Jul 11, 2017 | Entrevistas
Basada en la novela homónima de Gaby Meik, Sinfonía para Ana habla de dos quinceañeras, Ana e Isa, que estudian en el Colegio Nacional Buenos Aires justo antes del golpe de 1976. Dirigida por Virna Molina y Ernesto Ardito, la película muestra un mundo de pasiones en el que Ana, la protagonista, tomará decisiones irreversibles que cambiarán su forma de ver las cosas. Desde su ópera prima, Raymundo –sobre la vida de Raymundo Gleyzer–, hasta hoy, Molina y Ardito (pareja desde hace muchos años) dirigieron Corazón de fábrica, Memoria iluminada, Alejandra Pizarnik, El futuro es nuestro y Ataque de pánico. Sinfonía para Ana, si bien utiliza recursos del documental, es su primera ficción. A poco de ganar el Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Moscú y antes de su estreno comercial en octubre, ANCCOM conversó con ambos.
¿Cómo llegaron a Sinfonía para Ana?
Ernesto Ardito: Nuestras dos hijas estaban estudiando en el Nacional Buenos Aires y militaban. En 2012, a Niquita, una de ellas, le dieron el libro para leer. La impactó, se quedó encerrada en la habitación llorando. Entonces lo leímos nosotros y nos gustó mucho. En el medio, hicimos El futuro es nuestro [serie de cuatro capítulos sobre los alumnos desaparecidos del colegio para Canal Encuentro], que narra la misma historia pero a modo de documental, tomando casos reales de chicos de la UES. A partir de esa investigación y del libro, trabajamos la adaptación.
¿Qué los convocó de la novela?
Virna Molina: En Sinfonía para Ana se cuenta la intimidad y el día a día de un grupo de chicos que militaban en los años 70. Sus sentimientos, sus intereses más allá de la política, el vínculo con sus padres. Todos esos elementos reunía la novela. Porque Gaby Meik, que no es escritora, es psicóloga, la escribió como una forma de contar su propia historia y la de su amiga [desaparecida] Malena Gallardo. Entonces tenía esa fuerza que la sacaba del ámbito de la ficción y la colocaba en un plano documental. Por otro lado, los documentalistas venimos trabajando hace mucho la militancia en los 70, pero en ficción es nuevo y casi siempre se abordó desde el 76 en adelante. Hasta ahora no existía ninguna película que abordara ese universo. Las que había estaban más direccionadas, como La noche de los lápices, al hecho concreto de la desaparición, la tortura y el sufrimiento. Y no al momento previo que era por qué estaban esos pibes motivados a militar, cuáles eran sus expectativas, cómo era su forma de sentir, de amar…
¿Cuál fue el diálogo con la autora?
VM: La relación con Gaby comenzó cuando hicimos El futuro es nuestro. Ella fue amiga de Malena, la estudiante más chica desaparecida del Nacional y uno de los casos que trató el documental. Le dijimos que nos encantaría filmar el libro. Después de ver la primera adaptación, Gaby nos dio el okey y comenzamos. Había habido intentos de filmarlo antes pero Gaby sentía que no se respetaba el espíritu, que se lo trataba de llevar a un registro tipo Melody, una película clásica inglesa que es una historia de amor, más abstracta desde lo político. Nosotros la transformamos en más política todavía.
¿Cómo fue la articulación de ficción y documental?
EA: Están totalmente vinculados. No es una película de personajes donde hay una escena que comienza, tiene su punto fuerte y termina. Se mezcla la reconstrucción y la actuación con el archivo histórico, pero además con fragmentos de escenas que completa el espectador. Eso hace que no haya un distanciamiento, que la obra no esté sucediendo y acabe frente a un espectador pasivo, sino que al trabajar las emociones junto con la historia narrativa, se va generando un intercambio. También iban surgiendo ideas en el montaje porque lo iba pidiendo la película. No teníamos un guión. Mientras estábamos montando íbamos registrando otras imágenes.
VM: Es nuestra primera ficción. Nos gustó mucho la experiencia. Hay un campo muy interesante en el cruce, donde se puede llevar a la máxima potencia lo documental y lo ficcional. Cuando se mezcla la historia personal del que interpreta con su personaje, hay muchas cosas conscientes o inconscientes que ese actor vuelca en lo que hace. El neorrealismo italiano parte de esa lógica y ha generado obras alucinantes porque había una necesidad. Se filmaba así porque no había plata. Y cuando hubo más presupuesto, se empezó a narrar como “se debían narrar las historias”. Está buenísimo cuando las historias te atraviesan. Con Sinfonía para Ana queríamos involucrarnos, que no fuera solamente una novela y adaptarla, sino entenderla hasta el final. El cine de Cassavetes, Fassbinder, Tarkovski, siempre fue el que más quisimos, con ese algo que escapa al mundo industrialista del cine, con cierta locura y búsqueda. También nos gustaba estar involucrados a un grupo con el que te une algo fuerte, que no tiene que ver con la relación laboral estricta.
