Escenas de teatro en la pandemia

Escenas de teatro en la pandemia

La pandemia del coronavirus se metió por la ventana y cambió todo lo que se conocía como “normal” hasta el momento. En este contexto, uno de los tantos sectores golpeados por la emergencia sanitaria es el artístico; la música, el teatro, el circo, entre otras expresiones. Las puertas del arte presencial se cerraron y, con ellas, las nuevas estrategias para sobrevivir a este momento se pusieron en marcha. ¿Cómo pensar un teatro sin cuerpo? ¿Un arte sin aura? ¿Inaugura una nueva época cultural o es una situación de emergencia en espera de abrir las puertas como siempre?

“Es difícil hacer futurología porque lo que más hay son preguntas, cómo hacer posible que se produzca teatralidad en este contexto”, planteó Ivanna Soto, editora en Revista Ñ, con un posgrado en Gestión Cultural y la carrera de Dirección Escénica de la Universidad Nacional de las Artes en curso. «Ya se está pensando un protocolo para seguir produciendo, enlazado con el reclamo por la emergencia cultural”, explicó. Es una propuesta tentativa para salir de este momento, que también se agrava porque la crisis económica impacta en esta emergencia cultural.

Parte de los que piensan cómo seguir haciendo teatro en este contexto se organizaron en el Profesores y profesoras independientes de teatro (PIT), una agrupación formada en cuarentena que empezó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y rápidamente se replicó en todo el país. Lorena Vega, actriz, directora y docente, forma parte del PIT de CABA y, en conversación con ANCCOM, explicó cómo es el protocolo que quieren discutir con las autoridades: “Estamos intentando iniciar un diálogo con las autoridades de Cultura, tanto a nivel ciudad como nación para poner en discusión un protocolo. Queremos afinarlo para que pueda ser una herramienta para volver al trabajo cuando se flexibilice la cuarentena”.

El protocolo implica que el teatro se adapte al distanciamiento social como cualquier sector laboral: entrar con la distancia necesaria, que haya un lugar para dejar el calzado y no aglutinar los baños ni lugares comunes. También se planteó armar un diagrama para reacomodar la circulación de la gente, que las clases sean con menos personas y más cortas, y que en vez de ir a un teatro que quede más lejos, se pueda tener las clases con otro profesor en un teatro de una zona más cercana. 

El coronavirus no sólo hizo evidente la crisis sanitaria que podía ocurrir si había un colapso en la cantidad de contagios, sino que evidenció problemas estructurales en todos los ámbitos de la sociedad. “El sector viene golpeado desde antes de la pandemia y esto lo agudiza muchísimo, porque en los últimos años, sobre todo en CABA donde hay muchos teatros, y muchos independientes, hay demasiados actores y actrices y muy poco trabajo”, comentó Cristina Fridman, actriz y productora, integrante del mítico grupo teatral liderado por Claudio Gallardou “La Banda de la Risa”. Fridman plantea que esta situación puso en evidencia que la cultura tiene que ser tratada por los gobiernos de otra manera. A pesar de que el Ministerio de Cultura está dando subsidios para paliar la crisis, los actores y actrices que tienen grandes capacidades de ahorro, no son muchos. “Hay que pensar cómo hacer para que el sector no sea tan vulnerable, pandemia de por medio o no”, aseguró Firdman y enfatizó en lo necesario que se vuelve el arte en momentos como éstos para la salud. “Hay países, independientemente del color político del gobierno de turno, donde a la cultura la resguardan, porque es un patrimonio nacional que acá debería ser considerado parte de la canasta básica”, agregó.

En esta cuarentena, las plataformas de CINEAR, Teatrix y los vivos de Instagram donde los artistas hacen presentaciones “a la gorra virtual” se llenaron de visitas. La cultura es vital y necesaria y Fridman ve en eso una respuesta de la gente a la cultura que acude a ella en tiempos difíciles. “El virus paró a todos los teatros del mundo y puso en evidencia cómo el sector de la cultura está absolutamente desprotegido por las políticas (no) culturales. La presencia del Estado tiene que resguardar el patrimonio cultural del pueblo”, expresó, haciendo hincapié en lo que considera fundamental: poner sobre el tapete la política cultural, un consumo de primera necesidad que no se tiene que tocar nunca.

