El ejército espertano

El ejército espertano

Jóvenes Espertanos combaten en las redes como soldados de un ejército libertario, en el que ganan puntos para poder llegar a ser ‘generales’. Es un juego en el que se divierten, se capacitan y aprenden, según ellos mismos afirman. También influencian a sus seguidores para que se sumen a combatir al Leviatán, en nombre de la libertad.

Creen en la meritocracia por excelencia, entienden el individualismo como la verdadera libertad y conciben al mercado como única ley universal. Además, combaten al populismo, su gran enemigo. Y se consideran libertarios, ya que toman de la anarquía filosófica la idea de que la humanidad no necesita de la existencia de un Estado para vivir en sociedad, aunqué sí creen en la Justicia.

A diferencia de Hobbes, que planteaba la idea de Estado como un contrato que permitiría regular la vida social, se consideran portadores de la ‘nueva política’, desde el sentido común, como una fuerza antisistema.

Siguen a personas liberales de distintas partes del mundo por youtube, como el filósofo canadiense Stefan Molineux, o Gloria Álvarez, politóloga, presentadora de TV y candidata a presidenta por Guatemala, entre otros. Son admiradores de Javier Milei y Manuel Adorni.

En la página web de reclutamiento, una música épica acompaña a Lilia Lemoine, quien luce un vestido rojo aterciopelado, con un escote pronunciado. Sus hombros desnudos y el cabello rubio, recogido, sumados a una mirada tierna y firme, convoca a los jóvenes a formar parte de las ‘Fuerzas Armadas Espertanas’, que a través de un voluntariado entran al mundo de los influencers, para posicionar a José Luis Espert en su carrera política.

¿Quiénes son?

Julián, de 19 años,  decidió su militancia en octubre del año pasado cuando el candidato lanzó su candidatura a la presidencia. «Hacía dos años que lo venía siguiendo», afirma. Lo conoció a través de los videos del economista Javier Milei.

Julián está convencido que Despertar es el único “frente antisistema, que quiere romper con el modelo que nos está devorando hace 80 años, con una economía cerrada al comercio, con leyes laborales de índole fascistas».

Cuando ANCCOM le preguntó cuál era su relación con la política, Julán contó que a su mamá le gustó siempre. “Ella fue muy antiperonista». Reconoce que apoyó a Macri, pero que se siente decepcionado por las promesas incumplidas. Asegura que Espert le abrió la cabeza y a su vez «espertizó» a su madre.

La chica Spot, Esmeralda Espósito (su nombre artístico) tiene 21 años. Cuenta que conoció las ideas del liberalismo a través de Milei, por su hermano. A partir de este acercamiento, ingresó al Partido Libertario. Durante un recorrido del Frente Despertar, por la zona de Pilar, fue convocada para protagonizar los spots de campaña.

Para Esmeralda, militar es «estar siempre ahí, colaborar en lo que podemos, estar con los chicos, aprender. Nos gusta, esto nos hace realmente felices. Apoyar a Despertar es la única alternativa. Queremos ayudar a la gente de verdad, a la gente que trabaja».

Agustín, de 19 años, estudia Ciencia Política y comentó que llegó al Frente a través de filtros. Empezó viendo videos por Internet de Milei, Espert y Adorni. Después se metió en un grupo de liberales en la UBA y así llegó al Partido Libertario. Ahora forma parte del núcleo duro de la militancia.

Su relación con la política es a través de las noticias: «Siempre estuve muy informado, pero nunca había militado antes», afirmó. Es el primer miembro de su familia –dice-  que se mete en política.

Con respecto a la idea de militancia, Agustín comentó que su grupo no manifiesta en marchas y no está en la calle. «Es más un debate de ideas que se da a través de las redes, para crear conciencia».

Agustín se animó a hablar de feminismo, en relación con la campaña por la legalización del aborto. Si bien se considera pro-aborto y fue a la marcha el año pasado, hoy es más crítico. «Considero que hoy no es un tema fundamental, te pintan a la gente que es pro-vida como si fueran monstruos, pero es gente que piensa diferente y no hay que demonizarla por eso».

