Después de los 60, vienen 69

Después de los 60, vienen 69

Un grupo de mujeres de 60 o más años, integrantes de un taller de escritura en Junín, conformaron un grupo de lectura de cuentos eróticos. Montaron un espectáculo, “El jardín de las delicias”, provocativo por donde se lo vea.

Empieza a llover, nadie se mueve, el atardecer es hermoso y la bodega es un sueño. En el viñedo Las Antípodas de Junín, una chica está sexteando con su pareja. Un mensaje detrás del otro. Se muerde los labios y prepara el clima para el encuentro que va a tener al salir del espectáculo. Sobre el escenario se encuentra Estela, una señora de anteojos grandes que continúa hablando, intentando transmitir en cada palabra la historia que está contando, levanta las cejas, hace ademanes con la mano izquierda. Tiene la postura de una directora de escuela. En su mano derecha sostiene el Kama Sutra.

Son mujeres mayores de 60 que hablan de erotismo con una copa de vino en la mano a un montón de jóvenes pero también, contra todo pronóstico machista, se llevan bien, disfrutan de estar las doce juntas e ir religiosamente todas las semanas a tomar cerveza a un bar. Demuestran con su amistad que para estas mujeres no hay nada mejor que otra mujer. Su revolución abrió puertas enormes luego de sus presentaciones en el viñedo, tanto es así que son múltiples los llamados de otros artistas para hacer presentaciones hablando de sexo y muestras eróticas, ya no solo desde lo literario. Estas “señoras” lograron ver lo erótico no como un tabú sino como algo que forma parte de la vida de todas las personas sin importar su género, su edad, ni el lugar del que vienen, pudiendo hablar con total naturalidad, sin vergüenza. 

Cecilia Avila, hoy jubilada, integrante de las cuenteras y militante feminista, fue una de las primeras en atraverse a cortar las calles contra los femicidios en Junín, y en pararse frente a la catedral para pedir por el aborto legal enfrentándose a la policía y al que dirán de sus vecinos. “Me retiré por problemas de salud, somos hijas del 2001; yo empecé a militar con el ‘que se vayan todos’. El poner el cuerpo me pasó factura después, pero por suerte tuve una fuerza espiritual muy fuerte. Cuando me curé, dije: ´¿Y ahora qué voy a hacer?´ Y empecé a contar, porque contar también es contarse. Nosotras, de alguna manera, nos contamos a nosotras mismas a través de los textos. Después de estar tan mal, el poder pararme de nuevo y en un lugar lleno de aire, me dio (nos dio) la fuerza para salir de nuevo a la vida. Después de estos dos años de pandemia, el miedo, el dolor y la oscuridad, el poder estar en el viñedo fue como un renacer -se le corta la voz y continúa- todo esto tiene que ver con nuestra generación… no nos han vencido”. 

Hace diecisiete años se creó el grupo de las Cuenteras de la Esquina, en ese tiempo lograron hacer un enorme trabajo para llevar la narración a escuelas, geriátricos y penitenciarías. Su actividad fue declarada de interés municipal y provincial. Estela, coordinadora del grupo junto a Mariel, cuenta que también tienen otro tipo de espectáculos con convocatoria por fuera de lo social: “Son mucho más escénicos y recreativos”. 

El grupo está conformado por doce mujeres que tienen en común el amor por la lectura. Son todas de profesiones distintas: abogadas, docentes, maestras, políticas y hasta algunas artistas. “Somos un grupo de mujeres grandes con una fuerte impronta feminista”, dice orgullosa Mariel. La llegada de la pandemia fue muy difícil porque, en su mayoría, las cuenteras superan los 60 años. Acostumbradas a salir siempre a tomar algo después de las reuniones para charlar y seguir pasándola bien juntas, tuvieron que reorganizar sus rutinas;  las más cancheras con la tecnología ayudaron a las que no lo eran tanto. Se encontraban en zoom para hablar de los textos, ejercitar la narración, pero también para hablar de series y películas que veían. “Esto es mucho más que solo leer libros y eso se transmite a los otros”, dice Catalina, una de las integrantes.  

Este año, ya vacunadas, con la posibilidad de volver a presentarse ante el público, querían hacer algo distinto a lo que venían haciendo antes de la cuarentena. Estela, su coordinadora, cuenta sobre el proceso de creación: “Pensamos como primer espectáculo “El Despertar de los Sentidos”, y como una cosa lleva a la otra el segundo fue pensado desde lo erótico, “El jardín de las delicias”, porque si hablamos de los sentidos lo erótico se cae de maduro”. 

Consiguieron de auspiciantes a una librería, una editorial y un viñedo de los cuales son clientas habituales. La última en sumarse como auspiciante fue una “boutique erótica”, como le gusta  decir a  Mariel: “En las reuniones semanales cuando nos juntamos a pensar ideas se nos ocurrió que estaba bueno tener juguetes sexuales para sortear al finalizar el show o en los juegos previos que hicimos”. Buscaron referencias y le llevaron la propuesta a la dueña de un sex shop que quedó encantada. Querían conseguir un público nuevo por fuera del círculo que frecuentaban habitualmente y la repercusión en los espectadores superó por demás las expectativas que tenían. “La gente quedó fascinada con la idea. Fue todo disfrute y cuando vieron todo lo que trajeron las chicas de Audaz Seducción buscaban por todos lados las entradas que no sabían dónde habían metido para ver si ganaban algo”, recuerdan Estela y Mariel sobre las reacciones. “Es importante abrir otros caminos, salirse de lo que tradicionalmente se supone que tenés que hacer. El patriarcado nos dice que a esta edad no podemos desear. Vernos en otros espacios, otras miradas”.

