Obrera de la música

Obrera de la música

De voz dulce, sonrisa tímida y portadora del bajo desde siempre, Claudia Sinesi repasa su vasta carrera desde sus comienzos en Rouge, pasando por la vorágine de Viuda e Hijas de Roque Enroll hasta su actual proyecto Las Escuchas.

¿Cómo fue tu acercamiento a la música cuando eras chica?

En mi casa se escuchaba mucha música, teníamos el Winco y escuchábamos los discos de pasta de mi abuela. Me acuerdo que cuando tenía siete años les pedí la guitarra a los reyes magos. Con mi hermano Quique armamos un grupo junto a dos chicos más, Matías y José Luis, y empezamos a hacer canciones. Nos llamábamos The Grasshoppers. Le pusimos ese nombre porque habíamos descubierto a los Beatles y nos gustaban mucho. No existían los videoclips así que ver músicos moviéndose, con el pelo largo, tocando en sus películas como Help o Yellow Submarine, para nosotros era un flash. Acá sólo veías en la tele a Sandro o Palito Ortega. Para nosotros era todo un juego. Así es que después seguimos jugando, hasta la actualidad.

¿Cómo te decidiste por el bajo?                                                                                           

Yo ya tocaba la guitarra, sacaba los acordes de las canciones. Mi hermano Quique, que tenía una facilidad para la guitarra, era como George Harrison para mí, sacaba todos los solos, los punteos. Él me hizo ver que yo escuchaba las canciones y lo primero que hacía era sacar la línea del bajo, y me dijo: “Ese instrumento que estás sacando es un bajo, ¡el instrumento de Paul!”. Yo no sabía qué era un bajo, fue algo natural lo que pasó.

Más adelante, conocés a María Gabriela Epumer y forman una gran amistad…

Yo tenía quince años y ella doce. Cuando la vi la primera vez era chiquita, no empezamos a tocar juntas inmediatamente. La conocí porque era hermana de Lito Epumer, que tocaba en Madre Atómica con Juan Carlos “Mono” Fontana, que fue mi primer novio. Nos juntábamos todos en casa con Pedro Aznar, mi hermano, el “Mono”, Lito. Estábamos todos, seriamente, jugando. Con María Gabriela nos hicimos amigas porque ella, desde chica, también había estado jugando a juntar acordes, a tocar otra cosa que no estaba hecha ya, a jugar con la música. Las dos habíamos dejado el colegio en tercer año porque nos parecía que estábamos un montón de horas sin poder tocar.

La música siempre fue un refugio para ustedes…

En 1976, yo tenía quince. El miedo estaba flotando en el aire. El colegio era insoportable. En la fila te chequeaban de arriba abajo, a ver si tenías un espacio entre las medias y la pollera. Las chicas se desmayaban de los nervios. Si alguna estaba “mal”, llamaban a tu mamá o te amonestaban. Yo llevaba la guitarra y en el recreo me ponía a cantar “Estación” de Sui Generis o “Muchacha ojos de papel” de Almendra, y me amonestaban por lo que decía la letra. Cada vez que salíamos, nuestros padres nos decían: “Cuidado, si te dan un panfleto en la calle, si querés leelo pero después tiralo, no lo tengas encima”. Vos no sabías cuándo un milico era milico porque jamás estaban vestidos de verde ni de policía. Estaban de civil, con anteojos negros. Hugo “Pipo” Cipolatti lo dijo bien en su canción “Pensé que se trataba de cieguitos”. La primera vez que me llevaron estaba con mi novio en la puerta de un recital del grupo Alas. Ellos estaban camuflados para llevarse gente. A mi novio le pegaron, yo escuchaba desde otro lugar, me tenían de espaldas. A mí no me podían sacar el documento. Después nos dejaron ir a los dos.

En 1980 se unen a Rouge. ¿Cómo fue ese momento?

Con María Gabriela (Epumer) nos gustaba Rouge, un grupo de chicas que se había formado en 1978. Tocaban temas de un libro para músicos que se llama Real Book, que no eran para nada simples. Cuando se va la guitarrista del grupo, ella recomienda a María Gabriela. A los dos meses se va la bajista, y María Gabriela me lleva a mí. Anteriormente, yo había ido a probarme a otro grupo de chicas y en ese ensayo conocí a Andrea Álvarez. Cuando al poco tiempo se va la baterista de Rouge, la llamamos. De la formación original solo quedó Ana Crotti, la pianista. Con la Guerra de Malvinas en 1982, se prohibió terminantemente cantar en inglés. Con María Gabriela (Epumer) teníamos muchas canciones apiladas, que no podíamos tocar porque no era el repertorio de Rouge, y las empezamos a tocar de a poco. Ella me daba músicas, porque todavía no se animaba a escribir letras, y yo les ponía letras. Éramos Epumer-Sinesi, como Lennon-McCartney, epumsisineper decíamos nosotras.

¿Sentís que tuvieron que probar que eran buenas solo por ser mujeres?

Nunca. Todos los varones, cuando veían el entusiasmo, la dedicación, y que todo sonaba bien, lejos de decirnos “salí, nena” nos decían “¡vengan!”. Nosotras nunca hicimos rancho aparte, al revés. Tocamos por todos lados. Siempre queríamos más y más. Para nosotras empezar a tocar fue empezar a trabajar.

En 1983 forman Viuda e Hijas de Roque Enroll, ¿cómo se dio la unión entre las cuatro?

Cuando se disuelve Rouge, a la semana siguiente vamos a una sala de ensayo a tocar un par de temas nuestros con Fabián “Tweety” González y Jota Morelli. Inmediatamente, aparece Mavi Díaz. Me llama a mi casa para contarme que había un productor, Bernardo Bergeret, que buscaba un grupo de chicas que toquen y canten. Ella nos conocía porque solíamos tocar con Rouge en un bar que estaba en la esquina de su casa. A Claudia Ruffinatti la conocimos porque antes que se disolviera Rouge, habíamos puesto un aviso en la revista Pelo buscando tecladista. Nos reunimos las cuatro en la casa de María Gabriela (Epumer) y desde el vamos, pegamos onda. Ese día nos morimos de risa. Hacíamos bromas, nos reíamos de nosotras mismas, y anotábamos todas las pavadas que hablábamos. Yo pienso que cuando una oportunidad aparece, si estás listo puede ser que te vaya bien. Sino, pasa la oportunidad y vos perdiste el tren.

¿La estética tan particular de las Viudas fue algo pensado?