Entre las diferentes estrategias para sobrevivir económicamente, Fridman mencionó a los artistas solidarios, “un movimiento que se armó ahora para entregar bolsas de comida a actores y actrices que no tiene para comer” y expresó su preocupación por la gente del circo, que la cuarentena atrapó viviendo en carromatos y en lugares donde no tienen asegurado cómo resolver lo mínimo. Lorena Vega planteó la necesidad de ayudarse entre todos los que pertenecen al sector y a otros que también lo necesitan, con acciones como las del teatro independiente para apoyar a la organización social La Poderosa.

¿Cómo se configura un nuevo teatro de cuarentena? ¿Cuáles son las estrategias para seguir haciendo arte sin presencia? “Hay formas de pensar un cuerpo virtual, pero el teatro virtual es otra cosa. Una idea es pensar el uso del cuerpo virtual para una escena y otra hacer teatro por zoom”, aclaró Soto. La importancia reside en que este momento obliga a hacer las cosas de cierta manera, pero no por elección. “Es un teatro pensado desde la emergencia y la limitación, no es un teatro elegido”, agregó. El compromiso hacia la obra no es el mismo, según Soto, si se aprieta un botón desde casa y listo, que cuando se va al teatro. “Ver al actor en vivo es otra cosa, hay una comunión espacio-temporal que no se puede dejar de lado. Estamos ahí, aquí y ahora, el actor, yo y los otros espectadores, que no sólo compartimos el espacio real sino el tiempo y espacio que plantea la ficción”, puntualizó.

La presencia era un factor fundamental en el teatro y hoy se encuentra impedida. “La comunión de espectadores es imprescindible porque hay algo en la presencia que se produce ahí con el actor y los espectadores que no es igual. El teatro es completamente artesanal, no es lo mismo ver a los espectadores por zoom”, esclareció Soto. La estrategia es válida para los tiempos que corren, pero está pensada desde la limitación.

El Teatro Cervantes abrió una convocatoria para obras de teatro que se monten y filmen a teatro cerrado. Fue una estrategia buscada para dar trabajo en este momento a los trabajadores de la cultura. “También se está pidiendo que en los canales de aire vuelvan a pasar ficciones o películas nacionales para que, a través del SAGAR, la sociedad de derechos de intérpretes, el actor y actriz pueda cobrar algo”, agregó Firdman. El desafío sigue siendo el mismo, ¿cómo pensar en el teatro a futuro? En septiembre suelen empezar a planearse las funciones de verano y se ponen en marcha los ensayos, pero si el teatro aún está cerrado la duda es cómo poder planificar una actividad que aglutina tanta gente. “Este es el medio artístico más sensible, porque se hace entre personas que se tocan sin tener en cuenta un riesgo de contagio”, mencionó Soto. Pensar la creación desde el impedimento físico, que nunca estuvo antes, implica un desafío central.

“La creatividad es lo último que se debe perder, porque además siempre caracterizó al teatro argentino hacer desde la nada y así y todo hacerlo bien, pero el teatro no se debe convertir en eso”, advirtió Soto. En respuesta a esa necesidad están los protocolos que elevó el PIT al Ministerio de Cultura para volver a dar clases y hacer teatro con los cuidados requeridos. “Está bien en tiempos de crisis buscar otras alternativas, pero que esto no se convierta en la norma porque, también, hay mucha en situación de precariedad”, mencionó. En el mismo sentido, Lorena Vega alentó que se compartieran filmaciones de las obras, pero dejó en claro que se tratan de documentos. “Está buenísimo porque hay mucha demanda y también abre más posibilidades laborales, sobre todo para los que trabajan con equipos audiovisuales, pero considero que es un documento. Esta situación puso de manifiesto que documentar los trabajos y hacerlo bien también es importante”, declaró.  

El teatro va a seguir existiendo y repensándose continuamente, en espera de poder abrir sus puertas sin cuarentena, pero con protocolos de salud. “En Italia van a abrir los teatros en junio y es esperanzador”, mencionó Soto. Tener esa perspectiva de Italia, que es un país donde realmente se vivió la crisis del coronavirus, parece alentador. “Después hay que ganar la confianza del público para volver”, planteó, pero también aseguró que “no hay que subestimar la necesidad del público por el teatro y es evidente que va a volver a las salas porque confían en esa necesidad”.

Teatro en miniatura

Teatro en miniatura

El Microteatro nació en 2009, en España, y llegó a Buenos Aires en 2017 de la mano de Pablo Bossi.

