Segunda condena a los mapuches de Villa Mascardi

Segunda condena a los mapuches de Villa Mascardi

Los seis integrantes de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu fueron condenados por el Tribunal Oral Federal de General Roca, acusados de usurpación de varios predios ubicados en la localidad de Villa Mascardi, en la provincia de Río Negro.

El Tribunal Oral Federal de General Roca condenó a los seis integrantes de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu acusados de usurpación de varios predios ubicados en la localidad de Villa Mascardi, en la provincia de Río Negro. Las penas, en su mayoría a dos años de prisión, fueron dictadas “en suspenso”. Varias de estas personas habían sido condenadas en octubre de 2024, entre ellas la machi (sanadora) Betiana Colhuan, por la usurpación de dos lotes de la Administración de Parques Nacionales. Su defensa anticipó que apelará el fallo, pero en caso de quedar firme implicará que vayan presas quienes, como la machi, suman dos condenas.

El juicio se originó a raíz de la presunta ocupación de terrenos pertenecientes al Estado y a dos privados entre julio de 2018 y octubre de 2022. En aquel momento, la entonces jueza Silvina Domínguez autorizó el violento desalojo del terreno donde se encuentra el exhotel de Parques Nacionales y las estancias La Escondida y Los Radales. Ese operativo, cuestionado por organismos de derechos humanos como el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), fue el debut del Comando Unificado de Fuerzas de Seguridad, que irrumpió con violencia en las casas, en presencia de menores, y fueron detenidas estas mujeres que el lunes 26 resultaron condenadas. Una de ellas, Romina Rosas, dio a luz mientras estaba presa.

Para el Tribunal Oral Federal de la ciudad patagónica -llamativamente, compuesto por un solo integrante- no fueron suficientes los testimonios de las antropólogas Claudia Briones, Ana Ramos y Lorena Cañuqueo, responsables de los peritajes antropológicos y de un informe de salud ancestral mapuche; o de la exministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic; la exdefensora del Público, Miriam Lewin, o la abogada del Serpaj, Mariana Katz, en defensa de la comunidad de pueblos originarios.

El magistrado Alejandro Silva tampoco valoró la estrategia de la defensa, a cargo del equipo de la Asociación Gremial de Abogados y Abogadas de la República Argentina, representado por los abogados Laura Taffetani, Gustavo Franquet, Luis Sánchez, Álvaro Árias Camacho y Eduardo Soares, entre otros, quienes durante más de cuatro horas expusieron las inconsistencias de los argumentos acusatorios de los querellantes -Parques Nacionales y los presuntos vecinos afectados por la presencia de la comunidad mapuche- y del fiscal federal Rafael Vehils Ruiz. “La causa trucha y armada contra la comunidad Winkul siempre fue un juicio político”, expresaron los abogados de la defensa.

“La justicia siempre acompaña el modelo económico-social al que pertenece. No creemos que sea independiente. En un sistema capitalista, la justicia está armada para sostener lo que está, no para modificarlo”, había anticipado Taffetani recientemente en declaraciones a ANCCOM. Y el tiempo, finalmente, le dio la razón.

Tras escuchar las últimas palabras de los acusados, el juez Silva anunció que a las 13 daría a conocer el veredicto del juicio. Y con una puntualidad digna de un reloj suizo, el magistrado retomó la audiencia virtual a esa hora exacta para dar a conocer su resolución, en la que condenó a todos los acusados. Matías Santana -quien recibió el veredicto cumpliendo arresto domiciliario- recibió una pena de 2 años y seis meses de prisión en suspenso, que se unificó con una condena anterior de un año de prisión para finalmente recibir una pena de tres años. También se determinó el cese de la prisión domiciliaria.

Del mismo modo, recibió dos años y seis meses de prisión en suspenso Jessica Bonnefoi, mientras que las penas fueron ligeramente menores para el resto de los acusados: Romina Rosas, dos años y cuatro meses de prisión; Martha Luciana Jaramillo, dos años y cuatro meses; Colhuan, dos años y dos meses de prisión y María Celeste Ardaiz Guenumil. Además, todos deberán cumplir con los requisitos de fijar una residencia e informar a las autoridades en caso de viajar a algún lugar. En su fallo, el juez Silva agregó la imposibilidad de acercarse al predio conocido como “La Escondida” y al territorio de Villa Mascardi del que fueron expulsados, además de no poder interactuar con sus presuntos propietarios y/o con trabajadores de Parques Nacionales. A su vez, el magistrado desistió de ordenar la remoción del rewe -objeto ceremonial de madera que representa un lugar sagrado, espiritual y medicinal para los mapuches- ubicado en el predio en disputa. Sin embargo, esto responde a una cuestión más técnica que de respeto a la cultura mapuche, ya que hay una causa en la justicia federal de Bariloche que deberá definir eso.

“Esta lucha no va a terminar con nosotros”

Durante la última audiencia del juicio, en los momentos previos al anuncio de la sentencia, cinco de los seis integrantes de la comunidad Lafken Winkul Mapu utilizaron su derecho a decir unas palabras, tanto en su idioma ancestral mapudungun como en castellano.

La primera fue Jaramillo, quien argumentó que durante el juicio se demostraron “de sobra” argumentos que sostienen las razones por las cuáles se hacen las recuperaciones y reivindicaciones territoriales. «No solo dicho por nosotros, los que hoy estamos acusados de usurpar nuestra propia tierra, sino también de otras autoridades tradicionales de nuestro pueblo mapuche, como así también peritos científicos como las antropólogas, a quienes agradecemos, dejaron desde su conocimiento los fundamentos por los cuáles nosotros estamos retornando a ese territorio», sostuvo. “Es un error histórico seguir negando la existencia de nuestro pueblo, los reclamos y las reivindicaciones que tenemos. Entiendo que todo esto es producto del colonialismo, somos un pueblo invadido y oprimido. Como ha ocurrido en la antigüedad, hoy nos persiguen, nos judicializan, nos encarcelan. Han matado a nuestra gente también, es como si nos quisieran obligar a dejar de ser quienes somos, como si estuviera mal ser mapuche”, enfatizó. Para Jaramillo, así como otra gente luchó antes, “vendrán otras generaciones que seguirán luchando, estamos sosteniendo esta resistencia para seguir existiendo como pueblo originario. Lejos de victimizarnos, hemos venido a contar nuestra verdad”, agregó.

A su turno, Romina Rosas aseguró sentirse “indignada” por un proceso judicial al que consideró un “atropello” y aseguró que ser mapuche es “vivir en la naturaleza, defenderla y ser uno solo con ella”. En uso de sus últimas palabras en la audiencia que se realizó por Zoom, la mujer aseguró que no fueron respetadas en ninguna instancia de este proceso. “Cuando fueron a allanar, cuando fueron a atropellar a nuestra comunidad, nos arrastraron, nos pegaron, nos gasearon. Los niños se tuvieron que replegar en el monte y también fueron perseguidos y les dispararon”, cuestionó, en relación al violento operativo de desalojo en Villa Mascardi.