A Lilia Lemoine, de 38 años, nunca le interesó demasiado la política hasta hace ocho meses. Se define como influencer, formada en sistemas. Trabajó en distintas compañías en el área de tecnología informática y estuvo postulada como pre-candidata a diputada nacional en las recientes PASO.

Dialogó con ANCCOM y contó cómo llegó a la política. Relató que un día se cansó de trabajar en sistemas y decidió vivir del cosplay (palabra de origen inglés que surge de la conjunción de costume y play: juego de disfraz).

En uno de los eventos de cosplay, un seguidor de estos rituales perteneciente al Partido Libertario le propuso sumarse. Le dijo que necesitaban acercar mujeres al liberalismo. Lilia leyó las propuestas políticas del partido y confiesa: “Me enamoré de las ideas y de la gente”.

Lemoine dejo su trabajo en sistemas y armó un negocio online y se convirtió en una persona pública. Hace sus propios disfraces: se considera una experta en goma eva para la confección de los escudos de sus personajes. Editó una línea de mazos de cartas, en la que ella posa con cada uno de sus trajes. Pueden ser de personajes de películas, comics, de súper héroes o animé. Tiene una fuerte presencia en convenciones de cosplay y en eventos de lanzamientos de video juegos, donde asume el nombre de “Lady Lemon”. Concursan por el mejor traje y reciben premios. «Es jugar como cuando eras chiquito, pero con mejores juguetes «, declaró.

La candidata a diputada siente que siempre fue libertaria, desde lo filosófico y partiendo de ese lugar decidió involucrarse. Se sumó como influencer, ya que posee más de 400.000 seguidores en su canal de YouTube y redes sociales. Colabora con la campaña y trata de «formar comunidades, para ayudar a los espertanos. Todos los chicos tienen que convencer a sus papás de que nos voten.

Los jóvenes y las mujeres mayores de 60 y 70 años aman estas ideas. Son los grandes seguidores mayoritarios de este Frente”, comenta Lilia.

«Basta de matar»

«Basta de matar»

Cientos de vecinos del barrio de San Telmo se convocaron en las puertas del Supermercado Coto, ubicado en Brasil y Perú, a través de las redes sociales. El llamamiento buscaba repudiar la violencia ejercida por el personal de seguridad de la sucursal, que terminó con la vida de Vicente Ferrer, un hombre de 68 años que se había llevado un trozo de queso, una botella de aceite y un chocolate sin pagar.

Mientras los vecinos encendían velas sobre la puerta del local, intimidaban los patrulleros estacionados en la ochava con las luces encendidas, las decenas de policías apostados sobre la otra esquina y otros que custodiaban a cada lado de las puertas del local. Entre cánticos y palmas, los autoconvocados llevaban pancartas artesanales con inscripciones que gritaban “Coto asesino”, “Nuestros viejos y niños con hambre por culpa de un Estado ausente”, “Coto, yo te conozco”.

El enojo y la bronca se contagiaba de boca en boca. “Robar para comer no es delito” decía una mujer con la vena hinchada.

Una señora mayor muy enojada, que apenas superaba el metro cincuenta de estatura, vociferaba: “Esto pasa muy seguido, por portación de cara, esto es una política de hambre, quieren que les temas, que una les tenga miedo, era un viejito. Tampoco era un pecado tan grande. Y esa gente que miraba cómo le pegaban, cómo lo mataban, ninguno tuvo ni un poquito de corazón. ¿Qué clase de policías reclutan? Elijen asesinos, malvados. Por favor basta, basta” mientras se iba yendo.

Alejandro Amor, de la Defensoría del Pueblo le dijo a ANCCOM que a partir del día de mañana se presentaran como querellantes contra las personas responsables de este homicidio y toda la cadena de responsabilidades y “quienes sean responsables que paguen, porque esto no es una actitud circunstancial. Las autoridades de la empresa tienen que salir y dar la cara, estamos hablando de un homicidio”.

A un costado, tres vecinas hablaban entre ellas sobre la manera de organizar un boicot al supermercado y otra se mostraba escéptica: “¿Cómo hacés si te pone un 2X1? Con la necesidad que hay, cómo le decís a la gente que no les compre”.

