Mate amargo

Mate amargo

El mate, esa costumbre tan argentina, viene cebado con amargura desde Misiones, donde se cultiva el 90 por ciento de la producción. El 10 por ciento restante proviene de Corrientes y no es más dulce. Entre las dos provincias registran más de 200.000 hectáreas cultivadas con hoja de yerba mate, en las que se estiman que trabajan alrededor de 20.000 tareferos. El 80% de ellos realiza sus tareas en negro. 

Tarefa es el viejo oficio de cosechar la hoja verde. Tarefero es quien lo realiza. Cuentan los viejos pobladores que tarefa viene de tarifa y que los tareferos son ahora los que antes eran los mensúes: aquellas personas de tez “ensolada” y manos curtidas que tienen como hogar el yerbal del patrón (a quien no conocen), en vez de su propia casa. Son hombres, mujeres y niños, la familia entera, que viaja hacia los yerbales en camiones destartalados, propios de una actividad totalmente informal, en lo que respecta a relación laboral y condiciones de trabajo. En esos mismos camiones vuelven a sus hogares, al finalizar la jornada, a eso de las 16. Viajan arriba de los bolsones cargados de miles de kilos de hoja verde, los raídos. 

La actividad yerbatera supo ser de las principales actividades económicas de la provincia de Misiones, en especial hacia mediados del siglo XX. Hoy, y desde hace algunas décadas, la expansión de las fronteras del monocultivo de pino y eucalipto -para la actividad pastera-, el creciente turismo y, en menor medida, la construcción, están haciendo retroceder y ganándole territorios al cultivo de yerba mate.

Aun así, en 2016 se registró una cosecha récord, con el ingreso en secadero de 819.052.572 kg de hoja verde, los cuales se traducen en 252.136.107 kg de yerba mate empaquetada para el consumo. Los secaderos son los galpones en donde continúa el proceso de elaboración y se descargan las toneladas cosechadas del día, para luego pasarlas a hornos de ladrillo y secarlas a más de 100 grados.

Fila de sosteniendo un pasacalle en el contexto de una movilización de trabajadores tafareros

La tarefaros trabajan de forma informal pese a las enormes ganancias que registra la actividad.

De estos grandes números, poco saben los tareferos. Ellos y ellas, son las personas gracias a quienes las familias materas de todo el país tienen su paquete de yerba listo para llenar su mate y arrancar el día de una mejor manera. De los aproximadamente $60, que cuesta el kilo de yerba en los supermercados, los tareferos ganan apenas entre $0,80 y $0,90 por kilo. En el medio, intervienen actores de todo tipo, que tienen el poder y la capacidad de ir inflando el precio final en góndola. Gracias a la desregulación de la actividad que se produjo en la década de 1990 entraron al negocio: contratistas, secaderos, molinos e hipermercados. Entre todos ellos se concentran las abultadas ganancias de la actividad, que sólo considerando las exportaciones -principalmente a Siria y Europa-, arrojaron para el período de enero-agosto de 2016, más de u$s 42,6 millones.

Alrededor de esas ganancias, el trabajo no registrado, en negro, de los tareferos, implica una estafa al fisco por evasión de impuestos de 54 millones de pesos, que acumulan las grandes empresas del sector, gracias a la tercerización de la actividad bajo la figura del contratista, es el intermediario directo entre las empresas, los colonos o las cooperativas, y los tareferos. Él es el encargado de armar los grupos de trabajadores: las cuadrillas. Luego utiliza los kilos de hoja cosechados para venderlos y, en esa transacción, se queda con la mitad de la paga que le correspondería a quienes generaron la producción. 

El trabajo de cortar y quebrar las ramas, separar y apilar sus hojas -que luego será la yerba que se toma en cada mesa del país- empieza cuando todavía el rocío en los yerbales no se despejó, a eso de las 6 de la mañana. Para las 10, cuando el sol pudo haber paliado un poco el agua, los y las trabajadoras ya están con sus ropas mojadas y unos cientos de kilos de hoja cosechados. El período grueso de la zafra es entre marzo y septiembre. Luego queda la etapa que va desde octubre a febrero, considerada como de interzafra, en la que los tareferos deben salir a buscar changas. Principalmente encuentran algo de trabajo en el rubro de la construcción, o se van a cosechar a otras provincias. Una opción habitual es Entre Ríos, en donde recolectan arándanos. De esta forma logran complementar los ingresos con los $2.500 de “subsidio interzafra” que les otorga el Ministerio de Trabajo de la Nación, una medida compensatoria para la frágil situación en la que quedan las familias tareferas, una vez que se termina la cosecha.

Trabajadores organizados escuchando a un vocero hablar en Misiones por lo reclamos de los tafareros

Los trabajadores reclaman un ingreso en el período interzafra que le permita igualar el valor de la canasta básica.

