Un reencuentro con Luciano Arruga

Un reencuentro con Luciano Arruga

Se estrena Todo documento de civilización, de Tatiana Mazú González, un documental experimental que enfoca en las coordenadas donde el adolescente fue desaparecido en 2009. “Quisimos contar esta historia desde la poesía y no desde la revictimización”, plantea la directora.

Todo documento de civilización, una película de Tatiana Mazú González, interroga el espacio de la desaparición forzada de Luciano Arruga, el joven de 16 años de Lomas del Mirador que desapareció el 31 de enero de 2009. Su cuerpo, encontrado el 17 de octubre de 2014, había sido enterrado como NN (persona no identificada) en el cementerio de Chacarita e identificado luego por sus huellas dactilares.

El documental, que se estrena en la Sala Lugones del Teatro San Martín este 28 de agosto, cuenta una historia que se incrusta en el pasaje de la Avenida General Paz y Mosconi, en el borde entre la capital y el conurbano bonaerense. A su vez, este lugar se convierte en el escenario donde el relato de Mónica Alegre, madre de Luciano, se enfrenta al olvido. Dieciséis años después, el film disecciona el paisaje y la memoria de un crimen que se niega a ser borrado.

En diálogo con ANCCOM, Tatiana González cuenta que es difícil dimensionar cuándo inició la idea de crear el documental a partir del caso de Luciano Arruga, pero marca el punto de partida: “Cuando me mudé a la casa familiar, ese cruce de avenidas donde encontraron el cuerpo de Luciano se volvió mi paisaje cotidiano, porque vivía a dos cuadras. Tener que pasar todos los días por ahí hizo que sintiera una sensación inexplicable en el cuerpo, y pensé que en esa intersección de avenidas había una película”.

Esta pieza cinematográfica perteneciente al género documental experimental invita al espectador a una reflexión abstracta, a partir del juego de la plasticidad con la imagen y el sonido. La directora dice que “ver más no equivale a ver mejor” y completa: “Pienso en lo oculto, en qué historias ocultas están en nuestras cotidianidades. Las imágenes nos tienen que generar preguntas. Creo que necesitamos ver de otras maneras y volver sobre esa idea de lo opaco, pixelado y nítido. En cuanto al sonido, me gusta pensarlo cómo este atraviesa nuestras emociones”.

Este documental promete enaltecer a la imaginación como herramienta política partiendo de la reconstrucción del crimen de Luciano Arruga, un desaparecido en democracia. Pero también desde el relato de Mónica Alegre, una madre que sabía cuáles eran los sueños y anhelos de su hijo, y pretende mostrar una luz al final del túnel para confrontar el olvido de un crimen, trascendiendo el simple registro informativo. La utilización de los imaginarios mundos de Julio Verne, con los que el joven y su madre fantaseaban, permiten ver otro mundo posible en donde la lucha de su familia no es solo por el gatillo fácil, sino también por el derecho a la poesía, la imaginación y educación para un futuro mejor.

Cuando la directora fue consultada por el mayor desafío que enfrentó con su equipo al momento de realizar Todo documento de civilización aseveró: “Fue un proceso de largos años al tener que sostener el proyecto por falta de financiamiento. Pero también esto le permitió a la película mutar y resaltar su valor poético de la imagen y sonido. Además también resaltó la apuesta de pensar en qué tipos de narrativa usar para cuidar a la familia de Luciano. Al final de todo el proceso ellos vieron el material y me agradecieron, por contar esta historia desde la poesía y no desde la revictimización”.

Sobre el caso de Luciano Arruga

El 22 de septiembre de 2008, meses antes de su desaparición, Luciano fue detenido y torturado en el Destacamento N° 8 de Lomas del Mirador. Ese día, su hermana y su madre lo sacaron del lugar, y según el relato de su familia, el menor tenía costillas fisuradas y moretones en el cuerpo.

El 31 de enero de 2009, Luciano fue perseguido, subido a un patrullero y llevado a la comisaría, según afirmaron testigos. Su madre fue a buscarlo, pero no recibió información. Al día siguiente, el joven desapareció, sin dejar rastro alguno. Familiares y amigos, especialmente su madre Mónica Alegre y su hermana Vanesa Orieta, iniciaron una incansable búsqueda que duró más de cinco años. El 17 de octubre de 2014, la familia obtuvo una respuesta: Luciano había muerto la misma madrugada de su desaparición, atropellado en la Avenida General Paz y Avenida Mosconi. Fue trasladado en ambulancia al Hospital Santojanni, donde falleció al día siguiente. Sin identificación, fue enterrado como NN en el Cementerio de la Chacarita, según fuentes judiciales.

