Organizaciones sociales proponen una reforma tributaria progresiva

Organizaciones sociales proponen una reforma tributaria progresiva

El Espacio de Trabajo Fiscal para la Equidad presentó un proyecto para una reforma fiscal justa, donde quienes más tributen sean los que más ganan, un camino inverso al que lleva adelante el gobierno.

 El gobierno resignó el equivalente al 3,45 por ciento de recursos del PBI en pos del equilibrio fiscal en 2024. Estas partidas del Estado provienen de los presupuestos de varias carteras ministeriales como Economía, Seguridad, Salud, Defensa, Justicia, Interior, Infraestructura y los poderes Judicial y Legislativo. Se suma la caída presupuestaria en ítems claves como agua potable y saneamiento (75%), el acompañamiento a mujeres y colectivos LGBTIQ+ (85%), vivienda y urbanismo (82%), educación y cultura (44%) y seguridad social (15%).

El Espacio de Trabajo Fiscal para la Equidad (ELFE) es una red que busca aportar análisis que impulsen políticas fiscales que pongan en el centro la justicia social, en la que paguen más los que tienen más. Esta organización en la que convergen la Friedrich Ebert Stiftung (FES Argentina) y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), presentó el documento “Hay otro camino. Proyecto para una reforma fiscal justa” donde trazan una ruta sobre el gasto, los impuestos, la evasión y la deuda pública.

Para atrás o para adelante

En el texto del informe se destaca que nuestro país siempre “ha recaudado impuestos en forma regresiva” exigiendo un mayor esfuerzo a los que menos tienen e invita a “repolitizar y democratizar la discusión fiscal”. En este sentido, las políticas que deberían marcar el paso del camino a seguir son: el impulso del gasto público equitativo y transparente, el alivio de la carga fiscal sobre los que menos tienen, el freno a la evasión fiscal y reducir el peso de la deuda pública.

Para llevar adelante estas políticas proponen, entre otras cosas, reconstruir la prevención y atención a la violencia de género, garantizar un sistema previsional inclusivo y sostenible, recuperar la inversión pública estableciendo un piso mínimo, gravar a los que más tienen, fortalecer la fiscalización y cooperación internacional de criptoactivos, transparentar y democratizar el acceso a la información sobre la titularidad de los grandes patrimonios, impulsar alivios de deuda con evaluaciones y criterios de sostenibilidad que tenga en cuenta los indicadores sociales y fortalecer la coordinación internacional para exigir reglas más justas, entre otros.

La presentación del documento fue coordinada por el periodistas Julián Marini, se realizó en el bar cultural Paz Arriba y estuvieron presentes Pablo Semán, investigador del CONICET; Silvia Naishtat, periodista económica de Clarín; Corina Rodríguez Enríquez, investigadora del CONICET-CIEPP – DAWN; y Claudia “La Negra” Albornoz, referente de La Poderosa.

“Casi el 11 por ciento de la recaudación de los impuestos corporativos se pierden por el traslado de beneficios a guaridas fiscales», señaló Rodríguez Enríquez.

La encargada de abrir el evento fue Uta Dirksen, la representante de la Fundación Friedrich Ebert quien manifestó “preocupación por el momento que estamos viviendo”. “Vemos ataques a las democracias en muchas partes del mundo, un fuerte ascenso de la derecha, con un discurso violento, antiderechos y eso tiene mucho que ver con lo económico”, agregó Dirksen.

A su turno, Rodríguez Enríquez destacó los puntos fuertes de la propuesta y remarcó que “la hegemonía actual es de una narrativa anti-Estado, pro ajuste, pro pago de la deuda, que desprecia los derechos humanos, que entiende que la desigualdad es un resultado razonable de los méritos individuales. Nosotros nos proponemos desafiar esa narrativa y que se pueda convertir en acción política y social”. En el plano fiscal detalló que “casi el 11 por ciento de la recaudación de los impuestos corporativos se pierden por el traslado de beneficios a guaridas fiscales, por eso hacemos una serie de propuestas que tienen que ver con transparentar el acceso a la información para poder dar cuenta de estos abusos”.

Rodríguez Enríquez también señaló que “la deuda implica una distribución regresiva de los ingresos, es insostenible no sólo económica sino socialmente, sostiene un modelo de financiarización, de extractivismo y un modelo de dependencia contrario a un modelo de desarrollo que creemos que sería justo. La deuda afecta la vida cotidiana, no es algo que está afuera, impide a vastos sectores de la población acceder a la salud, a la educación, a las garantías más básicas de sus derechos”. Al respecto, Naishtat agregó que “el principal recaudador de la Argentina es el Fondo Monetario Internacional que ya se llevó en lo que va del año 100 mil millones de dólares por el pago de intereses”.

Desde el barrio

Claudia Albornoz, referente de barrial del interior del país expuso la situación de las familias “En el barrio ya no se toma leche –subrayó-, hace rato que se toma mate cocido”. La dirigente social además dijo que “en las profundidades están los barrios populares, somos explotados. La soberanía, para ellos, es sinónimo de guita, no de patria”, cerró Albornoz.

Semán describió el momento actual: “No hay confianza en el agente político inmediato, la gente piensa que todos los políticos son narcotraficantes, no sólo Espert”, remarcó el sociólogo.

La presentación de esta propuesta en la Argentina de hoy es tan necesaria como disruptiva. Mientras que el marco internacional va hacia la reducción de la jornada laboral, la implementación de un programa impositivo más progresivo, la regulación y el gravamen a las nuevas actividades económicas que tienen que ver con las plataformas de venta y con las cripto, el presidente Javier Milei promueve aún más ajuste, desregulación económica y una reforma laboral regresiva en materia de derechos laborales.

