Sin fruta y sin trabajo

Sin fruta y sin trabajo

El Puerto de Frutos fue inaugurado originalmente como Mercado de Frutos del Puerto de Tigre, a la vera del Río Luján, por iniciativa de vecinos y productores del Delta en 1938. Abastecía de frutas y hortalizas a una buena parte del gran Buenos Aires y sus alrededores. En 1983 la Municipalidad habilitó los locales de la Feria Artesanal, añadiendo un paseo comercial a cielo abierto que en épocas normales recibe más de cien mil personas por día. En marzo, el Puerto cerró sus puertas con el fin de respetar las medidas sanitarias indicadas por el gobierno nacional. El aislamiento social, preventivo y obligatorio generó que un gran número de trabajadores tuviera que buscar una forma de subsistir y reactivar sus actividades comerciales de manera alternativa. Ahora, algunos se plantean la posibilidad de dejar el predio debido a las deudas acumuladas hasta el momento.

“Hace 26 años que tengo el local en el puerto y en este momento, estoy sin empleados. Ya veníamos con una decadencia bastante importante de los últimos tres años, ya estaba trabajando sola”, cuenta Marta Castro, de Artesanías MB. En su local se pueden encontrar productos de fibras naturales y cestería, pero mayormente realiza trabajos de modelado en fibrofácil: “Yo hago cajas y productos de decoración. Y en éste momento la estoy pasando muy mal porque no puedo vender prácticamente nada por vía telefónica o por Internet. Encima, son productos frágiles, muy propensos a romperse en los traslados”, agrega.

Con respecto a la reactivación del turismo, Castro, como muchos comerciantes, no ve un futuro auspicioso: “Va a ser un tema bastante largo. No lo veo con una solución inmediata, más allá de que todos queremos que así sea. Pero el distanciamiento social ahí va a ser difícil de mantener, los lugares de afluencia son muchos y no creo que puedan controlar a la gente”, comenta.

Algunos artesanos se plantean abandonar el predio debido a las deudas acumuladas durante el ASPO.

La producción en el Puerto es diversa. En muchos casos, depende de personas de diferentes lugares del país que brindan un valor agregado a los productos que se comercializan, generando una compleja cadena productiva que durante la pandemia se ha visto altamente afectada. Trabajadores de un puesto de artesanías wichi, ubicado en el corazón del Puerto de Frutos, contaron que “recibir mercadería se ha vuelto un desafío. Trabajamos con productos del noroeste argentino (NOA). Casi todos nuestros artesanos cerraron, interrumpieron su producción. Logramos apenas un poco de mercadería con artesanos de Formosa y con algunos de Tucumán, pero traer algo de Jujuy y de Salta es imposible”.

Otros emprendimientos dependen mayormente de la producción de cooperativas locales y trabajadores de la zona. Es el caso de Mario De Gois, de Artesanías Delta, que junto a su familia se dedica al comercio de objetos de mimbre, junco, madreselva y pino, entre otros materiales: “La atención al público es familiar, no tengo empleados, y la producción depende de artesanos que trabajan al día, algunos de la zona de Tigre y otros en localidades cercanas. Hoy subsistimos con pocas ventas, habitualmente de clientes que también trabajan de lo mismo y que tienen un mini emprendimiento. Son pocos los pedidos que surgen, debido a que la gente no puede venir a buscarlos, así que los enviamos por encomiendas. La idea es cuidarnos todos, el cliente y nosotros. A nivel económico es muy duro, pero se puede llevar adelante con paciencia. Estaremos con el mango justo, pero sin que el virus nos lleve a otro estado”, relata.

Hoy el predio se encuentra cerrado y sólo se permite a los comerciantes asistir a sus locales para retirar productos. Siempre tomando las medidas necesarias, como el distanciamiento social, la sanitización y el control de temperatura. Muchos pequeños comerciantes coinciden en que hubo una baja importante en el alquiler de los locales.

«Macetas del puerto», el emprendimiento de Mónica Lusquiñox y Camila Otero. Ahora venden online. 

