Las enfermeras de la guerra

Las enfermeras de la guerra

En conmemoración por el 39° aniversario del suceso de Malvinas, se proyecta Nosotras también estuvimos, un documental dirigido por Federico Strifezzo que narra las historias de tres de las catorce enfermeras que atendieron heridos durante la guerra en un hospital móvil en Comodoro Rivadavia.

La llegada de la pandemia y las consecuentes medidas sanitarias obligaron a posponer la presentación del documental para el 2021. Tras un año de incertidumbre y con una industria cinematográfica inquietante, este 1º de abril a las 20 se estrenó el film en la plataforma Cine.ar y este viernes, a las 22, se podrá ver en la pantalla de Canal Encuentro.

Nosotras también estuvimos relata los recuerdos dolorosos y las vivencias que marcaron para siempre la vida a un grupo de enfermeras de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) en la Guerra de Malvinas. Después de 37 años, Alicia Reynoso, Stella Maris Morales y Ana Masitto vuelven a la isla para contar sus cruda experiencia pero, además, para hacerse escuchar. Tras ser invisibilizadas por casi cuatro décadas y en un escenario machista y de discriminación, este film muestra la lucha de estas veteranas que aún hoy esperan ser reconocidas.

«Este es un documental que no te lo cuenta nadie –expresa Reynoso-: lo estamos contando quienes lo vivimos, porque a quienes debían contarlo se les olvidó por casi 30 años. Una vez que empezamos a decirlo, intentaron una y mil maneras de callarnos, de difamarnos, de agraviarnos».

Estas mujeres siguen luchando por mostrar el rol fundamental que tuvieron y ya no se callan más: “Tanto tiempo de silencio y hoy estamos aquí, vivas, sin miedo, libres y con la verdad en la mano. Orgullo en el corazón y la justicia que nos acompaña. Las enfermeras veteranas de guerra de Malvinas de la Fuerza Aérea estuvimos y estamos diciendo presentes una vez más. Quien quiera oír que oiga», señala Reynoso.

El documental busca darles voz a las enfermeras que atendieron a soldados y estuvieron en trincheras pero también visibilizar el contexto de injusticia y discriminación que sufrieron. Strifezzo, en diálogo con Télam, explicó que una de las causas de ese silencio es por tratarse de mujeres que actuaron en un escenario militar: “Ellas, como enfermeras, vieron en primera persona a los muertos, a los heridos, a los chicos con los pies congelados por no tener un buen calzado, a los que estaban mal alimentados. No solamente no las quisieron escuchar sino que también las quisieron silenciar. Ellas vienen de esa sociedad en la que la mujer tenía un rol mucho más rígido y definido, y mucho más hacia el interior de una fuerza militar. Las revistas de entonces solo mostraban a mujeres que esperaban el regreso de los soldados o a madres tristes porque sus hijos estaban en una guerra”.

A lo largo del rodaje, el director detalla que hubo momentos de emoción y catarsis como cuando las protagonistas pasaron por el hospital de Comodoro Rivadavia. “Fue un momento totalmente mágico, porque ellas caminan directamente hacia ahí, creo yo que dirigidas por el pasado. Estaban desorientadas, pero seguían caminando por ese lado. Hubo otros en los que llorábamos detrás de cámara, el camarógrafo, el sonidista y yo. Así fue el clima de la filmación”. Como señala Strifezzo, el planteo del final no es solo reconocer a estas mujeres por su lucha sino también para intentar sanarlas, como ellas hicieron con otros heridos durante la guerra.

 

Sin justicia por falta de personal

Sin justicia por falta de personal

 

“Falta de personal”. Eso es lo que alegó la jueza federal de Tierra del Fuego Mariel Borruto, tras suspender las indagatorias en las que debían rendir cuentas 18 militares de las Fuerzas Armadas denunciados por cometer crímenes de Lesa Humanidad contra los soldados que lucharon en la Guerra de Malvinas, a 11 años del inicio de la causa.

