¿El viajar es un placer?

¿El viajar es un placer?

 

Desde finales de marzo, cuando el gobierno decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, el turismo ha sido una actividad inexistente en Argentina. Desde hoteles y restaurantes, hasta agencias de viajes y trabajadores, todo el sector trata de hacerle frente a la nueva realidad. Durante los primeros meses de cuarentena la mayoría de las empresas y prestadores turísticos se encontraron en una facturación de cero pesos y muchas tuvieron que cerrar. ¿Con qué expectativas se encuentran en octubre, mientras el gobierno asegura que habrá temporada de verano?

En Argentina, este sector es responsable del 10.3% del PBI y es la cuarta industria generadora de divisas. Brinda empleo directo e indirecto a miles de personas en diferentes rubros. «En el país existen aproximadamente 5.600 agencias de viajes y alrededor de un millón y medio de personas viven gracias al turismo»,  comenta Anabella Marino, licenciada en Turismo y titular de la agencia La Catrina Viajes, ubicada en la localidad de Belgrano.

 Las empresas del rubro tuvieron que cerrar sus oficinas a partir del 10 de marzo. Según lo establecido en la Resolución Oficial 125/2020, las agencias tenían que informar a los turistas con quienes tengan contratos con prestaciones pendientes los canales digitales de atención. A partir de estos hechos, se vieron obligados a sumergirse en una gran cantidad de cambios en su ámbito laboral, ya que desde sus casas tuvieron que asistir a los pasajeros que quedaron varados por todo el mundo, entre otros problemas.

Durante casi dos meses, las ventas fueron nulas. Casi todas las empresas empezaron a reducir gastos, renegociando costos de alquileres y anulando teléfonos fijos. “A principios de año, cuando comenzó la pandemia en Europa y Asia, postergamos todos los viajes a esas zonas. Y a partir del 10 de marzo empezamos a traer de vuelta a todos nuestros clientes ya que tipo efecto dominó cerraron en cuestión de días todos los aeropuertos del mundo hasta que el 17 de marzo cerró también Ezeiza. En medio de ese caos nos ayudamos mucho entre colegas, buscando soluciones para los pasajeros varados por el mundo. Este trabajo de titanes se hizo desde casa” expresa  Marino.

A partir de febrero, comenzaron las cancelaciones ya que por lo general en enero-febrero se empieza a vender la temporada de Europa. “Todo esto económicamente nos destruyó -comenta Natalia Provenzano, titular de la agencia de viajes Pronatour de la localidad de Castelar-. La gente al ver que Europa estaba explotada con el tema de la pandemia dejó de reservar o empezó a cancelar viajes que ya tenía señados durante el año, eso implicó devolver señas, lo que se podía o sino entregar vouchers por lo que la gente había pagado para que lo puedan usar durante el año que viene”.

En el país existen unas 5.600 agencias de viajes y alrededor de un millón y medio de personas viven gracias al turismo.

En el caso de las agencias del resto del país, muchas de ellas dependen de los turistas exclusivamente de Buenos Aires. Pero, como se sabe, el AMBA fue hasta hace poco la zona más afectada por el virus del COVID-19.

“Esto está parado desde marzo y no le vemos en el corto plazo solución, sobre todo mientras no desaparezca el virus de nuestro país. El 80% de nuestros clientes son precisamente de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, por lo tanto no existe la posibilidad de que a mediano plazo esa gente pueda venir acá sin contagiar. El virus viaja en avión, viaja en bus y viaja en auto”, cuenta Jesús Carrizo, dueño de la empresa catamarqueña Yokavil Turismo.

Por su parte, los guías de turismo son el eslabón más endeble de la actividad turística. La situación se agrava con una pandemia como la del coronavirus, que revela la precarización que atraviesan estos empleados.

Emilse Guglielmetti, guía de turismo temático en CABA para agencias de turismo educativo y para la Fundación Vida Silvestre (visitas guiadas en Reservas Naturales), revela que el salario que recibió durante los meses de confinamiento fue casi nulo. Los trabajadores freelance son convocados cuando se contrata o se gestiona con un colegio,  si  la institución no va, el empleado no recibe ningún tipo de ingreso: “El museo donde trabajo también necesita ese ingreso, ya que  recauda para cubrir gastos de infraestructura. Muchos de mis compañeros están en negro. A nivel personal tengo deuda por el Monotributo ya que no estoy trabajando. Existió un subsidio de APTUR (Auxilio Para Prestadores Turísticos) me postulé y como no tengo actividad de corrido durante los doce meses del año no fui aceptada”.

En Argentina, el turismo es responsable del 10.3% del PBI y es la cuarta industria generadora de divisas.

A pesar de la crisis económica, el sector prepara un protocolo para cuando se vuelvan a reactivar las visitas guiadas en los diferentes puntos del país. El Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación difundió un anexo del Protocolo COVID-19 destinado a guías de turismo, con el objetivo de hacerle frente a la situación actual y ayudar a la recuperación de la actividad, estableciendo criterios de prevención sanitaria a nivel nacional. Entre otros puntos, plantea no entregar material impreso, coordinar las visitas para evitar aglomeraciones y establecer las paradas técnicas en lugares relevados con anticipación en cuanto a sus condiciones higiénicas. Por su parte, el gobierno bonaerense confirmó pocos días atrás que se podrá ir a veranear a la Costa Atlántica sin que haya que presentar exámenes médicos.

