Hoy paran los periodistas

Hoy paran los periodistas

Hoy paran los periodistas. La medida es llevada adelante por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) y se articula con el plan de lucha organizado por la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN). Las principales redacciones del área metropolitana se suman a la jornada nacional de todo el gremio y se realizará una asamblea general a las 13 organizada por la FATPREN. Participan de la huelga de 24 horas las redacciones de Página/12, Clarín, Olé, Ámbito Financiero, Diario Popular y El Cronista, y habrá acciones en La Nación e Infobae, entre otros medios.

Los trabajadores de prensa exigen una recomposición salarial para todos aquellos que durante la pandemia han sostenido la información sin pausa y bajo condiciones excepcionales. Las asambleas de los medios organizados bajo el SIPREBA reclaman que los salarios netos sean superiores a la canasta básica, ya que el resultado de la última paritaria (congelada durante más de un año) no cuenta con retroactivos y las sumas fijas son insuficientes, achatando la escala salarial.

Sobre la precarización que arrasa al sector, el Secretario de Organización del SIPREBA, Agustín Lecchi, afirma que en los cuatro años de macrismo la actividad perdió el 40% del poder adquisitivo y miles de puestos de trabajo. Durante la pandemia, esta tendencia se consolidó, ya que “muchos medios bajo el eufemismo de las ‘colaboraciones’ tienen a la mayoría de su planta flexibilizada sin los derechos sociales que conocemos y defendemos”:

“La pandemia demostró la importancia de los medios de comunicación y de contar con información fidedigna. El problema es que cualquier coyuntura es aprovechada por los grandes medios para precarizar y atacar nuestras condiciones laborales y nuestros salarios. Cuando hay un periodista precarizado se genera un problema para quienes trabajamos en los medios y para toda la sociedad”, agregó Lecchi.

En esta jornada de paro también se exige un plus por esencialidad, bono compensatorio por teletrabajo, protocolos sanitarios adecuados al sector y la inclusión del SIPREBA en la mesa paritaria para una representación real de los trabajadores en la negociación por los salarios. Esta exigencia se debe a que la UTPBA, el sindicato que actualmente mantiene la personería gremial, es decir, quien tiene la posibilidad de firmar acuerdos salariales legalmente junto a las cámaras empresariales, no tiene representación real en las redacciones más importantes de la ciudad.

Desde la Asamblea y Comisión Interna de Delegados Clarín/AGEA, la periodista Clara Uranga da cuenta de lo mucho que ha empeorado la situación: “Hemos trabajado sin pausa durante estos nueve meses, en nuestras casas, como corresponde por el riesgo sanitario. Pero sin que la empresa se haga cargo de ninguno de los gastos que eso implica. Muchos de nosotros no teníamos una conectividad que nos permitiera trabajar al ritmo que tenemos que hacerlo y por el compromiso con nuestro oficio lo hemos pagado con nuestros bolsillos y ya no nos alcanza”.

Si bien durante las últimas horas hubo un cambio de escenario, ya que la empresa Clarín/AGEA comunicó unilateralmente una mejora a la paritaria, esta era insuficiente e irrisoria: incluía un voucher de supermercado, un adelanto en una de las sumas fijas y la conversión de una de estas en un porcentaje que en realidad impactaría en una franja muy chica de trabajadores. Por eso, desde la redacción se decide sostener el paro: “La situación sigue siendo grave y este es el momento de reclamarla en conjunto con la gran mayoría de las redacciones organizadas en el SIPREBA”, comentó la representante.

Por otra parte, en la redacción de Página/12 se decidió extender la jornada de paro de a 48 horas por la situación particular de los trabajadores en ese diario. Es decir, el paro en éste medio se extiende hasta el viernes 4. Según contó Paula Sabatés, periodista y delegada de Página/12, “existen particularidades que vienen de antes de la pandemia y ahora se profundizaron. Página es la única empresa de prensa escrita de todo Capital Federal que espera a la homologación para pagarnos la paritaria. Se firmó hace casi dos meses y no nos la están pagando. Además, hay editoras contratadas como colaboradoras, gente de redes que cumple horario fijo y lugar de trabajo que está facturando, gente contratada por otra razón social, y eso, según entienden nuestros abogados, es un tipo de fraude laboral”.

