¿Piratas o justicieros científicos?

¿Piratas o justicieros científicos?

Para acceder a artículos científicos, investigadores e investigadoras de todo el mundo utilizan sitios de descarga ilegal e impaga. Las cifras de las visitas a repositorios como Sci-Hub y los pedidos de descargas de sus artículos son enormes: por ejemplo, en 2017 se realizaron más de un millón de descargas desde Argentina, sólo el 1% de las registradas a nivel mundial. Este sitio web se autodefine como el primero en el mundo para proporcionar acceso masivo y público a los trabajos de investigación. En su página de inicio se ve un cuervo negro con su cuerpo pintado como un universo, sosteniendo con su pico una llave. Se trata de un logo que representa a una especie de ave paseriforme que se alimenta de carroña: algo podrido o incluso corrompido. Con esta metáfora Sci-Hub levanta la bandera del acceso libre al conocimiento enfrentando su privatización en manos de editoriales como Elsevier y alza su consigna: “… para eliminar todas las barreras en el camino de la ciencia”.

El uso de sitios “piratas”, latente en Argentina y en otras partes del mundo, se produce en el marco de un sistema de publicación científica oligopólico donde pocas editoriales controlan un mercado con influencia sobre la carrera de quienes investigan. Existen muchas formas de acceso ilegales, explica Carolina Monti, licenciada en Bibliotecología y Ciencias de la Información: las llamadas bibliotecas en la sombra (Carolina Monti) como Sci-Hub que es la más popular, bibliotecas en la sombra más pequeñas o específicas de ciertas temáticas y las formas de acceso peer to peer como los pedidos por Twitter, grupos específicos de Facebook o Redit, Torrents, entre otros. Monti junto a Mariano Zukerfeld, Santiago Liaudat, María Sol Terlizzi y Carolina Unzurrunzaga indagaron las particularidades del acceso a la literatura científica en nuestro país y plasmaron los resultados preliminares de su estudio en el informe “Un fantasma recorre la ciencia, el fantasma de la piratería”. ¿En qué proporción y con qué frecuencia se recurre a las descargas llamadas ilegales? ¿Qué motiva el uso de las diferentes herramientas de acceso a los papers y qué representaciones tienen las científicas y científicos sobre ellas?

Para responder estos interrogantes, el equipo de investigación -que no contó con financiamiento ni respaldo institucional específico de sus ámbitos de trabajo- diseñó una encuesta que reunió las respuestas de 368 becarios y becarias e investigadores e investigadoras del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) en diciembre de 2020. Los resultados grafican las prácticas más comunes y presentan una evidencia relevante para pensar las políticas públicas del campo editorial científico así como las reglas del trabajo académico: un 90% de investigadores e investigadoras recurre al acceso ilegal e impago de esta literatura.

Alimentar al monstruo

Ana Sanllorenti, directora de la Biblioteca Central de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, afirma que hay una multiplicidad de factores que explican el crecimiento de las consultas a los sitios que no cuentan con respaldo legal. “El principal es el costo de las suscripciones de las revistas y la situación oligopólica de la edición científica a nivel internacional. Combinados, los cinco principales editores (Reed-Elsevier; Taylor and Francis, Wiley-Blackwell, Springer y Sage) acumularon más del 50% de todos los artículos publicados en 2013. Además de aumentar anualmente el costo de las suscripciones, las editoriales ya no ofrecen títulos individuales sino “paquetes” de títulos, por lo que obligan a Bibliotecas y otras instituciones a suscribir títulos que no han elegido”.

No satisfechos con la obtención de ganancias comparables a compañías farmacéuticas como Pzifer, a costa del trabajo no remunerado de los y las trabajadoras del mundo académico, las editoriales establecieron el APC (Article Processing Charge) debido a las presiones del Movimiento de Acceso Abierto: esto implica que autores y autoras deben “pagar por liberar” su artículo aceptado, es decir para que sea publicado en modalidad abierta. Sanllorenti señala que se suman otros obstáculos para la publicación de los artículos en repositorios abiertos, como los embargos y el rechazo a que la última versión del artículo editada pueda ser incluida en los repositorios. “Lamentablemente, en los organismos científicos de la Comunidad Europea se está aceptando incluir en los presupuestos de investigación el pago del APC, con lo que se estará realimentando el círculo vicioso de que sólo los que tienen mayores recursos económicos serán más difundidos y consecuentemente, citados”, manifiesta Sanllorenti.

Para la experta en Bibliotecología, existe una contradicción entre el criterio principal de evaluación científica (publicar en revistas de alto impacto) y el requerimiento del acceso abierto a través de repositorios o revistas. “Es lógico que los investigadores recurran a estrategias que les permiten acceder en forma gratuita a los artículos que necesitan. La sanción de la Ley 26.899 de Repositorios en Argentina y la organización del Sistema Nacional de Repositorios Digitales produjo la creación de varios repositorios y consolidó los que existían. Sin embargo, conjeturo a partir de mi experiencia en una biblioteca universitaria, que el índice de depósito de artículos científicos -particularmente en Ciencias Exactas, Naturales, Ingenierías y Medicina- dista de ser satisfactorio en relación con la producción y publicación de artículos en revistas”.

Según Sanllorenti se necesitan análisis sobre el uso que se le da a los repositorios para conocer el número de consultas, su procedencia y las citaciones que tienen los trabajos difundidos en ellos. El caso de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA da cuenta de un aumento significativo de consultas y bajadas de tesis de posgrado luego de su inclusión en el repositorio: “En ese punto sí es posible afirmar que el acceso a ese conocimiento ha mejorado con el acceso abierto. Así como también la visibilidad de la producción de los autores y de la institución”.

Gratis y mejor

En el estudio de Zukerfeld y equipo la segunda modalidad más mencionada, detrás del uso de sitios de descarga “piratas”, es la utilización de páginas web que ofrecen artículos científicos de acceso abierto. Sólo el 24% de los encuestados afirmó usar de manera muy frecuente o frecuente vías legales pagas a través de recursos propios, de subsidios o de servicios bibliográficos pagados por instituciones como la Biblioteca Electrónica de Ciencia y Tecnología. Por otra parte, el 75% de las investigadoras e investigadores que utilizan vías de acceso impagas e ilegales, afirmó hacerlo porque no puede acceder de otra forma y un 38% mencionó que le resulta más fácil y rápido de usar que otros servicios. Entre las motivaciones más nombradas, un 67% cree que el acceso a la información científica no debe tener barreras de pago. Además, de los 368 encuestados, 200 creen que estos medios llamados “ilegales” contribuyen al progreso de la ciencia y 139 manifestaron su oposición al lucro que obtienen las editoriales comerciales aprovechándose del trabajo de autores y evaluadores. Entonces ¿por qué la comunidad científica publica en estas revistas?

Sanllorenti explica que cuando un investigador publica un artículo, cede los derechos patrimoniales -los aspectos de explotación de la obra, tal como la comunicación, difusión, reproducción y publicación- en forma exclusiva a la editorial. “Esa es la exigencia de las revistas, sobre todo las de carácter comercial. No debe olvidarse que esas editoriales, además de no retribuir dinerariamente a los autores, se han erigido en árbitros de la calidad científica a nivel global, por cuanto el sistema de evaluación de la ciencia se basa fundamentalmente en el cálculo del índice de impacto de los títulos de revistas, sostenido en la cantidad de citas que reciben”.

Monti, diplomada superior en Comunicación Pública de la Ciencia, agrega que el problema es complejo y las editoriales no ofrecen una remuneración económica ni a los autores ni a los revisores, que son también investigadores. “Incluso a veces son los autores quienes tienen que pagar para publicar allí y, paradójicamente, muchas veces deben hacerlo luego para acceder, ya sea con pagos particulares o a través de suscripciones institucionales que pueden ser millonarias. Existe un sistema de “reputación” en el que los investigadores se encuentran inmersos, con el que son evaluados por sus superiores o las instituciones que les financian sus trabajos, dan becas, subsidios, equipamiento, etc. Es un círculo vicioso del cual, por el momento, parece muy difícil salir”, señala Monti. La maestranda en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes y su colega Carolina Unzurrunzaga, magíster en Sistemas de información digital, explicaron los pormenores del estudio.

¿Cómo surgió la idea de hacer esta encuesta?

