«Sin residentes no hay hospital»

«Sin residentes no hay hospital»

Los residentes no cobran desde junio.

Escoltados por un metrobús acotado y tres motos de la Policía de la Ciudad, la columna de guardapolvos blancos comenzó a avanzar por la avenida Brasil a las 11:10 de la mañana del último miércoles. Las pancartas y carteles que sostenían los manifestantes daban cuenta de la situación que están viviendo: “Residentes de Nación en lucha”, “Sueldos por debajo de la línea de pobreza”, “4 meses sin cobrar”, “87 pesos la hora”, “Salarios dignos”, “Basta de ajustes en la salud pública”.

Los bombos y las bocinas de automovilistas en señal de apoyo acompañaban las voces esforzadas en los cantos: “Olé olé, olé olá / olé olé, olé olá / sin residentes, no hay hospital / precarizados no vamos a trabajar.”

A las 10, médicos y profesionales de la salud residentes en hospitales nacionales de toda la provincia de Buenos Aires habían comenzado a reunirse en el Hospital Garrahan; más precisamente, en la entrada sobre la esquina de Brasil y Pichincha. El motivo era dar inicio al paro y la movilización hacia el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, y reclamar así por las condiciones de trabajo. “Llevamos cuatro meses sin cobrar y con un sueldo que está por debajo de la línea de pobreza. Firmamos inicialmente un contrato que era por 29 mil pesos en bruto, y en limpio terminaban quedando 24 mil pesos, lo que da un promedio de entre 87 y 100 pesos la hora, de acuerdo a la jornada laboral que tenga cada especialidad.”, explicaba Andrés Cugat, residente de primer año en el Hospital El Cruce. “Así que ese es el reclamo: que se nos pague lo que se nos debe, que se nos pague un salario digno y que se termine con el recorte en la Salud Pública.”

Del mismo modo, Julieta Frontero, del Hospital Colonia Montes de Oca, sostenía: “Con estas condiciones de trabajo, que mantenemos desde junio, no tenemos garantizados ningunos de los derechos que tiene cualquier trabajador. Esto sucede a nivel nacional. Estamos nucleándonos nada más los hospitales de Buenos Aires, Capital, Conurbano y los compañeros que se suman desde Mar del Plata, pero esto sucede a nivel nacional.” Los residentes, subrayan, tampoco cuentan con ART ni cobertura médica.

Los residentes tampoco cuentan con ART ni cobertura médica.

Los trabajadores que participaron del paro y la movilización pertenecen a los hospitales nacionales Colonia Montes de Oca, Posadas, El Cruce, Garrahan, Baldomero Sommer, Laura Bonaparte y Rehabilitación Psicofísica del Sur (Mar del Plata). Pero también a la Dirección Nacional de Epidemiología y Análisis Situacional de Salud, a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y a la Administración Nacional de Laboratorios Malbrán.

Los protagonistas de la manifestación, con guardapolvos y mascarillas, insistían en que ellos no eran estudiantes, como se cree desde el sentido común. “Nosotros somos profesionales que rendimos un examen nacional que se rinde en todo el país, donde, de acuerdo a nuestra nota, elegimos el hospital que queríamos e ingresamos el 1 de junio a trabajar. Este trabajo es de dedicación exclusiva,: por cuatro años solamente nos podemos dedicar a este hospital y por el sueldo que nos da Nación. Y desde que iniciamos la labor hasta el día de hoy, no estamos cobrando.”, explicaba Cugat. Martina Pesce, residente de la Dirección de Epidemiología de la Nación, expresó también que “esto tiene que ver con transformar algunos derechos en privilegios”. Y agregó: “Hoy en día, si vos no tenés una red que pueda sostenerte durante cuatro meses, no podés ser residente de Nación. Y eso es un escándalo, porque nosotros apostamos a una salud pública, inclusiva y de calidad, y no hay posibilidad de que eso exista si no existen residentes que eligen seguir formándose como trabajo. Porque somos trabajadores. Y no es que somos cualquier trabajador: somos los que, cuando entrás al hospital todos los días, te recibimos.”