“Hay que reflexionar y actuar, de que esto nos sirvió para darnos cuenta todo lo que está mal en nuestro país, que tanto amamos, en varias áreas no solo en turismo. Y cómo una pandemia como la que estamos viviendo nos deja en ruinas, sobreviviendo, como se puede”, agrega Lorena Ibañez, guía de turismo nacional de la empresa Aprenditur Turismo Didáctico, con sede en la Ciudad de Buenos Aires.

Aunque hay más dudas que certezas sobre la fecha de apertura, ya se piensa en las medidas de prevención para cuando se reactive la actividad. Se basa en contar con un protocolo estricto en los ámbitos laborales: tener un control por reserva, grupos de cantidad reducida, visitas autoguiadas, atención desde una vitrina, restaurantes al aire libre y que las personas lleven consigo sus elementos de desinfección, entre otras pautas.

Tatiana Baez, licenciada en Turismo y Hotelería,  explica: “Va a ser difícil ya que uno de los principales roles de los empleados turísticos es la hospitalidad y contacto con el huésped, pero ambos tendremos que adaptarnos a la nueva modalidad para cuidarnos. Realmente es un desafío por la magnitud que tiene el virus, esperemos se puedan realizar viajes con un comportamiento responsable de ambas partes y así ayudar a que el turismo pueda levantarse nuevamente, pero se estima que las empresas van a poder acomodarse económicamente recién a fines de 2021”.

Boxear contra el Covid

Boxear contra el Covid

El box siempre fue una actividad marginal y sus protagonistas vienen, mayormente, de entornos vulnerables.  En 2019. Nery el Maldito Romero estaba tocando el cielo en los cuadriláteros de Los Ángeles y de golpe, con el Covid-19, volvió a entrenar como pudo. En la terraza de la casa, con el permiso de los vecinos, parques y, al cierre de esta edición, en un gimnasio cerrado de barrio que le prestó un amigo. Todo para mantenerse en óptimas condiciones físicas, con la esperanza de que se habiliten los protocolos sanitarios para volver a pelear.

El boxeador de categoría “Superpluma” recorre su carrera y cuenta cómo se mantiene en forma  en un año que era clave para posicionarse en un puesto mejor del ranking  “Me faltaban cuatro semanas para una pelea programada. Era el 17 de abril del 2020 y ahora está suspendida hasta nuevo aviso. También había otra más importante en junio”, se lamenta. 

Si bien, nunca dejó de entrenar y continúa con su rutina, le resulta difícil mantener su carrera. “Arranqué por diversión y hobby. Pero en 2013 saqué la licencia, metí 17 peleas profesionales y gané 3 campeonatos nacionales entre otros. Lo disfruto. Hay un montón de momentos lindos, pero también algunos que son muy duros por las lesiones, desanimos y un montón de cosas en juego. Ahora es mas dificil todavia”

 

«EL 80% de los boxeadores es de clase media baja o baja, padecemos muchas necesidades básicas”, dice Romero.

Con la llegada de la pandemia y el aumento de casos en nuestro país, el boxeo quedó afuera, como los “segundos” (el equipo) cada vez que empieza un round. Como tantos otros deportes, es afectado por las restricciones preventivas, sumado a la falta de un sponsoreo fuerte o promotores que no surgen porque se trata de una actividad de menor envergadura económica que el fútbol o el tenis, entre otras, que ya iniciaron sus torneos.

Así, los boxeadores profesionales y amateurs luchan por mantenerse en forma y listos para su próxima pelea en terrazas o parques haciendo “sombra” con rivales imaginarios. “Estoy tratando de conservar el ojo puesto en el boxeo y con la cabeza firme”, cuenta Romero con humildad.

Entre guantes, celulares y electrodomésticos

Apodado el Maldito por su técnica de pelea dañina, sostiene un entrenamiento duro y diario. Esto es posible porque cuenta con el apoyo de sus sponsors y la convicción de seguir entrenando. Eligió como su máximo referente nacional a Marcos “el Chino” Maidana, quien lo acompañó en su crecimiento. “Siempre me despertó algo distinto a los demás boxeadores», explica.

Nery entrenó tres años seguidos, entre 2016 y 2019, en Los Ángeles bajo la tutela del Team Maidana.  “Mis compañeros de gran magnitud eran Braian Castaño, Alan Castaño y Fabian Maidana”. En ese sentido, se considera un privilegiado. “Pasé a hacer mi primera pelea en E.E.U.U en 2016 y el “Chino” me vino a ver ¡Mirá cómo son las cosas! Para mí entrar en ese equipo fue como que me llamen para la primera del Barcelona”, recuerda Romero esa oportunidad única.

Hoy se la rebusca con las herramientas que tiene, reinventó su entrenamiento con las opciones que permite el aislamiento. “Arranque con una soga y se me cortó de tanto que le dí. Tenía una mancuerna de 10 kilos, una cinta y una colchoneta. Mi preparador físico, Matias Serbin, que es un groso, fue el que tuvo que adaptarse a eso”, cuenta.