 CM: El tema de la comunicación y sobre todo el uso de herramientas para el acceso a la información científica es algo en lo que vengo trabajando con proyectos de investigación sobre el Movimiento de Acceso Abierto a los que me acerqué a partir de estudiar la carrera de Bibliotecología. En los últimos años surgieron muchos trabajos de investigación que hablaban acerca del uso de herramientas y sitios de descarga ilegal para acceder a la información científica. La piratería sucede en ámbitos culturales y también en el científico. La realidad es que el uso de estas herramientas es bastante común en todas partes del mundo. Muchos estudios indican que no tiene que ver sólo con la falta de acceso ya que también pasa en regiones donde hay más recursos para el pago de suscripciones. Pocos estudios ahondan sobre el tema en Latinoamérica y ninguno en Argentina. Y nos preguntamos ¿qué estará pasando con los y las científicas argentinas? ¿Cómo acceden a la información que necesitan para sus investigaciones? Para aproximarnos al tema, empezamos estudiando un universo del que teníamos certezas de su dimensión para poder hacer una muestra que nos permita analizar los usos y las representaciones de todo el grupo, por eso tomamos en primer lugar a investigadores/as de CONICET. Más adelante nos gustaría analizar las prácticas y representaciones en otros organismos científicos, tecnológicos y educativos.

¿Qué piensan de las formas de acceso a la literatura científica llamadas ilegales?

 CM: En principio es algo de lo que tenemos que hablar más. Ya encontramos evidencia de que existe aquí y en todo el mundo, y sabemos que hacen algo concreto frente a una necesidad de información importante. Tengamos en cuenta que sin poder acceder a la lectura de otras investigaciones, los y las investigadoras no podrían llevar adelante su trabajo. Respecto a las representaciones de legalidad y moralidad sobre el acceso y la difusión de información científica, la mayoría consideró correcto o parcialmente correcto, descargar y circular la literatura científica de la forma que sea (Sci-Hub, redes académicas, redes sociales, etc.). Esto quiere decir que para muchos investigadores, la representación de una acción como ilegal no impide considerarla moralmente correcta. Ahora bien, deberíamos preguntarnos ¿por qué estas herramientas son consideradas ilegales?

¿Cuáles son sus prácticas cotidianas cuando investigan?

CU: Realizando actividades de investigación y de docencia se requiere con mucha frecuencia consultar bibliografía para actualizarse en la temática, para conocer los resultados de estudios recientes, armar el andamiaje teórico y definir la metodología de cada investigación, entre otras cuestiones. Por nuestra formación bibliotecaria estamos al tanto de distintos servicios gratuitos y pagos para descubrir información y nos pasa con frecuencia encontrar el changuito del supermercado con precios en dólares o euros para obtener una copia y poder leer el trabajo. Conocemos -y usamos- botones que se pueden agregar al navegador para localizar la versión libre de los trabajos en repositorios de acceso abierto de todo el mundo, de las suscripciones pagas que tenemos a través de la biblioteca electrónica que financia el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a la cual se nos facilita el acceso desde las bibliotecas de nuestras instituciones, de otros servicios que en estas nos ofrecen para localizar el documento que necesitamos y, sin embargo, en muchas ocasiones el paper solo está disponible si pagamos un precio que suele rondar los 25-30 dólares ¿Caro o barato?, ustedes dirán. Lo cierto es que esto es así porque, en general, les investigadores cedieron sus derechos de explotación a los grandes grupos editoriales comerciales, que acumulan ganancias exorbitantes año a año y a veces hasta les sale regalado editar el trabajo porque el grupo de investigación paga tasas de publicación. Un negocio redondo para los de siempre, mientras hacer ciencia en nuestros contextos sigue siendo cada vez más difícil.

¿Cómo podría disputarse el poder de estas grandes editoriales para garantizar el derecho de acceso a la información científica?

 CM: Me parece que la solución solo se podría lograr con una reflexión y debate más profundo. ¿Por qué son ilegales estas herramientas? ¿Por qué hay limitaciones al acceso? ¿Quiénes ponen esas limitaciones? ¿No quieren los investigadores dar a conocer libremente sus investigaciones? La solución creo que viene con un cambio más profundo donde no haya barreras legales, económicas o institucionales a la circulación del conocimiento científico. Esperemos que este tipo de trabajos ayude a generar reflexiones y debates que apunten hacia esos objetivos.

 CU: Una de las formas es la que se propicia desde nuestra región con diversas iniciativas que brindan infraestructuras para la edición científica en acceso abierto sin fines de lucro, como es el caso de AmeliCA. Que los propios científicos y las instituciones del sistema científico autogestionen y financien revistas de acceso abierto es hacerle frente al oligopolio editorial comercial. Para esto, es necesario que las agencias de financiamiento apoyen la edición científica nacional a través de programas y se reconozca la calidad científica de las mismas en los sistemas de evaluación. También se requiere que se reconozcan y recompensen las tareas de los equipos editoriales y, a su vez, que se acompañen procesos, se creen capacidades y se formen recursos humanos especializados en las universidades y otras instituciones de enseñanza.

¿Qué pasó desde la Ley de Repositorios digitales institucionales de acceso abierto? ¿Notaron cambios luego de que fuera reglamentada en 2016?

 CU: En otra investigación que realizamos con el proyecto de nuestra universidad, el cual dirigió Marcela Fushimi, indagamos las repercusiones de la ley en el desarrollo de los repositorios y evidenciamos que las políticas públicas han impulsado a estas infraestructuras en las universidades nacionales de gestión pública. Sin embargo, actualmente no todas las instituciones del sistema científico nacional las tienen disponibles y la cantidad de producción que disponen depende de múltiples factores, entre ellos que las y los investigadores preserven los derechos de explotación de sus obras al publicar para que pueda difundirse allí. Hoy en día, hay muchas de las revistas que son importantes para los distintos campos disciplinares que cobran precios exorbitantes por publicar y/o para asignar una licencia abierta a fin de poder cumplir con el mandato de depósito que impone la ley, lo que termina haciendo que las y los investigadores pidan excepciones o bien que ese dinero salga de los financiamientos que obtienen.

¿Creés que la comunidad científica es reconocida socialmente?

 CM: En la actualidad por todo el tema covid, la ciencia se ha vuelto una de las protagonistas de las noticias, hasta discutimos sobre artículos de The Lancet. Sin embargo, creo que los temas son tomados de forma muy superficial y eso tienta a la proliferación de las llamadas fake news. Yo creo que es necesario una comunicación pública de la ciencia en donde participen tanto periodistas/comunicadores como científicos. Creo que es importante comunicar y conocer sobre el quehacer de nuestrxs investigadores, porque si queda invisibilizado, se hace muy difícil el reconocimiento. Esta pregunta me hace acordar a los resultados de la última Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia, que fue justamente realizada para conocer cómo perciben la ciencia la población general. Lo sorprendente es que la mayor parte de la población destaca la importancia de la ciencia para el país y considera que el Estado debe invertir más en ella, sin embargo, los resultados muestran que se informan o interesan poco y que la mayoría de las personas no puede mencionar más de una (y muchos ninguna) instituciones científicas argentinas, siendo tantas y de temáticas tan variadas las que existen en nuestro país.

La ciencia es machirula

La ciencia es machirula

La desigualdad de género tiene impacto en distintas áreas del conocimiento y el sector tecnológico no es la excepción. La situación actual coloca a las mujeres y las disidencias en una posición de desventaja con respecto a los varones. 

Existen distintos indicadores que señalan la inequidad en el sector CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, o STEM, según sus siglas en inglés). Uno de ellos es el fenómeno conocido como «techo de cristal», el cual implica que las mujeres tienen más obstáculos para acceder a los puestos jerárquicos. Según el diagnóstico sobre la situación de las mujeres en Ciencia y Tecnología publicado por el Ministerio de esa área en febrero de 2020, sólo el 14% de los puestos directivos de los organismos bajo su órbita  mostró mujeres al frente, mientras que el 86% de los cargos directivos restantes estaban ocupados por varones. 