Hay un galpón en Serrano y Avenida Córdoba donde los límites entre Palermo y Villa Crespo se hacen difusos. Una estética minimalista en blanco y negro, banquetas sin respaldo pero con mesas altas, papas fritas y cerveza tirada se esconden en una zona que tiende a lo residencial. En la entrada, un cartel luminoso anuncia “microteatro” y un par de plantas dan la bienvenida. Pasando el pasillo, el recorrido se ensancha con una barra y un bar que cerca de las nueve de la noche estará lleno. Microteatro es la marca registrada que convirtió al teatro breve en la tendencia de la clase media porteña. Si bien surgieron alternativas con un formato similar en los circuitos independiente y comercial, este es el único que sostiene su éxito tras dos años en cartelera y, actualmente, funciona de martes a domingo para todos aquellos que estén dispuestos a vivir la experiencia.

Comenzó en España, en noviembre de 2009, a partir de la idea de Miguel Alcantud, un director de cine ibérico. En las 13 habitaciones de un prostíbulo abandonado se presentaron 13 grupos de teatro independiente con obras que duraban entre 10 y 15 minutos. Dado lo reducido del espacio escénico, el público no debía sobrepasar de las diez personas. Actuaban tantas veces como espectadores hubiera y con una temática común para todos los elencos: la prostitución, bajo el título “Por dinero”. Sin mayor inversión que una propuesta innovadora y difusión por redes sociales, el formato fue un éxito, llegando a presentar hasta 20 funciones por día de la misma obra.

Actualmente se representan cuatro funciones diarias de cada obra.

Microteatro se instaló en Buenos Aires en agosto de 2017 de la mano de Pablo Bossi y Julieta Novarro. Ocho años después de sus inicios, el formato arribó al país ya perfeccionado y con impronta comercial. “Es bastante rígido: su éxito tiene que ver, en parte, con un mecanismo de relojería” dice Lucas Lagré, docente en la Universidad Nacional de Artes (UNA) que ha formado parte de Microteatro como director, dramaturgo y actor, en distintas ocasiones. Y agrega: “Es bastante cansador. Estás muchas horas, repetís la obra varias veces, después te quedás a tomar algo. Es mucha demanda.”

Las funciones comienzan puntuales, duran un máximo de 15 minutos y cada cinco hay otra. Actualmente se hacen cuatro funciones por noche de cada obra, pero antes eran más. “Cuando recién abrió Microteatro, era de miércoles a domingo, seis funciones por día. Se hacía imposible”, comenta Mayra Homar, que tiene un record no oficial por ser la actriz argentina con más obras presentadas en este formato. “Mayra es el emblema de Microteatro”, bromea Paula Broner, su compañera de escena en INADI, Buenas Tardes, una de las obras del circuito que se dio bajo la temática “Por los pecados”.

Actualmente, el formato se divide en tres sesiones. La sesión Central va de miércoles a sábados, con seis obras, de cuatro funciones cada una. Desde las 20.30 hasta, aproximadamente, 22.30. La sesión Golfa está los mismos días que la Central en el horario posterior, para los trasnochados. Se llama así para continuar con el campo semántico prostibulario. El logo también acompaña: figuras sencillas delinean una bombacha y una mano. Y los Micromartes domingueros, como su nombre lo indica, van los martes y domingos. En general, estos días prueban artistas nuevos, que todavía no han pasado por el circuito. “La repetición de figuras tiene que ver con que ponen 30 obras por mes y las programadoras tratan de asegurarse que funcione con gente que le fue bien en el formato”, dice Lagré.

“Para el que no es teatrero, la salida es copada. Da tema de conversación y las obras son cortitas», dice Broner.

El sistema es como un teatro on-demand: el público llega, mira las alternativas en cartelera y paga por lo que desea ver, muchas veces con sugerencias de quien se encarga de boletería. Luego, aguardan en el bar, donde una pantalla anuncia cuánto falta para las próximas funciones. Cuando queda apenas un minuto para algún comienzo, una voz apura por altoparlante. Entre el alcohol, los grupos de amigos y el recambio de público cada cinco minutos, el bullicio es grande. “Para el que no es teatrero es una salida muy copada. Tenés tema de conversación y las obras son cortitas. La gente que no está habituada al teatro tiene miedo de ensartarse con una obra de una hora. Acá ese miedo no está. 15 minutos se pasan rápido.”, comenta Broner.

