El despacho de Borges

El despacho de Borges

A 125 años del natalicio del escritor argentino, la Biblioteca Nacional, que lo tuvo como director, realizó un recorrido guiado por las instalaciones que ocupó en la primera sede de la institución para repasar su literatura pero también su costado de gestor.

Cada 24 de agosto se celebra el Día del Lector. Se eligió para el festejo, la fecha del nacimiento de Jorge Luis Borges, uno de los escritores argentinos más importantes y reconocidos mundialmente. El sábado último, ANCCOM estuvo en la apertura especial de la sede histórica de la Biblioteca Nacional, en la calle México, donde el autor de El Aleph ocupó el cargo de director desde 1955 hasta 1973.

El Centro de Estudios Borgeanos de la Biblioteca Nacional celebró el Día del Lector con un recorrido histórico y cultural denominado “Las bibliotecas de Borges” que comenzó en la Biblioteca Municipal del barrio de Boedo y continuó en la sede de la Biblioteca Nacional ubicada en el barrio de San Telmo. La visita estuvo guiada por Laura Rosato, directora del Centro de Estudios Borgeanos, y Germán Álvarez, el codirector.

«Celebramos a Borges porque es el mejor escritor de lengua castellana del siglo XX –subrayó Rosato-. ¿Cómo no celebrarlo? Además, es una felicidad leerlo. Es feliz y me parece que es un autor que festeja la amistad todo el tiempo y celebrar el cumpleaños es lo que se hace con los amigos». Por su parte Álvarez comentó: “Celebramos a Borges porque es inmortal. es el escritor argentino más internacional que tenemos y Borges va a seguir creciendo a través de los años, porque sus lecturas son infinitas”.

A modo de introducción, Rosato señaló: “Uno puede identificar ´lo borgeano´ y pensaba en este edificio, que fue construido para la Lotería Nacional y transformado en edificio de la Biblioteca Nacional y, mucho tiempo después, lo termina dirigiendo Borges, que escribe sobre loterías y bibliotecas y me parece que el hecho de que ese fuera el origen de uno de sus libros se vuelva algo absolutamente borgeano”.

En 1955, Jorge Luis Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional por funcionarios que dudaron de su designación porque era ciego. Borges era un hombre con una obra sólida pero no tan difundida, no era el autor que hoy todos conocemos. Cuando llegó a la Biblioteca Nacional el escritor confesó que llegó con su madre hasta la puerta y, para no tener mala suerte, evitó entrar hasta ser nombrado. Cuando finalmente sucedió dijo sobre sí mismo: “Yo pensaba que me iban a dar una biblioteca en el sur, en Adrogué y terminé dirigiendo la biblioteca más importante de Argentina”.

Sería erróneo pensar que la llegada de Borges a este lugar se debe exclusivamente a su posicionamiento político, aunque se sabe del tenso vínculo que el autor mantuvo siempre con el peronismo. Borges se estableció como director de la Biblioteca Nacional durante la autodenominada Revolución Libertadora, pero su labor dejó una huella que trascendió su propia gestión y posicionamientos políticos, como su literatura.

“Cuando Borges llega en 1955 ya es el primer escritor nacional. Trabajó arduamente en la biblioteca de Boedo y cosechó todo eso en esta biblioteca. Lo que hace con la Biblioteca Nacional es ponerla en el mapa de las bibliotecas del país. Todo el mundo quería entrevistar a ese poeta ciego que habitaba esta alta casa de libros, por eso para nosotros como miembros y empleados de la Biblioteca Nacional es un orgullo poder mostrar al público esta sede restaurada, donde él trabajó”, sostuvo German Álvarez.

Cuando Borges llega a la Biblioteca se corta la tradición de que el director viva en este espacio, pero sí hace del despacho un lugar íntimo. Borges decide alinearse a la tradición ilustrada de los antiguos directores y cuando llega se encuentra con un despacho maravilloso, dos secretarias bilingües personales y tiempo de calidad para trabajar en su obra.

Además, la gente se acercaba y en la intimidad, empezaban a conocerlo. El hecho de ser ciego lo había convertido en algo totalmente metafórico como él mismo lo expresaba: «Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche».

Cuando asume como director, su obra ya tenía una traducción francesa que lo había posicionado bastante bien y en nuestro país se habían empezado a publicar sus volúmenes de obras completas. Borges soñaba que su gestión fuera grande y ambiciosa como la de Paul Groussac, escritor, historiador, crítico literario y bibliotecario franco-argentino.

En la actualidad, el primer piso del edificio fue restaurado parcialmente. Allí funcionaron los despachos históricos: “Todos los muebles son originales e históricos de la Biblioteca y la restauración de estos espacios estuvo a cargo del equipo exquisito de restauradores del Ministerio, ahora Secretaría, de Cultura de la Nación. Hay restauradores que hicieron broncería, maderas, cueros y hasta se restituyeron partes faltantes”, señaló Rosato. También en el primer piso se encuentra el famoso reloj patrón que dirigía todos los relojes, inclusive el de la sala de lectura que tiene una pequeña campanita para anunciar el final de la hora de lectura.

“Este era el despacho del director Borges, trabajaba acá, pero todo su trabajo literario lo hacía en el despacho central, ahí era donde estaban los libros desplegados, donde trabajaba la traducción de su obra, daba clases de anglosajón, recibía el periodismo. Esta es la biblioteca de Borges y hoy estamos en el espacio que ocupó. Siempre decía que cuando estaba afuera extrañaba y que soñaba con el edificio de la calle México”, continuó Rosato en la guía.

Durante su gestión, Borges sabía que existían planes para mudar la Biblioteca a la calle Agüero –donde actualmente funciona la sede central- y él se negaba a abandonar el edificio de México. Esta biblioteca es la que el autor de Ficciones honra y la menciona en su obra.

Cuando retorna el expresidente Domingo Perón, Borges pide su jubilación y es otorgada en tiempo récord. El escritor creía que lo iban a echar, pero luego se supo que el peronismo quería que se quedara como director. Dejó sus libros en forma de donación. No hizo ceremonia ni presentación, los libros quedaron allí.

