“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

El historiador Martín Baña, especializado en la Revolución Rusa y las culturas eslavas, da su mirada de la invasión de Putín a Ucrania. Entrevista publicada el 10 de marzo de 2022.

Martín Baña es historiador y experto en Rusia. Se desempeña como investigador en el Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH) de la Escuela de Humanidades (EH). Además, es autor de los libros Quien no extraña al comunismo no tiene corazón y Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución Rusa.

Las características de Rusia que lo cautivaron tempranamente se deben al mismo interés por el cual decidió estudiar la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires: “Me parecía que había que cambiar el mundo. Y cuando descubrí la revolución rusa, que es el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó, me dije ‘acá es donde tengo que estudiar’”, expresó Baña en diálogo con ANCCOM.

Hoy el mundo está cambiando. Rusia lo está cambiando. Por eso ANCCOM dialogó con este especialista.

 

Ucrania y Rusia son de dos países en tensión a lo largo de la historia, ¿a qué momentos claves nos tendríamos que remontar para comprender el conflicto actual?

Hay un país, que es Rusia, que está interesado en Ucrania particularmente. Un elemento central para entender este conflicto es el avance de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) sobre los países de Europa del este y particularmente sobre las ex repúblicas soviéticas. Algunas ya entraron a la OTAN como Letonia, Lituania, Estonia. Eso ya hace dos décadas que viene avanzando y creciendo en un contexto diferente, que era la guerra fría y donde la OTAN se planteaba como una alianza defensiva más que ofensiva.

 

¿Cuál es el rol de la OTAN en este momento?

El rol es avanzar torpemente sobre un territorio que Rusia entiende que es su área de influencia o que, en todo caso, pone en peligro su seguridad nacional. Cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991, los líderes de Estados Unidos y Europa le garantizaron informalmente a la dirigencia rusa que la OTAN no iba a expandirse. Pero no hubo un tratado. Entonces el presidente [Vladimir] Putin quiso garantizar que efectivamente eso no vuelva a suceder, así que pidió por escrito que EEUU garantizara el no ingreso de Ucrania a la OTAN y EEUU se negó. Por lo tanto, hay un temor por parte del putinismo de que -efectivamente- Ucrania ingrese a la OTAN en algún momento. Esa es responsabilidad de la OTAN: en ningún momento hizo nada para que el conflicto no escalara. Más bien, con sus actitudes terminó provocando de algún modo. Esto no justifica la invasión pero ayuda a entender por qué Putin toma la decisión que toma: porque entiende que Ucrania es un territorio de Rusia, que cualquier presencia de la OTAN o incluso de la Unión Europea pone en peligro la seguridad nacional de Rusia y que, por lo tanto, tiene que defenderse.

En cuanto a la cronología de eventos que concluyeron finalmente en la invasión rusa a Ucrania, Baña explicó que “podemos remontarnos a 2014, cuando entre Rusia y la provincia Crimea, que en su momento pertenecía a Ucrania. Se desarrolló una guerra civil dentro de éste país con dos repúblicas que plantean una separación de Ucrania: Danesia y Dombás. En ese entonces, una firma de distintos tratados de Minsk (un acuerdo para poner fin a la guerra en el este de Ucrania firmado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk el 5 de septiembre de 2014) buscaron una solución al conflicto. Pero no fue resuelto y la tensión creció cuando Putin tomó la determinación de invadir Ucrania”, explicó el historiador.

Sobre este punto, Baña destacó que al principio Rusia “argumentó razones defensivas sobre el avance de la OTAN, que incluso uno podría considerar legítimas en algún punto. Pero después reforzó un discurso más de ataque, más de invasión, que resuena en sus palabras al discurso imperialista de principios de siglo XX”. En ese sentido, explicó que Putin expresó discursivamente que Ucrania “se trata de un invento de los bolcheviques, y de Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) en particular”, apuntó Baña, aagregando que “por tanto, considera que él tiene que restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)”.

Sin ir más lejos en el tiempo, recordó que «en julio del año pasado Putin publicó un discurso en la página oficial del Kremlin donde hablaba de los pueblos rusos y ucranianos como hermanados”.

Baña recapituló que durante febrero “hubo una serie de charlas diplomáticas entre Putin y líderes de Europa y EEUU que no llegaron a ningún acuerdo aún cuando, días anteriores, el mandatario ruso había reconocido la independencia de Donetsk y Lugansk”.

 

Una frase que caracterizó la política internacional de Rusia, y que recuperás en tus publicaciones, es: “Es mejor que haya diez años de conversaciones que un día de guerra”. ¿Qué sucedió con este posicionamiento? ¿Cómo se explica el viraje en el enfoque?

La frase es de Andrey Gromyko (legendario ministro de Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985, político y economista) conocido en Rusia como el Patriarca de la diplomacia soviética. Actualmente, lo que sucede es que muchos antiguos anhelos son retomados por otros sistemas y otros gobiernos. Sucedió también cuando (Iósif) Stalin en la década del 40 retomó un viejo anhelo que era el de una puerta de entrada fluvial a Europa a través del Río Danubio. El gobierno stalinista retomaba políticas del gobierno zarista. De la misma manera, en el caso de Putin está acercándose a la idea de una suerte de imperio sovietico, al tratar de configurar ese mundo ruso que él entiende como aquel donde forman parte Bielorrusia y Ucrania. O por lo menos Ucrania, que debería estar dentro de esa órbita rusa o declararse neutral y no ingresar a la Unión Europea o a la OTAN. Entonces ahí se juegan cuestiones de más largo plazo en donde hay una coyuntura particular, se recuperan tradiciones u objetivos que ya venían desde antes.

 

¿Cuál es tu análisis sobre las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia?

