El otro campo

El otro campo

«El campo que alimenta», la muestra fotográfica coproducida entre SiPreba y la UTT puede verse en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires hasta el 2 de julio.

Zulma Malloja, de la Unión de Trabajadores de la Tierra, y el fotografo Juan Pablo Barrientos.

El martes se inauguró la muestra fotográfica “Retratos del Campo que Alimenta” en la sede de SiPreBA, un evento organizado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) y la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA). “Los compañeros y compañeras de la UTT nos lo plantearon hace un tiempo y a nosotros nos pareció que estaba buenísimo que se haga en el sindicato”, declaró Agustín Lecchi, secretario general de SiPreBA, en el acto de inauguración.

Desde Santiago del Estero hasta la Ciudad de Buenos Aires, la muestra cuenta con diversas fotografías que retratan desde momentos de cosecha durante la madrugada, hasta situaciones de represión en los verdurazos en Plaza de Mayo. Los fotógrafos y colectivos que participan en la muestra son Juan Pablo Barrientos, Pepe Mateos, Hernán Vitenberg, Sergio Goya, Bernardino Ávila, Pablo Piovano, Pilar Camacho, Subcoop, Tierra viva, Cítrica, Revista MU, La Garganta Poderosa, Somos Télam y SiPreBA.

Nahuel Levaggi, coordinador de UTT, estuvo presente en el acto de inauguración de la exposición fotográfica y relató que recorriendo la muestra “nos damos cuenta de la cantidad de fotos que faltan para poder contar todo lo que realmente pasa en ese campo que alimenta y ese campo tan federal”, pero que esta actividad “recién empieza, nos vamos a dar la tarea de ir completándola para que realmente sean esos retratos, que se vea ese otro campo, el de la soberanía alimentaria, el que produce alimento para el pueblo”.

Bernardino Avila, posando junto a la reconocida foto de la mujer y las berenjenas, durante un verdurazo de la UTT en Constitucion, año 2019.

“Para mí la foto que más me significó es una foto de Ramona, ella me contaba su vida tan distinta a la mía, yo estaba en la Facultad aprendiendo un oficio nuevo y ella se crió siendo campesina, las dos teníamos la misma edad, y fue lindo poder retratar a una mujer de mi edad, las dos haciendo nuestro camino profesional de alguna manera”, contó Camacho.

El reportero gráfico Bernardino Ávila recordó en diálogo con ANCCOM: “El día que estuvimos en el verdurazo, la represión que sufrimos fue brutal, un feriazo de la UTT en el cual cayó la Policía de la Ciudad a reprimir a feriantes que solamente iban a vender a bajo costo comida y ahí caían todos, y entre los que reprimieron estaba Ángela, la que está en la foto”. Además, destacó que como fotoperiodista se siente comprometido en reflejar la realidad: “Eso lo hago –dijo- mediante la cámara de una manera que sea fehaciente”.

La fotoperiodista Pilar Camacho, exfotógrafa de ANCCOM– también rememoró uno de los momentos que capturó con su cámara en una de las chacras de la UTT en Luján: “Para mí la foto que más me significó es una foto de Ramona, ella me contaba su vida tan distinta a la mía, yo estaba en la Facultad aprendiendo un oficio nuevo y ella se crió siendo campesina, las dos teníamos la misma edad, y fue lindo poder retratar a una mujer de mi edad, las dos haciendo nuestro camino profesional de alguna manera”. Camacho también relató: “Es necesario tener una mirada formada, profesional, que se cuestione sobre la comunicación en imágenes y que con esa mirada entrenada se pueda construir relatos”.

Hernán Vitenberg, fotógrafo independiente y gestor de Bulbo Editorial, se refirió a la importancia del fotoperiodismo en la sociedad: “Hacer fotos no es simplemente eso, tiene que ver con un entramado social, que nuestras imágenes tienen que ser consecuentes con nuestros actos y con nuestros vínculos”. Además, Vitenberg agregó que hoy ve “los medios hegemónicos que están en decadencia hace tiempo, no hay ni espacio laboral ni espacio para escuchar historias nuevas” y que entonces si una imagen “puede modificar o sensibilizar o hacer reflexionar a alguien va a tener que ver con las acciones de esa persona después de hacer la foto”.

La exposición estará disponible hasta el 2 de julio y se podrá visitar de lunes a viernes de 9 a 18 en Solis 1158.

«El enemigo no duda que la comunicación es un sector estratégico»

«El enemigo no duda que la comunicación es un sector estratégico»

La ciudad de Santa Fe acogió este fin de semana el Encuentro Federal de Medios Digitales. Referentes de más de 50 medios autogestivos y cooperativos, ANCCOM entre ellos, participaron de paneles y debates. Unánime preocupación ante el panorama que impone el actual gobierno.

“Lo más importante aquí es que nos podamos encontrar con comunicadores atravesados por los valores y los principios del cooperativismo”, afirmó el secretario de Cooperativismo, Mutualismo y Emprendedurismo del Gobierno de la Provincia de Santa Fe, Gonzalo Toselli, quien destacó la importancia del Encuentro Federal de Medios Digitales en un distrito que es cuna del cooperativismo y el mutualismo a nivel nacional y subrayó la necesidad de pluralidad de voces independientes y federales.

