Barbudos, pero no tan villanos

Barbudos, pero no tan villanos

En la Argentina, más de 80 barbudos integran la organización.

La caridad, la familia, el respeto, la lealtad y la barba son los pilares de los integrantes de  la hermandad Bearded Villains, un colectivo de “villanos barbudos”. La agrupación surgió en Los Ángeles en 2014 y, un año después, logró reclutar a más de 80 integrantes en toda la Argentina. Comenzó en Buenos Aires y se expandió por Santa Fe, Mendoza, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Neuquén y Chubut. A pesar de la distancia, los une un propósito en común: ayudar a las personas en situación de calle y derribar los prejuicios sobre ellas. 

Los villanos dicen que saben lo que es ser subestimado por la sociedad, que a muchos de ellos los prejuzgan por su aspecto. Sus largas barbas, tatuajes, piercings, ropa de cuero, borcegos y cadenas para algunos inspiran miedo, pero detrás de su estética, prevalece la intención de construir su propia identidad y la de los “fantasmas” que el Estado ignora. Los más necesitados, en cambio, los consideran una mano amiga, como los chicos del Hospital de Niños de La Matanza quienes los llaman “los reyes magos rockeros”.

Todos los miércoles, el grupo de barbudos porteños se reúne en Parque Patricios a las nueve de la noche para iniciar la recorrida semanal. Después de saludarse con un abrazo, comienzan a cargar en sus camionetas las donaciones que recolectaron durante la semana: ropa, juguetes, frazadas, bebidas y conservadoras cargadas de comida caliente.

Axel López, un transportista de chicos con discapacidad, aporta su furgoneta para realizar las donaciones.

Axel López, de 26 años, es chofer de transporte de chicos con discapacidades y presta su furgoneta escolar para la recorrida nocturna. Su interés por los actos caritativos surgió de las colectas que realizaba su colegio secundario. Cuando sus tiempos comenzaron a limitarse por trabajar jornada completa, inició su propio proyecto, “Algo Real”, juntando donaciones por su cuenta y visitando comedores. Recientemente, se acaba de incorporar a Bearded Villains y está “en instancias de evaluación”. Es que “para llegar a ser villano pueden pasar cinco o seis meses, depende de la dedicación de cada uno”, explica Agustín Calviño, que cumplió un año como integrante oficial del equipo. “Al mismo tiempo que entré yo, entraron un montón que, al día de hoy, no son villanos porque no se pusieron las pilas. Esto no implica solo venir los miércoles. Hay un montón de valores y una bandera que llevar. Los brothers caminan en la calle, llevan el chaleco, consiguen cosas para eventos que organizamos… Nos ponemos la camiseta. El que no se la pone, no va a convertirse en uno de nosotros”.

Para Héctor Ponti, alias El General, padre de Mauro, fundador de Bearded Villains Argentina, hay un motivo principal por el que se exige tanto compromiso. “No les podemos fallar. Son amigos”, dice en referencia a las personas que visitan regularmente. “Nos abrazamos, acariciamos, nos damos un beso. Y saben que siempre nos pueden pedir algo que necesiten.” Otro de los integrantes del equipo, Antonio Pontelli, agrega: “Nos están esperando siempre como si fuéramos la salvación, porque la sociedad les pasa por al lado, no los mira ni los escucha.” Antonio sabe de qué habla: de joven vivió en la calle, hasta que un médico reconoció su capacidad para la artesanía, le enseñó y le dio las herramientas para iniciar un proyecto laboral.

Los villanos aportaron el guiso de arroz y el jugo de naranja para festejar el cumpleaños de Nicole.

 La primera visita de la noche se llevó a cabo en 24 de Noviembre y Avenida Juan de Garay. Cuatro hermanos sentados sobre un sillón en la vereda, junto a un automóvil que cargaba un cartel titulado “Feliz cumple Nicole, 5 años” y bajo una hilera de globos colgados, recibieron a los villanos con entusiasmo. La pequeña mesa vacía pronto se llenó de bandejas de guiso de arroz y jugos de naranja que los visitantes llevaron. Ponti contó que ven cada vez más familias en estas condiciones.

La imagen se reiteró en el Hospital Ramos Mejía: una pareja con dos niñas pidió una porción de guiso, algunas personas se acercaron a saludar a los Villanos, y otras tantas se abalanzaron sobre una de sus camionetas para encontrar un abrigo. Un grupo de voluntarios ingresó a la sala de espera a repartir bandejas a los pacientes, entre ellos, a un anciano que dormitaba sobre las sillas de plástico. “Mario es un viejito que vive en el hospital. Tenía una armónica, se la robaron, entonces le compramos otra. Cuando nos ve, viene y nos abraza. Es un viejito que todos quisieran tener en su familia, pero está tirado ahí”, lamentó El General

Después de hacer algunas paradas más sobre Avenida Rivadavia y repartir las provisiones a las personas que se encuentren durmiendo sobre colchones despedazados y en las puertas de una iglesia cerrada, los villanos concluyen en la recova de Once. Lo que al principio parece un pasillo desierto, pronto se colma de gente que se concentra alrededor de los recién llegados. 

En el otro extremo de la recova, permanece sentado y encorvado un hombre que no despega su mirada del suelo. Es Juanito, sufre de demencia, y al único que le permite acercarse es al General. “No quiere nada de nadie, ni un plato de comida; pero cuando yo le llevo uno, el tipo se desespera. Logré acercarme a él metiéndome en su pellejo. Juancito no tiene medias, tiene un par de zapatos con punteras de acero que no puede calzar porque tiene los pies hinchados, lastimados de úlceras. ¿Vos pensás que alguien se le acerca, le da una mano o una caricia?”

