Caídos del mapa

Caídos del mapa

Una investigación de ACIJ y el Observatorio Villero La Poderosa da cuenta que el 73% de los hogares de barrios populares no accede a servicios públicos básicos como agua y electricidad. Hacinamiento y contaminación, entre otros problemas.

Merendero Tacitas Poderosas en el barrio San Blas, vecino a la Villa 21-24 en la zona sur de la ciudad.

La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), en colaboración con el Observatorio Villero de La Poderosa, reveló los datos de su último informe realizado sobre las deficientes y precarias condiciones habitacionales de nueve barrios populares, ubicados en seis provincias de nuestro país. El objetivo de los investigadores fue visibilizar la urgencia estructural que los vecinos viven, contrastando esos hallazgos con los datos oficiales, y utilizar la información para intervenir en los barrios a través de políticas públicas. La investigación contó con la asistencia técnica del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, para elaborar diferentes herramientas de medición, y la participación de la Fundación Temas.

Los nueve barrios relevados fueron Villa 21-24 Zavaleta y Barrio Mugica por la Ciudad de Buenos Aires; Isla Maciel, Los Álamos II, en Quilmes, y Las Dalias, en Mar del Plata, Complejo Yapeyú, en Córdoba capital; Mendoza al Sur, en Corrientes; Virgen Desatanudos, en La Rioja; y Mirador de Ushuaia, ubicado en Tierra del Fuego. En total, la muestra alcanzó a 1.485 hogares y a 5.025 personas.

Desconectados

Los principales hallazgos demuestran que el acceso a los servicios públicos como luz y agua, está en una situación crítica: el 73% de las viviendas presenta condiciones precarias, con problemas de conexión, calidad o cantidad. Un 11% directamente no cuenta con ningún tipo de acceso a uno o más de los servicios. Es decir que existe un 83% de los recintos familiares que no cuenta con acceso adecuado. Por ejemplo, la mitad de los hogares relevados se conecta al agua de manera informal, esto significa que, si bien existe un acceso al recurso, no hay calidad en el suministro.

Catalina Marino, encargada de la revisión del estudio y coordinadora del Programa de Derecho a la Ciudad en ACIJ, explicó: “El hecho de que no existan conexiones formales implica que AYSA, que debería proveer el agua a toda la población, no pueda garantizar que el agua que sale de sus plantas llegue al barrio de manera segura, porque la conexión a través de la que arriba a la vivienda estuvo intervenida. Por lo tanto, no se puede garantizar ni la cantidad, ni que sea apta para el consumo humano”. Esto recarga a las familias con el costo de compra de agua embotellada para el día a día.

La muestra arrojó que el 64% de las viviendas presentan un riesgo alto y moderado en sus conexiones eléctricas, exponiendo a la población a posibles incendios, pérdida de electrodomésticos o incluso la muerte.

“A veces, las estadísticas y datos oficiales que miden el acceso a servicios públicos generales en el país dan porcentajes muy altos. Se afirma que el 90% de la población accede al recurso, pero el problema es que cuando lo medimos en los barrios populares, la forma en la que está construido el indicador no funciona de la misma manera. Porque quizás hay agua, pero no las 24 horas, o no es suficiente, o no en la calidad que deberías tenerla”, declaró Marino. Por ese motivo, el Instituto Gino Germani colaboró en la creación de herramientas para medir las condiciones específicas de los barrios populares.

Lo mismo sucede con el acceso al servicio eléctrico: el 63% de los hogares presenta conexiones eléctricas irregulares. Esto no solo demuestra un alto grado de informalidad, sino también de precariedad y riesgo.

Para medir esto último, los investigadores revisaron los componentes de las instalaciones domiciliarias y la existencia de dispositivos de protección de circuitos. La muestra arrojó que el 64% de las viviendas presentan un riesgo alto y moderado, exponiendo a la población a posibles incendios, pérdida de electrodomésticos o incluso la muerte.

El barrio de Los Álamos es el que mayor porcentaje de riesgo eléctrico presenta (82%), seguido de la Villa 21-24-Zavaleta con un 78%. Estos datos vuelven a confirmar lo que ACIJ viene denunciando hace más de una década: “Tenemos una causa hace 15 años en la 21-24 por el peligro eléctrico al que se ve sometida la población, por las fallas de las conexiones que tienen que ver no solo con la conexión informal de las viviendas, sino por la falta de provisión del servicio al barrio en cantidades suficientes. Es un juicio que ganamos y que está en proceso de una muy lenta ejecución. Si bien hay un reconocimiento de la responsabilidad estatal sobre este problema, no se ha solucionado hasta ahora”, reveló Marino.

Falta asfalto y falta tiempo

El hacinamiento es otro indicador alarmante, puesto que el 50,2% de las viviendas, presenta entre dos y tres personas por cuarto, mientras que el 10,7% muestra un nivel más crítico de más de tres personas por habitación. El informe afirma que estas cifras son notablemente más elevadas y en ocasiones duplican los últimos promedios nacionales del INDEC, que afirman un 20% de hacinamiento, y 5% de hacinamiento crítico. Esto teniendo en cuenta que son mas de cinco millones las personas que habitan alrededor de 6.000 barrios populares en todo el país.

Otra gran problemática estructural reside en la falta de planificación urbana de los barrios. Solo un 27% de los domicilios se encuentra en calles asfaltadas, mientras que el 46% está situado en calles de tierra, como también existen barrios en los que predominan los pasillos o calles mejoradas. La ausencia de calles, asfalto y alumbrado público son obstáculos para el desenvolvimiento en la vida cotidiana. Este también es el caso del transporte en las zonas estudiadas: el 30% de las personas declaró tardar más de una hora en llegar a su lugar de trabajo, y un 10% demora más de dos horas.

Diego Mora, autor de la investigación por parte de La Poderosa y vecino de la Villa 21-24, explicó que esto refleja otra dimensión de la pobreza: la falta de tiempo que los habitantes del territorio poseen para dedicarse a otras actividades que no sean laborales. “El tiempo que la gente demora en llegar es muy claro. El caso de Los Álamos, da cuenta de que esa integración urbana no existe. Del barrio, en remís, a la parada de colectivo, y del colectivo al centro de La Matanza, para tomar otro transporte que permita llegar a la Capital; son dos horas para llegar a cualquier parte, es inescapable”, describió.

Si bien el traslado en general a centros de salud mejora en el total del estudio con un 75% que demora menos de una hora, en Los Álamos esta situación sigue siendo especialmente difícil, ya que el 70% en este barrio viaja más de sesenta minutos. La relevancia de estos datos se sostiene ya que solo el 18% del total relevado posee cobertura sanitaria, y el 13% de los hogares reportó incluir al menos una persona con discapacidad.

La basura como compañía

El reporte también incluyó datos sumamente interesantes en cuanto al enfoque socioambiental, destacando que el 90% de las residencias enfrenta un alto riesgo ambiental, ya sea por cercanía a fuentes de contaminación como arroyos, riachuelos y basurales, o presencia de plagas y acumulación de basura en los alrededores de la casa. La muestra es contundente: 49% está cerca de agua contaminada y 29% junto a basurales. A pesar de las falencias estructurales de los barrios, aquellos problemas son percibidos como uno de los problemas más importantes por el 30% de los vecinos encuestados.