Por su parte, Nancy Ruíz Díaz, como parte del Instituto de Promoción de Cooperativas y Mutualidades de Entre Ríos, enfatizó la importancia de visibilizar la realidad de los territorios, especialmente para su provincia: “Este espacio donde circula la palabra y donde podemos escucharnos, nos ayuda para que podamos tener las mejores alternativas para todo el sector”, expresó.

También asistió al encuentro, realizado en el Cine Auditorio de ATE local, el presidente del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo bonaerense, Gildo Onorato, quien reflexionó acerca de los cambios globales ocurridos en los últimos años y se refirió al impacto de las plataformas digitales en las identidades comunitarias. “Los likes, las reproducciones y las visualizaciones marcan no solamente el negocio en dólares de las grandes transnacionales, sino sobre todo el desmembramiento de nuestras identidades comunitarias”, sostuvo.

En otro panel, dedicado a experiencias gremiales, Edgardo Carmona, miembro del Sindicato de Prensa de Rosario, reconoció los problemas que presenta el cooperativismo para algunos sindicatos, pero vaticinó que aquel no es algo alternativo, por el contrario, “es el futuro de la comunicación”. Cintia Mignone, de la Asociación de Prensa Santa Fe, detalló las dificultades de sindicalizar a los trabajadores de prensa e invitó a hacerlo.

La periodista Martina Noailles, del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba), alertó sobre el avance del Gobierno de Javier Milei contra la libertad de expresión y la represión a la prensa. “Busca avanzar sobre el derecho a la información”, afirmó. A su turno, Mariana Mandakovic, del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Cordoba (Cispren), opinó que la lucha por la comunicación es una pelea de clase: “El enemigo no duda que la comunicación es un sector estratégico, lo demuestra Milei destruyendo los medios públicos”, dijo.

Juan Pascual, del portal Pausa, de Santa Fe, resaltó las dificultades de los medios autogestivos en relación con el Estado debido a la falta de un propietario único, lo que complica la negociación de la pauta publicitaria. En tanto que Gisel Carranza, periodista de La Mecha, de San Juan, compartió la lenta pero significativa experiencia de impulsar el gremio de prensa en su provincia, justamente debido al carácter autogestivo de su medio.

En la última mesa del Encuentro participaron Fabiana Cruz, integrante del medio tucumano La Palta; Alejandro Britos, docente de radio y periodismo en un instituto santafesino –quien advirtió sobre el impacto negativo del dominio publicitario de Meta y Google–; Leandro Fridman, especialista en tecnologías de la información de la Universidad Nacional del Litoral, quien lamentó la falta de formación en emprendedurismo en el ámbito periodístico, y Aixa Boeykens, decana de la Universidad Nacional de Entre Ríos, quien remarcó que la comunicación es un bien público y un derecho central.

El segundo día del encuentro, en la sede de la Asociación del Magisterio de Santa Fe (Amsafe), se realizó una reunión plenaria para discutir la articulación de los contenidos periodísticos, como así también las relaciones con distintas entidades sindicales y académicas, y las distintas modalidades para la sustentabilidad.

En diálogo con ANCCOM, Gabriela Filereto y Federica Kessler, periodistas de Periódicas, destacaron la importancia de ser anfitrionas del encuentro nacional de la Red de Medios Digitales con perspectiva de género. “Recibir a medios cooperativos y digitales de todos lados del país es sumamente importante para Periódicas, porque es el único medio de la ciudad que tiene perspectiva de género”,precisó Filereto, mientras que Kessler concluyó: “Es un reconocimiento muy copado, más en una provincia que es conservadora”.

Obrera de la música

Obrera de la música

De voz dulce, sonrisa tímida y portadora del bajo desde siempre, Claudia Sinesi repasa su vasta carrera desde sus comienzos en Rouge, pasando por la vorágine de Viuda e Hijas de Roque Enroll hasta su actual proyecto Las Escuchas.

¿Cómo fue tu acercamiento a la música cuando eras chica?

En mi casa se escuchaba mucha música, teníamos el Winco y escuchábamos los discos de pasta de mi abuela. Me acuerdo que cuando tenía siete años les pedí la guitarra a los reyes magos. Con mi hermano Quique armamos un grupo junto a dos chicos más, Matías y José Luis, y empezamos a hacer canciones. Nos llamábamos The Grasshoppers. Le pusimos ese nombre porque habíamos descubierto a los Beatles y nos gustaban mucho. No existían los videoclips así que ver músicos moviéndose, con el pelo largo, tocando en sus películas como Help o Yellow Submarine, para nosotros era un flash. Acá sólo veías en la tele a Sandro o Palito Ortega. Para nosotros era todo un juego. Así es que después seguimos jugando, hasta la actualidad.

¿Cómo te decidiste por el bajo?                                                                                           

Yo ya tocaba la guitarra, sacaba los acordes de las canciones. Mi hermano Quique, que tenía una facilidad para la guitarra, era como George Harrison para mí, sacaba todos los solos, los punteos. Él me hizo ver que yo escuchaba las canciones y lo primero que hacía era sacar la línea del bajo, y me dijo: “Ese instrumento que estás sacando es un bajo, ¡el instrumento de Paul!”. Yo no sabía qué era un bajo, fue algo natural lo que pasó.