Agradece a sus vecinos que lo dejaron entrenar en la terraza del edificio donde vive en el barrio de San Martín. “Uno de mis sponsor me mandó el soporte con una bolsa y el dueño de un gimnasio hace poco me prestó barras, discos y un pie acolchado para pegarle. Hoy no generó el ingreso de antes, pero a un amigo que me dio una mano, lo estoy ayudando a vender celulares y electrodomésticos, y estoy ocupado en eso”Además, recibió la ayuda económica de sus managers y promotores, que lo acompañaron en estos meses.

 

El Maldito Romero entrena en un gimnasio cerrado de barrio que le prestó un amigo.

El contexto todavía es crítico y dice: “Mantener un peso y estar saludable es un 24 por 7,  cuidarse y entrenar todos los días. No se trata de la cantidad de horas sino la calidad que te da el preparador físico y con respecto a la pelea que vos tengas. No es lo mismo un entrenamiento profesional, que cuando era amateur”. 

Consciente de ser un privilegiado y que pocos pueden hacerlo, agrega: “Este laburo es el más lindo. Y tengo la oportunidad de hacer lo que me gusta y creo que es ese el mejor trabajo que podemos tener cualquiera.  Dedicarte a lo que te gusta es suerte de pocos. Con mi psicóloga hablo sobre el pequeño porcentaje de personas en el mundo que se dedican a vivir su sueño. Yo soy uno de ellos”.

“El boxeo es distinto a otros deportes. Es muy difícil, porque creo que un 80 por ciento, es practicado por gente de clase media baja para abajo, donde padecen muchas limitaciones económicas y necesidades básicas y ahora más”, reflexiona el no tan maldito Romero.

No están habilitados los entrenamientos de contacto en gimnasio cerrado, ni tampoco perspectivas futuras sobre próximas peleas que permitan público como mayor sustento económico. “En este momento anormal, con pandemia, siempre trato de mostrarme así. Entrenando, saludable y bien de peso. En tu carrera, eso es todo y si hay algo que tenés que cuidar en este deporte, principalmente, es la salud porque es lo más importante”, cuenta. Su entrenador es una persona de riesgo. Por eso, lo acompaña sólo un asistente, con la debida distancia y en un gimnasio a puertas cerradas sin otros pugilistas. El espacio se lo prestó un amigo a comienzos de octubre, en donde por primera vez pudo pisar un cuadrilátero.

Sin boxeo, todo el plantel es perjudicado: pupilos, jueces, árbitros y el personal que arma una pelea. Hay pesimismo y un rumbo incierto para el retorno del ring con asistencia de público, porque la reapertura de los espectáculos deportivos no figura en la agenda frente a la emergencia sanitaria. Cada provincia habilitará el comienzo de entrenamiento en la medida que las condiciones lo permitan.

Audiencias y reaperturas

 Otros países están retomando esta actividad televisada, porque su escala de negocio como modelo vendible a través de las pantallas lo permite. De momento, son sólo las grandes peleas por títulos mundiales, que también ha entrado en crisis a partir del Covid-19.

 

«Yo hablo con mi psicóloga que integro el pequeño porcentaje de personas que pueden vivir de su sueño», subraya Romero.

En nuestro país, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), ya logró habilitar su torneo con el aval del Ministerio de Turismo y Deporte de la Nación. Otro es el caso de la Federación de Boxeo Argentino (FAB) que maneja alrededor de 2.000 pupilos federados, con auspiciantes escasos para este deporte. “ La FAB está esperando, se sale de la vaina por querer hacer boxeo, pero no se puede en estas circunstancias”, explica Gustavo Nigrelli, jefe de prensa de la Federación, periodista y redactor especializado en boxeo de Diario Popular.

“La FAB es el organismo rector que regula las reglas, las establece, las sanciona y las controla”, añade Nigrelli, mientras confirma que aún no se pueden organizar reuniones amateurs o profesionales en cualquier punto del país.

“Cada provincia se rige de acuerdo a la FAB pero cada una tiene su propia independencia y sus comisiones municipales”, según nos informó el periodista. “Se estimaba para esta época del año que se pudiera pactar una velada de boxeo televisada, sólo con el personal indispensable, pero la emergencia sanitaria ha frenado esto”, se lamenta. 

Llegado el momento, el cuerpo médico de la FAB preparó un rígido protocolo de seguridad según informa Nigrelli. Si bien ya está aprobado por el Ministerio de Salud de la Nación, todavía no está vigente. “La Federación, realiza reuniones por Zoom con la comisión correspondiente, también fomenta el diálogo, como base para la construcción de nuevos consensos en la próxima etapa”, agrega y asegura  “que en cuanto se pueda y se autorice la práctica del boxeo, como corresponde subirse al ring, la Federación va a ser la primera en tomar la posta”.

La fuente económica más importante es la televisión, en un combo junto a sponsors o promotores que puedan solventar una velada boxística. Ese es el principal recurso para que pueda funcionar como espectáculo. El canal DeporTV y su ciclo “Escuela de Boxeo” abordan al pugilismo, no solo como deporte sino desde lo educativo, cultural y social. Conducido por dos íconos del box, Yésica “La Tuti” Bopp y Sergio “Maravilla” Martinez, quien peleó hace poco en España.

Los únicos boxeadores exceptuados para entrenar son aquellos que integran el equipo olímpico de Tokio 2021.

 Hasta el cierre de esta edición el único sector de la actividad boxística exceptuado, era el equipo nacional de boxeo amateur olímpico, que se encuentra entrenando para la clasificación de Tokio 2021. 