Hugo Robert, ex combatiente y presidente del Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas de La Plata (CECIM), repone el momento en el que Ernesto Alonso, Secretario de Derechos Humanos de la institución, le informó acerca de esta resolución: “Estábamos esperanzados desde que se habían enunciado las fechas de las indagatorias dictadas por el anterior juez, el doctor Calvete. Pensábamos que la jueza Borruto, de quien teníamos buenas referencias respecto a temas de Derechos Humanos, iba a dar mayor celeridad a la causa. Ésta fue una muy mala noticia. Pero el CECIM está acostumbrado a reponerse de los golpes de tanta injusticia desde hace 37 años.”

Los militares están acusados de actos de tortura tales como estaqueamientos, inmersión de soldados desnudos en agua helada, enterramiento de sus cuerpos hasta el cuello, picanas con teléfonos de campaña, golpes, violencia sexual y discriminación racial. “En todos los años que tiene la causa se ha discutido muchísimo sobre diferentes cosas. Por ejemplo, la calificación y el derecho, pero lo que nadie ha puesto en discusión es que se cometieron torturas y todo tipo de violaciones a los Derechos Humanos. El Estado tiene la obligación de investigar y llevar la causa a juzgamiento, con lo cual, no puede haber ningún tipo de argumento para frenar el proceso de Verdad y Justicia.  El CECIM La Plata cree y afirma con convicción que son crímenes de lesa humanidad las torturas cometidas en Malvinas”, expresó Jerónimo Guerrero Iraola, uno de los representantes legales del organismo.

“Creemos que ha habido una gran presión del lobby militar y que este retardo de Justicia se parece mucho a la impunidad. La jueza va a tener que entender, en algún momento, que no se puede ocultar el pasado. ¿Cuánto tiempo piensa, la doctora Borruto, que los torturados en Malvinas pueden seguir esperando un poco de justicia? Es inadmisible lo que está pasando. Creemos en la razonabilidad de la jueza y en la necesidad, después de 37 años, de tener una bocanada de Justicia para quienes, pacientemente y bajo el imperio de la ley, están esperando, al menos, que los acusados le digan a la jueza por qué torturaron a soldados en la guerra. Entonces es cuando nos preguntamos, ¿cuánto tiempo más van a ocultar lo que pasó en Malvinas?”, arremete Robert entre aires de resignación y esperanza.

En menos de 30 días los excombatientes saborearon una victoria y la vieron esfumarse. Tras recibir la ansiada notificación por parte del Juzgado Federal de Río Grande de que se llevarían a cabo las indagatorias los días 27, 28 de junio y 1, 2, 3 y 4 de julio, donde los militares denunciados por estas graves violaciones a los derechos humanos deberían sentarse en el banquillo de los acusados -para rendir explicaciones y que un juez de la Nación les lea los delitos por los que se encuentran siendo investigados- llegó el lunes 27 de mayo la suspensión de las indagatorias sin especificar una próxima fecha. En respuesta a esta suspensión, los letrados y el secretario de Derechos Humanos viajarán este viernes a Tierra del Fuego para tener una reunión con la jueza Borruto. Estarán acompañados también por quienes se han constituido como querellantes en la causa, la Comisión Provincial por la Memoria y la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires.

La jueza adjudicó dicha decisión a la falta de recursos que exige la trascendencia y complejidad de la causa, por lo que solicita la creación de una secretaría específica debido a la repercusión que puede llegar a alcanzar el caso.

“Cuando mi sueño de una patria justa y soberana se ponía en marcha, tres palabras derrumbaron mis construcciones al respecto: ‘Falta de personal’. Imposible creer que son las razones que se interponen entre la mentira y la verdad, difícil comprender que de un día para el otro cambiaron las condiciones en su juzgado, en el cual lleva mucho tiempo trabajando como para que no se pueda concretar el llamado a indagatoria para dar explicaciones sobre los hechos por los que se los denuncia”, enuncia Silvio Katz, excombatiente, denunciante y parte del CECIM, que encarna en primera persona el comunicado oficial del centro que ha sido publicado en sus redes sociales.