Más adelante, conocés a María Gabriela Epumer y forman una gran amistad…

Yo tenía quince años y ella doce. Cuando la vi la primera vez era chiquita, no empezamos a tocar juntas inmediatamente. La conocí porque era hermana de Lito Epumer, que tocaba en Madre Atómica con Juan Carlos “Mono” Fontana, que fue mi primer novio. Nos juntábamos todos en casa con Pedro Aznar, mi hermano, el “Mono”, Lito. Estábamos todos, seriamente, jugando. Con María Gabriela nos hicimos amigas porque ella, desde chica, también había estado jugando a juntar acordes, a tocar otra cosa que no estaba hecha ya, a jugar con la música. Las dos habíamos dejado el colegio en tercer año porque nos parecía que estábamos un montón de horas sin poder tocar.

La música siempre fue un refugio para ustedes…

En 1976, yo tenía quince. El miedo estaba flotando en el aire. El colegio era insoportable. En la fila te chequeaban de arriba abajo, a ver si tenías un espacio entre las medias y la pollera. Las chicas se desmayaban de los nervios. Si alguna estaba “mal”, llamaban a tu mamá o te amonestaban. Yo llevaba la guitarra y en el recreo me ponía a cantar “Estación” de Sui Generis o “Muchacha ojos de papel” de Almendra, y me amonestaban por lo que decía la letra. Cada vez que salíamos, nuestros padres nos decían: “Cuidado, si te dan un panfleto en la calle, si querés leelo pero después tiralo, no lo tengas encima”. Vos no sabías cuándo un milico era milico porque jamás estaban vestidos de verde ni de policía. Estaban de civil, con anteojos negros. Hugo “Pipo” Cipolatti lo dijo bien en su canción “Pensé que se trataba de cieguitos”. La primera vez que me llevaron estaba con mi novio en la puerta de un recital del grupo Alas. Ellos estaban camuflados para llevarse gente. A mi novio le pegaron, yo escuchaba desde otro lugar, me tenían de espaldas. A mí no me podían sacar el documento. Después nos dejaron ir a los dos.

En 1980 se unen a Rouge. ¿Cómo fue ese momento?

Con María Gabriela (Epumer) nos gustaba Rouge, un grupo de chicas que se había formado en 1978. Tocaban temas de un libro para músicos que se llama Real Book, que no eran para nada simples. Cuando se va la guitarrista del grupo, ella recomienda a María Gabriela. A los dos meses se va la bajista, y María Gabriela me lleva a mí. Anteriormente, yo había ido a probarme a otro grupo de chicas y en ese ensayo conocí a Andrea Álvarez. Cuando al poco tiempo se va la baterista de Rouge, la llamamos. De la formación original solo quedó Ana Crotti, la pianista. Con la Guerra de Malvinas en 1982, se prohibió terminantemente cantar en inglés. Con María Gabriela (Epumer) teníamos muchas canciones apiladas, que no podíamos tocar porque no era el repertorio de Rouge, y las empezamos a tocar de a poco. Ella me daba músicas, porque todavía no se animaba a escribir letras, y yo les ponía letras. Éramos Epumer-Sinesi, como Lennon-McCartney, epumsisineper decíamos nosotras.

¿Sentís que tuvieron que probar que eran buenas solo por ser mujeres?

Nunca. Todos los varones, cuando veían el entusiasmo, la dedicación, y que todo sonaba bien, lejos de decirnos “salí, nena” nos decían “¡vengan!”. Nosotras nunca hicimos rancho aparte, al revés. Tocamos por todos lados. Siempre queríamos más y más. Para nosotras empezar a tocar fue empezar a trabajar.

En 1983 forman Viuda e Hijas de Roque Enroll, ¿cómo se dio la unión entre las cuatro?

Cuando se disuelve Rouge, a la semana siguiente vamos a una sala de ensayo a tocar un par de temas nuestros con Fabián “Tweety” González y Jota Morelli. Inmediatamente, aparece Mavi Díaz. Me llama a mi casa para contarme que había un productor, Bernardo Bergeret, que buscaba un grupo de chicas que toquen y canten. Ella nos conocía porque solíamos tocar con Rouge en un bar que estaba en la esquina de su casa. A Claudia Ruffinatti la conocimos porque antes que se disolviera Rouge, habíamos puesto un aviso en la revista Pelo buscando tecladista. Nos reunimos las cuatro en la casa de María Gabriela (Epumer) y desde el vamos, pegamos onda. Ese día nos morimos de risa. Hacíamos bromas, nos reíamos de nosotras mismas, y anotábamos todas las pavadas que hablábamos. Yo pienso que cuando una oportunidad aparece, si estás listo puede ser que te vaya bien. Sino, pasa la oportunidad y vos perdiste el tren.

¿La estética tan particular de las Viudas fue algo pensado?

