Teatro para no olvidar

Teatro para no olvidar

Se inició un nuevo ciclo de Teatro por la Identidad, el brazo cultural que ayuda a las Abuelas de Plaza de Mayo a buscar a sus nietos y nietas apropiadas.

“Yo creo que todo teatro es político, hoy estar arriba de un escenario es una declaración política a favor de la cultura y del arte”, expresó Cristina Fridman, productora y fundadora de Teatro por la Identidad, el ciclo que desde hace 24 años acompaña la búsqueda de los nietos y nietas de las Abuelas de Plaza de Mayo apropiados por la última dictadura.

Es el primer lunes de junio en el Teatro Multitabaris a las 20 horas y Teatro por la Identidad inaugura una nueva edición del ciclo, esta vez a través de la obra Idénticos bajo la dirección general de Daniel Veronese y la coordinación dramatúrgica de Mauricio Kartun. Una serie de micromonólogos que hablan de la identidad y de la importancia de saber quiénes somos. Arriba del escenario los actores y actrices interpretan distintos personajes desde el humor, la nostalgia, el recuerdo y el dolor, haciendo que los espectadores se suban a una montaña rusa de emociones.

A pesar de la noche fría y que hace unas horas fue la marcha Ni Una Menos, sorprende la cantidad de personas que desde una hora antes hace cola para retirar su entrada gratuita para disfrutar del espectáculo. La fila llegaba al final de la cuadra. Todos los que pasaban por la tan transitada Avenida Corrientes preguntaban: “¿Qué obra van a ver?”

Teatro por la Identidad surgió en el 2000 y en el 2004 se convirtió en una asociación civil sin fines de lucro, con el objetivo de acompañar la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo, que desde hace cuatro décadas sigue el rastro de más de 300 nietos y nietas que tienen su identidad secuestrada. El ciclo teatral recorre los escenarios de Argentina realizando funciones gratuitas para todo público.

Todos hablaban con todos y la charla en la fila sólo era interrumpida por las susurradoras de historias que regalaban una selección de poesía y cuentos al oído. La gente transformó el día frío en un clima cálido y ameno que lo llevó hasta adentro del teatro.

En el escenario se presentan once sillas vacías y una luz azul tenue, para ser ocupadas por los actores y actrices que luego empezarán a sorprender a los espectadores. La actriz Jorgelina Aruzzi dio apertura a la función explicando la razón de Teatro por la Identidad y cerró con un mensaje que sostiene la relación del arte en la política: “Luchar contra la herencia de la dictadura, porque ven a la cultura como enemigo”. Luego, la actriz volvió a la butaca y disfrutó de las actuaciones del resto de sus compañeros.

Dalia Gutmann, Osqui Guzmán, María Carámbula, Diego Gentile, Victoria Almeida, Cristian Sabaz, Ingrid Pellicori, Gonzalo Urtizberea, Malena Figó, Daniel Campomenosi y Manuel Fanego fueron los encargados de esta miscelánea de monólogos que conforma Idénticos: hicieron reír, interrogar, emocionar y hasta llorar a los presentes.

En Teatro por la Identidad actúan para no olvidar, para encontrar la verdad, para despertar la duda a través de la acción y la emoción. Los artistas jugaron en el escenario, acompañaron cada monólogo de sus compañeros sin esconder lo que les provoca.

El lema de este año es “pensar quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos ser”.  Teatro por la Identidad utiliza el escenario como puente e impulsa la búsqueda de personas desde el amor y el juego y provoca en muchos la dichosa sensación de saber quiénes somos.

Además de los monólogos, la obra es acompañada por intervalos de música en vivo, en este caso con la voz de Gloria Carrá, acompañada por Piter Josami Torres, en la guitarra.