“El equipo masculino y femenino está concentrado en Santa Teresita desde el 31 de agosto. Por el motivo de la próxima competencia olímpica. Están en una burbuja, testeados, aislados y haciendo escuela de combate con el entrenamiento habitual”, indica Gustavo Nigrelli.

Probablemente esa burbuja pueda ampliarse. El mencionado ministerio está implementando el programa llamado Clubes en obra. Una de las mayores inversiones de la cartera , con el objetivo de acompañar a los clubes de barrios del país y mejorar la infraestructura. Estos lugares funcionan como un centro de acompañamiento social. Realizan un trabajo virtuoso y a disposición de la sociedad. Muchas veces, los boxeadores amateurs, comienzan como alternativa deportiva en estos lugares. Tal vez, se abran más puertas, se pueda colgar una bolsa, habilitar los cuadriláteros y vestuarios para que los deportistas como el Maldito sigan siendo grandes personas. Mientras tanto, Nery, espera con ansias su próxima pelea.

No les dan pelota

No les dan pelota

A mediados de marzo, un comunicado de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) informaba la suspensión de todos los torneos  hasta finalizar el mes. Sin embargo, esos 15 días se convirtieron en más de seis meses. Mientras tanto, los jugadores del ascenso quedaron a la espera de las decisiones que se tomaran desde la calle Viamonte.  Una espera que implicaba buscar la forma de subsistir durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

El fin de semana del 14 de marzo se jugaron los últimos partidos. Esos encuentros se disputaron sin público, siguiendo las medidas de prevención ante el avance del Covid-19. Ya hacia el día 17, Matías Lammens, Ministro de Turismo y Deporte de la Nación, le sugirió al presidente de AFA, Claudio Tapia, que tuviese a bien considerar la suspensión del fútbol en todas sus categorías. Esto debido a un pedido de Futbolistas Argentinos Agremiados que mostraba la preocupación de los jugadores por la exposición a posibles contagios.

Los clubes del ascenso vieron entonces reducidos sus ingresos ante la interrupción de las actividades.  Así lo refleja Dante Majori, presidente del Club Social y Deportivo Yupanqui: “La masa societaria en su mayoría no está pudiendo cumplir con la cuota social. Hoy estamos en el orden de entre el 18 y 22% de gente que siguió pagando durante la pandemia. Tenemos casi un 80% menos de ingreso”.

Yupanqui fue uno de los clubes que se organizó para realizar donaciones de alimentos.

Las instituciones, además, cuentan con publicidad, tanto en camisetas como en el estadio y esa entrada de dinero también se vio reducida. “La cantidad de sponsor que siguió pagando ha mermado. En nuestra categoría, Primera D,  los sponsor no son grandes multinacionales. Sino que son pequeñas pymes, el autoservicio del barrio, los negocios cercanos al predio deportivo y a la sede y realmente se les ha hecho a ellos también muy difícil poder acompañarnos y seguir aportando todos los meses el canon por publicidad”, agrega Majori.

Los clubes del ascenso sobreviven con el aporte de los socios y la publicidad, y hacen el mayor esfuerzo para poder continuar al día con el pago a los jugadores de su sueldo o viático, dependiendo la categoría.  En la Primera B, los futbolistas tienen por ley contrato.  Al respecto, Agustín Dattola, jugador de Almirante Brown, destaca: “Los dirigentes hicieron el esfuerzo para completarnos todos los sueldos durante la cuarentena para tenernos al día”. Por su parte, las instituciones de la Primera C trataron de mantener el pago y fueron llegando a acuerdos con el avance de la suspensión.

En cambio, la Primera D es una categoría amateur y los futbolistas reciben solo un viático. La mayoría de ellos tiene otro trabajo pero algunos tampoco podían realizarlo por el aislamiento. Por lo tanto, desde la Mesa de la Divisional se acordó que recibieran el viático al menos durante el periodo de torneo tal como estaba pactado en el reglamento. Esto es hasta el 2 de mayo, luego los planteles quedaron licenciados como sucede habitualmente en la categoría. Ismael Rodríguez, ex jugador de Deportivo Paraguayo, sabe de la realidad de la D y cuando comenzó la pandemia se comunicó con compañeros futbolistas para saber en qué condiciones estaban o si necesitaban algo. “Organicé una rifa para salvar algunos viáticos que estaban incompletos”, cuenta Ismael,   que sorteó una conservadora con latas de cervezas hacia mediados de junio. Le costó vender los números pero lo recaudado lo destinó para colaborar con otros jugadores de Paraguayo.

Los jugadores de Almirante Brown volvieron a las prácticas.

Los primeros días de parate futbolístico se tomaron como un descanso. Sin embargo, a medida que avanzaba la pandemia se estiraba también la posibilidad de entrenar. Alejandro Acuña jugaba en Central Ballester al momento de la suspensión y hoy ya es incorporación de Juventud Unida, todos equipos de la D. El volante señala: “Tuvimos meses sin entrenar. Entrené al principio como para mantenerme por si volvía el campeonato pero esto es muy largo para todos”.  Desde hace unos meses, Alejandro trabaja en un emprendimiento familiar, una casa de comidas y parrilla, para poder subsistir durante la cuarentena.