Aunque minoritario y fragmentado, el diagnóstico de la situación que hicieron los trabajadores tareferos de Misiones -agrupados en distintas organizaciones, algunas con reconocimiento gremial y otras no-, es que el monto del subsidio no cubre las necesidades primarias e indispensables de las familias. Por eso están luchando, para, al menos, lograr equiparar sus ingresos con el valor de la canasta básica.

A raíz de movilizaciones en Misiones y otras ciudades del país y de un masivo acampe en agosto de este año en la Plaza de Mayo porteña -con más de dos mil tareferos que se trasladaron para hacerse escuchar frente a la Casa Rosada-, los trabajadores de la yerba mate lograron que el Ministerio eleve el subsidio de $2.300 a $2.500 más un bono complementario para esta interzafra (“subsidio de emergencia productiva”) de $2.000, dando un total a percibir de $4.500.

Sin embargo, noviembre encontró nuevamente a los y las trabajadoras en las calles. Jerónimo Altschuler, dirigente del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) y responsable de las negociaciones en Buenos Aires de un sector de los trabajadores tareferos de Misiones, explica los motivos a ANCCOM, el viernes 10, en las puertas del Ministerio de Trabajo de la Nación, mientras esperaba una respuesta sobre la reunión solicitada a las autoridades competentes: “Solamente adelantaron durante dos meses un pago del bono de $ 2.000, pero ahora han salido, hace dos semanas, con la novedad que no pueden pagar los dos beneficios en simultáneo porque supuestamente no son compatibles. Entonces los tareferos van a terminar cobrando entre $ 2.000 y $ 2.500 cada mes, nunca por encima de eso, cuando el acuerdo era que tenían que cobrar los dos beneficios juntos, llegando a $4.500.”

Desde Misiones, Eduardo García, tarefero de Apóstoles, ayuda a entender la importancia de la movilización y la unión de los trabajadores. En contacto telefónico con ANCCOM, expresa con respecto a los reclamos de agosto y del último viernes: “Estuvo muy bueno porque participaron los trabajadores de los sindicatos, las bases. Estuvieron de Andresito, Irigoyen, Montecarlo, Jardín América, Oberá, Azara, San José, Apóstoles… Fuimos a la Oficina de Empleo, para que vieran que estábamos ahí, hasta que no nos atendieran, no nos íbamos a mover. Entonces llamaron a Buenos Aires y les dijeron: ‘Acá también está el mismo quilombo’, y ahí nos atendieron y se acordó nuevamente que en los meses de noviembre, diciembre, enero y febrero, por cuatro meses, iban a pagar $4.300. El primer arreglo era de $4.500, ahora dijeron que podían pagar $4.300.”

Grupo de gente sosteniendo varias banderas en Misiones

Luego de la lucha obrera el Ministerio de Trabajo de la Nación acordó entregarles un bono de emergencia productiva

Estos incumplimientos de los arreglos, que corresponden solo al período de interzafra, sumados a la falta de acuerdo para marzo, fecha en la que los funcionarios, los gremios y las empresas deben establecer la actualización de los precios por el valor del kilo de hoja verde cosechado, implican que el tarefero comience la temporada sin precio fijado, es decir, sin saber cuánto vale su trabajo.

La irregularidad de la tarefa como actividad económica se puede traducir en las propias palabras de Altschuler (FOL), que continúa con la descripción de una realidad no tan conocida en las zonas urbanas locales: “Los tareferos trabajan en condiciones muy malas. Los dejan tirados en el yerbal, en el monte y tienen que quedarse ahí, una o dos semanas, acampando con una lona, sin nada, se tapan con un nylon, por la lluvia, duermen en el piso, cocinan con fuego. En el yerbal los tareferos cosechan con la familia, la mujer y los hijos. Hay trabajo infantil. Laburan de sol a sol. Es un trabajo a destajo y les pagan cuando recolectan 1.000 kg de hoja verde, no antes, y para colmo el monto es muy por debajo del valor del convenio. Les tendrían que pagar $1.260 por tonelada y les están dando entre $ 900 y $ 800, porque todas las patronales se aprovechan del eslabón más débil, que es el trabajador tarefero.”

Hoy, el reclamo del sector pasa por conseguir un ingreso en época de interzafra, que les permita a los trabajadores llevar el pan de cada día a sus familias. Sin embargo, la lucha es histórica y se refleja en el cartel de bienvenida que ofrece el Sindicato de Trabajadores Tareferos, Temporarios y Desocupados de la Ciudad de Montecarlo (Misiones): “El placer de tomar mate no puede descansar en la esclavitud del tarefero”.

