May 27, 2019 | Novedades, Vidas políticas

Agustín Tosco con delegadas de Luz y Fuerza. Foto Carlos Ardiles.
Obreros y estudiantes, unidos contra la dictadura militar que comandaba Juan Carlos Onganía. Eso fue el Cordobazo. La historia de esas jornadas recuerda a líderes gremiales como Agustín Tosco, Elpidio Torres y René Salamanca, pero poco se ha dicho sobre el rol que cumplieron las mujeres. ANCCOM rastreó, ubicó y dialogó con algunas de ellas, que rememoraron esos días, su militancia y cómo se abordaba la cuestión de género.
El Sindicato de los Mecánicos y Afines del Trasporte Automotriz (SMATA) y el Sindicato de Luz y Fuerza habían convocado a un paro activo por 36 horas en Córdoba. La huelga desembocó en una movilización masiva y posterior represión durante los días 29 y 30 de mayo de 1969.
Soledad García Quiroga, profesora de Letras y sindicalista docente, quien hasta la actualidad continúa viviendo en Córdoba, recuerda aquellos días, de los que formó parte. “No se luchaba en general por mejores salarios, por paritarias como hoy, se pedía, por supuesto, cuando había situaciones de gremios postergados, pero mucho más eran las ocho horas, las condiciones de trabajo en los comedores de fábrica que no eran comedores, o sea, las compañeras comían en las máquinas, con suerte, o en un rincón de un salón, explica. “Lo mismo en las propias situaciones de las escuelas, tampoco teníamos lugares aptos para reunirnos a comer y socializar, a lo sumo podía haber más adelante una cantina privada pero no teníamos condiciones adecuadas para poder intercambiar, interactuar y debatir, que eso es lo necesario en un colectivo de trabajadores”, agrega.
Soledad tiene la certeza absoluta de que las mujeres tenían un papel protagónico. “Había voz, si algo teníamos era voz. Quizás no éramos escuchadas o esas voces eran invisibilizadas, pero tratábamos de tener voz. Yo hablo también de una realidad muy concreta del contexto, que era el sindicato docente en donde he militado toda mi vida, entonces, quizá allí sí la teníamos”, dice, aunque reconoce: “Lo que no teníamos a veces era incidencia en las decisiones. Pero sigue pasando, las mujeres participamos, participamos en lo barrial, lo social, lo político, pero después no tenemos incidencia en el poder de decisión.”

Nene Peña, delegada bancaria, en el Cordobazo.
Las mujeres del Cordobazo fueron partícipes activas, desde los lugares que les tocó vivenciar la revuelta de aquellos días. De diversas maneras, aportaron a la historia desde sus realidades.
Los sucesos de mayo del 69 son contados en fotografías y tapas de diarios de distintas maneras, pero en general se ha omitido la participación de mujeres; muy poco se habla de que ellas también formaron parte de esas jornadas.
Susana Romano Sued, como Soledad, también vive actualmente en Córdoba, y en aquel entonces era estudiante de Letras Modernas y militante universitaria de izquierda. Asegura que en las universidades las revueltas eran constantes y la participación femenina activa. “Iba a las asambleas en el comedor, suspendíamos clases contra los profesores que eran pro dictadura y que se habían atenido a la intervención. Nos rebelábamos. Yo era muy activa y había dos profesoras que también se aliaron pero no teníamos roles destacados ocupando cargos importantes. Por ejemplo, yo escribía muchos panfletos.Teníamos mucho coraje, que se había hecho masivo entre las mujeres”, recuerda Susana.
Respecto de aquellos días de organización y lucha, describe: “Con las compañeras nos dirigimos a los barrios para descentralizar, nos encontramos con montones de camiones llenos de obreros que se dirigían en sentido contrario, en los barrios quedaron las amas de casa. Fue un sentimiento de emancipación frente a las fuerzas represivas. En el barrio Clínicas, donde vivían en pensiones muchos estudiantes, las que defendían las pensiones eran mujeres. Se amplió una protección masiva femenina.”
Susana afirma que “el Cordobazo fue un punto de inflexión en la conciencia de las mujeres.” Por su parte, María Ledesma, hoy catedrática de la Universidad de Buenos Aires e investigadora en Teoría del Diseño, cuenta que si bien durante aquellos años recién comenzaba militancia universitaria, participó junto a otras mujeres a la par de los varones, durante la represión “Nosotras también nos enfrentamos en la represión, ayudamos a armar las barricadas y tirábamos piedras a la par de los compañeros”. señala.