Ismael Rodríguez, por su parte, se dedicó al cien por ciento a su trabajo en una distribuidora de bebidas y esto hizo que se acelerara su alejamiento de Deportivo Paraguayo y del fútbol.  “Tuve que poner más tiempo para estabilizar el trabajo y es ahí donde me alejé por completo de la actividad física y lejos está de poder volver”, fundamenta.

¿Pero qué sucede en el resto del país? Pablo Roselli es entrenador de arqueros en Ferro de General Pico, La Pampa, equipo que disputa el Torneo Argentino A. Él es de Burzaco, Buenos Aires, y quedó “varado” en La Pampa. “Yo viajé solamente a trabajar del fútbol y me tuve que quedar acá”, dice.

En su caso, la ciudad está en fase 5 hace un tiempo y esto habilita a la población a tener actividades físicas con hasta diez personas al aire libre, por  lo que Pablo pudo abrir su centro de entrenamiento específico para arqueros y continuar con su trabajo. Pero no ve a su familia desde el 2 de enero y la extraña aunque matiza: “Mis días acá se hicieron muy amenos, no sólo por la calidad de gente sino porque el club se portó bien”. 

Algunos equipos del ascenso tomaron la decisión de continuar entrenando a través de aplicaciones de videollamadas como sucede en Argentino de Merlo o en Almirante Brown. Aunque a veces los jugadores debían adaptar los trabajos técnicos a espacios reducidos, sobre todo para quienes viven en departamentos y sin espacios verdes. Dattola contó que primero entrenaba en su casa al aire libre con las rutinas que le pasaba el preparador físico y cuando se empezó a flexibilizar el aislamiento pudo continuar con los ejercicios en un parque.

Para los arqueros es más complicado mantener el ritmo de los entrenamientos. Rosellí explica: “Seguimos entrenando mediante zoom grupalmente. Pero individualmente con los arqueros ese tipo de entrenamientos no nos favoreció mucho por el tema de la medición de distancias, los remates”. Es decir, pudieron mantener la parte física pero no la parte técnica. Y agrega: “Aguantamos unos meses y cuando se siguió extendiendo no pudimos entrenar más”. Ya que la mayoría de los contratos de los jugadores rescindieron contrato el 30 de junio, algunos renovaron y otros buscaron nuevos destinos.

Argentino de Merlo retornó a las prácticas el 1 de octubre.

Más allá de las dificultades con la que se encontraron los futbolistas del ascenso para poder entrenar o trabajar, la solidaridad y el compromiso social siempre dice presente. Muchos clubes abrieron sus puertas para colaborar con la comunidad. Como es el caso de Yupanqui que brinda viandas a los vecinos del predio ubicado en Ciudad Evita y además reciben donaciones para un merendero de Lugano.

En Almirante Brown, sus hinchas se reunieron para realizar una olla popular y pidieron colaboración a los jugadores para juntar fondos y así poder comprar alimentos.  “Me fueron hablando para saber si yo tenía alguna camiseta o algún short para darles. Les di, pero me quedé sin ropa”, relata Dattola. Entonces, el defensor comenzó a organizar una campaña para que sus amigos colaboraran con un paquete de fideos o de arroz. Finalmente junto a su amigo Facundo Mater, jugador de Nueva Chicago, decidieron armar un bingo solidario sorteando camisetas de la Fragata y del equipo de Mataderos.  El jugador de Almirante afirma: “Todo lo recaudado lo donamos. Fuimos a comprar alimentos y lo donamos a distintos comedores”. Y luego agrega: “Al vivir en Matanza uno ve que la gente la está pasando mal de verdad y uno no debe mirar al costado si puede ayudar a la gente”.

Por su parte, Damián Achucarro,  jugador de Argentino de Merlo,  organiza la merienda en el barrio Santa Julia de Pontevedra. El futbolista cuenta: “Hace cuatro meses tuve la idea de hacer la merienda acá en el barrio, lo estoy haciendo en mi casa. Se sumó el Chiqui Carranza (también jugador de Argentino) que me está ayudando con la mercadería”. El merendero se llama Manos Solidarias y los jueves y sábados por la tarde brindan una infusión con algo rico para acompañar y reparten bolsones con alimentos para los vecinos. 

Los entrenamientos en el fútbol de ascenso retornan de a poco. La Primera B comenzó las prácticas el 28 de septiembre y la Primera C el 5 de octubre. Mientras que la Primera D arrancaría el 23 ya que modificaron la fecha para poder cumplir con los protocolos. Por otro lado, los trabajos empiezan con grupos reducidos en distintos horarios. Luego se entrena con grupos un poco más numerosos y después reanudarían la parte futbolística con amistosos. De cómo se definirán los torneos y cuándo se jugarán, es aún una incógnita.

De a poco, los jugadores regresan a sus trabajos de futbolistas con testeos y estrictos protocolos sanitarios. La ansiedad de poder volver a estar en una cancha es cada vez mayor. Aunque tanto sus ganas de entrenar como sus sueldos están pendientes de la cantidad de contagios por Covid-19.

Sin pan y sin bandejas

Sin pan y sin bandejas

Estos últimos meses fuimos testigos de la profundización de las problemáticas de los sectores más relegados y olvidados de la sociedad. Muchos de los conflictos laborales actuales no fueron creados por la pandemia ni la cuarentena, sino que el cese total de actividades los ha puesto en evidencia, y aunque llevan años afectando a muchos trabajadores, sistemáticamente son pasados por alto o silenciados.