Mónica Lusquiños y Camila Otero son madre e hija, pintan macetas de manera artesanal desde hace 11 años. Juntas formaron Macetas del Puerto, un emprendimiento familiar que comenzó como en la feria artesanal a través del impulso de la Secretaria de Empleo del Municipio. Actualmente cuenta con dos locales dentro del predio: “La verdad es que con todo esto se está haciendo muy complicado. A partir de este emprendimiento yo puedo solventar, por ejemplo, mis estudios universitarios, mis ingresos son netamente de esto”, dice Otero, estudiante de Veterinaria en la UBA.

“Obviamente que pagar alquileres es imposible, ni hablar de los impuestos. Hay un montón de compañeros que ya se dieron de baja, que ya sacaron toda su mercadería del local, que ya nos dijeron que no iban a volver a abrir. Nos siguen facturando la luz, cuando la última vez que abrimos fue el 15 de marzo”, agrega Otero en relación a la situación genera de los comerciantes.

Mientras tanto, muchos comerciantes intentaron reinventarse con la intención de obtener algún ingreso. Trabajadores de El Productor, un local que vende flores secas frente a la entrada principal del puerto, contaron que “el 70% de las ventas está dedicado a clientes nuevos que se han conectado a través de la página web, gracias a las ventas por internet se puede ir sobrellevando el mal momento”. También Marcelo, de Casa Stella Maris, un comerciante del mismo rubro y que lleva en la zona más de 40 años con su local, dice que están viviendo “un momento durísimo. Veníamos de años flojos, ahora mucha red social, venta mayorista y minorista, nos estamos adaptando para sobrellevar el momento y no cerrar. Pero el adaptarse a mi edad cuesta un poco”, completó.

Todos coinciden en que las ventas online son una alternativa en este momento: “Cuando habilitaron lo que es venta por delivery empezamos a hacer algunas ventas por Facebook, por Instagram, publicamos en Market Place. Y bueno, eso nos ayudó a tener algún pequeño ingreso como para seguir bancándonos en casa: la comida y pagar impuestos de nuestro hogar. Hacer delivery es arriesgarse. Entonces estamos medio desganados” cierra Otero.

Una feria virtual, pero bien real

Una feria virtual, pero bien real

La 9ª Feria de Editores (FED) será virtual. El evento reunirá a más de 160 editoriales de Argentina y América Latina y se llevará a cabo los días 7, 8 y 9 de agosto de 18 a 20 horas a través del sitio web de la FED. En esta versión, adaptada a tiempos de pandemia, los lectores podrán hacer un recorrido  virtual por cada sello editorial y ponerse en contacto con los editores. La novedad este año: librerías y distribuidoras se suman para completar el circuito del libro. Además, quince charlas con autores y referentes de la actualidad cultural serán transmitidas en vivo a través del canal de YouTube de la FED.

Algunas de las editoriales que estarán presentes en la FED virtual son Ediciones Godot, Mardulce, Alto Pogo, Limonero, Gourmet musical, Galeria Editorial, Caja Negra, Editorial Leteo, Pequeño editor, entre otras. Además, las autoras francesas Mathilde Ramadier y Anaïs Depommier contarán los procesos creativos para una biografía ilustrada; la cineasta y guionista brasileña Anna Muylaert tratará el panorama político y cultural brasileño. Luis Chitarroni, Martín Kohan, Karina Galperin y Santiago Kalinowski, también serán parte de los debates.

La FED es un encuentro que invita a los lectores a descubrir nuevos sellos y conversar con los responsables de sus editoriales preferidas. Desde su primera edición, en 2013, fue creciendo año a año hasta consolidarse como un evento cultural que marca el pulso del mercado editorial en la región. Víctor Malumián es editor en Ediciones Godot, un sello que publica textos de no-ficción, cuentos y novelas gráficas, entre otros géneros. Junto a Hernán López Winne dirige y organiza la FED en Buenos Aires.

“Los cambios fueron necesarios, más que obligatorios –señala Malumián-. En esta edición hay cierta federalización del contenido. Pensar en torno a cómo hacer más accesibles los contenidos me parece interesante. Otra cosa que creo interesante del contexto es que motivó a un montón de editoriales a digitalizar sus catálogos. Hay un montón de nuevos tipos de accesos que se dan cuando digitalizás los contenidos”.