En medio de procesos de desfinanciación de políticas clave para mejorar estos barrios, los investigadores consideran urgente la producción de información precisa que describa la forma en la que los sectores más vulnerables se ven afectados. “La intervención del Estado es necesaria, estos barrios no pueden transformarse a fuerza de inversión individual porque están en una situación de pobreza estructural”, afirmó Mora. “La información es necesaria para evaluar qué tipo de intervención tiene sentido, porque da resultados y cambia la vida de las personas”, dijo, y concluye: “Hacemos esto para disputar la agenda pública y concluir en políticas públicas que cambien las condiciones para vivir dignamente. No lo hacemos por otros, lo hacemos porque son nuestras vidas, nuestros barrios”.

Cuando el Estado se convierte en grower

Cuando el Estado se convierte en grower

Mientras en distintos puntos del país el Estado se asocia a proyectos vinculados con el cultivo de marihuana, todavía se puede ir preso por consumir. Aquellos que prefieren no levantar la perdiz y la experiencia de Matria Cannábica.

La ley 27.350 del año 2017 se creó para reglamentar el uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados en nuestro territorio nacional. En mayo del 2022 el Congreso dictaminó la Ley 27.669, la cual ofrecía un marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial. Finalmente, el Decreto número 30 del año 2023 se dictó para aprobar totalmente la reglamentación de la Ley Cáñamo. De esta manera quedó establecido que: “Los cultivos autorizados dentro del marco regulatorio de la Ley N° 27.350 y de la Ley N° 27.669 no se considerarán estupefacientes a los fines de la Ley N° 23.737, sus modificatorias y su correspondiente Decreto Reglamentario”. Siendo esto así, se posibilitó a diferentes organizaciones y entes estatales que desarrollaran el cultivo de cáñamo y de cannabis para sus diferentes usos. Todo dentro de Argentina.

El Estado se da a sí mismo la posibilidad de ser un cultivador de la planta de cannabis en sus múltiples expresiones. Puede hacerlo, ya que, como institución y como autoridad creó un marco jurídico que lo avala.

Según un informe del año 2021 elaborado por la Cámara Argentina del Cannabis, ArgenCann. En nuestro país los estados que detentan el cultivo son: en la provincia de Jujuy hay un solo productor con 7,78 hectáreas. Le sigue Salta con 3,5 hectáreas entre dos productores y Buenos Aires con 2,47 hectáreas entre 20 productores. Luego hay algunas provincias con algún porcentaje de tierra dedicada a estos tipos de cultivos, bajo la propiedad de dos personas jurídicas: Chubut con 1,22 hectáreas; San Juan con 1,2 hectáreas; Córdoba con 2 y Entre Ríos con 1,06 hectáreas. Finalmente, Corrientes con 0,72 hectáreas y Mendoza con 0,2 con un productor respectivamente.

Nueve de las veinticuatro jurisdicciones que componen nuestro territorio nacional cultivan marihuana. Es un dato significativo que más de un tercio de las provincias argentinas cultiven cannabis en alguna de sus facetas. Estos productores eran regulados fundamentalmente por la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y el Cannabis, Ariccame, que cuidaba el marco legal de toda la cadena productiva y comercialización nacional y/o la exportación de la planta de cannabis, semillas y derivados con fines de uso en favor de la salud y cáñamo industrial. Pero hace pocos días este organismo fue disuelto por el gobierno de Javier Milei.

Aquí entramos en una contradicción, ya que por un lado tenemos a un treinta por ciento de las provincias argentinas con algún tipo de cultivo de cannabis y, por otro lado, tenemos a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que pregona por donde vaya que la marihuana es droga, es mala y que hay que quemarla. Recientemente la funcionaria estuvo en el Seminario Nacional de Lucha contra el Narcotráfico y Control de Precursores Químicos – Región Norte. Allí declaró que: Tenemos un crecimiento de incautación del cien por ciento en cocaína y de un ochenta por ciento en marihuana. He aquí la contradicción, se postula un Estado punitivista que persigue a las personas que posean o que cultivan marihuana, pero por otro hay múltiples expresiones del Estado Argentino como cultivador. Entonces según la concepción de Bullrich, el Estado Argentino ¿Es un narco-estado?

A raíz de todo esto, se forma un gris teñido por la incertidumbre. Entran en contradicción las leyes nacionales y en última instancia cada situación particular que pueda atravesar un usuario, un cultivador o un simple mortal que tenga marihuana en su poder, queda circunscrita a la voluntad de los magistrados de turno. En esta gran confusión empecé a navegar cuando tuve que buscar expresiones de cultivo estatal. En algunos casos me choqué con la desconfianza de los responsables de ciertos cultivos. En otros casos me dijeron sí para las cámaras y luego, en la práctica, en las potenciales visitas a los espacios de cultivo salían a la luz un repertorio de negativas de las más variadas.

El que busca encuentra

La primera persona con la que me contacté fue Darío Andrinolo, un investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Conicet. A cargo de uno de los cultivos experimentales, dedicados a la investigación, en la Universidad Nacional de La Plata, más conocida como UNLP. Me presenté escribiéndole por WhastApp:

— Hola Darío, buenos días. Mi nombre es Nicolás López, soy de la Carrera de Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Estoy haciendo un trabajo sobre cultivo de cannabis, tengo entendido que en la UNLP hay un cultivo experimental. Quisiera visitar alguno de estos cultivos. ¿Vos sabes si lo puedo hacer?

— Hola, nosotros tenemos el primer cultivo para investigación de Latinoamérica y laprimera variedad registrada en el Instituto Nacional de Semillas, INASE. Podés ver la sala de cultivo, pero no sé cuál sería el objetivo, ya que, lo único que vas a ver son algunas plantas en macetas.

— Gracias por la respuesta. No importa. Con ver el espacio de cultivo me alcanza e idealmente hablar con alguien que las cuide. Tengo entendido que también hay otro cultivo con tutela del Estado en Lamadrid, pero me queda muy lejos para visitarlo.

— Hay cultivos por todas partes, me parece que estas insuficientemente informado — dijo reacio y con tono prejuicioso. Y siguió:

— Hay cultivos en Mar del Plata, asociados al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el INTA. En San Pedro, en Lamadrid. A diferencia de ellos nosotros somos de investigación, no de producción. Acá se usan como base a tesis doctorales y colaboraciones científicas.

— Me sirve igual visitar su espacio en UNLP. Mi tutor me pidió que visite un espacio

de cultivo regenteado por el estado, no importa el fin.

— Decile a tu tutor que no te haga perder el tiempo, no hay mucho que ver. Lo siento.

— Lo poco que sea me sirve, y hablar con alguien de ahí sería ideal. Por favor te pido, necesito cerrar mi trabajo— insistí, apelando a la solidaridad de Darío.

— Mirá si querés pasame tres preguntas y te las respondo.