El sector gastronómico es uno de los más golpeados por el aislamientos social, preventivo y obligatorio y aunque en la Ciudad de Buenos Aires ya se habilitó un protocolo por el cual  los locales pueden disponer las mesas en las veredas y en los patios para recibir clientes, esto aún no sucede en el casi todo el resto del AMBA.

La precarización laboral de los trabajadores es alarmante: empleados que no están registrados, por los que sus derechos laborales son constantemente vulnerados o inexistentes, sumado a las largas jornadas sin descanso o su contrapartida el recorte horario sin ningún tipo de diálogo o mediación.

Una de las problemáticas a las que se enfrentan los empleados de los locales de comida durante el aislamiento, ya sean restaurantes o bares, es que sus empleadores eligen no abrir sus puertas, por más que puedan trabajar con modalidad delivery, debido a que esto implicaría un mayor gasto.

Este es el caso de The Tower, un bar ubicado en la localidad de Castelar, que desde que se declaró la cuarentena se mantiene cerrado, lo que, claramente, afectó a quienes trabajaban allí. Noelia, una de las empleadas del lugar comenta con respecto al cierre: “Afectó desde el primer discurso (referido a los anuncios de cuarentena realizados por el presidente de la Nación) ya que decidieron no abrir más desde ese día dejándome a mí y mis compañeros sin ese ingreso económico”. Los dichos de Noelia evidencian una realidad que no sólo sucede en The Tower, sino también en muchos otros locales, empleados precarizados que ante el cierre del lugar dejan de percibir su sueldo por completo.

La precariedad y los recortes de sueldo no sólo afectan al sector informal, lo mismo sucedió en el restaurante en donde trabaja Gisela desde  hace más de 15 años, ubicado en Parque Leloir. Aunque ella trabaja de manera formal, su empleador, desde que comenzó la cuarentena, no ha realizado el pago alguno. Gisela comenta: “Mi sueldo se vio afectado porque mi jefe no efectuó ni pagos, ni aportes desde marzo del corriente año.” Además dice que el dueño del lugar decidió no abrir porque eso le implicaría más gastos que ganancias, y agrega: “No se sabe cuánto tiempo más el dueño va a tener esta postura,  en el caso que decida abrir con delivery,  ya nos informó  que no va a poder seguir pagando los sueldos que teníamos antes de este contexto.”

También esta situación ha afectado de diversas formas a los dueños de restaurantes y bares, mientras que, más allá de los casos de aquellos que eligieron no trabajar bajo la modalidad de delivery por una cuestión de gastos, en otros casos la entrega de pedidos implicaba  un peligro real para los empleados.

Esto fue lo que sucedió en el restaurante La Herradura que se encontraba en el country San Diego, ubicado en la localidad de Francisco Alvarez, Moreno. Agustín, empleado e hijo del dueño  del restaurante, comenta que debido a que gran parte de su clientela eran personas que podrían haber viajado al exterior, continuar trabajando implicaba riesgo de contagio de Covid-19. Además, explica que aunque su padre ha trabajado por más de una década para poder sostener su restaurante, el local no podrá volver a abrir sus puertas debido a que el country que les concesionaba el espacio, a la hora de renovar el contrato, modificó diversas cláusulas que perjudicaban e implicaba gastos que no podían solventar. Con el cierre del local, no sólo que su familia pierde esa fuente de trabajo, sino que también, otras siete personas se quedaron sin sus empleos.

A pesar de la situación de desventaja en la que se encuentran los trabajadores, durante este año han podido organizarse como un colectivo unificado para que sus reclamos sean escuchados. Las formas de protesta que encontraron fueron desde visibilizar, a través de las redes sociales, las condiciones laborales en las que se encontraban los trabajadores de comida rápida y de entregas a domicilio, que fueron completamente autogestionadas. O también las últimas medidas impulsadas por la Unión de Trabajadores Hoteleros de Turismo y Gastronómicos (UTHGRA), que llamó a sus afiliados a presentarse en sus puestos de trabajo, el pasado 15 de septiembre, a modo de protesta y pedido que se reactiven y retomen las actividades laborales.

«No alcanza»

«No alcanza»

El 20 de marzo se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Fue un viernes. El decreto implicaba el cierre de comercios, oficinas, cines, lugares de esparcimiento. Y también de las escuelas. El lunes, los niños, niñas y adolescentes que estudian en los establecimientos públicos de la Ciudad de Buenos Aires hicieron largas filas para retirar su almuerzo en los comedores, que consistía en un sandwich con una feta de queso y otra de jamón. “Bueno, ni siquiera era una feta de jamón”, aclara Alicia Navarro Palacios, directora de la Escuela N°7 del Polo Educativo de la Villa 20 en Lugano. “Uno le puede decir jamón y suena como demasiado. Era una feta de un fiambre de pollo con un color raro”, describe.