“Está bueno desde los feminismos plantear lo erótico, que es para todos y todas -afirma Catalina, integrante de las cuenteras y continúa-. Cuando vamos a buscar erotismo muchas veces la historia que encontramos es muy estereotipada: el hombre que es un capo y la mujer que se queda en la casa como una cornuda esperando. Por eso nos resultó muy complejo encontrar historias diferentes para contar”. El camino para elegir el libro adecuado tiene que ver con los gustos de cada una, sus historias y lo que quieren dejar a quienes las escuchan. Por eso, el repertorio más allá de que estaba englobado dentro de lo erótico, tomó diferentes variantes sumamente interesantes para los tiempos que corren. Por ejemplo, Cecilia Avila narró “Dos más uno”, un libro que habla de la necesidad de una persona más en la pareja. Mirta Barone pudo contar sobre el sexo en la tercera edad a traves del cuento  “A pura química”, de Gabriela Acher. Catalina narró “69” de Dina Grijalva, un texto que hablaba del sexo pero que no permitía darse cuenta cual era el género de los protagonistas quedando a libre interpretación. 

 

#HermanaSoltáLaPanza

#HermanaSoltáLaPanza

Una campaña de Mujeres Que No Fueron Tapa para reecontrarse con los cuerpos reales en oposición a los cuerpos-imágenes de las revistas.

 

Desde hace cuatro años Mujeres Que No Fueron Tapa (MQNFT) usa el hashtag #HermanaSoltáLaPanza buscando conversar sobre los cuerpos que no aparecen en las revistas. “Las mujeres no nos vemos”, dice Lala Pasquinelli, activista, artista y creadora de MQNFT, que hoy tiene sus redes colapsadas de imágenes  e historias que les mandan. Pasquinelli aseguró a ANCCOM que “hay algo que se relaja cuando te das cuenta de que no sos una falla del sistema, si no que lo que está fallando es el sistema. Eso es una de las cosas que a mí más me emociona de la campaña, que las mujeres puedan empezar a hacer estos gestos que nos permiten liberarnos y registrar esa pequeña libertad que ganamos y expandirlo a otros territorios de nuestra vida.” 

Las mujeres se encontraron con las altas temperaturas de calor y con la incomodidad que eso genera para aquellas que no se reconocen en los cuerpos de otras y se sienten diferentes. MQNFT desde sus redes sociales las invitó a mostrarse en historias, en posteos y por mensajes privados: “Manden la foto de su panza y la relación que construyeron con ella”. El mensaje era claro pero la tarea era muy difícil para la mayoría. Algunas todavía no se animan, pero hubo otras, más de dos mil, que enviaron su foto y su historia. Muchas se reconocieron en la imagen que veían y más aún con las vivencias que se contaban en primera persona: “No sabía que existían panzas como la mía”. 

La campaña siguió creciendo, se difundió cada vez más, las redes sociales se llenaron de cuerpos totalmente distintos a aquellos que se ven en las publicidades, en las situaciones de consumo que se supone llevan a la felicidad y en los espacios de disfrute. Con el paso de los días llegaron los resultados: “Me compré un top para ir al gimnasio”, “Me fui a comprar unas calzas cortas porque me moría de calor y nunca me había animado. Muchas gracias”, “Me saqué una foto de cuerpo entero alzando a mi hija por primera vez en un cumpleaños y ni siquiera tenía una faja puesta”. Los mensajes llegan a montones, con ellos más visibilidad, mayor conversación y la posibilidad de ganarle un poquito a la opresión del mundo en que vivimos. 

“En el único lugar que podíamos encontrar estos cuerpos era en fotos de antes y después de los tratamientos de estética o para adelgazar. Estos cuerpos siempre aparecen como el antes, como lo errado, lo fallado. Las fotos me dieron mucha alegría en general, pero  las que tenían cara de disfrute de revancha me rompían la cabeza” cuenta Pasquinelli, emocionada por cómo rinde frutos todo el esfuerzo en deconstruir esa idea de que solo algunos cuerpos pueden acceder a los espacios de disfrute. “Lo que queríamos -continúa- era hackear esa hegemonía visual de esos cuerpos tan reducidos, delgados, de pieles blancas. Todo es juventud. La imagen de la felicidad es esa, estos cuerpos van a aparecer en lugares, en los escenarios donde suceden cosas hermosas, en las situaciones de amor y afectividad se ven esos cuerpos”.  

Hace unos años, en una charla TED, Pasquinelli contaba que en algún momento de nuestra vida nos dimos cuenta que no nos parecemos a las mujeres que vemos en las revistas, la televisión y en los diarios. Estas mujeres que estamos acostumbradas a ver no solo se acercan al modelo sino que además están photoshopeadas, porque ni siquiera ellas encajan. Entonces, empezamos a editar nuestro cuerpo y a mutilarlo para que sea lo más parecido a aquello que nos mostraron como lo normal. La artista asegura: “Nos siembra esta vergüenza que nos impide ser, aparecer, mostrar lo que tenemos para mostrar, existir, decir lo que pensamos porque siempre la mirada está puesta en lo que van a decir. Esta vergüenza estructural con la que convivimos las mujeres en relación a nuestro cuerpo nos impide todo esto y además nos quita en términos de disfrute, goce, amor, cariño y de poder recibir afecto. Son consecuencias muy dañinas para nosotras”.

