Teatro como en la cancha

Teatro como en la cancha

«¿Quién dijo que la H es muda?» es una obra de teatro que cuenta la historia de Huracán en medio de un clima propio del estadio Tomás Adolfo Ducó. La pasión, la herencia familiar, la alegría y la tristeza atraviesan un relato unipersonal.

¿Quién dijo que la H es muda?, una obra de teatro unipersonal dirigida por Antonio Célico y actuada por Fernando Álvarez relata, con mucha pasión, la historia de Huracán.

Con la misma sensación de ir a la cancha, pero en esta ocasión en una sala de teatro, se espera por el comienzo de obra, entre debates sobre la actualidad del club, la formación del equipo, el desempeño del torneo y hasta reflexiones políticas. De pronto, comienzan a sonar las canciones con las que ingresa el equipo quemero al Estadio Tomás Adolfo Ducó. 

Un recorrido mítico que comienza con su nacimiento aquel 25 de mayo de 1903 que, como cuenta el “Loco”, ocurre cuando unos jóvenes de Nueva Pompeya fundan un club de fútbol con un polémico nombre, “Verde esperanza no pierde” o “Verde esperanza y no se pierde”. Este grupo se dirigió hacia una librería para comprar un sello de goma con ese nombre pero, al ser muy largo, el librero italiano les recomendó que sea uno más corto. Así nace, por un almanaque en la pared, el nombre “El Huracán”. Tal vez por un error, o por el vocablo italiano del librero, faltaba la letra “H”. 

Pero la historia sigue y también los apodos, por qué “El Globo”, o “Quemeros”, son algunas de las tantas anécdotas que distinguen al relato.  En este repaso por la historia del Club también sonaron nombres de grandes jugadores que vistieron la camiseta y se convirtieron en ídolos de Huracán, como Herminio Masantonio, Miguel Brindisi, Omar Larrosa y Guillermo Stabile. 

En ese ida y vuelta con el público, que de a ratos canta junto al protagonistas canciones del Globo, sonó “Soy quemero en las buenas y en las malas”, para destacar aquellos torneos y campeonatos obtenidos, pero también la presencia de la tristeza que genera el descenso. 

La rivalidad con San Lorenzo, Boca, River, Racing e Independiente, particularmente con el clásico y las chicanas futboleras no faltan. Sobre todo, al recordar cuál de los dos fue el primero en irse a la B.

La obra de teatro toca también el tema de la herencia futbolera y la unión familiar. En estos lazos, se traspasa la pasión desde el “Loco Álvarez” hacia su sobrino, Miguelito quien nació en la maternidad del Sardá en Parque Patricios. A la familia los une la pasión por el Globo. 

Al finalizar el espectáculo, y en diálogo con ANCCOM, Gustavo que hace 47 años que es hincha de Huracán, destacó el recorrido que hace la obra por la historia del club: “Tengo los ojos llorosos porque es un repaso por la historia, los buenos y malos momentos, que lamentablemente han sido más los malos, pero el amor por los colores es más fuerte”. 

El actor Fernando Álvarez, hizo hincapié en tres puntos centrales de la obra: la memoria, la familia y la globalización. “Nosotros somos historia y dentro de esa historia no hay que olvidar todo lo que pasó con las dictaduras. Justo Huracán tuvo momentos en su historia que fueron en el 73 cuando vuelve Perón, que hace caer la dictadura de Lanusse; y en el 76 con el horror que vivimos”, señaló.

En cuanto a la familia mencionó que “es una mirada diferente, desde la herencia, acá no se habla si se quiere o no a los padres, a los hijos o a los nietos, lo que sabemos es que todos tenemos que ser de Huracán. Es una herencia futbolística, es el amor y la pasión”. Por último, cuestionó que “ahora todo es Boca o River, porque los equipos más chicos no tienen plata, no pueden armar equipos competitivos”.

