El Ecoparque avanza a paso de tortuga

El Ecoparque avanza a paso de tortuga

El 23 de junio del año pasado el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, anunció que la Ciudad de Buenos Aires interrumpía la concesión privada del zoológico de Palermo y que iba a reemplazarlo por un ecoparque interactivo. Después de más de un año y tres meses de la estatización, el oficialismo afirma que el proyecto avanza, pero las ONG y los activistas por los derechos de los animales reclaman que no hay mejoras notorias en las condiciones de vida de los animales y que existen demoras en sus traslados.

El Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología encabezado por Andy Freire reactivó el año pasado la Comisión para la Transformación del Zoológico de Buenos Aires, que había sido convocada en 2014 para delinear lo que sería el proyecto a futuro y había quedado paralizada. Sus miembros eran de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad, de la Fundación Banco de Bosques, de la Fundación Naturaleza para el Futuro y del Instituto Jane Goodall. “El proyecto todavía está en un proceso de transición, quizás tarda más de lo que se esperaba”, dijo Javier Goldstein, miembro de la Comisión y de la ONG Banco de Bosques.

Goldstein también expresó: “Se debe notar más el trabajo real. Hay que mejorar la calidad de vida de los animales que viven en el Ecoparque” y agregó: “Hay incertidumbre porque no se llevan adelante los planes de trabajo”. Federico Ricciardi, responsable de prensa del Ecoparque, señaló que durante el primer año sí hubo obras para optimizar las condiciones de vida de los animales y destacó: “Se les mejoró la dieta y les dieron rutinas de ejercicios para que desarrollen su naturaleza y estén sanos. Además de las obras hechas, hace un mes se presentó un proyecto de modificaciones en el predio, la idea es que haya menos animales y más lugar para la gente”.

Imagen del Ecoparque de la ciudad de Buenos Aires

“El Ecoparque es un ecofraude, no hay educación ambiental, no hay educación sobre los derechos de los animales. Es todo un verso”, denunció Fontán.

El Ecoparque apunta a convertirse en un predio que siga el movimiento de reconversión que hacen los zoológicos europeos y, en esa línea, Ricciardi dijo: “El proyecto involucra un centro de rescate a fauna autóctona de Argentina. La idea es que disminuya la cantidad de animales exhibidos, no creemos que sea malo, pero priorizamos preservarlos”.

El proyecto del oficialismo no fue el único que se presentó, ya que el legislador Adrián Camps, del Partido Socialista Auténtico (PSA), había propuesto que se remplazara al Zoológico de Palermo por un Jardín Ecológico, aunque finalmente su idea no prosperó.

Camps relató que la concesión a manos privadas, que duró 20 años, fue un desastre y que no está de acuerdo con los zoológicos en general. El legislador socialista diferenció su proyecto al del Gobierno porteño y subrayó: “Las diferencias básicas son que nosotros proponíamos terminar con la exhibición animal, con la reproducción adentro del zoológico y que se haga un centro educativo. Se debe reconvertir el zoológico;  el bienestar animal está en la naturaleza, no en una jaula”. También planteó que el Ecoparque actual es lo mismo que antes, pero con menos animales y que está igual o peor que hace un año.

Los activistas por los derechos de los animales reclaman que no hay mejoras notorias en las condiciones de vida de los animales y que existen demoras en sus traslados.

Malala Fontán, referente de Sin Zoo, una organización de activistas por los derechos de los animales, apoyó el proyecto de Camps y criticó con dureza al Gobierno de la Ciudad. “El Ecoparque es un ecofraude, no hay educación ambiental, no hay educación sobre los derechos de los animales. Es todo un verso”, denunció. Fontán afirmó que la concepción de zoológico es anacrónica:  “Estamos en el 2017, no podés tener un oso polar a 20 metros de la parada del 60”, enfatizó. Una de las principales quejas de la activista es sobre los traslados y las derivaciones que se prometieron. “Los animales que han sacado de Palermo son solo de fauna nacional”, reclamó.

Ricciardi afirmó que se han trasladado 350 animales y uno de los primeros destinos de algunos de ellos fue el refugio GüiráOga, en Misiones. El director de este establecimiento, Jorge Anfuso, dijo: “Recibimos cerca de 40 animales. Todos llegaron al refugio en pésimas condiciones, el peor problema fue la alimentación. Aunque el traslado fue espectacular, en un camión especialmente preparado”. Además, Anfuso expresó que no aprueba el Ecoparque y recomendó que el camino a seguir deben ser los centros de rescate. “Hay que cambiar la idea de que los animales en cautiverio educan”, expresó.