En 1962 Rusia instaló misiles en Cuba y quedaron como los agresores pero fue como respuesta a los misiles que EEUU anteriormente había instalado en Turquía. O sea, servía para demostrar una actitud defensiva. En esta situación se ve algo parecido: EEUU avanza con la OTAN sobre el territorio y por lo menos Putin dice “hay que defender la seguridad nacional del país”.

Con respecto a EEUU, el vínculo depende del enfoque. Después de 2001 hubo un intento de colaboración en lo que fue considerado la lucha contra el terrorismo: Rusia permitió que se instalaran algunas bases norteamericanas en Asia Central y también logró que EEUU hiciera “la vista gorda” respecto de los derechos humanos durante las guerras en Chechenia. Sin embargo, esto no prosperó, porque EEUU no invitó a Rusia a participar en ninguno de los organismos multilaterales que existen alrededor del mundo. De modo que es una relación más bien tensa y conflictiva: para EEUU, Rusia es la reencarnación de todos los males y Putin es el peor villano.

 

¿Qué implicancias tienen las medidas de otros países, como por ejemplo Francia, que rompió relaciones con artistas e instituciones culturales de Rusia por la invasión a Ucrania?

Las cancelaciones fueron culturales pero también fueron académicas y deportivas. De hecho, sancionaron a algunos equipos de fútbol, incluso a la propia sSelección de Rusia. Esto tiene que ver con varios elementos. Uno es cierta “rusofobia” que existe en Europa y en EEUU y que en momentos como estos sale a la luz o se refuerza. Poco tiene que ver un deportista o un músico con las decisiones que toma su presidente. También hay acciones casi policíacas como lo que pasó con la famosa soprano, Anna Netrebko, que tuvo que manifestarse en contra de su propio país para poder seguir trabajando. Creo que se confunden las cosas. Las sanciones culturales que refuerzan el antagonismo no ayudan en la resolución del conflicto: más bien todo lo contrario. ¿Qué sentido tiene cancelar una ópera o una sinfonía cuando la tradición artística rusa siempre estuvo cerca de la crítica a los conflictos bélicos y regímenes autoritarios? De modo que, al revés, incorporando elementos de la tradición artística rusa podemos reforzar un mensaje pacifista, más en contra de un gobierno autoritario.

Lo que hace Europa es reforzar esa distancia con Rusia que en este caso no aporta sino que genera todo lo contrario.

Baña tiene colegas residiendo en Rusia y sobre cómo viven esta situación, relató que “hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”. Al primer grupo “no le interesa lo que sucede a nivel de la alta política. La vida continúa casi con normalidad: Hay poca propaganda por parte del gobierno: las fotos que nosotros vemos de civiles durmiendo en el metro, allá no se ven. Está muy controlado”. Desde la propaganda rusa, la invasión se trata de “una operación militar especial en la cual se está avanzando y ya”, subrayó Baña. Y agregó: “Después hay intelectuales que están realmente con miedo y con tristeza porque saben de lo que se trata, saben que si llegan a mencionar la palabra ‘guerra’ pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos”, expresó el historiador.

 

Hay intelectuales que están con miedo y con tristeza , saben que si llegan a mencionar la palabra «guerra» pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos

Martín Baña

En esa línea, apuntó que “en lo que va de la guerra hay cerca de 8.500 detenidos en toda Rusia simplemente por salir a manifestarse en contra de la guerra”. Además, Baña especificó “no se puede decir la palabra guerra. Tanto Twitter como Facebook fueron censurados. De modo que es muy difícil poder expresarse en contra de la guerra y hay que ser muy cuidadoso con las palabras que se usan”.

De esta manera, “para el gobierno ruso es una operación militar especial y decir guerra es arriesgarse a que te detengan y que la guerra se desarrolle no solo contra los ucranianos si no contra los nacionalistas”, explicó Baña. “De forma que hay que ser muy cuidadosos. Es una situación que genera mucha impotencia no solo por la situación bélica sino por lo que pueden hacer los intelectuales a la hora de manifestar su desacuerdo”, señaló.

“Sin embargo, hay personas que se animan a salir a la calle, protestan y hacen ruido en este sentido”, concluyó el historiador.

La historia y la transformación del mundo

Desde su época de estudiante secundario, Martín Baña recuerda que “tenía un interés por la política, creía que había que cambiar el mundo”. Hoy sostiene que todavía ese interés se mantiene vivo. “Me parecía que la Historia me iba a ayudar a entender cómo funciona el mundo y así, tratar de cambiarlo. Fue entonces cuando entré a la Carrera (Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y descubrí la Revolución Rusa: el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó. Y me dije: ‘esto es lo que tengo que estudiar’”, expresó Baña. Reflexionó que “lo que pasa con Rusia es que entrás por un motivo, que es la revolución, y después terminás descubriendo un mundo y una tradición política y cultural fascinante”. De hecho, concluyó sus estudios “haciendo una tesina sobre la música y la política en la Rusia del siglo XIX”. Para el historiador, esa fue “la puerta de entrada” al mundo ruso y luego, “ya me quedé ahí”. Hoy estudia particularmente el siglo XIX y siglo XX ruso y soviético. “No tengo familiares ni ancestros pero hablo el idioma. Estuve en Rusia. Eso es fundamental, leer el idioma e ir allá para buscar fuentes y materiales para tus investigaciones”, destacó Baña

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

“En Rusia hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”

El historiador Martín Baña, especializado en la Revolución Rusa y las culturas eslavas, da su mirada de la invasión de Putín a Ucrania.

Martín Baña es historiador y experto en Rusia. Se desempeña como investigador en el Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH) de la Escuela de Humanidades (EH). Además, es autor de los libros Quien no extraña al comunismo no tiene corazón y Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución Rusa.

Las características de Rusia que lo cautivaron tempranamente se deben al mismo interés por el cual decidió estudiar la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires: “Me parecía que había que cambiar el mundo. Y cuando descubrí la revolución rusa, que es el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó, me dije ‘acá es donde tengo que estudiar’”, expresó Baña en diálogo con ANCCOM.