¿Qué decisiones tomaron para la puesta?
VM: Hicimos búsqueda de archivos, no sólo oficiales sino también personales. Porque si contábamos la historia de la novela desde un relato tradicional, iba a quedar como una reconstrucción clásica. Además, no contábamos con una producción gigante. No queríamos que los vestuarios, los peinados, fuesen demasiado remarcados, como si fueran personajes de revistas de los 70, y no personajes reales que vivían en esa época. Por ende, se trabajó en recrear una puesta más cercana al documental y quizás no tanto una puesta colorida o cinematográfica. Buscábamos una recuperación desde la memoria.

«En Sinfonía para Ana se cuenta la intimidad y el día a día de un grupo de chicos que militaban en los años 70», dicen los directores.
¿Cómo fue el casting?
EA: El de los chicos se hizo en el colegio. Manejaban el modo de comportarse de los adolescentes que buscábamos representar. De hecho, Madres de Plaza de Mayo y de chicos desaparecidos dicen que cuando los ven hablar les impacta mucho porque tienen el mismo modo de comportarse, hay ciertas subculturas o códigos internos particulares. En el Pellegrini también. El cine no es igual que el teatro. El actor que está delante de las cámaras tiene que tener mucho de su propia personalidad que vaya con el personaje. Fue muy bueno combinar no actores con actores. No sólo los chicos. Javier Urondo, que representa al papá de Ana, no es actor. La actriz es Vera Fogwill. El cruce de esa pareja generaba cosas extrañas. Cuando discutían no eran dos actores discutiendo, era una persona, Javier Urondo, en una situación donde él imaginaba a su propia hija viviendo eso, y recibía a Vera que lo taladraba. Él reaccionaba como Javier. Eso le da naturalidad y hace que el espectador sienta proximidad.
VM: Aparte había una realidad operativa: que nuestras dos hijas cursaban y tenían amigos del Nacional. Algunos que venían haciendo teatro, otros que militaban y sabían moverse en una asamblea. Convocamos en los sectores de militancia no sólo del Nacional sino de varios colegios. Tampoco queríamos hacer una convocatoria abierta porque iban a venir pibes del mundo de la actuación y nosotros queríamos de la militancia. Varios chicos habían leído y estaban fascinados con la novela y querían contar la historia que nunca se había contado del Nacional, porque se tapó durante tiempo. Cuando Lerman hizo La mirada invisible no se le permitió filmarla allí. En nuestro caso, se trataba de una oportunidad de hacer un trabajo de memoria colectiva más que una película cinematográfica de actuación.
¿La película dialoga con la realidad actual?
VM: Mientras la montábamos íbamos tomando conciencia de su vigencia. Con los primeros despidos masivos que hizo el gobierno de Mauricio Macri en el Estado, estábamos montando la parte en que el preceptor no deja entrar más a una de las profesoras y dice: “Esta mujer no ingresa más al edificio”. Fue horrible, pero una cosa es que eso ocurriese en la dictadura y otra que las mismas palabras hayan sido utilizadas por un hombre de seguridad de un organismo del Estado para no dejar entrar a un trabajador. Con esa misma prepotencia, con esa misma impotencia de la persona que se encuentra sin posibilidad de diálogo. Veníamos de una época donde cada uno podía hacer la crítica que quisiese al gobierno kirchnerista, había un debate político muy rico. Desde 2015, cuando termina el gobierno de Cristina y comienza el del PRO, hay cosas de las que ya no se puede hablar. Por otro lado está la cuestión de vaciamiento y de tristeza en términos laborales. Y de violencia de determinados sectores del Estado, como la policía, que empieza a accionar de manera irracional. En vez de operar para mantener un orden, lo hace con cierta peligrosa licencia que parecía que ya no iba a existir más. Te pueden detener por olvidarte el DNI, por averiguación de antecedentes, generan intimidación. Es el imaginario de la dictadura. Se instala la idea de que alguien tiene derecho a avasallar tu espacio personal, tus libertades individuales. Estamos viviendo etapas jodidas. Hay presos políticos y una utilización de la legalidad para fines políticos. En Sinfonía para Ana hay frases que sí estuvieron puestas por nosotros y que tienen que ver con esa sensación hacia la dictadura y hacia el presente. Como dice Ana al principio del relato, cuando le graba la cinta a la amiga: “Nos quieren hacer creer que esto nunca existió, pero es mentira, fue lo mejor que viví”. Eso es algo que también nos pasó a nosotros. Eran los mejores diez años que habíamos vivido. Un país en el que vos decías “che, tenemos diferencias, sí, pero hay laburo”.
Los hechos de represión en los secundarios se inscriben en la misma línea.
