De Cybercirujas y obsolescencia programada

De Cybercirujas y obsolescencia programada

Un club de «empoderamiento computacional» lucha contra la cultura del «úselo y tírelo». Sus miembros recuperan viejo hardware y lo ponen en circulación. La mirada política sobre la tecnología.

Este sábado tuvo lugar un encuentro cyberciruja en la sede de RLab, un espacio de aprendizaje y debate sobre tecnología entendida como un fenómeno social, histórico, político y económico. Entre placas, cables, teclados y destornilladores, ANCCOM habló con dos miembros del club. 

Uctumi, además de hacer cybercirujeo, hace música electrónica con computadoras obsoletas y chiptune. Soldán es profesor de educación primaria, editor de la Revista REPLAY, “karateka de la patria” y cyberciruja.

El Cybercirujas Club tuvo sus inicios en las movidas culturales de videojuegos independientes. “Se nos ocurrió reparar computadoras viejas e instalarles algunos juegos viejos, demostrar que se pueden seguir usando y ampliar un poco los eventos”, cuenta Soldán. 

La pandemia puso sobre la mesa la problemática sobre la conectividad. Nicolás Wolovick, desde Córdoba, y Soldán, en Buenos Aires, aportaron su tiempo y conocimientos a disposición para ayudar a aquellos que necesitaran una computadora o tuvieran alguna en desuso que, con un mantenimiento, pudiera ser recuperada. 

De a poco se fue sumando gente interesada en ayudar, consolidando, así, el club.  Dentro de Cybercirujas hay personas de ámbitos variados que tienen en común, por un lado, la manera alternativa de relacionarse con la electrónica y, por otro, una mirada política sobre el uso de la tecnología, entendiéndola en sentido amplio.

Los encuentros

Hay diferentes dinámicas de encuentros cybercirujas. Los eventos más masivos y festivos tienen la función de difundir la actividad del club. Generalmente, se nuclean distintas agrupaciones en estas fechas y, por lo tanto, se llega a más cantidad de personas. Asimismo, se arman actividades para recibir y dar equipos; y hay reuniones organizadas propiamente para reparar. 

“Tratamos de armar pequeñas células donde cada uno pueda colaborar de la manera que sea. Que el que quiera participar, lo haga desde donde pueda. Te podés acercar a ayudar a reparar equipos. ¿No sabes? Lo que buscamos es intentar desarticular un poco los nichos cerrados, socializar la información y los debates que se generan en estos círculos y no salen de ahí. Lo interesante es cuando se mezclan todas esas individualidades y se va formando un caldero cyberciruja donde, entre todos, vamos armando la gran olla popular”, asegura Soldán. 

“Úselo y tírelo”

Gran parte de la militancia de cybercirujas tiene que ver con una preocupación por el impacto ambiental de la industria tecnológica, que es muy contaminante. “La lógica del mercado es producir, consumir y tirar. Creemos que no es necesario producir tanta cantidad de dispositivos que se van a desechar al poco tiempo para comprar un modelo más nuevo” explica Uctumi y agrega: “A medida que avanza el hardware, los desarrolladores de software le van agregando capas que lo hacen más complejo innecesariamente, lo hacen más pesado y, por ende, deja de correr en las máquinas más viejas. Es una retroalimentación: necesitás hardware nuevo para que corran las nuevas actualizaciones de software para seguir haciendo lo mismo”. 

Empresas como Apple imponen ciertas tendencias que luego son adoptadas por todo el mercado. Por ejemplo, placas que vienen ya cerradas, a las cuales no se les puede agregar ni sacar nada. Esto es más evidente con los teléfonos celulares que,  además de ser más difíciles de reparar, están pensados tanto desde el software como el hardware para ser descartados en dos años. 

Otro ejemplo es el de los autos eléctricos. Al tener más componentes informáticos, hay partes que no pueden ser reparadas, o únicamente lo podrá hacer el fabricante. Por más que se alimenten con energía verde ¿qué propósito tiene si todos los años tienes que fabricar los mismos dispositivos?

«Mistisismo tecnológico»

“Algo muy propio de nuestra forma de ser latinoamericana es que acá no ves gente que tire, por ejemplo, un monitor plano en buenas condiciones” reflexiona Soldán. “La gente los usa hasta que se rompen. Lo que sí se tiran son los monitores viejos de tubo. El consumo masivo de bienes electrónicos está pensado para el mercado primermundista, donde se tiran muchas cosas en perfecto estado porque ya no se usan. En Latinoamérica existe una lógica de reparación bastante fuerte. Lo atamos con alambre, como se dice popularmente, pero los bienes informáticos tienen un aura de misticismo que no tienen otros objetos. Si se rompen, se tiran”.