 “Es un espacio de arte y militancia, y un lugar en donde realmente se fue contando, alrededor de 24 años de trabajo y mucho compromiso, de mucho amor, de mucho aprendizaje y del camino que nos dejaron las Abuelas de Plaza de Mayo”, expresó Cristina Fridman, en diálogo con ANCCOM. Y completó: “Como decía José Martí: ´Seres cultos para ser libres´ y creo que esa es la función y hoy estar acá arriba es ejercer la libertad, el sentimiento, el pensamiento de todo. Y eso junto que trasciende el teatro, es Teatro por la Identidad”.

El actor Manuel Fanego también dialogó con ANCCOM dijo: “Para mi Teatro por la Identidad es un lugar fundante de mi trabajo y es un ejercicio necesario de la memoria y de la reconstrucción social de una parte de la sociedad que fue diezmada. Teatro por la Identidad es una reparación social como encuentro teatrista, es como darle de nuevo al teatro esa función de comunicar y de interpelar a la sociedad”. Fanego fue uno de los que sembraron la semilla de este espacio e iniciaron esta aventura convertida en militancia.

La comediante Dalia Gutman también parte del ciclo señaló: “Es una oportunidad, primero porque hay gente muy interesante del teatro argentino como son los productores, el director en la programación, otros trabajadores. Es una manera diferente de tratar una parte muy oscura de nuestro país, tratar para que siga circulando entre la gente que viene a ver esto y entre la que escucha los testimonios”.

“Pasas por todas las emociones –agrega Gutman-, hay monólogos que te estrujan el corazón, otros que te hacen reír, que te hacen reflexionar sobre la identidad de cada uno, hay unos más divertidos y hay otros más solemnes pero que tienen un mensaje. A mí me gusta el humor y a mí me gusta eso, cada intérprete lo hace desde donde se siente más cómodo. Yo no estoy tan acostumbrada a un texto ajeno, estoy más acostumbrada a escribirme, pero es una práctica que está buena”.

El actor Osqui Guzmán contó que participa del ciclo desde el año 2001: “En Teatro por la Identidad pude encontrar un lugar de lucha y ahí entendí como nuestro país, nuestra sociedad, nuestros orígenes son constantemente espacios de lucha para no ser colonizados, para mantener nuestra identidad viva y para crecer como país, como pueblo y también como personas”. Y agregó: “El arte y la cultura es por sí una acción política, no la ejercemos los artistas sino el pueblo, eso es lo más contundente y lo más fuerte, en una crisis como esta, el pueblo con el mayor esfuerzo sigue yendo al teatro. Los artistas los esperamos, tal vez ganar menos, hacer teatros más baratos y abaratar entradas, pero tratar de hacer del teatro un puente porque se puede, no porque lo digamos nosotros que somos trabajadores de la cultura, sino porque el pueblo cuida, participa, el teatro crea relaciones históricas entre lo que fuimos, lo que somos y lo que debemos ser. Hoy para colonizar se ataca mucho a la cultura y por eso nosotros vamos a seguir haciendo nuestro trabajo, para que el pueblo siga haciendo su cultura”.

Al finalizar la obra, todos los que hicieron posibles Idénticos llamaron al escenario a Miguel “el Tano” Santucho, hermano de un nieto restituido gracias a Abuelas de Plaza de Mayo.  Santucho contó la historia de búsqueda de su hermano iniciada por su abuela Nélida Navajas y continuada por él. El Tano llamó a seguir buscando a los nietos y nietos que faltan. 

El homenaje a la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, fue otro momento emotivo de la noche con un: “Hasta la victoria siempre. Venceremos”, como decía Norita.

Las próximas funciones gratuitas serán el 10, 24 de junio y el 1 de julio a las 20 horas. Las entradas se retiran desde las 19 horas en la puerta del teatro Multitabaris Comafi (Av. Corrientes 831 – CABA).

 

 

 

Samanta Schweblin, al teatro

Samanta Schweblin, al teatro

La directora Mariana Obersztern llevó al escenario el cuento «Nada sobre todo esto», protagonizada por Mirta Busnelli, María Merlino y Vanesa Maja.