Si bien la interrupción efectiva se dio en junio, el Gobierno porteño ya se planteaba desde principios de 2016 quitarle la concesión a Zoológico de Buenos Aires S.A., cuyo contrato duraba hasta finales de este año. El no pago del canon mensual, las denuncias sobre el mal estado en el que tenían a los animales y las dudas sobre la capacidad de la empresa de llevar a cabo los cambios que tenía en mente la administración de Rodríguez Larreta hicieron que el gobierno tomara control del predio de 18 hectáreas, que tenía en ese momento casi 200 empleados (los cuales pasaron al Estado), más de 1.500 animales y 52 edificios declarados Patrimonio de la Ciudad y Monumento Histórico Nacional.

Con presiones de ONG y activistas, con obras que marchan lentamente y en medio de cambios culturales que parecen ir acentuando el rechazo a los animales en exhibición, el Ecoparque porteño se reconvierte muy despacio, demasiado . “La transformación -destacó Ricciardi- viene desde hace años, pero los cambios se hacen de a poco”. Mientras tanto, desde septiembre está cerrado al público.

Actualizado 10/10/2017

La reforma secundaria en debate

La reforma secundaria en debate

Desde hace un mes, la reforma educativa «Escuela Secundaria del Futuro» se instaló en la agenda pública a partir de las movilizaciones y protestas de colegios lideradas por los estudiantes que reclaman un debate sobre su educación y el de las futuras generaciones. Hoy se conoció un recurso de amparo presentado por la asesora tutelar de primera instancia Mabel López Oliva, y el asesor tutelar de cámara, Gustavo Moreno, que pide la suspensión de la implantación de la reforma educativa en todas las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires para que se garantice un procedimiento previo, con acceso a la información pública completa, que permita un espacio para el debate sobre la reforma.

Los puntos más cuestionados de la reforma son principalmente los que establecen las prácticas profesionalizantes gratuitas como tiempo de estudio del último año de la escuela media; también se critica el modelo de clase que contempla un 70 por ciento de autonomía del alumno, por sobre el 30 por ciento de tiempo con su docente, sumado a la pérdida de contenidos, y la falta de información acerca de cómo se llevará a cabo la reforma, ya que hasta el momento no abunda información al respecto.  A partir de estos puntos ANCCOM dialogó con fuentes especializadas y trabajadores de la educación para conocer  las preocupaciones y debates que despierta la reforma educativa.

Patricia Sadovsky es profesora de la Universidad Pedagógica Nacional e Integrante de la Secretaría de Cultura del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA). En diálogo con ANCCOM planteó que la formación de la escuela secundaria tiene que ser principalmente en tres líneas: para la ciudadanía, para el trabajo y para la cultura. «Estas tres formaciones tienen que interactuar entre sí. No pueden perderse las demás por enfatizarse una de ellas», explicó Sadovsky en referencia al punto de la reforma que busca que en quinto año los alumnos realicen una porción de la currícula en prácticas para empresas e instituciones, y la otra en formación sobre emprendedurismo.

Los puntos más cuestionados de la reforma son principalmente los que establecen las prácticas profesionalizantes gratuitas como tiempo de estudio del último año de la escuela media.

Una fuente de la estructura educativa del área media del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que prefirió reservar su identidad, explicó que todavía no hay demasiada información de cómo se llevará a cabo la reforma. «Cuando preguntamos todo lo que tenga que ver con el cómo se va a implementar, por ejemplo, las prácticas preprofesionales, nos dicen que todavía falta para que los chicos de primer año lleguen a quinto. Hay cosas desprolijas». Además, confesó que recién la semana pasada –en medio del reclamo de diálogo e información de estudiantes, padres, docentes y gremios- se abrió el espacio a los demás integrantes de la comunidad educativa, ya que hasta el momento sólo se habían realizado mesas de trabajo con algunos supervisores educativos.

Respecto a la necesidad de cambiar la escuela, Patricia Sadovsky explica que hay un gran consenso en todos los sectores de la educación, pero no de la manera en que se ha propuesto hasta el momento, ya que debe haber una planificación en los cambios. Además, considera que la formación para el trabajo excede a que un alumno asista a una empresa. «Aparece una cierta liviandad de que todos los chicos de quinto año van a hacer una práctica y no se garantiza que realmente lo vayan a poder hacer. Se pone el énfasis en la formación de recursos humanos, se prioriza que se construya un vínculo con los establecimientos de trabajo, pero en realidad el acceso al trabajo lo tienen que garantizar las políticas públicas». Jorge Adaro, Secretario General de la Asociación de docentes de Ademys agregó sobre este punto: «Desde el sindicato no concebimos a las escuelas como apéndices de las cámaras empresariales». Opinó además que la prórroga de la reforma no va a cambiar el espíritu que tiene actualmente, por eso el gremio mantiene su total oposición.

