“Todos padecemos la lógica del alto rendimiento en esta sociedad consumista”

“Todos padecemos la lógica del alto rendimiento en esta sociedad consumista”

En el marco de los Juegos Olímpicos vuelve a escena “Consagrada”, creada y dirigida por Florencia Micha e interpretada por la actriz y exgimnasta del seleccionado nacional, Gabriela Parigi. La obra teatral pone en cuestión la sociedad en que vivimos.

 

La multipremiada obra de teatro, Consagrada, el fracaso del éxito realizará una Temporada Olímpica durante el mes de agosto en Timbre 4 en sintonía con los Juegos de París 2024. Para promocionarla se realizó una función especial con una posterior charla debate de la que participaron personalidades del deporte como la exnadadora olímpica Delfina Pignatiello, la exfutbolista Mónica Santino y Fernando Signorini, quien fuera preparador físico de Diego Maradona.

Creada por la directora Florencia Micha y, por la actriz y exgimnasta del seleccionado nacional de gimnasia, Gabriela Parigi, la pieza es un unipersonal que pone en evidencia y cuestiona los retos, sacrificios y exigencias del deporte de alto rendimiento. En diálogo con ANCCOM Parigi –que protagoniza la escena- explica: “La obra surgió a partir de una serie de temáticas que hacía rato quería tratar, como la lógica de la competencia en todo lo que hacemos, la lógica del podio, del sacrificio, de la meritocracia, del capitalismo, del extractivismo en los cuerpos, en las subjetividades, como era muy amplio empezamos con ejercicios e improvisaciones, hasta que en un momento se hizo evidente que había que partir de mi historia personal como deportista de alto rendimiento y hablar desde ahí”.

Durante los 60 minutos que dura la obra, la sala se convierte en un gimnasio en el que Parigi realiza un desgaste físico importante el que combina gimnasia, acrobacia, danza y circo durante momentos de drama y otros que rozan el humor hilarante. La actriz, con más de 15 años dedicados al alto rendimiento, reconoce que  “si bien es una obra biodramática documental en la que hay momentos que se toca el llanto, está muy despegada de mí, está ficcionalizada para universalizar el mensaje y, desde mi historia singular, abrirlo porque, en algún punto, todos padecemos la lógica del alto rendimiento en esta sociedad consumista, capitalista, individualista y alienada”.

Parigi resalta que fue un proceso muy fuerte y movilizante el de reconstruir su camino: “Hace mucho que siento que me mudé del ecosistema deportivo, entonces lo tenía bastante alejado de la memoria física y, en algún punto, fue bueno volver a ponerlo sobre la mesa, volver a mirarlo, a relatarlo, a nombrarlo y reírme de eso, tomar distancia y poder caricaturizarlo, ridiculizarlo, sensibilizarlo y entenderlo”, detalla la artista, que utiliza elementos de su pasado para la utilería y para escenificar la obra que han sido resignificados: “Uso el bastón de mi abuela para entrar y el cajón que está en escena es el taburete con el que yo entrené toda mi vida”, detalla.

Por último, la protagonista relató cómo se prepara para esta temporada que comenzará en agosto: “Me gusta mucho hacer esta obra, le estamos poniendo mucha pila, es un momento muy complejo para el país y en el teatro lo estamos viviendo muchísimo, se nota que la gente no tiene plata para salir, para comprarse una entrada, entonces estamos como todos muy atentos para defender y cuidar los lugares porque es importantísimo que los países tengan sus espacios de cultura para expresarse”.

«No todos los atletas de alto rendimiento tienen las mismas posibilidades que en el fútbol», dijo Pignatiello.

El debate

Luego del espectáculo comenzó una charla debate de la que participaron Pignatiello, exnadadora olímpica y medallista de los Juegos Panamericanos 2019; Santino, exfutbolista y fundadora de La Nuestra Fútbol Feminista Villa 31; el preparador físico Signorini y la propia Parigi. Con la mediación de Jorge Dubatti los invitados dieron su punto de vista sobre el deporte de alto rendimiento y también se animaron a hablar del contexto actual. Pignatiello se refirió al inicio de los Juegos Olímpicos: “A mí me gusta recordar siempre, sobre todo por el país donde vivimos y a las expectativas que se tienen en cuanto al deporte, que no todos los atletas de alto rendimiento en este país, sobre todo en el deporte amateur, tienen las mismas posibilidades que en el fútbol o que en otros deportes donde se da mucha más importancia”. En esta misma línea la autora y actriz de la obra hizo una reflexión en torno a la enseñanza deportiva: “Tenemos que pensar desde nuestro lugar de poder como docentes, como dirigentes ¿qué valores estamos impulsando? Si son valores humanistas o valores productivistas, extractivistas, de alienación, de individualismo, que terminan atentando contra la sociedad”.
Por otro lado, Santino, puso el foco en el aspecto político: “El deporte argentino está pasando un momento muy difícil, como tantos otros rubros en actividad, hace poco presenciamos una despedida de un presidente de la comitiva dándole la espalda a los deportistas”, detalló. Además, la exfutbolista alertó sobre las intenciones del gobierno con el Centro Nacional de Alto Rendimiento (CeNARD) para cederlo a negocios inmobiliarios y se manifestó en contra de la privatización de los clubes: ”El próximo paso es defender nuestros clubes contra cualquier intento de sociedad anónima deportiva, porque eso es lo que viene”, afirmó.

En esta misma línea continúo Signorini, quien aprovechó para cuestionar la designación de Daniel Scioli como secretario de Deportes de la Nación. Además, el profe, como se lo conoce, definió al éxito como “todo aquello que se consigue dando el máximo de uno mismo. Muchas veces se consiguen cosas a través de la especulación o a través de recursos que nada tienen que ver con lo positivo y agradable de la vida y eso no está bien”, luego cerró: “El deporte tiene que servir para hacernos mejores personas, mejores seres humanos con el de al lado, si no sirve para eso no sirve para nada”.