En relación a esto, Uctumi continúa diciendo: “Y se hace por desconocimiento, a veces se descartan aparatos que, si se le agrega más memoria, si se reemplaza el disco rígido o el procesador, o mismo si se cambia el sistema operativo, pueden seguir funcionando bien. Estamos en contra de la idea de que la tecnología no se puede reparar, que los usuarios no puedan desarmar y mantener sus propios equipos”. 

Con respecto a lo anterior, añade: “El conocimiento práctico, alternativo, es fundamental en lo que hacemos nosotros. A veces el conocimiento académico no es útil, muchas veces hay que salir de los manuales. Hay que tener interés y ganas de aprender, más que nada. Una actitud distinta: investigar, preguntar, acercarse a algún lugar y perder el miedo”. “No todo tiene que ser desarmar una computadora, podés probar usando otras aplicaciones o sistema operativo. No hace falta ser un hacker loco», concluye Soldán.

Software libre

Desde cybercirujas, se le da mucha importancia a la promoción del uso de software libre. Además del convencimiento ideológico, esta militancia tiene un anclaje práctico. Este tipo de software tiene un modelo de desarrollo distinto al de los sistemas comerciales. Cuentan con lo que se llama código abierto: cualquier usuario tiene acceso a ver cómo está hecho. 

Esto, por un lado, permite a los usuarios desarrollar solamente lo que se necesite, es mucho más optimizado. Se le saca todo lo accesorio que hace al sistema tan pesado. Esta flexibilidad adaptable los vuelve ideales para utilizar en los equipos “viejos”. 

Por otra parte, es una alternativa a los softwares privativos de código cerrado que, al no tener el código fuente disponible para cualquier usuario, no hay forma de analizar qué hace o deja de hacer el programa. En relación a esto, surgen muchos problemas de privacidad y seguridad. 

Compromiso político

Ambos integrantes de Cybercirujas insisten en empoderarse y hacer un uso político de la tecnología, no naturalizarla. “Tiene que haber un cuestionamiento de lo que usamos. Se dice ‘no entiendo nada de tecnología’ con mucha liviandad, como si fuera algo meritorio, cuando gran parte de nuestra vida pasa por ahí. Queremos concientizar sobre el uso de la tecnología porque creemos que hay un gran costado político que se ignora”, cuestiona Soldán. “Nada es neutral. Cada decisión que una empresa toma, impacta en nuestras vidas. Existen otras formas de comunicarnos, de relacionarnos, que no tienen porqué estar mediados por las tres empresas que dominan el mercado y se aprovechan del desconocimiento”.

“Se dice ‘este es el futuro, esto es el progreso, hay que adoptar todas las tecnologías ya’. Si no aceptás eso, estás afuera. Bueno, no es tan así. Hay que parar un poco, analizar qué nos sirve, las implicancias que tienen antes de adoptarlas, parcial o totalmente” concluye Uctumi.

¿Dónde donar?

Aquellos interesados en donar hardware que no utilizan pueden comunicarse con Cybercirujas a través del correo electrónicol cybercirujas@nodocongreso.cloudAhora mismo necesitan monitores planos y placas de wifi para PC.

Además, cuentan con un instagram Cybercirujas Club (@cybercirujas.club) • Instagram photos and videos y un foro con información y espacios de consulta. 

“Salir de la inercia y hacer un uso consciente de la tecnología”

“Salir de la inercia y hacer un uso consciente de la tecnología”

La vorágine de pantallas y datos en la que vivimos hoy tiene un nombre y es sociedad de la información. Desde que googleamos el clima a las 8 de la mañana hasta que nos quedamos dormidos scrolleando en Instagram, compartimos información. Nuestros gustos, amistades, ubicaciones e intereses se materializan en clicks que construyen nuestro “ADN digital”. 

A partir de la pandemia, nuestra inmersión en el mundo virtual, que ya había comenzado, fue profunda y continua. La tecnología se adapta a nuestras nuevas necesidades y nos ofrece cada vez más herramientas para facilitar la vida no presencial. Pero, ¿será realmente la tecnología la que se adapta a nosotros? ¿O al revés? 

En su última actualización, Whatsapp nos regaló la posibilidad de transformar un minuto en 30 segundos. Varias semanas después, la aceleración de los mensajes de voz demostró su notoria utilidad laboral, pero a nivel personal sigue generando dudas. ¿Cuán grave es dejar de percibir elementos claves de una conversación, como son los silencios y entonaciones? ¿Y si perdemos la costumbre de la cadencia regular de una charla? 

Conversamos con una lingüista, un experto en manejo del tiempo y una especialista en tecnologías y subjetividades para formarnos una idea más clara. 

¿Hay algo que se pierde?

Valentina Noblia es doctora en Letras y estudia los cambios en el uso del lenguaje en contextos mediados por lo digital. “Cuando a un lingüista uno le pregunta qué pasa con el lenguaje, yo siempre contesto que no pasa nada. A los que nos pasan es a las personas”, afirma. 