Esto reabre el debate sobre la coexistencia de soportes en el mundo del libro. Malumián afirma que “evidentemente hay algo de la experiencia que se pierde” pero “la historia de la edición nos muestra que los formatos han convivido durante muchos años y nunca un desplazamiento fue radical ni abrupto”. Y asegura que el futuro del mercado editorial estará marcado por “una tríada entre experiencia de lectura, mercado, es decir la capacidad de acceder o no a ese contenido, y el contexto de lectura”.

En torno a la decisión de incorporar a las librerías a la Feria, Malumián argumenta que “tiene que ver con entender el mundo del libro como un ecosistema” en el que confluyen actores interdependientes: “En un momento donde la estamos pasando mal todos, creo que tenemos que tener un tipo de gesto para con las partes que nos rodean  y que hacen posible que el libro exista, circule y sea leído. Este año ampliar ese trabajo tuvo que ver con la idea de que cada editorial elija una librería y que ella sea la que ejecute la venta”, agrega.

Otra de las editoriales que participaran de la FED es Limonero, un sello fundado en 2014 por Luciana Kirschenbaum y Manuel Rud, especializado en publicación y difusión de libros ilustrados para pequeños y grandes lectores. En 2019 Limonero recibió el premio a la Mejor Editorial de América Latina, otorgado por la Bologna Children’s Book Fair. Dado el valor estético que llevan las publicaciones de esa casa editora, Kirschenbaum cuenta que algunas modificaciones en la cadena de comercialización durante la pandemia “impactaron fuertemente”, pero también logró extraer “algo positivo”: “Hubo bastante venta en nuestra tienda online. Quizás, con los niños en casa, había algo más de tiempo para compartir lecturas, buscar nuevos libros, y, por ponerle una pincelada optimista al asunto, nos ayudó”.

De cara a la FED virtual, Kirschenbaum sostiene que “todos están haciendo su mejor esfuerzo para mantener el vínculo con los lectores. Las ferias son fundamentales. A la FED vamos especialmente los editores y ahí tenemos un pulso directo de los intereses de los lectores, las repercusiones de las novedades. Ahora estamos imprimiendo y confiamos en que vamos para adelante. Ojalá el año que viene podamos tener el cara a cara con los lectores”.

Galería Editorial es otro de los sellos que participarán. Desde 2011 Matías Duarte y Ioni Scheines ubican su línea editorial en una zona limítrofe entre la historieta, el humor gráfico y la ilustración. Algunos de sus títulos más conocidos son “¿Dónde está Perón?”, “Google Poético” y “Enciclopedia Mundial del Coso”, su último lanzamiento.

Duarte y Scheines aseguran que no registran modificaciones en sus formas de editar: “No vivimos con melancolía este momento. Tampoco es que nos afectó en cambios de edición. Hacemos tiradas que no superan los 1.500 libros. O sea tampoco planeamos hacer un bestseller. No vivimos buscando eso, no es nuestro objetivo”.

En cuanto a la virtualidad de la FED afirmaron estar un poco más preocupados: “Nuestros libros, todos, son distintos entre sí. Cada vez que queremos hacer un libro nuevo pensamos un formato y adaptamos todo el libro a la idea. Por ende, terminan siendo todos objetos distintos. Y para nosotros es clave que la gente interactúe con ellos porque ahí es donde el libro garpa. Si vos encontras en una librería cualquiera de nuestros libros te llaman la atención. Y ahí marcamos la diferencia. Por eso lo virtual nos juega un poco en contra”, comentan.

Sobre la actualidad del libro y las implicancias que la pandemia tuvo en el sector, el traductor, escritor y editor de Editorial Leteo, Christian Kupchik, arroja una reflexión acertada: “Es inevitable tener que asumir la digitalización como una herramienta más de llegada a los lectores. Nosotros al menos defendemos muchísimo el libro en papel. Creo que es un formato, un soporte, que se va a mantener  vigente, que llama a cierto fetichismo en muchísimos lectores. La prueba está en que comparados con otros soportes electrónicos, por ejemplo la música o el cine, el libro en papel aún resiste. Y creo que forma parte de un arte, de una manera de leer, de un tiempo que no va a poder ser erradicado tan fácilmente”.

 

¿Cómo reducir la brecha digital?

¿Cómo reducir la brecha digital?

