La memoria sentada

La memoria sentada

«La silla vacía» es un biodrama sobre el atentado a la AMIA en el que actúan familiares de las víctimas del atentado cometido el 18 de julio de 1994. Cinco funciones para conmemorar el trigésimo aniversario.

‘’Nunca se sabe que silla queda vacía, y la silla que queda vacía es un poco un acto de memoria. La memoria no es solo ´recuerdo esto´’. Memoria es ir y reclamar justicia porque la impunidad es como un atentado que se repite todo el tiempo’’, expresa Sol Levinton, a cargo de la dramaturgia y la dirección de La silla vacía, una obra de teatro testimonial sobre el atentado del 18 de julio de 1994 a la Asociación Mutual Israelita Argentina.

A 30 años del atentado a la AMIA, ya se realizaron cinco funciones durante este mes. La obra nace de la reconstrucción de los relatos de Hugo Basiglio, Jennifer Dubín, Alejandra Terranova y Adrian Furman, familiares de víctimas del atentado. Las funciones tuvieron lugar en el Auditorio de la institución y, con el acompañamiento de la voz en off de Ricardo Darín, los cuatro ‘’actores que no son actores’’ contaron sus historias que van desde aquella mañana 18 de julio hasta el día de hoy.

‘’Durante estos treinta años se hicieron muchas cosas, se hicieron musicales con artistas muy reconocidos, se hizo un video animado con la voz de la mamá de Sebastián, la víctima más chiquitita, pero nunca se subió al escenario un sobreviviente o un familiar directo’’ explica Levinton, quien estuvo a cargo de armar la dramaturgia de la obra. Cuando Elio Kapszuk, director de Arte y Producción de AMIA, le propuso la idea de crear lo que luego se transformaría en La silla vacía, la artista enseguida aceptó. ‘’Me parecía desde lo teatral una aventura y siempre trabajé con temáticas que me conmueven mucho desde lo ideológico. Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar.’’

«Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar’’, dice Sol Levinton, directora de La silla vacía.

Con esta idea en camino, la propuesta llegó a Hugo, a Jennifer, a Alejandra y a Adrián, quienes tienen historias muy diferentes a pesar de que sus vidas fueron marcadas con el mismo hecho. Y es que las víctimas del atentado no fueron todas de la comunidad judía o de trabajadores de AMIA; también las víctimas eran personas que pasaban por la calle o que trabajaban enfrente. 

Una de las historias es la voz de Alejandra, cuyo padre repartía pan con un camión. Él estaba estacionado en la puerta de AMIA el día del atentado, y a su lado se encontraba otro auto. Cuando explotó la bomba, toda la onda expansiva cayó sobre la camioneta, que ofició involuntariamente como escudo del coche. ‘’Como en todas las obras, pero en esta más todavía, cada función es distinta’’, comenta  Levinton y argumenta:’’En la última, un señor se levantó, se subió al escenario y le dijo: ´yo quiero agradecerle a tu papá que falleció porque me salvó la vida´’’. El espectador era la persona que estaba en aquel auto’.

‘’Yo lo que quería era que todos los testimonios sean una especie de monólogos conversados, de ir uniendo las historias de todos, que tienen mucho en común porque la historia del otro es un poco nuestra también’’, cuenta Levinton. 

«La obra habla de la falta, pero también del reclamo de justicia y de los momentos lindos», dice Levinton.

Con tan solo cinco sillas sobre el escenario y cuatro personas que cuentan su relato, la obra recorre intensas y extremas emociones: desde el llanto de los hechos inevitables, a risas inesperadas como respuesta a las anécdotas de los que dan vida a la obra. 

Pero una de las sillas siempre queda vacía. Los actores van rotando de asiento a medida que transcurre la obra, pero siempre hay una silla vacía. Esto es en representación, y conmemoración, a las 85 víctimas que dejó el atentado. ‘’La obra habla de lo impredecible que es la vida. De que las cosas suceden y vos no sabes cuando va haber una silla vacía, lo que también implica un montón de cosas. Tiene que ver con la falta, que es inevitable, siempre va haber una silla vacía pero también tiene que ver con recordar, reclamar justicia, recordar momentos lindos, porque eso hace que no esté tan vacía. Mantener viva la memoria’’.

 

Historia a vapor

Historia a vapor

El Museo Ferroviario, conducido por los miembros del Centro de Preservación Lynch del Ferroclub, abre las puertas todos los sábados, para dar a conocer la historia y el presente de los trenes y reivindicar su función social.

Todos los sábados a las 16 a partir del 10 de agosto y, en vacaciones de invierno, el domingo 28 de julio de 10 a 17-, el Centro de Preservación (CDP) Lynch del Ferroclub Argentino realiza visitas guiadas en su Museo Ferroviario, que preserva, exhibe y pone en marcha ejemplares de trenes históricos, entre los que se encuentra la locomotora más antigua en funcionamiento de Lationamérica. Además, se exhiben objetos relacionados con la historia ferroviaria, como señales, faroles, uniformes y boletos. Las entradas generales cuestan $1500; para jubilados y menores de 12 años $1000 y son gratuitas para menores de 5 años.

Al lado de la estación Villa Lynch del Ramal Urquiza se presenta otra estación de tren muy diferente. Un viejo edificio de paredes amarillas recibe a los pasajeros, que compran sus boletos a otro viaje, a través de una ventanilla, el tren que tomarán es negro y tiene una locomotora cilíndrica, diseñada para ser impulsada mediante vapor. Se trata del Museo Ferroviario del CDP Lynch del Ferroclub Argentino, cuya labor es mostrarle a sus visitantes cómo se viajaba en el pasado.