El Gobierno de la Ciudad había decidido, ante la imposibilidad de continuar con la modalidad de entrega de comida en el comedor, cambiar el almuerzo por unas “viandas” compuestas por dos sándwiches de jamón y queso, una barrita de cereal, dos paquetes de galletitas y, en algunos casos, un litro de leche o una fruta. Los alumnos recibieron ese magro almuerzo hasta el 1 de abril, cuando el Gobierno decidió cambiarlo por una “Canasta Escolar Nutritiva” de entrega quincenal, a partir de un amparo judicial presentado por las legisladoras del FITU-PTS Alejandrina Barry y Myriam Bregman.

“También junto a cooperadoras, muchas mamás y docentes interpusimos ese amparo colectivo para que se diera una comida de calidad para nuestros chicos”, relata Barry. “Con el fallo, el Gobierno tuvo que cambiar y empezar a dar bolsones alimenticios. Pero la comida que entregan no alcanza en cantidad y la calidad no cumple siquiera con la Ley de Alimentación, que habla de seis nutrientes: cereales, sus derivados y legumbres secas; hortalizas y frutas; leche, yogurt y quesos; carnes y huevos, o atún; aceites y grasas; azúcares y dulces”. Al mismo tiempo, desde la bancada se plantea que no puede entregarse un “bolsón universal”, ya que se debe contemplar las diferentes franjas etarias que tienen distintas necesidades calóricas: de 0 a 7 meses; de 7 a 12 meses; de 1 a 3 años; de 4 a 8 años; de 9 a 13 años y de 14 a 18 años. 

Los bolsones repartidos incluyen -según si la escuela es de jornada simple o completa- el desayuno, almuerzo y refrigerio. Para graficar el grado de precariedad de estas entregas sólo basta con leer que, en cuanto al desayuno, se entregan cinco saquitos de té y otros tantos de mate cocido. Se supone que debería también incluir dos litros de leche y diez unidades de alimento sólido, pero la leche va y viene y los sólidos se materializan en algunas barritas de cereal o galletitas de marca -por no hablar de la calidad- completamente desconocida. “Hay veces en que se entregan dos leches y otras en las que no se da nada. Además, dos leches para quince días no alcanzan. Con lo que comen los chicos, dura alrededor de dos días”, se lamenta Alicia. 

El virus, la cuarentena y la pobreza

Pero el trasfondo de esta triste realidad es el de una pandemia incontrolable, una crisis económica que oscurece el horizonte y la precariedad estructural de quienes viven en barrios con escasa infraestructura e ingresos informales. Según UNICEF, más del 60% de los menores en el país serán pobres para fin de año a causa del descalabro económico mundial producido por la Covid-19.

Federico Puy lleva diez años siendo maestro de primaria en el Normal N°5 de Barracas y tiene a su cargo dos quintos grados. “La mayoría de mis chicos son del barrio Zavaleta y de la 21-24. En estos meses sufrieron un montón de cortes de luz que, pobres, las únicas leches que les dábamos se les terminaban cortando. Muchos de ellos ya nacieron a la vera del Riachuelo y vienen con un montón de problemas de salud, además por vivir en forma hacinada. Aparte, por no tener agua se expandió mucho el contagio de Covid en barrio”, explica.

Algunos días estuvo soleado y la brisa del viento hacía la espera, en lo posible, agradable. Otros días llovió con furia, haciendo que las familias intentasen refugiarse bajo paraguas, telas o techitos. Aún así, en las escuelas la fila siempre fue numerosa los días en que llegaban los bolsones con comida. “Lo que hicimos fue diversificar horarios para que no haya acumulación de familias en la puerta y no tengan que estar esperando”, relata Federico. “Estas familias tienen una gran necesidad”, agrega Alicia y continúa: “la población de mi escuela trabaja en las ferias, en changas, por horas en las casas o en los talleres de costura. Todos empleos precarios. Entonces, cuando comenzó la cuarentena, no pudieron salir a trabajar. No entraba un peso en sus casas. Y el IFE no fue para todos, porque hubo gente que no lo pudo cobrar. Lo poco que les das te lo agradecen, pero te dicen que realmente no les alcanza y te preguntan por más: ‘¿No me podés dar dos?’. Si habrá necesidad que hacen largas filas para recibir esos saquitos de té, las dos leches, los paquetes de galletitas y la barrita de cereal. Pero no alcanza. No les alcanza”.

Alicia cuenta que en la Villa 20 de Lugano también hay varias manzanas que no tienen agua. “Allí va el camión y les entregan un poco, pero les dicen ‘no la tomen eh, que no es potable’. Por eso les dan unos sachet de agua apta para el consumo. Pero hace unas semanas en la Zavaleta salieron las familias a protestar porque también tenía feo gusto y olor”. 

Uso de tapabocas, distanciamiento social y constante lavado de manos: esas son las recomendaciones sanitarias para evitar el contagio. ¿Cómo puede sostenerse en cuarentena una familia que vive a partir de ingresos informales? “En los grupos de WhatsApp que tenemos con las familias incluso nos mandan su changa, para ver si alguno agarra”, continúa Alicia. ¿Cómo pueden higienizarse quienes no tienen agua? Uno de los reclamos también es el de la entrega de elementos básicos de higiene. El Gobierno de la Ciudad los oyó y envió: un jaboncito de hotel por bolsón. Fue Alicia quien subió la foto en las redes con varios de esos jaboncitos, que entraban todos juntos sin problema en la palma de su mano, donde se leía claramente que eran para “hotel”. El escándalo fue importante y el Gobierno decidió enviar un jabón algo más grande. Pero aún así se repite en eco esa frase, casi como una oración, de Alicia: “No alcanza”.