“El deporte tiene que servir para hacernos mejores personas, mejores seres humanos con el de al lado, si no sirve para eso no sirve para nada”, dijo Signorini.

Por último, antes de finalizar la charla y tras la pregunta de un espectador, Parigi se refirió a sus sentimientos con la obra: “Consagrada tiene todo un recorrido, por algo es parida después de 18 años de dedicarme a esto, después de haber sido entrenadora, después de ser docente, después de ser madre, hay como una condensación de camino que hace que esté más metida que nunca, pero al mismo tiempo desapegada en el sentido de que no siento que es algo catártico, sino que está trabajada por una directora y por todo el equipo para que trascienda de mi historia personal y logre transmitir al público la idea”.

En cuanto a la charla, explicó: “La intención de hoy era terminar con una energía de poder transformadora, no solamente que se evidencie el lado de lo oculto del deporte, que la obra critica y deja manifiesto, sino que además quedara repicando una energía de ganas de hacer diferente, que diera power, que despierte preguntas y permita ver que cuando estamos en un rol de poder se puede hacer de otra forma, no replicar esa lógica alienada, eso era importante en el final, digamos terminar transformada”.

En el marco de los Juegos Olímpicos de París 2024 que comenzaron el viernes 26 de julio, la obra realizará una serie de presentaciones durante los primeros cuatro jueves de agosto a las 21 en la sala del barrio de Boedo (México 3554). Las entradas están a la venta por medio de Alternativa Teatral o por la web de Timbre4.

 

“¿Qué valores estamos impulsando? ¿Son valores humanistas o valores productivistas, extractivistas, de alienación, de individualismo, que terminan atentando contra la sociedad?”, se preguntó Parigi.

Las nuevas formas de contar en viñetas

Las nuevas formas de contar en viñetas

El documental «¿Qué m!%*#@ es la realidad?» da cuenta de una nueva generación de historietistas con otras formas de contar en viñetas. Uno de sus directores, Damián Sierra, cuenta con qué se encontró.

Los primeros antecedentes de la historieta en Argentina se remontan al año 1898 en la revista Caras y Caretas y hacia mediados del siglo XX, el género explotó y tomó rasgos identitarios propios de la cultura argentina que le dieron a guionistas y dibujantes locales proyección internacional. No es casualidad que se haya declarado como Día de la Historieta el 4 de septiembre, fecha en la que apareció la primera edición de la revista Hora Cero en 1957, fundada por Héctor Oesterheld y conocida entre otras obras, por publicar El Eternauta, una saga que se convirtió en bisagra de la historieta argentina de aventuras. En la actualidad, este género tomó un giro diferente. Además de realizarse sobre el tradicional papel, pueden hacerse de forma digital, también llamadas e-cómics o webcomics, con una estructura de tira de recuadros, una página completa, una revista o un libro completo. Sus relatos pueden ser de índole humorística o satírica, juvenil, infantil o pueden ser narraciones literarias. Asimismo pueden ser compartidas en redes sociales, reels, streaming y otras plataformas que predominan en la actualidad.

 En el film ¿Qué m!%*#@ es la realidad?, estrenado recientemente en el Centro Cultural Kirchner (CCK), se da cuenta del surgimiento de una nueva generación de historietistas con otras formas de contar historias y de abordar diversas temáticas a partir de agitar el lenguaje de las viñetas. Se trata de “una nueva manera de hacer que se nutre de algunas condiciones propias del siglo XXI; como la circulación autoral en redes sociales, la creatividad de lo autogestivo frente a la falta de presupuesto, los feminismos, las disidencias, las luchas de las minorías, las lógicas comunitarias que resultan en la organización de Ferias y Festivales”, precisa la sinópsis del documental.

Para indagar cómo se desarrolla hoy este género, el licenciado en Crítica de Artes Eduardo Benítez; el escritor, poeta y periodista Walter Lezcano; y el locutor de ISER y licenciado en Audiovisión por la Universidad Nacional de Lanús, Damián Sierra, entrevistaron para la película a diversas figuras de la historieta argentina de estos últimos años como Gustavo Sala, Pedro Mancini, Lauri Fernández, Amadeo Gandolfo, María Luque, entre otros.

 En diálogo con ANCCOM, Sierra relató el proceso de producción del film ¿Qué m!%*#@ es la realidad?, así como también el surgimiento y la importancia de la realización de producciones cinematográficas independientes.

¿Cómo surgió la idea de hacer la película?

La idea surgió de Walter Lescano por un proyecto que había hecho en 2020, que es un documental sobre poesía, en el que Walter tenía ganas de trabajar la escena de la historieta argentina de este siglo, junto a Eduardo Benítez. Nos pusimos a trabajar para finales de 2022. En 2023 empezamos a hacer las entrevistas y lo terminamos para principios de este año.

¿Cómo fue el proceso de producción? 

Lo primero que hicimos fue formar una lista de posibles entrevistados que nos gustaran por su trabajo y que sean relevantes para lo que queríamos contar. Empezamos a grabar las entrevistas, nos contactábamos con las personas, algunos fuimos a la casa, otros nos juntábamos en algún bar, siempre viendo las posibilidades de cada uno. Las entrevistas eran descontracturadas e improvisadas en el momento, no teníamos un guion previo. Una vez que ya teníamos todo el material, fuimos a edición, a ver qué historia se podía contar a partir de lo que nos habían dicho los entrevistados. Si en el medio había algún evento, feria, presentación de algún libro, íbamos para tomar imágenes de lo que se dice “inserts” para después mechar con las entrevistas. Estuvimos un año y medio, nos llevó su tiempo, lo íbamos haciendo de a poco y después en la edición terminamos de resolver todo. Empezamos a hacer la película por gusto, diversión, y la hicimos con cero presupuesto. No hay nadie más que nosotros tres y los entrevistados. Caímos con un par de cámaras precarias, un micrófono y así grabamos.