A pesar de las pruebas, la causa que investiga su desaparición y muerte sigue impune. El policía Julio Torales fue condenado a diez años de prisión en un fallo unánime del Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de La Matanza, que lo consideró coautor del delito de torturas en 2015.

En la calle José Indart 106, el mismo edificio del antiguo destacamento policial de Lomas del Mirador donde fue visto por última vez, se creó el Espacio para la Memoria Luciano Arruga. Este lugar está dedicado a la lucha contra la violencia institucional y cuenta con un cartel que dice: «Aquí funcionó el destacamento policial donde fue visto por última vez con vida Luciano Arruga».

Estrenaron un documental sobre la resistencia al golpe del 55

Estrenaron un documental sobre la resistencia al golpe del 55

«Ensenada ‘55» cuenta el relato no oficial de lo que pasó durante el derrocamiento a Perón. La historia de los que combatieron para defender al gobierno a través de un relato familiar que, a la vez, es colectivo.

Se estrenó Ensenada ’55: un film donde Hugo Crexell reconstruye un episodio olvidado de la historia argentina a partir de un recuerdo de infancia: la voz de su padre contando, como anécdota de sobremesa, que había piloteado un avión durante los combates de septiembre de 1955. Ese relato fragmentado, que a él le parecía más una película que un hecho histórico, se transformó décadas después en el disparador de una investigación tanto personal como colectiva. 

“Es una película que nace de un recuerdo de la infancia muy fragmentado. Mi papá me contaba cuando yo tenía 10 u 11 años, en la mesa familiar, cómo se había subido a un avión y había bombardeado canales de Río Santiago, donde estaba la Escuela Naval, para defender al gobierno de Perón. Para mí era más una película que algo histórico. Ahora entiendo que mi viejo quería plantar esa semilla para que yo lo supiera”, cuenta Crexell a ANCCOM en una entrevista poco tiempo después de la proyección de la película en la sala Jorge Luis Borges de la emblemática Biblioteca Nacional. “Nunca me había propuesto hacer algo audiovisual, ni de escritura, ni siquiera una investigación. Pero surgió, y al contarle mi historia a la productora de la película, Paula Tagliabue, oriunda de Ensenada, recibí el impulso de indagar sobre el tema. Ella sabía del hecho por su lado, como mucha gente de Ensenada, La Plata o Berisso, a diferencia de lo que sucede acá en Capital. Yo soy de Buenos Aires y, si no fuera por mi familia y estos relatos de mi padre, no me habría enterado demasiado al respecto. Lo que mi viejo me contaba me parecía como imposible, porque es información que no está en los libros”.

El film no solo aborda una historia familiar sino también un capítulo deliberadamente silenciado por el relato oficial: los enfrentamientos en Ensenada, La Plata y otras ciudades argentinas durante el golpe que derrocó a Juan Domingo Perón. Para Crexell, uno de los mayores desafíos fue romper con la idea de que la caída del presidente había sido un desenlace incruento.

“Lo que para la historiografía oficial había sido la caída de Perón, en realidad fue una gran cantidad de combates que no ocurrieron únicamente en Ensenada o en el Río de la Plata; también hubo bombardeos y combates en Mar del Plata, en Bahía Blanca, en el sur, en Rosario, en Córdoba… no fue un golpe incruento, ni Perón cayó por su propio peso, mitos que la historia oficial se ocupó de divulgar. Hubo realmente una gran resistencia, que podría haber torcido el rumbo de la historia si el vicealmirante Isaac Rojas no hubiera mandado a bombardear la destilería de La Plata. Los que ganan se arrogan el derecho de narrar estas historias. El poderoso elige qué contar y qué quitar”, asegura Crexell.

La película se construye a partir de testimonios, archivos y huellas materiales que todavía subsisten en Ensenada. El director eligió no hacer un documental enciclopedista, sino un relato cinematográfico que interpele al espectador. La mezcla de recursos —animación, proyecciones, música con tensión de thriller— busca ampliar el alcance de la obra más allá del público especializado.