Una hija y una madre conviven en un auto en el que repiten todos los días la misma actividad: mirar casas. Así es que llegan a una vivienda muy especial, de tres livings y mesas de mármol blanco. Pero la madre esta vez pasó el límite: su auto invadió una casa ajena, embarró todo el jardín y ya no puede dar marcha atrás. Se trata de lo irreversible, lo que no está adentro y se busca desesperadamente afuera. Una hija que narra, su madre que se obsesiona y una dueña que se pregunta quién va a pagar el daño hecho.

Esta es la trama «Nada de todo esto», un cuento escrito por Samanta Schweblin, que leyó la actriz María Merlino hace seis años, y desde entonces quiso llevar al teatro, aunque todos le decían que no era un cuento teatral, sino más bien audiovisual, cinematográfico. Así nació la puesta Ese Bow-Window no es Americano que se exhibe en Dumont 4040.

 

¿Cómo lograste concretar el proyecto?

María Merlino: Se me ocurrió llamar a Mariana (Obersztern), quien ya me había dirigido tres veces. Justamente eso que la gente veía como una contra, ella lo vio como algo positivo. Le gustó el desafío, esa cosa no tan teatral que tenía el cuento. Después de que ella lo leyera y me diera su visión, me di cuenta que todo lo que me contaba era lo que yo había pensado e imaginado y no había logrado poner en palabras. Así que a partir de ahí empezamos a armar el proyecto: Mariana como directora, yo de hija, Mirta (Busnelli) como la madre y Vanesa (Maja) como la dueña.

 

¿Qué te atrajo del cuento?

M.M: Principalmente el vínculo de madre e hija. Ese hábito o ritual que tienen de mirar casas que podría ser anecdótico, pero atrás de eso hay una relación bastante compleja.

En el cuento aparecen el esposo y el hijo de la dueña. En la obra son nombrados, pero no están encarnados en actores, ¿hubo una decisión de que sea una obra actuada solo por mujeres?

Mariana Obersztern: Absolutamente. A mí me daban ganas de concentrar y condensar ese universo femenino que me parecía que latía muy fuerte en el cuento, en el estilo de mirada de Samanta Schweblin, del detalle, de la sensorialidad. No tener que ser leal a la dramática de la obra, sino más bien a lo que se eleva del cuento. No está el niño pero está, porque se lo está nombrando todo el tiempo y aparece en el imaginario.

 

¿Qué efecto genera esto?

M.O: Me parece que soltar al hijo y dejarlo en el imaginario permite que la obra se pueda despegar de alguna especie de deuda teatral, tradicional, e ir en busca de esto que decía María, de esa zona fílmica. Se abstrae un poco porque permite empezar a mezclar los materiales y también la obra entra un poco en el mundo de las ideas.

 

¿Por eso también la decisión de incorporar visuales?

M.O: Sí, porque el teatro es acción, presencia, carne, tierra. Y este cuento tiene esa especie de deriva fílmica. Para poder producir eso conviene mover algunas cosas para que no se convierta en una obra de living. Esto no es una obra de living. Entonces la intención es que algunos elementos que están configurando el todo cambien de terreno.

En la obra sucede algo particular: cuando la madre habla, lo hace desde el dolor, aunque sus líneas generen risa en el público. Lo gracioso es la forma, el atrevimiento, el momento en que aparecen (cuando aparecen) las palabras de Mirta Busnelli.

¿Por qué te interesó protagonizar a la madre?

Mirta Busnelli: María me invitó, nosotras somos amigas y nos conocemos hace mucho tiempo y habíamos hablado de hacer algo juntas. También el cuento me gustó mucho. Es difícil contar de qué se trata, pero me atrapó algo de la madre. Esa extrañeza que tiene, esa rareza, ese misterio, esa sensación de soledad total.

 

¿Cómo vivís el estreno de una película y el estar haciendo teatro independiente en simultáneo?