“Uno de los problemas más importantes del teatro es el tiempo, porque hay que mantener entretenido al espectador. La gente sale, se toma una cerveza, come algo, se encuentra con alguien. El teatro es una manera de que ese momento sea más nutrido y tengan cosas para hablar: da imágenes, sensaciones, cosas que una salida común no tiene.” Dice Bernardo Cappa, director y dramaturgo del teatro independiente porteño, que también participa en el circuito de Microteatro. Y agrega: “Nosotros nos hacemos cargo de la convención del vínculo: no vas a hacer sufrir a la gente que salió a divertirse. Hay otros lugares donde el teatro propone otro tipo de reflexiones y poéticas. En Microteatro el acuerdo es divertirse.”

En contraste con el amplio sector del bar, el camino a las salas es más íntimo. La estructura del teatro sostiene sus orígenes prostibularios con cortinas, luces bajas y habitaciones pequeñas. Los acomodadores guían el recorrido que no es difícil pero con el alcohol y la oscuridad puede volverse confuso.

A medida que avanza la noche, varía el público. A las primeras funciones va gente mayor y a las últimas, jóvenes.

El público de Microteatro es muy variado: primeras citas, grupos de jóvenes, after office, reencuentros de 20 años de egresados. “Hay que estar muy despierto porque el público va cambiando a lo largo de la noche: el de más temprano es de mayor edad, el de muy tarde es mas juvenil; y pasa algo con el alcohol. El de las 3 AM está mucho más borracho que el de las 8 PM. Y como actor tenés que estar muy despierto para percibir eso. Alguien de 60 años sobrio no se ríe de lo mismo que alguien de 20 borracho”, opina Lucas Lagre, que se presentó en dos ocasiones como actor en el formato. “Hay un prejuicio de que se le roba público al teatro independiente que me parece que es falso. Si le estás robando público a alguien en todo caso es al comercial. Hay gente que ya no puede pagar, por la situación económica, una entrada de mil pesos”, agrega.

Respecto a la audiencia que acude al circuito, Bernardo Cappa comenta: “Es gente que no acostumbra a ir al teatro independiente, con una ingenuidad que está buena. De todas formas, es un público demandante. Si no les gusta, se quejan. Es gente acostumbrada a que si pagan, disfrutan. Un público burgués que tiende a pensar que, como labura, a cambio se merece un gusto.” Sin embargo, el dramaturgo no se queda solo con eso: “Pero también hay humanidad en esa gente, se puede establecer un vínculo. Son personas que, de última, fueron al teatro y eso está bueno siempre. El teatro necesita de la gente. Justo en esta época donde las redes tienden a generar encuentros ilusorios, el teatro es un lugar de encuentro concreto. Propone encuentros respetuosos donde nos aceptamos como somos, con nuestras limitaciones y miedos; frente a las redes donde uno puede poner lo que quiere y parece que opina. Microteatro es noble porque propone ese tipo de encuentros.”

Los Drag Queen y la ópera se fusionan

Los Drag Queen y la ópera se fusionan

El sábado se llevó a cabo la final del concurso Neobarrosas, la más reciente propuesta artística de Ópera Periférica. Esta primera edición, que reunió a más de 200 participantes en la instancia de audición, presentó a las siete selecccionadas y llenó la sala de Santos 4040 gracias a su innovadora colaboración entre la música orquestal y la comunidad Drag Queen, el canto lírico en vivo y la simultánea dinámica play back. Pablo Foladori, Director General, lo definió como un “proyecto de investigación sobre el encuentro entre dos comunidades” e invitó a reflexionar sobre la poética de la fusión.

El evento, que abrió sus puertas a las 21, inició los preparativos tres horas antes. El montaje de las artistas drag fue un proceso que requirió de una gran elaboración previa. No bastaba con ponerse el vestuario; se debía interiorizar la esencia del personaje, adentrarse a la historia que su performer creó, pensar y actuar como tal. Cada persona drag propone un estilo singular asociado al mensaje que desea transmitir. “Hay tantos estilos de drags como personas que lo hacen”, explica la concursante Rita La Salvaje, cuyo propósito particular es “trabajar el tema de la marginalidad y representar la disidencia de los cuerpos: una drag con pelo en pecho y un cuerpo distinto”, concepto que desafía al estereotipo con el que se asocia a esta comunidad.