La casa está infectada

La casa está infectada

En el grupo de WhatsApp del secundario, una compañera manda un PDF de recomendaciones que emitió la Facultad de Psicología para afrontar la pandemia, un amigo me avisa que Drexler escribió una canción, mis hermanos quieren coordinar una videollamada para la tarde del domingo, mi mamá dispara un sinfín de audios de ya no sé qué médico extranjero que explica cómo se vive el coronavirus en el exterior, tengo el celular lleno de memes sobre la cuarentena y perdí la cuenta de la cantidad de mensajes de argentinos varados que llegan a mi teléfono pidiendo mediatizar su caso para ver si eso los trae de regreso a su tierra natal. El virus está en el noticiero, en las conversaciones con amigos, en la cola del supermercado. Pero donde ingresó con fuerza es en mi casa.

En estas primeras semanas de aislamiento social, el bicho entró y se metió en cada rincón de este PH, en nuestra pareja e intimidad. Afuera el mundo es incertidumbre y desconcierto, acá dentro no ocurre algo tan distinto. Mi compañero me parece un extraño, un posible foco de contagio, ¿tendrá él la enfermedad? Hace unos días, pegar mi cachete al suyo y frotarnos como esos perritos que aparecen en Internet era una de mis actividades favoritas, hoy nos saludamos de lejos como dos desconocidos que comparten una mesa en un bar. Tenemos diálogos operativos y por WhatsApp sobre cómo limpiar las superficies, qué falta comprar, cómo desinfectar las verduras. El amor entró en cuarentena.

Llegamos a esta casa hace seis meses y la fuimos moldeando a imagen y semejanza de nuestras expectativas con fotos de nuestros últimos viajes y una decena de potus. Acá leíamos libros maravillosos, veíamos Succession, cogíamos, nos emborrachábamos, peleábamos, inventábamos recetas de cocina con las verduras que llegaban del bolsón agroecológico, hablábamos con tono venezolano para jugar a ser latinos. Acá nacieron nuestros alter egos: Silvia y Sergio, un matrimonio de 50 años que vive haciéndose reclamos, y que nos sirvió como estrategia para que M. pudiera decirme que lavé los platos como el orto o marcarle que estaba cansada de levantar su ropa por toda la casa.

Este hogar que ha operado muchas veces como un refugio del afuera, de los vínculos familiares tóxicos, de todo aquello que duele y lastima, no está. Acá dentro siempre me sentí a salvo y hoy es un territorio frío y estéril que huele a lavandina por todos lados. El refugio se ha desvanecido como una remera vieja que va perdiendo su estampado. No reconozco este territorio. Las peleas se multiplican porque la casa es un infinito de actividades para hacer y cada uno lidia con el quilombo de adaptar el trabajo a la virtualidad. Dicen que convivir mata la pareja, la pandemia parece que va a acelerar el proceso.

M. dice que con el encierro ganó tiempo para escribir sus papers, editar un libro y hacer un curso virtual. Nada de eso ocurrió los primeros días. Se obsesionó con aprovechar la cuarentena para ponerse al día con los pendientes de la casa. El padre le trajo una pistola de calor para sacarle la pintura a la mesa del living. El ruido fue como tener un taladro funcionando adentro del oído, tardó tres días en hacerlo y eligió momentos en que yo desgrababa o dormía una pequeña siesta. Cuando terminó, arrancó a lijar y barnizar 67 varillas de madera que recubren el balcón. Tardó 21 días y fue de lo único que hablaba. De la pandemia, ni una palabra.

Yo estoy asustada con este virus. No tengo claro qué me da miedo, creo que todo: el encierro, las muertes, la idea de que el peligro está próximo, no poder ver a mis sobrinos y a mi mamá, mi psiquis. Yo sigo trabajando como si nada hubiese cambiado. “El periodismo no descansa”, repetían mis profesores de TEA todos los años.