Parecería que la impunidad ha ganado un capítulo más en esta historia. Los soldados de Malvinas, y su causa por la verdad y justicia, deben afrontar otro golpe, entre tantos. La Guerra de Malvinas, a 37 años de su finalización, aún sigue siendo una herida abierta. Katz, interpelando directamente a la Jueza Federal desde su carta abierta, declaró: “Veo con inmenso dolor y enojo cómo los autores de tan traicionero acto festejan hoy la decisión que usted tomó, y en eso me baso para pedirle un gran favor: que dé un paso atrás, solo uno, que nos permita a todos los argentinos dar un gran paso adelante y que se cumplan los sueños de los bien nacidos y los que creemos en los derechos humanos: un país con Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía”.

«No hay terrorismo de Estado sin una sociedad que, de alguna manera, lo acompañe»

«No hay terrorismo de Estado sin una sociedad que, de alguna manera, lo acompañe»

La pregunta sobre en qué momento los derechos humanos y el reclamo por los desaparecidos y la represión empezaron a ser nodales en el discurso público y dominante, es la inquietud que guía a Marina Franco en El final del silencio. Dictadura, sociedad, y derechos humanos en la transición (Argentina 1979-1983), editado por el Fondo de Cultura Económica. Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires y por la Université de Paris Denis Diderot, Franco realiza un trabajo de revisión y deconstrucción de la memoria argentina sobre uno de los períodos más traumáticos de la historia del país: “Nuestra cultura de los Derechos Humanos es importante y valiosa, pero hay que reconocer que es limitada y que queda mucho por hacer”, destaca.

Hablás de un «relato memorial» como una selección de hechos cristalizados. ¿Se puede distinguir entre historia y memoria?

Sí, se pueden distinguir. No hay historia sin memoria, pero parte de las tareas de la historia es la revisión crítica de muchas construcciones que son constitutivas de la memoria. No necesariamente corregir la memoria, pero sí entender que está hecha de figuras cristalizadas, cosas que se seleccionan para recordar y otras para olvidar. Traté de mostrar en el libro que nuestra memoria sobre la transición a la democracia está basada en tres cosas: la Guerra de Malvinas, las Madres de Plaza de Mayo junto a los organismos de Derechos Humanos y Alfonsín y que, por lo tanto, nuestra memoria, un poco épica de la transición, se construyó en torno a la idea de que fue casi natural que se llevaran adelante los juzgamientos y las investigaciones. A contrapelo de esa memoria selectiva, tranquilizante, pasaron muchas cosas y la tendencia general del proceso no era a investigar y juzgar los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas, sino todo lo contrario. La idea es recuperar una memoria más compleja de ese proceso para entender mejor la relación de la sociedad argentina con el autoritarismo.

¿Podrías explicar la utilización de las comillas en distintas expresiones del libro como «terrorismo de Estado» o «combatir la subversión»?

Tomé varias decisiones importantes en términos metodológicos y una de ellas, que es transversal a lo que el libro cuenta, es mostrar cuánto de lo que nosotros decimos y entendemos hoy sobre lo que llamamos «terrorismo de Estado» fue una construcción a través de muchas décadas. Es decir, que el 10 de diciembre de 1983, prácticamente nadie hablaba de «terrorismo de Estado» y que se hable hoy de ello es el resultado de un proceso político, ideológico, social, de los juzgamientos y de construcciones intelectuales sobre lo que sucedió.

¿Cómo funcionó «el problema de la subversión» como mito fundador y socialmente compartido de la época?

Para mí eso es el tema central. Lo que más me interesa de la Dictadura no es entender al poder autoritario, sino cómo buena parte de la sociedad pudo acompañar, consensuar y apoyar ese poder. No hay terrorismo de Estado sin una sociedad que, de alguna manera, lo acompañe. Para una investigación anterior que hice de la represión durante el Peronismo, encontré que estaba completamente instalada la idea de que había un enemigo subversivo que debía ser eliminado. Eso estaba instalado no solo en las Fuerzas Armadas, sino también en el sector de la derecha peronista, en el propio Perón y en gran parte de la sociedad. Trabajé esto a partir de la legislación peronista, de la prensa de la época y de cartas enviadas por ciudadanos comunes al Ministerio del Interior. Mi gran pregunta es, si era tan fuerte la idea de que había un enemigo subversivo que había que eliminar y de que la lucha antisubversiva era legítima antes del golpe de Estado, ¿cómo se explica que en el momento de la transición hubiera desaparecido? La respuesta es que no había desaparecido. Por ejemplo, hasta el último día, gran parte del partido radical consideraba que la lucha antisubversiva era el punto en el cual las Fuerzas Armadas habían hecho bien su tarea. Y con ellos, el resto de los partidos políticos, excepto los sectores más de izquierda. El planteo era que las Fuerzas Armadas se habían excedido en la represión.