Ella aclara que lo que cambia no es el lenguaje, que es una capacidad, sino el uso de la lengua. Pero no le asustan los vertiginosos avances técnicos, aunque modifiquen nuestras experiencias comunicacionales: “Esas son posibilidades que las personas podemos usar. A veces hay recursos maravillosos, pero si la cultura no se los apropia y los transforma en alguna herramienta, no se constituyen en sí mismos como recursos de comunicación. La misma cultura se apropia, desarrolla o va ajustando las nuevas tecnologías”. 

Y al pensar en particular en la posibilidad de acelerar las voces, Noblia asegura que, mientras no sea una imposición, no piensa que se pierda nada porque será usada de acuerdo a las circunstancias. 

No somos meros espectadores 

Existe, entonces, una relación muy fuerte entre cultura, tecnología y uso de la lengua. Ahora, ¿qué rol cumplimos las personas? ¿Es posible rechazar una tecnología de gran utilidad, aunque la reconociéramos como negativa? 

Margarita Martínez, doctora en Ciencias Sociales y especialista en nuevas tecnologías y subjetividades contemporáneas, invita a reflexionar: “Muchas veces echamos la culpa a los artefactos de procesos que habían comenzado antes. Somos nosotros quienes decidimos utilizar la función de acelerar los audios. Si noto que me provoca efectos negativos, soy también soberano para dejar de hacerlo. No debemos infantilizarnos ante ese y ante ningún recurso suponiendo que nos va a controlar o dominar”. 

Gran parte de nuestra socialización pasa hoy por plataformas digitales, transformación a la que las sociedades se van acostumbrando de forma segura, aunque paulatina. Ante la resistencia que a veces evoca la tecnología, Martínez aconseja: “Romper la dicotomía natural/artificial podría ayudar a pensar este punto. El ser humano es un animal social que estuvo privado de toda sociabilidad corporal presencial, y la técnica supo restituir o sostener la dimensión humana por excelencia hasta nuevo aviso”. 

Por último, dice: “Si la aparición de esta función nos hiciera demandar comunicaciones aceleradas, la pregunta sería más bien qué tipo de vínculos estábamos desplegando que ni siquiera ameritan el tiempo de una escucha a ritmo normal”. 

La famosa “productividad” 

Pablo Fernández es periodista e investigador especializado en sociedad, innovación y manejo del tiempo. Respecto a WhatsApp, concede que “en realidad no está necesariamente mal, pero también se podrían haber hecho otras funciones que ayuden a que la gente viva un poco más tranquila, como programar chats”. 

Como coautor de dos libros salvavidas para la inmersión digital –La fábrica del tiempo y Cómo domar tus pantallas-, sus recomendaciones para la gestión del tiempo y el “detox digital” buscan ayudar a los usuarios a frenar la vorágine y repensar su relación con la tecnología. “Nosotros no proponemos desconectarte 100%, por motivos profesionales y personales. Esto está todo diseñado por gente que sabe mucho sobre el tema y que sabe qué botones tocar en nuestra cabeza para que nos enganchemos más”. 

Al pensar en esa relación, Fernández opina que, por supuesto, la pandemia reforzó un uso que venía de antes. Y afirma: “Hay que salir de la inercia, y hacer un uso más consciente de la tecnología. Es difícil, a veces cuesta, hay un montón de presiones, pero, aunque sea hay que empezar a pensarlo, y después accionar”. 

¿Y entonces? 

Seguirán apareciendo actualizaciones, como la de WhatsApp, que dan cuenta de la relación dialéctica entre las necesidades de los usuarios y los intereses de la industria tech.

Hoy, la línea entre lo tecnológico y lo no tecnológico es muy difusa, casi como dos colores de plastilina que quieren diferenciarse, pero ya son un todo. Y las posibilidades técnicas son cada vez más y mejores, pero estas no tienen por qué forzar un tipo de relación entre las personas y sus dispositivos. En ese sentido, son varias las instancias de resistencia ante procesos que no se sientan sanos, siendo la cultura el principal diferenciador entre lo que será adoptado y lo que caerá en desuso.

Amo y señor

Amo y señor

NewNewThe Control My Life» es una aplicación móvil presentada a finales del 2020 y es hoy la novedad en aplicaciones para influencers junto con Tik Tok. Se trata de una plataforma mundial con sede en Los Angeles, paga y solo disponible para dispositivos de Apple. Tal como explica su cofundadora y directora ejecutiva, Courtne Smith, NewNew tiene como antecedente otra app lanzada en 2018 denominada Surprize. En ese momento ella trabajaba en el staff del rapero Drake y en esa aplicación se regalaban artículos de lujo a los usuarios, desde cosméticos Kardashian, billeteras Gucci o entradas para un concierto del músico. En este caso, los usuarios jugaban una trivia de un minuto y ganaba quien contestara en menor tiempo. También la comunidad elegía a través de votaciones qué productos regalar. Hasta ese momento, la app se sustentaba con publicidad, recibía productos de marcas lujosas y generaba interés en diversos públicos. Tras estas experiencias, Smith decidió reconfigurar el objetivo de la app, diseñándola como un medio de conexión entre famosos y fans, generando así vínculos más estrechos y sobre todo, monetizándolos.