“El Estado Argentino tiene una gran deuda con nuestro pueblo: de la Campaña del Desierto hasta ahora, solamente ha habido pura imbecilidad y salvajismo de parte del Estado. Terrorismo, invisibilización, criminalización, asesinatos. Y todo por un gran interés, el territorio mapuche”, remarcó. Además, cargó contra la Fiscalía, a la que acusó de no tener argumentos, ni testigos en su contra. “¿De qué estamos hablando? ¿Qué montaje es este?”, se preguntó.

“Este juicio fue una barbarie para nosotros y es el mensaje que le están dando a todo el pueblo mapuche: el desalojo, el despojo. No importa nada. La solución ya estaba marcada antes de que empiece, no quisieron recibir testigos, solamente tuvieron más de parte de la querella. Eso no es igualitario, no hay respeto”, arremetió Rosas.

Por su parte, Santana también arremetió contra el desarrollo del juicio que lo tuvo como uno de los acusados. “Tanto la Fiscalía como los querellantes, en tanto tiempo de proceso investigativo no han podido encontrar ni una prueba concreta de lo que son los cargos y las acusaciones. Nos volvemos a encontrar en un proceso donde se da la vulneración de nuestros derechos”, cuestionó. El joven mapuche, testigo clave en el caso por la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, expresó que el juicio es parte de una decisión política. “Esas decisiones políticas hablan hoy de que nosotros tenemos que perder la libertad, dejar de lado todos nuestros derechos que deberíamos tener garantizados. Volvemos a hablar de un Estado ausente”, afirmó.

Justicia amañada

“Hoy hay prefectos asesinos que andan caminando por la calle en libertad y, sin embargo, nosotros tenemos que cumplir cárcel para que ustedes nos escuchen. Eso es un proceso injusto”, remarcó, en alusión al asesinato del joven mapuche Rafael Nahuel de un tiro por la espalda por parte de integrantes del grupo Albatros de la Prefectura, precisamente en la comunidad que ahora está en el banquillo. “Nosotros ya fuimos condenados, porque fuimos condenados a vivir en la miseria, a ser una mano de obra barata”, aseguró Santana. “Volver a un territorio no es delito, volver a ocupar lo que alguna vez nos ocuparon a sangre y fuego no es delito e, independientemente de la decisión que tome la justicia, vamos a seguir en esta lucha y levantando la voz, porque el nuestro es un pueblo que está más vivo que nunca”, sentenció.

Luego tomó la palabra Güenumil y repudió las “metodologías genocidas” que condenan a la comunidad mapuche. “Es injusto que nos sigan condenando, que nos sigan hostigando, que sigan violando nuestros cuerpos, a nuestros hijos y nuestros territorios”, dijo. Y se dirigió al juez Silva: “Está en sus manos tener una decisión política histórica y que realmente haya un respeto a nuestra autoridad, a nuestra machi Betiana y a su rewe, que es un espacio ceremonial y de salud”, manifestó. “Nos están condenando a nosotros, que defendemos la vida. Siempre hemos sido los más discriminados, tirados, en las periferias, a la pobreza y jamás han querido que nosotros tengamos un pensamiento político, social, donde nosotros planteemos nuestra filosofía de vida y que podamos existir con nuestra cosmovisión. Siempre se ha demostrado la violencia y el racismo”, remarcó.

En el orden solicitado por la defensa, por último habló Colhuan, quien insistió en el rol sagrado del rewe para su comunidad y en la inexistencia de delito. “Soy hija de la naturaleza, de mi territorio, la montaña, los lagos, y mi deber, la razón de mi existencia, es defender nuestros territorios”, expresó. “Soy descendiente de todas las machis que asesinaron, que quemaron como brujas. También soy descendiente de los valientes luchadores que defendieron nuestros territorios para que hoy nosotros estemos acá. Por eso no me considero usurpadora de ningún territorio. Somos la continuidad de la resistencia de un pueblo al que intentaron exterminar y no lo pudieron hacer”, enfatizó. “Para nosotros es muy injusto acusarnos de usurpación de un territorio que sí fue usurpado por el Estado cuando llevó a cabo una campaña genocida y que no pudo ser porque este pueblo, digno, ha resistido tanto avance y atropellos”, agregó.

“Ese territorio para nosotros es un espacio sagrado, por eso no voy a retroceder ni un paso, porque ese espacio es el que vio nacer a mis hijos y es el que hoy guarda la vida de Rafael Nahuel. A él lo asesinaron por la espalda por ese espacio”, insistió.

“Tal vez quieran encerrarnos, desalojarnos y despojarnos de nuestro territorio, pero esta historia y esta lucha no va a terminar con nosotros. A nuestros cuerpos los van a poder encarcelar, pero nuestro espíritu va a seguir siendo libre. Aunque nos tiren con gas, nos asesinen, somos parte de la naturaleza y la vamos a respetar y vamos a seguir existiendo en nuestro territorio para proteger la vida”, concluyó.

“Hablaron de ideología porque no tienen ninguna prueba”

En las jornadas previas, el equipo de la Asociación Gremial de Abogados y Abogadas de la República Argentina expuso en su alegato durante poco más de cuatro horas los motivos por los que consideraban que los miembros de la comunidad mapuche debían ser absueltos.

En primer lugar, el abogado Luis Sánchez cuestionó que los integrantes de la comunidad estuvieran siendo juzgados dos veces por el mismo hecho, algo que en el Derecho se conoce como “non bis in idem”. Además, resaltó que ninguno de los acusados pudo ser identificado como autores de los delitos que se le endilgaron. “En ningún momento identifican o aportan prueba alguna para distinguir quién, cuándo o cómo se produce el supuesto despojo, que es el hecho objetivo que nosotros estamos investigando en este caso. No hay datos concretos, es todo conjetural y obviamente pretenden sostener esta acusación en base al hallazgo de pertenencias en las rucas (casas) de nuestros defendidos como si eso demostrara algo”, sostuvo.

En tanto, Gustavo Franquet, expresó: “Es tan político este caso que, si la audiencia de conciliación se hubiese llevado a cabo como requirió la defensa en su momento, habría un Gobierno que había firmado el acuerdo conciliatorio y hubiese venido a refrendar lo que había firmado. Cuando, finalmente, se realizó a instancias de la Cámara de Casación, había cambiado el Gobierno y el argumento central con el que se rechazó la homologación del acuerdo fue que la víctima que tenía que comprometerse ya no estaba de acuerdo”. De hecho, durante el gobierno anterior se había llegado a un acuerdo político.

Franquet recordó que el eje de este conflicto “es el levantamiento de una machi y de su rewe, algo que tiene una enorme trascendencia para la historia del pueblo mapuche”.

En tanto que el doctor Siro Soto puso énfasis en la “indignación” que genera el “juego criminalizador” de la Fiscalía y la querella queriendo aplicar el derecho penal para resolver un conflicto territorial. Por su parte, el abogado Álvaro Arias Camacho citó jurisprudencia que destaca que la ocupación de un inmueble -sea legítima o no- no puede configurar por sí misma el delito de usurpación y cuestionó a la Fiscalía y la querella por “tropezar con la falta de perspectiva de interculturalidad” al no entender el rol del rewe para la comunidad.