M.B: La estrella que perdí es una película independiente que se estrenó con el apoyo del INCAA. La verdad no sé qué va a pasar. Como todos sabemos, en el INCAA se echaron a más de 200 personas y está amenazado. Se cerró el área de Fomento, que era justamente el que apoyaba y subsidiaba a las películas.

 

Siendo actrices y directoras ¿cómo viven esta situación de recorte? ¿Consumen teatro y cine de la misma manera o están más enfocadas en producir?

M.B: No, podemos comer, cantar y bailar.

M.O: Todo. Es importante tener un fueguito encendido, alguna vitalidad para que las cosas se arrasen lo menos posible. Para seguir vivos para la próxima vuelta, porque estas cosas que están ocurriendo son muy ruinas hacia la cultura, la educación, el pensamiento. Está bueno estar agazapado y conectados, conectades entre todes. Sobre todo para que no se arruine la belleza de la gente, de los humanos viviendo juntes e interdependientes.

 

Ese bow-window no es americano se puede ver todos los domingos a las 18 en Santos Dumont 4040, en el barrio de Chacarita. Las entradas están disponibles en Alternativa Teatral.

A corazón abierto pero con humor

A corazón abierto pero con humor

La obra La Paciencia (fatídica sindical), escrita y dirigida por Macarena García Lenzi y protagonizada por Noelia Prieto, Valeria Giorcelli y Karina Elsztein, invita al público a adentrarse de manera tragicómica en un centro de cuidados intensivos para conocer la vida de las enfermeras.

Si hablamos de La Paciencia (fatídica sindical), hablamos de las enfermeras y sus vidas consagradas al ciudado de personas: sus esfuerzos diarios, su lucha por ser reconocidas como personal de salud esencial, el acompañamiento y la contención a los padecientes. Las tres enfermeras de esta obra protagonizadas por Karina Elsztein (Gloria), Valeria Giorcelli (Silvia) y Noelia Prieto (Ludmila) retratan la cotidianeidad de la profesión a corazón abierto, con actuaciones brillantes que mantienen al público expectante y dejan huella en él una vez que las luces se apagan.

“La defino como una comedia negra, con un humor delirante y que está muy arriba, roza lo neogrotesco. Ese límite finito entre creer y no creer me parece que es algo que se maneja en la obra”, comenta a ANCCOM García Lenzi. La directora señala que la inspiración para escribir la pieza teatral surgió de la experiencia de estar en una sala de espera aguardando por una persona muy querida. “En ese contexto de estar muchas horas esperando, me parecía muy interesante lo que se ve y lo que no se ve, y lo que uno va construyendo de todos esos fragmentos de historias que no se ven, que quedan atrás de una cortina o a través del teléfono”.

Para comenzar a trabajar en el texto fue crucial el contacto con las enfermeras, conversar sobre su experiencia, para abordar el vínculo enfermera-paciente de manera verosímil. En estos encuentros e intercambios profundizaron en cuestiones técnicas, como por ejemplo qué se aplica a un paciente, y también en su lucha, las marchas y la difícil situación que atraviesan.

Al no ser reconocidos como profesionales en la Ley Nº 6035 de la Ciudad de Buenos Aires, los enfermeros quedan excluidos de la posibilidad de concursar legítimamente por cargos, capacitarse dentro del ámbito laboral, acceder a una remuneración acorde a un profesional del área de la salud, lo que genera que tengan que recurrir al pluriempleo porque los sueldos no alcanzan. “Empezamos a investigar más a fondo acerca de la ley y el conflicto que está muy presente en CABA y en otros puntos del país, y nos dimos cuenta que son el último eslabón de una institución que es muy vertical”, reflexiona García Lenzi, y agrega que esto también está vinculado con el lugar que tienen los ancianos en nuestra sociedad, que son considerados como una carga, una mochila.