Una de las tantas desigualdades que emergieron con la pandemia fue la enorme brecha digital que existe en el país. Durante los últimos meses, diferentes ámbitos de la vida cotidiana se vieron afectados por no contar con los recursos o dispositivos adecuados, la deficiente o nula conectividad y la falta de educación para la correcta usabilidad. Cuestiones que establecieron interrogantes sobre qué fue lo que se hizo durante los últimos años desde el Estado para solucionar este problema, qué medidas se están tomando en la inmediatez y qué aspectos deberían revisarse para afrontar la pospandemia.

Lo que conocemos como brecha digital ya no significa lo mismo que aquel término que logró instalarse en la agenda pública hace casi veinte años durante la cumbre mundial de la Sociedad de la Información, y remitía a una idea de división entre aquellas personas que tenían conectividad y las que no. O, incluso contando con ella, mostraran limitaciones para su uso. Entender la brecha hoy implica rever los aspectos que lo determinan. No sólo porque el escenario actual no es el mismo, sino también por la complejización de las estructuras sociales, cuyas irregularidades se dejaron ver con la llegada de la pandemia.

La investigadora y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Mariela Baladrón, sostiene que habría que discutir el concepto de brecha digital para entender la problemática de forma más profunda y abordarla como una idea interseccional: “En general se trata de analizar la desconexión en conjunto con la desigualdad y la diferencia, que son aspectos que están interrelacionados. Las desigualdades no son simplemente cuestiones de acceso a infraestructura. Hay que tener en cuenta la apropiación de tecnología por parte de las personas, sus capacidades, sus circunstancias de vida”.

Algunas de las iniciativas para reducir la brecha en el país fueron el Plan Nacional de Telecomunicaciones Argentina Conectada, basado en la inversión pública para el despliegue de infraestructura y el Programa Conectar Igualdad para la entrega de computadoras en instituciones escolares públicas, que contemplaba, además, software con contenidos educativos. Ambos creados en 2010 durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.

«Habría que producir información que permita conocer el costo de una canasta básica de telecomunicaciones», dice Monje.

El primero proponía el desarrollo de una Red Federal de Fibra Óptica, compuesta por una red troncal nacional y redes provinciales a la que se interconectarían operadores más pequeños, ya sean pymes, cooperativas u otro tipo de prestadores. También consideraba los Núcleos de Acceso al Conocimiento, lugares equipados donde las personas podían ir a realizar talleres. Contemplaba la inclusión digital, optimización del uso del espectro radioeléctrico y fomentaba la competencia en el sector, entre otras cuestiones.

En 2018, durante la gestión de Mauricio Macri, Conectar Igualdad fue suspendido y reemplazado por el plan Aprender Conectados, modificando la entrega de netbooks por tablets que no estaban orientadas a fines educativos. En cuanto al Plan Argentina Conectada fue reemplazado por el Plan Federal de Internet y continuaron las inversiones principalmente con recursos del Fondo de Servicio Universal a través de ENACOM. El manejo de los fondos durante los últimos cuatro años se caracterizó por la discrecionalidad. Los mayores porcentajes se repartieron entre ARSAT y EDUCAR, ambas empresas del Estado, dejando afuera de este beneficio a pymes y cooperativas que operaban en los lugares más postergados del país.

Durante el actual aislamiento social, preventivo y obligatorio, las autoridades políticas intentan poner el foco en resolver problemas de conectividad. ENACOM ordenó congelar precios y suspender los aumentos de telefonía fija, móvil, internet y televisión paga hasta el mes de agosto. Además del desarrollo y ampliación del programa +Simple, con la entrega de tablets a organizaciones educativas, beneficiarios de diferentes planes sociales y jubilados.

En Brasil, internet es considerado un servicio esencial y en Chile se discute en el Parlamento para declararlo servicio público.

En esa misma línea, el diputado nacional Pablo Carro presentó un proyecto de ley para que el acceso a internet sea considerado un derecho humano. Esta iniciativa retoma los lineamientos de Argentina Conectada y toma como base la garantía de universalidad establecida en la ley Argentina Digital, cuyos aspectos fundamentales fueron modificados por decreto en 2015 por Mauricio Macri, desregulando la competencia y dejando a pequeños operadores sin resguardos ante criterios del libre mercado.