“Justamente, al no entender esta realidad que tiene que ver con el conocimiento, con el entendimiento de la vida espiritual, de la cosmovisión del pueblo mapuche, es que se llega a interpretar su accionar como un medio comisivo cuando, efectivamente, no hay forma de poder engarzar estas acciones en una figura penal”, argumentó.

Mapuches torturadas

Asimismo, Blanca Barreiro puso énfasis en la violencia institucional del Estado sobre la comunidad acusada de usurpación, puntualizando sobre las mujeres que forman parte de la misma. “Estas mujeres fueron golpeadas desde el primer momento en que se las detuvo, arrastradas, llevadas de los pelos, subidas a los móviles. En los móviles le seguían pegando, incluso a Romina Rosas, que estaba embarazada ya casi a término. Quedo corta si digo que son tratos crueles, inhumanos, vejaciones, porque es tortura. No tiene otro nombre”, remarcó.

En tanto, Laura Taffetani resaltó la “irregularidad” del proceso judicial desde su inicio en primera instancia al mencionar su inicio por el incendio de una casilla de Gendarmería instalada en un predio privado. “Nadie comprende cómo puede haber un puesto de una fuerza pública en una propiedad privada”, ironizó. “Esto habilitó a que la fiscal María Cándida Etchepare solicite un allanamiento y desalojo al lugar que supuestamente había sido tomado”, protestó.

Además, Taffetani consideró que se “violó el derecho de defensa” de los acusados al no permitir que estuvieran sus defensores presentes durante el allanamiento e, incluso, invocar la Ley de Seguridad Interior para que la causa tuviera secreto de sumario.

“Entraron sabiendo que había niños, y se sabe que por el protocolo tendría que haber sido notificada la Oficina de Niñez para que vaya e intente una mediación. Y le puedo asegurar que si hay alguien que tiene cuidado por los niños y por las niñas esa es la comunidad mapuche”, cuestionó.

Por último, Eduardo Soares denunció que el juicio se trataba de una “causa trucha” creada por el entonces ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, en complicidad con la Justicia Federal y las fuerzas de seguridad. “Desde la instrucción venimos viendo racismo y desprecio. Y todo esto lo hicieron ustedes: la Fiscalía, Parques Nacionales y los sectores racistas y supremacistas”, arremetió. “Esta gente no habló de derecho, ni siquiera de su propia prueba. Hablaron de ideología, no tienen nada, no tienen ninguna prueba”, remarcó.

La crisis del 2001, tres niños y su abuela

La crisis del 2001, tres niños y su abuela

Se estrena «Una casa con dos perros», una película del guionista y director cordobés Matías Ferreyra en clave de thriller que ofrece una mirada sobre la niñez en la cual el ambiente familiar no siempre se siente como un lugar seguro.

Este jueves se estrena Una casa con dos perros en el cine Gaumont, el primer largometraje del cineasta, guionista y director cordobés Matías Ferreyra. El thriller aborda una mirada sobre la niñez en la cual el ambiente familiar, no siempre se siente como un lugar seguro para el niño. La historia fue premiada en la 37ª edición de Cinélatino, Rencontres de Toulouse y obtuvo excelentes críticas en su paso por el Bafici.

La película transcurre durante la crisis económica argentina del 2001 en la provincia de Córdoba, siguiendo a una familia con tres hijos que debe mudarse a la casa de la abuela para poder afrontar el desempleo y la falta de vivienda propia. En esa casa vive la abuela “Tati”, una mujer extraña, que ve cosas que nadie observa, encarnada a la perfección por Magdalena Combes Tillard. También vive el tío Raúl, que guarda un par de secretos y un perro que acaba de morir  

Si bien no es del todo una obra autobiográfica, Ferreyra toma sus vivencias familiares a principio de los 2000. “Me interesaba contar la crisis como la viví yo a los 11 años. No se trataba de un relato oficial o la cara más televisiva de la crisis, sino que fue mucho más del orden de lo cotidiano y doméstico”, cuenta. “Mi familia tuvo que acomodar sus consumos porque no había trabajo, y volver a la casa de la abuela fue otra experiencia personal que me sirvió de excusa para entrar en ese universo”, dice y agrega: “Lo que me interesaba era pensar la crisis en el hogar que se desmorona”.

La casa es un personaje en sí mismo, en ella se plasma la situación familiar a través de la escenificación, la decoración, la luz. En la construcción cuidada de las escenas hay un juego de sentidos con un efecto nostálgico, en el que a veces casi puede sentirse el olor de esa vivienda. “La idea fue ofrecer un recorrido del espacio”, dice Ferreyra. Esto queda reflejado en la forma en la que Manuel, el niño protagonista, descubre cada rincón, pero también en la manera en la que la familia se va apropiando de los ambientes inhabitados, remitiendo un poco a Casa tomada, de Cortázar. “Al tratarse del mismo lugar en el que ensayábamos, cuando tiramos la primera toma, la casa ya se sentía vivida”.

Desde la mirada de Manuel, el film se enfoca en la inestabilidad social y familiar que a veces logra un entorno hostil para la sensibilidad infantil, al mismo tiempo que los padres intentan sostener sus roles con gran dificultad.

Manuel es el hijo del medio, cumple perfectamente este arquetipo. Es tímido, casi siempre escondido. Y mientras sus hermanos juegan entre ellos, él juega a desaparecer. Encontrará en su abuela la mirada cómplice y diferente de su familia que lo transformará para siempre. “Quería hablar desde la mirada de un niño entendiendo que la infancia no es ese lugar romántico idílico de juego y fantasía, sino que es una forma de estar parado frente a lo que tiene más que ver con las preguntas, con lo no resuelto, con lo incompleto”, dice el director.

“Y con toda la angustia que también eso puede generar. Son un montón de demonios con los que uno vive cuando es niño, y su papel está subestimado porque se piensa que solo juega, que lo que dice no es importante, es solo un proyecto de adulto. Quería pensarlo como un agente social, que puede construir realidad, planteando otros relatos posibles. Manuel encarna esas posibilidades y la relación con la abuela refuerza esa idea de que se podría pensar en adultos distintos, que miran desde otro lugar”, remata.

Producida por Gualicho Cine y Vega Cine, con el apoyo del INCAA, la película se estrena en CABA en el Cine Gaumont durante la semana completa del jueves 29  al miércoles 4 de Junio, en las funciones de 12:00, 15:45 y 19:30hs. También será proyectada a partir de esta fecha en los Espacios INCAA de Formosa, Salta y Buenos Aires, y en Santa Fe en Cine América y Cine El Cairo de Rosario. Mientras que en Córdoba la película se estrenará el 5 de junio en el Cineclub Hugo del Carril.

“Qué importante que renazca Sudeste, en este Espacio”

“Qué importante que renazca Sudeste, en este Espacio”

Luis Ziembrowski, protagonista de la película basada en la primera novela de Haroldo Conti, participó de su proyección en la ex-ESMA a 100 años del nacimiento del escritor.También estuvieron el director Sergio Bellotti, y Ernesto, el hijo del autor desaparecido por la última dictadura.

Sobre la Avenida Libertador, a la altura 8151, las barreras son difíciles de atravesar, pero vale la pena recordar con memoria aquel horror, resistir desde el dolor y la conciencia colectiva, para evitar la repetición.