Pocos años después se publica El libro de arena en ese volumen hay dos cuentos que transcurren en la Biblioteca Nacional: «La utopía de un hombre que está cansado» y el otro es «El libro de arena» donde el narrador se siente atormentado por un libro y se asegura que la mejor manera de esconderlo es entre cosas iguales. Entonces va a la Biblioteca Nacional y baja por la escalera de mármol que está al costado a la entrada, tal cual está como descripta en el cuento, y coloca el libro que lo obsesiona entre otros anaqueles. “Cuando estamos trabajando con mi compañero en los depósitos de la biblioteca encontramos en la colección de la revista Sur un original del manuscrito de Tema del traidor y del héroe con el nuevo final que aparece después publicado en Ficciones”, contó Rosato y agregó: “Son pequeños juegos de Borges, nosotros decimos esto no está por casualidad, él lo dejó explícitamente. Entre la colección encontramos otros seis ejemplares más. Solemos decir que es una donación secreta, nosotros solemos pensar que los libros que dejó en la Biblioteca son parte de ese pacto con la institución y es el lugar en donde él fue feliz y podía dejar aquello con lo que él se rodeaba, que eran sus libros”.

“Denunciar los crímenes de guerra de Israel no es antisemitismo”

“Denunciar los crímenes de guerra de Israel no es antisemitismo”

El exlegislador porteño del MST, Alejandro Bodart, fue absuelto en el juicio iniciado por la DAIA que lo acusaba de violar la Ley Antidiscriminatoria a partir de dos twitts donde opinaba sobre los ataques contra el pueblo palestino.

El exlegislador porteño Alejandro Bodart, dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que integra el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), fue absuelto ayer, 21 de agosto, en el juicio que la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) llevó a cabo en su contra por opiniones que entendían como discriminatorias y antisemitas.

“Hemos triunfado”, lanzó Bodart al salir del juzgado. La frase disparó la ovación de los militantes y dirigentes de su partido, quienes lo recibieron bajo una leve lluvia fuera del recinto con un micrófono, parlantes, banderas partidarias y pancartas que rezaban: “Defender a Palestina no es delito”. Mientras tanto, entonaban “contra el silencio y el Apartheid, vamos a la calle, Palestina va a vencer”.

“Ha sido un juicio político, donde se ha podido, a través de los testigos y de la defensa excepcional que he tenido, contrarrestar este intento de bozal por parte de la DAIA para que los que defendemos la causa de Palestina nos callemos la boca”, prosiguió el ahora absuelto, para luego ceder el micrófono a sus abogados defensores, María del Carmen Verdú e Ismael Jalil, ambos integrantes de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CoRRePI), a quienes agradeció por haber “defendido la causa con el corazón, además de con el derecho”.

Verdú señaló: “Para CoRRePI ha sido un honor y se trata de una cuestión de principios, es parte de nuestra práctica cotidiana en la militancia antirrepresiva la defensa de cualquier persona represaliada por lo que dice o hace en el ámbito de la militancia social. Pero se facilita mucho más cuando, además, compartís y estás convencido de lo que hay que defender en el caso concreto. Acá no tuvimos que hacer malabares porque no estábamos de acuerdo con algo que hubiese dicho Alejandro Bodart y que fuera motivo por el que llegó a juicio. Es nuestra propia convicción porque sabemos que defender Palestina no es delito”.

Jalil, visiblemente emocionado, agregó: “Desde esta sangre que corre por mis venas, por los ancestros míos, por su cultura, por su creencia, por su fe, por lo que fuere… traigo el agradecimiento de un pueblo que está siendo brutalmente exterminado por un enemigo de la humanidad que se llama sionismo. El Estado genocida de Israel se está comiendo a cada uno de mis hermanos. Tengo aquí la foto de la casa de mi prima bombardeada en el sur de Beirut ahora, hace escasos cuatro días, cuando estábamos sentados acá dentro”.

También aprovechó para saludar a la convocatoria: “Algunos dirán ‘¿pero qué hace esa gente ahí?’. Esa gente aquí está levantando la bandera más hermosa que nosotros conocemos que es la de la solidaridad internacionalista, porque creemos fervientemente en que si tocan a un ser humano con un acto de injusticia, están tocando a todos los seres humanos de la Tierra”. Para terminar, destacó: “Durante todos estos días, la parte acusadora miraba para atrás y tenía una pared. La otra parte, tenía compañeras y compañeros. No hay ninguna posibilidad que nos derroten mientras exista este compromiso.

Antes de la foto de rigor con todos juntos para cerrar el acto, Jalil retomó el micrófono y dedicó la victoria “en memoria de Norita Cortiñas”, integrante de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, quien estaba anotada como testigo por la defensa pero falleció el pasado 30 de mayo.”

La acusación

Los dichos que la DAIA apuntó contra Bodart para el litigio fueron “Sionistas=Nazis” y “74 años de la catástrofe que vive el pueblo palestino, a manos del Estado racista y genocida de Israel. La llave, símbolo de sus casas y tierras robadas, está presente en cada lucha. Por una Palestina laica y democrática, del río al mar”, ambos vertidos en la red social entonces llamada Twitter (ahora X) por el exlegislador porteño en mayo de 2022.

La acusación fue por discriminación, en el marco de la Ley N° 23592, y por antisemitismo, en los términos de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, por su siglas en inglés), que, en su punto décimo, entiende como antisemita “establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis”.

Consultada al respecto por este medio, Verdú aclaró: “Esa es una definición que ha sido votada en algunas legislaturas, pero que no tiene carácter vinculante ni mucho menos es una ley penal, entonces no puede modificar el Artículo 3º de la Ley Antidiscriminatoria, que era el delito aquí imputado. Pretender asimilar, como lo hace esa definición, la crítica a una política de Estado con el ataque a un pueblo sería lo mismo que decían los defensores del genocidio y la dictadura cívico militar eclesiástica argentina cuando hablaban de la campaña anti Argentina porque denunciábamos los campos de concentración, los chupaderos, los desaparecidos y desaparecidas y reclamábamos el fin de la dictadura”.