La caravana tardó poco más de una hora en llegar a su destino: el Ministerio de Desarrollo Social, dirigido por Carolina Stanley, y específicamente la Secretaría -así degradada por el Gobierno Nacional- de Salud. El recorrido llenó de guardapolvos y bocinas primero la avenida Brasil, luego Entre Ríos, San Juan y Bernardo de Irigoyen, sucesivamente, hasta Moreno, donde está la entrada del otrora edificio de Obras Públicas. Frente a una Evita exaltada, los profesionales cantaron y agitaron sus carteles hacia el Ministerio, haciéndose oír, esperando que alguien los oyera. “A vos te digo que se siente / vivir dentro del hospital / cobrando un sueldo insuficiente / queremos trabajar con dignidad.”

“Vamos a presentar formalmente otra carta más, sumada al grupo de cartas que ya hemos presentado. Nos gustaría que se nos reciba en este contexto.”, dijo Micaela Solé, residente de pediatría en el Hospital Garrahan. “En un momento se nos ofreció una reunión de carácter extorsivo, ni siquiera con una propuesta concreta. Decían: ‘Bueno, vamos a pensar qué hacemos si dan de baja el paro’. Eso era una propuesta irrisoria y con horas de aviso, por eso decidimos sostener la movilización. Pero estamos definitivamente abiertos al diálogo, queremos respuestas concretas y la mejora salarial. Necesitamos que nos den el espacio para debatir esto.”, contó Solé.

Sin embargo, quien primero los recibió fue la línea de contención formada por 24 policías. Si bien no hubo grandes conflictos –todos los manifestantes estaban de acuerdo en mantener la movilización en carácter pacífico–, sucedió un episodio confuso en el que, mientras Andrés Cugat instaba a sus compañeros a moverse sobre la calle Moreno (para liberar por completo la avenida 9 de Julio), fue golpeado por un efectivo en la espalda. La situación fue conversada con los jefes del “operativo”, y no pasó a mayores. Los trabajadores de la salud permanecieron en asamblea.

Pasadas las 13, dos residentes de cada hospital, fueron recibidos en el Ministerio por Javier O’Donnell, subsecretario de Calidad, Regulación y Fiscalización de la Secretaría de Salud. En aquella reunión se acordaron algunos puntos preliminares como para comenzar una negociación: compromiso para garantizar ART y regularizar la obra social de todos los residentes; pago de los sueldos adeudados en un plazo máximo de 10 días; y una mesa de trabajo establecida para la semana siguiente, con el objetivo de resolver la recategorización salarial. de no cumplirse con lo prometido, el jueves 9 habría una nueva asamblea de los trabajadores en el Hospital Garrahan.

Martina Pesce expresó el agradecimiento a quienes se sumaron a la causa: “Poder contar con el apoyo de todos y de todas es muy importante, para poder definitivamente destrabar este conflicto. Entendemos que lo que estamos pidiendo, lejos de ser algo descabellado, es simplemente que nos paguen lo que deben por lo que trabajamos.” Como a cualquier trabajador.

Banderas en tu corazón

Banderas en tu corazón

Walter Bulacio iba a su primer recital, el 19 de abril de 1991, cuando fue detenido y luego asesinado por la Policía. 

 

Varias manos levantan la tela roja y el mural se descubre en la sala de profesores del Colegio N°1 Bernardino Rivadavia, el “Riva”, ubicado en Avenida San Juan 1545, en la Ciudad de Buenos Aires. La música del violín es superada por los aplausos de estudiantes, profesores, compañeros y los demás asistentes. Lo primero que se ven son los colores del arco iris, brillantes y reflejando la luz. En la parte superior, hacia la derecha, la cara inmortalizada de Walter Bulacio sonríe en blanco y negro. Todos lo recuerdan así, sonriendo. El mural es una obra de arte, una explosión de vida y color rodeando el rostro del muchacho. Pero es también memoria, no sólo de una adolescencia interrumpida, sino también de una época y de una lucha.