“Yo no quería una película con una carga de archivo tremenda. No había muchos archivos fílmicos; simplemente lo que aparece al principio, que nos costó muchísimo encontrar, donde se muestra Plaza de Mayo llena de antiperonistas festejando el golpe, y los lugares donde sucedió el bombardeo, otra prueba más donde se ven claramente destrozos, sobre todo en la Escuela Naval. También fuimos al archivo de Ensenada, donde están las fotos donde aparece la casa bombardeada de uno de los protagonistas de la película, Rodolfo Ortiz. Fue una especie de tejido de archivos, un rejunte de retazos”.

En ese recorrido, Crexell tuvo acceso al archivo Rojas, un tesoro documental que confirmó la veracidad de las historias que había escuchado de niño.

“Por ser hijo de un capitán de navío, pude acceder al Archivo Rojas, que está en el Centro de Estudios Históricos Navales. Nos abrió una puerta enorme. La mayoría de las cosas que se ven son de ahí o del legajo de mi papá. Todo lo que en la película se ve rotulado como “secreto” era así, nada de eso está retocado. Y así se mantuvo durante muchas décadas, hasta que, por el 2013, Agustín Rossi -en ese momento ministro de Defensa-, mediante una política de desclasificación de archivos, liberó parte del documento, que podía encontrarse en Internet. Se permitió el escaneo de montones de documentación donde se contaba todo lo que sucedió del 16 al 20 de septiembre más o menos, es decir, el tiempo que duraron los combates. Más tarde, en 2017, cuando asumió Macri, la familia de Rojas hizo una apelación judicial para que se cierre ese archivo a consulta pública. Como nosotros comenzamos nuestra investigación en 2017, tuvimos que hacer un pedido de acceso a la información pública, gracias a las sugerencias de la Mariana Nazar, del Archivo General de la Nación. Esa fue la batalla más importante que tuvimos que dar. Usé el documento con mucho cuidado, seleccionando los recursos que me parecían un poco más audiovisuales, vistosos para una película, como las proyecciones de fotos que se ven en la pared de mi casa, partes del legajo o partes del juicio que le hizo el Tribunal de Honor a mi papá”.

Así, Crexell y su equipo comenzaron formalmente a investigar. Primero, trabajaron todo el material que resultaba de su propia historia familiar, a partir de lo que recordaban su mamá y uno de sus hermanos, reubicando ese recuerdo fraccionado y antiguo para resignificarlo, uniendo las piezas de un rompecabezas muy complejo y difuso donde primaba el desafío de descubrir qué había de falso y qué de verdadero.

“Cuando buscamos bibliografía sobre septiembre de 1955, el golpe de Estado, aparecían nombrados algunos combates en Río Santiago, pero nada de un bombardeo ni de la historia de resistencia civil que se alojaba detrás. Era un tejido mucho más complicado de contar de lo que se pensaba. Había muchas contradicciones, sobre todo respecto al sentido de lealtad. De hecho, alguien me recordaba después de una función que Rojas había sido nombrado jefe de la Escuela Naval por el propio Perón”.

El núcleo íntimo de Ensenada ’55 es, sin embargo, la figura del padre. Crexell debió desdoblarse entre el rol de hijo y el de cineasta para mirar a Hugo Alberto Crexell como un personaje histórico atravesado por contradicciones. La película también expone las ambivalencias políticas de aquel aviador: su lealtad a Perón en 1955, su posterior desencanto y la imposibilidad de volver a volar tras ser juzgado.

“Fue duro, me tuve que desdoblar. El hijo tuvo que quedar siendo hijo y el investigador-director tuvo que distanciarse un poco de esas imágenes. En 2017 era algo que me conmovía, que removía muchos aspectos de mi historia, de mi familia, pero, a medida que avanzábamos, empecé a ver a Hugo Alberto como Hugo Alberto: no era mi papá, era un personaje con toda la contradicción del mundo que no me iba a poder dar las respuestas que yo necesitaba, y que entonces yo tenía que reducir como director más que como hijo ciertas cuestiones que no me cerraban, y que siguen sin cerrar, ambivalencias que se proyectan una y otra vez tanto en el film como en el espectador. La investigación está llevada así, generando este ir y venir y el cambio casi constante de opinión”.

Ensenada ‘55 contó con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que, en palabras del director, “si bien es muy necesario y lo agradecemos mucho, no alcanza nunca a cubrir la totalidad del proceso de una película”.