¿Quién dijo que la H es muda?, es una obra de teatro diferente, que llama aquellos que tienen alma futbolera y les gusta la historia. Estará en cartelera durante el mes de agosto los juves a las 20.30 y los domingos a las 18.00 en el Teatro Azul. Mientras que en septiembre la función de los domingos pasará a las 15.30. Si juega Huracán, obviamente, la función se suspende.

Un presidente torcido

Un presidente torcido

“Hizo cosas que no estaban establecidas”, afirma Enrique Federman, el director de «Néstor, el presidente militante», el unipersonal que explora la vida de Kirchner y se estrenó esta semana.

La sala, con capacidad para 200 personas, está completa. El público quiere ver a Néstor. La mayoría vivió dos crisis, la de 1989 y la de 2001, en las que los vaivenes políticos hicieron faltar la comida, los ahorros y, en ocasiones, la dignidad. El único actor en escena, casualmente, también se llama Néstor.

La obra Néstor, el presidente militante recorre la vida personal y pública de Néstor Kirchner (1950-2010), desde sus inicios en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), su encuentro con Cristina Fernández, su trayectoria como intendente, gobernador y presidente, hasta sus problemas de salud, el conflicto con el empresariado del campo en 2008 y la compra-venta de tierras en Santa Cruz, su provincia natal. Lo interpreta Néstor Sánchez (Bar El Chino, Los exitosos Pells, Cuatro Reinas), y tras él un proyector acelera imágenes de los acontecimientos político-mediáticos más relevantes en torno al mandatario, mientras las luces enfatizan, a veces, su figura, y otras, la historia misma.

La pieza se acerca al 27 de octubre de 2010, es decir a su abrupta finalización. Allí culmina. La sala queda en silencio, se escucha algún sollozo y todas y todos aplauden, una vez más, a Néstor. Es la magia del teatro. Tras bambalinas se encuentra su director, Enrique Federman (No me dejes así, Sweet Charity, Sos vos), quien adaptó el libro homónimo de Gabriel Pandolfo y dialoga al respecto con ANCCOM.

¿Qué potencial viste en el texto para llevarlo al teatro?

Se puede enunciar desde distintas circunstancias. Puede ser por las situaciones, por los personajes, por el tipo de historia. Es un personaje que en sí mismo genera mucho para mostrar y una trama que además aún no terminó. Cuando se lo muestra en el No al ALCA, en aquel discurso de 2005, es lo mismo que sucede hoy, que el FMI le dio dinero a quien sabía que no le iba a pagar. Es aún más actual que en ese momento.

¿Ya habías hecho alguna adaptación de un libro?

Nunca, y menos de una biografía, que es lo opuesto a lo que suelo trabajar. Se dice que en mis obras brindo poca información, para que el público después complete. En este caso la información estaba toda, hechos, datos, estadísticas, y me pareció interesante como tarea y como desafío esta modalidad…

En la obra trabajás con el concepto de lo “torcido”…

Eso surgió cuando la escritura estaba bastante avanzada. Néstor tenía la mirada torcida, la nariz torcida hacia arriba y también una forma torcida de pronunciar. Lo que él llevó a la práctica fue torcido en relación a lo que se podía esperar en ese tiempo, después de 2001, con el “que se vayan todos”. Era un desconocido, un peronista más del que no se esperaba demasiado, y él “torció” e hizo cosas que no estaban establecidas.

¿Cambió tu percepción de Néstor Kirchner?

No le había prestado atención hasta su muerte. Yo estaba asqueado con lo que había concluido en el fracaso de 2001. Cuando murió vi un documental sobre él y me sorprendió la cantidad de cosas que había hecho.

La música es bastante particular…

El espectáculo tiene dos zonas musicales. La primera es la canción principal compuesta por León Gieco, y por otro lado, todo lo sonoro que trabajé con Pablo Martín, la música incidental y los efectos. León tomó mi idea de “torcido” y compuso un temón, “Nestorcido”. A Néstor, tal como se dice en la obra, no le gustaban Los Beatles sino Los Wawancó, la cumbia. Entonces León percibió ambas cosas, Los Wawancó y lo torcido de criterio, y armó ese temón que es para bailar y llenar la cancha.