 

Actualizado 14/11/2017

Ciencia de remate

Ciencia de remate

En pleno centro y a pesar de los penetrantes rayos de sol del mediodía, las camperas naranjas y amarillas resisten con bandera en mano y tambores de fondo. “Los antárticos nos vemos como mucho una vez al año, pero cuando estamos juntos nos ayudamos a sobrevivir”, dice Andrea Concheyro, paleontóloga del Instituto Antártico Argentino (IAA), y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Andrea fue a la Antártida por primera vez a los veinticinco años, y ese fue el inicio de más de quince campañas en la Base Carlini, territorio argentino en el continente antártico. Fuera de agenda, los investigadores del Instituto se movilizaron la semana pasada para frenar la venta del único edificio propio, la histórica sede de Cerrito 1248. Finalmente, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) lo remató por USD 9.300.000. En lo que va del 2017, el organismo estatal recaudó más de 100 millones de dólares con la venta de inmuebles públicos que consideran ociosos, y hay programadas otras 17 subastas para los próximos meses, según se estableció por decreto del Poder Ejecutivo en abril de este año.

El conflicto por la sede de Cerrito 1248 comenzó el año pasado cuando la AABE decidió poner en venta el edificio por “resultar innecesario para la gestión a su cargo”, según el decreto 952/2016 del 19 de agosto. En octubre del 2016, el diputado porteño Javier Andrade (FPV) presentó un proyecto de ley para que el edificio y todos sus bienes se declararan como Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Construido en 1917 por el arquitecto francés Joseph Gire, el edificio fue designado como sede oficial del Instituto Antártico días después de su inauguración en  1951. Argentina fue pionera en entender la Antártida como un polo científico. “Cuando otros países estaban concentrados en cuestiones de guerra, Argentina inauguró el primer instituto de investigación para la ciencia en Antártida. Fuimos visionarios, pero por unos pesos lo estamos perdiendo”, denuncia Juan Manuel Lirio, doctor en Geología y jefe del Departamento de Geología del IAA.

Desde su inauguración, el Instituto albergó material valioso: un museo de piezas antárticas y una biblioteca de más de diez mil libros y artículos de investigación. Todos esos elementos contaban con un sitio seguro de preservación y fueron trasladados sin chequear ni hacer inventarios a un espacio que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, en la calle 25 de Mayo, entre Paraguay y Viamonte. Los libros y apuntes se trasladaron como papeles descartables y sin consultar antes a los científicos del Instituto. “Este material no puede salir del edificio sin antes estar inventariado por nosotros mismos”, dice Tamara Manograsso, investigadora en geología en el IAA, mientras mira el edificio que en unas pocas horas será demolido para levantar una torre.

Lirio recuerda la entrada de nuevos investigadores en 2008, cuando se reactivó el proyecto de investigación antártica. Esto trajo nuevas iniciativas e ideas, pero hoy el camino parece desandarse poco a poco. “Es difícil retener a los investigadores jóvenes, porque para dar una posibilidad de carrera científica tenés que tener una continuidad en los proyectos de investigación”, explica Juan Manuel en relación a los contratados que trabajan por sueldos mínimos, sin los elementos necesarios ni un lugar físico estable, repartidos entre las dos sedes del Instituto: las oficinas de Balcarce y los dos pisos prestados por la Universidad de San Martín, donde aún no hay laboratorios ni equipamiento. “Actualmente no podemos hacer ciencia sin los convenios internacionales, porque en las oficinas sólo tenemos una mesada y una computadora”, completa.

Desde hace cinco años, el edificio de Cerrito 1248 esperaba su refacción, pero cada vez que se presupuestaban las obras aparecían otras urgencias: en 2016, el dinero se derivó a los alimentos para la campaña antártica, insumo básico para la supervivencia de los científicos que viajan a trabajar en el Continente Blanco. “Es claro que no somos prioridad”, reflexiona Juan Manuel. El investigador sabe de qué habla: lleva hechas más de 30 campañas en la Antártida, entre la Base Carlini y los campamentos, excursiones en las que se embarcan los dedicados a la geología y paleontología para analizar los fósiles que no se encuentran cerca de la Base.