Soledad García Quiroga, sindicalista docente.
Ana Noguera es Doctora en Historia, profesora de la Universidad Nacional de Córdoba y especialista en el estudio de la militancia política de las mujeres en los años ’70. Aunque ella no participó del Cordobazo, afirma sobre ese hecho histórico: “Si bien hay una participación, porque lo hacen desde su lugar de trabajadoras obreras, o participan también muchas estudiantes que se habían empezado a acercar a distintas agrupaciones que va a tener la universidad, no tiene un carácter masivo. Y eso también tiene que ver porque los sectores que convocan al Cordobazo son sectores que están compuestos básicamente por varones”.
En los años ’60, se había empezado a gestar un gran crecimiento industrial en Córdoba, aunque las mujeres no lograban insertarse en sectores laborales que se hallaban mayoritariamente representados por la presencia masculina. Noguera sostiene que las mujeres se encontraban condicionadas por estereotipos ligados al género, y que este aspecto influía en los puestos laborales. “En el censo del ’70, por ejemplo, las muestra todavía muy ligadas a las industrias como ‘tradicionalmente femeninas’, o que ellas siempre ocuparon ese lugar, como puede ser la industria textil, la industria del calzado, el sector de alimentación, docentes por supuesto, y crecientemente más vinculadas al comercio, lo que es el sector terciario de la economía, bancos, comercios, seguros. Entonces, sí hay una división sexual del trabajo en la época, lo sigue pasando en la actualidad también”, cuenta.
En Córdoba se dieron varias “puebladas” durante aproximadamente una década, desde 1966 hasta 1976. El Cordobazo del ’69 fue el comienzo de un proceso prolongado que tenía como objetivo derrocar al gobierno dictatorial de Onganía, aunque no fue su efecto inmediato, ya que su dimisión se produjo el 7 de junio de 1970; sin embargo, la protesta fue un antes y un después en la lucha organizada, un puntapié para la organización popular en la que se unieron diferentes actores sociales.
No es novedoso que la historia no tenga registros acerca de la participación de las mujeres en hechos concretos; lo cierto es que al Cordobazo también lo parieron compañeras, obreras, estudiantes y amas de casa.
Bibiana Fulchieri, fotógrafa, periodista e investigadora cordobesa, es quien se dedicó arduamente a recuperar y registrar las memorias de aquellas voces: las de las mujeres.
A través de la fotografía, recopiló testimonios de protagonistas que formaron parte del Cordobazo. “Llegó el momento de incorporarlas en la memoria, de ponerles nombres y apellido y, de justificar los 50 años o más, que están en la calle, aún hoy. Para lograr su objetivo de reivindicar las memorias de las mujeres, ni más ni menos que hacerlas visibles a ellas y a su compromiso social, y darles el lugar en la historia, que se merecían y se les había negado”.
Fulchieri se interesó en reconstruir este hecho, tomarlo y agregarle perspectiva de género, reunió así 20 testimonios de mujeres protagonistas, hilando fino logró la edición de su libro El Cordobazo de las mujeres, de la Editorial Las nuestras. Allí les dio nombre propio a cada una de ellas. Una anécdota respecto de la investigación fue la clave para enfatizar su trabajo. “Mire señora, acá es el Archivo General de la Nación. Y acá, se guardan las memorias del Estado, se ve que al Estado no le interesa guardar algunas memorias”, le contestaron a Bibiana cuando intentaba llegar a datos concretos en esa dependencia. Ella enfatiza sobre la importancia de analizar los registros y asegura que lo que se guarda y se recuerda de hechos históricos es lo que termina definiendo la memoria.
“Cada vez que yo encontraba un lugar donde había mujeres, me fue abriendo un panorama enorme. Fui armando como un rompecabezas en donde cada vez mi búsqueda se fue intensificando más en función de saberlas dónde. Los lugares en donde ellas estaban ubicadas laboralmente: enfermeras, maestras, industrias del calzado, el vidrio, autopartistas, sindicatos de salud, algunas otras profesionales y estudiantes”, relata Fulchieri.
Las mujeres del Cordobazo existieron y desde sus lugares y vivencias cotidianas contribuyeron a la lucha colectiva; lo hicieron a través de la militancia activa, de los cuidados hogareños, como trabajadoras remuneradas y no remuneradas o como estudiantes. Hicieron y formaron parte de la Historia, con mayúsculas.
May 27, 2019 | Novedades, Vidas políticas