El largometraje vio la luz en un momento muy turbulento de la política argentina. Sobre esto, Crexell afirma: “Presentar una película que va a contracorriente del relato oficial es un acto político. Estuvimos investigando durante ocho años, filmando en el territorio, generando un vínculo con el lugar, con su historia, con los testimoniantes. Es una verdad irrefutable, nadie está ahí contando algo que no le pasó. Todo lo que se ve en los testimonios es verdad. Con el archivo Rojas, me confronté con el dato duro: ataque número tanto, hora tal, se tiraron tantas bombas, cayeron en tales lugares… todo lo que se ve en el documental es lo que encontré. Incluso hay una escena donde se muestra, en el Museo del Astillero, un chapón que pertenecía a la Fragata Libertad que recibió un bombazo ese día, se ve la marca. A mí me toca correrme y que la película hable por sí misma de todo esto que sucedió, que fue silenciado y ninguneado por obvias razones”.

El estreno en Ensenada, en el marco del Festival Internacional de Cine de esa ciudad, tuvo un fuerte impacto comunitario: vecinos y familiares de víctimas del bombardeo se reconocieron en la pantalla y agradecieron que la historia finalmente fuera contada.

“Lo más lindo que pasó hasta ahora fue que se estrenó a sala llena como parte del Festival Internacional de Cine de Ensenada, el FICE, como película de apertura, a 10 o 15 cuadras de donde había sucedido el bombardeo, fue muy emotivo. Mucha gente me agradeció por contar esa historia, porque para ellos era muy importante y nadie se había encargado, hasta ese momento, de transmitir. Hay gente que participó en la película y hoy ya no está, otro motivo por el cual era muy fuerte de ver el documento, el legado de ese testimonio que quedó ahí para siempre”.

Ensenada ’55 se inscribe así en un doble registro: el de la memoria íntima que se expande hacia lo colectivo, y el de la disputa con una historia oficial que eligió callar.

Para el director, el documental significó también un cierre personal y profesional: “Siento que cerré un capítulo de mi historia personal y al mismo tiempo pude develar un entramado de historias y de testimonios que estaban oscurecidos, contribuyendo un poco a la conversación sobre qué sucedió en septiembre de 1955 en Ensenada. Pienso en el cine como herramienta transformadora. Mi oficio de docente definitivamente influyó en la manera de construir la película. Hay un cierto prejuicio sobre el vínculo entre la juventud y el cine argentino, particularmente entre la juventud y el documental, cuando en mis clases me encuentro todo el tiempo con un interés increíble por la historia. Hay que desprenderse de ciertos prejuicios y conectar, porque la historia puede ser interesante para un joven, y es muy necesario que ocurra esa comunicación”.

Ensenada ’55 se inscribe así en un doble registro: el de la memoria íntima que se expande hacia lo colectivo, y el de la disputa con una historia oficial que eligió callar. Una invitación a mirar el pasado con otros ojos y a preguntarse qué resonancias conserva en el presente.

La película se proyectará el próximo jueves 28 de agosto, a las 18, en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales UBA (Santiago del Estero 1029, CABA), en el marco de la “Semana de la Memoria”, y el 16 de septiembre, para el aniversario de la resistencia de Ensenada, se estrenará en el cine Gaumont.

Cuando el progreso personal se vuelve una trampa

Cuando el progreso personal se vuelve una trampa

En una sociedad donde el “sí, ¡se puede!” se transforma más en mandato que en esperanza, Los engranajes muestra que cuando lo colectivo se desarma, cada uno busca cómo “pasar el invierno” por su cuenta, aunque eso implique dejar parte de su humanidad en el camino al éxito.

Con humor ácido y estética criolla, Los engranajes desnuda la lógica despiadada del mundo corporativo, donde todo se negocia y nada es lo que parece. La historia se desarrolla en el ámbito de una corporación multinacional. Sus personajes, guiados por una ambición desmedida por ganar más dinero y escalar en la jerarquía de la empresa -con un historial algo criminal-, harán lo que sea necesario para consolidar su lugar y garantizar su futuro. La obra de teatro puede verse todos los sábados a las 20 en el Teatro Anfitrión.

Entre los barrios porteños de Almagro y Boedo, en Venezuela 3340, se encuentra Teatro Anfitrión, un espacio cultural acogedor, con un estilo underground y bastante vintage. En una de sus dos salas se puede ver Los engranajes que, como su nombre insinúa, muestra el entramado de relaciones al interior de una empresa y refleja el individualismo del mundo actual. El amor, la política y las personas se vuelven cartas que los personajes van a jugar en pos de alcanzar el éxito individual.