Además de la extensa biblioteca, en el edificio de Cerrito funcionó un museo donde se hacían visitas guiadas y charlas de capacitación a maestros, profesores y otros trabajadores de la ciencia. También funcionaba allí todo el quehacer antártico: la organización logística de la Base Carlini, un laboratorio de electrotécnica, una imprenta donde las contribuciones al Instituto se traducían a cuatro idiomas, y un espacio para resguardar piezas museológicas únicas, como las de la expedición sueca de 1902. En 2013 empezaron a repartir al personal administrativo y científico a distintas sedes, pagando precios descomunales en alquiler. En 2015, se consiguió la sede en la Universidad de San Martín, pero durante la mudanza los investigadores pasaron nueve meses sin un lugar fijo, trabajando desde sus casas. “Mientras Chile invierte en su edificio antártico de Punta Arenas, o el British Antarctic Survey protege su patrimonio con más de 150.000 piezas museológicas, acá, que tenemos uno de los trabajos más profundos en ciencia en la Antártida, nos reemplazan por emprendimientos inmobiliarios”, advierte Concheyra. Y recuerda el proyecto que intentaron montar años atrás con algunos compañeros y compañeras de trabajo para dar a conocer en escuelas primarias algunos aspectos sobre la vida en la Antártida. “Cuando yo tenía seis años, en el Normal 4 me mostraron la película sobre la ´Operación 90´ y a partir de ahí empecé a soñar con ir a la Antártida”, recuerda. La película recrea la primera llegada argentina al Polo Sur, en 1965. “Así como yo, miles de chicos y chicas podrían dedicarse a la Biología, Geología o Paleontología”, plantea. El proyecto que intentaron llevar adelante era una muestra itinerante de fósiles de la Antártida para circular por escuelas en distintos pueblos del país. Sin embargo, una vez más, fueron sólo promesas: “Evidentemente hay un profundo desconocimiento y un marcado desinterés”, reflexiona Concheyra.  

En medio de la Avenida 9 de Julio, un pingüino de peluche adornado con el estandarte naranja del IAA se ve entre las banderas. Romina viene a acompañar a su padre, Sergio, geólogo del Instituto. “Mi viejo va a la Antártida todos los años, desde antes que yo naciera, y es lo que más le gusta de su trabajo”, explica. Ella estudia Comercio Exterior, aunque admite que evaluó la posibilidad de dedicarse a la investigación: “Es muy duro el trabajo que hace mi viejo, porque no se queda en la Base sino que siempre está en los campamentos buscando muestras, es muy comprometido”. Sergio quiso llevarla a la Antártida en más de una ocasión, pero para viajar con sus familias los investigadores deben pasar más tiempo de lo que implica una campaña normal, por lo menos seis meses o un año.

Pasado el mediodía, la bandera se planta frente al edificio vidriado de Cancillería: “La soberanía y la ciencia antártica no se rematan, se defienden”. Se hace silencio y el petitorio, esta vez más combativo, vuelve a sonar amplificado por un megáfono. Camperas, bombos, pecheras y antiparras. Los que caminan se acercan y preguntan, otros sacan fotos, otros miran los carteles. Tras horas de resistencia, abre la puerta de la Cancillería Máximo Gowland, director nacional de Asuntos Antárticos. “Si no se puede evitar la venta, le pedimos que al menos nos den el tiempo necesario para retirar el material valioso con un inventario”, suplica Concheyra. La negativa fue inamovible: Gowland recibió el petitorio, el mismo que los antárticos habían entregado en la Defensoría del Pueblo, en la AABE y en la Casa Rosada, pero mantuvo la postura oficial. El remate concluyó el jueves por la tarde frente a la sede de Retiro de la Agencia de Administración de Bienes del Estado, con una firma que marca un quiebre en la historia del Instituto. Los antárticos se quedaron sin edificio propio, sin biblioteca y sin museo. Queda, frente a la puerta de Cerrito, el germen de la unión ante la tristeza de la pérdida.

Actualizada  26/09/2017

 

Conflicto en el Canal de la Ciudad

Conflicto en el Canal de la Ciudad

La dirección del Canal de la Ciudad desconoció un acuerdo firmado el 11 de julio con los trabajadores y la Dirección General de Relaciones Laborales del Gobierno de la Ciudad. El acuerdo buscaba generar un convenio colectivo que los equipare como trabajadores de televisión dentro de la planta. En protesta, los trabajadores desde hace dos semanas realizan ceses de actividades durante dos horas diarias y se reúnen en asamblea. El último día de agosto también realizaron un corte de calle frente al canal, para visibilizar el conflicto.

El reclamo de los trabajadores tiene dos cuestiones principales. La primera consiste en que se regularice el marco laboral, ya que en muchos casos realizan las mismas funciones pero tienen diferentes sueldos y diferente marco legal. La segunda es que se los considere trabajadores de televisión, ya que hasta el momento no perciben los derechos de su actividad específica, sino que están enmarcados bajo el Convenio de Trabajadores Administrativos.

El canal está conformado por 20 trabajadores de planta y por otros 130 trabajadores contratados, quienes brindan sus servicios como monotributistas, es decir que no perciben aguinaldo, jubilación o vacaciones. Los trabajadores de planta, a su vez, cuentan con estos derechos, pero su sueldo es muy inferior al de los contratados.

Se ve aun grupo grande de personas en ronda hablando en la vereda de la calle.

El canal está conformado por 20 trabajadores de planta y por otros 130 trabajadores contratados como monotributistas.