Walter Bulacio tenía 17 años cuando la Policía Federal lo llevó detenido ilegalmente en el contexto de una razzia. Ricotero como muchos en esos años, ese 19 de abril de 1991, el joven iba por primera vez a un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Nunca pensó que en lugar de pasar la noche en el Estadio Obras, la pasaría primero en un colectivo -donde llevaban a los detenidos, que llegaron a ser más de 80- para luego ser trasladado a una comisaría del barrio de Núñez que, finalmente, se transformaría en la antesala de su muerte. Nunca pensó que esa sería su última noche consciente: la policía lo golpeó brutalmente, provocándole una agonía de cinco días. El único policía condenado -y recién en 2013- fue Miguel Ángel Espósito, comisario de la Seccional 35, pero no a prisión efectiva ni por asesinato. Como dice Teresa Franco, ex rectora del Rivadavia y profesora de Walter,  “se tardó mucho tiempo para que se haga justicia, y no es una justicia completa.”

El acto comienza a las 12:30. El motivo que reúne a estudiantes y profesores, tanto actuales como aquellos de 1991, es la inauguración del  mural en homenaje a  Bulacio. “No vamos a hacer hoy una biografía de Walter, sino un homenaje por la presencia, para saber que Walter está vivo en el recuerdo de cada uno de nosotros”, comienza Fabio Campagnale, el director del Rivadavia, en el buffet que lleva el nombre del homenajeado. Esta marca, así como un mural armado por los estudiantes, demuestran que Walter sigue presente en la memoria y entre las paredes del colegio en el que estudió hasta sus últimos días.

Docentes actuales y de la época de Walter participaron en el homenaje en el Bernardino Rivadavia.

El mural, titulado Walter Bulacio: el universo de la infancia y la adolescencia interrumpida, fue producido por el grupo de mosaiquismo Alikata; consiste en un retrato del joven y una construcción simbólica de la infancia y de la adolescencia realizada con juguetes y diversos objetos, como un walkman, cassettes y varios autitos. Esto se debe a que “es la etapa que vivió él”, explica Karina Zinik, directora del grupo artístico. La obra es descubierta en la sala de profesores debido a las condiciones climáticas; más adelante será colocada en el patio que también llevará el nombre del muchacho.

El proyecto comenzó casi por casualidad, pero se llevó a cabo gracias al muralismo comunitario, social y público que realiza Alikata  y a la fuerte presencia de la historia de Walter en la escuela. “Nos involucramos mucho con la historia, estamos todos muy conmovidos. Aparte, mientras lo estábamos haciendo pasó la masacre de Monte, que es otra aberración policial. Estas cosas siguen ocurriendo, entonces este mural  tomó una actualidad inesperada”, cuenta Zinik.

La memoria y el recuerdo es un punto recurrente durante el acto, que también cuenta con presentaciones del Taller de Música del Rivadavia -los chicos tocan canciones que hacen alusión a la vida de Walter-, y de una murga. Lorena Montauti, compañera de Bulacio en el secundario, sostiene que “este tipo de eventos te moviliza. La memoria se mantiene, y lo que transmiten las autoridades y los chicos es el dato fidedigno: pasó esto y seguimos buscando el 100% de la justicia.” Al Largui, como le decían, lo recuerda como un ángel que siempre ayudaba a quien lo necesitara. La descripción es útil, ya que muchos de los presentes aún no habían nacido en 1991, cuando Bulacio era asesinado por la policía. Pero según Teresa Franco, “la imagen de Walter le ganó al tiempo, le ganó a esa muerte, a ese asesinato”. Y ahora está también inmortalizada en la pared del “Riva”.

El homenaje se realizó en el buffet de la escuela, que lleva el nombre Walter Bulacio.

Walter se convirtió en un emblema de la defensa de los Derechos Humanos en una democracia que sigue viendo morir personas -sobre todo adolescentes- a manos de las instituciones. “Cada vez que se hacen estas cosas, que lo traemos a Walter de vuelta, no sólo es recordarlo a él, sino también a Miguel Bru, a Luciano Arruga, a todos los desaparecidos y asesinados en democracia por el gatillo fácil”, dice Alejandro Imperiali, del Espacio Memoria, a quien por tener un edad cercana a la que hoy tendría Bulacio, el caso lo afecta particularmente. “Por eso tenemos que sembrar memoria: para que juntos como sociedad podamos conocer las experiencias del pasado, transformar la realidad ahora y construir un futuro mejor”. Las palabras de Graciela Gutiérrez, supervisora escolar del colegio, expresan un pensamiento colectivo, y dejan entrever también un mensaje que se repite en todos aquellos que conocieron a Walter: “Gracias por no olvidarlo”.