Al ingresar al Espacio Memoria de la ex ESMA, la posibilidad de perderse entre sus calles es grande. Aún con el atardecer, una tenue luz azul ilumina el cielo y las calles parecen angostarse. Las sombras de los árboles se reflejan en el cemento. Uno se pregunta: ¿Cuál es la dirección correcta?

—Por la derecha, camine unos ciento cincuenta metros y ahí vas a ver la Casa de la Identidad —explica con amabilidad el trabajador de protección del espacio.

Al recorrer los ciento cincuenta metros un gran edificio de ladrillos –llamativos–, se impone. Casa por la Identidad. Abuelas de Plaza de Mayo, se alcanza a leer en un cartel. Al ingresar, dos pasillos alargados se abren hacia diferentes direcciones. Al fondo, a la derecha, se encuentra el microcine.

Luces apagadas y silencio en la sala. La proyección comienza a sumergir a todos en otra época y ambiente. El tiempo transcurre más lento, —como si el río estuviera quieto— los colores de las bifurcaciones del Delta resaltan en verdes y amarronados. La tranquilidad de la vegetación y los sonidos de la fauna se perciben con lentitud.

Sudeste es una película basada en la primera novela de Haroldo Pedro Conti, escritor, periodista y docente argentino, secuestrado y desaparecido durante la última dictadura militar, el 5 de mayo de 1976. Conti describió y plasmó la geografía del Delta argentino en su literatura: La naturaleza y el río como protagonistas; el hombre como excusa. La naturaleza avanza, y el hombre va detrás.

El ritmo de la película invita a vivir el tiempo del río, esperando —con quietud— el momento de la acción. A cien años del nacimiento de Conti, la sensación de rescatar el tiempo y la memoria a través de la proyección de Sudeste en el ciclo “Cine por la identidad” es de gran importancia en un momento marcado por el negacionismo y la política destructiva sobre la cultura del gobierno actual.

Entre el público del ciclo pudo verse -además de a Ernesto Conti, hijo del escritor y Luis Ziembrowski, protagonista del film, invitados a participar de una charla posterior- a Élida Gonzáles, la única mujer en el film -compañera de Ziembrowski por entonces- y su hijas; al director de arte, Federico Mayol, entre otros familiares y protagonistas de esa reunión entre cine y literatura. El debate fue moderado por Manuel Barrientos. Ante la pregunta del periodista sobre el significado de la reunión, Ziembrowski rompe el hielo: «Qué importante que renazca ‘Sudeste’ en este espacio, en esta nave insignia de las Abuelas, rescatando la memoria».

Durante el debate se abordaron puntos clave sobre la película: sus motivos, su estilo de filmación y el contexto en el que se produjo. Sergio Bellotti, el director, explicó cómo Sudeste fue filmada en un momento de crisis, cerca del estallido social de 2001, con escasos recursos y mucha entrega. De manera anecdótica, Ziembrowski recordó cómo durante el rodaje seguían las noticias de las manifestaciones en Plaza de Mayo a través de un pequeño televisor «Creímos que eran imágenes del 89, hasta que finalmente nos dimos cuenta de lo que estaba pasando”, y agregó: «El 20 de diciembre terminamos la película, yo volví con la lancha al puerto del Tigre, llegué a mi casa, me bañé y de ahí a Plaza de Mayo. Era todo muy trascendente, también haber abrazado la primera novela de Haroldo Conti», recordó dejando entrever la tensión de una Argentina que intentaba sostenerse en medio del caos.

En el debate, también se remarcó el gran trabajo colectivo que hubo por detrás de la película, no solo en su filmación, sino en la recuperación del material. Manifestaron su agradecimiento hacia instituciones como el INCA y el ENERC, por ayudarlos a reconstruir y revivir la película. La dificultad para conseguir una buena copia del film original se enlaza con la adversidad en la que fue filmada, este detalle marca aún más el espíritu de la película. “Muchas personas se movilizaron para conseguirla. Se produce un fenómeno colectivo que es la maravilla que tiene cualquier proyecto”, resalta Ziembrowski.

La mística en las imágenes y el tiempo de narración de la película se potencian con la actuación de Javier Locatelli, protagonista isleño que interpretó a “El boga”, un adolescente que nació y vivió toda su vida dentro de la atmósfera del río, a espaldas del continente. Al momento de iniciar el rodaje Locatelli solo había pisado Buenos Aires dos veces en su vida. Su actuación fue clave para seguir nutriendo la ambientación y estilo de vida especial que tiene la isla. Barrientos repone que los propios isleños sentían que estaban haciendo la novela de Haroldo, “Sudeste es la gran novela del Delta”, resaltó.

Bellotti supo capturar a la perfección aquella naturaleza humana que lo inspiró, la recreó con gran honestidad y locura artística, cualidad especial del director que todos los presentes recuerdan con nostalgia.»Hay un mito que dice que Bellotti tiró el guion al río antes de filmarla», expresa Barrientos con picardía, a lo que responde: “Yo no lo vi, pero podría ser cierto”.

La función del ciclo Cine por la Identidad fue más que una proyección: Fue un acto de resistencia cultural, un espacio donde la memoria de Haroldo Conti y su legado se entrelazaron con el presente. Frente al avance del negacionismo y las dañinas políticas del gobierno actual hacia la memoria, el cine y la cultura se mantienen como trinchera. Ernesto Conti, hijo del escritor desaparecido, agradeció el homenaje: “Para nosotros como familia esta es una doble reivindicación. Pone en valor la obra de mi viejo. Es la manera de mantenerlo vivo, reconstruirlo en este caso a través de la película”.

La próxima función de Cine por la Identidad se llevará a cabo el 26 de junio, una nueva oportunidad para seguir construyendo y reflexionando sobre la identidad argentina a través del cine como un vehículo de memoria colectiva.

El escritor de historias de la pequeña gente

El escritor de historias de la pequeña gente

A 100 años del nacimiento de Haroldo Conti, uno de los 30.000 desaparecidos por la dictadura militar, el escritor Juan Bautista Duizeide repasa su vida, su obra y su militanica en una clave de lectura del presente.

Este domingo 25 de mayo se cumplen cien años del natalicio de Haroldo Pedro Conti, venido al mundo un 25 de mayo en Chacabuco, Provincia de Buenos Aires. Autor de la novela Sudeste y de compilaciones de cuentos como La balada del álamo Carolina, en su vida supo ser seminarista, piloto de avión, navegante aficionado y militante político. Integra la lista de los 30.000 detenidos desaparecidos por la última dictadura, y su figura carga con la paradoja de ser menos leído que homenajeado.

“Conti era alguien que había ganado el premio literario más importante en lengua castellana que había en el momento, que era el Barral”, cuenta Juan Bautista Duizeide en diálogo con ANCCOM, “Era alguien quizás no tan leído como otros autores de la época, pero que estaba muy presente en el sistema cultural y mediático. Había muchísimas entrevistas; llegó a salir en la tapa de la revista Gente. Y sin embargo unos pocos años después no se conseguía nada de él en ninguna librería.”