Comentó también sentir “una enorme alegría por haber logrado este resultado exculpatorio. Era evidente que tenía que ocurrir, si esto hubiese sido una simple cuestión jurídica nunca hubiéramos llegado a la instancia de debate porque la acusación era completamente infundada”. Y concluyó: “El anticipo que hizo la jueza Molina no nos deja dudas de que estuvo muy atenta y valoró como corresponde cada uno de los testimonios que explicaron cuál es la posición frente a la causa Palestina y porqué denunciar los crímenes de Estado, de guerra y de lesa humanidad cometidos por el Estado de Israel no es, en modo alguno, un acto antijudio ni antisemita. Todo lo contrario, la propia colectividad judía defiende el derecho a la existencia del pueblo palestino tanto dentro del propio Estado de Israel como en el resto del mundo donde levantan la consigna ‘no un genocidio en nuestro nombre’”.

En cuanto a los testimonios, estos “incluyeron el del premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel y de personalidades insignes en la defensa de la causa judía como Laura Alche, viuda de una de las víctimas de la masacre impune de la AMIA. Como dijo Myriam Bregman cuando declaró, quienes padecen en carne propia el antisemitismo y el antijudaismo se dan cuenta perfectamente cuando se trata de un agravio, de un demérito o de una discriminación y cuando se trata de cuestionar una posición política, como es el sionismo, que es una corriente política dentro de la colectividad judía pero que no es equivalente a la comunidad judía”.

Justamente, en mayo, el presidente de la AMIA también acusó de antisemita a Adolfo Pérez Esquivel por expresar que “la educación es para generar conciencia crítica, hombres y mujeres libres y no esclavos, no gente sometida a estos poderes que quieren hacer de nuestro país una colonia de Estados Unidos y de Israel” en su discurso en el acto de la marcha universitaria realizada en el mes de abril.

A mediados de julio, la DAIA también había acusado de “terrorista” al periodista Alejandro Bercovich, por cuestionar el discurso del titular de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) al señalar que “la dirigencia comunitaria está librando otra batalla, otra guerra, aunque decirle guerra a lo que pasa en la Franja de Gaza es una exageración imperdonable”.

Otro caso resonante se dio en 2023, cuando la DAIA intentó impedir la realización del show de Roger Waters en el Estadio Más Monumental, de River Plate, por acusarlo, otra vez, de antisemitismo, al criticar el accionar del Estado de Israel.

Al ser preguntado por estos casos desde ANCCOM, Jalil acotó: “Este fue el avance más osado que han tenido porque lo que intentan desesperadamente es frenarnos. Esto es la prueba de la derrota estratégica del sionismo, los pueblos del mundo no compran más el discurso de que ellos son los judíos”.

De paso, criticó a los medios de comunicación “que se callaron, ningunearon y ocultaron lo que es capaz de hacer el Estado de Israel y que también están colonizados en alguna medida. A ver si ahora se atreven a decir lo que aquí ha pasado.

Por su parte, Bodart comentó a ANCCOM: “El triunfo es importante porque querían sentar un precedente, el de que por criticar al sionismo y al Estado de Israel podrías ser motivo de una sanción judicial penal. Esta resolución permite que la causa Palestina se fortalezca y que la gente no tenga temor a hablar para que no le hagan una causa”.

No es el único dirigente político que defiende la causa Palestina. Consultado acerca de por qué entiende que lo judicializaron a él, respondió que “yo vengo insistiendo con que el Estado de Israel se creó sobre la base de hacer una limpieza étnica en un pueblo. Lo cual no quiere decir que tiene que desaparecer la gente que está dentro, porque los Estados son instituciones jurídicas, pero yo creo que hay que volver a antes de 1948 y que tiene que haber un Estado Palestino único y laico en la región”.

Sobre la DAIA, declare: “Acá han querido demostrar que cuando yo digo eso, quiero hacer desaparecer a la gente. Hicimos desaparecer el Estado nazi, no quiere decir que íbamos a matar a todos los alemanes. Aparte, los Estados nacen, crecen y desaparecen permanentemente. Ese Estado es un enclave colonial que se ha construido sobre la base de traer población extranjera y, por cada extranjero que viene, intentar echar a un palestino para que viva en condiciones inhumanas”.

Este conflicto legal se inscribe en medio del aumento de las incursiones israelitas en terreno palestino por las cuales la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se declaró “alarmada” recientemente debido a la cantidad de asentamientos ilegales que Israel ha ido instalando en Cisjordania y Jerusalén, denunciando que atentan contra el derecho internacional, como reseña El País.

Sobre el rol de la Fiscalía, criticó que “actuó completamente colonizada por la DAIA, incluso conociendo poco sobre medio oriente, porque se demostró que no conocían, fue más ofensiva que la propia DAIA. Se supone que la Fiscalía tiene que defender una cosa pero ser ecuánime, acá la ecuanimidad se fue al diablo a tal punto que pidió más pena que la DAIA”.

Al cierre de esta nota, ANCCOM quiso contactar a representantes de la DAIA pero no obtuvo respuesta. Sin embargo, la insticuón publicó en X un comunicado en el que menciona que “el 28 de agosto se informarán los fundamentos y, posteriormente, la DAIA interpondrá su Recurso de Apelación”.

La sentencia se leyó en el Juzgado del Fuero Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a cargo de la jueza Natalia Marcela Molina, ubicado en Suipacha al 150, a tres cuadras del Obelisco.

La cultura huarpe llega al cine

La cultura huarpe llega al cine

«Lagunas”, documental del director mendocino Federico Cardone, que cuenta con la participación de la escritora santafesina Liliana Bodoc, relata la historia de la comunidad originaria, su transformación frente a las sequías y en paralelo la historia de un cine que ya no existe.

El viernes 16 de agosto se proyecta Lagunas, un documental que aborda cómo los recuerdos se transforman con el paso del tiempo. Lejos de una mirada melancólica, indaga en cómo el pasado puede conectarse con el presente y transformarse en algo nuevo. “Creo que es interesante la idea de poder construir el propio recuerdo en vez de padecerlo”, expresa Federico Cardone, su director.

¿Cómo surgió la idea de realizar el documental? ¿Cómo fue que Liliana Bodoc llegó a ser parte?

