Muerte accidental de un ricotero

Muerte accidental de un ricotero

La obra gira en torno al caso de Walter Bulacio,

El saxo suena desde un costado del escenario cuando las luces se encienden lentamente, dando comienzo a la obra. La escenografía es sencilla: por un lado, un escritorio con expedientes y un teléfono; por otro, un perchero y una máquina de escribir. Lo justo y suficiente para dar vida a una comisaría. Junto con el silencio, entran a escena tres actores; y con ellos, tres personajes: un agente, el comisario y el loco. Hasta allí, uno podría creer que la historia está ambientada en aquellos años setenta, sino fuera por el cuadro de Carlos Menem con la banda y el bastón presidenciales colgando en la pared. Entonces no quedan dudas. La década de 1990 se hace presente en el escenario: en el vestuario, en la jerga utilizada, en el cuadro. Pero, más que nada, en esa figura ausente, Walter Bulacio; en ese caso sobre el que gira la obra, la Muerte accidental de un ricotero.

Desde el 6 de septiembre y hasta fin  octubre, el Teatro El Cubo (Zelaya 3053, CABA) se transforma en escenario para una obra que encuentra tres inspiraciones: Muerte accidental de un anarquista, del dramaturgo italiano Darío Fo; la historia de Walter, el joven de 17 años que fue asesinado por la policía en 1991 tras ser detenido en las afueras del Estadio Obras antes de un show de los Redondos; y la música de esta banda.

En general, la historia se mantiene fiel a la obra original: la acción comienza en una comisaría y tiene como protagonista principal a un hombre -”el loco”- que sufre de histriomanía, enfermedad que lo lleva a fingir y falsificar identidades, razón por la cual es detenido. Allí, intercepta una llamada y se entera sobre la llegada de un juez que va a investigar una muerte ocurrida en el sitio. Pero en lugar de un anarquista, la víctima es Bulacio. A partir de ello, el loco se hace pasar por el juez y logra que los policías recreen los hechos de la noche del 19 de abril de 1991. De esta forma, la obra revive el caso a partir del trasfondo judicial -menos conocido por el público general-, y da cuenta de las contradicciones, las complicidades y la corrupción que obstaculizaron la búsqueda de verdad y justicia por el asesinato de Walter.

“La idea surge con la llegada a nuestras vidas de la obra Muerte accidental de un anarquista, donde instantáneamente pensamos en que la gente la tenía que conocer. Pensamos en casos de esa índole en Argentina, y el de Walter Bulacio se nos hacía notorio, sobre todo por la posibilidad de poner la música de Los Redondos en una obra de teatro”, cuenta Luciano Ferrari, uno de los directores de la obra. Junto con Daiana Kiernan, co-directora, se adentró en el proyecto autogestivo: un arduo trabajo que llevó cinco años e implicó la adaptación del guión original, una investigación cuidadosa del caso Bulacio y toda la puesta en escena de la historia con su texto, su música y su coreografía. “Demostrar el grotesco del procedimiento no hubiese sido posible si nosotros no nos adentrábamos en la causa judicial para saber bien todo lo que pasó. Por eso agradecemos a María del Carmen Verdú, que fue la abogada que nos acercó la causa por una cuestión artística y social”, explica Ferrari.

“Demostrar el grotesco del procedimiento no hubiese sido posible si no nos adentrábamos en la causa judicial», dice Ferrari.

La música también juega un rol importante -al punto que la producción es promocionada como “una noche ricotera”. No sólo sirve como modo de contextualización y como pretexto para los cambios de escena. En esos momentos en que la obra se carga de los términos y peripecias judiciales pero, sobre todo, en aquellos en que las palabras no son suficientes para transmitir toda la densidad de sentido, las canciones emblemáticas de Los Redondos, junto con una puesta coreográfica, son ese aire fresco, esa forma de narrar más allá de las palabras. Con máscaras, caracterizaciones y coreografías, los artistas en movimiento expresan con crudeza la violencia institucional, la represión policial y múltiples idas y vueltas del caso.

“Queríamos que no solamente quede en el texto y en la música, sino que haya algo más”, explica el director. “Interpretamos la poesía del Indio de esta manera y la volcamos de esta forma para marcar un mensaje antirrepresivo y de conciencia de lo que significa la malevolencia del aparato policial estatal. A veces parece que el amo está jugando al esclavo, pero sigue siendo amo, siempre, y de eso es lo que trata la obra.”