Duizeide es autor del libro Alrededor de Haroldo Conti, publicado el año 2013 en la colección Cuadernos de Sudestada. También es académico, periodista y piloto de buques de marina mercante. Amante del mar y de los ríos, residente del Delta de Tigre, en su vida se acumulan paralelismos con el autor que lo marcó; autor a cuya obra llegó, según relata, por accidente.

“Hurgando en una mesa que estaba afuera de la librería Hernández, en la avenida Corrientes, di con un libro que me llamó la atención básicamente por la tapa, que es una pintura del Delta. Y cuando lo abrí y leí la primera página me cautivó esa prosa. Yo en ese momento, a fines de 1983, era estudiante de primer año de la escuela de náutica y mi familia había caído en bancarrota, así que solamente podía comprar libros muy en oferta, como ese. Luego me enteré que la librería Hernández había guardado en un espacio tapiado un montón de libros que era peligroso exhibir. Cuando empezó el deshielo democrático, los sacaron a la calle y los pusieron en oferta, y ahí di con él: era la novela Sudeste. Y de a poco fui reconstruyendo su obra porque no estaba por ningún lado, no era fácil de conseguir…”

¿Qué significaba ser un escritor desaparecido el 83?

No estar en el espacio público (incluso para gente que había estado muy presente en el espacio público) y estar estéticamente condenado. A mí me parece que hay algo de eso que dura. Además, había como una especie de estigma sobre buena parte de la producción cultural argentina de la década del sesenta e inicios de los setenta. Yo pude comprar Zama, El Silenciero (de Antonio Di Benedetto) y algún otro libro en ofertas muy baratas porque eran cosas que no interesaban; o sea, no era la onda del momento, era algo viejo…

¿Y qué connotación tiene hoy el ser un escritor desaparecido?

Me parece que es un gran problema. Hay una forma en la que dura la desaparición especialmente nociva para ingresar a la obra de Conti, y es qué expectativas crea esa etiqueta terrible de desaparecido. Por supuesto que ningún escritor quiso ser desaparecido: por más militante que fuera, nadie quería desaparecer –es algo criminalmente impuesto-. Pero además de esa circunstancia, sucede que la etiqueta de desaparición, un poco con la metáfora visual de los ‘siluetazos’, tiende a homogeneizar: a suponer que existencialmente, políticamente y sobre todo estéticamente, eran lo mismo un poeta visionario, casi maldito, como Miguel Ángel Bustos, un cronista como Enrique Raab, un periodista como Rodolfo Walsh o un narrador como Haroldo Conti. Y todos son desaparecidos, pero se parecen bastante poco entre sí. Entonces ahí en principio hay un achatamiento de la densidad y de la riqueza literaria, que es la que nos importa para pensar en un escritor. Y en el caso de Haroldo Conti sucede algo: por un lado, hay gente a la que, aún hoy, toda cosa que huela a años sesenta, años setenta y militancia les da una suerte de alergia y, por el otro, hay un público joven, militante, comprometido, que toma un libro como la novela Sudeste, que es una obra maestra, o cuentos como Todos los veranos, y se pregunta: ‘¿Y acá donde está lo político?’ O sea, Conti no es como Walsh, que tiene una Carta Abierta a la Junta Militar al cumplirse un año de gobierno, que tiene Operación Masacre; en Conti lo político opera de otras maneras mucho más elusivas y sutiles. Él siempre afirmaba: ‘Yo no escribo la Historia, sino las historias de la pequeña gente’. Si uno se pone a ver con la sensibilidad un poco más abierta y con otras antenas, empieza a entender cómo funciona lo político en Conti, que está profundamente enraizado con las vidas de sus personajes. Nunca está impuesto desde la voz que narra ni desde la ideología o las pretensiones del autor.”

¿Y cómo dirías que aparece, concretamente, lo político en Conti?

Me parece que es fundamentalmente una mirada a ras de pueblo. Hay una anécdota que a mí me gusta mucho, aunque probablemente sea apócrifa. A fines de los años 50 o principios de los 60 (Conti jamás lo precisó del todo bien), él estaba haciendo prácticas de vuelo –solía salir del aeropuerto de Don Torcuato en la zona norte de Buenos Aires– para sacar el carnet de piloto civil. Y cuenta que haciendo uno de estos vuelos es que vio el delta, ‘una inmensa mancha verde’, y quiso ya no verlo más desde arriba sino meterse en sus vericuetos, conocer su gente, sus lenguajes, su manera de soñar, de vivir, etc… No importa tanto que haya sucedido o no; lo que interesa es el lugar único que adquiere esta escena de iniciación en su formación como escritor. No importa que sea una ficción: la ficción funciona así. Y a mí me parece que uno de los grandes gestos políticos implícitos de Conti es este ponerse a ras. No ver desde arriba, sino ver a ras de donde ven sus personajes: de lo que piensan, de sus formas de vida; en un punto es casi un trabajo etnográfico. Esto que parece, quizás, desde hoy un poco desvanecido, era una inmensa diferencia de cómo trataban a los personajes populares los escritores del momento. Porque para buena parte de la gente que escribía en la Argentina un personaje como el Boga –una suerte de lumpen de las islas– no tenía ningún interés. Y si tenía interés –en general ese interés era de los escritores proclamados de izquierda– había una mirada con cierto moralismo externo al relato: se le daban una serie de virtudes que supuestamente el militante consciente, que vendría a ser el escritor, sí sabía, y sus personajes populares no sabían. Esto es un problema al narrar, el forzar a los personajes de tal modo. O, un peligro simétrico y parecido, que es suponer que esos personajes del pueblo tienen la verdad de todo. Haroldo Conti logró sortear esos peligros.

 

Duizeide trabaja actualmente en la Universidad de Humboldt de Berlín, donde imparte un seminario de Estéticas Fluviales. “Buena parte de estar acá en Alemania es por Haroldo Conti”, confiesa, aunque sus obras no formen parte del programa este año. El domingo habrá, sin embargo, un homenaje en la Floating University, sobre los terrenos donde se drenaba el agua del antiguo aeropuerto. La silueta del autor será rellenada por cartas, tapas de libros, y se compartirá una comida en referencia a su último cuento: A la diestra, que representa una cena entre vivos y muertos. Es el eco de una persona que fue, por sobre todas las cosas, un escritor, y como tal sólo vuelve a su esencia al ser leído.

“Solamente existen las lecturas sincrónicas”, prosigue Duizeide: “No hay nada más autobiográfico que la lectura: uno puede inventarse otra cara para narrar, pero no hay manera de leer sino desde nuestra propia circunstancia. Leemos desde 2025 y desde nuestra situación. Por un lado, creo que desde 2025, esa forma de ir hacia lo popular es bastante más nítida de lo que podía ser en 1957, cuando aparece el primer Conti maduro. Visto de lejos, es un año particularmente significativo: es el año de la historieta de El Eternauta y en el que se empieza a publicar Operación Masacre. Oesterheld y su dibujante Solano López trabajan para contar una gran historia argentina y bastante universal como vemos ahora a partir del éxito de la serie, desde un género bastante desdeñado como era el de la historieta; y también el tema de la investigación periodística que en ese tiempo, antes de la novela de no-ficción, no gozaba de mayor prestigio. Eran géneros bastante plebeyos, y también había mucho plebeyismo en Conti por los personajes que elegía. Esto no tenía absolutamente nada que ver con la argentina oficial del momento, fuera de izquierda, centro o derecha: eran todas rarezas, pararse desde esos lugares. Y eso se ve muy nítidamente desde ahora, mucho más nítidamente que entonces.”