Sigo trabajando y hago malabares con mi estado emocional porque hay que trabajar, trabajar, trabajar, somos un servicio esencial, la gente necesita informarse, no importa que siente uno con este tema, no frenamos, hay que enganchar a Ginés al teléfono. Cada mañana, Jorge, el muchacho tozudo de seguridad, me acerca una pistola termómetro a la cabeza y me dice: “Arriba las manos”. Simula un robo de lunes a viernes a las 5 AM. Así arranco el día. Odio esto que hace, pero todavía no me animo a decirlo.

Desde mediados de marzo, vuelvo caminando del trabajo a mi casa. Es la única nueva rutina que valoro de esta pandemia. Me gusta cruzarme con gente, pero ocurre muy poco. Estos días el barrio está como apagado, sin movimiento, nublado. Escucho Salad Days y me construyo por Lacroze un escenario optimista. Me gustaría chocarme con los pibes del camión de La Serenísima que bajan productos en el Carrefour o que el portero del edificio de Álvarez Thomas me deje pasar mientras limpia la vereda. ¿Dónde están todos?, ¿se habrán enfermado? Lloro sin esconderme: el barbijo me da anonimato.

M. silba cuando va del living a la cocina y pone un dj set de Cattaneo para cocinar un risotto. No sale hace cuatro semanas. Como yo voy a trabajar, me ocupo de hacer las compras del supermercado y tirar la basura. Estoy agotada de esta rutina doméstica. Él vive como si el sistema mundial no estuviese colapsando. Es un enigma lo que ocurre en su cabeza ante situaciones con las que cualquier civil se amargaría. Tiene la templanza de un maestro de yoga: nunca desborda.

Tenemos un cuarto que tiene un escritorio amplio de madera de pino y está al lado de una ventana que da a una calle con poco y nada de movimiento. Ese lugar se volvió el espacio más codiciado para encerrarse y trabajar aislado de afuera y de nosotros.

Empiezo a hacer lugar en el placard para todos los proyectos frustrados que voy a tener este 2020. Con M., siento que tenemos reinventarnos como dice cada tanto una famosa en una revista de chimentos para contar que se separó y adelgazó 90 kilos. No quiero ni una cosa, ni la otra, pero sí asumir que el virus todo lo toca y que hay que estar atentos.

Leo que en China subió la cantidad de divorcios. Me asusta, estoy permeable a todo, ¿quién está preparado para una convivencia de 24 horas por meses con alguien?, ¿puedo cambiar mi contacto estrecho?, ¿cómo continuaremos?, ¿qué quedará de nosotros después de que pase todo esto? Día 62 y sigo contando.

Despidos en Editorial Atlántida

Despidos en Editorial Atlántida

La empresa hace pasar los despidos por retiros voluntarios y ofrece indemnizaciones en 26 cuotas.

Nuevamente, en lo que va del aislamiento social preventivo y obligatorio, una empresa se aprovecha de la situación excepcional que vive el país para deshacerse de sus trabajadores. Y otra vez, sucede en una empresa de medios de comunicación. En esta ocasión, en Editorial Atlántida, que publica las conocidas revistas Gente, Paparazzi y Para Tí.

La semana del 23 de abril, a 45 trabajadores de distintas áreas (redactores, diseñadores, fotógrafos y personal administrativo y de sistemas) se les comunicó que estaban siendo “liberados de tareas”, para luego informales que “se prescindiría de sus servicios”. A partir de ese momento comenzó una “situación completamente extorsiva”, como sostiene Félix Vallejos, delegado y redactor de la web de Paparazzi.

Desde la empresa alegan que las desvinculaciones fueron acuerdos de retiro voluntario. Sin embargo, los trabajadores sostienen que son despidos disfrazados para evadir el cumplimiento del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 329/2020 -que prohibió los despidos, suspensiones y disminuciones de trabajo durante 60 días. “Esto está pasando con nuestros compañeros: les dicen que los liberan de tareas, los citan a una reunión y les ofrecen una indemnización a pagar en hasta 26 cuotas”, explica Vallejos, y continúa: “Les dicen que si no aceptan, aunque no los puedan despedir, no les van a pagar el sueldo. Esto obliga a muchos a aceptar esta indemnización.”

“A mí me pega de manera directa y letal porque ya veníamos cobrando sueldos bajísimos y no tengo ahorros para sostener los días que vienen”, cuenta Alejandro Guardia, editor de video de las publicaciones de la editorial, y uno de los trabajadores recientemente despedidos. “Con la oferta de indemnización que plantea la empresa tampoco se puede proyectar mucho porque ni siquiera cubre la mitad de lo que corresponde por despido.”

