fuese así, no darle más pistas al lector, ni siquiera están las preguntas que él le va haciendo es una decisión que me parecía que funcionaba y que enriquecía la novela y la trama.

 

¿Puede leerse como una novela histórica?

No la pensé como novela histórica, traté de centrarme en la persona y en la reconstrucción que iba haciendo de esos momentos. Traté de alejarme de los parámetros habituales de la novela histórica por eso hay algunos giros, repeticiones para situar la trama y la voz del personaje; en ese lugar contiguo a su biblioteca como dice persistentemente. Esa fue la idea, correrla del tradicional tratamiento que tienen las novelas históricas, lo que no quiere decir que no haya historia concreta y real pero donde lo hay también es a partir de una interpretación de la historia porque mientras reconstruye también hace un ejercicio crítico de esa historia vivida. Uno puede intuir también y deja trascender que es un ejercicio crítico respecto de su propia intervención en la historia de manera socarrona, con sorna caracteriza esas diferentes intervenciones. Pero también cómo tomó y aplicó él las categorías rudimentarias del marxismo. Hay varios ejercicios críticos ahí. No la pensé como novela histórica sino como la novela de un personaje. Es Raymond Wilmart en su biblioteca, reconstruyendo su pasado y ejerciendo sobre ese pasado una operación ficcional y literaria.

 

En relación a la postura crítica de Wilmart, el personaje menciona que “nadie se toma el trabajo de pensar en este país”. ¿También puede ser pensado como una crítica a lo que él encontró?

La frase es textual de las cartas. Me tomé el trabajo de leer las tres cartas que él le envió a Marx y que se conservan y perduran en Amsterdam. Las leí y pensé la novela a partir de ellas como una especie de glosa que estructura la novela y lo que me hace pensar en el fuerte influjo de categorías eurocéntricas en esa mirada, no porque Marx las tuviese, pero sí en cómo este personaje logra incorporar esa lectura de la historia de Marx. Y lo hace en los términos eurocéntricos y llega al país en una clave no muy diferente a la de Sarmiento, de civilización y barbarie. Ve en esos gauchos que conformaban el ejército irregular de López Jordán, la barbarie. Ahí no hay una categoría de lo popular para desarrollar, sino que está la barbarie casi en términos sarmientinos. Creo que venía con ese bagaje de categorías e interviene ahí muy fuertemente en ese sentido. Seguramente no leyó textos de Marx sobre la cuestión colonial, aunque Marx tiene un famoso escrito sobre Bolívar que también piensa la cuestión americana en esos términos. El Wilmart que llega y escribe esas cartas a Marx está pensando en esas categorías eurocéntricas, en la década de 1930, cuando entran en crisis muchas cosas, también entra en crisis esa cosmovisión. Es un Wilmart ya alejado de Marx, de la posibilidad de la revolución, pero con la necesidad de hacer un ejercicio crítico de cómo había visto ese país al llegar en 1872. Hago ese juego literario.

 

¿Cual consideras que pudo haber sido su efectiva influencia en el desarrollo del marxismo local? ¿Hay alguna información o referencia en relación a esa influencia?

Escasa. Diría casi nula. Él llega en octubre de 1872. Durante 1873 trabaja en la tarea de reorganizar a los comuneros, tiene escasos resultados y lo cuenta en las cartas. En una de ellas es muy explícito en ese sentido, marca la imposibilidad de la revolución en estas tierras, dice que por más que soplemos las cenizas será muy difícil encender el fuego revolucionario. De ahí también el título de la novela. Después viaja a Córdoba y su vida toma otro camino. No porque sea lo que hoy podríamos llamar un quebrado que asume la cosmovisión de la clase dominante, sino porque toma distancia del marxismo y de la lucha revolucionaria, se incorpora como un miembro satélite de esa élite, se forma luego en la universidad de Córdoba, en Mendoza se convierte en juez. Regresa a Buenos Aires para dar clase en la Facultad de Derecho y luego se convierte en asesor del Ferrocarril Central Argentino en propiedad de Gran Bretaña. Su recorrido es muy otro, pero aun así sigue siendo una persona, si se quiere, liberal reformista. Hay algunos documentos que hablan que no era necesariamente un intelectual orgánico de esa élite, promueve la participación de las mujeres en la política, tiene un perfil reformista para la época. Su tarea la desarrolla en esos parámetros, por eso yo pienso los años 30 como una crisis de esas ideas, del marxismo que él había traído consigo, pero también de esa sociedad liberal de la Generación del 80 que con la crisis del 30 también entra en crisis como entran en crisis en Europa las democracias liberales y se da el surgimiento de los fascismos. Aquí entra en crisis el modelo agroexportador, la democracia que el país había sabido construir con la Ley Sáenz Peña, tras el golpe cívico-militar pero también con la proscripción de fuerzas políticas, el llamado voto patriótico, el fraude patriótico, el asesinato en el Congreso de la Nación de Enzo Bordabehere… Es la sociedad del preperonismo, donde hay una crisis de representación muy profunda y una descomposición del sistema político, él habla desde ese momento donde entran en crisis valores que él había asumido como propios y el universo de miradas posibles que habían formado parte de su vida.