La Paciencia… recupera todas las aristas que delimitan el día a día de las enfermeras y lo representa en el escenario con total crudeza, de manera tragicómica. Para lograr ese realismo resulta significativo no sólo el diseño de escenografía que envuelve a las protagonistas, a cargo de Duilio Della Pittima, sino también los diseños sonoro y de iluminación, realizado por Santiago Zorrilla y Julián Alerta Mujica respectivamente, que puntualizan, sugieren y acompañan.

Este universo en el que el espectador se sumerge se vuelve aún más verosímil cuando entre el público están las propias enfermeras, que comentan entre sí y se ríen. Para el equipo de dirección y el elenco, desde el primer momento fue muy importante que ellas se sintieran identificadas y entendieran el humor de la obra, para que no parezca una ridiculización. “La presencia de las enfermeras nos genera mucha satisfacción. Es realmente muy importante tener su aval. Mientras ensayábamos y al ser humor, hay una cosa de poder salirse de una misma porque es muy duro lo que viven. Uno se distancia para poder trabajarlo desde el humor porque para el drama ya está la vida misma, para eso hacemos un documental”, remarca García Lenzi. Y en este punto, concluye que lo “mejor que le puede pasar como directora de la obra” es que el público le diga “me reí, pero me reí incómoda”, “me reí y pensaba ¡de qué me estoy riendo!”.

La Paciencia (fatídica sindical) pone la lupa en la enfermera como persona, explora el costado humano y social de la profesión, indaga en el vínculo con los pacientes. La consigna presente en las marchas -“Nos dicen esenciales pero somos descartables”- también está presente a lo largo de la obra. Invita a pensar y repensar, a reírse y emocionarse.

La Paciencia (fatídica sindical) puede verse los sábados a las 20 en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA. Las entradas pueden adquirirse por Alternativa Teatral y en la boletería del teatro.

“Nos falta la esencia de lo que Mugica predicaba”

“Nos falta la esencia de lo que Mugica predicaba”

A medio siglo del crimen del cura villero, una obra cuenta su vida y reafirma el anhelo del “mártir de los pobres”: reconocer la necesidad del prójimo, sobre todo del más necesitado.

Lágrimas y piel de gallina despierta el Padre Carlos Mugica que interpreta el actor Pablo Razuk. La obra Padre Carlos, el Rey Pescador recorre los aspectos más relevantes de la vida del sacerdote y luchador Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, tal era su nombre completo, desde su infancia, cuando soñaba con ser futbolista de Racing, hasta su asesinato, el 11 de mayo de 1974, a la salida de la Iglesia de San Francisco Solano en el barrio porteño de Villa Luro, donde acababa de celebrar una misa.

Hoy, a 50 años de su muerte a manos de la Triple A –el escuadrón parapolicial comandado por el ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabel Perón, José López Rega–, y con un gobierno de ultraderecha en la Argentina, la obra cobra actualidad, así como la vida del Padre Carlos. En escena, tras ser ametrallado, el cura villero se encarna en la figura del mítico Rey Pescador y deja un mensaje: el Padre no ha muerto, sino que está entre todos nosotros, y su herida no sanará hasta que no alcance a comprender por quién resucitó Cristo.

“La obra tiene un significado enorme porque lo que nos falta es la esencia de lo que Mugica predicaba. En primera instancia, reconocer la necesidad del prójimo, y especialmente del más necesitado. Si esto aconteciera, tengo la convicción absoluta, y creo que Mugica también, de que nuestro pueblo cambiaría absolutamente para bien. En este momento, subir las palabras de Mugica al escenario es una forma de sumar a nuestra idea de cómo sería el pueblo que deseamos: vivir en comunidad a partir del registro del prójimo”, expresa Pablo Razuk, en diálogo con ANCCOM.