¿Sentís qué el tema que abordaron es algo poco conocido?

La verdad es que no había mucho material, así que es un tema que es conocido e importante para un nicho: el nicho de los historietistas y de la gente que consume historieta. Para ellos es un mundo conocido, que les interesa. Pero rompiendo las barreras de lo que es ese nicho, al no haber tanta producción, en lo audiovisual no les llega a tanta gente. Yo creo que hay más en la parte de gráfica, libros que reflexionan sobre la historieta. Nosotros partimos de este siglo, los últimos 20 años, dónde hay toda una nueva generación de autores que no habían llegado a tener alguna especie de representación en producciones audiovisuales, por lo menos de ahora, contemporáneas.

¿Qué pasa hoy en el ámbito de la historieta? 

Pasa algo que es muy parecido a lo que sucede también con otras disciplinas artísticas que están un poco emparentadas, como la literatura o la poesía o incluso ciertas artes audiovisuales: hay una industria chiquita que está más bien sostenida por las ganas de las personas que la integran y un poco por el amor al arte. De esa manera es que todavía subsiste, pero no escapa en absoluto a la coyuntura que vivimos y es una actividad que se podría pensar en crisis desde el punto de vista económico. No hay plata en la historieta argentina. Nadie se hace rico, ni siquiera casi puede vivir de la historieta dignamente. Se necesita echar mano a otros artilugios para subsistir. Así que es difícil. Pero de todas maneras, toda la industria se sigue sosteniendo en base a que hay gente que no puede concebir su vida sin realizar este tipo de disciplina artística. Nosotros necesitamos seguir haciendo historietas y seguir publicando y seguir dibujando. Existen editoriales independientes que hacen todo muy a pulmón, difundiendo boca en boca, en las ferias. De esa manera se mantiene la rueda girando. No pasa como en otros países, Francia por ejemplo, donde los mercados son más grandes y un historietista podría incluso llegar a soñar con dedicarse a esto y vivir bien. Eso acá en Argentina no sucede, pero lo bueno es que no desaparece el amor y las ganas de seguir adelante con los proyectos. Eso es lo que hace que la actualidad de la historieta todavía haya presente y que haya futuro también.

 Como documentalistas, ¿qué fue lo que encontraron durante la investigación? 

 Lo que más me llamó la atención de lo que encontramos está dado en la crisis: nadie va a ganar buena guita, entonces eso hace que un poco los egos se dejen de lado y como que todos tiren para el mismo lado, que se ayudan entre ellos y se armen como una comunidad de historietistas. Uno está acostumbrado a tratar con otro tipo de disciplinas artísticas donde son ambientes donde los egos están un poco más a flor de piel y hay más resquemores quizás entre una banda y otra. Yo esperaba por ahí encontrar algo parecido, porque somos personas en definitiva y como que siempre se espera encontrar algo de ese estilo y no, por lo menos en lo que tuvimos la posibilidad de dialogar con toda la gente que hablamos, estábamos tirando para el mismo lado.

«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

La escritora Agustina Caride cuenta cómo fue el proceso de creación de su última obra, una crónica novelada sobre Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión.

“El impacto del equipo de rugby en la vida de estas mujeres es significativo”, afirma Agustina Caride, autora de ¡Vamos las pibas! Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión, publicado recientemente por Marea Editorial.

Escritora, paisajista, crítica literaria, gestora cultural, Caride encontró una misión inesperada al descubrir la Fundación Espartanos, conocida por su equipo de rugby masculino conformado por reclusos, pero que también tiene uno femenino. Este encuentro inicial marcó el comienzo de una serie de visitas que la llevarían a escribir su libro.

En la Unidad Penitenciaria Nº 47 de San Isidro, en el pabellón femenino número 2, Caride contactó a la entrenadora del equipo, Carolina Dunn. «Voy a empezar a ir los lunes por la mañana, si querés vení», le dijo Dunn, y Caride aceptó el desafío.

En esos encuentros, mientras compartían mates y bizcochitos, las internas comenzaron a contar sus historias, sabiendo que ella era escritora. Entonces decidió que su manera de ayudar sería «escribiéndolas y visibilizándolas».

Entre los objetivos de la Fundación, además, se cuenta «que el público externo comprenda lo que ocurre internamente y eso se refleja en el libro», señala Caride, cuya primera impresión, al conocer a las prisioneras, fue de intriga, pero «las ves y decís, ¿qué historia hay detrás de ellas? Es muy distinto cuando las ves, que cuando después las escuchaste».

«Cuando uno ve en un primer momento siempre hay un prejuicio, por el lugar donde están. Pero al escuchar sus historias, esos prejuicios se desvanecen rápidamente», remarca. Luego, la propia autora comprendió que la única diferencia entre ellas y ella misma era el contexto en el que habían nacido. Estas mujeres, que inicialmente podrían parecer delincuentes o asesinas, se revelaron como seres humanos con historias de dolor, carencias y circunstancias difíciles que las llevaron a cometer errores.

En el proceso de escribir, Caride se sumergió en temas como la libertad, el aislamiento y la redención. “Este trabajo me llevó a una introspección personal, comparando mi propia vida con la de las prisioneras y agradeciendo las oportunidades que tuve”. Asimismo, reflexionó sobre cómo juzgamos a los demás sin conocer sus historias y se cuestionó la efectividad del sistema penitenciario actual.