Mientras se maquillaba en el camarín, la conductora del evento, conocida como Vedette, afirmó que Neobarrosas representa “una gran oportunidad para difundir el movimiento, alcanzar la participación en otros escenarios poco usuales para les artistas queer y profesionalizar la práctica.” Asimismo, propuso erradicar el concepto de drag queen comúnmente conocido: “Queda muy asociado a la prostitución y a la fantasía heterosexual, porque la cultura paqui (término con el que denominan de forma peyorativa a las personas heterosexuales, sus consumos culturales, formas de hablar o comportamientos) no entiende que puede haber otra cultura aparte del binarismo”. La presentadora lleva tres años de carrera intentando suplantar dichos mitos, despegarse del anticuado concepto “Dress As a Girl” (de donde se origina el término DrAG) y, en cambio, visibilizarlo como un arte performativo que usa los cánones culturales de género como herramienta principal.

Rita, La Salvaje.

Vedette irrumpió en la sala con un vestido azul brilloso, ceñido y escotado, una cabellera de largos rizos colorados y tacones aguja. “Parece Jessica Rabbit”, susurró con asombro alguien del público mientras que otros silbaban. Pero la estética se tornó algo complementario cuando la presentadora le dio inicio al show con su satírico sentido del humor que invitaba a las concursantes, los espectadores y la orquesta a “darlo trolo”. 

El público esperaba la primera aparición de la noche. Los más afortunados habían conseguido una silla o un espacio para sentarse en el suelo, mientras que otra gran parte tuvo que mantenerse de pie en los extremos de la sala. Si bien la apertura del evento demoró una hora más de lo previsto y desafió la paciencia de los presentes, la primera concursante, Chika Mala, logró acallar las quejas con su llamativa malla de colores fluorescentes y su interpretación junto a la cantante lírica Luz Matas. 

Esta concursante inició su experiencia como Drag Queen en la década de los 90, pero dejó momentáneamente la escena artística por cuestiones laborales. Decidió aprovechar el espacio cedido por Ópera Periférica para retornar al escenario y, a su vez, iniciar un proyecto personal denominado La Mash-Up, un espacio común a todos los artistas de la comunidad LGBT+ que pone en un segundo plano los ánimos de competencia y en un primero, la cordialidad y el respeto mutuo. Para Chika Mala “hay lugares para visibilizarse, pero hay que buscar los propios” para desvincularse de la participación limitada que les ofrecen los espacios heteronormativos. 

“Se funden los cuerpos y no se sabe de dónde sale el sonido”, dice Foladori.

Las presentaciones eran tan particulares como los personajes que las desempeñaban. Malibú, acompañada del intérprete Esteban Manzano, realizó una oda a la belleza vestida de encaje negro y con un gran cono alrededor de su cabeza. Petra optó por maquillaje pálido, pelo puntiagudo y uñas postizas tan largas como garras para personificar el demonio interior de una interna de un manicomio envuelta en un chaleco de fuerza. Rita La Salvaje presentó un encuentro pasional entre dos amigas junto a la cantante Patricia Villanova. 

Hacia el final, Nube simbolizó el despertar de la furia y la venganza con el aspecto alienígena que la caracteriza, y tras una serie de batallas duales en las instancias eliminatorias, terminó llevándose el primer puesto. Como parte de su discurso de agradecimiento, expuso las dificultades que conlleva el trabajo de una drag queen y pidió mayores oportunidades profesionales para sus colegas en la industria del entretenimiento.

Neobarrosas concluyó con un público expectante de una segunda edición. El artista contemporáneo e integrante del jurado Lorenzo Anzoátegui destacó “la sensación de colectivo, de no juzgar al intérprete en vivo y de que la drag es el frente de la performance y el intérprete en vivo es lo que está atrás” que suele ser un formato reiterativo en otras competiciones de playback. Ambos protagonizaban la escena por igual, llegando a un punto, según Pablo Foladori, donde “se funden los cuerpos y no se sabe de dónde sale el sonido”.

El sueño de la orquesta propia

El sueño de la orquesta propia

“El objetivo es mostrar que la Isla Maciel tiene chicos que tocan en una orquesta y que suene bien», dice Freda.

En el Barrio Viejo de la Isla Maciel, partido de Avellaneda, hace más de un año que funciona La Pandilla, una orquesta infanto-juvenil compuesta por 25 músicos de entre 5 y 22 años.

“El objetivo es mostrar que la Isla Maciel puede tener chicos y chicas que toquen en una orquesta y que suene bien. Buscamos que se formen, que aprendan a tocar y leer música y eventualmente que puedan hacer una carrera musical”, cuenta Claudio Freda, director de la Fundación Isla Maciel en diálogo con ANCCOM.