Eso de reírnos de nosotras mismas lo llevamos al vestuario, nunca intentamos estar “lindas”. Con un lampazo en la cabeza no podés estar linda (risas). Nosotras éramos mamarrachas desde el primer día. Para ir a la primera reunión con el productor, habíamos ido a ferias americanas y nos vestimos con ropa de los 60, con mucho verde, amarillo, naranja. No era lo normal. La rebeldía fue algo natural para nosotras, ni nos dábamos cuenta que era rebeldía. Estábamos las cuatro juntas y nos arengábamos entre nosotras, nos reíamos de nosotras mismas. Me acuerdo que estábamos sentadas en el living de su oficina, y cuando pasa el productor nos mira y dice: “¡Sacame estos caranchos de la oficina!”. Seguimos insistiendo, hasta que nos escuchó. Fuimos con la guitarra criolla y cantamos “Estoy tocando fondo”. No teníamos más temas. Bergeret abrió la agenda y dijo: “Chicas, graban en un mes”. En un mes compusimos todos los temas del primer disco Viuda e Hijas de Roque Enroll (1984) y grabamos en Estudios Panda, donde habían grabado todos nuestros ídolos, con Rubén “Pelo” Aprile como productor discográfico. Yo recién había cumplido 21 años.

¿Cómo fue el proceso de grabación del primer disco?

Fue rapidísimo. Bernardo Bergeret quería que nosotras grabáramos lo que él elegía, a toda costa. Nosotras, que éramos re cocoritas (risas), le dijimos que teníamos un montón de temas. Nos dio el “Bikini a lunares amarillo…” y lo hicimos pelota. Ese fue el primer corte del disco y nosotras hicimos el storyboard del videoclip, nos ocupábamos todo el tiempo. Con “Lollipop”, que es de 1958, hicimos lo mismo. Le pusimos nuestra impronta.

¿Y cómo surge la idea del arte de tapa?

Nosotras teníamos el concepto: queríamos que fuera todo sixties, todo colorinche. El equipo, la gente que teníamos alrededor, era fenomenal. Nos escucharon mucho. Nosotras traíamos cualquier cosa, desde manteles de hule de Once hasta ropa del cotolengo. Carlos Mayo, el diseñador gráfico que hizo el arte del disco, la tenía clarísima. Vino con un montón de revistas de los 60 que había estado chequeando y mostró cómo se paraban las modelos. Las fotos las hicimos con José Luis Perotta en su casa, en Retiro.

La música y el estilo de las Viudas resonó mucho con la gente, ¿por qué pensás que el público conectó tanto con ustedes?

Nosotras tocábamos todas pintadas y disfrazadas de nosotras mismas. Resultó que eso sumó mucho y captó al público porque nosotras no éramos las únicas que nos sentíamos oprimidas en la ropa del colegio. Era mucha la gente que se hacía eco de eso, se disfrazaban cuando venían a los shows. La seriedad, de cantar canciones de protesta, ya había pasado. En ese momento era todo new wave, todo colorido y todo diferente, ningún grupo se parecía al otro, musicalmente hablando. Cuando nosotras salimos del estudio, el corte de difusión ya estaba en la radio y la televisión, la gente ya conocía nuestras canciones. A mí se me prendía fuego la cabeza. Nos alucinaba ir a tocar, ver que estaba lleno y que sabían nuestras letras. ¡Hasta llorábamos! Nos teníamos que tragar las lágrimas y salir a tocar. Nosotras siempre tímidas, no nos la creíamos en absoluto. Seguíamos viajando en subte, por ejemplo, hasta que un día nos agarraron y nos arrancaron los pelos, los aros.

Fueron cuatro años intensos…

Estábamos todo el tiempo juntas. No parábamos nunca, estábamos todo el día haciendo notas, fotos, viajando, tocando. Teníamos horarios pautados para todo. Los años que duraron las Viudas fueron así, como 25 años en cuatro años. A María Gabriela (Epumer) le gustaba decir que éramos obreras de la música.

En 2012 sacás tu primer disco solista, ¿de dónde surgen las canciones?

Para mi primer disco solista Claudia Sinesi (2012) junté todas las canciones que tenía guardadas, algunas de la época de Rouge, como “Tienes tanto”, “Va a haber un día”, “Tan real”. Otros temas como “El cielo” los compuse a principios del 2000, aproximadamente. Lo empezamos a grabar en 2009 en mi casa, con la computadora.  

Contame sobre Las Escuchas, tu actual proyecto

A Yul Acri (sintetizadores/productor) se le ocurre armar el grupo a fines de 2022, con Robertino Franc en guitarra. Yo los conocía hace años. Luego se suma Julieta Drama en la voz. Las Escuchas es todo un universo de sonidos. Algo nuevo para mí, es que empecé a usar pedales para el bajo a la hora de tocar porque hay un montón de efectos que usamos en la grabación que queremos reproducir en el vivo. Me divierte mucho. En octubre del año pasado sacamos nuestro primer álbum El Brillo de la Despedida.  

Hoy, después de tantos años de carrera, ¿cómo es la experiencia de subirse a un escenario?

En el momento en que estoy subiendo, me pasa lo mismo de siempre. Tengo miedo, se me humedecen las manos, me pongo nerviosa. En cuanto me cuelgo el bajo y empieza la música, me cambia todo. El día que no tenga eso, va a ser un plomo. Siempre me da ilusión ensayar, tocar, pensar qué me pongo (risas).

La mirada del hijo

La mirada del hijo

La multipremiada obra «El hombre e acero» cumple cien funciones. Una conmovedora historia de un padre que intenta comunicarse con su hijo autista.

Escrita y dirigida por Juan Francisco Dasso, El hombre de acero logró mantenerse tres años en cartel y completar cerca de cien funciones, al mismo tiempo que fue ganadora del XII Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia en el año 2019. La obra es protagonizada por Marcos Montes, quien también ha recibido numerosos reconocimientos por la maravillosa labor que lleva adelante. Entre ellos se encuentran el premio Trinidad Guevara 2022, y las nominaciones a los premios ACE y María Guerrero del mismo año. El actor encarna el papel de un padre que se encuentra absolutamente desesperado por no poder lograr que su hijo Neo, un adolescente con autismo, lo mire siquiera a los ojos. La cita es los viernes a las 20 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, CABA.

Dasso decide crear un monólogo y ofrece un espectáculo que plantea un circuito de comunicación que tiene como destinatario a un interlocutor bloqueado, que es nada más y nada menos que Dionel, único amigo de Neo y también autista. El joven tiene incluso su propia butaca entre el público, a pesar de no encontrarse físicamente allí.

En conversación con el director, indagamos un poco más acerca de las motivaciones que lo impulsaron a escribir esta encantadora obra, y consultamos con él acerca de la elección de la temática y de dónde surgió la idea de un interlocutor bloqueado.