Ofelia Fernández (centro), fue una de las organizadoras del «padronazo masivo».
El viernes 24, a las 8 AM, en la Plaza de Tribunales, un grupo de diez personas, con bancos y carteles armaron una radio abierta. A partir de ese momento se consolidó la producción de un evento pequeño, pero importantísimo. En el grupo, está Ofelia Fernández, una de las militantes más jóvenes que fue presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini y Pedro Rosemblat, otro referente, creador de personajes como “El Pibe Trosko” y “El Cadete”. Pocos días antes, ambos habían agitado desde sus cuentas de Twitter e Instagram un empadronamiento masivo para las y los pibes que no aparecían en el padrón electoral.
«Surgió de un papá que publicó un twit que decía: ‘Mi hija no está en el padrón’ y yo hice una encuesta y hay alrededor de cinco mil pibes que no están figurando y nos empezamos a dar cuenta que es más grave de lo que pensamos y armamos esta movida muy espontáneamente. Estamos mostrando que le sacaron a miles de pibes la posibilidad de votar. La ley de Voto Joven es la ampliación de derechos más grande que hay desde el voto femenino y toda ampliación de derechos tiene que ver generalmente con empoderar a los que no se llevan bien con el poder, y me parece que el Gobierno Nacional lo que ve es eso y por esa razón cercena ese derecho. Por eso saca a casi un millón de pibes del padrón, porque saben que no los votan a ellos», expresó Ofelia Fernández, para ANCCOM.
A las 10 de la mañana ya estaba lista la radio abierta, que tuvo como decorado una suerte de escarapela, que tenía inscripto, en letra cursiva: “Padronazo”.

Pedro Rosemblat y Ofelia Fernández animaron la jornada con una radio abierta.
Abrió la radio una voz conocida, la de Gabriela Borelli. A su lado, Pedro y Ofelia, dieron a conocer los motivos del encuentro. Los transeúntes que miraban, al pasar, lo hacían con extrañeza. En cambio, los jóvenes que habían llegado, sabían con certeza que era un viernes de empadronamiento y fiesta, en las vísperas del 25 de Mayo. Los que hablaban en el micrófono prometían locro para la hora de almuerzo y de fondo se escuchaba: «La Revolución es una causa colectiva. Se arma una comunidad con la Revolución, porque lo que hace es proponer una identidad. La Revolución comenzó en Mayo de 1810 y no sabemos cuando cierra. Sólo abre un sin fin de guerras por una identidad nueva, el sueño de la Patria Grande es desde ese entonces…».
Mientras tanto, dos muchachas sonrientes servían chocolatada para cualquiera que estuviera parado ahí.
«Perón llamaba a ‘organizar a las fuerzas vivas’, ¡qué más fuerte y qué más vivo que la juventud!», gritaba Pedro desde la radio.
En eso, llegaban algunos jóvenes más y se acercaban a la mesita de información a llenar su formulario de empadronamiento y se iban. Los que se quedaban, participaban del sorteo de libros.»¡Se lleva este libro alguien que tenga ropa interior roja!», dice Martín Rechimuzzi, que se sumó a los micrófonos. La gente se reía, pero nadie contestaba. «Bueno ni siquiera se han revisado, queda claro que nadie usa ropa interior…»
Pero por detrás, alguien, tímidamente, dijo: “Yo” y enseguida pasó a recibir su premio y abrazó a Martín.