Hacés una comparación entre el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el de la Organización de Estados Americanos (OEA), que se publicaron en 1980. ¿Por qué ambos fueron recibidos de diferente manera?

Yo no pretendía hacer una comparación. Quería mostrar que esos dos informes fueron publicados en la prensa argentina a comienzos de 1980, en Clarín en primera plana, y decían absolutamente todo sobre la represión. Esto, primero pone en cuestión la idea de que la sociedad argentina no sabía nada y segundo, evidencia que de todos los poderes instituidos, nadie vio lo que no quería ver. Lo que agranda la responsabilidad de los sectores políticos de la época porque hacen un uso político de esa información, cuando la dictadura ya se estaba cayendo por su propio peso.

¿De qué manera los diarios La Prensa y el Buenos Aires Herald tenían una posición diferente a diarios masivos como Clarín y La Nación respecto de las denuncias?

Efectivamente, el Buenos Aires Herald y La Prensa se desmarcan de la media. Lo interesante es que lo hacen desde un lugar clásico liberal, no son diarios de oposición al régimen. El Buenos Aires Herald empieza a denunciar las violaciones a los derechos humanos porque es un diario inglés y liberal al que le parece intolerable semejante nivel de autoritarismo, de avasallamiento de las libertades individuales y de violencia de Estado, de la misma manera que aprueba las medidas económicas liberales del gobierno. Con La Prensa es distinto: considera que el poder militar no es suficientemente liberal en términos económicos, pero denuncia las violaciones a los derechos humanos como algo intolerable. La otra cosa a señalar es que, a diferencia de lo que se piensa, Clarín fue uno de los principales diarios que empezó a darle espacio a los organismos de Derechos Humanos no como sospechosos de subversión. En ningún caso, creo yo, significa que Clarín tenga un lugar épico. Todos los medios de prensa jugaron su propio juego político, al igual que el Poder Judicial y la Iglesia, y a partir de 1981, denunciar a la dictadura y sus delitos entraba en ese juego.

¿Podrías describir cómo fue el viraje de estos actores?

Lo que hay es un lento proceso de defección, es decir, que son todos actores que al comienzo del régimen lo a acompañaron, apoyaron y celebraron. Durante los primeros años, las sanciones del Poder Judicial iban en favor del régimen; en el caso de la Iglesia, acompañó al poder militar incluso ofreciendo consuelo moral a los represores. Sin embargo, hacia el final del proceso dictatorial, retiraron su apoyo porque el régimen se demostró incapaz en términos políticos, porque nunca logró generar su propia sucesión política; y  económicos porque para 1982, la economía estaba en un estado catastrófico; y tampoco fue capaz de ocultar sus propios crímenes. El tema del fracaso económico es un dato muy importante que hemos omitido. La inflación en 1982 era del cien por ciento y luego se duplicó. Para el común de la gente, el problema no eran los desaparecidos, sino la supervivencia material. Estos actores no denunciaron la represión porque les parecía escandaloso, sino porque fue una manera de deslegitimar a quien había hecho el trabajo sucio pero que ahora incomodaba.

¿Cómo se construye la figura del desaparecido durante la transición hacia la democracia?

Clarín publica en una editorial que las Fuerzas Armadas tenían que hacerse cargo del problema de los desaparecidos y dar respuestas a las Madres de Plaza de Mayo «porque sino estas mujeres se van a enquistar en la vida política argentina». Es decir que era un problema del orden de lo personal, que afectaba a ciertas personas a las cuales había que dar una respuesta privada para poder cerrar el pasado. Es importante porque demuestra que no había una preocupación por la violación a  los Derechos Humanos como problema.

Describís un paradigma de los derechos humanos. ¿Te referís a estas características que estuviste nombrando?