VM: Sí. Y es aberrante que un gobierno persiga a los alumnos que tienen una voluntad de organización. Siempre desde la dictadura hubo cierta idea de “bueno hay gente que va al colegio o a la universidad a hacer otra cosa aparte de estudiar”. Si un pibe en un secundario tiene la intención de participar en un centro de estudiantes, de comunicarse con sus compañeros, de dedicarle parte de su tiempo a una problemática común, eso tendría que ser visto como una virtud que docentes y directivos deberían premiar o fortalecer. Cuando un gobierno baja línea de que hay que castigarlo, marcarlo y encima le da piedra libre a la nefasta policía, es atroz. Y lo más jodido es que los pibes son los más indefensos. Y se alecciona a los demás a partir del miedo y se va formando una sociedad de individuos que no entienden que están dentro de un tejido social complejo, que su bienestar depende del de todos, que mejorar su calidad de vida, su potencial y la concreción de sus sueños y objetivos, va a depender de que se mejoren las condiciones de todos. El gobierno propicia un clima de individualismo, de competencia voraz. No es un problema de Cambiemos, no le podemos atribuir tanta inteligencia, es un tema del capitalismo. Lo único que hace Cambiemos es replicar la lógica de mercado.
¿Cómo enfocan el trabajo después del conflicto en el INCAA?
VM: Estamos todos afectados, sensibilizados y tomando una parte activa. Por primera vez los técnicos, no sólo del SICA, que es el sindicato tradicional, sino de agrupaciones de profesionales que surgieron ahora, están siendo parte motora. Eso nunca había pasado. Siempre éramos los documentalistas que ya estamos catalogados como los más “revoltosos”, o la gente con más trayectoria como Luis Puenzo o Pino Solanas. Pero cuando están involucrados todos los sectores, la cosa está mal. Está todo un poco frenado pero también todo el mundo en estado de alerta y accionando. La situación es crítica y está a punto de estallar. Lo bueno es que a partir de esto la gente toma conciencia y se involucra. A partir de estas crisis extremas surgen cosas que después son grandes logros. Hoy vemos cómo creció un 50 por ciento la producción documental. De cine, antes, con suerte, eran 16 películas anuales y ahora son 50. Eso hace que más gente filme y surjan cineastas nuevos. Las luchas te comen la cabeza pero por otro lado te fortalecen. Nadie quiere vivir en la crisis pero, cuando está, hay que llevarla hasta el final y solucionarlas, no poner parches. Si bien es desalentador, estamos todos juntos y eso da algo de tranquilidad.
Presentaron Sinfonía para Ana en el Festival de Cine de Derechos Humanos, ¿qué sintieron?
VM: Siempre ese un espacio donde pasamos nuestras películas. Fue el primer lugar donde se pasó Raymundo, es el primer público al que están destinadas nuestras películas, a los que sienten la necesidad de que exista un cine así. Fue una emoción para ellos y para nosotros. La podíamos presentar en Mar Del Plata o en el Bafici, pero no son festivales que respondan a nuestra búsqueda. El Festival de Derechos Humanos tiene una historia muy grande. Cuando casi no se hacían festivales acá, abrió una línea que después siguieron otros.
¿Quién la distribuye?
VM: Distribution Company, la dirige Bernardo Surni, uno de los distribuidores históricos de Argentina (La Historia Oficial, El secreto de tus ojos, Infancia clandestina). Cuando se la mostramos le encantó y dijo que le va a poner todas las ganas. Obviamente tiene un límite para conseguir sala. Estamos a merced de los exhibidores que son los dueños de las cadenas y los que aprueban los horarios. Todos pedimos un horario normal, racional, para meter determinada cantidad de espectadores y que no levanten la película en la primera semana. La pelea es esa y, un poco por eso, esperamos hasta octubre para estrenarla, ya que la pantalla de cine argentino se divide por cuatrimestres y el último, que arranca en octubre, es el que está más libre. Porque este año se van a estrenar muchas películas argentinas que se hicieron en 2015, 2014, 2013, de tipo más independiente, incluidas la última de Lerman y la de Lucrecia Martel. Va a ser triste el año próximo y el siguiente, porque no se está filmando, las películas van a ser muy pocas comparadas con todas las que se están estrenando ahora.
Actualizada 11/07/2017
Jul 4, 2017 | Deportes
Murciélagos es el nombre del documental producido por La Última Escena, acerca del homónimo equipo argentino de fútbol, que explora desde una nueva perspectiva audiovisual la vida personal de cada uno de los integrantes de la selección masculina de fútbol para ciegos de Argentina. Ganador del premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine de Mar del Plata y Premio INCAA TV al Mejor Cortometraje, se prepara para ser proyectado en Francia y continúa su difusión nacional.
“Estamos haciendo una película para ciegos”. Así describe el proyecto Joaquín Mallea Gil, encargado del diseño sonoro, el mayor desafío al realizar Murciélagos. Dirigida por Felipe Ramírez Vilches, y con un equipo compuesto por Manuel Montero como asistente de dirección, Francisco Corteggiano y Valeria Pampin en producción, Paulina Gramon Vidal en dirección de fotografía, Brenda Baumkoler en cámaras, y montaje de Mariano Acosta; Murciélagos no está centrado en una forma documentalista y periodística, sino en un relato desde adentro, para los de adentro.