Vivir para viajar

Vivir para viajar

Moverse de los barrios populares hacia los lugares de trabajo muchas veces implica adicionarle hasta cuatro horas a la jornada laboral. Otra forma de desigualdad que se expresa en horas, cansancio y dinero. Entre boletos que suben, combinaciones infinitas y sueldos que no alcanzan, el cuerpo paga lo que el bolsillo no puede.

Cada día, miles de trabajadores y estudiantes recorren largas distancias en condiciones más o menos incómodas -dependiendo de los recursos territoriales y personales con los que cuentan- para llegar a sus puestos de trabajo o estudio, ubicados principalmente en la Ciudad de Buenos Aires. En los barrios del conurbano bonaerense, los desplazamientos se comen un pedazo del tiempo de vida: viajes que duran una, dos o más horas, caminos que se interrumpen por consecuencias de las inundaciones, trenes que paran o no andan y colectivos que nunca llegan.

Según el informe Condiciones de vida en barrios populares (2025), realizado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) junto al Observatorio Villero-La Poderosa, gran parte de las personas que vive en barrios populares enfrenta dificultades diarias para trasladarse o acceder a servicios básicos.

“Hay una dificultad específica para moverse, para trasladarse a los lugares, para salir del barrio”, explica Luna Miguens, directora del equipo de Tierra, Vivienda y Justicia Económica del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). “Muchos de los barrios populares no tienen servicios adecuados, no tienen cloacas, no tienen pluviales que funcionen bien, no tienen calles asfaltadas, no tienen cordón cuneta. Ante la primera lluvia, todo se inunda y es imposible moverse”. 

 El 30% de las personas que vive en barrios populares tarda más de una hora en llegar a su lugar de trabajo y el 10%, más de dos. El 40% de las personas sostén del hogar de La Matanza invierte más de dos horas sólo en el trayecto de ida a su fuente laboral.

Cuando el tiempo es un privilegio

La desigualdad frente a la movilidad se manifiesta en un primer momento desde la infraestructura: casi el 30% de las personas que vive en barrios populares tarda más de una hora en llegar a su lugar de trabajo y el 10%, más de dos. En el Área Metropolitana de Buenos Aires los tiempos de viaje se prolongan: en algunos barrios de La Matanza, el 40% de los trabajadores sostén del hogar invierten más de dos horas sólo en el trayecto de ida según el informe mencionado.

Ese tiempo se comienza a contar desde que se sale de casa, pero cuando las condiciones de partida ya son desiguales, ¿desde dónde se mide la desigualdad? La imposibilidad de salir del barrio hace que sostener un trabajo o un estudio se vuelva casi heroico.

“Las calles no están en condiciones de que pase un vehículo, por ende, tampoco entra el transporte público”, agrega Miguens. “Eso hace que moverse viviendo dentro de los barrios sea mucho más caro que viviendo en la ‘ciudad formal’. Al no pasar el colectivo a una distancia razonable, a veces hay que tomar un remis para salir del barrio o hasta la parada del colectivo”. La misma pobreza hace todo más ineficiente y la profundiza.

Omar Aranda tiene 60 años, es vecino del barrio de Claypole y trabaja como empleado administrativo en un hospital ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. Desde que sale de su casa, Aranda camina diez cuadras por calles de tierra hasta la primera parada de colectivo, que lo deja en la estación de tren. De allí, viaja hasta Constitución y culmina su recorrido con una conexión de colectivos que lo deja en el barrio porteño de Devoto.
   “Son dos horas de ida y dos horas de vuelta. Cuatro horas de viaje por doce horas de trabajo: dieciséis horas totales. Entre una cosa y otra, el día se va. Viajo la mayoría de las veces tranquilo porque trabajo de noche entonces no agarro el tumulto de la hora pico. Pero a mi edad, imaginate, todo el tiempo que pierdo en el tren es tiempo que no tengo en mi casa con mi familia”. Y agrega: “Aparte llego muy cansado, el resto del tiempo en casa lo uso para descansar”.
  Gabriel (prefirió no dar su apellido) tiene 24 años, vive en el asentamiento Villa 21-24 Zavaleta de Barracas y estudia en el CBC. “Mi viaje hasta la facultad es de 50 minutos aproximadamente, son dos colectivos. (…) Tengo suerte, no se me complica demasiado.” Pero enseguida advierte de su propio privilegio dentro de la desigualdad: “Tengo amigos que no tienen mi misma suerte. Si vivís más adentro del barrio, entre pasillos y calles de tierra, todo se complica. Mis amigos salen media hora antes que yo porque tienen que venir caminando por los pasillos hasta la parada del bondi. En días de lluvia, el barro es terrible y ahí sí se nos complica a todos para salir”.

Los barrios populares son el territorio visible de la pobreza estructural, donde confluyen el déficit habitacional, los servicios públicos precarios, la inseguridad alimentaria, la falta de infraestructura y el hacinamiento. En cada obstáculo urbano se esconde una pérdida fundamental: las personas tienen menos tiempo para dedicar al ocio o simplemente a otra actividad que no sea trabajar. Se pierde, de esta manera, incluso la posibilidad del tiempo de esparcimiento que justifica el esfuerzo. En este sentido, la pobreza no sólo se expresa en números: se siente en el cuerpo y se mide en el tiempo. 

El costo de moverse

Moverse también cuesta, y cada vez más. Según la Asociación Argentina de Empresarios del Transporte Automotor (AAETA), relevando datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y tarifas urbanas en el AMBA, entre junio de 2024 y octubre de 2025, el valor promedio del boleto urbano en el AMBA aumentó un 91,1%, duplicando los valores de IPC nacional acumulados en ese período. Cabe recordar que en septiembre de 2024 se quitó el subsidio a los viajes combinados, es decir, aquellos que implicaban pasar de un medio de transporte a otro.