Mariana Gior, productora contratada en un programa del canal y delegada de la asamblea de los trabajadores, explicó a ANCCOM: «No se reconoce la relación de dependencia que hay entre un trabajador contratado y el Gobierno de la Ciudad. Si quieren pueden dar de baja el contrato, sin previo aviso y sin motivo porque no hay nada que diga lo contrario». Un ejemplo de esto es el caso de Fernanda Heredia, editora desde 2007 en el canal. Quedó embarazada en 2009 y la dirección del canal que estaba en ese momento le dijo que dejara de prestar sus servicios y que se volviera a presentar luego de su embarazo. Ella tuvo que hacer referencia a la Ley 3231 de 2009 que rige en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para aquellos que prestan locación de servicios para el Gobierno, en la que se le da el derecho a la mujer embarazada de la suspensión de sus servicios, con pago de la contraprestación convenida.

Pegado a una ventana se ven varios carteles que dicen "convenio colectivo de trabajo ya" en cada uno de ellos hay una letra escrita a mano y con todos juntos se forman dos palabras: "Fraude laboral".

«No se reconoce la relación de dependencia que hay entre un trabajador contratado y el Gobierno de la Ciudad», explicó la delegada de la asamblea de los trabajadores.

Un trabajador de planta de hace muchos años, habló sobre la situación de los contratados: «Hay personas que hace años que trabajan para el canal, sin embargo siguen teniendo que facturar. El reclamo es regularizar la situación. Actualmente tenemos distintos derechos pero las mismas obligaciones. Un ejemplo: hay dos camarógrafos en un programa y uno cobra como planta y otro como contratado. Esta discusión viene desde hace años». El mismo trabajador también explica que la precarización no es sólo de ahora, viene desde varias direcciones anteriores y nunca se solucionó. «Nosotros a esta gestión del canal le reconocemos que lo puso en marcha. Con la dirección anterior estaba estancado, y hace muchos años, ni bien asumió (Mauricio) Macri, hasta se había pensado en cerrar. Hoy en cambio, el canal cada vez incorpora más gente y programación. Pero la precarización es la misma que con las direcciones anteriores, lo negativo es la regulación que se mantiene». 

El segundo reclamo, que arrastran desde hace diez años, es que dentro de la estructura organizativa no se los considera trabajadores de televisión. Como el canal se enmarca dentro de la estructura gubernamental, se lo considera una administración más. «El canal figura dentro de una Dirección General. Es un último escalafón de la estructura, algo muy pequeño. No tenemos la categoría de un canal de televisión. No se consideran las tareas específicas que hacemos. Somos considerados trabajadores municipales. Pero acá hay cámaras, productores, asistentes de cámara, coordinación y tareas específicas de un canal de TV. No hay otra área del Gobierno donde se realicen estas tareas», expresó la delegada Mariana Gior. Esto además impide que reclamen derechos propios de trabajadores de televisión, como por ejemplo, poder afiliarse al Sindicato de Trabajadores de Televisión (SATSAID). Actualmente están en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Fernanda Heredia contó que una vez quiso presentar una ficha de asociación voluntaria al SATSAID y se la impugnaron. El delegado de base de SATSAID dijo que a lo largo del país la mayoría de los canales de las ciudades tienen criterio de canal de televisión, que la situación de la ciudad no puede darse como se presenta actualmente.

Se ve a un grupo de personas sentadas en la vereda de la calle y a tres mujeres paradas, una de ellas hablando con su mano levantada.

Los trabajadores reclaman que dentro de la estructura organizativa no se los considera trabajadores de televisión.

Otro punto que preocupa a los trabajadores es que el lugar asignado para el Canal de la Ciudad en la grilla de la Televisión Digital Abierta (TDA) todavía no se ha usado, y solo pueden mirar la señal los abonados al cable. Buscan que esta situación también se regularice, ya que el canal se paga con los impuestos de los porteños, por lo que no tendrían que tener televisión paga para poder verlo. Uno de los trabajadores más antiguos del canal, resume el reclamo: «Estamos luchando por tener un convenio televisivo».

Se ve un aparato de reconocimiento de huellas digitales en una pared, encima de él se encuentra pegado un cartel en el que se lee: "Convenio Colectivo de trabajo ya".

Uno de los trabajadores más antiguos del canal resume el reclamo: «Estamos luchando por tener un convenio televisivo».

Actualizada 19/09/2017.

El grito que llegó del sur

El grito que llegó del sur

Viajamos más de 3.000 kilómetros para hacer un reclamo contundente sobre el vaciamiento de nuestra empresa: Yacimientos Carboníferos de Río Turbio. El Estado Nacional anda queriendo cerrarla a sabiendas de que las minas son la única fuente de trabajo y nos las quieren sacar”. La explicación de César Roberto Ibáñez, secretario gremial de ATE Río Turbio, resuenan entre los cantos de sus compañeros frente al Congreso Nacional.