Según Caride, el deporte les proporciona a estas mujeres un sentido de pertenencia, contención y una familia dentro del penal, y destaca que el equipo no sólo las une como jugadoras de rugby, sino como amigas y compañeras, brindándoles un apoyo emocional crucial.

¡Vamos las pibas! es una crónica novelada que recoge fielmente las historias que las mujeres le contaron, pero que incluye elementos narrativos que enriquecen la experiencia de lectura. Este enfoque le permitió captar la complejidad de las vidas de las protagonistas de manera profunda y humana.

El mensaje que Caride desea transmitir es la importancia de no permanecer caído, inspirada en una frase del Papa Francisco, quien dijo a Los Espartanos: «Lo importante no es caer, sino no permanecer caído». Quiere mostrar que, a pesar de los errores y caídas, siempre es posible levantarse y cambiar.

Espera, además, que su trabajo inspire a los lectores a reflexionar sobre sus propias vidas, sus prejuicios y la forma en que juzgan a los demás. También que se visibilicen las carencias y fallas del sistema penitenciario, y se empiece a promover un cambio que considere a los reclusos como seres humanos que merecen una segunda oportunidad.

Con 13 títulos publicados, entre los que sobresale Donde retumba el silencio (2021), Premio Clarín de Novela, Caride también se dedica a la organización de eventos literarios a través de talleres que organiza en su red social Letras sin Filo, como la Maratón Epistolar, que busca fomentar la escritura y la lectura.

Por lo pronto, mientras responde entrevistas por su último libro ¡Vamos las pibas!, dice que no tiene planes específicos de seguir escribiendo sobre el sistema penitenciario, aunque, aclara, no descarta la posibilidad.

Películas sustentables, sostenibles y pluriculturales

Películas sustentables, sostenibles y pluriculturales

La película de ficción El agrónomo, que trata sobre la explotación de la tierra con agrotóxicos, fue dirigida y producida con protocolos ambientalistas. Se proyectará de el 1º de agosto en el Gaumont.

“Agradecemos que estén acá y esperamos que disfruten la película”, dirá después Martín Turnes, el director de El agrónomo, en la sala de planta baja del cine Gaumont. Lo dirá con micrófono en mano, parado al lado de Fernando Romanazzo y Fabiana Bepres, quienes conforman Aqueronte, la productora de cortos y largos creada en 2007 que se encargó de que la película dirigida por Turnes fuera realizada con una producción sustentable, sostenible y pluricultural (PSSP). Una señora entrada en años observará, desde su butaca, el panfleto con la descripción de la película que otorgará el Gaumont y leerá: “Vea cine en el cine”. La proyección de la película se dará en el marco del Festival Internacional de Cine Ambiental (FINCA). Todo eso sucederá en breve. 

Ahora, en una charla con ANCCOM, en una cafetería porteña, Turnes cuenta cómo surgió la idea de hacer un film de ficción. Su sinopsis dice que se trata de un ingeniero agrónomo que “se muda a la zona de mayor producción agropecuaria del país. Su hija y su nuevo novio rapero luchan contra su empresa y el uso de agrotóxicos. Tras la enfermedad de una chica, el agrónomo se enfrenta a la encrucijada de decidir entre su trabajo o su familia”. 

—La película surge a partir de mi preocupación acerca de lo que estábamos comiendo, hace como diez años. Yo había hecho un documental sobre Aníbal Troilo en 2014, que se llama Pichuco. En esa época estaba filmando algunos documentales de temática campo y empecé a ver unos cartelitos pegados en unos alambrados que decían qué semilla estaba plantada ahí. Estábamos comiendo todo transgénico, con agrotóxicos, en la verdulería, en el supermercado. Así surgió, una cosa fue llevando a la otra. 

En la cafetería también están Romanazzo y Bepres, quienes además de haber sido los productores audiovisuales de la película, son promotores de la PSSP. A ambos los rodea un aura de cooperativismo y un afán de compartir momentos en comunidad. Romanazzo lo demuestra ahora en la forma en que convida el mate. Mira a los ojos cuando lo pasa de una mano a otra. 

La película ya se había proyectado en abril en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Además, el 15 de julio se estrenó en el cine El Cairo de Rosario, Santa Fe, y en unos días se estrenará en Paraná, Entre Ríos. En agosto se proyectará oficialmente en el Gaumont. 

Cuando se proyectó en el BAFICI, algunos productores agrícolas dijeron en redes sociales y medios de comunicación que “no es correcto hablar de agrotóxicos sino de fitosanitarios, como productos aprobados para el control de adversidades como enfermedades”. Otros dijeron que la película “desinforma y difama al sector agrícola” y que “tiene por objetivo destruir la imagen del sector productivo”, sin tener en cuenta que se trata de un film de ficción y no de un documental. Turnes no parece alterarse ante esas críticas.

  

—¿Esperaba que la película generara esas opiniones?

—Nosotros hacemos cine y agarramos esta temática que nos parece súper importante porque implica a todos los argentinos, e investigamos mucho durante varios años. Yo me acerqué a los dos lados de la silobolsa, como me gusta decir a mí. O sea, hablé con gente que piensa de una forma y con gente que piensa de la otra forma. Y la película intenta llegar a todos los públicos, no es una película panfletaria que comunica sólo lo que nosotros pensamos. Se trata de un ingeniero agrónomo como protagonista que tiene su forma de pensar, pero también está la forma de pensar de la hija, que es la nueva generación. Esas dos formas de pensar juegan para que el espectador piense por sí solo. Es esperable que haya ese tipo de opiniones, pero aparecieron sólo porque tiene la palabra “agrotóxicos” en la sinopsis. Igual también hubo críticas de las buenas. 