Más allá de la novedad que significó en su presente, ¿qué se puede sacar de su lectura para la Argentina del 2025?

Creo que lo interesante que tiene para ofrecer Conti hoy son algunas otras cosas, que son determinados tonos y determinadas formas de construcción. Y creo que, precisamente por esto, puede ser una lectura bastante difícil. Porque podríamos decir que, si Conti fuera un pintor, él no trabajaría con colores puros y crudos, sino con infinitos matices. Eso me parece sumamente interesante: ese nivel de sutileza narrativa, que llega a estar en el límite con la poesía. En Conti lo más importante es la trama: básicamente narra un ambiente, nos da a disfrutar un lenguaje. Me parece que eso es lo que pueden encontrar lectores nuevos, los lectores más jóvenes.

 

Nuevos artistas disidentes

Desde su militancia en el ERP, Haroldo Conti fue un escritor perseguido que era muy consciente de su vigilancia. Ya en los tiempos de la Triple A, con el tercer peronismo, estuvo en la mira del terrorismo estatal. El no ir al exilio tras el golpe de Estado fue como enfrentarse de cara al pelotón.

La actual coyuntura mediática nos enfrenta a nuevos gobiernos de retórica autoritaria, al que se contraponen personajes de la cultura que encarnan nuevas formas, también mediáticas, de confrontación: Lali vs Milei, Dillom vs Caputo, Taylor Swift vs Trump, Bad Bunny vs las inmobiliarias. ¿Hay alguna continuidad con estos nuevos artistas disidentes? ¿O son solamente una mímica vacía de lo anterior?

“Me parece que hay algunas leves continuidades y también grandísimas diferencias”, marca Duizeide, “En la redacción de Crisis, en donde trabajaba Haroldo Conti, todo el tiempo recibían amenazas. Amenazas que no significaban bravuconadas como las que puede efectuar Milei, sino que rápidamente se convertían en penas de muerte concretas; extrajudiciales y extralegales, pero concretas. La censura también era un dato real: de libros, de películas, de revistas, de músicas que se aconsejaba no difundir. Me parece que ahí hay una diferencia sumamente grande. Pero además la disidencia de un Conti o de un Enrique Raab era sumamente radical. Con esto no quiero enjuiciar a los disidentes actuales, sino en todo caso al uso de la palabra: quizás convendría inventar otra. Porque la disidencia durante mucho tiempo, fuera en la Unión Soviética del estalinismo, o en la Alemania de Hitler, en la Argentina de Isabel, ni hablar en la de Videla, Massera y Agosti, era algo mucho más abarcativo; algo irrecuperable para la sociedad oficial. Los actuales disidentes pueden dar, al menos por ahora, un recital para miles y miles de personas en un lugar central de cualquier metrópoli. Y no exponen, al menos hasta ahora, su integridad física ni sus cuerpos –ahí hay una diferencia muy grande. Yo siento que no somos quienes producimos bienes culturales los que estamos siendo más golpeados por estos gobiernos, sino más bien otros sectores: obviamente los trabajadores, comenzando por los informales, también los jubilados, las infancias pobres… Y en ese sentido hay como una extraterritorialidad, pero no un riesgo tan grande como el que corría en otra época un Haroldo Conti.”

El centenario del nacimiento de Haroldo Conti será conmemorado en su casa museo ubicada en Arroyo Gambado S/N, Tigre 1648, donde el sábado 24 de mayo se realizará una vigilia desde las 10:00.

Una cantante de película

Una cantante de película

Delfina Campos, la intérprete y compositora que aporta su música a Envidiosa, acaba de realizar una gira y se presenta nuevamente en Buenos Aires. El rock el rock, el folk y pop el pop pensados como imágenes de cine.

El sonido invade la terraza del Centro Cultural Recoleta y rompe con la calma del domingo. Delfina Campos y su banda realizan la prueba de sonido, mientras la gente se amontona alrededor de las cintas que delimitan el escenario. “Chicos, esta es la prueba de sonido. El show arranca a las 6”, dice la artista al micrófono, un poco incrédula, entre risas. Los espectadores se quedan ahí, para vislumbrar lo que será una nueva presentación de Películas Perdidas, el último álbum de la cantante, que a lo largo de nueve canciones recorre el amor, la desilusión y la transformación personal.

Cuando la prueba concluye, Campos y su banda se retiran. Una hora después, regresan ante un público ya multiplicado, que cubre casi por completo la terraza. Algunos aseguran su lugar sentados en colchonetas de colores; el resto espera de pie. La música comienza y el público responde de inmediato: los cuerpos se mueven al ritmo, las voces corean cada letra y varios celulares registran fragmentos del show. En las últimas canciones, la cantante llama a los espectadores a romper el orden establecido y a acercarse al escenario para bailar. Así comienza una fiesta a corazón abierto.

Luego de presentar su show en el Centro Cultural Recoleta, y antes de una fugaz minigira que la llevó por el exterior, Campos habló con ANCCOM acerca del proceso creativo de su segundo disco, de sus futuros proyectos y del lugar de las mujeres en la escena musical argentina. Ya de vuelta en Argentina, tiene una nueva fecha en CABA, este sábado 24 a las 20, en ArtLab Centro Cultural, Roseti 93.

¿Cuál fue el punto de partida para construir Películas Perdidas?

Fue algo que me estaba pasando cuando tocaba en vivo, una necesidad de mayor potencia y más organicidad en las canciones. Mi disco anterior tenía canciones con batería acústica, pero también con beats programados. Sin embargo, me pasaba que el vivo me pedía más rock, más potencia, otro tipo de registro y de intensidad. El punto de partida fue sensorial, quería grabar un disco que fuese pop rock, en el que yo disfrutara y se sintiera de una determinada forma al tocarlo en vivo. Después hubo muchas canciones que eran notas de voz perdidas en el celular, algunas de las cuales había escrito hace muchos años, y otras hace no tanto tiempo, pero no había grabado. Algunas las recuperé, por eso el título hace referencia a ellas. Muchas veces la gente me dice que mi música tiene una cualidad visual, como si fuese cinematográfica, el título también juega con eso.

 

¿Cómo fue el proceso de redescubrirlas e integrarlas al disco? ¿Cambiaron mucho de su forma original?

El proceso se dio a partir de unas sesiones para componer con otros compositores y productores en el estudio de Warner Chappell, mi editorial. Me encontré en una situación de: “Bueno, tengo estas jornadas de composición, ¿qué ideas o disparadores que ya haya hecho antes puedo llevar?” En esa cosa de buscar entré a mis notas de voz y las encontré. Fue muy interesante, porque encontré por ejemplo la grabación de la guitarra y voz de “Balada para el fin del mundo”. Se la mostré a Percii (Gastón Porro), un productor que conocí en el marco de estas jornadas, y armó una propuesta de producción para la canción que yo jamás me hubiese imaginado. Me fascinó, y ahí decidí que quería laburar con él como productor del disco. A nivel composición no sé si las canciones cambiaron mucho de su forma original, pero de golpe hay algo de la dirección que pueden tomar desde producción que a veces sorprende. En esas sesiones también hubo algunas canciones que surgieron de cero, como “Testigos”, que la compusimos con Juana Aguirre, Nico Landa y los chicos de Hipnótica.