Otro de los puntos más significativos de la transformación que impulsa el gobierno, como se mencionó anteriormente, es el modelo clases con un 70 por ciento de autonomía del alumno, y un 30 por ciento del rol docente. La profesora de la Universidad Pedagógica Nacional explicó que hay una tergiversación cuando se piensa en que construir alumnos autónomos implica desvincularlos del docente. «La autonomía intelectual pasa por poder tomar decisiones y ser activo como estudiante. Pero no hay que pensar que el docente no tiene que estar. Tiene que haber un vínculo cooperativo. El docente es un vínculo, un lazo con la cultura».

Uno de los puntos más significativos de la transformación que impulsa el gobierno es el modelo clases con un 70 por ciento de autonomía del alumno, y un 30 por ciento del rol docente.

Otra preocupación de los especialistas es bajo qué régimen quedarán los docentes en la estructura educativa, ya que no queda claro si van a estar normados bajo el Estatuto Docente, mediante el que se regula los derechos y deberes de los trabajadores de la educación. Jorge Adaro indicó que toda la reforma se enmarca dentro del «Plan Maestro» (en referencia al plan del gobierno nacional), al que atribuye una marcada tendencia  hacia el modelo de productividad: «Este año probaron proponer que parte del aumento de sueldo estuviera vinculado a la asistencias del docente», recordó Adaro. Explicó que ésto puede ir en línea con otros modelos educativos de Latinoamérica como el de Chile, en donde hay una correspondencia entre el sueldo del docente y el rendimiento de los alumnos. Desde la estructura del área media, la fuente con reserva dijo que todavía no queda claro si los docentes de este nuevo plan se plantean como facilitadores, si formarán parte de la planta orgánica funcional, o si van a ser trabajadores externos. También agregó: «Hay muchas cosas del cómo se va a llevar a cabo la reforma que siguen sin plantearse. En los documentos ya se cambió el nombre y no aparece como ‘Escuela Secundaria del Futuro’, sino como ‘Profundización de la Nueva Escuela Secundaria (NES)’, la reforma que se realizó en 2012», describió Adaro.

La profesora de la Universidad Nacional Pedagógica hizo hincapié en otro punto central: «Lo más alarmante es lo improvisado, propagandístico y lo mercantilizado de la reforma. No están claramente planteados cuáles son los puntos que se quieren transformar. No se puede pensar que los recursos son novedosos por sí solos, como es el caso de lo que se piensa de las plataformas virtuales. Lo que importa es lo que se pone adentro de esas plataformas. No se puede pensar una reforma sin una perspectiva clara».

«Nosotros elegimos nuestro futuro», una de las consignas que llevan adelante los estudiantes.

 

Actualizada 26/09/2017.

El Isauro Arancibia quiere legalidad

El Isauro Arancibia quiere legalidad

Para que una escuela sea escuela necesita de algunos ingredientes indispensables. Para que una escuela brinde educación y desarrolle personas con un proyecto de vida hacia el futuro necesita de un edificio, necesita de maestros y estudiantes, necesita bancos y sillas, necesita materiales como pizarrones, tizas y libros de lectura. Pues bien, la escuela Isauro Arancibia, a pesar de contar con todos estos ingredientes, no es reconocida como tal por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El instituto tiene todo pero aún le falta un componente fundamental: el reconocimiento legal.

El Isauro Arancibia da clases a chicos en situación de calle. Se encuentra ubicado en la avenida Paseo Colón al 1318, en el barrio porteño de San Telmo, en un edificio imponente, de tres pisos, con trapos de diferentes tamaños y escritos con diversas tipografías, pero con un mensaje en común: visibilizar el conflicto. Es que el Gobierno porteño se hace el desatendido, tal como explica su directora Susana Reyes, ante el reclamo por el reconocimiento estatal. “La respuesta que recibimos es puro silencio”, dice Reyes.  Asimismo, Evangelina Aguilar, maestra de primer ciclo, se explaya en el mismo sentido: “La reacción del gobierno es contradictoria: por un lado, destina fondos y maestros como cualquier escuela pública y hasta las autoridades que nos visitan reconocen el proyecto que armamos, pero después no avanzan en la firma de la normativa”. Y enfatiza: “Se avanza y se reconoce la experiencia como valiosa, pero no se firma la reglamentación que nos ampare legalmente”.