Sí y sería nuestra convicción como sociedad de que en la Argentina los derechos humanos y la denuncia ocupan un lugar importante desde que se descubrió la represión. La investigación demuestra que ahora es así, pero que en 1983, los desaparecidos le importaban a los organismos de derechos humanos, a las clases medias profesionales e intelectuales y a los grandes centros urbanos, como Buenos Aires, Córdoba o Rosario. Esa cultura existe y es mucho más fuerte que en otros países de la región, pero es una construcción de muy largo plazo, que se hizo en los años alfonsinistas, en las luchas contra la impunidad en los años noventa y durante los años kirchneristas. En esa construcción fue decisiva la política escolar y los juicios. Esto muestra lo importantes que son las políticas de Estado en la construcción de conciencia. Las manifestaciones contra el 2X1 del 2017 son un dato puntual de que las luchas no están saldadas. Agregaría otra cosa, que no está en el libro, y es que el sentido común omite que en la sociedad argentina funcionan los derechos humanos vinculados a la dictadura, pero no están vinculados a presos políticos o a menores víctimas de la violencia policial. Nuestra cultura de los derechos humanos es importante y valiosa, pero hay que reconocer que es limitada y que queda mucho por hacer.

 

¿Por qué la Guerra de Malvinas no fue un parteaguas?

La Guerra de Malvinas tuvo un impacto muy fuerte en la memoria social en tanto que fue la experiencia de una guerra y es indiscutible. Pero lo que cuestiono es que haya representado un momento bisagra en relación con la dictadura. Si uno mira todo el proceso político y social, las variables del derrumbe estaban en marcha desde 1980. La Guerra de Malvinas no modifica la negociación entre los partidos políticos y el Gobierno, pero sí genera un cambio de disponibilidad social donde  hay mayor disposición para escuchar lo que había ocurrido.

“No hay filosofía sin práctica”

“No hay filosofía sin práctica”

Emilio Toshiro Yamauchi es argentino aunque su nombre es – casi – japonés. Su padre era nipón.  Medirá metro ochenta como mucho y es corpulento. Tiene mirada profunda, cejas pobladas, barba completa y la cabeza rapada. Toshiro es maestro zen y sensei del Dojo Zen de Buenos Aires. Fue el primer argentino en recibir la ordenación de Maestro en tierra argentina en 2016. Y es discípulo de Kosen Thibaut, el francés heredero de Taisen Deshimaru, el japonés que dio a conocer el zen fuera de Oriente.

El budismo zen es la rama del budismo más popular en Occidente. La ausencia de un dogma y la simpleza de la práctica permiten que sea relativamente fácil para los occidentales. El zen se muestra a sí mismo como una filosofía, un modo de entender el mundo, y no como una religión. En el zen no hay obligación ni exigencia. Su objetivo es alcanzar la sabiduría más allá del discurso racional. El hombre puede eliminar su sufrimiento si elimina su ego a través de la práctica del zazen, una técnica de meditación donde los practicantes se sientan sobre un almohadón en silencio durante una hora y media, en dos tramos y con un descanso en el medio.

El Dojo Zen de Buenos Aires es un local que bien podría ser otra cosa. La vidriera es de un vidrio gris opaco y tiene escrito el nombre en negro. Adentro, una recepción con un escritorio marrón antecede al espacio donde se hace la práctica: un biombo con kimonos colgados, una estantería con los almohadones – llamados zafu -, una mesa con sillas, y el tatami, donde el maestro se sube a saludar al Buda en la ceremonia final. Mientras los practicantes se sientan a meditar de cara a la pared.

Toshiro está sentado a la mesa vestido con sus atuendos tradicionales – un kimono blanco que proviene de Japón, uno negro de China y una tela cuadrada colgada sobre su pecho, un kesa especial, que usan sólo los maestros y procede de la India. Mientras habla toma del pico de una botella de Coca Cola. A su alrededor un par de discípulos se acomodan a escucharlo.

 ¿Qué es el zen?

La pregunta de “maestro, que es el zen” tiene muchas respuestas. Por ejemplo, el aplauso de una sola mano. El ciprés del patio. O una cachetada. Todas son buenas respuestas para responder qué es. Pero si bajamos a una dimensión más tangible podemos decir que el zen es la filosofía y que el zazen es la práctica. Para nosotros no hay filosofía sin práctica, porque la manera de acceder a la filosofía es a través de la repetición de la práctica. Entonces el zen es zazen.