Los tres que están presentes en la cafetería, Romanazzo, Bepres y Turnes, ya habían trabajado juntos en Jujuy originario y metalero. Ahí los roles estaban invertidos: Romanazzo era el director del film y Turnes, el director de fotografía y cámara. “Todavía está en posproducción esa película”, dice Romanazzo. Ahora se toma un mate y cuenta:

Ahí la conocimos a Fabi y empezamos a laburar los tres juntos. En pleno rodaje cerramos el pacto de honor de producir en un futuro El agrónomo. Ahí fue que le propusimos a Martín hacer la película con la condición de que fuera producida bajo una línea de pensamiento sustentable, sostenible y pluricultural, y él aceptó. 

Cuatro días antes de esta charla con ANCCOM, Bepres había participado del panel “Cine sustentable. Experiencias clave y herramientas poderosas para una industria en reinvención” organizado por el FINCA. En esa oportunidad ella había explicado qué es la PSSP. Lo había hecho con una bandera Whipala apoyada en la mesa del panel, en la Biblioteca del Goethe-Institut, sobre Avenida Corrientes al 300, porque Bepres es kolla guaraní. 

En esa ocasión había dicho que “sustentable” hace referencia a proteger los recursos naturales para las generaciones futuras. “Es muy distinto cuando vemos a los recursos naturales como elementos dadores de vida”, había expresado con el micrófono en una mano, mientras con la otra sujetaba la Chakana que le colgaba del cuello, la cruz andina que representa los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire. 

Ese día Bepres también había dicho que “sostenible” implica mirar el entorno, el territorio, las comunidades. “El cine es muy clasista, racista, machista y capitalista, y lo naturalizamos mucho”, había denunciado. También había manifestado que en un set de filmación no es habitual pensar en las personas que viven donde se graba el film. 

“Entendemos la pluriculturalidad como hacer visible que hay otras culturas que habitan el territorio y que nos tenemos que reconocer en condiciones de igualdad”, había explicado también Bepres en el panel. “La reciprocidad tiene que ver con una práctica ancestral, que es el Ayni —había agregado—, una práctica de los pueblos indígenas vinculada a qué es lo que yo tengo para ofrecer y qué es lo que vos tenés para ofrecer y en ese intercambio poder estar satisfechas ambas partes”. 

También había contado que en Marcos Paz, donde se filmó El agrónomo, el equipo técnico y artístico de la película participó de una ceremonia con las comunidades sariri y qom. “Ellos no podían creer que el equipo de una película de ficción los tuviera en cuenta para pedir permiso para filmar en el territorio”, había dicho. Además, había contado que el equipo hizo otra ceremonia al finalizar el rodaje, pero esta vez de agradecimiento. “Con eso, el territorio se predispone para que todo salga bien, y la película salió muy bien”, había concluido. 

Además había contado que, en la etapa de preproducción, ella y Romanazzo se encargaron de hacer un “mapeo territorial” para conocer qué emprendimientos había en el lugar. Tal es así que en la etapa de rodaje todos consumieron alimentos comprados en la feria agroecológica que se arma todos los jueves en Marcos Paz. “Fue magnífico tejer esa red con las cooperativas, con las asociaciones, con las huertas comunitarias, con los espacios colectivos para ofrecer al equipo técnico y artístico otras alternativas de consumo”, había dicho. 

En la cafetería porteña, Turnes y Romanazzo la escuchan atentos cuando ella dice que “en Jujuy está el Instituto de Artes Audiovisuales provincial que nace a partir de la aprobación de la Ley Audiovisual jujeña. Justo estábamos filmando Jujuy originario y metalero cuando se aprobó la ley. El instituto promueve la sustentabilidad en las producciones, al menos con la separación de residuos. Pero todavía falta hacer un montón de cosas, porque la rendición de los concursos se hace con papel, por ejemplo. Además hay muchas producciones audiovisuales internacionales que llegan a Jujuy y contaminan un montón”. 

Ahora cuenta que en 2021, cuando los tres filmaban Jujuy originario y metalero, durante el scouting, es decir, el momento que consiste en ir a los lugares donde se va a grabar para pensar cómo se va a hacer la filmación, en el Parque Nacional Calilegua, un territorio selvático guaraní, tuvieron una serie de imprevistos. “Casi quedamos ahí en un autito y no salimos más”, dice Turnes. “Yo creo que nos faltó pedir permiso —reflexiona Bepres—, es un territorio muy espiritual, ahí está el Kaa-Iya, que es el dueño del monte. Ingresamos sin pedir permiso a un territorio muy sagrado”. Después del scouting, cuando volvieron al parque ya para filmar, en pleno rodaje hicieron una ceremonia pidiendo permiso para pasar al territorio. 

¿Y con qué dificultades y beneficios se encontraron al llevar adelante la PSSP en Marcos Paz, al hacer El agrónomo? Romanazzo dice que vio como un beneficio que Marcos Paz ya tenía una impronta abierta y contemplativa sobre la sostenibilidad. “Cuando les dije que nosotros hacíamos este tipo de producción —cuenta—, no solamente por lo ecológico sino también por lo social, resultó que ellos cuando iba una producción a filmar ahí, exigían lo que yo les estaba exigiendo a ellos”. Ahora Turnes explica que eligieron esa locación para filmar la película porque “quedaba a dos horas de acá. Eso es parte de la sustentabilidad, que tiene que ver con viajar menos, en tiempo y en lo económico”. 

 —¿Qué decían las personas en el casting cuando les contaban en qué consiste la PSSP? 

—Hubo mucha aceptación —aclara Bepres—. Los representantes de los actores, por ejemplo, se recoparon con la idea. 

 —¿Era novedoso para ellos?