“Lo cierto es que ya llevaba un tiempo trabajando con cierto procedimiento a la hora de escribir y bueno, de repente apareció una voz muy racional, la del protagonista, que le hablaba a alguien, y cuando me pregunto a quién y por qué no le contestaba este interlocutor, empecé a pensar en que era alguien que no tenía la capacidad de hacerlo y que estaba en una situación neuronal y social diferente”, comenta el joven autor.

Durante 2016, Dasso se volcó de lleno a la creación del monólogo. En el transcurso de ese año, trabajó en un centro educativo terapéutico, en donde “al tener todo el tiempo contacto con este mundo, no dejaba de ver que era sumamente interesante para abordar, sobre todo cuando observaba o imaginaba los vínculos de niños y adolescentes con sus familias”, motivo que lo inspiró a escribir.

El personaje principal es un hombre que destila poder, y lo manifiesta a través de su vestuario, su gran dominio del léxico, la templanza con la que se expresa y el control que ejerce sobre el espacio en el que se desarrolla la obra. Además, se presenta a sí mismo como una persona extremadamente racional, y es a partir de los parámetros de su propia racionalidad que trata de construir algún tipo de relación con Neo, motivo por el cual sus intentos se ven frustrados una y otra vez. Parece ser que su principal error es no poder aceptar el grado de relación que la condición de su hijo le permite tener. Luego de haber perdido prácticamente toda esperanza, el impostergable despertar sexual del adolescente puede ser la última chance que tendrá este padre para tratar de tender un puente entre los dos.

El papel resultó perfecto para Montes, quien además de ejercer su profesión como actor, es corrector internacional de textos en lengua española por la Fundación Litterae y La Fundéu. También es máster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española y la Universidad de León.

En comunicación con el intérprete, cuenta que en el momento en que le llegó la propuesta, se encontraba realizando Happyland en el teatro San Martín, y su autor, Gonzalo De María, le comentó que se había premiado una obra con el premio Germán Rozenmacher, escrita por un tal Juan Francisco Dasso.

“Al parecer, Juan Francisco le había consultado acerca de qué actor podría llevar adelante esa idea, que por cierto es un monólogo con una riqueza a nivel textual excepcional, y con mucha búsqueda dentro del lenguaje y de las palabras. Fue entonces que Gonzalo le sugirió que se contactara conmigo”

Si bien no se conocían entre sí, cuando Dasso contactó a Montes, este quedó maravillado. “Me pareció realmente un gran texto, con una muy buena situación, y escrito con mucho conocimiento. Me impactó que alguien tan joven pudiera escribir de una manera tan contundente sobre temas tan delicados. Afortunadamente descubrí en Juan Francisco un teatrista con mucho empuje, conocimiento y mucha cultura, no solamente teatral, sino total, y realmente el encuentro con él me resultó muy estimulante”, expresa con satisfacción el actor.

Otro gran acierto de la obra es la elección del título, que más allá de hacer alusión a un frustrado festejo de cumpleaños en el que el papá de Neo se disfraza del célebre personaje de los cómics de Marvel, Iron Man, hace también referencia a una especie de coraza que este hombre ha forjado en torno a su personalidad para poder protegerse y sobrellevar la frustración producto de los fallidos intentos de conectar con su hijo.

“Me pareció sumamente interesante, en términos dramáticos, que un hombre con educación y con tantos recursos no pudiera conseguir algo tan elemental como la mirada de su propio hijo”, agrega Dasso.

La trama de esta conmovedora historia nos conduce hasta un momento sumamente conflictivo. Un día, y de forma muy repentina, Neo decide encerrarse en una bañera por un periodo prolongado de tiempo, y nada ni nadie puede convencerlo para que salga de allí. Su padre decide involucrarse nuevamente para tratar de ayudar a su hijo, iniciativa que es saboteada por la propia negativa del adolescente, quien se pone a gritar y retorcerse con ferocidad, provocando que el pobre hombre huya despavorido. Finalmente, es él quien decide citar a Dionel y encargarle la titánica tarea de lograr que Neo salga de ese baño. Sin embargo, la responsabilidad que se le otorga no le es asignada porque sí. Resulta ser que el joven es el único capaz de generar algún tipo de estímulo comprobable en su amigo, debido a que este se encuentra profundamente enamorado de él. Tanto es así, que ambos han protagonizado un incidente en el centro educativo al que asisten, hecho al cual se alude constantemente en la conversación que entabla el papá de Neo con el adolescente.

Lo que más cautiva de esta escena es la actuación de Montes y la tensión que su performance le otorga al ambiente. Podemos ver a un personaje que simula estar en un estado de calma absoluta, al mismo tiempo que parece estar a punto de perder esa templanza tan característica de su persona e implosionar, mientras sostiene en su rostro una sonrisa que transmite frialdad, al igual que desesperación.

Al principio de la conversación, el protagonista le ofrece a Dionel un tazón de froot loops con leche, y lo incita a que los coma antes de que pierdan la crocancia y se vuelvan una masa uniforme, esponjosa y sin ningún tipo de solidez. Podemos establecer aquí un paralelismo entre los cereales y la paciencia con la que intenta manejarse el personaje, que con el correr de los minutos va perdiendo su consistencia y deja entrever el sufrimiento que atraviesa este compungido padre. Vemos hacia el final de la obra a un hombre completamente derrotado, luego de haber puesto cuerpo y alma para tratar no solamente de establecer un vínculo con su hijo, sino de ayudarlo.

Ya sin más tiempo que perder, y habiéndolo dado todo, este desesperado padre prácticamente le implora al chico que se meta en el baño y hagan lo que tengan que hacer con tal de que Neo esté bien. Paradójicamente, es en este momento que el personaje consigue que Dionel lo mire directamente a los ojos.

«La escritura me dice: “Dale sentido, transformalo”»

«La escritura me dice: “Dale sentido, transformalo”»

Varón trans y militante LGBT+, Diego Capra arrancó a escribir de niño para salir de la tristeza. Luego sufrió internaciones psiquiátricas y hasta vivió un tiempo en situación de calle. Hoy extirpa sus emociones a través de la literatura y las convierte en poesía.

«Tengo el mar en mi sangre. Soy un hombre místico. Soy del campo, la ciudad me abruma, algún día volveré a reencontrarme con la naturaleza. Creo que el mundo no es sólo este mundo terrenal, que hay abismos, estrellas, luces e infiernos. Uno elige el camino que quiere tomar y la poesía te puede llevar por el sendero más luminoso», se presenta el escritor Diego Capra, autor de Ladrillos en el cielo, su libro de poesía publicado recientemente por Paisanita Editora.