Hoy el mundo está cambiando. Rusia lo está cambiando. Por eso ANCCOM dialogó con este especialista.

 

Ucrania y Rusia son de dos países en tensión a lo largo de la historia, ¿a qué momentos claves nos tendríamos que remontar para comprender el conflicto actual?

Hay un país, que es Rusia, que está interesado en Ucrania particularmente. Un elemento central para entender este conflicto es el avance de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) sobre los países de Europa del este y particularmente sobre las ex repúblicas soviéticas. Algunas ya entraron a la OTAN como Letonia, Lituania, Estonia. Eso ya hace dos décadas que viene avanzando y creciendo en un contexto diferente, que era la guerra fría y donde la OTAN se planteaba como una alianza defensiva más que ofensiva.

 

¿Cuál es el rol de la OTAN en este momento?

El rol es avanzar torpemente sobre un territorio que Rusia entiende que es su área de influencia o que, en todo caso, pone en peligro su seguridad nacional. Cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991, los líderes de Estados Unidos y Europa le garantizaron informalmente a la dirigencia rusa que la OTAN no iba a expandirse. Pero no hubo un tratado. Entonces el presidente [Vladimir] Putin quiso garantizar que efectivamente eso no vuelva a suceder, así que pidió por escrito que EEUU garantizara el no ingreso de Ucrania a la OTAN y EEUU se negó. Por lo tanto, hay un temor por parte del putinismo de que -efectivamente- Ucrania ingrese a la OTAN en algún momento. Esa es responsabilidad de la OTAN: en ningún momento hizo nada para que el conflicto no escalara. Más bien, con sus actitudes terminó provocando de algún modo. Esto no justifica la invasión pero ayuda a entender por qué Putin toma la decisión que toma: porque entiende que Ucrania es un territorio de Rusia, que cualquier presencia de la OTAN o incluso de la Unión Europea pone en peligro la seguridad nacional de Rusia y que, por lo tanto, tiene que defenderse.

En cuanto a la cronología de eventos que concluyeron finalmente en la invasión rusa a Ucrania, Baña explicó que “podemos remontarnos a 2014, cuando entre Rusia y la provincia Crimea, que en su momento pertenecía a Ucrania. Se desarrolló una guerra civil dentro de éste país con dos repúblicas que plantean una separación de Ucrania: Danesia y Dombás. En ese entonces, una firma de distintos tratados de Minsk (un acuerdo para poner fin a la guerra en el este de Ucrania firmado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk el 5 de septiembre de 2014) buscaron una solución al conflicto. Pero no fue resuelto y la tensión creció cuando Putin tomó la determinación de invadir Ucrania”, explicó el historiador.

Sobre este punto, Baña destacó que al principio Rusia “argumentó razones defensivas sobre el avance de la OTAN, que incluso uno podría considerar legítimas en algún punto. Pero después reforzó un discurso más de ataque, más de invasión, que resuena en sus palabras al discurso imperialista de principios de siglo XX”. En ese sentido, explicó que Putin expresó discursivamente que Ucrania “se trata de un invento de los bolcheviques, y de Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) en particular”, apuntó Baña, aagregando que “por tanto, considera que él tiene que restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)”.

Sin ir más lejos en el tiempo, recordó que «en julio del año pasado Putin publicó un discurso en la página oficial del Kremlin donde hablaba de los pueblos rusos y ucranianos como hermanados”.

Baña recapituló que durante febrero “hubo una serie de charlas diplomáticas entre Putin y líderes de Europa y EEUU que no llegaron a ningún acuerdo aún cuando, días anteriores, el mandatario ruso había reconocido la independencia de Donetsk y Lugansk”.

 

Una frase que caracterizó la política internacional de Rusia, y que recuperás en tus publicaciones, es: “Es mejor que haya diez años de conversaciones que un día de guerra”. ¿Qué sucedió con este posicionamiento? ¿Cómo se explica el viraje en el enfoque?

La frase es de Andrey Gromyko (legendario ministro de Exteriores de la URSS entre 1957 y 1985, político y economista) conocido en Rusia como el Patriarca de la diplomacia soviética. Actualmente, lo que sucede es que muchos antiguos anhelos son retomados por otros sistemas y otros gobiernos. Sucedió también cuando (Iósif) Stalin en la década del 40 retomó un viejo anhelo que era el de una puerta de entrada fluvial a Europa a través del Río Danubio. El gobierno stalinista retomaba políticas del gobierno zarista. De la misma manera, en el caso de Putin está acercándose a la idea de una suerte de imperio sovietico, al tratar de configurar ese mundo ruso que él entiende como aquel donde forman parte Bielorrusia y Ucrania. O por lo menos Ucrania, que debería estar dentro de esa órbita rusa o declararse neutral y no ingresar a la Unión Europea o a la OTAN. Entonces ahí se juegan cuestiones de más largo plazo en donde hay una coyuntura particular, se recuperan tradiciones u objetivos que ya venían desde antes.

 

¿Cuál es tu análisis sobre las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia?

En 1962 Rusia instaló misiles en Cuba y quedaron como los agresores pero fue como respuesta a los misiles que EEUU anteriormente había instalado en Turquía. O sea, servía para demostrar una actitud defensiva. En esta situación se ve algo parecido: EEUU avanza con la OTAN sobre el territorio y por lo menos Putin dice “hay que defender la seguridad nacional del país”.

Con respecto a EEUU, el vínculo depende del enfoque. Después de 2001 hubo un intento de colaboración en lo que fue considerado la lucha contra el terrorismo: Rusia permitió que se instalaran algunas bases norteamericanas en Asia Central y también logró que EEUU hiciera “la vista gorda” respecto de los derechos humanos durante las guerras en Chechenia. Sin embargo, esto no prosperó, porque EEUU no invitó a Rusia a participar en ninguno de los organismos multilaterales que existen alrededor del mundo. De modo que es una relación más bien tensa y conflictiva: para EEUU, Rusia es la reencarnación de todos los males y Putin es el peor villano.