 

Wilmart, el personaje, menciona que soplar sobre las cenizas es soplar sobre ese fuego revolucionario que se inició, lo menciona al principio hablando de Londres y Manchester y cuenta cómo el capitalismo había construido su propio sepulturero. Pero plantea que en Argentina es mejor soplar el polvo que las cenizas, ¿a qué se refiere?

Hay un juego entre el polvillo de los textos que él pretende desempolvar y que de alguna manera tienen destino de hoguera que es lo que finalmente pasa con las cartas y los documentos. La familia termina quemando El Capital que él tenia. Wilmart ve la imposibilidad de hacer la revolución en contexto de ese país periférico que había logrado organizarse a partir de una clase en particular que había logrado insertarse como proveedor de materias primas al mundo, a la Europa industrializada y que no tenía el desarrollo de una clase obrera importante, sino que había mas bien un artesanado. Él no encuentra interlocutores para hablar, cuando le envía la carta a Marx diciéndole que no había mucho interés en leer el primer tomo de El Capital que le mandó por fascículos. También le dice: “Podría usted también modificar las categorías o las formas de exponer El Capital porque resulta altamente complejo para los trabajadores existentes aquí”. Se aleja de la idea de la revolución, es un social reformista liberal y planteo en la novela cierto temor por lo que había vivido, por su experiencia y por lo que podía desarrollarse. Es contemporáneo también a lo que fue la represión a los talleres Vassena, la Patagonia Trágica, el desarrollo de la Liga Patriótica. Ahí hay un germen represivo que él desde los 30 y en un contexto del asesinato de un senador de la Nación o de la represión a través de la picana de “Polito” Lugones podría ver como un temor para ese país que ya le dolía como propio. Y para esa certezas liberales que entran en crisis, pero también para las suyas.

 

Wilmart y los debates en la historia argentina

Raymon Wilmart era un hijo de la nobleza belga y arriba en Buenos Aires luego del Congreso de La Haya, donde se da la ruptura entre marxistas y anarquistas, entre Marx y Bakunin y el mandato con el que viajó es el mandato de reorganizar a los comuneros, pero también mantener bajo control un eventual despliegue de los anarquistas. Allí también jugaba una cuestión de clase por su origen. Néstor Leone en la novela se propuso también hipotetizar sobre cómo sería la cultura y literatura de Argentina, recuperando palabras de Jorge Luis Borges: «Si en vez de haber canonizado al Martín Fierro hubiera canonización al Facundo otra sería nuestra historia (a lo mejor). En ese juego literario un poco lo que le hago decir a Raymond Wilmart es si en vez de haber canonizado al Facundo y la idea de civilización y barbarie hubiésemos canonizado la Excursión a los indios ranqueles otra sería nuestra historia y mejor. Y oficia como programa político para la época entre las visiones que veían cómo y de qué forma exterminar a los pueblos originarios y a los reductos de rebelión de los caudillos populares o federales. La novela también es una forma de intervenir en esos debates sobre la historia argentina».

 

Asimismo, en la novela se puede reconocer a un Wilmart desilusionado por el lugar a dónde vino, el lugar que era una copia de París en el sur

La Ciudad de Buenos Aires es otro objeto que trabaja la novela. Esa ciudad a la que llega, de una vida no muy desarrollada y que había sufrido unos meses antes la fiebre amarilla, comenzaba a transformarse y tendrá el sueño de convertirse en una París de América. Muchos de esos integrantes de esa Generación del 80, incluso Mansilla, la pensaron así. Se dice que no quiso ser nación para ser sólo ciudad, en este rincón lejano del mundo. Y que no le alcanzó para ser París y por lo tanto está condenada a ocupar este lugar periférico. Ahí en la novela hay un seguimiento de las transformaciones arquitectónicas de de Buenos Aires, mirando a París, pero condenada a ser esta capital periférica y marginal.

 

No lo menciona a Marx, sino que es «el barbudo señor de Treveris». ¿Por qué esa decisión?