Mugica nació en el seno de una familia porteña acomodada. Sin embargo, a pesar de estar “destinado” a pertenecer a las altas cúpulas de la Iglesia católica, debido a su clase social, se convirtió en el principal referente de “la iglesia de los pobres”. Pasó de ser gorila a peronista y se convirtió en el portavoz y representante del “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” (MSTM), fundado en 1967, que articuló la idea de renovación de la Iglesia subsiguiente al Concilio Vaticano II con una fuerte participación política y social. Todo esto lo explica Padre Carlos, el Rey Pescador, y lo hace de una forma bella y original: mezclando monólogos con melodías de violonchelo a cargo de Miguel Ángel Gómez y con la voz de Sola Juria.

Además de relatar su clara opción por la misión social y su costado político, la obra también toca las aristas de la vida más personal y privada del Padre Carlos: su ser hombre, sus contradicciones, su amor por Lucía, sus sueños de niño, su temor a ser expulsado de la Iglesia, entre otras.

Con dirección de José María “Cocho” Paolantonio y autoría de Cristina Escofet, el actor Pablo Razuk se “come” el escenario, al que transita de lado a lado con potencia y fortaleza. “Para componer el personaje, con Cocho (fallecido en 2021) trabajamos mucho en entender el clima del momento, ya que él había vivido los años 70. Además, fue fundamental entender por sensación cuál es la energía del personaje, desde qué lugar habla, cuál es el tono de ese cuerpo y ponerle nuestras propias creencias. Una vez que pasa eso, la cosa acontece genuinamente. Esto se comparte con el espectador y ahí, entre todos, en cada función hacemos la obra”, reflexiona Razuk.

Nominada en los premios ACE, Florencio Sánchez y Trinidad Guevara, y ganadora del premio Luisa Vehíl a mejor actor, la obra estuvo de gira en Barcelona, París y en el Vaticano, donde la pudo ver el Papa Francisco.

Padre Carlos, el Rey Pescador se presenta todos los viernes de abril y mayo a las 19 en el Espacio Experimental “Leónidas Barletta”, Av. Presidente Roque Sáenz Peña 943, CABA.

Las preguntas honestas del teatro independiente

Las preguntas honestas del teatro independiente

“Tácito imperfecto” combina el absurdo y la filosofía en un monólogo que desacostumbra nuestra forma de pensar el tiempo ¿Cuántas paradojas puede abrir el teatro? ANCCOM lo piensa junto a Enrique Federman y Mauricio Kartun.

Un hombre temeroso aunque de muchos saberes entra en una peluquería venida a menos. La luz es tenue y el lugar, a priori, no parece el más indicado, pero es el único posible para su loca conferencia. En el centro, una mesa pequeña con varios objetos, algunos evidentes y otros escondidos: un cuaderno, un vaso con dados, una carta, silbatos de distinto tenor. El hombre ensaya con rapidez y pide al espectador que tome nota, porque la obra ha comenzado y el tiempo se escurre en más de una dirección. Escrita e interpretada por Enrique Federman con el asesoramiento de Mauricio Kartun, Tácito imperfecto es una paradoja constante que combina el absurdo con la filosofía, la tesis con el teatro, citas apócrifas con preguntas honestas: ¿Cómo se calcula el porvenir? ¿Quién determina lo que es fugaz? ¿Realmente puede medirse el tiempo?

 

Del papel a las tablas

Acostumbrado al teatro y con mucha experiencia en el ámbito clown, escribir cuentos, poesías y disertaciones que circulan en Tácito imperfecto fue para Federman algo absolutamente novedoso. Todo ese material tomó la forma de un «ensayo apócrifo», donde un hombre con supuestos saberes expone sus interrogantes e ideas sobre el tiempo, con todas las paradojas, contradicciones y fracasos que nuestro lenguaje permite. En diálogo con ANCCOM, el autor revela que al principio pensó en hacer de este ensayo un libro, pero que el reconocido dramaturgo Mauricio Kartun (con quien comparte una amistad de años y algunos proyectos como Perras y No me dejes así) le sugirió convertirlo en una obra de teatro unipersonal. «Entre todos los textos que tenía encontré un hilván, la idea del tiempo, y decidí llevar aquél ensayo a la práctica como una conferencia, una clase dada en un lugar absurdo para tal fin, como lo es una peluquería», añade.