En relación a esta iniciativa, Ana Bizberge, especialista en regulación de medios y telecomunicaciones, comenta que no es una medida aislada en la región: “En el caso de Chile, se debate en el Congreso un proyecto para reconocer el acceso a Internet como servicio público de telecomunicaciones. Eso significa que, si prospera, las operadoras tendrían que cumplir con las obligaciones de continuidad y calidad de servicio de acceso. A su vez, en Brasil, el Marco Civil de Internet, sancionado en 2014, define Internet como servicio esencial, aunque existen ciertas tensiones que en la práctica dificultan la universalidad del acceso a la banda ancha”.

De cara a la pospandemia, Daniela Monje, doctora en Comunicación (UNLP) e investigadora, afirma que en materia de políticas públicas, la discusión es amplia y debe tocar diferentes aspectos: “Para empezar, el tema de la desigualdad de acceso en Argentina, ya que no se presta cómo un servicio universal. El proyecto de ley que se discute actualmente en sede parlamentaria sería una dirección importante. Luego una regulación inteligente que permita fijar tarifas y precios justos y razonables. Además habría que producir información socialmente relevante que permita conocer el costo de una canasta básica de telecomunicaciones a fin de fijar políticas al respecto”, comentó.

Queda claro que para minimizar la brecha, la regulación estatal es una herramienta imprescindible e involucra tanto al sector público como al privado. Dado que la inclusión digital no podrá prosperar sin cuestionar los modelos de negocios de las grandes empresas de telecomunicaciones que hoy dominan el sector.

De la calle a la nube digital

De la calle a la nube digital

Las ferias de arte impreso, refugios analógicos de nuevas-viejas prácticas de lectura y encuentro, brindan posibilidades de difusión a ilustradores, artistas y autores de literatura experimental. Hoy, a más de tres meses de haberse decretado el aislamiento social, preventivo y obligatorio debido a la pandemia del coronavirus, los organizadores de ferias y realizadores se las ingenian para mantener viva la comunicación sensorial que indefectiblemente se ve afectada por la reclusión y la primacía del medio digital.

“Una de las ideas que promovemos desde Tranza es la gráfica como salida laboral, más allá del placer y la potencia estética, poética de las producciones” sostiene Mariel Uncal Scotti, quien junto a otras compañeras en 2017 creó Tranza, un festival que reúne a gráficos locales y de todo el país en la ciudad de La Plata: “Creemos que la resistencia posible en un sistema tan desigual y opresor viene por el lado de la construcción colectiva, el apoyo y el intercambio horizontal, desde la autogestión. Lo rico está en el encuentro de heterogeneidades”, dice. En relación a la feria de este año Mariel agregó: “El contexto nos tiene en stand-by respecto a la realización del festival. No pretendemos por ahora replicar la feria gráfica en las redes, pero sí compartir y promocionar espacios y proyectos que viven de la producción gráfica, para que la gente los consuma y apoye económicamente”.

La autogestión es una dimensión fundamental en el circuito gráfico. Casi como una reacción a la creciente digitalización del mundo, las ferias crecieron exponencialmente en la región durante los últimos años. Muchas veces por necesidades económicas debido a la crisis que atraviesa el sector, otras debido a las excluyentes reglas del juego que rigen el mercado editorial. Pero a decir verdad, la razón de ser de los eventos es, en primer lugar, el deseo genuino de encontrarse.

A principios de 2018, Luis Juárez estaba terminando de imprimir el primer número de Revista Balam, una publicación de fotografía contemporánea. Frente al desafío de distribuirla se encontró con que los espacios como librerías o tiendas de museos ofrecían un movimiento que se ajustaba bien a proyectos editoriales grandes pero no llegaba a generar el intercambio necesario para una publicación independiente. Faltaba el contacto entre el editor y el público, la construcción de una comunidad: “Lo que comenzó como una intención de hacer circular la revista, terminó siendo un encuentro para muchos proyectos independientes y autogestivos que tenían la misma necesidad de poner en movimiento sus trabajos. Así nació feria Migra”, comentó. “Hoy estamos haciendo múltiples talleres online que tienen que ver con formas alternativas de pedagogía para seguir produciendo contenido de una forma más consciente”. Se refiere al rol de Escuela Migra, un espacio de aprendizaje no formativo imprescindible en tiempos de aislamiento. “Asumimos un rol de comunidad y plataforma. Nos gusta pensar que enlazamos mundos y fomentamos el intercambio afectivo a través del trabajo en equipo”.