Una de las patrocinadoras de la app es la estadounidense Andreessen Horowitz, líder en las inversiones relacionadas a aplicaciones móviles. Entre los inversores también está el empresario y cofundador de PayPal, Peter Thiel, y el reconocido actor Will Smith (quien no tiene ningún parentesco con Courtne).

Pero no todo quedó allí, ya que en 2020 la aplicación recibió el respaldo de Snapchat, que incluyó a la nueva app en su programa Yellow Collabs. NewNew se encuentra en su etapa “beta” y se describe a sí misma como “un mercado de valores humano donde comprás acciones en la vida de personas reales, para controlar sus decisiones y ver el resultado”.

Pero ¿en qué consiste la aplicación? Está principalmente dirigida a lo que se llama creadores que pueden ser escritores, pintores, músicos, diseñadores de moda, influencers o cualquier persona que tenga una base de seguidores en plataformas como Twitch, Instagram, Youtube o TikTok. Está diseñada como un medio para que se conecten más estrechamente los ídolos con sus fans. Para esto, sus fanáticos pagan por votar decisiones cotidianas de sus “creadores” como por ejemplo la vestimenta que llevará ese día. Al seguidor se le presentan dos opciones y él elegirá la que considere; además puede pagar las veces que quiera (independientemente del resultado) para poder votar. También pueden pedir tareas o favores personales a los creadores: por ejemplo, en el caso de un escritor, un fanático pudo solicitarle que un personaje de la obra lleve su nombre. Sin embargo, para estas peticiones, los seguidores deben pagar un monto extra que va desde los $20 dólares.

Mientras que otras aplicaciones como Wishbone o Slingshot permiten a los usuarios comparar dos cosas y votar por su favorito gratuitamente, NewNew posibilita votar sobre aspectos del trabajo y la vida personal de una persona pagando por ello. De hecho, hay otras aplicaciones y servicios como PearPop, donde famosos como SnoopDog hacen un comentario en un vídeo por 250 dólares

Para muchos especialistas, la app de alguna manera busca controlar múltiples aspectos de la vida de otras personas como artistas, que pasan así a ser unas “marionetas” de la audiencia. Pero… ¿qué pasa cuando estas formas de interactuar influyen en el comportamiento de los sujetos? ¿Qué sucede cuando la tecnología y la era virtual transforman la subjetividad de los sujetos y sus interacciones en mercancías?

Para responder estas preguntas y analizar la aplicación desde una perspectiva psicoanalítica, ANCCOM diálogo con Diana Sahovaler de Litvinoff, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, docente y autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, la psicoanalista expresó: “En principio y desde el lado del fan se trata de un vínculo imaginario con el artista que apela a dejar una huella, una marca en el otro que nos interesa. Esta relación implica una fantasía porque se considera que la participación del fan interfiere en algún aspecto en la vida del artista. Además, lo hace partícipe en la emisión de sus mensajes”. Por el lado del creador, la docente expresó: “El ídolo no solo le pregunta a su público qué quiere que haga sino también a la gran web. En este vínculo, el fan quiere unirse al ídolo, pero el artista principalmente busca ser querido”. Tal como afirma la profesional esto se vincula con el fenómeno universal de querer gustarle a otro. Sin embargo, no todo se explica por lo afectivo sino que además esa relación está monetizada, es decir, el seguidor paga y el ídolo recibe un rédito económico. En este sentido, la autora menciona: “Esta aplicación apela a un público humano que va más allá de la tecnología, nosotros elegimos todo el tiempo sobre cuestiones cotidianas: qué hacer cuando nos levantamos, que comemos o cómo nos vestimos y lo hacemos sin darnos cuenta. Lo que revela esta app es la gran dependencia de los otros y la necesidad de satisfacerse para ser considerado”.

En cuanto a los tipos de vínculos que se generan, la docente expresa que no hay uno en específico sino muchos: “Se puede poner acento en el control, donde hay uno que obedece y otro que hace, es decir: existe un placer al ver que la otra persona obedece, lo cual complace. Puede ser una relación amante/amado, donde el amado es el ídolo, dejándose querer mientras que el otro, el amante quiere. Incluso como el de madre/hijo donde uno le ordena a otro lo que más le conviene o le hace bien”.