Los trabajadores del carbón llegaron este martes desde Santa Cruz a la Capital Federal para hacer oír su reclamo contra el desguace de la mina de Río Turbio frente al Parlamento. Allí recibieron el apoyo de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la organización Barrial Tupac Amaru, entre otras organizaciones sindicales y sociales.

Todos exigieron “la reincorporación de los compañeros mal despedidos y estabilidad laboral, y el levantamiento del plan de retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas”.

Gente marchando con distintas banderas verdes y blancas, delante una fila de hombres marchando vestidos con mamelucos y cascos con linternas sostienen una bandera en la que se lee: Yacimientos Carboníferos Río Turbio.

Los trabajadores del carbón llegaron este martes desde Santa Cruz a la Capital Federal para hacer oír su reclamo contra el desguace de la mina de Río Turbio frente al Parlamento.

Los trabajadores nucleados en ATE también reclamaron que “el presupuesto nacional 2018 contemple las inversiones necesarias para el normal desarrollo de la actividad minera en su conjunto”, como también la totalidad de los salarios de todos los trabajadores del yacimiento del cual dependen más de 3500 familias.

Al grito de “acá están, éstos son, los mineros del carbón”, los trabajadores de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio dejaron un petitorio en las dependencias del Ministerio de Trabajo ubicadas en Callao 114. También insistieron con el reclamo para que se elimine el proyecto para flexibilizar el convenio colectivo del sector.

Allí, frente a las oficinas de la cartera laboral, los mineros realizaron un acto. “Es necesario poner a la mina de Río Turbio de pie, porque entendemos que si produce al 100 por ciento, podemos administrar energía para cuatro provincias y no tenemos que andar mendigando energía a países vecinos”, sostuvo Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital. Y completó: “Tiene que haber un diálogo de negociación para reincorporar a los compañeros despedidos, que sí o sí hay que discutir un presupuesto que crezca para la mina”. Además, afirmó que el reclamo supone una “responsabilidad histórica porque de esa mina no sólo dependen miles de puestos de trabajo, también la energía de la provincia y la ciudad de Río Turbio existen gracias al trabajo de estos mineros”.

Un hombre con la ropa de trabajo de minero y un casco con linterna levanta sus manos, detrás de él la bandera de ATE, con la cara de Evita.

“Los mineros de Río Turbio hemos viajado 3.500 km desde la provincia de Santa Cruz porque hemos sufrido un parate total en la mina», explicó Adonis Rojas, delegado de base ATE Río Turbio.

Hacemos responsable pública y directamente a Mauricio Macri de lo que les pueda pasar adentro de la mina a los obreros, porque la persecución que están sufriendo es muy grave, y nuestros compañeros se juegan la vida todos los días, 2.500 metros bajo tierra para producir carbón y así poder tener energía”, concluyó.

En diálogo con ANCCOM, Hugo Yasky, secretario general de la CTA de los Trabajadores, argumentó que la defensa de la mina supone defender “patrimonio nacional”. Y destacó: “Es una de las principales fuente de trabajo de la Patagonia”.

Nosotros no queremos la energía concebida de un negocio multinacional, nosotros no queremos la lógica de que todo funciona cuando le deja ganancia a los grandes negociadores, pero cuando le deja ganancia al país y le permite tener plan de desarrollo, no funciona”, dijo luego durante el discurso frente a los trabajadores.

Un minero vestido con su ropa de trabajo y su casco con linterna levanta las manos en el aire con los puños cerrados, detrás de el un grupo de personas, un hombre hablando al micrófono y una bandera verde con letras blancas en el fondo.

Hugo Yasky, secretario general de la CTA de los Trabajadores, argumentó que la defensa de la mina supone defender “patrimonio nacional”. Y destacó: “Es una de las principales fuente de trabajo de la Patagonia”.

Para finalizar, Yasky gritó a viva voz: “Fuerza compañeros mineros, la CTA, y ATE van a estar con ustedes, hasta que obtengamos del gobierno una respuesta positiva, a luchar y a no bajar los brazos”.  

Durante la marcha participaron varias organizaciones, y entre todas las consignas se destacó “aparición con vida del compañero Santiago Maldonado”.

Venimos de ATE Río Turbio, tenemos una lucha constante allá en el sur, y mucho más en nuestra empresa, donde actualmente hemos tenido más de 100 despidos, hay ajustes, y retiros voluntarios. Nosotros estamos en contra de todas esas medidas. Por eso venimos a decirle a toda la República Argentina que Río Turbio vive del carbón”, le explicó a ANCCOM Matías, uno de los mineros movilizados.