En una charla exclusiva con ANCCOM, Francisco, Paulina, Brenda y Joaquín explicaron lo que significó realizar un documental sobre el equipo argentino de fútbol para ciegos que acaba de ganar la Copa Madrid, derrotando en la final a España por 5 a 0. “Queríamos que sea algo para ellos —explica Paulina—. Nos contaron que una vez habían hecho una publicidad, y cuando los invitaron a la proyección, era todo visual. Para ellos era lo mismo que nada”.

Entrenamiento de los Murciélagos y de los juveniles en el CENARD.
Desde el inicio del proyecto, la productora tuvo en claro el objetivo: hacer un documental cuyo sustento fuese el sonido, dejando la imagen en un segundo plano para que los propios protagonistas, los Murciélagos, pudiesen disfrutar de la producción cinematográfica como cualquier otra persona. Planteado como un documental inclusivo, el foco ya no era contar y difundir, sino, por sobre todo, lograr que los propios protagonistas se sintieran parte y pudiesen disfrutar del proyecto audiovisual.
Había ya disponibles un sinfín de entrevistas, notas y producciones sobre los Murciélagos, pero ninguna enfocada en ellos, ni producida para ellos. Así centraron su trabajo, en un comienzo, específicamente en la composición del sonido. “El comienzo fue lo más complicado —asegura Brenda, y todos asienten—. Trabajar solo en el sonido”. Articularon lo que fue el guión y la idea, para comenzar a trabajar en las imágenes en un segundo plano; buscando que la estética se articulara con el sonido. Como agrega Paulina: “Armamos el esqueleto en sonido y en base a eso empezamos a ver qué imágenes podían combinar con ese sonido”.
Murciélagos comenzó como un proyecto para la Facultad de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, específicamente para la materia Diseño Audiovisual II. Era impensable el éxito que tendrían más tarde y el nivel de difusión que alcanzaría su producción. “Nuestro profesor nos ayudó muchísimo —aclara Paulina—. La cátedra es más clásica, no estaban del todo convencidos de lo que queríamos hacer”.
Mostrar a los Murciélagos como individualidades, como personas más allá del equipo, implicó rondas de mates, meriendas, charlas y visitas por montones, dejando de lado el usual intercambio pregunta-respuesta de una entrevista tradicional. Al comienzo, hubo simpatías divididas entre los miembros del equipo, algunos estaban contentos, otros tantos miraban el proyecto con desconfianza. Sin embargo, con el correr de los días, “se empezaron a dar cuenta de que lo nuestro era otra cosa, no era una nota periodística y nada más”.
Hablar de fútbol para ciegos, explica Joaquín, es fácil hasta que uno se acerca y explora de lleno el tema. “Es como aprender un deporte nuevo, hay mil cosas que uno no sabe”. Enumera las formas de jugar, el sonido de la pelota, las tácticas, entre mil detalles que, vistos desde afuera, no son percibidos. “Verlos jugar es hipnotizante”, aclara Paulina.

Brenda Baumkoler, Paulina Gramon Vidal, Francisco Corteggiano,y Joaquín Mallea Gil.
El financiamiento del corto fue enteramente propio, aunque no gastaron grandes sumas ya que se apoyaron mucho en los propios equipos y los elementos que ya tenían para poder realizarlo. Tras la presentación en la cátedra, el equipo de producción comenzó a enviar el documental a diversos festivales y proyecciones del país. “Lo mandamos al Festival de Cine de Mar del Plata el último día —recuerda Francisco—. Le hicimos los subtítulos rápido, quedaron súper mal”. Sin embargo, los subtítulos no fueron un impedimento para que el corto quedase nominado y más tarde ganase el premio al Mejor Cortometraje Argentino en el Festival Internacional de Mar del Plata y el Premio INCAA TV al Mejor Cortometraje en el Festival Internacional de Mar del Plata.
No obstante, como relata Paulina, el mayor premio fue ver las caras de los Murciélagos cuando les mostraron el proyecto. Presentarlo frente al equipo fue la mayor presión, más que frente a la cátedra o cualquier otro premio; eran los protagonistas quienes los juzgarían, y se ponía en juego la totalidad del objetivo del documental: hacerlos parte de él. Como relatan los productores, el capitán del equipo se emocionó y tuvo que dejar la palabra a otro compañero; fueron innumerables las felicitaciones que recibieron. “Ahí fue cuando terminamos el trabajo realmente, fue el mayor orgullo”.
Murciélagos recibió una mención de honor en el 17° Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, entregado por un director de cine sordo, lo que deja claro que no es sólo un documental más, sino que es un documental inclusivo: ya sea a través del sonido, o sólo de las imágenes, Murciélagos logró captar la esencia de los individuos que forman parte del equipo de fútbol y transmitieron en pantalla algo más que una anécdota interesante.