Respecto al impacto de este tipo de aplicaciones, es necesario destacar la voluntad de ambas partes a la hora de participar de estas encuestas. La especialista en este caso afirma que la aplicación no repercute en una patología o angustia directa sino que básicamente “desarrolla una fantasía”. En conclusión,  podemos decir que estos cambios de comportamiento junto con el avance tecnológico, lograron transformar la relación entre ídolos y fanáticos mediada por plataformas y aplicaciones. En pocos minutos la información fluye por las redes de los artistas y es fácil reunir a fans de todo el mundo en estos espacios virtuales. Al parecer, hoy ya no representa una odisea atravesar circuitos de seguridad para conversar o acercarte a tu ídolo sino que solo se necesita descargar una aplicación.

¿Educación virtual o educación a distancia?

¿Educación virtual o educación a distancia?

La pandemia condujo a un pasaje obligado, rotundo e inesperado hacia una educación virtual que transformó las formas de enseñanza y aprendizaje. En este contexto no solo se vio implicada toda la comunidad escolar sino las vidas de sus familias, los hábitos, las rutinas, las formas de relacionarse. En la eventualidad que nos acontece, la educación fue una de las cuestiones que primero generó incertidumbre, y entre las experiencias que ha dejado podemos dar cuenta de escenarios variados y disímiles. 

Alejandra Otero es profesora de inglés en tres escuelas públicas de la localidad de San Martín. En su experiencia con la educación virtual, señala que ha sido dificultosa ya que se trabaja mucho individualmente: “Hago videollamada con quién pueda y quiera, también mando audios a cada chico para responder sus dudas particulares, trabajo mucho con Whatsapp”. Alejandra cuenta que, si algún alumno no responde, se comunica con él para mantener el contacto, y comenta que la situación que atraviesan chicos y chicas en este contexto es multifacética: “Cada hogar y familia es diferente, hay que entender bien lo que le pasa a cada uno, por eso es necesario un seguimiento individual y acompañamiento”. 

La integración de tecnologías que implicó la pandemia propuso desafíos para muchos docentes. “Hay herramientas digitales que no sabía usar y las tuve que aprender, sigo intentando incorporar cosas porque si no quedas relegada”, expresa Otero, que señala que no se trata solo de aprender a usar tecnología sino aprender a hacer actividades virtuales: “Tenés que cambiar tu cabeza de docente, que planeaba de determinada manera en lo presencial, para pasar a pensar actividades nuevas y trabajar con las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación)”.  

Carolina Defiore, licenciada y profesora de Ciencias de la Educación que da clases en dos colegios de CABA, advierte que su caso es diferente, tiene contacto con todos sus alumnos y percibe que los niños y adolescentes son flexibles y se adaptan fácilmente a toda situación, con lo cual, siempre los encontró entusiasmados. “La mayor dificultad está en la falta de contacto con sus compañeros y en la organización de las tareas y horarios cuando no asisten a la escuela”, expresa. “El colegio como espacio físico organiza y marca las rutinas tan necesarias para ellos”. 

En relación a los cambios que se han generado con el advenimiento de la educación virtual, afirma: “Elijo verlo como una oportunidad llena de grandes desafíos para repensar las prácticas pedagógicas docentes, qué escuela queremos y qué rol cumple la tecnología para formar ciudadanos para el siglo XXI”. Sin embargo, observa que quedó evidenciada la falta de infraestructura para llevar adelante propuestas significativas, ya que el propio Estado no ha podido dar soluciones duraderas y efectivas. 

El Estado y las TIC 

Uno de los actores más activos desde el Estado en la búsqueda de integración de las tecnologías de información y comunicación ha sido Educar. Se trata de un programa nacional que funciona desde el año 2000 y que ha ido recorriendo las transformaciones del mundo digital. Actualmente se dedica a la producción de contenidos multimediales, acompañamiento a docentes, herramientas digitales para las infancias y para el mundo educativo. 

Cecilia Sagol, gerenta de investigaciones de Educar, explica que el portal web del programa cuenta con “más de 50 mil recursos educativos para usar en el aula, cursos para docentes y propuestas para los estudiantes”. Han trabajado con el plan Conectar Igualdad y se encuentran vinculados a los canales educativos del Ministerio de Educación, Canal Encuentro, Paka- Paka y Deportv

La gerenta de investigaciones explica que, desde Educar, el año pasado se lanzó “Juana Manso”: un programa federal que se codiseña con las provincias y que consta, por un lado, en brindar equipamiento y conectividad, y por otro es una plataforma que tiene aulas virtuales y un repositorio de contenidos. “La plataforma surgió muy tarde, en agosto, con lo cual tuvo un uso más bien experimental”, argumenta Sagol e indica que este año entre los niveles Inicial, Primario, Secundario y formación docente ya hay 300 mil usuarios: “Es un número grande, pero hay 11 millones de alumnos en argentina aproximadamente, todavía falta muchísimo por incorporar”. 