Nunca lo menciona a Marx. Hay una imposibilidad. De alguna manera, comencé a jugar con eso desde el principio de la novela y me parecía que tenía que perdurar. No se nombra a Marx en ningún momento, es una novela sobre el enviado de Marx, pero no está mencionado. Aparece de distintas formas, cambiantes y resignificadas, pero no aparece el nombre de Marx y es una imposibilidad por esto mismo, por los fantasmas, los espectros que acechan la nueva pertenencia de clase, la necesidad familiar de cuidar ese status quo y el fantasma que acecha. Marx es el fantasma que acecha y no se lo nombra. Como no se nombra a Rosas, ahí también hay un juego de tradición de izquierda y lo nacional y popular. Hay un juego ahí también y no se lo nombra a Rosas, que ingresó a la novela, para mí inesperadamente, en la Batalla de Obligado. Pero otro juego es el de Gardel y Corsini, una disputa de una persona que en su ancianidad se la pasa escuchando a Corsini en sus tangos, ahí también menciona a Rosas y a sus tangos mazorqueros los llama él, los tangos del ciclo federal. Hay un juego en tensión con Gardel que era la gloria de tango de exportación y que, de alguna manera, más vinculado incluso en términos políticos, aunque no sea lo más destacado de Gardel en esos años, pero que de alguna manera en esa contradicción permanente que para mí es Wilmart termina gustándole por encima de Corsini. Lo menciona a Corsini, pero en realidad el que le gusta es Gardel. Ahí también está esa cuestión de tensión permanente y contradicción.

 

El autor reflexiona, además, sobre el contexto de la década del 30 y las claves de lectura de la historia argentina, desde la relación civilización y barbarie como eje para pensar al mundo.

Las cosas que se replantea Wilmart en su ancianidad con el miedo a la decrepitud que lo atraviesa es esta certeza que la barbarie acecha desde la trinchera de la civilización, ahí hay un juego en un contexto donde se ocurre el auge de los fascismos en Europa, el crecimiento del nazismo en Alemania, que él habrá leído como algo que lo atravesaba y que lo llenaba de dolor. Ahí está nuevamente la dicotomía de civilización y barbarie, la lectura de ese pasado con la barbarie que acecha, pero desde la trinchera de la civilización, pero no es la barbarie como la que leyó desde su primera llegada la país. Creo que esa es una idea fuerte de la novela.

 

«Históricamente los creadores de dibujitos animados han sido hombres»

«Históricamente los creadores de dibujitos animados han sido hombres»

Ana Oly, la creadora de la tira cómica Fracasitos, fue convocada por el canal infantil Cartoon Network para animar su personaje. ¿Por qué la señal empezó a poner el ojo en artistas mujeres y latinoamericanos? Entrevista publicada el 4 de octubre de 2022.

Lo que empezó como una pequeña tira cómica que nació en las redes sociales, pronto ganó miles de seguidores y motivó el llamado de Cartoon Networks, el canal de televisión infantil. De esta manera, Fracachica, una chica alegre e inocente que siempre intenta responder con optimismo a los pequeños problemas cotidianos que se le presentan, dio el salto de las historias contadas en viñetas hacia el mundo de la animación. Su creadora, Ana Oly, dialogó con ANCCOM sobre las particularidades de este proyecto, la importancia de que haya producciones locales y los cambios que hay en la industria de los dibujos animados en materia de género.

 

¿Qué es Fracasitos?

Por un lado, está Fracasitos como tira cómica y después Fracasitos como animación. Nació a fines de 2016 y se llama así porque busca reírse de las pequeñas desgracias de la vida cotidiana. Es una especie de ejercicio terapéutico; es como cuando uno dice «me río para no llorar», un recurso de supervivencia. Transformar una experiencia negativa en algo gracioso es como una necesidad para poder llevarlo de mejor manera.

¿Cómo surgió?

Fue un proyecto que no tenía una meta, no era un proyecto ambicioso. Era algo para divertirnos entre amigos y empezó a ganar seguidores en Instagram. De repente, había un público al que le interesaba y hubo también una cosa recíproca con los seguidores, y la sigue habiendo, que es que muchas veces me cuentan o mandan fotos de algo que les salió mal.

¿Cómo fue que te propusieron la creación del dibujo animado?