Tanto en Películas Perdidas como en Cómo bailan los demás tus letras muestran una gran conciencia: hay una mirada muy lúcida sobre lo que sentís, sobre el otro y las consecuencias de las acciones. ¿Esa claridad también te acompaña en la vida cotidiana, o es algo que aparece con el tiempo, cuando tomás distancia de los hechos?

Soy una persona muy introspectiva, estoy muy en contacto con mis emociones, con mis pensamientos. Soy muy reflexiva, por ahí eso transpira mucho en mis canciones. Me es muy fácil componer desde un contacto con mi mundo emocional interno y me resulta más difícil hacerlo desde algo más mental. Lo intimista e introspectivo es el combustible creativo que más usé hasta ahora. Puedo empezar a intentar componer desde otros lugares, pienso en artistas que componían desde lo político, pero mi mundo emocional me resultó el lugar más intuitivo al que acudir.

 Si Películas Perdidas fuera una película, ¿de qué género sería y de qué trataría?

En algún lado leí que alguien decía que tal o cual canción del disco podría servir de soundtrack de un coming of age. Los yankees utilizan este término para llamar a las historias que hablan de un personaje joven o adolescente que atraviesa una experiencia la cual lo convierte en la persona que tiene que ser, en un adulto o en lo que sea. Creo que Películas Perdidas podría ser una película donde una persona a través de sus vínculos o relaciones amorosas se vuelve más adulto, o más maduro, como si fuera un coming of age argentino. Me gusta pensar que la última canción del disco es la más madura también, en muchos sentidos, por los temas que trata y aborda. “500 años luz” es una canción que quita el foco de lo interpersonal y lo vincular, y lo pone en hacerse preguntas más existenciales. En ese sentido, el disco empieza con “Testigos”, que tiene un registro más despechado, y termina con “500 años luz”, que es una cosa más madura. También pienso que definitivamente la película transcurriría en una ciudad, probablemente de noche, porque son los escenarios de mis canciones.

 

¿Hay algún sonido, formato o territorio creativo que te gustaría explorar en tus próximos proyectos?

Hay muchas cosas que tengo ganas de hacer. Hubo un descubrimiento para mí con este disco, definitivamente esto de que me interesa un camino más orgánico. Desde las producciones me gusta el territorio del rock, del folk también. Creo que en algún momento voy a hacer un disco más folk, es algo que me lo debo. Hay una triada entre el pop, el rock y el folk que es en donde mejor me hallo. A veces fantaseo con que quiero hacer un disco de boleros. Quiero hacer mil discos, pero es probable que el próximo se mantenga en esos géneros. También hay algo que siempre quise hacer: grabar un disco en vivo. Es un proyecto que eventualmente me encantaría.

 

Entre tu presentación en un festival masivo como el Quilmes Rock y la incorporación de tu música en la serie “Envidiosa”, ¿sentís que tu música está alcanzando otros espacios o públicos inesperados?

Si hay algo que me importa, que quiero y que pienso mucho, es que ojalá mi música siga creciendo y pueda llegar a más gente, que personas nuevas la descubran. El Quilmes y “Envidiosa” fueron plataformas para que eso sucediera. Sentí que estuvo pasando, y espero que ocurra cada vez más.

 

¿Cómo ves el lugar de las mujeres en la escena del pop y del rock argentino?

Hay ciertos prejuicios hacia la mujer, muchas veces es como si se desconfiara de su agencia creativa, por ejemplo con la idea de que atrás tiene que haber un hombre produciendo. Eso existe en todos los géneros, no solo en el pop o en el rock. En el rock creo que el público argentino es muy snob con ciertas ideas. Está el rock nacional, donde son todos hombres. Obvio que hubo un montón de mujeres, pero es un territorio esencialmente masculino, donde creo que es muy difícil ganarte el respeto de esa tribuna de hombres que determina que entra o que no en ese panorama del rock argentino. Hay una especie de cultura del rock chabón, donde olvidate que entre una mina. Está habiendo exponentes femeninos espectaculares en el rock y me encanta, pero me parece que todavía hay mucho camino por recorrer. Creo que está cambiando, y va a cambiar, pero siempre fue un territorio muy masculinizado. Y los que siguen determinando quien entra, quien sale, como los programadores de los festivales del género, siguen siendo predominantemente hombres.

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

«Las pantallas ofrecen una competencia desleal»

La especialista en ciudadanía digital Lucía Fainboim publicó “Cuidar las infancias en la era digital”, un libro que explora los desafíos, oportunidades y tensiones que surgen en la crianza contemporánea. Con una mirada crítica pero constructiva, invita a repensar el rol de las familias, las escuelas y el entorno digital en la vida de niños, niñas y adolescentes.

Lucía Fainboim acaba de publicar Cuidar las infancias en la era digital (Editorial Noveduc), en el que refleja su larga experiencia en la compleja relación entre infancias y tecnología. Para especialista en ciudadanía y crianza digital, y Cofundadora de Bienestar Digital, es fundamental que la familia mantenga siempre un canal de comunicación abierta con los menores para que logren hacer un uso crítico de lo que le llega a través de las pantallas. Para eso es imprescindible que los adultos también reflexionen sobre sus propias prácticas.

En tu libro hablás de las oportunidades que ofrece la era digital. ¿Cuáles son las más subestimadas por los adultos?

Hay una tendencia a pensarlo todo en términos dicotómicos: o sos tecno-fóbico o sos tecno-optimista; la tecnología se piensa como muy buena o muy mala. Pero no es sólo una herramienta, es una expresión de época, de un momento histórico, político y económico. Claro que hay usos problemáticos, pero también oportunidades. No se trata de si es neutra, sino de entender cómo nos transforma.  El desafío está en poder distinguir entre esos usos: cuáles nos transforman de forma negativa y cuáles nos potencian.

Señalás que la conexión constante puede modificar la forma en la que los chicos se perciben a sí mismos y al mundo. ¿Cómo influyen, en los niños, las plataformas digitales?

Los niños crecen imitando lo que ven a su alrededor. La imitación de lo que ven en estas plataformas empieza a moldear su forma de ser y de experimentar. Lo planteo en el libro y  tiene que ver con el impacto de este uso excesivo, porque en la vida real no hay estímulos tan intensos y los niños empiezan a necesitar de la gratificación inmediata que los juegos y los videos cortos les proveen. Ahí es cuando el consumo de plataformas se empieza a volver excesivo, y los chicos pierden experiencias necesarias para su desarrollo, como el juego libre, la imaginación, y el aburrimiento. Es una competencia desleal: las pantallas ofrecen estímulos intensos, fragmentados, inmediatos, y después es muy difícil que prefieran jugar con un juguete o imaginar una historia. Desde edades muy tempranas, la exposición constante a la tecnología afecta el desarrollo de habilidades fundamentales, como la creatividad.