La mayoría de las chicas que mandan su historia cuentan que siempre metieron la panza, desde muy pequeñas, lo que hizo que lo naturalizaran. Las mujeres del entorno cercano suelen ser las que más presión ponen y las que educan en esto, pero Pasquinelli dice que también se hace por imitación y por las imágenes. Sobre las panzas y por qué no otras partes del cuerpo ella asegura: “Ya ni siquiera se nos exige panza chata, si no tener las costillas prominentes y una cavidad…un agujero donde antes estaba el abdomen, el abdomen tiene que estar hundido.” Y agrega sobre el objetivo de la campaña: “Volver a esta idea de que todos los cuerpos son válidos y que esta construcción del ideal de belleza nos violenta y también preguntarnos qué cosas nos roba. Nos saca el tiempo, la voz, la plata, y la posibilidad de ocupar los espacios.”

“Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La responsabilidad de mostrar otros cuerpos también es parte de los fotógrafos. Por eso, ANCCOM decidió unirse a la campaña de #SoltarLaPanza. Mili, una de las modelos, después de las fotos, con mucha dulzura le contó a su fotógrafa: “Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La activista, que sigue luchando desde sus redes para cambiar el mundo, para que todas puedan encontrarse, añadió que “la idea es que podamos conquistar ese territorio de libertad y de goce con nuestro cuerpo sabiendo que es algo que va y viene y que las opresiones son constantes. Los discursos que oprimen nuestros cuerpos son permanentes, entonces un día nos sentimos mejor, otro peor. Es inherente a la condición humana y a vivir en esta sociedad. Pero poder conseguir por primera vez esa libertad para mí tiene una potencia infinita.” 

Equilibrar la cancha

Equilibrar la cancha

Por: Antonella Bellino y Juan Harriague

Fotografía: María Bessone – Telam

Los clubes del fútbol argentino empiezan a avanzar en la inclusión de áreas de género que promueven la presencia de las mujeres en la toma de decisiones y que incorporan los protocolos de prevención y actuación en casos de violencia. ANCCOM habló con tres referentas que explican cómo incorporar políticas con esta perspectiva en un deporte históricamente dominado por el machismo.

 

Hoy en día son muchos  los clubes de fútbol que cuentan con áreas dedicadas exclusivamente a la temática de género. Aunque esta temática parece relativamente nueva, los primeros clubes que la incluyeron, como Gimnasia y Esgrima de La Plata o Rosario Central, lo hicieron ya en 2017. 

¿Pero cómo surge la necesidad de desarrollar estas áreas de género? El avance del movimiento de mujeres a nivel mundial y a nivel local fue muy importante. El colectivo Ni Una Menos, formado en 2015, trajo a la agenda pública una gran cantidad de luchas previas. 

A partir de allí, el feminismo se volvió masivo y atravesó a todos los sectores sociales, abriéndose espacio en lugares a los que nunca antes había llegado, como el fútbol. De esta manera, en los últimos años convergieron las demandas feministas con un montón de mujeres que querían participar de la vida de los clubes. 

Julia Hang es socióloga e investigadora del CONICET. En uno de sus proyectos académicos se propuso indagar sobre lo que hacían las mujeres en los clubes en relación a la política, en especial sobre su papel en cargos de decisión en caso de tenerlo. Y así se acercó al trabajo en el área de género de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Desde 2018, metió la cabeza en la boca del  “Lobo” platense, en donde se organizan jornadas y talleres sobre género y masculinidades. “A mi me interesaba pensar qué es lo que se proponen, qué estrategias llevaban adelante, qué era pensar un club con perspectiva de género, cómo eran recibidas por los dirigentes en el club… Ellas tenían un lugar muy importante, entonces yo ahí me pregunté cómo se articulan estas chicas feministas en un espacio donde todavía persisten un montón de lógicas machistas, discriminaciones con motivos de género y demás”, explica Julia. 

Nadia Mileva Solodkow es abogada y está a cargo de la subcomisión de mujeres de Ferro Carril Oeste. Ella cuenta que hace cuatro años junto a dos compañeras de handball vieron un posteo de su club en relación al día de la madre. “Entonces nos preguntamos si la madre de Ferro ¿es sólo la que alienta desde la tribuna? ¿O es también una jugadora, una persona que vive el club de la misma manera que otra persona? Ahí pensamos que esa comunicación no es la que nos gustaría que el club esté brindando.”, sostiene Nadia. 

Paula Ojeda es abogada, tiene dos máster en Prevención de Violencia de Género y de Igualdad de Género y es la responsable del Departamento de Género de Vélez Sarsfield, además de ser vicepresidenta del Foro Argentino de la Mujer en el Deporte. Presentó su proyecto en marzo de 2018. “Se me ocurrió trabajar la temática dentro de las instituciones. Sabemos que los clubes de fútbol son muy machistas, y en donde los jugadores no pueden hablar de su situación personal o tienen que esconder su identidad de género, las violencias, los acosos. Había un montón de temáticas para trabajar y así se dio el comienzo”, cuenta Paula. 