Muerte accidental de un ricotero es apta para los fieles seguidores del grupo de rock, pero también lo es para aquellos que saben poco y nada sobre la misa ricotera. Es un entramado de historias y elementos que dan vida a una obra llena de crítica, denuncia y momentos duros; pero también de humor, música y baile. Es un homenaje a Los Redondos, un homenaje a “uerte accidental de un anarquista”, un homenaje a Walter.

Según Ferrari, es el arte interpelando a las voluntades sociales e invitando a reflexionar sobre las malevolencias del neoliberalismo, el de los noventa y el de la actualidad. “Nosotros crecimos en el menemismo y sufrimos el macrismo, así que era un momento para representar esas instancias a través del teatro y generar algo en la gente”, agrega.

Del mismo modo, Juan Fernández, actor que encarna al comisario jefe, sostiene que “esto es para poner de manifiesto cómo, a veces, las instituciones que están para cuidarnos complotan y causan estas injusticias y condenan a muerte a un chico que su único delito fue ir a ver una banda de rock and roll. Traerlo y ponerlo de manifiesto es, para todos los que componemos este grupo, decirles a todos ustedes que la única muerte verdadera es el olvido. No nos olvidemos.”

«Sin residentes no hay hospital»

«Sin residentes no hay hospital»

Los residentes no cobran desde junio.

Escoltados por un metrobús acotado y tres motos de la Policía de la Ciudad, la columna de guardapolvos blancos comenzó a avanzar por la avenida Brasil a las 11:10 de la mañana del último miércoles. Las pancartas y carteles que sostenían los manifestantes daban cuenta de la situación que están viviendo: “Residentes de Nación en lucha”, “Sueldos por debajo de la línea de pobreza”, “4 meses sin cobrar”, “87 pesos la hora”, “Salarios dignos”, “Basta de ajustes en la salud pública”.

Los bombos y las bocinas de automovilistas en señal de apoyo acompañaban las voces esforzadas en los cantos: “Olé olé, olé olá / olé olé, olé olá / sin residentes, no hay hospital / precarizados no vamos a trabajar.”

A las 10, médicos y profesionales de la salud residentes en hospitales nacionales de toda la provincia de Buenos Aires habían comenzado a reunirse en el Hospital Garrahan; más precisamente, en la entrada sobre la esquina de Brasil y Pichincha. El motivo era dar inicio al paro y la movilización hacia el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, y reclamar así por las condiciones de trabajo. “Llevamos cuatro meses sin cobrar y con un sueldo que está por debajo de la línea de pobreza. Firmamos inicialmente un contrato que era por 29 mil pesos en bruto, y en limpio terminaban quedando 24 mil pesos, lo que da un promedio de entre 87 y 100 pesos la hora, de acuerdo a la jornada laboral que tenga cada especialidad.”, explicaba Andrés Cugat, residente de primer año en el Hospital El Cruce. “Así que ese es el reclamo: que se nos pague lo que se nos debe, que se nos pague un salario digno y que se termine con el recorte en la Salud Pública.”

Del mismo modo, Julieta Frontero, del Hospital Colonia Montes de Oca, sostenía: “Con estas condiciones de trabajo, que mantenemos desde junio, no tenemos garantizados ningunos de los derechos que tiene cualquier trabajador. Esto sucede a nivel nacional. Estamos nucleándonos nada más los hospitales de Buenos Aires, Capital, Conurbano y los compañeros que se suman desde Mar del Plata, pero esto sucede a nivel nacional.” Los residentes, subrayan, tampoco cuentan con ART ni cobertura médica.

Los residentes tampoco cuentan con ART ni cobertura médica.

Los trabajadores que participaron del paro y la movilización pertenecen a los hospitales nacionales Colonia Montes de Oca, Posadas, El Cruce, Garrahan, Baldomero Sommer, Laura Bonaparte y Rehabilitación Psicofísica del Sur (Mar del Plata). Pero también a la Dirección Nacional de Epidemiología y Análisis Situacional de Salud, a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y a la Administración Nacional de Laboratorios Malbrán.