—Para algunos, sí. Para otros era algo con lo que se sentían identificados porque ya vienen trabajando en su cotidianeidad con esta filosofía de vida. Entonces hubo algunes que dijeron “¡ay, qué bueno, porque yo también hago compost y tengo una alimentación más saludable!”. Y en otros casos, quizás no habían proyectado en la práctica cómo era la PSSP, porque después cuando se hizo la peli, en el rodaje, costó la separación de residuos. Andábamos con los cartelitos de “acá va el compost”, “acá, los plásticos y cartones”. No todos lo lograron, pero si no se lograba algo, al final del día estábamos lavando bandejitas o haciendo esa separación, dejando el compost. Hubo mucho trabajo porque es algo novedoso en el cine, donde en general suele haber muchas comodidades. 

Bepres también cuenta que, junto con Florencia Nates de la Asociación de Productores y Productoras Audiovisuales de Córdoba (APAC), confeccionó unos manuales en PDF sobre la producción audiovisual sustentable, sostenible y pluricultural, que tenían separada la información por áreas, para que cada cabeza de equipo pudiera hacer su aporte a la sustentabilidad durante el rodaje.

 —En foto, por ejemplo, se utilizaron luces LED. En el área de Maquillaje no sé si se pudo lograr algo específico, pero sí les habíamos dado la opción de buscar maquillaje natural. Lo mismo en el hospedaje, que era un poco alejado del centro de Marcos Paz pero estábamos todos, tanto equipo técnico como equipo artístico, hospedados en el mismo lugar, entonces eso también generaba, dentro de lo que es la sustentabilidad, un impacto negativo menor. 

¿Se encontraron con cierta incomodidad al llevar adelante este tipo de producción durante el rodaje de la película? Romanazzo dice que “cien por ciento, porque estamos luchando contra un sistema que lo tenemos incorporado desde que nacemos, me incluyo. Tenemos un bombardeo de consumismo y de malos hábitos. Hay vicios que uno tiene, entonces lo que hacés es no consumirlos en ese momento. Pero te tenés que resistir”. 

“Desde mi rol yo no sentí muchas cosas diferentes a otros rodajes —aclara Turnes—. Creo que en los temas a resolver se mezclaba la PSSP con la parte económica, porque éramos una película de bajo presupuesto. Esas dos cosas mezcladas quizás generaban roces. Por ejemplo, era un tema quién lavaba los vasos, platos y cubiertos, porque no usábamos cosas de plástico sino todo reutilizable”. 

En cambio, Bepres asegura que le costó la falta de vínculo con el territorio, en comparación con Jujuy. “Yo sí sentí incomodidad porque acá no hay una conexión con la gente del lugar donde se filma, o sea, yo me recontra encariñé con el encargado del hospedaje y con Pipa, el chofer. Pero se veía una práctica, a la que estamos acostumbrados, de que el equipo de una película filma y se va sin tener vínculo con la comunidad. Me sentí incómoda cuando a la primera ceremonia con los pueblos originarios no fue todo el equipo. Las ceremonias son para que la Pachamama nos dé calor o no se genere nada malo durante la filmación”, dice. 

– ¿La PSSP siempre tiene que ir de la mano de una temática de la película con conciencia ambiental o también se puede aplicar en una película pochoclera?

 – Ojalá haya ese pensamiento de creer que estás haciendo cine sustentable, no importa cuál sea la temática–, reflexiona Bepres. Turnes dice que “sí, debería. O sea, en este caso la temática de El agrónomo y la propuesta de producción confluyen, pero me parece que estaría bueno que pase en todo tipo de películas, más allá del género o del guion”. “El financiamiento ético tiene que ver con la temática ética —dice Romanazzo—. Si la película es una comedia liviana pero el mensaje final es: ‘Privaticemos el agua’, no. Si es machista, tampoco. Ahora si es una película pasatista, dentro del guion podemos hacer que un personaje tire la basura, en vez de en un tacho común, en uno reciclado. Vas tirando mensajes positivos en los personajes positivos. 

– ¿Cómo creen que se podría expandir este tipo de producción en el circuito comercial? ¿Cómo podría un productor audiovisual, que no está por ahora aplicando la PSSP, enterarse de que existe y sentirse motivado a llevarla adelante? 

–Cuando el Estado empiece a exigirla dentro de las normativas, de los subsidios, de los concursos, ahí se va a empezar a hacer. Si no, depende de las individualidades, como en este caso–, opina Turnes. 

Si el organismo que financia la película no tiene interés en la PSSP pero es el que pone la plata, ¿cómo se compatibilizan ambas cuestiones? Romanazzo opina que “es la militancia, la quijoteada, de querer mejorar este planeta. Atraer a los productores audiovisuales es algo que nosotros venimos pensando hacer, pero si vos realmente no estás comprometido lo hacés por exigencia”.

–¿Tienen pensado hacer capacitaciones o eventos de difusión de la PSSP para productores audiovisuales? 

– Lo interesante -dice Bepres- sería poder hacerlo en lo regional, porque me parece que tenés que conocer tu territorio. Por un lado, está el camino de la formación, que es necesaria. Por el otro, el boca en boca, que funciona un montón. Y después creo que la misma realidad nos tiene que interpelar: el cambio climático lo estamos sintiendo. Y por otro lado, lo institucional, ya que el incentivo económico siempre funciona. Creo que tienen que ser todas estas vías. 

—¿Es más o menos costoso hacer este tipo de producción?

—Para mí depende desde dónde te estás parando —opina Bepres—, pero lo que vos generás en el lugar no tiene precio. Si todo se mide por el capital, entonces es más costoso, quizás, porque la harina integral va a ser un poquito más cara que la harina refinada blanca, pero si no estás usando carne todos los días, ahí estás compensando tus costos.  

—El tema del transporte es una cosa lógica, ética y moral —dice a su vez Turnes—. Está bien ahorrar viajes individuales y compartirlos de forma colectiva. Y a nivel producción, de economía para la película, la beneficia también, además de ser sustentable.