No alcanza y por eso los docentes encuentran, como pueden, soluciones parciales. “Como la canasta no tiene productos de limpieza, lavandina o detergente, eso lo donan nuestros profesores. Los docentes de nuestra escuela hacen colectas y lo compran de su bolsillo. Con eso agrandamos un poco esa canasta, con todo el esfuerzo del mundo porque cualquiera puede imaginar que a nadie le sobra ese dinero”, explica Federico.

Así, los docentes pivotean entre la pedagogía, la asistencia social, la militancia política, la contención humana. “Nosotros cumplimos muchos roles”, continúa Federico. “Más allá de que uno puede cuestionarlos, porque nuestra función debería ser pedagógica, creo también que la pedagogía es política. Tenemos un rol, si se quiere, ‘privilegiado’ por nuestra relación con las familias y los barrios que nos pone en un lugar para pensarnos como organizadores de sus demandas. Tenemos casos de gatillo fácil, de abuso policial, de chicas que desaparecen por las redes de trata, de despidos en las fábricas, y nosotros cumplimos un rol muy importante porque enseguida avisamos a todo el mundo, hacemos campañas y la solidaridad se puede acrecentar”.

Alicia también cree que su trabajo va más allá de lo estrictamente académico. Es docente de primaria desde hace más de 28 años y en todo ese tiempo vio los distintos rostros que fue tomando el país y su gente, las escuelas y sus chicos. “Yo viví el 2001, que fue terrible. Los pibes se nos desmayaban de hambre, literalmente. Recuerdo a un papá con varios hijos, excelente vestido, limpieza impecable, los chicos super educados, una famillia muy contenedora. Él se sentó y se puso a llorar contándome que estaba desocupado, que no podía salir a laburar mientras sus hijos y su mujer hacían changas. Tengo esa fotografía, ese recuerdo mejor dicho. Esta crisis de ahora es profunda, porque además uno sabe que es sanitaria, económica a nivel mundial y eso se ve reflejado en las tomas de tierras, en la desesperación de la gente que no puede pagar el alquiler. La escuela cumple un rol fundamental, haciendo visibles esas demandas, peleando junto a las familias y exigiendo lo que tiene que ser garantizado desde el Estado. Porque no trabajamos con máquinas, trabajamos con gente que conocemos: niños y adolescentes con los que cotidianamente nos vinculamos y esas familias que nos confían lo más importante que tienen”.

La vieja y conocida normalidad

Aunque el triste sandwich de marzo gatilló la bronca y las innumerables idas y vueltas durante estos últimos seis meses, la cuestión de la comida en los comedores escolares se remonta muy atrás, hacia los tiempos de la primavera neoliberal y su paradigma privatizador. El Servicio Público de Alimentación en las escuelas públicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra cartelizado por unas 19 empresas concesionarias que ganan licitaciones sin esfuerzo y cambian de nombre cada cierto tiempo cuando el esquema se desequilibra un poco.

El 22 de junio de este año, la jueza a cargo de la causa abierta por las legisladoras del FITU-PTS, Romina Tesone, exigió al Gobierno de la Ciudad que informase el costo y la cantidad de las canastas entregadas, la suma pagada a las concesionarias -antes y durante la cuarentena-, el monto del presupuesto para el servicio de comedores y la cantidad ejecutada hasta el momento. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta se negó y, el 18 de agosto, la jueza le aplicó una multa de ocho mil pesos diarios al ministro interino de Educación Luis Bullrich hasta que no diera cuenta del pedido. También lo imputó penalmente por incumplimiento de los deberes de funcionario público. El 23 del mismo mes, el gobierno finalmente respondió, aunque no brindó información sobre cuánto era el monto pagado a las concesionarias.

El presupuesto para el servicio de comedores durante este año es de 5.031.358.533 pesos; hasta agosto se ejecutó el 69,86%, o sea, unos 3.531.129.891 pesos. En cuanto a la cantidad de canastas, el gobierno alegó que no conoce el número exacto pero que ejecutan una cantidad fija según el número de estudiantes matriculados; por lo tanto, hasta agosto se entregaron 133.557 almuerzos -1.400 pesos cada uno-, 78.001 refrigerios -529 pesos- y 222.687 desayunos -175 pesos-. Tomando en cuenta estos últimos dos datos, desde la bancada del FITU-PTS calcularon cuánto fue gastado efectivamente en comida y surgió el siguiente número: 2.672.125.540 pesos. 

O sea, de este dato se desprende que entre el presupuesto y lo efectivamente gastado en los bolsones hay una diferencia de 859.004.351 pesos. “Un presupuesto de 800 millones de pesos que no se sabe a dónde fueron a parar”, sentencia Alejandrina Barry. “Muchas de estas concesionarias fueron aportantes de Cambiemos y, además, son empresas que reciben el ATP del Gobierno Nacional a la vez que el 35% de lo que el Gobierno de la Ciudad les otorga es justamente para el pago de salarios. Mientras tanto, a sus empleados o les habían bajado el sueldo o los mantienen en forma precarizada. Realmente una estafa, una estafa con algo que es realmente gravísimo porque estamos hablando de la alimentación de los chicos y las chicas del sector más vulnerable de la sociedad”.