Los protagonistas de la manifestación, con guardapolvos y mascarillas, insistían en que ellos no eran estudiantes, como se cree desde el sentido común. “Nosotros somos profesionales que rendimos un examen nacional que se rinde en todo el país, donde, de acuerdo a nuestra nota, elegimos el hospital que queríamos e ingresamos el 1 de junio a trabajar. Este trabajo es de dedicación exclusiva,: por cuatro años solamente nos podemos dedicar a este hospital y por el sueldo que nos da Nación. Y desde que iniciamos la labor hasta el día de hoy, no estamos cobrando.”, explicaba Cugat. Martina Pesce, residente de la Dirección de Epidemiología de la Nación, expresó también que “esto tiene que ver con transformar algunos derechos en privilegios”. Y agregó: “Hoy en día, si vos no tenés una red que pueda sostenerte durante cuatro meses, no podés ser residente de Nación. Y eso es un escándalo, porque nosotros apostamos a una salud pública, inclusiva y de calidad, y no hay posibilidad de que eso exista si no existen residentes que eligen seguir formándose como trabajo. Porque somos trabajadores. Y no es que somos cualquier trabajador: somos los que, cuando entrás al hospital todos los días, te recibimos.”

La caravana tardó poco más de una hora en llegar a su destino: el Ministerio de Desarrollo Social, dirigido por Carolina Stanley, y específicamente la Secretaría -así degradada por el Gobierno Nacional- de Salud. El recorrido llenó de guardapolvos y bocinas primero la avenida Brasil, luego Entre Ríos, San Juan y Bernardo de Irigoyen, sucesivamente, hasta Moreno, donde está la entrada del otrora edificio de Obras Públicas. Frente a una Evita exaltada, los profesionales cantaron y agitaron sus carteles hacia el Ministerio, haciéndose oír, esperando que alguien los oyera. “A vos te digo que se siente / vivir dentro del hospital / cobrando un sueldo insuficiente / queremos trabajar con dignidad.”

“Vamos a presentar formalmente otra carta más, sumada al grupo de cartas que ya hemos presentado. Nos gustaría que se nos reciba en este contexto.”, dijo Micaela Solé, residente de pediatría en el Hospital Garrahan. “En un momento se nos ofreció una reunión de carácter extorsivo, ni siquiera con una propuesta concreta. Decían: ‘Bueno, vamos a pensar qué hacemos si dan de baja el paro’. Eso era una propuesta irrisoria y con horas de aviso, por eso decidimos sostener la movilización. Pero estamos definitivamente abiertos al diálogo, queremos respuestas concretas y la mejora salarial. Necesitamos que nos den el espacio para debatir esto.”, contó Solé.

Sin embargo, quien primero los recibió fue la línea de contención formada por 24 policías. Si bien no hubo grandes conflictos –todos los manifestantes estaban de acuerdo en mantener la movilización en carácter pacífico–, sucedió un episodio confuso en el que, mientras Andrés Cugat instaba a sus compañeros a moverse sobre la calle Moreno (para liberar por completo la avenida 9 de Julio), fue golpeado por un efectivo en la espalda. La situación fue conversada con los jefes del “operativo”, y no pasó a mayores. Los trabajadores de la salud permanecieron en asamblea.

Pasadas las 13, dos residentes de cada hospital, fueron recibidos en el Ministerio por Javier O’Donnell, subsecretario de Calidad, Regulación y Fiscalización de la Secretaría de Salud. En aquella reunión se acordaron algunos puntos preliminares como para comenzar una negociación: compromiso para garantizar ART y regularizar la obra social de todos los residentes; pago de los sueldos adeudados en un plazo máximo de 10 días; y una mesa de trabajo establecida para la semana siguiente, con el objetivo de resolver la recategorización salarial. de no cumplirse con lo prometido, el jueves 9 habría una nueva asamblea de los trabajadores en el Hospital Garrahan.

Martina Pesce expresó el agradecimiento a quienes se sumaron a la causa: “Poder contar con el apoyo de todos y de todas es muy importante, para poder definitivamente destrabar este conflicto. Entendemos que lo que estamos pidiendo, lejos de ser algo descabellado, es simplemente que nos paguen lo que deben por lo que trabajamos.” Como a cualquier trabajador.

¿Expo Empleo o expochamuyo?

¿Expo Empleo o expochamuyo?

El 20 por ciento de los jóvenes se encuentra desocupado y otro 50 por ciento tiene trabajo precario.