Alberto, el panadero de la Nueva San Telmo, contaba que todo el tiempo pasa gente pidiendo para comer: “Entendemos la situación que estamos pasando todos, nosotros mismos no llegamos a fin de mes. Nunca pensé en llegar a este extremo.  Pasó todo muy rápido, cuando salí de mi negocio, ya estaba el tumulto de gente en la esquina”.

Ana Laura, vive a la vuelta y compraba en esta sucursal bastante seguido: “Me parece terrible que hayan matado a una persona por un aceite y un queso, no tenés por qué matarlo, es una locura”, dice indignada y confiesa que es la primera vez que viene a una manifestación.

Dos empleados del supermercado están detenidos y acusados por el homicidio de Ferrer. La justicia confirmó que su muerte se produjo como consecuencia de “un traumatismo craneoencefálico” que le provocó un derrame cerebral. “Basta de naturalizar la violencia” decían los carteles que portaban los manifestantes.

Play: un mundo de sensaciones

Play: un mundo de sensaciones

Es la historia de cualquier ser humano que ante una situación extrema, se enfrenta a ese instante atemporal, en el que se realiza un viaje al interior de su ser y es precisamente allí donde comienza el juego. Ernesto Pombo y David Señoran combinan sus saberes, oficios y pasiones de una manera maravillosa, en la osadía de esta puesta en escena, en la que no se privan de nada. Utilizan cuanto recurso dominan para sumergir al espectador en esta experiencia humana. Desde las imágenes, los juegos de luces, los sonidos, la música, las palabras y las coreografías de los cuatro artistas en escena logran una especie de partitura de emociones que interpela al público a lo largo de Play, la obra que todos los sábados se exhibe en «Hasta Trilce«.

Los artistas Lautaro Cianci, Luis Garbossa, Sara Mabbi y Martina Malano producen una sinergia tan precisa, de sus coreografías con los efectos sonoros, las imágenes y la música, que por momentos dan la sensación de una totalidad virtual, construyendo un verosímil incuestionable. Pero, por otro lado, los sentimientos que fluyen entre los artistas, solo pueden transmitirse en lo real. Hay que dejarse atrapar por esta propuesta.

Con una apropiada selección de imágenes, que logra decir demasiado con muy poco, hasta con un juego sonoro, en el cual el espectador puede entrar y salir de esa totalidad, Play utiliza la palabra como un instrumento más, sumada a los detalles del vestuario, que muestran afectividad. Todos esos recursos se entraman en una experiencia profundamente humana.

Esta pieza teatral es un desafío logrado que da mucho vértigo, porque depende del deseo del espectador, el dejarse llevar, o no, para participar de ese viaje.

Play, se presenta todos los sábados a las 23,30, en Hasta Trilce, Maza 177, CABA.

La Policía impidió armar una carpa para personas que viven en la calle

La Policía impidió armar una carpa para personas que viven en la calle

El II Censo Popular de Personas en Situación de Calle arrojó que 7.251 personas viven en la vía pública de la Ciudad.

El 9 de julio, desde el mediodía, varias filas de mesas estaban colmadas de mujeres y hombres jóvenes, niños y niñas, ancianos y ancianas, y familias enteras. Todos comían. Un paisaje patrio, con una carpa azul en construcción y banderas de organizaciones sociales como fondo que terminó con represión policial.

La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), el Frente Popular Darío Santillán, La Dignidad, el Frente Social Peronista y el Movimiento de Trabajadores Excluidos eran las agrupaciones que se destacaban con sus banderas al viento. El Obelisco de fondo y dos hileras de policías alineadas a cada lado de la avenida terminaban de dar forma a una postal clara de la situación de crisis social y política actual, en un día en el que se conmemoraban 202 años de la Declaración de la Independencia.