 

Néstor, el presidente militante se exhibe los domingos y los lunes a las 20.30 en el espacio Dumont 4040 (Santos Dumont 4040, CABA).

«Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen»

«Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen»

La “banda de teatro” formada en 1985 reestrenó «Maten a Hamlet». Una forma de hacer teatro diferente, desde la creación colectiva, siempre atravesada por la risa con la identidad cultural intacta que revolucionó la escena porteña con el retorno a la democracia.

Los Macocos se formó en 1985. Sus miembros eran todos estudiantes de la Escuela Nacional de Arte Dramático, que luego continuaron en el taller Los Volatineros, en la Escuela del Parque, con el profesor Roberto Saisz, entre 1985 y 1988. Comenzaron a mostrarse en pubs y centros de experimentación, y sus espectáculos representaron el destape de los años ochenta. Compartieron bambalinas con figuras vanguardistas Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese en el Centro Cultural Ricardo Rojas, por entonces uno de los reductos juveniles más destacados de la escena del under.

En sus inicios fueron parte de la llamada explosión cultural que se generó con el retorno de la democracia, en 1983, junto a las experiencias que se hacían en lugares como El Parakultural, Cemento, o El Rojas. Entre los grupos que participan de dichos puntos de encuentro se pueden mencionar a La Banda de la Risa con Claudio Gallardou,  El Clú del Claun con Batato Barea, Gambas al Ajillo con Alejandra Flechner, María José Gabin, y Verónica Llinás, Los Melli, con Carlos Belloso y Damián Dreizik y la poco convencional Organización Negra, que llegó a intervenir el Obelisco. 

“Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen”, dice entre risas Daniel Casablanca, uno de sus integrantes.  Y explica que no hacen el teatro convencional, comercial, solemne, sino que siempre buscan que tenga juego, que sea divertido y descontracturado.

Además de Casablanca, actualmente el grupo está integrado por Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts. Llevan más de quince espectáculos de humor, recibieron más de veinte premios y se presentaron en las salas porteñas más importantes, como las del Complejo Teatral Buenos Aires, incluyendo el Teatro San Martín, Teatro Nacional Cervantes, Teatro Metropolitan, Complejo La Plaza, al mismo tiempo de haber actuado en todo el país. Fueron invitados en varias ocasiones a festivales en el exterior, en Washington D.C., Barcelona, Santa Cruz de la Sierra, entre otros. Y como el escenario les quedó chico sacaron unos cuantos libros: Teatro 90, Teatro deshecho 1, Flora y fauna de la creación macocal y Pequeño papá ilustrado

Su obra Maten a Hamlet, se presenta en el Paseo La Plaza todos los sábados 19.15. y los domingos 21.30, con dirección de Sebastián Irigo. Allí cuentan la historia de Shakespeare desde la mirada de cuatro bufones en la Edad Media. Los protagonistas llegan a Dinamarca en busca del tío Yorick, el mejor bufón de la Corte de Elsinor, pero es tarde y Yorick no está más entre los vivos. Tampoco es un buen momento en el castillo porque el rey fue recientemente asesinado, su hermano ha ocupado el trono y se ha casado con su cuñada. Mediante una serie de enredos, los bufones quedan al servicio de Hamlet pero deben matarlo. 

Los cuatro actores interpretan múltiples personajes sobre el escenario. Entre cuadros cómicos y paródicos casi no hay respiro. De principio a fin la obra provoca en el público risas y carcajadas. 