Para los integrantes de la Fundación, formar una orquesta en la Isla era un sueño. “Uno de esos que decís: ‘Qué linda experiencia de aprendizaje, inclusión y acceso a derechos’”, se emociona Freda.

Miguel Ángel Estrella donó un recital y con los fondos recaudados La Pandilla compró los instrumentos de cuerda.

En 2014, la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) abrió su primera Escuela Secundaria Técnica en la Isla y a través de ella, en articulación con el Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario, se formó una orquesta en ella. Pero dos años después la escuela se mudó y también la orquesta.

Por ese motivo, miembros de la Fundación se reunieron con las autoridades de la UNDAV, con los directivos de la Técnica, con una agrupación de músicos peronistas y una asociación cultural del barrio, y dijeron: “Queremos crear una nueva orquesta”.

Freda relata el camino que siguieron para lograrlo: “Hicimos una campaña de financiamiento colectivo y el pianista Miguel Ángel Estrella nos regaló un recital para recaudar fondos. Con eso compramos los instrumentos de cuerda y nos donaron otros”.

La orquesta infanto-juvenil está compuesta por 25 músicos de entre 5 y 22 años.

La Pandilla fue creada el 1° de agosto de 2018. Su nombre viene del centro cultural en cuyo espacio estudian y ensayan. Ahí mismo existía un club de fútbol con el mismso nombre, pero quedó abandonado. Decidieron conservar el nombre en agradecimiento.

La orquesta está formada por su director, Bernardo Scherman; los docentes integradores socio-comunitarios Hugo Maldonado y Guadalupe Gonçalves; el profesor de contrabajo y cello Gonzalo Fuertes; Soledad Liquitaya, violín y viola; Pedro Terán, clarinete y flauta traversa; Nicolás Jager, lenguaje musical, más los chicos y chicas agrupados según lo que tocan.

En un comienzo, la única ayuda que recibían provenía del Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles, el cual se encuentra “muy bastardeado”, según Freda. Cada docente tiene que enseñar dos instrumentos, es especialista en uno, pero brinda los conocimientos básicos de otro. Si bien se sostienen, quieren continuar creciendo. “Necesitamos profesores de viola, cello y percusión, con ellos tendríamos más chicos y más instrumentos. La idea es tener la orquesta completa con más de cincuenta de integrantes”.

Para premiar la responsabilidad y el progreso, algunos instrumentos son entregados a los chicos en comodato.

Al no percibir ningún subsidio del Estado, el conjunto debe autofinanciarse. Cuenta además con el apoyo de distintas organizaciones. “Más allá de la situación en la que vivimos, que nos llevó a comprar alimentos en vez de los insumos para la orquesta, hay gente que nos acompaña, como la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC), que nos brinda el honorario mensual para uno de los profes. La Asociación Argentina de Intérpretes nos donó instrumentos. Mavi Díaz, Teresa Parodi y Celsa Mel Gowland también nos dan una mano”, destaca Freda.

El impacto de la orquesta se refleja en la permanencia de sus miembros: tienen que ir, ensayar y comprometerse. Las presentaciones que organizan en la plaza de la Isla o en otros lugares y los eventos a los que son invitados son un estímulo para que seguir adelante.

“Estudiar música tiene beneficios motrices, intelectuales y emotivos. Y en este sitio en particular, mientras están acá se olvidan de su cotidianeidad, que es difícil, es un momento para divertirse en un contexto cuidado”, reflexiona el docente Nicolás Jager.

Para premiar la responsabilidad y el progreso, algunos instrumentos son entregados en comodato luego de un proceso de evaluación. “El instrumento no es propiedad de la nena o el nene, pero se lo pueden llevar a la casa comprometiéndose a cuidarlo, si se daña repararlo, en la medida que puedan, y practicar. El propósito es extender las pocas horas de ensayo y además que ocupe un lugar en su vida. El arte contribuye al desarrollo, la expresión, la comunicación con el otro y la resignificación de los pibes”, afirma Freda.

“Me sentí feliz cuando me dijeron que me lo podía llevar”, dice Ariana, de 10 años, quien desde entonces ensaya con el violoncelo en su habitación. Marcela, mamá de Sofía, la cellista de La Pandilla, remarca que gracias a la música su hija “cambió mucho su carácter”. “Antes era muy vergonzosa y ahora habla más, hasta la ayudó en el colegio”, dice.