Los trabajadores que se desplazan grandes distancias suelen ganar más que quienes se quedan en sus barrios, pero parte de ese salario se destina al transporte. No es sólo por el dinero: hay una subjetividad del desplazamiento, una naturalización del sacrificio, del cuerpo en tránsito como condición inevitable del trabajo. Para los hogares que ya destinan gran parte de su ingreso a alimentos y pago de servicios, el aumento del precio del transporte acota el margen disponible y, en muchos casos, obliga a recortar otras necesidades.
El acceso al transporte público también se fragmenta: la SUBE convive con promociones bancarias, códigos QR y descuentos según el medio de pago. La economía del viaje se vuelve un rompecabezas de aplicaciones, bancos y billeteras virtuales, y quien no domina ese juego paga más por el mismo recorrido.

Según el último informe del INDEC, la tasa de pobreza en el primer semestre de 2025 fue del 31,6%, y la de indigencia, del 6,9%. Aunque los números muestran una reducción respecto al año anterior, distintos especialistas advierten que la medición por ingresos no logra captar la complejidad del fenómeno. La Universidad Católica Argentina señaló que la reciente baja de los índices oficiales está “sobrerrepresentada” por los cambios en los precios relativos y los instrumentos de medición.

“Si bien no se trata estrictamente de una variable ambiental o urbana, la distancia que existe entre la vivienda y los espacios donde se desarrolla la vida cotidiana es clave para comprender los déficits desde otra perspectiva, en este caso vinculada a la dimensión del tiempo, que afecta a la pobreza”, se explica desde el informe de ACIJ y La Poderosa.

El lugar donde se vive conlleva otra forma de desigualdad a la que se suma la distancia con los espacios en los que se puede trabajar. La distancia, el costo del transporte y el tiempo “invertido” condicionan el acceso al trabajo, a la salud y a la educación. No queda tiempo libre por cubrir: las personas viajan cada vez más lejos, trabajan cada vez más horas, pagan cada vez más caro y descansan cada vez menos. Como dice el conocido aforismo, ser pobre es muy caro.

Organizaciones de la sociedad civil le marcan la agenda a la próxima defensora de las infancias

Organizaciones de la sociedad civil le marcan la agenda a la próxima defensora de las infancias

Elaboraron un documento con un decálogo de prioridades y le exigen al organismo que recupere un perfil activo. Mientras tanto, falta aun el aval del Senado para que María Paz Bertero asuma en el cargo.

Asociaciones civiles y organizaciones sociales elaboraron una serie de compromisos que el nuevo Defensor de Niños, Niñas y Adolescentes, a elegirse próximamente, debería asumir. Las postulaciones para ese cargo cerraron el 3 de julio y la terna propuesta se elevó a la Comisión Bicameral Permanente del Defensor/a de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes el 22 de septiembre. La designación de María Paz Bertero como defensora ya tiene media sanción en Diputados pero deberá ser tratada en el Senado en las próximas sesiones. Con fuertes expectativas, las organizaciones que integran el espacio Infancia en Deuda (IED) reforzaron sus propuestas y el pedido por una Defensoría más activa frente a un contexto de emergencia.

IED está conformado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), Aldeas Infantiles, Doncel y otras ocho organizaciones sociales preocupadas por la situación crítica de niños, niñas y adolescentes en nuestro país, (en adelante, NNyA).

Francisco Rodríguez Abinal, abogado y coordinador del programa Derechos Sociales por la Niñez en ACIJ, declaró que “el concurso se llevó a cabo de forma ordenada, cumpliendo con las pautas del reglamento y los plazos establecidos por el cronograma en todas sus etapas. Este proceso contó con una celeridad importante en comparación con el concurso anterior. Recordemos que el reglamento se estableció en 2017, los postulantes se presentaron en 2018 y la defensora fue elegida en 2019. Fueron tres años de demora”. Si bien es cierto que el proceso actual inició una vez vencido el mandato de la defensora Marisa Graham, Rodríguez Abinal observó que “este concurso se haya hecho en tres meses habla de un sentido de responsabilidad institucional”.

Infancia en Deuda enumera diez puntos, entre los que pide una Defensoría activa en el tratamiento intensivo de la pobreza y alimentación, producción y transparencia de la información, y mayor acción federal. Insiste en la priorización de acciones de exigibilidad y garantía de acceso a la justicia, medidas en salud y embarazo en la adolescencia, y protección integral de derechos. Así como también exige mayor incidencia en materia de educación, políticas de cuidado, revisión del Régimen Penal Juvenil, y agendas emergentes en relación con las nuevas tecnologías y el medio ambiente.

Según el INDEC, las proyecciones de pobreza infantil para el primer trimestre de 2025 indicarían que 47,8% de las niñas y niños estaría en situación de pobreza y el 9,3% en pobreza extrema. Al respecto, Rodríguez Abinal señala: “Desde la vuelta a la democracia hasta hoy, la pobreza infantil nunca descendió de los 30 puntos, sin importar los partidos políticos que gobiernen. Considerando que la pobreza es generalmente más grave en este grupo poblacional que en los adultos, hay aproximadamente cinco millones de chicos que son pobres, y un millón 200 mil que viven en situación extrema. Esto implica la pérdida de cosas irrecuperables, como la salud en la primera infancia, la socialización y la educación”.