Para las 14 la plaza se llenó de jóvenes comensales de locro que se sentaron en el pasto de cara al sol. Una chica pelirroja rapeaba en el micrófono.
Laura, una de las asistentes expresó: “Es un derecho, siento que con la edad que tengo ya lo puedo hacer y siento que puedo cambiar un montón de cosas que están mal con mi voto”. Mientras que Leila, desarrolló su caso:
“Tengo 18 años y no aparecí en el padrón a los 16 y tampoco ahora, hice el reclamo acá (Secretaría Electoral) y me dijeron que me iban a llamar, pero no me llamaron. Yo volví a llamar por teléfono y me dijeron que no aparecía y no sabían por qué, así que vi por redes este evento y dije ‘ya está’.
– ¿Por qué pensás que existen estos errores en el sistema? – preguntó ANCCOM.
– Yo estoy afiliada en un partido político, así que no me sorprendería… Hoy en día los adolescentes nos estamos dando mucha cuenta de los problemas que hay en la educación y en la salud y estamos tratando de interesarnos en eso y mejorar algo. Y viniendo acá y reclamando que no aparecemos en el padrón, manifestamos el querer votar y eso es algo muy importante.
Dante, que ese día cumplía 16 años, fue directamente a empadronarse. Se quejó: «Piensan que porque tus padres votan a tal persona, vos también tenés que tener la misma ideología.»
Luego llamaron a cambiar de plaza: “La lucha no termina con el voto. Hay una marcha masiva contra el gatillo fácil de Bullrich, que dejó cuatro pibes muertos y una piba gravemente herida», convocaron desde la radio y la plaza se sumió en un silencio profundo. La presencia de las y los pibes se necesitaba en otro sitio.

May 25, 2019 | Comunidad, Novedades

Nora Coriñas y Sergio Maldonado participaron de la marcha a Plaza de Mayo para reclamar justicia por los cuatro adolescentes asesinados por la policía en San Miguel del Monte.
La marcha fue convocada a última hora. Los acontecimientos obligaron a hacerlo. Por Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal. Sus deseos, sus ilusiones, sus proyectos y todas las otras cosas que no podrán ser más. Emilia Vasallo, Nora Cortiñas, Mónica Alegre, Sergio Maldonado y madres cuyos hijos fueron víctimas del gatillo fácil encabezaron la marcha. Caminaron con rapidez, muchos con lágrimas en los ojos. Las calles retumbaron ante el grito colectivo: “¡Se va a acabar, esa costumbre de matar!”.
El domingo en la madrugada cinco jóvenes de entre 13 y 22 años de San Miguel del Monte, en la provincia de Buenos Aires, salieron a dar una vuelta en auto. En una colectora, la policía empezó a perseguirlos y dispararles y el auto, fuera de control, chocó contra un camión. Cuatro pibes perdieron la vida y una aún lucha por la suya.
La Bonaerense intentó hacer pasar el suceso como un accidente y los efectivos presentaron los cargadores de las armas con la munición completa. Sin embargo, el peso de las pruebas dio vuelta el caso cuando uno de los peritajes mostró que uno de los cuerpos tenía un impacto de bala. Siete policías de la comisaría local se encuentran presos, de los trece que fueron desplazados de sus funciones.
Ayer, en Plaza de Mayo, el mensaje era uno solo: “Pedimos que dejen de matar a los chicos”. “La doctrina Chocobar y del gatillo fácil avala estos hechos y el Ministerio de Seguridad permite que estas cosas pasen. Es algo sistemático y no son casos aislados”, afirmó una mujer que marchaban al frente de la columna. “Las víctimas de esto son los chicos pobres, los que viven en las villas, los pibes que hacen lo que pueden con su vida para sobrevivir”, añadió.

De los 13 policías sospechados que fueron desplazados de sus funciones, siete se encuentran detenidos.
Guillermo Alberto Lorusso y Ana María Parnasse, integrantes de Ex Detenidos Desaparecidos, miraban desde el Cabildo hacia la plaza. “El incremento de la represión que tiene como objetivo acallar la protesta que cunde por todos lados, por la enormidad de injusticias que se están viviendo”, subrayó Lorusso. Según él, la raíz del problema es la vía libre a las fuerzas represivas que lleva a que se cometan hechos que no tienen que ver directamente con aquello que quieren reprimir: “La matanza de estos chicos no es un hecho político, pero sí tiene consecuencias políticas. Así que nuestra respuesta es política. Esta protesta es un anuncio de que no vamos a dejar pasar estas cosas. Vamos a estar peleando por la justicia que se nos debe”, sostuvo.
Las madres organizadoras de la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil encabezaron la movilización de ayer. Emilia Vasallo, madre de Pablo “Paly” Alcorta, fusilado por la policía, fue una de las oradoras. “Nos concentramos hoy por la rabia y el dolor que tenemos. Hoy nos congregamos por los pibes de San Miguel del Monte y por los más de 6.000 asesinados por el gatillo fácil”, remarcó en diálogo con ANCCOM. “Todos esos jóvenes merecían vivir y sus vidas valen lo mismo que otras”, dijo y completó: “Nos asesinan chicos de 11 años, como hicieron con Facundo en Tucumán. Nos matan un pibe cada 21 horas y no tenemos otra forma de reclamar porque la justicia siempre está del lado de las fuerzas de seguridad”.
“¿Qué lugar queda para la justicia?”, grita Mónica Alegre, madre de Luciano Arruga, frente al micrófono. “La justicia no existe en un sistema donde nos matan, donde nos explotan. Sin embargo peleamos y seguimos luchando en las calles. Tenemos fe porque creemos que merecemos vivir en una sociedad justa para todos”.