La obra, dirigida por Nathán Cusnir, cuenta con un elenco de siete actores que, desde el humor y la ironía, arrojan luz sobre las situaciones laborales y sociales cotidianas que se busca desnaturalizar y criticar. Como expresó uno de los espectadores en diálogo con ANCCOM, “el tema da mucho para reflexionar sobre la locura a la que nos sometemos para alcanzar un progreso que, al final, es autoimpuesto y de carácter individual”. Como un retrato de la sociedad, la trama visibiliza cómo se abandonan los proyectos colectivos y se fomenta la competencia para ascender en el trabajo y en la vida.

Una pareja calculada

Sofía Bertolotto y Pablo Cominassi interpretan a Ana y a Jorge, una pareja atravesada por una intensa relación pasional que, lejos de ser espontánea, está guiada por intereses corporativos. La escenografía austera realza aún más la capacidad de los actores de ambientar el lugar y el tiempo moderno en el que se desarrolla la historia. El guion juega con clichés y recursos teatrales como el circo criollo y el sainete, para incorporar elementos de la cultura popular y de la política argentina. Además, la comicidad genera cierto alivio cuando el drama está a punto de exasperar.

Lo atrapante y gracioso de Los engranajes pasa por la identificación con los personajes, argentinísimos, con el mundo del trabajo actual -que se vuelve abstracto, porque no vemos a los personajes trabajar, sino que los vemos especular para su beneficio personal- y con la oscuridad de ciertos aspectos de la condición humana.

En la obra se representa a gente de todo el espectro social, desde una trabajadora de limpieza que vive en una villa, una joven mesera de un restaurante cinco estrellas que sabe inglés, hasta una gerenta que antes era secretaria ejecutiva y un empresario de alta alcurnia y origen extranjero que dirige su multinacional mediante conversaciones telefónicas con sus subalternos.

Los engranajes dura 70 minutos y podés encontrar entradas para ir a verla al Teatro Anfitrión todos los sábados a las 20 en Alternativa Teatral.

Un viaje subterráneo a la literatura

Un viaje subterráneo a la literatura

Se realizó la 22° edición del Vagón de Lectores, una iniciativa que busca recuperar el aspecto colectivo de la lectura. Cientos de personas se acercaron a leer en un recorrido de la Línea D, de la mano de la propuesta de la booktuber Cecilia Bona.

Sábado por la tarde en la Ciudad de Buenos Aires. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde turistas y paseantes se paran a ver con detenimiento los puestos que venden banderitas, escarapelas y toda clase de accesorios patrios, la estación Catedral de la Línea D recibe una afluencia poco común para tratarse de un fin de semana. Ubicada casi en la esquina de Diagonal Norte y Bolívar, la boca del subte exhibe una multitud ordenada que se congrega en la puerta, todos llevan un libro. Es que a las 15  tiene lugar el Vagón de Lectores, un evento que propone compartir el viaje leyendo desde la Catedral hasta Congreso de Tucúman. La actividad surge de la mano de Cecilia Bona (@porqueleerok), periodista, productora y una de las principales booktubers del país, bajo la propuesta de devolverle a la lectura su dimensión colectiva y transformar el libro en punto de encuentro.

“La idea salió en el 2020 de la forma más casera posible. Entré a un subte y había tres personas que estaban leyendo, y pensé que loco sería entrar y si en vez de tres hubiera más, ¿y si fuera todo el subte? Si tal vez no pasa naturalmente, por qué no lo provocamos, ahí empecé a convocar por redes, tal día a tal hora vamos a llenar un vagón, y en efecto el 9 de febrero de 2020 llenamos un vagón y medio”. Para cuando surgió el primer Vagón de lectores, Cecilia llevaba dos años haciendo Por qué leer. ”Era una cuenta muy pequeña, tenía 6.000 seguidores, era muy chiquita para atreverme a hacer una cosa así pero dije, bueno que pase lo que sea. Después vino la pandemia y ya no se podía hacer en el subte, cuando se abrió todo un poco más empecé a hacerlo en parques de Buenos Aires y Argentina”, relata. Esta es la edición número 22 y la segunda en el subte: “Estuvimos en San Luis, Córdoba, Entre Ríos, Comodoro Rivadavia y en Mar del Plata en la playa, leímos media hora cada uno nuestro libro en un mismo punto de encuentro. Esa es la herencia que nos dejó el vagón, el tiempo de media hora que duraba el viaje de la Línea A. La idea es que nos contagiemos entre las personas que estamos leyendo de esta comunidad que se forma alrededor del libro y aunque parezca que es un acto solitario es un acto colectivo”.