Algunos espectadores de la primera época de Los Macocos cuentan que llevan a sus hijos, hay estudiantes de Ciencias Sociales o Letras que trabajan sobre sus textos y también alumnos de teatro que realizan muestras sobre textos  de obras como Los Marrapodi o Los Albornoz

Cuidat, Hamblet

Maten a Hamlet es una creación colectiva característica de Los Macocos, donde se partió de una obra clásica tradicionalmente interpretada como tragedia y se la transformó en comedia. Casablanca amplía: “Nosotros siempre tomamos un tema, en este caso un súper clásico muy popular, intentamos contarlo como es, para el que nunca lo vio que lo conozca, y para el que lo conoce, que entienda los guiños, pero siempre termina siendo una excusa para mostrar una forma de hacer teatro que tiene que ver más con la fiesta, con la diversión, con lo popular, pero nunca chabacano. Buscamos transmitir una estética y una ética de trabajo”.

Los Macocos consideran que en la labor colectiva  se mejora la idea del otro. En este sentido, la continuidad de las obras producidas a lo largo del tiempo, y el trabajo sobre el escenario, reflejan la solidez del grupo. “A veces nos asignamos roles -agrega Casablanca-, alguno se encarga más de la música, otro del texto, otro de la imagen. Pero todos participamos, hay votación, y si alguno que no está de acuerdo se detiene y se trabaja hasta que estemos todos de acuerdo».

Sin dudas la “banda de teatro” sigue vigente, Los Macocos demuestran que es posible hacer teatro de una manera diferente, sin perder una mirada crítica y perdurar a lo largo del tiempo.

Lo alto, lo bajo, lo sagrado y lo profano. Todo junto en una de las agrupaciones más sólidas en continuidad, y que nos enseña desde el arte, que lo popular también puede tener una oferta inteligente distinta de otras fórmulas comerciales de la Avenida Corrientes. Los Macocos matan a Shakespeare en el ya tradicional Paseo Paseo La Plaza y lo traen de sus cenizas para divertirnos hasta morir (de risa).

De espectadores a rehenes

De espectadores a rehenes

Veinte años después de su estreno original, la comedia Bang Bang y somos historia retornó al escenario. El humor absurdo y el teatro participativo como paliativo para dejar atrás la pandemia.

Son las diez en punto de la noche y la calle Mario Bravo al 900 está colmada de gente. Por la vereda del teatro El Tinglado no se puede caminar. Chicos, grandes, gente de todas las edades aguarda la orden para ingresar a la sala y ver el reestreno de Bang Bang y somos historia, comedia teatral creada en la década del 90 y que hoy, veinte años más tarde, vuelve a la escena. 

La obra, escrita por Martín Gervasoni y Willie van Broock, y protagonizada por Luciano Cazaux, Pablo Razuk, Josep Rodríguez y elenco, narra la interrupción de una función de teatro por parte de tres hermanos ladrones, que toman al público como rehén e intentan tener su momento de fama. Sin embargo, fallas en la comunicación y planificación del atraco, y los cambios de personalidad de los protagonistas generan enseguida que el plan se venga abajo y sucedan situaciones desopilantes que transforman una situación de miedo en comedia. 

Bang Bang y somos historia se estrenó en la década de 1990 y fue galardonada, en aquella época, con el premio ACE a mejor espectáculo de humor en 1999. Su gran éxito en Argentina generó que la obra se expanda hacia España, donde su éxito se mantuvo y le permitió realizar varias temporadas. Luciano Cazaux fue el responsable de la puesta y dirección de escena en aquella época. En esta nueva etapa, mantiene ese rol y además es uno de los tres protagonistas. En diálogo con ANCCOM, explica las razones que lo llevaron a tomar la iniciativa de volver a la escena, veinte años después: “Nos dimos cuenta que la obra está totalmente vigente. Es un humor que no pasa de moda. Lo que hicimos fue limpiar los chistes viejos de los años 90, medio machirulos, pero después se mantiene igual, es un clásico, tiene comedia física, chistes y pasajes de sitcoms”. 

Una de las cuestiones que caracterizan a la obra es la inclusión del público. Los ladrones entran y los espectadores son sus rehenes. Haciendo memoria, Luciano cuenta cómo tomaron esa decisión: “Se podía tratar de dos maneras, escénicamente hablando: desde el escenario o entre el público, y ésta última nos pareció la mejor opción”. Mientras, recuerda cuando, en la época anterior, a la gente le costaba y tenía miedo de participar. Una vez, un amigo suyo le contó que, en plena función, vio a un hombre tirar la billetera y el celular debajo de la mesa. “Pasa que había muchos asaltos a restaurantes en ese entonces. Por suerte, ahora el público se engancha más”. En la función del 2 de abril, el público, además de reírse, contestó, cantó y gritó. 