Nacido hace 33 años en la ciudad de Mar del Plata, autodefinido como varón trans, Capra ha construido un mundo propio con sus palabras. Ladrillos en el cielo –que tuvo su lanzamiento en la última Feria del Libro– consta de una serie de poemas en prosa, que prometen también hilarse como una novela. Cada página es una invitación a sumergirse en su historia, de matices oscuros, la tinta de las letras con las que resignificó su vida y que hoy se exhiben claras a quienes lo leen y acompañan en este viaje.

En diálogo con ANCCOM, Capra cuenta cómo se acercó a la escritura, desde muy temprana edad. «Tuve una infancia compleja, con abusos sexuales intrafamiliares, y siempre estaba muy triste. Para salir de la tristeza, empecé a buscar respuestas sobre todo lo que me pasaba en los libros que había en casa. Ahí empecé a descubrir la poesía, con Alfonsina Storni», recuerda.

«Después, a los 9 años, leí Los bordes de lo real, de Liliana Heker, que era un libro bastante complejo para mi edad, creo que no lo entendí, pero algo me resonaba con mi historia de la locura, porque yo soy esquizofrénico, y me hacían sentido estos límites difusos entre la realidad y la fantasía», agrega. Su incursión en la lectura, “por supervivencia», “fue una salvación” y lo estimuló a escribir.

Al año siguiente, escribió sus primeros poemas, relatos y novelas, y así encontró un espacio para «hablar de lo que estaba reprimido, de lo prohibido». «Comenzó a ser un espacio de identidad y libertad», sostiene. Poner sus palabras en papel también lo ayudó a encontrarse a sí mismo. «Me autopercibo como hombre, como varón trans, mis pronombres son masculinos. Empecé a escribir en masculino antes de hacer la transición. Empezaba mis diarios con pronombres masculinos. La escritura siempre tiene algo de predictivo, como que va más adelante, se termina cumpliendo lo que escribo –explica–. La escritura siempre me abrió paso a mi identidad”.

En sus textos, suele plasmar su lado más espiritual. «Soy muy místico. En mis poemas siempre hablo de estas experiencias de la conexión con lo divino. Está mucho en mi escritura porque lo está en mi cotidiano. Uno en la escritura tiene que contarlo todo, usar ese espacio no para seguir un canon, un estilo o dar un mensaje, sino para extirpar una emoción. Tiene que ser más pulsional, no tan racional. En la escritura lo digo todo». Además, la escritura fue una herramienta en medio de sus internaciones psiquiátricas. «Me ayudó muchísimo en esos contextos de encierro», dice.

Estudiante por un tiempo de la carrera de Letras, Capra también tuvo otro espacio importante donde comenzó a cocinarse su profesión: No Tan Distintes, una organización de la sociedad civil compuesta por personas que atravesaron, o atraviesan, situación de calle, y que son parte de la comunidad LGBT+. Allí, empezó a dar talleres de poesía, en medio de su proceso de externación psiquiátrica, abordando temas como género y transfeminismo. “Estuve en situación de calle, no fue mucho tiempo, pero la calle es lo peor. Tengo terror de terminar como un ‘linyera’ –confiesa–. Estoy lejos de eso, pero debo tener muchísimo cuidado”. La escritura, según afirma, es su forma de «dar pie», y evoca una frase de Santa Teresa de Jesús: “Las palabras llevan a las acciones, alistan al alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura”. “Yo todos los días me digo –prosigue–: ‘¿Y si mando todo por la borda?’. Pero, la escritura me dice: ‘Vení, vení, no te caigas, dale sentido, transformalo’”.

Con su prosa, Capra construyó su identidad, su mundo y su hogar. Ladrillos en el cielo es prueba de ello y de su arquitectura profunda, que brota en los momentos más adversos: “El nombre del libro lo elegí porque en ese momento mi novia tenía cáncer y estaba muy asustado por la muerte, y pensé en cómo empezar a construir un lugar en el cielo”.

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

La crítica de libros, otrora reservada a la sección cultural de los diarios, hoy crece en Instagram, YouTube y TikTok de la mano de los bookfluencers. ANCCOM entrevistó a Agustina Gómez Orfila, una joven creadora de contenido para conocer de cerca su trabajo.

Con ganchos persuasivos y concisas reseñas, la escritora y bookfluencer Agustina Gómez Orfila – o Agus Grimm Pitch, como se presenta en su perfil– ha  logrado sumar unos 215 mil seguidores en TikTok y más de 60 mil en Instagram.

Sus videos, con recomendaciones literarias, tienen el objetivo de incentivar el hábito de la lectura. A sus 22 años y con cuatro detrás de trayectoria en el ámbito editorial, confiesa haber encontrado en las redes un trabajo al cual piensa dedicarse por un largo tiempo.

En diálogo con ANCCOM, la autora de la novela juvenil La teoría de Joa, publicada en 2023 por Penguin Random House, reflexiona acerca del contacto con las editoriales, la diferencia entre la colaboración paga y el canje de libros, y explica por qué no busca en la escritura una ocupación de tiempo completo.  

¿Cómo surgió la idea de subir reseñas a las redes?

Durante años fui solo consumidora. En 2016 empecé a seguir en YouTube a personas que realizaban contenidos relacionados con la lectura y cuando hacían encuentros en la Feria del Libro los iba a ver. Es más, tengo el vivo recuerdo de mirar al escenario y decir: “Yo quiero hacer eso, quiero ser como ellos”. Durante un tiempo tuve mi propio canal en YouTube, donde empecé a grabar videos que, si bien no los veía mucha gente, a mí me hacían muy feliz. Me divertía hablarle a la cámara y aprender aspectos de edición. A fines de 2020, en plena pandemia, descubrí que había creadores de contenido en TikTok que hablaban específicamente de libros, entonces probé hacer un video y le fue más o menos bien. Después hice otro con un audio que estaba en tendencia y le fue excelente. Soy muy creyente de las señales y de que el universo te habla, así que lo consideré como una señal de que tenía que seguir haciéndolos y me lo empecé a tomar en serio.

¿Te identificas como bookfluencer?

Me gusta bookfluencer porque es la categoría general que engloba a todas las plataformas en las que estoy, no como booktoker o bookstagramer, que quedan más acotadas. Sí, es una categoría que me define. Porque hablo en su mayoría de libros por elección, aunque a veces también hablo de otras cosas.

¿Cómo es el contacto con las editoriales?