Frente a este conflicto, el Isauro está preparado porque sabe de luchas. La institución, fundada en 1998, no siempre funcionó en la actual dirección, ya que siempre era trasladada de un lado a otro, hasta que en 2011 quedó instalada en Paseo Colón. Ese año, la Legislatura porteña aprobó un presupuesto de 14 millones de pesos para refaccionar el colegio pero pasó un lustro hasta que comenzaron las obras, porque en el ínterin apareció una seria amenaza: la demolición para dar lugar al Metrobus. Sin embargo, la comunidad educativa resistió con fuerza y logró en 2014 la suspensión del trazado del transporte público sobre su territorio.

Una mujer con una guitarra y un niño junto a ella la mira.

El Isauro Arancibia da clases a chicos en situación de calle. Se encuentra ubicado en la avenida Paseo Colón al 1318, en el barrio porteño de San Telmo.

Pero el Isauro no tuvo paz. Las obras que se iniciaron en febrero de 2016 para remodelar la escuela se congelaron en abril de ese año ante una nueva amenaza de demolición, debido al resurgimiento de la idea del Metrobus. Frente a ello, el Isauro consiguió el triunfo definitivo, al menos en ese tema. No obstante, las malas noticias continuaron: en julio de 2016, la puerta del edificio fue violentada para causar destrozos y robos dentro de él. Allí, se llevaron materiales del jardín maternal como ropa, leche, pañales y juguetes, y también maquinarias del emprendimiento gastronómico autogestionado por los jóvenes que concurren al Isauro.

Consultada sobre qué problemáticas sufre el instituto, la directora indica la inestabilidad de los trabajadores: “A mí me intiman a jubilarme, pero si me jubilo, acá no queda nadie porque pueden mandar a un coordinador externo. Nos ha pasado de tener compañeras que se jubilaron y que nunca fueron reemplazadas. Necesitamos que seamos escuela para que se tomen maestros capacitados”. Reyes cuenta que también esta situación es alarmante para los chicos que asisten al Isauro, quienes la mayoría viven en situación de calle. “Acá vienen a estudiar, a formarse como trabajadores en distintos niveles educativos”, comenta con contundencia.

Una muejer hablando por un micrófono y junto a ella dos mujeres más levantando los brazos.

“A mí me intiman a jubilarme, pero si me jubilo, acá no queda nadie porque pueden mandar a un coordinador externo», comentó la directora.

La escuela, sin embargo, había nacido como un proyecto de centro educativo, es decir, como una entidad que albergara a un número reducido de alumnos, con pocos maestros y solo dos horas diarias para brindar las materias básicas (Matemática, Lengua, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales). Pero algo trastocó los planes: la llegada masiva de estudiantes, bajo una extrema vulnerabilidad social, con necesidades particulares para poder llevar adelante su formación primaria, obligó a transformar el proyecto y convertir, por lo tanto, el centro educativo en una escuela. “Esta transformación tiene que ver con más horas de clase, con una formación integral, donde además de las materias básicas, se dictan talleres de arte y comunicación”, cuenta la maestra Aguilar. Al mismo tiempo, se pueden cursar, en el colegio, oficios a contraturno. El objetivo, cuenta Aguilar, es ayudar a los chicos y jóvenes “a pensarse a futuro, construir su proyecto de vida y cambiar la situación de vulnerabilidad en la que viven”, y agrega que “lo que se busca es garantizar el derecho a la educación, a la vivienda, al trabajo y a la salud”.

Se ve en primer plano un niño sentado

El objetivo es ayudar a los chicos y jóvenes “a pensarse a futuro, construir su proyecto de vida y cambiar la situación de vulnerabilidad en la que viven”, afirmó una de las maestras.