La idea de hacer el documental Lagunas nació de las ganas de poder filmar en en el desierto de Lavalle, al norte de Mendoza. Esta zona, que antes era rica en lagunas, fue el principal asentamiento de los huarpes, quienes vivían de la pesca. Con el tiempo, las lagunas se secaron, obligando a este pueblo indígena a cambiar completamente su economía y enfrentarse a problemas que habían tenido siempre, como la persecución, la pobreza y la falta de apoyo del Estado. Esto llevó a que la comunidad que vivía alrededor de las lagunas quedara prácticamente olvidada y que muchos aspectos de su cultura y su vida desaparecieran. Nos pareció un tema muy interesante y decidimos planteárselo a Liliana Bodoc, quien tenía un profundo conocimiento de la tradición cultural de los pueblos aborígenes de Latinoamérica, pero curiosamente, no sabía mucho sobre los huarpes de Mendoza, a pesar de haber vivido allí muchos años. Le pareció súperinteresante esta posibilidad de poder encontrarse con esta cultura y este paisaje que ella desconocía.

¿Qué pasó con el documental cuando ella falleció? ¿Se transformó el proyecto?

La muerte de Liliana Bodoc fue un shock terrible para todos nosotros. En ese momento ya habíamos hecho un primer corte de la película, y su fallecimiento nos hizo cuestionar si tenía sentido continuar con el proyecto. Decidimos ir a ver a su familia en San Luis, donde ella vivía, y descubrimos que en el lugar donde ella trabajaba, en el escritorio donde ella escribía y que su familia lo había dejado tal cual ella lo había dejado, estaba arriba de todo un cuaderno especial, que ella llevó en blanco, especialmente para estrenar en el documental, era un cuaderno verdaderamente muy hermoso, con una hoja muy especial de papel de arroz. Al ver ese cuaderno sentimos que ese viaje y lo que ella había escrito no podían quedar ahí. Era un cuento que escribió especialmente para el documental, en el que los chicos de la escuela con los que ella trabajó al llegar al lugar con motivo de este rodaje, le hacían dibujos y anotaban sus propias historias. Entonces entendimos que Liliana estaba profundamente comprometida e involucrada con todo lo que estábamos haciendo. Eso nos dio la fuerza para seguir adelante con la película.

¿Cuáles son sus expectativas con la presentación del documental?

La expectativa ante todo es que el público pueda conectar emocionalmente con la mirada del pueblo huarpe y cómo ellos veían su entorno. Por otro lado, también es llegar al mayor número de personas posible, llevando historias que quizás no son las más conocidas. Sin embargo, el documental no se enfoca tanto en la temática sino más en una aproximación emocional. No es un documental clásico con una historia que la gente necesite ver para aprender.

¿Con qué desafíos se encontraron a la hora de entrevistar a los huarpes? ¿Qué es lo que más les sorprendió de su forma de vida?

No tuvimos grandes problemas al trabajar con la gente del lugar, muchos de los cuales eran huarpes. Al principio, algunos se mostraban distantes, lo cual es comprensible, ya que en el pasado se hicieron documentales en la zona que nunca se completaron o no se presentaron allí, lo que generaba desconfianza. Sin embargo, nuestra cercanía y el enfoque cálido de Liliana Bodoc ayudaron a romper esas barreras. Liliana tenía una capacidad especial para acercarse a las personas, lo que facilitó mucho nuestro trabajo. Al final, no enfrentamos desafíos significativos más allá de los que podrían surgir en cualquier otra comunidad o cultura.

¿Cómo fue que se te ocurrió relacionar reflexiones de tu propia niñez con la cultura de los huarpes? ¿Tiene que ver con la concientización por preservar la diversidad cultural?

Siempre me han interesado los documentales porque permiten una gran libertad creativa, especialmente en comparación con la ficción. En este caso, sentí que había una conexión interesante entre mi experiencia personal y la historia de los huarpes. Durante mi infancia, trabajaba en un cine que estaba a punto de mudarse y quedar vacío. Y encontré un paralelismo entre ese cine vacío y las lagunas secas en las que los huarpes solían pescar. A partir de ahí, empezamos a trazar líneas de conexión entre mi historia personal, la cultura huarpe y la vida de Liliana Bodoc.

 

El documental “Lagunas” será proyectado en el cine Cacodelphia este viernes, 16 de agosto, a las 19.

Cines en fuga

Cines en fuga

La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declaró “de interés general y comunicacional” al libro “Cines porteños”, una obra que releva viejas salas en las que hoy funcionan templos, supermercados o bancos, entre otras cosas. Los vecinos que luchan por la vuelta de las pantallas al barrio.

El salón Raul Alfonsín, de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, albergó este martes 13 un reconocimiento al libro Cines porteños, declarado “de interés cultural y comunicacional”, gracias al impulso del diputado de Unión por la Patria Franco Vitali. Cines Porteños”. El volumen  forma parte de un proyecto encabezado por Laura Gómez Gauna y Pablo Tesoriere, que contempla un segundo tomo y hasta un próximo documental.

El libro describe un pasado en que los cines argentinos se ubicaban de cara a las calles en los corazones de grandes y pequeños centros urbanos, salas que han ido desapareciendo dando lugar a cadenas internacionales que en formato multisala distribuyen las pantallas en una cantidad mucho menor de inmuebles y en lugares geográficos más concentrados.

En el camino quedó un tendal de exoesqueletos que a pesar de su fachada ya no proyectan películas: ahora son templos, estacionamientos, bazares, bancos, entre otros variados rubros que han reemplazado la actividad cinemática por otras supuestamente más rentables. De las casi tres mil salas que tuvo el país hoy solamente quedan 300. El espíritu de Cines Porteños se ve bien reflejado en las palabras de Ana Broitman, licenciada en Ciencias de la Comunicación, quien en su intervención en la presentación expresó: “El cine es una experiencia, un intercambio, una vinculación con algo de nuestra historia, los espacios donde vemos las películas son tanto o más importantes que las propias películas”.

Los cines de hoy necesitan estar contenidos en lugares grandes, con muchas vías de acceso, visibilidad y movimiento, por eso encuentran en el shopping su zona de confort. Otros están en las avenidas de mayor tránsito (aunque cada vez hay menos), otros alejados de los centros urbanos, están estratégicamente ubicados para recibir público de todas partes al hallarse a la vera de grandes autopistas.