Te pueden escribir ellas o ser una la que encara. En mi caso, en el primer contacto con Planeta me escribió su equipo, por mensaje privado, para promocionar un libro en particular. Yo recién estaba arrancando, hacía menos de tres meses que creaba reseñas. A partir de ahí quedé como colaboradora y me mandan libros todos los meses. Con otras editoriales fue algo parecido, se me fueron acercando para invitarme a eventos o enviarme novedades. En general, si ven que sos una persona confiable, que trabaja bien y que tiene alcance, te tienen en consideración. Por otro lado, hay contactos que fui generando por mi cuenta, porque está bueno ser un poco mandada y mostrar el contenido que una hace. Si se logra seguir dentro de la movida, las oportunidades salen, ya sea porque se acercan o porque una sale a buscarlas.

¿Qué oportunidades aparecieron?

Obviamente, en lo que se refiere a libros, hago mucho canje, pero desde 2022 me empezaron a salir oportunidades laborales más formales relacionadas con las redes, como las colaboraciones pagas con editoriales o incluso trabajar en el equipo de la Feria del Libro creando contenido para las suyas. Son puertas que se me abrieron a partir de mostrar lo que hacía y de usar las plataformas como un currículum. Hoy me dedico a tope a las redes y eso me ayuda a cubrir mis gastos y también ahorrar.

¿Cómo se define el monto a cobrar en las colaboraciones pagas?

Hay editoriales que te escriben con un presupuesto, cuyo monto varía según la cantidad de seguidores que tenga el bookfluencer, ya que no es lo mismo tener 10 mil que 100 mil. Hay otras que no suelen pagar la reseña, sino que ofrecen hacer un canje de libros. En mi caso, como estoy trabajando dentro de Penguin Random House haciendo videos para su cuenta de TikTok y promocionando sus libros, sí recibo un monto fijo. A mí me resulta que las reseñas sean pagas, porque no solo es una parte importante del sueldo, sino también porque me abre contactos a nivel laboral. Al igual que los autores independientes que ven ese trabajo y me contactan para dar a conocer sus novedades o se recomiendan entre ellos mi perfil.

¿Te solicitan las métricas de las reseñas para saber su rendimiento?

En mi caso, tengo todas las métricas públicas, entonces cualquier persona puede entrar a mi perfil y ver cuantos ‘me gusta’ tienen mis publicaciones. Pero depende la empresa. Hay una librería con la que estoy colaborando ahora que sí me piden las métricas todos los meses. Otras sólo te piden algunas, como el alcance, para medir a cuantas personas llegó. Otras ni se fijan.

¿Te dan plena libertad para reseñar?

Sí, plena libertad. Nunca tuve ningún problema ni con editoriales ni con autores porque confían mucho en mi criterio y las recomendaciones acerca de las ideas que sé que pueden funcionar. En general no ponen ninguna restricción porque conocen al bookfluencer y el contrato de lectura que tiene con su audiencia. Tampoco pasa nada si no le gusta un libro, nunca lo van a criticar por hacer una reseña negativa, salvo que falte el respeto o tenga algún otro tipo de polémica. Nunca tratan de pasar por encima de su criterio.

¿Qué tenés en cuenta al hacer una reseña?

Soy muy subjetiva a la hora de evaluar los libros, así que depende de cuánto me haya llegado a mí. Además, tengo el gusto entrenado, entonces sé qué es lo que me puede gustar y lo que no. Una se va conociendo a sí misma como lectora. Hay géneros o temáticas con las que de antemano sé que no me voy a meter. No hago reseñas muy largas, salvo que sea un libro muy específico. Por ejemplo, hace poco hice una de El archivo de las tormentas de Brandon Sanderson y fue un video de cuatro minutos para TikTok, pero no es lo habitual. Trato de arrancar con una buena “frase gancho”, contando la sinopsis del libro y dejando comentarios sobre lo que me gustó y las cosas que tiene para mejorar. Igualmente, depende de cada libro, porque con cada lectura la experiencia es distinta.

También sos escritora, ¿cómo te llegó la propuesta para editar tu novela?

Ya tenía la historia en la cabeza, pero no la había terminado de escribir. Cuando vi que muchos chicos y chicas de mi edad estaban publicando sus novelas y que las editoriales tenían esa ventana abierta, me animé a terminarla. Fue mi proyecto principal del 2022, no sólo meterle de lleno para terminarlo sino también empezar a mostrar en las redes que lo estaba escribiendo. Básicamente, quería que lo viera todo el mundo. Para esa época ya colaboraba con un montón de editoriales, entonces quería llamar su atención y mostrarles que la gente que me seguía también se entusiasmaba con el proyecto, cosa de que si se publicaba les aseguraba que iba a tener lectores. Luego de un par de meses, y con la Feria del Libro de 2022 de por medio, me llegó un mail de Penguin Random House diciéndome que querían evaluar el proyecto. Fue un proceso bastante largo, recién en agosto o septiembre de ese año firmé el contrato.

¿Cómo fue recibir el primer ejemplar físico?

Me costó mucho caer. Lo pude presentar en la Feria de Libro del año pasado con una firma de ejemplares que fue increíble, pero que la viví con mucha ansiedad y presión. Tal vez porque dejé que opinara mucha gente externa a mi proceso. Al principio, no llegaba a dimensionar todo lo que me estaba pasando, porque estaba enfocada en lo que iban a pensar los demás. Recién unos meses después pude caer y reflexionar sobre lo increíble que fue publicarlo. Y sobre todo por el cariño con el que lo recibieron los lectores. Desde que se acerquen con el libro todo marcado, que me cuenten las sensaciones que les provocó la lectura o hasta que me regalen un dibujo de alguno de los personajes. Fue recién ahí que empecé a tomar dimensión y a disfrutarlo.

¿Qué planes tenés?

Me gustaría seguir trabajando y haciendo plata con las redes. Mi objetivo es vivir muchos años de las redes sociales. También tengo ganas de lanzar algún emprendimiento relacionado con mi marca personal, porque me encanta trabajar de manera independiente y manejar mis tiempos y prioridades. Obviamente, también tiene un lado malo, que es la estabilidad, porque no todos los meses recibo la misma cantidad de plata, sino que fluctúa según la época del año. Las semanas que dura la Feria sé que es donde me van a llegar un montón de propuestas y que después, el resto del año, va a ser más tranquilo.

¿Y respecto a la escritura?