Mientras los colectivos comenzaban a llenarse hasta los estribos, y a pesar de que el cielo aún no clareaba en esa mañana nublada, miles de jóvenes hacían fila sobre la avenida Sarmiento. Esperaban que las puertas de La Rural se abrieran y diera comienzo a una nueva edición de la Expo Empleo Joven. A lo largo de dos jornadas, el flujo no cesó: la esperanza de conseguir un trabajo fue más fuerte que el frío húmedo de Buenos Aires.

Por cuarto año consecutivo, el Gobierno de la Ciudad organizó la Expo Empleo Joven. El evento se realizó el 28 y el 29 de junio y estuvo destinada a jóvenes de entre 15 y 35 años deseosos de una oportunidad laboral o de capacitación profesional. Las jornadas supusieron también ventajas para las 300 empresas nacionales e internacionales que ofrecieron puestos de trabajo: según los encargados de Recursos Humanos, para las compañías es un método efectivo ya que facilita el proceso de selección al tener un contacto directo con personas interesadas y capacitadas para las tareas. Sin embargo, desde la oposición se hizo mención a la Expo Empleo como una acción de marketing, además de facilitar el recorte de gastos para las grandes empresas.

Caían las primeras gotas cuando, a las 8:30, la fila de jóvenes comenzó a avanzar de manera fluida. El proceso de inscripción, a diferencia de años anteriores, fue completamente online y a través de la página web Potenciate. El nuevo mecanisno hizo que la cola fuera menor a las que se habían formado en las ediciones previas, si bien hubo gente desde varias horas antes de la apertura. Tampoco se aceptaron currículums en papel, sino que los aspirantes debieron cargarlos online; luego se les daba un código QR que podía ser escaneado en cada stand. La mejor organización fue un comentario recurrente entre los asistentes, aunque también hubo algunas quejas: “Lo del código QR está bueno, lástima que tenías que ir hasta Parque Patricios hasta retirarlo cuando lo podríamos haber retirado acá tranquilamente”, explicó Joaquín, un joven de 22 años que acudió a la exposición en busca de un mejor trabajo.

Desde la oposición se hizo mención a la Expo Empleo como una mera acción de marketing.

Hacia el final del primer día ya se habían inscripto más de 66 mil personas. Esta situación se dio en un contexto socioeconómico complejo, en el que el desempleo alcanzó el 10,1%, la cifra más alta desde 2006. No solo eso: el 20% de los jóvenes se encuentra desocupado y más del 50% en situación de empleo informal, según dio a conocer Atenea Centro de Estudios para el Desarrollo Nacional. Esta situación quedó en evidencia en las largas filas que se formaron en los stands de cadenas internacionales y algunas empresas que, aparentemente, ofrecían mejores condiciones y salarios.

“La realidad es que es urgente un trabajo, porque no alcanza para vivir. Así que estamos buscando lo que sea”, contaba Rodrigo, de 28 años, estudiante y desempleado reciente. El sistema de organización también resultó conveniente para cubrir mayores ofertas, ya que el escaneo del código QR personalizado acortó los tiempos que los jóvenes destinaban a cada stand y les permitió postularse a más trabajos. Esto fue algo beneficioso para Analía, de 40 años, una de las tantas personas mayores de 35 que acudieron a la exposición en busca de empleo, a pesar de que el evento no estuviera destinado para ellas.

Con predominancia de ofertas laborales relacionadas con lo técnico, la exposición giró en torno a los “empleos del futuro”. Este eje se vio reflejado en las novedades que se ofrecieron, basadas en nuevas tendencias y herramientas: pitch de empleo en los que los aplicantes tenían 60 segundos para explicarle a un empleador el porqué deberían contratarlo; pruebas de habilidades blandas y salas de escape, destinadas a evaluar el trabajo en equipo y las características de liderazgo, entre otras. Estas actividades se sumaron a los espacios de formación y asesoría de las anteriores ediciones. Para Juan Manuel, de 19 años, la incorporación de la tecnología fue un acierto: “Además de buscar una oportunidad laboral, también nos podemos divertir y pasarla bien.” De igual manera, varios coincidieron en la importancia de adecuarse a las nuevas exigencias del mercado laboral.

Según las autoridades porteñas, este año se ofrecieron 5.000 becas y 10.000 puestos de trabajo.