Me lamenté ante la negativa. Le mandé un breve cuestionario de manera virtual, y obtuve algunas respuestas escuetas y fundamentalmente críticas a las preguntas que no vienen al caso. Por suerte Darío es investigador y no diplomático. Lo más provechoso que obtuve de ese intercambio fue saber que en San Pedro había un cultivo bajo tutela del Estado.

Después de deambular por internet unas horas, encontré el mail correcto para contactarme con la gente de San Pedro. Tras un intercambio de correos, me pusieron en contacto con Clarisa Marcozzi, investigadora del INTA, Doctora en Ciencias Biológicas con Diplomatura en Estudios Avanzados en Endocannabinología, Cannabis y Cannabinoides. Hicimos una videollamada para conocernos, ya que, en este rubro la desconfianza está a la orden del día. En esa comunicación le conté mi proyecto. Pude hacerle varias preguntas que enriquecieron mi saber sobre el tema, y logré pactar una visita a los campos de cultivo de San Pedro, gestionado en conjunto por el el INTA y la municipalidad de San Pedro, trabajando en conjunto con una empresa privada dedicada al estudio del cannabis llamada LCA.

Cuatro días antes de que llegue la jornada pactada para la visita llegó un mensaje de WhatsApp de Clarisa:

— Hola Nicolás, lamentablemente recién me avisaron que no va a poder ser la visita.

Los socios de la empresa LCA lo estuvieron conversando y consideran que esta fecha no es buena para recibirte. Tal vez se pueda más adelante.

— “Naaaa” — contesté decepcionado, y agregué — Solo es visitar el cultivo, si tiene pocas o muchas plantas no importa. Ya con ver el predio me es de gran ayuda.

— Lo vamos a seguir conversando, pero por el momento esa es la respuesta que te

puedo dar, disculpas.

— Me pasó lo mismo en la UNLP, no sé por qué hay tanta desconfianza. Te

agradezco la buena onda y la buena predisposición.

— No lo sé tampoco yo. Te mantengo al tanto de cualquier novedad.

— Dale, gracias.

No me quedó más alternativa que seguir buscando. Y, a través del Proyecto de Atención en Fiestas, PAF, una agrupación dependiente de la Asociación Civil Intercambios, que pregona la lógica de la reducción de daños en cuanto al consumo y uso de sustancias psicoactivas. Conseguí el contacto de un graduado de la Facultad de Agronomía de la UBA, el cual trabajaba justamente en dicha facultad con campos de cultivo de cannabis.

Me comuniqué vía WhatsApp con Santiago, él ya sabía que le iba a escribir ya que un colega de la agrupación PAF le había avisado.

— ¿Hola Santiago todo bien? Mi nombre es Nicolás López. Yo también participo en PAF, me pasó tu número Juan Martín. Soy estudiante de Comunicación de la UBA, y estoy haciendo mi tesina sobre cultivo de cannabis por parte del Estado. Tengo entendido que vos estás en el tema. Yo para el último texto que me queda tengo que escribir sobre cultivos intervenidos o tutelados por el Estado.

— Qué hacés Nicolás. Sí, me avisó Juan que me podías escribir. ¿Cómo te puedo

ayudar?

— Mirá mi tesina se compone de crónicas, por lo que, para esta última crónica necesitaría visitar alguno de esos espacios de cultivo. Y cronicar eso, ese recorrido.

— Yo participo en el grupo de investigación de cannabis, hay mucho movimiento en

esta época. Dejame que consulto ahí con el grupo si podés venir un día y la hacemos.

— Bueno cuando vos digas yo voy, no tengo problema.

Pasaron los días y la confirmación de la visita no llegaba. Así que volví a escribirle a Santiago.

— Hola Santiago ¿Todo bien? ¿Hubo alguna novedad? ¿Se podrá gestionar ver los cultivos? Si querés te mando el anteproyecto de tesina. Certificado de materias aproabas y alumno regular. Por si necesitan algo más institucional.

— Hola, qué hacés Nicolás. ¿Mañana a la tarde estás libre? — Si, puedo mañana y tarde.

No hubo más respuesta. Insistí al otro día, “Hola Santiago, ¿Puedo ir hoy al final?” El repertorio de excusas parecía no tener fin: Dejame que pregunto, Hoy no se puede porque hay juntada de fin”, “Quizás se pueda el sábado, te aviso”. Finalmente, la visita a los campos experimentales de cultivo de la Facultad de Agronomía no se concretó.

Otra vez el tono grisáceo de la incertidumbre teñía el proyecto de investigación. En un principio siempre parecía que sí, que no había problema. Pero a la hora de llevar a la práctica la visita que desde el discurso todos decían “Sí” pero nunca se concretaba. No me quedó más alternativa que seguir buscando opciones, al ser un tema de agenda nacional, muchas personas están implicadas. Gracias al famoso boca en boca, logré conseguir el contacto de Mariana Ríos, Odontóloga de UNLP con posgrado en endocannabinología y terapéutica cannábica. Ríos es referente del proyecto Familias Cultivando. El primer contacto fue telefónico y allí pactamos una entrevista, ella prefirió que sea en el plano virtual, por lo que, propusimos un meet.

Matria Cannábica es una ONG que cultiva en el municipio de San Martín en el conurbano Bonaerense.

La charla fue muy enriquecedora. A partir de ella pude recabar información importante. Busqué ahondar en el tema de los cultivos patrocinados por el Estado y Ríos me contó en qué consistía su proyecto: “Familias Cultivando es una asociación civil que se dedica a la enseñanza del cultivo y a la elaboración de distintos tipos de preparados a partir del cannabis medicinal. En 2017 nos formamos y en 2020 salió la ONG. La legalidad que nos da el Estado es a través del Reprocann, esta ley que dice que nosotros como organización no gubernamental podemos cultivar para ciento cincuenta pacientes nueve plantas. Todavía no nos aprobaron ni los predios de cultivo ni los pacientes, que nos daría la legalidad. Si yo cultivo para ciento cincuenta pacientes, esos pacientes tienen que estar registrados. Y la realidad es que tenemos 100 pacientes en espera, entonces nos sumergen en la ilegalidad”. No me dejó ni acotar algún comentario, y agregó un tanto ofuscada con un tono decepcionado: “El que tiene plata hace lo que quiere como Cannava, la empresa que está en Jujuy, que hace cinco meses salieron públicamente a contar que iban a exportar kilos de marihuana. En ese momento un paciente mío estaba preso, y ni siquiera era narco-menudeo. Se demoraron cuatro meses en verificar los mensajes de celular porque era pobre, tenía un abogado de pobres y ausentes, y cuando hicieron las pericias en el teléfono, saltó que no vendía, que usaba marihuana de manera medicinal, como lo decía el permiso de Reprocann que tenía él. Recién ahí lo absolvieron, pero mientras tanto estuvo cuatro meses detenido. La realidad es que hoy el Estado no te deja cultivar, hay una demora de más de un año en el Reprocann”.