Delfina García Hamilton, coordinadora del Programa Mujeres, Paz y Seguridad en ONU Mujeres, refuerza estas estadísticas: «Según ONU Mujeres y UNESCO, en América Latina y el Caribe, el 45% del total de las personas investigadoras son mujeres. Sin embargo, la segregación horizontal y vertical continúa siendo elevada: las mujeres investigadoras se encuentran aún subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y continúan siendo una minoría en diversos campos de las STEM».

Esta realidad se vincula con la denominada “segregación horizontal”. Las mujeres están sub-representadas en áreas tradicionalmente masculinas (Ingeniería, Tecnología, Ciencias Naturales y Exactas); mientras que, por lo contrario, están sobrerrepresentadas en  otros campos como las Ciencias Sociales, las Humanidades y las Ciencias Médicas y de la Salud, tradicionalmente femeninas y que refuerzan los estereotipos de roles de género.

Marta Maule, especialista TIC, docente y coordinadora en el Observatorio de Políticas Públicas en la Universidad de Avellaneda, enfatiza esta idea al expresar que “tendríamos que mirar cómo se involucra a les niñes en el conocimiento y la experiencia temprana de las CTIM. Allí tenemos el inicio de un proceso sostenido que, cuanto menos a las mujeres, nos excluye sistemáticamente de la posibilidad de siquiera soñar con ser matemática, programadora o científica en general”.

Maule es una de las fundadoras del espacio de estudio y análisis de Políticas TIC en la UNDAV, conformado íntegramente por mujeres profesionales que se interesan en el sector. «La iniciativa no se trata de retener un espacio sólo entre mujeres, se trata de demostrar una forma distinta de trabajar, pensar y analizar las tecnologías, haciéndolas propias y poniéndole nueva voz a la transmisión y generación de ideas y reflexiones sobre temas monopolizados por lo heteronormativo», explica. 

Por su parte, García Hamilton coincide en el rol que cumple la integración de las mujeres para evitar los sesgos en el área. «Dar a las mujeres igualdad de oportunidades para desarrollarse y prosperar en carreras STEM -dice-  ayuda a reducir la brecha salarial de género, mejora la seguridad económica de las mujeres, garantiza una fuerza de trabajo diversa y talentosa, y evita los sesgos en estos campos y en los productos y servicios elaborados».

Medidas estatales para acortar la brecha

El mes pasado el Gobierno nacional inauguró el Centro de Géneros en Tecnología (Centro G+T). Se trata de una iniciativa de la Secretaría de Innovación Pública que articula al Estado con empresas privadas. Tiene como objetivo la inserción de las mujeres y disidencias en el sector CTIM. Desde el sector privado, participarán Google, Nokia, Huawei, Globant, Claro, Microsoft y Facebook, entre otras.

El acto de presentación en el Salón Norte de Casa Rosada, disponible en Youtube, fue encabezado por la secretaria de Innovación Pública, Micaela Sánchez Malcolm; la directora de ARSAT, Anabel Cisneros; la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; y, en representación del sector privado, Lilian Denicola, gerenta de Calidad para el Cono Sur de Nokia.

Según ONU Mujeres, en América Latina y el Caribe, el 45% del las personas investigadoras son mujeres.

El Centro maneja dos líneas estratégicas: por un lado, trabajará en la formación e inserción de mujeres y disidencias en el sector CTIM a través de capacitaciones y charlas; y, a la par, se encargará de generar espacios en donde se visibilice a referentes mujeres con el fin de motivar a más jóvenes a formar parte del sector. 

La coordinadora en ONU Mujeres resalta la importancia de este tipo de políticas: “Para lograr la igualdad de género es clave la articulación público-privada, por lo que celebramos la creación del nuevo Centro de Géneros en Tecnología, lo que representa un avance para que el Estado y las empresas articulen para impulsar políticas con perspectiva de género en sectores profesionales muy masculinizados como STEM”.

En la misma línea, Maule entiende que “decir que todas las acciones positivas contribuyen a reducir esta brecha y a generar condiciones de equidad no sorprende a nadie, pero es cierto que acciones concretas como el nuevo Centro de Géneros en Tecnologías aporta significativamente en esta dura tarea de visibilizar y comprender las barreras y prejuicios propios de un sector muy masculinizado y, también, a poner en agenda la necesidad de motivar, inspirar y mentorear a futuros profesionales que hoy pertenecen a sectores tradicionalmente relegados en las tareas de estudiar y hacer ciencias ‘duras’ o ‘abstractas’”. 

Acciones concretas

Este  22 de abril, con motivo del Día de las Niñas en las TIC, se realizó la primera mesa de trabajo. En la reunión, que fue virtual, se presentó el sitio web del Centro G+T. También se estableció la articulación con el programa Punto Digital, que suma más de 580 nodos de conectividad en el territorio nacional e implica una vinculación directa entre los ciudadanos y las tecnologías.

Con respecto al sector privado, la empresa Huawei anunció la entrega de 600 becas a mujeres y disidencias que sean docentes y/o tengan entre 18 y 35 años de edad para brindarles capacitaciones en Big Data e inteligencia artificial. Por su parte, Microsoft presentó una propuesta de trabajo de 12 meses para mujeres y disidencias.

“Creo que contar con un Ministerio que tiene por tarea transversalizar la perspectiva de género en todo el accionar del Estado es estratégico para avanzar en soluciones reales y sustentables”, opina Maule. “Va de suyo que no es suficiente este enorme trabajo, sino que debemos poner, cada uno desde el sector en el que se desarrolla, la lupa en acciones concretas para profundizar y afianzar esta tarea titánica que pudimos retomar, desde lo público, en diciembre de 2019”, agrega la especialista.

 El Centro G+T apunta a constituir un factor determinante en las acciones del Estado para la reducción de la brecha de género en los sectores CTIM y, para ello, la participación del ámbito privado es fundamental en este proceso. Lograr una mayor diversidad de género en áreas tradicionalmente masculinas contribuirá a resultados con menores sesgos y a un desarrollo económico más equitativo.

Así las cosas, la coyuntura de la pandemia no ha impedido que las mujeres continuen con una agenda activa en el diseño de políticas públicas y acuerdos con el sector privado para romper ese “techo de cristal”, un eufemismo de la discriminación por género que se usa en el ámbtio letrado. 

Alberto Kornblihtt advirtió sobre éxodo de científicos en el Macrismo

Alberto Kornblihtt advirtió sobre éxodo de científicos en el Macrismo

Alberto KORNBLIHTTAlberto Kornblihtt está sentado en la oficina de su laboratorio en Ciudad Universitaria. Es uno de los científicos más reconocidos de nuestro país, pero fue su intervención en el debate parlamentario por la legalización del aborto la que le valió una reciente fama mediática. Nació en Buenos Aires el 30 de junio de 1954. Hizo el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y, en el año 1977, se recibió de biólogo en la UBA. Siguió luego un doctorado en Bioquímica en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas que, en ese momento, se llamaba Fundación Campomar y era dirigido por el Premio Nobel Luis Leloir. Con ese título viajó a la Universidad de Oxford, en Inglaterra, donde cursó un posdoctorado. Estuvo tres años investigando en la rama de la Biología Molecular, que estudia los procesos en los seres vivos en su aspecto más microscópico, y obtuvo resultados que le valieron prestigio. En 1983, con el final de la dictadura, volvió al país e inició su carrera como investigador del Conicet y docente. Hoy dirige el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Conicet-UBA). Dueño de un currículum extenso y repleto de premios, hace elogio de la sencillez.

¿A qué se dedica un biólogo molecular?

La Biología Molecular es una rama de la Biología, o de la Bioquímica, que se ocupa de todo lo que ocurre en la información genética que está en el ADN de las células: cómo se codifica, cómo están organizados los genes y cómo son regulados de manera tal de dar la orden para fabricar el producto final, que son las proteínas. Eso es lo que llamamos el “flujo de la información genética”, cómo fluye la información desde el ADN del núcleo de las células hasta la proteína del citoplasma. Investigamos cómo se regula tanto en condiciones normales como en condiciones patológicas, que alteran ese flujo. Si uno conoce el mecanismo de alteración, puede tratar de investigar herramientas para curarlas.

¿Cómo se compone su instituto? ¿Trabaja solo o con un equipo?