Según las autoridades, este año se ofrecieron 5.000 becas de formación y 10 mil puestos de trabajo. Sin embargo, las posibilidades de contratación no coinciden con las esperanzas de los asistentes: los perfiles buscados por las empresas requerían un rango etario muy acotado y vasta experiencia laboral, además de estar orientados a ámbitos distintos, primando los sectores de programación y gastronomía. “Yo tengo 22 y me preguntan qué experiencia tengo y todavía no la tengo, entonces qué tipo de empleo del futuro querés si yo recién estoy empezando”, decía Marisel quien, como estudiante de diseño de interiores, tampoco encontró demasiadas oportunidades relacionadas con su carrera. En el 2018, de 175 mil asistentes a la exposición, y con 20 mil oportunidades promocionadas, solo 1813 jóvenes consiguieron un empleo. Muchos quedaron fuera, y se espera que los números no varíen en esta ocasión, debido a un mercado laboral que año tras año expulsa a más trabajadores.

Otro punto que llamó la atención en la exposición fue el tipo de empleo ofrecido: abundaban las cadenas de comida rápida, ofertas de empleos administrativos, bancos y hasta se pudieron ver las famosas mochilas de delivery. En las redes sociales rápidamente se hicieron lugar las quejas y críticas a esta modalidad de la “Expochamuyo”, denunciándola como la profundización de la precarización y la flexibilización de los jóvenes. Con el hashtag #DesempleoJoven, incluso Ofelia Fernández, precandidata a legisladora por el Frente de Todos, escribió al respecto en su cuenta de Twitter: “¿Cuál es el flash de hacer un mega evento carísimo que asuma que las tasas de desempleo juvenil son escandalosas y solo proponga un paseo por las grandes empresas? No somos idiotas, un día en La Rural no va a resolver cuatro años de miseria.”

La Expo Empleo Joven terminó a las 20 del sábado, dejando expectativas pero también frustraciones en muchos jóvenes -y otros no tanto- que, como Joaquín, fueron con el objetivo de “crecer y encontrar un trabajo mejor”; o que, como Laura, buscaban su primer empleo. Mientras tanto, las cifras sobre desempleo continúan creciendo. Y Argentina, a pesar de ser sede de una de las exposiciones de mayor empleabilidad del mundo -como la promociona el gobierno-, encabeza el índice de desempleo joven de la región.

Banderas en tu corazón

Banderas en tu corazón

Walter Bulacio iba a su primer recital, el 19 de abril de 1991, cuando fue detenido y luego asesinado por la Policía. 

 

Varias manos levantan la tela roja y el mural se descubre en la sala de profesores del Colegio N°1 Bernardino Rivadavia, el “Riva”, ubicado en Avenida San Juan 1545, en la Ciudad de Buenos Aires. La música del violín es superada por los aplausos de estudiantes, profesores, compañeros y los demás asistentes. Lo primero que se ven son los colores del arco iris, brillantes y reflejando la luz. En la parte superior, hacia la derecha, la cara inmortalizada de Walter Bulacio sonríe en blanco y negro. Todos lo recuerdan así, sonriendo. El mural es una obra de arte, una explosión de vida y color rodeando el rostro del muchacho. Pero es también memoria, no sólo de una adolescencia interrumpida, sino también de una época y de una lucha.

Walter Bulacio tenía 17 años cuando la Policía Federal lo llevó detenido ilegalmente en el contexto de una razzia. Ricotero como muchos en esos años, ese 19 de abril de 1991, el joven iba por primera vez a un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Nunca pensó que en lugar de pasar la noche en el Estadio Obras, la pasaría primero en un colectivo -donde llevaban a los detenidos, que llegaron a ser más de 80- para luego ser trasladado a una comisaría del barrio de Núñez que, finalmente, se transformaría en la antesala de su muerte. Nunca pensó que esa sería su última noche consciente: la policía lo golpeó brutalmente, provocándole una agonía de cinco días. El único policía condenado -y recién en 2013- fue Miguel Ángel Espósito, comisario de la Seccional 35, pero no a prisión efectiva ni por asesinato. Como dice Teresa Franco, ex rectora del Rivadavia y profesora de Walter,  “se tardó mucho tiempo para que se haga justicia, y no es una justicia completa.”

El acto comienza a las 12:30. El motivo que reúne a estudiantes y profesores, tanto actuales como aquellos de 1991, es la inauguración del  mural en homenaje a  Bulacio. “No vamos a hacer hoy una biografía de Walter, sino un homenaje por la presencia, para saber que Walter está vivo en el recuerdo de cada uno de nosotros”, comienza Fabio Campagnale, el director del Rivadavia, en el buffet que lleva el nombre del homenajeado. Esta marca, así como un mural armado por los estudiantes, demuestran que Walter sigue presente en la memoria y entre las paredes del colegio en el que estudió hasta sus últimos días.