“La gente mayor viene con cierta cuota de nostalgia, porque en algún momento viajó en ese mismo tren o en uno similar, o se acuerda que iba a visitar a sus parientes en otra provincia”, dice Bruno Galafassi, socio y voluntario del Ferroclub. “Antes solamente tenías el tren, entonces es la gran cuota de nostalgia me parece que es lo que más mueve a la gente. Y a los más chicos les llama la atención”.

El recorrido empieza dentro de la estación, donde se preservan los objetos que hacían posible el servicio del ferrocarril; señales de diferentes tipos, faroles, una imprenta para los boletos, carnets para pasajeros de primera clase, uniformes, silbatos y teléfonos, entre otros. Todo con el acompañamiento de los guías, quienes explican, contextualizan y responden cualquier pregunta que el público pueda tener.

Luego, los guías llevan a los visitantes a la parte exterior del predio, donde se encuentran diferentes ejemplares de los últimos 140 años de historia ferroviaria argentina. Allí pueden no solo ver los diferentes trenes y vagones, sino también adentrarse en algunos de ellos, como es el caso de las formaciones del histórico tren de larga distancia “El gran capitán”, que incluía un coche comedor y un coche dormitorio.

Otra particularidad de la visita a estas unidades es el hecho de que sus luces y ventiladores aún funcionan, ya que una de las labores de los voluntarios el Ferroclub es mantener estos trenes en funcionamiento. No solo eso, si no que, en ciertas oportunidades, han logrado que estos trenes vuelvan a recorrer las vías: “Nosotros hemos viajado para la Noche de los Museos, viajamos hasta Lacroze. Es poquito tramo, pero poder viajar en vía principal con estos coches es algo único, es histórico. Tuve varias veces la oportunidad de viajar en la locomotora a vapor prendida y eso es una experiencia muy, muy hermosa. Sentir cómo se mueve, el ruido del vapor. Vos estás en la locomotora, abrís la tapa y ves el fuego”, cuenta Galafassi.

El Ferroclub fue fundado en 1972, lo que lo convirtió en una institución pionera en la restauración y preservación de material ferroviario. A través de los años, el CDP Lynch ha recibido una gran cantidad de histórico material ferroviario rescatado del vandalismo para que sea restaurado. De esta forma, el CDP también se convirtió en un punto de referencia en esta labor: “Tenemos un vasto archivo físico: libros, revistas, biblioteca. Y nos piden ayuda, nos preguntan: ´Esta locomotora, ¿de qué color estaba pintada? ¿Cómo se pinta esto?” Un ejemplo es la locomotora que está en la plaza de Caseros, frente a la Municipalidad, que la restauró con supervisión nuestra”, explica Galafassi.

Sin embargo, el Ferroclub también es una asociación civil sin fines de lucro, llevada adelante por trabajadores motivados por su pasión por los trenes y la historia ferroviaria: “Tenemos una mezcla de muchas profesiones. Yo, por ejemplo, no soy ferroviario, soy herrero. Tenemos otro socio que tiene su tornería. También hay algunos socios que son ferroviarios. Hay un chico que está por recibirse abogado, o sea nada que ver”, cuenta Galafassi, y agrega: “Lo que tenemos es una pasión por todo lo que sea el sistema de ferrocarriles y el tren en sí”.

Otro de los guías del Ferroclub, Matías Marsicano, cuenta que el Ferroclub solía correr un tren a vapor regularmente hasta 2001, año en el que la crisis socioeconómica los obligó a realizar esta actividad esporádicamente, hasta que se detuvo en 2013. Marsicano recuerda también que “ese mismo tren a vapor que corríamos dejó principalmente de correr porque dejó de funcionar el denominado “El Gran Capitán” que unía a Lacroze con Posadas”.

Además, Marsicano habla sobre la perspectiva errónea que se ha tenido sobre el tren: “Desde los ‘90 hasta la actualidad miradas localistas vieron al ferrocarril como un obstáculo, que dividía ciudades cuando en realidad lo que hacía es unirlas con el resto del país”. Galafassi también se expresa sobre esto: “El tren es y fue artífice de creación de pueblos, de mejora de ciudades. Vio nacer ciudades, llevó el progreso a otras, consolidó otras ciudades y en cierto punto lo sigue haciendo. Le da de comer a muchos pueblos. Lamentablemente, porque la retracción que tuvo el ferrocarril con los últimos años fue tremenda”.

“Básicamente es por amor a eso, por amor a todo lo que el ferrocarril pudo crear con su simple servicio, porque es solamente mover pasajeros o carga de un lado a otro, y todo lo que fue creando a su alrededor me parece que es digno de hacer el esfuerzo por mantenerlo”, concluye Galafassi.

“Hago música porque me gusta compartirla con alguien más”

“Hago música porque me gusta compartirla con alguien más”

Con más de 100 mil oyentes mensuales en Spotify, la cantante cordobesa Paz Carrara presenta su nuevo disco, más pop que su álbum debut. “No tenía ganas de que me tilden como una artista que sólo hacía canciones tristes”, confiesa.

Bajo la premisa de volver al origen, Paz Carrara acaba de lanzar su segundo disco, Todo vuelve al punto de partida. Con letras que hablan sobre el amor, el duelo, la resiliencia y el crecimiento, la cantante toma distancia del género cantautor para explorar sonidos más cercanos al pop. En diálogo con ANCCOM, la artista reflexiona sobre la necesidad de reencontrar su individualidad, la presión de la industria musical y el rol que tuvo Bambi Moreno Charpentier como productor del álbum.

 

¿Por qué decidiste volcarte al pop?