Walter Bulacio sigue vivo en los aplausos de la gente, en las voces que entonan sus canciones favoritas, en los ojos que se humedecen al evocarlo. A partir de ahora está también en ese mural que lo muestra sonriente, como lo recuerdan. Porque Walter es una bandera en el corazón, como dice la canción «Juguetes perdidos», de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, dedicada a él, al cumplirse diez años de su asesinato.

 

 

“Bullrich se parece cada vez más a un personaje de Capusotto”

“Bullrich se parece cada vez más a un personaje de Capusotto”

«Cuando a Bullrich le preguntaron si leyó mi libro, se le transformó la cara y huyó», cuenta Ragendorfer.

Nació el 30 de julio de 1957 en Bolivia, pero viaja con pasaporte de la Comunidad Europea. Se hizo periodista en México, pero está radicado en Argentina desde hace años. Y, como expresa en su cuenta de Twitter -que utiliza asiduamente-, el nacionalismo no es su fuerte. Confiesa no darse vuelta en la calle si gritan “Ricardo”, aunque se reconoce en su apodo, “Patán”: “Es un sobrenombre que arrastro del secundario, por mi forma de reírme. Nunca me lo pude sacar de encima y ya se convirtió en mi piel. Si me dicen ‘Patán’, soy yo”, cuenta Ragendorfer, entre risas.

En los primeros días de septiembre, el periodista especializado en temáticas policiales y escritor de La Bonaerense, Los doblados y la novela La maldición de Salsipuedes -entre otros- lanzó su última investigación periodística: Patricia. De la lucha armada a la Seguridad. El libro recorre -como así lo sugiere la bajada del título- los años políticos de Patricia Bullrich, desde su ingreso a la militancia en Montoneros hasta su actualidad como ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri. Pero, lejos de ser solo una biografía -no autorizada-, la historia recorre también distintos sucesos de la historia argentina que, además de contextualizar la vida de la funcionaria, construyen un clima de época.

Siendo un referente del periodismo policial, Ragendorfer no tiene pelos en la lengua para criticar no sólo el accionar de Bullrich, sino también las políticas de seguridad del gobierno actual y el accionar de las fuerzas de seguridad en general.

¿Cómo fue que se le ocurrió escribir sobre Patricia Bullrich?

Confieso que no fue una iniciativa mía sino que fue una propuesta editorial. Al principio, no sentí demasiado entusiasmo por escribir un libro sobre ella porque me resultaba farragoso tener que dedicarle algunos meses de mi vida a esa mujer. Pero, después, sentí entusiasmo porque, de algún modo, escribir sobre su zigzagueante trayectoria me permitía también explorar, desde la perspectiva de su existencia y desde los lugares que atravesó, no menos de 45 años de historia argentina, por un lado; y también, me permitía hacer lo que la industria editorial llama un “libro urgente” y explorar sobre hechos que estaban sucediendo mientras los escribía: concretamente, el aspecto más extremo y más criminal del macrismo. Y eso me pareció una aventura periodística que merecía ser vivida.

¿Cuándo fue que comenzó a escribir el libro?

Toda la investigación y la escritura me habrá llevado seis meses. Pero, en realidad, tal vez se pueda considerar como el origen de este libro las primeras notas que escribí sobre Bullrich ni bien empezó su gestión. Mi especialización dentro del periodismo, que es el policial con una inclinación hacia las políticas oficiales al respecto, incluye también la criminalidad de las fuerzas de seguridad. De algún modo, ese libro fue empezado a escribir, aunque yo no lo sabía todavía, a comienzos del 2016.

¿Cómo llevó a cabo la investigación?