Docentes actuales y de la época de Walter participaron en el homenaje en el Bernardino Rivadavia.

El mural, titulado Walter Bulacio: el universo de la infancia y la adolescencia interrumpida, fue producido por el grupo de mosaiquismo Alikata; consiste en un retrato del joven y una construcción simbólica de la infancia y de la adolescencia realizada con juguetes y diversos objetos, como un walkman, cassettes y varios autitos. Esto se debe a que “es la etapa que vivió él”, explica Karina Zinik, directora del grupo artístico. La obra es descubierta en la sala de profesores debido a las condiciones climáticas; más adelante será colocada en el patio que también llevará el nombre del muchacho.

El proyecto comenzó casi por casualidad, pero se llevó a cabo gracias al muralismo comunitario, social y público que realiza Alikata  y a la fuerte presencia de la historia de Walter en la escuela. “Nos involucramos mucho con la historia, estamos todos muy conmovidos. Aparte, mientras lo estábamos haciendo pasó la masacre de Monte, que es otra aberración policial. Estas cosas siguen ocurriendo, entonces este mural  tomó una actualidad inesperada”, cuenta Zinik.

La memoria y el recuerdo es un punto recurrente durante el acto, que también cuenta con presentaciones del Taller de Música del Rivadavia -los chicos tocan canciones que hacen alusión a la vida de Walter-, y de una murga. Lorena Montauti, compañera de Bulacio en el secundario, sostiene que “este tipo de eventos te moviliza. La memoria se mantiene, y lo que transmiten las autoridades y los chicos es el dato fidedigno: pasó esto y seguimos buscando el 100% de la justicia.” Al Largui, como le decían, lo recuerda como un ángel que siempre ayudaba a quien lo necesitara. La descripción es útil, ya que muchos de los presentes aún no habían nacido en 1991, cuando Bulacio era asesinado por la policía. Pero según Teresa Franco, “la imagen de Walter le ganó al tiempo, le ganó a esa muerte, a ese asesinato”. Y ahora está también inmortalizada en la pared del “Riva”.

El homenaje se realizó en el buffet de la escuela, que lleva el nombre Walter Bulacio.

Walter se convirtió en un emblema de la defensa de los Derechos Humanos en una democracia que sigue viendo morir personas -sobre todo adolescentes- a manos de las instituciones. “Cada vez que se hacen estas cosas, que lo traemos a Walter de vuelta, no sólo es recordarlo a él, sino también a Miguel Bru, a Luciano Arruga, a todos los desaparecidos y asesinados en democracia por el gatillo fácil”, dice Alejandro Imperiali, del Espacio Memoria, a quien por tener un edad cercana a la que hoy tendría Bulacio, el caso lo afecta particularmente. “Por eso tenemos que sembrar memoria: para que juntos como sociedad podamos conocer las experiencias del pasado, transformar la realidad ahora y construir un futuro mejor”. Las palabras de Graciela Gutiérrez, supervisora escolar del colegio, expresan un pensamiento colectivo, y dejan entrever también un mensaje que se repite en todos aquellos que conocieron a Walter: “Gracias por no olvidarlo”.

Walter Bulacio sigue vivo en los aplausos de la gente, en las voces que entonan sus canciones favoritas, en los ojos que se humedecen al evocarlo. A partir de ahora está también en ese mural que lo muestra sonriente, como lo recuerdan. Porque Walter es una bandera en el corazón, como dice la canción «Juguetes perdidos», de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, dedicada a él, al cumplirse diez años de su asesinato.

 

 

De rock, folk y otros temas

De rock, folk y otros temas

“Con Arbolito tenemos una misma ideología política, un mismo camino. Estamos hermanados con la música, así que hay una comunión”, explica Bruno Arias.

Este domingo promete ser una gran fecha para la música argentina. Como si fuera obra del destino -o del buen trabajo de producción-, la primera edición del FestiBAl Otoño 2019 reúne al folklorista jujeño Bruno Arias y a la banda de rock folk Arbolito, dos propuestas de música popular y latinoamericana distintas, pero que coinciden en varios aspectos: sonoridades amplias, letras con decidido contenido social y un público en común. En el Teatro Ópera, los músicos presentarán sus últimos discos junto con las canciones que ya son clásicos.