En verdad fue todo a nivel de producción. Podría haber ido por ese lugar obvio y cómodo, pero este era un desafío que tenía ganas de hacer desde hace mucho tiempo. Y también fue clave conocer a Bambi y empezar a trabajar con él, porque me convenció de que se podía hacer.

 

¿Cómo fue el proceso de producción del disco?

Soy una persona súper ansiosa, recuerdo pensar en un segundo disco cuando estaba lanzando el primero (Me cansé de hacer canciones que no salgan si no estoy llorando, 2022), porque sé que los procesos son muy largos hasta que uno termina el producto y después lo saca. Entonces ya sabía que lo iba a encarar con el mismo tipo de trabajo y que iba a ir por el mismo lugar que el primero. También me cayó una ficha, sentí que cambió un poco el juego y empecé a notar cómo influye la industria musical. Es más, creo que en mi primer disco pensé mucho en quienes me estaban escuchando y dejé de lado mi individualidad. Por eso, el año pasado me propuse frenar un poco para pensar en mi necesidad de hacer algo más propio, algo que suene a mí y no a nadie más. Amo mi primer disco, pero hay muchas canciones que siento que podrían ser cantadas por otros artistas. Eso es porque me necesité alivianar y porque no tenía ganas de que me tilden como una artista que sólo hacía canciones tristes. Entonces me propuse hacer de este disco lo más propio posible, yendo a fondo con todas las historias y contando detalles específicos sobre las cosas que realmente me importan, porque de otro modo no tiene sentido.

¿Las canciones de este segundo álbum te representan al cien por ciento?

Sí, o al menos a esta etapa de mi vida. Describen muy bien mis últimos dos años: cortar una relación, empezar una nueva, enamorarse a fondo, y después entre medio contar todo lo que implica la vida de uno. En el disco hay seis canciones de amor y cuatro que no tienen nada que ver con el amor en términos de pareja. Pero también implica eso una relación: presentarte, decir lo que te pasó en la vida y cuáles son personas que te acompañan. Todo eso termina de contar la narrativa.

 

¿Tenías pensado el título antes de grabarlo o decantó mientras lo hacías?

Fue decantando de a poco. No hago las cosas pensando demasiado en los conceptos previos, la música me suele dar muchas más respuestas de las que yo puedo darle a ella. Escuchando las canciones me di cuenta de que había algo un poco cíclico de querer hacer las cosas de vuelta, volver a hablar de cosas que hacía mucho tiempo no hablaba o repetir cosas que ya aparecían en otras de mis canciones. También empecé a darme cuenta de que esto aparecía en algunas cosas conceptuales, como por ejemplo que la mayoría de las canciones empiezan y terminan igual: con una frase, una melodía o con un ruido. Eso no fue buscado, sino que fue algo que nos pasó y que nos gustó tanto como quedaba que para las últimas tres canciones ya lo hicimos adrede, pero al principio fue la música la que guió el camino.

 

¿Cómo fue trabajar con Bambi Moreno Charpentier?

Con Bambi nos conocimos hace tres años porque él me había invitado a grabar en su disco República de la Nostalgia una canción hermosa (“La Torre”) y a partir de ahí se fue forjando una amistad. Siempre lo consideré un artista súper prestigioso por su trabajo con Tan Biónica, pero desde ese momento siento algo especial por él porque siempre fue muy generoso conmigo. Además, tiene mucho camino recorrido dentro de la música como productor, más allá de su talento como artista, entonces me hizo muy bien tenerlo cerca para ver y entender las cosas con otra perspectiva. También me sirvió haber trabajado con él en la canción “Aunque nunca te lo diga”, que habíamos compuesto para otra persona pero que al final nos terminó gustando tanto que la sacamos y se terminó sumando Santi Celli. No terminó formando parte de este disco porque justamente no era una historia mía, entonces no tenía que ver con la esencia de todo lo que estábamos haciendo, pero a nivel sonoro podría haber ido. Luego de haber trabajado en estos proyectos y habiendo podido conocer su sensibilidad y desarrollar un nivel de confianza se me ocurrió que tal vez él era el productor adecuado para este disco, porque sentía que me podía ayudar a llevarlo al lugar de identidad que yo buscaba. Además, él es mucho más jugado que yo, tiene una cabeza que va más rápido, pero al mismo tiempo desde un lugar súper humilde, porque él todo lo abre a discusión. No es que fue un disco donde él me mandó las ideas y yo las acepté, sino que fue un proceso colaborativo. Yo también aporté un montón, pero porque él me hizo parte, y por eso estoy contenta de haberlo hecho con él, fue una experiencia muy linda.

Además del amor y la idea de volver al origen, ¿qué otras cosas te inspiraron?

El dolor, el crecimiento, la resiliencia y los procesos. En este disco hablo de mi abuela, de mi padre y de mi madre, entonces está presente el desarrollo de las relaciones y de los sentimientos. Por ejemplo, en una de las canciones hablo sobre el día en que me enteré de que mi papá había fallecido. Si bien he escrito un montón sobre ese momento, creo que esta tiene un final donde el sentimiento muta un poco. Lo mismo con la canción sobre mi abuela, que habla sobre un período de tiempo que se va desarrollando en la letra. Hay mucho de eso también, de sostener algo a través del tiempo y cómo eso va al mismo tiempo cambiando. Lo mismo con las canciones que hablan sobre el amor y de una relación que se va desarrollando. También me sirvió como fuente de inspiración la música de otros artistas como Regina Spektor, Bleachers –el proyecto de Jack Antonoff– y Taylor Swift. De ellos tome la idea de transmitir un sentimiento en particular.

