Abre la primera cátedra universitaria de canto lírico disidente

Abre la primera cátedra universitaria de canto lírico disidente

La primera cátedra de canto lírico disidente en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) se abre como un espacio “de experimentación y libertad”. El binomio hombre-mujer, donde se asignan diferentes roles según la genitalidad, incide en todas las esferas sociales, incluyendo el arte. En el caso del canto lírico, la teoría biologicista y la tradición son dos pilares que resultan limitantes en la expresión artística.

Luchi De Gyldenfeldt, de Ópera Queer (proyecto musical disidente), es titular de la nueva opción curricular que posibilita UNA. “Cuando planteamos esta cátedra, hablamos de un espacio para aquellas personas que quieran probar su técnica vocal, desde una perspectiva que reflexione sobre la tradición y la biología, para encontrar la resonancia propia de cuál es su registro”, explicó De Gyldenfeldt. La apertura de este espacio tiene que ver con su militancia dentro del movimiento LGBTTTIQ+, su paso por la universidad y su experiencia personal. “Me recibí en 2017 como barítono en la UNA y después hice una investigación propia vocal y hasta identitaria de cómo quería cantar. Todo de la mano de Ópera Queer, espectáculo lírico disidente que hago con mi hermana Ferni, que me sigue abrazando y es un lugar de experimentación y libertad”, relató.

Durante esta búsqueda, De Gyldenfeldt se formó como contratenor derribando así el esquema por categorías que establece que a cada persona le corresponde un registro de voz específico. “En el canto lírico,  se asume tradicionalmente las posibilidades del registro según la genitalidad. El varón puede ser bajo, barítono, tenor y contratenor, como algo rarísimo”, explicó en diálogo con ANCCOM. “La unión entre la voz y el género es la misma que hay entre la sexualidad y la identidad. La biología y la tradición son dos pilares tremendos dentro del canto lírico porque hay un acervo cultural, que es de siglos, que dice qué tenés que hacer o cómo deberías hacerlo”, señaló De Gyldenfeldt.

La experiencia en Ópera Queer habilitó un espacio donde se puede jugar con la voz y con el cuerpo. Durante 2019, el espectáculo participó del programa Música y Género perteneciente a Secretaría de Extensión de UNA. El objetivo era llevar la música a escuelas, hospitales y distintos ámbitos por fuera de la academia, en el marco de la Educación Sexual Integral. Al año siguiente, a partir de la pandemia, el programa se volcó a las plataformas digitales. “En un principio el proyecto era más teórico: leer, armar un libro, preguntarnos por qué hacíamos música y género”, recapituló el cantante y docente. Sin embargo, un conversatorio donde participaron figuras como Gabriela Ramos (especialista en ESI) y María Laura Áleman (música trans) fue el punto de inflexión: las artistas lloraron y contaron cómo habían sido violentadas en la música a lo largo de sus vidas. Luego de esta reunión, se creó la Comisión de Interclaustros de Música y Género de la universidad. “Era hora. Una cosa es un programa donde no es obligatorio participar y otra es que haya una Comisión de Música y Género de la UNA”, enfatizó De Gyldenfeldt. 

Dentro del marco de la Comisión, los debates pusieron el foco en pensar qué sucede con aquellas personas que creen que la institución universitaria no les corresponde, que les resulta inaccesible o son excluidas. «Este espacio logrado para nosotros es una de las tantas batallas ganadas en nuestra universidad y aunque sabemos que aún son muchas las que debemos afrontar, este proyecto nos motiva a seguir luchando”, expresó Cristina Vazquez, decana de la UNA, en diálogo con ANCCOM. Para ella, las banderas que se levantan son en función de una convicción: “El arte es un gesto político generador de profundas transformaciones sociales con el poder de reivindicar derechos humanos esenciales como la identidad, la educación, el acceso a la cultura y a la libertad de ser y amar desde la disidencia”.

El proyecto de Ópera Queer, junto con conversatorios con perspectiva de género y la confianza de la decana Vázquez en la juventud, fueron el motor de la creación de la cátedra. Jazmin Tiscornia, pianista en el espectáculo de Ópera Queer, será profesora en la asignatura. Ella es egresada del Conservatorio Superior de Música de la Ciudad de Buenos Aires, graduada de piano en UNA y socióloga. Para Tiscornia, la cátedra representa la unión de dos campos que ella ama: la sociología y la música, pero además “representa una conquista por la que las disidencias vienen hace mucho tiempo luchando y abre la posibilidad de pensar en un nuevo campo profesional para la comunidad trans que tiene bajas tasas de inserción laboral”, expresó. Con respecto a las implicancias de este nuevo espacio en la UNA, Tiscornia manifestó: “Cuando pensamos en la universidad, nos quedamos en la parte académica, sin recordar que la universidad nos forma para el futuro y que la profesión se forja en ella. Esto no es solo un avance para las disidencias sino para la comunidad en general, porque es una forma de romper prejuicios”. 