La orquesta tiene una luthier, Silvia, que está coordinando la fabricación de una guitarra colectiva. Este proyecto surgió cuando la Universidad Nacional de las Artes (UNA) creó una diplomatura online de luthería y becaron a dos estudiantes. El problema apareció cuando les informaron que la práctica debían hacerla en un taller externo y pago. Ante esto, Silvia pidió que los becaran y ella ofrecería el taller, de manera gratuita, en el espacio de la orquesta. Por ahora están abocados a las guitarras, pero la expectativas es armar otros instrumentos.

El pasado 10 de septiembre la Fundación Isla Maciel organizó un concierto a beneficio de La Pandilla en el Teatro Roma en el que se presentaron Eruca Sativa e Hilda Lizarazu, entre otras artistas. “En términos de recaudación, por la calidad y el esfuerzo no sé si fue el mejor resultado. Si bien había mucha gente, no se llenó. El teatro tiene capacidad para 500 personas y habría 300. Sí fue un alivio para pagar los honorarios de los próximos dos meses”, señala Freda.

Signada por la crisis, que en la Isla pega duro, la orquesta ha cumplido un papel de contención, en ciertos casos muy concreta. “Tuvimos que salir a dar respuestas a una emergencia alimentaria y habitacional, e incluso alojar a tres familias que estaban en situación de calle –subraya Freda–. Esta gestión marcó fuertemente sus vidas y a nosotros mismos, porque trabajamos en el desarrollo de la comunidad. Fue importante ocupar los espacios que se desatendieron”.

Y sobre el efecto de las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri, opina: “Dentro de todo lo negativo, fue positivo porque nos empujaron a hacerlo, a ir contra la corriente generando vías para la creatividad, el desarrollo, el ‘enciudadanamiento’ y decir: ‘Somos ciudadanos con derechos, y también con derecho a la música, aunque nos estén cagando de hambre’”.

Mientras tanto, La Pandilla va por más. El próximo objetivo es armar un coro e incorporar una flautista. Y con la fuerza con que formaron la orquesta, esperan sostenerla y ser parte de un frente de lucha por la restitución del Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles.

De la villa a Europa

De la villa a Europa

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Fuera de Foco Crew es una banda de cuerpos que se gestó en los barrios más vulnerados de San Isidro -La Cava, San Cayetano y el Barrio Sauce- en 2015. La compañía artística, que acaba de presentar la última función de su obra ¿Quién levanta la mano?, se prepara para llevar su performance popular, poética y rebelde en su segunda gira internacional por Europa. Los integrantes de la compañía no actúan por actuar ni bailan por bailar: poetizan, se rebelan y luchan a través de la danza, el rap, el hip hop, el teatro y la poesía. Romina Sosa, la directora, en diálogo con ANCCOM repasa: “Fue la necesidad de mirar más allá de la danza, del rap o la poesía. Daba talleres en La Cava, San Cayetano y el Barrio Sauce, barrios populares de San Isidro y un día se me ocurrió juntarlos. No es fácil, y requiere paciencia, porque hay enfrentamientos territoriales y surge el ‘yo no me quiero juntar con el de este barrio’. Al principio, fue más orientado a las pibas cuando convoqué hace cinco años a una movilización y un flashmob frente al Congreso desde estos barrios para agitar y gritar con nuestros cuerpos lo que nos querían hacer callar a las mujeres, los derechos que nos quieren quitar, la vida misma”.

Fuera de Foco Crew estuvo en Alemania el año pasado presentando esta misma obra y se prepara para volver a viajar el año que se aproxima. Además de presentarse también en Francia y Eslovenia. Evelyn López, una de las artistas del colectivo reflexiona: “Haber llegado hasta allá fue el reconocimiento de tantos años de esfuerzo: ensayar para hacer una coreografía sin tener donde presentarnos y un día que te digan que podés hacer una gira y llegar a Europa. Hasta te da un poquito de esperanza, porque en el contexto en el que vivimos es impensado decir ‘viajamos a Europa’. No sólo para nosotros. Mi hermanito me dijo que nunca iba a poder conocer otro país y después vio que yo pude. Es un mensaje para todos los chicos del barrio: que no tenemos un techo que nos marque hasta dónde podemos llegar y que nadie nos dice si podemos cumplir nuestros sueños o no. Creo que el viaje fue eso: un suspiro de esperanza para nosotros y el barrio. Todos podemos tener las mismas oportunidades, aunque a nosotros nos cuesta un poco más”.