 

¿Qué implicancias tienen las medidas de otros países, como por ejemplo Francia, que rompió relaciones con artistas e instituciones culturales de Rusia por la invasión a Ucrania?

Las cancelaciones fueron culturales pero también fueron académicas y deportivas. De hecho, sancionaron a algunos equipos de fútbol, incluso a la propia sSelección de Rusia. Esto tiene que ver con varios elementos. Uno es cierta “rusofobia” que existe en Europa y en EEUU y que en momentos como estos sale a la luz o se refuerza. Poco tiene que ver un deportista o un músico con las decisiones que toma su presidente. También hay acciones casi policíacas como lo que pasó con la famosa soprano, Anna Netrebko, que tuvo que manifestarse en contra de su propio país para poder seguir trabajando. Creo que se confunden las cosas. Las sanciones culturales que refuerzan el antagonismo no ayudan en la resolución del conflicto: más bien todo lo contrario. ¿Qué sentido tiene cancelar una ópera o una sinfonía cuando la tradición artística rusa siempre estuvo cerca de la crítica a los conflictos bélicos y regímenes autoritarios? De modo que, al revés, incorporando elementos de la tradición artística rusa podemos reforzar un mensaje pacifista, más en contra de un gobierno autoritario.

Lo que hace Europa es reforzar esa distancia con Rusia que en este caso no aporta sino que genera todo lo contrario.

Baña tiene colegas residiendo en Rusia y sobre cómo viven esta situación, relató que “hay algunas personas muy apáticas y otras con miedo y tristeza”. Al primer grupo “no le interesa lo que sucede a nivel de la alta política. La vida continúa casi con normalidad: Hay poca propaganda por parte del gobierno: las fotos que nosotros vemos de civiles durmiendo en el metro, allá no se ven. Está muy controlado”. Desde la propaganda rusa, la invasión se trata de “una operación militar especial en la cual se está avanzando y ya”, subrayó Baña. Y agregó: “Después hay intelectuales que están realmente con miedo y con tristeza porque saben de lo que se trata, saben que si llegan a mencionar la palabra ‘guerra’ pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos”, expresó el historiador.

 

Hay intelectuales que están con miedo y con tristeza , saben que si llegan a mencionar la palabra «guerra» pueden ser encarcelados por quince años, que si salen a protestar en la calle pueden ser detenidos

Martín Baña

En esa línea, apuntó que “en lo que va de la guerra hay cerca de 8.500 detenidos en toda Rusia simplemente por salir a manifestarse en contra de la guerra”. Además, Baña especificó “no se puede decir la palabra guerra. Tanto Twitter como Facebook fueron censurados. De modo que es muy difícil poder expresarse en contra de la guerra y hay que ser muy cuidadoso con las palabras que se usan”.

De esta manera, “para el gobierno ruso es una operación militar especial y decir guerra es arriesgarse a que te detengan y que la guerra se desarrolle no solo contra los ucranianos si no contra los nacionalistas”, explicó Baña. “De forma que hay que ser muy cuidadosos. Es una situación que genera mucha impotencia no solo por la situación bélica sino por lo que pueden hacer los intelectuales a la hora de manifestar su desacuerdo”, señaló.

“Sin embargo, hay personas que se animan a salir a la calle, protestan y hacen ruido en este sentido”, concluyó el historiador.

La historia y la transformación del mundo

Desde su época de estudiante secundario, Martín Baña recuerda que “tenía un interés por la política, creía que había que cambiar el mundo”. Hoy sostiene que todavía ese interés se mantiene vivo. “Me parecía que la Historia me iba a ayudar a entender cómo funciona el mundo y así, tratar de cambiarlo. Fue entonces cuando entré a la Carrera (Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y descubrí la Revolución Rusa: el primer intento de cambiar radicalmente el mundo que triunfó. Y me dije: ‘esto es lo que tengo que estudiar’”, expresó Baña. Reflexionó que “lo que pasa con Rusia es que entrás por un motivo, que es la revolución, y después terminás descubriendo un mundo y una tradición política y cultural fascinante”. De hecho, concluyó sus estudios “haciendo una tesina sobre la música y la política en la Rusia del siglo XIX”. Para el historiador, esa fue “la puerta de entrada” al mundo ruso y luego, “ya me quedé ahí”. Hoy estudia particularmente el siglo XIX y siglo XX ruso y soviético. “No tengo familiares ni ancestros pero hablo el idioma. Estuve en Rusia. Eso es fundamental, leer el idioma e ir allá para buscar fuentes y materiales para tus investigaciones”, destacó Baña

Paz

Paz

La comunidad ucraniana argentina marchó en el centro porteño para exigir en el cese de la invasión rusa.

La comunidad ucraniana, acompañada por organizaciones y agrupaciones sociales, marcharon este domingo desde Plaza de Mayo hasta el Obelisco con las consignas “estamos con Ucrania”, ”no a la guerra” y carteles pidiendo “paz” en el marco de una jornada que se extendió por algo más de tres horas.

Los manifestantes iniciaron la movilización a las 17.30 desde Plaza de Mayo y se dirigieron hacia el Obelisco. Un grupo marchó por Avenida de Mayo sosteniendo una bandera de Ucrania. Los carteles alertaban “están matando al pueblo ucraniano” o “no maten la tierra de mis abuelos”. Otras consignas, en cambio, estaban escritas en inglés “Stop war” (paren la guerra). Durante la marcha, sonaron los himnos ucraniano y argentino.

