Por Juan Ressel
Fotografía: Pamela Pezo Malpica

Con un concierto de orquesta que reunió a músicos adultos, jóvenes y niños, cerró una nueva edición del Festival de Ópera Villera en la 1-11-14. La cultura como herramienta de inclusión.

El festival de ópera villera cerró su cuarta edición el sábado con una gala lírica en el centro del barrio Padre Rodolfo Ricciardelli, ex 1-11-14, de la capital porteña. “El objetivo del festival es difundir el arte de la ópera y comulgar entre distintos espacios, que la comunidad de la música académica venga a los barrios y que los barrios generen sus propias óperas y su propia música no solo en repertorio, sino también en escribir nuevas dramaturgias, nuevas historias”, explicó la compositora Mailen Ubiedo Myskow fundadora del evento y del Centro Artístico Solidario Argentino (C.A.S.A), un grupo de músicos profesionales que dan clases gratuitas en el Bajo Flores y Villa Soldati. La actividad se realizó en el Club Atlético Madre del Pueblo, frente a la cancha histórica del barrio y fue el cierre de diferentes actividades que se hicieron durante la semana que duró el festival.

“Acá se mezclan todos, los chicos que están aprendiendo a tocar, los grandes que tocan, gente del barrio, gente que no es del barrio, cantantes que cantan en el Colón y que vienen a regalar sus canciones. Es como el cierre del trabajo de todo el año”, expresó Noelia Pirsic, integrante del C.A.S.A y parte de la organización del festival. Del espectáculo participaron tres orquestas La Juvenil de Adultos, una orquesta escuela para adultos, la Orquesta Jardín Suzuki, compuesta por los niños de “El Jardín de las Mariposas» de la Escuela Infantil Nº 9 de Villa Soldati, y las Orquesta del C.A.S.A de la sede Madre del Pueblo y de la sede Fátima. Además, estuvieron presentes los cantantes líricos, Camila Piccolo, Lucia Alonso Moser, Carolina Mion, Sofía Skele y Gabriel García y demás músicos profesionales que se ofrecieron como voluntarios para la ocasión. Desde la organización pusieron colectivos desde el Teatro Colón para movilizar a músicos y voluntarios y así facilitar el acceso al lugar.

“Hace diez años que empecé a estudiar en el C.A.S.A y ahora enseño así que me emociona mucho estar acá”, expresó Geraldine Lara de 22 años, profesora e integrante de la Orquesta Juvenil de Adultos que luego detalló: “Yo vivo en el barrio y me parece importante difundir y compartir este mundo que por ahí no es cercano para los vecinos, creo que ver que varios de acá, como yo, somos parte de esto les puede hacer pensar que ellos y sus hijos también pueden, me parece que es una experiencia muy linda”, detalló la joven.

Los instrumentos comenzaron a sonar al mediodía, los violines, chelos y saxos dibujaban algunas notas mientras esperaban a que esté todo listo para arrancar. Mientras llegaban los niños de la orquesta Suzuki, las “profes” armaban el lugar para que los pequeños músicos pudieran tocar con sus respectivas sillitas y violines preparados para su tamaño en un espacio delante de la orquesta. “Enseñamos a niños de 4, 5 y 6 años, violín y cello como parte de la currícula y desde ese aprendizaje tenemos este tipo de experiencias maravillosas en la que venimos a formar parte de una orquesta sinfónica más grande”, expresó Eugenia Turovetzky, profesora de la orquesta Suzuki. “Venir acá –continuó- es la frutilla del postre, es puro placer disfrutar de estos eventos de la comunidad y, en lo que a mí concierne personalmente, ver a mis alumnos desenvolverse con una suficiencia total y con alegría es algo inconmensurable”, finalizó la docente. La coordinadora de la Orquesta del Jardín, Maritza Pacheco Blanco detalló: “Este es un proyecto muy importante para el barrio porque es abrir una puerta, una posibilidad a los niños y a las familias de participar en actividades que por ahí usualmente no son de fácil acceso por diferentes cuestiones, creo que este tipo de espacios son una oportunidad para que los niños puedan ver el mundo desde otro lugar”.