La pasión y el compromiso con los que hablaba esa mujer de anteojos, labios rosácesos y ojos marrones podían palparse incluso a través de la pantalla. En consonancia con lo que veníamos charlando, agregó: “Los laboratorios, los gobiernos y los narcos son el peor enemigo del cannabis medicinal y el autocultivo. A nadie le conviene esto, salvo a los pacientes, poder tener un árbol en el patio de nuestra casa que nos sirva, que nos hace dejar de consumir otros medicamentos, que nos de autonomía, que nos mejore la economía, la salud. Nosotros somos una amenaza para esa gente y lo fue siempre por eso lo prohibieron en 1961. Lo que decía la Organización Mundial de la Salud en aquel año era que el cannabis era una droga peligrosa que mataba neuronas, hoy sabemos que es regenerador neuronal y neuroprotector. No se puede tapar el sol con las manos, tarde o temprano la verdad va a salir”. Después de un silencio profundo, como quien prepara su remate, es decir, su certeza, su convicción, Ríos finalmente dijo: “Pensaron en enterrarnos y se olvidaron que éramos semilla”.

Jonatan Castello y Mijail Reyna de Matria Cannabica.

Tanto va el cántaro a la fuente…

Gracias a la buena y enriquecedora charla que tuve con Mariana Ríos, que es una voz más que autorizada en el tema, pude por fin dar con el espacio de cultivo tutelado por el Estado que estaba buscando. Ríos me hizo el contacto con la gente de Matria Cannábica, una ONG que cultiva en el municipio de San Martín en el conurbano Bonaerense, y por fin, después de tantos “No” pude concretar la visita al espacio de cultivo.

Llegué a la hora pactada a San Martín, tierra de hinchas de Chacharita, calles con pozos y casas bajas. Le mandé un WhatsApp a Jonatan Castello, alias “John” la persona con la que había hablado, y referente del proyecto para avisarle que había llegado. Esperé un poco en la dirección indicada, frente a una puerta de chapa negra, hasta que un hombre la abrió para salir. Justo en ese momento una voz de una persona que no se veía me gritó “pasá”. El hombre que abrió se fue hacia la calle y yo entré. Subí tres pisos por una escalera a oscuras, esquivé algunos escombros, acaricié un perro marrón que estaba en el descanso de la escalera y por fin llegué a la cima. Allá arriba y a pleno sol estaba la terraza de los chicos de Matria, con un montón de plantas en macetas gigantes y rectangulares de cemento.

— Vení, pasá. Nosotros recién llegamos también. Así que, si querés bancanos un toque que regamos las plantas y le damos rosca a la entrevista — Dijo John.

— Hola, gracias — dije, y agregué: -Dale, si quieren igual ya vamos hablando y les doy una mano con la regada.

— Dale — contestaron al unísono John y Mijail Reyna otro de los chicos que estaba allí, que más tarde me enteraría que es el vicepresidente del proyecto Matria Cannábica.

Mientras nos presentábamos y yo les contaba de dónde venía y en qué consistía mi proyecto, íbamos regando. A la par de esa tarea también comenzó a girar un porro, que fuimos fumando entre los tres. John, un hombre corpulento de tez morena con sus bigotes y su pelo negro para el costado tenía mucho mejor ritmo de regada que yo. De todas maneras la tarea era encabezada por Mijail, rapado, con aros expansores en ambas orejas y de largos brazos flacos no paraba de cargar baldes y echárselos a las macetas.

Justo cuando John le daba el último beso que terminaba la tuca, Mijail echaba el último balde de agua. Todo parecía estar amablemente sincronizado.

— Vení, vamos a charlar más tranquilos a la pieza de allá que estamos más cómodos— dijo John.

— Dale. Che, como para arrancar ¿Cómo empezó Matria? — pregunté.

— Surge en primera instancia como una ONG que acompaña al colectivo de la diversidad LGBTIQ+, de San Martín. Integramos la mesa de diversidad hace años, y desde ahí, desde una comunidad diversa, surgió la necesidad, a través del Repro, de acompañar a estas personas con el programa de cannabis, de forma gratuita. Eran personas que no tenían acceso a pagar un médico, y necesitaban estar tranquilos, y cultivar en sus casas. Así que desde diversidad y con el consejo consultivo municipal, les hicimos como esta ayuda, este primer contacto con la legalidad en el mundo cannábico. A partir de ahí fue una propuesta muy innovadora, no estaba pasando eso en ningún otro punto del país, empezamos con algo muy chiquitito y se hizo en muy poco tiempo algo enorme, nos invitaban a la expo cannábica, a dar charlas, etc. Todo por esta articulación entre ONG, Estado municipal y salud pública. Encima ahora también tenemos dispensario fitoterapéutico y farmacia viva, somos los primeros en todo el país — contó John.

— Los usuarios, yo le digo usuarios porque quizás no hay patología. No clientes, no pacientes, usuarios es la palabra. Tanto usuarios como los profesionales de la salud necesitaban una bajada de data de nuestra parte, digamos, como organización social, para la gente que quizás no está adentro de los órganos estatales, o para la gente que no está informada — agregó Mijail.

 

— Esa primera articulación que hicimos con Matria fue para que esas personas vulnerables estuvieran tranquilas con sus cultivos. De repente se empezó a hacer muy amplio, y hoy en día después de años cualquier persona que se acerque a los Centros de Atención Primaria de Salud, a un CAPS, puede acceder. Al principio tenía que ser de la diversidad y vivir acá en San Martín, la muni nos fue dando esa libertad de a poco. Para ir probando, porque es lógico, tenían miedo, no se podían largar masivamente de una, puede ser muy alto el costo. A mí ya me conocían desde la muni por la militancia de la diversidad, entonces cuando empecé de lleno con la militancia cannábica fue más fácil, y como soy enfermero y me conocían me invitaron a conformar el consejo consultivo cannábico. Y ahí compartimos con Mariana, de Familias Cultivando, estamos nosotros como Matria Cannábica, está la secretaria de salud, legales y técnica de la municipalidad de San Martín, está el INTA y también la universidad de San Martín. También tenemos aval de la facultad de Bioquímica de la UBA, que allí nos hacen los análisis de nuestros productos, están cromatografiados nuestros aceites. La pata universitaria fue clave para poder ir accediendo a lo que fuimos haciendo. Había mucha ignorancia, sobre todo en la comunidad médica — siguió diciendo John.

— ¿En qué te sirve que te tutele o que te ayude el municipio? — pregunté.

— En primera instancia cuando nosotros empezamos a funcionar, lo hicimos sin ningún tipo de papel legal que te exigía el Reprocann, para vos plantar. No teníamos espacio, no teníamos papeles, nada. O sea que, si ahí nos agarraba la policía, la única que tenía era decir llamen al intendente, e intentar chapear con eso. Ahí ya funcionaba Reprocann pero nosotros no teníamos los papeles. Entonces la tutela de la muni, nos servía para funcionar como consejo consultivo en San Martín que no necesita ningún otro papel porque nosotros tenemos una ordenanza en San Martín que es independiente del Reprocann y nos resguardábamos con eso. Nuestra terraza, pase lo que pase, está habilitada y estamos cubiertos — explicó John.

«Tenemos dispensario fitoterapéutico y farmacia viva, somos los primeros en todo el país» afirmó John.