Por empezar, esta era la primera vez que hacía una biografía; pero mi idea no era volcar toda una serie de hechos y circunstancias sobre una línea de tiempo, sino explorar determinados aspectos que van más allá de eso. En consecuencia, traté -inconscientemente, no me lo propuse- de que fuese un libro cuya perspectiva superase al personaje que los inspiraba. Porque el personaje, pese a la gravitación que tiene en el presente, tal vez en unos meses sea olvidado. Entonces, ante esa fatalidad, de algún modo traté de escribir algo que se pueda leer en un futuro no tan cercano y que siga teniendo gravitación: un texto que sea una referencia sobre el pasado de este país y sobre el presente.

¿A qué documentos y fuentes recurrió para la investigación?

La investigación en sí incluyó no solo pruebas documentales, archivos periodísticos, documentos políticos, documentos y materiales históricos -porque también abarco determinados aspectos del siglo XIX que tienen que ver con los Bullrich, los Pueyrredón, los Luro y con la historia del país-; sino también incluye toda una serie de testimonios de gente que estuvo muy cerca de ella en todas las épocas que yo describo. Además de tener un conocimiento directo de ciertos hechos y circunstancias que tienen que ver fundamentalmente en los detalles de su vida durante la década de 1970, en los cuales frecuentábamos casi la misma gente.

¿Cuáles fueron las hipótesis con las que se acercó a la vida de Patricia Bullrich?

Más que hipótesis yo me hacía preguntas. Desde luego, el rasgo más sobresaliente de su personalidad es su constante zigzagueo alrededor del arco político e ideológico. Pero ese es un hecho que ya se conocía, no es un hecho por revelar. En consecuencia, lo que a mí me interesaba era explorar el trasfondo de esos cambios y sus bordes más extremos para tratar de responder a esas preguntas: ¿Se trata de una persona que con notable frecuencia -más notable que el resto de los ciudadanos- cambia de formas de pensar, de formas de ver el mundo? ¿O siempre fue la misma? Y creo que sí, siempre fue la misma, en el sentido de que en cada una de las escalas de su viaje, ella siempre tuvo los mismos patrones de conducta: el alpinismo político y la acumulación de poder, siempre ocupando el lugar de ladera del ganador de turno.

Durante la investigación, al adentrarse en la vida de Patricia Bullrich y los sucesos y épocas que estudió, ¿qué fue lo que más lo sorprendió o le llamó la atención?

Varias cosas. Tal vez, lo que más me sorprendió fue un hecho muy particular: durante el secuestro de los Born -que fue una operación de la Columna Norte dirigida por su cuñado, (Rodolfo) Galimberti, y en donde ella realiza una tarea de inteligencia previa-; pierde la vida el chofer de los Born por una ráfaga de ametralladora que también acaba con la vida del que estaba al lado, que era un tipo que no tenía que estar ahí. Recién a la noche salta públicamente que se trataba de un gerente de Molinos Río de la Plata, una de las empresas del holding, llamado Alberto Bosch. Y no sé por qué me llamó la curiosidad este pobre desgraciado, pero comienzo a cruzar su apellido con los árboles genealógicos de su familia, y resulta que era el tío de Patricia. Fue un hecho que a mí me impresionó mucho y que estuvo oculto durante 45 años. Otra de las cosas que me sorprendieron fue que gran parte de la relación que hubo entre Galimberti -y por añadidura con Patricia, que era una especie de garrote de Galimberti-, a partir de los años 1974 y1975, y la Conducción Nacional, su ruptura en 1979 y el posterior acercamiento durante la época de Alfonsín, tenía de trasfondo la guita de ese secuestro. El tipo estaba obsesionado con esa guita y Patricia, estando al tanto, lo acompañó, lo secundó y lo sirvió todo lo que pudo. Me impresionó que, en realidad, las diferencias políticas que tenía Galimberti con la Conducción Nacional y las críticas que podía hacer acerca del militarismo no fueran por motivos genuinos y honestos, sino por el tema de la guita. Y después, desde luego, también es impresionante el acercamiento, en la década del 1980, hacia sectores carapintadas y hacia determinados represores. Galimberti estaba con pedido de captura y en la clandestinidad porque Alfonsín había hecho, por un lado, el Juicio a las Juntas, y por el otro había pedido el procesamiento de las cúpulas guerrilleras; la teoría de los dos demonios en estado puro. Éstos, en respuesta, hacen lo que se podría llamar -que no se me ocurrió en el momento del libro, se me ocurrió después- la teoría de los ángeles caídos, donde ponen en un mismo plano de inocencia penal a los represores y a los guerrilleros, lo cual es una locura. Galimberti y Patricia comienzan a ranchear con esa gente. Entonces no es raro que ahora haga las cosas que hace, diga las cosas que dice. Incluso viene a mi memoria un programa de Mirtha Legrand donde estaba ella, hace un par de años, en el cual dice “bueno, los demonios no eran tan demonios”.