UN ACTO PARA RECLAMAR

Frente a este conflicto que padece el Isauro Arancibia, el pasado miércoles 20, la comunidad educativa del colegio organizó un festival tendiente a visibilizar el reclamo y recaudar fondos para hacer frente a los gastos corrientes. Un humilde escenario fue montado sobre la calle Cochabamba, donde en su intersección con la avenida Paseo Colón, se levanta la casa de estudios. Allí, diferentes estudiantes tocaron algunos instrumentos y se dieron el gusto de cantar ante el público que apoyaba la iniciativa. También se exhibieron los productos de los talleres: fotografías, avioncitos de madera, libretas, ruedas de bicicleta,  y también cosas ricas como bizcochos y cuernitos, hechos en el taller de panadería. En el festival también se hicieron presentes los chicos más pequeños, acompañados por una maestra de nivel inicial, quien con dinamismo y simpatía, los asistía hábilmente. A su vez, una cantante invitada tomó el micrófono hacia las cinco para alegrar aún más la tarde. Luego, la profesora de música y algunos alumnos, entonaron unas breves estrofas, compuestas por ellos previamente. “Esta escuela es una construcción colectiva. Fue la forma de organización y la potencia del proyecto lo que permitió en estos 19 años que no solo funcionemos, sino que hayamos crecido”, señaló Aguilar, mientras se iban sirviendo pizzas y gaseosas en la puerta del colegio. “Esta construcción colectiva se logra con los estudiantes, con los docentes, con la comunidad educativa y con un vínculo muy estrecho entre ellos, tanto en la construcción como en la resistencia y en la lucha por este proyecto educativo”, sentenció.

Un grupo de chicos aplaudiendo.

La comunidad educativa del colegio organizó un festival tendiente a visibilizar el reclamo y recaudar fondos para hacer frente a los gastos.

El Isauro sabe que el no reconocimiento por parte del Gobierno de la Ciudad como una escuela más constituye otra problemática a la que deben enfrentar con entereza. Es una lucha más en su larga experiencia, impregnada de triunfos y derrotas. Es un objetivo más, un paso más, para que la escuela sea escuela y no sufrir, por tanto, las condiciones que atraviesan en la actualidad. “Nosotros no tenemos una planta orgánica funcional que diga que tal maestro es de este colegio. Entonces, lo pueden mandar a trabajar a otro lado y este proyecto, desarmarse legalmente y muy rápido”, expresó Aguilar.

Desde aquel lejano 1998, la historia del Isauro Arancibia está plagada de conflictos, luchas y desatinos. Pero también, de muchas otras que alegran a cientos de chicos, jóvenes y adultos, que encuentran en esta escuela, un lugar de refugio ante tanta marginalidad social. También, su historia cuenta con resistencias y victorias. La solidaridad es un valor implícito que se explicita en el festival, donde los alumnos bailan con los maestros mientras Karina, La Princesita, suena de fondo. “Esta es una situación de extrema urgencia que no puede seguir sucediendo. El Isauro Arancibia es una escuela pública que se viene construyendo desde hace 19 años y que necesita de una ley que la reconozca como tal”, concluyó la cálida maestra Aguilar. Es una necesidad no solo de este colegio, con sus chicos y maestros, sino también de la sociedad en su conjunto. El Isauro necesita ese último ingrediente, la pata legal, para alegrar aún más su singular historia.

Un hombre sentado en una tarima cantando. y tocando la guitarra.

Un escenario fue montado sobre la calle Cochabamba, allí tocaron instrumentos y cantaron ante el público que apoyaba la iniciativa.

UN MIMO A LA LUCHA

La valentía que exhiben día a día los trabajadores del Arancibia en su proyecto de resguardar a los chicos y adultos en situación de calle, tuvo su merecido reconocimiento el 14 de agosto pasado, cuando la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) le otorgó la distinción en el marco de la 2da Edición del Premio Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos “Óscar Arnulfo Romero”. La escuela fue premiada en la categoría de educación formal por su intensa labor de generar propuestas a las necesidades de los estudiantes, con el objeto de mejorar sus posibilidades de integración social. Asimismo, destacaron el proyecto de vida que elabora la institución “para que cada persona pueda imaginar un futuro y armar articulaciones con otros establecimientos que alojen a este sujeto educativo”.

Actualizada 27/09/2017.

 

Ciencia de remate

Ciencia de remate

En pleno centro y a pesar de los penetrantes rayos de sol del mediodía, las camperas naranjas y amarillas resisten con bandera en mano y tambores de fondo. “Los antárticos nos vemos como mucho una vez al año, pero cuando estamos juntos nos ayudamos a sobrevivir”, dice Andrea Concheyro, paleontóloga del Instituto Antártico Argentino (IAA), y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Andrea fue a la Antártida por primera vez a los veinticinco años, y ese fue el inicio de más de quince campañas en la Base Carlini, territorio argentino en el continente antártico. Fuera de agenda, los investigadores del Instituto se movilizaron la semana pasada para frenar la venta del único edificio propio, la histórica sede de Cerrito 1248. Finalmente, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) lo remató por USD 9.300.000. En lo que va del 2017, el organismo estatal recaudó más de 100 millones de dólares con la venta de inmuebles públicos que consideran ociosos, y hay programadas otras 17 subastas para los próximos meses, según se estableció por decreto del Poder Ejecutivo en abril de este año.