 

La charla caminaba a paso rápido y curioso como los de un niño intrépido de tres años. Mientras compartíamos un como mate, dije:

— Me llama la atención cómo todo esto tiene una pata estatal fuerte, por ejemplo, a ustedes los avala la UBA, una de las instituciones más prestigiosas del país. Pero por otro lado hay cierto gris que te puede hacer comer un martes trece. ¿Cómo es esa convivencia?

— Difícil. Antes de tener este espacio traíamos el aceite de Córdoba. Y una vez nos pasó que nos quitaron bastantes gramos volviendo para acá. Nos comimos cuatro horas en una fiscalía. Yo saqué mi compu y empecé a mostrarles todo, los convenios con la muni, con la Universidad de San Martín, con la UBA, todo. Como en el Repro no está habilitada tu inscripción como ONG, tenés nada para demostrar. Es este gris que vos decís — vociferó John, y agregó:

— El tema de transporte, es jodido. No existe nadie que regule cuánto se puede transportar. En fin, estás a la buena de Dios que te paren o no te paren. Y si te paran, ver del otro lado con qué te encontrás. Si hay un mamarracho o una persona que respeta los derechos. Quedas muy a la merced de ese fiscal, de ese juez, de esa policía que te diga: “Bueno, mira, a mí me importa un choto que regales aceitito. Acá tenés droga”.

— Claro, no hay legislación clara — dije. Acto seguido pregunté: ¿Cómo ves la situación actual en general en cuanto a todo esto?

— Y…se siguen llevando gente presa por tener tres plantas, por tener un porro. Pero bueno, como pasó con la Ley de Identidad de Género, siempre antes de que algo sea ley hay una demanda social que puja y puja y puja y puja y que de repente se manifiesta en una ley — cerró John.

Se agotó el tercer termo y con esa última gota que se vertía sobre el mate, se agotaba también la charla en aquella tarde en el municipio de San Martín. Nos despedimos afectuosamente con besos y abrazos como si fuésemos amigos de toda la vida, hasta nos sacamos una foto en la terraza junto a las plantas para recordar el momento. “Chau muchas gracias” dije antes de adentrarme por la puertita que me mandaba a bajar tres pisos por las escaleras llenas de escombros con el perro en el descanso del segundo piso.

Después de todo lo recorrido, de todas las charlas, de todas las personas que conocí. Pude concluir, y no hace falta ser un visionario para darse cuenta, que hoy por hoy en nuestro país la cuestión cannábica y sus asuntos adyacentes se encuentran indefinidos, y todo el tejido legal se ve atravesado por una inestabilidad profunda, por la imprecisión y las indefiniciones. Que el consumidor tanto medicinal como recreativo es quien se ve más afectado, y que como suele ocurrir en nuestras sociedades los que cuentan con mayores recursos y mejores posibilidades de lobby o de llegada al Estado son quienes terminan ejecutando sus conveniencias. En el plano cannábico esto se traduce a que la incertidumbre que reina no te asegura que no vas a ir preso por cultivar marihuana, tengas o no tengas inscripción en el Reprocann. Generalmente los damnificados son personas comunes y corrientes, más aún si pertenecen a un escalafón social bajo. Y que si tenés plata, podés hacer lo que quieras.

Rescate de un grande olvidado

Rescate de un grande olvidado

La Biblioteca Nacional presenta “Álvaro Yunque, El profeta de Boedo”, una muestra que recorre la obra y la vida del escritor que fudó el Grupo Boedo y el Teatro del Pueblo.

La exposición Álvaro Yunque, El profeta de Boedo, en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, cuenta con la curaduría de los coordinadores Emiliano Ruiz Díaz, María Redondo y Darío Benedetti, quienes hacen un recorrido integral por la obra del autor para volver a poner en agenda a una figura cuya producción abarcó todo el siglo XX, particularmente las décadas del 1920, 1930 y 1940 hasta llegar a los años sesenta. Se trata de un autor que supo contar con un público lector importante pero quedó olvidado y hoy vuelve a ser releído.

Álvaro Yunque, seudónimo utilizado por Arístides Gandolfi Herrero (1889-1982), fue un escritor humanista que usaba el realismo para darle voz a los relegados de la sociedad. La muestra parte del archivo personal del autor que contiene fotografías, libros, manuscritos, cartas, publicaciones de revistas, periódicos y cuadernos, que aquel comenzó a reunir desde 1903. “Es uno de los archivos personales más profuso que tenemos en guarda en la institución”, comenta Ruiz Díaz.
Luego de su muerte, en 1982, ese archivo quedó bajo la guarda de su esposa, Albina Gandolfi, que al morir se lo legó a su hija, Alba, quien lo conservó y continuó sumándole materiales como los recortes de prensa sobre la obra de Yunque y los homenajes póstumos. En 2012, Alba donó las 67 cajas que conforman su archivo a la Biblioteca Nacional que cuenta con un Departamento de Archivos y Colecciones Particulares que se encarga específicamente de ese tipo de material. Son nueve metros lineales de materiales, es bastante grande y gran parte está inexplorado”, revela Benedetti.
Al ingresar a la Biblioteca, un panel verde que introduce a la literatura de Yunque une las salas María Elena Walsh y Lugones, donde se desarrolla la exposición. En su entrada, cuelgan barcos de papel, en alusión al título de su libro de cuentos infantiles. Lo acompaña la ilustración de un hombre trabajando sobre un yunque que aparece en la portada de Antología Poética,de 1949, obra considerada como laboratorio de su estilo, según el catálogo de la muestra.

La exposición destaca su corta pero importante participación en el surgimiento del grupo de Boedo, del que fue uno de sus fundadores y donde aportó su poesía como rasgo literario del espacio. Junto a una fotografía del autor se destaca su primer libro de poesías, Versos de la Calle, publicado en 1924 por la editorial Claridad.
En otras vitrinas se encuentran libros editados por esa casa editora junto al manuscrito de su poema No te Metas, escrito en 1978 durante la última dictadura militar. Además, se puede leer una carta de Antonio Zamora, director de Claridad, evidenciando el contacto permanente entre ellos.
En una televisión se reproducen las entrevistas a Gito Minore, editor, compilador y prologuista de Luces Malas, a Nuria Dimotta, del Departamento de Archivos de la Biblioteca, a Leonardo Candiano, autor de Boedo, orígenes de una literatura militante, y a Adriana Petra, autora de Intelectuales y cultura comunista, quienes trabajaron desde distintos aspectos su obra.

Además, se rescatan los aportes de Yunque a la literatura infantil. Desde el título de su libro más reconocido Barcos de Papel. Cuentos de niños, el autor señala que su literatura no es para niños sino “de niños”. Son ficciones realistas que cuentan sobre las injusticias que sufren los niños proletarios y que, al mismo tiempo, son incomprendidos por los maestros o los adultos. A su vez, como sus relatos comienzan con un epígrafe también está escribiendo para los adultos que lo leen y son quienes deben garantizar el bienestar de los infantes.
En una pared blanca resaltan los libros Poncho, Jauja, y Lectura Libre junto a fotografías de Yunque rodeados de niñas y niños y una carta que le escribieron los estudiantes preguntándole qué libro de su autoría debían tener en la biblioteca de su escuela.
Se puede ver el alcance de su literatura en los libros que se tradujeron de él, como, Barcos de papel en búlgaro y Los muchachos del sur en ruso, ejemplares que en la muestra están acompañados por un telegrama enviado desde la Universidad de los Escritores de la URSS saludándolo y el memorándum emitido durante la última dictadura militar solicitando sanciones para uno de sus libros.