En la presencialidad la idea es que Juana Manso sea un espacio de proyectos, de aula expandida y complementaria. “Ningún organismo internacional recomienda que la educación inicial, primaria y secundaria se haga a distancia, esta fue una situación dada por una emergencia”, indica Sagol. En este sentido, se refirió a la forma de abordar la educación virtual en 2020: “Se intentó reproducir la presencialidad y no funcionó porque la tecnología no sirve para dar clases en forma tan expositiva, hay una serie de cosas que quedan afuera como el cuerpo y lo paralingüístico”. 

“Se puede dar un pasito más -dice Sagol-, y preguntarse si esas clases expositivas que los docentes venimos dando no están también en crisis desde hace tiempo, más allá de la pandemia”. Con lo que sugiere que se debería ir por una educación donde el estudiante tuviera un rol mucho más activo.

Nuevas preguntas

Algo de todo esto puede resonar como un eco cuando nos detenemos a pensar en la educación, y sobrevienen no pocos interrogantes: ¿Qué pasa con los cambios que han trascendido en la educación estos últimos tiempos? ¿Han acaecido con la emergencia de la pandemia o vienen de larga data? ¿Qué podemos rescatar? ¿Cómo podemos repensar estos espacios, vínculos y la institución misma de cara a un futuro pospandemia, con un modelo educativo con tecnología integrada?

Si bien las clases presenciales para los niveles Inicial, Primario y Secundario han retornado luego de múltiples vaivenes, el fenómeno de la virtualidad, que ha llegado a nuestra cotidianeidad y que es parte de una onda expansiva que abarca casi todos los espacios de la vida, invita a pensar: ¿En qué pensamos cuando hablamos de educación virtual? 

Silvia Simonetti, profesora de Filosofía y Pedagogía en instituciones de formación docente y nivel medio expresa que la educación virtual no nace con la pandemia, sino que es una tendencia que ya se venía instalando, que tiene que ver con cambios sociales profundos, no solamente a nivel educativo, y que con la situación de emergencia sanitaria se vieron acelerados. “Me parece que uno de los cambios tiene que ver con la fragmentación de lo atencional, las tecnologías no solamente tienen que ser pensadas en términos instrumentales y su uso produce una afección sobre la sensibilidad, que tiene impacto en las subjetividades”.

Simonetti, que también coordina talleres y encuentros filosóficos que promueven educación no formal y que intenta pensar los vínculos educativos no jerarquizados y no alienantes, señala que existe una modalidad atencional más a corto plazo, no solamente en las infancias sino de manera generalizada. Una atención que es rotativa y que se ve dividida en distintos escenarios: “Creo que aparece en el ámbito educativo una necesidad de atender esas circunstancias”, expresa.

A su vez, Simonetti marca una relación de tensión entre lo atencional y un cambio en la manera en que se percibe el tiempo y el espacio y que, de nuevo, se ve agudizado por el contexto de pandemia. Por un lado, advierte una superposición de ambientes donde se funden el espacio educativo, doméstico y laboral, y por otro, observa un cambio en la temporalidad: “Sobre todo en las infancias que consumen mucho más contenido audiovisual, videojuegos, que tienen una velocidad que no es la del tiempo escolar que requiere una demora, un tiempo de escucha y de comprensión”. En este sentido, da cuenta de la dicotomía entre atender esa velocidad o seguir insistiendo sobre la necesidad de otra temporalidad, que implica la reflexión, y delibera: “Quizás la pregunta que tenemos que hacernos los docentes es: ¿Cómo construir andamiajes entre esas velocidades?”.

Por su parte, Sagol, sugiere una aproximación que, en principio, marca la diferencia entre educación virtual y educación a distancia, donde la primera es un intento de mímesis de la presencialidad y la segunda, una forma de enseñanza que se atiene sobre todo a la asincronía. Argumenta que lo que la tecnología viene a aportar en la planificación educativa es “jugar con la ubicuidad, dejar materiales, abrir espacios donde se comenten esos materiales, en cualquier tiempo y lugar”. Un tipo de educación que se vincula a lo que llaman “asincronía creativa” y que propone también que los encuentros sincrónicos sean esporádicos, cortos y que, sobre todo, inviten al debate y al juego.

De cara a un futuro cercano

Todas estas cuestiones desembocan inevitablemente en analizar qué es lo que vendrá. Simonetti invita a pensar la escuela como una institución del cuidado: “La escuela tiene una tarea de brindar un espacio común, una experiencia común, y una experiencia mediada por el cuidado y por la posibilidad de hacernos preguntas que no siempre están a la mano”. En este sentido, si bien la integración tecnológica ha quedado instaurada, se preocupa por la idea de que la tecnología o el acceso infinito a la información parece ser lo que resuelve todo hoy. 