Irina Nazaryk, integrante de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita en Argentina y descendiente de ucranianos, destacó que “los principales reclamos son por la paz y para detener la guerra. Lamentablemente esto es todo lo que podemos hacer los descendientes de ucranianos y los ucranianos que vivimos acá”. Y agregó: “Y que Valdimir Putin detenga su violencia, porque se metió con civiles, bombardeando aeropuertos y ciudades. Está destruyendo cada parte de Ucrania”.

Por otra parte, Nazaryk explicó que “Ucrania quiere entrar en la Unión Europea y en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) desde el año 2014. Ahí es donde comenzó el conflicto Euromaidán, (nombre que se le otorgó a la serie de conflictos en Ucrania que concluyeron con el derrocamiento del presidente Yanukóvich en ese mismo año). Maidán es el nombre de la plaza central en Kiev (capital de Ucrania), donde empezó la revolución. Lo que Ucrania quiere es pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea y Vladimir Putin no quiere que pase eso, porque sino Ucrania va a tener más apoyo de los países de la región y hasta armamentístico por parte de la OTAN”.

En esa línea, Nazaryk remarcó que “para entrar a la OTAN, el país que quiera entrar no tiene que tener ningún conflicto armado. Y así, Putin consigue que Ucrania no cumpla con este requisito y, por ende, no pueda entrar a la OTAN. Es más, Rusia mandó aviones a Finlandia y a Suecia amenazando a estos países que también quieren sumarse a la OTAN”.

Según indicó Nazaryk, esta es “la tercera movilización que se realiza” y considera que “lamentablemente habrá más si esto no para”. “Somos los ucranianos autoconvocados e invitamos a toda la comunidad argentina que quiera sumarse. Hoy se sumaron la colectividad lituana, la comunidad croata, la italiana; no se vieron banderas solo de Ucrania, se vieron banderas de estos otros países pidiendo por la paz”.

“Esto me duele un montón, nunca pensé que iba a ver estas cosas, un bombardeo a Ucrania por la tele. Siempre lo vi muy lejano, como la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. Esta situación me parte el corazón, en mi casa y en la colectividad estamos todos muy tristes”, expresó Nazaryk.

Por su parte, Pedro Koroluk y su esposa, Marta, ambos hijos de ucranianos y familiares de ucranianos residiendo en Ucrania, contaron que son “parte de la comunidad” y sus hijos “también participan activamente”. Koroluk sostenía una bandera de Ucrania y Marta, por su parte, se movilizó llevando una imagen de la Virgen María impresa. “Pedimos alto el fuego, que se retiren las tropas de Ucrania, que nos devuelvan las tierras que tomaron y que nos dejen en paz”, sentenció Koroluk respecto a los reclamos. Mientras que Marta, agregó suplicando con voz quebrada: “Lo que pedimos es paz, que no ataquen más a los civiles porque no es una guerra entre civiles y que cada gobernante de cada país tenga un poco de amor en su corazón para parar esto que es una masacre realmente”. A este pedido, su marido agregó: “Y que no solamente sean promesas sino que cumplan con la ayuda que están prometiendo, más allá de la monetaria, que está llegando, también la ayuda diplomática”.

“Creemos que el conflicto pronto se va a resolver y va a haber paz, que nos van a devolver nuestra tierra. No podemos permitir que haya más muertes de civiles y de inocentes ni tampoco que mueran soldados rusos que los trajeron engañados a esta guerra, como muchos de los testimonios que vemos”, señaló Koroluk .

Los parientes del matrimonio Koroluk que residen en Ucrania se encuentran en una zona de frontera donde solo hubo un bombardeo en el aeropuerto. Sin embargo, viven “muy preocupados y alterados, porque temen que vengan tiempos peores, entonces se están preparando: algunos tienen refugio. Los que pueden emigran a Polonia y los que no, resisten”, explicó Pedro.

La movilización transcurrió entre aplausos y tronar de bombos. Alejandro Gotsch, hijo de ucranianos y quien llevaba una remera bordada con hilos de colores, expresó que es “integrante de la comunidad ucraniana” y que su vestimenta “es parte del traje folclórico del país”: “Hoy estamos reclamando por la paz, porque no haya más guerra”, manifestó Gotsch.

“Vamos a volver a tener un país soberano y que no tengan el pie encima de nuestra nación”, aseguró. “Tengo primos en Ucrania”, relató Gotsch y señaló que logró comunicarse con sus familiares. Sobre este punto, contó que “dentro de todo están cerca de Polonia, no están en zona de riesgo pero la situación preocupa igual”.

A pocos metros del Obelisco, la comunidad ucraniana leyó un comunicado en el cual se refirió a la duración del conflicto: “Llevamos diez días padeciendo una sangrienta invasión donde continuamente el odio del invasor se traduce en sangre y muerte. La pregunta es: ¿cuántos días más Ucrania deberá frenar las balas y misiles con el pecho de su pueblo? Pedimos al mundo que declare zona de exclusión aérea sobre el cielo de Ucrania. Pedimos a la Federación Rusa y al gobierno títere de Bielorrusia que retire sus tropas y armamentos de la totalidad del territorio ucraniano de manera inmediata”.

El comunicado concluyó con la súplica, a viva voz, de “¡Cubran el cielo de Ucrania, cubran el cielo de Ucrania!” y el pedido fue acompañado con aplausos.

A las 18.15 habló el presidente de la Representación Central Ucrania en Argentina, Pedro Lylyk, y luego Jorge Danylyszyn, miembro de la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita.

“Solicito el apoyo a los organismos internacionales para exigirle a la Federación Rusa el inmediato cese del fuego en el territorio de Ucrania”, declaró Lylyk.

En ese marco, recordó que “el acto de la invasión viola la carta de las Naciones Unidas donde Rusia es garante de la soberanía de Ucrania y la inteligibilidad de sus fronteras desde el tratado de no proliferación de armas nucleares y desmantelamiento firmado en 1964”.