Asimismo, la obra recupera la amplia participación del autor en el teatro. Publicó más de veinte obras para adultos y niños, donde también vio un espacio para disputar la conciencia del público contando sobre las penurias de los explotados o caídos en desgracia, y a la misma vez a sus explotadores, comerciantes y tiranos.

Se comprometió con experiencias teatrales donde el arte era más importante que lo comercial, como fue su participación del Teatro Libre que un año después devino en el Teatro Experimental de Arte. Asiduamente colaboró con el Teatro del Pueblo dirigido por Leónidas Barletta, su compañero en el grupo de Boedo. También participó en la creación del teatro popular La Máscara, donde fue uno de sus fundadores y su asesor literario, y como militante en la creación del Teatro del Partido Comunista.

También se destacan las obras de Yunque que fueron llevadas a la pantalla grande como la pieza teatral La intrusa,  protagonizada por su hermano junto a su nuera, y el cuento Barcos de Papel, del que se puede visualizar y escuchar unos fragmentos.

En la sala Lugones, en tanto, se exponen otras esferas de su escritura en las que incursionó como un intelectual militante, aunque hay que entender su obra como una unidad.
Sobre la pared izquierda, se reconoce su trayectoria como escritor y se destaca un dossier que reconoce su obra en vida, la carta enviada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1979 por el otorgamiento del premio de honor. A su vez, se registra su participación en la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), dirigido por Aníbal Ponce quien lo introdujo al materialismo histórico, espacio donde los intelectuales de la época se organizaban contra el avance del fascismo en Europa. Y se puede encontrar la letra de la canción que compuso para la Agrupación Femenina Antiguerra (A.F.A) junto a fotografías que dan cuenta que su compromiso por una nueva sociedad lo llevó a visitar la Universidad de Moscú junto con su mujer, pero también a estar exiliado en Montevideo junto a Alfredo Palacios en 1945.

En otra pared se rescata su trabajo periodístico e historiográfico. Yunque, como gran lector de Tolstoi, era un humanista que se consideraba divulgador de sentimientos e ideas nuevas para contribuir al desarrollo de la humanidad, por eso escribió en diversos periódicos y revistas, incluso en los que se podrían considerar contrarios a sus ideas como fue el caso de El Hogar. “Al estudiar su obra podemos encontrar un humanismo cristiano, aunque él no sé consideraría como tal, ya que en su obra los personajes que sufren siempre logran redimirse”, cuenta Benedetti. 

También se destaca el abordaje del autor sobre la cuestión gauchesca, en la que se diferenció de la línea del Partido Comunista y de la celebración acrítica de la Conquista al Desierto. Desde una perspectiva evolucionista, que lo llevó a caer en estereotipos peyorativos, incorporó al indígena en la historia nacional señalando la lucha de algunos pueblos en la Guerra por la Independencia o realzando la figura de sus líderes. En ese sentido, se destaca el libro Calfucurá, publicado en 1956 junto a una edición del 2005 publicada por la Biblioteca Nacional junto al manuscrito original y afiches sobre sus charlas. 
A su vez, en una vitrina encontramos Breves historia de los argentinos donde resume su idea de la historia como dialéctica entre los procesos sociales y los sujetos que participan de ellos. Por eso, también, aparecen las biografías escritas por él como por ejemplo Leandro N. Alem, Esteban Echeverría en 1837: contribución a la historia de la lucha de clases en la Argentina, Rafael Barret y Aníbal Ponce.

Además, se destacan libros de varios autores que le dedicaron a Yunque, reconociendo la influencia de su obra  en sus producciones literarias. Ahí aparecen ejemplares de Política Británica en el Río de la Plata, del pensador Raúl Scalabrini Ortiz; Primer cielo de Buenos Aires, que le dedica Barletta por enseñarle a trabajar para el pueblo, Uno y el universo de Ernesto Sabato.

Al final, en una vitrina se muestra parte de los 91 cuadernos escolares que el autor rótulo como Pensamientos, donde como un asiduo escritor organizó 1.868 notas con frases célebres de distintos pensadores que luego utilizaba como epígrafe o problematizaba en sus escritos. La exposición se puede recorrer hasta el 2 de noviembre, lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19.

La justicia ordenó la reincorporación de tres trabajadores despedidos de Georgalos

La justicia ordenó la reincorporación de tres trabajadores despedidos de Georgalos

Los jueces ordenaron la reincorporación inmediata y efectiva bajo las mismas condiciones contractuales que poseían al momento de la ruptura, como así también se realice el pago íntegro de los salarios caídos desde junio. Otro cesanteado aún espera sentencia y un quinto recibió un fallo adverso, pero fue apelado.

Luego de más de cuatro meses de conflicto, la justicia laboral se expidió sobre los cinco despidos en la planta San Fernando de la fábrica de golosinas Georgalos, ocurridos a inicios de junio. La estrategia judicial que plantearon los abogados del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ce.Pro.D.H.) fue llevar cada caso a un juzgado diferente. Por eso, obtuvieron la orden de reincorporación inmediata de tres de los trabajadores cesanteados mientras que en otro fallo fue adverso y sera apelado. El quinto cesanteado aún espera sentencia.

«Estamos contentos, mesurados y cautelosos porque sabemos que son resoluciones en primera instancia. Esperamos que la empresa se ponga a derecho y respete los fallos», declara Miguel Maciel, uno de los trabajadaores que había sido despedido. Los juzgados nacionales del Trabajo N° 77, N° 46 y N° 49 fallaron a favor de Alejandro Martínez, Maximiliano Montero y Maciel, respectivamente. Los jueces ordenaron la reincorporación inmediata y efectiva de los trabajadores a sus puestos de trabajo bajo las mismas condiciones contractuales que poseían al momento de la ruptura, como así también que se realice el pago íntegro de los salarios caídos desde junio. Por su parte, el Juzgado Nacional del Trabajo N° 34 no dio lugar al pedido de cautelar solicitado por Diego Ciani. «En mi caso, vamos a apelar porque ya tenemos el antecedente de que tres jueces se pronunciaron a nuestro favor reconociendo que los despidos fueron discriminatorios, inconstitucionales y antisindicales», explica Ciani y agrega: «Después de más de veinte años de trabajo nos echaron inventándonos una causa y sin un peso. No queremos que esto le pase a ningún trabajador más, por eso la vamos a seguir luchando y no vamos a bajar los brazos hasta que estemos todos adentro de la fábrica nuevamente». Por último, resta que la justicia se expida por el pedido de cautelar de Elizabeth González.