Simonetti señala que el acceso se encuentra en realidad vedado dado que las plataformas que se utilizan son privadas: “El mercado está interesado en que circulemos ahí todo el tiempo, generando metadatos, es un modelo de negocios muy próspero”. Con lo cual, considera que hay que pensar desde la escuela formas de escapar de los automatismos, sabiendo que los intereses del mercado no son inocentes, y “que no da lo mismo que la mediación la haga el mercado a que la haga la escuela”. En cuanto a la funcionalidad de esta institución de cuidado, concluye: “Mucho más allá de la cuestión de si se integra o no la tecnología necesitamos pensar qué estamos haciendo cuando integramos la tecnología. Creo que es una pregunta que tiene que instalar la escuela”.

¿Quién quiere ser financiado?

¿Quién quiere ser financiado?

El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015.

Un joven pasea en bicicleta y se detiene en medio del Parque Rivadavia al ver algo que le llama la atención: una tabla cuadrada de madera en el piso y, al lado, un hombre de guardapolvo blanco sosteniendo una rueda de bicicleta. El hombre le pregunta si quiere acceder a realizar una experiencia de física. El joven, sin dudarlo, se baja de su bicicleta y apoya su mochila roja en el suelo para iniciar el experimento. Se para en la madera, agarra la rueda que el hombre de guardapolvo hace girar, y se sorprende al sentir cómo su cuerpo va girando al ritmo de la rueda. Cuando termina la experiencia, el joven saca un diábolo bronco de su mochila, comparte su habilidad y explica al hombre de guardapolvo cómo funciona. Ambos se halagan y se despiden.

En el Parque, desde lejos, se podía ver un globo blanco y gigante con el lema “S.O.S ciencia”. Los árboles estaban intervenidos con telas de colores, y los postes de luz sostenían carteles con frases como: “Sin ciencia no hay soberanía nacional”, “Sin ciencia no hay futuro” o “No a la fuga de cerebros”.

Lo que sucedía en ese lugar era la segunda edición del Festival Ciencia Paliza, un evento organizado por las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de exponer los temas sobre los que trabajan los científicos argentinos y las consecuencias del ajuste en el área. El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015, lo que representa un recorte de 23 mil millones de pesos.

Diego Golombek fue uno de los científicos que dialogó con el público.

La jornada comenzó a las 14 con la fuerza de la batucada de mujeres Talleres Paliza y contó con la cálida conducción de las científicas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)   Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni.  Remarcaron que esta segunda edición fue organizada debido a que  la situación no mejora desde aquel primer festival en Parque Centenario. Sostuvieron que “la idea es visibilizar el impacto que tiene el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología, mostrar qué es lo que hacemos en los laboratorios, crear un espacio de diálogo para escucharnos, discutir propuestas, para ver qué podemos hacer como ciudadanos y también, pasarla bien”.

Durante las cuatro horas que duró el festival, se podían visitar stands que si bien estaban principalmente destinados a los niños, personas de todas las edades se vieron interesadas. La mamá de dos niños de 9 y 4 años expresó: “La ciencia es muy importante en la crianza de mis hijos. Los llevó a un colegio laico y trato de que se fomente la educación razonada y no religiosa. Me interesa todo lo que fomenta el acercamiento a las ciencias duras y sociales. A mi esposo le interesa mucho lo que es el mundo animal, vegetal y a mí todo lo que es cultural. Me enteré por la batucada y nos quedamos porque apoyamos todo lo que sea luchar por el presupuesto en ciencia».

Las conductoras narraron varias historias sobre ciencia y hubo “mateadas científicas” en las que intercambiaban inquietudes y propuestas con el público sobre diversos temas, como el voto electrónico, la educación sexual integral, las tormentas, el narcotráfico, entre otros.

Entre los científicos que conversaron con el público estuvo el biólogo Diego Golombek: “Voy a seguir  insistiendo en que la ciencia y la tecnología son el camino, aun cuando estemos en tiempos tan oscuros y urgentes. Si un chico tiene vocación por la ciencia hay que apoyarlo, ya que la ciencia no es para genios, sino para apasionados. Parafraseando al poeta Gabriel Senaya: ´Si queremos futuro, la ciencia es un arma cargada de futuro´”.

Familias y, principalmente chicos, participaron de una jornada reflexiva pero también lúdica.

Una de las actividades más concurridas del evento fue la entrevista abierta a Mario Pecheny, doctor en Ciencia Política, docente, investigador del CONICET y próximamente director del área de Ciencias Sociales y Humanidades de dicho organismo, y Roberto Salvarezza, presidente del CONICET entre 2012 y 2015 y actualmente diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.