Ante esta nueva lógica de esparcimiento y consumo en relación al cine, los viejos cines de barrio fueron cayendo en desgracia, convocando a cada vez menos gente. La atracción de los centros comerciales arrasaba y el cine viejo quedó estéticamente vetusto. Con esta nueva forma de consumo establecida, las pantallas de los lugares céntricos también empezaron a sufrir coletazos. Ya no se pensaba en la pizza después de la función, si no en el patio de comidas o en el “pasar el día” en el shopping. El cine de esta forma paso a coronar la experiencia del paseo a cielo cerrado

“Hay un esquema de negocios que cambia, lo que se vende ya no es solo la película si no toda la experiencia en torno a ella, la comida, la bebida, el pochoclo, cosas que hoy se estiman que son más de la mitad de la recaudación de estas cadenas de cine”, comenta Federico Bonazzi, trabajador del SINCA, ente que releva los consumos culturales del país.

Cines porteños hace un racconto focalizado en la Ciudad de Buenos Aires, develando lo que queda de aquel prolífico mercado exhibidor que brilló décadas atrás. Uno de los barrios esplendorosos en pantallas fue La Paternal, que supo tener siete cines en apenas quince cuadras. Hoy todos albergan otras actividades, excepto uno, el más grande y emblemático de todos, el Taricco, único que en estado de abandono espera ser rescatado.

Los vecinos de este cine han iniciado una lucha que lleva tres décadas sin concretar el ansiado resultado. “Lamentablemente al no ver resultados las fuerzas se van cansando y se abandonan las luchas”, admite con pesar Norberto Zanzi, vecino que encabeza la pelea por la recuperación del Taricco. “Hoy solo nosotros estamos luchando por recuperar un cine en la ciudad. Había muchos grupos pero creo que quedaron todos inactivos”, declaró a ANCCOM en relación a las diferentes agrupaciones vecinales que con el paso del tiempo fueron cesando sus actividades.

“Luis Taricco proyectaba películas en su cafetería, posteriormente compró los terrenos linderos y armó un cine teatro, el cual estuvo abierto desde 1920 hasta 1970 cuando cerró por la muerte de su dueño”, comenta Norberto Zanzi, recordando los 50 años durante los cuales el cine y teatro funcionó activamente.

En esa época, el esplendor cinematográfico tenía su cenit en la célebre calle Lavalle, que llegó a contar con quince salas en apenas cuatro cuadras, rodeadas de pizzerías y bares que se llenaban noche tras noche en la célebre peatonal que se volvía intransitable por el caudal de personas que la visitaba.

Los carteles luminosos y pintorescos eran el apogeo de ese cine opulento caracterizado por salas únicas y de enormes dimensiones, un auténtico paraíso cinematográfico que en pequeña o mediana escala se veía replicado en los diferentes rincones del país.

Los barrios grandes de Buenos Aires tenían más de cinco salas cada uno: Villa Urquiza, por ejemplo, supo albergar siete cines diferentes mientras que en la actualidad quedó huérfana de salas comerciales. En el conurbano pasaba lo mismo. Casi todos los barrios tenían un cine, en general más pequeño y modesto que los capitalinos. Sin embargo, emulaban algo de aquella mística en pequeña escala. En el interior del país no era diferente, las ciudades más pequeñas y hasta los pueblos tenían su sala de cine. Las grandes ciudades contaban con varios: Rosario llegó a tener alrededor de 60 salas en simultáneo, hoy apenas hay 21 en toda la provincia de Santa Fe, un tercio de lo que hace medio siglo había solo en su ciudad más poblada.

La verdulería paradiso

La merma en la cantidad de salas es innegable y se palpa al caminar por las calles de la ciudad. Los antiguos cines se camuflan entre la indiferencia y el olvido de la vorágine cotidiana. A algunos todavía se puede seguir entrando, aunque ya no para ver películas. Eso pasa en la avenida Belgrano al 1800, donde funciona un mayorista de verdulería, un local profundo y amplio donde decenas de personas ingresan y egresan, tiene un tráfico casi tan agitado como el de la propia avenida. La gente no se detiene en la fachada. Sin embargo, una simple pregunta a una pareja de ancianos con bolsas cargadas de frutas destraba el recuerdo:

-Disculpe, ¿en este lugar había un cine?

-Sí, pero hace como 40 años, pasó mucho tiempo desde que cerró… éramos jóvenes.

 

Para otros vecinos el recuerdo es más difuso: “Es verdad, acá a la vuelta donde está la verdulería, fíjate ahí, ahí había un cine cuando yo era chica, la verdad es que no me acordaba, pero si, ahí funcionó un cine muchos años”, dice contenta una comerciante de la zona antes de regresar a la florería que tiene en la esquina de Entre Ríos y Belgrano

Otros directamente no recuerdan el pasado cinematográfico de la actual verdulería: “No me acuerdo, esto antes de ser verdulería fue un garaje, al lado había una casa de cambio. Pero del cine no me acordaba, no soy tan viejo”, comenta jocosamente un vecino de Balvanera que también se abasteció de verduras en el recinto que antiguamente albergó al Cine Teatro Cervantes.

La caída de un modelo

El auge de las salas de cine nacionales se estiró hasta fines de los años 60, seguido de un pronunciado declive que comenzó en los años 70, principalmente por las políticas implementadas por la última dictadura cívico militar. En esos años bajó considerablemente la producción de películas argentinas y el problema se extendió durante las siguientes décadas con la introducción de nuevas formas de consumo cinematográfico: el vhs, el boom de los videoclubs y la posterior llegada del cable, que acentuaron la merma en la asistencia a los cines durante la década de los 80. En la actualidad, y según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales, el 36% de la población asiste al cine anualmente. Número que si bien no es malo, expresa un descenso en términos proporcionales si se lo compara con otros tiempos. “Argentina al contar con alta población urbana cuenta con tipos de consumo como el cine. Hay una cultura cinéfila en el país bastante extendida que se remonta desde la década del 30”, afirma Federico Bonazzi, Coordinador del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SINCA), ente que releva los consumos culturales del país.