Tengo otro proyecto en el tintero que todavía no lo presenté en ningún lado ni sé cuándo va a salir. Quizás lo autopublique o quizás otra editorial me ofrezca algo, no lo sé. Por ahora es mío. Con la escritura no me quiero presionar para no automatizarlo, porque si bien me apasiona y me encantaría seguir creciendo como escritora, entiendo que no tengo ningún apuro porque los libros no se van a ir a ninguna parte. Ya cumplí todas mis expectativas con la publicación de mi primer libro: una historia, un sello, un recibimiento y una firma increíble. Voy a seguir escribiendo, pero si tiene un rédito económico que pueda complementar con mi trabajo en las redes. Es decir, no dejaría de hacer todo lo otro para dedicarme a eso. La escritura es mi espacio seguro, no quiero que se vuelva un proceso automatizado.

 

Teatro para no olvidar

Teatro para no olvidar

Se inició un nuevo ciclo de Teatro por la Identidad, el brazo cultural que ayuda a las Abuelas de Plaza de Mayo a buscar a sus nietos y nietas apropiadas.

“Yo creo que todo teatro es político, hoy estar arriba de un escenario es una declaración política a favor de la cultura y del arte”, expresó Cristina Fridman, productora y fundadora de Teatro por la Identidad, el ciclo que desde hace 24 años acompaña la búsqueda de los nietos y nietas de las Abuelas de Plaza de Mayo apropiados por la última dictadura.

Es el primer lunes de junio en el Teatro Multitabaris a las 20 horas y Teatro por la Identidad inaugura una nueva edición del ciclo, esta vez a través de la obra Idénticos bajo la dirección general de Daniel Veronese y la coordinación dramatúrgica de Mauricio Kartun. Una serie de micromonólogos que hablan de la identidad y de la importancia de saber quiénes somos. Arriba del escenario los actores y actrices interpretan distintos personajes desde el humor, la nostalgia, el recuerdo y el dolor, haciendo que los espectadores se suban a una montaña rusa de emociones.

A pesar de la noche fría y que hace unas horas fue la marcha Ni Una Menos, sorprende la cantidad de personas que desde una hora antes hace cola para retirar su entrada gratuita para disfrutar del espectáculo. La fila llegaba al final de la cuadra. Todos los que pasaban por la tan transitada Avenida Corrientes preguntaban: “¿Qué obra van a ver?”

Teatro por la Identidad surgió en el 2000 y en el 2004 se convirtió en una asociación civil sin fines de lucro, con el objetivo de acompañar la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo, que desde hace cuatro décadas sigue el rastro de más de 300 nietos y nietas que tienen su identidad secuestrada. El ciclo teatral recorre los escenarios de Argentina realizando funciones gratuitas para todo público.

Todos hablaban con todos y la charla en la fila sólo era interrumpida por las susurradoras de historias que regalaban una selección de poesía y cuentos al oído. La gente transformó el día frío en un clima cálido y ameno que lo llevó hasta adentro del teatro.

En el escenario se presentan once sillas vacías y una luz azul tenue, para ser ocupadas por los actores y actrices que luego empezarán a sorprender a los espectadores. La actriz Jorgelina Aruzzi dio apertura a la función explicando la razón de Teatro por la Identidad y cerró con un mensaje que sostiene la relación del arte en la política: “Luchar contra la herencia de la dictadura, porque ven a la cultura como enemigo”. Luego, la actriz volvió a la butaca y disfrutó de las actuaciones del resto de sus compañeros.

Dalia Gutmann, Osqui Guzmán, María Carámbula, Diego Gentile, Victoria Almeida, Cristian Sabaz, Ingrid Pellicori, Gonzalo Urtizberea, Malena Figó, Daniel Campomenosi y Manuel Fanego fueron los encargados de esta miscelánea de monólogos que conforma Idénticos: hicieron reír, interrogar, emocionar y hasta llorar a los presentes.

En Teatro por la Identidad actúan para no olvidar, para encontrar la verdad, para despertar la duda a través de la acción y la emoción. Los artistas jugaron en el escenario, acompañaron cada monólogo de sus compañeros sin esconder lo que les provoca.

El lema de este año es “pensar quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos ser”.  Teatro por la Identidad utiliza el escenario como puente e impulsa la búsqueda de personas desde el amor y el juego y provoca en muchos la dichosa sensación de saber quiénes somos.

Además de los monólogos, la obra es acompañada por intervalos de música en vivo, en este caso con la voz de Gloria Carrá, acompañada por Piter Josami Torres, en la guitarra.

 “Es un espacio de arte y militancia, y un lugar en donde realmente se fue contando, alrededor de 24 años de trabajo y mucho compromiso, de mucho amor, de mucho aprendizaje y del camino que nos dejaron las Abuelas de Plaza de Mayo”, expresó Cristina Fridman, en diálogo con ANCCOM. Y completó: “Como decía José Martí: ´Seres cultos para ser libres´ y creo que esa es la función y hoy estar acá arriba es ejercer la libertad, el sentimiento, el pensamiento de todo. Y eso junto que trasciende el teatro, es Teatro por la Identidad”.

El actor Manuel Fanego también dialogó con ANCCOM dijo: “Para mi Teatro por la Identidad es un lugar fundante de mi trabajo y es un ejercicio necesario de la memoria y de la reconstrucción social de una parte de la sociedad que fue diezmada. Teatro por la Identidad es una reparación social como encuentro teatrista, es como darle de nuevo al teatro esa función de comunicar y de interpelar a la sociedad”. Fanego fue uno de los que sembraron la semilla de este espacio e iniciaron esta aventura convertida en militancia.

La comediante Dalia Gutman también parte del ciclo señaló: “Es una oportunidad, primero porque hay gente muy interesante del teatro argentino como son los productores, el director en la programación, otros trabajadores. Es una manera diferente de tratar una parte muy oscura de nuestro país, tratar para que siga circulando entre la gente que viene a ver esto y entre la que escucha los testimonios”.

“Pasas por todas las emociones –agrega Gutman-, hay monólogos que te estrujan el corazón, otros que te hacen reír, que te hacen reflexionar sobre la identidad de cada uno, hay unos más divertidos y hay otros más solemnes pero que tienen un mensaje. A mí me gusta el humor y a mí me gusta eso, cada intérprete lo hace desde donde se siente más cómodo. Yo no estoy tan acostumbrada a un texto ajeno, estoy más acostumbrada a escribirme, pero es una práctica que está buena”.