Un Hombre con ropa de minero y casco con linterna mira a cámara, de su cuello cuelga un cartel en el que se ve la imágen de Santiago Maldonado.

César Roberto Ibáñez, secretario gremial de ATE Río Turbio, estuvo presente en la marcha en la que entre todas las consignas se destacó: “aparición con vida del compañero Santiago Maldonado”.

Adonis Rojas, delegado de base de ATE-Río Turbio, también describió la situación de los trabajadores en diálogo con esta agencia: “Los mineros de Río Turbio hemos viajado 3.500 km desde la provincia de Santa Cruz porque hemos sufrido un parate total en la mina. La gota que colmó el vaso fue el despido de compañeros nuestros de la delegación Buenos Aires, es por ello que en una asamblea resolvimos la toma pacífica de la mina, y esta medida la llevaremos a cabo hasta que reincorporen a los compañeros”.

El acto finalizó con la lectura de una carta de los mineros, en agradecimiento a las organizaciones por el acompañamiento en la lucha. El texto fue leído por César Roberto Ibáñez, secretario gremial de ATE Río Turbio.

Una concentración de gente marchando por las calles y sosteniendo banderas.

Los trabajadores del carbón recibieron el apoyo de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la organización Barrial Tupac Amaru, entre otras organizaciones sindicales y sociales.

Actualizado 13/09/2017.

Las miserias del mercado laboral

Las miserias del mercado laboral

En febrero de este año renuncié a mi ex trabajo para conseguir alguno relacionado a la carrera que estudio, Ciencias de la Comunicación. Días y meses llevo enviando CV y llamando a medios. “(Risas) Acá sobra gente. Si querés mandalo para que quede en el registro pero la situación está muy negra”, me dicen en uno de los pocos lugares que me atienden. “No estamos buscando a nadie. Te agendamos para futuras búsquedas”, es la frase habitual. Con tristeza y un poco de bronca, contesto: “Gracias por responder. Saludos. AL”.

Hoy me desperté dos horas antes de que suene la alarma que me pongo para “no pasarme con el sueño”. Me abrigo, me ato el pelo, prendo la radio y me acuerdo de La Guía del Estudiante que me regalaron una vez: “Querida hija: que esta guía te oriente a encontrar tu camino para ejercer y desarrollarte, con el anhelo de mejorar y aportar un bien a la sociedad”. Mientras, escucho las noticias: obreros despedidos, paro docente, cierre planta de PepsiCo, suspenden planes Progresar…

El sindicato al que está afiliado mi papá defendió de nuevo al patrón y sólo recibió un aumento del 20 por ciento. A mi mamá se le redujo un tercio su trabajo. Ni el programa de la radio empieza a horario porque operadores y periodistas reclaman que les paguen su sueldo y sus aportes atrasados. Y cada vez está peor para todos.

Pero ese día, un correo me devolvió algo de autoestima. “Hola Ana Laura. Me paso a presentar. Soy coordinador de una revista, tenemos un programa de radio semanal y una página web. Nos llegó tu CV y actualmente estamos buscando una ´promotora publicitaria´ que nos acompañe en la búsqueda de anunciantes para sostener esos emprendimientos. Tal vez sea una buena oportunidad para vos en la medida que tengas buena voluntad, tesón, constancia y ganas de aprender. Si todo esto forma parte de tus cualidades, podemos encontrarnos. Estamos en contacto”. Después de cuatro meses, conseguía una entrevista.

El día indicado, me levanté temprano, planché la camisa y salí con tiempo. Llegué antes así que una amiga me entretuvo hasta que se hizo la hora y se fue. A las 8.55 toqué el timbre y bajó un hombre de unos 60 años. Antes de que abriera, puse el celular en silencio para que no me interrumpieran durante la entrevista.

Apenas nos sentamos, comenzó: “Vi que fuiste a un liceo. Es buena la educación de ahí, ¿no? Bah, más allá que fue de donde salieron Nito Mestre y Charly García, seguro que la tuya fue mejor… Mientras termino de contestar unos mails, querida, vos hojeate la revista… Como sabrás, nosotros somos una revista que trabaja y se financia por la publicidad, no tenemos ningún plan piquetero ni nada por el estilo”.

– ¿Alguna vez participaste de una revista? –me preguntó al rato.

– No. Mi única experiencia fue en una radio comunitaria en Liniers.

– ¿Pero no vivís en Caballito? ¿Cómo llegaste ahí?

– Por un conocido –dije sin contar que en realidad militaba allí.

– ¿Qué conocido? –insistió.

– Mi novio –dije pensando qué podía importar eso.