Mi grupo tiene estudiantes de doctorado y posdoctorandos, que son personas que terminaron su doctorado pero están investigando, y también investigadores jóvenes. El instituto tiene doble dependencia, de la UBA y del Conicet. El Conicet paga parte del sueldo de los investigadores, que a su vez son profesores de la Universidad, y mantiene el edificio, aunque ahora estamos en una crisis presupuestaria y no tiene plata para ponerlo en funcionamiento. Tiene una sede administrativa central, pero funciona financiando y sosteniendo cerca de doscientos institutos de investigación, la mayor parte de los cuales están en predios de las universidades nacionales y en íntima relación con ellas. Mi sueldo, por ejemplo, viene mayoritariamente de la UBA porque soy profesor pero hay un plus que viene del Conicet tanto por ser investigador como director.

El 31 de mayo de 2018, Kornblihtt participó del plenario de comisiones en el Congreso Nacional por el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). En su argumento, luego multiplicado a través de las redes sociales, Kornblihtt explicó cómo la noción de “vida humana” no puede definirse desde la biología porque responde a creencias y prácticas culturales y religiosas. Por lo tanto, cualquier argumento desde una noción biológica de la “vida humana” para negar la interrupción de un embarazo es equivocado. Tras la aprobación del proyecto en Diputados,  Kornblihtt participó luego del debate en la Cámara Alta. Allí, cuando terminó su intervención, la senadora tucumana Silvia Elías de Pérez le retrucó el argumento alegando que él estaba justificando el uso eugenésico del aborto en casos de enfermedades incurables, como el Síndrome de Down. Kornblihtt le preguntó si ella creía que el Síndrome de Down es una enfermedad, y ante la evasiva de la senadora, le dijo que lo que ella decía “no estaba bien, estaba mal”. La juventud centennial y millenial se encargó de transformar la frase en meme: a la foto de Kornblihtt se le agregó su frase y la imagen se viralizó.

Su figura creció públicamente después del debate sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Cómo llegó a participar?

No recuerdo exactamente quiénes me invitaron. Puede haber sido la Campaña por el Aborto Legal, o el diputado Roberto Salvarezza del Frente para la Victoria (FpV), que fue presidente del Conicet y es un gran científico con quien comparto el mismo grupo político. De alguna manera soy un científico más o menos conocido, me habrán propuesto por eso. Yo ya había opinado de éste tema en otros foros y lugares. Mi intervención tuvo un nivel de visibilidad que ni busqué ni me imaginaba.

Si el año que viene se insiste con el debate y lo vuelven a invitar, ¿está dispuesto a asistir?

Sí, claro. ¡Tendría que repetir los mismos argumentos! Los científicos tenemos que expresar nuestros conocimientos y ayudar a formar una opinión pública informada. Después la población vota y hace lo que quiere.

En los últimos tiempos también se hicieron virales algunos comentarios de grupos “anti vacunas” que rechazan la vacunación obligatoria. ¿Qué piensa de estas ideas?

Es un peligro grandísimo. La vacunación es uno de los grandes triunfos democráticos de la medicina. Sobre todo en países como el nuestro donde hay planes nacionales que son ejemplo en el mundo. Asumir que porque estadísticamente uno de cada quinientos mil vacunados de una cierta vacuna pueda tener una complicación secundaria no hay que vacunarse, no tiene valor epistémico. Porque toda acción humana tiene un riesgo. Cuando vos salgas de acá y cruces la calle para subirte al colectivo hay un riesgo. Pero por eso qué, ¿no vas a cruzar la calle? Ese pequeñísimo riesgo es absolutamente despreciable respecto a los grandes beneficios que tiene la vacunación masiva. Aquellos sectores que quieren volver a un ser humano no tecnológico como en la época de las cavernas no saben que ese ser humano vivía en promedio veinte años y que justamente la socialización de la medicina y el mejoramiento de las condiciones de vida y alimentación han llevado en los países desarrollados a que la esperanza de vida sea de entre setenta y cinco y ochenta y cinco años, depende el país. Volveríamos para atrás. Por otro lado esta gente se aprovecha de que el resto esté vacunado, porque si un niño porque sus padres no quieren vacunarlo no lo está, cuando va a la escuela su riesgo de enfermarse es muy bajo porque el resto de sus compañeros sí lo están.

Kornblihtt es un científico comprometido con la realidad en la que vive. Es uno de los especialistas que llevó adelante durante todo el año pasado el reclamo al gobierno por el deterioro del presupuesto destinado a la ciencia.  En el año 2006 impulsó su candidatura al rectorado de la UBA. Por ese entonces ya se definía políticamente “de izquierda”, a pesar de no estar afiliado a ningún partido. Tiempo después decidió darla de baja para apoyar la candidatura de Alfredo Buzzi, decano de la Facultad de Medicina. Durante su adolescencia fue comunista y hoy tiene relación con sectores del kirchnerismo.

Me hablaba recién de la situación presupuestaria del Conicet. ¿Qué es lo que está sucediendo?

Estamos en uno de los peores períodos de financiamiento de la Ciencia y la Técnica de la historia de nuestro país. No es que no haya habido antes períodos malos, los hubo. Pero ninguno como éste porque sucedió después de un gran período de expansión. Durante el gobierno kirchnerista tuvimos una expansión del sistema con un aumento del número de becarios, del número de investigadores del Conicet, de los metros cuadrados en construcción de edificios y en reacondicionamiento de los laboratorios, en el número de investigadores repatriados. Todo ese crecimiento, que se vio reflejado en una mejora de la calidad científica en nuestras publicaciones durante esos doce años, con el gobierno de (Mauricio) Macri se volvió para atrás. La peor situación se dio este último año porque el presupuesto del Conicet y de la Agencia Nacional de Promoción Científica está muy restringido. A eso se suma la devaluación de la moneda, ya que para los laboratorios que investigamos en ciencia experimental los insumos son importados y se compran en dólares , pero nuestros subsidios son en pesos y no han sido actualizados. A eso también se suma el deterioro del poder adquisitivo de nuestras becas y nuestros salarios. Estamos todos muy preocupados. Mucha gente que pensaba volver al país no va a volver y otra gente está pensando en irse. Es una situación crítica. Lamentablemente no vemos que las autoridades del sector salgan a pelear por un mayor presupuesto sino que más bien justifican el ajuste.

¿Habla del Secretario de Ciencia y Técnica, Lino Barañao? ¿Por qué cuando cambió el gobierno él siguió al frente del Ministerio – hoy Secretaría – de Ciencia y Técnica?

Eso demuestra que no tiene que ver con qué persona está delante de un Ministerio o una Secretaría sino que tiene que ver con la importancia que el gobierno le da a la Ciencia y la Tecnología. Obviamente el gobierno anterior le daba mucha más importancia que este. Se suma el hecho de que su política económica ha endeudado al país en miles de miles de millones de dólares y se ha vuelto a solicitar crédito al FMI, que viene con la imposición de un ajuste en la inversión que el Estado hace en todos los rubros, que incluye a la Educación, la Salud y a la Ciencia y Técnica, por ejemplo.

¿Cómo afecta, concretamente, el recorte en el sector?

Es muy difícil estirar el monto en pesos de los subsidios para poder comprar los insumos que están dolarizados. Para el mantenimiento de los institutos, el Conicet no está girando fondos. Algunos como el nuestro, están sobreviviendo como pueden. En nuestro caso, como este es un edificio que hay que terminarlo, recibimos plata para hacerlo y con los intereses de la puesta en plazo fijo de esa plata estamos en cierta forma “prestándole” al Conicet para mantener los ascensores, la higiene y seguridad, la limpieza y demás. Tampoco la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica puede pagar subsidios para compra de equipamientos, que son bastante importantes en costo, porque no tiene plata. Entonces nos dicen: ´Bueno, ustedes ganaron el subsidio, tendrían que comprar éste aparato que sale un millón de dólares, pero no tenemos la plata´. Por varias vías el ajuste se siente. Todavía en muchos aspectos estamos con la inversión que se hizo en el gobierno anterior. La perspectiva es que si esto sigue así va a haber un éxodo muy grande y, además, sólo se van a salvar los grupos que tienen dinero internacional, porque esos subsidios sí son en dólares.

¿Y cómo afecta eso al trabajo que hacen día a día?

Mi grupo en particular tiene subsidios internacionales por lo tanto no se ve tan afectado. Pero esa es una realidad excepcional. Aún en el período de expansión los subsidios no estaban a la altura de las necesidades, pero estaban mucho mejor que ahora.