“Solicitamos ayuda para un arco de defensa de los cielos de Ucrania. El mundo debe ayudar, no puede ser que se sigan asesinando a civiles desarmados y entre ellos, niños”, manifestó Lylyk y especificó “tres de cada diez chicos están cayendo en esta invasión estúpida. Así que pedimos que se retiren inmediatamente las tropas rusas”.

Finalmente, Lylyk agradeció “a todos los argentinos, vecinos, compañeros de trabajo, integrantes del arco político, gobernantes y todos los que nos ayudaron en esta movilización”. Y agregó: “Agradecemos las muestras de respeto a lo largo y ancho del país en intendencias y gobernaciones, en la Legislatura. Es el mismo respeto que expresaron los ucranianos que defendieron las Islas Malvinas”.

En el marco del discurso, Lylyk concluyó que “mientras haya gente como ustedes que marche y crea en la democracia, Ucrania estará acompañada. Gracias por acompañarnos en el día de hoy, no nos dejen solos, estén con nosotros, por favor”.

Las organizaciones representantes de la comunidad ucraniana están realizando una campaña en la que toman donaciones en la Catedral Católica de Ucrania “Santa María del Patrocinio” ubicada en Ramón L. Falcón 3960, barrio de Floresta de la Ciudad de Buenos Aires, del lunes 7 al viernes 11 de marzo de 14 a 19 y sábados 5 y 12 de marzo de 10 a 16. Al respecto, Nazaryk especificó que se necesita enviar “mantas o frazadas. Ropa abrigada o térmica en todos los talles. Agua mineral envasada, vajilla descartable y también elementos de primeros auxilios, linternas con pilas y velas”.

Abre la primera cátedra universitaria de canto lírico disidente

Abre la primera cátedra universitaria de canto lírico disidente

La primera cátedra de canto lírico disidente en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) se abre como un espacio “de experimentación y libertad”. El binomio hombre-mujer, donde se asignan diferentes roles según la genitalidad, incide en todas las esferas sociales, incluyendo el arte. En el caso del canto lírico, la teoría biologicista y la tradición son dos pilares que resultan limitantes en la expresión artística.

Luchi De Gyldenfeldt, de Ópera Queer (proyecto musical disidente), es titular de la nueva opción curricular que posibilita UNA. “Cuando planteamos esta cátedra, hablamos de un espacio para aquellas personas que quieran probar su técnica vocal, desde una perspectiva que reflexione sobre la tradición y la biología, para encontrar la resonancia propia de cuál es su registro”, explicó De Gyldenfeldt. La apertura de este espacio tiene que ver con su militancia dentro del movimiento LGBTTTIQ+, su paso por la universidad y su experiencia personal. “Me recibí en 2017 como barítono en la UNA y después hice una investigación propia vocal y hasta identitaria de cómo quería cantar. Todo de la mano de Ópera Queer, espectáculo lírico disidente que hago con mi hermana Ferni, que me sigue abrazando y es un lugar de experimentación y libertad”, relató.

Durante esta búsqueda, De Gyldenfeldt se formó como contratenor derribando así el esquema por categorías que establece que a cada persona le corresponde un registro de voz específico. “En el canto lírico,  se asume tradicionalmente las posibilidades del registro según la genitalidad. El varón puede ser bajo, barítono, tenor y contratenor, como algo rarísimo”, explicó en diálogo con ANCCOM. “La unión entre la voz y el género es la misma que hay entre la sexualidad y la identidad. La biología y la tradición son dos pilares tremendos dentro del canto lírico porque hay un acervo cultural, que es de siglos, que dice qué tenés que hacer o cómo deberías hacerlo”, señaló De Gyldenfeldt.

La experiencia en Ópera Queer habilitó un espacio donde se puede jugar con la voz y con el cuerpo. Durante 2019, el espectáculo participó del programa Música y Género perteneciente a Secretaría de Extensión de UNA. El objetivo era llevar la música a escuelas, hospitales y distintos ámbitos por fuera de la academia, en el marco de la Educación Sexual Integral. Al año siguiente, a partir de la pandemia, el programa se volcó a las plataformas digitales. “En un principio el proyecto era más teórico: leer, armar un libro, preguntarnos por qué hacíamos música y género”, recapituló el cantante y docente. Sin embargo, un conversatorio donde participaron figuras como Gabriela Ramos (especialista en ESI) y María Laura Áleman (música trans) fue el punto de inflexión: las artistas lloraron y contaron cómo habían sido violentadas en la música a lo largo de sus vidas. Luego de esta reunión, se creó la Comisión de Interclaustros de Música y Género de la universidad. “Era hora. Una cosa es un programa donde no es obligatorio participar y otra es que haya una Comisión de Música y Género de la UNA”, enfatizó De Gyldenfeldt. 

Dentro del marco de la Comisión, los debates pusieron el foco en pensar qué sucede con aquellas personas que creen que la institución universitaria no les corresponde, que les resulta inaccesible o son excluidas. «Este espacio logrado para nosotros es una de las tantas batallas ganadas en nuestra universidad y aunque sabemos que aún son muchas las que debemos afrontar, este proyecto nos motiva a seguir luchando”, expresó Cristina Vazquez, decana de la UNA, en diálogo con ANCCOM. Para ella, las banderas que se levantan son en función de una convicción: “El arte es un gesto político generador de profundas transformaciones sociales con el poder de reivindicar derechos humanos esenciales como la identidad, la educación, el acceso a la cultura y a la libertad de ser y amar desde la disidencia”.