Eso de reírnos de nosotras mismas lo llevamos al vestuario, nunca intentamos estar “lindas”. Con un lampazo en la cabeza no podés estar linda (risas). Nosotras éramos mamarrachas desde el primer día. Para ir a la primera reunión con el productor, habíamos ido a ferias americanas y nos vestimos con ropa de los 60, con mucho verde, amarillo, naranja. No era lo normal. La rebeldía fue algo natural para nosotras, ni nos dábamos cuenta que era rebeldía. Estábamos las cuatro juntas y nos arengábamos entre nosotras, nos reíamos de nosotras mismas. Me acuerdo que estábamos sentadas en el living de su oficina, y cuando pasa el productor nos mira y dice: “¡Sacame estos caranchos de la oficina!”. Seguimos insistiendo, hasta que nos escuchó. Fuimos con la guitarra criolla y cantamos “Estoy tocando fondo”. No teníamos más temas. Bergeret abrió la agenda y dijo: “Chicas, graban en un mes”. En un mes compusimos todos los temas del primer disco Viuda e Hijas de Roque Enroll (1984) y grabamos en Estudios Panda, donde habían grabado todos nuestros ídolos, con Rubén “Pelo” Aprile como productor discográfico. Yo recién había cumplido 21 años.

¿Cómo fue el proceso de grabación del primer disco?

Fue rapidísimo. Bernardo Bergeret quería que nosotras grabáramos lo que él elegía, a toda costa. Nosotras, que éramos re cocoritas (risas), le dijimos que teníamos un montón de temas. Nos dio el “Bikini a lunares amarillo…” y lo hicimos pelota. Ese fue el primer corte del disco y nosotras hicimos el storyboard del videoclip, nos ocupábamos todo el tiempo. Con “Lollipop”, que es de 1958, hicimos lo mismo. Le pusimos nuestra impronta.

¿Y cómo surge la idea del arte de tapa?

Nosotras teníamos el concepto: queríamos que fuera todo sixties, todo colorinche. El equipo, la gente que teníamos alrededor, era fenomenal. Nos escucharon mucho. Nosotras traíamos cualquier cosa, desde manteles de hule de Once hasta ropa del cotolengo. Carlos Mayo, el diseñador gráfico que hizo el arte del disco, la tenía clarísima. Vino con un montón de revistas de los 60 que había estado chequeando y mostró cómo se paraban las modelos. Las fotos las hicimos con José Luis Perotta en su casa, en Retiro.

La música y el estilo de las Viudas resonó mucho con la gente, ¿por qué pensás que el público conectó tanto con ustedes?

Nosotras tocábamos todas pintadas y disfrazadas de nosotras mismas. Resultó que eso sumó mucho y captó al público porque nosotras no éramos las únicas que nos sentíamos oprimidas en la ropa del colegio. Era mucha la gente que se hacía eco de eso, se disfrazaban cuando venían a los shows. La seriedad, de cantar canciones de protesta, ya había pasado. En ese momento era todo new wave, todo colorido y todo diferente, ningún grupo se parecía al otro, musicalmente hablando. Cuando nosotras salimos del estudio, el corte de difusión ya estaba en la radio y la televisión, la gente ya conocía nuestras canciones. A mí se me prendía fuego la cabeza. Nos alucinaba ir a tocar, ver que estaba lleno y que sabían nuestras letras. ¡Hasta llorábamos! Nos teníamos que tragar las lágrimas y salir a tocar. Nosotras siempre tímidas, no nos la creíamos en absoluto. Seguíamos viajando en subte, por ejemplo, hasta que un día nos agarraron y nos arrancaron los pelos, los aros.

Fueron cuatro años intensos…

Estábamos todo el tiempo juntas. No parábamos nunca, estábamos todo el día haciendo notas, fotos, viajando, tocando. Teníamos horarios pautados para todo. Los años que duraron las Viudas fueron así, como 25 años en cuatro años. A María Gabriela (Epumer) le gustaba decir que éramos obreras de la música.

En 2012 sacás tu primer disco solista, ¿de dónde surgen las canciones?

Para mi primer disco solista Claudia Sinesi (2012) junté todas las canciones que tenía guardadas, algunas de la época de Rouge, como “Tienes tanto”, “Va a haber un día”, “Tan real”. Otros temas como “El cielo” los compuse a principios del 2000, aproximadamente. Lo empezamos a grabar en 2009 en mi casa, con la computadora.  

Contame sobre Las Escuchas, tu actual proyecto

A Yul Acri (sintetizadores/productor) se le ocurre armar el grupo a fines de 2022, con Robertino Franc en guitarra. Yo los conocía hace años. Luego se suma Julieta Drama en la voz. Las Escuchas es todo un universo de sonidos. Algo nuevo para mí, es que empecé a usar pedales para el bajo a la hora de tocar porque hay un montón de efectos que usamos en la grabación que queremos reproducir en el vivo. Me divierte mucho. En octubre del año pasado sacamos nuestro primer álbum El Brillo de la Despedida.  

Hoy, después de tantos años de carrera, ¿cómo es la experiencia de subirse a un escenario?

En el momento en que estoy subiendo, me pasa lo mismo de siempre. Tengo miedo, se me humedecen las manos, me pongo nerviosa. En cuanto me cuelgo el bajo y empieza la música, me cambia todo. El día que no tenga eso, va a ser un plomo. Siempre me da ilusión ensayar, tocar, pensar qué me pongo (risas).

La mirada del hijo

La mirada del hijo

La multipremiada obra «El hombre e acero» cumple cien funciones. Una conmovedora historia de un padre que intenta comunicarse con su hijo autista.