–¿Por qué hay que ver El agrónomo

– Porque necesitamos volver a esa conexión con el campo pero desde otro lugar —dice Bepres—. La película no sólo muestra al agrónomo que tira glifosato, sino que también nos interpela en las contradicciones que como seres humanos tenemos. Creo que la película hace una interpelación de contradicciones en ondas. 

Romanazzo, por su parte, dice que “la película hace repensarnos a nosotros y el método de producción. Nosotros nos hacemos cargo y queremos cambiar el método de producción de la cinematografía porque si no, sería hipócrita acusar de que están contaminando el mundo siendo que el cine es contaminante. Cuando salís de ver El agrónomo te tienen que hacer ruido los modos de producción”. 

“Es una película necesaria de ver porque trata una temática que nos involucra a todos —concluye Turnes—, porque el modelo extractivista nos está llevando a algo que sólo beneficia al uno por ciento de la población. Y porque estamos viviendo un momento de discursos de odio que hacen que algunos se la agarren con la película, con el INCAA, con el cine, con la cultura. Es muy importante defender todo eso: nuestro cine, nuestras voces, nuestras historias, nuestros personajes, hay que apoyar el cine argentino”. 

 

La memoria sentada

La memoria sentada

«La silla vacía» es un biodrama sobre el atentado a la AMIA en el que actúan familiares de las víctimas del atentado cometido el 18 de julio de 1994. Cinco funciones para conmemorar el trigésimo aniversario.

‘’Nunca se sabe que silla queda vacía, y la silla que queda vacía es un poco un acto de memoria. La memoria no es solo ´recuerdo esto´’. Memoria es ir y reclamar justicia porque la impunidad es como un atentado que se repite todo el tiempo’’, expresa Sol Levinton, a cargo de la dramaturgia y la dirección de La silla vacía, una obra de teatro testimonial sobre el atentado del 18 de julio de 1994 a la Asociación Mutual Israelita Argentina.

A 30 años del atentado a la AMIA, ya se realizaron cinco funciones durante este mes. La obra nace de la reconstrucción de los relatos de Hugo Basiglio, Jennifer Dubín, Alejandra Terranova y Adrian Furman, familiares de víctimas del atentado. Las funciones tuvieron lugar en el Auditorio de la institución y, con el acompañamiento de la voz en off de Ricardo Darín, los cuatro ‘’actores que no son actores’’ contaron sus historias que van desde aquella mañana 18 de julio hasta el día de hoy.

‘’Durante estos treinta años se hicieron muchas cosas, se hicieron musicales con artistas muy reconocidos, se hizo un video animado con la voz de la mamá de Sebastián, la víctima más chiquitita, pero nunca se subió al escenario un sobreviviente o un familiar directo’’ explica Levinton, quien estuvo a cargo de armar la dramaturgia de la obra. Cuando Elio Kapszuk, director de Arte y Producción de AMIA, le propuso la idea de crear lo que luego se transformaría en La silla vacía, la artista enseguida aceptó. ‘’Me parecía desde lo teatral una aventura y siempre trabajé con temáticas que me conmueven mucho desde lo ideológico. Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar.’’

«Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar’’, dice Sol Levinton, directora de La silla vacía.

Con esta idea en camino, la propuesta llegó a Hugo, a Jennifer, a Alejandra y a Adrián, quienes tienen historias muy diferentes a pesar de que sus vidas fueron marcadas con el mismo hecho. Y es que las víctimas del atentado no fueron todas de la comunidad judía o de trabajadores de AMIA; también las víctimas eran personas que pasaban por la calle o que trabajaban enfrente. 

Una de las historias es la voz de Alejandra, cuyo padre repartía pan con un camión. Él estaba estacionado en la puerta de AMIA el día del atentado, y a su lado se encontraba otro auto. Cuando explotó la bomba, toda la onda expansiva cayó sobre la camioneta, que ofició involuntariamente como escudo del coche. ‘’Como en todas las obras, pero en esta más todavía, cada función es distinta’’, comenta  Levinton y argumenta:’’En la última, un señor se levantó, se subió al escenario y le dijo: ´yo quiero agradecerle a tu papá que falleció porque me salvó la vida´’’. El espectador era la persona que estaba en aquel auto’.

‘’Yo lo que quería era que todos los testimonios sean una especie de monólogos conversados, de ir uniendo las historias de todos, que tienen mucho en común porque la historia del otro es un poco nuestra también’’, cuenta Levinton. 

«La obra habla de la falta, pero también del reclamo de justicia y de los momentos lindos», dice Levinton.

Con tan solo cinco sillas sobre el escenario y cuatro personas que cuentan su relato, la obra recorre intensas y extremas emociones: desde el llanto de los hechos inevitables, a risas inesperadas como respuesta a las anécdotas de los que dan vida a la obra. 

Pero una de las sillas siempre queda vacía. Los actores van rotando de asiento a medida que transcurre la obra, pero siempre hay una silla vacía. Esto es en representación, y conmemoración, a las 85 víctimas que dejó el atentado. ‘’La obra habla de lo impredecible que es la vida. De que las cosas suceden y vos no sabes cuando va haber una silla vacía, lo que también implica un montón de cosas. Tiene que ver con la falta, que es inevitable, siempre va haber una silla vacía pero también tiene que ver con recordar, reclamar justicia, recordar momentos lindos, porque eso hace que no esté tan vacía. Mantener viva la memoria’’.

 

Historia a vapor

Historia a vapor

El Museo Ferroviario, conducido por los miembros del Centro de Preservación Lynch del Ferroclub, abre las puertas todos los sábados, para dar a conocer la historia y el presente de los trenes y reivindicar su función social.