¿El futuro se ve oscuro?

Con un gobierno como este la cosa no va a mejorar. Si cambia el gobierno el año que viene puede ser que las intenciones sea de mejorarlas, pero la verdadera herencia para el que venga, de cualquier signo, va a ser la que le va a dejar el macrismo, que va a ser un país endeudado. Si el próximo gobierno tuviera como política recuperar el papel del Estado en la promoción de un montón de cosas, no sólo en la Ciencia y Tecnología sino también en la Educación y la Salud, yo temo que no se pueda hacer. En rubros como estos, el ajuste deteriora el sistema muy rápidamente y después lleva muchos años reconstruirlo.

¿Qué piensa que pierde nuestra sociedad si se olvida a la ciencia?

Los problemas ahora se ven en la dinámica de los grupos de investigación y los institutos. Si se disminuye la investigación científica, nuestro país va a tener menos independencia, menos poder de decisión económico y político. No es solamente lo que la Argentina pueda producir como producto de la ciencia y la tecnología sino también lo que pueda entender de lo que está pasando en el mundo. Los países necesitan el desarrollo de la ciencia y la tecnología para avanzar, y fundamentalmente para poder darle mejores condiciones de vida a sectores a los que han olvidado. Este gobierno ha incluido más gente en la pobreza, ha restringido más los presupuestos. El Estado es el único que puede tomar la decisión de compensar, parcialmente, las desigualdades.

El 26 de noviembre participó en la Facultad de Medicina de un debate por el cambio de las competencias. ¿De qué se trata esa discusión?

El Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UBA y luego el Consejo Superior ratificaron una resolución que dice que para los concursos de docentes auxiliares los que se inscriban tienen que ser graduados de la Facultad de Medicina. Eso es un sinsentido porque, por ejemplo, para enseñar Bioquímica en Medicina es mejor un bioquímico, un biólogo o un químico biológico; para enseñar Física es mejor un físico; para enseñar Matemática es mejor un matemático. Esto es una cosa elemental. Yo la llamo una resolución “canalla” porque el único objetivo que tiene es mantener una cierta endogamia y garantizar que un sector que se forma en esa Facultad sea el único que tenga acceso a la docencia en ella. Si fuese exogámica, al revés, la Facultad se vería beneficiada. De hecho, nosotros, en nuestra Facultad, tenemos profesores médicos, agrónomos, bioquímicos y muchos más. Hay de todo. Porque lo que importa es la generación de conocimiento en la Universidad y la capacidad de hacer investigación y de enseñar, no con qué título te recibiste.

¿Cree que puede ser peligroso para la formación de nuevos profesionales?

Es peligroso por varias cosas. Primero porque cualquier cosa que restrinja la apertura en los concursos apunta a la mediocridad en la enseñanza. La segunda cosa es que cercena la interdisciplina. Pero también afecta a la investigación. Gran parte de los investigadores que trabajan en la Facultad de Medicina o en institutos del Conicet con cátedras universitarias en Medicina no provienen de medicina. Sin embargo, investigan cosas que tienen que ver con la medicina. ¿Quién dijo que el mejor preparado para investigar cosas que tienen que ver con la medicina en un laboratorio es el médico?

¿Responde a un interés político?

Por supuesto. Ni siquiera a un interés partidario. Sino que es simplemente algo que es bastante deplorable que es “cuidar la quintita” y garantizar la endogamia de manera tal que no venga gente con otro pensamiento, quizás más abierto y crítico, que pueda cuestionar algunas medidas que se toman adentro de la Facultad.

La rama de la ciencia a la que usted se dedica, las Ciencias Naturales, es comúnmente asociada con la idea de “neutralidad política” y se cree que los científicos no tienen que llevar adelante los debates que usted protagoniza en ciertos círculos. ¿Qué opina al respecto?

Eso es un prejuicio. Yo antes de ser biólogo tenía una concepción social y política del mundo, que la sigo teniendo. Cuando era adolescente era comunista y tenía la creencia de que el capitalismo no soluciona los problemas de la gente sino que los agrava. Pese a que haya fracasado el socialismo real en el bloque del Este y haya caído el Muro a fines de los ´80, eso no quiere decir que mi expectativa de un cambio social en el mundo no tenga que ver con un giro a la izquierda, con una socialización de la economía, con la distribución equitativa de la riqueza, con un Estado que proteja a los más vulnerables y con el papel de los trabajadores de definir su propio destino. Luego de estudiar biología eso se reforzó.

Los científicos, sean de la rama que sean, ¿qué función deben tener en la sociedad?

A mí me importa más el compromiso social del científico que la importancia social del tema que investiga. Yo no creo que los científicos tengamos que estudiar algo que tenga una aplicación inmediata y tampoco pienso que nosotros con nuestra investigación vamos a solucionar temas de salud, vivienda, educación o igualdad que hay en la sociedad. Los gobiernos saben cómo hacer cloacas, asfaltar calles, hacer que la gente llegue a fin de mes. La ciencia no va a descubrir algo que se sabe. Para poder hacerlo simplemente tenés que quitarle a los ricos y darle a los pobres. Es una ecuación elemental. Sin embargo pienso que la actividad de la ciencia es muy buena porque hay muchos temas candentes en nuestra sociedad que uno puede informarse a través de la práctica científica. Los científicos no damos la verdad, porque nosotros no somos dueños de ella, pero sí damos información como para que la sociedad pueda hacerse sus propias ideas.

“No soy solemne pero no por eso soy menos rigurosa”

“No soy solemne pero no por eso soy menos rigurosa”

«La Barbie apareció en un momento en el que me sentía muy mal. Estaba en un trabajo que tenía que ser el laburo de mis sueños pero me subestimaban constantemente», recuerda Mileo.

“Si el futuro es feminista, el conocimiento deberá serlo, otra no queda”. La frase es de Agostina Mileo y pertenece a su primer libro, Que la ciencia te acompañe. A luchar por tus derechos, publicado por Editorial Debate. Con lenguaje directo y accesible, Mileo aporta allí datos científicos para pensar temas de la agenda feminista: aborto, orgasmos, menstruación, las dietas, las diferencias entre el cerebro masculino y femenino; y desarmar sus mitos asociados.

Agostina es licenciada en Ciencias Ambientales, máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental, y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia. Además, es editora en Economía Femini(s)ta y coordinadora general de MenstruAcción, una campaña que apunta a que menstruar deje de ser un factor de desigualdad económica y un estigma. Pero en las redes sociales, a Agostina se la conoce como la Barbie Científica, un personaje que creó para enfrentar los prejuicios de ser mujer en el ámbito científico y “ponerle glitter al bullying”.

¿Cómo surgió la Barbie Científica y el interés por pensar la ciencia en clave feminista?

No surgió todo al mismo tiempo. La Barbie apareció en un momento en el que me sentía muy mal. Estaba en un trabajo que tenía que ser el laburo de mis sueños pero me subestimaban constantemente. Tenía que ver con mi aspecto, como si ocuparse de la imagen fuera sinónimo de ser superficial, y más por mi especialidad. Ya había hecho el posgrado en comunicación científica y dentro del ambiente de la ciencia se veía que no me había dedicado a nada serio. Muchos profesionales de la ciencia tienden a pensar que no hay nadie mejor para comunicar las cosas que ellos mismos y que no requiere ningún tipo de habilidad especial más que el sentido común o una disposición natural como el carisma. Necesitaba hacer algo más propio que me incentivara, y buscando estrategias me di cuenta de que en muchos estudios aparece que la comunicación pública de la ciencia y los contenidos satisfacen una demanda preexistente, que la gente que ya considera que la ciencia es un tema de interés general, busca cosas y las encuentra, pero que no hay productos que capten nuevas audiencias. Por como venía siendo socavada mi autoestima se me ocurrió pensar en un personaje, veía que es un recurso que se utiliza mucho para chicos. La Barbie Científica permitía que piensen que me estoy riendo de mí misma pero, en realidad, me estoy riendo de la situación que atravesaba todos los días y lo que se pensaba de mí cuando ingresé a trabajar en comunicación pública de la ciencia. Fue mi manera de ponerlo sobre la mesa y también me divertía la exploración de esos aspectos. Estudié teatro y danza de chica y me divertía construir un personaje. El otro día encontré un fanzine que hicimos hace unos años con amigos, y tiene textos que son súper exploratorios del personaje. Se ve que le estaba buscando la voz a la Barbie y dice cosas tremendas, es como una revista Cosmopolitan pero científica, muy gracioso. Hoy no haría ese contenido porque los ánimos están muy caldeados y la ironía a veces no se entiende. La Barbie está más resguardada pero hay algo en el aspecto y en el lenguaje corporal en los videos que es irónico y con lo que me gusta jugar. Soy yo misma, no es un alter ego forzado, es un aspecto de mí y fue parte de un camino de la aceptación porque yo también pensé muchas veces que no soy lo suficientemente seria. Y no, no soy seria ni solemne pero no por eso soy menos rigurosa.