Escrita y dirigida por Juan Francisco Dasso, El hombre de acero logró mantenerse tres años en cartel y completar cerca de cien funciones, al mismo tiempo que fue ganadora del XII Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia en el año 2019. La obra es protagonizada por Marcos Montes, quien también ha recibido numerosos reconocimientos por la maravillosa labor que lleva adelante. Entre ellos se encuentran el premio Trinidad Guevara 2022, y las nominaciones a los premios ACE y María Guerrero del mismo año. El actor encarna el papel de un padre que se encuentra absolutamente desesperado por no poder lograr que su hijo Neo, un adolescente con autismo, lo mire siquiera a los ojos. La cita es los viernes a las 20 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, CABA.

Dasso decide crear un monólogo y ofrece un espectáculo que plantea un circuito de comunicación que tiene como destinatario a un interlocutor bloqueado, que es nada más y nada menos que Dionel, único amigo de Neo y también autista. El joven tiene incluso su propia butaca entre el público, a pesar de no encontrarse físicamente allí.

En conversación con el director, indagamos un poco más acerca de las motivaciones que lo impulsaron a escribir esta encantadora obra, y consultamos con él acerca de la elección de la temática y de dónde surgió la idea de un interlocutor bloqueado.

“Lo cierto es que ya llevaba un tiempo trabajando con cierto procedimiento a la hora de escribir y bueno, de repente apareció una voz muy racional, la del protagonista, que le hablaba a alguien, y cuando me pregunto a quién y por qué no le contestaba este interlocutor, empecé a pensar en que era alguien que no tenía la capacidad de hacerlo y que estaba en una situación neuronal y social diferente”, comenta el joven autor.

Durante 2016, Dasso se volcó de lleno a la creación del monólogo. En el transcurso de ese año, trabajó en un centro educativo terapéutico, en donde “al tener todo el tiempo contacto con este mundo, no dejaba de ver que era sumamente interesante para abordar, sobre todo cuando observaba o imaginaba los vínculos de niños y adolescentes con sus familias”, motivo que lo inspiró a escribir.

El personaje principal es un hombre que destila poder, y lo manifiesta a través de su vestuario, su gran dominio del léxico, la templanza con la que se expresa y el control que ejerce sobre el espacio en el que se desarrolla la obra. Además, se presenta a sí mismo como una persona extremadamente racional, y es a partir de los parámetros de su propia racionalidad que trata de construir algún tipo de relación con Neo, motivo por el cual sus intentos se ven frustrados una y otra vez. Parece ser que su principal error es no poder aceptar el grado de relación que la condición de su hijo le permite tener. Luego de haber perdido prácticamente toda esperanza, el impostergable despertar sexual del adolescente puede ser la última chance que tendrá este padre para tratar de tender un puente entre los dos.

El papel resultó perfecto para Montes, quien además de ejercer su profesión como actor, es corrector internacional de textos en lengua española por la Fundación Litterae y La Fundéu. También es máster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española y la Universidad de León.

En comunicación con el intérprete, cuenta que en el momento en que le llegó la propuesta, se encontraba realizando Happyland en el teatro San Martín, y su autor, Gonzalo De María, le comentó que se había premiado una obra con el premio Germán Rozenmacher, escrita por un tal Juan Francisco Dasso.

“Al parecer, Juan Francisco le había consultado acerca de qué actor podría llevar adelante esa idea, que por cierto es un monólogo con una riqueza a nivel textual excepcional, y con mucha búsqueda dentro del lenguaje y de las palabras. Fue entonces que Gonzalo le sugirió que se contactara conmigo”

Si bien no se conocían entre sí, cuando Dasso contactó a Montes, este quedó maravillado. “Me pareció realmente un gran texto, con una muy buena situación, y escrito con mucho conocimiento. Me impactó que alguien tan joven pudiera escribir de una manera tan contundente sobre temas tan delicados. Afortunadamente descubrí en Juan Francisco un teatrista con mucho empuje, conocimiento y mucha cultura, no solamente teatral, sino total, y realmente el encuentro con él me resultó muy estimulante”, expresa con satisfacción el actor.

Otro gran acierto de la obra es la elección del título, que más allá de hacer alusión a un frustrado festejo de cumpleaños en el que el papá de Neo se disfraza del célebre personaje de los cómics de Marvel, Iron Man, hace también referencia a una especie de coraza que este hombre ha forjado en torno a su personalidad para poder protegerse y sobrellevar la frustración producto de los fallidos intentos de conectar con su hijo.

“Me pareció sumamente interesante, en términos dramáticos, que un hombre con educación y con tantos recursos no pudiera conseguir algo tan elemental como la mirada de su propio hijo”, agrega Dasso.

La trama de esta conmovedora historia nos conduce hasta un momento sumamente conflictivo. Un día, y de forma muy repentina, Neo decide encerrarse en una bañera por un periodo prolongado de tiempo, y nada ni nadie puede convencerlo para que salga de allí. Su padre decide involucrarse nuevamente para tratar de ayudar a su hijo, iniciativa que es saboteada por la propia negativa del adolescente, quien se pone a gritar y retorcerse con ferocidad, provocando que el pobre hombre huya despavorido. Finalmente, es él quien decide citar a Dionel y encargarle la titánica tarea de lograr que Neo salga de ese baño. Sin embargo, la responsabilidad que se le otorga no le es asignada porque sí. Resulta ser que el joven es el único capaz de generar algún tipo de estímulo comprobable en su amigo, debido a que este se encuentra profundamente enamorado de él. Tanto es así, que ambos han protagonizado un incidente en el centro educativo al que asisten, hecho al cual se alude constantemente en la conversación que entabla el papá de Neo con el adolescente.