Los trabajadores hacen hincapié en que tales medidas van en contra no sólo del DNU 329/20, sino también el Estatuto de Prensa. “En este momento la empresa está cometiendo una ilegalidad total: les mandó un mail a los empleados planteando que si no firmaban un acuerdo de partes los dejaban sin tareas y sin indemnización”, explica Agustín Lecchi, secretario de Organización del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA); y enfatiza: “Los despidos están prohibidos y Editorial Atlántida no puede estar al margen de la ley”. Frente a esta situación, los trabajadores afectados junto con los delegados de la editorial y SiPreBA, presentaron una denuncia en el Ministerio de Trabajo, instando a las autoridades para intercedan y hagan cumplir el DNU.

Pero no pueden tomar otras medidas debido a la cuarentena: “Los pocos que quedamos, en gran parte dependemos de que el gobierno haga cumplir la ley que instauró y no deje pasar estos despidos encubiertos que no son retiros voluntarios”, dice Vallejos.

Atlántida ya había despedido 80 trabajadores con el guiño del gobierno de Mauricio Macri.

Los conflictos en la editorial no son novedad: “Venimos con problemas desde hace ya varios años, de hecho tuvimos despidos en el 2016 y en el 2017”, cuenta Vallejos. “En el 2019, los nuevos dueños de Atlántida presentaron un preventivo de crisis que el gobierno de Macri aceptó, y despidieron a 80 personas.” Desde ese momento, los salarios también comenzaron a pagarse en dos cuotas mensuales.

En esa línea, recientemente se conoció que el Grupo Clarín resolvió desdoblar el pago de los sueldos de mayo de sus trabajadores. El SiPreBA repudió la decisión y resolvió quite de firmas y ceses de tareas en la empresa. El sindicato expresó en un comunicado: “Cabe recordar que según a la última encuesta realizada por la Comisión Interna, 4 de cada 10 trabajadores tiene un sueldo menor a la canasta básica. Y que el incumplimiento del pago del salario en tiempo y forma se da en un contexto en que el diario del Grupo Clarín (conglomerado con recursos suficientes para sostener a sus empresas en el contexto de la pandemia), se ufana con relatos épicos acerca de sus récords de audiencias.”

En cuanto a Editorial Atlántida, desde la empresa -un directorio con inversionistas fantasmas- plantean que “no pueden continuar con una estructura de tantos empleados en un rubro que está en crisis desde hace rato”. Según Guardia, “quieren reducir y renovar el personal pero la forma que están eligiendo es completamente extorsiva y humillante para los trabajadores que tienen muchos años de antigüedad y son muy comprometidos con su trabajo”. Además, sostiene que al no saber quiénes son los verdaderos dueños, es casi imposible encontrar responsables por lo que está sucediendo. Sin embargo, el perjudicado siempre es el mismo: el trabajador.

“En algunos casos, pese a que el gobierno lleva adelante políticas que protegen a los trabajadores en el marco de pandemia, los empresarios avanzan y se creen impunes. Necesitamos más intervención estatal y más presión sobre este tipo de empresarios”, puntualiza Agustín Lecchi.

Este es otro de los grandes desafíos del gobierno en el presente de pandemia y cuarentena: proteger a los trabajadores y sus empleos de empresas y empresarios que se aprovechan de los tiempos de incertidumbre para incumplir la ley.

Despidos y deudas salariales en las empresas periodísticas

Despidos y deudas salariales en las empresas periodísticas

La televisión y la radio siguen transmitiendo. Los diarios continúan imprimiéndose. Los medios digitales y portales web mantienen actualizada su información. En épocas de incertidumbre como las que se viven desde -al menos- el 20 de marzo con el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio, los medios de comunicación se establecieron como servicios esenciales, según el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 297/20. Llevan tranquilidad -o no- a millones de personas que transitan el encierro de la mejor manera que pueden. Incluso miles se volcaron nuevamente a los medios tradicionales, tratando de evitar las ya tan conocidas fake news.