¿Y el feminismo?

En relación al tema feminista, si bien por un lado nos piden una conformidad asfixiante con un montón de normas respecto al aspecto, a la forma en la que nos presentamos a nosotras mismas, la conformidad respecto a la femineidad nos abruma y nos ahoga, y cuando se evidencia eso no gusta. Entonces es evidente que no leíste el último paper porque te estabas pintando las uñas. Eso siempre estuvo de fondo en la construcción del personaje, una sátira de esa cuestión. Pero soy conscientemente feminista desde el Ni Una Menos. Unos meses antes de la primera marcha empecé a trabajar en una empresa de copas menstruales, tenía que recabar evidencia clínica sobre la copa menstrual para que en entornos médicos se empezara a prescribir y cuando comencé esa investigación me di cuenta de algo que es obvio: si no tenés plata para comprar productos de gestión menstrual vas a faltar a la escuela o a tu trabajo, y eso me flasheó. Ahí empecé a pensar que tenía que hacer algo, que tenía que poner el cuerpo. Siempre milité, no en lugares partidarios, pero trabajé en barrios y en distintos proyectos. No era ajena al activismo pero en ese momento se juntó todo. Pensé que para hablar de eso también hacía falta difundir la perspectiva científica al respecto, sostener los argumentos, recabar datos, y ahí empezó ese camino.

 

«No puede ser que la menstruación condicione nuestro acceso a derechos», se queja La Barbie Científica.

En el libro hablás de que cuando te cae la ficha de que el machismo está en todos lados, después no podés dejar de verlo. ¿Vos ubicás ese momento como tu propia caída de ficha al respecto?

Sí. Fue una epifanía. No puede ser que la menstruación condicione nuestro acceso a derechos. Pero lo pienso como un camino, hay un recorrido en el que aparece un elemento. Yo exploro mucho con la cocina vegana y hay algo muy difícil que es el reemplazo del huevo en ciertas preparaciones. Es eso: encontrar un elemento ligante y que de repente la cosa tome forma, ya no son los ingredientes por separado. Hay una cuestión que a mí me pasa con el feminismo, la comunicación pública de la ciencia y el personaje de la Barbie que tiene que ver con cosas construidas durante tanto tiempo que de repente tienen un sentido común, y yo empecé a estar más incentivada y a darme cuenta de que esto es mi carrera.

¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?

No fue mía. Una vez vino el escritor Enzo Maqueira a un programa de radio que yo hacía y le había gustado el personaje y me dijo “¿por qué no escribís un libro?”. Me implantó esa idea pero lo dejé ahí. Y un día me llegó un mensaje de Facebook de mi editora, Ana Pérez, preguntándome si alguna vez había pensado en escribir un libro. Fui con una idea y ella me dijo “eso no”. Entonces le dije de hacer un compilado. Lo armé con material de varios años de trabajo, son temas que fui tratando desde distintos aspectos y noticias. Quería que fuera un libro corto, y que te quedaras con un panorama general de por dónde va la cosa. Porque no sé si a todo el mundo le interesa acceder a cierto nivel de detalle, primero, y me interesaba más poner en perspectiva dónde entra la ciencia en un colectivo feminista amplio, con demandas diversas, y con construcciones muy recientes en muchas personas, hay gente que recién se empieza a hacer preguntas, y me parece que está bueno poder acceder a información bastante digerida para poder incorporarlo a su propia perspectiva del feminismo. Y también para gente que está muy metida pero es un tema al que nunca accedió. Me parecía que tenía que ser para todo el mundo, independientemente del momento en el que estés respecto de tu feminismo. Hay muchos libros de comunicación científica pero, en general, están en el stand de autoayuda o en el de libros feministas. Eso para mí es tremendo. A mí me gustaría estar al lado de Manes. No en la vida, sólo en la vitrina. La idea era que fuera accesible y que cada capítulo te dejara una idea respecto del orgasmo, el aborto, y así. Tiene fuentes muy diversas, no son solo papers, hay charlas TED, videos, publicidades, hay capítulos de series. La idea es que podamos ir identificando estas cuestiones en los consumos culturales que tenemos porque si no tenés que ir a buscar esa información a lugares que son un poco inaccesibles a menos que seas del palo académico.

Barbie lanzó una campaña por la eliminación del IVA de los productos de gestión menstrual y su distribución gratuita.

Comentaste que el capítulo que tuvo mucha repercusión y te sorprendió es el dedicado a las dietas y la alimentación.

Era un capítulo que no era de mis favoritos y me lo nombraron mucho. Lo escribí, más  que por afinidad con el tema, por una cuestión de responsabilidad. Es algo súper local, recontra dejado de lado por la salud pública. Se habla muy poco de la cantidad de trastornos alimenticios que hay en Argentina. Es particular y es superlativa. Siempre estamos peleando el segundo o tercer puesto a nivel mundial en casos de anorexia y bulimia. Es una sociedad especialmente obsesiva con las dietas y la delgadez. Si bien yo no lo abordo tanto, desde ese lugar sí hablo mucho de cómo la salud empezó a ser un valor moral para acceder a cánones estéticos. Nos siguen vendiendo lo mismo para los mismos fines pero con discursos reformados que en la superficie parecen ocultar otra cosa. Ese capítulo además tiene una crítica muy cruda a la manera de presentar resultados en la academia y la ciencia, que tiene que ver con ser ciegos a la clase. Eso también generó repercusiones. Muchas personas que militan estas cosas no suelen verlo en personas que se dedican a hablar de ciencia o a hacer ciencia. Digo que muchos estudios acerca de la conducta alimenticia se hacen asumiendo que los humanos cambiamos nuestro comportamiento porque tenemos una disponibilidad de alimentos infinita. Si bien es verdad para muchas personas, es una falta de respeto supina enunciar eso. Debería decirse “para tal porcentaje de la población existe esta realidad, entonces yo estudio desde este recorte”, pero no reconocer eso a mí me choca muchísimo.

En relación a eso, una de las ideas principales del libro es el cuestionamiento de la supuesta universalidad de la ciencia, la idea de que el sujeto neutral de la ciencia es en realidad el varón blanco heterosexual. ¿Qué podés decir acerca de la ceguera de género a la hora de armar los muestreos sobre los que se basan la mayoría de las investigaciones?

Es súper complejo. Se tienen que hacer recortes porque no se puede estudiar la realidad toda. Pero no se trata de criticar y señalar porque si no entrás en ese círculo en el que la ciencia es un discurso más y es lo mismo que la astrología. ¿Qué es esa equiparación? Hasta ahora, la ciencia ha sido la mejor manera de argumentar que hemos encontrado como humanidad, pero se puede perfeccionar. No sólo por razones que tengan que ver con la justicia social sino para hacer mejor ciencia. Y esa es la parte que mis colegas nunca toman. Siempre me dicen que está bueno lo que hago por corrección política y porque ya no se pueden decir ciertas cosas. Pero cuando yo señalo que una muestra no está bien hecho no lo toman. Cuando en el libro hablo del paper de los culos y las tetas, que fue defenestrado de mil maneras, a mi no me interesaba reproducir esas críticas, lo que digo es que las conclusiones no se desprenden del estudio. En los medios salieron a decir que las mujeres están gastando mal la guita porque se hacen más las tetas que el culo, y que a los hombres les gustan más los culos. Se asume que si nos hacemos una cirugía es para gustarles a los tipos, y no se hizo ninguna contraprueba para poder afirmar eso. Me parecía interesante decir que las conclusiones no se desprenden del experimento y criticarlo desde ese lugar. Lo que quería demostrar es que en nombre del machismo, y obviando las diferencias entre géneros, se termina haciendo mala ciencia.