Si bien Pecheny tendría que haber asumido el directorio el año pasado, los conflictos presupuestarios hicieron que su nombramiento se demorara un año. Con respecto a esta situación, aprovechó el espacio para agradecer a Dora Barrancos, quien fue directora del área desde el 2010 hasta el mes pasado, y renunció en señal de protesta.  Finalmente, el doctor en Ciencia Política asumirá el 12 de junio y aseveró que Barrancos tiene “una fuerza inigualable y deja la vara muy alta”.

Durante la charla, las conductoras hicieron mención reiterada a lo ninguneadas que están las humanidades. En el mismo sentido, Pecheny expresó que no está de acuerdo con esa idea de que aquello que hacen los científicos debe ser útil,  ya que la utilidad lleva su tiempo.  “A cualquier cosa que se nos ocurra, desde por qué nos matamos cuando manejamos mal con el auto, o por qué se embarazan quienes no quieren quedar embarazadas, uno podría buscar la respuesta en términos de ingeniería. Pero no tiene que ver con la calidad del cinturón de seguridad, ni con los métodos anticonceptivos,  sino con las relaciones sociales. ¿Por qué seguimos normas?, ¿Por qué no? ¿Por qué tenemos deseos? , ¿Por qué la gente vota en contra de sus propios intereses? Esas son las cosas que estudiamos en las Ciencias Sociales y hay algunos que no les interesa que se sepa todo”.

Los científicos realizaron una parodia del programa «¿Quién quiere ser millonario?!

En relación al valor de la investigación en Ciencias Sociales agregó: “¿Por qué pensar que no es útil trabajar sobre desempleo, pobreza, cuestiones de salud, violencia, género?”. Afirmó que las investigaciones humanistas no tienen que ver con cosas altamente cotizadas como el “litio” o la “nanotecnología”, pero sí con la “felicidad y el sufrimiento de la gente.”

En cuanto a la fuga de cerebros, Salvarezza sostuvo que los jóvenes científicos tampoco tienen lugar en el mundo privado. “La mayoría de los jóvenes que son muy buenos, tienen contactos en el exterior porque el 30% de la ciencia argentina se hace en cooperación internacional, están buscando futuro en otro lado”.

Además, Roberto Salvarezza expresó que la idea de tener más ciencia está asociada al desarrollo de los países: “Durante 12 años argentina apostó a investigar y a tener mayor número de científicos. Teníamos 3.000 científicos en 2003 y llegamos a tener 10.000 en el 2015. Con esto tampoco alcanzaba,  porque en el país tenemos 3 investigadores cada 1.000 habitantes de población económicamente activa y los países desarrollados tienen 8, 12 o 14”.

Denunció que el Gobierno, en vez de alentar a los científicos, reduce bruscamente su ingreso al CONICET y al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), por ejemplo. Alguien del público quiso saber:

-Por qué al gobierno no le interesa tener más científicos.

-Cuando al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, le preguntaron qué estaba sucediendo con el reclamo de los científicos contesto: “Habría que debatir si la ciencia es una prioridad para la Argentina” – recordó y como buen científico interrogó: “En este sentido el diputado preguntó: “¿Qué país del mundo se cuestiona eso? ¿Estados Unidos? ¿Inglaterra? ¿Francia?”

Salvarezza sostuvo que este gobierno tiene una idea de Argentina que va en contra de lo que están realizando esos países: “No vamos hacia el desarrollo en el que la damos inclusión a todos. Vamos al camino del subdesarrollo,  a ser proveedores de materias primas, y como proveedores de materias primas, alcanza para 20 millones de argentinos, los otros veintipico nos quedamos afuera”.

En diálogo con ANCCOM el diputado reflexionó: “Hoy sabemos lo que necesitamos. ¿Pero podemos saber lo que vamos a necesitar dentro de dos años? Está muy bien que uno destine prioritariamente ciertos fondos donde sabés que lo necesitas hoy, pero a toda la ciencia la tenés que financiar porque ninguna sociedad sabe qué va a necesitar mañana. No perdamos de vista lo que es la riqueza del conocimiento o para una sociedad”.

A modo de cierre, Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni propusieron jugar a ¿Quién quiere ser financiado?, haciendo alusión al programa  de televisión ¿Quién quiere ser millonario?, en el que participó una científica del CONICET para ganar dinero y destinarlo a su proyecto de investigación. En el público se formaron dos equipos, uno liderado por el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Juan Carlos Reboreda, y otro por la decana de la Facultad de Filosofía y Letras, Graciela Morgade.  El juego no tuvo dinero como recompensa para el equipo ganador (Filosofía y Letras), pero sí finalizó con un abrazo entre los dos decanos, simbolizando la unión entre ambas facultades que seguirán luchando por más presupuesto para la ciencia.