De distintas maneras -teletrabajo, protocolos de seguridad e higiene, licencias para personal que forme parte de grupos de riesgo, etc.-, los trabajadores de los medios cumplen con sus funciones. Sin embargo, afrontan nuevas dificultades en el período de aislamiento. “En general las medidas de seguridad se están cumpliendo en casi todas las empresas”, explica Agustín Lecchi, secretario de Organización del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Pero “no así otras obligaciones, particularmente las salariales, y esto representa un gran problema.”

El sector de prensa está muy golpeado. Publiexpress, Diario Popular, Perfil, Infobae, Noticias Argentinas. Las lista de medios que atraviesan momentos críticos o conflictos con los trabajadores por motivos de incumplimientos salariales crece constantemente. E incluso comienza a comprender a otros sectores, como en el caso de Radio Metro, en el que, luego de un paro, los trabajadores lograron llegar a un acuerdo para que se les paguen los sueldos atrasados.

El periodismo, aunque se lo considere un servicio esencial, es una de las actividades que más ha sido golpeada por la pérdida de poder adquisitivo en los últimos cuatro años, con un recorte del 50% respecto del 2015. A esta situación de base se le agrega el impacto del Covid-19. “Las empresas argumentan crisis producto de los cambios tecnológicos en nuestra actividad y el consumo de las sociedades de la información, y a eso ahora se suma la situación que produce la pandemia”, sostiene el delegado. “Pero es falso: esta crisis demostró la importancia de los medios tradicionales, que ante la necesidad de contar con información confiable una mayor cantidad de gente se volcó nuevamente a estos medios.”

Según Lecchi, estos conflictos -que incluyen cierres, despidos, sueldos atrasados y en cuotas- son “previos a la situación actual vinculada a la pandemia, pero en este contexto tienden a agravarse; y las empresas también aprovechan la situación de crisis para avanzar sobre derechos laborales y para sacarle plata al Estado a través de pauta o planes de ayuda.”

La precarización también es visible en estos tiempos, ya que los trabajadores freelance o “colaboradores” son los que están en peores condiciones. “Por las características de su trabajo no tienen ningún tipo de seguridad social y son los primeros que se ven perjudicados ante cualquier crisis y ajuste”, sostiene Lecchi. Desde SiPreBA estiman que un 20% de las notas publicadas en los grandes medios son realizadas por estos trabajadores, por lo que exigen medidas concretas en el marco de la pandemia -como la eximición de impuestos al monotributo- y otras más generales, como el reconocimiento de un tarifario que estandarice un valor mínimo por nota.

 

Despedidos y en cuarentena

El 30 de marzo, la empresa Publiexpress -editora de Pronto, entre otras publicaciones- se comunicó con la Comisión Interna Gremial de la revista para informarles a los trabajadores que no volvería a abrir sus puertas. Ningún telegrama había llegado, pero casi cien empleados se habían quedado sin trabajo. “A partir de ese momento empezamos algunas medidas de fuerza porque solo la última semana de marzo la revista no salió a la calle”, explica Mariano Caruso, trabajador y ex delegado de Publiexpress. “Queríamos cobrar nuestro salario de marzo e iniciamos distintas medidas, por lo que la empresa terminó cediendo y pagando, pero siguen en su política de cierre.”

Los dueños de la empresa, Eduardo Lerner y Abel Nahon, alegan problemas económicos a pesar de no haber realizado ninguno de los procedimientos previos al cierre; y, según un comunicado de SiPreBA, haber ganado recientemente una licitación del Ministerio de Educación de casi 24 millones de pesos para imprimir cuadernillos educativos sobre el Covid-19.

“Es un cierre fraudulento, lo que quieren hacer es sacarse a los trabajadores de encima y, cuando pase la pandemia, volver a abrir con personal tercerizado”, sostiene Caruso, también integrante de la Comisión Directiva de SiPreBA. Y continúa: “Es una política que ya viene haciendo la empresa hace unos años con otras revistas: despedía y tomaba personal tercerizado para que no estuviera en convenio, y de esa manera bajaba los costos y seguía con las publicaciones.”