El proyecto de Ópera Queer, junto con conversatorios con perspectiva de género y la confianza de la decana Vázquez en la juventud, fueron el motor de la creación de la cátedra. Jazmin Tiscornia, pianista en el espectáculo de Ópera Queer, será profesora en la asignatura. Ella es egresada del Conservatorio Superior de Música de la Ciudad de Buenos Aires, graduada de piano en UNA y socióloga. Para Tiscornia, la cátedra representa la unión de dos campos que ella ama: la sociología y la música, pero además “representa una conquista por la que las disidencias vienen hace mucho tiempo luchando y abre la posibilidad de pensar en un nuevo campo profesional para la comunidad trans que tiene bajas tasas de inserción laboral”, expresó. Con respecto a las implicancias de este nuevo espacio en la UNA, Tiscornia manifestó: “Cuando pensamos en la universidad, nos quedamos en la parte académica, sin recordar que la universidad nos forma para el futuro y que la profesión se forja en ella. Esto no es solo un avance para las disidencias sino para la comunidad en general, porque es una forma de romper prejuicios”. 

La cursada inicia en mayo, los jueves de 18 a 22 en la UNA. Los desafíos en torno a iniciar una cursada sin precedentes, para Luchi De Gyldenfeldt “a priori son todos y no son ninguno: como es una cátedra sin precedentes, no hay margen para el error, todo va a ser experiencia. El desafío más grande va a ser luchar contra la academia”, expresó. La profesora Tiscornia coincidió en este punto con su colega y agregó: “Vamos a tener un desafío en que otros profesores acepten, entiendan, vean más allá y puedan observar el trabajo de les alumnes dejando sus prejuicios de lado”. Sin embargo, para De Gyldenfeldt “la cátedra no está inventando, está visibilizando. Se trata de un acto político”. 

“Pensar a la televisión y a internet como un servicio esencial reconfigura al Estado”

“Pensar a la televisión y a internet como un servicio esencial reconfigura al Estado”

 

“Yo quise ser periodista desde siempre. Y con desde siempre quiero decir desde mis siete años y desde ahí, nunca cambié”, recuerda Miriam Lewin, ahora Defensora del Público. Según ella, su recorrido profesional fue “un poco errático”. Durante su adolescencia, sus padres apostaban porque fuera contadora o abogada y sostenían que iba a ser muy difícil conseguir trabajo como periodista. En ese momento no existía una carrera de Comunicación, sólo institutos terciarios, o había que ir a cursar a La Plata o a Córdoba. Para satisfacer a sus padres estudió Economía pero también Periodismo.

“Después vino el año 76, me pidieron que dejara el periodismo para dedicarme más a la militancia en mi facultad. En ese momento, todos teníamos en la cabeza un proyecto colectivo y no importaba tu vocación o necesidades individuales, así que dejé periodismo de buena gana”, relata. Cuando le propusieron el cargo de Defensora del Público fue una gran sorpresa y significa, para ella, un gran compromiso. “Esto tiene que ver con aquello con lo que yo soñé cuando decidí ser periodista, que era darle voz a los sin voz, o amplificar su voz. Uno de los objetivos de la gestión es lograr esto: lograr una comunicación democrática que incluya a las voces que históricamente estuvieron silenciadas o que no tuvieron espacio en los medios”, expresa.

¿Con qué organismo te encontraste?

Nosotros llegamos a un organismo que estaba completamente devastado: hubo una sangría durante el macrismo. Los trabajadores y trabajadoras son quienes sostuvieron del organismo en épocas en que en lugar de ampliar derechos, se buscaba retacearlos. Aunque no hubo despidos masivos, sí hubo una política de desmotivación que hizo que muchos de los y las integrantes del cuerpo profesional, sumamente capacitado de la Defensoría, pidieran licencias, se fueran a otras reparticiones del Estado o al ámbito privado. Ahora, que asumimos en un contexto de pandemia y de aislamiento social, hay muchos integrantes que tienen problemas de salud, de manera que no nos queremos arriesgar. Aprendimos a funcionar de una manera bastante dinámica en forma virtual.

¿Cuál es el objetivo central de tu gestión?

Tenemos como objetivo un cambio cultural. Nosotros pensamos que muchas veces las personas que se encargan de la comunicación, que emiten un mensaje equivocado, no lo hacen por una cuestión ideológica o de aversión a determinado grupo minoritario, que tuvo sus derechos vulnerados históricamente, o hacia las mujeres o personas trans; simplemente que no saben. No tienen los recursos para expresarse en este sentido. Siempre digo que los comunicadores tenemos un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad, y a veces no conocemos a fondo una problemática, y al no tener las herramientas, cometemos errores que pueden resultar ofensivos o discriminatorios. Entonces, si existe la voluntad de reparar, estamos a favor de sentarnos alrededor de una mesa y encontrar una solución.

 ¿Cómo imaginas este cambio cultural? ¿Qué tan efectivo podría ser?

Actualmente, la cuestión de género está muy presente. Ahora hemos hecho una capacitación con la revista Pronto, que publicaba contenidos que eran señalados por algunos como cosificación de la mujer. Desde la misma redacción de la revista, se nos ha pedido la capacitación en género. Una demostración patente de que el cambio cultural es posible. Hace diez años los chistes sobre diversidad sexual, homosexuales, estaban a la orden del día en todos los medios de comunicación. Todos nos reíamos. Hoy eso no le hace gracia a nadie, ni siquiera vale la pena resaltarlo porque ya hay un consenso social de que reírse de lo distinto es inaceptable. También ahora estamos viendo cómo en las publicidades aparecen modelos que no se ajustan a esa tradición de la mujer longilínea, sin un gramo de más y cerca de la anorexia. Esto quiere decir que hay un cambio cultural en marcha y a eso apuntamos.

¿Cuál es la postura del organismo frente a discursos como el de Baby Etchecopar?