Lo que más cautiva de esta escena es la actuación de Montes y la tensión que su performance le otorga al ambiente. Podemos ver a un personaje que simula estar en un estado de calma absoluta, al mismo tiempo que parece estar a punto de perder esa templanza tan característica de su persona e implosionar, mientras sostiene en su rostro una sonrisa que transmite frialdad, al igual que desesperación.

Al principio de la conversación, el protagonista le ofrece a Dionel un tazón de froot loops con leche, y lo incita a que los coma antes de que pierdan la crocancia y se vuelvan una masa uniforme, esponjosa y sin ningún tipo de solidez. Podemos establecer aquí un paralelismo entre los cereales y la paciencia con la que intenta manejarse el personaje, que con el correr de los minutos va perdiendo su consistencia y deja entrever el sufrimiento que atraviesa este compungido padre. Vemos hacia el final de la obra a un hombre completamente derrotado, luego de haber puesto cuerpo y alma para tratar no solamente de establecer un vínculo con su hijo, sino de ayudarlo.

Ya sin más tiempo que perder, y habiéndolo dado todo, este desesperado padre prácticamente le implora al chico que se meta en el baño y hagan lo que tengan que hacer con tal de que Neo esté bien. Paradójicamente, es en este momento que el personaje consigue que Dionel lo mire directamente a los ojos.

«La escritura me dice: “Dale sentido, transformalo”»

«La escritura me dice: “Dale sentido, transformalo”»

Varón trans y militante LGBT+, Diego Capra arrancó a escribir de niño para salir de la tristeza. Luego sufrió internaciones psiquiátricas y hasta vivió un tiempo en situación de calle. Hoy extirpa sus emociones a través de la literatura y las convierte en poesía.

«Tengo el mar en mi sangre. Soy un hombre místico. Soy del campo, la ciudad me abruma, algún día volveré a reencontrarme con la naturaleza. Creo que el mundo no es sólo este mundo terrenal, que hay abismos, estrellas, luces e infiernos. Uno elige el camino que quiere tomar y la poesía te puede llevar por el sendero más luminoso», se presenta el escritor Diego Capra, autor de Ladrillos en el cielo, su libro de poesía publicado recientemente por Paisanita Editora.

Nacido hace 33 años en la ciudad de Mar del Plata, autodefinido como varón trans, Capra ha construido un mundo propio con sus palabras. Ladrillos en el cielo –que tuvo su lanzamiento en la última Feria del Libro– consta de una serie de poemas en prosa, que prometen también hilarse como una novela. Cada página es una invitación a sumergirse en su historia, de matices oscuros, la tinta de las letras con las que resignificó su vida y que hoy se exhiben claras a quienes lo leen y acompañan en este viaje.

En diálogo con ANCCOM, Capra cuenta cómo se acercó a la escritura, desde muy temprana edad. «Tuve una infancia compleja, con abusos sexuales intrafamiliares, y siempre estaba muy triste. Para salir de la tristeza, empecé a buscar respuestas sobre todo lo que me pasaba en los libros que había en casa. Ahí empecé a descubrir la poesía, con Alfonsina Storni», recuerda.

«Después, a los 9 años, leí Los bordes de lo real, de Liliana Heker, que era un libro bastante complejo para mi edad, creo que no lo entendí, pero algo me resonaba con mi historia de la locura, porque yo soy esquizofrénico, y me hacían sentido estos límites difusos entre la realidad y la fantasía», agrega. Su incursión en la lectura, “por supervivencia», “fue una salvación” y lo estimuló a escribir.

Al año siguiente, escribió sus primeros poemas, relatos y novelas, y así encontró un espacio para «hablar de lo que estaba reprimido, de lo prohibido». «Comenzó a ser un espacio de identidad y libertad», sostiene. Poner sus palabras en papel también lo ayudó a encontrarse a sí mismo. «Me autopercibo como hombre, como varón trans, mis pronombres son masculinos. Empecé a escribir en masculino antes de hacer la transición. Empezaba mis diarios con pronombres masculinos. La escritura siempre tiene algo de predictivo, como que va más adelante, se termina cumpliendo lo que escribo –explica–. La escritura siempre me abrió paso a mi identidad”.

En sus textos, suele plasmar su lado más espiritual. «Soy muy místico. En mis poemas siempre hablo de estas experiencias de la conexión con lo divino. Está mucho en mi escritura porque lo está en mi cotidiano. Uno en la escritura tiene que contarlo todo, usar ese espacio no para seguir un canon, un estilo o dar un mensaje, sino para extirpar una emoción. Tiene que ser más pulsional, no tan racional. En la escritura lo digo todo». Además, la escritura fue una herramienta en medio de sus internaciones psiquiátricas. «Me ayudó muchísimo en esos contextos de encierro», dice.