En 2019, me contactó una chica por Instagram y me preguntó si le podía pasar un mail porque trabajaba para Cartoon Network y les interesaba hacer algo conmigo. Estaban organizando una serie de ilustraciones con distintos artistas de Latinoamérica, en la que querían que cada uno diseñara un alíen de Ben 10 que representara su país. Todo con un tinte humorístico porque uno de los grandes pilares conceptuales del canal es el humor. Después me convocaron para una campaña del Día de la Mujer en donde les pidieron a diferentes autoras de Latinoamérica que eligieran algún personaje de Cartoon y lo dibujaran a su estilo. Para ese entonces estaban empezando a hacer producción local y dentro de ese marco también me convocaron a mí y me preguntaron si me interesaba hacer unos cortos animados porque veían que Fracasitos tenía un humor muy parecido al que hacen, que es un humor irreverente, ridículo.

¿El público de la tira cómica es el mismo que el de la serie?

Antes que empezara a trabajar con Cartoon estaba apuntado a un público más adulto porque todas las tiras estaban basadas en experiencias personales o de gente cercana. Yo tengo 34 años, entonces involucraba temáticas como tomar alcohol y fracasitos amorosos, pero cuando vi que se presentaba esta oportunidad de trabajar con Cartoon, sentí una responsabilidad y dije: “Bueno, voy a empezar a cuidar que el contenido sea ATP”. Entonces, buscamos temáticas con las que pudiera sentirse identificado un niño. O sea, que fuese algo universal, que también un adulto pudiera verlo porque un adulto puede tener los fracasitos de tener una mascota o ir a la playa y sentirse identificado con eso.

Hecho por latinoamericanos

Además de Fracasitos, Cartoon Network apostó en el último tiempo por otros proyectos creados por argentinos, como es el caso de Guau y Miau de Alexis Moyano, así como también de otros países de la región. Por ejemplo, Otra semana en Cartoon, del uruguayo Agustín Ferrando Trenchi; Villanos, del mexicano Alan Turiel; ¡Golpea duro, Hara!, del chileno Matías Latorre; Hermano de Jorel, del brasileño Juliano Enrico, entre otros.

¿Qué motivaciones pensás que hubo para que se empiece a apostar por dibujos animados locales?

Históricamente se importa de Estados Unidos, se hace el doblaje y chau. Ha sido así todo este tiempo y en los últimos años el canal tuvo esta iniciativa de hacer producciones locales. Más allá de que obviamente hay un montón de talento, de artistas, escritores y autores latinoamericanos, tenemos valores propios, nuestra propia cultura, un humor distinto. Entonces, se quería hacer algo con eso.

¿Qué es lo que caracteriza a los creadores locales?

Una vez, en una charla con Alexis, Agustín y Alan, decíamos que nos parece que en Latinoamérica estamos acostumbrados, muchas veces por falta de recursos, a hacer un poco de todo. En Estados Unidos por ahí está el «equipo de color», el «equipo de sonido», el «equipo de» que está buenísimo pero nosotros empezamos todos siendo artistas independientes y veníamos acostumbrados a decir: «El dibujo lo hago yo, el color lo hago yo, la música la hago como puedo». Es algo que nace en respuesta a una necesidad pero que después a la hora de producir en el canal es valiosísimo porque terminamos estando involucrados en todas las partes del proyecto. Eso hace que se mantenga mejor la esencia de lo que uno quiere hacer.

El doblaje de tu serie también tiene una esencia local…

Cuando hicimos las voces de Fracasitos, la consigna de Cartoon era que sea argentino, no querían que nadie hable neutro. Si estamos hablando de producción local, que sea re local.

Hecho por mujeres

Ana Oly no sólo marca un antes y un después en la industria de la animación, al ser una de las primeras personas de Latinoamérica en producir su propia serie infantil para una cadena internacional, sino también es de las pocas mujeres en lograrlo. A nivel mundial, los antecedentes más sobresalientes son el de Arlene Klasky (en 1991 creó Los Rugrats, en 1995 Santo Bugito, en 1998 Los Thornberrys y en 1999 Rocket Power), Sue Rose (en 1997 creó Pepper Ann), Emily Kapnek (en los 2000 creó Ginger), Rebecca Sugar (en 2013 creó Steven Universe) y Daron Nefcy (en 2015 creó Star vs. Las fuerzas del mal). En el plano regional, el caso más conocido es el de Bernardita Ojeda, quien creó varios dibujitos, siendo el más destacado Clarita (2004), la primera serie animada hecha para la televisión chilena.

¿Qué opinas de ser una de las primeras mujeres latinoamericanas que hizo una producción infantil para un canal internacional?