Sin embargo, el principal declive para el cine nacional no se dio en términos de asistencia si no en relación a la cantidad de recintos existentes para la exhibición. La introducción de capitales internacionales durante el gobierno de Carlos Menem permitió el emplazamiento de atractivos espacios multisala y cadenas todopoderosas. De esta forma, los cines más convocantes abandonaron la calle para afincarse en los shoppings, sembrando una nueva estructura de difusión y consumo. La experiencia de ir al cine cambió y aquellos cines viejos, los de los barrios, mutaron. Muchos lugares que gozaban de un buen equilibrio entre su pequeña población y su único cine se vieron en jaque ante la imposibilidad o inviabilidad de contener dentro suyo a recintos que contuviera a las salas múltiples, con muchas vías de acceso, visibilidad y movimiento. “Estas salas aparecen vinculadas a un nuevo espacio de ocio y consumo como es el shopping. Pasamos a una sociedad de consumo con otras prácticas espaciales”, explica Bonazzi en diálogo con ANCCOM acerca de las espacialidades imperantes en el consumo del cine actual.

En consonancia con esto último, Norberto Zanzi rememora: “Cuando antes ibas al cine era distinto, no es comparable, iba muchísima gente, te encontrabas con tus vecinos, tenía una función más social. Hoy vas al cine y no sabes a quien tenés al lado. El cine se volvió muy impersonal, muy individualista”.

Ante esta nueva lógica de esparcimiento y consumo, los cines de barrio, que ya venían en crisis, cayeron en desgracia, convocando a cada vez menos gente. Ya no se pensaba en la pizza después de la función, si no en el patio de comidas o en el “pasar el día” en el shopping. El cine de esta forma pasó a coronar la experiencia del paseo a cielo cerrado.

“Hay un esquema de negocios que cambia, lo que se vende ya no es solo la película si no toda la experiencia en torno a ella, la comida, la bebida, el pochoclo, cosas que hoy se estima que son más de la mitad de la recaudación de estas cadenas de cine”, sintetiza Bonazzi.

El triunfo del modelo multisala no solo responde a una cuestión espacial, también está vinculada al capital detrás de estos recintos: “La llegada de capitales internacionales implicó mayores facilidades para comprar y distribuir más películas. La multiplicidad de oferta es un factor clave y beneficioso para atraer al público”. De esta manera, explica Bonazzi: “Lo que se configura es un nuevo proceso, hay más capital, más espalda para soportar algunos años no tan buenos y más diversificación: al tener más salas podés captar a más públicos diversos”.

Al día de hoy, según el sitio Ultracine, el mercado exhibidor argentino se ha estancado desde hace 15 años en aproximadamente 800 pantallas de las cuales aproximadamente el 50% están en manos de empresas extranjeras, siendo estas en su totalidad complejos cinematográficos con cuatro o más pantallas. Este mercado se reparte entre tres empresas: Hoyts, Cinemark y National Amusements. Entre las tres acaparan más del 60% del mercado. Queda menos de un 35% en manos nacionales: Atlas y Cinemacenter son las empresas locales más grandes. También se acentuó la concentración de las salas en los grandes centros urbanos de las provincias más pobladas y de mayor poder adquisitivo, algo que se expresa claramente en el mapa cultural realizado por el SINCA.

.Sistema alternativo

Ante los innegables cambios en las formas de ir al cine, la nostalgia aparece como la primera respuesta. Eso es lo que probablemente motiva los intentos reiterados por recuperar algunos de esos cines del ayer. Uno de los casos más notables es el del histórico cine Aconcagua de Villa Devoto, cuya lucha quedó agotada luego de que los reiterados intentos de los vecinos por activarlo fracasaran. Jose Luis Alesina, nieto de Jose Patti, constructor y primer dueño del cine Aconcagua, se hizo presente en la Legislatura en el reconocimiento a Cines Argentinos, su participación en el evento estuvo marcada por una triste noticia: “El cine Aconcagua será dentro de poco un centro de asistencia posventa del rubro automotor, otra sala pérdida”.

Los años de lucha que comenzaron en 2010 y no lograron su efecto a pesar de una ley de expropiación para hacer un centro cultural, la cual fue vetada por el entonces jefe de gobierno Mauricio Macri. Como si fuera un designio del destino pareciera que los recintos que en algún momento fueron cines no pudieran volver a recoger una magia.  “Cines Porteños” la evoca y resignifica a la vez que revaloriza las excepciones de aquellos espacios que durante las últimas décadas se han convertido en centros culturales y que, sumados a nuevos espacios alternativos de difusión audiovisual, conforman un segmento que propone una alternativa diferente para los espectadores.

“Hay otros tipos de espacios por fuera de las salas comerciales: clubes de cine, centros culturales, salas itinerantes, que llevan otro tipo de regulación y son más difíciles de cuantificar”, afirma Bonazzi remarcando que en el AMBA estos lugares se han consolidado, aunque resaltando el hecho de que siguen siendo de nicho. “Por más que están atravesando un buen momento no dejan de ser un consumo marginal. El público del cine club no es el mismo de la cadena, es algo similar a lo que pasa con el teatro under y comercial. Hay un tipo de público que va a determinados lugares y que no va a otros”.

Estos espacios rescatan una herencia de los viejos cines argentinos, se ofrecen como un espacio alternativo, económicamente más accesible y estilísticamente más atractivo para quienes quieren ver otro tipo de cine, menos pochoclero y comercial, también para los nostálgicos y fetichistas que añoran los tiempos en donde iban a ver los estrenos a su propio barrio.