Todos los sábados a las 16 a partir del 10 de agosto y, en vacaciones de invierno, el domingo 28 de julio de 10 a 17-, el Centro de Preservación (CDP) Lynch del Ferroclub Argentino realiza visitas guiadas en su Museo Ferroviario, que preserva, exhibe y pone en marcha ejemplares de trenes históricos, entre los que se encuentra la locomotora más antigua en funcionamiento de Lationamérica. Además, se exhiben objetos relacionados con la historia ferroviaria, como señales, faroles, uniformes y boletos. Las entradas generales cuestan $1500; para jubilados y menores de 12 años $1000 y son gratuitas para menores de 5 años.

Al lado de la estación Villa Lynch del Ramal Urquiza se presenta otra estación de tren muy diferente. Un viejo edificio de paredes amarillas recibe a los pasajeros, que compran sus boletos a otro viaje, a través de una ventanilla, el tren que tomarán es negro y tiene una locomotora cilíndrica, diseñada para ser impulsada mediante vapor. Se trata del Museo Ferroviario del CDP Lynch del Ferroclub Argentino, cuya labor es mostrarle a sus visitantes cómo se viajaba en el pasado.

“La gente mayor viene con cierta cuota de nostalgia, porque en algún momento viajó en ese mismo tren o en uno similar, o se acuerda que iba a visitar a sus parientes en otra provincia”, dice Bruno Galafassi, socio y voluntario del Ferroclub. “Antes solamente tenías el tren, entonces es la gran cuota de nostalgia me parece que es lo que más mueve a la gente. Y a los más chicos les llama la atención”.

El recorrido empieza dentro de la estación, donde se preservan los objetos que hacían posible el servicio del ferrocarril; señales de diferentes tipos, faroles, una imprenta para los boletos, carnets para pasajeros de primera clase, uniformes, silbatos y teléfonos, entre otros. Todo con el acompañamiento de los guías, quienes explican, contextualizan y responden cualquier pregunta que el público pueda tener.

Luego, los guías llevan a los visitantes a la parte exterior del predio, donde se encuentran diferentes ejemplares de los últimos 140 años de historia ferroviaria argentina. Allí pueden no solo ver los diferentes trenes y vagones, sino también adentrarse en algunos de ellos, como es el caso de las formaciones del histórico tren de larga distancia “El gran capitán”, que incluía un coche comedor y un coche dormitorio.

Otra particularidad de la visita a estas unidades es el hecho de que sus luces y ventiladores aún funcionan, ya que una de las labores de los voluntarios el Ferroclub es mantener estos trenes en funcionamiento. No solo eso, si no que, en ciertas oportunidades, han logrado que estos trenes vuelvan a recorrer las vías: “Nosotros hemos viajado para la Noche de los Museos, viajamos hasta Lacroze. Es poquito tramo, pero poder viajar en vía principal con estos coches es algo único, es histórico. Tuve varias veces la oportunidad de viajar en la locomotora a vapor prendida y eso es una experiencia muy, muy hermosa. Sentir cómo se mueve, el ruido del vapor. Vos estás en la locomotora, abrís la tapa y ves el fuego”, cuenta Galafassi.

El Ferroclub fue fundado en 1972, lo que lo convirtió en una institución pionera en la restauración y preservación de material ferroviario. A través de los años, el CDP Lynch ha recibido una gran cantidad de histórico material ferroviario rescatado del vandalismo para que sea restaurado. De esta forma, el CDP también se convirtió en un punto de referencia en esta labor: “Tenemos un vasto archivo físico: libros, revistas, biblioteca. Y nos piden ayuda, nos preguntan: ´Esta locomotora, ¿de qué color estaba pintada? ¿Cómo se pinta esto?” Un ejemplo es la locomotora que está en la plaza de Caseros, frente a la Municipalidad, que la restauró con supervisión nuestra”, explica Galafassi.

Sin embargo, el Ferroclub también es una asociación civil sin fines de lucro, llevada adelante por trabajadores motivados por su pasión por los trenes y la historia ferroviaria: “Tenemos una mezcla de muchas profesiones. Yo, por ejemplo, no soy ferroviario, soy herrero. Tenemos otro socio que tiene su tornería. También hay algunos socios que son ferroviarios. Hay un chico que está por recibirse abogado, o sea nada que ver”, cuenta Galafassi, y agrega: “Lo que tenemos es una pasión por todo lo que sea el sistema de ferrocarriles y el tren en sí”.

Otro de los guías del Ferroclub, Matías Marsicano, cuenta que el Ferroclub solía correr un tren a vapor regularmente hasta 2001, año en el que la crisis socioeconómica los obligó a realizar esta actividad esporádicamente, hasta que se detuvo en 2013. Marsicano recuerda también que “ese mismo tren a vapor que corríamos dejó principalmente de correr porque dejó de funcionar el denominado “El Gran Capitán” que unía a Lacroze con Posadas”.

Además, Marsicano habla sobre la perspectiva errónea que se ha tenido sobre el tren: “Desde los ‘90 hasta la actualidad miradas localistas vieron al ferrocarril como un obstáculo, que dividía ciudades cuando en realidad lo que hacía es unirlas con el resto del país”. Galafassi también se expresa sobre esto: “El tren es y fue artífice de creación de pueblos, de mejora de ciudades. Vio nacer ciudades, llevó el progreso a otras, consolidó otras ciudades y en cierto punto lo sigue haciendo. Le da de comer a muchos pueblos. Lamentablemente, porque la retracción que tuvo el ferrocarril con los últimos años fue tremenda”.

“Básicamente es por amor a eso, por amor a todo lo que el ferrocarril pudo crear con su simple servicio, porque es solamente mover pasajeros o carga de un lado a otro, y todo lo que fue creando a su alrededor me parece que es digno de hacer el esfuerzo por mantenerlo”, concluye Galafassi.