IED propone que la nueva Defensoría trate de manera urgente la falta de recursos, la inseguridad alimentaria, y el bajo rendimiento educativo, ya que, según este documento, afirman que un millón de NNyA se saltean una comida diaria, y solo el 45% de los que terminan sexto grado aprenden lo esperado en Lengua y Matemática. Aldeas Infantiles, organización presente en Argentina desde 1978, avocada a promover espacios y entornos de protección con programas de cuidado alternativo y fortalecimiento familiar, afirmó, por su parte: “Necesitamos una defensora que tenga capacidad de liderazgo, que pueda contemplar las agendas emergentes, pero que también tenga en cuenta este panorama que es de crisis y desfinanciamiento”.

Rodríguez Abinal, explicó algunos de los motivos por los cuales hay tanta expectativa sobre esta autoridad: “Si vamos a la cuestión federal, las defensorías provinciales son seis en 24 jurisdicciones, y algunas de ellas dependen directamente del Ejecutivo. El hecho de que la Defensoría nacional tenga tanto trabajo por hacer, también se debe a que no exista una red provincial”.

Con respecto a las funciones del cargo, el abogado señaló: “La persona elegida tiene cinco años de mandato y para removerla debe ser una decisión casi unánime, que es muy difícil que suceda. Esto le otorga a la Defensoría una independencia que no tienen muchas instituciones. Posee autonomía presupuestaria, puede iniciar juicios en cualquier jurisdicción del país y se le permite pedir sanciones económicas a quienes vulneren derechos”.“

Por otro lado, remarcó: “También se le permite el auxilio de la fuerza pública, es decir que puede pedir la intervención de la policía, e incluso iniciar auditorías presencialmente en cualquier lugar en el que haya NNyA. Es muy raro que una única institución tenga todas estas facultades. La multifuncionalidad que hace de la Defensoría una institución privilegiada es lo que a nosotros nos lleva a exigir una autoridad activa”.

Dentro de las recomendaciones, la exigibilidad y garantías de acceso a la justicia ocupan un lugar importante. En el Informe sobre el desempeño del primer año de la Defensoría en 2020, ACIJ destacó algunos de sus logros en materia de promoción de derechos y emisión de recomendaciones, pero observó con preocupación la falta de medidas de protección propiamente dichas. “En cantidad de juicios colectivos que hizo, que son aquellos que tratan de defender a muchos niños, sabemos que activamente fueron solamente trece”, dijo Abinal. “Tampoco conocemos ningún pedido de sanciones económicas”, agregó.

La producción de información y la transparencia de los datos obtenidos también es clave en el pedido de IED. Desde ACIJ, el coordinador sostuvo que no fue clara la cantidad de incidencias en hogares y provincias que tuvo la Defensoría en el pasado. Y reconoció que hubo una pérdida de información con respecto a informes sobre cuidados alternativos que el organismo realizó junto a indicadores de UNICEF. Este tipo de cuidados se presentan como una alternativa al sistema formal en el que NNyA viven cuando, por diversos motivos, quedan sin el cuidado de sus padres. En lugar de vivir en hogares o residencias, que han demostrado no ser los lugares ideales para crecer, organizaciones como Doncel proponen que haya una mayor transferencia de recursos del Estado a las familias ampliadas de esos niños, (abuelas y abuelos, tíos y padrinos), en lugar de las residencias. La Ley 26.061 de Protección Integral de la Infancia establece que la permanencia en residencias no puede superar los 180 días, transitoriedad que no siempre es respetada en la modalidad institucional.  

La información producida en esta temática es escasa, y se vuelve necesaria. “Por alguna razón que nosotros no conocemos, la Defensoría dejó de trabajar este tema con UNICEF, y el informe propio tenía muchos menos indicadores. Esto debería haberse sostenido porque no se conoce mucha información del sistema de protección en el que se alojan esos niños”, agregó Rodríguez Abinal.

Esto se confirma siguiendo a Mariana Incarnato, fundadora Doncel, asociación civil con una trayectoria de 20 años en la materia. Ella señaló que “la Defensoría no ha abordado el tema de lleno. Hay 10.000 niños que viven dentro del sistema formal de cuidado, es decir en hogares e instituciones. Y solo una pequeña parte vive al cuidado de la familia ampliada. Esto vulnera el derecho de crecer en un entorno familiar. Es una gran deuda que tiene la política de protección, ya que lo importante no es solo dónde viven esos niños, sino con qué calidad de cuidado son criados”.

En 2005, Doncel fue la principal impulsora de la Ley de Egreso, la cual establece un programa de acompañamiento para jóvenes que salen de las instituciones para continuar con su inserción laboral, académica y social de manera independiente. Incarnato también destacó que, si bien los cuidados alternativos no fueron un tema nodal de la Defensoría, la institución hizo las debidas prestaciones para sostener el programa de acompañamiento de egreso durante el cambio de gestión.

En definitiva, las problemáticas en torno a las infancias son amplias y profundas. Con respecto a lo que se espera que suceda en las próximas sesiones del Senado, Aldeas Infantiles, insistió en la prolijidad con la que se desarrolló el concurso, y en la responsabilidad del Senado de cumplir la Ley 26.061 con la misma transparencia.

En Santa Fe también se conformará una comisión investigadora por el fentanilo mortal

En Santa Fe también se conformará una comisión investigadora por el fentanilo mortal

Cincuenta y nueve de las 124 víctimas confirmadas del fentanilo adulterado eran de esa provincia, muchas de ellas de Rosario, donde sus familias y las del resto del país se reunieron para reclamar verdad y justicia. Mientras la causa avanza, van quedando expuestas las complicidades y ocultamientos de los centros médicos.

La investigación de la tragedia del fentanilo adulterado sigue su curso en el Juzgado Federal N° 3 de La Plata, a cargo de Ernesto Kreplak, pero también vive con fuerza en las historias de los familiares de las víctimas. Con la confirmación judicial del número de casos en Santa Fe y el impulso de sus diputados se anunció que el 3 de noviembre se conformará una comisión investigadora en la provincia.