En esa búsqueda se hallan desde 1994 los vecinos del Taricco. “Nuestra idea es lograr algo similar a lo que se consiguió con el 25 de mayo de Villa Urquiza”, afirma Zanzi, dejando en claro el modelo a seguir. “La idea es un manejo mixto entre el Gobierno de la Ciudad y los vecinos, a través de representantes de diferentes entidades barriales. Queremos algo abierto a la comunidad, donde se cobre una entrada accesible y allá algunos espectáculos gratuitos, además podríamos albergar talleres y cursos”. Lamentablemente para Zenzi, como para tantos otros vecinos, la recuperación de un cine es una tarea muy compleja, aunque por ahora los vecinos del Taricco aguantan la pelea y sostienen su esperanza en los hitos conseguidos: “En el 2004 se consiguió que se lo declare sitio de interés cultural, en 2005 se hace una ley de expropiación aprobada por el Gobierno de la Ciudad, acompañada de la apropiación de un presupuesto específico para comprar el inmueble, en ese momento eran 800 mil pesos”, recuerda. Sin embargo, a pesar del presupuesto asignado, el por entonces jefe de Gobierno Jorge Telerman no compró el inmueble, tampoco lo hicieron las gestiones que le siguieron y la ley de expropiación caducó.

A pesar de las frustraciones, los vecinos del Taricco presentan cada dos años proyectos de ley para la reactivación del espacio para que deje de ser uno de los inmuebles huérfanos de cine presentes en Cines porteños e insertarse en aquel selecto grupo conformado por espacios que lograron trascender el abandono y recuperar la magia del cine dentro suyo. Espacios municipales como el Cine York en Olivos, el 25 de Mayo de Urquiza o el Seminari en Escobar, espacios INCAA de todo el país y cineclubs como el “Hugo del Carril” en Córdoba, son algunos de los que conforman este pequeño universo que emula aquellas experiencias de antaño, mostrando cine en salas con características propias, con una pantalla única y sin pochoclo de por medio.

Una familia de antes pero como las de hoy

Una familia de antes pero como las de hoy

«El zoo de cristal», el clásico de Tennesee Williams volvió a escena con Ingrid Pellicori como protagonista, dirigida por Gustavo Pardi, en una adaptación realizada por Mauricio Kartún.

“No quiero vivir toda mi vida bajo tubos fluorescentes”, fue el pedido sofocante de Tom, el hijo y el único hombre de la familia Wingfield. Estrenada en 1945, El zoo de cristal de Tennessee Williams se mantiene como una obra de relevancia, abordando temas como los sueños rotos y las frustraciones diarias con una profundidad que resuena en la actualidad. Dirigida por Gustavo Pardi y con una adaptación de Mauricio Kartún, la obra revive en el teatro Hasta Trilce del barrio de Almagro.

La familia Wingfield recurre al pasado y al futuro como mecanismos para evadir la realidad. Esta visión contemporánea de la clásica obra revela las luchas internas de los personajes y su constante búsqueda de refugio en un mundo que pareciera acabar pronto con ellos.

La obra retrata a una familia sureña estadounidense en medio de la Gran Depresión, aunque sus conflictos y dinámicas resuenan con las problemáticas actuales. Las actuaciones son el corazón de la historia. Los personajes no son unidimensionales; no hay héroes ni villanos; buenos ni malos. A lo largo de la obra, abundan las emociones —desde enojos y disculpas hasta chistes y abrazos— que reflejan la complejidad de las relaciones humanas. Aunque en la trama todo parece imposible, subyace un profundo y persistente deseo de cambio, una carga y anhelo intenso que se mantiene de principio a fin.

Tom, el hijo de la familia y alter ego de Tennessee Williams, es interpretado por Agustín Rittano, y representa el punto de vista de la historia. Se trata de un empleado de una zapatería que en realidad quiere ser escritor. Su deseo de escapar de la rutina diaria para perseguir sus sueños entra en conflicto con su responsabilidad de mantener a su familia, lo que le provoca una gran culpa. Por su parte, Malena Figó interpreta a la hija de la familia, Laura, que denota soledad y eso fastidia al resto. Su soltería es vista como una carga, y su madre intenta encontrarle un pretendiente para que pueda casarse y formar una familia. Con gran destreza, Ingrid Pelicori interpreta a Amanda, la madre. Su actuación transforma las preocupaciones sociales en algo natural, convirtiendo el deseo de encontrar un novio para su hija y éxito profesional para su hijo en tareas habituales.

El gran trabajo de escenografía y vestuario recuerda que estamos viendo una obra de teatro, aunque constantemente se toquen temas que nos interpelan como sociedad, ya sea el rol de la mujer o la figura de jefe de hogar. Los diferentes objetos utilizados durante la obra armonizan con la estética del teatro y son, a su vez, el reflejo perfecto del mundo claustrofóbico de los Wingfield. El uso de muebles de época y un cuadro del padre subrayan la fragilidad y el desencanto que dominan la vida de los personajes. Este cuadro, iluminado y sonriente durante toda la obra, representa la presencia constante de un padre abandónico que, aunque físicamente ausente, sigue influyendo en la dinámica familiar.

Ningún personaje actúa de manera caprichosa: todos están atrapados en roles sociales que se espera que ocupen. Todos sobreviven en su agonía y eso los mantiene molestos, frágiles e inquietos. Amanda, la madre, no es viuda ni tampoco casada, sino una mujer que fue abandonada por su esposo alcohólico. Su hija padece una discapacidad que le genera dificultades al caminar: esto la mantuvo siempre inmóvil ante el mundo y encontró en su casa un refugio. Laura simplemente sobrevive y eso molesta e incomoda a sus parientes, ya que solo se ocupa de cuidar su colección de piezas de cristal. Tom, por su parte, recurre a bares nocturnos para sostener su agobiante rutina, evocando de alguna manera el pasado de su padre. Jim O’Connor, interpretado por Martín Urbaneja, es el amigo de Tom y un posible pretendiente de Laura. Es un hombre optimista que busca el éxito profesional.

En la obra, Williams muestra cómo quienes no se ajustan a las normas sociales son marginados y excluidos. La representación de la fragilidad y la lucha por escapar de una vida opresiva se entrelaza con momentos de humor que alivian la tensión, ofreciendo una visión multifacética de la condición humana.

La ilusión y, sobre todo, los sueños, están más presentes que la realidad. El deseo de cambiar sus condiciones materiales pesa en cada sobremesa que comparten. Y una sutil intención: mostrar lo arduo que son los vínculos familiares.