El actor Osqui Guzmán contó que participa del ciclo desde el año 2001: “En Teatro por la Identidad pude encontrar un lugar de lucha y ahí entendí como nuestro país, nuestra sociedad, nuestros orígenes son constantemente espacios de lucha para no ser colonizados, para mantener nuestra identidad viva y para crecer como país, como pueblo y también como personas”. Y agregó: “El arte y la cultura es por sí una acción política, no la ejercemos los artistas sino el pueblo, eso es lo más contundente y lo más fuerte, en una crisis como esta, el pueblo con el mayor esfuerzo sigue yendo al teatro. Los artistas los esperamos, tal vez ganar menos, hacer teatros más baratos y abaratar entradas, pero tratar de hacer del teatro un puente porque se puede, no porque lo digamos nosotros que somos trabajadores de la cultura, sino porque el pueblo cuida, participa, el teatro crea relaciones históricas entre lo que fuimos, lo que somos y lo que debemos ser. Hoy para colonizar se ataca mucho a la cultura y por eso nosotros vamos a seguir haciendo nuestro trabajo, para que el pueblo siga haciendo su cultura”.

Al finalizar la obra, todos los que hicieron posibles Idénticos llamaron al escenario a Miguel “el Tano” Santucho, hermano de un nieto restituido gracias a Abuelas de Plaza de Mayo.  Santucho contó la historia de búsqueda de su hermano iniciada por su abuela Nélida Navajas y continuada por él. El Tano llamó a seguir buscando a los nietos y nietos que faltan. 

El homenaje a la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, fue otro momento emotivo de la noche con un: “Hasta la victoria siempre. Venceremos”, como decía Norita.

Las próximas funciones gratuitas serán el 10, 24 de junio y el 1 de julio a las 20 horas. Las entradas se retiran desde las 19 horas en la puerta del teatro Multitabaris Comafi (Av. Corrientes 831 – CABA).

 

 

 

Treinta días sin celular

Treinta días sin celular

¿Cómo es pasar un mes sin teléfono móvil ni redes? Una psicóloga hizo la prueba, la registró, la recreó con chicos y grandes, y ahora comparte sus reflexiones sobre la abstinencia, los efectos positivos, los riesgos de internet y la urgente necesidad de regulación estatal.

En 2018, la psicóloga Clara Oyuela decidió apagar el celular por 30 días –sin WhatsApp, sin Instagram, sin Facebook– y escribir cada día una crónica sobre lo que sentía. Publicadas inicialmente en un portal de noticias de su ciudad, San Martín de los Andes, luego se convirtieron en un libro impreso titulado Crónicas de una abstinencia. Un experimento fuera de línea, y más tarde Oyuela replicó el experimento en adolescentes y personas adultas. ¿Qué pasa cuando nos desconectamos de las redes? ¿Cómo afecta a la salud mental? ¿Cómo tratar este tema con los niños? Para encontrar respuestas, ANCCOM dialogó con la autora, que nos atendió desde su casa en la Patagonia.

¿Cómo nació este experimento social?

Antes de la pandemia, en 2018, estaba criando a mi segunda hija, Miranda, que tenía ocho meses y llevaba tiempo sin dormir. Ella estaba bien, pero yo muy mal. Nunca me había pasado no poder dormir. Estaba en medio de un trastorno de sueño y con un uso del celular que no me ayudaba a salir adelante. Un día me encontré pensando qué pasaría si le ponía un freno y le di una dimensión más creativa: pensé en apagar el celular, guardarlo en un cajón y no usarlo por 30 días. A su vez, pensé en escribir crónicas de lo que me iba pasando. Me acuerdo que estaba con mi prima, que me dijo que no podía estar completamente desconectada, porque la vida cotidiana no me lo permitía. Así que agarré un celular muy viejo para mandar mensajes de texto. Me puse en contacto con artistas para que ilustren estas crónicas y con un diario local de San Martín para ver si estaban interesados en publicarlas los fines de semana. Y así resultó Crónicas de una abstinencia.

¿Te ayudó vivir lejos de grandes ciudades?

Vivo en San Martín de Los Andes hace 10 años. Todo este proyecto nació allá, en un pueblo de 60 mil habitantes. Esto es importante, porque en el imaginario social la gente que vive en la naturaleza, con un ritmo de vida más tranquilo, no está atravesada por la tecnología, pero todos estos experimentos los hice allá. Consideré a San Martín como un microlaboratorio.

¿Cómo atravesaste los primeros días de desconexión?

Me sentí muy bien. Estaba saturada física y mentalmente, había llegado a un límite por la falta de sueño. Esa primera semana fue de calma absoluta. Después, empezó un mundo de contradicciones. Al día 10 hice la primera trampa y prendí el celular. Revisé el WhatsApp, pero no tenía ansiedad por entrar a Instagram. Sí tenía necesidad de hacer FaceTime con mis hermanas que viven en otro lado. Las veces que hice trampa fue para hacer videollamadas con ellas.

¿Qué opinó tu entorno de esta decisión?

Hubo opiniones diferentes. Mi hermana le mandó un audio a mi pareja para que me deje de joder con el experimento, que se tenía que comunicar conmigo y no sabía cómo. Una de las reglas que yo me había puesto era no usar el celular de mi pareja. Por otro lado, recibía mensajes de “qué envidia”, “qué ganas de hacer esto”, o me decían que mandando mensajes de texto se sentían en el año 1800.

¿Cómo surgió la idea de que participen adolescentes en el experimento?

Después de la pandemia, la dueña de la escuela donde trabajo me dijo que teníamos que generar espacios para los adolescentes, porque la pandemia los había pasado por arriba. La tecnología nos había salvado de muchas maneras, pero los adolescentes volvieron pálidos, ojerosos, como si no hubieran tenido contacto con la luz del sol ni con otros. Te dabas cuenta corporalmente que la tecnología había sido excesiva, sumado a todo lo que conllevó la pandemia. Con un grupo de 30 jóvenes de 16 años, decidí hacer la intervención. Les propuse siete días y me dijeron que estaba loca, entonces arreglamos tres, que parece sencillo, pero no lo es. Les di la misma consigna, comunicarse por mail, tomar registro escrito de lo que sentían a nivel corporal y mental, pero si no aguantaban más podían agarrar el celular. No se trataba de aguantar por aguantar, no había que forzar nada. Era un experimento del propio uso de la libertad. Si lo prendían, tenían que registrar por escrito por qué y qué sintieron después.

¿Qué decían en esas crónicas?

Vi que al menos 28 tenían síntomas de abstinencia, ligado a lo que es una adicción. Recopilé las mejores frases como “me tiemblan las manos, me quiero comer las uñas, me sudan las manos”. En otra escuela propuse a los padres hacer esto por un fin de semana y aparecieron los mismos síntomas. Después lo propuse a través de Instagram para voluntarios mayores de 18 años de todo el país. En sus registros aparecen la ansiedad y el aburrimiento como un estado insoportable y de mucha irritabilidad. Uno me dijo que estuvo 15 minutos esperando sin celular a que su hija saliera del jardín y fue una pesadilla. También hubo síntomas positivos, como volver a conectarse con la lectura. Es un estado de calma, sobre todo en los últimos días, porque sabés que vas a agarrar el celular. Me acuerdo que antes de volver a prenderlo sentí mucha nostalgia. Me dio pena tener que volver, pero ya no soportaba más el celular viejo, detestaba la forma de las teclas. No quería más ese teléfono viejo e incómodo.