 

El primer desafío era ser recibidas por los dirigentes de los clubes, que hasta ese momento no se capacitaban en la implementación de políticas con perspectiva de género. No pocos  siguen sin hacerlo. Nadia Mileva Solodkow describe que en Ferro en un primer momento “en la Comisión Directiva se preguntaban «Subcomisión de mujeres, que querrán hacer…» No entendían muy bien. Varias compañeras fueron a una reunión a explicar el proyecto. Y ahí dijeron que sí, no hubo mucha resistencia en ese sentido, en un primer momento no entendían a qué apuntaba, pero no fue tan terrible”. Por su parte, la experiencia de Paula Ojeda en Vélez fue similar, ya que según ella, “el comienzo fue raro, porque los dirigentes no comprendían qué relación podía tener la temática con el fútbol. Hoy es más sencillo hablar de género en el deporte -aclara-, pero en ese momento no entendían”. 

En relación con eso, hoy parece haber más margen para plantear la temática en el fútbol y que tengan un lugar protagónico. Julia Hang reconoce ciertas historias en común en estas áreas, donde se encuentran mujeres que “en su mayoría son muy jóvenes, que les gusta mucho el fútbol, pero que nunca habían encontrado como un espacio colectivo en el cual ir a la cancha o hacer cosas por el club, entonces encuentran también un espacio donde militar su feminismo. Se combinan tres cosas: la militancia feminista, el amor por el club y el deseo de transformarlo desde una perspectiva de género”. 

El derecho a gozar… y a jugar

El fútbol es machista. En eso coinciden las tres entrevistadas. Estas áreas surgen de hinchas y socias feministas, que disfrutan el fútbol, van a la cancha, se sienten identificadas con los colores de su club y que quieren participar de la vida política de sus instituciones. Pero, por sobre todas las cosas, son mujeres que ven necesario aggiornar sus clubes a los tiempos que corren. Son chicas que quieren ver un cambio hacia la igualdad de género de manera transversal porque están hartas de la reproducción de prácticas machistas que las excluyen y están dispuestas a dar la lucha por la necesidad de tener un espacio que las represente.

Como afirma Hang, el feminismo empieza a formarse en torno al fútbol “porque traen cuestiones que tienen que ver con el disfrute, con el goce, con el derecho a jugar, cuestiones que aparecen como un derecho humano, porque los varones tienen derecho a ser con su tiempo libre lo que quieran y las mujeres ni siquiera tienen derecho al tiempo libre”. 

Es importante destacar que las personas que integran la gestión de un club de fútbol no deben percibir ningún sueldo a cambio de ello, por ende para postularse para integrar una comisión directiva, hay que tener un ingreso económico externo. Esto es una de las causas que hace más difícil la participación de mujeres en estos espacios de poder ya que según el Observatorio de Políticas de Género, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de un 30% por el mismo trabajo, además a esto hay que sumarle la distribución desigual de las tareas de cuidado.

 

Hoy en día sólo un 7% de mujeres ocupan un lugar de gestión en los clubes de fútbol. El ejemplo más destacado está en el Club Atlético Banfield, que tiene la primera presidenta mujer, Luciana Barbuto. Aún así, existe la Ley del Deporte 20.655, que en su reforma del año 2016 exige que las listas que se presenten para la elección de la Comisión Directiva en las asociaciones civiles deportivas deben tener entre los candidatos a los cargos titulares a elegir, un mínimo de 20% de mujeres y un mínimo de 20% de personas jóvenes entre 18 y 29 años de edad. 

Las protagonistas afirman que se avanzó mucho en esta cuestión, pero todavía falta mucho por hacer. Paula Ojeda comenta: “Estamos demostrando que las mujeres tenemos la capacidad y también nos estamos capacitando para eso, que muchas veces a los hombres no se les pide esa capacidad para cumplir un rol en una comisión directiva y a las mujeres sí, y luchamos para que no nos pidan esos requisitos”. Definitivamente, la creación de las áreas es una conquista de las mujeres en cada club

 

Un fútbol con sororidad

Una de las políticas que más se ha impulsado tiene que ver con los protocolos en casos de violencia de género o contra niños, niñas y adolescentes. Solodkow explica que en Ferro aprendieron que “además de estar escrito correctamente, el protocolo tiene que servir para el club, se tiene que adaptar a la realidad del club. Nosotras lo que hicimos fue pensar en «referentes responsables». Las denuncias te llegan desde todos lados, tienen que ser personas que sepan lo que es la dinámica del club, que esté comprometida y que esté disponible en cualquier momento. Y cada caso hay que atenderlo con sus particularidades”. 

En ese sentido, Ojeda define al protocolo como “algo primordial” y que su implementación es un instrumento legal que garantiza “tanto a nuestra existencia como al trabajo que vamos a hacer”. En ese sentido, la responsable del área de género en Vélez sostiene que “el rol fundamental de los protocolos es, como vamos a hablar de violencias y discriminaciones, darle un encuadre para determinar, porque no es lo mismo un abuso sexual que un acoso callejero, o un ataque por una red social con un ataque físico. Son completamente distintas, si bien son todas violencias, la mirada tiene que ser distinta. La idea es que el órgano que va a dictar la disciplina tenga una orientación que catalogue las distintas violencias”. 

Es importante recalcar que ambas áreas de los clubes cuentan con un equipo de abogadas y psicólogas, que se ponen a disposición de las víctimas y hacen un seguimiento de cada caso.

 

Otra parte fundamental en el armado de estos espacios es la comunicación y sororidad, entendida esta última según la RAE como la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento, que se da entre los departamentos de género de los clubes, en los cuales hay un apoyo y trabajo en conjunto constante. Por ejemplo, Nadia Solodkow cuenta que cuando armaron el protocolo en Ferro tuvo una reunión con Paula Ojeda, su par de Vélez y afirma que “siempre hay contacto entre los clubes”. Julia Hang destaca a la Coordinadora Sin Fronteras de Futbol Feminista como “un actor central que articula a muchas de estas areas de género”. 