 ¿Y en qué consiste esa práctica?

 El zazen es repetir, imitar, recrear la postura, la respiración y la actitud del espíritu que tuvo el Buda en el momento de despertarse. Eso es lo que se ha transmitido de maestro en maestro y de generación en generación.

 ¿Y cómo se realiza?

 El zazen tiene tres pilares fundamentales: la postura, la respiración y la actitud del espíritu. La postura es sentarse en loto o medio loto, con la pelvis basculada al nivel de la quinta vértebra lumbar, empujando la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza, alineando el perineo con la cabeza en una misma línea. Mentón adentro, nuca estirada, ojos a 45 grados, la parte superior de la espalda bien derecha como un precipicio. La palma izquierda sobre la palma derecha con los dedos sobre los dedos. Los pulgares que se cruzan en la mitad de la palma paralelos al suelo. Una vez que la postura está equilibrada, los hombros y las piernas relajados, uno se concentra en la respiración. La inspiración es corta, automática, y la exhalación es larga y suave. La actitud del espíritu es que no hay que moverse. El zazen no es sólo silencio auditivo sino también silencio de movimiento. Por una hora y media no nos movemos. Si se mueve le gritamos “¡No se mueva!”, porque nos parecemos más a un artista marcial que a un cura. La práctica es marcial. No estamos “Bueno, hermano, seamos todos hermanos y abracémonos…” sino que estamos “¡Hacé tu mayor esfuerzo para ajustarte a la postura!”

 ¿La práctica que se hace en nuestro continente difiere de la que se realiza en Oriente?

 Sí. En Oriente hay algunos templos que abren a los laicos, pero en general está circunscripta a los monjes. Nosotros somos esos profesionales, esos laburadores que hemos abrazado la práctica pero no vivimos en un templo. Vivimos donde la gente sufre. Para nosotros no hay nada más especial que la condición normal. No nos gustan las condiciones especiales. Tenemos Dojos en las ciudades, donde la gente tiene su familia, su sexualidad, su trabajo, su nivel cultural y todos nos juntamos a hacer una cosa que es practicar.

 ¿Cómo se aprende entonces la filosofía zen si no puede estudiarse?

 El zen no puede estudiarse con un libro. La transmisión es de espíritu a espíritu, de corazón a corazón, de maestro a discípulo. Y es más allá de las palabras. Había un maestro que retorcía las narices ante cualquier pregunta. Otro que daba bastonazos. En estas épocas tenemos maneras más inteligentes. Yo no ando golpeando a nadie, pero sí los maestros tienen la misión de sacudir el espíritu del practicante.

 ¿Cómo es esa relación entre un discípulo y su maestro?

– Normalmente el discípulo está dormido y el maestro lo ayuda a que se despierte por las suyas. El maestro puede ser un idiota. ¡Sino yo no sería maestro!

 ¿Cualquier persona puede practicar y enseñar?

 No. De cien personas que hacen zazen por primera vez, si tres continúan yo me pongo contento. No es algo fácil. Al principio es doloroso. El cuerpo se resiste porque no está acostumbrado. El espíritu también. Al principio no es fácil, pero si repetís, a los diez años ya no es tan difícil. A los veinte menos. A los treinta un poquito menos. Pero difícil es siempre.

¿El zen tiene una utilidad o una función en la vida de las personas?

 No. El zazen se hace para nada. Sin objetivos. Yo lo que le digo a los principiantes es que si al principio tienen que tener un objetivo que sea “bueno, voy a practicar esto porque este gordo me dijo que era la mejor manera de ayudar a los demás” o “voy a practicar esto para ayudar a mi país, a mi familia”. Pero no “para mí, para mí, quiero una novia linda y rubia, quiero plata, quiero ser inteligente”. La práctica sí tiene beneficios. La respiración hace como un masaje al corazón. Los monjes zen tienen un umbral de dolor mucho más alto y largo que cualquier persona que no practica. Se desarrolla un montón la capacidad de concentración. Se desarrolla la intuición. Pero si uno lo hace con un objetivo, no es zazen.