María Alba, militante del Frente Popular Darío Santillán era una de las que estaba allí. “El gobierno tiene que hacerse cargo de la gente que está viviendo en situación de calle –expresó-, porque hoy cualquiera puede terminar en esa realidad. Vos podés tener un trabajo y no te alcanza para pagar un alquiler y darle de comer a tu familia. Vos podés tener un título universitario, pero si tenés que pagar el alquiler, el alimento diario, las tarifas de agua, luz y gas y tenés que viajar en colectivo a 21 pesos, no hay forma que te alcance”.

Ariel Villagra, coordinador del Hogar Monteagudo de Proyecto 7, de Parque Patricios, contó que ya son ocho las personas fallecidas por hipotermia. También reveló que él había vivido en situación de calle y que era algo muy duro, “porque se está las 24 horas del día a la intemperie, con lluvia y frío. Armamos esta movida porque la gente está muriéndose de frío”.

El Gobierno de la Ciudad aceptó que se instale una olla popular pero no un refugio para personas en situación de calle.

Desde el primer piso del McDonald, colmado de personas disfrutando de un feriado, entre amigos o en familia, se podía observar lo que sucedía en el Obelisco, el ventanal ofrecía una mirada panorámica que nadie advertía, como si fuera un televisor de pantalla gigante, entre hamburguesas y papas. Pero en el pasillo hacia el baño se cruzaban policías y manifestantes, como una zona franca.

A las 15 estaba planificado tener instalada la carpa refugio. Eran las 16.20 y se armó una asamblea. No se había logrado el permiso para su instalación y la decisión fue armarla igual. El referente Rafael Klejzer pidió que se organizaran los cordones, es decir, dos hileras de personas que cruzaban entre sí brazo con brazo.

Las fuerzas de seguridad hicieron una barrera, pero no se entrelazaron unos con otros, ocupaban sus manos con los escudos, el gas pimienta y bastones represivos. Del lado de la avenida que va al norte, estaba la policía motorizada.

La situación se complicó cuando los manifestantes intentaron bajar la carpa y los colchones de los vehículos. La policía intentó evitarlo y empezaron los manotazos y el gas pimienta. Entonces, la gente comenzó a retroceder.

Este invierno, ya murieron ocho personas que vivían en la calle por hipotermia.

Ante la tensión en ese tire y afloje, un muchacho cargado de impotencia, amagó enfrentarse a las fuerzas de seguridad con gestos bravíos, mientras varios manifestantes intentaron detenerlo. Sin embargo, logró zafarse, sacándose la campera y después la remera y con su torso desnudo se lanzó hacia el muro humano de uniformados. Él fue el primer detenido.

Las fuerzas de seguridad comenzaron a tirar gas pimienta y a avanzar y a retroceder con los escudos bien firmes. El viento estaba a favor de ellos, la ráfaga invisible de gas se expandió por la muchedumbre y las toses comenzaron a aflorar. Algunas personas tuvieron que alejarse para tomar aire.

A una de las mujeres afectadas, Yanina, le picaban mucho los ojos y no paraba de toser. Tiene 36 años, trabaja como empleada doméstica, está en blanco, su jornada laboral es de 14 horas diarias y no tiene franco, solo se pide algún día cuándo está muy cansada. Duerme todas las noches en la guardia del Hospital Argerich, hasta que a las 5 de la mañana, cuando tiene que juntar sus cosas e irse. Por suerte tiene una amiga que madruga y le permite ir a su casa para higienizarse y tomar algo caliente antes de ir a trabajar. Ella dice que la política no le interesa, pero que antes trabajaba 8 horas por día, tenía un franco a la semana y eso le alcanzaba para pagarse un lugar donde vivir, comer y darse algún gustito.

Juan Grabois fue uno de los dirigentes que encabezo la medida solidaria.

Mientras tanto, los manifestantes cantan el himno. Se recupera una calma atenta, que pende de un hilo. Los referentes negocian la continuidad de la actividad, los manifestantes del cordón interno se sientan en semicírculo, de frente al muro policial. Una mujer, que tiene algo más de 50 años, se puso de pie y se ubicó en el centro, entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Con la vista fija en los policías, con oratoria religiosa, comenzó a hablarles. Tenía un buzo muy rojo que contrastaba con el negro de los uniformes. Les hablaba de Dios, de ganarse el cielo, les decía que dejaran de reprimir, “porque acá se salvan, pero allá arriba no hay salvación”. También les pidió que se arrepintieran, que sean buenas personas y les recalcó que “el pueblo está sufriendo”.