En relación con esto, la investigadora CONICET explica que “hoy se da una relación de sororidad y es algo que también es muy destacado por ellas mismas porque lo que muestran es que en un fútbol argentino que ha sido históricamente atravesado por la violencia entre los clubes, ellas muestras que puede haber otra forma de relacionarse, esta idea de que podemos ser rivales sin ser enemigas”. 

Sin embargo, todavía se siguen produciendo situaciones que ponen en dificultad el avance de estas áreas. En febrero de este año imputaron a dos futbolistas de Vélez, Miguel Brizuela y Thiago Almada, por un caso de abuso sexual. Julia Hang reflexiona sobre esas complejidades: “Los dirigentes muchas veces no quieren hacer nada porque hacer algo implica una pérdida millonaria para el club, las mujeres tensionan porque el club se comprometió a erradicar la violencia en todos los ámbitos del club, y los dirigentes dicen «bueno, es la vida privada». El mecanismo fue ese: armamos un espacio de género, pero vamos viendo qué es lo que hacemos, qué permitimos y qué no”. 

Con respecto a las actividades que hicieron en los clubes, todas coincidieron en algo: fue necesario empezar con capacitaciones con perspectiva de género tomando la Ley Micaela hacia los dirigentes de los clubes, entrenadores, trabajadores e inferiores. A su vez,  se destacan reconocimientos a mujeres que hayan tenido lugar un rol importante en el club pero que hayan sido invisibilizadas, como es el caso de Ferro que para el aniversario 115 de Ferro hicieron un libro “Historias de corazón verde”, mostrando las historias de las mujeres de Ferro a través de cuentos, poemas, que pudieran transmitir su experiencia con el club, o Gimnasia con actividades relacionadas al relanzamiento del fútbol femenino.
Actualmente, en cada espacio participan más de 20 mujeres y ambos están abiertos para las hinchas o socias que deseen participar y aportar sus ideas, ya que no son solo clubes de fútbol, sino clubes sociales con más de 30 actividades. Para Paula Ojeda, los objetivos siguen siendo los mismos: “trabajar para sensibilizar a la dirigencia como a toda la masa societaria. Queremos un club más igualitario, sin discriminación, sin violencias. Que un día no tengamos que existir”. Nadia Solodkow coincide en esa última definición “el área de género se hace para no tener que hablar después de género. Para que las mujeres tengan espacio para poder hablar de todo lo que pasa en el club. Para que las mujeres puedan estar en todas las decisiones. No solo para hablar de violencia de género. El objetivo siempre es ese: que la perspectiva de género salga de las mujeres tomando decisiones.”

Cosa de mujeres

Cosa de mujeres

Por Florencia Vaveluk

Fotografías: Camila Miconi

Valery Salguero es la creadora del grupo de Facebook “Albañilería cosa de mujeres”, que cuenta con casi dieciocho mil miembros y busca derribar los estigmas de la construcción en un sector masculinizado. Su plan es construir muros de solidaridad entre mujeres albañilas y generar oportunidades de empleo.

Es jueves por la tarde y se desata un temporal. En las calles de la localidad de William Morris, la gente se apura para llegar a casa y resguardarse del hostil clima. A pocas cuadras de la estación de tren, el Centro de Formación Profesional Malvinas Argentinas funciona como amparo, no sólo de la adversidad climática. En este centro se lleva a cabo el taller de electricidad doméstica destinado a un grupo especial de once mujeres. Así es cómo, impulsadas más por sus ganas de aprender que por el fuerte viento, comienzan a aparecer las chicas de “Albañilería cosa de mujeres», un grupo de Facebook de casi dieciocho mil personas que se convirtió en una comunidad de saberes y experiencias. Su creadora, Valery Salguero, llega a tiempo para la clase luego de una extensa jornada laboral en la que trabaja como parte de una cuadrilla de mujeres para una empresa constructora. Son las seis de la tarde y el día aún no termina para ella, ni para el resto de las chicas: hay que poner manos a la obra con los cables.

El CFP Malvinas Argentinas brinda talleres gratuitos de capacitación profesional. Al ingresar al aula donde se dicta el taller de electricidad, lo primero que se lee en la pizarra es “conexión de tomacorriente” y varios dibujos sobre cableados. Norberto, quien es el encargado de impartir el curso semanalmente, dialoga con ANCCOM mientras saca cables, pinzas, enfuches y varios tipos de herramientas para que las chicas puedan practicar los distintos tipos de instalaciones. El electricista cuenta que el curso es anual y, al finalizar, se certifican a través del Ministerio de Educación los conocimientos aprendidos sobre electricidad doméstica. El tema de hoy es la toma doble primero, y luego, la realización de una conexión para fotocontrol.