En un andén lleno de gente, Cecilia se ubica en el centro y desde un micrófono lanza indicaciones a los concurrentes, algunos ávidos de subirse al primer vagón que abría sus puertas. Esta vez, la magnitud de la convocatoria supuso acompañamiento institucional para la organización. “La primera vez lo hice sola. Pero después de eso pensé, tengo que ser responsable también de la seguridad de las personas. Entonces ahora lo hacemos en conjunto con Subterráneos de Buenos Aires, que nos va a estar acompañando y  también se encargan de que salga bien”, describe.

El espacio está lleno, hay familias con niños, grupos de amigos y lectores que comparten con otros compañeros de viaje las páginas elegidas para la tarde. Vale Keck está leyendo Pasar a la acción, de Sofía Contreras, y trajo también Estafa, el libro producido por la Feria de Editores este año: “Es la segunda vez que vengo, la primera fue el año pasado cuando lo hicieron en la plaza de mi barrio, en Villa Ballester”, dice. Para Cecilia tampoco es la primera vez en un Vagón de Lectores “Vengo porque soy lectora. Traje para entender esta realidad distópica, Consejos no solicitados sobre política internacional de Juan Gabriel Tokatlian y para desenfrascarme cuando ya no puedo más, El gran libro de los gatos de Blackie Books”. Vino con su mamá Sonia. “Es la primera vez que vengo. Traje Mujeres de cincuenta, aunque tengo 73, pero es un libro que me marcó, me enseño como ser más optimista y vivir mejor la vida. También traje este que es un libro del sur, que me trae recuerdos de cuando era chica”. Cecilia se pone los anteojos y le dice a su madre: “Contá cuál es el título ma”, se trata de Polico y Gon Gabino, un libro de la autora rionegrina Ana Emilia del Rosario Giovanini. Entre la marea de libros, algunos títulos se repiten, Berna Vaianela trajo el último de cuentos de Samanta Schweblin, editado por Random house, El buen mal. “Me encanta como cuentista y narradora. Lo estaba leyendo en casa y es el que elegí para traer hoy”, señala.

Alrededor de trescientas personas viajan hasta la estación Congreso de Tucumán, un subte lleno que suscita la sorpresa de los pasajeros que se encontraban de casualidad con esa escena al subir en las distintas estaciones. Para los desprevenidos hubo también libros que circulaban para que nadie se quede sin la posibilidad de participar. Algunos leen para compartir un fragmento al acompañante del asiento de al lado, otros lo hacen en silencio o chusmean las tapas a su alrededor. Al llegar a la terminal, el acto de cierre incluyó una puesta en común y un sorteo con premios para grandes y chicos. Entre palabras de agradecimiento, Cecilia recordó que, hacía un tiempo, alguien se había referido a la idea del Vagón de Lectores como un Aleph. Por eso, como el 24 de agosto se celebra el Día del Lector en homenaje a su autor, Jorge Luis Borges, leyó un fragmento del cuento para los pasajeros reunidos en ronda a su alrededor:

“Vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.

 

“Norma es una referenta de nuestra historia y de nuestras luchas”

“Norma es una referenta de nuestra historia y de nuestras luchas”

El documental “Norma también”, producido por Natalia Vinelli y Alejandra Guzzo, se presenta en el DOCA este fin de semana. Recupera la lucha de la activista jubilada en los noventa en un momento donde los adultos mayores vuelven a tomar la calle.

Norma también, el documental dirigido por Natalia Vinelli y Alejandra Guzzo, recupera el legado de Norma Plá, activista en los años noventa, en un mundo actual en donde se alza su figura como bandera, cuanado los jubilados toman la delantera y vuelven a ser protagonistas de la resistencia a un gobierno neoliberal. La película se presentará este fin de semana en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA), en el marco de la 16ª Muestra de Cine Documental DOCA. Las entradas se agotaron en pocos días pero ya hay más funciones programadas (se pueden ver en el IG de la película) y se proyectará también en el circuito alternativo.

El documental Norma también se centra en la experiencia de una joven estudiante feminista de Ciencias Sociales, que fascinada por la historia de Norma Plá, va recuperando su legado mediante entrevistas y material de archivo.