En el libro hace mención a miradas de reojo o de sospecha desde los compañeros a Patricia. ¿Por qué agrega esos momentos?

Carlos Menem, que fue uno de los ganadores a los que ella se acercó y después se alejó, decía de ella que era de esas personas que le muerden la mano a quien le da de comer. En consecuencia, había una sensación de desconfianza bastante grande hacia ella. Es por eso también que, como toda conversa, asume las tareas de los nuevos espacios que ocupa con un grado de resolución, con un grado de obediencia y una sobreactuación propia de los conversos. En ese sentido, todo converso es una persona a la cual hay que mirar de reojo. Además, era una persona a la cual, en determinados momentos, se le veían los hilos; y en esos momentos se la miraba de reojo. Por ejemplo, a mí me llamaba mucho la atención -yo soy muy de observar la gestualidad de los personajes- esa expresión de solemnidad casi caricaturesca que asume en determinados actos particularmente litúrgicos. Por ejemplo, cuando era pendeja y ve por televisión a Francisco Franco condecorando a Isabel Perón, cuando escucha un discurso de Fidel Castro en Cuba, y en otros momentos así. En esos momentos hay miradas de reojo.

¿Cómo cree que los comienzos militantes de Patricia Bullrich se ven en lo que es hoy como personaje político?

Se trata de una persona que nunca cambió, entre ese momento y el actual existe la misma pulsión que es el poder. Desde luego, si vemos ese viraje desprovisto de todo una serie de circunstancias políticas, personales y hasta psicológicas, parece la travesía de una persona que no está en sus cabales. Pero es un producto de su época. Hay una anécdota que yo vi personalmente, cuando se presentó como candidata a Jefa de Gobierno: yo estaba desayunando en el Tortoni y ella entró a hacer campaña solo acompañada por algún asesor o asistente -se ve que no tenía un mango para hacer campaña-; y de pronto se detiene en la mesa de al lado mío donde había un señor mayor muy bien trajeado, leyendo el diario La Nación, y el tipo la mira y le dice: “Discúlpeme, señora, ¿no le da vergüenza ir de mesa en mesa ponderándose a sí misma?” Y la mina no supo qué contestarle.

Bullrich es una de las figuras que todavía se mantienen junto al presidente, incluso cuando está en un declive político que parece insalvable. ¿Cómo lee esa permanencia junto a Macri, teniendo en cuenta su ir y venir político?

En la época de De la Rúa, que también fue un gobierno que empezó a caerse a pedazos, ella mantuvo esa fidelidad hasta que, siendo ministra de Trabajo, De la Rúa se ve en la obligación de negociar con la CGT; entonces se convierte en fusible. La saca del Ministerio de Trabajo y le da una especie de consulado de cabotaje que no tenía ninguna gravitación, y ella no se la banca y se va. Renuncia, tal vez, olfateando el fin inminente del asunto que, de todas maneras, la arrastró al ostracismo durante algunos años y la confinó en ese espacio de la derecha del cual no puede salir. Por otro lado, es posible que eso le suceda también en la actualidad, por toda esa sobreactuación que continúa articulando, por ejemplo, con la resolución para pedir documento en los trenes. No tiene ninguna necesidad. Pero la impunidad inyecta a sus actores de negación ante la realidad, y la energía que sigue poniendo en su tarea es la energía de quien está seguro de que dentro de 10 años va a seguir en el mismo lugar. Es algo que se va a recordar como una perlita más de una persona que cada vez más se parece a un personaje de Capusotto.