May 24, 2019 | DDHH, Novedades

El Tribunal anunció que las audiencias se extenderán hasta mediados del año 2021.
La séptima audiencia en la sede del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 4 de San Martín estaba demorada. Susana Brardinelli, viuda del sindicalista Armando Croatto –asesinado en Munro, en 1979–, repartía rosas rojas tejidas a los otros familiares de las víctimas. “Es un homenaje y un lazo entre todos los que fuimos detenidos desaparecidos. Nos sirve para diferenciarnos de los familiares de los acusados”, explica Nieves Kanje, quien estuvo cautiva en el centro clandestino “El Vesubio”, en Ciudad Evita.
Los imputados en el juicio denominado “Contraofensiva Montonera” son nueve ex integrantes del Servicio de Inteligencia del Ejército. Se los acusa de secuestros, torturas y asesinatos perpetrados en Argentina, Brasil, Perú y España contra un centenar de militantes montoneros que reingresaron al país –o que iban a hacerlo– entre 1979 y 1980. El único que cuenta actualmente con prisión efectiva es Cinto Courteaux. Los otros ocho represores siguen el proceso desde su casa: Jorge Apa, Roberto Dambrosi, Raúl Muñoz, Jorge Bano, Eduardo Ascheri, Carlos Casuccio, Luis Firpo y Alberto Sotomayor.
Los jueces Esteban Rodríguez Eggert, Alejandro De Korvez y Matías Mancini ingresaron a la sala una hora más tarde y con una mala noticia para los familiares de las víctimas. El presidente del cuerpo, Rodríguez Eggert, anunció que el debate oral recién culminará a mediados de 2021, debido a que todavía faltan declarar 336 testigos. A razón de una audiencia semanal –la exasperante frecuencia establecida por el tribunal– es lógico que así sea.