¿Cuál es tu diagnóstico de la brecha de género en el ámbito científico hoy en la Argentina?

Hoy está todo muy difícil. Ante una emergencia, los reclamos feministas parecieran ser hasta mezquinos. Hoy también, de cara a las elecciones también se puede pensar que el aborto no es tan importante porque la gente se está muriendo de hambre y eso se escucha hasta de dirigentes políticas feministas. Más allá del diagnóstico que se puede leer acerca de la situación de las mujeres en ciencia, de la segregación vertical, la segregación por estereotipos, el no incentivo y demás, yo insisto mucho en la responsabilidad institucional. Hay herramientas e iniciativas que se propusieron y que ni siquiera son tan nuevas. La Unión Soviética fue pionera en la reincorporación y permanencia de mujeres en la carrera científica. Hay una responsabilidad institucional que muchas veces se disfraza de que como la cosa está mejor que antes, como hay una especie de camino que se está recorriendo, hay que esperar porque va a llegar de repente a la igualdad, y sólo habría que esperar que suceda. Pero también hay una resistencia machista que no hay que dejar de ver. Me parece muy importante visibilizar que son los varones científicos los que menos creen en la evidencia que se recaba acerca de la discriminación a las mujeres en los campos científicos. Así como hay algo cultural que atraviesa, tampoco podemos negar las interacciones particulares de ciertos sectores. El estereotipo de varón científico es bastante misógino. Si te dedicas a la ciencia es porque sos una ameba sexual, sos nerd y no sos atractivo para nadie.

¿Qué iniciativas concretas podrían implementarse para generar una reestructuración del lugar que ocupan las mujeres en la ciencia? Mencionabas el caso de la Unión Soviética.

En el caso de la Unión Soviética, por ejemplo, se trabajó sobre la maternidad. Se pusieron espacios de cuidado en los lugares de trabajo. En Conicet no existe la licencia por paternidad. La licencia por maternidad llegó 30 años después a becarios y becarias. Todo el tema de la planificación familiar es obvio y es transversal a todas las aéreas, pero en particular ha habido capacitaciones específicas para los referatos de los papers en temas de sesgos de género que han mostrado efectividad. Suele suceder que los papers de las mujeres están más tiempo en referato o vuelven con más correcciones.  Otro tema que hay que enfrentar es el acoso sexual. Hay ingenierías donde la matrícula de mujeres es del 3%. También se habla mucho de la informática que es un área en el que el número de mujeres decreció. Era una carrera femenina en su momento porque se asociaba a tareas de secretaria. Hoy se dice que se necesitan más mujeres en tecnología pero andá a sentarte a un aula con un 95% de tipos. O con profesores que son todos chabones. Más allá de cómo hacemos para llegar a querer estudiar esas cuestiones, cuando llegamos el clima es sumamente hostil. Tiene que haber protocolos explícitos de acoso sexual y sanciones, te tienen que asegurar que vas a estar cómoda. El tema del acoso sexual en ciencia todavía es un tabú y no se ha destapado como en otros ámbitos.

Más allá de la falta de estímulo, en el libro te referís a la persistencia, como factor cultural, de la asociación de la capacidad intelectual con lo masculino.

Hay características innatas que se asignan según el sexo. Y es terrible pensar que hay características innatas que te hacen más apto para ejercer una carrera científica o no, y eso aleja a la gente en general de la ciencia. Está el estereotipo de que hay que ser especialmente inteligente o brillante para ser científico o científica, y eso es bastante expulsivo. Nadie es abogado para ser Ally McBeal, pero si querés ser científico es porque querés ser Einstein. No hay una idea del quehacer científico más allá de esa espectacularidad. Hoy la ciencia no sólo es expulsiva para mujeres, es para la gente en general. Te formas un montón de años en una situación de trabajo precario e informal que es la situación actual de becarios y becarias, y después no entrás a carrera. Y si entrás, los sueldos son bajísimos. Hay un sesgo de clase fuerte. Tenés que poder costearte la dedicación a la ciencia, tenés que poder no trabajar o hacerlo poco durante la mayor parte de la carrera. Está la idea de que tenés que hacerlo por vocación, porque querés ayudar a la humanidad y eso no tiene nada de atractivo como laburo. Ahí hay un problema grave. El primer problema es cómo consideramos que hay que ser para hacer ciencia y eso está generizado y sexualizado. A las mujeres no se nos considera inteligentes, ni objetivas, ni pragmáticas, y se piensa que hay un montón de cosas de nosotras que son contraproducentes con respecto a la labor científica, como ser muy emocionales.

Otro punto fuerte del libro es el abordaje de la menstruación como factor de desigualdad, ¿Cómo surgió la campaña MenstruAcción?

Yo venía trabajando en el tema, y en el primer Paro Internacional de Mujeres vi que dentro de las consignas, el tema de la menstruación ligado a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos no aparecía. Lo comentamos con las compañeras de Economía Femini(s)ta, especialmente con Mercedes D’Alessandro, y yo dije de hacer una colecta y ella me decía que teníamos que hacer también un reclamo. Finalmente lanzamos la campaña con tres peticiones: la eliminación del IVA de los productos de gestión menstrual, la distribución gratuita, y la investigación y datos. Tuvo una recepción que no nos esperábamos. Seguimos trabajando para que los proyectos no estén cajoneados. El 28 de mayo es el Día de la Salud Menstrual y vamos a lanzar un nuevo proyecto que trata de intervenir sobre la ESI. El tema todavía se está tratando desde un lugar bastante tradicional dentro de los materiales vanguardistas de la ley. Nosotras militamos fuerte por su aplicación, así que este año vamos a ir por ese lado. También estamos terminando de actualizar los datos del costo de menstruar, lo veníamos haciendo con herramientas más rudimentarias y este año nos pusimos las pilas con la metodología para poder hacer una estimación más precisa. Es una campaña que nos da muchísima satisfacción. La red es súper amplia, es una campaña abierta para que la aplique quien quiera, y en todo el país hay grupos que han hecho trabajos fantásticos.

La importancia de darle visibilidad a un tema que sigue siendo tabú

Es un tema tabú incluso dentro del feminismo. Hemos tenido más tracción en grandes medios y mucha respuesta en el Poder Legislativo que dentro de las organizaciones del feminismo. Eso no está bien ni mal, pero las organizaciones que han respondido son las que trabajan directamente con personas vulneradas. El trabajo diario es ir tendiendo redes entre las personas que se acercan, más que centralizar en nosotras la información.  

¿Cuáles son a tu criterio las prioridades y expectativas en relación de los temas de agenda feminista para este año?

Espero que se vote de nuevo el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Si bien tenemos un movimiento fragmentado, con demandas distintas, creo que hoy hay dos consignas que realmente nos aúnan. Una es el reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito, y otro es el acceso efectivo a la justicia en temas de violencia de género. Son dos grandes deudas pendientes y es en lo que yo me concentraría. Muchas veces se hace hincapié en los desacuerdos que tenemos entre nosotras, que no está mal, pero terminamos teniendo consignas con puntos contradictorios por un afán de incluir a todas las voces, y en realidad tal vez incluir todas las voces sea tomar dos consignas con las que estamos todas de acuerdo. Creo que el feminismo siempre tiene que estar más del lado de un movimiento de presión y construcción popular, que no tiene que estar dentro de la lógica electoral. Las elecciones ocurren y las feministas votamos pero me parece que por respeto a la heterogeneidad del movimiento y para aprovechar la fuerza que tiene, estando tan atrasadas en reclamos básicos, sería más productivo concentrarnos en lograr pisos de derechos. Creo que las consignas del aborto y del Ni Una Menos, en tanto acceso a la justicia para las víctimas de violencia de género, son cosas que tenemos aprovechar para demostrar que hay un movimiento muy fuerte y con capacidad de mover la aguja.

¿Quién quiere ser financiado?

¿Quién quiere ser financiado?

El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015.