Según el delegado gremial, “la empresa quiso aprovechar la medida de Techint: tratar de despedir por causa de fuerza mayor, pagando el 50% de las indemnizaciones sin haber hecho concurso preventivo de crisis ni haber presentado ningún papel.” Todo esto, ignorando el DNU 329/2020 que suspendió los despidos por 60 días, y sin acatar la conciliación obligatoria impuesta por el Ministerio de Trabajo. Mientras tanto, los telegramas siguen llegando -debido a las demoras en el correo-, y los trabajadores continúan luchando como pueden, desde sus casas. “Queremos que se respete la conciliación obligatoria, que nos devuelvan nuestros trabajos y que se nos pague el salario de abril y volver a trabajar normalmente cuando esto pase.”

A cuentagotas

La situación que atraviesan los trabajadores de Diario Popular no es mejor: el 1° de abril finalmente cobraron la última de las cinco cuotas en las que se pagó el sueldo de febrero, y la empresa, Manpress S.A., volvió a anunciar que continuarán con esta modalidad de pagos que ya funciona desde hace seis meses. Lo único asegurado fue una suma de cinco mil pesos para la primera quincena de abril.

Frente a esta situación, los trabajadores del diario se encuentran realizando un paro en busca de algún canal de diálogo con las autoridades. Sumada a la irregularidad de pagos, denuncian también que no se pagan los aportes patronales que corresponden, a la vez que se incumplen con las medidas de seguridad e higiene necesarias para continuar las actividades.

“Nuestros pedidos siguen siendo cobrar el sueldo en tiempo y forma, ni más ni menos. Poder cobrar y organizar nuestra vida de acuerdo al trabajo que realizamos mes a mes”, explica Juan Manuel Lazzarino, delegado de prensa de Diario Popular. Sin embargo, la respuesta de Francisco Fascetto, dueño de la empresa, fue no pagarle los cinco mil pesos a aquellos que hubiesen adherido a la medida de fuerza.

“Esto no tiene que ver directamente con el contexto de la pandemia, nos viene pasando desde mediados del 2018, cuando comienzan las primeras deudas de la empresa para con nosotros, recortes salariales, quita de ítems. Nuestro caso viene desde hace rato”, puntualiza Lazzarino. Desde la empresa argumentan que la caída de la pauta oficial durante el gobierno de Mauricio Macri perjudicó en demasía a las finanzas del diario. Pero la postura de los trabajadores que quieren cobrar por las actividades que realizan, como corresponde, se sintetiza en las palabras de su delegado de prensa: “Si nosotros nunca fuimos socios en la ganancia, no veo por qué socializar la pérdida.”

La deuda es con los trabajadores

Como explica Matías Cardone, delegado de Perfil, la situación salarial en la empresa de Jorge Fontevecchia “no es muy diferente de la que vive el resto del gremio en lo que se trata de prensa escrita”.

Los trabajadores freelance de la editorial se ven más perjudicados aún: Perfil les difiere los pagos y en su mayoría están atrasados entre cinco y seis meses. “Hay productos de la editorial que se hacen en más de un 50% con freelance, lo que genera una precarización que vuelve al trabajo insostenible,” sostiene Cardone. “La pandemia lo único que hizo fue agudizar el problema para los compañeres colaboradores que necesitan más que nunca percibir sus salarios.”

La empresa alega -como tantas otras- problemas económicos y responsabiliza a la crisis del coronavirus, manteniendo en la incertidumbre a sus trabajadores. Sin embargo, Cardone hace hincapié en que “están recibiendo pauta oficial, la web de Perfil tiene record de visitas y la empresa sigue facturando, por ejemplo, con la impresión de cuadernillos para el Ministerio de Educación”. Por otra parte, en los últimos cuatro años Perfil se expandió con una radio y una canal de televisión nuevos.

Hasta el momento de la cuarentena, los trabajadores de prensa realizaron asambleas y distintas medidas gremiales. Hoy, desde el aislamiento, tienen que limitarse a otras acciones. Pero el reclamo es el mismo: “Le pedimos a la empresa que pague la deuda a los freelance y, a su vez, que dé un aumento de emergencia ya que tenemos la negociación paritaria vencida desde noviembre”, sostiene Cardone, en representación de sus compañeros. Y agrega, como si no fuera suficiente: “A su vez Perfil tiene una deuda con nosotros que data de mayo 2019 y que aún no canceló por la que también estamos reclamando.”