Próximamente, el documental será expuesto en Buenos Aires, el 19 y 20 de agosto en la bienal de la Facultad de Diseño y Urbanismos. En octubre viajará a la Casa Argentina en París, donde se proyectará como parte de una muestra. Además, tienen proyecciones pautadas para octubre en la Alianza Francesa de Buenos Aires, así como múltiples proyecciones en diversos espacios. Sin duda, un documental que logró traspasar la pantalla de la mejor manera.
Actualizada 04/07/2017
Jun 28, 2017 | Comunidad
La censura, según la Real Academia Española, es la intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas. La censura, desde tiempos memoriales, ha sido una herramienta utilizada por las clases dirigentes en su objeto por frenar aquella información comprometedora con el gobierno de turno. Ya cuando el periodismo y las nuevas formas de comunicar iban desarrollándose allá, por el siglo XVII, existieron intentos por bloquear la circulación de información, de las mercancías más valiosas del mundo. La censura perdura hasta nuestros días. Awka Liwen es un ejemplo de ello.
Awka Liwen es un documental estrenado en septiembre de 2010, escrito por Osvaldo Bayer y dirigido por Mariano Aiello. El film trata sobre la matanza y la expulsión de los pueblos originarios por parte del gobierno de Julio Argentino Roca, en la llamada en los libros de historia “Campaña del desierto”, para hacerse así de sus tierras. De ahí, el nombre Awka Liwen, que en idioma mapuche significa “rebelde amanecer”.
El documental enfatiza en la clase dominante por entonces, principal beneficiaria del saqueo de miles de hectáreas, y en José Toribio Martínez de Hoz, colaborador de Roca, acreedor de dichas tierras y primer presidente de la Sociedad Rural Argentina. Tiempo después de la exhibición de Awka Liwen, los nietos de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía durante la Dictadura militar de 1976, realizaron una demanda judicial a los directores del film con el propósito de terminar con la circulación del material. El intento de censura se justificaba por “el perjuicio irreparable que esas acreditadas falsedades le causaron a la familia”.

El film trata sobre la matanza y la expulsión de los pueblos originarios por parte del gobierno de Julio Argentino Roca, en la llamada en los libros de historia “Campaña del desierto”, para hacerse así de sus tierras.
Los demandantes, Alejandro y José Alfredo, como toda clase dirigente incómoda ante una información verídica, se escudaron en la censura. Buscaron limitar la libertad de expresión. Sin embargo, luego de cinco años de conflicto, en mayo de 2016, los jueces se pronunciaron a favor de Aiello y Bayer. “Los Martínez de Hoz son una familia del poder económico argentino totalmente anacrónica, no moderna, que para hacer su reclamo se centraron en la obra pero no tuvieron en cuenta el pasado”, cuenta Aiello a ANCCOM, y prosigue: “Es una familia que, en 200 años de Argentina, siempre estuvo en contra de los intereses de la mayoría de los argentinos”.
En ese conflicto, Aiello y Bayer vieron una oportunidad para crear un segundo documental, Martínez de Hoz, que se estrenó el pasado jueves 22, en el cine Gaumont, y el viernes 23, en el Malba. El film, de 202 minutos y dividido en dos partes, cuenta cuatro historias: el papel de la familia Martínez de Hoz a lo largo de la historia del país, con el juicio impulsado por los nietos del ministro de la Dictadura; la historia económica argentina; el rol de la justicia en todos esos años; y la formación de nuestra cosmovisión nacional. Son cuatro ejes que toma el documental para dar cuenta de la estrecha relación que existió entre el Poder Judicial y la clase dominante, de tinte económico, sumado a las principales medidas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos, muchas de ellas con participación de los Martínez de Hoz. Asimismo, el material audiovisual cuenta con Osvaldo Bayer como hilo conductor y con testimonios de especialistas en historia, economía y derecho. Con ello, se logra argumentar la desfavorable presencia para el pueblo argentino de la dinastía Martínez de Hoz, desde las raíces de la Argentina, en tiempos del Cabildo Abierto, hasta nuestros días. Aiello sostiene que los nietos, quienes son abogados y tienen un estudio jurídico, además de la demanda sobre Awka Liwen, también se muestran en contra del Estado argentino.
En agosto de 2016, tres meses después del fallo judicial a favor de los directores de Awka Liwen, los demandantes volvieron a la carga: solicitaron un resarcimiento económico por el daño moral causado. “Tenemos otro nuevo juicio que nos está iniciando esta familia para prohibir esta nueva película. Es una demanda por daños y perjuicios pero también, en el petitorio, piden que se prohíba el documental”, sostiene Aiello en el estreno de Martínez de Hoz. Quedará en la justicia, entonces, resolver qué hacer. Si dar lugar al pedido de censura, o bien, resaltar, una vez más, el valor incondicional de la libertad de expresión para toda sociedad democrática, informada y educada a partir de la historia nacional. Por lo pronto, quienes quieran ver el nuevo documental sobre los Martínez de Hoz, pueden hacerlo el próximo domingo 2 de julio, en el Malba.