¿Cuál fue la canción que más te costó componer?

 “Te fuiste”, porque es muy personal. Lo primero que apareció fue el puente, pero después fue difícil encontrarle un cierre. Esa situación que quizás me impulsó a escribir no se terminaba de desarrollar y eso hacía que la canción no explotara del todo. Siento que mi fuerte es escribir estrofas y no estribillos y por suerte Bambi es muy bueno en eso, entonces un día agarramos la canción en el piano, empezamos a probar cosas y ahí salió todo el resto. Fue una canción que llevó muchos meses y que en general no me suele pasar, porque a mí me gusta escribir rápido, con frescura y sin corregir.

 

¿Cómo viene siendo la recepción del público?

Soy afortunada, recibí mensajes muy lindos y para mí eso es lo único que da sentido a las cosas. Si no hubiera alguien del otro lado que escucha y que algo le transmite, me quedaría haciendo canciones para mí en mi casa. Hago música porque me gusta compartirla con alguien más. No me importa si son diez, cien mil o diez millones. No va por ahí. En particular, recibí muchos mensajes por la canción “Domingo”, que es muy fuerte y que me parece que la va a descubrir la gente que necesite descubrirla. También me contactó mucha gente enamorada, que me mandó fotos o videos con sus parejas en donde de fondo había una canción mía. Siento que despierta eso porque es un disco que va muy al grano del corazón. También es muy nuevo, así que con el tiempo vamos a ir viendo las repercusiones.

Lo vas a presentar en Niceto Club, ¿cuál es la canción que más estás esperando cantar?

Me da mucha intriga cómo va a sonar “Panamericana” en vivo. Es una canción que muchas de las chicas que me siguen vienen esperando, porque solo la había tocado en algún vivo de Instagram. De hecho, el año pasado cuando toqué en Niceto, me llevaron carteles con la palabra “Panamericana”, evidentemente si me la piden tanto es porque algo les pasa a las personas con esa canción. Yo eso capaz ni lo intuyo, porque siempre mis favoritas son otras. De hecho, eso me pasó con “Radar”, al principio no quería sacarla y hoy es la canción que más reproducciones tiene en Spotify. Mucha gente la conoce y no tiene idea de quién soy yo. Lo mismo me pasó después con “Las Converse”. Hay algo que pasa con las canciones que a veces no es necesario que estén tan producidas, sino que pase algo con la música.

 

¿Estás satisfecha con el resultado?

Sí, y sobre todo muy contenta. Lo escucho y me parece un buen disco, lo disfruto. Estoy orgullosa de las canciones y de la producción que tuvieron. Obvio que me gustaría que mucha más gente lo descubriera. Fue un proceso complicado, con mucho esfuerzo y trabajo y que pasó por un montón de situaciones y sentimientos. Largarlo también fue fuerte, porque uno deja ir algo que viene cuidando hace un montón de tiempo y deja de tener el control y eso es complicado a nivel emocional. Pero ahora estoy en un momento donde lo estoy disfrutando y soy feliz de que me lleguen mensajes de personas que no me conocían y que de repente me descubrieron. Me hace sentir que las canciones son lo suficientemente buenas para que me hayan brindado 40 minutos de su vida para escucharlo y una hora y media en septiembre para verlo en vivo. Siento que ya hay una relación a largo plazo.

 

Paz Carrara presentará Todo vuelve al punto de partida el próximo 13 de septiembre en Niceto Club. Las entradas se pueden adquirir en passline.com.

“Hacer teatro es un acto de resistencia”

“Hacer teatro es un acto de resistencia”

En tiempos donde parece que todo es odio y negacionismo, la obra de teatro «Memoria de un poeta» invita a mantener el recuerdo vivo de los 30 mil desaparecidos.

Por arte de la magia escénica, el Teatro del Pueblo, en el barrio porteño de Almagro, se transforma en una biblioteca popular de Avellaneda. Allí, un grupo de compañeros toman el lugar como un acto de rebeldía y se reúnen para hacer memoria. Rita es la bibliotecaria, Tito el empleado de mantenimiento y Eduardo un poeta que intenta reconstruir, retratar y recordar a Elvira, una vieja amiga bibliotecaria, desaparecida por el terrorismo de Estado en el verano de 1978.

Con dramaturgia y dirección de Paula Marrón, Memoria de un poeta ayuda a pensar cómo recordamos con el paso del tiempo, cuáles imágenes están nítidas, cuáles se vuelven más difusas. Nos interroga acerca de quiénes somos, de aquello que olvidamos, de aquello que no, y propone recordar algo tan doloroso como la dictadura cívico militar, pero lo hace a través de lo lúdico y eso es lo que, a su vez, conecta a cada espectador con su propia memoria emotiva y trae a la mente personas o momentos importantes de sus vidas.

Memoria de un poeta es una obra pequeña e íntima con grandes actuaciones. Emiliano Díaz, José Manuel Espeche y Rosina Fraschina ponen el cuerpo a los personajes que tratan de reconstruir lo que dejó la ausencia de Elvira en ese poeta avellanedense.

En diálogo con ANCCOM, Paula Marrón expresa: “El proceso creativo fue muy lindo porque son actores sensibles y desde el primer ensayo buscaron la verdad y entendieron que el corazón de esta obra son los vínculos. Apostamos a eso. La obra también nos habla del amor en sus múltiples formas”.

Asimismo, Marrón considera que “en el contexto político y social que estamos viviendo hacer memoria es vital. La historia nos demuestra que nunca hay que dejar de hacer memoria, incluso cuando creemos que como sociedad estamos de acuerdo en algunas cosas; después los hechos nos demuestran lo contrario. Es muy triste todo lo que estamos viviendo y hacer teatro es un acto de resistencia. Como dramaturga tuve la necesidad de escribir sobre esto. Fue hasta casi inconsciente porque no sabía que iba a escribir sobre este tema”.