La creadora del grupo de Facebook cuenta cómo aprendió el oficio de albañilería a través de su madre, quien le fue enseñando desde pequeña. Actualmente, Valery tiene tres hijos y vive con su pareja en Hurlingham, en una casa que de a poco va poniendo a punto con sus conocimientos previos, y también con los adquiridos en el último tiempo. A raíz del enorme crecimiento del grupo de Facebook, creado hace tan solo seis meses, fueron llegando propuestas de talleres y capacitaciones. En este caso, fue ella quien reclutó al grupo de las mujeres para el taller: “Las chicas están acá porque hice una convocatoria por el grupo y se anotaron trescientas personas. Las fui llamando por orden. Imaginate que tengo casi dieciocho mil personas y no todas se concentran en Hurlingham, ni en Buenos Aires, ni en Argentina, esto ya pasó los límites porque ni siquiera son solo los países de alrededor, sino que hay gente que está en Estados Unidos, en Venezuela…”

El ambiente dentro del aula es de aprendizaje y risas. Una de las chicas, Giuliana, contó cómo fue armar una instalación en medio de la desconfianza de su marido: “Yo hice la conexión con la toma doble en la pieza de los chicos, porque estaban los cables pero no tenían luz. Entonces pasé los cables, hice la instalación y quedó bien. Mi marido me miraba y me decía, ‘¿Esto es así? ¿Estás segura?’ Y yo le decía andate y dejame sola, y se llevó a mis hijos. Tardé una hora y media pero lo hice bien”. Valery también realizó una instalación en su casa a pesar de la sospecha de su pareja: “Chequee que todo estuviera bien, y él fue con miedo a prender la luz… y prendió. Le dije: ‘¿Viste? no me tenías fe y mirá’”. El resto de las chicas señaló que todavía no lo intentaron, pero no les llevará tiempo hasta que pongan en práctica lo aprendido.

La mayoría de las chicas que asiste al curso tiene una familia que mantener. Algunas de ellas trabajan sólo en el hogar, otras también lo haacen afuera. Algunas van a la universidad. Lamentablemente, las situaciones de violencia de género se entremezclan en las experiencias del grupo. Las historias de vida son distintas, pero hay algo que las une: el deseo de aprender y capacitarse. Y la satisfacción es grande cuando “sucede la magia”, como señala Valery al momento en que los arreglos quedan como fueron planeados. “Siempre estuve metida en estas cosas por una cuestión de necesidad, no me quedaba otra que hacerlo. Pero después de que le empezás a agarrar el gusto, y ves que vas mejorando cada vez, eso te da una satisfacción muy fuerte”.

Unidas y envalentonadas

El último 25 de mayo, Valery estaba en su casa y recurrió a Facebook para ver si había algún grupo que tuviera que ver con las mujeres y la construcción. Su idea principal era consultar con otras chicas sobre el tema. Buscó por toda la red social en sus diversos grupos y solo encontró espacios donde la mayor parte de los miembros eran hombres. Convencida de querer intercambiar con otras mujeres, no se quedó con lo que arrojaron los resultados y empezó a realizar posteos en los habituales grupos de compra-venta, preguntando quién se quería sumar a un grupo sobre albañilería para mujeres. Muchas y muchos se sumaron y así nació el grupo, que comenzó un repentino y rápido crecimiento. Sin embargo, no faltaron las descalificaciones: “Se llama ‘Albañilería cosa de mujeres’ porque un tipo me mandó a lavar los platos, y me dijo ‘la albañilería no es cosa para mujeres, es cosa de hombres’ entonces de ahí saqué el nombre, a modo de burla o de chicanear al que dijo eso”.

«Se llama Albañilería, cosa de mujeres porque un tipo me mandó a lavar los platos y me dijo que estas eran cosas de hombres». 

“Como soy mujer y soy inquieta, me nació la necesidad de hacer este espacio que nos concentre a todas para hacer consultas y preguntas”, cuenta Valery. En dos días, más de 700 personas estaban unidas. Seis meses después, la cifra llega a casi 18 mil. Si bien el grupo estaba destinado a mujeres, muchos hombres también se unieron y se conformó una amplia comunidad donde se solidarizan los conocimientos. Valery ejemplifica con el caso de un hombre que tenía una duda con respecto a la casa: “Todas las chicas del grupo le contestaron con cancha, y yo me sentía tan orgullosa porque todas le dieron su punto de vista y sus consejos y él estaba muy agradecido”.

 

“En el grupo hay mucha gente haciendo cosas de albañilería cuando nunca hicieron nada antes. Eso te da poder, satisfacción. Me encanta leer en el grupo cuando dicen ‘gracias a ustedes me animé e hice tal cosa’ y te ponen la foto, todas la felicitan, todas le dan aliento para que siga haciendo cosas. Y siempre hay una en el medio que dice: ‘Yo también tengo que hacer pero no me animo’; y van todas con esa a apoyarla. Eso es lo lindo, el ánimo que te da, las ganas de hacer cosas”.

En la comunidad también se comparten difusiones, convocatorias y ofrecimientos laborales. Cuando empezó a llegar más gente y el grupo creció más, muchas personas empezaron a preguntarle a Valery si daba cursos sobre albañilería. El problema es que, además de necesitar presencialidad, se necesita un espacio y recursos con los que ella no cuenta. “Ahí es donde estoy trabada, tuve un montón de reuniones y hablé con un montón de gente pero todavía no conseguí”. Valery aspira a conseguir fondos para poder organizar cursos y capacitar gente, con el fin de conformar una cuadrilla solidaria. ¿A quién estaría destinada? Principalmente, para quien necesite ayuda o esté en una situación de vulnerabilidad: violencia de género, chicas que están solas con sus hijos o mujeres mayores que no cuentan con asistencia. Si logra conseguir ayuda del Estado, la idea es ir a hacerle la obra a la persona que lo necesite. Para eso, se necesita formación y recursos. “Estamos tratando de mostrar lo que estamos haciendo para que se vea y poder recibir del municipio materiales para una causa solidaria, siempre va a ser para eso”, dice Valery. Los cursos de formación le permiten sumar herramientas para su trabajo y conseguir un mejor puesto, mientras que a las chicas les permite insertarse en el mercado laboral. También les brinda autonomía al no depender de un tercero, generalmente hombre, para realizar los arreglos e instalaciones en sus hogares. Muchas de estas oportunidades se vieron posibilitadas gracias a “Albañilería cosa de mujeres” y a los lazos de solidaridad tejidos en el grupo. Si bien el número de mujeres sigue siendo bajo en el rubro de la construcción -se calculan alrededor de dos mil puestos en el sector- la visibilización promete generar mayor paridad de género. Para Valery y todo el grupo ya está decidido: la albañilería como cosa de mujeres llegó para quedarse.