Actualizada 27/06/2017
Jun 16, 2017 | Géneros
“A esta altura de la vida si viene una hija mía a decirme que la han violado, yo, Julio Moisés, le digo: ‘Hijita, tu papá no es ningún estúpido, a vos no te viola nadie’”. La frase pertenece a quien fue intendente de San Pedro, Jujuy, durante cuatro períodos, y es una de las tantas entrevistas que forman parte de La cena blanca de Romina, el documental estrenado este jueves en el cine Gaumont. Fue precisamente en la localidad de San Pedro en donde, el primero de agosto de 2002, Romina Tejerina fue violada por un vecino. Cuando casi siete meses más tarde ella parió a una beba prematura, lo primero y único que vio fue la cara de su violador, y entonces mató a la criatura. Estuvo presa nueve años. El violador, “Pocho” Vargas, fue absuelto. Ella fue liberada recién en 2012 gracias a la lucha del movimiento feminista.
Filmado en dos viajes a San Pedro que hicieron sus directores, Hernán Martín y Francisco Rizzi, el primero en 2010 y el segundo en 2014, este documental está compuesto por testimonios de distintos habitantes de la localidad jujeña, aunque se centra sobre todo en retratar la vida en esa ciudad, las costumbres, los hábitos, el funcionamiento de las instituciones y su influencia sobre los discursos de la gente. “Partimos del caso de Jujuy no para estigmatizar a la provincia, sino todo lo contrario –reflexionó Martín, en diálogo con ANCCOM-. Creemos que ahí son más transparentes todos los mecanismos machistas, pero son también perfectamente aplicables al resto de los pueblos y ciudades de Argentina y probablemente a otros lugares del mundo”. En cuanto a este tema Rizzi agregó que, “si bien pasaron más de diez años desde el inicio del caso de Romina, todavía tanto tiempo después sectores del poder político, que incluso tuvieron actitudes por las cuales se iniciaron causas penales, hablan con una total impunidad”.

Los padres de Romina.
Martín explicó cómo fue el proceso para conseguir los testimonios: “En general tuvimos todo tipo de opiniones; algunos preferían no opinar, otros pobladores la defendían, pero también hubo un sector de personas que repetían los argumentos de la justicia misógina, de la Iglesia, del Gobierno, al decir que ‘a ella le gustaba salir a bailar’, o que ‘ella lo tendría que haber dado en adopción’, colocando el debate en un lugar equivocado”. Uno de los testimonios de este tipo que aparecen en el documental es el de una vecina de San Pedro que, refiriéndose a Romina, dice: ‘No tiene el valor de la vida, no tiene ética, no tiene nada. Ella es la que no merece vivir, y vive gratis; encima viven bien estando presos’. Según Martín, “por supuesto que nadie va a defender el asesinato de una beba, de lo que se trata justamente es de analizar todo lo que hay alrededor, lo que lleva a una mujer a esa situación desesperante”.
Otro de los ejes que atraviesa la película es el de la lucha feminista y sus diferentes reivindicaciones. Según Rizzi, en el documental “está presente un abanico gigante de reivindicaciones que tienen que ver con terminar con la opresión a la mujer. Entre ellas, una muy clara es el derecho al aborto legal y gratuito. El caso de Romina puso sobre el tapete el tema del aborto. Si ella hubiese podido abortar su historia habría sido completamente distinta”.
Según los directores, uno de los impedimentos para que exista una ley de aborto seguro, legal y gratuito es, además del poder político, la gran influencia que hoy en día sigue teniendo la Iglesia católica. Esto es algo que se ve constantemente a lo largo del documental; en esta línea, una de las escenas más fuertes se desarrolla frente a la Catedral de Buenos Aires un día de marcha por los derechos de las mujeres: unos hombres de aproximadamente 30 años rodean el edificio con rosarios y rezan el Ave María. “Soy nacionalista y católico –dice uno de ellos-. Venimos como resguardo ante un posible desmán de los militantes homosexuales, izquierdistas. Suele suceder que estos tipos vienen y quieren profanar la catedral. Dañan una propiedad privada, como es la Iglesia católica, y ofenden a la religión fundacional del país. A los izquierdistas, feministas y homosexuales si quieren llegar a tocar la Catedral los vamos a moler a palos”. Según Rizzi, “la Iglesia es un ser omnipresente y junto con el régimen político son los que forjan todo el universo simbólico sobre el que se sostiene la dominación”. “En Jujuy -explicó- los fines de semana los chicos de las escuelas públicas tienen catequesis: la iglesia está muy presente. Pero al mismo tiempo en la película se ve que lo más retrogrado de la Iglesia católica no se ve en Jujuy sino que se ve acá, en Plaza de Mayo, frente a la Catedral”.

Romina fue liberada recién en 2012 gracias a la lucha del movimiento feminista.