Etchecopar tuvo muchísimas denuncias en la Defensoría, incluso antes de que yo llegara. Fue durante el macrismo que una fiscal le encargó al organismo, porque las afectadas fueron por vía judicial, la confección de spots radiales que se emitieron en su espacio, en Radio 10. Se hizo con el acuerdo de él, fue una probation. Creo que la intervención de la Defensoría en el caso de “Cristina y el cáncer” fue muy ajustada, se señaló que eso era violencia política por razones de género mediática. Y a partir de eso surgió la iniciativa de organizar encuentros para analizar este fenómeno que está en crecimiento en Argentina y el mundo. Por supuesto, no hubo ninguna respuesta por parte de Etchecopar.

Con respecto a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ¿que implicó la intervención del macrismo en la legislación?

La LSCA, que fue promulgada después de un debate intenso y democrático a lo largo y ancho del país, fue un gran logro que posibilitó la apertura de las puertas de la Defensoría. Con el macrismo hubo un intento de parálisis del organismo y una intervención quirúrgica mediante un decreto contra la ley, que habilitó nuevamente cuestiones que tienen que ver con la concentración. Ahora estamos asistiendo al decreto de necesidad de urgencia que declaró, y creo que esto es muy justo, el servicio de internet, telefonía y televisión paga como servicio público esencial. Este hecho recupera un poco el espíritu de la LSCA y de la Ley Digital 27.078. Además, en contexto de pandemia, esto tiene que ver con el acceso a la educación, a la salud y al trabajo. Nos habilita una puerta como para comenzar a debatir, por ejemplo, si la Defensoría no debería tener algún tipo de competencia sobre esto. Creo que hay una especie de nueva etapa que abre este decreto. Estamos expectantes acerca de los nuevos debates que inaugura. El hecho de pensar a la televisión y a internet como un servicio esencial reconfigura al Estado desde otro lugar.

¿Qué impacto tiene que todo quede a merced del algoritmo de las redes sociales?

Creo que la pandemia revalorizó el rol de los medios. Por un lado, apareció el peligro concreto de las noticias falsas. Por otro lado, la gente recurrió a los medios tradicionales. A su vez, los medios comerciales debieron firmar la no utilización o réplica de las noticias falsas. En este sentido, me parece que hay una gran tarea para las audiencias, en general, porque en contexto de pandemia, el compartir o un me gusta un fake new, tiene una potencialidad que puede ser dañina para la salud y la vida de las personas.

 

¿En qué sentido?

Todos estamos esperando la noticia deseada, todos queremos que se nos diga que ingiriendo una sustancia en particular nos inmunizamos con respecto al Covid-19 sin tener que esperar la vacuna. Todos estamos esperando la cura milagrosa, que hayamos pasado el pico de la pandemia. Pero antes de compartir o darle un me gusta, todas las audiencias deberíamos meditar si la noticia apela a la afectividad, parar la pelota y preguntarnos: “¿Esta noticia fue publicada por este sitio web?” O si me llegó por WhatsaApp, decir: “¿Fue publicada en un medio de contenido responsable? ¿Se ha chequeado la información? ¿Me redirige a un portal científico?” Porque si no la letalidad, el daño que puede generar la noticia falsa se potencia, se multiplica. La noticia se viraliza y salta de las redes a los medios comerciales y de ahí al público con mucha velocidad. 

 

¿Qué impactos tuvieron los comentarios de Viviana Canosa? ¿Es algo sobre lo cual la Defensoría puede accionar o realizar un seguimiento del tema?

En la pandemia es muy riesgoso  promover el uso o sugerir que el uso de determinadas sustancias pueden inmunizar contra el virus. De manera que hubo una veintena de reclamos al organismo por esta situación y yo estoy muy conforme con la buena predisposición que tuvieron tanto la empresa productora del programa como el canal de televisión, la licenciataria, de manera de llegar a un acuerdo reparador que incluye un spot de la Red de Periodismo Científico en colaboración con la Defensoría del Público, para concientizar a la población de que no es saludable, de ningún modo, consumir sustancias que no están aprobadas por la ANMAT.  

 

¿Cuáles son los desafíos de la Defensoría y cuál es la prioridad en este contexto?

Uno de los ejes de la gestión ya comenzó a ser la perspectiva de género, atravesando todas las áreas de la Defensoría. Ya empezamos con un encuentro que fue muy nutritivo y exitoso llamado “Violencia política por razones de género en los medios de comunicación”. Hicimos dos encuentros de los que participaron cincuenta académicas, comunicadoras y políticas de todos los partidos, donde analizamos los derechos políticos de mujeres y diversidades. Cada vez que levantamos la voz y queremos hacer sentir nuestra opinión autorizada, se nos ataca pero no con ideas, porque un debate democrático ardoroso es deseable, sino que se nos dice “trola”, “gorda”, “sucia”, “ignorante”, “mosquita muerta” y se pone en duda nuestro saber. Nosotros nos preguntamos, por ejemplo, cuando Cristina Kirchner es atacada, como si fuera el “cáncer de la Argentina”, ella tiene sus recursos para defenderse pero, ¿cuál es el mensaje que se le dirige a la infinidad de mujeres que ansía participar en política desde su comedor infantil, desde su cooperadora escolar, desde su barrio o la universidad? Estas mujeres son atemorizadas por estas intervenciones. Entonces, estamos articulando con Redes de Mujeres y debatiendo cuáles serían las acciones que, sin ser lesivas a la libertad de expresión, contribuirían a contrarrestar esta oleada de violencia contra mujeres y diversidades que no se da sólo en nuestro país sino a nivel mundial. Nosotros también impulsamos fuertemente, desde el equipo de abogades de la Defensoría, la Ley de Equidad, la de Cupo Trans, porque faltamos en los medios: faltamos en la radio, en la televisión y cuando estamos presentes, se nos estereotipa por nuestra vestimenta, por nuestro rol subalterno. Desde el organismo, estamos absolutamente convencidos de que no puede haber una comunicación democrática, que es el objetivo de la Defensoría, si las mujeres y diversidades no estamos presentes en los medios y puestos de editoras, de gerencia y de conducción.