El conflicto por la sede de Cerrito 1248 comenzó el año pasado cuando la AABE decidió poner en venta el edificio por “resultar innecesario para la gestión a su cargo”, según el decreto 952/2016 del 19 de agosto. En octubre del 2016, el diputado porteño Javier Andrade (FPV) presentó un proyecto de ley para que el edificio y todos sus bienes se declararan como Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Construido en 1917 por el arquitecto francés Joseph Gire, el edificio fue designado como sede oficial del Instituto Antártico días después de su inauguración en  1951. Argentina fue pionera en entender la Antártida como un polo científico. “Cuando otros países estaban concentrados en cuestiones de guerra, Argentina inauguró el primer instituto de investigación para la ciencia en Antártida. Fuimos visionarios, pero por unos pesos lo estamos perdiendo”, denuncia Juan Manuel Lirio, doctor en Geología y jefe del Departamento de Geología del IAA.

Desde su inauguración, el Instituto albergó material valioso: un museo de piezas antárticas y una biblioteca de más de diez mil libros y artículos de investigación. Todos esos elementos contaban con un sitio seguro de preservación y fueron trasladados sin chequear ni hacer inventarios a un espacio que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, en la calle 25 de Mayo, entre Paraguay y Viamonte. Los libros y apuntes se trasladaron como papeles descartables y sin consultar antes a los científicos del Instituto. “Este material no puede salir del edificio sin antes estar inventariado por nosotros mismos”, dice Tamara Manograsso, investigadora en geología en el IAA, mientras mira el edificio que en unas pocas horas será demolido para levantar una torre.

Lirio recuerda la entrada de nuevos investigadores en 2008, cuando se reactivó el proyecto de investigación antártica. Esto trajo nuevas iniciativas e ideas, pero hoy el camino parece desandarse poco a poco. “Es difícil retener a los investigadores jóvenes, porque para dar una posibilidad de carrera científica tenés que tener una continuidad en los proyectos de investigación”, explica Juan Manuel en relación a los contratados que trabajan por sueldos mínimos, sin los elementos necesarios ni un lugar físico estable, repartidos entre las dos sedes del Instituto: las oficinas de Balcarce y los dos pisos prestados por la Universidad de San Martín, donde aún no hay laboratorios ni equipamiento. “Actualmente no podemos hacer ciencia sin los convenios internacionales, porque en las oficinas sólo tenemos una mesada y una computadora”, completa.

Desde hace cinco años, el edificio de Cerrito 1248 esperaba su refacción, pero cada vez que se presupuestaban las obras aparecían otras urgencias: en 2016, el dinero se derivó a los alimentos para la campaña antártica, insumo básico para la supervivencia de los científicos que viajan a trabajar en el Continente Blanco. “Es claro que no somos prioridad”, reflexiona Juan Manuel. El investigador sabe de qué habla: lleva hechas más de 30 campañas en la Antártida, entre la Base Carlini y los campamentos, excursiones en las que se embarcan los dedicados a la geología y paleontología para analizar los fósiles que no se encuentran cerca de la Base.