En Rosario, nadie supo cuándo empezó la tragedia. No hubo un estallido ni una sirena a tiempo. Solo un murmullo, en las guardias, en los pasillos, entre las enfermeras que se miraban sin saber qué decir. Los pacientes morían, uno tras otro, sin explicación. Los partes médicos hablaban de “fallas multiorgánicas”, “neumonías resistentes”, “cuadros sépticos”. Palabras sin rostro, que no decían nada y sembraban dudas. Las familias de Mónica Bracalente, Luis Cortopassi y Roberto Cuaglia se movían por los pasillos de los hospitales. Cada una vivía su propio infierno, pero todas oían la misma música de fondo: los pitidos del monitor, la respiración artificial, el silencio de los médicos que bajaban la mirada cuando pedían explicaciones.

El 17 de febrero, Mónica Vilma Bracalente, de 68 años, llegó al Hospital Italiano de Rosario porque tenía el dedo del pie inflamado. Mónica era una paciente diabética. Ella y su familia vivían en Arroyo Seco, a media hora de Rosario. Su hija, Claribel Pigini, cuenta que llegaron por recomendación de un médico de Villa Constitución, debido al equipo de diálisis con el que cuenta la institución. El especialista señaló que, en pacientes como ella, este tipo de situaciones no eran inusuales.

A las 22.30, después de tres horas en la guardia, pudieron comenzar con los análisis. El resultado de la muestra de sangre dio mal y Mónica pasó a internación. Ningún familiar se pudo quedar esa noche y por la mañana recibieron la noticia de que la habían mandado a terapia intensiva. Nadie entendía por qué todo pasaba tan rápido.

Al segundo día de terapia intensiva la operaron y le realizaron el raspado de la infección del dedo. “Mi mamá del pie ya estaba bien”, recuerda Claribel.

Pero al tercer día de internación empezó a desmejorar por falta de aire. Y al cuarto día la pusieron en un coma inducido con respirador. La familia recibía placas de pulmones y partes médicos que generaban cada vez más preguntas. Se había complicado todo por algo tan chico.

—En ese momento no se hablaba del fentanilo. Estábamos en la nada misma. Ni ellos sabían.

Se hacía mención de una bacteria que no tenía nombre ni forma de combatirla. Ni una palabra sobre el fentanilo. Después supo que el quirófano donde operaron a su madre usaba ampolla del lote 31202, el mismo que después el Instituto Malbrán confirmó como contaminado con Klebsiella pneumoniae y Ralstonia mannitolilytica. Pero en ese momento nada tenía explicación y el 3 de marzo Mónica falleció.

— Yo veía que mi mamá estaba hinchada, llena de cables y con el respirador.

En los pasillos del hospital retrata Claribel que todos los casos de terapia intensiva presentaban complicaciones abruptas, desmejoramientos que nadie entendía y nadie podía explicar. La ausencia de respuestas empezó a hacer ruido. Las dudas se acumulaban en las camillas y en cada silencio médico.

Un día, Claribel vio en la televisión el comunicado de la ANMAT y los testimonios de los familiares de las víctimas, entre ellas la historia de Renato Nicolini, un chico de 18 años que había muerto en Buenos Aires. En ese momento entendió que su mamá no había muerto por una inflamación del dedo, ni era un caso aislado. En el informe aparecía Sol Franchesse, la mamá de Renato, y mencionaban el fentanilo.

Después, Claribel se contactó con Sol y con la ayuda de Adriana Franchesse —tía de Renato y abogada de varias de las familias víctimas en la causa— empezaron a desarmar el laberinto. Juntas, fueron encontrando las piezas que faltaban y, de a poco, la verdad empezó a aparecer. Fueron a pedir la historia clínica. A la hermana de Claribel la atendió una secretaria, pero solo le dio una hoja con dos líneas escritas a mano, nada más. Insistieron. Querían el historial completo.

Quince días después, y tras pagar quince mil pesos, les entregaron un manojo de papeles sueltos. Análisis borrosos, tachaduras, espacios en blanco donde deberían estar los informes. Un rompecabezas sin piezas.

La historia clínica, por ley, es el documento que reúne cada práctica, cada diagnóstico, cada decisión médica sobre un paciente. Debe entregarse —sin excusas— dentro de las 48 horas desde que se solicita. Firmada y autenticada por la autoridad del hospital. También lo dice la ley: no pueden cobrarte por acceder al historial de un familiar fallecido. El derecho no debería tener precio.

—Desde el hospital no tuvimos respuesta de nada, ni un comunicado. Nosotros empezamos a investigar sin saber nada de leyes ni de medicina y hacernos expertos de la mano del grupo de mujeres que se formó en Rosario. Estábamos todos en la misma.

El 31 de marzo de 2025, Luis Cortopassi llegó al Sanatorio Parque acompañado por su esposa, Claudia, por un dolor en el abdomen. Luis tenía 57 años e ingresó en sillas de ruedas al Centro de Emergencias Regional a las seis de la mañana. “Lo de emergencia lo pondría en duda”, cuestiona Claudia.

Entre estudios y esperas, estuvieron dos horas en la guardia, bajo la luz fría, para que le den una camilla. Él se encontraba en una descompostura que le costaba mantener los ojos abiertos. Cuando al fin lo subieron al quirófano por una hernia, ya habían pasado casi doce horas. Salió en un estado delicado con perforación de intestino y paso directo a terapia entubado.

—Viendo los estudios posteriores al desenlace, la infección era muy importante— explicaba Claudia.

Estuvo siete días internado en la terapia del Sanatorio Parque, perteneciente al Grupo Oroño. Un detalle que resalta su esposa como algo que no se quiere nombrar en Rosario.