¿El libro tuvo alguna repercusión de ella o de algún allegado?

Por un lado sé que lo leyó, y me da la impresión de que la actitud que decidió tomar es silencio absoluto. Pero en YouTube colgaron un video del acto en Barrancas de Belgrano, en el cual ella está rodeada de un montón de personas, algunos de ellos periodistas, en un clima de algarabía, de fiesta y de triunfalismo. Y de pronto alguien le pregunta: “¿Leyó el libro de Ragendorfer?” Y en ese momento se le transfigura la cara y huye. A mí me da mucho placer que la sola mención de mi nombre haya hecho que se dé a la fuga.

El libro menciona los objetivos de la política de seguridad macrista: el control del espacio público y el disciplinamiento social. ¿Esto supone, también, un sentimiento de impunidad para la Policía?

Si en algo se caracterizó esta gestión es en un su defensa y su confianza a ultranza en las fuerzas de seguridad, alentando determinadas barbaridades que son de dominio público. Esa actitud resalta, otra vez más, por su sobreactuación, pero no es diferente a determinados pactos que hicieron otros gobiernos con las fuerzas de seguridad. Esta es la versión extrema del viejo pacto que consiste en negociar demagogia punitiva a cambio de vista gorda con los negocios sucios de los uniformados. Lo cierto es que eso deriva en el autogobierno policial en estado puro, que es fruto de la autofinanciación policial a través de las cajas delictivas. O sea, la policía gerencia el delito mientras sobreactúe o cause en la población una ilusión de orden a través de su presencia en las calles y a través de persecuciones visibles como a trapitos, niños indigentes y manteros.

¿Considera que el poner en el centro de la escena casos de represión y gatillo fácil como ideales del accionar policial fue una estrategia política fallida?

Sí, porque eso ha sido una cosa bastante perversa, no solamente hacia las víctimas sino hacia los victimarios que eran incentivados a matar no ofreciéndoles ningún paraguas legal para eso. Entonces, los tipos se sentían impunes, mataban a uno y terminaban presos. Terminan presos. Pero lo que sucede también es que, a diferencia de todas la oleadas represivas que hubo desde mediados del siglo XX hasta la fecha en gobierno democráticos- donde se incentivaba tanto por motivos inherentes a la represión política, como por reacciones desesperadas de  gobiernos agónicos-; la represión macrista le da otra vuelta al asunto, convirtiendo la represión en una cuestión de marketing porque, lamentablemente, hay un vasto sector del padrón electoral que le gusta la represión..

En esto de la sobreactuación que menciona ¿también entraría la persecución al narcotráfico?

Sí. Patricia Bullrich desde el comienzo empezó a hablar de la guerra contra el narcotráfico en un país donde no existe el narcotráfico: existen ventas al menudeo, existe triangulación de cargamentos colombianos o mexicanos hacia otros países, cosas así; pero este no es un país productor ni es un país donde hay carteles. Ese es un problema que tiene: si le querés declarar la guerra a alguien tenés que tener, por lo menos, un enemigo enfrente. Pero, lo cierto es que eso también forma parte de la teatralización de la guerra al narcotráfico, forma parte de la subordinación de este gobierno y de las políticas de seguridad a la doctrina norteamericana de las “Nuevas Amenazas”, que es una versión aggiornada de la Doctrina de la Seguridad Nacional: se habla de amenazas asimétricas, que incluyen amenazas tan disímiles como el narcotráfico, el terrorismo, las protestas sociales y hasta -y no es un chiste mío- las catástrofes climáticas. En ese sentido, en un país donde no hay narcotráfico, donde no hay terrorismo, donde -salvo las inundaciones que no logra remediar Macri- no existen catástrofes climáticas, hay que inventar un enemigo interno. Y con esa concepción del enemigo interno tiene un poco que ver la campaña de Bullrich contra las comunidades mapuches en la Patagonia.