Además de la extensa biblioteca, en el edificio de Cerrito funcionó un museo donde se hacían visitas guiadas y charlas de capacitación a maestros, profesores y otros trabajadores de la ciencia. También funcionaba allí todo el quehacer antártico: la organización logística de la Base Carlini, un laboratorio de electrotécnica, una imprenta donde las contribuciones al Instituto se traducían a cuatro idiomas, y un espacio para resguardar piezas museológicas únicas, como las de la expedición sueca de 1902. En 2013 empezaron a repartir al personal administrativo y científico a distintas sedes, pagando precios descomunales en alquiler. En 2015, se consiguió la sede en la Universidad de San Martín, pero durante la mudanza los investigadores pasaron nueve meses sin un lugar fijo, trabajando desde sus casas. “Mientras Chile invierte en su edificio antártico de Punta Arenas, o el British Antarctic Survey protege su patrimonio con más de 150.000 piezas museológicas, acá, que tenemos uno de los trabajos más profundos en ciencia en la Antártida, nos reemplazan por emprendimientos inmobiliarios”, advierte Concheyra. Y recuerda el proyecto que intentaron montar años atrás con algunos compañeros y compañeras de trabajo para dar a conocer en escuelas primarias algunos aspectos sobre la vida en la Antártida. “Cuando yo tenía seis años, en el Normal 4 me mostraron la película sobre la ´Operación 90´ y a partir de ahí empecé a soñar con ir a la Antártida”, recuerda. La película recrea la primera llegada argentina al Polo Sur, en 1965. “Así como yo, miles de chicos y chicas podrían dedicarse a la Biología, Geología o Paleontología”, plantea. El proyecto que intentaron llevar adelante era una muestra itinerante de fósiles de la Antártida para circular por escuelas en distintos pueblos del país. Sin embargo, una vez más, fueron sólo promesas: “Evidentemente hay un profundo desconocimiento y un marcado desinterés”, reflexiona Concheyra.  

En medio de la Avenida 9 de Julio, un pingüino de peluche adornado con el estandarte naranja del IAA se ve entre las banderas. Romina viene a acompañar a su padre, Sergio, geólogo del Instituto. “Mi viejo va a la Antártida todos los años, desde antes que yo naciera, y es lo que más le gusta de su trabajo”, explica. Ella estudia Comercio Exterior, aunque admite que evaluó la posibilidad de dedicarse a la investigación: “Es muy duro el trabajo que hace mi viejo, porque no se queda en la Base sino que siempre está en los campamentos buscando muestras, es muy comprometido”. Sergio quiso llevarla a la Antártida en más de una ocasión, pero para viajar con sus familias los investigadores deben pasar más tiempo de lo que implica una campaña normal, por lo menos seis meses o un año.

Pasado el mediodía, la bandera se planta frente al edificio vidriado de Cancillería: “La soberanía y la ciencia antártica no se rematan, se defienden”. Se hace silencio y el petitorio, esta vez más combativo, vuelve a sonar amplificado por un megáfono. Camperas, bombos, pecheras y antiparras. Los que caminan se acercan y preguntan, otros sacan fotos, otros miran los carteles. Tras horas de resistencia, abre la puerta de la Cancillería Máximo Gowland, director nacional de Asuntos Antárticos. “Si no se puede evitar la venta, le pedimos que al menos nos den el tiempo necesario para retirar el material valioso con un inventario”, suplica Concheyra. La negativa fue inamovible: Gowland recibió el petitorio, el mismo que los antárticos habían entregado en la Defensoría del Pueblo, en la AABE y en la Casa Rosada, pero mantuvo la postura oficial. El remate concluyó el jueves por la tarde frente a la sede de Retiro de la Agencia de Administración de Bienes del Estado, con una firma que marca un quiebre en la historia del Instituto. Los antárticos se quedaron sin edificio propio, sin biblioteca y sin museo. Queda, frente a la puerta de Cerrito, el germen de la unión ante la tristeza de la pérdida.

Actualizada  26/09/2017

 

Conflicto en el Canal de la Ciudad

Conflicto en el Canal de la Ciudad

La dirección del Canal de la Ciudad desconoció un acuerdo firmado el 11 de julio con los trabajadores y la Dirección General de Relaciones Laborales del Gobierno de la Ciudad. El acuerdo buscaba generar un convenio colectivo que los equipare como trabajadores de televisión dentro de la planta. En protesta, los trabajadores desde hace dos semanas realizan ceses de actividades durante dos horas diarias y se reúnen en asamblea. El último día de agosto también realizaron un corte de calle frente al canal, para visibilizar el conflicto.

El reclamo de los trabajadores tiene dos cuestiones principales. La primera consiste en que se regularice el marco laboral, ya que en muchos casos realizan las mismas funciones pero tienen diferentes sueldos y diferente marco legal. La segunda es que se los considere trabajadores de televisión, ya que hasta el momento no perciben los derechos de su actividad específica, sino que están enmarcados bajo el Convenio de Trabajadores Administrativos.

El canal está conformado por 20 trabajadores de planta y por otros 130 trabajadores contratados, quienes brindan sus servicios como monotributistas, es decir que no perciben aguinaldo, jubilación o vacaciones. Los trabajadores de planta, a su vez, cuentan con estos derechos, pero su sueldo es muy inferior al de los contratados.

Se ve aun grupo grande de personas en ronda hablando en la vereda de la calle.