Muchos la escucharon con atención, algunos manifestantes se rieron. Luego, un referente de una organización se le acercó, le habló al oído y ella se calló y se sentó con las demás personas.

Pasadas las 18, las negociaciones parecieron llegar a término. Alejandro Amor, Defensor del Pueblo, anunció que iba a poder hacerse la olla popular, pero no armarse la carpa refugio.

La policía comenzó a retirarse, algunos miembros de la fuerza provocaron a los manifestantes golpeándolos, mientras se iban yendo.

La gente, disfrutando de un pequeño triunfo, comenzó a cantar que “El pueblo unido, jamás será vencido”. Se habían reunido ahí para tratar de dar abrigo y comida a las personas que viven en la vía pública.   El Segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle arrojó que 7.251 personas viven de manera efectiva en la calle. De ellas, 871 son niños, niñas y adolescentes. Además, 40 mujeres están embarazadas. El 52%, declaró que por primera vez no tiene un techo.

La Policía detuvo a las personas que intentaban armar la carpa para que duerman las personas en situación de calle.

Quemá esas miserias

Quemá esas miserias

La tradición de la quema de las miserias comenzó en la Antigua Roma y llega a nuestros días.

El domingo 30, el portón del ex centro clandestino de detención y exterminio El Olimpo, sobre Lacarra y Ramón Falcón, estaba abierto de par en par, con un fantoche, en forma de mundo, desparramado sobre un camión en la calle. Era una tarde fría de invierno y se escuchaban de fondo un grupo de sikus andinos. Mientras tanto, desfilaban, como descosidos, unos zancudos de trajes violeta y blanco, con sus caras pintadas al tono, parecían formar parte de un carnaval veneciano. Unas brujas afinaban el tono de sus carcajadas. Acompañaban el recorrido que tenía como destino final el Parque Avellaneda, donde un rato más tarde arderá la fogata de San Pedro y San Pablo. Decenas de payasos iban y venían con papelitos y lapiceras, listos para anotar las diferentes miserias que los vecinos exigían tirar a la hoguera.

¿Sincretismo ancestral? ¿Religiosidad? ¿Qué más da? Los orígenes de esta fiesta popular se remontan a la Antigua Roma, siguió con la llegada del cristianismo -donde adquirió su vinculación con los santos-, atravesó la Edad Media y llegó hasta el siglo XX en forma de fogata. Sobre las costas del Río de la Plata, el rito se registró en un tango, “San Pedro y San Pablo”, versionado en 1959 por Aníbal Troilo y Roberto Goyeneche: “Los purretes trajeron la madera, tablones, sillas rotas y un cajón”, cantaba El Polaco.

La procesión comenzó en el ex centro clandestino de detención El Olimpo y terminó en Parque Avellaneda.

Héctor Alvarellos, director del teatro comunitario La Runfla, que funciona en el Parque Avellaneda, explicó el funcionamiento de la fogata como ritual colectivo y por qué esta costumbre milenaria sigue siendo convocante.

“Si vos escuchas lo que está sonando -comenta Albarellos- es la réplica de lo que son los pueblos originarios. La fiesta nos viene de la Edad Media. Y también está el fuego, que es lo más primitivo que tenemos como seres humanos y por eso es tan potente. La gente lo entiende así y acá están acoplados el Centro Cultural, colectivos de clowns, La Runfla, el grupo Caracú, el teatro Callejero por Mujeres y la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático). También participan grupos de música, todos se van sumando y en la ronda final, participa todo el pueblo. Ahí se genera lo mágico: el encendido del fuego y en ese instante de silencio, cuando las llamas trepan, se produce lo más potente”.

Lo que explicás va más allá de la fogata de San Pedro y San Pablo, ¿cómo se articula con los eventos que solían hacerse en los barrios porteños?