“La obra no sólo pone el foco en la memoria, sino en cómo los recuerdos se nos vuelven más difusos y algunos olvidamos por completo. Por ejemplo, hoy, a mis 41 años, pienso cómo recordaré este presente si llego a vivir hasta los 70.O cuando intento recordar mi infancia, por qué algunas imágenes están tan claras y otras ni siquiera puedo traerlas. Esta obra nos habla un poco de eso”, concluye Marrón.

Memoria de un poetase puede ver todos los domingos a las 18 en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636) yestará en cartel hasta el 11 de agosto.

«¿Vivís donde querés?»

«¿Vivís donde querés?»

La agrupación Inquilinos Agrupados junto al Cels y el colectivo Movida Colectiva -integrado por fotógrafes que pasaron por ANCCOM- inauguraron la muestra «Casa. La vivienda es un derecho», en el local de Niunamenos.

“Soy mamá de siete y muchos no me quieren alquilar”, se lee en una de las paredes del local de Bartolomé Mitre al 1700 que comparten Inquilinos Agrupados y Ni Una Menos. Esa frase no es la única, hay muchas más. Están intercaladas con fotos de diferentes tipos de viviendas. Son parte de la exposición Casa. La vivienda es un derecho, que reúne fotografías tomadas por integrantes de Movida Colectiva: Camila Godoy, Cristina Sille, Juli Ortiz, María Bessone, Noelia Guevara, Pilar Camacho, que antes habían sido fotógrafas en la Agencia de Noticias de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, y Leandro Teysseire, quien sigue siendo editor de fotografía en la misma agencia. Es viernes. Se inaugura la muestra, y el local está lleno de gente observadora que mira con detenimiento cada una de las historias que se desprenden de las fotos. 

Detrás de la organización del evento está también el Centro de Estudios Legales y Sociales. Leandro Vera Belli, el coordinador del área de Tierra, Vivienda y Justicia Económica de ese organismo, cuenta a ANCCOM el trasfondo que enmarca a esta exposición de fotos. “Argentina tiene un déficit de vivienda muy grande”, dice y enseguida enumera una serie de problemas, como que los inquilinos hoy no tienen protección, que las obras públicas en barrios populares están frenadas, que hace poco murieron personas que vivían en la calle, que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires los Centros de Inclusión Social, antes llamados “paradores”, no son suficientes. “En los últimos años se había empezado a encarar estos problemas con políticas grandes, como el ReNaBaP, los fondos para urbanizar los barrios populares y la Ley de Alquileres —dice Vera Belli—. El gobierno de Milei decidió interrumpir todo y el resultado son los alquileres desregulados, donde los inquilinos tienen que firmar contratos como pueden”. 

Un rato antes de que se abrieran las puertas del local para dar inicio a la inauguración de la muestra fotográfica, el grupo que integra Movida Colectiva ya estaba presente, esperando la apertura en la vereda. ¿Qué estaban haciendo todos? Sacándose fotos, claro. Cuando la puerta metálica del local había empezado a enrollarse hacia arriba para que las personas pudieran ingresar, Ortiz había capturado ese momento para siempre a través de la lente de su cámara. Lo mismo haría después, cuando sus compañeras Godoy y Camacho hablaran frente al público presente. Ortiz también dispararía el flash en el instante en que Gervasio Muñoz de Inquilinos Agrupados dijera que “la pelea por la vivienda debe ser colectiva y en eso estamos aunque los tiempos sean adversos”. Es que Ortiz y el resto de Movida Colectiva todo el tiempo están mirando el mundo a través de la lente de la cámara, porque es su esencia de fotógrafas. 

La exposición de imágenes va a estar a la vista de todos hasta el 13 de septiembre cada vez que Inquilinos Agrupados y Ni Una Menos realicen actividades con convocatoria en el lugar. No tiene un horario fijo para ir a visitarla sino que se la puede ver al asistir a algún evento organizado por esas agrupaciones. Godoy cuenta que quienes integran Movida Colectiva se habían conocido primero en ANCCOM. “Ahí nos dimos cuenta del potencial que teníamos cuando salíamos a cubrir todas juntas —dice en un tono motivador—. Después quedamos como amigas y el año pasado nos anotamos en un programa de actualización de la universidad. Ahí tuvimos la idea de hacer este trabajo sobre vivienda porque entendíamos que había muy poco producido desde lo visual sobre el tema”. 

La información empírica que produce el Centro de Estudios Legales y Sociales en torno a esta problemática es tan importante como contundente, pero lo cierto es que llega a la parte racional de las personas. En cambio, estas imágenes que se ven acá noquean, llegan a lugares muy recónditos del inconsciente y se quedan ahí por semanas, meses, años. Tal es el caso de una fotografía obtenida por Sille que muestra a dos hombres y un perro guarecidos en una carpa, que en un momento fue abierta por alguien que parece haberles provocado la risa, porque ambos muchachos están sonriendo. Es curioso que sonrían, porque lo único que parecen tener es eso: la carpa, la sonrisa mutua, la compañía perruna y nada más (y nada menos). Sille le cuenta a esta agencia que sacó esa foto en 2021 durante una toma de terrenos en Barracas, donde está el barrio 21-24. “No los quisieron dejar entrar a unos edificios que estaban desocupados y entonces tomaron un terreno vacío que tenía el ferrocarril e instalaron carpas. Ahí permanecieron varios días hasta que negociaron la retirada pacífica a cambio del acceso a la vivienda”, cuenta Sille. ¿Qué se siente ver esa foto en esta exposición? “Es una maravilla que esto haya sucedido, sobre todo en este contexto político. Fue posible gracias a la universidad pública, en la que pudimos crecer y profesionalizarnos —reflexiona Sille—, porque nosotras nos conocimos primero en ANCCOM y después seguimos juntas en el Programa de Actualización en Fotografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires”. 