¿Esto se relaciona con la fijación de Bullrich con la figura de Julio Argentino Roca, que menciona en el libro?

Roca es una figura omnipresente en la historia del linaje familiar de ellos porque es un lazo entre los Bullrich y los Luro. Y, de algún modo, que casi un siglo y medio después de la Campaña del Desierto, ella haga una especie de remake es una circunstancia altamente simbólica. Pero lo que hicieron contra los mapuches no es sólo eso, sino es, para el gobierno de Macri, lo que para el gobierno de Isabel Perón fue el operativo Independencia en Tucumán: un laboratorio represivo.

¿Cómo cree que, a partir de diciembre, van a trabajar las fuerzas de seguridad con un nuevo gobierno?

Desde luego es un tema con el que el próximo gobierno va a tener que lidiar, porque es un problema con el cual todos los gobiernos tienen que lidiar, porque si estamos hablando de autogobierno policial estamos hablando de Estados dentro del Estado, ante los cuales las autoridades civiles tienen que negociar. Es un tema que en su momento el kirchnerismo no pudo solucionar, y que lo llevó a la desgracia a Eduardo Duhalde, siendo gobernador y siendo presidente. Desde luego quiero creer que el próximo gobierno viene con otra intención al respecto.

¿Qué transformaciones observa en el periodismo policial durante los años de Bullrich como ministra de Seguridad?

Una de las más notables, y que no es tanto fruto de este gobierno sino es una cuestión que ya se viene arrastrando desde hace mucho, es la irrupción de un subgénero dentro del género policial que gira en torno a la inseguridad. En ese sentido, en la mayoría de los medios, en vez de tener el contenido investigativo que tuvieron algunos cultores del género, o en vez de tener el contenido “amarillista” que tuvo el género -cosa que a mí, particularmente, me fascina, me parece lo más cercano que hay a la literatura-, el periodismo policial en los últimos años no se aboca ni a la información ni al sensacionalismo, sino a la construcción del miedo social. Esto termina reforzando y justificando el discurso del gobierno: si vos pasás por un noticiero la misma información sobre un remisero que asesinaron para afanarle el coche en Laferrere, en Barrio Norte van a pensar que las calles están tapizada de cadáveres. Y ahí se empieza a pedir la militarización de las calles.

¿Considera que la inseguridad es un tema central en la Argentina, más allá del discurso mediático?

Este país no es un país inseguro, tiene estándares normales de delito. No es lindo que te afanen, no es una experiencia agradable, pero tampoco es un país que tenga demasiados homicidios. Es un país que tiene, te digo exactamente 5,6 homicidios por cada 100 mil habitantes, es una estadística baja, tal vez una de las más bajas de Latinoamérica, solamente superior a la de Uruguay. Pero lo curioso es que, del 100%, solamente el 20% es en ocasión de robo, o sea solamente el 20% son fruto de la llamada inseguridad, que en realidad tendría que llamarse violencia urbana. La inseguridad es violencia urbana, porque cuando hablás de inseguridad, ¿qué inseguridad? ¿Inseguridad social, inseguridad impositiva, etc? Es violencia urbana. Pero, entonces, el 80% son crímenes entre personas que se conocían previamente: crímenes de género, crímenes intrafamiliares, intravecinales, entre personas que se pelean por temas de tránsito, etc. El 80% de los homicidas no son personas que pertenecen o que tienen educación dentro del mundo del delito, sino que pertenecen a la parte “sana” de la población.

¿Qué considera que es lo más importante al momento de escribir?

Para mí, lo fundamental -y eso no es una cosa que uno se impone sino es algo que a uno le sale-, una de las cosas fundamentales del periodismo, de cualquier manifestación expresiva, es el encuadre. Si hay algo que me gusta de determinados periodistas, determinados escritores, cineastas o pintores, es el encuadre. Y si hay algo que no me gusta de ellos es también el encuadre. Porque todos encuadran. Y, en ese sentido, realzo la importancia de eso, porque cuando uno encuadra, en realidad está mostrando quién es. Porque no hay nada en el mundo que defina más a una persona que su forma de mirar