Esto es otra cosa que Cartoon buscó de manera intencional, porque era muy evidente que históricamente la mayoría de los creadores de dibujitos animados han sido hombres. Eso está cambiando porque hay una intención de que cambie, no fue algo que se fue dando de manera natural. Hay un interés de querer involucrar mujeres acá también y tener otras perspectivas. Vuelvo a lo de la cultura latinoamericana versus la cultura de Estados Unidos: tenemos distintas historias para contar, tenemos distintas ideas, distintas experiencias, son distintas voces y yo creo que a mayor diversidad, mejor. Es más, se buscó que la mayoría del equipo de Fracasitos estuviera conformado por mujeres.

¿Qué reflexión hacés sobre estos cambios en la industria de la animación?

Espero que esto algún día se dé de manera natural y no haya que estar diciendo: «A ver, ¿cuántas mujeres y varones tenemos?» Creo que se va a dar, pero ahora estamos en un momento de transición. Pasa lo mismo en el mundo de la música, en los festivales y en un montón de otros ámbitos.

¿Tenés referentes en la animación?

Cuando era chica, me encantaba dibujar y decía: «Yo, cuando sea grande, voy a hacer dibujitos animados» y mi referente era Hanna Barbera. Justo tenía una maestra que se llamaba Hanna, entonces pensaba que se trataba de una mujer y un día, más de grande, me enteré que eran dos señores que se llamaban William Hanna y Joseph Barbera. Recuerdo que me re desilusionó. Era mi heroína, mi modelo a seguir, y no existía. Igual me sirvió como referente imaginario, como que para mí una mujer podía hacer tranquilamente dibujitos animados.

¡Y pudiste!

A partir de que empecé a trabajar con Cartoon me planteé que me estoy convirtiendo en una referente para alguna niña que quiera hacer dibujitos el día de mañana. Está rebueno porque así como yo tuve a Hanna Barbera imaginaria, está buenísimo verse representado en algo. Hay gente que piensa que es una pavada y dicen: «¿Qué te importa si hay mujeres y varones?» Lo mismo pasa con las disidencias y con las distintas culturas: «¿Qué importa si aparecen o no en un cartel?» Es muy importante tener representación en algo porque entonces naturalizás que eso sí puede hacerse. Por ejemplo, si tenés todas imágenes de veterinarios varones y nunca viste una imagen de una veterinaria mujer, se naturaliza que es algo que solo hacen los hombres. Es una pavada lo que estoy diciendo pero hay mucha gente que no lo entiende.

¿Qué consejo le darías a aquellas personas que quieran incursionar en este rubro?

Muchas veces es más importante hacer las cosas que esperar a hacerlas perfecto. A mí me encanta apuntar a lo perfecto y que no hay que ser conformista, pero no permitamos que esa búsqueda termine anulando todo. A veces en esa búsqueda no hacés nada, entonces como no es perfecto no lo hacés y a veces la perfección, si es que existe, se alcanza de manera gradual y avanzando. Eso es algo que me gustaría transmitirle a cualquier estudiante o artista o aspirante a lo que sea. Menos para dibujo técnico, ahí si aplica.

 

La producción de la segunda temporada de Fracasitos está cerca de terminar, con lo que pronto todos podrán disfrutar de las nuevas y pequeñas situaciones que le toca vivir a Fracachica, y en diciembre Ana Oly publicará un libro en el que no solo recopila las tiras que hizo a lo largo de estos años, sino también incluirá otras nuevas que nunca se han visto. Todo de la mano de una mujer latinoamericana.

«Acá también pasan cosas buenas»

«Acá también pasan cosas buenas»

Percy Big Bang obtuvo el premio Discos Cardinales por su obra «Quid a Me» y cantará esta semana en la Usina del Arte. Cómo es y qué significa ser un artista villero. Entrevista publicada el 20 de septiembre de 2022.

Percy Big Bang (Mauro Ponce) es un artista de rap nacido y criado en la Villa 21-24. Con 19 años, lanzó su primer álbum conceptual en Youtube titulado QUID A ME, donde retrata en primera persona sus vivencias en el barrio durante la pandemia. El álbum ganó el concurso “Discos Cardinales» y este 25 de septiembre va a  presentarlo en la Usina del Arte. Sus palabras sincronizadas entre barras son un altavoz frente a la injusticia que atraviesan los sectores vulnerables.

Desde la esquina de Iriarte y Luna comenzamos una caminata a través de pasillos zigzagueantes hasta llegar al pasaje Lavardén, en el centro de la villa. Un mural con la imagen de su mejor amigo Nahuel indica que ya estamos en su casa. Mauro terminó la secundaria el año pasado. Vive junto a su madre, dos hermanas, una hermanastra con discapacidad y su padrastro. El apoyo de su familia, dice, fue fundamental para iniciar su camino como artista.