Además de Luciano, el otro actor que formó parte de la obra en su primera versión es Pablo Razuk, quien encarna el personaje de “Joe”. A la hora de comparar los públicos de ambas temporadas, relata: “Claramente, después de 24 años desde el estreno, el público cambió. En su momento la gente se sorprendía más de nuestra irrupción en el espacio. Ahora está más abierta al juego del humor donde el absurdo es el común denominador”. También, por supuesto, hay similitudes. Luciano las encuentra en el tipo de sociedad en la que vivimos: “Después de la pandemia y de todo lo que tuvimos que atravesar, la gente tiene una enorme necesidad de divertirse. En los 90 también, pero había otras condiciones, era un contexto que aparentaba una fiesta permanente”. 

El espectáculo de comedia es un estilo particular, que requiere no solo de la habilidad de los actores, sino también del ambiente que se genere con el público. En este sentido, Razuk opina sobre el género y cómo se ha modificado hasta hoy: “La comedia tiene la particularidad de ser, a veces, previsible y redundante, y eso es parte del humor que conlleva. En este caso, Bang Bang da cierto giro hacia el absurdo, y las nuevas generaciones lo entienden a la perfección, porque los dibujitos que hoy son los más seguidos tienen una cuota de absurdo enorme en el rompimiento del espacio y el tiempo”. 

Todos los sábados a las 22:15, en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948) hay función de Bang Bang y somos historia. Un plan ideal para disfrutar en familia, solo o con amigos; en definitiva, todos necesitamos divertirnos. Incluido los actores, por supuesto, que como marca Razuk, están muy contentos con esta nueva temporada, ya que “el espíritu original, lo que sucede con el público se mantiene, y la risa y la carcajada son cosas que no solo nos alegran, sino que nos alimentan”.

«Es hermoso ser argentino»

«Es hermoso ser argentino»

Los viernes de abril puede verse «Mr.Martin», una obra de teatro que aborda la temática de la identidad entre un profesor de inglés y su alumno argentino.

Los viernes abril, en Tadrón Teatro, se podrá ver El señor Martín, dirigida por Gabriela Villalonga y con las actuaciones de Juani Pascua y Luis Cardozo. En el escenario situado en Niceto Vega y Armenia, se reúnen en el salón de clases un maestro de inglés y su alumno en una rutina que invita a la reflexión. “La obra es el encuentro de dos tocayos llamados Martín, en un colegio inglés donde se educa a los chicos como si estuvieran en un rincón de Cambridge o en Londres, en una cultura diferente. Y esa es la lucha de la identidad resistida contra la identidad que rehúye la nuestra”, comenta en diálogo con ANCCOM el creador de la obra, Gastón Cerana.

 Escrita en 2001 y estrenada en julio del 2002 en Teatro por la identidad, “la obra tuvo muchas versiones, algunas extranjeras. No las vi todas. Estoy muy orgulloso de esta versión y de que sea un reencuentro con Gabriela Villalonga, a quién conocí en ese ciclo. Que los chicos tengan esa frescura que me emociona mucho, me hace acordar a cuando nosotros éramos teníamos veintipico haciendo la versión más linda que he visto. Es la segunda vez que la veo”, comenta Cerana.