En el subsuelo del local, un proyector muestra imágenes que se van sucediendo una tras otra. Se las puede ver con comodidad desde un asiento que parece imitar la forma de un colchón, o al menos parece tener esas mismas proporciones. El ambiente es más tranquilo y oscuro en este sector, lo que invita a escuchar con atención las narraciones con voces en off que acompañan las fotos. “En CABA el alquiler de un monoambiente duplica el salario mínimo”, se escucha por ejemplo en este momento, y así muchas otras. Al final aparece un fondo negro con unas letras blancas que dicen: “¿Vivís donde querés?”. 

“Entretener es el oficio más lindo del mundo”

“Entretener es el oficio más lindo del mundo”

En pleno auge de las plataformas de streaming, “Hay Algo Ahí” del canal Blender rompe esquemas y rescata estilos en una mezcla que supo construir una comunidad. En un mano a mano con ANCCOM, Juan Ruffo, su conductor junto con Tomás Rebord, cuenta el detrás de escena de uno de los programas más vistos de la Argentina.

En el barrio de Palermo, sobre Niceto Vega al 5000, se encuentra el estudio de Blender. Creado por Iván Liska y Diego Abatecola a inicios del 2023, el canal de streaming se ha consolidado como uno de los más vistos junto a Luzu TV, OLGA y Gelatina. Cuenta con una oferta que incluye programas diarios como Desayuno Intermitente, Escucho Ofertas y Dinero y Amor, el semanal Las pibas dicen, con Rosario y Julieta Ortega junto a Andrea Rincón, y el deportivo Pelota Dividida –fruto de la reciente unión con Olé–, con el Ruso Verea, Mikki Lusardi y Facundo Santarrosa. Pero el hit del canal, sin duda, es Hay Algo Ahí, el programa de Tomás Rebord y Juan Ruffo.

El estudio es amplio, pero lo suficientemente compacto como para que todo suceda en un lugar. El fondo croma verde enfrenta a la mesa donde se sienta Guille Aquino en Escucho Ofertas y donde también se realiza Dinero y Amor, de Marcos Aramburu. Unas seis o siete personas ocupan la mesa de producción. Del otro lado, se encuentra el arco y el modular de Hay Algo Ahí, cuyos recovecos emulan un altar en el que se avistan las ofrendas de la tribuna que acude a presenciar el programa, o regalos que emprendimientos de todo el país envían al canal. La mesa tiene dos sillas principales, una para Rebord y otra para Ruffo, y una más para sus visitantes –desde Ofelia Fernández hasta Ramiro Marra–, y para el periodista Iván Schargrodsky, columnista en la “Hora africana” de los martes.

Durante dos horas, de lunes a viernes a las 21, Rebord y Ruffo incorporan un humor ácido para tratar la coyuntura, con elementos que remiten a la programación televisiva de los años 90 y 2000, otros a la cultura pop y la interacción en vivo de los usuarios de YouTube tras ellos. Nostálgico e innovador, Hay Algo Ahí representa fielmente el estilo de Blender, cuyos creadores describen como “trash sofisticado”, con un toque incisivo y políticamente incorrecto, pero a la vez plural y diverso.

Además de comunicador, productor y coconductor, ¿quién es Juan Ruffo?

No sé si tiene respuesta, por lo menos a mis 29 años. Solo sé que me gusta el entretenimiento, divertirme, eso es transversal a mi persona. Si en el proceso de divertirme hay otra persona al otro lado de la pantalla que se está divirtiendo también, para mí es un sueño, cierra perfecto.

¿Siempre deseaste dedicarte a esto?

En términos académicos, en el secundario era desastroso, fui el primero o segundo peor promedio de quinto año, porque iba a divertirme. Tenía un amigo con el que íbamos a jugar, para nosotros era como una gran colonia de vacaciones. Carísima, porque el colegio privado católico era muy costoso. Cuando terminé, no sabía qué hacer, aparte de jugar a cosas, así que arranqué a laburar en la empresa metalúrgica familiar y a estudiar el CBC de Administración de Empresas, porque era la salida más fácil. Obviamente, no tenía ningún tipo de vocación por la metalurgia. Trabajé seis años en la fábrica, hasta que me di cuenta que no era para mí, primero porque no me despertaba nada, solo sentía satisfacción cuando me iba. Entonces me dije: “Tiene que haber algo que me guste más que esto”. En ese momento, escuchaba mucha radio. A la mañana, camino a Lanús, AM, y a la tarde, cuando me iba, FM. Programas informativos a la mañana y a la tarde más de entretenimiento. Había algo dentro de ese universo de lo radiofónico, de ese lenguaje, que me fascinaba. Hice un curso de producción de radio en ETER, fue un primer acercamiento, muy lindo, lo disfruté un montón. Después tomé la decisión de cambiarme de carrera y arrancar Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

¿Qué encontraste allí?