«Somos los huérfanos de la Ley Bases», denuncia Ciani y completa: «Está claro que a nosotros nos despiden por participar de un paro convocado por el sindicato. La empresa se envalentonó y nos echó apoyándose en esa medida impuesta por el gobierno que prohibía el derecho a huelga. Pero esa norma cayó, la declararon ilegal y quedó sin efecto, pero nosotros quedamos en el medio y seguimos despedidos». En esa línea, Montero señala: “Sabemos que si nos quedamos de brazos cruzados la situación no se va a resolver por sí sola, por eso nos estamos moviendo”.

Durante estos meses se reunieron con el Ministro de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, continuaron con las actividades de visibilización en la puerta de la fábrica, fueron a las universidades a difundir la lucha, conversaron con estudiantes y dieron a conocer su reclamo. También se reunieron con organizaciones defensoras de los derechos humanos y participaron de un plenario sobre comisiones antiburocráticas y sindicatos combativos. La semana pasada se movilizaron de Plaza de Mayo al Congreso y el próximo 21 de septiembre realizarán un festival por el Día de la Primavera en la fábrica recuperada Madigraf, donde todo lo recaudado irá destinado al fondo de lucha de los trabajadores despedidos. “La solidaridad tanto de nuestros compañeros como de otras fábricas para con nosotros también fue muy importante”, agrega Montero.

«Quiero destacar el trabajo que viene realizando el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ce.Pro.D.H.). Nos acompañan y asisten desde el primer día», reconoce Maciel y agrega: «Además queremos agradecer el apoyo de los diputados del Frente de Izquierda con Myriam Bregman y Nicolás Del Caño a la cabeza, porque gracias a ellos pudimos realizar una audiencia pública ante la Comisión Laboral en el Congreso de la Nación en la que también participó el bloque del Partido Justicialista y nos brindó su apoyo». «Sabemos que es una lucha difícil, pero estamos y contamos con el apoyo de diversos sectores que están comprometidos con la causa porque entienden que acá se está tocando un derecho elemental como lo es el derecho a huelga», explica Montero.

«Georgalos no cumplió con la conciliación obligatoria en su momento, pero ahora tenemos tres fallos de la justicia. Hay tres jueces que ordenan la reinstalación efectiva e inmediata a nuestros puestos de trabajo”, señala Ciani. «Si tenemos en cuenta los antecedentes de la empresa de no respetar la ley, nosotros no sabemos si esta semana van a dar lugar a estas resoluciones. Estamos alerta y pendientes de lo que pueda pasar porque estos fallos son un parate a su prepotencia», expone Montero, quien detalla que su resolución posee una particularidad: el juez dispuso que se notifique a la Junta Electoral del Sindicato STIA que realizará sus elecciones el próximo 26 de septiembre “a fin de que el trabajador tenga el pleno ejercicio de los derechos sindicales”. Esto representa una buena noticia para Montero ya que junto a Maciel, Ciani y González integran la lista de unidad opositora como candidatos a vocales. “Vamos a seguir insistiendo para que los cuatro seamos reconocidos por la Junta Electoral y podamos participar de las elecciones”, señala Montero.

«Estos ataques a los derechos laborales se dan en el marco de un plan que tienen las empresas ligadas a aumentar su rentabilidad y para lograrlo la variable de ajuste termina siendo el laburante. Si Georgalos acepta este revés y nos reincorpora, eso representaría hacer respetar la Constitución Nacional y poner un freno a sus atropellos”, reflexiona Montero. “Si hay justicia, consideramos que dentro de poco tenemos que estar adentro”, concluye Maciel. Pero al cierre de esta edición, la empresa aún no había acatado los fallos.

“La resistencia viene de la comunidad”

“La resistencia viene de la comunidad”

El sábado se presenta Sugar Island, en el festival de cine Antirracista y de Derechos Humanos. ANCCOM dialogó con la protagonista del film Yelidá Diaz.

Este sábado se proyectará en el Festival de Cine Antirracista y de DDHH, en el espacio cultural Plaza Defensa, la película “Sugar Island”, de la directora dominicana Johanné Gómez Terrero. La cinta se llevó tres prestigiosos premios en el 29º Festival de Cine de Lima PUCP, ganó el Premio del Jurado al Largometraje con Mejor Narrativa en el BlackStar Film Festival de Filadelfia, en el estado de Pennsylvania, Estados Unidos, entre muchos otros.

El film busca reivindicar y poner en debate temas como la fuerza laboral, la descolonización, la racialidad y la interseccionalidad, con sus diferentes niveles de exclusión y discriminación, que viven las mujeres negras.

“Sugar Island” es un largometraje de ficción cuyo personaje principal, Makenya, una joven dominico-haitiana de 16 años, atraviesa una embarazo no deseado, en un país donde el aborto está prohibido aún en la actualidad, y donde las oportunidades de trabajo son escasas. Por otro lado, se muestra también la transición hacia la mecanización del trabajo y la lucha de los cañeros de azúcar por sus derechos laborales.

Yelidá Díaz, la actriz que le da vida a Makenya, dialogó con ANCCOM sobre las significaciones que se ponen en juego en la película: “Yo defino el tipo de historias que aparecen en la peli como historias de resistencia, Quizás en algún otro momento de mi vida hubiese dicho unas historias de personas vulnerabilizadas que viven en condiciones que quizás no sean las adecuadas -hoy con otra perspectiva dice- la película está llena de resistencia, de un poderío que nos recuerda que la gente negra somos precisamente descendientes de reyes y reinas con mucho poder”. Este tipo de historia, dice Diaz, “quedaron ocultas, pero existen”.

La actriz se preparó para este rol desde un lugar muy personal, su familia forma parte de esta historia también, ya que su abuelo es descendiente de la gente de la caña, de los pueblos del este. “Entonces, me atraviesa profundamente, emocionalmente y familiarmente. Pero como actriz hay una acumulación sensorial e investigativa que realizó para acercarme al personaje”. El elenco visitó el batey -lugar donde se encuentran las viviendas y edificaciones de la explotación de caña de azúcar- y a través de esa experiencia pudieron sumergirse en la vida de los trabajadores.

El embarazo de Makenya tiene un rol central en el film, el personaje va evolucionando a medida que avanza su gestación, Yelindá lo describe: “En el caso de una adolescente embarazada, que es el caso de Makenya, cambia completamente el quién soy, me están adultificando, porque ya cuando me vengo con una barriga, ya no soy una niña, ya tengo unas responsabilidades que la sociedad me pone a mí. Yo creo que por más de que ella se sienta triste o amenazada, por la presión social o que la juzguen, yo siento que es más una cuestión de que ella misma, como una persona que de repente tiene que analizar tantas cosas de su futuro y no sólo de ella, sino que viene otra persona más”.

El aborto está prohibido en República Dominicana, lo cual le suma otra capa de complejidad a la película: “Es otra perspectiva, porque tiene que reconocer las políticas públicas o estatales que ella -Makenya- quizá no conocía antes, el darte cuenta de dónde estás viviendo, quiénes mandan sobre mí, sobre mi cuerpo, quién dice que yo tengo que pasar por todo este proceso, sin ni siquiera ayuda psicológica, ni acompañamiento”, reflexiona Yelindá. El largometraje, además, busca criticar esa relación que cae sobre las mujeres en cuanto al castigo por el placer sexual.