“Va a ser una fecha muy linda. Si bien van a ser dos recitales, cada uno con sus repertorios, la gente que vaya al Ópera esa noche va a ver como si fuese un gran show”, sostiene Agustín Ronconi, guitarrista de Arbolito. La banda ya ha compartido escenario con Bruno Arias en otras oportunidades, tanto en peñas como en recitales. En esta ocasión, fueron invitados por la producción del festival a participar del ciclo de 16 conciertos -a lo largo de mayo y junio- que representan la cultura popular del país. La coincidencia entre ambos artistas, promocionada como un “encuentro de cultura andina, rock y folk”, pretende aprovechar los puntos en común de las propuestas artísticas. “Tenemos una misma ideología política, un mismo camino. Estamos hermanados con la música, así que hay una comunión entre las bandas”, explica por  el cantautor jujeño, y en esta percepción también coincide Ronconi, sobre todo en lo que respecta a las temáticas sociales y culturales, y de resistencia latinoamericana. “Nos consideramos compañeros de ruta, así que va a ser un placer compartir una vez más con él.”

Este domingo, en el Teatro Ópera, serán dos shows en uno.

El show consta de dos partes. En el caso de Arbolito, su momento protagónico será un “pantallazo actual del lugar donde está la banda hoy, con alguno temas clásicos re-arreglados y con sonoridades nuevas”, cuenta Ronconi. Además, el grupo formado en 1997 por estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) estrenará dos de las tres canciones que conforman su último álbum, Simples vol.III: «Los vigilantes» y «Maquinola». La tercera canción la tocarán por primera vez en la presentación oficial del disco, en agosto. El proyecto Simples comenzó en 2016 y actualmente cuenta con tres volúmenes, cada uno con tres canciones. “Hay distintas razones por las que encaramos de esta manera: no estábamos como para embarcarnos en una producción muy grande, más que nada por los costos que supone; y por otro lado, teníamos ganas de trabajar con distintos productores para darle a cada canción una identidad distinta”, explica el guitarrista y cantante del grupo que, además, autogestiona sus proyectos. En esta ocasión, Simples vol.III lo produjeron junto a Luis Volcoff y Lito Daverio, dos productores jóvenes que aportaron una sonoridad más tecnológica al disco.

Por su parte, Bruno Arias presentará canciones de su último disco, Eterna risa, en un despliegue con banda completa y bailarines, e invitados internacionales como la cantora brasilera Indiana Nomma, el cantautor cubano Raúl Torres y Víctor Contreras, “uno de los mejores vientistas andinos que hay en Chile”.

Tanto Arias como Arbolito mantienen una actitud comprometida con la realidad sociopolítica del país y de América Latina que se expresa en su música, desde las temáticas que abordan sus canciones hasta las participaciones en recitales solidarios -como el realizado en apoyo a los despedidos de Clarín, en el caso del folklorista. Las expectativas por el año electoral se mezclan con sus propios deseos, en los que también encuentran un lugar de coincidencia entre ellos. “Si hay algo que esperamos es de alguna manera poder a volver a tener un proyecto de país con un rumbo y que nos pueda volver a representar un poco más a todos y a todas”, sostiene Ronconi. Mientras que Arias, en la misma línea, considera que lo más importante en estos tiempos es mantener la unidad, “sobre todo porque nos viven dividiendo política y culturalmente, y el pueblo tiene que estar siempre unido, porque los políticos pasan y el pueblo es el que queda.” Para ello confían en la música como forma de darle alegría a la gente, para ayudar a transitar los momentos difíciles. Desde el escenario, Arbolito pretende hacer lo que siempre hizo: “Generar el encuentro, generar emoción y la posibilidad de seguir adelante con lo que tengamos, pero a la vez de darnos fuerza para revertir los malos tiempos y seguir peleando por la posibilidad de tener un proyecto de país un poco mejor.” Arias expresa en palabras ese plus que caracteriza, a su vez, a ambas propuestas musicales: “Y si también, a través de la canción, puedo sembrar conciencia y visibilizar alguna lucha social o algo que está pasando en la actualidad, mejor.”

El 26 promete ser una noche distinta en el Opera, una noche  de folklore con aires de rock, y de rock con sonoridades andinas. Pero, sobre todo, de encuentro con la música popular, de la mano de Arbolito y Bruno Arias.