En ese sentido y siguiendo lo que expresás en el libro acerca del rol del adulto, ¿qué desafíos enfrenta una madre o padre que quiere acompañar la vida digital de sus hijos sin ser experto en tecnología?

Un gran desafío tiene que ver con suponer los usos de los chicos y las chicas, así es imposible generar estrategias para realmente ayudarlos, porque no los entendemos. La cuestión no es conocer o restringir todas las apps, sino entender para qué las usan sus hijos. No hay que suponer ni subestimar. No le podés decir a tu hijo que el ciberbullying no es real o que tener amigos por internet no cuenta porque estás invalidando su experiencia y la importancia que los niños y adolescentes le dan a lo que les pasa ahí. Es clave que las madres y padres se abran con sus hijos y traten de entender la importancia que ellos les dan a sus interacciones digitales. Observar, escuchar y compartir tiempo frente a la pantalla permite ver cómo se apropian de esos espacios y qué experiencias buscan.

El libro menciona el concepto de “porno scroll”. ¿Qué estrategias proponés para evitar la sobreexposición sin caer en la censura?

Las plataformas buscan maximizar el tiempo de permanencia. Y muchos de los contenidos más adictivos son los que más problemáticas generan: la pornografía, por ejemplo, tiene una presencia enorme y puede ser muy violenta, muy machista. No se trata sólo de restringir el acceso, sino de acompañar, de generar conversaciones sobre lo que ven, lo que sienten. No hay que castigar la curiosidad, sino acompañarla. Si hablamos de estrategias, lo primero sería evitar el acceso indiscriminado y sin supervisión a dispositivos con conexión a internet en la niñez. Porque una vez que tienen estos dispositivos, claramente pueden entrar en contacto con pornografía, está al alcance de sus manos. Después, tenemos que acompañar con un control progresivo, consensuado y con diálogo. Hay que reconocer que la curiosidad por la sexualidad es natural. Lo que preocupa es el tipo de contenido al que acceden: sobreestimulado, machista y violento. Es clave habilitar conversaciones honestas, ofrecer materiales adecuados, información acerca de sus cuerpos y mostrarse disponibles para escuchar sin juzgar.

¿Cómo puede la escuela integrar la tecnología sin que reemplace el contacto humano?

Todo depende del para qué. La tecnología no debería usarse porque sí. Si tiene un propósito pedagógico, si cumple una función dentro del proceso de aprendizaje, puede ser valiosa. Y en ese sentido, solo se debe incluir si es parte de una estrategia pedagógica. O sea, no es solamente voy a usar esta aplicación, sino que esta aplicación cumple con objetivos didácticos de aprendizaje. Sobre todo, la escuela debe fomentar habilidades críticas y reflexivas: enseñar cómo funcionan las plataformas, qué intereses hay detrás, qué modelos de negocio. Los docentes tienen que lograr que los chicos se pregunten, que no consuman de forma pasiva.

Empatía y diálogo

¿Qué señales indican un uso nocivo de las pantallas?
Algo que me parece interesante es observar el coste de oportunidad. Hay que ver qué dejan de hacer los chicos: si ya no juegan, no se vinculan, no pueden gestionar sus propias emociones, no toleran la espera o pierden autonomía, es probable que la tecnología esté desplazando experiencias fundamentales. Lo importante es detectar cuándo la pantalla se convierte en la única fuente de placer o distracción.  Esto gana especial relevancia en la pubertad y en la adolescencia: si un chico en la secundaria está demasiado tiempo aislado y no tiene vínculos significativos o hobbies por fuera de los videojuegos y las redes sociales, hay que intervenir y proponer alternativas de encuentros no virtuales: mandarlos a hacer un deporte, probar una clase de alguna manualidad y cosas por el estilo.

¿Qué lugar debe ocupar la interacción cara a cara en la crianza digital?
Las relaciones digitales también son reales, pero no deben reemplazar lo presencial. Esos vínculos también existen y nos afectan, aunque se dan de maneras distintas. Lo importante es no descalificarlos de entrada, sino entender cómo se dan, qué aportan, qué falta en la virtualidad. No podemos imponer nuestras definiciones. Hoy la amistad, el amor, la socialización también pasan por lo digital. Pero, si un chico no tiene motivaciones, amistades o intereses fuera de las pantallas, es una señal de alerta. Lo virtual debe complementar, no ocupar todo el espacio vincular. Volviendo a tu pregunta, la interacción cara a cara es fundamental y hay que estimular que nuestros hijos hagan cosas por fuera de la virtualidad y que las disfruten.

¿Qué rol juega la empatía para prevenir el abuso en línea?
Es central, porque siempre existe una brecha generacional entre los adultos y los chicos,  especialmente en adolescentes. “No los entiendo”, dicen los padres; es algo clásico. Pero hoy, esta brecha se profundiza por las distintas experiencias digitales, y lo que más profundiza la brecha es cuando menospreciamos lo que le pasa a los chicos. Muchas veces los adultos minimizan lo que les pasa a los chicos: “No es tan grave”, “Es solo un jueguito”, “Ese no es tu amigo”. Se estigmatiza y menosprecia lo que les pasa a los niños en internet. Pero si no entendemos por qué les importa algo, no podemos guiarlos. La empatía empieza por interesarse genuinamente en sus mundos. Y justamente la empatía va en que el adulto reconozca esto: A mí claramente no me importa perder en un jueguito. A mí por ahí no me importa tener pocos likes, a mí no me interesa tal cosa, pero puedo entender que a vos sí”. Si no hacemos un acercamiento, que era un poco lo que hablábamos al principio, es muy difícil darles herramientas para que se relacionen con la tecnología de forma saludable y crítica. La idea es que los adultos les comuniquemos a los niños que no entendemos pero queremos entender.

Las apuestas online afectan cada vez más a adolescentes. ¿Qué herramientas sirven para prevenir esta problemática?
No siempre se perciben las consecuencias rápidamente, porque no hay señales visibles. Es clave mostrar cómo funcionan estas plataformas, que los necesitan enganchados. Entender que son manipulados suele generar más impacto que simplemente hablar de “riesgos”.

¿Cómo podemos evitar que el miedo al mundo digital se convierta en una barrera?
Hablando. No desde el sermón, sino desde el interés. Contar qué hacemos nosotros en Internet, qué nos divierte o preocupa. Preguntarles a qué le dedican tantas horas y con quienes se relacionan de manera digital. Si solo aparecemos para retarlos, no vamos a generar confianza. O sea, hay que empezar a hablar, no solo levantarme para retarlos, para acusarlos de algo y para menospreciar lo que les molesta. Nunca es tarde para empezar a darles herramientas para lidiar con la digitalidad. Primero tenemos que arrancar por lo positivo, preguntándoles qué les divierte tanto y hablando regularmente de nuestros consumos en línea, como para que ellos sientan que la tecnología y su uso son un tema de conversación más. Y también, es muy importante fomentar espacios de ocio offline, recuperar el tiempo para aburrirse, para no hacer nada, para que los niños miren por la ventana. Es ahí donde aparecen otras formas de estar.