¿Ocurrió algo inesperado durante el experimento?

Tuve como voluntaria a una mujer de Mar del Plata que me escribió para decirme que no llegó al cuarto día porque le avisaron del fallecimiento de su papá por el celular de una amiga. Es el único caso que recibió una noticia así. Me dijo que esos tres días de desconexión le hicieron estar conectada con cosas muy profundas de su vida y la noticia la recibió desde ese lugar. La vida siguió su curso, estando conectada o no, no iba a evitar que su papá muriera. Porque mucha gente me cuenta que no lo hace porque tiene miedo de que pase algo urgente y no estar. Si pasa algo, pasa algo. Siempre hay alguien que te avisa, pero es interesante ver cómo aparece el miedo a no enterarse si pasa algo urgente. Muchos me escribieron que cuando prendieron el celular se dieron cuenta de que todo seguía igual. Que era algo decepcionante, volvían con todo y no se encontraban con nada interesante.

¿Cambiaste tu forma de ver al celular?

Empecé a pensar cuál es el momento para darle a una persona su primer teléfono inteligente. ¿Qué pasa con la generación de niños que ya tienen un teléfono en la mano, pero que no tienen contención ni regulación? Están totalmente expuestos. Hay muchos niños contenidos y acompañados, pero hay otros que no. El celular es una súper herramienta, pero tenemos que ver cómo usarlo para sentirnos mejor y no tener que hacer mindfulness, yoga y meditación para bajar la ansiedad. Si cuando nos desconectamos aparece la ansiedad, es porque hay una dependencia extrema, entonces el objeto nos está dominando. Estuve en contacto con una enfermera de neonatología de San Martín de Los Andes y decía que es muy impactante ver a las mujeres con los hijos recién nacidos en un brazo y el celular en el otro. Yo lo viví como parturienta. Son esos primeros momentos de conexión y es polémico.

Y en tu uso personal, ¿cambiaste hábitos?

No, por eso hablo de esto. Lo positivo es que no pienso dar a mis hijas un celular hasta los 14 años, les voy a dar un celular que sacó Nokia que no tiene Internet ni redes sociales. Ese es el celular ideal como paso previo al smartphone para la niñez y preadolescencia, para acompañar el desarrollo natural y madurativo. Se pueden comunicar, pero se evitan los grupos de WhatsApp. No tengo ningún tipo de culpa ni reparo en decidir esto, quiero cuidarlas y darles el celular en el momento en que mejor estén preparadas. Hace una semana di un taller para adolescentes sobre este tema y uno de los chicos dijo que los adultos estamos igual que ellos con el celular. En un punto nos dijo que estamos boludos. Otro chico nos dijo que sufrió acoso sexual a través de las redes. Contaban que había aplicaciones para hablar con gente de todo el mundo y aparecían adultos desnudos pidiéndoles fotos. Y no tienen las herramientas para enfrentar eso todavía.

Generalmente, se les da el celular cuando arrancan el secundario o empiezan a viajar solos…

Muchísimos niños tienen un celular propio incluso antes de la secundaria. Hay mucha gente que es muy cómoda y les da el celular, otros no tienen información sobre lo que provoca, también hay gente con buena intención que piensa que sus hijos se quedan afuera del grupo si no tienen celular. Hay muchas razones por las que el adulto da ese primer celular. Los mayores problemas de bullying y acoso, según un estudio de Noruega, son potenciados por las redes. Sexto y séptimo grado son los que tienen más conflictos y afecta sobre todo a las niñas. Noruega tomó la decisión de sacar los celulares de las escuelas primarias. La UNESCO dijo que el uso del celular afecta la vinculación y la atención. Tiene que aparecer una entidad mayor, el Estado, para tratar esta problemática que se nos fue de las manos. Porque no es tan complicado lo que habría que hacer.

¿Qué medidas habría que tomar?

El Ministerio de Salud y el de Educación tendrían que pensar en sacar el celular de las escuelas primarias, porque no tiene que estar ahí. Que la educación digital forme parte de la agenda, se podría plantear el etiquetado, que haya campañas en lugares públicos. Hay que unir muchas voluntades, gente creativa y que tenga ganas de enfrentar esto. Hay que hacer cambios de hábitos. Se puede prevenir muchísimo con cosas tan simples. El celular es un objeto de consumo masivo, y si el tabaco y el alcohol también lo son y desde el Ministerio de Salud les pusieron una etiqueta de lo que provoca su consumo, ¿por qué el celular no tiene su propia etiqueta? No lo planteo como la única solución, porque la gente sigue fumando, pero una cosa lleva a la otra. Decir “esto es lo que te puede provocar” le puede ayudar a muchos padres a ponerle límites a sus hijos. Se trata de ponerle palabras a lo que pasa.

Hace poco la empresa Movistar presentó una campaña sobre el sharenting, que es cuando los adultos comparten fotos privadas de sus hijos en las redes, por ejemplo, del primer día de clases. ¿Qué opinás al respecto?

En el libro le dedico un capítulo a este tema. Llegamos a naturalizar tanto las acciones con el celular que fuimos capaces de exponer a nuestros propios hijos en situaciones como bañándose, llorando o durmiendo. Me pregunto qué sentirías vos si tu papá o mamá postearan fotos tuyas en situaciones íntimas sin tu consentimiento. Dejen a sus hijos en paz. Me encanta cuando veo famosos o influencers que protegen la cara de sus hijos en redes con emojis o de espaldas, como Dalma Maradona o Darío Barassi. Entre los derechos del niño habría que incluir algo del mundo digital, proteger la intimidad, el derecho a no ser expuesto. Pero también creo que una foto cada tanto, no es nada malo. Lo peligroso es el exceso, porque no tiene nada de malo compartir una foto de la familia.

¿Podrías haber hecho esta desconexión en pandemia?

Buena pregunta. Creo que hacerlo implicaba un grado de valentía extra. Había incertidumbre, miedo, paranoia y la tecnología generaba lazos. Había que ser jugado y valiente para desconectarse así. Hubieran aparecido muchos fantasmas, porque en ese momento la muerte y la amenaza estaban más presentes. Hay que estar muy en eje, tenés que ser un monje del Tibet para hacer eso. Aunque yo entrevisté a uno, le pregunté por su relación con el celular y me dijo que tienen el mismo problema que en Occidente.