–Ah, tenés novio…

Ante mi cara de “no entiendo que tiene que ver mi situación sentimental”, preguntó si me quedaba alguna duda. La revista que editaba era un amasijo de avisos publicitarios, horriblemente diseñada y diagramada. En el margen superior izquierdo de la tapa se veía una chica con síndrome de Down. Pasé las páginas y adentro no se hacía ninguna referencia a ella. Lo más interesante eran unas adivinanzas para “descubrir tu barrio porteño”. Con respeto, planteé la posibilidad de mejorar el contenido y así atraer el interés de lectores y anunciantes.

“Te comento una cosita, nada más. Hace 40 años que me dedico a esto, fui docente  de un terciario en periodismo, soy muy amigo del director, me llamaron específicamente a mí para que dé una materia, participé de la reforma del plan de estudios y podrás ver a todas las personas que entrevisté –señaló un par de retratos en la pared– ¿Sabés la cantidad de chicos que están estudiando periodismo? ¿Y sabés la cantidad de inútiles que se creen que van a iluminar el mercado? Ustedes no van cambiar nada”.

Por un instante, se me ocurrió que la desubicada era yo y que me había comportado de manera soberbia. Entonces me limité a escuchar. El trabajo consistía en visitar todos los locales de Palermo y convencerlos de anunciar en la revista.

– Para vos que sos tan inteligente, esto es muy sencillo. Por ejemplo, tenemos solo dos publicidades de peluquería. Vos le podés decir de poner una oferta para que el tipo se entusiasme. A ver vos, ¿cuánto gastás en el pelo?

– Un corte debe salir 300 pesos –calculé porque al mío me lo corto yo.

– ¿Y cuánto te sale el gimnasio?

– No voy al gimnasio –odio los gimnasios.

– Pero es obvio que alguna vez fuiste –hizo una pausa y preguntó–: ¿Dónde te gustaría trabajar el día de mañana?

– Me gusta la educación y la investigación, pero también escribir, así que no descarto la opción de trabajar en algún medio.

– A ese tipo de trabajos se entra por contacto –dijo y me relató historias de alumnos y conocidos de él que pudieron entrar en alguno y, por un motivo o por otro, no lo hicieron–. A uno, que me salió con que no se sentía a gusto, le dije: “Clavate una pastilla de carbón, pibe”.  Otra vez, cité a cinco chicas, a las más lindas de la oficina. Les comenté que un amigo producto/r buscaba una conductora para un programa de turismo extremo. Tenían que mandar fotos no sólo de la cara sino de cuerpo entero. Obvio que no así con ropita, en mallita… Y me empezaron a decir una sarta de pelotudeces. Que ellas no se van a cosificar, que ellas estudiaron para hacer algo distinto. Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Ahí te das cuenta que muchas ganas de laburar no tienen.

– …

– También tenía una alumna que estudiaba periodismo. Era buena, una alumna normal pero amaba la actuación. Y nosotros hacíamos que vayan famosos para que ellos los entrevisten. La cuestión es que esta chica, muy bonita además, me pidió que por favor le haga contacto con el productor invitado ese día. Una noche la chica me llama y me avisa que estaba en un restaurante con este productor, que la había invitado a tomar champagne a la casa y que ella no sabía qué hacer. Y ahí le dije: “Qué querés que haga nena, hacete cargo. ¡Vos sabés a dónde querés llegar!” –otra pausa y, con mirada cómplice, dijo–: Al mercado se entra por contacto, por favores. ¿Por qué pensás que hay mujeres conduciendo en la televisión?

Yo no aguantaba más. Quería irme corriendo. Ahí me di cuenta que por las ganas de conseguir un trabajo me había metido en el dormitorio de un departamento disfrazado de oficina con un desconocido. La situación se volvió tensa y mis respuestas también.

– ¿Tenés alguna duda? –preguntó otra vez.

– No.

– Tu trabajo va a ser de lunes a viernes de 10 a 17. Aparte del sueldo tenés incentivos, estímulos… Acá tenemos auspiciantes de todos los rubros, desde técnicos de electrodomésticos hasta zapatería. Si vos necesitás algo, alguna pilchita, alguna ropita que te guste, vas y le decís que trabajás conmigo. Capaz que te hace algún descuentito…

Cuando salí a la calle, miré mi celular: eran las 10.40 y tenía varias llamadas perdidas. Había pasado una hora y cuarenta minutos. Me llamó mi mamá. Estaba desesperada porque yo no había contestado sus mensajes. Me largué a caminar, a llorar y a contarle por teléfono lo que acababa de vivir. Pero una mujer llorando en la calle también es una buena excusa para que te acosen: “Muñeca. No llorés, vení que te consuelo… Te vengo viendo hace cuadras y no puedo creer las cejas hermosas que tenés. ¡Pará, flaca, no corrás! ¿Qué te pasa? Es un piropo, pelotuda. ¿Quién carajo te creés que sos…?”.

Sólo quiero conseguir un trabajo.

Actualizado 05/09/2017.