La comunidad se configura como una red de contención elegida por la protagonista: “Hay un poderío en la resistencia comunitaria”, agrega la actriz protagónica. “Al final del día la comunidad es lo que resiste y es algo que yo siempre he pensado y que siempre trabajo en mis películas o en mis obras de teatro. Creo que la resistencia viene de la comunidad y siento que la gente del público quisiera que considerara la comunidad como un aval para seguir adelante, fuerte y luchar por lo que aún no tenemos y que en un futuro esto sea solamente un recuerdo, un amargo recuerdo del pasado que ya nos atraviesa como sociedad”.

Infancias en tiempos oscuros

Infancias en tiempos oscuros

La película de Lucas Brunetto viene a contar desde relatos, archivos sonoros y audiovisuales, la cotidianeidad de las infancias atravesadas por una sociedad sometida por el miedo y la represión.

Hay múltiples formas de abordar la complejidad de las infancias dentro de contextos históricos adversos. El director de cine, Lucas Brunetto, aporta a la producción nacional un proyecto documental que, desde lo íntimo y cotidiano, busca reconstruir memorias de las infancias durante la última dictadura cívico-militar.

Brunetto nació en Buenos Aires, es cineasta egresado del Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda y sociólogo por la Universidad de Buenos Aires. En el 2004 fundó Cábala Films y desde el 2012 es miembro de la Red de Documentalistas Independientes (RDI). Fue director de producción de los largometrajes: El hemisferio nocturno de la tierra, Mujer perseverante y La orden del lunar, además, dirigió otros documentales como Cine, dioses y billetes. Su enfoque busca poner en valor los fragmentos de las infancias de otros niños que compartieron esa época. Aunque la película está narrada en primera persona, busca construir un puente hacia lo colectivo. Además, su formación como sociólogo lo vincula a una línea de investigación sociocultural.

El proyecto nace de la recolección de antiguos archivos de video en formato super 8, grabados entre las décadas de 1960 y 1980 y de testimonios de colegas de estudio. A partir de esas imágenes domésticas y relatos personales se entrelazan historias y anécdotas que, desde la subjetividad de cada recuerdo, entretejen y abren lugar a una memoria compartida entre quienes crecieron en un contexto político-social hostil, censurador y autoritario.

En el año 2006, Brunetto participó de una capacitación para el Ministerio de Educación en la provincia de Catamarca. “En esa oportunidad conversando con otros colegas nos dimos cuenta que éramos todos más o menos de la misma edad y que habíamos vivido la infancia en tiempos de dictadura, empezamos a compartir recuerdos de algunas vivencias de la infancia y a Sonia –una de las protagonistas de la película– se le ocurrió escribirlas e intercambiarlas por email”, relató Brunetto en diálogo con ANCCOM. Aquellos testimonios quedaron en pausa, hasta que, en el año 2016, el cineasta comienza a investigar y curiosear con materiales de registros amateurs domésticos. Al revisar cassettes, notó que aquel repertorio tenía dos particularidades: la centralidad de la pantalla estaba ocupada en su mayoría por niños y niñas, y que parte de esas películas se filmaron fundamentalmente entre las décadas del setenta y ochenta debido a su formato.

Los relatos de 2006 se conectaban con esas imágenes que mostraban la cotidianidad de las infancias en tiempos de dictadura. Trece años más tarde, en el año 2019, el proyecto fue declarado de interés cultural y, junto al fomento del INCAA la película comenzó su desarrollo. Sapos propone una mirada periférica sobre la dictadura que da lugar a nuevas puertas y debates: “Llegó la hora de que aparezcan otra mirada de la historia argentina, para a quienes nos tocó ser niños en esos años podamos contar aquella cotidianidad. La infancia clandestina ya fue muy bien contada, la de los militantes en los años setenta o las atrocidades cometidas por la dictadura también, esta es una propuesta que abre lugar a otro cruce posible”, reflexionó Brunetto.

“El hallazgo reside en poner en valor esa parte que tienen los relatos por la cual uno se conecta con pequeñas cosas que tuvieron lugar durante esas infancias y que fueron significativas para esas personas”, comentó el director. El exilio familiar, la desaparición de un vecino que ya no volvió a las reuniones, el hallazgo de un niño jugando con los libros prohibidos escondidos por los padres, son algunas de las historias que se desarrollan en el documental. Y que se acercan aquel horror que los niños no llegaban a percibir con absoluta conciencia, pero que sin embargo dejaron huellas en la memoria. Talía, una de las protagonistas, recuerda cómo en su niñez “caían sapos volando todos los días”. A ella le daban miedo. “Verde era el color del miedo”, relata.

La película ha tenido un recorrido internacional destacado, participando en varios festivales que valoran el cine documental con enfoque social y de memoria: el Festival de Viña en Chile, los festivales Documental Lyon y Biarritz Amérique Latine, en Francia, y pantallas como El Galpón de las Artes en Mar del Plata e Ítaca Teatro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 ¿Qué diálogo con la actualidad esperás que pueda generar Sapos?

Hay muchos aspectos a destacar o problematizar. Primero, se le puede entrar por un lado vinculado a temas que tienen que ver con la memoria. Porque la película, en alguna medida, habla de la memoria, de qué es un recuerdo y cómo funciona. Propone una mirada que no cierra, sino que problematiza y abre. Sin embargo, no creo que se hayan dado tantos debates al respecto, ya que es una película pequeña y los espacios donde estos debates ocurren siempre llegan un poco después, así que démosle tiempo. No obstante, me parece que tiene mucho para aportar sobre el pasado reciente y para discutir el tema de la memoria. Por otro lado, se le puede entrar por el lado de la temática infancia. Pensar cómo se configura aquello que tiene que ver con el mundo de los afectos y qué relaciones tiene con la vida social. Cuánto de lo que nos sucede en la infancia resulta impactado por las políticas de gobierno, todos de una u otra forma fuimos afectados por la dictadura. Y, por último, los silencios. Aquello de lo que no se puede hablar, lo que se calla por miedo. No siempre es una dictadura la que impone esos silencios; también hay situaciones sociales o colectivas que los generan. Hay que tirar de esa cuerdita para ver qué pasó ahí. Quizás dentro de 20 años los niños que vivieron la pandemia hagan su propia introspección. Por ahora, espero que la película se vea, que la gente se acerque con curiosidad y la vea en la sala. La película se proyectará este sábado 13 de septiembre a las 20 horas en las salas de Cine Gaumont.

 

¿Por qué solo hay una función prevista?

Por ahora es la única función porque en el Gaumont no me dieron más vueltas que una función. Lo cual es otro tema a debatir: la situación que está atravesando el cine argentino, la falta de fomento, la falta de financiación y la restructuración que dicen hacer en el instituto ha terminado generando muchos problemas, aquellas películas que estaban en proceso quedaron trabadas. Además, la exhibición de películas está medio monitoreada, si de pronto una película como esta puede resultar sensible desde el punto de vista político social en vez de darle una semana o dos le dan una función.