El equipo de realización está integrado mayormente por mujeres en puestos clave. Según contó a ANCCOM Natalia Vinelli, directora del audiovisual, la película es el resultado de muchos años de investigación: “Tiene el punto de partida en un corto que hicimos en 2009 llamado ¡450! Norma Plá y la lucha de los jubilados en los 90, que por distintas razones no continuamos desarrollando hasta que en 2020 decidimos recuperarlo. Lo pensamos en un contexto muy diferente al actual, pensábamos por dónde entrar a contar la historia de Norma teniendo en cuenta que había una generación muy joven que no la había conocido y es interesante poder poner en vínculo a la generación que la había conocido en contacto con otra que no”.

Además, la realizadora destacó que “es importante traer la figura a las discusiones actuales; no pensar en términos de cierta desesperanza, de cierta angustia, de ver cómo las cosas se repiten, sino realmente para hacer un ejercicio de memoria que nos permita discutir, polemizar, movilizar, informar, todas cuestiones que tienen que ver con la con la tradición del cine militante y la posibilidad que brinda para generar espacios de debate y de movilización”. Recordó que con el cambio de gobierno no recibieron el financiamiento que les habían otorgado por unanimidad y, sin embargo, “decidimos avanzar porque no queríamos que la película fuera silenciada”.

 

¿Desde dónde recuperan la figura de Norma Plá?

Nosotras entendimos que el rol que Norma Plá había tenido en el espacio público aportaba y era necesario reivindicarlo desde el movimiento feminista por lo que había significado esa recuperación del espacio público para una mujer, vieja y pobre, que puede sobreponerse al ataque permanente y al maltrato mediático y ocupar la calle, ocupar los estudios de televisión, para llevar adelante todas sus demandas que tenían que ver con las condiciones de vida digna. Nos parece importante porque es tradición en nuestra historia que muchas mujeres, sin pensarse inicialmente o sin problematizar el feminismo, ocuparon y generaron roles muy importantes, desde Eva hasta las Madres de Plaza de Mayo. Ellas fueron asumiendo la perspectiva feminista desde la propia práctica, entonces hay un hilo o una subtrama en el documental que tiene que ver con la construcción de un feminismo popular. También están las luchas con las cuales Norma articuló, de resistencia al neoliberalismo, que es muy importante poder leer desde la actualidad cuando tenemos políticas que, con similitudes y diferencias, claramente nos llevan a recordar la época de los noventa. Cuando hay una eliminación de la moratoria de las jubilaciones, las primeras que tienen dificultades son las mujeres porque son a las que les faltan más años de aporte, porque han trabajado más tiempo en sus casas, porque ese trabajo no ha sido reconocido, o porque han trabajado y no han tenido los aportes. Cuando retomamos este proyecto todavía no había cambiado el gobierno, era diferente lo que estaba pasando en el país. A su vez, cuando Milei asume, discute y cuestiona fuertemente a los feminismos, avanza discutiendo contra la casta y ubica en la casta a los pobres, a los jubilados, a los comedores populares, a la educación pública, entonces ahí la película se fue resignificando porque Norma es una referenta de nuestra historia y de nuestras luchas, y ese cambio de escenario vuelve a este documental una pieza urgente.

 

Retoman el trabajo en 2020, pero en el medio la figura de Norma vuelve a cobrar preponderancia social, ¿cómo ven ésto?

Sí. En el marco del documental se va construyendo esa figura y sucede que también asistimos a la emergencia de Norma con el cambio de gobierno, en el contexto del ajuste contra los sectores más débiles de la población, y concretamente en las nuevas marchas de los miércoles de los jubilados en el Congreso. A medida que íbamos rodando, íbamos viendo la figura en un mural, en una remera, en la bandera, en los volantes y en los reclamos, el recuerdo sobre esa memoria de lucha de los jubilados y jubiladas en los noventa ya retomada desde la actualidad. Entonces entendimos que, como todo proceso documental, la película fue transformándose, se fue ampliando y que llegaba en un momento muy oportuno porque también ahí encontramos que había un interés, que había un público que quería una película como ésta.

 

 

¿Qué significó para ustedes hacer este documental en medio del avance del gobierno en contra de la cultura y de la producción de cine nacional?