Las ferias reúnen a editores de publicaciones independientes, realizan talleres de impresión tipográfica, serigrafía y armado de fanzines. La popularización de antiguas técnicas de impresión analógica permite materializar el trabajo editorial como algo singular. Sol Gil y Antonio Werli fundaron Ínsula Editora en 2016. Diseñan, imprimen y publican libros de tiradas únicas: “Apostamos a lo analógico. Hay toda un aura de rescate del pasado en nuestro proyecto que nace de hacer tiradas muy limitadas, no distribuir en librerías y generar un vínculo más directo con el lector. Las ferias están muy vinculadas a nuestro origen” contó Sol. La digitalización de los vínculos durante la cuarentena tocó una fibra fundamental de Ínsula: “A nivel de ventas el ingreso fundamental son las ferias así que mientras tanto, las pocas ventas que se dan, son por las redes, que no es mucho. No somos tan activos buscando el vínculo por medios digitales, ahora estamos trabajando en proyectos de libros futuros”

Se plantea entonces un dilema, sobre todo en tiempos de encierro: ¿Qué es lo que tiene la experiencia del encuentro que se pierde o reinventa en el ámbito digital? Mariel plantea que “lo que no puede reproducirse en lo virtual es el encuentro real con personas inesperadas, el intercambio no-efímero de las producciones gráficas y de la palabra en sí. Internet es infinito pero los algoritmos nos llevan una y otra vez a lo conocido. En un espacio real, el azar es un componente enriquecedor” y agrega “¿Cómo reproducís el aroma de la tinta serigráfica, la textura de un papel reciclado?”.

Proyecto Piraña nació en 2016 con el fin de generar redes e incentivar el trabajo colaborativo de manera independiente, publica fanzines, libros e imprime posters. Además, cuentan con un kiosco digital y durante la cuarentena lanzaron Piraña TV, una plataforma donde comparten contenido audiovisual, gifs y animaciones. Respecto al dilema de lo físico frente a lo digital, Belén argumenta: “Me parece que está buenísimo incorporar diferentes formatos que hasta el momento fueron sólo impresos o sólo tangibles al mundo digital, pero como una herramienta. Y como algo que extienda los horizontes y permita que también se democratice el universo artístico, que cada vez más personas puedan participar y animarse a hacer cosas”

Desde el punto de vista de la potencialidad que brinda el medio digital, Magui Testoni de feria Paraguay sostiene: “La digitalidad no tiene geografía y posibilita el encuentro simultáneo de personas de diferentes países, permite estar también donde no se está. Por eso pensamos que, a partir de ahora, lo digital va a tomar una perspectiva paralela y cotidiana a los eventos físicos de las ferias de arte impreso”. Paraguay abrió la convocatoria para realizar un Mural Digital de Obras Premonitorias: “La cuarentena nos puso a pensar en el aislamiento, la digitalización de las relaciones, la supervivencia y quisimos exponer los mensajes premonitores que cargan algunas obras creadas antes de la pandemia”.

Por otro lado, Migra realiza una edición de la feria en su sitio web. Abren la tienda, leen poetas y sostienen una programación online vía Instagram: “En la edición online nos dimos cuenta que contamos con los medios para unir a figuras clave de la comunidad. Organizamos un conversatorio que llamamos “El paradigma de las ferias” e invitamos a organizadores de Feria Paraguay (Argentina), Feria Tijuana (Brasil), Festival Carboncito (Perú), Impresionante (Chile), Microutopías (Uruguay) y Feria Rrréplica (México) a reflexionar sobre los siguientes pasos frente al nuevo paradigma”.

Si algo queda claro es que las nuevas narrativas suman, pero no reemplazan. Será cuestión de ver cómo, en este contexto de aislamiento, se reorganiza el mapa de eventos y  al mismo tiempo, surgen reinterpretaciones creativas del genuino deseo de encontrarse.