Otro de los pilares institucionales que reproducen las lógicas machistas y crean discursos patriarcales, según los directores, es el Poder Judicial. “Resulta evidente que se trata de una justicia misógina, pero en primer lugar considero que es una justicia de clase –sostuvo Martín-. El Poder Judicial no funciona igual cuando las mujeres son de clase alta; primero y principal porque ellas no llegan a esa situación, abortan antes”. El director subrayó además que “lo que se hizo con Romina, y también con el caso de Higui, fue tratar de dar una condena ejemplar para que las mujeres no repitan este accionar que consiste en denunciar al violador o actuar ante un abuso. Sobre todo hay un intento de regimentación al resto de las mujeres”. En este sentido, Rizzi se encargó de subrayar que la película no trata sólo del caso de Romina Tejerina, sino que lo que intenta es partir de ese caso particular para contar la historia de muchas otras mujeres. “Nosotros decidimos que se llamara La cena blanca de Romina y no ‘de Romina Tejerina’ porque tomamos el caso de ella como partida, pero queremos mostrar que el tema lamentablemente está universalizado –explicó-. No es sólo el caso de una Romina, sino que son muchas Rominas, Belenes, Higuis, Lucías, y la lista desafortunadamente sigue”.
Lo que une al caso de Romina con casos más recientes, como el de Higui, es que en ambas situaciones fueron liberadas gracias a la lucha de los movimientos feministas. Como sostiene Rizzi, “por suerte hay un movimiento muy potente que ha surgido y que se está desarrollando, que combate todos estos elementos de opresión y permite que Romina esté en libertad y que Higui haya salido de la cárcel. Por supuesto que todavía hay que avanzar muchísimo. Esperamos que la película colabore en ese sentido”.
Actualizada 16/06/2017
Jun 1, 2017 | Culturas
A veinte años de su primera vez, comenzó una nueva edición del Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos (FICDH), presentando en esta oportunidad una provocadora propuesta en el marco del Ni Una Menos: “Nuestro cuerpo, nuestra tierra”. Con más de cien piezas e invitados internacionales de reconocimiento -como Imelda Daza Cotes, representante del movimiento colombiano “Voces de Paz”, o el cineasta boliviano Jorge Sanjinés-, el festival presenta una oferta que dura hasta el 7 de junio y que, sin dudas, viene a romper cánones y a hacer reflexionar al público.
En su XVII edición, el festival decidió alinearse con un debate presente en la agenda pública: la violencia de género. A través de la herramienta cinematográfica, el certamen propone repensar los lugares comunes y debatir sobre una problemática que compromete a toda la sociedad. Como explica Florencia Santucho, cineasta y directora del FICDH, la propuesta de este año tiene “el propósito de revindicar, ante todo, la autonomía de decidir sobre el propio cuerpo, elecciones sexuales o políticas; el respeto de la soberanía de los pueblos que habitan el territorio. La propuesta busca empoderar a todas las identidades.”

En su XVII edición, el festival decidió alinearse con un debate presente en la agenda pública: la violencia de género. Foto: Carla Toledo
El FICDH es organizado por el Instituto Multimedia DerHumALC (Derechos Humanos en América Latina y Caribe), una asociación sin fines de lucro que desde sus inicios, en 1999, tiene el objetivo de fortalecer el tratamiento y el estudio de temáticas sobre los derechos humanos desde la sociedad civil. El festival fue pensando como espacio de reflexión y debate sobre la temática de los Derechos Humanos desde una perspectiva artística, incluyendo cine documental, ficción y animación.
En una charla con ANCCOM, la directora del festival Florencia Santucho explicó que “se propone como un espacio de encuentro y reflexión en torno a las mayores problemáticas de derechos humanos, desde el cine como herramienta de transformación social. A través de un cine crítico y de calidad, empatizamos con historias de vida y de empoderamiento que nos mueven a pesar de las distancias culturales y geográficas. Siempre más películas muestran a las mujeres como protagonistas activas de estos movimientos de cambio”.
Cuando se aborda específicamente la temática de este año, el aporte del festival, según Santucho, es claro: “En los últimos años, las movilizaciones masivas contra la violencia de género han conseguido visibilizar lo que los medios masivos han venido callando y espectacularizando. El cine, en cambio, busca vincular las emociones de sus personajes con el público y, a través de su lenguaje universal, tiene el poder de alcanzar un gran impacto social. Cuando los relatos develan intimidades silenciadas y las hacen públicas, se fortalece el mayor reclamo feminista. Lo privado es político.”

El festival fue pensando como espacio de reflexión y debate sobre la temática de los Derechos Humanos desde una perspectiva artística. Foto: Laura Malagon.