– Acá, en Buenos Aires, era la Fogata de San Juan y la de San Pedro y San Pablo. Nosotros a esa fecha le agregamos esto que se llama ‘Luz de Fuego’, que es la propia impronta de lo que es el grupo de Teatro Callejero La Runfla. Se hizo con la comunidad y no importa que tenga un origen religioso. Lo que importa es el encuentro. Y entonces todo este sincretismo religioso, que se arma con la fogata y con la wak´a (lo sagrado) de las culturas originarias, nos pone en una igualdad, por eso la ronda de seres humanos. No nos importa a nosotros de dónde venimos, somos todos terráqueos y eso es lo que estamos tratando de poder entender.

“Está prohibido quemar personas -explicó un payaso-, solo miserias”. La caravana se lanzó a las calles convocando a los y las vecinas a escribir en papelitos las miserias a incinerar. Alvarellos, con micrófono en mano, las fue leyendo junto al fantoche. Las repetidas pedían tirar al fuego a la pobreza y al patriarcado.

Manuel, que estaba sobre unos zancos muy altos, contó, mientras sorteaba las ramas de los árboles, que es del barrio de Floresta y que no se pierde la fogata por nada del mundo. Felicitas, de 7 años, se unió a la caravana con su monstruo, es el segundo año que va a la quema a arrojar sus fantasmas. Opina que el fuego es terrorífico, pero no le da miedo. Dos turistas españolas, sorprendidas por todo lo que veían, decidieron sumarse.

La primera parada, es en la Plaza Coronel Ramón Falcón, donde un grupo de bailarines africanos contagiaron el ritmo de sus tambores, para luego terminar todos bailando una chacarera colectiva. Al llegar a Directorio, la policía ya había detenido el tránsito y una gran cantidad de personas estaba aguardando la llegada del fantoche. Cuatro payasos preguntones rodearon al oficial, en plena avenida, para que pudiera expresar sus miserias y así hacer su aporte.

El patriarcado y la pobreza fueron las miserias más elegidas por los vecinos para arrojar al fuego.

La entrada al Parque ya era una fiesta, los tambores del Taller de Lucho tocaban a pleno. El responsable del grupo manejaba la batuta como un director de orquesta. La multitud llegó al viejo tambo, en el centro del Parque, donde se desarrolla la escena en la que el fantoche se rebela ante la gente. Pero las fuerzas de lo colectivo, entre las brujas, los payasos preguntones y los malabaristas sobre sus zancos, con antorchas de fuego, lograron reducir al fantoche.

Luego aparecieron en el escenario todos los fantochitos que trajeron las distintas organizaciones: las escuelas, los Centros Culturales y los y las vecinas. De allí todos se dirigieron hacia la cancha de fútbol, ubicada al lado de la autopista, donde se encontraba la montaña gigante de maderas, ramas y cartones que en poco más se transformaría en hoguera. Ahí se fueron acomodando cada uno de los fantoches. En la parte superior, se logró acomodar el muñeco más grande.

Luego, se ultimaron los detalles de seguridad, a cargo de los bomberos. Varios hombres, con bidones de combustible, rociaron la montaña. Mientras los organizadores pedían que el público retrocediera para evitar accidentes.

Decenas de payasos anotaban en papelitos las diferentes miserias que los vecinos exigían tirar a la hoguera.

Ya era de noche, la multitud, en la oscuridad expectante, comenzó a ovacionar al grupo de personas que entraron al círculo y rodearon la montaña con las antorchas encendidas. Las tiraron al montículo y retrocedieron rápidamente.

En un instante, todo se convirtió en una gran bola de fuego, el calor se sintió en las caras, de manera muy intensa. Ese calor obligó a los presentes a retroceder, percibiendo una fuerza originaria. Las personas comenzaron a correr alrededor del fuego, cientos corriendo en círculo, como si fuera una danza milenaria, mientras las chipas y las brasas volaban sin rumbo.

Al mismo tiempo, cientos y cientos de asistentes miraban el espectáculo hipnotizados. No se distinguían los rostros en la oscuridad de la noche. Algunos celulares iluminaban la escena y registraban la fiesta popular, en que los seres humanos se reconocían como tales en la penumbra.