Toshiro habla claro, contundente, sin tapujos. Lenguaje coloquial, poco místico. De no ser por la túnica y el lugar en el que está se lo podría confundir con otro argentino más. Nació en 1962. A los ocho años viajó a Japón y conoció los templos zen. Los edificios lo impresionaron, lo marcaron. Hizo el primario y secundario en un colegio católico. Incluso se recibió de catequista. Cuando tenía dieciocho le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio, la colimba, y en el ´82 se lo llevaron a Malvinas. Toshiro es excombatiente de aquella guerra del final de la dictadura.

¿Cómo llegó usted a la práctica del zazen?

 Yo tengo una formación católica. Pero en la Guerra de Malvinas vi curas que bendecían armas y que instaban a matar al enemigo. Curas vestidos de milicos. Ahí dije “a esto no quiero pertenecer”. Durante diez años fui totalmente agnóstico.

 ¿Qué recuerda de la guerra?

 El olor a carne quemada. Muchas veces sueño con eso. Tengo trastorno de estrés postraumático. La guerra nos superó a todos. No estamos preparados para vivir una cosa así. Me tocó ver cosas muy feas.

 No tenía planes de entrar en el Ejército…

 ¡Ni a palos! Era rockero, estaba a favor de la paz. Pero había que hacer la conscripción. Igual con gusto hubiéramos dado la vida no por los milicos sino la vieja de él, por el almacenero de acá a la vuelta. Por los argentinos hubiésemos dado la vida con gusto.

¿Cree que esa experiencia en parte lo llevó a buscar el zen?

 Seguro que tuvo una influencia, sí. Por lo menos me llevó a abandonar el catolicismo y a ser agnóstico por un montón de años antes de conocer a mi maestro en Francia.

Toshiro tiene dos nombres más: Taigen, que significa “gran origen” y que se lo dieron en el ´94 cuando se ordenó de bodhisattva – persona comprometida con alcanzar la iluminación – y Toshi, que se lo dio su maestro en el ´97, cuando lo ordenó monje porque así le decían en su casa de chiquito.  Habla con tono firme pero suave. Hace silencios, mide las palabras, no se sobresalta. No hace gestos. Cruza sus piernas y las descruza. De tanto en tanto deja sacar una metáfora, una parábola, una alegoría. Su Coca Cola se vacía, trago a trago.

 ¿El zen cree en Dios?

 No cree en un Dios con barba que te dice que te portaste mal y ahora te vas a ir al infierno. Es más natural. Se habla del “poder cósmico fundamental” o del “ki universal”, la “energía que mueve todo”. El zen nos hace más responsables como seres humanos. Nos hace asumirnos como seres humanos. Nos hace asumir nuestra parte de Dios.

¿Entonces se cree en el bien y el mal?

 Sí. Pero se va más allá. Más allá del bien y el mal, lo justo y lo injusto, más allá. En el zen no se afirma blanco o negro. Se afirma blanco y negro a la vez. El buda dijo “todas las verdades son refutables”. O sea que toda afirmación tiene su negación también válida.

 El zen habla mucho sobre el ego y la necesidad de romperlo. ¿Es posible?

 Un error muy común de la gente es creer que abandonar el ego es “¡ego, te voy a abandonar!” Y no es así. Zazen es abandonar el ego y se da de manera natural, automática e inconsciente. No es que decís “ahora voy a abandonar el ego” sino que es una práctica que hace que el ego se abandone.

 

Los soldados de Malvinas, con nombre y apellido

Los soldados de Malvinas, con nombre y apellido

El lunes 2 de abril, tres miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) brindaron una charla abierta en el Museo Malvinas, ubicado dentro del predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada. El auditorio, que lleva el nombre del ex combatiente Orlando Pascua, se colmó de gente dispuesta a escuchar a los encargados de llevar a cabo el procedimiento de identificación de soldados caídos en la guerra, quienes explicaron con notable sensibilidad las etapas e implicancias del trabajo que realizaron recientemente en el cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas.

Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

Los tres representantes del EAAF, Mercedes Salgado, Carlos Maco Somigliana y Carlos Hurraco, respondieron todas las preguntas formuladas por Federico Lorenz, director del Museo. Explicaron en qué consistió el proceso de exhumación de restos y contaron cómo fue el contacto con las familias de los soldados. El Equipo, fundado en 1984 con el objetivo de identificar a las víctimas de la represión clandestina impulsada por la última dictadura cívico-militar, se abocó en 2012 a un proyecto por demás complejo y doloroso. Luego de que la Cruz Roja Internacional asumiera el papel de mediadora y contactara al Reino Unido para establecer los acuerdos necesarios, el EAAF comenzó a tomar muestras de sangre de los familiares de los caídos para compararlas con los restos óseos extraídos del cementerio.

En diciembre de 2017 logró identificar a 88 personas y había dos casos en los que existía una hipótesis probable pero las conclusiones no llegaban al umbral del 99,95 por ciento necesario para la confirmación positiva. Finalmente, en enero se tomaron nuevas muestras y esta vez el resultado de ambos casos fue exitoso. En total, 90 soldados resultaron identificados. La intervención del EAAF se realizó en 121 sepulturas pero una de ellas contenía los restos de dos personas, por ende, aún quedan 32 combatientes no reconocidos.

Carlos Somigliana remarcó el carácter sumamente profesional del equipo de trabajo y de la Cruz Roja y destacó la labor del ex capitán británico Geoffrey Cardozo, quien se ocupó de sepultar dignamente a los soldados argentinos y de conservar sus pertenencias. Con respecto a los 32 caídos no identificados, los antropólogos afirmaron que inmediatamente se pondrán a trabajar y a tomar muestras de sangre de las familias restantes.

Mercedes Salado Puerto, Carlos Somigliana y Carlos Hurraco, miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense. Charla sobre el proceso de identificación de soldados caídos en Malvinas realizada en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

Mercedes Salgado contó cómo vivió la experiencia de viajar a las Islas con los familiares de los combatientes que, por primera vez, tenían la certeza de estar hablando con su hijo o con su hermano y aseguró que nunca antes había visto algo así: “En un momento —recordó—, el cementerio se convirtió en una burbuja, no sé cómo explicarlo, era como un silencio. Había muchísima gente y transmitían paz. Había personas que llevaban las fotos de sus familiares, de sus hijos, nietos, que les presentaban todo lo que había pasado luego de 30 años. Le presentaban la vida que ellos no habían podido vivir y eso era una paz inmensa”.

Por su parte, Somigliana definió el proyecto de identificación del EAAF como una forma de saldar la deuda con todos los familiares de los soldados de Malvinas: “Durante muchos años —señaló— la gente llegaba al cementerio y se les decía que si no encontraban el nombre de su ser querido eligieran cualquier cruz, y lo cuento para que se den una idea del maltrato al que fueron sometidas estas familias”.

En este sentido, Salgado agregó que “hay una necesidad de lo físico, de la presencia, del contacto. A nosotros nunca nos tocaron tanto las manos como en este caso. Estábamos impactados porque muchas madres nos decían ‘me da paz verles los ojos porque fueron las últimas personas que lo vieron’, y nos tocaban las manos porque éramos las últimas personas que los habían tocado”.

Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

Por último, Somigliana planteó que “Malvinas tiene como connotación haber sido un tema dejado de lado tantas veces. Por una vez es el centro del escenario, y sentimos honor de haber trabajado en esto”.

Mirá el video de la charla publicado por el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=2y8D9pGhho8&w=560&h=315]

En el auditorio, los aplausos sonaban cada vez más fuerte y cuando el director del Museo propuso que el público hiciera comentarios y preguntas, emanaba del ambiente una emoción palpable. Madres, padres y hermanos de aquellos jóvenes de 18 años que ahora permanecen inmortalizados con su identidad, con su nombre y su apellido, dejaron caer las lágrimas dolorosas y en cierto punto reconfortantes que aguardaban en sus retinas hace muchísimos años. En el marco de la Conmemoración por el día del Veterano y los Caídos en Malvinas y 36 años después del siniestro despliegue de una guerra absurda, el Equipo Argentino de Antropología Forense llevó a cabo, y lo seguirá haciendo, una tarea necesaria y concreta con total responsabilidad y brindaron a todo el mundo y sobre todo a los seres queridos, la posibilidad de identificar a aquellos soldados que hasta hace poco eran desaparecidos.