Para mí fue desafiante. Con Alejandra Guzzo, cuando presentamos el proyecto para codirigir la película, ganamos un subsidio en el INCAA y eso nos permitió escribir un primer guion que tenía que ver con el tratamiento estético y narrativo de la película. Después presentamos un proyecto para lograr un subsidio a la producción y el jurado nos declaró de interés por unanimidad. Cambió el gobierno, asumió la nueva conducción del INCAA y no firmaron la resolución, que estaba esperando, por lo tanto nos dejaron sin el financiamiento. Y por eso te digo que ahí es desafiante. Porque nosotras no pensábamos que íbamos a tener un trato diferente del que tenían los comedores populares que se estaban quedando sin comida y que estaban puestos bajo sospecha, porque para este gobierno es muy fácil poner a los sectores que menos tienen en el lugar de la sospecha. Frente a eso decidimos avanzar desde el punto de vista autogestivo, que era algo que sabíamos hacer desde Barricada TV y Cine Insurgente. Pero esto no disculpa al Estado de la obligación que tenía tanto con Norma también como con las ochenta películas que quedaron sin financiamiento, porque se les ocurrió a estos nuevos políticos de turno que no iban a pagar los compromisos contraídos con todo el sector documental.

¿Qué mirada tiene este gobierno sobre el cine nacional?

El gobierno pretende instalar la idea de que el cine nacional no debe ser financiado porque debe seguir las reglas del mercado y no tiene público. Eso es mentira, yo no conozco una película que no se haya encontrado con su público. Norma… lo demuestra porque hicimos una campaña de financiamiento y tuvimos cientos de aportantes. Es necesario seguir peleando por la defensa de la soberanía audiovisual y, porque dentro de eso, el documental es un espacio muy importante porque se mete a contar historias que sino no se cuentan.

«Celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse»

«Celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse»

En un contexto signado por ajustes culturales y desafíos para los espacios artísticos, el Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro celebra su decimoquinta edición y se propone revalorizar lo humano. Habrá poetas de toda la región.

Del 19 al 22 de agosto tendrá lugar el Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, en el Espacio Literario Juan L. Ortiz del Centro Cultural de la Cooperación. Con entrada libre y gratuita, esta edición se presenta como un faro de luz entre tanta oscuridad. “No nos dejamos abatir por la nefasta realidad que nos circunda y vamos a celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse”, sostienen desde la organización.

Desde sus inicios, el evento se construyó como una propuesta autogestiva e independiente. Durante quince años, esa autonomía le permitió reunir propuestas estéticas variadas y consolidarse como un referente cultural en la región. “Nuestro objetivo es convocar una diversidad de voces que representen el mundo actual, generacional y regionalmente”, explica Patricia Díaz Bialet, poeta e integrante de la comisión organizadora, en diálogo con ANCCOM.

En esta ocasión, el Festival reunirá a medio centenar de poetas de toda Latinoamérica. Entre los invitados internacionales se encuentran la colombiana Camila Charry Noriega, la nicaragüense Alejandra Sequeira Aguilar, el uruguayo Diego Cubelli, la venezolana Yanuva León, la boliviana Melissa Sauma y la chilena Camila Fadda Gacitúa. Del ámbito local participarán voces como Marina Arias, Guillermo Saavedra, Pablo Ingberg y Mariana Garfinkel. “El encuentro de nuestra obra con la de los poetas de países hermanos siempre es fructífero”, asegura Díaz Bialet.

La selección de invitados no se guió por criterios estéticos cerrados, sino por la intención de reflejar la riqueza de la poesía contemporánea. Durante un año de trabajo, el equipo revisó una gran cantidad de materiales, que incluyeron piezas tanto de poetas consagrados como de autores emergentes. “Lo humano será lo primordial en esta edición y se transmitirá a través de las obras y de quienes las escuchen”, menciona.

En paralelo a esta pluralidad de voces, el Festival desplegará durante cuatro días una programación que invita a explorar la escritura poética a través de mesas de lectura y conversatorios sobre el lenguaje como resistencia y su manifestación en el arte. “La poesía, con su palabra que permite múltiples interpretaciones, ensancha el pensamiento y nos brinda puntos de vista que no habían sido tenidos en cuenta”, señala Díaz Bialet. Además, se realizará una charla sobre inteligencia artificial y su uso para la elaboración de nuevos relatos, coordinada por el ensayista y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, Juano Villafañe. “Si bien puede aportar a la construcción literaria, ninguna tecnología puede reemplazar a la experiencia poética original”, anticipa Villafañe.

En un presente de incertidumbre, el Festival funciona como un espacio de creación y encuentro que transforma la palabra en una herramienta de resistencia, capaz de abrir nuevos caminos de reflexión. “En estos tiempos difíciles, la poesía representa una victoria, ya que nadie permanece igual si es alcanzado en su fibra más íntima por la belleza y la verdad de un poema”, concluye Díaz Bialet.

La programación completa del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro se puede ver acá