Juanito es el único que se mantiene alejado del gentío reunido alrededor de las camionetas. Los voluntarios intentan ocuparse de todos: reparten la ropa, ofrecen un segundo plato de comida y entregan vasos de telgopor con saquitos de té y chocolates para el desayuno del día siguiente. Algunas cosas escasean, como el vestuario para hombre, pero sobra la voluntad de los villanos para encontrar opciones alternativas.

Para ser aceptado en la hermandad, primero hay que demostrar compromiso con la causa.

“Siempre hacemos canje”, asegura Ponti. “Mi nuera es tatuadora, y parte de lo que recauda va para Bearded Villains. Mi yerno trabaja en una panadería y aporta bolsas de pan, facturas y bizcochitos. Contamos con la ayuda de dos venezolanos que hacen arepas y tortas. Y otros tantos se dedican a la cocina. Mi señora tiene un local de ropa, y cuando va a comprar mercadería, siempre trae algún abrigo, frazadas o zapatillas”.

La recorrida se reitera todos los miércoles, pero en el resto de la semana predomina el afán de seguir ayudando. Cada villano se acerca a las personas en situación de vulnerabilidad que se cruzan en su rutina diaria y mantienen encendida su misión: “La verdadera revolución del hombre va a ser el día en que pueda mirar al otro a los ojos y se dé cuenta de que el que está enfrente es igual”, reflexiona Calviño. “Esto lo vengo diciendo desde los 18 años, y estos tipos me están haciendo ver que tenía razón”.

“Somos sangre de cada tripulante”

“Somos sangre de cada tripulante”

Los hermanos de las víctimas son quienes brindarían apoyo psicológico a los padres al momento de revelar las imágenes del hallazgo.

“Creemos que es una exclusión totalmente injusta”, plantean las hermanas y hermanos de los tripulantes del ARA San Juan. El próximo 23 de abril se realizará una audiencia para exhibir el material visual que la empresa Ocean Infinity recolectó durante el hallazgo del submarino en noviembre del 2018: será un encuentro de acceso limitado a familiares que, según el Juzgado Federal de Caleta Olivia, incluye únicamente a “madres, padres, esposas/convivientes y/o hijos mayores de edad”.

 Los hermanos y hermanas no figuran en la lista e iniciaron un reclamo ante el Juzgado, pero obtuvieron una respuesta insulsa: no podrán acceder por “una cuestión de espacio”. “No es un motivo valedero porque somos 300 personas, con toda la furia”, dice la hermana del tripulante Daniel Alejandro Polo, Isabel Eugenia Vilca. La jueza federal a cargo, Marta Yáñez, explica que los interesados en concurrir deberán acreditarse para evaluar un número estimado de asistentes y habilitar más lugar en base a ello, pero por el momento no hay novedades que insinúen un cambio.

La hermana del tripulante Luís Leiva, Natalia Leiva, sostiene: “Esta fue una respuesta a los medios, pero nosotros pensamos que no participamos porque jurídicamente no tenemos validez legal para la leyes argentinas”. Agrega que, en caso de que fuera el espacio el inconveniente real, debería resolverse con una sala de mayor capacidad.  

“Nosotros le pusimos el cuerpo a esta lucha”, expresa Natalia. Tanto ella como otros hermanos participaron de la investigación en conjunto desde que se conocieron en la base naval de Mar del Plata, en noviembre del 2017. Hoy se mantienen comunicados a través de un grupo de WhatsApp para trabajar en equipo nuevamente, esta vez, por la búsqueda de un derecho.

La jueza Yáñez argumenta que no hay espacio para que los 24 hermanos presencien la audiencia.

Isabel cuenta que su participación siempre fue activa: buscó apoyo mediático y político, se mantuvo en contacto con el CEO de Ocean Infinity, Oliver Plukket, y participó del acampe en Plaza de Mayo que se realizó desde junio hasta agosto del 2018 en reclamo a un mayor compromiso del Gobierno en la investigación. “Fueron años en que a veces dejé de lado a mis propias hijas y marido para salir a pelearla”, cuenta. Ahora lucha por una invitación al evento. “La señora Yánez sabe que los hermanos somos muy combativos, hemos tenido que salir a pelear aún con el dolor a cuestas -dice Isabel-. Somos sangre de cada uno de los 44 tripulantes”.

Los 24 hermanos y hermanas que lanzaron el comunicado afirman que su participación no se limita al deseo de descubrir la verdad encontrada en el fondo del Océano Atlántico, sino también a que son un pilar fundamental para la contención de sus familiares. La desaparición del submarino ocasionó un duro impacto emocional en los allegados de las víctimas, principalmente a sus padres y cónyuges, y los hermanos son quienes les brindarían apoyo psicológico al momento de revelar las imágenes del hallazgo. La madre de Natalia es mayor, y de no contar con el acompañamiento de su hija deberá ir sola, arriesgando su salud y seguridad. Isabel es la voz de su cuñada Verónica, la motivó desde el día de la desaparición de Daniel Alejandro y desea continuar acompañándola en la audiencia.

El Juzgado determinó, además, que los asistentes “no podrán ingresar con teléfonos celulares, cámaras y/o similares” con el objetivo de “evitar la filtración y divulgación de imágenes”. Los allegados de las víctimas que no tendrán acceso a la reunión quedarán al margen de los resultados que tanto buscaron durante un año. “Necesito ver esas fotos para poder cerrar el círculo”, admite Isabel, y de no posibilitar un espacio acorde, ese círculo, dice,  no se cerrará jamás.