La cursada inicia en mayo, los jueves de 18 a 22 en la UNA. Los desafíos en torno a iniciar una cursada sin precedentes, para Luchi De Gyldenfeldt “a priori son todos y no son ninguno: como es una cátedra sin precedentes, no hay margen para el error, todo va a ser experiencia. El desafío más grande va a ser luchar contra la academia”, expresó. La profesora Tiscornia coincidió en este punto con su colega y agregó: “Vamos a tener un desafío en que otros profesores acepten, entiendan, vean más allá y puedan observar el trabajo de les alumnes dejando sus prejuicios de lado”. Sin embargo, para De Gyldenfeldt “la cátedra no está inventando, está visibilizando. Se trata de un acto político”. 

Locos por la ópera

Locos por la ópera

La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra.

La obra anunciada es L’Enfant et les sortilèges (El niño y los sortilegios), de Maurice Ravel. Falta poco para salir al escenario del porteño Teatro del Globo. Jeans y remeras son reemplazados por coloridos atuendos, pelucas y maquillajes. Estos chicos y chicas que ahora charlan de series, se sacan selfies frente al espejo y vocalizan con la ayuda de un celular, cuando salgan de los camarines darán vida a personajes diversos: un niño travieso, animales, muebles que cantan, árboles heridos, un reloj sin péndulo o un fuego que quema a los malos y calienta a los buenos. Bea Odoriz, la directora escénica de la Compañía, los convoca y todos se reúnen: “¡Esto se va para arriba!”, exclama para animarlos. “Es un placer y un orgullo tantos talentos jóvenes”, agrega Santiago Cano, director del coro Carlos López Buchardo, que junto con el Ensamble de Percusión de la UNA se sumaron a la misión de interpretar esta “ópera de bolsillo” –dura menos de una hora– del compositor francés.

La Compañía surgió como un proyecto pedagógico en 2017 y en cada ciclo lectivo monta una nueva obra. El espacio brinda la posibilidad de que los estudiantes tengan una práctica en escenarios y se propone, a su vez, generar nuevos públicos “Por eso vamos a las escuelas. Es importantísimo que vean que los intérpretes son jóvenes, que se tiran por el piso, que andan por el aire y que no se paran como señoras gordas a cantar una ópera”, dice Marta Blanco, a cargo de la dirección musical. “En el último tiempo hay un revival de la ópera en Buenos Aires. Este año cumple veinte años Juventus Lyrica, una compañía que se propuso acercar a la juventud y darle una oportunidad a los nóveles cantantes de subirse a un escenario con una orquesta y una puesta, cosa que antes no existía”, afirma Santiago Cano.

Con música de Ravel y libreto de la popular Colette, El niño y los sortilegios fue estrenada por primera vez en 1925 y cuenta la historia de un chico rebelde que esconde un corazón dulce. Después de un reto de su madre por no hacer las tareas del colegio, el pequeño rompe las hojas de su cuaderno y continúa en su afán destructivo hasta que descubre que todo a su alrededor empieza a cobrar vida y las travesuras pasadas se le vuelven en contra. Animales y objetos intervienen en la fantasía que se despliega sobre tablas, mientras el protagonista contempla, a veces asustado y a veces fascinado. “Estos roles se prestan a una gran imaginación, que los chicos tienen muchísima y los grandes esperemos que no la pierdan demasiado. La música es maravillosa, con pocos elementos muestra un mundo. Queremos mostrárselo así a la gente. No es una cosa alambicada ni de otro siglo”, asegura Marta Blanco.

“Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, directora escénica.

El trabajo físico es uno de los desafíos que los alumnos deben atravesar. Si el personaje es la rana, el intérprete se agacha y salta, el gato se relame, la taza china y la tetera bailan. “Tratamos que el cuerpo esté vivo, que sea expresivo y la voz una continuidad”, señala Odoriz, la directora escénica que acompaña a los estudiantes en materia actoral. “Se ejercita con la dificultad, siempre con la idea de que es un proyecto pedagógico y ellos tienen que aprender esto, no es solamente algo estético”, añade.

“La obra me encanta, me llega, es hermosa y emotiva. Tiene un montón de momentos que pasan muy rápido, pero cada uno es especial y complejo dentro de lo breve”, destaca Maia Wierzwinsky, que integra La Compañía y en próximas funciones representará el papel principal. “Como el niño está todo el tiempo en escena, hay que practicar mucho cuál es la reacción de cada momento, cada uno es diferente y hay que saber transmitirlo”, subraya. “En la ópera tenés que bailar, cantar, actuar, aprender idiomas, coreografías, cantar con otros y con instrumentos, mirar a un director mientras lo hacés. Es muy complejo pero es como jugar, eso es lo que me gusta”, refiere Myriam Rojas, quien interpreta a una princesa y a un murciélago.

“Nosotros en realidad hacemos conciertos. Esta es la primera vez que hacemos algo así”, cuenta Lourdes Bandeira, integrante del Coro López Buchardo. “Es como un sueño, algo increíble, porque producir una ópera lleva un montón de dinero, contratar director de orquesta, músicos, cantantes, escenografía, el lugar y todo esto es ad honorem, gratis. Algunas personas quisieron ayudar y se comprometieron sólo por amor al arte”, concluye entusiasmada.

La Compañía continuará haciendo presentaciones de la obra en escuelas y la llevará a la Manzana de las Luces en un evento también destinado a establecimientos educativos. Para más información: musicalesysonoras.una.edu.ar