Un joven pasea en bicicleta y se detiene en medio del Parque Rivadavia al ver algo que le llama la atención: una tabla cuadrada de madera en el piso y, al lado, un hombre de guardapolvo blanco sosteniendo una rueda de bicicleta. El hombre le pregunta si quiere acceder a realizar una experiencia de física. El joven, sin dudarlo, se baja de su bicicleta y apoya su mochila roja en el suelo para iniciar el experimento. Se para en la madera, agarra la rueda que el hombre de guardapolvo hace girar, y se sorprende al sentir cómo su cuerpo va girando al ritmo de la rueda. Cuando termina la experiencia, el joven saca un diábolo bronco de su mochila, comparte su habilidad y explica al hombre de guardapolvo cómo funciona. Ambos se halagan y se despiden.

En el Parque, desde lejos, se podía ver un globo blanco y gigante con el lema “S.O.S ciencia”. Los árboles estaban intervenidos con telas de colores, y los postes de luz sostenían carteles con frases como: “Sin ciencia no hay soberanía nacional”, “Sin ciencia no hay futuro” o “No a la fuga de cerebros”.

Lo que sucedía en ese lugar era la segunda edición del Festival Ciencia Paliza, un evento organizado por las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de exponer los temas sobre los que trabajan los científicos argentinos y las consecuencias del ajuste en el área. El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015, lo que representa un recorte de 23 mil millones de pesos.

Diego Golombek fue uno de los científicos que dialogó con el público.

La jornada comenzó a las 14 con la fuerza de la batucada de mujeres Talleres Paliza y contó con la cálida conducción de las científicas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)   Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni.  Remarcaron que esta segunda edición fue organizada debido a que  la situación no mejora desde aquel primer festival en Parque Centenario. Sostuvieron que “la idea es visibilizar el impacto que tiene el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología, mostrar qué es lo que hacemos en los laboratorios, crear un espacio de diálogo para escucharnos, discutir propuestas, para ver qué podemos hacer como ciudadanos y también, pasarla bien”.

Durante las cuatro horas que duró el festival, se podían visitar stands que si bien estaban principalmente destinados a los niños, personas de todas las edades se vieron interesadas. La mamá de dos niños de 9 y 4 años expresó: “La ciencia es muy importante en la crianza de mis hijos. Los llevó a un colegio laico y trato de que se fomente la educación razonada y no religiosa. Me interesa todo lo que fomenta el acercamiento a las ciencias duras y sociales. A mi esposo le interesa mucho lo que es el mundo animal, vegetal y a mí todo lo que es cultural. Me enteré por la batucada y nos quedamos porque apoyamos todo lo que sea luchar por el presupuesto en ciencia».

Las conductoras narraron varias historias sobre ciencia y hubo “mateadas científicas” en las que intercambiaban inquietudes y propuestas con el público sobre diversos temas, como el voto electrónico, la educación sexual integral, las tormentas, el narcotráfico, entre otros.

Entre los científicos que conversaron con el público estuvo el biólogo Diego Golombek: “Voy a seguir  insistiendo en que la ciencia y la tecnología son el camino, aun cuando estemos en tiempos tan oscuros y urgentes. Si un chico tiene vocación por la ciencia hay que apoyarlo, ya que la ciencia no es para genios, sino para apasionados. Parafraseando al poeta Gabriel Senaya: ´Si queremos futuro, la ciencia es un arma cargada de futuro´”.

Familias y, principalmente chicos, participaron de una jornada reflexiva pero también lúdica.

Una de las actividades más concurridas del evento fue la entrevista abierta a Mario Pecheny, doctor en Ciencia Política, docente, investigador del CONICET y próximamente director del área de Ciencias Sociales y Humanidades de dicho organismo, y Roberto Salvarezza, presidente del CONICET entre 2012 y 2015 y actualmente diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.

Si bien Pecheny tendría que haber asumido el directorio el año pasado, los conflictos presupuestarios hicieron que su nombramiento se demorara un año. Con respecto a esta situación, aprovechó el espacio para agradecer a Dora Barrancos, quien fue directora del área desde el 2010 hasta el mes pasado, y renunció en señal de protesta.  Finalmente, el doctor en Ciencia Política asumirá el 12 de junio y aseveró que Barrancos tiene “una fuerza inigualable y deja la vara muy alta”.

Durante la charla, las conductoras hicieron mención reiterada a lo ninguneadas que están las humanidades. En el mismo sentido, Pecheny expresó que no está de acuerdo con esa idea de que aquello que hacen los científicos debe ser útil,  ya que la utilidad lleva su tiempo.  “A cualquier cosa que se nos ocurra, desde por qué nos matamos cuando manejamos mal con el auto, o por qué se embarazan quienes no quieren quedar embarazadas, uno podría buscar la respuesta en términos de ingeniería. Pero no tiene que ver con la calidad del cinturón de seguridad, ni con los métodos anticonceptivos,  sino con las relaciones sociales. ¿Por qué seguimos normas?, ¿Por qué no? ¿Por qué tenemos deseos? , ¿Por qué la gente vota en contra de sus propios intereses? Esas son las cosas que estudiamos en las Ciencias Sociales y hay algunos que no les interesa que se sepa todo”.

Los científicos realizaron una parodia del programa «¿Quién quiere ser millonario?!

En relación al valor de la investigación en Ciencias Sociales agregó: “¿Por qué pensar que no es útil trabajar sobre desempleo, pobreza, cuestiones de salud, violencia, género?”. Afirmó que las investigaciones humanistas no tienen que ver con cosas altamente cotizadas como el “litio” o la “nanotecnología”, pero sí con la “felicidad y el sufrimiento de la gente.”

En cuanto a la fuga de cerebros, Salvarezza sostuvo que los jóvenes científicos tampoco tienen lugar en el mundo privado. “La mayoría de los jóvenes que son muy buenos, tienen contactos en el exterior porque el 30% de la ciencia argentina se hace en cooperación internacional, están buscando futuro en otro lado”.

Además, Roberto Salvarezza expresó que la idea de tener más ciencia está asociada al desarrollo de los países: “Durante 12 años argentina apostó a investigar y a tener mayor número de científicos. Teníamos 3.000 científicos en 2003 y llegamos a tener 10.000 en el 2015. Con esto tampoco alcanzaba,  porque en el país tenemos 3 investigadores cada 1.000 habitantes de población económicamente activa y los países desarrollados tienen 8, 12 o 14”.

Denunció que el Gobierno, en vez de alentar a los científicos, reduce bruscamente su ingreso al CONICET y al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), por ejemplo. Alguien del público quiso saber:

-Por qué al gobierno no le interesa tener más científicos.

-Cuando al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, le preguntaron qué estaba sucediendo con el reclamo de los científicos contesto: “Habría que debatir si la ciencia es una prioridad para la Argentina” – recordó y como buen científico interrogó: “En este sentido el diputado preguntó: “¿Qué país del mundo se cuestiona eso? ¿Estados Unidos? ¿Inglaterra? ¿Francia?”

Salvarezza sostuvo que este gobierno tiene una idea de Argentina que va en contra de lo que están realizando esos países: “No vamos hacia el desarrollo en el que la damos inclusión a todos. Vamos al camino del subdesarrollo,  a ser proveedores de materias primas, y como proveedores de materias primas, alcanza para 20 millones de argentinos, los otros veintipico nos quedamos afuera”.

En diálogo con ANCCOM el diputado reflexionó: “Hoy sabemos lo que necesitamos. ¿Pero podemos saber lo que vamos a necesitar dentro de dos años? Está muy bien que uno destine prioritariamente ciertos fondos donde sabés que lo necesitas hoy, pero a toda la ciencia la tenés que financiar porque ninguna sociedad sabe qué va a necesitar mañana. No perdamos de vista lo que es la riqueza del conocimiento o para una sociedad”.

A modo de cierre, Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni propusieron jugar a ¿Quién quiere ser financiado?, haciendo alusión al programa  de televisión ¿Quién quiere ser millonario?, en el que participó una científica del CONICET para ganar dinero y destinarlo a su proyecto de investigación. En el público se formaron dos equipos, uno liderado por el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Juan Carlos Reboreda, y otro por la decana de la Facultad de Filosofía y Letras, Graciela Morgade.  El juego no tuvo dinero como recompensa para el equipo ganador (Filosofía y Letras), pero sí finalizó con un abrazo entre los dos decanos, simbolizando la unión entre ambas facultades que seguirán luchando por más presupuesto para la ciencia.