Ingrid Pelicori, quien lleva el papel de Amanda, supo interpretar también a Laura en 1992. En diálogo con ANCCOM, Ingrid expresa: Volver fue parte de un proyecto de Gustavo Pardi, el director de la obra. Me encantó la idea de ser Amanda. Tengo una un amor particular por esta obra, así que me resultó hermoso poder hacerla otra vez. Por lo general me gusta siempre hacer cosas diferentes.”

 

¿Qué es lo particular de la obra que te atrae?

Laura me parece hermosa, poética, universal. Todos los personajes son muy atractivos y cada uno te permite entrar por otro lado a la obra. Cuando yo interpretaba a Laura, me parecía que la obra hacía hincapié en el diferente. Ahora, haciendo de Amanda, me parece que la obra trata sobre el temor por el futuro de los hijos. Y si lo agarras por el lado de Tom,  seguramente tiene que ver con los deseos y los deberes; cómo hacer para seguir el propio deseo y al mismo tiempo tener que lidiar con responsabilidades. En el caso de Jim, también es aquel que fue una promesa. Cada uno toca problemáticas humanas y además tiene intriga y humor.

 

El zoo de cristal es una obra inspirada por los recuerdos de la crisis económica de 1930, aunque hace eco en las épocas de hoy. En palabras de Ingrid: “Es una obra que siempre resuena. En estos tiempos difíciles que vivimos, solo podemos aferrarnos unos a los otros. Es una obra profunda, universal, que termina tocando la coyuntura”.

 

¿Qué es lo que más te gusta del teatro?

Prorizo lo grupal, el hecho de que es algo colectivo y construir entre todos, ponerse de acuerdo, respetar esos acuerdos cada día. Alan Badiou dice que “el teatro es la forma estética de la fraternidad” y a mí me suena mucho eso. Pero, por supuesto, también es la posibilidad de experimentar muchos aspectos de la condición humana.

El zoo de cristal es una obra que, a casi 80 años de su estreno, sigue adquiriendo nuevos significados y relecturas. Una obra que te hace reír al mismo tiempo que llorar, y que nos recuerda que, a pesar de los intentos por evadirla, la fragilidad es una constante.

El zoo de cristal puede verse los miércoles a las 20:30 en el teatro Hasta Trilce, con entradas disponibles en Alternativa Teatral.

Jugar a volar y a soñar

Jugar a volar y a soñar

«Vigilias», la obra de teatro de Germán CAbanas, transita de manera lúdica los bordes entre ficción y realidad.

Gracias a la magia teatral, cada domingo el Galpón de Guevara, ubicado en el barrio porteño de Chacarita, se convierte en un hábitat natural del aislamiento en el que sueño y realidad se confunden. 

Con dirección general e interpretación de Germán Cabanas, actor, acróbata, docente de artes escénicas y co-creador y director artístico de UOW, Vigilias propone una exploración lúdica y encarnada de la soledad que transita los bordes de la ficción y la realidad. 

Vigilias es una obra de teatro atravesada por la simpleza y la operación artesanal de sistemas de vuelo, que sin necesidad de diálogos pone en juego lo onírico, la ruptura del tiempo cronológico y la entrega del cuerpo. En conversación con Germán Cabanas, exploramos la historia detrás de la puesta en escena.

Hace más de 10 años, la idea de lo que hoy es Vigilias nació gracias al disfrute, el juego y la exploración de nuevos dispositivos técnicos. “La idea de la obra fue mutando con el tiempo. Se nos ocurrió un sistema de poleas y arrancamos a jugar con eso, cada vez que teníamos un tiempo libre nos poníamos a jugar con esos elementos. Llegado a cierto punto, quisimos mostrar el material y pensé cómo le daba una forma escénica a esto”, comenta Cabanas, haciendo memoria de los primeros encuentros con Santiago Castello, encargado de la dirección técnica y el diseño de sistemas.

¿Cómo se le da forma a una obra de este calibre? Para Cabanas, el proceso de creación fue a la inversa de lo que acostumbramos, buscando la excusa dramática al encantamiento con los elementos: “Me gusta mucho la fisicalidad, me es difícil pensar una dramaturgia desde lo intelectual y muchas veces parto del movimiento. Arrancando desde ahí, desde la improvisación y el juego, termino construyendo más que cuando me siento en el escritorio y trato de tener una idea”.

Entonces, Vigilias nace y crece del juego a la idea, de la idea al papel, del papel a su primer estreno en México, en la apertura del Festival Internacional de Teatro de Nuevo León. “Fue muy loco porque el festival, con compañías de todo el mundo, elige esta obra para la apertura. Fue una experiencia espectacular de lanzamiento, en una sala de 1.500 personas, una presión importante”, recuerda el director e intérprete.

Desde su lanzamiento en México, pasando por dos temporadas consecutivas en 2014 y 2015 en El Galpón de Guevara, hasta la versión que se presenta en la actualidad, Vigilias absorbió lo mejor del paso del tiempo y se transformó.

Con una actuación más naturalista, el despojo de ciertos elementos escenográficos y sin textos de guía, la obra se tornó más neutra, más limpia, más cercana. “Tuve la necesidad de actualizarla y relacionarla con todo lo que pasó en estos años: la salud mental después de la pandemia y cómo nos afectó estar encerrados. En este tiempo cambió la tecnología, la velocidad de las imágenes, la explosión de las redes sociales; cambiaron nuestras formas de pensar y yo mismo cambié mucho. Actualizarla tiene que ver con que sea una obra que hoy me interpele”.

Una cama, un lavatorio, un perchero. Luces azules, oscuridad, luces blancas y Cabanas: un mundo nuevo que despierta los ojos de los espectadores, que siguen atónitos cada salto y cada vuelo. “Cada uno puede tener una interpretación diferente y eso es lo que me gusta. Si logramos que los espectadores entren en lo que están viendo y se dejen llevar, me da mucha satisfacción porque apuntamos a algo profundo, en relación a lo que vivió cada espectador y lo que se va reflejando en cada escena”, reflexiona el autor e intérprete

 

Vigilias se presenta todos los domingos de agosto a las 20 horas en El Galpón de Guevara, ubicado en Guevara 326, Chacarita, Ciudad de Buenos Aires. Las entradas están disponibles por Alternativa Teatral