 “Ahora, el texto está sumamente resignificada –dice la actriz, directora teatral y dramaturga Gabriela Villalonga- , por eso elegimos hacerla en este momento. Hay algo de lo que la obra muestra que es cómo se realzan valores de otra cultura pero siempre en detrimento de la nuestra. O sea, una binariedad: podés valorar cosas de otras culturas pero no por eso tiene que ser descalificado lo nuestro. Pareciera que ligado a ciertas políticas, sobre todo económicas, está esta cosa de lo binario. ‘Si está muy bien eso otro es porque lo nuestro está mal’. Y como siempre, en lo binario hay una zona que está aplanada, vinculada con lo más particular, lo individual de cada uno y cada una, hasta lo social, lo que nos gusta y lo que nos gusta menos y lo que nos gusta un poco más o lo que nos encanta. Y encima esto se transmite, como muestra la obra. En matrices de aprendizaje están esos valores y esa binariedad, entonces se supone que si nos gusta eso no nos tiene que gustar lo otro.”

 Se apagan las luces y llega el momento clave, Luis Cardozo y Juani Pascua dejan sus cuerpos para prestarlos al profesor de inglés Mr. Martin y a Martín, alumno del colegio James Day High School, lugar dónde transcurre la trama. Con un traje cuadrillé gris, camisa celeste, corbata marrón con rayas blancas, zapatos negros y lentes aparece en escena el docente “Mr. Martin es un profesor de una escuela privada en un rinconcito de Burzaco. Él es muy histriónico, muy inglés y no permite que sus alumnos hablen lengua castellana en su clase. Es muy estricto a la hora de dar clases y es un gran soñador”, agrega el actor y estudiante de sociología, Luis Cardozo quien lo interpreta.

 Vestido con el uniforme escolar gris y verde Martín entra a clases. “¿Quién es Martín, el estudiante? Pude haber sido yo porque tiene mucho de biográfico, después uno le mete ficción como es el arte. Tiene que ser un entretenimiento, pero tiene mucho de mi vivencia. Lo veo a él y me veo un poco”, reflexiona Cerana. Martín es un fiel representante de la lucha por evitar la imposición: “Ahora que lo pienso, esa imposición le hace a él valorar más su identidad y preguntarse por qué tanta resistencia de este señor, es lo que genera que vaya a averiguar de dónde es este profesor”, agrega el autor.  “Martin es un estudiante de esta escuela secundaria bilingüe y está cansado de no pertenecer a ese mundo de escuela burguesa que odia lo nacional y exacerba lo traído de afuera. No se siente para nada parte de ese mundo y durante toda la obra lo explicita; .le cuenta al público desde el inicio lo incómodo que se siente en ese espacio”, retrata Juani Pascua, actor y estudiante de sociología quien interpreta a Martin.

 Pascua plantea que el mensaje de la obra consiste en que “no es que estemos diciendo que está mal apreciar otras culturas pero sí, si eso viene con el desprecio de la nuestra. Desde la educación, a una temprana edad, nos educan para irnos: ‘Estudiá para hacer plata e irte a otro lado’, ‘Tenés que irte de Argentina, Argentina es una mierda’. Y creo que con esta obra queremos contar que queremos a nuestro país y que más allá de todo lo que pueda llegar a pasar, es hermoso ser argentinos y apreciar toda esa cultura que es nuestra”. Luis Cardozo agrega con respecto a lo que transmite la obra que “principalmente habla de cómo nosotros nos autopercibimos como argentinos, nuestra identidad nacional y cómo desde afuera constantemente se nos quiere avasallar con ese mensaje, con esa identidad a través del eurocentrismo, del colonialismo. Constantemente nos quieren hacer creer que ser argentino está mal o que no se puede triunfar o progresar en este país. Además, lo hace en un ámbito educativo. El autor, Gastón Cerana, esto lo lleva al ámbito de la educación, de un profesor, un alumno en una escuela privada lo cual lo hace mucho más interesante para poder indagar ahí.”

Villalonga tiene un deseo respecto a la obra: “La idea es que uno se pueda quedar pensando en esta binariedad de la que hablábamos y cómo la tendencia a instalarnos en ese tipo de pensamiento hace que nosotros y nosotras descalifiquemos costumbres, hábitos, paisajes y producciones artísticas que son nuestras, argentinas. Hay épocas de la Argentina donde esto fue en trazo grueso, fue super explícito.”