Cuando llegaron todos los músicos, la orquesta ya definida realizó un repaso de algunos temas para ensamblarse con los niños y algunos cantantes hicieron algunas pruebas antes de arrancar. Al mismo tiempo, los organizadores corrían de un lado a otro acarreando banquetas para armar las tribunas, las ollas y jarras con jugos y las salchichas para alimentar con panchos a los pequeños músicos que iban a dar todo en el escenario. Al costado del público, se colocó una mesa que hizo de barra para la “Feria del Plato” en la que se vendían empanadas, gaseosas y chipas, entre otras cosas, para recaudar fondos para que el C.A.S.A pueda seguir realizando sus actividades de enseñanza y de préstamo de instrumentos para que los chicos puedan practicar en casa. En este sentido, desde la organización, tanto Ubiedo Myskow como Pirsic detallaron que son momentos difíciles desde lo económico ya que este año el Gobierno de la Ciudad recortó subsidios para el proyecto y todo se hizo cuesta arriba, incluso otras actividades como vestuario y escenografía que han sido parte del festival en las otras ediciones no se pudieron hacer. “Nosotros pudimos sostener esto a través de un sistema de suscripción donde la gente puede colaborar, y la verdad que ayudan todos los meses, así pudimos sostener esto, además de la colaboración de los músicos que son voluntarios, hoy vinieron varios de distintas orquestas”, detalló Ubido Myskow.

Minutos después de las 14, cuando los espectadores habían copado las butacas, algunos niños corrían, los padres más orgullosos tomaban fotos a sus hijos con el instrumento, se terminó el repaso y el ensamble estuvo listo: comenzó a sonar la orquesta bajo la batuta de Emiliano García Pérez que se encargó de dirigir la mayoría de las piezas. Ubiedo Myskow fue la capitana del barco en otras.

Algunas de los clásicos que sonaron fueron los instrumentales, Molihua y Can Can, en la que los presentes se coparon con las palmas para acompañar a la orquesta y canciones como O sole mío, Que nadie duerma y La doña, en la que los cantantes hicieron gala de su voz que no necesitaba estar microfoneada para cautivar a los presentes. Además, mientras cantaban, se metían entre el público para jugar con una coreografía improvisada. Fiama Cardoso, que hace dos años empezó a estudiar violín en el C.A.S.A y fue parte de la orquesta durante la gala manifestó: “Todavía me da nervios tocar en una orquesta porque estoy acostumbrada a tocar sola, en una clase cerrada sin que nadie me vea y que me vean y me escuchen tocar todavía me causa nervios. Pero la pasé bien, a pesar de los nervios, me sentí muy bien”, explicó la joven música. El tenor Gabriel García, también se refirió a sus sensaciones luego del espectáculo: “La ópera está mal conceptuada, como algo aburrido para gente de plata y es todo lo contrario y los chicos son los que más rápido absorben la música clásica, la ópera y se vio hoy en la orquesta Suzuki: los chicos, concentrados, están haciendo algo divertido, mucho más divertido que estar con el celular o la play”. 

Luego del espectáculo operístico, llegó el turno del grupo Tinkus de Madre del Pueblo. “Queremos que este sea un lugar de encuentro en el que diferentes culturas puedan compartirse”, expresó desde el centro Ubiedo Myskow y los niños y las niñas vestidos con el colorido traje irrumpieron en escena para realizar su tradicional danza andina. Tras este número artístico todos los artistas salieron del lugar con su respectivo instrumento y cruzaron una calle para instalarse en el centro de la simbólica cancha del barrio, allí realizaron la tradicional foto de cierre, entre sonrisas, abrazos y agradecimientos. “La idea de todo esto es que los chicos puedan tener nuevas oportunidades, que los chicos sientan que pueden tener un proyecto de vida, encontrar un porqué, una vocación y si justo es la música, salir adelante con esto y si no, también desarrollan un montón de otras aptitudes a nivel social, a nivel capacidades de concentración, de lectura y que colaboran con uno como persona”, concluyó su testimonio Ubiedo Myskow.

La jornada terminó minutos después de las 15:30 entre sonrisas, abrazos y agradecimientos, los familiares y asistentes emprendieron la retirada con sus pequeñas estrellas y la salida de los colectivos significó el regreso a casa de los músicos y voluntarios que aún quedaban en el lugar.