Durante los primeros días, Luis parecía mejorar. Los médicos notificaron que la sepsis estaba bajando como las dosis de suplementos que necesitaba el cuerpo y la sedación. Su esposa pudo entrar a verlo, se tomaron de la mano, se miraron, él le contestaba con la cabeza y con los ojos. Solo quedaban pocos pasos y cerrar la herida.

—Ya se había encaminado por el esfuerzo del propio paciente y de todo el cuerpo médico. Pero entró a la segunda cirugía y ahí comenzó todo.

Hasta que el cuarto día tuvo fiebre. Luis estaba lleno de cables, de bolsas, ganchos y aparatos por todos lados. Los días siguientes consistieron en recaídas. Fiebre. Ritmo cardíaco acelerado. Le cambiaban de antibióticos, de sondas. Revisaban qué bacteria podría ser la causante. Pero no tenía nombre. Sólo las hipótesis y sospechas inundaron el cuarto.

—A los médicos los veía desorientados.

Hasta que al sexto día le diagnosticaron una neumonía y Claudia recuerda que las manos de su marido estaban hinchadas. Al séptimo día falleció, según los médicos por una falla multiorgánica. Un infarto.

A los pocos días, Claudia volvió a reunirse con los médicos buscando explicaciones. La razón, entre muchas excusas, dieron a entender era el estado débil de su esposo. Pero nada concreto. Había superado la sepsis. No entendía. Las sospechas surgían en los pasillos de terapia. Pacientes que desmejoraron abruptamente. Se escuchaban muchos casos que se repetían en cadena. Pero a nadie le sorprendió.

En su intento de que alguien escuchara su caso, Claudia empezó a mandar mensajes a medios y radios de Rosario. Nadie respondía. Semanas después, vio en las noticias el caso de Carla, hija de una de las víctimas del fentanilo adulterado. En la pantalla apareció el nombre del laboratorio: HLB Pharma Group. Hablaban de ampollas de fentanilo contaminado con bacterias. Y había un número de teléfono.

Ese número fue el hilo inicial. A partir de ahí comenzó a tejerse una red que la llevaría hasta Adriana Franchese, tía de Renato y abogada de muchas de las familias afectadas. Adriana tenía una lista con los casos de fentanilo contaminado. En esa lista estaba el nombre de Luis. Esa información había sido enviada por el Sanatorio Parque, pero solo después de que el juez Ernesto Kreplak lo exigiera reiteradas veces.

Era el mismo sanatorio que nunca había tenido respuesta para Claudia. Ella había pedido la historia clínica y le entregaron 361 fojas. Más tarde, junto a los abogados, supo que en realidad había más de mil. Algunas páginas están repetidas. Otras pertenecían a pacientes que eran su familiar.

— Me ocultaron pruebas, solo me dieron un cuarto del historial clínico.

De la mano de Carla Maino, comenzaron a sumarse otros familiares. “Todos nos íbamos enterando prácticamente en la calle”, cuenta Claudia. Nadie les explicaba nada. Nadie en Rosario parecía querer que la verdad saliera a la luz. Entonces, lo que empezó como desconcierto se convirtió en necesidad: buscar respuestas, no estar solos.

El acompañamiento entre familias, estar en un grupo, tener asesoramiento legal y un juez comprometido al frente de la causa les dio, por primera vez, un poco de paz. 

—A Luis lo atendieron bien, pero con el resto fueron inhumanos. Ellos tenían la lista, sabían lo que pasaba y no tuvieron el corazón de llamarnos para decirnos la verdad.

Santa Fe fue una de las jurisdicciones más afectadas por la distribución del medicamento adulterado: recibió 39.705 ampollas del fatídico lote 31202 de fentanilo.

Según consta en la resolución judicial del Juzgado Federal N° 3 de La Plata, a la que pudo acceder ANCCOM, la provincia de Santa Fe fue una de las más afectadas por la distribución del medicamento adulterado: recibió 39.705 ampollas del lote 31202 de fentanilo HLB. Este lote se produjo en Laboratorios Ramallo S.A., empresa perteneciente al HLB Pharma Group. Entre los centros de salud públicos y privados que lo recibieron y administraron se encuentran el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Rosario), el Hospital Italiano Rosario (sedes Centro y Sur), el Sanatorio Parque (Rosario) y el Hospital Municipal Dr. José María Cullen (Santa Fe capital). La distribución en la provincia estuvo a cargo de droguerías como Nueva Era, Alfarma SRL y Federal Pharma.

La investigación judicial —Causa N° 17371/2025— identificó a 59 pacientes fallecidos en Santa Fe con posible vinculación al brote. El Cuerpo Médico Forense determinó que la infección por estas bacterias multirresistentes fue un factor decisivo o agravante en los fallecimientos. La gravedad del caso llevó a que la Municipalidad de Rosario y varias entidades propietarias de sanatorios se constituyeran como querellantes. Además, parte de los imputados —como Wilson Daniel Pons, Adriana Iúdica y Víctor Pablo Boccaccio— ocupaban cargos clave en Laboratorios Ramallo y tenían domicilio en Rosario o en otras ciudades de la provincia.

Pero todo eso —los documentos, las cifras, los nombres en lista— no alcanza para contar lo que sucedió adentro de cada familia. Valeria Cuaglia pasó casi un mes en el Hospital Italiano Centro de Rosario acompañando a su padre, Roberto, internado después de un procedimiento en el Sanatorio Delta. Lo habían dejado pálido, con anemia, y la indicación era una transfusión. Esa noche lo despidió riendo, como siempre lo había visto, sin imaginar que, al día siguiente, ya no lo volvería a ver despierto.