Un mundo nuevo, enorme en cuanto a materiales de lectura, compañeros y espacio. Me daba mucho placer ir a la facultad, donde, por supuesto, encontré la dimensión de jugar. Algunas materias eran más rígidas, pero Radio, por ejemplo, podía ser algo parecido a lo que yo quería hacer, y en los talleres la pasé muy bien. En una clase, un docente en el pizarrón escribió cuentas y usuarios de Twitter que había que seguir para mantenerse informado, entre ellos uno llamado Centro de Producciones Radiofónicas, y me pareció interesante, averigüé dónde era y el nombre del director, y fui a dejar mi currículum, que solo contenía mi experiencia en la metalúrgica. Llegué y le dije al director: “Quiero trabajar acá con vos”. Me respondió que no me podía pagar, pero me podía enseñar, y empecé a ir dos o tres veces por semana mientras cursaba y trabajaba. Aprendí a editar, nociones básicas de la radio, a grabar podcasts, a pensar contenidos sonoros. Fue una experiencia enriquecedora, porque adquirí conocimientos y práctica, y después esa relación maestro-padawan (aprendiz jedi) se mantuvo y se convirtió en una de mis amistades más cercanas.

¿Qué impacto tuvo este cambio de dirección en las expectativas de tu familia?

Trajo una serie de problemas. Comencé la carrera y seguía laburando en la metalúrgica, porque algo tenía que hacer. Pero en la productora se presentaron oportunidades laborales y ya no fue necesario eso, a partir de ese momento me dediqué a full a la productora. Esto desembocó en la consumación del legado familiar. Fue un proceso largo con la parte paterna de mi familia. Como tercera generación, tenía que hacerme cargo de la empresa que compró mi abuelo y que más tarde expandió mi viejo, ambos grandes empresarios. Por un lado, yo no estaba convencido de que ese era mi camino, y por otro, los veía a ellos realmente buenos en lo que hacían, y yo no lo era, porque no me calentaba, no tenía un fuego interno que me quemaba cada vez que llegaba. Veo una trefiladora (máquina para hacer alambres) y no me pasa nada, mi papá ve una y se vuelve loco. Se dio un proceso largo y áspero con mi familia. Finalmente, todos entendieron.

Se ha formado una comunidad muy leal al contenido de Hay Algo Ahí

Es una de las cosas más lindas que tiene este oficio, que haya alguien del otro lado disfrutando lo que hacés. Que alguien en la calle me pare y me diga “los vemos todos los días” me hace feliz. Siento un enorme orgullo del trabajo que hacemos porque hay gente en otro lado que quizás le cambiás un mal día y encuentra un poco de paz en una risa que se escapa durante un programa. Esto me parece sagrado, así surge la obligación de estar convocados siempre al ciento por ciento, porque hay gente que nos está dedicando lo más preciado que tiene: su tiempo. Sentir que todos los días en muchos hogares se cena mirando nuestro contenido, que hay gente que pone play y nos está escuchando, me parece fascinante y hay que respetarlo. Y el rol que ocupo tiene que ver con eso: entretener es uno de los oficios más lindos del mundo y me llena de orgullo estar de este lado.

Los medios emergentes se han posicionado como alternativos y ganaron legitimidad a la par de los tradicionales. ¿A qué se debe este auge?

Habría que analizar, medios alternativos ¿respecto a qué? Porque la tele, la radio y la gráfica han pasado por el mismo vórtex. Gran Hermano es un gran ejemplo: se emite por TV, pero en paralelo hay un streaming con personas discutiendo en vivo –más parecido a un medio alternativo– y lleva sus reglas y su lenguaje. Los medios están atravesando una alteración de estilo y formato, en donde se mezclan y nacen cosas nuevas e interesantes. Blender no es lo mismo que Telefé, no solo cambia la forma de hacer, crear y los equipos, sino que también cambian los formatos, los géneros y los estilos. Sí tratamos de recuperar algo del género televisivo, en donde tenés otra disposición visual y espacial, buscamos otra cosa. Es un delirio de grandeza quizás, no sólo no nos queremos parecer a unos tipos con unos auriculares gigantes hablándole a un micrófono, sino que buscamos otra cosa y recuperamos esta dinámica más televisiva porque también es con la que crecimos. Nosotros vimos y vemos televisión, y nos encanta, hay algo de volver a eso que se va desarmando a medida que pasa el tiempo. La fórmula del streaming está consolidada en cuanto a lo que se ve, escucha y en el lenguaje tiene sus particularidades. Nuestra intención es salir un poco de eso, romperlo y encontrar cosas nuevas.

¿Cuáles son las particularidades de Hay Algo Ahí?

Para empezar, es genuino, no podemos hacer algo que no sintamos. Hay Algo Ahí es lo que nos sale de lo más profundo del corazón. Queremos innovar y traer de vuelta elementos tradicionales, creando algo muy propio. Las propuestas de contenidos particulares nos tienen que gustar. Me ha pasado en otros proyectos de incorporar material porque se nota que a la gente le gusta tal cosa, y que termine saliendo mal porque yo no lo siento tanto. Entonces la primera particularidad de Hay Algo Ahí es que es genuino. Traemos escritores, políticos, especialistas en diversas áreas, deportistas, científicos, y conversamos sobre cualquiera sea el tema de actualidad. Si alguien está dando notas por todos lados, no nos interesa, repetir contenido que se vio en OLGA y después en Gelatina no es lo nuestro. Queremos que pase algo distinto. Por otro lado, tenemos este deseo de grandeza, de hacer historia, dejar una marca en la historia del streaming y del entretenimiento nacional. Tenemos hambre de trascendencia, de que a la gente que está del otro lado le pegue lo que hacemos. Hay Algo Ahí es hoy mi fuente de felicidad más grande, venir al estudio todos los días me llena el corazón y me encanta la dimensión que tiene de crecer todo el tiempo. Gran parte del éxito del programa se lo atribuyo íntegramente a Tomás (Rebord), esa vocación que él tiene y trae a la mesa. Ya habíamos trabajado juntos antes, pero no en la dinámica diaria. Hay algo en esa pasión suya que me causa una profunda admiración porque es también el motor de todo esto, es el combustible que va todo el tiempo alimentando esta máquina. No nos quedamos en la dinámica base de dos personas hablando frente a la cámara, por supuesto lo incorporamos, pero surgen ideas como “¿qué tal si hacemos un especial de Star Wars y nos disfrazamos?”. “¿Hacemos un especial de terror?”. “¿Y qué tal si hacemos tal otra cosa?”. Esa también es una de las particularidades de este programa, estar todo el tiempo corriendo y moviéndose.