La directora de este colectivo artístico trabaja en la Fundación de Beccar y ha tenido la posibilidad de viajar con el arte, pero dice que aquella vez fue diferente. “Fue la primera experiencia de los chicos. Es un golpe de realidad también. Todo lo que vivimos juntos nos hizo entender quiénes somos, qué hacemos y por qué. Europa no es lo mismo que nuestros barrios. Nos hizo más fuertes saber que hay otros lugares con infraestructura, énfasis en políticas públicas, mientras que acá no hay. Y de ahí sacamos la posibilidad de decir ‘esto es lo que somos, lo que hacemos y sentimos’. Y llegar hasta acá está zarpado porque miramos esto y decimos, ahora más fuerte que nunca, que tenemos que agitar a los barrios y a sus pibes, acompañarlos», explica y reconoce que la gira fue un proceso de creación en sí mismo.

Sosa se tituló en Arte y Danza en la Fundación “Crear Vale la Pena”, un centro cultural comunitario en la localidad bonaerense de Beccar. Además de ser artista y bailarina, es educadora y trabaja dando talleres de Educación Sexual Integral en escuelas. “La educación es cuerpo – dice- y el arte un derecho y educación”.

La propuesta de esta obra teatral performática consiste en ponerse en el lugar del otro. La directora plantea que “la poesía es de todos o no es de nadie: te sentás y podés sentirte realmente en el lugar de todos estos actores. Porque tuviste la posibilidad de vivir dignamente, tal vez no sentís lo que sentimos nosotros. Nos interesa que la gente vivencie a través de nuestros cuerpos emociones, estados y mensajes acerca de ciertas cuestiones políticas y sociales. Pensamos en qué temas tocar y queremos describir en nuestros cuerpos los derechos que merecemos por ser villeros y villeras. En nuestros barrios hay temas como la exclusión, además tocamos género –yo sufrí abuso sexual por muchos años– la educación y la seguridad. Ponemos el cuerpo en marcha y movimiento para mostrar al mundo los diferentes estereotipos que son, al final, un estereotipo uniforme. Y trabajamos con un mensaje de lucha social y transformación consciente a la vez”. Evelyn cuenta: “El mensaje de ¿Quién levanta la mano? no es uno, sino que es el conjunto de la problemática: es pasarla por el cuerpo, vivirla y visibilizar cómo sentimos y vivimos el sistema sobre nosotros”.

Quienes forman parte de Fuera de Foco Crew se denominan agitadores culturales. Cada vez que pasa algo en el territorio, lo cuentan, acompañan estos procesos duros en el barrio que tienen que ver con el trabajo esclavo infantil, las adicciones, el abuso sexual, violencia de género, urbanismo social y exigen entre sus reivindicaciones el derecho a un hábitat saludable y a la educación. Agitadores culturales porque la obra comprende una forma de creatividad social y política. Para Sosa: “El muro que separa un country de una villa es también cultural. Hay maestros y maestras que sufren dentro y fuera de la escuela porque siguen padeciendo en sus casas, no se olvidan de los pibes. Para nosotros el arte es una herramienta de transformación poderosa. No somos artistas en escena, sino que también cada uno es referente en su barrio”. Explica la dimensión pasional propia de la creación artística: “No podríamos haber hecho ¿Quién levanta la mano? si no fuésemos personas cognitivas, sensitivas. El cuerpo no sólo respira, canta y siente, sino que también piensa. La cabeza comanda al cuerpo y la pasión es la que nos mueve a crear. Pienso, siento, soy. Pensamos con el cuerpo, poetizamos los ambientes sonoros, somos rebeldes a la hora de plantarnos con un rap. Usamos diversas disciplinas artísticas porque el mundo es diverso cultural y sexualmente y de todas las formas que nos podamos imaginar. Más allá de artistas y activistas jóvenes por los derechos, somos humanos”.

Fuera de Foco Crew está empezando la gestión para el año próximo crear la Escuela de Agitadores Cmunitarios y seguir proyectando el arte en los barrios. Cuenta Romina que ese es también su objetivo: “Llevar el mensaje a más personas y al mundo sobre qué es la cultura viva y popular de acá. Es tierra, cemento, cuerpo, voces queriendo ser escuchadas, de los que están y de los que ya no están”.