El ingreso a terapia fue confuso y lento. Valeria recuerda esperar horas en un piso vacío, sin noticias, hasta que finalmente le informaron que su padre había sufrido una crisis respiratoria, que lo habían entubado y trasladado a cuidados intensivos. Desde ese momento, todo se precipitó: neumonía bilateral, infección generalizada, falla multiorgánica. Cada parte médico traía nuevas malas noticias. Las transfusiones no alcanzaban, los antibióticos se cambiaban sin respuesta, y la bacteria resistente que lo atacaba no tenía nombre ni tratamiento claro. Durante esos días, Valeria tocaba sus brazos hinchados y sentía el olor extraño que emanaba de su cuerpo; recordaba a su padre vivo y hablador, y lo veía reducido a un conjunto de cables y bolsas conectadas a la máquina que respiraba por él.

El 20 de mayo murió por un paro cardiorrespiratorio. Solo entonces comenzó a unir las piezas: el aviso del laboratorio el 8 de mayo, la alerta de ANMAT el 13. Su padre había recibido fentanilo de los lotes contaminados, y nadie del hospital se lo había dicho. Nadie le advirtió que lo estaban medicando con un producto peligroso. “Lo estaban matando mientras yo creía que lo cuidaban”, recuerda.

A partir de ahí, Valeria empezó a buscar otras familias, a contactar a quienes habían vivido historias similares. Fue así como llegó a Carla y Vanessa, que habían empezado a visibilizar los casos en los medios, y a Adriana Franchesse, abogada y familiar de otra víctima, con quienes pudo compartir información, angustias y dudas que nadie más entendía. Para ella, el grupo se convirtió en refugio y guía, un lugar donde cada pregunta, cada temor, era comprendido.

Valeria no habla de política, aunque sabe que su caso podría ser usado con fines partidarios. Su reclamo es otro: justicia para su padre y para todos los afectados, que se cumpla la ley de trazabilidad, que ningún medicamento vuelva a circular sin control y que los responsables paguen hasta el último. No es solo su lucha, dice, es la de todas las familias que perdieron a padres, hijos, abuelos, nietos, amigos. Una lucha por contención, por respuestas, porque nadie más tenga que atravesar lo que ella vivió. Porque lo que pasó no puede repetirse, y nadie debería enfrentarlo solo.

Las familias, primero, fueron nombres sueltos en un grupo de WhatsApp. Móviles vibrando de madrugada, mensajes con informes médicos, preguntas sin respuesta. De esa conversación rota nació la idea de hacer algo afuera, de poner el cuerpo donde el dolor existe. El 16 de octubre, frente al Monumento a la Bandera, se reunieron. Llevaban fotos, flores, carpetas con el nombre de sus muertos. “Una se siente más acompañada”, dijeron. Porque antes de eso, estaban solas: en los pasillos de los hospitales donde nadie explicaba nada, en las oficinas donde sólo se hablaba en términos legales. Lo que había era bronca. Impotencia. Enojo. La sensación de que algo se había quebrado para siempre. ¿Cómo se llega a esto? ¿Cómo se escapa tanto de las manos?

Hoy son 124 casos confirmados, pero todos saben que hay más. Que siguen apareciendo historias. Que todavía se está investigando. Por eso no se detienen. Lo que empezó como un grupo disperso ahora tiene forma de reclamo. En los últimos días, los legisladores anunciaron que una comisión del Congreso sesionará en Rosario para escuchar a las familias y avanzar en la investigación sobre el fentanilo adulterado. No es justicia, todavía. Pero es una puerta abierta. Una promesa de que alguien —por fin— va a escuchar.

Los jubilados también marchan frente a la Quinta de Olivos

Los jubilados también marchan frente a la Quinta de Olivos

Todos los miércoles, en paralelo a las manifestaciones en Congreso, un grupo reclama frente a la residencia presidencial para mejorar su calidad de vida. Esta semana también hubo represión frente al Palacio Legislativo.

Este miércoles se vivió una nueva jornada de protestas en la que jubilados de todo el país se manifestaron en contra de las políticas del gobierno nacional. Mientras se desarrollaba la ya tradicional marcha de los jubilados frente al Congreso de la Nación –donde una vez más fueron reprimidos y a uno de los manifestantes le fracturaron un brazo–, un grupo más reducido de jubilados se dio cita para manifestarse frente a la Quinta de Olivos. Allí, el colectivo “Jubiladxs Quinta de Olivos” volvió a reclamar, como cada miércoles, por el deterioro de su calidad de vida.

Esta agrupación forma parte de los numerosos colectivos de jubilados que, en distintos puntos del país, vienen movilizándose semana tras semana para reclamar un aumento de los haberes, la restitución de medicamentos gratuitos y una política previsional que garantice una vejez digna. Entre cánticos, tambores y las bocinas de los autos que pasaban por la avenida Maipú, los manifestantes hicieron oír una vez más su reclamo frente a la residencia presidencial.