¿Cómo fue tu inicio en la música?

A los siete años empecé con poesías cortas, me gustaba escribir sobre lo que sentía. Dos años después me subí por primera vez a un escenario y me sentí muy cómodo. Mi hermana me hizo escuchar “La bella y la bestia” del rapero español Porta, me llamó mucho la atención como rapeaba, tenía mucha letra y siempre rescataba algo nuevo. Eso me motivó a escribir canciones y a los 14 años saqué mi primer tema. Me representa mucho el concepto de hermandad, unión y la idea de transmitir un mensaje que tiene el hip hop. Hay que aprovechar el arte como herramienta de transformación y creo que el rap es eso. Si sabes rapear, llamas la atención y si además decís algo con letra llegas más todavía.

 

¿ Hay espacios para la creación musical dentro del barrio?

Mis  primeros pasos fueron en Orilleres, ahí me motivaron a subir a los escenarios y a perder la vergüenza. Ese fue mi primer contacto con la música. Hacia el año 2016 vi un cartel en Casa Cambalache que decía taller de rap y ahí encontré pibes a los que les gustaba lo mismo. Empecé a compartir con gente que curtía la misma y formamos Villeros Criú. Hoy somos cinco integrantes junto con El Cáceres, BaccoLoco, BeatBlunt y Ezel. También conocimos a Danger Crew, que era otro taller oculto en el barrio. Nos unimos en el colectivo BajoMundo Family, una crew grande de artistas de Villa 21-24 y Zavaleta. Estamos todos pateando para la misma, siempre fuimos sapo de otro pozo en el barrio y con el tiempo terminamos formando una gran familia. 

¿Cómo es ser un artista villero?

Te lleva a ser la voz del barrio, a contar que acá pasan cosas buenas también. Desde afuera sólo te dicen que está lleno de delincuentes pero no es así. Somos una verdadera vecindad, nos ayudamos entre todos. Yo camino por Palermo y veo que los vecinos ni se conocen, acá nos conocemos todos. Hay movimientos culturales, artistas y gente que hace mucho por el barrio pero eso no es noticia. También implica demostrar que no es que vas a la villa y apenas entras te comés un tiro. Hay muchos pibes y pibas con ganas de buscar otros caminos. Busco que el arte sea una puerta a cosas nuevas, que cambie mentes. Que los guachos sepan que tienen el hombro de artistas que están en la misma y que todo es en grupo. La onda es siempre expandir horizontalmente y no subirse solo.

Mauro pasó rápidamente de tirar freestyle y organizar batallas con amigos en plazas a componer canciones con un fuerte contenido social. Las problemáticas que aborda en su álbum  tiene puntos de contacto con el artista boquense Trueno, quien ocupa un lugar destacado en el “mainstream” de la música urbana. Sus letras hablan sobre la desigualdad social, las injusticias y la violencia policial que viven los jóvenes de barrios vulnerables.

 En los últimos años ocurrieron casos significativos de gatillo fácil en el barrio como los casos de Cristian Toledo (25), Nahuel Acosta (18), el asesinato de Kevin (9) y del jugador de Barracas Central Lucas Gonzáles (17).

En poco tiempo su música traspasó, primero a través de redes sociales y luego en plataformas como Youtube y Spotify, las barreras del barrio. Tuvo presentaciones en el festival Ciudad Emergente, Centro Cultural Recoleta, Niceto Bar y en la Casa de la Cultura de Barracas. 

 ¿Qué experiencias te marcaron en lo personal?

En el 2019 la policía mató de un tiro a mi mejor amigo, Nahuel Acosta. Fue un caso de gatillo fácil. Veo que muchos pibes se acostumbran y eso no tiene que pasar, es algo fuera de lo normal que estamos normalizando. Esa secuencia me marcó mucho y me dió mucha fuerza para seguir adelante. Sé que desde arriba él está haciendo todo para que yo salga, saque canciones y se me den oportunidades. Por eso, junto a otro artista del barrio, El Big Punta de Zavaleta, hicimos “Anti giles”, trata sobre Kevin que era un pibito menor de edad que quedó en medio de un tiroteo entre transas, donde la policía dejó la zona liberada. Una bala pérdida lo mató y eso nos dio mucha bronca. El tema también está dedicado a todos los pibes del barrio víctimas del gatillo fácil.

  ¿Cómo ve la gente del barrio a las fuerzas de seguridad?