¿Cómo es unn día en el piso de Blender?

Tenemos el día corrido porque el programa comienza a la noche. Llego acá más o menos a las 19:30, mientras continúa el programa anterior, Dinero y Amor. Me gusta llegar temprano porque hay algo de ir empapándome, de estar acá, que me prepara muy bien. Hacemos un repaso de las cosas que tenemos planificadas. Los programas se piensan y preparan con una semana de anticipación, es una dinámica que nos gusta porque tenemos la semana completamente resuelta, y ya pensamos en la siguiente. Hay dos reuniones grandes de producción, los viernes están dedicados al brainstorming, a llevar ideas, pensar cosas y proponer, y los lunes se organiza todo. Si en la semana hay algún especial, se graban clips durante los días previos. Cuando termina el programa, en general comemos juntos, acá mismo, vamos a casa y ahí es cuando arranca una cosa muy extraña en donde uno llega cansado, pero no se puede dormir por la adrenalina del programa, de entrar a las redes para ver las repercusiones. El resto del día, además de las cosas que hacemos en nuestras vidas, se basa en pensar cosas para el programa, usar la realidad de inspiración para tratar de transformarla y que de alguna manera aparezcan distinto en el programa. Durante el día producimos contenido, piloteamos cosas, a veces grabamos acá o yo adelanto algunas en mi casa donde tengo un estudio. Cuando está todo listo, salimos. Termina el programa y al día siguiente arranca todo de nuevo.

“Reales”, “hagovero”, “golondrinas”, “sesudo”, “superfly”… A diferencia de otros streamings, Hay Algo Ahí impulsó un mundo lingüístico propio en el estudio y en su comunidad de seguidores.

Tener un código propio es quizás de los mejores y más grandes indicadores de que está pasando algo entre nosotros y el público, da la señal de que se está formando una comunidad del otro lado. No hay solamente oyentes, televidentes o usuarios, hay otro tipo de compromiso entre la persona que te está viendo del otro lado y vos, sobre todo si ese lenguaje empieza a atravesar las barreras de “nosotros haciendo y ellos escuchando”. Si hay términos, palabras o frases que empezás a escuchar a tu alrededor de diversas personas, quiere decir que la gente está comprometida con el contenido. Me pasa con amigos míos, que usan palabras que empleamos en el programa. Es algo si lo quisiera explicar no podría, quizás porque hace mucho que cursé semiótica… En el programa realmente hablamos como hablamos, usamos neologismos en inglés, palabras que denotan un chiste, y es una manera muy linda de vivir porque estás por lo menos en la dimensión más ínfima del lenguaje, tratando de divertirte un poco. Eso que es real lo replicamos y, en el mejor de los casos, tiende puentes con la realidad de una persona que, si te ve en la calle o en un evento, incorpora nuestra forma de hablar en su cotidianidad.

No hay solamente oyentes, televidentes o usuarios, hay otro tipo de compromiso entre la persona que nos está viendo del otro lado.

Juan Ruffo

Tomás Rebord próximamente será padre y se tomará un tiempo, ¿cómo te preparás?

Obviamente el programa va a cambiar, porque lo vamos a adaptar a las nuevas posibilidades y exigencias, pero va a estar lindo, vamos a estar a la altura y lo vamos a disfrutar mucho.

Estudiaste en la universidad pública, ¿cómo ves la situación de recorte?

Me preocupa mucho, no solamente por haber estado la Facultad de Ciencias Sociales y por quererla y valorarla, sino por la vocación política que tengo: tiene que existir la educación pública, gratuita y de altísima calidad. Queda defender los espacios. Lamentablemente, tenemos que atravesar este Gobierno que atenta no solamente contra la educación pública, sino contra tantos otros frentes que ya casi ni alcanzan los dedos de la mano para contarlos.

¿Qué rol ocupa la política en tu vida?

Siempre ha estado presente, pero comencé a sumergirme en ese mundo desde mediana edad en adelante. Mi abuelo fue el primero que me hizo ver las cosas de una manera distinta, él fue vicepresidente del Partido Justicialista de Capital, uno de los mejores peronistas que yo he conocido. Hay algo de ese amor que le tuve a él que iba de la mano con conocer el peronismo, con empezar a curtirme y empaparme; hoy puedo decir que él me hizo peronista. Tuve una educación primaria y secundaria bastante lavada y ajena a lo político. Empecé a entrar un poco más fuerte en esa esfera y a interesarme un poco más cuando entré en la Facultad, ahí me vinculé con compañeros y compañeras de otras ideologías y pude entender el mundo de forma distinta. Esto también es algo que le agradezco mucho a la Facultad de Ciencias Sociales, ya que me permitió empezar a conocer y entender otras cosas. Nunca milité, ni siquiera en la universidad, pero la política y la coyuntura me atraviesa, me interesa, me preocupa y también hoy me confunde. No tengo las cosas tan claras: disfruto más de preguntar que de afirmar.