El canal está conformado por 20 trabajadores de planta y por otros 130 trabajadores contratados como monotributistas.

Mariana Gior, productora contratada en un programa del canal y delegada de la asamblea de los trabajadores, explicó a ANCCOM: «No se reconoce la relación de dependencia que hay entre un trabajador contratado y el Gobierno de la Ciudad. Si quieren pueden dar de baja el contrato, sin previo aviso y sin motivo porque no hay nada que diga lo contrario». Un ejemplo de esto es el caso de Fernanda Heredia, editora desde 2007 en el canal. Quedó embarazada en 2009 y la dirección del canal que estaba en ese momento le dijo que dejara de prestar sus servicios y que se volviera a presentar luego de su embarazo. Ella tuvo que hacer referencia a la Ley 3231 de 2009 que rige en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para aquellos que prestan locación de servicios para el Gobierno, en la que se le da el derecho a la mujer embarazada de la suspensión de sus servicios, con pago de la contraprestación convenida.

Pegado a una ventana se ven varios carteles que dicen "convenio colectivo de trabajo ya" en cada uno de ellos hay una letra escrita a mano y con todos juntos se forman dos palabras: "Fraude laboral".

«No se reconoce la relación de dependencia que hay entre un trabajador contratado y el Gobierno de la Ciudad», explicó la delegada de la asamblea de los trabajadores.

Un trabajador de planta de hace muchos años, habló sobre la situación de los contratados: «Hay personas que hace años que trabajan para el canal, sin embargo siguen teniendo que facturar. El reclamo es regularizar la situación. Actualmente tenemos distintos derechos pero las mismas obligaciones. Un ejemplo: hay dos camarógrafos en un programa y uno cobra como planta y otro como contratado. Esta discusión viene desde hace años». El mismo trabajador también explica que la precarización no es sólo de ahora, viene desde varias direcciones anteriores y nunca se solucionó. «Nosotros a esta gestión del canal le reconocemos que lo puso en marcha. Con la dirección anterior estaba estancado, y hace muchos años, ni bien asumió (Mauricio) Macri, hasta se había pensado en cerrar. Hoy en cambio, el canal cada vez incorpora más gente y programación. Pero la precarización es la misma que con las direcciones anteriores, lo negativo es la regulación que se mantiene». 

El segundo reclamo, que arrastran desde hace diez años, es que dentro de la estructura organizativa no se los considera trabajadores de televisión. Como el canal se enmarca dentro de la estructura gubernamental, se lo considera una administración más. «El canal figura dentro de una Dirección General. Es un último escalafón de la estructura, algo muy pequeño. No tenemos la categoría de un canal de televisión. No se consideran las tareas específicas que hacemos. Somos considerados trabajadores municipales. Pero acá hay cámaras, productores, asistentes de cámara, coordinación y tareas específicas de un canal de TV. No hay otra área del Gobierno donde se realicen estas tareas», expresó la delegada Mariana Gior. Esto además impide que reclamen derechos propios de trabajadores de televisión, como por ejemplo, poder afiliarse al Sindicato de Trabajadores de Televisión (SATSAID). Actualmente están en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Fernanda Heredia contó que una vez quiso presentar una ficha de asociación voluntaria al SATSAID y se la impugnaron. El delegado de base de SATSAID dijo que a lo largo del país la mayoría de los canales de las ciudades tienen criterio de canal de televisión, que la situación de la ciudad no puede darse como se presenta actualmente.

Se ve a un grupo de personas sentadas en la vereda de la calle y a tres mujeres paradas, una de ellas hablando con su mano levantada.

Los trabajadores reclaman que dentro de la estructura organizativa no se los considera trabajadores de televisión.

Otro punto que preocupa a los trabajadores es que el lugar asignado para el Canal de la Ciudad en la grilla de la Televisión Digital Abierta (TDA) todavía no se ha usado, y solo pueden mirar la señal los abonados al cable. Buscan que esta situación también se regularice, ya que el canal se paga con los impuestos de los porteños, por lo que no tendrían que tener televisión paga para poder verlo. Uno de los trabajadores más antiguos del canal, resume el reclamo: «Estamos luchando por tener un convenio televisivo».

Se ve un aparato de reconocimiento de huellas digitales en una pared, encima de él se encuentra pegado un cartel en el que se lee: "Convenio Colectivo de trabajo ya".

Uno de los trabajadores más antiguos del canal resume el reclamo: «Estamos luchando por tener un convenio televisivo».

Actualizada 19/09/2017.