Estudiante por un tiempo de la carrera de Letras, Capra también tuvo otro espacio importante donde comenzó a cocinarse su profesión: No Tan Distintes, una organización de la sociedad civil compuesta por personas que atravesaron, o atraviesan, situación de calle, y que son parte de la comunidad LGBT+. Allí, empezó a dar talleres de poesía, en medio de su proceso de externación psiquiátrica, abordando temas como género y transfeminismo. “Estuve en situación de calle, no fue mucho tiempo, pero la calle es lo peor. Tengo terror de terminar como un ‘linyera’ –confiesa–. Estoy lejos de eso, pero debo tener muchísimo cuidado”. La escritura, según afirma, es su forma de «dar pie», y evoca una frase de Santa Teresa de Jesús: “Las palabras llevan a las acciones, alistan al alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura”. “Yo todos los días me digo –prosigue–: ‘¿Y si mando todo por la borda?’. Pero, la escritura me dice: ‘Vení, vení, no te caigas, dale sentido, transformalo’”.

Con su prosa, Capra construyó su identidad, su mundo y su hogar. Ladrillos en el cielo es prueba de ello y de su arquitectura profunda, que brota en los momentos más adversos: “El nombre del libro lo elegí porque en ese momento mi novia tenía cáncer y estaba muy asustado por la muerte, y pensé en cómo empezar a construir un lugar en el cielo”.

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

La crítica de libros, otrora reservada a la sección cultural de los diarios, hoy crece en Instagram, YouTube y TikTok de la mano de los bookfluencers. ANCCOM entrevistó a Agustina Gómez Orfila, una joven creadora de contenido para conocer de cerca su trabajo.

Con ganchos persuasivos y concisas reseñas, la escritora y bookfluencer Agustina Gómez Orfila – o Agus Grimm Pitch, como se presenta en su perfil– ha  logrado sumar unos 215 mil seguidores en TikTok y más de 60 mil en Instagram.

Sus videos, con recomendaciones literarias, tienen el objetivo de incentivar el hábito de la lectura. A sus 22 años y con cuatro detrás de trayectoria en el ámbito editorial, confiesa haber encontrado en las redes un trabajo al cual piensa dedicarse por un largo tiempo.

En diálogo con ANCCOM, la autora de la novela juvenil La teoría de Joa, publicada en 2023 por Penguin Random House, reflexiona acerca del contacto con las editoriales, la diferencia entre la colaboración paga y el canje de libros, y explica por qué no busca en la escritura una ocupación de tiempo completo.  

¿Cómo surgió la idea de subir reseñas a las redes?

Durante años fui solo consumidora. En 2016 empecé a seguir en YouTube a personas que realizaban contenidos relacionados con la lectura y cuando hacían encuentros en la Feria del Libro los iba a ver. Es más, tengo el vivo recuerdo de mirar al escenario y decir: “Yo quiero hacer eso, quiero ser como ellos”. Durante un tiempo tuve mi propio canal en YouTube, donde empecé a grabar videos que, si bien no los veía mucha gente, a mí me hacían muy feliz. Me divertía hablarle a la cámara y aprender aspectos de edición. A fines de 2020, en plena pandemia, descubrí que había creadores de contenido en TikTok que hablaban específicamente de libros, entonces probé hacer un video y le fue más o menos bien. Después hice otro con un audio que estaba en tendencia y le fue excelente. Soy muy creyente de las señales y de que el universo te habla, así que lo consideré como una señal de que tenía que seguir haciéndolos y me lo empecé a tomar en serio.

¿Te identificas como bookfluencer?

Me gusta bookfluencer porque es la categoría general que engloba a todas las plataformas en las que estoy, no como booktoker o bookstagramer, que quedan más acotadas. Sí, es una categoría que me define. Porque hablo en su mayoría de libros por elección, aunque a veces también hablo de otras cosas.

¿Cómo es el contacto con las editoriales?

Te pueden escribir ellas o ser una la que encara. En mi caso, en el primer contacto con Planeta me escribió su equipo, por mensaje privado, para promocionar un libro en particular. Yo recién estaba arrancando, hacía menos de tres meses que creaba reseñas. A partir de ahí quedé como colaboradora y me mandan libros todos los meses. Con otras editoriales fue algo parecido, se me fueron acercando para invitarme a eventos o enviarme novedades. En general, si ven que sos una persona confiable, que trabaja bien y que tiene alcance, te tienen en consideración. Por otro lado, hay contactos que fui generando por mi cuenta, porque está bueno ser un poco mandada y mostrar el contenido que una hace. Si se logra seguir dentro de la movida, las oportunidades salen, ya sea porque se acercan o porque una sale a buscarlas.

¿Qué oportunidades aparecieron?

Obviamente, en lo que se refiere a libros, hago mucho canje, pero desde 2022 me empezaron a salir oportunidades laborales más formales relacionadas con las redes, como las colaboraciones pagas con editoriales o incluso trabajar en el equipo de la Feria del Libro creando contenido para las suyas. Son puertas que se me abrieron a partir de mostrar lo que hacía y de usar las plataformas como un currículum. Hoy me dedico a tope a las redes y eso me ayuda a cubrir mis gastos y también ahorrar.

¿Cómo se define el monto a cobrar en las colaboraciones pagas?

Hay editoriales que te escriben con un presupuesto, cuyo monto varía según la cantidad de seguidores que tenga el bookfluencer, ya que no es lo mismo tener 10 mil que 100 mil. Hay otras que no suelen pagar la reseña, sino que ofrecen hacer un canje de libros. En mi caso, como estoy trabajando dentro de Penguin Random House haciendo videos para su cuenta de TikTok y promocionando sus libros, sí recibo un monto fijo. A mí me resulta que las reseñas sean pagas, porque no solo es una parte importante del sueldo, sino también porque me abre contactos a nivel laboral. Al igual que los autores independientes que ven ese trabajo y me contactan para dar a conocer sus novedades o se recomiendan entre ellos mi perfil.