Hay muchas situaciones que se viven por culpa de la policía, por la represión o porque hacen abuso de poder. A veces agarran a un pibe que no tiene nada que ver, sólo por cómo está vestido o terminan cometiendo errores muy graves como con el pibe de Barracas Central. Es violento que se paren ahí en la esquina con un arma como diciendo acá estoy yo y tengo más poder que ustedes. A veces están ubicados en lugares donde no pasa nada y te rompen las pelotas por fumar un porro en la plaza. Eso genera bronca, por eso hacemos temas para que nos escuchen y decirles que está todo mal con los pibes.

 ¿Sentiste discriminación por ser un artista villero?

Te subestiman diciendo que sos un pibe de barrio y que vas a venir a cantar cumbia. Al final terminan escuchando sobre una realidad que ellos no ven ni escuchan y terminan sorprendidos. Al ser uno genuino e ir como villero siempre terminan bajando un cambio al escuchar nuestra música. Con LWLO, qué es artista y mi manager, hicimos el tema “Wacho pistola” que habla de la discriminación y de las etiquetas que te pone la gente. Cuando vamos como Villeros Criú te miran raro como diciendo qué harán estos. Mostramos la identidad de lo que somos, de cómo vivimos y sentimos. Ser villero en nuestra forma de vivir, nacimos acá y eso no nos hace ser más ni menos que nadie.

 ¿Cómo surgió la idea de hacer un álbum conceptual?

Cuándo empezó la pandemia me puse a escribir más intenso, pasaron los meses y armé todo el proyecto del disco. Ahí conocí a LWLO y juntos hicimos un tema mientras yo seguía trabajando en mi proyecto. Ella me ayudó a conseguir todo lo necesario para producir y grabar. Juntos creamos QUID A ME, un álbum de 16 canciones con todos los videos conectados entre sí. El concepto trata de lo que fue empezar de cero en la pandemia, de conocer el interior profundo de uno. El titulo es un juego de palabras que se refiere a cuidar lo que uno tiene, es la idea de un agujero negro en el pecho que absorbe todo lo que la gente y la vida te transmite. Así nació Percy, que es un apodo de pibe, todo eso que fui absorbiendo en mi pecho y que explotó en un Big Bang se convirtió en mi apellido artístico.

 

Una de las frases que más resuena en el álbum dice “si lo que quiero es comida, mantener a la familia, vivir de esta vida de una manera digna”, una declaración de principios del artista como portavoz del día a día de los sectores vulnerables. El debut musical de Percy Big Bang generó ruido en el ambiente de la música emergente y lo llevó a ganar el concurso “Discos Cardinales». Gracias a este premio, este domingo 25 de septiembre a las 18.30 hs va a estar presentando el álbum junto a su banda en la Usina del Arte, en Agustín R. Caffarena 1, La Boca. Será el primer artista de rap de la Villa 21-24 en presentarse en ese escenario.

La heredera

La heredera

Araceli Matus, la nieta de Mercedes Sosa, presentó su disco Matuséandose en el Centro Cultural Borges el día que su abuela hubiera cumplido 87 años. Además, la homenajeron bautizando al auditorio con el nombre de la cantante tucumana y presentando una muestra fotográfica que recorre su vida. Entrevista publicada el 11 de julio de 2022.

Curiosamente nacida un 9 de julio, el Centro Centro Cultural Borges celebró en la fecha patria el  87 aniversario del nacimiento de  Mercedes Sosa, con la inauguración oficial de la muestra fotográfica en torno a su figura, la designación de una sala con su nombre, y un concierto de su  nieta, Araceli Matus, en el Auditorio Astor Piazzolla. 

El C.C.Borges se encuentra en las porteñas Galerías Pacífico de la calle Viamonte 525, un espacio gestionado desde 1995 por la Fundación para las Artes, que  este año pasó a la órbita del Estado como uno de los polos culturales del Ministerio de Cultura de la Nación. La celebración del cumpleaños de la artista es una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación y la Fundación Mercedes Sosa, impulsada por su nieta Araceli Matus, quien presentó su disco debut Matuseándose.

Araceli, nieta de Mercedes y del guitarrista y compositor Oscar Matus, creció rodeada de música. Empezó a los catorce años a tocar los teclados y a cantar coros en distintos grupos. A los diecisiete, en el Teatro Ópera de Buenos Aires, cantó en público por primera vez junto a su abuela. Además de su formación musical, es docente, musicoterapeuta y preside la Fundación Mercedes Sosa. En diálogo con ANCCOM, Araceli cuenta sobre su primer disco y, en especial, recuerda aquella relación con su abuela:

Matuseandose ya tiene una nominación a los Premios Gardel, ¿qué significa para vos “Matusearse”?