El orgullo como respuesta política

El orgullo como respuesta política

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Por: Florencia Slucki

Fotografías: Andrea Bravo y Guido Ieraci

Todos los años desde hace tres décadas la Plaza de Mayo se llena de los colores del arco iris. La Marcha del Orgullo se vive como una celebración y, a la vez, un reclamo del colectivo de la amplia diversidad sexual que lucha por la igualdad de derechos. “Es una fecha más para potenciar un trabajo y un activismo, algo que vive todo el año en nosotras, nosotros y nosotres. Y también tiene que ver con mostrarle a toda una sociedad dónde estamos, cómo estamos. Existimos, exigimos, vivimos”, explica Lucas “Fauno” Gutiérrez, periodista, escritor y activista que se define en redes como “VIH+ y puto”.

En una jornada de clima primaveral cientos de miles de personas y organizaciones se encontraron en el centro porteño. Desde el mediodía se montó la feria de emprendedores, la cual ofreció desde alimentos hasta ropa y accesorios. Mientras, se armaron las carrozas, es decir los camiones de distintas organizaciones decorados con guirnaldas y carteles que desde las 16 se movilizaron hacia el Congreso con música y baile. Desde el escenario principal se leyó el documento de este año y no faltaron los shows de artistas en vivo.

La consigna principal de este año fue “Ley Integral Trans ya”. El proyecto presentado en el Congreso tiene el objetivo de asegurar el ejercicio pleno de los derechos y libertades en condiciones de igualdad a las personas transgénero, travestis y transexuales. Es decir, se busca la integración social de dicho colectivo no sólo en el aspecto laboral sino también en las dimensiones habitacional, sanitaria, educativa y cultural, así como la promoción de la visibilidad del colectivo en estadísticas oficiales.

 

Un grito con historia

En 1992 se realizó la primera movilización. En ese momento se llamaba “Marcha del Orgullo Gay-Lésbico” y buscaba la visibilización de dicho colectivo contra la discriminación. El uso de máscaras para que los manifestantes pudieran ocultar sus rostros es parte de una historia que cambió esos primeros reclamos por un clima festivo y a cara descubierta. Por entonces los y las disidentes corrían el riesgo de ser echados de sus trabajos o expulsados de sus familias si eran reconocidos. 

Aquel primer año asistieron trescientas personas, y para 1995 llegaron a aproximadamente dos mil. Los archivos periodísticos de la cuarta marcha son reveladores. Carlos Jáuregui, fundador de la Comunidad Homosexual Argentina y Gays por los Derechos Civiles e impulsor de la primera manifestación (hoy homenajeado en la Línea H del subte porteño con una estación que lleva su nombre ), decía desde el escenario: “Gays, lesbianas, travestis, transexuales, todos juntos. La convocatoria crece, hay conciencia, hay orgullo y hay dignidad”.

A nivel internacional, el Día del Orgullo es el 28 de junio, en conmemoración a la Revuelta de Stonewall, cuando un grupo de travestis, gays y lesbianas se resistieron a ser detenidas por la policía en un bar neoyorquino en 1969. Sin embargo, en Buenos Aires desde fines de los noventa se realiza la marcha un sábado de noviembre para escapar del frío, que podía hacerle mal a las personas que vivían con VIH. La fecha elegida toma como referencia al aniversario del grupo Nuestro Mundo, considerada la primera asociación para la liberación gay en Latinoamérica, creada en 1967.

Hoy la marcha agrupa a un conjunto heterogéneo de organizaciones con diferencias políticas e ideológicas. Por eso existen distintas convocatorias, como la de la Comisión Organizadora, que llamó a concentrar en Plaza de Mayo, mientras que el frente de Orgullo y Lucha puso como punto de encuentro Diagonal Norte y Florida, a doscientos metros de allí. Por sobre las diferencias, la totalidad de los organismos y personas independientes se movilizaron hacia el Congreso en pos de la igualdad de derechos. 

Los carteles con el interrogante “¿Dónde está Tehuel?” se replicaron a lo largo y a lo ancho de la concentración.

La marcha de Buenos Aires no es la única del país. Con el correr de los años, distintos territorios fueron sumando sus propias manifestaciones. Por ejemplo, Rosario realizó la 15º movilización el pasado sábado 30 de octubre, al igual que el partido de Quilmes. El Barrio Carlos Mugica (ex Villa 31) marchó el viernes 29. Por su parte, la provincia de Chubut este año convoca a la tercera concentración, mientras que Mendoza lleva once años de resistencia. En este sentido, Lucas Fauno marca la necesidad de multiplicar los espacios de activismo en cada lugar. “Imaginate lo importante que es una marcha en una ciudad pequeña, ver que existís, ver que hay gente como vos”, y propone que las distintas instancias tienen que estar “tejiendo redes entre todes”.