Pero en Tácito imperfecto lo absurdo no se limita a esta primera disonancia. De hecho, para dar forma al peculiar protagonista que él mismo interpreta, Federman pone en juego diversos elementos del clown, un estilo del cual es referente: «Yo me considero un pre-clown. La movida del clown en Argentina comenzó a mediados de los ochenta, y yo ya trabajaba de payaso antes, cuando ‘payaso’ era casi una mala palabra. Pude organizar el primer festival de clown en Argentina: «El Narizazo«, que era algo así como una explosión de narices. Hacía un teatro sin palabras, con pitidos, que me permitían comunicarme en Japón, Singapur, en Italia, donde fuera», recuerda. Con el tiempo se distanció de la práctica, y fue también Kartun quien le aconsejó que retome aquellos trucos para interpretar los textos de su nueva producción: «Entonces fui a la vieja valija de esos años, que tenía muy guardada, y me encontré con pequeñas cosas que me permitieron darle un tono personal a la ‘formalidad’ que tiene el texto, por más absurdo que sea, atravesarlo con lo que yo llamo la clownidad«.

«Todo lo que el teatro independiente disfruta lo consiguió a partir de la movilización. Perderlo sería una tragedia y la única forma de defenderlo es la resistencia», dice Mauricio Kartun.

En las salas y en la calle

Consultado por las posibilidades del arte independiente, en un contexto donde el gobierno nacional muestra claras intenciones de desfinanciar la cultura, Federman no olvida que el teatro tiene capacidad de resistencia: «El teatro siempre estuvo del otro lado. Durante la dictadura del 76, un momento más difícil que este, existió el Teatro Abierto, un espacio donde podíamos encontrarnos quienes estábamos en contra de lo que sucedía. El teatro siempre está ahí, siempre tiene una opción; se puede hacer en una casa con diez personas, sin escenografía, sin vestuario, sin música, en cualquier lugar. En ese sentido es como inmortal, invencible».

Mauricio Kartun también compartió su punto de vista con ANCCOM y expresó que «todo lo que el teatro independiente disfruta lo consiguió a partir de la movilización, de la insistencia. Por ejemplo, La Ley de Teatros fue largamente peleada y se dio a partir de un dificultoso consenso. Perderlo sería una tragedia y la única forma de defenderlo es la resistencia, que está en las salas, en los escenarios y, por supuesto, en las calles».

La paradoja

La música, el cine, el teatro y todas las expresiones artísticas peligran bajo la vara del éxito comercial como parámetro definitorio de su calidad estética, su utilidad social y, como se ha visto en el cuerpo de la Ley Ómnibus, su permanencia en la inversión pública. ¿Cómo puede el arte soportar estas presiones?.

Kartun observa que «mientras que el arte comercial responde a exigencias de mercado, y necesita buenos resultados rápidamente con la menor inversión posible, en el arte independiente ocurre definitivamente lo contrario. Mi contador nunca termina de entender por qué si una obra se puede dirigir en dos meses yo utilizo un año entero para montarla. Y es que el arte independiente es escandalosamente antiresultadista, porque sus resultados van más allá del equilibrio de una ecuación. Trabaja en honor a un viejo concepto que vale la pena recuperar: ‘por amor al arte’».

Cambio y adaptación, resultadismo y antiresultadismo son algunas de las paradojas que circulan por la obra de Federman. Él mismo reconoce su lugar en el péndulo: «Uno hace las cosas para intentar vivir de esto, que llegue a más gente, que se expanda. Muchos intentos salen mal y mueren en el camino, algunos duran un poco más. El resultado está en la continuidad… el resultado sigue siendo la incógnita».

Tácito imperfecto está disponible todos los viernes hasta el 26/04, a las 22:30 en Beckett teatro (Guardia Vieja 3556, CABA)