Matusearse lo usábamos mucho con mi abuelo, como algo bueno. De la misma manera que se usa caetanear. Yo tardé mucho en realizar esta idea que tenía del disco. Matusearme tiene que ver con lo que soy: yo soy Matus. Está muy relacionado a mi identidad, como el disco de mi abuelo Matuseando de 1967. También como una manera de diferenciarme de mi abuela, que es lo que más amo, pero tenía esa necesidad.

Para los que no te conocen ¿qué tipo de música dirías que se van a encontrar en el disco?

Siempre toqué en bandas desde la adolescencia, pero en los últimos años me dediqué más al canto. En realidad, canto desde siempre, pero empecé a poner el foco en el canto en las producciones musicales. El disco tiene que ver con eso, el foco en la voz, con canciones en castellano y en portugués. Hay dos canciones con música compuesta por mí y la letra es de Junior Carrizo, que es un músico de Brasil que vivió muchos años en Argentina.

¿Cuál dirías que es la influencia más fuerte de esa abuela como abuela y como artista, si es que se pueden separar?

La extraño como mi abuela, es mi familia. Lo que más me cuesta es esa figura, la pública, donde desde la Fundación, en la que estoy como responsable, trabajamos para preservar esa figura, su legado. Yo pasaba mucho tiempo con ella y me influenció como mujer, como música, como persona. 

¿Cómo es mantener vivo ese legado?

Es un peso inmenso. Mi papá que estaba como responsable de la fundación Mercedes Sosa, se enfermó y se murió a los tres meses. La fundación cumplió 10 años el año pasado. Yo estoy buscando la forma de llevarla adelante a mi manera y también poder cumplir con la función de la fundación que es el cuidado y la difusión del legado musical y artístico de mi abuela y de la cultura latinoamericana, porque somos latinoamericanistas. Uno de los objetivos, por ejemplo, es llegar a otras generaciones, que puedan escucharla, saber quién fue. En este sentido, estoy contenta porque en Argentina, sobre todo en Buenos Aires, hay tres jardines de infantes, creo que tres primarias, cuatro secundarias y escuelas de música gratuitas que llevan su nombre. Tiene que ver con el trabajo que hacen las comunidades, y como Fundación nosotros estamos trabajando para apoyar y facilitar, compartir fotos e información. 

El inicio de la celebración estuvo a cargo del periodista Gustavo Sylvestre quien brindó un emotivo discurso sobre su relación con Mercedes Sosa. Recordó la primera vez que la escuchó cantar y anécdotas como una cena en su casa, donde la cantante tucumana emocionó hasta las lágrimas al el expresidente Raúl Alfonsín, en 2007, y su relación con Araceli. Luego se proyectó un video breve por el aniversario, con saludos que incluían a su nieto, al cantautor Victor Heredia y múltiples fotos familiares. 

El momento del show musical comenzó con un repertorio variado que incluyó folclore, pero sobre todo ritmos rioplatentes, jazz y bossa nova. La formación músicos que acompañó a Araceli, con guitarra, bajo, batería, percusión y saxo barítono brillaron sobre el escenario. 

Sobre el final, Araceli mencionó el proyecto propuesto para crear el «Día de la cantora nacional», por la fecha en que su abuela se subió al escenario por primera vez de la mano de José Cafrune. Hay un día del cantor pero falta el de la cantora, explicó.

En relación a la muestra fotográfica, titulada Mercedes por Pupeto Mastropasqua, de Juan “Pupeto” Mastropasqua, reúne más de 50 fotografías que el artista le tomó a Mercedes como reportero gráfico en distintos recitales. Se pueden ver imágenes del tamaño del alto de la sala, en blanco y negro, y en las paredes retratos de distintos formatos que revelan a Mercedes sobre el escenario, con el bombo y también abajo, con la París del exilio de fondo. Además, se exhiben dos ponchos célebres, el bombo de la cantante y algunas cartas intercambiadas con artistas como Ernesto Sábato y Charly García.  

Asimismo, el auditorio del tercer piso quedó bautizado con el nombre de Mercedes Sosa, que pasará a ser programado por la Fundación Mercedes Sosa con el fin del cuidado y difusión de los valores de la canción popular.

La figura de Mercedes Sosa y su trabajo abrió camino de distintas maneras y como artistas de diferentes generaciones, es un ejemplo de, como decía ella “vivir la vida en voz alta”. Araceli Matus, es una nueva voz que se asoma con un legado que cuidar y un nuevo espacio como una oportunidad para la difusión y el trabajo, para contribuir en cierta forma en sembrar memoria y construir lo nuevo.