¿Te solicitan las métricas de las reseñas para saber su rendimiento?

En mi caso, tengo todas las métricas públicas, entonces cualquier persona puede entrar a mi perfil y ver cuantos ‘me gusta’ tienen mis publicaciones. Pero depende la empresa. Hay una librería con la que estoy colaborando ahora que sí me piden las métricas todos los meses. Otras sólo te piden algunas, como el alcance, para medir a cuantas personas llegó. Otras ni se fijan.

¿Te dan plena libertad para reseñar?

Sí, plena libertad. Nunca tuve ningún problema ni con editoriales ni con autores porque confían mucho en mi criterio y las recomendaciones acerca de las ideas que sé que pueden funcionar. En general no ponen ninguna restricción porque conocen al bookfluencer y el contrato de lectura que tiene con su audiencia. Tampoco pasa nada si no le gusta un libro, nunca lo van a criticar por hacer una reseña negativa, salvo que falte el respeto o tenga algún otro tipo de polémica. Nunca tratan de pasar por encima de su criterio.

¿Qué tenés en cuenta al hacer una reseña?

Soy muy subjetiva a la hora de evaluar los libros, así que depende de cuánto me haya llegado a mí. Además, tengo el gusto entrenado, entonces sé qué es lo que me puede gustar y lo que no. Una se va conociendo a sí misma como lectora. Hay géneros o temáticas con las que de antemano sé que no me voy a meter. No hago reseñas muy largas, salvo que sea un libro muy específico. Por ejemplo, hace poco hice una de El archivo de las tormentas de Brandon Sanderson y fue un video de cuatro minutos para TikTok, pero no es lo habitual. Trato de arrancar con una buena “frase gancho”, contando la sinopsis del libro y dejando comentarios sobre lo que me gustó y las cosas que tiene para mejorar. Igualmente, depende de cada libro, porque con cada lectura la experiencia es distinta.

También sos escritora, ¿cómo te llegó la propuesta para editar tu novela?

Ya tenía la historia en la cabeza, pero no la había terminado de escribir. Cuando vi que muchos chicos y chicas de mi edad estaban publicando sus novelas y que las editoriales tenían esa ventana abierta, me animé a terminarla. Fue mi proyecto principal del 2022, no sólo meterle de lleno para terminarlo sino también empezar a mostrar en las redes que lo estaba escribiendo. Básicamente, quería que lo viera todo el mundo. Para esa época ya colaboraba con un montón de editoriales, entonces quería llamar su atención y mostrarles que la gente que me seguía también se entusiasmaba con el proyecto, cosa de que si se publicaba les aseguraba que iba a tener lectores. Luego de un par de meses, y con la Feria del Libro de 2022 de por medio, me llegó un mail de Penguin Random House diciéndome que querían evaluar el proyecto. Fue un proceso bastante largo, recién en agosto o septiembre de ese año firmé el contrato.

¿Cómo fue recibir el primer ejemplar físico?

Me costó mucho caer. Lo pude presentar en la Feria de Libro del año pasado con una firma de ejemplares que fue increíble, pero que la viví con mucha ansiedad y presión. Tal vez porque dejé que opinara mucha gente externa a mi proceso. Al principio, no llegaba a dimensionar todo lo que me estaba pasando, porque estaba enfocada en lo que iban a pensar los demás. Recién unos meses después pude caer y reflexionar sobre lo increíble que fue publicarlo. Y sobre todo por el cariño con el que lo recibieron los lectores. Desde que se acerquen con el libro todo marcado, que me cuenten las sensaciones que les provocó la lectura o hasta que me regalen un dibujo de alguno de los personajes. Fue recién ahí que empecé a tomar dimensión y a disfrutarlo.

¿Qué planes tenés?

Me gustaría seguir trabajando y haciendo plata con las redes. Mi objetivo es vivir muchos años de las redes sociales. También tengo ganas de lanzar algún emprendimiento relacionado con mi marca personal, porque me encanta trabajar de manera independiente y manejar mis tiempos y prioridades. Obviamente, también tiene un lado malo, que es la estabilidad, porque no todos los meses recibo la misma cantidad de plata, sino que fluctúa según la época del año. Las semanas que dura la Feria sé que es donde me van a llegar un montón de propuestas y que después, el resto del año, va a ser más tranquilo.

¿Y respecto a la escritura?

Tengo otro proyecto en el tintero que todavía no lo presenté en ningún lado ni sé cuándo va a salir. Quizás lo autopublique o quizás otra editorial me ofrezca algo, no lo sé. Por ahora es mío. Con la escritura no me quiero presionar para no automatizarlo, porque si bien me apasiona y me encantaría seguir creciendo como escritora, entiendo que no tengo ningún apuro porque los libros no se van a ir a ninguna parte. Ya cumplí todas mis expectativas con la publicación de mi primer libro: una historia, un sello, un recibimiento y una firma increíble. Voy a seguir escribiendo, pero si tiene un rédito económico que pueda complementar con mi trabajo en las redes. Es decir, no dejaría de hacer todo lo otro para dedicarme a eso. La escritura es mi espacio seguro, no quiero que se vuelva un proceso automatizado.