Aún faltan declarar 336 testigos.
Antes de los testimonios, uno de los abogados defensores, Hernán Silva, solicitó que se le concediera la prisión domiciliaria a Courteaux, ex jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Estado Mayor del Comando de Institutos Militares. La querella, conformada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Abuelas de Plaza de Mayo y el abogado Pablo Llonto, así como la fiscal Gabriela Sosti, argumentaron para que el acusado continúe en prisión preventiva. Sosti subrayó que el motivo principal era que “estuvo prófugo durante el desarrollo de esta causa”. Llonto agregó que “entre las pertenencias de Courteaux se encontraron fotografías de quienes participan en este juicio” Por eso hay una cuestión de riesgo grave con peligro de fuga”, afirmó. El tribunal, al cierre de la audiencia, confirmó que Courteaux seguirá tras las rejas.
A continuación, declararon los dos testigos previstos en la jornada, cuyos relatos hicieron foco en los asesinatos del dirigente de Ligas Agrarias Carlos Píccoli, del abogado y guerrillero Horacio Mendizábal y de Armando Croatto.
Mario Píccoli entró en el recinto con un saco negro, un buzo turquesa por debajo y una pancarta colgada al cuello con el nombre y la foto de su hermano Carlos, asesinado por fuerzas policiales chaqueñas en 1979.
Hace décadas que Mario espera justicia. Es el más pequeño de seis hermanos de una familia descendiente de italianos. Durante su infancia vivió en Colonia Pampa Alegría, a 13 kilómetros de Sáenz Peña, Chaco. Ante el tribunal, apenas movió las manos y mantuvo la mirada fija.
Rememoró los años 70, cuando la complicada economía familiar hizo que su hermano Carlos se fuera a Buenos Aires, donde conoció a militantes de la Juventud Peronista y de Montoneros, con quienes trabó vínculos de amistad. De regreso en Sáenz Peña, se integró a una cooperativa que formaba parte de las Ligas Agrarias, y pronto se convirtió en un dirigente importante. En 1975 comenzó a ser perseguido por su actividad, por lo que se exilió en España, Francia, México y Cuba.
Aún con Carlos en el extranjero, las fuerzas policiales y militares realizaban reiterados operativos en la chacra de los Píccoli, sometiendo a la familia a un estado de persecución permanente. “El personal del Ejército aterrizaba en helicópteros en el patio de mi casa, era una cosa aterradora”, dijo Mario y añadió: “Mi padre no pudo soportar estas acciones, que se sumaban a los múltiples afiches pegados con la foto de Carlos diciendo que era ‘subversivo’. Se terminó suicidando en 1977”.
El retorno de Carlos Píccoli a la Argentina ocurrió a finales de marzo de 1979 en el marco de la Contraofensiva. “Su idea era reorganizar las Ligas Agrarias que en ese momento estaban diezmadas. La reorganización consistía en entregar volantes a pequeños productores haciendo hincapié en la necesidad de regresar a la vida democrática”, detalló su hermano Mario, quien por entonces tenía 14 años.
Unos 20 días después de su regreso, Carlos Píccoli fue asesinado en un camino vecinal de la Colonia Pampa Alegría cuando se dirigía en bicicleta a la casa a de su madre. Los autores del hecho fueron dos integrantes de la policía provincial en el marco de un operativo que involucró a 500 oficiales. El Equipo de Antropología Forense (EAAF) constató que se trató de muertes por disparos a quemarropa, desechando la versión oficial del “enfrentamiento”.

Los familiares de los desaparecidos portaron fotos de las víctimas y se identificaron con flores rojas.
La siguiente declaración fue la de Mario Álvarez, testigo ocular del operativo en el que asesinaron a Armando Croatto y Horacio Mendizábal, miembros de las Tropas Especiales de Agitación (TEA) de Montoneros. Las impolutas paredes y las cortinas grises de la sala de audiencias contrastaban con el rojo del marco de sus anteojos.
El 17 de septiembre de 1979, Álvarez estaba trabajando de mozo en el local “La Barra” en la Ciudad Comercial “Canguro” de Munro. Allí presenció a efectivos del Ejército llevarse con vida a un cliente que tomaba un café. Era Armando Croatto, quien luego fue ejecutado por sus secuestradores. “Inmediatamente se escuchó una detonación fuerte desde afuera, como una granada. Era atribuido a otra persona que intentaba ingresar al local y le dieron la orden de detención. Y se escucharon tiros. Después vimos los charcos de sangre a unos veinte metros del local”, relató el testigo dando a entender que la sangre pertenecía a Horacio Mendizábal. Al terminar la declaración, jueces y querella pidieron a Álvarez un croquis de la Ciudad Comercial “Canguro” para reconstruir espacialmente la escena de los hechos.
La séptima audiencia fue una pequeña muestra del largo camino que se avecina. Todavía restan cientos de testigos: los portadores de las flores rojas deberán seguir esperando para que se haga justicia.
El juicio se desarrolla todos los martes a las 9 en Pueyrredón 3728 (partido de San Martín, provincia de Buenos Aires). Mayores de 18 años pueden ingresar con DNI.