Como explica la directora del festival, la mayor parte del equipo del festival está compuesto por mujeres, y, al abarcar una problemática tan sensible no sólo para las mujeres sino para la sociedad en su conjunto, permite profundizar pensamientos y sensaciones que luego se plasman en las producciones. “Eso es lo que más me moviliza —dice Florencia Santucho— sentir que los hombres y mujeres que se suman al proyecto poniendo cuerpo y alma para su éxito también lo vivan como un proceso de empoderamiento y crecimiento mutuo.”
Si bien es de suma importancia que una problemática tan atroz se vuelva pública, ya que visibiliza y ayuda a generar conciencia social, a veces logra hacer peligrar la temática al transformarse en un tema “de moda” que pasa a estar en boca de muchos para poder estar en el ojo público, sin tener real interés por ella. Respecto a esto, Santucho afirma que “no debería sorprendernos que los casos de femicidios aumentan cuanto más públicas se hacen las denuncias, porque la sociedad en la que vivimos es la que está enferma, no solo el hombre violento es empujado por la cultura dominante a ejercer su violencia como prueba de fuerza. Por lo tanto, visibilizar la problemática de género es cuanto más urgente y necesario porque contribuye a que se instale el debate en las casas, calles y escuelas. El momento es este porque hay un despertar de un movimiento social que está teniendo eco internacional, y cuanto más se radicalice más resultados va a lograr”.
Desde el lado de los participantes Gonzalo Egurza, director de Schuld, un largometraje sobre la dictadura militar argentina de los años 70, explica lo que significa ser parte del festival y cuál es su relevancia: “Es muy importante estar participando del FICDH, ya que en la sociedad se están viviendo tiempos en los que los derechos humanos y, por sobre todo, los derechos se están poniendo constantemente en cuestión”, dice. Egurza entiende el festival como un espacio de lucha: “Los derechos que supimos conseguir con gran esfuerzo, como por ejemplo la Ley de Matrimonio Igualitario, el derecho a la identidad de género, el derecho a la educación pública y gratuita, los derechos en materia laboral, entre otros y por supuesto los derechos humanos que nos amparan y nos dan la posibilidad de exigir justicia ante las atrocidades cometidas por el terrorismo de Estado, se encuentran en función de los sectores de la sociedad que históricamente han sido relegados, marginados y hasta en algunos casos exterminados”. Para el realizador es el Estado quien a través del derecho tiene que proteger a los sectores más vulnerables. “Para mí, el progreso se da cuando un Estado asume ese rol. Cuando un Estado deja de asumirlo, se produce un retroceso. Esto simplemente no puede suceder. Sin embargo, hoy amplios sectores de la sociedad se encuentran en constante estado de alerta para impedir ese retroceso. Es el caso de las grandes manifestaciones en apoyo a la educación pública o las que se celebran bajo la consigna del Ni una Menos». Agrega también que espacios como el del FICDH, son una oportunidad de ejercitar la memoria y la reflexión, desde el cine. “Y esto me parece importante ya que equilibran la balanza con respecto al abordaje que hacen los medios tradicionales de comunicación en estas materias”, asegura.
El FICDH es un festival que propone algo nuevo, un valor agregado que no tiene ningún otro festival: despertar el debate y la reflexión. “El FICDH tiene la particularidad de generar un espacio de encuentro y discusión en torno al cine concebido como herramienta de transformación social —expone Florencia Santucho— En nuestra búsqueda incluimos otros artes como la música, la fotografía, el teatro para que nos acompañen y fortalezcan nuestro mensaje que encuentra en el momento del debate su mayor manifestación”.

El FICDH tiene la particularidad de generar un espacio de encuentro y discusión en torno al cine concebido como herramienta de transformación social. Foto: Martin Laskievich.
El FICDH cuenta con la presencia internacional de muchísimos directores, actores e invitados que ayudan no solo a generar debates desde su lugar de artistas, sino a darle al festival una envergadura mucho mayor. “Es un gran honor poder contar con la presencia de directores reconocidos que se interesen en la problemática de derechos humanos y eligen nuestro festival para presentar sus obras —dice la directora—. Eso nos da mucha fuerza para seguir por el camino trazado en estos veinte años de trayectoria”.
Entre las propuestas más arriesgadas, según la directora del festival, se incluye el concierto a beneficio de proyectos contra la violencia de género en el KONEX. Es una propuesta musical que sale de lo “conocido”: “Creemos que sumar públicos distintos es muy necesario para expandir el mensaje de forma contundente.” La propuesta más prometedora es, sin duda, la muestra “autorretratos híbridos” de la artista francesa Orlan que se presenta en la Alianza Francesa de Buenos Aires.
Con más de 800 títulos inscriptos, sólo cien fueron seleccionados entre distintos países, entre ellos veinte argentinos. Las propuestas, horarios y espacios pueden ser consultados en la página oficial. Esta edición promete un lugar de debate, de empoderamiento, y un espacio de reflexión que viene para quedarse. En palabras de Santucho, “claramente queremos provocar reacciones y estimular nuevos pensamientos a través de las emociones.”

Foto: Orlan Wimpy Salgado.
Actualizada 01/06/2017