Despidos en Clarín: la lucha continúa

Despidos en Clarín: la lucha continúa

Los despedidos de Clarín y Olé reclaman su reincorporación en otras empresas del grupo.

A un mes del despido de 65 trabajadores del Grupo Clarín, se realizó un “bondiolazo” en las puertas del multimedio ubicado en Tacuarí 1846. El evento fue convocado por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) quienes junto con los despedidos buscan visibilizar el problema y crear una bolsa de trabajo para reubicar a los empleados desvinculados.

El típico aroma de carne asada invade el lugar. Música de fondo, personas tomando cervezas y conversando entre risas pareciera indicar que se está celebrando algo. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente. Luego de un mes exacto de que Clarín despidiera a 65 de sus trabajadores, entre el matutino principal y el deportivo Olé, y tras haberse logrado la reincorporación de cuatro de los afectados la protesta está lejos de llegar a su fin.

Tato Dondero, delegado de Página 12 y Secretario General de SiPreBA, en conversación con ANCCOM manifestó: “Lamentablemente el nivel de la negociación con Clarín no está a la altura de nuestras expectativas. La reincorporación de solamente cuatro compañeros es muy poco, por eso el conflicto sigue en medio de este contexto gremial y nacional muy difícil”. Además, Dondero reflexionó sobre la crisis en la que se encuentra sumergido el periodismo y opinó que es mucho peor que la de 2001 debido a que si bien hay un cambio cultural en cómo comunicarse que afecta al papel, las políticas de este Gobierno son mucho más salvajes y afectan tanto a los periodistas como a toda la clase obrera.

Se cumplió un mes de la nueva ola de despidos de Clarín y Olé.

Por otro lado, Matías Cervilla, delegado del diario Clarín, indicó que unos de los reclamos de los trabajadores despedidos consiste en la apertura de una bolsa de trabajo para incorporarlos en otras compañías del Grupo. “Negociamos con la empresa y cedieron, así que actualmente están pidiendo curriculums y haciendo entrevistas. También hicimos un cese de tareas para seguir visibilizando el problema y continuamos pidiendo la reincorporación de más compañeros y la mejora de nuestras condiciones de trabajo”, aseguró Cervilla.

“Hay un gran apoyo de compañeros de todos los medios de prensa escrita: de Tiempo Argentino, Página 12, Infobae, Telam, despedidos de Grupo 23, se han solidarizado y han ayudado a la visibilización de este conflicto”, repasó Cervilla. Mientras tanto, los trabajadores involucrados aún no tienen ninguna garantía de su futuro. Uno de ellos es Ricardo Sapia, quien formó parte del equipo de redacción de Olé durante 23 años. “Me quedé sin laburo, mi único trabajo era éste. Sabemos que lo de la bolsa de trabajo no es algo fluido, pero yo al menos le pongo alguna ficha a eso”, confesó.

Ricardo, quien fue unos de los encargados de la parrilla de este encuentro, también contó cómo sobrelleva el tema del despido: “Es un día a día, por momentos tenés mucha bronca y tristeza debido a que pensás que hay determinadas coberturas que las podrías estar haciendo, porque era lo que hacías anteriormente. Sin embargo, también hay momentos como hoy en donde estás un poco mejor porque estás entre compañeros que se encuentran en la misma situación. Además, varios ex colegas también bajaron de la redacción para estar con nosotros”.

Otro de los afectados es Pablo Cerolini, reportero gráfico y editor de fotografía, quien entre un poco de humor y tristeza cuenta cuál es su situación: “Se podría decir que estoy de año sabático, me echaron y hasta ahora no encontré trabajo. Si bien personalmente uno puede tener bronca yo no analizo la situación en términos personales, sino más bien colectivamente. Es muy importante el apoyo de SiPreBA y de otros sindicatos porque uno se siente contenido”. “Hasta que no haya una decisión de finalizar la lucha yo voy a seguir   apoyando esta causa, creo que hay que molestar y que hay gente acá dentro que tiene que saber lo que es esta empresa, por eso hay que seguir insistiendo por la reincorporación”, dice Cerolini muy convincente.