May 23, 2019 | Culturas, Novedades

“Con Arbolito tenemos una misma ideología política, un mismo camino. Estamos hermanados con la música, así que hay una comunión”, explica Bruno Arias.
Este domingo promete ser una gran fecha para la música argentina. Como si fuera obra del destino -o del buen trabajo de producción-, la primera edición del FestiBAl Otoño 2019 reúne al folklorista jujeño Bruno Arias y a la banda de rock folk Arbolito, dos propuestas de música popular y latinoamericana distintas, pero que coinciden en varios aspectos: sonoridades amplias, letras con decidido contenido social y un público en común. En el Teatro Ópera, los músicos presentarán sus últimos discos junto con las canciones que ya son clásicos.
“Va a ser una fecha muy linda. Si bien van a ser dos recitales, cada uno con sus repertorios, la gente que vaya al Ópera esa noche va a ver como si fuese un gran show”, sostiene Agustín Ronconi, guitarrista de Arbolito. La banda ya ha compartido escenario con Bruno Arias en otras oportunidades, tanto en peñas como en recitales. En esta ocasión, fueron invitados por la producción del festival a participar del ciclo de 16 conciertos -a lo largo de mayo y junio- que representan la cultura popular del país. La coincidencia entre ambos artistas, promocionada como un “encuentro de cultura andina, rock y folk”, pretende aprovechar los puntos en común de las propuestas artísticas. “Tenemos una misma ideología política, un mismo camino. Estamos hermanados con la música, así que hay una comunión entre las bandas”, explica por el cantautor jujeño, y en esta percepción también coincide Ronconi, sobre todo en lo que respecta a las temáticas sociales y culturales, y de resistencia latinoamericana. “Nos consideramos compañeros de ruta, así que va a ser un placer compartir una vez más con él.”

Este domingo, en el Teatro Ópera, serán dos shows en uno.
El show consta de dos partes. En el caso de Arbolito, su momento protagónico será un “pantallazo actual del lugar donde está la banda hoy, con alguno temas clásicos re-arreglados y con sonoridades nuevas”, cuenta Ronconi. Además, el grupo formado en 1997 por estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) estrenará dos de las tres canciones que conforman su último álbum, Simples vol.III: «Los vigilantes» y «Maquinola». La tercera canción la tocarán por primera vez en la presentación oficial del disco, en agosto. El proyecto Simples comenzó en 2016 y actualmente cuenta con tres volúmenes, cada uno con tres canciones. “Hay distintas razones por las que encaramos de esta manera: no estábamos como para embarcarnos en una producción muy grande, más que nada por los costos que supone; y por otro lado, teníamos ganas de trabajar con distintos productores para darle a cada canción una identidad distinta”, explica el guitarrista y cantante del grupo que, además, autogestiona sus proyectos. En esta ocasión, Simples vol.III lo produjeron junto a Luis Volcoff y Lito Daverio, dos productores jóvenes que aportaron una sonoridad más tecnológica al disco.
Por su parte, Bruno Arias presentará canciones de su último disco, Eterna risa, en un despliegue con banda completa y bailarines, e invitados internacionales como la cantora brasilera Indiana Nomma, el cantautor cubano Raúl Torres y Víctor Contreras, “uno de los mejores vientistas andinos que hay en Chile”.
Tanto Arias como Arbolito mantienen una actitud comprometida con la realidad sociopolítica del país y de América Latina que se expresa en su música, desde las temáticas que abordan sus canciones hasta las participaciones en recitales solidarios -como el realizado en apoyo a los despedidos de Clarín, en el caso del folklorista. Las expectativas por el año electoral se mezclan con sus propios deseos, en los que también encuentran un lugar de coincidencia entre ellos. “Si hay algo que esperamos es de alguna manera poder a volver a tener un proyecto de país con un rumbo y que nos pueda volver a representar un poco más a todos y a todas”, sostiene Ronconi. Mientras que Arias, en la misma línea, considera que lo más importante en estos tiempos es mantener la unidad, “sobre todo porque nos viven dividiendo política y culturalmente, y el pueblo tiene que estar siempre unido, porque los políticos pasan y el pueblo es el que queda.” Para ello confían en la música como forma de darle alegría a la gente, para ayudar a transitar los momentos difíciles. Desde el escenario, Arbolito pretende hacer lo que siempre hizo: “Generar el encuentro, generar emoción y la posibilidad de seguir adelante con lo que tengamos, pero a la vez de darnos fuerza para revertir los malos tiempos y seguir peleando por la posibilidad de tener un proyecto de país un poco mejor.” Arias expresa en palabras ese plus que caracteriza, a su vez, a ambas propuestas musicales: “Y si también, a través de la canción, puedo sembrar conciencia y visibilizar alguna lucha social o algo que está pasando en la actualidad, mejor.”
El 26 promete ser una noche distinta en el Opera, una noche de folklore con aires de rock, y de rock con sonoridades andinas. Pero, sobre todo, de encuentro con la música popular, de la mano de Arbolito y Bruno Arias.