Sobre las 17, las puertas de la plaza que, sobre la venida Maipú, anteceden a la Quinta de Olivos, fueron cerradas bajo vigilancia de la policía federal. Formaciones de oficiales armados observaban en silencio la llegada de decenas de jubilados que comenzaban a agruparse en la esquina de Villate y Maipú. «La primera vez éramos cuatro en aquella puerta que está allá, y la policía decía: “¿Cuándo van a llegar los camiones?”, y no, somos nosotros», recuerda Marcela Benegas, jubilada de 69 años, exdocente de la UBA, quien es una de las fundadoras de la agrupación. «Nosotras nos reunimos con unas vecinas en un bar y pensamos “hagamos algo acá” », afirma Benegas. Ella y un grupo de vecinas de la zona que solían viajar habitualmente hasta el Congreso para manifestarse, en donde fueron duramente reprimidas por la policía en varias ocasiones, decidieron buscar una alternativa para aquellos jubilados para los cuales movilizarse hasta el centro de la Ciudad y sufrir los abusos de la represión policial no es una opción. «Surgió entre tres o cuatro compañeras, precisamente el día que Milei dijo que él no iba a la Casa Rosada, que se quedaba “trabajando” aquí en Olivos, en mameluco, cuidando a sus hijos de cuatro patas. Ese día dijimos: “Si te vas a quedar acá, vamos acá”». Recuerda Liliana Russo, otra de las fundadoras de la iniciativa. Menciona que hay muchos jubilados que no pueden trasladarse hasta el Congreso, bien por cuestiones económicas, que hacen que el transporte hasta esa zona sea una limitante, o bien por cuestiones de salud que no les permiten desplazarse grandes distancias y mucho menos, enfrentarse a la policía.

«Estamos aquí por los reclamos de todos los jubilados de todo el país. Nos quitaron derechos, bajaron nuestros ingresos, nos sacaron la moratoria, nos sacaron los medicamentos al 100 %; un montón de logros que teníamos ganados, nos los quitaron todos», afirma Viviana, otra de las jubiladas fundadoras de la organización. «Lamentablemente los jubilados somos la variable de este gobierno cruel. Absorbemos cerca del 30% del ajuste. Los trabajadores absorben otro 40%. También estamos aquí para apoyar la lucha de los docentes universitarios, el Garrahan, y los discapacitados», afirma Marta Nara, Jubilada de 77 años, exdocente, perteneciente al SUTEBA. «Yo estoy muy orgullosa de poder aportar un granito, de hacer algo porque yo creo que ninguna persona puede ser feliz si sus congéneres, si sus conciudadanos, sus hermanos no lo son. Verdaderamente, yo soy una de esas personas. No puedo ser feliz si no veo feliz a mi prójimo», afirma Marta.

 

«Nosotros no cortamos la calle, no cortamos la avenida, hacemos semaforazo. Vos vas a ver que cuando pasan los autos, nos tocan la bocina en señal de apoyo, nos apoyan los vecinos. Eso lo hemos venido logrando desde mayo cuando comenzamos por qué no interrumpimos el tránsito», recalca Liliana.

Junto a ellas, Nélida Medina, jubilada de 72 años, muestra el recibo de haberes de la jubilación que acaba de recibir. Psicóloga de profesión, Nélida cobra la j mínima de 396 298 pesos. «El recibo de haberes, creo que habla por sí solo. Todos buscamos algún rebusque porque no nos queda de otra, pero el que no puede o el que paga un alquiler, o medicamentos, no sé cómo hace», se pregunta Nélida. «Yo estaba sola y temía ir al Congreso por temas de salud, ya que soy hipertensa y me puedo descompensar si me empiezan a dar palazos o esas cosas. Estoy muy feliz de poder estar acá y voy a seguir viniendo todos los miércoles», comenta.

José Piazza, músico jubilado de 77 años, quien fue miembro de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y trabajó en el Teatro Colón, también fue delegado gremial de ATE. Tras acompañar las manifestaciones del Congreso por mucho tiempo, decidió trasladar su lucha a las afueras de la Quinta de Olivos por cuestiones de salud y económicas; ya que al ser vecino de la zona le resulta una alternativa más viable. «Cierran 26 empresas por día, hoy las grandes empresas se van del país, Mucha gente queda sin trabajo. Si vos le quitas a la gente lo poco que tiene, la gente no puede consumir, el mercado no se mueve. Hay un 40 o 50% menos de consumo, entonces esa gente que tiene un bar o una carnicería debe despedir gente o cerrar porque no lo puede sostener. Si recibís una jubilación que no llega a los 400 000 pesos, no podés consumir. Ahora quieren una reforma laboral para empeorar aún más la situación de los trabajadores».

No todos los presentes son jubilados. Jorge Enrique es un trabajador de Aerolíneas Argentinas. «En el 2001 a nosotros nos apoyó la sociedad, y bueno, es un poco también devolver eso». Como él, muchos vecinos de la zona se suman a la manifestación. «Nosotros defendemos un Estado presente. Nos damos cuenta que el Estado debe estar presente en todo; ya sea en la salud, en la educación o en las jubilaciones. El trabajo del Estado debe ser evitar la desigualdad para quienes más lo necesitan. Lamentablemente, nos damos cuenta que el gobierno trabaja para defender intereses extranjeros que buscan aprovecharse de los recursos del país», argumenta.

Un fracturado en el Congreso

La manifestación frente a la Quinta de Olivos se ha mantenido en calma, sin represiones por parte de las fuerzas públicas. En contraste con lo ocurrido en el Congreso de la Nación, donde las represiones han recrudecido semana a semana. Esta semana, se registró cómo cuatro efectivos empujaron contra la vereda al jubilado Egidio Contreras y le fracturaron un brazo. Ahora deberá ser operado.

En Olivos, a pesar de esa situación, Liliana recuerda entre risas la anécdota de cuando el Padre Paco, figura representativa de la lucha de los jubilados, fue a apoyar la manifestación de los miércoles frente a la Quinta. «Le pregunté al Padre Paco: “¿Cómo te sentís acá?”, y me contestó: “¿Sabes qué? Un poco aburrido me siento, porque acá no me golpean, no me persiguen?”». El Padre Paco es una de las figuras que se han hecho presentes para apoyar al colectivo. Como él, cada vez son más las personas y organizaciones que buscan una alternativa más segura y cercana para que aquellos que más lo necesitan también puedan hacer oír su voz.