Una Ley Integral Trans

El 28 de septiembre se reglamentó la Ley de Cupo Laboral Travesti-Rrans, la cual establece que todas las entidades del sector público nacional deben reservar un mínimo de 1% de sus cargos para personas travestis, transexuales y transgénero. A su vez, esto puede funcionar como un incentivo para que el sector privado también destine un mínimo de vacantes para dicho colectivo. El cupo, junto con la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), son derechos conquistados por la sociedad en el último año y se suman a normativas como la Ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género.

Marcela Romero, fundadora de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) y coordinadora de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (RedLacTrans), explica las diferencias entre la ley aprobada y el proyecto que constituye el lema de este año: “El cupo laboral dejó afuera a más de un 70% de personas trans que quedaron fuera de la inclusión laboral”, y añade: “Se debatió primero el cupo laboral y no la ley integral, que es más abarcativa”.

Según señala  la web de ATTTA: “La Ley tiene como principios generales el respeto de la dignidad inherente y la autonomía personal, incluida la libertad de decidir sobre el propio cuerpo y el propio proyecto de vida, y el principio de igualdad ante la ley y de no discriminación, buscando en particular la igualdad de oportunidades”. Por eso, Romero explica que “Nuestra ley no deja a nadie afuera. Las mujeres trans mayores de 45 años que vivieron la dictadura militar entran a una reparación histórica como la que se hizo en la provincia de Santa Fe porque fueron torturadas, perseguidas, sometidas”.

La consigna de la marcha funciona como un llamado de atención. Según Romero, “Es el lema principal, eso lo va a ver todo el país. Es decirles a los Diputados que estamos listas para dar el debate, que aprueben la Ley Integral Trans. Que puedan entender que es una ley de urgencia y que va a reparar la exclusión social en la cual vive la población trans desde la niñez, adolescencia y las adultas mayores”. Por último, aclara que “estos son logros de la sociedad civil. No es que se levantó el Estado y dijo ‘hoy voy a dar una ley’. Hay una población, hay activistas empoderadas, informadas, capacitadas, deconstruidas. Tenemos una mirada transfeminista”.

 

Celebrar es exigir

Este sábado, en cada rincón, se veían escenas de reencuentro, besos entre parejas, también familias con chicos y chicas. “Estoy emocionada, no tengo palabras para lo que se siente”, dice Lucía, de 26 años, y afirma que “es algo que se lleva con orgullo”. La joven vino en grupo y cuenta que asiste siempre “por la igualdad de todos los derechos”. En cambio, José, de 40 años, explicó que ésta fue su primera movilización porque lo invitaron sus compañeros del club de básquet inclusivo donde juega. “Vine para acompañar. La marcha es una forma de manifestarse y expresar lo que uno siente, que es la libertad de todo el colectivo”. 

Por su parte, Valentina, ingeniera civil trans de 56 años, sostenía un cartel en reclamo por la Ley Integral Trans y dijo que “gracias a la visibilidad muchas chicas de mi colectivo tienen trabajo y también tenemos la Ley de Identidad de Género que es algo increíble, impensado”. Al anochecer se iluminó el Congreso multicolor, las carrozas se detuvieron y el baile siguió.

A pesar de la ampliación de derechos que los colectivos supieron conseguir, la lucha por la visibilidad e igualdad continúa. “En general, las leyes dialogan con necesidades que teníamos hace cientos de años”. Entonces cada ley sancionada marca el nuevo inicio de una etapa. No el fin ni el saldo”, dice Lucas Fauno. “Es una nueva herramienta para seguir activando”. Algunas de las subconsignas de este año son “Nueva Ley Antidiscriminatoria” y “Ley de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, ITS y Tuberculosis”. Las leyes nacionales vigentes datan de 1988 y 1990, respectivamente. 

La movilización, entonces, es un hito fundamental para visibilizar la presencia de las disidencias y seguir reclamando la igualdad en las condiciones de vida. Romero reflexiona: “En Argentina las marchas son muy políticas, es muy diferente a otros lugares. Hay organizaciones como la nuestra, que tiene 28 años de lucha y resistencia, en donde reafirmamos nuestro lema, reclamamos, exigimos, en donde todavía falta, en donde nadie puede quedar atrás, donde es necesario que se voten leyes de máximas y no de mínimas”.

Sin ir más lejos, los carteles con el interrogante “¿Dónde está Tehuel?” se replicaron a lo largo y a lo ancho de la concentración, en referencia a la desaparición de Tehuel de la Torre, varón trans de 22 años que fue visto por última vez el 11 de marzo en San Vicente cuando salió a buscar trabajo y no regresó a su casa. Los hombres detenidos por la causa, Alberto Ramos y Oscar Alfredo Montes, se niegan a declarar. La esperanza de vida de las personas trans es de un promedio de 35 a 40 años. 

Para Lucas Fauno, “la celebración no es algo banal. Si sonreímos, si marchamos y si estamos es porque no nos han matado. Ni fisiológica ni identitariamente. Que nos maten identitariamente significa que yo puedo estar ‘vivo’; respirando, cumpliendo todas mis funciones, pero imaginate si yo no soy quien soy. Si yo no puedo contar lo puto que soy, lo bichoso que soy, entonces, ¿cómo existo?”

Como dice la famosa frase de Carlos Jáuregui, “en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. Su legado no pierde vigencia: una vez al año, la Avenida de Mayo se ofrece para que toda una comunidad que se haga presente y se sienta cómoda entre plumas, brillos y arneses. La marcha implica la posibilidad de poder ser libre, que es, en definitiva, la posibilidad de ser.